Cuentos JLG-2-pdf 1
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a Lorenzo Homar
*eangrejos.
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En este cuento, el narrador extradiegetico presenta la union por una causa, la solidaridad de un pueblo que
(1944)
siente que la lucha del otro es tambien suya. El negro es aqui el protagonista, el cual como se menciona
en el cuento son los unicos capaces de vivir en el manglar. Como sabemos, las condiciones de vida en un
manglar deben ser unas pesimas, ya que todo esta lleno de fango y hay muchos mosquitos, entonces se
reserva aqui lo mas bajo para que vivan los negros, quienes son marginados por la sociedad clasista que
promulgaba Pedreira en el Insularismo.
*Ron de f;b ·
a ncación cland es t·ma.
i~ 111ujer
aJuan Bosch
-¡Qué amanecer ni qué vainas! ¿Te has vuelto loco? ¿No Ricardo se guardó el arma entre el . _
. S , cmturon 1
desconfianza. e acerco a Martín y to , Ye pantalón
ves que apenas son las dos? con mo 1a cade . ,
-Martín, ya no puedo más. Tengo miedo, ¿lo oye? ¡Tengo de mirarlo. na sm dejar
-Halemos al mismo tiempo -di" M _
miedo! ¡Vámonos! or imprimir cordialidad a sus palabra:_ ~ , esforzándose
-¡Déjate de pendejadas y estáte quieto! ¿Por qué no has p d . 1As1. ¿Ves' Ya -
salien o. · esta
dormido? Al mismo tiempo buscó con la vista .1
-¡No puedo dormir, ni quiero! ¡Lo que quiero es salir de beza el puñal en la cmtura de Ricardo e'm1ov :n~o apenas la
aquí antes de que sea demasiado tarde! ¡Decídase, Martín! ea , . d . a cu 1o bien 1 .
-Ya te dije que hasta el amanecer vamos a estar espe-
ción y, cuando iban ando un tirón, soltó la cad ª si~a-
"'ente. El peso del ancla dobló al muchach enba repentina-
rando, pase lo que pase. Así que cállate y vete a dormir. ... , 1 - 1 oso relabod
Martín tomo e puna con un movimiento r' "d r a.
Martín le dio la espalda y volvió a cerrar los ojos. Pero ·- d 1 t d api o Y lo hundió
entonces oyó que Ricardo lo llamaba de un modo distinto, con sobre los nnones e o ro una, os, tres veces. Ricardo n 0
,
a enderezarse. Sólo alcanzó a gemir: llego
la voz dura y opaca. Martín conocía aquel tono de voz. Lo había
-Mar ... tín ...
escuchado en muchos lugares, en tabernas, en muelles solitarios, en
y cayó pesadamente al agua.
el mar, lo había escuchado en muchas ocasiones, pero siempre
en boca de hombres desesperados, capaces de cualquier cosa. Se
volvió hacia Ricardo cuando éste pronunció, por segunda vez y Un cuarto de hora después, a lo sumo, Martín descubrió el
en el mismo tono: pequeño bote de remos en que regresaban los cuatro hombres
-¡Martín! que habían bajado a tierra.
Lo vio de pie, con el puñal en la mano. Tenía los labios El capitán fue el primero en subir a la Maria &tber. Dijo:
contraídos y la mirada torva. -La policía nos cerró el camirlo de regreso. Tuvimos que
-¡Martín, o nos vamos o me voy yo solo! -declaró. dar un rodeo por Llano Verde. Nos tomó menos tiempo del
Martín se puso de pie lentamente. Forzó una sonrisa y que calculamos, después de todo.
empezó a hablar con inusitada suavidad, casi con ternura: -Sí, jefe -dijo Martín-. Yo me imaginé que algo les había
-Mira, Ricardo, eso no es necesario. Si estás tan em- pasado, pero nunca dudé que todo saldáa bien al fin y al cabo.
peñado en irte, nos vamos y se acabó. Pero deja eso, mucha- -Claro. ¿Y Ricardo?
cho. Tú sabes que soy tu amigo . -¿Ricardo? Ah, sí. Sucede que ... ese muchacho no estaba
-Ahora no, Martín. Ahora me estoy jugando la vida hecho para estas cosas. La espera lo puso tan nervioso que llegó
contigo. ¡Muévete! a amenazarme con esto para que nos fuéramos -y mostró el
Era la primera vez que lo tuteaba. Eso le confirmó a puñal, todavía ensangrentado--. Entonces, usted comprende,
Martín que el peligro era real. Volvió a hablar, midiendo cui- no me quedó más remedio ...
dadosamente las palabras: El jefe asintió con la cabeza y comentó:
rirnervia¡·e. A
-Como tú digas, Ricardo. Pero ya verás, ya verás que -Fue mala suerte que le pasara eso en Su P . _ .,
después vas a arrepentirte por haberme ofendido sin razón.•• a 10 mejor con el tiempo hubiera podido ... -se interrumpio, m~vio
mí, tu amigo. 1ª cab eza una sola vez y al cabo d e una b reve pausa ' ordeno-:
-¡No hables más! Sólo quieres ganar tiempo, pero no lo B ' hace tarde'
i ueno, muchachos vámonos largando, que se , · dena
vas a conseguir. ' . 1 da tomo 1a ca
Martín corrió entonces hacia e an ubi"rla él solo
-Ya nos vamos, Ricardo. Ven, ayúdame a subir el ancla . ent t empezo a s '
-¡Súbela tú solo! re ambas manos y casi alegremen e .
completamente solo, sin ayuda de nadie.
-Yo solo no puedo, y tú lo sabes. O me ayudas o nos
quedamos. De eso no tengo yo la culpa. El narrador extradiegetico nos presenta la critica otra vez de la forma en que el pobre tiene que salir hacia adelante, (1945)
por
culpa del capitalismo que obliga a las personas a trabajar mas y ganar mas dinero para poder tener una vida con la
menor cantidad de necesidades posible. El personaje de Ricardo representa al hombre trabajador dentro del ambiente
de necesidad que lo rodea, el cual lo obliga a dejar el trabajo honrado que tenia para poder vivir mejor, economicamente
hablando. Se presenta la opresion del pueblo trabajador para sobrevivir en un lugar en donde la condicion politica de
colonia lo consume y no le permite echar hacia adelante, debido a las imposiciones que representa la misma.
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poco comunicativos como él. Se metía en la catinga (como seguía dejaron oír hasta poco antes del mediodía. Pero después de esa
nombrando a la selva por más que a lo largo de los años hubiese hora sólo llegó hasta el campamento la débil resonancia de un
ido abandonando su lengua materna en favor del español), a eso estampido lejano, tan débil que apenas dos hombres pudieron
de las ocho de la mañana, con un machete y una escopeta de dos percibirla. Uno de ellos, antiguo peón de caucherías que conocía
cañones, una tira de carne seca y una cantimplora llena de agua los peligros de la selva tan bien como las cicatrices de sus manos,
mezclada con aguardiente de caña. La escopeta, por cierto, tenía se permitió murmurar:
su propia historia, digna de recordarse por lo que revela sobre el -Más le valdría a ese hombre no alejarse tanto.
carácter de su propietario. Era un arma muy fina, de fabricación Pero un muchachón de Ciudad Bolívar, recién llegado al
inglesa, y por lo tanto rara en aquellas partes, donde se preferían campamento por aquellos días, replicó con una risita casi irres-
artefactos más toscos y de menos precio. Pero José Maceira no la petuosa:
había comprado; se la había ganado, jugando a las cartas, a un -No se preocupe, vale. Ese amigo tiene cara de saber
revejido rufián llegado una vez al campamento con su triste siempre dónde se mete.
tropilla de rameras macilentas y arrugadas. El perdidoso, al final El viejo, que era reservado por naturaleza y prudente por
de la partida; le había propuesto a José Maceira cederle una de experiencia, se guardó de decir más. Pero llegó a su fin el día,
sus pupilas en lugar de la escopeta, con la que estaba muy sobrevino la noche casi de repente, como es usual en aquellas
encariñado. latitudes, y en el transcurso de toda ella nadie sintió regresar a
-No -le contestó el mulato-. El arma tiene dos venta- José Maceira. Rayando el alba los hombres salieron de sus
jas sobre cualquiera de tus guarichas. hamacas, mirándose los unos a los otros en silencio. Sólo a mitad
-¿Cuáles son? -preguntó el otro con franca curiosidad. de la jornada, recién consumido el rancho, se acercó el cauchero
-La primera -explicó José Maceira- es que a la esco- al jefe del campamento:
peta no hay que darle de comer ni comprarle ropa. Y la segunda -Si usted no manda otra cosa, señor, salgo a buscarlo
es que con ella puedo disparar dos veces sin necesidad de ahora mismo.
recargar. -Está bien --dijo de inmediato el otro-. Llévese la
-Buenas razones -aceptó el rufián sonriendo-, pero gente que necesite.
los cartuchos no estaban incluidos en la apuesta. Partió el viejo con otros dos peones, aviados con sus
-De acuerdo --dijo el mulato-. Te los cambio por dos machetes y una razonable cantidad de provisiones. Regresaron
garrafas de aguardiente. pasados cinco días, trayendo la escopeta, el machete y la cantim-
-Que sean tres -regateó el visitante-, porque mis plora de José Maceira. En el trayecto hasta la cabaña del jefe se
muchachas también saben lo que es la sed. les fueron uniendo, empujados por la expectación, los siete u
Y con la fuerza de ese argumento quedó cerrado el trato. ocho compañeros de trabajo que se hallaban a esa hora en el
Cuando José Maceira salía a cazar, durante una parte de la lugar. Pero a ninguno de ellos le dirigió la palabra el viejo; sólo
mañana el retumbo de sus disparos llegaba hasta el campamento, cuando estuvo frente al jefe le informó con la seca precisión de
cada vez más apagado a causa de su progresivo alejamiento. El un parte militar (hábito no olvidado de sus años mozos, cuando una
hombre regresaba al caer la tarde con las dos o tres piezas cobradas, leva lo convirtió en soldado durante varios meses):
que inmediatamente regalaba a los primeros curiosos que se -Tendría dos días de muerto cuando lo encontramos.
acercaban. Porque él, y eso no lo ignoraba nadie, cazaba por gusto Como no aprecié golpes ni heridas, barrunto que esta vez el
y no por interés de lucro o urgencia de comer. chucho acabó con él. Antes de l:!nterrarlo encontré este papel en
Uno de aquellos domingos José Maceira se internó más un bolsillo de su pantalón. Usted verá lo que dice ahí, porque yo
temprano que de costumbre en la maleza y desapareció rápida- ni los muchachos sabemos de leer.
mente entre los primeros árboles. Los traquidos de su escopeta, El jefe del campamento, una vez solo, desdobló sin prisa
cada vez menos audibles por lo que se acaba de explicar, se la hoja de papel. Conforme avanzó en la lectura de los escasm
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renglones escritos a lápiz, su semblante fue ensombreciéndose a ratos espaciados. Su experiencia, empero, le había enseñado
hasta que finalmente cerró los ojos. Cuando al cabo de unos que ese inconveniente sólo era irresoluble en días nublados: sin
segundos volvió a abrirlos, había tomado la decisión de no ese impedimento, el ángulo de oblicuidad de los rayos de luz que
mostrarle ni hablarle de aquello a nadie. se filtraban entre el ramaje representaba un indicio fiable de la
ubicación del sol. El otro problema consistía en que, para que ese
José Maceira se había propuesto, el domingo aquél, internarse en método de orientación tuviera buenos resultados, él tendría que
la selva hasta donde fuera necesario para tratar de cazar un tigrillo de haber avanzado en línea recta desde que salió del campamento,
pelaje casi dorado que le había descrito, días antes, un indio y sabía muy bien que ése no había sido el caso. Tal conclusión
vagabundo que sólo permaneció dos horas en el campamento. habría bastado para descorazonar a un hombre menos seguro de
Por eso había salido más temprano que de costumbre, y, como sí mismo que José Maceira; pero éste, además de su reciedumbre
era habitual en él, sin enterar de su intención a nadie. de carácter, contaba con otra importante reserva de confianza: su
Avanzó por parajes no recorridos en sus expediciones familiaridad con lo que otros, menos avezados que él a aquellas
anteriores, con la escopeta colgada de un hombro y abriéndose realidades, seguían llamando ingenuamente los misterios de la
paso en la espesura a golpes de machete. Abatió y dejó sin selva. Animado por la seguridad de ese conocimiento, volvió a
recoger varias piezas menores que se pusieron a su alcance ( ésos avanzar con el auxilio de la renovada eficacia de su machete, sólo
fueron los disparos que llegaron a oírse en el campamento), que en esta ocasión dejando la elección del rumbo al albedrío de
pensando sólo en el tigrillo que el indio le había metido en la su experiencia. No ignoraba, porque su suficiencia no rayaba en la
cabeza. Atravesó un claro en el que no tuvo que recurrir a su desaprensión, que al hacer tal cosa corría el riesgo de incurrir en
machete y se adentró nuevamente en la maleza, llena ahora de un error fatal; pero igualmente le constaba que no tenía otra
unos arbustos retorcidos y espinosos contra los que poco podía alternativa.
el filo de su arma, y en cambio se ensañaban con su ropa y en su Desde el momento en que comprendió que se había
piel con una especie de vengativo resquemor. Cuando la fatiga de,scaminado ("perdido" fue una palabra que nunca pasó por su
lo obligó a detenerse para sosegar su aliento y refrescarse la mente), José Maceira se propuso reducir al mínimo su consumo
garganta con dos tragos del agua alcoholizada, tuvo que decirse, de carne y agua. Y a ese propósito se atuvo de ahí en adelante,
contrariado pero ajeno todavía al desánimo, que no tenía objeto pero como durante el primer día había comido y bebido sin otra
continuar en aquella dirección. consideración que su apetito, al atardecer del segundo dispuso
Volvió a atravesar el claro, esta vez en sentido inverso, de su última ración. Eso le permitió dormir varias horas esa noche
con el propósito de reencontrar la senda que su machete había con relativa tranquilidad, pero sin apartar una mano de la esco-
abierto hacía apenas un par de horas. Pero no lo consiguió. Era peta colocada a lo largo de su costado derecho. Despertó confor-
como si la vegetación, en aquel corto espacio de tiempo, hubiese tado por el descanso, pero sintiendo ya los apremios de la sed Y
vuelto a cerrarse sobre sí misma en un increíble alarde de su el hambre. Los mitigó lamiendo primero el rocío que cubría las
poder de recuperación. José Maceira reconoció, ahora sí, que se hojas de un arbusto aercano, y masticándolas después para
\ llegar h asta su estomago
extraerles el. jugo que hizo , . reparar
sm
había extraviado. Pero ese contratiempo (sólo así lo juzgó, sin
mayor preocupación) tenía remedio: le bastaba recordar la posi- demasiado en su sabor más bien amargo.
ción del sol en el cielo despejado cuando había atravesado el Apeló al mismo recurso, variando sólo la elección de l_:1s
claro. Y la recordaba bien: aquel reloj infalible señalaba casi hojas, en otras dos ocasiones durante el resto de ese ter~er dta,
exactamente el mediodía. Dado que él lo había tenido de frente sin interrumpir su marcha pero luchando ya contra la fatiga que
al salir del campamento, sólo tenía que seguirlo ahora en su el esfuerzo y la pobre alimentación hacían cada vez mayor. El
descen~p hacia el poniente. Ese elemental razonamiento plan- zumo de las hojas masticadas·, de otra parte, acabó por abotagar
teaba, sm embargo, dos problemas. Uno era que el tupido follaje su lengua y hacerle más difícil la respiración. Y el peso de la
de los árboles no le permitía observar directamente el astro sino escopeta colgada de su hombro, que hasta entonces había sido
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insignificante, empezó a hacer oneroso cada uno de sus pasos• misma mano que usó para enjugar la humedad, sacó en seguida
pero renunció a deshacerse del arma en previsión de algú~ del bolsillo el pedazo de papel y el gastado lápiz con que hacía
sus apuntes de jefe de cuadrilla. Apretando los dientes y domi-
en:uentro que lo mismo podía ser peligroso que servirle para
nando hasta donde podía el temblor de la mano, escribió afano-
satisfacer su hambre. Lo cierto y más decisivo, por lo demás, era
samente unos cuantos renglones torcidos. Cuando terminó, plegó
que, pese al evidente agravamiento de su situación, su voluntad
el papel en cuatro dobleces y lo introdujo en un bolsillo de su
de supervivencia no lo había abandonado un solo instante.
pantalón. El lápiz resbaló entre sus dedos y él ni siquiera hizo el
Pero al cuarto día, a causa de su determinación de no
intento de ver dónde había caído. Al cabo de unos segundos, con
inclinar la cabeza para poder mirar en otro momento hacia
los párpados cubriéndole ya los ojos, inclinó la cabeza e imploró
adelante, tropezó con un tronco derribado y cayó de bruces
con la voz del pensamiento, la única que le quedaba: "Escúcha-
sobre la hojarasca que recibió su cuerpo sin resistencia ni ruido.
me, Dios mío. Escúchame y, aunque no lo merezca, hazme la
Jadeó con la mitad de su cara hundida en el colchón vegetal y por
gracia de salvarme". A continuación no supo más de sí ni del
un momento cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, consciente del
riesgo que entrañaba quedarse dormido en esas circunstancias mundo que lo rodeaba.
decidió incorporarse sin mayor dilación. Apoyándose primero e~
Dos meses después del hallazgo de los restos de José Maceira,
las manos y después en los antebrazos y las rodillas, consiguió
presentó su renuncia y abandonó su puesto el jefe del campamen-
levantar su cuerpo hasta quedar sentado. Y justo entonces,
to en que aquél había vivido y trabajado. El jefe, descendiente de
mientras trataba de aclarar sus pensamientos nublados por el
alemanes, había sido un hombre de gran presencia física, alto y
cansancio, sintió con un sobresalto el hormigueo que le empezaba
fornido, "de mucho hueso" como suelen decir los españoles;
en los dedos de un pie y ascendía rápidamente por su pierna.
pero al salir de la selva, minado su organismo por una despiadada
Por más que en aquellos momentos José Maceira hubiera
sucesión de enfermedades tropicales, era una ruina humana.
querido imaginar otra cosa, el inconfundible ataque de la terciana
Quienes lo conocieron en la pequeña ciudad brasileña donde se
no se lo habría permitido. Artero como nunca, el viejo enemigo fue a vivir, se acostumbraron a verlo pasar la mayor parte del día
se hacía presente ahora para abrumar a su víctima con la certi- en un café frecuentado por actores retirados o cesantes y perio-
dumbre de que se hallaba irremediablemente desamparado y distas de medio pelo. Retraído y melancólico, rehuía las conver-
solo. José Maceira alcanzó a maldecir la imprevisión que lo había saciones pero bebía mucha cerveza que su médico, según averiguó
llevado a internarse en la selva dejando en el campamento toda un parroquiano especialmente curioso, le había prohibido desde
su provisión de quinina; pero aún le quedaron fuerzas para que empezó a atenderlo de sus males. Sólo de cuando en cuando
ponerse en pie y dirigirse con pasos vacilantes, mientras el se le veía sacar de su cartera un amarillento pedazo de papel que
hormigueo le llegaba hasta la espalda, hacia el más cercano de un
desdoblaba lentamente y acercaba con un gesto casi maquinal a
grupo de árboles de altura extraordinaria. Dejó caer su cuerpo sus ojos grises y cansados. Leía lo que evidentemente estaba
una vez más, ahora con el propósito de quedar sentado y con la
escrito allí sin que su expresión delatara ninguna reacción apre-
espalda apoyada en el gran tronco. Sacudido ya por los primeros
ciable, y al cabo de unos minutos volvía a doblarlo y guardarlo
escalofríos, trató de articular una palabnÍ para asegurarse de que
aún era capaz de oír su propia voz, pero el intento murió en el en su cartera.
Esa costumbre acabó por intrigar a quienes lo observa-
fondo de su garganta atormentada. Y entonces, por primera vez
ban, y fue el curioso de marras el que tuvo la ocurrencia de
en su vida, José Maceira pensó voluntariamente en Dios.
sobornar a uno de los meseros del café para que espiara el
S~tió, sin ~mbargo, con suficiente claridad para saber
contenido de aquel papel mientras le reponía sus botellas de
que todavia ?º deliraba, que aquel pensamiento -no provenía de
su cerebro smo desde una memoria ajena que no lograba iden- cerveza al enigmático lector. Era bueno para esas trapacerías el
tificar. Sin tener que_ tocarse la frente, comprtndió por el sudor hombre, y aprovechando en varias ocasiones la habitual distracción
que llegaba a sus parpados que la fiebre ya lo invadía. Con la de su víctima, llegó a memorizar el texto misterioso. Vertiendo al
castellano los vocablos portugueses que en él había (el mese
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era paraguayo y conocía los dos idiomas), informó que lo q ro
tortuosamente escrito a lápiz podía leerse allí era lo siguient:e
Sé que no tengo salvación. Sé que voy a delirar y q~e
quizá llegue a rogarpor mi vida a Dios. Yyo no creo en Dios. Así lo
declaro ahora, aunque dentro de unos momentos, cuando no
sepa lo que hago, niegue esto que escribo con mis últimasfuer.zas
No importa lo que piense o diga entonces, ¡no creo en Dios! ·
José Maceira
(1944/1990)
El ambiente en este cuento es uno diferente a los anteriores, pues se encuentran en la selva en America del Sur. El narrador extradiegetico narra una diegesis
que se concentra en la sobrevivencia del hombre. Se cuestiona ademas la existencia de Dios por parte de Maceira, el personaje prijcipal, quien en sus momentos
de delirio, penso en Dios de manera voluntaria para pedir por su salvacion. Algo dentro de si le recordo lo que habia aprendido o quizas le habian inculcado de
nino. El tema de la religion se presenta aqui a modo de critica, pues como sabemos, la religion cristiana es implantada en la Isla por parte de los colonizadores.
Ademas, cuando se menciona en el cuento que "Dios la creo primero y el diablo se la robo despues", entendemos que es alusion a la condicion de vida que se
da en la selva en donde hay que aprender a sobrevivir, igual que hay que aprender a sobrevivir en Puerto Rico debido a las condiciones de vida y trabajo que se
les ha impuesto por siglos.
Me voy a morir
La voz narrativa extradiegetica omnisciente nos narra dos diegesis que convergen la una con la otra. al principio no parecen guardar relacion, pero estan ligadas la
(1948)
una a la otra pues ambas representan el abuso de poder. En primer lugar, esta la diegesis que narra la historia del escritor, el cual es un inescrupuloso de clase alta
que abusa de su condicion economica para aprovecharse de su supuesto amigo en su lecho de muerte practicamente robandole su coleccion de libros, pues el
precio pagado estaba muy por debajo. En segundo lugar, se nos presenta el intento de violacion a su sirvienta que, valga la aclaracion, es interesante el hecho de
que sea mulata. Ademas, la intertextualidad con el poema "Majestad negra" de Luis Pales Matos exaltando la figura de la mujer negra de una forma sexualmentre
atractiva. Es la tirania del poder contra el desvalido en su condicion economicamente pobre. Cuando el menciona las palabras "jibara bruta" nos remontamos
nuevamente a muchos de los cuentos anteriores en donde se presenta al jibaro como negro y al pudiente de clase blanca. Por otro lado, tenemos una segunda
historia, en la cual la voz narrativa nos presenta la lucha obrera y el abuso de poder, pero esta vez por parte de la policia. Se presenta la lucha por adquirir
derechos del trabajador y se insta a la policia a unirse, pues son parte de la clase tarbajadora del pais. No obstante, como continua ocurriendo hoy dia en nuestra
Isla, estod deciden someterse al patrono colonizador y explotador, siendo participes del abuso a la clase trabajadora. Es interesante que el primer personaje/policia
que decide bajarse del camion es un "mulato achaparrado", quien se une a la lucha de los trabajadores. Es evidente que la raza negra por siglos ha sido oprimida y
hay aqui una union de pueblo para tratar de destruir lo que los oprime. El suceso del asesinato de uno de los huelguistas por parte del policia, el cual fue con toda
intencion y alevosia, presenta el despotismo por parte de la policia y el gobierno hacia la gente que lucha por un futuro mejor. Es el capitalismo venciendo una vez
mas para dejar claro quien tiene el poder. Hay una tercera historia que aparece como intertextualidad en este cuento y es la mencion del domingo de Ramos en
Ponce, haciendo alusion a la famosa Masacre de Ponce en donde la policia comenzo a disparar y mato a muchos independentistas que luchaban pacificamente por
sus ideales en contra de los colonizadores. Hay una similitud entre ambos sucesos y la critica sigue siendo el abuso de poder. Los pobres tienen que luchar para
poder obtener mejores oportunidades de vida, mejor salario, que asu vez equivale a una mejor alimentacion y salud. Por otra parte, cuando pasa la senora blanca
de clase alta que ve al huelguista en el piso, lo juzga de ladron por su aspecto y ni siquiera se cuestiona el porque la policia lo mato.Se Ademas, la forma en que
termina el cuento es totalmente sarcastica porque retomamos nuevamente la historia del escritor y el vive tan enajedado a lo que sucede a su alrededor que
termina maldiciendo el vivir en un pais en el que no pasa nada, cuando cerca de su casa habia ocurrido toda una serie de eventos que culminaron en el asesinato
de un humilde trabajador.