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Hendriksen Corintios 1 y 2

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d.

Los impíos perderán


6:9–11

Después de hablar del problema de las demandas judiciales y su efecto devastador sobre la
comunidad cristian4. Inmoralidad
6:12–20

Después de amonestar a los corintios sobre los litigios que tenían entre ellos, Pablo vuelve al tema
de la inmoralidad. En el capítulo anterior dio instrucciones acerca de un caso de incesto. Ahora
discute principios generales respecto de la inmoralidad sexual.

a. Permisividad
6:12–14

12. «Todas las cosas me son permitidas», pero no todas las cosas me son provechosas; «todas las
cosas me son permitidas», pero no me dejaré dominar por ninguna cosa.

En los versículos 12 y 13a, Pablo cita dos lemas que tenían los corintios. También los corrige: «pero
no todas las cosas me son provechosas».

Lema Respuesta

Todas las cosas me son permitidas pero no todas las cosas me son provechosas

Todas las cosas me son permitidas pero no me dejaré dominar por ninguna cosa

La comida es para el estómago y el estómago pero Dios los destruirá a ambos


para la comida

Comentemos ahora cada uno de estos lemas y sus respuestas:

a. «Todas las cosas me son permitidas». Este lema aparece cuatro veces en la primera carta de
Pablo a los corintios (6:12bis., 10:23bis.). No es de gran importancia saber de dónde vino el lema.
No sabemos si fue Pablo quien les aplicó este refrán o si el lema vino de los filósofos griegos o del
gnosticismo incipiente. Lo que importa es que algunos de los miembros de la congregación de
Corinto usaron el lema como una excusa para promover su propia versión de la libertad cristiana.

Estos libre-pensadores creían que podían hacer lo que se les antojara. La forma en que aplicaban el
lema todas las cosas me son permitidas salía de los límites de una conducta cristiana aceptable. En
lugar de vivir como creyentes perdonados, santos y justos, se entregaban a pecados sociales y
sexuales. En lugar de someterse al señorío de Cristo, aprobaban el pecado en el nombre de la
libertad que habían recibido en Cristo. En vez de servir al Señor y al prójimo en un amor
verdaderamente cristiano (Mt. 22:37–40), se servían a sí mismos.
Uno de los dichos breves de Martín Lutero nos ayuda a comprender el entendimiento torcido que
los corintios tenían de la libertad cristiana. Lutero dice: «El cristiano es perfectamente libre y señor
de todo, sin estar sujeto a nadie. Un cristiano es perfectamente servicial y siervo de todos, sujeto a
todos».

b. «Pero no todas las cosas me son provechosas» (cf. Eclesiástico 37:27, 28). Al parecer algunos
libre-pensadores de la iglesia de Corinto aplicaban las palabras todas las cosas a todo, incluyendo
la inmoralidad sexual. Pero Pablo rechaza la idea de que la expresión debe entenderse como
incluyendo al pecado. Los mandamientos de Dios delimitan claros parámetros para una conducta
correcta. Aunque Pablo concuerda con el lema, lo limita por medio de una afirmación adversativa:
«Pero no todas las cosas me son provechosas». En esta afirmación omite el referente, es decir, no
agrega algo como: «para mí», «para vosotros», sino que deja el asunto abierto. El punto es que
nuestra conducta, sea buena o mala, siempre afecta a la gente con la que tratamos. No tenemos el
derecho de hacer lo que nos antoje sin tomar en cuenta el daño que nuestra conducta puede
hacerle al prójimo. El egoísmo va en contra del mandamiento de amar al prójimo como a nosotros
mismos. Por consiguiente, Pablo añade: «Pero no todas las cosas me son provechosas».

c. «‘Todas las cosas me son permitidas’, pero no me dejaré dominar por ninguna cosa». Pablo
vuelve a citar el lema que circulaba en la comunidad cristiana de Corinto, para volver a limitar su
aplicación e impacto. La expresión todas las cosas tiene su contraparte en ninguna cosa.

¿Qué trata Pablo de comunicar con este rechazo? Primero, el griego contiene un juego de palabras.
Cuando dice que todas las cosas le están permitidas quiere decir que tiene autoridad para hacer lo
que quiera. Tener autoridad es enseñorearse de algo o alguien. Pero después añade que él no
dejará que nada ni nadie tenga autoridad sobre él. Segundo, Pablo se aplica el lema a sí mismo
usando la primera persona singular. Hace esto con frecuencia para dar el ejemplo y para orientar a
los lectores que enfrentan problemas morales y sociales. Tercero, al identificarse con estos
problemas, hace notar que él ya no posee lo que lo posee a él.

Dios nos ha dado apetitos naturales que la libertad cristiana nos permite satisfacer. Por ejemplo,
estamos limitados por las leyes naturales y morales: no debe abusarse de la comida y la bebida, el
sexo debe mantenerse dentro del marco del matrimonio. Pero si una persona cede al pecado, se
convierte en su esclavo y el pecado en su amo (cf. Gn. 4:7; Ro. 6:16). Una persona puede ejercer su
libertad cristiana libremente, siempre y cuando lo haga en comunión con Dios.

13. «La comida es para el estómago y el estómago para la comida», pero Dios los destruirá a
ambos. El cuerpo no es para la inmoralidad, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo.

a. «‘La comida es para el estómago y el estómago para la comida’». Después de citar un lema
general («todas las cosas me son permitidas»), Pablo cita ahora un proverbio específico que tiene
que ver con la comida y el estómago. Quien haya sido el que compuso este proverbio, le dio fuerza
revirtiendo el orden de los dos sustantivos de la segunda mitad. Por eso, el público con ganas
aceptaba este lema. Pero aunque Pablo acepta la verdad encerrada en el proverbio, le añade un
comentario similar al del versículo anterior (v. 12).

Dios ha creado un mundo que produce una variedad de alimentos para nuestro sostén. Si no se
desperdician, los alimentos terminan en el estómago de quien los come. A su vez, el estómago
recibe la comida para provecho del que lo consume. Así es como Dios diseñó su creación. Pero el
Señor también ha puesto límites. Los alimentos son perecibles y el ser humano se pone viejo.
Ambos pasan. Tanto la comida como el estómago son cosas pasajeras, no permanecen en el
tiempo.

b. «Pero Dios los destruirá a ambos». Pablo apunta aquí al carácter temporal de la comida y el
estómago. Para resaltar su naturaleza pasajera, afirma que Dios los destruirá. En el presente
contexto Pablo no elabora el tema de la comida ofrecida a los ídolos, ni la libertad cristiana ni el
comer y beber para la gloria de Dios. En otros lugares apuntará a esos temas (8; 10:23–33).

c. «El cuerpo no es para la inmoralidad, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo». El
mensaje de Pablo es que los corintios no deben identificar el apetito sexual con el deseo de comer
y beber. J.B. Lightfoot hace notar que los corintios confundían la prohibición de dos categorías
diferentes: «la comida y la bebida, por un lado; los pecados sexuales, por el otro». La comida y la
bebida deben consumirse con moderación, pero su consumo como tal no es un asunto moral, ya
que cualquier persona con sentido común santificado querrá mantenerse saludable. Pero el
mandamiento de Dios de huir de la fornicación y el adulterio conecta la sexualidad con la moral.

Dios creó al cuerpo humano, no para el placer pecaminoso, sino para la gloria de Dios. Dios formó
el cuerpo humano a su imagen y semejanza (Gn. 1:26), no para entregarlo a la inmoralidad sexual.
El concilio de Jerusalén sabía que los gentiles aceptaban la inmoralidad sexual. Esto los llevó a
darles el mandamiento: «que os abstengáis … de fornicación» (Hch. 15:29, RV). Los corintios que
hacían alarde de su libertad en Cristo creían que tenían libertad para la glotonería y la fornicación.
Lo cierto era que su inmoralidad sexual violaba los preceptos del concilio de Jerusalén y era una
trasgresión del Decálogo (Éx. 20:14; Dt. 5:18).

Dios creó el cuerpo humano para que le sirviera en su creación (Gn. 1:28). Instituyó el matrimonio
para que la raza humana se propagase y para el enriquecimiento de los cónyuges. Dios considera
que la fornicación usa el cuerpo en una manera totalmente contraria a sus planes (véase 1 Ts. 4:3–
5). Por tanto, Pablo hace notar que el cuerpo es para servir al Señor y que el Señor es para el
cuerpo.

Pablo le añade su propia enseñanza al lema de los corintios, para lo cual imita el ritmo y estilo del
lema:

La comida es para el estómago y el estómago para la comida.

El cuerpo … es para … el Señor, y el Señor es para el cuerpo.

Así como el estómago y la comida están hechos el uno para el otro, de la misma forma el cuerpo
humano y el Señor se sirven mutuamente. Sin embargo, el estómago y la comida son cosas
pasajeras, pero el cuerpo y el Señor tienen vida eterna por la resurrección. Con todo, el
paralelismo no debería presionarse a su conclusión lógica, porque ese no es el propósito de Pablo.

Nuestro cuerpo físico, creado por Dios pero manchado por el pecado, terminará en la tumba. Pero
Cristo lo redimió, así que resucitará tal como él mismo resucitó. El Señor reclama ese cuerpo para
sí, porque le pertenece (Ro. 14:8).

14. Dios no sólo resucitó al Señor, sino que nos resucitará a nosotros por su poder.
Si bien es cierto que Dios destruye la comida y el estómago, también lo es que restaurará nuestro
cuerpo el día de la resurrección, como lo hizo con Cristo. Pero hay una diferencia entre el tiempo y
tipo de resurrección que tuvo Cristo y la nuestra. Cristo es las primicias, nosotros venimos después
(15:15, 20). Él es el autor de nuestra salvación, nosotros su familia (Heb. 2:10, 11). Pero al
momento, Pablo no se detiene en esta diferencia.

En el mundo gentil del tiempo de Pablo, los filósofos griegos consideraban el cuerpo humano como
algo sin valor, mientras que tenían al alma como lo más importante. Es por esto que Pablo retoma
la doctrina de la resurrección en el capítulo 15, subrayando la importancia del cuerpo humano.
Pero en el presente contexto, sólo se preocupa del hecho de que Dios resucitó a Cristo de los
muertos, asegurándonos que también resucitará nuestros cuerpos con su poder. La idea es que así
como Cristo fue resucitado físicamente, nosotros también. Hay que observar que Pablo se
involucra en el asunto al usar el pronombre de primera persona plural nos, incluyéndose a sí
mismo.

Aunque al morir queden en la tumba, nuestros cuerpos físicos son valiosos para Dios (cf. Sal.
116:15). Los tiene en alta estima y los resucitará con su poder (refiérase a Ro. 8:11; 2 Co. 4:14;
13:4). El poder de Dios llegó hasta el cuerpo de Cristo en la tumba, y ese mismo poder vivificará
nuestros cuerpos en la tumba.

Palabras, frases y construcciones griegas en 6:12–141

a, Pablo amplia su discurso mencionando a los pecadores que están destituidos del reino de Dios.
El apóstol distingue entre los que pecan en forma deliberada y los corintios que han sido limpiados
del pecado. Al referirse a estos pecadores inmorales, vuelve a nombrar algunas categorías que ya
mencionó (véase 5:9–11).

9. ¿O acaso no sabéis que los impíos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis, los
inmorales, los idólatras, los adúlteros, los homosexuales, los sodomitas, 10. los ladrones, los
codiciosos, los borrachos, los soeces y los estafadores, ninguno de ellos heredará el reino de
Dios.

a. «¿O acaso no sabéis». Pablo continúa con la conjunción o, la cual sirve para conectar este pasaje
con los versículos precedentes (vv. 2 y 3) que tienen las mismas preguntas retóricas. ¿Conocen y
entienden los corintios las implicaciones espirituales de las demandas judiciales y de la vida en
pecado? La pregunta retórica que Pablo plantea, demanda una respuesta afirmativa.

b. «Los impíos no heredarán el reino de Dios». Pablo se pregunta si los corintios están al tanto de
algunos hechos básicos del reino de Dios.

Primero, ¿quiénes heredan el reino? Por cierto que no serán los impíos, cuya inmoralidad sexual y
otros pecados, los descalifican. Son gente que desea hacer el mal. A diferencias de los justos, están
inclinados a perjudicar a los demás, por lo que son distintos a los justos. Pablo no se refiere a

1 Simon J. Kistemaker, Comentario al Nuevo Testamento: 1 Corintios (Grand Rapids, MI: Libros
Desafío, 1998), 214–218.
quienes se dan cuenta de sus errores y se arrepienten. Más bien apunta a los que voluntariamente
continúan en sus pecados y se glorían de ellos.

Segundo, la palabra heredarán tiene relación con hijos e hijas que comparten una heredad en el
reino y que en este caso son hijos de Dios. Reciben la herencia, no por obras sino por gracia (véase
Ef. 2:8, 9). Pero a los pecadores no arrepentidos no se les aceptará en el reino.

Tercero, el verbo heredar quiere decir que no existe la posibilidad de que pecadores no
arrepentidos puedan alguna vez gozar de las bendiciones de Dios. El uso del tiempo futuro es
definitivo: nunca heredarán el reino.

Finalmente, el concepto de reino aparece repetidamente en los evangelios sinópticos,


especialmente en Mateo. Sin embargo, en 1 Corintios, Pablo sólo menciona el concepto cinco
veces (4:20; 6:9, 10; 15:24, 50). A excepción de 4:20, todos estos usos se refieren a las bendiciones
futuras del reino venidero.

c. «No os engañéis, los inmorales, los idólatras, los adúlteros, los homosexuales, los sodomitas».
Pablo vuelve a exhortar a los destinatarios a que no se engañen (véase 3:18). Deberían estar muy
concientes de la sociedad corrupta en la que viven. Al mencionar pecados sexuales, primero
menciona los fornicarios (véase el comentario a 5:9, 10, 11). Usa el término para apuntar a las
relaciones sexuales entre solteros o entre una persona casada y una soltera. Pablo reafirma la
doctrina de Jesús, a saber, que la inmoralidad sexual mancha a la persona (véase el v. 11; Mt.
15:19, 20).

Nótese que Pablo pone a los idólatras entre los inmorales y los adúlteros. Pareciera un poco fuera
de lugar colocar a los idólatras en esta lista de pecados sexuales. Pero en el mundo gentil, la
idolatría con frecuencia era una fuente de perversión sexual (véase Ro. 1:18–32).

Las tres categorías siguientes son: adúlteros, homosexuales y sodomitas. La primera expresión
griega, moichoi (adúlteros), se refiere al pecado sexual cometido por una persona casada con
alguien casado o soltero. Este pecado rompe el lazo matrimonial. La siguiente palabra griega
malakoi (homosexuales) tiene que ver con «hombres y niños que permiten ser abusados
sexualmente». La palabra connota sumisión y pasividad. Por contraste, el tercer término
arkenokoitai (sodomitas), señala a hombres que practican la homosexualidad (1 Ti. 1:10). Son
agentes activos en su búsqueda. La prosa, la cerámica y la escultura griega y latina demuestran que
los hombres del primer siglo estaban muy preocupados de las prácticas sexuales. Estos hombres se
revolcaban en su pecado homosexual y competían aun con la gente de sodoma (Gn. 19:1–10;
véase también Lv. 18:22; 20:13).

d. «Los ladrones, los codiciosos, los borrachos, los soeces y los estafadores». Pablo deja los
pecados sexuales, para concentrarse en aquellos que tienen que ver con los bienes materiales, el
abuso físico y verbal, y el robo. Parece reproducir el Decálogo, aunque no los menciona en el orden
en que aparecen en los Diez Mandamientos. A excepción de la categoría de ladrones, la lista sólo
repite lo que ya se mencionó en otro pasaje (5:10, 11).

e. «Ninguno de ellos heredará el reino de Dios». Pablo repite esta solemne afirmación (v. 9) para
subrayar lo grave que son los pecados que ha mencionado. No está diciendo que el que haya
cometido alguna vez uno de estos pecados jamás heredará el reino de Dios. Lo que afirma es que
aquel que persiste en practicar estos vicios será excluido del reino. Pero cuando un pecador
demuestra arrepentimiento genuino y entrega su vida a Cristo y cree en Cristo, es perdonado,
limpiado del pecado, liberado de la culpa, es santificado y declarado justo. Los corintios podían
entender bien lo que Pablo decía sobre el pecado, pues algunos de ellos habían dejado la vida de
pecados sociales y sexuales que llevaban.

11. Y esto erais algunos de vosotros. Pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis
justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

Notemos los siguientes puntos:

a. Inmundos. «Y esto erais algunos de vosotros». Jesús dijo que vino a llamar a los pecadores, no a
los justos, al arrepentimiento (Mr. 2:17; Lc. 5:32; 1 Ti. 1:15). Los publicanos y prostitutas eran los
pecadores del tiempo de Jesús; eran los parias de la sociedad. Jesús los llama al arrepentimiento y
después come y bebe con ellos en sus propias casas (Mt. 11:19).

Cuando Pablo visitó Corinto por primera vez, llevó el evangelio de salvación a algunos que habían
vivido en pecados sexuales y morales. En esta epístola, Pablo no habla de pecados en general, sino
que afirma que sólo algunos corintios vivieron una vida degenerada: «Y esto [=degenerados] erais
algunos de vosotros». Estaban inmundos por su forma de vida pecaminosa, pero por la predicación
del evangelio recibieron el don de la salvación, y ahora están limpios.

b. Limpios. «Pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis justificados». En el griego, Pablo usa
una conjunción adversativa intensiva delante de cada uno de los tres verbos. De esta forma
comunica que se ha producido un tremendo cambio espiritual. Contrasta la pecaminosa vida
pasada de los corintios con la nueva vida que ahora tienen en Cristo. No sólo eso, sino que cada
verbo de este versículo está en la segunda persona plural. Pablo desea ser claramente personal en
lo que dice.

«Pero fuisteis lavados». La limpieza es total y completa. Cuando Dios perdona a un pecador
arrepentido, borra completamente todo su prontuario de culpa. El verbo lavados, al igual que los
otros dos (santificados y justificados), está en la voz pasiva. El verbo griego que aquí tradujimos
lavados sólo aparece dos veces en el Nuevo Testamento, la otra ocasión está en Hechos 22:16.
Aunque el lavamiento de los pecados se conecta con el bautismo, aquí Pablo se abstiene de usar el
verbo bautizar, porque desea hacer hincapié en los efectos del bautismo. Hechos cuenta la
experiencia de conversión que Pablo tuvo, cuando Ananías le dijo que se bautizara y lavara sus
pecados (Hch. 9:17, 18). Pablo subraya la acción por la que uno es limpiado del pecado y da la
impresión de que deberíamos entender este acto figuradamente. Así como Pablo experimentó el
lavamiento del pecado de haber perseguido a la iglesia de Cristo, así los corintios fueron lavados de
los pecados de su vida anterior.

«Fuisteis santificados». Al principio de la carta, Pablo les dijo a los corintios que eran santos en
Cristo Jesús (1:2). Ahora les recuerda que han sido santificados. El Nuevo Testamento enseña que
todo el que cree en Jesús está santificado en él (Jn. 17:19; Hch. 20:32; 26:18). La santificación
significa que el creyente ha entrado en comunión con Dios (véase 1:9).

«Fuisteis justificados». Hace algunos siglos, los teólogos protestantes discutían si la santificación
precedía a la justificación, pues en otro texto de esta epístola Pablo coloca la justificación antes de
la santidad (1:30). La justificación es un acto declarativo de Dios por el cual declara justo al
creyente en Cristo. Este acto se coordina con el otro acto de Dios por el cual santifica al creyente.
Los tres verbos de este texto (lavados, santificados, justificados) están gramaticalmente
relacionados. En el griego están en aoristo, lo cual describe una sola acción instantánea. Pablo
afirma que en cierto momento Dios declaró a los corintios santos y justos. En este contexto no se
detiene a explicar la distinción entre santificación y justificación, sino que escribe un discurso en
contra de la injusticia.32

c. Gracia. «En el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios». La última parte de
este versículo revela un trinitarismo implícito, pues Pablo menciona a Jesucristo, al Espíritu y a
Dios. Con todo, no debemos presionar mucho esta observación porque en este texto Pablo no usa
en forma explícita la fórmula bautismal trinitaria de la gran comisión (Mt. 28:19). No obstante, hay
que reconocer que la frase en nombre de aparece a veces en relación con el bautismo (p. ej., Hch.
2:38; 8:16; 19:5).

La última parte del versículo debe conectarse con cada uno de los verbos precedentes (lavados,
santificados, justificados). La preposición en ocurre dos veces, se aplica a los tres verbos y debe
entenderse en el sentido de «en relación a». Consideremos ahora cómo estos tres verbos se
relacionan con el Señor Jesucristo y el Espíritu de Dios.

Primero, el lavamiento de los pecados es resultado del bautismo. Los creyentes son bautizados en
el nombre de Jesucristo y en el poder del Espíritu (p. ej., Mt. 3:11; Jn. 1:33; Hch. 10:48). Pablo usa
el nombre completo de «Señor Jesucristo», pero para referirse al Espíritu no usa la frase «Espíritu
Santo», sino que escribe «Espíritu de Dios», lo que es más común en Pablo, especialmente en esta
epístola (2:11, 12, 14; 3:16; 7:40; 13:3).

Segundo, la santificación de los creyentes se basa en la obra redentora del Señor Jesucristo y se
sostiene por el poder del Espíritu Santo. De la misma forma, la justificación tiene su fundamento
en la obra expiatoria de Jesús y se convierte en una realidad para el creyente a través del
testimonio poderoso del Espíritu.

Finalmente, sólo en este versículo se conecta la justificación del creyente con el poder del Espíritu.
Y aunque en el himno cristiano primitivo de 1 Timoteo 3:16 Cristo aparece como vindicado en el
Espíritu, jamás encontramos otro texto de la Escritura que involucre al Espíritu en la justificación
del creyente. Sabemos que el Espíritu Santo toma parte en la santificación del creyente, pero la
justificación es un acto de Dios basado en la justicia de Cristo. Sólo en este texto se vincula al
Espíritu con la justificación del creyente.

Consideraciones prácticas en 6:11

En su gracia Dios ofrece perdonar a los pecadores que se arrepienten. Es un perdón arrollador y
tremendamente gratificante. Cuando la pecadora entró a la casa de Simón el fariseo, Jesús le dijo:
«tus pecados quedan perdonados … Tu fe te ha salvado … vete en paz» (Lc. 7:48, 50). A la mujer
adúltera le dijo: «vete, y no vuelvas a pecar» (Jn. 8:11). A uno de los criminales crucificado junto a
él, le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc. 23:43). A Pablo, el perseguidor
de la iglesia primitiva, lo llamó «instrumento escogido» (Hch. 9:15).
El Antiguo Testamento registra el asombroso relato en el que Dios extiende su gracia a Manasés,
rey de Judá. Manasés era hijo de Ezequías, quien amaba al Señor y le servía con fidelidad. Con
todo, Manasés hizo lo malo delante de Dios. Adoró a los baales, edificó altares para las estrellas del
cielo en los atrios del templo, sacrificó a su hijo, practicó la hechicería y la adivinación, colocó una
imagen labrada en el templo de Dios, descarrió al pueblo y derramó sangre inocente (2 R. 21:1–
9,16; 2 Cr. 33:1–9). Sin embargo, estando en el cautiverio, el rey se arrepintió. Dios no sólo lo
perdonó, sino que lo restauró como rey de Judá (2 Cr. 33:12, 13).

Cuando uno lee este relato, queda asombrado de la gracia perdonadora de Dios. Tratamos de
sondear las profundidades del amor y del perdón de Dios, y nos preguntamos si Dios perdonará
cualquier y todo pecado cometido en contra de él. ¿Perdonará Dios los pecados, que como dice
Pablo, nos excluyen del reino de Dios? La respuesta es afirmativa para todo pecador que
arrepentido confiese su pecado y clame por misericordia.

Jesús nos lo asegura, con sólo una excepción:

«A todos se les podrá perdonar todo pecado y toda blasfemia, pero la blasfemia contra el Espíritu
no se le perdonará a nadie. A cualquiera que pronuncie alguna palabra contra el Hijo del hombre
se le perdonará, pero el que hable contra el Espíritu Santo no tendrá perdón ni en este mundo ni
en el venidero» (Mt. 12:31, 32).

Palabras, frases y construcciones griegas en 6:11

ταὗτα—se usa el pronombre neutro plural, no para apuntar a cosas sino a la gente. Una palabra
más correcta habría sido τοιοὗτοι (=los tales), aunque el pronombre neutro plural es enfático y
directo.

ἀπελούσασθε—la mayoría de los traductores toman este aoristo indicativo, voz media de
ἀπολούω (=lavar) como pasivo. Los creyentes no pueden lavar sus propios pecados, sólo Cristo
Jesús los limpia. Sin embargo, algunos traductores presentan una traducción literal: «os
lavasteis».35 Interpretan la voz media en el sentido de que los candidatos al bautismo se
sometieron al bautismo.

ἐν—esta preposición a menudo se usa como si fuera εἰς. «Como se sabe bien, ἐν y εἰς son la misma
palabra. Por tanto, no se puede insistir en una distinción rígida entre ambas preposiciones».
12
«Todas las cosas me son permitidas», pero no todas las cosas me son provechosas; «todas las
cosas me son permitidas», pero no me dejaré dominar por ninguna cosa. 13 «La comida es para el
estómago y el estómago para la comida», pero Dios los destruirá a ambos. El cuerpo no es para la
inmoralidad, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. 14 Dios no sólo resucitó al Señor, sino
que nos resucitará a nosotros por su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de
Cristo? Pues bien, ¿tomaré a los miembros de Cristo y los haré miembros de una prostituta?
¡Jamás! 16 ¿O acaso no sabéis que el que se une a una prostituta es un cuerpo con ella? Porque
dice:

«Los dos serán una sola carne».


17
Pero el que se une al Señor un espíritu es con él.
18
Huid de la inmoralidad. Cualquier otro pecado que el hombre comete está fuera del cuerpo, pero
el inmoral peca contra su propio cuerpo. 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo que está dentro de vosotros, el cual tenéis de Dios? Vosotros no os pertenecéis a vosotros
mismos. 20 Fuisteis comprados por precio; así que, glorificad a Dios en vuestros cuerpos.

4. Inmoralidad2

2 Simon J. Kistemaker, Comentario al Nuevo Testamento: 1 Corintios (Grand Rapids, MI: Libros
Desafío, 1998), 208–214.

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