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Dimensiones de La Evangelizacion

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Dimensiones de la Evangelización

1. La Comunión

La comunión es esencial. La razón es evidente: la Iglesia y la Parroquia nacen de la


Trinidad que es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu. Nace también del deseo común
de los creyentes, de seguir los pasos de Jesús, quien nos dio como mandamiento distintivo el
del amor y quien en alguna ocasión oró a su Padre diciendo: “Padre que todos sean uno
para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21).

Sería un escándalo, si hipotéticamente pudiera darse, el caso de una parroquia con una
liturgia muy viva, una pastoral social de elevada calidad, una actividad catequística y
misionera dinámica y entusiasta y cuyos miembros estuvieran divididos o bien endurecidos
en la indiferencia de unos frente a otros.

La Parroquia está llamada a ser “casa y escuela de comunión” según feliz expresión de
Juan Pablo II

Una Parroquia comunión concede importancia especial a la acogida. Está atenta de


manera particular a aquellas personas que se presentan por primera vez en la comunidad
para darles la bienvenida y para acompañarlas en su proceso de incorporación.

La acogida implica una actitud de benevolencia para superar la tentación de “juzgar por
apariencias”, para ver en las personas que se acercan a nosotros el rostro de Jesús.

Cuida las relaciones interpersonales, celebra los cumpleaños, se interesa por los
miembros enfermos, y por las situaciones familiares complicadas y también por las
venturosas, festeja los logros académicos y profesionales, se compadece con quienes sufren
de alguna tribulación.

Una Parroquia comunión es comunidad de comunidades. No archipiélago de grupos


islas. Las Pequeñas Comunidades, los Equipos, los Movimientos se esfuerzan por
permanecer abiertos a las otras Pequeñas Comunidades, Equipos y Movimientos. También
por permanecer abiertos y unidos a las otras parroquias y a la Iglesia Universal.

Una Parroquia comunión supera el esquema de Iglesia piramidal en cuya cúspide


se encuentra el párroco, luego los sacerdotes, más abajo las religiosas y por último los
laicos, (en este esquema las relaciones de unos para con otros son de subordinación y
dependencia). Opta por una visión de Parroquia comunidad, en ella la jerarquía ocupa su
sitio y cumple su función, pero ejerce su autoridad de manera corresponsable y participativa.

Una Parroquia comunión cultiva relaciones de diálogo ecuménico. La relación


fraterna con los hermanos y hermanas de otras comunidades cristianas: luteranos, bautistas,
anglicanos… es camino irrenunciable de pastoral, pues la falta de unidad representa un
escándalo para quienes nos ven divididos. Donde se establece el diálogo, disminuye la
intolerancia, crece el conocimiento, el respeto y la estima recíprocas y se abren posibilidades
de acercamiento.

Una Parroquia comunión se muestra dialogante con quienes buscan a Dios en


otras religiones y cultos no cristianos. El diálogo interreligioso derriba prejuicios, renuncia
a descalificaciones, abre caminos de estima y colaboración a favor de causas que
promuevan la libertad y dignidad del ser humano, supera violencias motivadas por actitudes
fundamentalistas, educa a la paz y favorece la convivencia ciudadana.

A veces nos preocupamos por el rostro solidario, celebrativo o misionero de la Iglesia


y no por su rostro cristiano. A la base de los otros rostros, condicionándolos y
determinándolos todos, está el rostro cristiano, que es fundamentalmente un rostro de
comunión.

Las Pequeñas Comunidades no son sólo grupos de oración, o espacios de reflexión y


estudio, o juntas de vecinos que brindan servicios comunitarios, o nidos para cobijarse y vivir
autorreferencialmente, o islas desconectadas unas de otras, que flotan sin rumbo, en un
océano a veces adverso; las Pequeñas Comunidades son comunidad que nace del misterio
del amor de Dios que se ha encarnado en nuestro mundo.

Son espacio privilegiado de fraternidad cristiana y por tanto están llamadas a


promover la comunión hacia adentro de sí mismas y hacia afuera, a través del diálogo con
los creyentes y no creyentes, con los cristianos y no cristianos. A veces tendrán que hacerlo
en contextos difíciles de agresividad por parte de otros grupos religiosos. En estos casos
será importante no caer en la tentación de la polémica y de la mutua desacreditación. Y por
el contrario buscar caminos de convivencia y colaboración.

Mucho de los elementos mencionados, en este apartado, en referencia a la Parroquia son


también elementos en relación con la vida de la Pequeña Comunidad.

2. El Anuncio del Evangelio

El Anuncio del Evangelio (En el Anuncio incluimos el kerygma que es el primer anuncio, la
catequesis, la predicación, la misión y el testimonio sobre todo cuando éste es comunitario).
Sin esta dimensión la parroquia se condena al narcisismo y al inmovilismo.
“Proclamen el Evangelio a toda criatura” (Mc 16, 15‐16),
“Como el Padre me ha enviado así yo los envío a ustedes” (Jn 20, 21‐22).

El anuncio del kerygma invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que
se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado gratuitamente. Esto es lo primero que
necesitamos anunciar y también escuchar, porque la gracia tiene un primado absoluto en la
vida cristiana y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia: “por la gracia de Dios soy
lo que soy” (I Cor 15, 10)
Con razón Pablo VI dijo: que “evangelizar es la dicha y la vocación de la Iglesia”. Y
más adelante precisaba: “La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá
ser tarde o temprano proclamada por la palabra de vida. La evangelización es anunciar
el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret,
hijo de Dios”.

Anuncio es misión. Es salir al encuentro de los diferentes ambientes, es llevar la


Palabra al mundo del dolor, del trabajo, de la educación, de los medios de comunicación, del
deporte, del arte, de la familia, de la economía, de la política. Una parroquia misionera se
hace presente en las periferias y entre los alejados, para esto ayudan mucho las Pequeñas
Comunidades. Nuestros obispos en Aparecida nos desafiaron: “necesitamos salir al
encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para
comunicarles el don del encuentro con Cristo que ha llenado nuestras vidas de
“sentido”, de verdad y amor; de alegría y de esperanza”. El Papa Francisco en su
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nos invita a ser “una Iglesia en salida”.

Anuncio es ser sensibles frente a la religiosidad popular y los cultos sincréticos,


para valorar lo que en ellos hay de riqueza y para ofrecer elementos de purificación siempre
que se pueda. Es reconocer las “semillas del Verbo”, presentes en las personas que sin ser
cristianas buscan a Dios. Muchas veces antes de que nosotros lleguemos a ellas con el
mensaje cristiano, el Espíritu Santo ya se ha hecho presente en su corazón y ha despertado
actitudes cristianas.

Una Parroquia misionera entiende la catequesis como la presentación


progresiva y sistemática de la Buena Nueva. Se preocupa por garantizar y organizar la
catequesis de niños, de adolescentes, de jóvenes y adultos y por formar a los respectivos
catequistas. Visualiza esta labor como un itinerario de iniciación cristiana que no sólo permite
crecer en conocimiento del mensaje evangélico, sino que toca también el corazón y suscita el
seguimiento de Jesús. Promueve entre los niños el Movimiento de la Infancia Misionera.

Una Parroquia misionera cuida su predicación y sus homilías. En más de alguna


ocasión hemos escuchado que éstas son deficientes. La homilía y la predicación
evangelizadoras se fundamentan en la Palabra, relacionan ésta con los acontecimientos de
todos los días, son sencillas, interesantes y breves, se centran en pocas ideas, encuentran
apoyo en la fe del mismo predicador, interpelan respetuosamente la conciencia de los
oyentes. La homilía es “la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de
encuentro de un Pastor con su pueblo”. Es para la mayoría de los fieles, el único momento
en que pueden recibir alguna catequesis, no se puede desaprovechar esa oportunidad y
mucho menos utilizarla para otros intereses.

Una Parroquia misionera gusta presentar el kerygma, que es el primer anuncio


de la Buena Nueva de manera vibrante, testimonial, esperanzada. En visitas puerta a
puerta, en diálogos personales, en encuentros cotidianos informales, en mensajes radiales
habla del amor de Dios gratuito, personal, de la salvación que nos llega a través de la
Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, de la necesidad de conversión.
La dimensión misionera debiera atravesar el trabajo de todos los equipos que
funcionan en la Parroquia: el de liturgia, el de educadores, de catequesis, pastoral social,
familia, y otros.

Las Pequeñas Comunidades al igual que la Parroquia son espacios privilegiados para
construir, vivir y desplegar esta dimensión de la evangelización, la del anuncio.

3. La Dimensión social de la Evangelización

La acción caritativa, el servicio, se inscribe en la misión misma de Jesús que dijo: “No he
venido a ser servido sino a servir” (Mc 10, 45). La atención a los necesitados es una
dimensión constitutiva de la evangelización, es absolutamente necesaria para la vida de la
Iglesia en orden a conformarnos a la voluntad del Señor:
“Vayan curen a los enfermos, sanen a los leprosos, expulsen demonios” (Mt 10, 8).

Una Parroquia solidaria se esfuerza por ser la “Iglesia del delantal”. Con esta
expresión hacemos alusión al gesto de Jesús que en la Última Cena, se ciñó la toalla para
lavar los pies a los discípulos. Todos estamos invitados a ceñirnos un delantal todas las
mañanas y a lavarnos los pies unos a otros. Desde abajo, desde la postura de quien está
dispuesto a lavar los pies, el mundo y la Iglesia toman una nueva perspectiva y aparecen
nuevos retos.

Una Parroquia solidaria es un lugar de sensibilización social, de orientación sobre


derechos y deberes humanos y de educación en la fraternidad y en el compromiso social, de
formación en la Doctrina Social de la Iglesia. Es un espacio para dar a conocer el valor y la
dignidad de la persona, el valor y el respeto a la vida desde su concepción hasta el último
suspiro, el valor del perdón y la reconciliación.

Una Parroquia solidaria despierta la imaginación de la caridad en sus miembros


para hacerse presente allí donde hay dolor y necesidades varias, llevando alivio, ayuda
material y esperanza. Los gestos de compasión, de misericordia y de promoción humana
edifican el Reino y hacen creíble la predicación del evangelio.

Mientras existan bienes para ayudar a los pobres no hay que dejar de darlos. Sin una
caridad manifestada en obras la caridad no tendrá capacidad de atracción.

Una Parroquia solidaria acompaña a aquellos de sus miembros que están


comprometidos con la transformación de estructuras a favor de una vida digna, y que a partir
de su vocación laical asumen compromisos políticos.

Una Parroquia solidaria construye redes de solidaridad con otras parroquias


vecinas, con otros grupos religiosos y con otras instancias estatales y de la sociedad civil.

Dentro del equipo de Pastoral Social en muchas parroquias funcionan diversos sub
equipos como Pastoral Carcelaria, Pastoral de la Salud, de la Tercera Edad, de Personas
con Discapacidad, grupos que se acercan a quienes padecen la enfermedad del alcoholismo
o que están dispuestos a prestar ayuda en el caso de desastres naturales y ciclones, o a
ofrecer servicios como desayunos, comedores, lavado de ropa, bancos de medicinas y otros
para personas necesitadas

Un reto que tienen estos equipos es ir más allá de la labor paternalista y asistencial y
moverse en una óptica promocional. Tienen también el reto de rejuvenecerse, la presencia
de jóvenes en estos equipos es más bien escasa. Están llamados a superar la improvisación
y la “buena pero a veces débil o torpe voluntad” cuando se trata de ser mano samaritana
abierta.

En la Pequeña Comunidad se vive de manera particular a través de la cercanía a los


necesitados, del compromiso con la transformación del barrio, o del municipio. Se practica
también a través del inicio en la vivencia de una fe encarnada que se preocupa no sólo por el
más allá, sino también por el más acá, no sólo por las almas sino también por los cuerpos de
las personas. Las Pequeñas Comunidades están ayudando a los fieles a pasar de una fe
ingenua, a una fe adulta. Ésta identifica prejuicios y discriminaciones que marginan, asume la
defensa de atropellos cuando estos se presentan, hace red con otros grupos dispuestos a
colaborar con la construcción del bien común.

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