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Clasicismo
Clasicismo
Se expresó en todos los dominios del arte, desde la literatura y la música en sus distintas
manifestaciones hasta las artes visuales llamadas "bellas" o "mayores"
(arquitectura, pintura y escultura) y las llamadas "decorativas" o "menores" (mobiliario, moda).
Aparece junto con el Manierismo, que a su vez dio paso al Barroco y este al Rococó; siendo
renovado a través del Neoclasicismo y atacado por el Romanticismo.5 Siguió siendo la
tendencia dominante en las artes y el pensamiento occidentales durante los siglos XVIII y XIX,
en su vertiente institucionalizada en las academias (el academicismo), mientras que durante el
siglo XX tanto el mercado del arte como el ámbito institucional acabaron asumiendo el
rupturismo de las vanguardias.
Como su propio nombre indica, el clasicismo se inspiró en los patrones del arte y el
pensamiento del mundo clásico (la Antigua Grecia y la Antigua Roma). No obstante, el
clasicismo de la Edad Moderna tiene sus orígenes más inmediatos en la continuidad de
movimientos culturales surgidos en la Baja Edad Media: los valores del Renacimiento, junto a
la búsqueda del conocimiento y la perfección que caracterizan al humanismo. El clasicismo
asume todo ello y lo convierte en un nuevo canon que aspira a lograr la perfección absoluta a
través del arte.
El Orfeo, de Monteverdi, la primera obra del repertorio operístico (1609, periodo del Barroco).
Denominación[editar]
Mientras que las restantes artes descubrían y copiaban en esta época los antiguos modelos
grecorromanos, los muy escasos restos musicales conocidos de la música de la
Antigüedad eran insuficientes para basarse en ellos, por lo que el clásico es un estilo musical
nuevo.
Molto allegro (I) de la Sinfonía no. 40 de Mozart. Con forma sonata global, los once primeros segundos
ejemplifican la típica melodía acompañada y simétrica del Clasicismo.
Como consecuencia de todo ello las características principales de la música del Clasicismo
son:
Formas instrumentales[editar]
Las formas instrumentales del Clasicismo reciben su nombre según el conjunto al que están
destinadas:
La sonata está escrita para un instrumento solista (generalmente el piano), o bien para
piano y un segundo instrumento (violín, flauta, etc.).
El trío, el cuarteto, el quinteto... denominan a obras escritas respectivamente para tres,
cuatro, cinco... instrumentos. Entre estas combinaciones quedan fijadas algunas plantillas,
como la del cuarteto de cuerda o el quinteto de viento.
La serenata, el divertimento y la casación suelen estar escritas para un conjunto de
tamaño medio (pequeña orquesta de cuerdas, banda de viento), para ser interpretados al
aire libre.
El concierto está escrito para un instrumento solista y orquesta.
La sinfonía es una obra escrita para orquesta sinfónica.
L'orchestre de l'Opéra, cuadro de Edgar Degas, 1870.
Todas estas obras son estructuradas de modo similar, tomando como modelo la sonata. Tiene
esta tres o cuatro movimientos:
En el primero se sigue un esquema con tres partes: primero una exposición en la que el
compositor nos presenta dos temas, uno enérgico, en la tonalidad principal, y otro más
melódico, en la dominante o el relativo mayor. En segundo lugar, el desarrollo, en el que
se establece un conflicto entre los dos temas, que son fragmentados, transportados,
variados... Finalmente la reexposición, en la que la tensión armónica se resuelve al volver
a escucharse los temas iniciales en la misma tonalidad.
El segundo movimiento, lento, suele ser más melodioso, utilizándose la forma lied, de
estructura ternaria y carácter lírico.
El tercer movimiento tiene un carácter más desenfadado, generalmente en forma
de minueto, danza de origen francés, o de scherzo (en el caso de Beethoven).
En el cuarto movimiento se adopta casi siempre la forma rondó, que alterna un tema
principal a modo de estribillo, en la tonalidad principal, con episodios en otros tonos.
En la sonata propiamente dicha los compositores solían prescindir a veces de alguno de los
cuatro movimientos canónicos, a su elección. El concierto nunca tiene minueto, quedando por
tanto estructurado siempre en sólo tres movimientos. Los divertimentos y serenatas, por el
contrario, solían ampliar la secuencia habitual con algún movimiento suplementario.
Si bien la mayoría de los instrumentos sinfónicos ya existían desde el Barroco, muchos de
ellos cambian y se adaptan a los nuevos requerimientos estilísticos y de composición de la
época: así, los de viento aumentan el número de agujeros y llaves para adaptarse a las
tonalidades con muchas alteraciones. Algunos instrumentos que surgen en este periodo son el
pianoforte, el arpeggione y el clarinete, mientras pierden vigencia casi hasta su extinción la
viola da gamba, el clavicordio, la flauta dulce (que volverá a renacer en el siglo XX), el bajón y
el laúd, entre otros. El fortepiano se impuso sobre el clave de tal forma que pasó a ocupar un
lugar central en la música de cámara e incluso en los conciertos solistas.
Este es un periodo clave también para la orquesta porque se configura la orquesta sinfónica
como tal, por influencia de Mozart, Haydn y la escuela de Mannheim. De la orquesta de
cámara heredada del Barroco se mantiene la sección de cuerdas como base, aunque esta es
ampliada en número y suele complementarse con al menos un par de oboes y de trompas. Al
avanzar el siglo queda fijada la sección de instrumentos de madera a dos: dos flautas
traveseras, dos oboes, dos clarinetes y dos fagotes. La sección de metal solía incluir entre dos
y cuatro trompas, dos trompetas (con timbales) y, ocasionalmente, uno o varios trombones. Se
abandona la práctica del bajo continuo, y con ello el clavecín en la orquesta, salvo para los
recitativos operísticos.
La ópera[editar]
Artículos principales: Ópera e Historia de la ópera.
Ya desde inicios del siglo XVIII se había convertido en un fastuoso espectáculo de corte, a
través del cual los monarcas y aristócratas exhibían su esplendor. Los temas se referían a la
mitología y a la historia antigua y representaban grandes tragedias heroicas, montadas con
gran aparato: era la llamada ópera seria, cantada en italiano.
Por el contrario, las clases sociales menos favorecidas contaban con su propio teatro musical,
la ópera buffa, pequeñas actuaciones satírico-burlescas. De breve duración y argumento
simple, recurren a la expresión directa en lenguaje coloquial y se sirven de dos o tres
personajes solamente, reduciendo al máximo los elementos musicales, en los que desde
luego están ausentes los coros y cobra la mayor importancia la melodía popular de fácil
construcción. La ópera buffa ganó importancia y nivel artístico durante el Clasicismo, y
aparecieron además versiones nacionales, escritas en la lengua local y con diálogos en lugar
de recitativos, como el singspiel en Alemania, la ballad opera en Inglaterra, la zarzuela en
España y la opéra-comique en Francia.
La música religiosa[editar]
Un gran número de compositores siguió adscrito al servicio de la Iglesia, y continuaron
escribiendo por tanto formas religiosas como la misa y el motete, en general para orquesta,
coro y solistas, y en un estilo deliberadamente arcaico. Un ejemplo muy conocido de este
género es el Réquiem de Mozart.
Véase también