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De La Cábala Al Golem Mágico: Kattia Chinchilla Sánchez

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Filología y Lingüística XXVII(2): 7-22, 2001

DE LA CÁBALA AL GOLEM MÁGICO

Kattia Chinchilla Sánchez

RESUMEN

La Cábala práctica nos presenta un universo de reflexiones místicas, entre las cuales se
destaca la preceptiva para la creación del Golem, un simulacro hecho por el hombre, que
viene a constituirse en el doppelgänger de su hacedor, en una vía de expiación para la
humanidad. Hemos de tratar aquí estos temas con el objeto de evidenciar cómo la criatu-
ra es concebida en el seno de la Cábala hebrea.

ABSTRACT

The Kabbala shows to us a universe of mystic thoughts teaching all the precepts to create
the Golem, an artificial man, maked by the rabbi with certain recipes. The Golem should
be a doppelgänger of his maker, almost can be a general atonement way for the Jewish
people. This article presents this topics related to the Practice Hebrew Kabbala and the
Paracelsus homunculus theory.

1. Por los senderos de la Cábala

La Cábala es concebida como la doctrina mística de los hebreos y nace de las fuentes
de conocimiento no siempre apegadas a la luz de la razón o la lógica; más bien, surge a partir
de la revelación divina y la meditación interior. Por lo tanto, la Tora (la Ley) de Moisés es una
epifanía de la deidad, el verbo de Dios, revelado a un mortal, por su voluntad expresa. Empe-
ro, en ella se hallan cifrados los trazos exactos de la Verdad Universal y es tarea de los estu-
diosos descubrir el intrincado tapiz de la prosa sagrada. Dada la estrecha relación dialógica en-
tre el Ser Supremo y la raza humana, un preciso examen de las Escrituras se hace necesario y
hasta obligatorio. Pero la exégesis no puede detenerse en lo inteligible, sino que su misión de-
be trascender más allá de lo evidente, haciendo eco de las palabras escuchadas por el propio
Moisés:

Tú le hablarás y les irás poniendo mis palabras en su boca. Yo estaré en tu boca y en la suya,
y os mostraré lo que debéis hacer (Éxodo 4, 15).

Por estos fundamentos, se asevera que la Cábala es la “Ciencia de la Verdad”.


El mensaje primario del Libro del Génesis es claro y directo: el universo es obra
de un ser exclusivo y autócrata, quien ha delegado en otro ente –el hombre—, ciertamente
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también único e irrepetible, la facultad de proseguir la acción y la “administración” iniciadas por


la deidad. Sin embargo, para llevar a cabo una misión de tanta envergadura, el hombre debe en-
trar en contacto perenne con su creador, para conocer sus prerrogativas, para conocer su deseo y
para aprender a servirle de manera fiel. Este es, grosso modo, el leit motiv del Génesis, el cual
repiten los libros restantes, mas lo desarrollan de forma disímil, según el argumento del texto.
No obstante, el hombre de la Cábala se percata de un cierto mensaje oculto, misterio-
so y cautivante; queda impresionado por la cantidad de ideas que contienen cada una de las
letras, de las palabras, de los versículos y de los capítulos que lo conforman. Así, en el Zohar
(el Libro del Esplendor) (1982: 183) leemos:

¡Desgraciado el hombre que cree que la Escritura sólo nos enseña simples cosas! Porque cada palabra de
la Escritura encierra un arcano esencial... Los misterios contenidos en la Escritura, con los cuales fueron
creados todos los mundos, sólo podían descender a la tierra camuflados; porque el mundo material no
puede soportar el brillo de todo aquello que es inmaterial (La traducción es nuestra).

El sentido literal de las sacras palabras carece de sentido, pues es una especie de en-
voltura, de ahí que en cierta ocasión el rey David dijera: “Levanta el velo que hay sobre mis
ojos para que yo pueda contemplar las maravillas que encierra la ley” (2 Reyes 7, 21). Por des-
gracia, la primera letra del Libro del Génesis, beth, está cerrada por tres de sus lados y abier-
ta por uno sólo, lo cual hizo suponer que el hombre únicamente dispone de ese pequeño acce-
so para penetrar en los secretos del mundo. Es obvio que estamos tratando con una imagen
metafórica. Mediante el sibilino párrafo inicial, los hombres de la Cábala se referían al inicio
del Génesis (1, 1): “En el comienzo, Dios creó...” (“Breshit bara Elohim...”, en hebreo) en
donde la letra beth, la cual representa también el número dos, señala la existencia, en breshit,
de dos elementos unidos, o bien cohesionados: uno que aparece claramente y otro rodeado por
el misterio, una zona prohibida y tabuada, cuya frontera solamente puede ser traspasada por
los elegidos.

1.1. Origen ancestral

Si incursionamos en la etiología de la práctica, notamos que los propios cabalistas se


apegan a las más diversas e intrincadas hipótesis, todas ellas defendidas con pasión fiera. No
obstante, hay un común denominador, a pesar de las opiniones diversas: los principios de la
Cábala habrían sido adquiridos por los primeros hombres (homini religiosi), a partir del con-
tacto con las entidades superiores, en definitiva, con Dios. Posiblemente, la postura más co-
nocida y divulgada sea aquella según la cual el Zohar y otros textos básicos fueron dictados
por un ser celestial, Raziel, el Ángel. Esta entidad habría entregado el primer libro cabalístico
a Adán y, gracias a la sabiduría en él contenida, el padre de la humanidad pudo sobrellevar el
dolor de la caída y el exilio definitivo de la tierra edénica.
En un antiquísimo texto hebreo, El Libro de la penitencia, se registra un hecho noto-
rio: el mismo ángel guardián del Paraíso entregó a Seth, tercer hijo de Adán y Eva, las verda-
des fundamentales de la Cábala. En cambio, según el criterio de otros cabalistas, el Sefer Yet-
sira fue escrito por Abraham, considerado y laudado como el padre de la tradición nacional
hebrea; inclusive habría aplicado la Tora antes de su promulgación en el Sinaí. En contraste
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con lo anterior, para otros, fue el profeta Elías quien reveló al Rabí Daniel de Provenza los
principios de la sabiduría secreta.
Ahora bien, obviando tan profusas génesis, parece haber consenso al ubicar el origen
de la práctica y la tradición cabalísticas en la época inmediatamente anterior al nacimiento de
Cristo. Habiéndose producido la segunda destrucción del templo de Salomón en el año 7 de
nuestra era, por intermedio de las legiones de Tito y habiéndose iniciado la diáspora judía, se
produjo un progresivo alejamiento de la ley mosaica, que fue paulatinamente reemplazada por
la Cábala. Supuestamente, siglos más, siglos menos, el Rabino Akiba escribió el Sefer Yetsira
en este lapso y su discípulo Simon bar Juchai, el Zohar. Al margen de tratar de precisar las fe-
chas y los autores, ambas obras son la primera concreción por escrito de los principios que
hasta entonces los iniciados habían trasmitido en forma oral.

1.2. La palabra y la escritura

Como ya habíamos comentado líneas atrás, para los cabalistas, el Creador y los hom-
bres han establecido fuertes vínculos dialógicos, pero llega un momento en el cual ya no son
suficientes las palabras y es necesario un signo, una marca que fije en el pergamino el manda-
to que la voz no puede custodiar de una forma permanente. Así, la letra aparece para reforzar
el valor del Verbo. La letra se hace memoria de la palabra. Desde esta perspectiva, el reinado
de la palabra correspondió a un estado ideal del hombre, en el cual sus relaciones con la deidad
se fundaban en la confianza mutua. Mas después del pecado (aún en la época pretoraica), el sig-
no material, la letra, la Ot, tuvo que entrar a reforzar e incluso a reemplazar a la palabra. “El
Señor puso una marca a Caín, para que no lo matara quien lo encontrase” (Génesis 4, 16). El
Eterno necesitó de una señal para la frente del culpable: optó por un garabato delator.
A pesar de todo, los israelitas seguían creyendo en Dios y no tenían la necesidad im-
periosa de una prueba escrita de sus divinos mandatos. Se daban por satisfechos con su Pala-
bra. Empero, la actitud de los judíos que habían huido de la esclavitud egipcia fue muy dife-
rente: quisieron pruebas concretas y fehacientes de la magnificencia de Dios. Así las cosas, el
signo de Ot debió multiplicarse y el número de letras aumentó hasta constituir un corpus. El
Hacedor dictó su alfabeto sagrado, sus 22 letras esenciales, sus 22 símbolos universales. El re-
sultado fue que la Palabra se fijó por escrito en su propio detrimento, al someterse a las exi-
gencias de la “historia”. Si el hebreo venera la Santa Escritura es porque en ella percibe el
mensaje de su Creador. La forma escrita no es sólo externa, sino que cada letra contiene fuer-
zas que sólo esperan ser liberadas.
El lector atento intentará, en la medida de sus posibilidades (las cuales, por obvias ra-
zones, siempre serán insuficientes), extraer las fuerzas arcanas animadoras de las letras, pues,
cada una de ellas, al combinarse con otras, componen una palabra, cuyo sentido más oculto,
cifrado y misterioso sólo puede dilucidarlo el cabalista mediante la separación o la reunión de
esas letras sagradas. Más aún, con ellas estábase formando el Nombre Impronunciable, aquel
que únicamente el Gran Sacerdote en la soledad del Sancta Sanctorum del Gran Templo po-
dría pronunciar. Nótese a continuación la capital importancia otorgada a las letras:

Pues he aquí que la letra es un palacio y una fortaleza de la espiritualidad a la que apunta, y cuan-
do un hombre menciona o mueve una de las letras, necesariamente se suscita esa espiritualidad.
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Asimismo, suscítanse formas santas por obra del aliento de la boca, las que se elevan y unen entre
sí por sus raíces dentro del dominio de la Emanación. Y no sólo esto, sino que también cobran exis-
tencia física; esto es, al escribirlas, sobre las letras se posa la espiritualidad (Cordobero 1977: 262).

En suma, este interés por la letra y por la escritura no fue patrimonio exclusivo de los
cabalistas, sino afición compartida por todos los hebreos en general. El culto al libro se dio
siempre a lo largo de su historia: según el Midrash Tehilim, desde el período de la esclavitud
en Egipto, existía la costumbre de dedicar el día del Sabbat a la lectura. Como dato curioso, el
Rabí Yehuda he-Hassid, en su Sefer Hassidim (Libro de los devotos) aconsejaba estrictamente
a sus discípulos que, si por alguna desventura, caía una mancha de tinta en su libro y en sus
vestiduras, debían de limpiar primero el libro y después lo demás. Inclusive añade que si deja-
ban caer oro y libros a la vez, recogerían en primer lugar el libro, luego el precioso metal. Una
costumbre religiosa, cuya antigüedad no es posible determinar con certeza, prohibía destruir los
libros, conducta que los cabalistas respetaron y ampliaron: se reunían los fragmentos de los tex-
tos inservibles y eran depositados en un lugar ex professo, en las sinagogas, para luego ser se-
pultados en un cementerio. Este singular entierro llevaba el apelativo de “gueniza” (escondri-
jo) y los fragmentos reunidos recibían el nombre de “chemot” (nombres). Suponíase que las le-
tras albergaban, de una u otra manera, el nombre de Dios, por tanto, estaba prohibido, de mo-
do radical, arrojar los “nombres” o pisotearlos, ni siquiera involuntariamente.

1.3. La Cábala práctica

La Cábala es una ciencia de la vida, caracterizada por la unión de la fuerza visible y


del espíritu invisible de la ley. El cabalista es, justamente, el hombre que busca establecer di-
cha unión. En ese sentido, el Sefer Yetsira, Libro de la Creación, constituye el primer intento
de sistematizar la teología especulativa hebrea. Para ello, reconociendo la existencia del Dios
único, muestra y demuestra que, entre la variedad y la multiplicidad, hay una armonía y una
unidad que no pueden más que derivar de un “Coordinador Único”. Empero, a diferencia de
la Biblia, el Yetsira evidencia que la deidad suprema crea el universo, no a partir de la nada,
antes bien desde Él mismo (a partir del Ein-Sof). Dios es la materia y, al mismo tiempo, la for-
ma del Universo. El está en el fondo de todas las cosas y todo existe en él. De este texto, po-
demos extraer lo siguiente:

l La creación se realizó según la tríada sefar/sippur/sefer, es decir, la fórmula esencial


utilizada por el Creador. La primera, sefar, significa la cantidad medida, el número, la
base de armonía y el orden superior de las cosas. Sippur significa la emisión de la pa-
labra, la voz, el Verbo del Creador, por el cual las cosas son. Finalmente, sefer repre-
senta la escritura, la palabra, la letra escrita, en suma, el Libro.
l Treinta y dos son los senderos por los cuales la suprema unidad divina actuará en la
tierra: los diez sefirot o emanaciones divinas y las veintidós letras sagradas del alfa-
beto hebraico. Los sefirot distinguen los matices de la calidad y constituyen los vein-
tidós canales que, en el Árbol de la Vida, unen entre sí los diez sefirot. De igual for-
ma, cada una de estas veintidós letras tendrían una correspondencia con una carta del
tarot de los Arcanos Mayores.
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l Las veintidós letras hebreas representan una serie de actividades humanas, de elemen-
tos propios del espacio y el tiempo. Así, por ejemplo, las siete letras dobles del alfa-
beto hebreo coinciden con los siete planetas, los siete días de la semana y los siete ori-
ficios de la cabeza. Las doce letras simples, por su parte, corresponden a los doce sig-
nos del Zodíaco, los doce meses del calendario solar y los doce órganos del cuerpo.
También existe un nexo entre las letras, ciertos números y determinados colores.

En definitiva, comprenden un conjunto de relaciones entre el macrocosmos y el mi-


crocosmos, como podemos apreciarlo en el apéndice No. 1.
Todo el conocimiento que Dios proporcionó a Israel –es decir, a la humanidad— está
contenido en la Tora (la Ley). Sin embargo, allí deben distinguirse dos tipos de Tablas de la
Ley: las primeras, emanadas del Árbol de la Vida, pero que Israel, por haber adorado al bece-
rro de oro, fue juzgado indigno de beneficiarse de ellas; y las segundas, salidas del costado del
Árbol del Bien y del Mal, fueron las que Moisés, por mandato divino, dio a su pueblo.
Estas tablas segundas representaban solamente una manifestación fragmentaria de
aquella hohma original (sabiduría divina), lo cual impedía que el hombre se sirviera del cono-
cimiento. En consecuencia, para que el cabalista pudiera tener acceso al hohma, debía buscar
con gran celo la verdad que yacía oculta detrás de las Escrituras. No obstante, este tipo de Cá-
bala “auténtica” quedó en poder de un grupo reducido de cautos rabinos, mientras que el co-
nocimiento general únicamente alcanzó su faceta puramente esotérica. La magia pudo hallar,
con base en el complicado formulismo de los cabalistas, la codificación de palabras, gestos y
símbolos necesarios para su ceremonial específico. Transcurrido cierto tiempo, las prodigio-
sas hazañas de los iniciados en la disciplina consolidaron la confianza en el poder sin límites
de la palabra: se decía que un maestro del siglo XV, el rabí Loew de Praga había fabricado una
entidad artificial, un Golem, que cobró vida cuando fue escrito sobre su frente de arcilla uno
de los nombres secretos de Dios. Con todo esto, la Cábala perdió, en Occidente, su preciosa
carga mística y, habiendo abandonado su cauce materno, se entremezcló con todo tipo de doc-
trina heterodoxa, la cual atribuía al alfabeto sacro una serie de correspondencias, desde los
principios universales hasta los procesos alquímicos, sin olvidar el Zodíaco y el Tarot (vid.
Anexo No. 1).
Para acercarnos un poco a la Cábala práctica hemos de recurrir a la Gematria, la pri-
mera llave, conocida también como la Cábala matemática o aritmética. Consiste en atribuir un
determinado sentido a las palabras en función de su valor numérico. Podíase reemplazar así
una palabra por otra que poseyese el mismo valor numérico, con lo cual se obtenían ocultos e
insospechados sentidos en las Escrituras.
Los hebreos empleaban las letras para representar las cantidades numéricas, es decir,
un mismo signo sería letra y número, todo dependía del contexto. Así, la letra aleph consti-
tuía el número uno; beth, el dos; ghimel, el tres; etcétera. Entonces, una palabra albergaba un
sentido numeral, obtenido de la suma de los valores de las letras que la componían. Y esa
cantidad podía ser descompuesta en otra serie de letras, las cuales, unidas, formarían una pa-
labra totalmente distinta de la primitiva. Por ejemplo, en el Capítulo XLIX, versículo 10, del
Libro de Génesis (“No se quitará la vara de mando a Judá, ni faltará el legislador de entre los
de su generación, hasta que venga Shiloh, el pacífico”). Si sumamos el valor numérico (vid.
Anexo No. 2) de la palabra shiloh, se obtiene el mismo número que el constituido por la pa-
labra Mashiah (Mesías):
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300 + 10 + 30 + 6 + 10 = 356 = shiloh


40 +1 + 300 + 9 + 1 + 5 = 356 = mashiah

Notaricon es la segunda llave cabalística, llamada “la de las siglas”: se toma cada le-
tra de una palabra como inicial o abreviatura de otra. De este modo, se construiría una frase
con las letras de una sola palabra. Utilizamos este método de manera similar en el sistema de
las siglas sociales, políticas o comerciales, cuando reducimos el nombre de una institución a
un conjunto ínfimo de letras (O.N.U., O.M.S., U.C.R., O.T.A.N., O.E.A., I.C.E., etc.). Mues-
tra de lo anterior es la palabra Beresit (deletreada en hebreo BRASHTH), primer vocablo del
Génesis. Al construir palabras con cada una de las letras como iniciales, los cabalistas judíos
obtuvieron diversas frases, tales como: “Bará ruheres samayim, yam, thom”, que significa
“Creó el Espíritu, la Tierra, los Cielos, el Mar y el Abismo”. O bien esta otra: “En el comien-
zo, Dios vio que Israel debía aceptar la Ley”.
La tercera llave es la Temurá, “de las permutaciones y combinación de las letras”. Pre-
sumiblemente, es el procedimiento interpretativo de más antigüedad, con respecto a los otros
dos. Fue el método más idóneo para descubrir los significados cifrados en los textos sagrados
del pueblo hebreo. La Temurá es la base de la Cábala literal, la cual consiste en no tomar las
escrituras en sentido literal, sino más bien dilucidar las verdades encerradas en ellas, empresa
sólo posible para los iniciados, quienes recurren a procedimientos análogos a las actuales fór-
mulas criptográficas: separan las letras de una palabra y cambian su orden natural, o bien, tras-
tocan la colocación de las diferentes palabras de una frase. El más célebre y, a la vez, el más
sencillo alfabeto críptico es el “atbes” y consiste en sustituir la primera letra de una palabra
por la última, la segunda por la penúltima y así subsecuentemente. De esa manera, como ilus-
tración, el término ADÁN podría ser suplantado por NADA. Siguiendo tales premisas, los ca-
balistas están absolutamente convencidos de que la totalidad -o por lo menos la mayoría- de
los nombres sagrados son, en realidad, fórmulas herméticas que, una vez descifrado su genui-
no sentido, nos pueden conceder poderes incalculables y extraordinarios.

2. El Golem mágico

Durante el Medioevo, en Alemania, emergió un cardinal movimiento místico, el ja-


sidismo. Poco se sabe acerca del legendario fundador de esta corriente cabalística, el rabi-
no Samuel, hijo de Kalynamus de Spiro, pero su testamento espiritual es célebre gracias al
texto nominado Sefer Jasidim (Libro de los piadosos), escrito por su sobrino, el gran Elea-
zar de Worms.
Esta obra aparece fuertemente estigmatizada por el idealismo mesiánico, común en-
tre las agrupaciones sefarditas: equipara al cabalista con un protector de las masas más pobres
e incultas, a las cuales redime con sus poderes taumatúrgicos y sobrehumanos. Desde este
punto de vista, Guy Casaril ha establecido un paralelismo entre el santo de Worms y San Fran-
cisco de Asís, puesto que ambos personajes suscitaron la misma admiración devota entre las
clases menesterosas. Sin embargo, como es habitual en los movimientos cabalísticos, la in-
tención básica del jasidismo pronto fue olvidada y hasta ignorada. Muy pocos seguidores
comprendieron la necesaria renunciación a los bienes mundanos y materiales, a los placeres
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y poderes terrenales para poder ofrendar su vida al amor por su Dios. En lugar de esto, la ma-
yoría sólo vio en el jasidismo un poderoso instrumento de dominación mágica. Asimismo, el
propio Eleazar de Worms, quizá sin proponérselo, contribuyó a fomentar el prestigio supers-
ticioso de la doctrina, al dar a la palabra una potestad ingente sobre el destino y el mal. En de-
finitiva, a Eleazar se debe el concepto de homunculus o golem mágico, como una culminación
prodigiosa de las milagrosas facultades que podían ostentar los iniciados cabalistas.
La creación del golem u hombre artificial está ampliamente explicada e ilustrada en
varias recetas del sabio de Worms: una mezcla de letras y prácticas mágicas, destinadas a ob-
tener determinadas experiencias místicas, durante las que el golem cobraría vida autónoma.

2.1. El homúnculo a través de la historia

El principio mítico de la creación de una entidad artificial no es originario del jasidis-


mo medieval, antes bien se remonta a las más añejas tradiciones judaicas, con base en el Li-
bro del Génesis (1, 24): “Dijo todavía Dios: Produzca la tierra animales vivientes en cada gé-
nero, animales domésticos, reptiles y bestias silvestres de la tierra, según sus especies. Y fue
hecho así”. Los cabalistas interpretaron aquí la confirmación indirecta de la posibilidad real
de una animación de materia vil, no habiendo recibido el hálito inicial de vida. Por su parte,
los traductores de la Biblia adjudican el apelativo de “golem” al mismo Adán, antes de que le
fuese insuflada el alma y, principalmente, antes de que hablara.
Llama la atención sobremanera el hecho de que casi todas las generaciones se hayan
enfrentado con el dilema de la generación del ansiado hombre artificial. Esto podría tener un
asidero al mirar a este sosia como un potencial puente entre el conocimiento y la malicia, o
bien, como un símbolo de la audacia de Prometeo latente en el hombre. Además, si Dios creó
el cosmos mediante el Pensamiento y el Verbo con sus auxiliares (las letras y los números), el
hombre podría ser poseedor de los medios, realizar toda especie de prodigios y magnificen-
cias, obviamente en una escala menor a la del gran Arquitecto, pero que modificarían la natu-
raleza interior. En este sentido altivo, el ser humano, sabedor de las leyes y las escrituras, ge-
neraría creaciones artificiales con la combinación adecuada de los 72 signos alfabéticos del
nombre de Dios, siguiendo las instrucciones del libro cabalístico del Yetsira. Jacob Grimm, en
su Diario para solitarios, ofrece una excelente descripción del proceso creacional del golem:

Los judíos polacos, después de pasar unos días orando en voz alta y ayunando, moldean la fi-
gura de un hombre, en barro u otra masa viscosa, y cuando pronuncian sobre ella el nombre ca-
balístico de Dios, éste habrá de cobrar vida. Hablar, desde luego, no puede y entender, apenas
lo que se le habla u ordena. Le llama golem y lo utilizan como criado para ocuparse de cual-
quier trabajo doméstico. En su frente figura escrita la palabra “emeth” (verdad), se desarrolla
día tras día y llega a hacerse más robusto y fuerte que los demás moradores de la casa, a pesar
de haber sido tan diminuto al principio. Les empieza a infundir espanto y entonces le borran la
primera letra del anagrama que lleva en la frente, de manera que sólo queda la voz “meth” (es-
tá muerto); al ocurrir esto se desploma el simulacro y se deshace en polvo. Sucedióle una vez
a un judío esto: su golem llegó a hacerse tan alto y, por negligencia, aún así, lo dejó crecer más,
hasta que llegó el momento en el cual ya no podía alcanzarle la frente. Pudo, a pesar de los es-
fuerzos, borrarle la primera letra, sin embargo, todo el peso de la masa cayó sobre este judío y
lo aplastó (Grimm 1967: 76).
14 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

Para escribir esta narración detallada, Grimm se basó en un antiguo relato talmúdico
y en las enseñanzas de Eleazar de Worms, según las cuales lo esencial gravita en que los di-
versos adeptos –siempre más de uno de ellos-, unidos en el ritual del golem, tomasen tierra no
trabajada de la montaña, la amasaran en agua corriente y moldearan con ella la figura. Acto
seguido, sobre cada uno de los miembros del cuerpo del muñeco se pronunciaban aquellas
consonantes que prescribe el Sefer Yetsira (vid. Anexo No. 1). Por último se escribía, sobre la
frente de arcilla del futuro individuo, uno de los nombres secretos de Dios y la materia infor-
me del golem se animaría de vida.
Posteriormente a las prescripciones de Eleazar de Worms, se multiplica el alud de
“fórmulas” sobre la manera de proceder para la generación del golem. Pero, con el transcurso
del tiempo, la cualidad de la idea del homunculus ha experimentado un cambio muy notable.
De ahí que la creación de un ser artificial haya pasado de ser una pericia llevada a cabo por
personas piadosas, quienes recurren siempre a la ayuda de Dios, a constituirse en un puro y
simple acto de magia negra potenciado por Lucifer.
Otra de las características de estas nuevas recetas es la necesidad, cada vez mayor, de
acudir a técnicas más o menos sofisticadas. Parafraseando a Goethe, afirmaríamos que a lo na-
tural apenas le basta el cosmos, lo que es artificial exige espacios cerrados. Así, desde el siglo
XV, el uso de alambiques se hace necesario para la elaboración del golem. Este abrazo entre la
Cábala y la Alquimia tuvo en el genial Paracelso su mejor exponente y en su Arxidoxia mági-
ca la plasmación de uno de los intentos más audaces de las ciencias ocultas: la faena del ho-
munculus. Más tarde, en el siglo XVII, absolutamente en contra de las antiguas representacio-
nes hebreas, tiene lugar la desviación de la imagen del golem hacia lo amenazador y lo malig-
no. El hombre artificial se ve dotado de una energía excepcional, es capaz de promover gran-
des calamidades y posee la fuerza para destruir el universo. Esta concepción, con ligeras va-
riantes, ha perdurado hasta nuestros días. Inclusive, podría pensarse que, siguiendo un curso
paralelo al desarrollo creciente de la tecnología, el inconsciente identifica la potencia destruc-
tiva de la mecánica con la imagen del golem o, lo que es equivalente, del robot. Esta represen-
tación fatídica del homúnculo queda perfectamente puesta de manifiesto en la leyenda del
“Gran Rabí Loew de Praga”. Según esta, el rabino Loew creó un golem, que, por razones ob-
vias, ayudaba a su amo en distintas labores. Como el día de la fiesta sabática debía de ser guar-
dado con estricta devoción, el rabino convertía en masa al golem, al suprimirle el nombre vi-
vificador que llevaba estampado en la frente. Sin embargo, un día olvidóse de quitar el anagra-
ma. Una noche de viernes, mientras la comunidad se encontraba reunida en la sinagoga para
participar en el oficio divino, el golem empezó a rugir encolerizado con todas sus fuerzas: sa-
cudía las cosas y amenazaba con destruir todo lo que se hallara a su paso. Llamaron al rabí
Loew, le logró arrancar el anagrama y la criatura cayó al suelo. Ante tal desastre, el rabí no es-
taba dispuesto a “activar” nuevamente el golem, por lo cual sus restos fueron ocultos en el des-
ván de la sinagoga, donde permanecen allí hasta la fecha. Luego, uno de los sucesores del ra-
bí, el rabino Ezequiel Lamdau, subió para contemplar los despojos de la amenazante criatura y
dejó la orden sempiterna de que ningún mortal intentara visitar ese desván, ni siquiera una vez.
Los elementos de este relato persisten en una constante temática, incluso tomando en
consideración las varias versiones cinematográficas llevadas a la escena por el expresionismo
alemán. De ellas, cabe destacar las dos películas de Paul Wegener en 1913 y en 1917: su ac-
ción se desarrolla en Praga y los decorados del ambiente del ghetto sugerían los derrumba-
mientos masivos, la amenaza latente del golem sobre el que se había perdido el control. De la
CHINCHILLA: De la Cábala al Golem mágico 15

misma manera, es necesario señalar la novela de Gustavo Meyrink titulada precisamente El


Golem (1916). Las tres producciones surgen en el momento en que las fuerzas desarrolladas
por la técnica (la Primera Guerra Mundial) parecieran haberse puesto en contra de su creador:
el hombre. En relación con la obra de Meyrink, el golem es un espectro terrorífico, el cual ca-
da treinta y tres años se manifiesta detrás de las ventanas de una habitación incomunicada del
ghetto de Praga. Además, lleva una existencia sobrenatural sin posible redención.

2.2. El homúnculo de Paracelso

Llamábase homúnculos a las figuras humanoides, no nacidas por el método natural de


engendramiento, esto es, fuera del cuerpo de la mujer y de la matriz natural. Para tal tentativa
se debía proceder así:

...dejar que el esperma del varón se pudra en una calabaza (alambique), sellada con la suma pu-
trefacción del vientre de un equino durante cuarenta días, a todo el tiempo preciso (sic) hasta que
empiece a vivir y a moverse y agitarse, lo cual puede verse fácilmente. Después de un tiempo se-
rá de algún modo semejante a un hombre, pero transparente y sin cuerpo. Si ya después de esto,
cada día se le alimenta y se le nutre cauta y prudentemente con Arcano de la sangre humana, y
durante cuarenta semanas se conserva en perpetuo y constante calor del vientre del equino, se ha-
ce después un infante verdadero y vivo, que tiene todos los miembros de un infante que ha naci-
do de una mujer, pero mucho menor. A éste nosotros le llamamos homúnculo, y tiene que ser edu-
cado después con mucho cuidado y diligencia como cualquier otro infante, hasta que se desarro-
lle y empiece a tener juicio y a entender. Este es uno de los mayores secretos que Dios reveló al
hombre mortal y sometido al pecado... (Paracelso, Arxidoxia mágica. En de María 1986: 304).

El anterior extracto, nos permite apreciar los nuevos puntos de vista sobre la genera-
ción del golem desarrollados en el siglo XVI, los cuales se diferencian sensiblemente de la
antigua representación hebrea. Empieza a ser disímil la naturaleza de los materiales de “cons-
trucción”: los primordiales e idóneos elementos, tierra y agua, han sido sustituidos por el so-
fisticado semen virile. Por otra parte, el lapso exacto para la consecución de la obra se preci-
sa en Paracelso (cuarenta días), mas no es así en Eleazar de Worms; pero, por las indicacio-
nes, se deduce que no debe ser de duración excesivamente prolongada. Ambos comparten la
elaboración de matices mágicos. Paracelso describió, además, un “homunculus cereus”, figu-
ra de cera, la cual se modela según el deseo de su propietario y a la que se le infunden todas
aquellas desdichas que se desean causar a un rival. Este golem no sólo era un fetiche de ba-
rro, útil en tanto pudiera sujetar al enemigo al arbitrio de su creador. Por otra parte, al mar-
gen de las doctrinas alquímicas del médico de Hohenheim, considerábase al onanismo el res-
ponsable del origen de los demonios. Así, pensaban que una de las causas primarias de la gé-
nesis de los homúnculos monstruosos era justamente la sexualidad antinatural. En su Philo-
sophia Magna, Paracelso mismo es terminante al atribuir este hecho al propio espíritu de Sa-
tanás y afirma: “Pues se sabe que lo que no ha sido concebido en la matriz (útero) por obra
natural, tiene inclinación hacia lo monstruoso... no es ya semen, sino materia homunculi” (En
de María 1986: 308). En su Liber de Homuncullus, va más allá de este punto al aseverar que
los animales frecuentemente comenten sodomía y el semen a veces empleado para estos me-
nesteres –sea la creación de un golem- reviste una mácula originaria de tal envergadura: el
16 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

resultado de esta sodomía es un ser deforme cuyo aspecto causa horror, espanto, turbación,
desconcierto. Para ofrecer veracidad a su argumento sostiene que el mulo es el resultado de la
“sodomía” entre asno y caballo, el basilisco procede de la unión entre gallo y sapo (asunto
mencionado, mutatis mutandi, en Isaías 59, 5). Todos estos monstruos sodomíticos, derivación
de acoplamientos tan dispares, tienen algo en común: la carencia de alma. Así las cosas, cla-
ra está la disparidad entre hombre y golem (ser artificial), el primero es una entidad provista
de alma y el segundo, desprovista de ella.

2.3. El fundamento cabalístico del golem

La Cábala se consagra por sí misma como la alianza de la razón universal y del Ver-
bo divino, capaz de conciliar la ciencia con el misterio. Tiene las llaves del pasado, el presen-
te y el porvenir. Por lo tanto, se hace necesario recurrir al Sefer Yetsira para escudriñar el pro-
blema de la creación del golem:

Las veintidós letras las ha trazado, recortado, multiplicado, examinado y trocado, y formó con
ellas todas las criaturas y todo lo que será creado. ¿Y de qué manera las ha multiplicado? El
aleph, con todas; el beth, con todas; el ghimel, con todas, y todas con el ghimel, todas giran en
círculo; y así hallamos que salen por doscientas veintiuna puertas; obtenemos que todas las pa-
labras salen bajo un mismo nombre (1990: 4, V. La traducción es nuestra).

Él fijó las veintidós letras-nervios en la esfera, imaginándola parecida a un muro con doscien-
tas veintiuna puertas, y giró las esferas hacia delante y hacia atrás. Para una ilustración pueden
servir las letras num, ghimel y tsade, no hay mejor que la alegría y nada peor la pena y la mi-
seria” (1990: 5, V. La traducción es nuestra).

Nótese que los fragmentos anteriores son cimientos fundamentales en la visión caba-
lística de la creación por intermedio de las letras. Consensus gentium, con respecto a la fabri-
cación del Golem, se habla de 221 puertas; no obstante, esto constituye un aparente error ma-
temático, pues el número exacto de combinaciones es de 231. La cifra de combinaciones de
22 elementos, dos a dos, sin ninguna permutación, viene dado por la fórmula:

N x ¯ 91
2
y si N = 22, obtendremos

22 x ¯ 221 = 231
2

Los cabalistas llaman “puertas” a estas 231 variaciones, porque de cada una de ellas
va a emerger uno de los elementos cosmogónicos. Así, opinan que las 22 letras del alfabeto
hebreo son las 22 sustancias primitivas, formadas por la vibración de cada una de las letras.
Estas sustancias representan, en el hombre, un órgano; en el espacio, un astro y en el tiempo,
un lapso. Luego, estas 22 letras fueron combinadas dos a dos y otorgan a cada combinación
una sustancia nueva.
CHINCHILLA: De la Cábala al Golem mágico 17

Los colores manifiestan un fiel reflejo de lo señalado supra. Si suponemos una luz ro-
ja, amarilla o azul, tenemos un color primario producido por una vibración determinada (la
longitud de onda del rojo es de aproximadamente unos 7.000 ángstrom; la del amarillo es de
unos 6.000 ángstrom y la del azul, de 4.500 ángstrom). Si entonces mezclamos dos a dos es-
tos colores primarios, tendremos los restantes colores que, por esta razón, son llamados secun-
darios. Por ejemplo, el rojo y el amarillo forman el anaranjado (con una longitud de onda de
6.500 Aº ); el amarillo y el azul producen el verde (con una longitud de onda de 5.000 A º ). Es-
tableciendo un parangón, hemos de afirmar que las 22 letras del alfabeto hebreo instauran
otras tantas puertas capitales o primarias, mientras que su combinación binaria da lugar a otras
231 puertas secundarias.
Con base en lo precedente, Eleazar de Worms elaboró sus celebérrimas recetas en las
cuales indicaba que uno de los mayores peligros de aquel hacedor de homúnculos era el de
equivocar el orden estricto en el que debían ser recitadas las 231 variaciones alfabéticas. La
inversión del precepto conllevaba la desintegración retrógrada, hasta el estado de polvo, del
golem, cuando apenas estaba despuntando la vida en él. Este hecho se debe a una circunstan-
cia ya expresada en el extracto del Sefer Yetsira, párrafos atrás, concretamente en la expresión
“giró hacia delante y hacia atrás”, en lo relativo a las permutaciones de las combinaciones.
Veamos. Consideramos la combinación de las tres letras num, ghimel y tsade, enunciadas en
el orden citado, evidencian “alegría” –en hebreo-, pero al invertir el orden (tsade, ghimel y
num) representa lo opuesto, “pena” y “dolor”.
Volviendo a Eleazar, él recomienda que el acto de la creación del golem debe ir acom-
pañado de una determinada técnica de respiración y unos movimientos adecuados de cabeza
o de algún otro miembro del cuerpo. Todo lo cual comporta unos ciertos rasgos, pues los erro-
res habrán de volverse en contra del propio autor, el rabino.

3. Consideraciones postreras

Vistas las reflexiones de Paracelso, un homúnculo habrá de transformarse en un gi-


gante, apto para la devastación o la degradación. Esta misma idea fatalista guió a los directo-
res cinematográficos a asimilar al golem, el monstruo en rebeldía, como un actante y un eje-
cutor del pánico colectivo. El crítico Kracauer lo define así: el homúnculo, el ser sin alma, en-
viado del diablo. Visto desde esta perspectiva, el golem acaba por convertirse en un dictador,
que sólo busca la venganza y que, al perseguir la aniquilación, tiene como fin y como medio
la violencia, dada su naturaleza maléfica.
Pese a lo anterior, podemos homologar al golem, habiendo nacido de una experiencia
mística, con un doppelgänger (literalmente, una forma de espectro que hace su aparición cuan-
do el cuerpo físico se encuentra ausente, en un lugar distante; pero aquí contextualicémoslo
con la figura de un “doble”, un “otro yo”). Sería un reflejo, una muy baja forma del rabí, su
creador. Este doble le permitiría al mago-rabino percibir y descubrir así sus propias fuerzas
maléficas, exorcizarlas y evolucionar hacia el camino de la redención, en una especie de pro-
ceso de autopurificación. El mago está en una postura de privilegio, el doppelgänger es ahora
el uno inferior, que puede ser redimido al aceptar sus faltas, al absorberlas y al corregir el de-
sequilibrio. Con un autoexamen, el mismo golem de uno es creado y, a la vez, confrontado.
18 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

Siguiendo tal razonamiento, el camino espiritual, junto con la más alta iniciación del
alma, tendrá su seguimiento a lo largo del ciclo iniciático, producto de la depuración del ser y
del conocimiento del yo verdadero. Hipotéticamente, cada estadio tendría su golem, sea en el
ejercicio del Pilar Medio, sea al pronunciar la meditación sefirótica. Es decir, un golem es
creado con el objetivo de ser redimido.
En una escala más amplia, se dice que el golem es símbolo del alma colectiva del pue-
blo judío, cuyo progreso expresaría supuestamente el estado de la humanidad: el Golem sería
pues la manifestación de toda la humanidad, la encarnación de la condición corriente y ordi-
naria del mundo. Incorpora al individuo, a las comunidades, las naciones, la naturaleza y to-
da la ecología del planeta. El Golem se levantó, antes que la humanidad -su creadora-, para
inquirir sobre la redención. Esta óptica del cosmos, presentaría al género humano no sólo el
bien sino el mal y el significado por el cual el mundo merece ser mejorado y hasta liberado de
su estado presente. Golem y hombre comparten un origen y un destino comunes: proceden de
la tierra y a ella retornarán, como versa el salmo 82 (vv. 6-7):

Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo; pero como hombres moriréis y como
de los príncipes caeréis.

Bibliografía

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Zukerwav, Chaim David. 1996. As 3 Dimensôes Kabalá. Essência, Infinito e Alma. Río de
Janeiro: Sêfer.
20
APÉNDICE No. 1
RELACIONES CABALÍSTICAS ENTRE
EL MACRO Y EL MICROCOSMOS

LETRA ELEMENTO ÓRGANO LAPSO NÚMERO COLOR SEFIRA


ESPACIAL HUMANO ASOCIADO

LETRA ALEPH AIRE PECHO Primavera- 1 Blanco Keter


MADRE Otoño
LETRA MEN AGUA VIENTRE Invierno 40 Escarlata
MADRE
LETRA SHIN FUEGO CABEZA Verano 300 Rojo vivo
MADRE
LETRA BETH SATURNO BOCA Domingo 2 Violeta Hohma
DOBLE
LETRA GHIMEL JÚPITER OJO Lunes 3 Azul Bina
DOBLE DERECHO Eléctrico
LETRA DALETH MARTE OJO Martes 4 Bronce Hessed
DOBLE IZQUIERDO
LETRA KHAPH SOL ORIFICIO NASAL Miércoles 20 Índigo
DOBLE DERECHO
LETRA PHE VENUS ORIFICIO NASAL Jueves 80 Amarillo
DOBLE IZQUIERDO vivo
REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

LETRA RESH MERCURIO OÍDO DERECHO Viernes 200 Verde


DOBLE
LETRA THAU LUNA OÍDO IZQUIERDO Sábado 400 Negro
DOBLE
SIMPLES HE ARIES PIE DERECHO Nisan 5 Amarillo Gvura
(20 marzo-21 abril)
SIMPLES VAU TAURO RIÑÓN DERECHO Ivar 6 Azul claro Tiferet
(22 abril-22mayo)
SIMPLES ZAYIN GÉMINIS PIE IZQUIERDO Sivan 7 Magenta Netsah
(23 mayo-21 junio)
LETRA ELEMENTO ÓRGANO LAPSO NÚMERO COLOR SEFIRA
ESPACIAL HUMANO ASOCIADO

SIMPLES CHETH CÁNCER MANO Tamus 8 Ingigo Hod


DERECHA (22 junio-23 julio)
SIMPLES TETH LEO RIÑÓN Ab 9 Rojo Yessod
IZQUIERDO (24 julio-23 agosto)
SIMPLES IOD VIRGO MANO Elul * 10 Celeste Malhut
IZQUIERDA (24 agosto-23 set.)
SIMPLES LAMED LIBRA BILIS Tishri 30 Violeta
(24 set.- 23 oct.)
SIMPLES NUM ESCORPION INTESTINO Marcheshvan 50 Amarillo
DELGADO (24 oct.- 22 nov) limón
SIMPLES SAMEJ SAGITARIO ESTÓMAGO Kislev 60 Rosado
(23 nov. – 21 dic)
SIMPLES AYIN CAPRICORNIO HÍGADO Tebeth 70 Púrpura
(22 dic.- 20 enero)
SIMPLES TSADE ACUARIO ESÓFAGO Shebat 90 Naranja
(21 enero-19 feb.)
SIMPLES
CHINCHILLA: De la Cábala al Golem mágico

CAPH PISICIS BAZO Adar 100 Azul


(20 feb. – 20 marzo)

*Nota:
El período de los meses hebreos (desde Nisan hasta Adar) es aproximado.
21
22 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

APÉNDICE No. 2

Transcripción aproximada del alfabeto hebreo


y sus correspondencias numéricas

LETRA HEBREA LETRAS LATINAS VALOR


CORRESPONDIENTES NUMÉRICO

Aleph A 1
Beth ByV 2
Ghimel CyG 3
Daleth D 4
He EyH 5
Vau F, V, O y U 6
Zayin ZyG 7
Cheth HyJ 8
Teth IyT 9
Iod I, J e Y 10
Khaph HyJ 20
Lamed L 30
Men M 40
Num N 50
Samej S 60
Ayin OyE 70
Phe PyF 80
Tsade TS 90
Caph CyK 100
Resh R 200
Shin S, SH, CH y X 300
Thau T y TH 400

*Nota: Examinando esta tabla, veremos que, por ejemplo, la t puede equivaler a teth (valor numérico
9) o a la thau (valor numérico 400); la i puede ser la yod (10), pero también la teth (9) y así
sucesivamente. El hebreo sólo usa consonantes y las vocales son reemplazadas en la escritura
por puntos debajo de las letras. Esta circunstancia hace difícil una transcripción exacta a una
lengua con alfabeto latino.

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