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Arguedas Cuentos

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ARGUEDAS: EL SER HUMANO Y LA NATURALEZA UNA RELACIÓN ARMONIOSA

José María Arguedas


Sus padres fueron el abogado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que se desempeñaba como juez en diversos
pueblos de la región, y Victoria Altamirano Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre había
muerto tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y luego a San Juan de Lucanas. Al poco tiempo el
padre fue cesado como juez por razones políticas y hubo de trabajar como abogado itinerante, dejando a su hijo al
cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes le daban tratamiento de sirviente.
En 1921 se escapó con su hermano Arístides de la opresión del hermanastro. Se refugiaron en la hacienda Viseca, donde
vivieron dos años en contacto con los indios, hablando su idioma y aprendiendo sus costumbres, hasta que en 1923 los
recogió su padre, quien los llevó en peregrinaje por diversos pueblos y ciudades de la sierra, para finalmente establecerse
en Abancay.
Después de realizar sus estudios secundarios en Ica, Huancayo y Lima, ingresó en 1931 en la Facultad de Letras de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar literatura. Entre 1932 y 1937 trabajó como auxiliar de la
Administración Central de Correos de Lima, pero perdió el puesto al ser apresado por participar en una manifestación
estudiantil a favor de la República Española.
La obra de José María Arguedas
La producción intelectual de Arguedas es bastante amplia y comprende, además de obras de ficción, diversos trabajos,
ensayos y artículos sobre el idioma quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación popular, entre otros
aspectos de la cultura peruana. La circunstancia especial de haberse educado dentro de dos tradiciones culturales, la
occidental y la indígena, unido a una delicada sensibilidad, le permitieron comprender y describir como ningún otro
intelectual peruano la compleja realidad del indio nativo, con la que se identificó de una manera desgarradora.
Por otro lado, en Arguedas la labor del literato y la del etnólogo no están nunca totalmente disociadas, e incluso en sus
estudios más académicos encontramos el mismo lenguaje lírico que en sus narraciones. Y aunque no era diestro en el
manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada especialmente en las descripciones) supo comunicar
con gran intensidad la esencia de la cultura y el paisaje andinos.
Arguedas vivió un conflicto profundo entre su amor a la cultura indígena, que deseaba se mantuviera en un estado "puro",
y su deseo de redimir al indio de sus condiciones económicas y sociales. Se puede decir que la añoranza a las formas
tradicionales de la vida andina hizo que postulara un estatismo social, en abierta contradicción con su adhesión al
socialismo. Su obra revela el profundo amor del escritor por la cultura andina peruana, a la que debió su más temprana
formación, y representa, sin duda, la cumbre del indigenismo: fue al mismo tiempo un continuador de la mejor narrativa
indigenista (Alcides Arguedas, Jorge Icaza y su compatriota Ciro Alegría) y su más profundo renovador, como también lo
fueron, aunque desde otros enfoques, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpenter o Juan Rulfo.
Dos circunstancias ayudan a explicar la estrecha relación de Arguedas con el mundo campesino. En primer término, que
naciera en una zona de los Andes que no tenía mayor roce con los estratos occidentalizados; en segundo lugar, que su
madrastra lo obligara a permanecer entre los indios tras la muerte de su madre. De esa manera asimiló la lengua quechua,
y lo mismo sucedió con las costumbres y los valores éticos y culturales del poblador andino.
Esta precoz experiencia, vivida primero y simbolizada en su escritura por la oposición indios/señores, se vería más tarde
reforzada con los estudios antropológicos. Como resultado de esta trama, la vida de Arguedas transcurrió entre dos
mundos no sólo distintos, sino además en contienda. De allí surgió su voraz voluntad de interpretar la realidad peruana, la
permanente corrección de sus ideas sobre el país y la definición de su obra como la búsqueda de una imagen válida de
éste.
Ya desde sus primeros relatos se advierte la problemática que terminaría por presidir toda su escritura: la vida, los azares
y los sufrimientos de los indios en las haciendas y aldeas de la sierra del Perú. Allí también se presenta esa escisión
esencial de dos grupos, señores e indios, que será una constante en su obra narrativa. El espacio en que se desarrollan
sus relatos es limitado, lo que permite a esta oposición social y cultural mostrarse en sus aspectos más dramáticos y
dolorosos. El derrotero de Arguedas ya está trazado; aunque en su fuero interno vive intensamente la ambigüedad de
pertenecer a dos mundos, su actitud literaria es muy clara, en la medida en que determina una adhesión sin atenuantes al
universo de los indígenas, generando dos cauces de expresión que se convertirán en sendos rasgos de estilo: la
representación épica y la introspección lírica.
Su primer libro reúne tres cuentos con el título de Agua (1935), que describen aspectos de la vida en una aldea de los
Andes peruanos. En estos relatos se advierte el primer problema al que se tuvo que enfrentar en su narrativa, que es el de
encontrar un lenguaje que permitiera que sus personajes indígenas (monolingües quechuas) se pudieran expresar en
idioma español sin que sonara falso. Ello se resolvería de manera adecuada con el empleo de un "lenguaje inventado":
sobre una base léxica fundamentalmente española, injerta el ritmo sintáctico del quechua. En Agua los conflictos sociales
y culturales del mundo andino se observan a través de los ojos de un niño. El mundo indígena aparece como depositario
de valores de solidaridad y ternura, en oposición a la violencia del mundo de los blancos.
Yawar fiesta (1941) plantea un problema de desposesión de tierras que sufren los habitantes de una comunidad. Con esta
obra el autor cambia algunas de las reglas de juego de la novela indigenista, al subrayar la dignidad del nativo que ha
sabido preservar sus tradiciones a pesar del desprecio de los sectores de poder. Este aspecto triunfal es, de por sí, inusual
dentro del canon indigenista, y da la posibilidad de entender el mundo andino como un cuerpo unitario, regido por sus
propias leyes, enfrentado al modelo occidentalizado imperante en la costa del Perú.
En Los ríos profundos (1958), José María Arguedas propone la dimensión autobiográfica como clave interpretativa. En
esta obra se nos muestra la formación de su protagonista, Ernesto (que recobra el nombre del niño protagonista de
algunos de los relatos de Agua), a través de una serie de pruebas decisivas. Su encuentro con la ciudad de Cuzco, la vida
en un colegio, su participación en la revuelta de las mujeres indígenas por la sal y el descubrimiento angustioso del sexo
son algunas de las etapas a través de las cuales Ernesto define su visión del mundo. El mundo de los indios asume cada
vez más connotaciones míticas, erigiéndose como un antídoto contra la brutalidad que tienen las relaciones humanas
entre los blancos.

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