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5 Lecciones Que Aprendemos de Las Herejías Coalición Por El Evangelio

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VIDA CRISTIANA

5 lecciones que
aprendemos de las
herejías

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22 JULIO, 2024 | NATACHA GLORVIGEN

00:00

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En mi vida como cristiana, tengo muy


pocos recuerdos de personas haciendo
referencia a los padres de la iglesia, a
los credos o a algún evento histórico
del cristianismo que no fuera la
Reforma protestante.

Desafortunadamente, no creo que esa


sea solo mi experiencia. La mayoría
de los creyentes actúa como si
fuéramos los primeros seguidores de
Jesús. Como si el cristianismo recién
empezó cuando nosotros decidimos
creer. Pero nada podría estar más
alejado de la realidad.

Continuamos con un
legado de fe
En mis estudios teológicos recibí
instrucción sobre la historia de la
iglesia y su teología, donde aprendí
que una de las verdades maravillosas
de nuestra fe en Cristo es que
seguimos el legado de los cientos de
millones de cristianos que nos
precedieron. Tomamos el batón de sus
manos y ahora continuamos la labor
de confesar a Jesús como Señor, de
proclamar la verdad de Su
resurrección y de compartir el
fundamento sólido de Sus
enseñanzas.

Esta continuidad es vital para la


iglesia. En la fe cristiana, no hay lugar
para innovar creencias. No nos
sentamos frente a nuestras biblias
pensando que vamos a encontrar en
ellas algo que nunca nadie ha visto
antes. Todo lo contrario. Nos
ocupamos de transmitir de generación
a generación el mismo evangelio que
los primeros creyentes recibieron y
propagaron.

“En la fe cristiana no
hay lugar para
innovar creencias.
Transmitimos el
mismo evangelio que
los primeros creyentes
recibieron y
propagaron”
𝕏
Por supuesto, no hemos llegado a dos
milenios de cristianismo sin que haya
habido personas o grupos de personas
que procuraran negar o cambiar
algunas de las verdades esenciales de
nuestra fe, tales como la Trinidad; la
encarnación, muerte y resurrección de
Jesús; la humanidad y divinidad de
Cristo y Su Segunda Venida. Cuando
una idea se desvía de los principios
básicos de nuestra confesión cristiana,
la llamamos «herejía». Una herejía no
es un error teológico menor, sino el
abandono de algo que ha sido creído
«en todas partes, siempre y por todos
[los cristianos]» (Vicente de Lérins,
siglo V).

Aprendiendo de la
historia de las herejías
Las herejías y los herejes forman parte
importante de la historia de la iglesia.
Aunque parezca contradictorio, en
muchas oportunidades han impulsado
el desarrollo teológico. Al enfrentarse
con mentiras, los creyentes de
distintas épocas se han visto obligados
a fortalecerse en la verdad. El
resultado ha sido una iglesia global
mejor capacitada para combatir las
artimañas engañosas del error.

En esa misma línea, los herejes


también nos han dejado valiosas
lecciones que podemos aplicar a
nuestras vidas cristianas particulares.
Estas son, al menos, cinco lecciones
que podemos aprender todos los
cristianos de las herejías que
surgieron en la historia de la iglesia.

1. Entender en qué
creemos es un antídoto
contra el error.
Arrio es uno de los herejes más
prominentes de la historia de la
iglesia. Este sacerdote de Alejandría
del siglo IV aceptaba la deidad y
eternidad de Jesús, pero negaba que
compartiera una misma esencia con el
Padre. Aunque la iglesia sabía que la
declaración de Arrio era una herejía,
los creyentes carecían del lenguaje
necesario para comunicar la verdad
expresada en las Escrituras.

Esto propició la primera reunión


mundial de obispos en el año 325 d.
C. El resultado fue la creación del
famoso Credo Niceno, que reafirma
con base en la Biblia la igualdad del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La herejía de Arrio causó división y
conflicto en la iglesia, pero también
impulsó a los creyentes a desarrollar
un vocabulario preciso y consistente
con las Escrituras para referirse a la
relación entre las personas de la
Trinidad.

“Necesitamos
entender qué creemos
y por qué lo creemos.
Preguntémonos: ¿Qué
enseña la Palabra de
Dios al respecto?”
𝕏
Por la insistencia y popularidad del
error de Arrio, los creyentes
entendieron que no bastaba con
llamar a algo «incorrecto», sino que
debían definir a qué llamaban
«correcto» a la luz de las Escrituras. A
los seguidores de Cristo hoy, esto nos
enseña que debemos armarnos con la
verdad en nuestra lucha contra el
error.

En términos prácticos, esto significa


saber qué pasajes bíblicos muestran la
realidad del Dios Trino o la verdad de
que Cristo vendrá por segunda vez,
por dar algunos ejemplos.
Necesitamos entender qué creemos y
por qué lo creemos. Preguntémonos:
¿Qué enseña la Palabra de Dios al
respecto? ¿Dónde lo dice? ¿Qué ha
enseñado la iglesia por siglos al
respecto? ¿Qué tan esencial es este
tema para nuestra fe? Las respuestas
nos ayudarán a identificar el error y a
resistirlo bíblicamente.

2. Los misterios de
Dios no se explican, se
protegen.
Si el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el
Espíritu Santo es Dios, ¿cómo es que
solo existe un Dios? ¡Qué buena
pregunta! En el siglo III, el teólogo
Sabelio propuso la siguiente
«explicación» (que luego fue
condenada como herejía): El Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo no son tres
personas diferentes, sino que se trata
de un solo Dios que se manifiesta en
diferentes «modos» .

Por ejemplo, decía Sabelio, Dios en la


creación se presentó como «Padre»;
en la cruz, como «Cristo»; y en
Pentecostés, como «Espíritu Santo».
Las Escrituras, sin embargo, enseñan
que el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo son tres personas distintas,
quienes comparten una misma
esencia. El problema de Sabelio fue
tratar de entender algo que Dios
nunca explicó. El concepto de la
naturaleza trinitaria de Dios es difícil
de comprender, ¡porque Dios es santo,
infinito y glorioso! No debería
sorprendernos que Su naturaleza
escape de nuestra comprensión.

Por esa razón, la iglesia primitiva


nunca procuró explicar el misterio de
la Trinidad de manera exhaustiva.
Más bien, la respetaron como misterio
y se limitaron a preservar su
complejidad, sin ir más allá de lo
revelado en la Escritura. Del mismo
modo, parte de nuestra labor como
creyentes consiste en reconocer los
límites de nuestra razón y aceptar
que, con Dios, a veces tendremos
preguntas sin respuesta y eso está
bien.

3. La buena teología no
se produce con buenas
intenciones.
Algunos herejes prominentes de la
iglesia probablemente tenían buenas
intenciones.

Apolinar, por ejemplo, propuso que


Cristo era humano solo en apariencia.
En Su interior, explicaba, era
completamente Dios. Su intención era
noble: quería defender la completa
deidad de Cristo.
Desafortunadamente, minimizó Su
humanidad en el proceso. Esto fue
condenado por la iglesia en el siglo IV,
pues las Escrituras presentan a Cristo
como completamente Dios y
completamente hombre.

Ninguna persona empieza su vida


cristiana con el deseo de convertirse
en un hereje. Pero es posible tener un
deseo genuino de agradar a Dios y, al
mismo tiempo, promover una
mentira. Nuestro objetivo, por tanto,
debe ser alinearnos con lo que el
Señor verdaderamente ha revelado en
Su palabra (cp. 1 Ti 4:16).

4. Debemos estudiar
las Escrituras en
comunidad.
Las personas no pasan a la historia
como herejes simplemente porque
malinterpretaron un texto bíblico o
una doctrina. Después de todo,
incluso los cristianos más fieles a
veces incurren en errores doctrinales.

Los herejes son considerados como tal


cuando, después de haber sido
confrontados por la iglesia, rechazan
la corrección y deciden permanecer
en su error. En otras palabras, los
herejes no son herejes por accidente.
Estos se separan voluntariamente de
lo que la iglesia considera esencial y
verdadero. El teólogo Marción del
siglo II es un buen ejemplo de esto.

“Escuchar las voces


del pasado nos ayuda
a enfrentar las nuevas
formas en que las
viejos errores
resurgen”
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Marción rechazó los libros del
Antiguo Testamento por considerarlos
inconsistentes con el Dios de gracia
del Nuevo Testamento. Por tanto,
armó su propio canon de las
Escrituras y desarrolló su propia
teología. La iglesia condenó sus ideas
y él, en vez de aceptar la corrección,
prefirió fundar su propia iglesia con
un sistema de creencias de su agrado.
Esto, por supuesto, hizo mucho daño
a la unidad de la iglesia visible.

Su error y rebeldía, sin embargo, nos


enseña que, aunque el estudio
personal de las Escrituras tiene valor,
nunca debemos olvidar que
pertenecemos a una comunidad de
creyentes. Nuestra interpretación
privada no es perfecta. Por tanto,
necesitamos a otros creyentes para
evaluar nuestras conclusiones y
madurar en el conocimiento de
nuestra fe.

5. Debemos ser
estudiantes de nuestra
historia como iglesia.
«Quien no conoce su historia está
condenado a repetirla», dijo el filósofo
George Santayana; y pienso que nadie
podría estar más de acuerdo con él
que los cristianos. Muchos de los
errores que circulan entre los
cristianos hoy son herejías que la
iglesia ya ha condenado en el pasado.
Al desconocer nuestra historia,
enfrentamos esas herejías sin las
herramientas que nuestros
predecesores en la fe han dejado para
nosotros.

Por ejemplo, a los cristianos no nos


hace falta ni siquiera considerar que
podemos ganarnos la salvación a
través de nuestras buenas obras o que
«Dios ayuda a quienes se ayudan a sí
mismos». Estas son ideas heréticas,
condenadas por la iglesia universal en
el siglo V cuando el monje Pelagio las
propuso por primera vez. No, Dios no
ayuda a quienes se ayudan a sí
mismos. De hecho, parafraseando a
Agustín de Hipona: Si alguien cree
que la naturaleza humana no necesita
el poder de Cristo, es un enemigo de
la gracia de Dios.

La iglesia lo ha estado enseñando así


por siglos. Escuchar las voces del
pasado nos ayuda a enfrentar las
nuevas formas en que los viejos
errores resurgen. Así pues, al
considerar una corriente de
pensamiento, vale la pena
preguntarnos: «¿La iglesia ya ha
escuchado esta idea antes? ¿Cómo
respondió a ella?». ¡Consideremos la
sabiduría de Dios en nuestros
hermanos y hermanas del pasado!

Los cristianos formamos parte de un


gran legado de fe. Por eso nos
conviene mirar hacia atrás y tomar
nota de lo que, como iglesia, hemos
aprendido. Sí, podemos vivir como
cristianos sin pensar en los creyentes
que nos precedieron, pero ¿por qué
querríamos hacerlo? ¡Cuánta
sabiduría hallamos en las páginas de
nuestra historia como iglesia!
Apropiémonos de esa sabiduría
mientras continuamos con nuestro
trabajo de proclamar la verdad de
Cristo a nuestra generación.

Natacha Glorvigen tiene una


Maestría en Teología del Seminario
Teológico de Dallas (DTS). Vive con
su esposo y su hija en Dallas, Texas.
Juntos sirven en el ministerio de
misiones locales de su iglesia
Northway Church. Puedes
encontrarla en
natacharglorvigen.com.

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