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24 de mayo
BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA,
AUXILIO DE LOS CRISTIANOS Patrona principal de la Sociedad de san Francisco de Sales, del Instituto de Hijas de María Auxiliadora y del Instituto Secular de Voluntarias de Don Bosco Solemnidad Muchas veces y de modo admirable, a lo largo de la historia, el pueblo cristiano ha experimentado la protección de la Virgen María. El título de Auxiliadora de los Cristianos, que san Juan Bosco asocia al de Madre de la Iglesia, indica la intervención especial de María en las pruebas más difíciles de la vida de cada persona, de la Iglesia y de todo el género humano. Su celebración litúrgica fue instituida por Pío VII para agradecer a la Santísima Virgen su intervención en un período dificil de la historia de la Iglesia. Alejado violentamente de Roma y prisionero durante cinco años, el Pontífice imploró el auxilio de María e invitó a los cristianos a dirigirse a ella. Contra toda previsión humana, Pío VII se vio libre y pudo volver a su sede natural el 24 de mayo de 1814. La devoción a María Auxiliadora, muy difundida por san Juan Bosco, sigue propagándose en el mundo gracias a la Familia Salesiana, que la reconoce e invoca como Auxiliadora de los Cristianos y la venera como a su patrona principal. I Vísperas HIMNO ¿Quién podrá tanto alabarte según es tu merecer? ¿Quién sabrá tan bien loarte que no le falte saber?
Pues que para nos valer tanto vales,
da remedio a nuestros males. ¡Oh Madre de Dios y hombre! ¡Oh concierto de concordia! Tú que tienes por renombre Madre de misericordia; pues para quitar discordia tanto vales, da remedio a nuestros males. Tú que estabas ya criada cuando el mundo se crió; tú que estabas muy guardada para quien de ti nació; pues por ti nos conoció, si nos vales, fenecerán nuestros males. Tú que eres flor de las flores, tú que del cielo eres puerta, tú que eres olor de olores, tú que das gloria muy cierta; si de la muerte muy muerta no nos vales, no hay remedio a nuestros males. Amén. O bien otro himno o canto apropiado, aprobado por la autoridad eclesiástica. Ant. 1. Madre dichosa del Hijo de Dios, enaltecida a la gloria del reino, contigo alabamos el nombre del Señor. (T.P. Aleluya.) Salmo 112 Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos. Ant. 2. Por ti vino la paz, María; en ti la Palabra se hizo carne, contigo glorificamos al Señor. (T.P. Aleluya.) Salmo 147 Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas y con frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. Ant. 3. Por ti vino la salvación, María, y la fuerza y el reino de nuestro Dios: contigo cantamos el poder del Señor. (TE Aleluya.) Cántico Ef 1,3-10 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. LECTURA BREVE 1Pe 5,6-11 Por tanto, humillaos bajo la mano poderosa de Dios, y a su tiempo os exaltará. Encomendad a Dios vuestros afanes, que él se ocupará de vosotros. Sed sobrios, vigilad, que vuestro adversario el Diablo, como león rugiendo, da vueltas buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos por el mundo sufren las mismas penalidades. El Dios de toda gracia que por Jesucristo os llamó a su gloria eterna, tras breve sufrimiento, os restablecerá, fortalecerá, robustecerá, cimentará. A él el poder por los siglos. Amén. RESPONSORIO BREVE Tiempo pascual: R. Salve, Virgen María, Madre de la Iglesia. * Aleluya, aleluya. Salve. V Socorre a tus hijos, que alaban al Señor. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. Salve. Fuera del tiempo pascual: R. Madre de la esperanza, * Todos acuden a ti. Madre. Y. Ayuda a tus hijos, bendita entre las mujeres. * Todos acuden a ti. Gloria al Padre. Madre. Magníficat, ant. La mano del Señor te hizo fuerte; serás bendita por siempre. Aleluya. O bien: En los peligros, en las dificultades y en las dudas te invocamos, Auxiliadora de los Cristianos: si tú nos sostienes, no podemos caer; si eres nuestra guía, no nos desalienta el camino; si nos ayudas, llegaremos al cielo. Aleluya. PRECES María, Madre de Cristo el Señor, brilla en el camino del pueblo de Dios como señal de esperanza y consuelo. Bendigamos a nuestro Padre del cielo, que la hizo colaboradora de su salvación, y digámosle: Por intercesión de María Auxiliadora, escúchanos, Señor. Padre, tú hiciste de María la nueva Eva, la mujer vestida de sol y victoriosa sobre la serpiente, — que sea ella nuestro auxilio y nuestra esperanza en las luchas que debemos sostener contra el mal. Tú hiciste de María la nueva Judit, libertadora de su pueblo, bendita entre todas las mujeres, — ayuda al pueblo cristiano a conservar la fe en medio de las pruebas de la vida. Tú hiciste de María la nueva Ester, mujer fuerte y piadosa, dispuesta a interceder por la salvación de su pueblo, — guía a la Iglesia para que supere las insidias que halla en su camino. Tú hiciste de María la auxiliadora del pueblo cristiano en los momentos difíciles de su historia, ilumina al sucesor de Pedro y a los obispos en comu- nión con él, para que acierten a superar los peligros que corren los valores cristianos. Tú que coronaste a María como reina de los ángeles y de los santos, — haz que nuestros difuntos puedan alcanzar con ella la felicidad eterna de tu reino. Padre nuestro. La oración, como en Laudes. Completas Completas del domingo; fuera del riempo pascual, dese preferencia a las antífonas Bajo tu protección nos acogemos, o bien O María, Virgo potens, como en el Ordinario. Invitatorio Ant. Aclamemos al Señor en la fiesta de María, Auxiliadora de los Cristianos. Aleluya. El salmo inviratorio, como en el Ordinario. Oficio de lectura HIMNO María, pureza en vuelo, Virgen de vírgenes, danos la gracia de ser humanos sin olvidarnos del cielo. Enséñanos a vivir; ayúdenos tu oración; danos en la tentación la gracia de resistir. Honor a la Trinidad por esta limpia victoria. Y gloria por esta gloria que alegra la cristiandad. Amén. O bien otro himno o canto apropiado, aprobado por la autoridad eclesiástica. SALMODIA Ant. 1. Virgen María, tú recibiste la bendición del Señor y la misericordia del Dios de salvación. (T.P. Aleluya.) Salmo 23 Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. — ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? — El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. — Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. — ¿Quién es ese Rey de la gloria? —El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra. ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. — ¿Quién es ese Rey de la gloria? Señor, Dios de los ejércitos. El es el Rey de la gloria. Ant. Virgen María, tú recibiste la bendición del Señor y la misericordia del Dios de salvación. (T.P. Aleluya.) Ant. 2. Dios, nuestro refugio y nuestra fuerza, nos ha dado en María un auxilio para la hora de la prueba. (T.P Aleluya.) Salmo 45 Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar. Que hiervan y bramen sus olas, que sacudan a los montes con su furia: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora. Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan; pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra: Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos. «Rendíos, reconoced que yo soy Dios: más alto que los pueblos, más alto que la tierra.» El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Ant. Dios, nuestro refugio y nuestra fuerza, nos ha dado en María un auxilio para la hora de la prueba. (T.P. Aleluya.) Ant. 3. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Madre de todos los pueblos! (T.P. Aleluya.) Salmo 86 Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! «Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado». El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Este ha nacido allí». Y cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti». Ant. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Madre de todos los pueblos! (TI'. Aleluya.) Tiempo pascual: V. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí, aleluya. R. Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación, aleluya. PRIMERA LECTURA Del libro del Apocalipsis11,19a; 12,1-17 La portentosa figura de la mujer en el cielo Se abrió en el cielo el templo de Dios y apareció en el templo el arca de su alianza. Una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol, la luna bajo los pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta y gritaba de dolor en el trance del parto. Apareció otra señal en el cielo: un dragón rojo enorme, con siete cabezas y diez cuernos y siete turbantes en las cabezas. Con la cola arrastraba un tercio de los astros del cielo y los arrojaba a la tierra. El dragón estaba frente a la mujer en parto, dispuesto a devorar a la criatura en cuanto naciera. La mujer dio a luz a un hijo varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro. El hijo fue arrebatado hacia Dios y hacia su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios para sustentarla mil doscientos sesenta días. Se declaró la guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; el dragón luchaba asistido de sus ángeles; pero no vencía, y perdieron su puesto en el cielo. El dragón gigante, la serpiente primitiva, llamado Diablo y Satanás, que engañaba a todo el mundo, fue arrojado a la tierra con todos sus ángeles. Escuché en el cielo una voz potente que decía: —Ha llegado la victoria, el poder y el reinado de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo; porque ha sido expulsado el que acusaba a nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios. Ellos lo derrotaron con la sangre del Cordero, y con su testimonio, porque despreciaron la vida y no temieron la muerte. Por eso festejadlo cielo y los que habitáis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar!, porque ha bajado a vosotros el Diablo, enfurecido porque sabe que le queda poco tiempo. Cuando vio el dragón que había sido arrojado en tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. A la mujer le dieron las dos alas del águila gigante, para que volase a su puesto en el desierto, donde la sustentarán un año y dos años y medio año, lejos de la serpiente. La serpiente echó por la boca agua como un río detrás de la mujer, para arrastrarla en la corriente. Pero la tierra auxilió a la mujer abriendo la boca y bebiendo el río que había echado por la boca el dragón. Enfurecido el dragón con la mujer, se marchó a pelear contra el resto de sus descendientes, los que cumplen los preceptos de Dios y conservan el testimonio de Jesús. RESPONSORIO Cf. Ap 12,5.1 R. Ella dio a luz un hijo varón, destinado a regir a todas las naciones con cetro de hierro; pero arrebataron a su hijo y lo llevaron hasta Dios y su trono. * ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Aleluya. Y. Apareció en el cielo una magnífica señal: una mujer envuelta en el sol, con la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. * Demos gracias. Fuera del tiempo pascual: R. María conservaba todas estas cosas. Y. Meditándolas en su corazón. O bien: PRIMERA LECTURA Del libro de Judit13,11-14.16a-20; 15,8-10.12-14 El Señor está contigo. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! Judit gritó desde lejos a los centinelas: «¡Abrid, abrid la puerta! Dios, nuestro Dios, está con nosotros, demostrando todavía su fuerza en Israel y supoder contra el enemigo. ¡Así lo ha hecho hoy!». Cuando los de la ciudad la oyeron, bajaron en seguida hacia la puerta y convocaron a los ancianos. Todos fueron corriendo, chicos y grandes. Les parecía increíble que llegara Judit. Abrieron las puertas y la recibieron; luego hicieron una gran hoguera para poder ver y se amontonaron en torno a ellas. Judit les dijo gritando: «¡Alabad a Dios, alabadlo! Alabad a Dios que no ha retirado su misericordia de la casa de Israel; que por mi mano ha dado muerte al enemigo esta misma noche. Vive el Señor, que me protegió en mi camino.» Todos se quedaron asombrados, y postrándose en adoración a Dios, dijeron a una voz: «Bendito eres, Dios nuestro, que has aniquilado hoy a los enemigos de tu pueblo». Y Ozías dijo a Judit: «Que el Altísimo te bendiga, hija, más que a todas las mujeres de la tierra. Bendito el Señor, creador de cielo y tierra, que enderezó tu golpe contra la cabeza del general enemigo. Los que recuerden esta hazaña de Dios jamás perderán la confianza que tú inspiras. Que el Señor te engrandezca siempre y te dé prosperidad, porque no dudaste en exponer tu vida ante la humillación de nuestra raza, sino que vengaste nuestra ruina procediendo con rectitud en presencia de nuestro Dios». Todos aclamaron: ¡Así sea, así sea! El sumo sacerdote, Joaquín, y el Consejo de ancianos de Israel, que habitaban en Jersusalén, fueron a contemplar los prodigios de Dios en favor de Israel y a ver y saludar a Judit. Cuando llegaron a su casa, todos a una voz la felicitaron: «Tú eres la gloria de Jerusalén, tú el honor de Israel, tú eres el orgullo de nuestra raza. Con tu mano lo hiciste, bienhechora de Israel, y Dios se ha complacido. Que Dios omnipotente te bendiga por siempre jamás». Y todos aclamaron: ¡Así sea! Todas las israelitas corrieron a verla y darle la enhorabuena. Algunas organizaron una danza en su honor. Judit tomó ramos y los repartió a sus compañeras, que se coronaron como ella con hojas de olivo. Judit, a la cabeza de toda la gente, dirigía la danza de las mujeres. Seguían los israelitas, armados, llevando coronas y cantando himnos. En medio de todos los israelitas, Judit entonó un canto de acción de gracias, coreado por todo el pueblo. RESPONSORIO BREVESal 33,4; Lc 1,48; Sal 65,16 R. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre porque se ha fijado en su humilde esclava. * Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. V Fieles de Dios, venid a escuchar; os contaré lo que ha hecho conmigo. * Desde ahora. V. Porque ha mirado la humildad de su sierva. * Desde ahora. SEGUNDA LECTURA Del Reglamento de la Asociación de devotos de María Auxiliadora, escrito por san Juan Bosco, presbítero. (Opere edite, XXI, Roma 1976, 343-347) María, Auxiliadora de los Cristianos El título de Auxiliadora que damos a la augusta Madre del Salvador no es nuevo. Ya en los libros santos se llama a María reina que está a la derecha de su divino Hijo, vestida de tisú de oro, perlas y brocado (cf. Sal 44,14). Su hermosísimo manto de oro está cubierto, según el espíritu de la Iglesia, de un gran número de piedras preciosas y diamantes, o sea, de los títulos que solemos dar a María. Así pues, cuando la llamamos Auxiliadora de los Cristianos, no hacemos más que destacar un título que viene a ser como una perla en su manto de oro. En ese sentido María fue saludada ya como auxiliadora del género humano en la creación del mundo, cuando a Adán, caído en pecado, se le prometió un libertador que había de nacer de una mujer cuyo pie inmaculado aplastaría la cabeza de la serpiente tentadora. Esa gran mujer es simbolizada por el árbol de la vida que había en el paraíso terrenal, por el arca de Noé que salva del diluvio universal a los adoradores del Dios verdadero, por la escala de Jacob que sube hasta el cielo, por la zarza de Moisés que arde sin consumirse, y que alude a María, virgen después del parto, así como por el arca de la alianza, por la torre de David que defiende contra cualquier asalto, por la rosa de Jericó, por la fuente sellada y por el huerto de Salomón, bien mantenido y guardado; se la compara a un acueducto de bendición y al vellón de Gedeón. En otras partes se dice que es la estrella de Jacob, hermosa cual la luna y espléndida como el sol, iris de paz, niña de los ojos de Dios, aurora portadora de consuelo y Virgen y Madre que da a luz a su Señor. Estos símbolos y expresiones que la Iglesia aplica a María ponen de relieve los planes providenciales de Dios para darla a conocer, antes de que naciera, como primogénita de todas las simples criaturas, como la mejor protectora, auxilio y pilar, e incluso como remedio de los males a que se ve sometido el género humano. En el Nuevo Testamento ya no se la indica solo, mediante símbolos y profecías, como auxiliadora de los hombres en general, sino que se convierte en ayuda, amparo y defensa de los cristianos en particular. Ya no se habla de figuras y expresiones simbólicas; en el Evangelio todo es realidad y cumplimiento del pasado. María recibe el saludo del arcángel Gabriel, que la llama llena de gracia; Dios mira complacido la sincera humildad de María y la eleva a la dignidad de Madre del Verbo eterno; Jesús, el Dios inmenso, se hace hijo suyo: de ella nace, por ella es educado y atendido, y el Verbo eterno, hecho carne, se somete en todo a la obediencia de su augusta Madre. A petición de María, Jesús hace en Caná de Galilea su primer milagro; en el Calvario es constituida Madre universal de los cristianos; los Apóstoles la ven como guía y maestra de toda virtud; con ella se recogen en el cenáculo para rezar; con ella se entregan a la oración y reciben, al fin, el Espíritu Santo; para ellos son sus últimas palabras antes de volar gloriosamente al cielo. Desde su altísimo trono de gloria, vuelve a nosotros sus ojos de madre y nos dice: »Yo estoy aquí para colmar de bendiciones a los que me aman y llenar sus tesoros con los favores celestiales». Por ello, a partir de su Asunción al cielo empezó el constante e ininterrumpido acudir de los cristianos a María, y nunca se ha oído de nadie —afirma san Bernardo— que haya acudido con confianza a esa piadosísima Virgen y no haya sido escuchado. Tal es la razón de que todos los siglos, años y días e incluso cada momento, se distingan en la historia por algún favor concedido a quien la había invocado, con fe. Por la misma razón, no hay ningún reino, ciudad, pueblo o familia que no tenga una iglesia, capilla, altar, imagen, cuadro o signo como muestra de la veneración universal de que goza María, recordando al mismo tiempo alguna de las innumerables gracias concedidas a quien ha acudido a ella en sus necesidades. RESPONSORIOSal 33,4; Le 1,48; Sal 65,16 R. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre, * Porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. (T.P. Aleluya.) V. Venid a escuchar, os contaré lo que Dios ha hecho conmigo. * Porque. O bien: SEGUNDA LECTURA De los escritos de san Juan Bosco, presbítero («maraviglie della Madre di Dio...», Opere edite, Roma 1976 1217220; 197-200]) María ha sido constituida por Dios Auxiliadora del pueblo cristiano Cuando la Santísima Virgen fue a visitar a santa Isabel, esta, nada más verla, quedó llena del Espíritu Santo e, inspirada, dijo profetizando: Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre (Lc 2,42). Con estas palabras el Espíritu Santo, por boca de Isabel, ensalzó a María, queriendo así enseñarnos que había sido objeto de las bendiciones y favores de Dios y elegida por él para traer a los hombres aquella bendición que, perdida en Eva, había sido anhelada a lo largo de muchos siglos. A la felicitación de su prima respondió María, inspirada por Dios: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones (Le 1,46-48). Para que la gloria de María llegara a todas las generaciones y la pudieran felicitar con verdad, era preciso que por ella recibiesen algún beneficio extraordinario y perenne, de modo que, siendo constante el motivo de su gratitud, fuera lógica la perpetuidad de su alabanza. Esta acción benéfica continua y admirable no puede ser otra que el auxilio que María otorga a los hombres, auxilio que debía abarcar todos los tiempos y llegar a todos los lugares y a toda clase de personas. El título de Auxiliadora de los Cristianos que damos a la augusta Madre del Salvador no es nuevo en la Iglesia de Jesucristo. Sin embargo, últimamente se ha comenzado a llamar así a la Virgen Santísima por una razón muy especial. No se trata de invocar a María solo por intereses privados, sino por los gravísimos e inminentes peligros que amenazan a los fieles. Hoy se ataca a la misma Iglesia católica: se la ataca en su servicio, en sus instituciones sagradas, en su Cabeza, en su doctrina, en su disciplina; se la ataca como Iglesia católica, como centro de la verdad, como maestra de todos los fieles. Y precisamente para merecer una protección especial del cielo se acude a María, como a Madre de todos, como a especial Auxiliadora de los gobernantes y pueblos católicos. Por eso decimos con toda verdad que María ha sido constituida por Dios Auxiliadora de los Cristianos, y que en todo tiempo ha demostrado serlo en los males públicos, especialmente con los pueblos que sufrían y luchaban por la fe. Que María nos ayude a vivir unidos en la doctrina y en la fe, cuyo guía es el Romano Pontífice, vicario de Jesucristo, y nos obtenga la gracia de perseverar en el santo servicio de Dios durante toda la vida, para poder estar un día con ella en el reino celeste de la gloria. RESPONSORIO Lc 1,48-49; Sal 17.33 R. Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es santo. (IP. Aleluya.) Y. Dios me ciñe de valor y hace perfecta mi conducta. * Su nombre. HIMNO Te Deum. La oración, como en Laudes. Celebración de la vigilia Quienes deseen una celebración más amplia de la vigilia celebrarán, en primer lugar, el Oficio de lectura; después de las dos lecturas y antes del Te Deum, añadirán los cánticos y el evangelio que se indican a continuación. CÁNTICOS Ant. Bendecid al Señor por todas sus obras: atavió a María con el vestido de la salvación y le dio un manto de justicia. (TE. Aleluya.) Cántico I Is 61,10-62,3 Alegría del profeta por la nueva Jerusalén Cántico II Is 62,4-7 Gloria de la nueva Jerusalén Cántico III Eclo 39,13-16a ¡Qué magníficas son tus obras, Señor! Ant. Bendecid al Señor por todas sus obras: atavió a María con el vestido de la salvación y le dio un manto de justicia. (T.P. Aleluya.) EVANGELIO Se lee un evangelio del Leccionario de la misa de «María, Auxiliadora de los Cristianos». 1. Mt 12,46-50 Estos son mi madre y mis hermanos: cualquiera que haga la voluntad de mi Padre. 2. Lc 1,26-38 Tu hijo será grande, y reinará por siempre. 3. Lc 1,39-47 ¡Bendito el fruto de tu vientre! 4. Lc 11,27-28 Dichosos los que oyen la Palabra de Dios. 5. Jn 2,1-11 Su madre dijo a los sirvientes: haced lo que él os diga. 6. Jn 19,25-27 Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre. Después del evangelio puede hacerse, si parece oportuno, la homilía. HIMNO Te Deum. La oración, como en Laudes. Laudes HIMNO Te llamo todas las cosas cuando te llamo, María, Madre de Dios, Madre mía Auxiliadora. Virgen vestida de sol, Virgen purísima, aurora, Madre de Cristo, María Auxiliadora. Estrella de la mañana, que nos alumbra y nos guía, Puerta del cielo, María Auxiliadora. Puente que nos da la mano desde la orilla a la orilla, mano maternal, María Auxiliadora. Abogada y Medianera, socorro que Dios envía para alentarnos, María Auxiliadora. Esperanza y alegría de la juventud y luz de nuestras almas, María Auxiliadora. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Por la Madre Auxiliadora suba hasta Dios nuestro canto. Amén. O bien otro himno o canto apropiado, aprobado por la autoridad eclesiástica. Ant. 1. Mi fuerza y mi canto es el Señor: él es mi auxilio y mi salvación. (T.P. Aleluya.) Los salmos y el cántico, del domingo de la semana I. Ant. 2. El Señor te ha bendecido, Virgen María, más que a todas las mujeres de la tierra. (T.P. Aleluya.) Ant. 3. Te alabamos, Señor, por tus proezas; te bendecimos por el auxilio de María. (T.P. Aleluya.) Tiempo pascual: LECTURA BREVE Ap 12,10-12.17 Escuché en el cielo una voz potente que decía: Ha llegado la victoria, el poder y el reinado de nuestro Dios y la autoridad de Jesucristo; porque ha sido expulsado el que acusaba a nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios. Ellos lo derrotaron con la sangre del Cordero y con su testimonio, porque despreciaron la vida que no temieron la muerte. Por eso festejadlo cielos y los que habitáis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar!, porque ha bajado a vosotros el diablo, enfurecido porque sabe que le queda poco tiempo. Enfurecido el dragón con la mujer, se marchó a pelear contra el resto de sus descendientes, los que cumplen los preceptos de Dios y conservan el testimonio de Jesucristo. RESPONSORIO BREVE R. De ti salió, Virgen María, la luz del mundo. * Aleluya, aleluya. De ti salió. V Sostenidos por tu oración, bendecimos al Señor. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. De ti salió. Fuera del tiempo pascual: LECTURA BREVE Jdt 13,18-20 Que el Altísimo te bendiga, hija, más que a todas las mujeres de la tierra. Bendito el Señor, creador de cielo y tierra, que enderezó tu golpe contra la cabeza del general enemigo. Los que recuerden esta hazaña de Dios jamás perderán la confianza que tú inspiras. Que el Señor te engrandezca siempre y te dé prosperidad, porque no dudaste en exponer tu vida ante la humillación de nuestra raza, sino que vengaste nuestra ruina procediendo con rectitud en presencia de nuestro Dios. RESPONSORIO BREVE R. Piadosa Madre de Cristo, * Tú haces obras admirables. Piadosa Madre. V. Esperanza nuestra, nos acogemos a tu auxilio. * Tú haces obras admirables. Gloria al Padre. Piadosa Madre. Benedictus, ant. Oh María, tú eres la aurora, aleluya, que nos trae el nuevo sol. (TE Aleluya.) PRECES Al comienzo de este nuevo día, ensalcemos con María, Auxiliadora de los Cristianos, a Cristo Jesús, nuestro Dios y Salvador, y digámosle: Te alabarnos y bendecimos, Hijo de María. Cristo Jesús, sol de justicia, que naciste de María, estrella de la mañana, — haz que también hoy caminemos en tu luz, para que en la hora del ocaso merezcamos tu mirada benévola. Cristo Salvador, que en tu Madre Inmaculada diste comienzo a la Iglesia, — ayúdanos a buscar con todas nuestras fuerzas la santidad y la virtud. Cristo Jesús, consuelo de quienes en ti confían, — haz que a ejemplo de tu Madre sepamos cargar con la cruz de cada día. Cristo Redentor, que tuviste junto a ti al pie de la cruz a tu madre en un silencio elocuente, — danos la gracia de comprender y servir a los que sufren en silencio. Cristo Señor, que en el misterio de tu Pascua libras de todo mal al hombre, — da a los jóvenes fuerza para superar las múltiples formas de esclavitud de nuestro tiempo. Padre nuestro. Oración Señor, Dios nuestro, que hiciste, a la Virgen María, Madre y Auxiliadora de los cristianos; concede, por su interceción, a la Iglesia la fuerza de tu Espíritu para superar con paciencia y amor todas las pruebas_y participar ya desde ahora en la victoria de Cristo, tu Hijo. El, que vive y reina contigo... Hora intermedia HIMNO Todos te deben servir, Virgen y Madre de Dios, que siempre ruegas por nos y tú nos haces vivir. Tanta fue tu perfección y de tanto merecer, que de ti quiso nacer quien fue nuestra redención. El tesoro divinal en tu vientre se encerró, tan precioso, que libró • todo el linaje humanal. ¡Oh clara virginidad, fuente de toda virtud!, no ceses de dar salud: a toda la cristiandad. Amén. O bien un himno apropiado a la hora de la celebración, aprobado por la autoridad eclesiástica. Los salmos se toman de la salmodia complementaria; durante el tiempo ordinario, si la solemnidad cae en domingo, los salmos son del domingo I del Salterio. Tercia Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo. (T.P. Aleluya.) LECTURA BREVE Ap 12,1 Después apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. V. Te reconocemos como Madre de nuestro Salvador. (T.P. Aleluya.) R. Honor de la Iglesia y auxilio en las dificultades. (T.P. Aleluya.) Sexta Ant. Con el poder de su brazo dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes. (T.P. Aleluya.) LECTURA BREVE Ap 21,3b Esta es la morada de Dios con los hombres: él habitará con ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. V Salve, Madre santa y gloria del mundo. (T.P. Aleluya.) R. Intercede por nosotros ante tu Hijo. (T.P. Aleluya.) Nona Ant. El Señor auxilia a sus fieles, acordándose de la misericordia. (T.P. Aleluya.) LECTURA BREVE Ap 12,17 Despechado el dragón por causa de la mujer, se marchó a hacer la guerra al resto de su descendencia, a los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. V María, madre de gracia, madre de misericordia. (T.P. Aleluya.) R. Defiéndenos del enemigo y ampáranos ahora yen la hora de nuestra muerte. (TE Aleluya.) La oración, como en Laudes. II Vísperas HIMNO En las bodas de Caná tú estás con los invitados con los sentidos clavados en lo que ocurriendo está. Y cuando el gozo ha prendido y en los corazones salta, nadie advierte que les falta lo que tú sí has advertido. Y para que el regocijo no se ausente en ese día, tu corazón lo confía maternalmente a tu Hijo. Y así, con esa manera de estar, tu actitud previno que no les faltara vino y la alegría cundiera. Haz, Madre, que desde ahora llevemos en nuestra mente grabada profundamente tu imagen Auxiliadora. Amén. O bien otro himno o canto apropiado, aprobado por la autoridad eclesiástica. Ant. 1. El gozo del Señor está contigo, Virgen María: alcánzanos el bien y la paz. (TE Aleluya.) Salmo 121 ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios». Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien. Ant. 2. María, Madre de la Iglesia, guarda con amor a tu pueblo. (TP Aleluya.) Salmo 126 Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen! La herencia que da el Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud. Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza. Ant. 3. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. (TE Aleluya.) Cántico Ef 1,3-10 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. LECTURA BREVE Rom 8,28-32.37 Sabemos que todo concurre al bien de los que aman a Dios, de los llamados según su designio. A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos. A los que había destinado los llamó, a los que llamó los hizo justos, a los que hizo justos los glorificó. Teniendo esto en cuenta, ¿qué podemos decir? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra? El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él? En todas esas circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó. RESPONSORIO BREVE Tiempo pascual: R. Bendita eres, María. Aleluya, aleluya. Bendita. Y. Por ti vino al mundo la salvación. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. Bendita. Fuera del [lempo pascual: R. Reina del mundo, * Soberana del cielo. Reina. V Ruega por la salvación del pueblo cristiano, * Soberana del cielo. Gloria al Padre. Reina. Magníficat, ant. A ti acudimos en las pruebas, Santa Madre de Dios: por ti nos llega el auxilio del Señor. (T.P. Aleluya.) O bien: Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque ha mirado la humillación de su esclava. (TE Aleluya.) PRECES Demos gracias a Dios, nuestro Padre, que en la Virgen María nos dio la imagen y el comienzo de la Iglesia, y pidámosle: Renuévanos, Señor, en tu Espíritu. Padre, que te dignaste que María estuviera en el cenáculo con los Apóstoles, — asiste con tu Espíritu al Papa y a los obispos y presbíteros, para que guíen con seguridad a tu Iglesia por los caminos del mundo. Tú, Padre santo, quisiste que María asistiera a los primeros pasos de la Iglesia evangelizadora, — bendice a los misioneros y a todos los que trabajan por la difusión de tu Reino. Tú hiciste que María se mostrara disponible y servicial para con su prima Isabel y con los novios de Caná, haznos diligentes y atentos con quienes se hallan en necesidad, solos o en el dolor. Tú dispusiste que María fuera, con José, la educadora de tu Hijo, — alienta a toda la Familia Salesiana en su labor de promoción humana y cristiana de los jóvenes, especialmente de los más pobres y abandonados. Tú, Padre de bondad infinita, quieres que María resplandezca como signo de consuelo y esperanza para todos los cristianos, — recibe en la gloria de tu Reino a los difuntos que han creído y esperado en ti. Padre nuestro. La oración, como en Laudes. Completas Para las Completas, todo se tomará del domingo; fuera del tiempo pascual, prefiéranse las antífonas Bajo tu refugio nos acogemos, o bien O María, Virgo potens, como en el Ordinario.