Actividad Espa
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Una tarde invité a mis compañeros a venir a casa para jugar a los cowboys. Estábamos
en el jardín y mamá nos había dicho que nos llamaría para merendar.
–Bueno –dije yo–, vamos a ver: yo soy el bueno y tengo un caballo blanco, y vosotros
sois los bandi- dos, pero al final gano yo.
Los otros no estaban de acuerdo, lo cual es un rollo; cuando uno juega solo, no se
divierte; y cuando no se está solo, los demás arman un montón de discu- siones.
–¿Por qué no voy a ser yo el bueno? –dijo Eudes–; y, además, ¿por qué no voy a tener
un caballo blanco también yo?
–Bueno, será Godofredo –dijo Eudes–. Vamos a atarlo al árbol con la cuerda de tender
la ropa.
–¡Eso no está bien! –dijo Godofredo–. ¿Por qué yo? No quiero ser el prisionero; ¡soy el
mejor vestido de todos!
–¿A qué viene eso? –dijo Eudes–. ¡Yo no me niego a jugar, aunque tengo un caballo
blanco!
Eudes se enfadó y dijo que el caballo blanco era de él y que si no me gustaba me daría
un puñetazo en la nariz.
Y después papá salió de casa. No tenía pinta de es- tar muy satisfecho.
–¡Eh, chicos! ¿Qué es todo este barullo? ¿Es que no sabéis divertiros tranquilamente?
Relaciona.
Contesta.
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2A
El Barco
Érase una vez un niño que tuvo la suerte de conseguir un barco para él solo. Era un
velero enorme; pe- ro el niño era experto en cosas de vela y lo podía manejar sin
ayuda.
Durante algunos años, navegó de isla en isla. Pero un día el tiempo empezó a
empeorar. El cielo se llenó de nubes y el viento comenzó a soplar con tanta fuerza que
las velas quedaron hechos jirones. El niño se dio cuenta enseguida de que aquella
tormenta estaba dirigida contra él por algún enemigo que sabía magia negra; por eso
bajó al camarote, cerró la puerta y esperó a ver qué pasaba.
–¡Ja, ja! ¡No pienses que estás solo! –dijo una voz perversa y cruel a sus espaldas.
El niño se volvió asustado y vio a un loro en la libre- ría del camarote.
–¡Oh, Dios mío! –dijo el niño–. ¡Qué susto me has da- do! Pensé que eras la bruja que
ha causado la tormenta.
El loro ladeó la cabeza y se rascó la oreja con la pata, lanzando de nuevo una larga y
perversa carcajada. Entonces, para sorpresa suya, el niño vio que el loro comenzaba a
transformarse. Sus alas se convirtieron en brazos largos y escuálidos; su pico, en una
gran nariz aguileña; y sus brillantes plumos, en ha- rapos chillones y andrajosos.
Cuando el niño vio que se trataba de una bruja, comenzó a avanzar poco a poco hacia
la estufa del ca- marote, donde guardaba su badila 1 mágica. Pero la bruja le dijo:
–Sé lo que estás buscando. ¡Tu badila mágica! ¡Ja, ja! La he puesto en un lugar seguro,
donde tú no la encontrarás, jovencito.
–Eso es lo que tú te crees –dijo una voz enérgica desde las escaleras del camarote. Y
para sorpresa de ambos, la badila apareció y arremetió contra la bruja.
–¡Bien! –decía el niño complacido–. ¡Dale duro!
¡Échala fuera!
La pequeña y simpática badila persiguió a la bruja hasta cubierta. Una vez allí, la bruja
saltó al mar por la borda, pensando en que flotaría y podría ponerse a salvo. Pero no
contaba con que la badila mágica había realizado un cambio maravilloso: había trans-
formado el mar en dragones, que, tan pronto como vieron a la bruja, abrieron sus
blancas y espumean- tes mandíbulas y se la tragaron. Luego, los dragones comenzaron
a alejarse en diferentes direcciones y el barco fue descendiendo, hasta que quedó
sobre el arenoso fondo de lo que había sido el mar.
El niño estaba muy emocionado al ver las maravillas del fondo del mar. Entre ellas, vio
los restos de un viejo galeón español cubierto de algas y percebes. Enseguida
descendió por un costado de su barco y corrió por la arena a explorar el buque
naufragado. Estaba lleno de cofres de oro y alhajas.
El niño cogió algunos cofres y los almacenó en la bodega de su velero. Pero una vez
hecho esto, comenzó a preocuparse. ¿Cómo saldría de allí? ¿Cómo iba a navegar si no
había mar por donde hacerlo?
Volvió al galeón y continuó explorando; entonces encontró un extraño martillo con una
inscripción mágica:
Cuando las aguas desaparezcan, da tres martillazos en el fondo.
El niño cogió el martillo y golpeó la roca. De repente, el agua comenzó a brotar del
suelo a borbollones, como si todas las tuberías de la Tierra hubiesen estallado. No
había tiempo que perder, así que corrió hacia su barco, y antes de que el agua le
llegara hasta la barbilla, consiguió subir a bordo.
Mientras tanto, el agua rugía, se arremolinaba y subía más y más deprisa. Al poco rato,
el niño notó que su barco comenzaba a bambolearse, se elevaba y quedaba flotando.
Cuando el barco estuvo flotando de nuevo, el niño colocó las velas de repuesto y puso
rumbo hacia las playas de su tierra natal; allí desembarcó finalmente con todas las
alhajas y el oro que había sacado del galeón español.
Contesta.
¿Por qué motivo el niño consiguió salir bien librado de sus aventuras?
24 de septiembre de 1990
El mar ha amanecido hoy en calma, pero a las doce del mediodía he notado
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Un negocio ruinoso
–Este no es caso para que lo juzgue yo –dijo el Pa- chá tras haberle
escuchado–, sino el Juez Supremo de todos los casos de Pacotilla.
Así pues, la guardia se hizo cargo de los dos litigan- tes y los condujo hasta la
casa del juez.
El juez los escuchó con mucha atención, y no le quedó ninguna duda de que
hablaban completa- mente en serio. Luego dictó sentencia.
–Es evidente que el peregrino está en su derecho –le dijo al zapatero–, así que
debes liquidar la deuda que tienes con él por los tres días que ha dado de
comer a tu canario. Pero hay algo en tu contra –aña- dió al tiempo que se
volvía hacia el triunfante pere- grino–. Durante tres días este zapatero se ha
queda- do sin el canto de su pájaro, y debes resarcirle. Por tanto, te condeno a
pasar tres días dentro de una jaula en el taller del zapatero y a cantar para él
tan bien como lo hace su pájaro.
Entonces llamó a sus guardias, como si tuviera que decirles algo importante,
dejando al peregrino sin vi- gilancia. Y no hace falta decir que, cuando
miraron, el peregrino había desaparecido; y ya nunca volvió a molestar a
nadie en Tánger.
Responde.
¿Qué animal te gustaría tener en tu casa? Explica por qué has elegido ese
animal.
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