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Historia del feminismo 2.0

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Historia del feminismo

Pese a que el feminismo no se inició formalmente hasta finales del siglo


XVIII, fueron muchas las mujeres que, a lo largo de la historia, se
cuestionaron el rol que la sociedad les había impuesto y desafiaron las
convenciones de su época. Pensadoras como Guillermina de Bohemia,
que en pleno siglo VIII propuso crear una iglesia de mujeres, o escritoras
como Christine de Pizan quien, en 1405, escribió La ciudad y las damas,
un libro contra la misoginia, pusieron las primeras piedras de una causa
que nacería años después.

Sin embargo, a todas estas mujeres no se las incluye dentro de ninguna


ola feminista, ya que realizaron sus aportaciones de manera individual y
no con la plena conciencia de estar luchando por una causa colectiva,
como hicieron las primeras feministas tiempo después.

PRIMERA OLA: REVOLUCIÓN FRANCESA


Al siglo XVIII se lo conoce como el Siglo de las Luces. Con este llegaron la
Ilustración y la Revolución Francesa, y la defensa por la igualdad entre
los ciudadanos adquirió un gran protagonismo en la sociedad. En 1789,
en plena revolución, la Asamblea Nacional Constituyente francesa
aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Este
documento, lejos de respaldar los derechos de todas las
personas, recogía y proclamaba exclusivamente los derechos
fundamentales de los hombres. Siendo parte de la revolución y del
movimiento ilustrado, las mujeres empezaron ser conscientes de la
opresión en la que vivían y decidieron luchar contra ella.
Olympe de Gouges, escritora y filósofa política francesa, fue la primera
mujer ilustrada en alzar la voz. En 1791 publicó la Declaración de los
Derechos de la Mujer y la Ciudadana, un artículo en el que reivindicaba
que las mujeres pudieran tener los mismos derechos civiles que los
hombres. De Gouges apuntó: “La mujeres tienen derecho a ser llevadas
al cadalso y, del mismo modo, derecho a subir a la tribuna”. Pero la
Ilustración no quería mujeres con razón y, por defender la igualdad legal
y jurídica entre los sexos, Olympe de Gouges fue guillotinada en 1793.
Un año después de que se publicara el texto de De Gouges, la escritora y
filósofa inglesa Mary Wollstonecraft (madre de Mary Shelley, autora
de Frankenstein o el moderno Prometeo) redactó la Vindicación de los
Derechos de la Mujer, un artículo en el que proclamaba la igualdad entre
los sexos y afirmaba que la diferencia entre el hombre y la mujer no era
algo natural sino cultural, un sesgo producido mediante la educación.
Por eso, entre otras cosas, abogaba por una formación igualitaria.
Además, a inicios de 1800, el Código Napoleón, que planteaba el
matrimonio como un contrato en el que la mujer estaba obligada a
obedecer a su marido, se extendió por toda Europa. Así, la Ilustración
alumbró al feminismo, pero también supuso su primera gran derrota.

SEGUNDA OLA: LAS SUFRAGISTAS


La segunda ola feminista, también conocida como sufragismo, surgió
en Estados Unidos y Reino Unido a mediados del siglo XIX. En esta
segunda fase, el feminismo pasó de ser una lucha únicamente
intelectual a convertirse en un movimiento de acción social.
En Estados Unidos, tras haber luchado por la independencia de su
país, las mujeres empezaron a agruparse para defender sus derechos y
los de los esclavos. En 1848, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott
organizaron la Convención de Seneca Falls, la primera convención
estadounidense sobre los derechos de la mujer donde, gracias a la firma
de 68 mujeres y 32 hombres, se aprobó la Declaración de Seneca
Falls o Declaración de Sentimientos. En este primer programa político
feminista se reivindicaba la igualdad de los derechos civiles, incluyendo
el derecho a voto y la educación.
Al otro lado del Atlántico, las mujeres inglesas empezaron a pedir el
sufragio femenino en en 1832, pero su solicitud fue completamente
ignorada. Por eso, más de tres décadas después, las sufragistas pasaron
a la acción: Emily Davies y Elizabeth Garret Anderson redactaron
la Ladies Petition, la primera petición masiva de voto para las mujeres
que fue respaldada por 1.499 firmas. Sus compañeros y aliados John
Stuart Mill y Henry Fawcett presentaron el documento en la Cámara de
los Comunes, donde la Ladies Petition fue rechazada.
En 1903, en vistas de la persistente respuesta negativa, las sufragistas,
lideradas por Emmeline Pankhurst, empezaron a irrumpir en discursos
políticos, a asaltar los mítines del Parlamento y a usar métodos de
lucha de los que fueron pioneras, como las huelgas de hambre, los
encadenamientos, los sabotajes y el uso de explosivos. Pero, pese a las
múltiples estrategias que idearon para hacerse oír, las feministas
continuaron siendo mayoritariamente ignoradas.

El sufragismo estuvo liderado principalmente por mujeres burguesas


blancas, pero al final de la segunda ola aparecieron feministas con otras
realidades. Una de ellas fue Sojourner Truth, la esclava negra que habló
de la doble exclusión por ser negra y mujer. Otra fue Flora Tristán, la
socialista que manifestó la doble represión de clase y de género que
sufrían las mujeres obreras, acuñando la frase “la mujer es la proletaria
del proletariado”.

A finales del siglo XIX e inicios del XX, el sufragio femenino empezó a
convertirse en una realidad. El primer país del mundo en aprobar el voto
para las mujeres fue Nueva Zelanda, el 18 de septiembre de 1893. Le
siguieron Australia en 1902, Finlandia en 1906 y Rusia en 1917.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, Reino Unido aceptó el sufragio
femenino como “agradecimiento a las mujeres por sus trabajos
prestados durante la guerra”. En 1920, Estados Unidos aprobó el voto
para las mujeres blancas. En España, el sufragio femenino llegó en 1931,
durante la Segunda República Española, pero desapareció nuevamente
con la llegada de la dictadura franquista tras la Guerra Civil.

TERCERA OLA: EL SEGUNDO SEXO


En el periodo de entreguerras, el movimiento feminista se paralizó. Las
mujeres habían conseguido el voto, algunas empezaron a ir a la
Universidad y, satisfechas con estos nuevos derechos y libertades,
muchas se desmovilizaron. Pero después de la Segunda Guerra
Mundial, la sensación de malestar apareció de nuevo. Las mujeres
habían participado de manera activa durante la guerra y ya no querían
volver al rol de esposas sumisas, obedientes y complacientes. Ahora
querían disponer de su independencia, trabajar, tener salarios justos,
controlar su maternidad y divorciarse sin presión.
En este contexto aparecieron las dos escritoras y filósofas que lideraron
la tercera ola feminista: Betty Friedan y Simone de Beauvoir.
La socióloga estadounidense Betty Friedan publicó, en 1963, la La mística
de la feminidad, un ensayo en el que abordaba el “problema que no tiene
nombre”. En La mística de la feminidad, Friedan criticó la situación de
sometimiento que vivían las mujeres y afirmó que estas eran infelices
porque el sistema las obligaba a priorizar el cuidado de los demás frente
al suyo propio. El pensamiento de Friedan tuvo un gran impacto en
Estados Unidos e hizo que muchas mujeres se replantearan su papel en
la sociedad.
Por su parte, el estudio más completo sobre la condición de la mujer
llegó en 1949, cuando la filósofa francesa Simone de Beauvoir publicó El
segundo sexo. En su ensayo, de Beauvoir defendía que no hay nada
biológico que justifique los roles de género, sino que estos se van
creando a medida que las personas cumplen con una serie de roles
asociados a su sexo. La filósofa hizo una dura crítica del androcentrismo
y apuntó: “no se nace mujer, se llega a serlo”. En definitiva, lo que
afirmaba era que el género es una construcción social.
Durante la tercera ola, el debate feminista fue evolucionando y terminó
por dividirse en dos ramas. Por un lado, apareció el “feminismo liberal”,
que describía la situación de las mujeres como una desigualdad y
consideraba que había que luchar por implementar cambios hasta
conseguir la igualdad entre los sexos. Y, por otro, se instauró
el “feminismo radical”, que proponía eliminar la “raíz” del problema, es
decir, el patriarcado o sistema establecido de dominancia del hombre
hacia la mujer.
En los años sesenta y setenta, hubo una gran producción literaria
alrededor del movimiento y se crearon revistas como Ms. Magazine, la
publicación feminista fundada por Gloria Steinem y Dorothy Pitman
Hughes, mujeres referentes del final de la tercera ola. En estas
publicaciones se incorporaron componentes de la teoría queer, el
antirracismo, la teoría post colonial y la visión positiva de la sexualidad. A
partir de los noventa, se puso el énfasis en reivindicar que no hay un
solo tipo de mujer sino múltiples, dependiendo de cuestiones sociales,
culturales, étnicas, religiosas, nacionales y demás.
De hecho, al igual que en el siglo XIX con la lucha anti esclavista,
el feminismo siempre ha ido del brazo de otras luchas históricas de
colectivos minoritarios que han sido perjudicados.

CUARTA OLA: FEMINISMO EN EL SIGLO XXI


A lo largo del siglo XXI, la conciencia sobre la persistente desigualdad
entre géneros ha ido creciendo en el mundo. El feminismo ha cogido
fuerza a nivel global, dando pie a fenómenos como las multitudinarias
manifestaciones feministas del 8 de marzo de 2018 o el movimiento
MeToo, en el que miles de mujeres denunciaron sus experiencias de
acoso sexual en redes sociales.
Los expertos apuntan a que nos encontramos en la cuarta ola feminista,
en la que cuestiones como la violencia de género, la brecha salarial o los
techos de cristal están en el centro del debate. Pese a los grandes
avances logrados por el feminismo, a día de hoy aún no se ha alcanzado
la plena igualdad entre hombres y mujeres. Por eso el movimiento
feminista continúa luchando: aún queda mucho camino por recorrer.

Feminismo en Nicaragua.

Contexto histórico y político

El feminismo en Nicaragua ha sido históricamente influenciado por los


cambios políticos, especialmente tras la victoria del Frente Sandinista
de Liberación Nacional (FSLN) en 1979. Tradicionalmente, se ha
considerado que el movimiento feminista emergió después de esta
revolución; sin embargo, Palazón argumenta que las raíces del
feminismo nicaragüense se remontan a las luchas sufragistas del siglo
XIX. Durante el siglo XX, las mujeres comenzaron a organizarse para
demandar derechos básicos como la educación y el sufragio.
Desafíos contemporáneos

En 2006, dos eventos clave marcaron la agenda feminista: las


elecciones presidenciales y la penalización del aborto. La victoria
electoral del FSLN y la movilización de iglesias para prohibir el aborto
reflejan la continua lucha por la autonomía del movimiento feminista
frente a un contexto político adverso. La penalización del aborto fue
impulsada por una coalición de partidos políticos que se alinearon con
las posturas conservadoras de las iglesias.

Evolución del movimiento

Palazón destaca que el feminismo nicaragüense ha sido un fenómeno


cambiante, adaptándose a diferentes contextos políticos. Desde sus
inicios, las mujeres han enfrentado desafíos significativos para ser
reconocidas en el ámbito público. A pesar de los logros alcanzados
durante la revolución sandinista, como el acceso a educación y salud,
muchas demandas feministas han sido relegadas en los discursos
políticos actuales.
El estudio concluye que entender el feminismo en Nicaragua requiere
una visión histórica que contemple sus orígenes y su evolución hasta
los retos contemporáneos. La lucha por los derechos de las mujeres
sigue siendo relevante en un contexto donde las decisiones políticas
afectan directamente su autonomía y derechos fundamentales. El
feminismo nicaragüense continúa enfrentando obstáculos
significativos, especialmente en temas como el aborto y la
representación política.

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