De La Cábala Al Golem Mágico: Kattia Chinchilla Sánchez
De La Cábala Al Golem Mágico: Kattia Chinchilla Sánchez
De La Cábala Al Golem Mágico: Kattia Chinchilla Sánchez
RESUMEN
La Cábala práctica nos presenta un universo de reflexiones místicas, entre las cuales se
destaca la preceptiva para la creación del Golem, un simulacro hecho por el hombre, que
viene a constituirse en el doppelgänger de su hacedor, en una vía de expiación para la
humanidad. Hemos de tratar aquí estos temas con el objeto de evidenciar cómo la criatu-
ra es concebida en el seno de la Cábala hebrea.
ABSTRACT
The Kabbala shows to us a universe of mystic thoughts teaching all the precepts to create
the Golem, an artificial man, maked by the rabbi with certain recipes. The Golem should
be a doppelgänger of his maker, almost can be a general atonement way for the Jewish
people. This article presents this topics related to the Practice Hebrew Kabbala and the
Paracelsus homunculus theory.
La Cábala es concebida como la doctrina mística de los hebreos y nace de las fuentes
de conocimiento no siempre apegadas a la luz de la razón o la lógica; más bien, surge a partir
de la revelación divina y la meditación interior. Por lo tanto, la Tora (la Ley) de Moisés es una
epifanía de la deidad, el verbo de Dios, revelado a un mortal, por su voluntad expresa. Empe-
ro, en ella se hallan cifrados los trazos exactos de la Verdad Universal y es tarea de los estu-
diosos descubrir el intrincado tapiz de la prosa sagrada. Dada la estrecha relación dialógica en-
tre el Ser Supremo y la raza humana, un preciso examen de las Escrituras se hace necesario y
hasta obligatorio. Pero la exégesis no puede detenerse en lo inteligible, sino que su misión de-
be trascender más allá de lo evidente, haciendo eco de las palabras escuchadas por el propio
Moisés:
Tú le hablarás y les irás poniendo mis palabras en su boca. Yo estaré en tu boca y en la suya,
y os mostraré lo que debéis hacer (Éxodo 4, 15).
¡Desgraciado el hombre que cree que la Escritura sólo nos enseña simples cosas! Porque cada palabra de
la Escritura encierra un arcano esencial... Los misterios contenidos en la Escritura, con los cuales fueron
creados todos los mundos, sólo podían descender a la tierra camuflados; porque el mundo material no
puede soportar el brillo de todo aquello que es inmaterial (La traducción es nuestra).
El sentido literal de las sacras palabras carece de sentido, pues es una especie de en-
voltura, de ahí que en cierta ocasión el rey David dijera: “Levanta el velo que hay sobre mis
ojos para que yo pueda contemplar las maravillas que encierra la ley” (2 Reyes 7, 21). Por des-
gracia, la primera letra del Libro del Génesis, beth, está cerrada por tres de sus lados y abier-
ta por uno sólo, lo cual hizo suponer que el hombre únicamente dispone de ese pequeño acce-
so para penetrar en los secretos del mundo. Es obvio que estamos tratando con una imagen
metafórica. Mediante el sibilino párrafo inicial, los hombres de la Cábala se referían al inicio
del Génesis (1, 1): “En el comienzo, Dios creó...” (“Breshit bara Elohim...”, en hebreo) en
donde la letra beth, la cual representa también el número dos, señala la existencia, en breshit,
de dos elementos unidos, o bien cohesionados: uno que aparece claramente y otro rodeado por
el misterio, una zona prohibida y tabuada, cuya frontera solamente puede ser traspasada por
los elegidos.
con lo anterior, para otros, fue el profeta Elías quien reveló al Rabí Daniel de Provenza los
principios de la sabiduría secreta.
Ahora bien, obviando tan profusas génesis, parece haber consenso al ubicar el origen
de la práctica y la tradición cabalísticas en la época inmediatamente anterior al nacimiento de
Cristo. Habiéndose producido la segunda destrucción del templo de Salomón en el año 7 de
nuestra era, por intermedio de las legiones de Tito y habiéndose iniciado la diáspora judía, se
produjo un progresivo alejamiento de la ley mosaica, que fue paulatinamente reemplazada por
la Cábala. Supuestamente, siglos más, siglos menos, el Rabino Akiba escribió el Sefer Yetsira
en este lapso y su discípulo Simon bar Juchai, el Zohar. Al margen de tratar de precisar las fe-
chas y los autores, ambas obras son la primera concreción por escrito de los principios que
hasta entonces los iniciados habían trasmitido en forma oral.
Como ya habíamos comentado líneas atrás, para los cabalistas, el Creador y los hom-
bres han establecido fuertes vínculos dialógicos, pero llega un momento en el cual ya no son
suficientes las palabras y es necesario un signo, una marca que fije en el pergamino el manda-
to que la voz no puede custodiar de una forma permanente. Así, la letra aparece para reforzar
el valor del Verbo. La letra se hace memoria de la palabra. Desde esta perspectiva, el reinado
de la palabra correspondió a un estado ideal del hombre, en el cual sus relaciones con la deidad
se fundaban en la confianza mutua. Mas después del pecado (aún en la época pretoraica), el sig-
no material, la letra, la Ot, tuvo que entrar a reforzar e incluso a reemplazar a la palabra. “El
Señor puso una marca a Caín, para que no lo matara quien lo encontrase” (Génesis 4, 16). El
Eterno necesitó de una señal para la frente del culpable: optó por un garabato delator.
A pesar de todo, los israelitas seguían creyendo en Dios y no tenían la necesidad im-
periosa de una prueba escrita de sus divinos mandatos. Se daban por satisfechos con su Pala-
bra. Empero, la actitud de los judíos que habían huido de la esclavitud egipcia fue muy dife-
rente: quisieron pruebas concretas y fehacientes de la magnificencia de Dios. Así las cosas, el
signo de Ot debió multiplicarse y el número de letras aumentó hasta constituir un corpus. El
Hacedor dictó su alfabeto sagrado, sus 22 letras esenciales, sus 22 símbolos universales. El re-
sultado fue que la Palabra se fijó por escrito en su propio detrimento, al someterse a las exi-
gencias de la “historia”. Si el hebreo venera la Santa Escritura es porque en ella percibe el
mensaje de su Creador. La forma escrita no es sólo externa, sino que cada letra contiene fuer-
zas que sólo esperan ser liberadas.
El lector atento intentará, en la medida de sus posibilidades (las cuales, por obvias ra-
zones, siempre serán insuficientes), extraer las fuerzas arcanas animadoras de las letras, pues,
cada una de ellas, al combinarse con otras, componen una palabra, cuyo sentido más oculto,
cifrado y misterioso sólo puede dilucidarlo el cabalista mediante la separación o la reunión de
esas letras sagradas. Más aún, con ellas estábase formando el Nombre Impronunciable, aquel
que únicamente el Gran Sacerdote en la soledad del Sancta Sanctorum del Gran Templo po-
dría pronunciar. Nótese a continuación la capital importancia otorgada a las letras:
Pues he aquí que la letra es un palacio y una fortaleza de la espiritualidad a la que apunta, y cuan-
do un hombre menciona o mueve una de las letras, necesariamente se suscita esa espiritualidad.
10 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA
Asimismo, suscítanse formas santas por obra del aliento de la boca, las que se elevan y unen entre
sí por sus raíces dentro del dominio de la Emanación. Y no sólo esto, sino que también cobran exis-
tencia física; esto es, al escribirlas, sobre las letras se posa la espiritualidad (Cordobero 1977: 262).
En suma, este interés por la letra y por la escritura no fue patrimonio exclusivo de los
cabalistas, sino afición compartida por todos los hebreos en general. El culto al libro se dio
siempre a lo largo de su historia: según el Midrash Tehilim, desde el período de la esclavitud
en Egipto, existía la costumbre de dedicar el día del Sabbat a la lectura. Como dato curioso, el
Rabí Yehuda he-Hassid, en su Sefer Hassidim (Libro de los devotos) aconsejaba estrictamente
a sus discípulos que, si por alguna desventura, caía una mancha de tinta en su libro y en sus
vestiduras, debían de limpiar primero el libro y después lo demás. Inclusive añade que si deja-
ban caer oro y libros a la vez, recogerían en primer lugar el libro, luego el precioso metal. Una
costumbre religiosa, cuya antigüedad no es posible determinar con certeza, prohibía destruir los
libros, conducta que los cabalistas respetaron y ampliaron: se reunían los fragmentos de los tex-
tos inservibles y eran depositados en un lugar ex professo, en las sinagogas, para luego ser se-
pultados en un cementerio. Este singular entierro llevaba el apelativo de “gueniza” (escondri-
jo) y los fragmentos reunidos recibían el nombre de “chemot” (nombres). Suponíase que las le-
tras albergaban, de una u otra manera, el nombre de Dios, por tanto, estaba prohibido, de mo-
do radical, arrojar los “nombres” o pisotearlos, ni siquiera involuntariamente.
l Las veintidós letras hebreas representan una serie de actividades humanas, de elemen-
tos propios del espacio y el tiempo. Así, por ejemplo, las siete letras dobles del alfa-
beto hebreo coinciden con los siete planetas, los siete días de la semana y los siete ori-
ficios de la cabeza. Las doce letras simples, por su parte, corresponden a los doce sig-
nos del Zodíaco, los doce meses del calendario solar y los doce órganos del cuerpo.
También existe un nexo entre las letras, ciertos números y determinados colores.
Notaricon es la segunda llave cabalística, llamada “la de las siglas”: se toma cada le-
tra de una palabra como inicial o abreviatura de otra. De este modo, se construiría una frase
con las letras de una sola palabra. Utilizamos este método de manera similar en el sistema de
las siglas sociales, políticas o comerciales, cuando reducimos el nombre de una institución a
un conjunto ínfimo de letras (O.N.U., O.M.S., U.C.R., O.T.A.N., O.E.A., I.C.E., etc.). Mues-
tra de lo anterior es la palabra Beresit (deletreada en hebreo BRASHTH), primer vocablo del
Génesis. Al construir palabras con cada una de las letras como iniciales, los cabalistas judíos
obtuvieron diversas frases, tales como: “Bará ruheres samayim, yam, thom”, que significa
“Creó el Espíritu, la Tierra, los Cielos, el Mar y el Abismo”. O bien esta otra: “En el comien-
zo, Dios vio que Israel debía aceptar la Ley”.
La tercera llave es la Temurá, “de las permutaciones y combinación de las letras”. Pre-
sumiblemente, es el procedimiento interpretativo de más antigüedad, con respecto a los otros
dos. Fue el método más idóneo para descubrir los significados cifrados en los textos sagrados
del pueblo hebreo. La Temurá es la base de la Cábala literal, la cual consiste en no tomar las
escrituras en sentido literal, sino más bien dilucidar las verdades encerradas en ellas, empresa
sólo posible para los iniciados, quienes recurren a procedimientos análogos a las actuales fór-
mulas criptográficas: separan las letras de una palabra y cambian su orden natural, o bien, tras-
tocan la colocación de las diferentes palabras de una frase. El más célebre y, a la vez, el más
sencillo alfabeto críptico es el “atbes” y consiste en sustituir la primera letra de una palabra
por la última, la segunda por la penúltima y así subsecuentemente. De esa manera, como ilus-
tración, el término ADÁN podría ser suplantado por NADA. Siguiendo tales premisas, los ca-
balistas están absolutamente convencidos de que la totalidad -o por lo menos la mayoría- de
los nombres sagrados son, en realidad, fórmulas herméticas que, una vez descifrado su genui-
no sentido, nos pueden conceder poderes incalculables y extraordinarios.
2. El Golem mágico
y poderes terrenales para poder ofrendar su vida al amor por su Dios. En lugar de esto, la ma-
yoría sólo vio en el jasidismo un poderoso instrumento de dominación mágica. Asimismo, el
propio Eleazar de Worms, quizá sin proponérselo, contribuyó a fomentar el prestigio supers-
ticioso de la doctrina, al dar a la palabra una potestad ingente sobre el destino y el mal. En de-
finitiva, a Eleazar se debe el concepto de homunculus o golem mágico, como una culminación
prodigiosa de las milagrosas facultades que podían ostentar los iniciados cabalistas.
La creación del golem u hombre artificial está ampliamente explicada e ilustrada en
varias recetas del sabio de Worms: una mezcla de letras y prácticas mágicas, destinadas a ob-
tener determinadas experiencias místicas, durante las que el golem cobraría vida autónoma.
Los judíos polacos, después de pasar unos días orando en voz alta y ayunando, moldean la fi-
gura de un hombre, en barro u otra masa viscosa, y cuando pronuncian sobre ella el nombre ca-
balístico de Dios, éste habrá de cobrar vida. Hablar, desde luego, no puede y entender, apenas
lo que se le habla u ordena. Le llama golem y lo utilizan como criado para ocuparse de cual-
quier trabajo doméstico. En su frente figura escrita la palabra “emeth” (verdad), se desarrolla
día tras día y llega a hacerse más robusto y fuerte que los demás moradores de la casa, a pesar
de haber sido tan diminuto al principio. Les empieza a infundir espanto y entonces le borran la
primera letra del anagrama que lleva en la frente, de manera que sólo queda la voz “meth” (es-
tá muerto); al ocurrir esto se desploma el simulacro y se deshace en polvo. Sucedióle una vez
a un judío esto: su golem llegó a hacerse tan alto y, por negligencia, aún así, lo dejó crecer más,
hasta que llegó el momento en el cual ya no podía alcanzarle la frente. Pudo, a pesar de los es-
fuerzos, borrarle la primera letra, sin embargo, todo el peso de la masa cayó sobre este judío y
lo aplastó (Grimm 1967: 76).
14 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA
Para escribir esta narración detallada, Grimm se basó en un antiguo relato talmúdico
y en las enseñanzas de Eleazar de Worms, según las cuales lo esencial gravita en que los di-
versos adeptos –siempre más de uno de ellos-, unidos en el ritual del golem, tomasen tierra no
trabajada de la montaña, la amasaran en agua corriente y moldearan con ella la figura. Acto
seguido, sobre cada uno de los miembros del cuerpo del muñeco se pronunciaban aquellas
consonantes que prescribe el Sefer Yetsira (vid. Anexo No. 1). Por último se escribía, sobre la
frente de arcilla del futuro individuo, uno de los nombres secretos de Dios y la materia infor-
me del golem se animaría de vida.
Posteriormente a las prescripciones de Eleazar de Worms, se multiplica el alud de
“fórmulas” sobre la manera de proceder para la generación del golem. Pero, con el transcurso
del tiempo, la cualidad de la idea del homunculus ha experimentado un cambio muy notable.
De ahí que la creación de un ser artificial haya pasado de ser una pericia llevada a cabo por
personas piadosas, quienes recurren siempre a la ayuda de Dios, a constituirse en un puro y
simple acto de magia negra potenciado por Lucifer.
Otra de las características de estas nuevas recetas es la necesidad, cada vez mayor, de
acudir a técnicas más o menos sofisticadas. Parafraseando a Goethe, afirmaríamos que a lo na-
tural apenas le basta el cosmos, lo que es artificial exige espacios cerrados. Así, desde el siglo
XV, el uso de alambiques se hace necesario para la elaboración del golem. Este abrazo entre la
Cábala y la Alquimia tuvo en el genial Paracelso su mejor exponente y en su Arxidoxia mági-
ca la plasmación de uno de los intentos más audaces de las ciencias ocultas: la faena del ho-
munculus. Más tarde, en el siglo XVII, absolutamente en contra de las antiguas representacio-
nes hebreas, tiene lugar la desviación de la imagen del golem hacia lo amenazador y lo malig-
no. El hombre artificial se ve dotado de una energía excepcional, es capaz de promover gran-
des calamidades y posee la fuerza para destruir el universo. Esta concepción, con ligeras va-
riantes, ha perdurado hasta nuestros días. Inclusive, podría pensarse que, siguiendo un curso
paralelo al desarrollo creciente de la tecnología, el inconsciente identifica la potencia destruc-
tiva de la mecánica con la imagen del golem o, lo que es equivalente, del robot. Esta represen-
tación fatídica del homúnculo queda perfectamente puesta de manifiesto en la leyenda del
“Gran Rabí Loew de Praga”. Según esta, el rabino Loew creó un golem, que, por razones ob-
vias, ayudaba a su amo en distintas labores. Como el día de la fiesta sabática debía de ser guar-
dado con estricta devoción, el rabino convertía en masa al golem, al suprimirle el nombre vi-
vificador que llevaba estampado en la frente. Sin embargo, un día olvidóse de quitar el anagra-
ma. Una noche de viernes, mientras la comunidad se encontraba reunida en la sinagoga para
participar en el oficio divino, el golem empezó a rugir encolerizado con todas sus fuerzas: sa-
cudía las cosas y amenazaba con destruir todo lo que se hallara a su paso. Llamaron al rabí
Loew, le logró arrancar el anagrama y la criatura cayó al suelo. Ante tal desastre, el rabí no es-
taba dispuesto a “activar” nuevamente el golem, por lo cual sus restos fueron ocultos en el des-
ván de la sinagoga, donde permanecen allí hasta la fecha. Luego, uno de los sucesores del ra-
bí, el rabino Ezequiel Lamdau, subió para contemplar los despojos de la amenazante criatura y
dejó la orden sempiterna de que ningún mortal intentara visitar ese desván, ni siquiera una vez.
Los elementos de este relato persisten en una constante temática, incluso tomando en
consideración las varias versiones cinematográficas llevadas a la escena por el expresionismo
alemán. De ellas, cabe destacar las dos películas de Paul Wegener en 1913 y en 1917: su ac-
ción se desarrolla en Praga y los decorados del ambiente del ghetto sugerían los derrumba-
mientos masivos, la amenaza latente del golem sobre el que se había perdido el control. De la
CHINCHILLA: De la Cábala al Golem mágico 15
...dejar que el esperma del varón se pudra en una calabaza (alambique), sellada con la suma pu-
trefacción del vientre de un equino durante cuarenta días, a todo el tiempo preciso (sic) hasta que
empiece a vivir y a moverse y agitarse, lo cual puede verse fácilmente. Después de un tiempo se-
rá de algún modo semejante a un hombre, pero transparente y sin cuerpo. Si ya después de esto,
cada día se le alimenta y se le nutre cauta y prudentemente con Arcano de la sangre humana, y
durante cuarenta semanas se conserva en perpetuo y constante calor del vientre del equino, se ha-
ce después un infante verdadero y vivo, que tiene todos los miembros de un infante que ha naci-
do de una mujer, pero mucho menor. A éste nosotros le llamamos homúnculo, y tiene que ser edu-
cado después con mucho cuidado y diligencia como cualquier otro infante, hasta que se desarro-
lle y empiece a tener juicio y a entender. Este es uno de los mayores secretos que Dios reveló al
hombre mortal y sometido al pecado... (Paracelso, Arxidoxia mágica. En de María 1986: 304).
El anterior extracto, nos permite apreciar los nuevos puntos de vista sobre la genera-
ción del golem desarrollados en el siglo XVI, los cuales se diferencian sensiblemente de la
antigua representación hebrea. Empieza a ser disímil la naturaleza de los materiales de “cons-
trucción”: los primordiales e idóneos elementos, tierra y agua, han sido sustituidos por el so-
fisticado semen virile. Por otra parte, el lapso exacto para la consecución de la obra se preci-
sa en Paracelso (cuarenta días), mas no es así en Eleazar de Worms; pero, por las indicacio-
nes, se deduce que no debe ser de duración excesivamente prolongada. Ambos comparten la
elaboración de matices mágicos. Paracelso describió, además, un “homunculus cereus”, figu-
ra de cera, la cual se modela según el deseo de su propietario y a la que se le infunden todas
aquellas desdichas que se desean causar a un rival. Este golem no sólo era un fetiche de ba-
rro, útil en tanto pudiera sujetar al enemigo al arbitrio de su creador. Por otra parte, al mar-
gen de las doctrinas alquímicas del médico de Hohenheim, considerábase al onanismo el res-
ponsable del origen de los demonios. Así, pensaban que una de las causas primarias de la gé-
nesis de los homúnculos monstruosos era justamente la sexualidad antinatural. En su Philo-
sophia Magna, Paracelso mismo es terminante al atribuir este hecho al propio espíritu de Sa-
tanás y afirma: “Pues se sabe que lo que no ha sido concebido en la matriz (útero) por obra
natural, tiene inclinación hacia lo monstruoso... no es ya semen, sino materia homunculi” (En
de María 1986: 308). En su Liber de Homuncullus, va más allá de este punto al aseverar que
los animales frecuentemente comenten sodomía y el semen a veces empleado para estos me-
nesteres –sea la creación de un golem- reviste una mácula originaria de tal envergadura: el
16 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA
resultado de esta sodomía es un ser deforme cuyo aspecto causa horror, espanto, turbación,
desconcierto. Para ofrecer veracidad a su argumento sostiene que el mulo es el resultado de la
“sodomía” entre asno y caballo, el basilisco procede de la unión entre gallo y sapo (asunto
mencionado, mutatis mutandi, en Isaías 59, 5). Todos estos monstruos sodomíticos, derivación
de acoplamientos tan dispares, tienen algo en común: la carencia de alma. Así las cosas, cla-
ra está la disparidad entre hombre y golem (ser artificial), el primero es una entidad provista
de alma y el segundo, desprovista de ella.
La Cábala se consagra por sí misma como la alianza de la razón universal y del Ver-
bo divino, capaz de conciliar la ciencia con el misterio. Tiene las llaves del pasado, el presen-
te y el porvenir. Por lo tanto, se hace necesario recurrir al Sefer Yetsira para escudriñar el pro-
blema de la creación del golem:
Las veintidós letras las ha trazado, recortado, multiplicado, examinado y trocado, y formó con
ellas todas las criaturas y todo lo que será creado. ¿Y de qué manera las ha multiplicado? El
aleph, con todas; el beth, con todas; el ghimel, con todas, y todas con el ghimel, todas giran en
círculo; y así hallamos que salen por doscientas veintiuna puertas; obtenemos que todas las pa-
labras salen bajo un mismo nombre (1990: 4, V. La traducción es nuestra).
Él fijó las veintidós letras-nervios en la esfera, imaginándola parecida a un muro con doscien-
tas veintiuna puertas, y giró las esferas hacia delante y hacia atrás. Para una ilustración pueden
servir las letras num, ghimel y tsade, no hay mejor que la alegría y nada peor la pena y la mi-
seria” (1990: 5, V. La traducción es nuestra).
Nótese que los fragmentos anteriores son cimientos fundamentales en la visión caba-
lística de la creación por intermedio de las letras. Consensus gentium, con respecto a la fabri-
cación del Golem, se habla de 221 puertas; no obstante, esto constituye un aparente error ma-
temático, pues el número exacto de combinaciones es de 231. La cifra de combinaciones de
22 elementos, dos a dos, sin ninguna permutación, viene dado por la fórmula:
N x ¯ 91
2
y si N = 22, obtendremos
22 x ¯ 221 = 231
2
Los cabalistas llaman “puertas” a estas 231 variaciones, porque de cada una de ellas
va a emerger uno de los elementos cosmogónicos. Así, opinan que las 22 letras del alfabeto
hebreo son las 22 sustancias primitivas, formadas por la vibración de cada una de las letras.
Estas sustancias representan, en el hombre, un órgano; en el espacio, un astro y en el tiempo,
un lapso. Luego, estas 22 letras fueron combinadas dos a dos y otorgan a cada combinación
una sustancia nueva.
CHINCHILLA: De la Cábala al Golem mágico 17
Los colores manifiestan un fiel reflejo de lo señalado supra. Si suponemos una luz ro-
ja, amarilla o azul, tenemos un color primario producido por una vibración determinada (la
longitud de onda del rojo es de aproximadamente unos 7.000 ángstrom; la del amarillo es de
unos 6.000 ángstrom y la del azul, de 4.500 ángstrom). Si entonces mezclamos dos a dos es-
tos colores primarios, tendremos los restantes colores que, por esta razón, son llamados secun-
darios. Por ejemplo, el rojo y el amarillo forman el anaranjado (con una longitud de onda de
6.500 Aº ); el amarillo y el azul producen el verde (con una longitud de onda de 5.000 A º ). Es-
tableciendo un parangón, hemos de afirmar que las 22 letras del alfabeto hebreo instauran
otras tantas puertas capitales o primarias, mientras que su combinación binaria da lugar a otras
231 puertas secundarias.
Con base en lo precedente, Eleazar de Worms elaboró sus celebérrimas recetas en las
cuales indicaba que uno de los mayores peligros de aquel hacedor de homúnculos era el de
equivocar el orden estricto en el que debían ser recitadas las 231 variaciones alfabéticas. La
inversión del precepto conllevaba la desintegración retrógrada, hasta el estado de polvo, del
golem, cuando apenas estaba despuntando la vida en él. Este hecho se debe a una circunstan-
cia ya expresada en el extracto del Sefer Yetsira, párrafos atrás, concretamente en la expresión
“giró hacia delante y hacia atrás”, en lo relativo a las permutaciones de las combinaciones.
Veamos. Consideramos la combinación de las tres letras num, ghimel y tsade, enunciadas en
el orden citado, evidencian “alegría” –en hebreo-, pero al invertir el orden (tsade, ghimel y
num) representa lo opuesto, “pena” y “dolor”.
Volviendo a Eleazar, él recomienda que el acto de la creación del golem debe ir acom-
pañado de una determinada técnica de respiración y unos movimientos adecuados de cabeza
o de algún otro miembro del cuerpo. Todo lo cual comporta unos ciertos rasgos, pues los erro-
res habrán de volverse en contra del propio autor, el rabino.
3. Consideraciones postreras
Siguiendo tal razonamiento, el camino espiritual, junto con la más alta iniciación del
alma, tendrá su seguimiento a lo largo del ciclo iniciático, producto de la depuración del ser y
del conocimiento del yo verdadero. Hipotéticamente, cada estadio tendría su golem, sea en el
ejercicio del Pilar Medio, sea al pronunciar la meditación sefirótica. Es decir, un golem es
creado con el objetivo de ser redimido.
En una escala más amplia, se dice que el golem es símbolo del alma colectiva del pue-
blo judío, cuyo progreso expresaría supuestamente el estado de la humanidad: el Golem sería
pues la manifestación de toda la humanidad, la encarnación de la condición corriente y ordi-
naria del mundo. Incorpora al individuo, a las comunidades, las naciones, la naturaleza y to-
da la ecología del planeta. El Golem se levantó, antes que la humanidad -su creadora-, para
inquirir sobre la redención. Esta óptica del cosmos, presentaría al género humano no sólo el
bien sino el mal y el significado por el cual el mundo merece ser mejorado y hasta liberado de
su estado presente. Golem y hombre comparten un origen y un destino comunes: proceden de
la tierra y a ella retornarán, como versa el salmo 82 (vv. 6-7):
Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo; pero como hombres moriréis y como
de los príncipes caeréis.
Bibliografía
Chinchilla Sánchez, Kattia. 1991. “Entre el Adán y el Golem, a propósito de un poema de Jor-
ge Luis Borges”. Revista de Filología y Lingüística. XVII (1-2): 63-71.
Cordoberg, Moisés. 1977. Pardes Rimmonin o Jardín de los Grandes. Barcelona: Planeta.
Reuben, Leaf. 1976. Hebrew Alphabets, 400 B.E. to Our Days. New York: Bloch Publishing.
Zukerwav, Chaim David. 1996. As 3 Dimensôes Kabalá. Essência, Infinito e Alma. Río de
Janeiro: Sêfer.
20
APÉNDICE No. 1
RELACIONES CABALÍSTICAS ENTRE
EL MACRO Y EL MICROCOSMOS
*Nota:
El período de los meses hebreos (desde Nisan hasta Adar) es aproximado.
21
22 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA
APÉNDICE No. 2
Aleph A 1
Beth ByV 2
Ghimel CyG 3
Daleth D 4
He EyH 5
Vau F, V, O y U 6
Zayin ZyG 7
Cheth HyJ 8
Teth IyT 9
Iod I, J e Y 10
Khaph HyJ 20
Lamed L 30
Men M 40
Num N 50
Samej S 60
Ayin OyE 70
Phe PyF 80
Tsade TS 90
Caph CyK 100
Resh R 200
Shin S, SH, CH y X 300
Thau T y TH 400
*Nota: Examinando esta tabla, veremos que, por ejemplo, la t puede equivaler a teth (valor numérico
9) o a la thau (valor numérico 400); la i puede ser la yod (10), pero también la teth (9) y así
sucesivamente. El hebreo sólo usa consonantes y las vocales son reemplazadas en la escritura
por puntos debajo de las letras. Esta circunstancia hace difícil una transcripción exacta a una
lengua con alfabeto latino.