Vocación Misionera
Vocación Misionera
Vocación Misionera
Introducción
El Papa Francisco expresa cual es el camino que debe seguir la Iglesia para ser fiel a su
vocación: “sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un
cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.”
(EG. 27).
Esto es tan importante que nadie debe quedarse al margen de esta renovación misionera:
“ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los
procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya
no favorezcan la transmisión de la fe.” (DA 365).
Pero por qué insiste el Papa Francisco en la opción misionera para una transformación de la
Iglesia. En primer lugar, porque es necesario volver al corazón del mensaje del evangelio; en
segundo lugar, porque la realidad nos interpela y exige renovar nuestros métodos, estilos y
ardor evangelizador; y, en tercer lugar, porque la propuesta del Pontífice, está en continuidad
con la reflexión teológica de sus antecesores, la Ad gentes del Concilio Vaticano II, la Evangelii
Nuntianti, la Redemptoris missio y el Documento de Aparecida:
• “Jesús les dijo: Yo tengo que anunciar también a las otras ciudades la Buena Nueva del
Reino de Dios, porque para eso he sido enviado” (Lc 4, 43).
• “Como el Padre me envió a mí, así los envío yo a ustedes” (Jn 20, 21).
• “A lo largo del camino proclamen: ¡El Reino de los Cielos está cerca! Sanen enfermos,
resuciten muertos, limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin
pagar, denlo sin cobrar” (Mt 10, 7-8).
• «La Iglesia peregrina es, por naturaleza, misionera, porque toma su origen de la misión
del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio del Padre».1
1
AG 2.
• Ella comparte y continúa la obra de Jesucristo, y como tal, es una comunidad que
proclama, vive y da testimonio del reinado de Dios, por eso la misión «pertenece, a la
naturaleza íntima de la vida cristiana»,2 es su razón de existir. Y como discípulos de
Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo
inaugurando el Reino.3
• La misión es, ante todo, el testimonio de todos los cristianos, tanto personalmente como
en comunidad, del «nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de
Jesús de Nazaret Hijo de Dios».4
• Este testimonio y anuncio debe hacerse con el debido respeto a la cultura y al contexto5.
• «Bendecimos a Dios con ánimo agradecido, porque nos ha llamado a ser instrumentos
de su Reino de amor y de vida, de justicia y de paz, por el cual tantos se sacrificaron. Él
mismo nos ha encomendado la obra de sus manos para que la cuidemos y la
pongamos al servicio de todos».6
2
RM 1.
3
Cf. DA 30-32
4
EN 22.
5
Cf. EN 29-30.
6
DA 24.
La Nueva Evangelización es nueva en sus métodos, nueva en sus expresiones y nueva en
su ardor. Esto no significa que hay un nuevo evangelio, con contenidos nuevos, lo
verdaderamente nuevo es la situación del mundo.
En palabras del Papa Francisco la Nueva Evangelización es:
Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva
alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el
mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles
siempre nuevos; aunque sean ancianos […] Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra
vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la
propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en
los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez
que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos
caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción
evangelizadora es siempre «nueva». EG 11
En el contexto en que vivimos, no sólo por las grandes transformaciones sociales,
culturales y políticas que transforman la manera de vivir de las personas, sino también por la
necesidad de renovación de la Iglesia, la actividad misionera, «representa aún hoy día el mayor
desafío para la Iglesia» porque «la causa misionera debe ser la primera», y por tanto, estamos
llamados a reconocer que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia.
En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos
tranquilos en espera pasiva en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral de
mera conservación a una pastoral decididamente misionera».
Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más
gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no
necesitan convertirse» (Lc 15,7).
• El anuncio de la Palabra,
• la acogida del Evangelio que lleva a la conversión,
• la profesión de fe,
• el Bautismo,
• la efusión del Espíritu Santo,
• el acceso a la comunión eucarística. (CIC 1229).
Como vemos, estas etapas se aplican al proceso en el que se celebran los sacramentos de
iniciación cristiana y van más allá de una catequesis presacramental, se centran en la
experiencia y vivencia de fe a partir del kerigma.
Por tanto, la catequesis necesita ser kerigmática y experiencial, más allá de lo solamente
doctrinal (DGC 62). Los espacios o instancias de formación eclesial y la catequesis kerigmática
se encaminan al encuentro personal con Jesucristo, a la conversión real y a la educación
integral de la fe. En ese sentido el Papa Francisco nos indica en qué consiste la educación
integral: “Para educar hay que buscar integrar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del
corazón y el lenguaje de las manos. Que un educando piense lo que siente y lo que hace,
sienta lo que piensa y lo que hace, haga lo que siente y lo que piensa. Integración total”.
En esa misma línea, la catequesis es mistagógica, donde el protagonismo de la
comunidad parroquial y del catequista consiste en encaminar y acompañar al catecúmeno a
una experiencia de encuentro con el Misterio Divino, con el Padre que ama, con Jesucristo que
nos salva, que en última instancia es gracia del Espíritu Santo.
2. Superar un enfoque fragmentario
La catequesis debe despojarse del enfoque fragmentario. Los jóvenes y niños consideran la
pertenencia a la Iglesia como algo temporal, como etapas en las que debe “asistir” para cumplir
ciertas exigencias, por eso vemos que los niños y jóvenes “desaparecen” después de la
celebración de los sacramentos.
Esta misma fragmentación se da en la pastoral de nuestras parroquias, donde se
encomienda al catequista la tare de transmitir la fe, dejando al margen a toda la comunidad
parroquial que es, en realidad, el “lugar” donde el niño y el joven desarrolla su iniciación
cristiana. Hace falta una mayor conciencia de pertenencia y comunión eclesial.
Esta forma de separar los tiempos, los espacios, los roles, tiene su efecto en la idea de
Iglesia que reproducimos, en la forma de vida cristiana que reflejamos. Si bien es cierto, hay
tres acciones en la misión evangelizadora de la Iglesia, y en una de ellas está la catequesis,
estas deben complementarse mutuamente, según el siguiente esquema:
La misión evangelizadora de la Iglesia
ACCION
MISIONERA
Kerigma,
testimonio,
conversion .
Misión
evangelizadora
de la Iglesia
KERIGMA
LA RENOVACIÓN MISIONERA
Una vez analizado la comprensión de la misión en los documentos del magisterio eclesial,
enumerado los presupuestos de una formación en un contexto de pastoral misionera, e
identificado los desafíos misioneros a la catequesis que gestó el V CAM, ahora corresponde
aplicar esos criterios y responder a esos desafíos a través de una propuesta renovadora de la
pastoral.
En este acápite vislumbraremos los elementos de una catequesis entendida como proceso
de iniciación cristiana, renovada a partir del criterio misionero. Para ello no podemos perder de
vista lo elementos que deben lograr conjugarse: comunidad de fe que evangeliza, catequesis
en clave catecumenal y misión como criterio de renovación.
1. Comunidad de fe que evangeliza
La iniciación cristiana es un proceso en el que el niño o joven se introduce en una nueva
manera de vivir, el cristiano asume un nuevo modo de vida que, no está sujeto a la celebración
de un sacramento, lo central es el encuentro personal con Jesucristo. Esta misión es propia de
la comunidad parroquial, es la comunidad que anuncia, testimonia y acompaña a los
catecúmenos. Esto no significa que se despoja de toda responsabilidad al catequista, al
contrario, él sigue siendo el responsable del proceso de iniciación, pero involucrando a toda la
comunidad parroquial.
Para ello necesitamos dar pasos:
• Exige un compromiso de crecer en la conciencia de pertenencia y comunión en la
Iglesia.
• Enriquece y potencia los ministerios, es decir, las fuerzas vivas de la parroquia se ponen
al servicio de los catecúmenos desde y a través de su propio carisma.
• Genera diálogo, acorta distancias, enriquece el conocimiento mutuo entre los grupos de
la parroquia.
2. La formación de los discípulos misioneros
La catequesis debe transformarse cada vez más en un proceso de iniciación cristiana, en el
que se favorezca el encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo y resucitado, cuyo
fruto sean vidas renovadas y transformadas que vivan como discípulos misioneros, con clara
conciencia de pertenencia a una comunidad parroquial y comprometidos con la realidad, sobre
todo, con la situación de los más pobres.
Suponiendo que la iniciación cristiana es un proceso gradual, personalizado en lo posible,
comunitario, introductorio a una forma de vida, que favorece el encuentro, que es experiencial,
nos parece oportuno recordar lo que nos propone Aparecida para la formación de los discípulos
misioneros:
• Encuentro. Es Jesús el que sale a nuestro encuentro. Nos corresponde dejarnos
encontrar con Él. En ese sentido la catequesis es kerigmática y mistagógica. “Invito a
cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora
mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse
encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien
piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría
reportada por el Señor»” (EG 3).
• Conversión: cambio de modo de vivir, personal y eclesial: “No se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva” (DCE 1).
• Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y
seguimiento de Jesús maestro, profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y
de su doctrina.
• Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad (Jn 13,35; 1 Cor 12-27).
• Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad
de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo,
muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más
necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios.
3. La misión como criterio de renovación
En la carta programática de su pontificado, el Papa Francisco expresa:
Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los
estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado
para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de
estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar
que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea
más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y
favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.
Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia
debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión
eclesial» (EG 27).
La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha
hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las
estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. (EG 33).
• La calve de la renovación misionera es centrarse en el corazón del evangelio (EG 34-39)
• La misión se encarna en los límites humanos. La Iglesia sale de sí para llegar a todas las
periferias, geográficas y existencial del ser humano. (EG 40-45)
• En la misión, la Iglesia es como una madre de corazón abierto, es guiada por la
misericordia, más allá de cumplir los preceptos, la ley que guía a la Iglesia es la
misericordia, como el corazón abierto de una madre ante su hijo. (EG 46-50)
Hacia/en las Periferias
Kerigmática
Mistagógica
Formación
Experiencia Pertenencia
Misionera
Creativa Itinerario
Comunidad de Fe
Corazón del Evangelio
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo