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Hay Un Rey - BS - Digital 2024
Hay Un Rey - BS - Digital 2024
Hay Un Rey - BS - Digital 2024
HAY UN REY
Cómo experimentar Sus riquezas
© Bernardo Stamateas
ISBN: 978-987-8463-72-8
Depósito legal ley 11.723
©Presencia Ediciones
José Bonifacio 332, Caballito, Buenos Aires, Argentina.
Tél.: (+54 11) 4924-1690
www.presenciadedios.com
Capítulo 1
Hay un Rey 4
Capítulo 2
No más ansiedad 21
Capítulo 3
Vida y paz 40
Capítulo 4
Vivir elevados 54
Capítulo 5
Dios me hizo olvidar 67
Capítulo 6
Siempre habrá cosecha 83
Capítulo 7
Su bendición es nuestra bendición 99
Capítulo 8
El secreto es morir 117
Capítulo 9
El trato de Dios 131
Capítulo 10
Todas las cosas ayudan a bien 147
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C a p í t u l o 1
Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
Pablo dijo: “Me hice de todo a todos”. ¿Qué quiere decir eso?
Que él era como el camaleón: no discutía por opiniones,
no le interesaba pelear por nada. Cuando entramos en el
Reino, ya no exigimos nuestros derechos, no batallamos o
defendemos lo nuestro con nuestra fuerza. Eso ha muerto,
porque nuestras fuerzas naturales han desaparecido y
ahora somos dóciles. Y, cuando somos dóciles, el Señor co-
mienza a darnos la tierra por heredad.
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
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Hay un Rey
Las recompensas
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Hay un Rey
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C a p í t u l o 2
No más ansiedad
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Hay un Rey
• La sal
En la antigüedad, como no había heladeras, la sal se utili-
zaba para preservar la carne y detener el proceso de putre-
facción, de corrupción. La sal representa la palabra de auto-
ridad que está en nuestra boca. Nosotros, como creyentes,
somos llamados a soltar la palabra de autoridad en la Tierra,
que Dios nos ha dado para enfrentar y detener lo que está
podrido en el mundo, lo que está en descomposición moral,
emocional y espiritual, para que no llegue a nuestra vida,
para que no avance, para que no aumente. Si no usamos esta
autoridad, si no abrimos la boca y damos la orden cuando
Dios nos dice que lo hagamos, perdemos nuestro propósito
como cristianos y nos volvemos inútiles en el Reino.
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No más ansiedad
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Hay un Rey
• La luz
Somos la luz del mundo. Así como la sal sirve para salar,
la luz sirve para iluminar la oscuridad. Nosotros debemos
llevar la luz de Cristo a un mundo lleno de tinieblas. Así
como la sal es Cristo-palabra de autoridad, que sirve para
mover, desarraigar, calmar o enmudecer, la luz es Cris-
to-palabra como carga, y sirve para iluminar, para guiar,
para avanzar y crecer. Hay momentos en los que Dios nos
da la orden de hablarle al problema, y hay momentos en los
que llega la luz, que es la carga. ¿Por qué llamamos “carga”
a una palabra de Dios? Porque carga la gloria de Dios. La
palabra que el Señor pone en nuestro espíritu es como una
luz que nos guía a nosotros y también a los demás.
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No más ansiedad
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Hay un Rey
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No más ansiedad
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Hay un Rey
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No más ansiedad
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Hay un Rey
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No más ansiedad
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Hay un Rey
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No más ansiedad
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Hay un Rey
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No más ansiedad
Parte práctica
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Hay un Rey
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No más ansiedad
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Hay un Rey
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No más ansiedad
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C a p í t u l o 3
VIDA Y PAZ
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Vida y Paz
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Hay un Rey
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Vida y Paz
• Mateo 5:33-37: “Además habéis oído que fue dicho a los anti-
guos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.
Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo,
porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el es-
trado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran
Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco
o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no;
porque lo que es más de esto, de mal procede”.
Frente a este mandamiento, los religiosos habían inventado
una regla insólita: si juraban por Dios, por el templo, por sus
hijos, tenían que cumplir el juramento; pero, si decían: “Te
lo juro por Andrés” o “Te lo juro por tu madre”, por ejemplo,
podían tergiversar la verdad. Es por eso que Jesús les in-
dicó: “Si juran por el Cielo o por el templo, están jurando
por Dios. Así que no juren por nada; cuando hablen, que su
sí sea sí y su no sea no”.
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Hay un Rey
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Vida y Paz
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Hay un Rey
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Vida y Paz
El termómetro
Vida y paz, ese es el termómetro. Si estás haciendo algo y
tocas irritabilidad, cansancio, enojo, agotamiento, estrés,
síntomas físicos o ansiedad, es porque estás usando tus
fuerzas del alma. Tu problema no es el pecado ni la tarea
que estás ejecutando, sino tus fuerzas. El problema nunca
es la labor, sino nuestras fuerzas, porque ellas se irritan, se
agotan, se cansan, se estresan, se enferman. ¿Sueles estar
en el alma todo el día? ¿Y cómo haces para vivir con vida y
paz? No hay manera. ¡Bienvenido al Reino! Pero lo que es
imposible para el hombre es posible para Dios.
¿Recuerdas la escena en la que Jesús multiplicó los panes? El
Señor hizo que la gente se sentara en grupos de cincuenta y
de cien personas. ¿Por qué habrá elegido ese momento para
hacerlo? Si estás sentado, no puedes moverte, no puedes co-
rrer. Entonces, cuando tú no puedes hacer nada, estás listo
para que el pan multiplicado llegue a tus manos, ya que lo
que es imposible para el hombre es posible para Dios.
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Hay un Rey
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Vida y Paz
No te enfoques en el resultado,
asegúrate de estar en el espíritu.
Parte práctica
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Hay un Rey
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Vida y Paz
Dios siempre tiene una carga, una palabra, para darte. ¡No
hagas nada sin recibir esa carga!
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Hay un Rey
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Vida y Paz
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C a p í t u l o 4
Vivir elevados
Mateo 5:38-41: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente
por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a
cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también
la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, dé-
jale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga
por una milla, ve con él dos”.
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Vivir elevados
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Hay un Rey
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Vivir elevados
A los hijos del Reino, nada nos afecta. Quizás pienses: “Eso
es imposible”. Para la vieja naturaleza es imposible, pero
en el Reino todo lo hace Cristo, y para Él no hay nada impo-
sible. Pero vamos más profundo…
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Hay un Rey
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Vivir elevados
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Hay un Rey
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Vivir elevados
Parte práctica
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Hay un Rey
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Vivir elevados
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Hay un Rey
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Vivir elevados
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Hay un Rey
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C a p í t u l o 5
Dios me hizo
olvidar
El dar
Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta de-
lante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y
en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto
os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú
des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
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Hay un Rey
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Dios me hizo olvidar
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Hay un Rey
La oración
Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos
aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas
de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os
digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores,
entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Pa-
dre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto
te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas
repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su
palabrería serán oídos.
—Mateo 6:5-7
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Dios me hizo olvidar
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Hay un Rey
El ayuno
Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas;
porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los
hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su
recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y
lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas,
sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público.
—Mateo 6:16-18
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Dios me hizo olvidar
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Hay un Rey
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Dios me hizo olvidar
Parte práctica
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Hay un Rey
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Dios me hizo olvidar
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Hay un Rey
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Dios me hizo olvidar
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Hay un Rey
José tenía vida y paz porque, cuando el Señor nos hace ol-
vidar, limpia esas voces y, en el lugar del dolor, pone guía,
fuerza, alegría, poder y tranquilidad; porque pone a Cristo,
y Él es vida y paz.
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Dios me hizo olvidar
¿Cómo hizo Dios para que José olvidara? ¿Le provocó una
amnesia? No, fue un olvido espiritual. En el olvido espiri-
tual, el recuerdo no aparece, ya no te aferras más a esas voces
internas, no las retienes. Ese dolor, ese abuso, ese trauma, ese
comentario desapareció, salió de ti por el poder del Altar. ¿Y
cuándo el Señor le hizo olvidar a José? Cuando el Señor le
dio a Manasés, a “Dios me hizo olvidar”. Analicemos nueva-
mente el pasaje de Génesis:
Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extre-
mo, hasta no poderse contar, porque no tenía número. Y
nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer año
del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera
sacerdote de On. Y llamó José el nombre del primogéni-
to, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi
trabajo, y toda la casa de mi padre. Y llamó el nombre del
segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en
la tierra de mi aflicción.
—Génesis 41:49-52
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Hay un Rey
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C a p í t u l o 6
Siempre habrá
cosecha
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Hay un Rey
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Siempre habrá cosecha
El apóstol Pablo afirma que hay gente que todo lo que hace
y dice es siembra para la carne, para el yo, y así alimenta la
vieja naturaleza. Por eso, escribió este versículo poderoso:
[…] sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para
los deseos de la carne.
—Romanos 13:14
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Hay un Rey
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Siempre habrá cosecha
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Hay un Rey
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Siempre habrá cosecha
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Hay un Rey
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Siempre habrá cosecha
La cosecha
Hay tres niveles de cosecha: la primicia, la cosecha y los
sobrantes. Analicemos cada nivel:
• La primicia
La primicia es un anticipo, un manojito, un poquito que te
anuncia que viene algo grande detrás. Por eso, celebra cada
pequeña victoria, cada pequeño logro. Los doce espías que
exploraron la Tierra Prometida trajeron un racimo de uvas.
Esas uvas eran la primicia, porque detrás de ellas había una
tierra de la que fluía leche y miel. Cada pequeño avance es
un indicio de que hay algo mucho más grande preparado
para ti. ¡Celebra las pequeñas victorias como un anticipo de
lo que está por venir!
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Hay un Rey
• La cosecha
El segundo nivel, la cosecha, es lo mismo que vino con la
primicia, pero al 100%, de manera completa, perfecta. Dios
te da las primicias, pero luego te dará la cosecha completa.
Observarás Su obra y declararás: “Esto quedó perfecto. Es
justo lo que estaba necesitando, no le falta ni le sobra nada”.
Alza tus ojos y mira, porque la cosecha está lista. No ores
por la cosecha, ora por gente que vaya a tomarla, porque
está lista.
• Los sobrantes
El tercer nivel son los sobrantes. En la antigüedad, después
de que la cosecha se levantaba, quedaban en las esquinas
los frutos verdes que no habían madurado. A esos frutos
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Siempre habrá cosecha
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Hay un Rey
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Siempre habrá cosecha
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Hay un Rey
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Siempre habrá cosecha
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Hay un Rey
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C a p í t u l o 7
Su bendición es
nuestra bendición
Aquí Jesús nos enseña que “lo mayor” gobierna “lo menor”.
¿Qué es mayor: la vida o el alimento? La vida es mayor que el
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
Así como hay una soberanía terrenal, también hay una so-
beranía celestial, espiritual; así como existe un reino de la
naturaleza que tiene sus leyes, hay un reino invisible que la
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
Escucharlo a Él
Analicemos ahora el caso del apóstol Pedro. Jesús les pre-
guntó a los discípulos: “¿Quién dice la gente que soy?”.
Ellos respondieron: “El Bautista, Elías, uno de los profetas”.
Jesús se dirigió a Pedro y dijo: “Y tú, Pedro, ¿quién dices que
soy?”. Pedro le contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente” (Mateo 16). “Bien, Pedro. Eso te lo dijo Mi Padre”,
respondió Jesús. ¡Fabuloso! ¡Perfecto!
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
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Hay un Rey
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Su bendición es nuestra bendición
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Hay un Rey
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C a p í t u l o 8
El secreto es morir
Ni positivo ni negativo
Como vimos en el capítulo anterior, pasamos gran parte de
nuestra vida reaccionando: cuando alguien conduce lenta-
mente y nosotros queremos adelantarnos, cuando alguien
cruza mal la calle o cuando la persona delante de nosotros
camina despacio. En resumen, nuestra vida se reduce a una
sucesión de reacciones. Ahora bien, existen diferentes tipos
de reacciones. Veamos:
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Hay un Rey
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El secreto es morir
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Hay un Rey
Partir y repartir
Dios tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo repartió. Es decir,
Él bendice, parte y reparte.
Dios llamó a Moisés, lo bendijo, lo partió al mandarlo a la
montaña y lo repartió para liberar al pueblo.
Dios tomó a José, lo bendijo (le dio la túnica), lo partió (lo
mandó a la cárcel) y lo repartió. Partir y repartir.
Dios no podrá llevarnos a un aumento si primero no somos
partidos, si no morimos a lo nuestro, a todas nuestras reac-
ciones (las buenas y las malas), porque en el Reino no hay ni
positivo ni negativo, ni bueno ni malo. Cuanto más muere
lo nuestro, más surge lo de Cristo, y en el Reino, el que go-
bierna es Cristo.
¿Por qué vivimos una vida de sube y baja? Porque nos falta
Altar, nos falta morir. Es tiempo de hacer un altar exhaus-
tivo, de sentarnos un día a solas con el Señor, sin celular,
durante una o dos horas, muriendo a todo. Y allí decirle:
“Señor, muéstrame a qué debo morir”, y morir a cada situa-
ción que venga a tu mente. Permanece en el Altar todo el
tiempo que sea necesario, no salgas de ahí hasta que quedes
limpio. Deja que Dios te vaya mostrando para que Él le dé
fin a todo y, entonces, estés “al día”. De esta manera, cuando
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El secreto es morir
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Hay un Rey
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El secreto es morir
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Hay un Rey
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El secreto es morir
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Hay un Rey
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El secreto es morir
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Hay un Rey
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El secreto es morir
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C a p í t u l o 9
El trato de Dios
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El trato de Dios
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Hay un Rey
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El trato de Dios
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Hay un Rey
• Resistirnos
Algunos se resisten, se enojan, se vuelven tercos. “No voy a
asistir a la iglesia, no me voy a congregar”, aseguran. Y Dios
dice: “Está bien”. Cuando nos volvemos tercos, cuando re-
doblamos la apuesta o nos enojamos con la gente, es porque
no vemos que Dios está detrás de todo. Creemos que fue
nuestra expareja, nuestro cónyuge o nuestro suegro quien
causó todo ese dolor. Pero no, estaba en las manos de Dios,
que nos estaba derribando. Pero nos enojamos, redoblamos
la apuesta y publicamos nuestra queja en las redes sociales,
la hacemos pública. ¿Y sabes qué hace Dios en esos casos?
Extiende la prueba, la hace más larga, más profunda, como
el dolor de muelas que aguantamos durante el día, pero que
empeora por la noche. El Señor extiende, repite, prolonga
la disciplina. Necesitamos recordar que a la disciplina no
la podemos evitar, pero sí podemos acortarla. A Moisés le
duró cuarenta años. ¡Cuarenta años estuvo Dios trabajando
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El trato de Dios
• Huir
La segunda opción que tenemos es escapar. Si tenemos
gente complicada alrededor, nos vamos, renunciamos, nos
separamos. “Listo, ya no aguanto más aquí, me cambio de
iglesia”, afirmamos. Y Dios dice: “Ajá, te estás escapando”.
Cuando llegamos a la nueva iglesia, oran por nosotros y
entramos en una luna de miel espiritual, pero Dios nos ad-
vierte: “No sabes lo que te preparé”. Un día, empezamos a
tener nuevos problemas con todos en la iglesia. Entonces,
¿qué hacen algunas personas? Se van. Dios dice: “Ah, ¿si-
gues escapando? Te voy a preparar una prueba más di-
fícil”. Y así comienza una semana horrible, un mes de su-
frimiento. Observa que, cuando a la sunamita se le murió el
hijo, ella fue a buscar al profeta. Le preguntaron: “¿Está todo
bien?”, y ella respondió: “Sí, todo bien”. Podría haber dicho:
“No, está todo mal. El hijo que Dios me dio se me murió. No
comprendo nada de lo que está pasando. ¡Esto es injusto!”,
pero ella no se quejó y fue a buscar al Señor. ¿Qué debemos
hacer frente a la disciplina del Señor? Ni redoblar la apuesta
ni escapar. Observa este pasaje:
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Hay un Rey
• Rendirnos
1 Pedro 5:6: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios,
para que él os exalte cuando fuere tiempo […]”.
La “poderosa mano de Dios” hace referencia a Su disci-
plina. Humíllate, porque vienen tiempos en los que Cristo
va a aumentar en ti. Saldrás en victoria, pero humíllate
porque, cuando lo hagas, la prueba terminará.
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El trato de Dios
El quebrantamiento
Hay dos tipos de quebrantamiento. Analicemos cada uno:
1. Quebrantamiento corto
Se experimenta cuando Dios nos da una palabra, una en-
señanza que lleva luz a nuestra vida, y esa palabra nos
quiebra, nos quebranta, nos lleva a decir: “Sí, Señor, me
rindo”. Un ejemplo de esto es el encuentro de Pablo en el ca-
mino a Damasco. ¿Cuánto tardó Pablo en quebrantarse? Un
minuto. Pablo iba caminando cuando vino la luz. “¿Quién
eres?”, preguntó, y Jesús le respondió: “Soy Yo, al que tú
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Hay un Rey
2. Quebrantamiento largo
En el quebrantamiento largo, Dios nos va derribando poco
a poco, a lo largo del tiempo. A través de diversas circuns-
tancias y personas que utiliza, el Señor va derribándonos
gradualmente. ¿Por qué Dios no hace la obra? ¿Por qué Dios
no convierte a esa persona? ¿Por qué Dios no sana? ¿Por qué
Dios no lo hace? A veces nos preguntamos por qué Dios
no actúa de inmediato en ciertas situaciones difíciles, pero
es parte de Su proceso de derribo para forjar a Cristo en
nosotros. Watchman Nee dice que la vida humana son co-
lumnas; en el centro de la casa, en medio de todas las co-
lumnas, está el yo. A veces, Dios derriba una columna y
toda la casa se cae. En ese momento, tocamos fondo; final-
mente, somos quebrantados y decimos: “Señor, me rindo”.
Es entonces cuando Dios declara: “La prueba terminó.
Ahora Cristo crecerá en ti”.
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El trato de Dios
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Hay un Rey
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El trato de Dios
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El trato de Dios
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Todas las cosas ayudan a bien
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Todas las cosas ayudan a bien
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Todas las cosas ayudan a bien
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Todas las cosas ayudan a bien
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Hay un Rey
Rendidos a Él
Lo que explica Pablo aquí es que, si no tenemos una expe-
riencia con el Altar, con dar la orden, con humillarnos, con
rendirnos, todo lo que hablemos no va a funcionar. A Pablo
lo estaban buscando para matarlo, pero él se rindió, murió
y, cuando lo hizo, vino Cristo-consuelo y lo confortó.
[…] el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones,
para que podamos también nosotros consolar a los que
están en cualquier tribulación, por medio de la consola-
ción con que nosotros somos consolados por Dios.
—2 Corintios 1:4
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Todas las cosas ayudan a bien
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Hay un Rey
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Todas las cosas ayudan a bien
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Hay un Rey
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A lo largo de esta serie, he consultado a innume-
rables autores. Fundamentalmente, he tomado
algunas de sus ideas. Ellos se merecen el recono-
cimiento y la honra por la luz que el Señor les dio
para iluminarnos a todos nosotros. Todos ellos
han bendecido mi vida, y hoy quiero compartirlo
con todos. Entre algunos de ellos, menciono a: Wat-
chman Nee, J. P. Lewis, Campbell Morgan, Witness
Lee, Madame Guyon, J. Phillips, A.B. Simpson, J.
Piper, Tony Evans, Hudson Taylor, Andrew Murray
y Charles Spurgeon.
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