Trabajo Final Integrador - Rosales Juan Manuel
Trabajo Final Integrador - Rosales Juan Manuel
Trabajo Final Integrador - Rosales Juan Manuel
SUICIDIO: UNA
PROBLEMÁTICA DE
SALUD, HISTÓRICA,
SOCIAL Y CULTURAL
Introducción ....................................................................................... 2
Epidemiología .................................................................................... 3
Bibliografía....................................................................................... 20
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Introducción
El suicidio, es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el acto deliberado de
quitarse la vida. Es una problemática tan antigua como el tiempo, y las perspectivas del mismo han
ido variando a lo largo de la historia y de las culturas.
Tanto en la antigua Grecia como en Roma existía una actitud relajada frente al suicidio, así lo
describía Tito Livio, historiador romano nacido en el 57 a. C., donde quienes querían suicidarse
aplicaban su caso al Senado, y si sus razones eran suficientes, se les administraba cicuta libre de
culpa. Esto estaba prohibido en tres casos: aquellos acusados de delitos capitales, soldados y
esclavos.
Pero algunos pensadores ya se posicionaban en contra del mismo, como Pitágoras que creía que
había sólo un número finito de almas para uso en el mundo, y que la salida repentina e inesperada
de un alma trastornaba un delicado equilibrio; o Sócrates que sostenía que el suicida robaba a la
comunidad los servicios de uno de sus miembros.
En la edad media, en Europa, la iglesia cristiana excomulgaba a las personas que intentaban
suicidarse y a quienes se suicidaban, por lo que eran enterrados fuera de los cementerios
consagrados, ya que esta creó bases y sentimientos personales que comprendían mayor apego a la
vida y se consideraba que aquellos que tomasen su propia vida no podrían entrar al “Reino de
Dios”.
En cambio otras religiones como la Nórdica, donde la muerte voluntaria de los soldados en la
guerra merecía el mérito de quien había arriesgado todo a su comunidad; las valquirias elegían a los
guerreros que tendrían la vida eterna “especialmente a aquellos que, mientras combatían, miraban al
cielo”.
Ya durante el Renacimiento, algunos pensadores creían que una persona afligida con alguna
enfermedad se puede “liberar de esta vida amarga”. Mientras que en el siglo XIX, el acto del
suicidio había cambiado de ser visto como una causa del pecado a ser causado por la locura (un
determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas) en Europa.
Hoy en día la temática del suicidio es entendida finalmente como una problemática de salud a nivel
mundial, pero más allá del padecimiento mental que pueda sufrir una persona, las dimensiones que
atraviesa el suicidio van mucho más allá y hay diversos factores que están involucrados en la
ideación o en la consumación de un suicidio.
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Epidemiología
El suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo. Según la OMS, en 2019, más de
1 de cada 100 muertes a nivel mundial fueron producto del suicidio. Mientras que en Argentina se
estima que 5 a 9,9 personas de cada 100.000 se quitaron la vida en ese mismo año.
Cabe destacar que el 77% de los suicidios ocurren en países en vías de desarrollo, y el 58% se
consuman antes de los 50 años de vida. A esto se le suma la gran problemática de que cada vez más
adolescentes son víctimas del suicidio, el 88% de estos adolescentes son de estos países en vías de
desarrollo, en los cuales vive el 90% de los adolescentes del mundo.
A nivel mundial, en personas de entre 15 y 19 años, el suicidio es la cuarta causa de muerte más
frecuente, encontrándose detrás de los accidentes de tránsito, la tuberculosis y la violencia
interpersonal.
En todo el mundo se observa además que los hombres son muchos más propensos a cometer un
suicidio que las mujeres (12, 6 cada 100.000 personas contra 5,4 cada 100.000)
En nuestro país, la Ley Nacional de Prevención del Suicidio Nº 27.130 establece la necesidad de crear
un sistema de registro que contenga información estadística sobre la temática. La Vigilancia
Epidemiológica consiste en la detección, recolección sistemática, análisis y difusión de información
relevante y de calidad para la acción de diferentes actores sociales. Y los intentos de Suicidio se definen
como todo comportamiento para el que existe evidencia, implícita o explícita, de intencionalidad de
provocarse la muerte.
Todos estos datos epidemiológicos nos llevan a un primer acercamiento de los factores de riesgo del
suicidio, que claramente está íntimamente relacionado con el nivel socioeconómico, la edad y el
sexo.
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Factores de riesgo y dimensiones del suicidio
La pregunta que debemos hacernos es, ¿por qué la gente decide quitarse la vida? No es ninguna
sorpresa que el suicidio muchas veces es el resultado de otras patologías psiquiátricas subyacentes,
donde la frecuencia con las que estos pacientes lo cometen es 10 veces mayor, donde trastornos del
humor como el trastorno depresivo mayor o el trastorno bipolar representan el 50%. Pero lo que
muchas veces no se tiene en cuenta es que también tiene una gran relación con patologías no
psiquiátricas, como son el cáncer, VIH o el dolor crónico.
Se puede inferir entonces, que el suicidio está altamente relacionado con el estado mental y anímico
del paciente, no solamente con cuestiones de salud de la persona, muchas veces es resultado de la
pérdida de algún ser querido, por conflictos interpersonales o por cuestiones económicas (sobre
todo en hombres).
No es casualidad que dentro del área de la sociología Émile Durkheim plantea la existencia de tres
tipos de suicidio:
Suicidio egoísta: donde la persona tiene una falta de integración en la sociedad, no tienen
familia, amigos o ningún grupo social en el cuál puedan sentirse parte
Suicidio anómico: hay una “ruptura” en la relación entre el sujeto y la sociedad, como
ocurre por ejemplo ante la pérdida de un ser querido
Suicidio altruista: Donde lo describe como que lo que se produce es una excesiva
integración a la sociedad, en donde el sujeto muere por ideales políticos o religiosos, como
es el caso de las guerras
Pero, si bien todos estos factores que pueden determinar que una persona decida quitarse la vida
tienen relación con el entorno y cómo uno responde ante el mismo, no debemos de perder de vista
que el suicidio nos conecta con una parte muy profunda del ser humano. Hablar del suicidio, tema
que muchas veces es tabú en la sociedad, es hablar de la muerte, y es quizás un poco más que eso,
es hablar de la posibilidad de considerar a la muerte como una opción, muchas veces como una
salida a los problemas que alguien puede sufrir. Es decir, el suicidio tiene además un factor
filosófico si se quiere.
El pensador francés Albert Camus, padre del absurdismo, plantea que el universo no tiene sentido,
que no hay un por qué en nuestra existencia, no hay una razón por la cual venimos al mundo. Y es
de esta manera que plantea la idea del absurdo, comparando la vida con la tarea que le fue impuesta
en la mitología griega a Sísifo, que por engañar a los dioses, fue condenado a empujar una gran
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piedra cuesta arriba, y cada vez que estaba a punto de llegar a la cima, la misma se cae y rueda
nuevamente al suelo, debiendo repetir esta acción por toda la eternidad. Camus compara la
existencia con esta tarea, planteando que son justamente, absurdas.
Y piensa tres posibles salidas de esto, siendo la primera de ellas el suicidio, porque afirma que al no
haber un motivo en la existencia, ¿para qué vivir? Posteriormente en su obra descarta esta
posibilidad respaldándose en que como no tiene sentido la existencia, tampoco lo tiene la muerte
como medio para escapar de esta, es, nuevamente, absurdo. A pesar de esto, llama la atención que si
quiera se considere esto.
Esto nos lleva a otra dimensión del suicidio que tenemos que abordar, que quizá puede ser la más
amplia de todas, y a su vez, la que más pasa desapercibido, pero no podemos dejar de lado la
dimensión cultural del suicidio.
Sin lugar a dudas, el suicidio forma parte de nuestra cultura. ¿Cuántas historias conocemos donde
una persona se quita su propia vida? Desde Sócrates eligiendo beber cicuta antes que exiliarse
cuando fue condenado o Van Gogh que a día de hoy podemos reconocer que detrás del genio
incomprendido había un padecimiento mental. Podríamos nombrar cientos de casos, incluso
muchos que nos son muchos más cercanos como es el caso del doctor René Favaloro.
Todo esto sin mencionar las historias ficcionales que giran en torno al suicidio, desde las grandes
tragedias griegas, obras como las de Shakespeare, libros, películas, series de televisión,
videojuegos. Muchos de estos, cabe destacar, con el fin de concientizar sobre este tema tan sensible;
pero muchos otros, por el contrario logran un resultado casi tan trágico como el suicidio mismo, su
romantización.
Hoy en día existe una idea romántica del suicidio, que es verdad que no es cosa de hoy, como bien
se ha mencionado, los ejemplos de Sócrates eligiendo la pena de muerte al ingerir veneno antes que
ser exiliado por “corromper la moral de la juventud” o las obras de Shakespeare, ¿quién no ha
escuchado del intenso amor de Romeo y Julieta que los lleva a quitarse la vida porque no pueden
vivir sin el otro?
Es cierto que tenemos bastantes años de historia donde el suicidio se ilustra como el acto “valiente”
por excelencia o de verdadera “entrega”, pero hoy en día gracias al mundo globalizado y la
facilidad de acceso a la información por parte de la tecnología son los que llevan esta
romantización. Sobre todo en los más jóvenes, no es casualidad que los casos de suicidio se
disparen a partir de los 15 años.
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La adolescencia es una etapa de la vida muy particular, donde ocurren grandes cambios en la vida
de una persona, desde física, mental y emocionalmente. Y es justamente gracias a esta labilidad
emocional en conjunto con el consumo de todo este contenido que informa, concientiza o
simplemente pone sobre la mesa la posibilidad del suicidio como una opción, que lleva a este grupo
etario a entrar en contacto con esta idea.
Lógicamente, el hecho de que una persona conozca el suicidio como idea no significa que este
ideando un suicidio, a muchos ni si quiera se les cruza por la cabeza la posibilidad de quitarse la
vida. Pero muchos otros sí, sumado, como bien se mencionó, a factores emocionales, familiares o
sociales, puede representar un verdadero riesgo para la persona.
Este “boom” de acceso al contenido sobre el suicidio nos lleva a una diferencia etaria no solamente
en la realización del acto en sí mismo, sino también en qué tanto se habla del tema. Es frecuente ver
que los adolescentes expuestos a tanta información, sean más abiertos a hablar del tema,
nuevamente, no toda persona que hable del tema significa que esté planeando quitarse la vida,
muchas veces se trata de una cuestión de “morbo” debido al tabú que existe en la sociedad con
respecto al tema o incluso de un aspecto filosófico. Pero los adultos, por otro lado, suelen ser los
que perpetuán el hecho de que sea un tabú.
Entonces nos encontramos con adolescentes dispuestos a hablar del tema, pero adultos cerrados a
hacerlo. Esto lleva a que los jóvenes encuentren un espacio solamente entre sus pares, que sumado a
todos los procesos por los que están pasando en esta etapa de su vida, claramente no tienen un
abordaje apropiado sobre el tema.
En los últimos años se ha visto un aumento de conductas de riesgo en los adolescentes, sobre todo
asociado a “retos” que se difunden con mucha facilidad por las redes sociales, las cuáles son
fundamentales en la vida social de prácticamente todas las personas, pero sobre todo de este grupo
etario.
Por lo que los adolescentes tienen, si se quiere, una predisposición emocional, que sumada a la gran
cantidad de contenido multimedia que habla del tema, a las redes sociales, a los factores sociales
que pesan profundamente en estas edades (problemas familiares, bullying, inseguridades sobre sí
mismos, por mencionar algunos), y a la falta de interés de los adultos de abordar esta temática,
llevan a que podamos entender el porqué de las estadísticas de suicidios y parasuicidios en estas
edades.
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Finalmente, debemos abordar el factor biológico, es ampliamente discutido la existencia de un
factor genético y la “heredabilidad” del suicidio. No es fácil de demostrar pero algunos estudios
asocian la susceptibilidad al suicidio con factores que se relacionan con una respuesta
neurobiológica, como son los niveles de colesterol en sangre, el metabolismo del alcohol, cinética
de los receptores serotoninérgicos y GABAérgicos, y aparentemente hay relación con la expresión
de la triptófano hidroxilasa. Es decir, la variabilidad interindividual de estos diversos factores,
teóricamente, haría variar la predisposición de las distintas personas a sufrir un episodio depresivo
y/o un intento de suicidio.
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Rol de los medios de comunicación en los casos de suicidios
Como bien venimos mencionando, cuando se habla de suicidio, una reflexión clave es entenderlo en
toda su complejidad. Y, además, tener en cuenta que el suicidio nunca es una elección, sino que
debemos pensarlo como el producto de una restricción en las aspiraciones vitales de las personas.
El suicidio es un problema de salud pública, y los medios de comunicación masiva juegan un rol
clave tanto para la prevención como para influir en que ocurran más casos. Se sabe que uno de los
muchos factores que pueden llevar a una persona vulnerable al suicidio es la publicidad sobre el
tema en los medios de comunicación. La misma OMS afirma que la manera como los medios de
comunicación informan acerca de los casos de suicidio puede influir negativamente en otras
conductas suicidas.
El Ministerio de Salud de la Nación Argentina recomienda cómo deben abordar los diversos medios
de comunicación la temática ya sea si busca hablar del suicidio en general o de casos particulares.
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En cuanto a la comunicación del suicidio de una celebridad (artística, política, deportiva,
etc.) deberá evitarse la cobertura sensacionalista, minimizándola hasta donde sea posible y
evitando exageraciones.
Es importante que el tratamiento periodístico tenga siempre en cuenta el impacto sobre las
familias y otros sobrevivientes en términos del estigma y el sufrimiento
Y al mismo tiempo, cuando los medios de comunicación informan sobre estos casos, es una
oportunidad para brindar información para poder identificar otros casos de riesgo y lograr que
reciban la intervención necesaria. Esta información consiste en:
Lista de servicios de salud mental y líneas telefónicas de ayuda disponibles, si las hay
Señales de advertencia del comportamiento suicida.
Medidas sencillas que permitan a la población saber qué hacer en caso de detectar a una
persona con riesgo de suicidio:
o Preguntar siempre a la persona en situación de riesgo suicida si ha pensado en el
suicidio.
o Si la respuesta es afirmativa, evitar el acceso a cualquier método que pueda dañarlo.
o Nunca dejarlo a solas mientras persistan las ideas suicidas.
o Avisar a otras personas significativas para el sujeto que contribuyan a evitar la
ocurrencia de un acto suicida
Dentro del abordaje integral del suicidio es fundamental tener en cuenta el rol de los medios de
comunicación y trabajar en lo posible en conjunto con los mismos.
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Abordaje integral, interdisciplinario, intersectorial y coordinado de la problemática del
suicidio
Entonces el suicidio es una importante problemática de salud que está íntimamente relacionada con
factores biológicos, desde la heredabilidad hasta la asociación a otras patologías subyacentes
psiquiátricas o no; factores sociales, como la integración en un grupo o la relación con otros seres
humanos, incluyendo la pérdida de otras personas o de relaciones; factores ambientales, desde el
lugar dónde se nace, la vivienda que se tiene, los espacios que se habitan, el medio ambiente con el
que se coexiste; factores etarios, como la predisposición de ciertas personas a sufrir ciertas
enfermedades a determinada edad o la labilidad emocional que presentan los adolescentes; factores
culturales, la gran exposición que existe al suicidio como tema en diversos medios, ya sea
concientizándolo o romantizándolo.
Entendiendo todo esto, las preguntas lógicas que se deben hacer son ¿Cómo abordar
apropiadamente una ideación o un intento de suicidio? ¿Cuál es el rol de los profesionales de salud?
¿Es solamente responsabilidad del médico psiquiatra? ¿Se puede prevenir de alguna forma?
Afortunadamente, todas estas preguntas tienen respuesta, y se puede adelantar que claramente se
requiere de un trabajo interdisciplinario de los distintos agentes que forman parte del sistema de
salud y también de la familia de los pacientes. Lamentablemente nos encontramos con varias
barreras para lograr el abordaje ideal, como es el paradigma médico-hegemónico que transitamos,
prejuicios tanto de los pacientes como de los profesionales de la salud, o la falta de información y
de formación.
Teniendo en cuenta que el 75% de los suicidios consultaron a un médico en los últimos 6 meses
previos a la muerte y el 60% de los suicidas consultan 1 mes antes del acto autolesivo, claramente
los profesionales de salud representan la piedra angular en la prevención del suicidio. Por lo que
estos deben estar capacitados para poder detectar las señales de alarma, y es fundamental todos los
profesionales puedan hacerlo, independientemente de su especialidad. Es muy importante
comprender que las consultas de cualquier especialidad son una oportunidad para la detección de la
problemática del suicidio, y se pongan en marcha sistemas de alerta y respuesta.
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el cual tiene un enfoque puramente biologicista y no se centra en ningún otro factor que
pueda afectar el bienestar del ser humano;
Una perspectiva que reconoce la complejidad y multicausalidad del fenómeno de la
violencia en general, y de la violencia autoinfligida en particular;
Una estrategia de sistematización del circuito de intervención: proceso que integra las
acciones de prevención y promoción de salud - atención - seguimiento y continuidad de los
cuidados – posvención
Se comprende entonces que la problemática del suicidio es competencia del sector salud pero no
exclusiva de él, por lo que las acciones deben ser múltiples y coordinadas, desde un enfoque de
derechos y con eje en la interdisciplina, la articulación intersectorial y la corresponsabilidad.
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conjunta. Esto permite establecer prioridades, optimizar los recursos y programas
existentes, y evitar la superposición y/o fragmentación de intervenciones;
Asociación: la actividad se profundiza en alguna forma de contrato o acuerdo que implique
compartir recursos, planes y presupuestos de financiamiento, para garantizar la continuidad
en el funcionamiento de la red intersectorial.
Dentro del abordaje particular de los diversos sectores intervinientes, tenemos que hacer un
importante incapie, dentro del sistema de salud, en la promoción de la salud y la prevención del
suicidio
Cuando hablamos de prevención es importante entender las diferentes definiciones que existen,
porque en línea con el modelo bio-médico, el enfoque preventivista instala la concepción de
“riesgo” como elemento asociado a la enfermedad, y permite establecer predicciones sobre su
eventual ocurrencia asociando la presencia de ciertos factores en grupos poblacionales específicos.
Sin embargo, no se trata de una relación directa entre causa y efecto a nivel individual, sino de una
determinada probabilidad. De este modo, este enfoque permite determinar factores de riesgo,
entendidos como cualquier rasgo, característica o exposición de un individuo que aumente su
probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión y, a su vez, determinar factores protectores,
entendidos como cualquier rasgo, característica o exposición de un individuo que disminuya su
probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión.
Así, los análisis de vulnerabilidad no prescinden de los abordajes epidemiológicos de riesgo sino
que los amplía y los pone en contexto. Se trata de sustituir la visión reduccionista del riesgo
individual por una mirada integral de las situaciones de vulnerabilidad.
La promoción hace eje en la salud, a diferencia de la prevención que hace eje en la enfermedad,
configurándose así como una práctica más integral cuyo anclaje no está direccionado hacia alguna
afección en particular sino hacia el conjunto de los componentes de que integran a la salud. La
promoción involucra distinto tipo de acciones inespecíficas desarrolladas por diversos actores, a
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partir de la producción de conocimientos interdisciplinarios y la implementación de abordajes
intersectoriales y en red, orientados al bienestar y al cuidado en general.
Teniendo esto en cuenta, se puede comprender que en este modelo, el proceso de atención incluye
la atención en la urgencia, aunque no se reduce exclusivamente a ella. Pudiendo definir a la
urgencia como un emergente del estado de malestar, que no se trata de un acontecimiento aislado
del proceso de atención sino que parte del proceso de salud-enfermedad, en el que la persona debe
ser asistida de manera integral en el ámbito socio-sanitario y acompañada en un seguimiento para
evitar la recurrencia.
Así, este modelo implica la articulación en red de diferentes efectores de salud: equipos, servicios
de salud mental, medicina general, enfermería, servicio social, adolescencia, pediatría, etc., en
centros de salud del primer nivel de atención, hospitales generales, sanatorios y policlínicos -con
atención ambulatoria, abordaje de las urgencias las 24 horas, interconsulta e internación-, centros de
día comunitarios, hospitales de día y de noche, diferentes modalidades de dispositivos para la
inclusión socio-laboral y dispositivos habitacionales con diferentes niveles de apoyos, dispositivos
de arte y salud mental.
Y con respecto a la posvención, es muy importante comprender que el entorno de la persona que se
suicida queda en condiciones de vulnerabilidad y, por esta razón, es fundamental implementar
intervenciones destinadas a reducir el impacto del hecho, garantizando la orientación, contención y
acompañamiento de familiares, grupos de pares y la comunidad en general en la tramitación del
dolor y el trabajo del duelo. Estas intervenciones de posvención apuntan a reestructurar y fortalecer
los lazos afectivos conmovidos por la pérdida y, al mismo tiempo, permiten realizar un diagnóstico
de situación e identificar signos de mayor vulnerabilidad en la red inmediata, para intervenir de
manera oportuna articulando con aquellos efectores que puedan garantizar un abordaje específico y
adecuado.
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Entonces, para orientarse en la intervención de estas problemáticas asociadas al suicidio podemos
definir tres momentos, un antes (promoción de la salud y prevención del suicidio); un durante
(atención, ya sea en la urgencia o no) y un después (seguimiento del paciente o posvención sobre la
red de la persona que se quitó la vida), y en cada una se pueden enumerar distintas acciones a
realizar por parte del sistema de salud:
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Con respecto a la población adolescente en particular, se deben desplegar procesos de construcción
de confianza entre pares y con adultos referentes, para que acompañen las trayectorias de vida de
los adolescentes y, al mismo tiempo, puedan anticiparse e intervenir de manera oportuna ante
situaciones que impacten negativamente en su salud. Son propuestas que, a través de distintas
modalidades que pueden ser escritas, habladas, artísticas o lúdicas, promuevan la reflexión y la
expresión, el conocimiento y reconocimiento de uno mismo y de los otros, así como la construcción
de sentidos de pertenencia y lazos de solidaridad. Dichas propuestas no necesariamente tienen que
confrontar a los adolescentes con el tema del suicidio y la muerte: la perspectiva de la promoción de
la salud integral habilita a abordar esta problemática específica a partir de diversos contenidos, tales
como violencias, autocuidado y cuidado de los otros, proyectos de vida, educación para la salud,
educación sexual integral, perspectivas de género y masculinidades, violencia en el noviazgo, acoso
escolar, consumos problemáticos de sustancias psicoactivas, seguridad vial, entre muchos otros.
Atención:
Se debe realizar la evaluación clínica completa: en todos los casos, independientemente del
motivo específico de consulta. Se debe realizar en un entorno seguro, dentro del
establecimiento de salud; la confidencialidad debe garantizarse en todo momento; y debe
informarse la naturaleza de las prácticas que se realizarán para que la persona pueda brindar
su consentimiento.
Durante la evaluación se debe priorizar: examen físico completo; probables signos de abuso
sexual y/o maltrato; pesquisa de signos físicos de ingestión o abuso de sustancias
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psicoactivas u otras sustancias tóxicas; embarazo; estado de conciencia y evaluación del
estado psíquico global. Luego se procederá al tratamiento médico habitual de los síntomas
físicos o lesiones si las hubiera, y al abordaje de los síntomas psíquicos que se presenten en
la urgencia, priorizando la intervención verbal.
Evaluación situacional: está indicada en todas las situaciones en las que una persona haya
realizado un intento de suicidio, haya expresado ideas o intenciones suicidas, o cuando sus
acciones lo sugieren aunque lo niegue.
Las consideraciones clínicas que orientan la intervención son la letalidad del método, la
planificación del acto, circunstancias en la que se concretó el plan, el grado de
impulsividad, la actitud y afecto posterior al intento, estado psíquico al momento de la
consulta, intoxicación o consumo agudo de alcohol u otras sustancias, acción autolesiva
repetida e intentos previos, la presencia de una problemática de salud mental previa,
antecedentes de tratamiento de salud mental, algún evento o situación estresante
desencadenante del acto o ideación, existencia de patología orgánica grave, crónica o
terminal, vulnerabilidades asociadas al contexto socio familiar, construcción del género,
factores de protección tanto a nivel individual, relacional, comunitario y social.
Nunca dejar sola a la persona e identificar posibles referentes vinculares que pudieran
resultar tranquilizadores y colaborar con los mismos durante el proceso de atención y
seguimiento.
No denunciar a la policía ni adoptar medidas de encierro ante un intento de suicidio.
No dejar elementos potencialmente peligrosos al alcance; evitar cercanías a puertas y
ventanas.
Internación o permanencia en Guardia o sala del hospital para observación: evaluación por
profesional de Salud Mental en un lapso no mayor a las 48 horas.
Alta institucional y tratamiento ambulatorio de Salud Mental: se puede considerar cuando
se verifiquen los siguientes ítems: la acción autolesiva es de bajo grado de agresión;
ideación de poca consistencia; el contexto familiar se evalúa como continente y los
referentes vinculares presentan una actitud de compromiso para adoptar medidas de
cuidado; la persona se muestra de acuerdo con la necesidad de continuar el tratamiento y
puede garantizarse el seguimiento.
Es fundamental garantizar un acompañamiento permanente, no sólo derivar a especialista
de Salud Mental, y trabajar en corresponsabilidad con otros sectores.
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Seguimiento:
Posvención:
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Determinar los mejores modos de acompañar a la comunidad y el entorno afectado,
considerando siempre el tiempo necesario para estos procesos y promoviendo el
fortalecimiento del lazo social, desde una mirada integral y con un enfoque de derechos.
Articular acciones entre diversos sectores de la comunidad. Consolidar una red
intersectorial local que nuclee tanto áreas estratégicas del sistema de salud como del resto
de los sectores intervinientes.
Considerar intervenir a partir de las 48 a 72 horas posteriores al evento, a fin de resguardar
la privacidad de la familia para la elaboración del duelo, y en un plazo de hasta dos meses,
y mantener un seguimiento por dos años.
Diseñar e implementar dispositivos de contención y asistencia flexibles a las necesidades,
demandas y realidades singulares de cada sujeto, grupo y comunidad.
Implementar dispositivos individuales y grupales que garanticen una escucha activa e
incluyan la focalización de los recursos psíquicos, grupales y sociales.
Promover actividades expresivas, ya sean escritas, habladas, artísticas o lúdicas, sin caer en
estereotipos vitalistas. No plantear propuestas que silencien la palabra.
Trabajar con los grupos de pertenencia y contextos (educativo, laboral, recreativo, etc.)
afectados por la muerte, abordando la problemática desde un enfoque comunitario.
Realizar un diagnóstico de situación e identificar signos de mayor vulnerabilidad en la red
inmediata para intervenir de manera oportuna, articulando con aquellos efectores que
puedan garantizar un abordaje específico, adecuado e integral.
Evitar la búsqueda de una causalidad unívoca y la morbosidad o espectacularidad alrededor
del hecho. No responsabilizar al contexto familiar o comunitario por el acontecimiento de
un suicidio.
Evitar procesos de sobreintervención, revictimización y vulneración de derechos.
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Reflexión final
En conclusión, el suicidio representa una verdadera problemática de salud pública. Es fundamental
comprender todas sus dimensiones y factores que pueden predisponerlo, desde factores biológicos,
sociales, emocionales, económicos y culturales. Es de vital importancia además entender que
atraviesa a la mayoría de grupos etarios, sobre todo a menores de 50 años y en gran medida a
adolescentes, pero sin perder de vista que un intento de suicidio puede producirse a cualquier edad.
Para poder tratarlo y, sobre todo, evitarlo, primero hay que saber que existe y reconocerlo como
problemática, tanto por parte de los profesionales de la salud como por parte de toda la comunidad.
Es fundamental el rol que juegan no solamente el círculo cercano de la persona, sino todo el entorno
en el cual se desenvuelve, como puede ser el ambiente laboral, escolar o el recreativo. Donde
juegan un papel importante los colegas de trabajo, los compañeros de clase, los docentes, en la
identificación de estos casos y en el correcto abordaje.
A partir de aquí entra en juego el sistema de salud, que trabajando en conjunto con otros
profesionales de la salud pero también con todos estos agentes que integran la red de abordaje del
paciente con riesgo de suicidio, debe lograr la contención de la persona, el acompañamiento y el
tratamiento adecuado.
Disminuir las tasas de suicidios es lograr un aumento en la garantía del derecho a la vida de las
personas, y con esto al derecho a la salud, para que todas las personas puedan vivir en un estado de
bienestar físico, psicológico y social.
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Bibliografía
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Estimates”.
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https://www.unicef.org/argentina/media/1536/file/Suicidio.pdf
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7. Ministerio de Salud de la República Argentina. “Recomendaciones para el tratamiento
mediático del suicidio”.
https://www.argentina.gob.ar/salud/mental-y-adicciones/recomendaciones-a%20medios-
suicidio
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