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La Organizacion Nacional - Martín Ruiz Moreno (Tomo 4)

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LA ORGANIZACION NACIONAL

SEGUNDO PERIODO
POR EL

D.R MARTIN RUIZ MORENO

Cuarto y último Tomo

ROSARIO
Tipografía, Litografía y Encuadernación LA CAPITAL, Sarmiento 769
1908
JUSTIFICACION

No del General Urquiza.


De mi criterio sobre su actuación de 1851 á 1860.
Con la publicación del tercer tomo, que hace la
historia del segundo periodo de nuestra organización
nacional pienso que pude dar por terminado el com­
promiso expontáneo que me impuse: demostrar la verdad
en el periodo histórico de 1851 á 1860. Mi narración
estaba bien comprobada.
Pero se me hizo reproche de haber escrito la apo­
logía del General Urquiza.
Tenía el deber de hacerlo á título de argentino.
Pero no fué ese mi propósito.
Si mi trabajo histórico merece en justicia ese tí­
tulo (apología de Urquiza), declaro que hice prosa sin
saberlo.
La historia de la organización de la República se
había falsificado; y hasta el origen de la gloriosa revo­
lución que la preparó, se atribuyó á intereses y perso­
najes extranjeros.
Conocí con exactitud los sucesos de aquella época
y tuve la suerte de tratar personalmente con los gran­
des obreros de la Organización Nacional. Algunos de
ellos me honraron con su amistad y su confianza. Sus
enemigos políticos los habían calumniado, hasta exa­
gerar el vilipendio. Son pocos los que viven y guardan
silencio, de los que cooperaron á la honrosa obra.
Y los documentos de una época de lucha política
ardiente, no hablan siempre con sinceridad. Las pro-
— li -

gramas, los manifiestos, las proclamas, los artículos de


diarios y hasta las notas oficiales, después de cuarenta,
cincuenta y setenta años, necesitan del comentario
vivo para evitar el extravío del juicio.
Por esto y por el silencio de mis amigos y autores
en gran parte de aquellos sucesos, me decidí á escribir.
Los errores en que haya incurrido pueden ser rectifi­
cados por testigos presenciales.
En cuanto á mi criterio respecto de la notable actua­
ción del General Urquiza, resulta justificada no solo
por documentos, sino por el juicio de escritores que
jamás fueron sus amigos, sino también por el de sus
mismos enemigos. Voy á dar la prueba.
Don Mariano Pelliza, cuyo testimonio y criterio no
es sospechoso en favor del. General Urquiza, dice lo
siguiente en la página 378 de su «Historia de la Organi­
zación Nacional». — « Apesar de todas deficiencias del
« gobierno federal, de todas las imperfecciones que pu-
« diera demostrarse, no resultará estéril como el despo-
« tismo vencido en Caseros. Rosas no había dejado ni
«una ley, ni un decreto que pudiera hacer aprovechable
«en política ó en administración. Lo brutal, lo abusivo,.
« lo caprichoso, reinaba en todas partes. Aquello era el
«desorden sistemático. Urquiza, por el contrario, nos
« dejaba la Constitución aceptada por Buenos Aires, que
« debía sobrevivirle para honor suyo y de isus altos cola-
«boradores. Nos dejaba también la libre navegación de
« los rios, cuya clausura mantenida con fiereza por el
« Dictador, constituía la más irritante hostilidad á las
« provincias, porque aseguraba al puerto de Buenos Aires
« el monopolio mercantil.
« Los errores de Urquiza, fueron los errores de la
« época, y debemos admirarnos, no de que se equivocara
« en algunas ocasiones, sino de que acertara tantas
« veces y tan bien en los altos problemas de la organi-
« zacion; de que tuviera bastante patriotismo para so-
« breponerlo á sus pasiones personales y violentas de
_
« caudillo victorioso. Urquiza ha escrito en la historia de
<> la organización argentina la más bella de sus páginas,
« dotando al país por el esfuerzo combinado del valor
« y de la inteligencia, de la Constitución federal aceptada
« por todos y por todos obedecida.
« A este código debe la Nación en gran parte su
« progreso. — Urquiza no lo hizo, no lo redactó, pero el
« fué quien dispuso que se hiciera libremente, sin impo-
« ner su autoridad en otro sentido que hacerlo cumplir y
« obedecer.
« Cuando se trató de su reforma procedió igual-
te mente, dejando á Buenos Aires que lo modificara antes
« de aceptarlo.
« Aceptada y jurada por Buenos Aires la constitu-
« cion de Mayo, como lo había sido ya por todas las
« provincias, quedó consagrada ley fundamental de la
« República Argentina. El General Urquiza al dejar
« constituido su país se hizo acreedor al reconocimiento
« de sus conciudadanos.
La apología del General Urquiza la hizo el General
Mitre en Octubre de 1860, al proclamarlo Washington de
la América Española; la hicieron los convencionales de
la Nación, reunida ese año en Santa Fé, Sarmiento, Velez,
Elizalde, Fraguiero, etc.
Si. yo hubiese escrito una apología, -en mi libro, ya
se ve que la imparcialidad de mi criterio anda en buena
compañía.
Escribir historia, escatimando elogios al personage
que los merece, no es dar prueba de imparcialidad:
como no lo es tampoco dejar de condenar la conducta
de los que han estorbado el progreso, ni la de los que
han cometido grandes crímenes durante el periodo cuyos
sucesos se narran; y cuando el principal actor en un
acontecimiento, ó en un suceso glorioso, ha sido calum­
niado, es obligación del que escribe, ponderar su actua­
ción y poner de relieve la calumnia. Solo asi cumple
su deber el narrador.
— IV

En la historia del cristianismo. San Pablo es el


principal personaje bajo el punto de vista de su for­
mación y de su triunfo, no obstante su error de los
primeros dias.
Y puesto que la critica nos da lugar á detenernos,
en la personalidad del General Urquiza durante el
difícil periodo de la revolución de 1851, que precedió á
la integridad nacional, haremos resaltar más su mérito
incomparable.
¿ Exageramos ?
Quien eso piense, que lo demuestre, y hará gran
servicio á nuestra historia nacional.
Ninguno de nuestros hombres de Estado ha rea­
lizado en política, y en materia de instituciones orgá­
nicas, ninguno ha realizado tanto y tan duradero, como
lo que ha llevado á cabo el General Urquiza en ese
periodo.
Es indudable que el benemérito General Las Heras
y su ilustrado Ministro Don Manuel José García hubie­
ran llevado á la práctica los nobles propósitos de cons­
tituir y organizar la República; pero la acción del
patriota Gobernador de Buenos Aires, iniciada en 1824,
fué estorbada y fracasó por los errores de Don Ber-
nardino Rivadavia, cuya influencia llegó á pesar deci­
sivamente en la gran mayoría del Congreso Constituyente
reunido el 16 de Diciembre de 1824 por el Señor
General Las Heras.
El Señor Rivadavia como Ministro del General Don
Martín Rodríguez, contrariando las ideas de su colega
en el Ministerio, decidió al Gobernador Rodríguez á
retirar los Diputados que la Provincia de Buenos Aires
había mandado al Congreso Nacional, reunido en Cór­
doba en 1821.
Rivadavia opinaba que se había anticipado el mo­
mento favorable al propósito de constituir en un centro
común todas las Provincias argentinas. Mi afirmación
es grave, porque importa minorar la ponderación que
hasta el extremo se ha llevado en la leyenda formada
á la vida pública de ese notable personaje.
Al terminar los días aciagos del periodo de anar­
quía, política y social, era una aspiración general, ini­
ciada en la Ciudad de Buenos Aires, reunir un Congreso
Constituyente, y á la brevedad posible dictar la Consti­
tución de las Provincias Unidas del Rio de La Plata.
El señor Rivadavia sostenía que debía empezarse, cons­
tituyéndose cada Provincia aisladamente.
Algo mas, en su propósito centralista de aislamien­
to provincial, mató la institución municipal, que es la
verdadera Escuela Política para la vida representativa
democrática de los pueblos. Vamos á transcribir algunos
párrafos del manifiesto del Gobernador Don Martín Ro­
dríguez, redactado por su ministro Don Bernardino
Rivadavia:
« No ignoráis, ciudadanos, que, pasado en aparien-
« cia aquel torbellino con que se ha hecho memorable
« en nuestros fastos el año veinte del siglo, fué el primer
« cuidado de esta Provincia, invitar á las demás para un
« nuevo Congreso que borrase la memoria de ese año de
« sediciones, de calamidades, y de crímenes. Entre los
« medios de que debía valerse, entraba el de la forma-
« cion de una Constitución que fuese el resultado de la
« voluntad positiva de todos ellos. No sin agravio de
« los que concibieron este pensamiento, podrá dudarse
« de sus sanas y rectas intenciones. Contemplando la
patria en la anarquía, parecía un deber irresistible
« buscarle un centro común, y reedificar el edificio que
« acababa de derribar el crimen. Sin embargo, no es
« la primera vez que los más laudables proyectos vienen
« á ser inútiles y acaso peligrosos, por haberlos antici-
« pado al momento favorable de su ejecución.
« Es preciso tener muy presente que para todas las
« enfermedades políticas de un Estado, la primera cien-
« cia es prevenir; la segunda, saber esperar.
« Ved aquí, conciudadanos, lo que, pareciéndome
— VI —

« que se escapa á la penetración de sus autores, y


« creyendo que poner barreras insuficientes al desorden
« era en sustancia prolongarlo, me apresuré á corregirlo
« con los actos en que interesé toda la séria meditación
« de la Honorable Junta. Yo me lisonjeo que encon-
« trareis en sus artículos la suma de lo que ha podido
« dictar una prudencia consumada, y una sabia previ-
« sion de los sucesos por venir.
« Como los artículos del plan presentado, tienen su
« tendencia á que la reunión de Diputados en Córdoba
« no revista por ahora otro carácter que el de una Con-
v vención Nacional, la cuestión más espinosa que pro-
« voca nuestro examen es averiguar si en las circuns-
« tancias actuales es de presumir, sin equivocación, esa
« trabazón íntima, que deben haber entre la existencia
« de un Congreso, y la aptitud de un Estado para
« recibir con docilidad sus decisiones.
Y no hay duda de que ese manifiesto fué inspirado
y redactado por el Señor Rivadavia. Basta leerlo y com­
pararlo con el discurso, extenso y difuso, que pronunció
en la Junta de Representantes como Ministro del Gene­
ral Rodríguez, en la sesión del 8 de Agosto de 1821,
ampliando el que había pronunciado el día anterior.
Combatió las ideas disolventes del Señor Rivadavia
el Diputado Medrano; pero triunfó la mala doctrina, y
los Diputados de Buenos Aires se retiraron del Con­
greso de Córdoba.
En contra de las ideas del Señor Rivadavia, decía
el General Las Heras en el memorándum que dirigió al
Congreso Constituyente al ser instalado: « No es posi-
« ble formar un Gobierno sólido, que no sea puramente
« nacional, por cuanto solo los intereses generales pueden
« servir de vínculo á la unión de las Provincias.
« Autoridades fundadas en prestigios, pudiendo nacer
« en época de barbarie, y pueden substituir y ser toda-
« via convenientes en pueblos civilizados, porque los in-
« tereses personales aglomerados sucesivamente y con-
— VII —

« solidados en grandes masas por el tiempo, llegan A


« hacerse casi nacionales; pero crear hoy de nuevo una
« autoridad sobre semejantes bases en estas Provincias,
« es tan imposible, como es hacer que pase en un solo
« dia la historia de muchos siglos.»
Rivadavia obligó al intachable Las Heras á renun­
ciar á la gran obra. Pretendió hacerla él, y la adulación
de sus amigos contribuyó á su falta de criterio práctico.
El General Urquiza realizó, después de triunfar
contra la tirania, el proyecto que preocupó tanto al
patriota General Las Heras: y lo ejecutó, venciendo los
serios estorbos que le opusieron los envidiosos y sepa­
ratistas, hasta obligarlo á vencerlos en un campo de
batalla en 1859.
Su conducta posterior, desde el mismo dia de su
triunfo, fue tan levantada y correcta, que sus enemigos
de la víspera ponderaron su patriotismo.
Esa conducta resalta en los numerosos documentos,
que publicamos en este volumen. En un interesante fo­
lleto de aquella época, leemos lo siguiente:
« Alors s’est trouvé un des hommes que le ciel sus-
« cite parmi les peuples, á fin de les recompense!* des
v sacrifices qu’ ils ont faits, des maux qu’ ils on souffert
« pour la cause de la civilization. Le General Urquiza
« comprit qu’ il avait mission d’ en finir avec le regime
« de T arbitraire et de la compression armée, et que 1’
« Amerique du Sud devait en fin jouir de ses institutions
« liberales et pacifiques aux quelles 1’ Amerique du Nord
« doit se compter aujourd’hui par armi les plus puissan-
« tes nations du globe».
No merecia el final de la carrera política de Julio
César, el que tanto hizo para libertar á los pueblos del
Rio de La Plata, y para que las Provincias Argentinas
reconstituyeran su nacionalidad y su organización sobre
la base de la constitución mas notable de las que regían
la vida política y civil de la América española.
El cargo de hostilizar á Buenos Aires por medio de
— VIII —

los indios salvajes, que le hizo Sarmiento, el doctor Ve-


lez Sarsfield y Juan C. Gómez al General Urquiza durante
su presidencia, y al que hacia coro la prensa exaltada, fué
inventado para denigrarlo, y sus mismos detractores
no, creían. La base en que lo fundaban, que era el ra­
cionamiento que el Gobierno de ia Confederación daba á
algunas tribus de indios, podía servir también de funda­
mento contra el Gobierno de Buenos Aires, cuyo presu­
puesto destinó algunos años seiscientos mil pesos m/c
para ese objeto; y esto sin contar la división de mas de
cuatrocientos indios de pelea, que, regimentados, forma­
ban en su ejército, cuando peleaban contra el Gobierno
Nacional. En el mensaje que el Gobernador presentó á la
Asamblea Legislativa, el 30 de Abril de 1861, al hablar
del ejército de línea (página 79) dice: «á más se cuenta con
314 indios amigos regimentados», y forma todo un total
de 5.298a.
El otro cargo que se enrostraba al Presidente Urqui­
za, fué su hostilidad al comercio de Buenos Aires por me­
dio de los derechos diferenciales. En primer lugar el Ge­
neral Urquiza no fué el autor del proyecto de ley, en
ninguna de las dos veces, que fué presentado á la Cámara
de Diputados de la Confederación; y por otra parte hay la
prueba de que el General Urquiza jamás dió opinión favo­
rable á ese proyecto durante se trató en el Congreso; y
cuando en 1856 se presentó por segunda vez, el Nacional
Argentino lo combatió en un extenso artículo; y el Nacio­
nal Argentino era el periódico oficial del Gobierno de la
Confederación. Además, ni durante la discusión del pro­
yecto, ni después se probó que en su espíritu y tendencia
hubiese el propósito de hostilizar el comercio de la Pro­
vincia disidente.
Fué esa ley una medida financiera en favor del Tesoro
Nacional y de mejora para el progreso de la naciente in­
dustria y del comercio. Fué el punto de partida del pro­
greso del Rosario.
Es indudable que, dejando Buenos Aires de ser el
— IX

puerto único, en algo se perjudicaba; pero no era esto


razón sólida para considerar la ley como una disposición
de guerra contra esa Provincia.
Cuando se reflexiona sin espíritu apasionado sobre
los sucesos de ’ nuestra vida constitucional y orgánica,
la figura política del General Urquiza resalta de mayor
altura que la de todos sus contemporáneos. Y no por
los notables proyectos que inició, ni por las elocuentes
manifestaciones de sus proclamas y manifiestos, sino
por lo que realizó como Director Nacional y como
Presidente de la República.
Las frases, las sentencias, las proclamas y mani­
fiestos, los programas brillantes, enseñan literatura,
pero no constituyen obra de gobierno: á no ser que
se pongan en práctica en condiciones de vida, y de
vida útil.
Mr. de La Martine fué admirable literato, poeta y
escritor, y sin embargo la Historia no puede elogiarlo
como hombre de Estado: puesto que su falta de tino
perdió la República Francesa en 1848. En cambio los
tributa con justicia á Víctor Manuel, que realizó la
gran obra de reconstruir la Italia, á Thiers, á Washing­
ton, etc.
Y no debe olvidarse que el aplauso justiciero enseña.
Puede aplicarse con verdad al General Urquiza, lo
que dice Carlyle de Ja principal condición del grande
hombre.
« El grande hombre, dice Carlyle, tiene precisa-
« mente que ser un hombre sincero, un honhbre de
« verdad, pues de lo contrario le faltaría la condición
v fundamental.
« La sinceridad profunda, la íntima, la que arranca
« del corazón, es la característica dispuesta á toda una
« empresa heroica ».
Y esta cualidad resalta en el General Urquiza, muy
particularmente en ese período de Io de Mayo de 1851 á
1860; todos sus actos confirmaron las manifestaciones de
sus documentos públicos y de sus promesas. En ningún
caso publicó una proclama, que no respondiera con exac­
titud á lo que en ella manifestaba.
Hay otras características en los grandes hombres: su
constancia en el propósito, su abnegación; y su serenidad
en la lucha. El general Urquiza nunca desfalleció por
ninguna contrariedad, ni omitió sacrificio para ver rea­
lizado su programa revolucionario.
He tenido razón, pues, para clasificarlo de grande
hombre de estado.
Para juzgar con justicia el mérito de una obra y del
talento del autor, es indispensable tener en cuenta las
dificultades que contrariaron sus propósitos y los medios
de que pudo disponer para realizarlos.
Por esto, Mr. de Lamartine, al estudiar la obra de
Mahoma, dijo magnificando el elogio: « Jamás poder hu­
mano hizo tanto y con tan pocos medios».
Los recursos que tuvo el General Urquiza el empezar
la patriótica obra de la organización, tan insignificantes
fueron, que los hombres que le acompañaban y los que
estaban mas interiorizados en su política, dudaban de
que tuviera éxito feliz en su grandiosa empresa.
El gobierno de Buenos Aires que le oponía todo
género de dificultades, que conspiraba para hacerlo fra­
casar, tenia recursos poderosos. Tenia las aduanas, que
le producían cuantiosa renta, y tenia á su disposición el
Banco de la Provincia.
En cambio, el General Urquiza, al aceptar el puesto
de Director General y al dar comienzo á sus funciones
de Presidente, no disponía de Tesoro Nacional, porque
debiendo ser su principal recurso el de la Aduana de
Buenos Aires, la revolución del 11 de Setiembre le privó
de ella.
El Director no contaba con otros recursos de dinero,
sino con los del modesto tesoro de la Provincia de Entre
Ríos. Con ellos se atendieron las necesidades mas ur­
gentes.
Así empezó la organización de las trece Provincias.
Con razón el ilustrado Oficial Mayor del Ministerio
del Interior le decia en carta particular al Doctor Don
Baldomero García, emigrado en Montevideo: « La orga­
nización de las trece Provincias es un monumento del
porvenir: es todo esperanzas. ¿ Podremos contar con el
tiempo que se necesita?»
La interrogante quedaba sin respuesta.
Esa carta, que tenemos á la vista, es de Io de Enero
de 1854.
Por cierto que no nacía la duda de falta de patriótico
aliento, ni por falta de confianza en el saber y el talento
de los grandes obreros. Debió nacer del conocimiento de
la pobreza de medios y del conocimiento de los muchos
recursos pecuniarios de los que conspiraban diariamente
contra el Director Nacional y contra su obra.
Los sucesos del porvenir de aquel tiempo, en que tuvo
parte tan activa y eficaz el autor de la carta, contestaron
afirmativamente: hubo tiempo.
Al terminar la narración de aquel periodo notable de
nuestra historia, y la gloriosa actuación del General
Urquiza, debemos recordar á su fiel compañero y amigo,
como él lo llamaba, en la obra. El Doctor Don Benjamín
Victorica, desde los primeros momentos de la organiza­
ción de nuestra vida constitucional en 1854, fué el inte­
ligente y hábil Secretario,- que diariamente ayudó al
General Urquiza, hasta ver colmadas las aspiraciones del
gran revolucionario de 1851. El doctor Victorica, como
el Doctor Juan Francisco Seguí en la fecha recordada, puso
en elocuentes documentos las ideas, los sentimientos y
las sinceras promesas del héroe de aquella patriótica y
muy difícil jornada política.
Empezó desempeñando las funciones de Oficial Mayor
de un Ministerio, y en ese carácter refrendó el decreto con
que el Presidente Urquiza nombró sus primeros Ministros.
En los años siguientes, en la prensa, en el Congreso y hasta
en las filas del ejército que combatió por la integridad na­
— XII —

cional, Víctorica fué el amigo y compañero leal y constan­


te del Presidente Urquiza.
Al ponerse en discusión el dictámen de la Comisión,
que aconsejó la aprobación de las reformas, (sesión del 23
de Setiembre de 1860) el Diputado Victorica hizo mocion
para que se aprobasen por aclamación.
Así se resolvió con la exccepion de un solo voto.
Luego que el General Urquiza recibió la noticia, que
tanto anciaba, le dirigió la siguiente carta:

San José, 27 de Setiembre de 1860.

Señor Dr. D. Benjamín Victorica.

Mi amigo muy querido:


Me apresuro á devolverle su abrazo de felicitación con
el más expresivo aplauso de su conducta.—Estimo que al
pedir la aclamación en una Convención Nacional, Vd., ha
interpretado la voluntad de los pueblos con la mia.
Un éxito expléndido acaba de coronar la grandiosa
empresa que Dios me inspiró acometer. Jamás he sentido
emoción más intensa de felicidad y de júbilo que cuando he
leido su ardiente carta del 23, dándome la faustísima noti­
cia de que por un movimiento sublime de patriotismo ha­
bía sido sancionada para siempre la unión Argentina.
¡Honor á la Convención de 1860!
Yo había dicho, «para hacer la unión es necesario
que no nos despedacemos»;—y ella ha dicho —«entre
hermanos no se discuten las condiciones de la unión’-
se aceptan.»
El 11 de Noviembre, la República dió un paso in­
menso: pero el 23 de Setiembre se ha cubierto de
inmensa gloria. ¡Qué espectáculo tan grande el de esa
Convención, compuesta de tantas ilustraciones, y san-
jando todas nuestras cuestiones de 50 años, con un solo
voto, con un solo abrazo! ¡He ahí la representación
— XIII —

mas digna del generoso y noble pueblo argentino. Sin


corazón, quien no lo sienta!
« ¡ Qué porvenir para la patria !
Después de haber llegado á estos dias de ventura,
ya puede uno morir contento.
Gracias, Dr. Victorica, mi querido compañero y
fiel intérprete. Le faltaba el hecho que ahora le honra,
para coronar los servicios que la Patria le debe, y que
le debo yo mismo.
« Expréselas á mi nombre á los distinguidos Dipu­
tados de Entre Ríos, que han cumplido con altura su
misión. El pueblo entrerriano sabrá compensar digna­
mente á los Diputados Carril y Seguí el haber inter­
pretado fielmente su voluntad decidida. Abrácelos con
efusión.
« Reciba estas palabras como la expresión de los
sentimientos íntimos de su affmo. padre y su mejor
amigo. »
La sinceridad resalta en esta carta, de carácter ín­
timo, y el gozo con que el Libertador de la República
veia colmadas sus aspiraciones.
Desgraciadamente, el regocijo de la unión de todas
las Provincias Argentinas, que parecía haber cerrado
el periodo de nuestras guerras civiles, fué interrumpido
por los errores de una política estrecha, algunos meses
después.
« Había terminado la guerra, pero no había empe­
zado la paz».
En Mayo 1860 el General Urquiza terminó su periodo
presidencial, entregando el Gobierno de la Nación en‘
una situación tranquila; pero esa tranquilidad pública no
duró muchos meses, pues hubo inmediatamente varias
perturbaciones, en el orden público en algunas Provincias.
Se formó un circulo político alrededor del Doctor Der-
qui, que tuvo el mal propósito de anular la influencia del
General Urquiza. Con ese fin, se obligó al Doctor Don
Juan Francisco Seguí, amigo político y personal del Ge­
Xiv

neral, á dejarla redacción de « El Nacional Argentino»,


diario oficial. En el mes de Octubre, uno de los circuios
de la intriga escribió un artículo, en el que, sin nombrar­
lo, se pretendía arrojar sombras sobre la personalidad
del primer Presidente Constitucional. El notable escritor
Don Evaristo Carriego, contestando ese artículo, dijo lo
siguiente.
« Muy mal conoce nuestro pasado quien se imagina
« que podríamos levantar estatuas á nuestros grandes
« hombres, sin que el pedestal de ellas no se pudiera co-
« locar el nombre de una facción, de una fecha dolorosa,
« ó de un error....
« Si invocando y mezclando indiscretamente los nom-
« bres de las recientes batallas de la guerra civil, se quiere
« alentar á la juventud á que se subleve con el pensamien-
« to y el corazón contra el hombre que más se ha distingui-
« do en algunas de esas batallas, nosotros que realmente
« pertenecemos á esa juventud, no lo permitiremos jamás
« ni con nuestro silencio, porque es una mala acción y una
« injusticia.
« Martín García y Cepeda son páginas dolorosas, pe-
« ro justificadas de la Compañía de la integridad empren-
« dida por mandato de la Nación, á ella entró, por respecto
« á la opinión y á sus deberes el Jefe ilustre que la llevó á
« cabo, preparándonos con ella el abrazo definitivo de
« unión, que acaban de darse los pueblos en la Convención
« de Santa Fe.
« El General Urquiza se ha colocado á la par de los
« guerreros de la independencia, porque es el continuador
« feliz de la obra en que se ilustraron aquellos. El ha pues-
« to punto final á la guerra civil: es decir, ha resuelto el
« problema de la organización del país, reuniéndose las
« provincias bajo una sola ley, bajo unas mismas institu-
« ciones, desde Jujuy hasta las orillas del Río de La
« Plata.........
« El tomó desde luego un camino claro, una actitud
« decidida; no mostró dos caras, sino una sola, la misma
XV —

« que sin hipocresía ni doblez, ha mostrado siempre en


« sus aciertos como en sus extravíos.
El Doctor Carriego conocía íntimamente al General
Urquiza, fué su ayudante como militar, y algunas veces
lo combatió con independencia y hasta con acritud. Por
eso su juicio respecto del libertador de Caseros es insos­
pechable.
Para concluir recuerdo los siguientes párrafos de
una carta del General Alvear, dirigida al General Urquiza,
desde Nueva York el 13 de Julio (1852).
« Tiene Vd., la inmensa gloria de haber puesto á
« nuestra amada patria en el carril de aquellas institución
« (1), y leyes, y de haber vengado á la Federación de la
« dirección extraviada que se le había dado, haciéndola de
« este modo aceptable á todos nuestros conciudadanos.
« Habiendo seguido con el mayor cuidado y esmero
«todos los pasos y movimientos de Ud., en ambas
« márgenes del Plata, no he podido menos que tributar
« la mas completa admiración al propósito de sus mo-
« vimientos militares, á su actividad, á su audacia,
« enérgica, pero razonada y prudente, á la hábil com-
« binacion con que ha sabido dirigir tantos elementos
« extraños al gran objeto que Ud. se proponía, á las
« medidas tomadas para el paso del Rio' Paraná, á la
« hábil sagacidad con que emprendió su marcha por la
« Provincia de Buenos Aires, como á las medidas y dispo-
« siciones tomadas, y que aseguraron á Vd., el buen
« resultado de ambas empresas y del memorable triunfo
« de Monte Caseros».
Esa carta del glorioso vencedor de Ituzaingó fué pu­
blicada, hace algunos años, por el Dr. don Vicente G.
Quesada.

M. Ruiz Moreno.

(I) Las instituciones federales.


ORGANIZACION DE LOS MINISTERIOS

El Senado y Cámara de Diputados de la Confedera­


ción Argentina, reunidos en Congreso, sancionan
con fuerza de ley, la siguiente:
Organización y Distribución del Despacho de los
Ministerios del Gobierno Nacional

Ministerio del Interior

Art. l.° Por el Ministerio del Interior correrán los


ramos de gobierno y policía de los territorios Federa­
les, relaciones con las Provincias confederadas y todos
los que no estén expresamente señalados por esta ley,
á los otros ministerios. Por consiguiente corresponde
á su despacho:
1. ° Todo lo concerniente al gobierno político y eco­
nómico de la capital y territorio federalizado.
2. ° El mantenimiento de la paz y buena armonía
entre las provincias.
3. ° La ejecución relativa á las leyes de elección del
Presidente y Vice de la Confederación, Senadores, Di­
putados al Congreso Nacional, y en general la de toda
elección en los territorios Federalizados.
4. ° La convocación y prorogacion de las Cámaras
y lo relativo á la dotación de sus miembros.
5 0 Todo lo concerniente á ciudadanía y expedición
de cartas de naturalización.
6. ° Lo relativo á caminos, canales, puentes, calzadas
y toda obra pública nacional de utilidad, ornato y recreo,
que no pertenezca especialmente á otro ramo.
7. ° Todo lo correspondiente á la navegación de los
rios, su exploración y subvención de vapores.
— 4 —

8. ° Los asuntos relativos á límites entre las Provin­


cias, á la creación de otras nuevas á su reunión ó di­
visión, y en los territorios federalizados los que tengan
por objeto, la división en departamentos y distritos,
creación de municipalidades, ciudades y villas y desig­
nación de capitales.
9. ° Los asuntos pertenecientes á inmigración y co­
lonización.
10. El establecimiento, arreglo y economía de las
postas y servicio de correos y mensagerias.
11. Expedir patentes de invención y privilegios so­
bre agricultura é industria, conforme á la ley.
12. La estadística en general y lo que corresponda
á la oficina de ingenieros civiles, expensados por el
tesoro, á los trabajos científicos, hechos también á
expensas del Estado y otras oficinas científicas, que no
pertenezcan á la enseñanza.
13. Decretar los gastos concerniente á su ramo.
14. Los reglamentos, decretos, proyectos de ley y
mensages del Presidente de la Confederación, relativos
á los objetos de este artículo y la sanción y promul­
gación, ó la devolución de las leyes que á ellos se
refieren.
15. Todo lo concerniente á imprentas nacionales y
subvención de periódicos.
1G. La formación del presupuesto de gastos, corres­
pondientes á este ministerio y su comunicación al de
Hacienda, para la formación del general.
17. El nombramiento de los empleados de este ra­
mo, y lo relativo á su retiro y jubilación.

Ministerio de Relaciones Exteriores

Art. 2.° Es de la competencia del Ministerio de


Relaciones Exteriores, el mantenimiento de las relacio­
nes políticas y económicas de la Confederación con las
naciones extrangeras. Por consiguiente corresponde á
su despacho:
- 5 -

1. ° Cultivar las relaciones de amistad y buena


inteligencia con los gobiernos extrangeros, recibir sus
Ministros diplomáticos, admitir sus Cónsules, y otros
agentes comerciales.
2. ° Lo concerniente á la formación, observancia,
interpretación, ejecución de toda clase de tratados, con­
cordatos ú otras convenciones con potencias extrangeras.
3. ° La publicación de las declaraciones de guerra, ú
otras destinadas al exterior.
4. ° La correspondencia con los gabinetes extrangeros,
con los agentes diplomáticos, consulares ó comerciales
cerca del Gobierno de la Confederación y con los de
esta, cerca de los gobiernos extrangeros.
5. ° El nombramiento de agentes diplomáticos, con­
sulares ó comerciales en el exterior, de todos los indi­
viduos destinados al servicio de las relaciones argentinas,
y la expedición de sus instrucciones.
G.° La legalización de los documentos que deben
obrar en el exterior.
7. ° La discusión de las cuestiones de territorios de
la Confederación, con las naciones vecinas.
8. ° La observancia especial de las garantías y de­
rechos acordados por la Constitución á los extrangeros.
9. ° La correspondencia con las autoridades nacio­
nales y. provinciales, relativas al ramo de las Relacio­
nes Exteriores.
10. El nombramiento de los empleados de este
ramo, y lo relativo á su retiro y jubilación.
11. Decretar los gastos respectivos, formar su pre­
supuesto y presentarlo al ministerio de Hacienda, para
la formación del general.
12. Los reglamentos, decretos, proyectos de ley y
mensages del Presidente de la Confederación, relativos
á los objetos de este artículo y la sanción y promulga­
ción, ó la devolución de las leyes á ellos referentes.
- 6 -

Ministerio de Hacienda

Art. 3.° El Ministerio de Hacienda abraza los de


Hacienda, Comercio interior y exterior, y minería, por
lo tanto toca á su despacho:
I. ° La inspección sobre las oficinas generales, y par­
ticulares de cuenta y razón, y de recaudación y admi­
nistración: haciendo cumplir las leyes y reglamentos que
hubieren, y los que en adelante se dieren sobre la materia.
2 o Todo lo relativo á aduanas y resguardos.
3. ° Todo lo concerniente á casas de moneda.
4. ° Todo lo que se infiera á la administración y
conservación de bienes nacionales, renta y locación de
tierras públicas.
5. ° Todo lo que tenga relación con impuestos y
rentas nacionales, subastas y arriendo de ramos fiscales
y con los impuestos de toda clase en los territorios
nacionales.
6. ° Lo concerniente á las operaciones y negociacio­
nes de Tesorería, y á las relaciones ¡que esta tuviere
con los bancos que se establezcan.
7. ° Lo relativo á privilegios para la fundación de
bancos, y toda empresa que favorezca la importación
de capitales extrangeros.
8. ° El examen de los estatutos y reglamentos de
todo banco, que haya de emitir billetes al portador.
9. ° La correspondencia é instrucción que fuere con­
veniente comunicar á los fiscales y agentes del Minis­
terio público, gefe de las administraciones, y otros
funcionarios en las provincias, para la cobranza de ren­
tas y percepción judicial de los derechos fiscales.
10. La correspondencia con los gobiernos de pro­
vincia, para que sus rentas propias sean calculadas y
exigidas conforme á la Constitución.
II. Lo relativo al reconocimiento, consolidación,
pago de intereses y amortización de la deuda pública.
12. Todo lo concerniente al uso del crédito interior
- 7 -

y exterior de la Confederación, negociación de emprés­


titos y pago de sus intereses.
13. Todo lo relativo á la contabilidad de los fon­
dos fiscales.
14. Todo lo concerniente al comercio exterior.
15. Todo lo que tienda á la habilitación ó supre­
sión de puertos, aduanas y caminos, para la interna­
ción y exportación.
16. Todo lo que se refiera á la construcción de
obras públicas, para el servicio de este ramo.
17. La estadística de las rentas.
18. La cuenta de su inversión.
19. Todo lo relativo á industria minera y á los
privilegios y patentes de invención que hubieren de
darse en este ramo.
20. Los reglamentos, decretos y mensages del Pre­
sidente de la Confederación concernientes á este ramo,
y la sanción y promulgación, ó devolución de las leyes
á él relativas, como así mismo á la refrendación de
todos los decretos de gastos expedidos por los otros
Ministerios.
21. La provisión de todos los empleados de ha­
cienda, y los expedientes de retiros y jubilación de estos
empleados.
22. La formación de su respectivo presupuesto de
gastos y la del general, que debe presentarse anual­
mente al Congreso.

Ministerio de Justicia, Culto é Instrucción Pública

Art. 4.ü Corresponde á su despacho:


1. ° Todo cuanto por la Constitución y las leyes
toca al Gobierno en lo relativo á la organización del
sistema judicial, régimen y despacho de los tribunales
federales y juzgados civiles y criminales de los terri­
torios federales.
2. ° Todo cuanto respecta al Gobierno en el deber
-fi­

que le incumbe, de promover, velar sobre la recta y


pronta administración de justicia, en los tribunales na­
cionales, y en los territorios federales y sobre la conduc­
ta ministerial de los jueces y demás empleados de justicia.
3. ° La correspondencia de la Suprema Corte de
Justicia, y demás tribunales y juzgados nacionales.
4. ° La dirección de los expedientes sobre la com­
petencia entre las autoridades administrativas, ó entre
estas y los tribunales de justicia y entre los tribunales
de Provincia y los Nacionales.
5. ° Los indultos y conmutación de penas.
6. ° Todo lo que por las leyes corresponda al go­
bierno en lo concerniente al nombramiento, suspensión,
ó destitución de los jueces ó empleados de justicia.
7. ° Lo concerniente á la construcción de edificios
para tribunales, juzgados, cárceles, presidios, casas de
corrección y reclusión, y á la policía, conservación y
cuidado de estos establecimientos.
8 o La expedición por ahora de títulos de escriba­
nos nacionales, y todo lo relativo al buen desempeño
de sus oficios, á la custodia, seguridad y arreglo de los
archivos públicos.
9. ° La estadística judicial
10. La formación del Registro Nacional y leyes y
decretos.
11. Todo lo concerniente al culto y al ejercicio del
Patronato Nacional
12 Todo lo relativo á las órdenes religiosas.
13. La expedición con arreglo á la ley del pase, ó
la retención de los decretos conciliares, bulas pontificias
rescriptos y breves de cualquier autoridad eclesiática.
14. El examen de las solicitudes de cualquier clase
que fuere, que se hicieren á la silla apostólica ó á
cualquier autoridad ó establecimiento eclesiástico, que
existiera fuera del territorio de la Confederación, (salvo
las solicitudes de penitenciaria) y su retención ó permiso
para dirigirse á su destino.
_ 9 —

15. Lo relativo á la creación de diócesis, de los


obispados, y en los territorios federales, á la división
y creación de parroquias.
16. La creación, dirección, arreglo y fomento de
seminarios eclesiásticos.
17. Lo relativo á misiones y catequizacion de indios
18. Todo lo conducente á promover y dirigir la
institución'y educación pública en la Confederación.
19. La inspección sobre todos lo establecimientos
nacionales de educación.
20. Todo lo concerniente á universidades en la
República y á escuelas primarias, y otros establecimien­
tos secundarios de educación en los territorios fe­
derales.
21. Estimular á los gobiernos de Provincia para la
fundación de escuelas primarias en ellas, y la difusión de
la enseñanza, conforme al artículo 5o de la Constitución.
22. Lo relativo á fundación, dirección y economía
de los colegios nacionales.
23. La correspondencia con las universidades, cole­
gios y todo establecimiento literario de la Nación, y los
de los territorios federales, y con todas las autoridades
de la Confederación, en lo relativo á estos ramos.
24. Decretar los gastos concernientes á los objetos
de su ramo, formar su respectivo presupuesto y comu­
nicarlo al de Hacienda para la formación del general.
25. El nombramiento de los empleados de estos
ramos y lo relativo á su retiro y jubilación.
26. Los reglamentos, decretos, proyectos de ley y
mensages del Presidente de la Confederación, relativos
á este artículo; y la sanción y promulgación, ó la devo­
lución de las leyes que á él se refieran.

Ministerio de Guerra y Marina

Art. 5.° Corresponde al despacho v* Ministerio de


Guerra y Marina:
- 10 -

1. ° La recluta, organización, inspección, disciplina,


policía, distribución, movimiento del ejército permanente
y la distribución, instrucción y disciplina de las mili­
cias ó guardias nacionales, y el gobierno de las que
estuviesen al servicio de la autoridad Nacional.
2. ° Todo lo relativo á las fortificaciones, plazas,
maestranzas, fábricas de armas y municiones que se
costearen por el Gobierno.
3. ° La provisión de los ejércitos y escuadras, las
contratas para este objeto y demás equipajes.
4 o Todo lo relativo á escuelas y academias mi­
litares.
5. ° La inspección y economía de los hospicios de
inválidos, cuarteles y todo edificio destinado á militares.
6. ° El nombramiento de los empleados de este ra­
mo, y lo relativo á su retiro y declaración de monte-pio.
7. ° Todo lo relativo al servicio religioso, de sanidad
y hacienda del ejército.
8. ° La defensa y seguridad de las fronteras.
9. ° Todo lo que hace relación al servicio de la ma­
rina nacional, arsenales etc.
10. La declaración en su caso del estado de sitio.
11. La expedición de patentes de corso y letras de
represalia.
12. La manutención, depósito y destino, cange y
demás que concierne á los prisioneros de guerra.
13. Las recompensas ó indemnizaciones que hubiere
de concederse por servicios militares.
14. Decretar los gastos de este ramo.
15. Todo lo relativo á la ordenanza; á los sumarios
y procesos, y en fin á todo juzgado militar.
16. Los reglamentos, decretos, proyectos de ley,
y mensages del Presidente de la Confederación relativo
á este ramo, y á la sanción y promulgación, ó á la
devolución de las leyes que. á el se refieran.
17. La formación de su presupuesto respectivo y su
presentación al de Hacienda, para la formación del general.
— 11 —

Art. 6.° Los Ministros se reunirán en consejo, siem­


pre que el Presidente de la Confederación lo ordene,
ó cuando alguno de ellos lo solicite, para la resolución
de asuntos de importancia.
Art. 7.° Comuniqúese al Poder Ejecutivo.
Dado en la sala de sesiones del Congreso en el
Paraná, Capital provisoria de la Confederación Argen­
tina, á once dias del mes de Agosto del año del Señor
de mil ochocientos cincuenta y seis.

Salvador M. del Carril Baltazar Sánchez

Carlos M. Saravia Benjamín de Igarzábal


Secretario. Secretario.
- 12 -

Sanciones del Congreso Argentino


en 1856

N°. 60. La ley sobre incompatibilidad entre el cargo


de Senador ó Diputados y el de Ministerio de Estado-
Mayo 28.
61. Ley aprobatoria del reconocimiento de la inde­
pendencia del Paraguay —Junio 4.
62. Decreto ordenando la devolución al Poder Eje­
cutivo del asunto de D. Julián Gil—Junio 5.
63. Ley aprobatoria del decreto del Ejecutivo en
que se transfiere al año empezado el presupuesto general
de rentas y gastos calculados para el año económico
empezado el Io de Mayo del año anterior—Junio 13
64. Ley sobre canalización de los rios Dulce y
Salado - Junio 18.
65. Ley aprobatoria del Tratado celebrado con el
Brasil-Junio 20.
66. Decreto concediendo al Brigadier General Don
Justo José de Urquiza el permiso que solicita para
aceptar y usar la condecoración de Gran Cruz de la
Orden del Cruzeiro.—Junio 23.
67. Ley fijando el plazo en que deben pagarse los
derechos de Aduana—Junio 30.
68. Ley que fija la escala de sueldos de la Admi­
nistración—Junio 30.
69. Lev estableciendo la Tarifa de portes de la co­
rrespondencia epistolar—Julio 4.
70. Ley estableciendo que las mercaderías proceden­
tes de cabos adentro paguen el duplo del derecho ordina­
rio no estando sujetas á derecho especifico —Julio 19.
71. Ley aprobatoria de los contratos de bancos y
empréstitos con los Sres. Trouvé Chauvel y Dubois de
París—Julio 21.
72. Ley prorogando el plazo para el cobro de los
derechos diferenciales—Julio 24.
- 13 —

73. Ley reglamentando la comunicación de las san­


ciones del Congreso al Poder Ejecutivo—Julio 28.
74. Ley estableciendo el personal de la Contaduría y
Tesorería general y sueldos de sus empleados—Julio 29.
75. Ley autorizando al Presidente del Senado para
extender el despacho de Brigadier General de los Ejér­
citos de la Confederación con la primera antigüedad al
Brigadier Libertador D. Justo José de Urquiza—Julio 31.
76. Ley aprobatoria de la Constitución de Santa Fé—
Agosto 4.
77. Ley concediendo á D. Salvador Maldonado pri­
vilegio exclusivo durante diez años para la venta de
marcas según sistema taquigráficos—Agosto 4.
78. Ley prorrogando el plazo estipulado para el
canje de las ratificaciones del Tratado con Cerdeña—
Agosto 6.
79. Ley de sueldos de los empleados del Colegio
Nacional de Monserrat-Agosto 6.
80. Ley organizando el despacho de los Ministerios
del Gobierno Nacional —Agosto 11.
81 Ley de sueldos de los empleados de la Univer­
sidad Nacional de San Carlos—Agosto 16.
82. Ley de sueldos de los Agentes Diplomáticos del
exterior—Agosto 16.
83. Ley suprimiendo la Escribanía de Registros
cerca de la Administración de Rentas Nacional del Ro­
sario-Agosto 16.
84. Ley organizando los Tribunales de Justicia en
el Territorio Federalizado y fijando el sueldo dé sus
empleados—Agosto 16.
85. Ley fijando las asignaciones que deben gozar
los Reverendos Obispos y demás empleados de las Igle­
sias Catedrales—Agosto 18.
86. Ley aprobatoria de la Constitución de Santiago
del Estero—Agosto 29.
87. Ley aprobatoria de la Constitución de Tucu-
man - Septiembre 6.
— 14 —

88. Ley aprobatoria de cuatro decretos del Ejecu­


tivo relativos á la Universidad de San Carlos y Cole­
gio de Monserrat - Septiembre 9.
89. Ley aprobatoria de la Constitución de San
Juan—Septiembre 13.
90. Ley autorizando al Poder Ejecutivo para adhe­
rir á los principios de derecho marítimo consignados en
la declaración hecha en Paris por el Congreso de
Plenipotenciarios—Septiembre 15.
91. Ley haciendo extensivo el depósito libre á los
puertos de Gualeguaychú, Uruguay y Paraná—Sep­
tiembre 16.
92. Ley estableciendo el Archivo general, su per­
sonal, y sueldos de sus empleados—Septiembre 17.
93. Ley estableciendo la Oficina de Estadística Na­
cional, su personal y sueldos de sus empleados—Sep­
tiembre 17.
94. Ley estableciendo la clase de papel sellado de
que debe usarse en el Territorio Federalizado y en
todas las Aduanas, Oficinas y Tribunales Nacionales-
Septiembre 22.
95. Ley por la que el Gobierno de la Confederación
llama al seno de la patria á todos los Argentinos ausen­
tes por efecto de la Guerra de la Independencia.
96. Ley aprobatoria de las concesiones y privilegios
acordados á D. Timoteo Gordillo, por decreto del Poder
Ejecutivo de 31 de Octubre de 1855.—Septiembre 24.
97. Ley aprobatoria de la Constitución de Corrien­
tes.—Septiembre 25.
98. Ley estableciendo cuatro colegios Nacionales, en
Mendoza, Salta, Tucuman y Catamarca.—Septiembre 25.
99. Ley asignando 50 pesos mensuales á los Padres
Misioneros de San Pedro, Sauce y Calchines de la Pro­
vincia de Santa Fé.—Septiembre 25.
100. Ley estableciendo una Administración é Inspec­
ción general de Correos, su personal y dotación de sus
empleados—Septiembre 25.
— 15 -

101. Ley por la que la Nación Argentina no reco­


noce valor alguno legal'r en los actos que ejerciere ó
hubiere ejercido el Gobierno de Buenos Aires, que afec­
ten «los intereses’de la’Confederacion—Septiembre 26.
102. ‘Ley aprobatoria del tratado celebrado con el
Paraguay—Septiembre 26.
103. Ley ^erigiendo la tarifa de derechos de Adua­
na-Septiembre 28.
104. Ley acordando al Gobierno un crédito suple­
mentario de 12.000 pesos para el Colegio del Uruguay
—Septiembre 28.
El Congreso de ja Confederación es un ejemplo de
laboriosidad'y competencia.
Ningún otro lo ha excedido.
— 16 —

Notable informe del Dr. Zapata ante el Se­


nado sobre el proyecto de ley orgánica
de la Justicia Nacional.

El Sr. Zapata como miembro informante de ella,


tomó la palabra para fundarlo y lo hizo en los siguientes
términos:
Señor :
Encargado por la comisión de legislación y negocios
constitucionales de fundar su dictámen en favor del
proyecto de ley que os aconseja, para el establecimiento
y organización de la justicia federal y puesto este en
discusión general, lo haré por ahora lo más somera­
mente que me sea posible y ¡i grandes, rasgos anticipando
á él algunas explicaciones que juzgo indispensables para
la discusión particular de cada uno de sus artículos.
Pero debo ante todo cumplir, á nombre de la comi­
sión un deber de justicia declarando, que en el proyecto
primitivo que ha servido de base á nuestros trabajos,
hemos encontrado muy bien comprendida la naturaleza
y sistema del poder judicial por el Sr. Ministro del
ramo, revelándonos esto, el serio y detenido estudio
que ha consagrado á su confección. Así es que nues­
tras tareas se han reducido á completarlo en algunas
de sus bases y disposiciones sustanciales, sin alterar ei
fondo del sistema; y á modificar y agregar otras menos
esenciales con arreglo á las necesidades y circunstancias
peculiares del país que harán en nuestro concepto más
regular y expedita la ejecuci m de la ley.
No necesito, Sr., emplear muchas palabras para
demostraros la necesidad y conveniencia de esta ley.
Para esto me bastaría recordaros que ella es una
prescripción constitucional, desde que nuestro código
fundamental, como el de todos los países regidos por
el sistema representativo republicano, hace del poder
judiciario uno de los tres altos poderes del Estado: por
manera que nuestra constitucionalidad práctica será
- 17 -

incompleta, mientras la justicia federal no esté estable­


cida, como lo están ya los otros dos poderes.
Pero hay algo más que observar á este respecto.
Si nuestra Constitución Nacional tiene de común con
la de todos los gobiernos representativos, la circuns­
tancia de hacer de la justicia una de las tres grandes
ramas del poder público, posee además un rasgo espe -
cial muy característico y trascendental, que no ha po ­
dido copiarlo sino de un modelo único y sin ejemplar
entre todas las otras naciones antiguas y modernas, la
Constitución de la gran República de la América del
Norte. Ese rasgo característico consiste en haber hecho
nuestros legisladores constituyentes, á imitación de los
americanos del Norte, de la justicia federal, el guar­
dián y mantenedor de la observancia de la Constitu­
ción Federal, por la interpretación y aplicación unifor­
me y ajustada á ella de las leyes en los casos conten­
ciosos que ocurran. De este modo la justicia federal
viene á ser la gran rueda gubernamental del país, la
garantía de todos los derechos, el moderador poderoso
y constante, pero modesto y oculto bajo el disfraz
humilde de un proceso particular, de los otros dos altos
poderes constitucionales. .
Estas pocas palabras, Sr., bastan para patentizar
la necesidad é importancia de la ley, que debe esta­
blecer y organizar la justicia federal de la República.
Su ausencia hasta hoy dia, forma un inmenso vacio en
nuestro modo constitucional de ser; impide en muchos
casos el libre juego de nuestras instituciones, y priva á mu­
chos derechos del amparo y protección de las leyes por
medio de los tribunales que deben interpretarlas y aplicar­
las. El Congreso, ha tenido motivo de palpar toda la grave­
dad de esta necesidad, no pudiendoen su carácter de poder
simplemente legislativo, resolver importantes cuestiones
traídas á su seno, y que eran del resorte exclusiva­
mente del poder judiciario encargado de la alta misión
de decidir sobre la constitucionalidad de las leyes, dis­
2
— 18 —

posiciones y actos que en sus cuestiones figuraban. El


Ejecutivo Nacional también lo ha palpado repentinamente
en reclamos graves que á falta de los tribunales federales,
se han encargado á él, á los que unas veces ha tenido
que dar una solución incompleta por la necesidad urgen­
te que había de terminarlos de algún modo, empleando
otras veces su influencia oficial, con más ó menos éxito,
para paralizar ó neutralizar las malas consecuencias, ó
dificultades consiguientes á la falta de una resolución
legal; y dejando finalmente algunos de ellos sin reso­
lución de ninguna clase, por creerse constitucionalmente
incompetente para darla. En suma, el país todo siente
y deplora la ausencia de la Justicia Federal, única fuente
de nuestra futura jurisprudencia constitucional; y única
autoridad competente para dirimir las cuestiones que,
bajo mil diversas faces, pueden presentarse entre la
parte de soberanía no delegada por las Provincias y la
soberanía Nacional; para resolver los conflictos, que la
falta de hábitos constitucionales hace frecuentemente
surgir entre los diferentes poderes públicos de una Pro­
vincia; y en fin para proteger á todos los habitantes
de la Confederación, en el goce de las garantías que les
acuerda la Constitución, contra la presión y extravíos de
las justicias provinciales, cuando olvidan ó infringen
sus prescripciones.
He dicho que la Justicia Federal es la única fuen­
te de nuestra futura jurisprudencia constitucional, y
esto me conduce á presentaros otra consideración po­
derosísima que reclama su pronto establecimiento entre
nosotros.
La Constitución Nacional y las leyes que en su
consecuencia dicta el Congreso Federal obligan á la
Confederación y á cada una de las Provincias que la
forman; porque según el artículo 31 (1) de la misma, ellas
son la ley suprema de la nación, y las autoridades de
cada Provincia están obligadas á ella, no obstante cual-
(i) En esa época no se había reformado la Oonstituoion: el núm. 31 está
bien citado.
— 19

quiera disposición en contrario que contengan las leyes


y constituciones provinciales. Los Tribunales de Pro­
vincia tienen pues que ajustar á ellas sus fallos, y al
juzgar tienen naturalmente que interpretarlas.
Ahora bien: dejar la interpretación y aplicación de
las leyes fundamentales y generales de la Confedera­
ción libradas á trece Tribunales ó Justicias distintas é
independientes unos de otros, seria entregar al país
en un caos en la materia más grave y de más interés.
Y he aquí la necesidad de un poder único, encargado
de hacer la interpretación y aplicación definitiva de
esas leyes.
Ese poder es la Justicia Federal, que con la repe­
tición de sus fallos ha de venir á formar la jurispru­
dencia nacional: y conviene que esto suceda cuanto
antes para que no tomen cuerpo de falsa doctrina, los
errores que se han cometido ya y aun pueden cometerse
en el curso de nuestra nueva vida constitucional.
En cuanto á la enumeración de los casos de com­
petencia ó jurisprudencia la Justicia Federal, el
proyecto copia textualmente de la Constitución, en su
artículo 97; porque la Comisión cree que en materia tan
grave y sobre la que es tan explícito y terminante
nuestro Código fundamental, no puede hacerse alteración
ó versión alguna de sus palabras, por mas que ellas
mantengan el mismo espíritu, sin exponer la ley á
dudas ó interpretaciones distintas en su futura apli­
cación. Igualmente (ajustado está) el Proyecto al
artículo 98 de la Constitución en la enumeración que
hace en los casos que la Corte Suprema debe ejercer
una jurisdicion originaria y exclusiva, ó por apelación
de los Tribunales inferiores según las reglas y excep­
ciones que esta léy prescribe y las que en adelante
prescriba el Congreso, en otras que dicte sobre la materia.
Por lo que respecta al nombramiento, requisitos
personales, inamovilidad y fijeza de las asignasiones ó
sueldos de los Jueces Federales, el proyecto ha resueltu
- 20 -

y ratificado en sus disposiciones relativas las conte­


nidas en el capítulo Io, sección 3a de la Constitución,
en los puntos sobre que estatuyen de un modo expreso;
y en los que nó, se ha procurado adaptarlo á su espíritu.
Debo llamar muy especialmente la atención del
Senado sobre una faz muy importante que tiene el pro­
yecto, y que debe ser muy bien comprendida, porque
de ella han de fluir teorias tan luminosas como sen­
cillas por la práctica de esta ley, ó más bien dicho
para el fácil ejercicio de la Justicia Federal.
Los Jueces Federales están revestidos por la Cons­
titución de un gran poder político en el ejercicio de
sus funciones oficiales: cuyo poder emanaría del dere­
cho que tienen de fundar sus fallos en la Constitución
con referencia de las leyes, ó en otros términos, de.no
aplicar las leyes que les parezcan inconstitucionales; y
de juzgar también la constitucionalidad de los actos
gubernativos, en tanto que ellos den lugar á un pro­
ceso, hiriendo algún interés, y que el individuo ó parte
perjudicada invoque la acción de los Tribunales. Ese
inmenso poder político, que á primera vista y en tésis
general podría parecer muy alarmante y peligroso, no
lo es en realidad, desde que se tenga en cuenta que los
Jueces Federales se han de mover siempre dentro de la
órbita, en que está encerrado todo poder judicial.
Efectivamente: nuestros jueces federales, como los
de Norte América, y según sabias doctrinas y teorias
constitucionales de aquel pueblo, conservan en el ejer­
cicio de sus altas funciones los tres caracteres distin­
tivos de todo juez común. Conservan su primer carácter
que es servir de árbitro entre partes; porque no obran
jamás sin que haya contestación, ni juzgan sin que haya
proceso. Mientras una ley no dá lugar á una contes­
tación ó reclamo, el poder judicial federal no se ocupa
de ella: jamás se pronuncian sohre una ley sin partir de
un proceso; porque esto sería salir de su esfera, para pene­
trar en la del poder legislativo. Pero cuando por motivo
— 21 -

de un pleito, ó proceso ataca, no cumpliendo, una ley re­


lativa á este proceso, extiende el alcance de sus atribu­
ciones; pero sin salir de ellas, porque le es necesario,
en cierto modo, juzgaf primero la ley, para juzgar en
seguida el proceso. Conservan el segundo carácter del
poder judiciario, que consiste en pronunciar siempre
sobre casos particulares, y no sobre principios generales:
perderían este carácter si atacasen directamente un
principio general sin tener en vista un caso particular.
Pues entonces desempeñarán una función muy dife­
rente de la de magistrados: pero no saldrán de su
órbita natural si para resolver una cuestión particular
destruyen un principio genera); es decir, no aplican
una ley que juzgan inconstitucional, estando seguros de
que enervando de la misma manera con sus fallos cada
una de las consecuencias de ese principio ó ley, esta
se esterilizará y quedará al fin sin efecto. Conservan
por fin el tercer carácter peculiar de todo poder judi­
cial, que consiste en no poder obrar sino cuando se le
invoca, ó es requerido. Los Jueces Federaies son por
su naturaleza pasivos: es preciso ponerlos en movi­
miento para que se muevan: que se les denuncie ó
acuse un crimen para que lo castiguen: que se les pida
la corrección de una injusticia para que la corrijan ó
enmienden: que se les someta en fin un acto y se
reclame de él, para que lo interpreten y juzguen. Ellos
no irán jamás expontáneamente y por sí mismos, á
perseguir al criminal, á buscar la injusticia ó á inda­
gar y examinar los hechos. Si así obrasen, desnatu­
ralizarían su carácter pasivo, tomando una iniciativa
que no deben tener, y constituyéndose en censores de
las leyes y de los actos. La conservación de los tres
caracteres distintivos de que acabo de hablar, les está
expresamente proscripta á nuestros Jueces Federales
por los artículos 3o y 7U del proyecto, como tendremos
ocasión de conocerlo, cuando entremos en la discusión
particular de ellos.
- 22 -

Así, pues, desde que los Tribunales Federales ar­


gentinos no pueden pronunciar, sino cuando hay litis ó
proceso; ni ocuparse sino de casos particulares, ni
obrar sino cuando son invocados ó requeridos, ellos
llenarán los sabios propósitos de la Constitución, sin
salir de la esfera de sus atribuciones rigurosamente
oficiales, y sin perturbar en lo menor el libre juego y
el equilibrio de los otros poderes públicos. Su acción
en el ejercicio del inmenso poder político qiie se le
confiere por nuestro Código fundamental, ha de ser tan
eficaz como limitada por su naturaleza misma. Lo pri­
mero: porque pocos actos gubernativos y leyes habrá que
escapen por largo tiempo al análisis judicial, al fallo de la
justicia federal, desde que ellas ofendan ó ataquen algún
derecho ó interésjegítimo individual, y puedan ser recla­
mados ante los tribunales: por manera que, desde el dia
en que se desconoce por estos la fuerza obligatoria de
una disposición gubernativa, ó se rehúsa aplicar una ley
en un proceso, esta pierde inmediatamente una parte
de su fuerza moral, advirtiendo á los que perjudica—
que existe un medio de sustraerse legítimamente á su
obediencia; entre tanto que, multiplicándose los procesos
y repitiéndose el mismo fallo, la disposición ó ley
inconstitucional cae naturalmente en completa impotencia.
Lo segundo: porque los Tribunales Federales no han
de entrar jamás en lucha con los poderes Ejecutivo y
Legislativo, ni aun erigirse en censores de estos; como
sucedería, si pudiesen atacar una disposición gubernativa
á una ley en abstracto ó de una manera teórica ó ge­
neral; cuando la ataquen no aplicándola por inconstitu­
cional, será solo en el debate modesto y oscuro de un
proceso y sobre una aplicación particular, que atenuará
mucho la importancia del ataque: resultando de esto
mismo, que la disposición ó la ley será herida en su
fuerza moral como por casualidad, sin que se suspenda su
efecto en general: porque solo poco á poco y bajos los
golpes repetidos de la jurisprudencia vendrá ella á su­
- 23 -

cumbir del todo, según la expresión de Tocqueville, el in­


vestigador más profundo y filosófico de las instituciones
democráticas de la América del Norte. Entre tanto, siendo
el interés particular el encargado de provocar la cen­
sura de la ley, ó disposición gubernativa, y obedeciendo
el poder judicial á la necesidad y obligación que tiene
de administrar justicia al señalar las faltas del legis­
lador ó del ejecutivo, se libra á estos de la posibilidad
de ser atacados ligeramente y con frecuencia. Así es,
repito, como se encuentra naturalmente limitada la
acción de los tribunales federales en el ejercicio del
gran poder político de que están investidos, según este
sabio sistema, tan favorable al orden como á la
libertad.
Por lo que hace al orden y graduación de los dife­
rentes tribunales que han de ejercer el poder judiciario
federal, el proyecto es lógico y adopta el método que
en cierto modo le señala la Constitución misma. Esta
dice en el artículo 91 que «el poder judicial de la
Confederación será ejercido por una Corte Suprema de
justicia, compuesta de nueve jueces y dos fiscales, que
residirá en la Capital; y por los demás tribunales infe­
riores que el Congreso estableciese en el territorio de la
Confederación». La Corte Suprema es, como se vé, el
único tribunal establecido por la Constitución: los demás
deberán ser establecidos posteriormente por el Congreso
en virtud de la facultad que por ese artículo se le
reconoce. Parece pues natural y conforme al orden
cronológico, constitucional y de jerarquía, al establecer
y organizar la justicia federal, comenzar por aquel Su­
premo Tribunal que ya está instituido, y continuar
sucesivamente con los inferiores según su importancia
y jurisdicion relativa.
La terminación de los casos de jurisdicción de la
Corte Suprema originaria y exclusiva, ó por apelación,
no era materia difícil en la confección de la presente
ley, desde que la Constitución se los determinó, seña-
laudóle sus atribuciones, como no lo hizo con los demás
tribunales inferiores. La mayor dificultad, la gran ma­
teria de estudio y meditación consistía en fijar las
clases y jerarquías de tribunales inferiores que convenía
establecer, repartir entre ellos todos los casos de com­
petencia federal, cuyo conocimiento no le estaba inhibido
por la Constitución; señalar á cada una de las clases
establecidas en el proyecto los casos de jurisdicción
originaria, ó por apelación, tanto relativamente entre sí,
como respecto de las justicias comunes de las Provin­
cias y de estas para ante la Suprema Corte: determi­
nar los casos en que la justicia federal excluye á la
provincial, ó tiene con esta una jurisdicción concurren­
te, y los en que la justicia de provincia excluye á la
federal ó concurre con ella: y en fin establecer y fijar
el modo, reglas y excepciones con que todos estos
distintos tribunales han de conocer en los casos de su
respectiva competencia: tarea que delegó en el Con­
greso Federal el artículo constitucional que he citado
últimamente y el 98.
Sobre ninguno de estos puntos, á cual más graves
y sustanciales en la ley, había casi nada que inventar,
ni aun aplicar de nuestras prácticas judiciales conocidas
ya; porque todos ellos relacionados entre sí, forman
un sistema judicial enteramente nuevo para nosotros,
y que solo tiene un modelo—: las instituciones de los
Estados Unidos del Norte, de que lo tomó nuestra Cons­
titución, como lo dije al principio de este informe: no obs­
tante la inmensa distancia á que nos hallábamos de aquel
pueblo tan adelantado en sus sabias prácticas d* gobier­
no federal; pero impulsado, por la legítima ambición
de aproximarnos á él en la realidad de nuestras insti ­
tuciones. La Comisión, pues, no tiene embarazo alguno
en declarar por mi conducta, que para fijar bien sus
ideas sobre cada uno de esos puntos ha estudiado pré-
viamente y se ha ilustrado en las fuentes que ha juz­
gado mas propias sobre esta materia: ha consultado la
- 25 -

ley orgánica de la justicia federal de Norte América;


los sabios comentarios de aquella Constitución por Story
y Rent en la parte relativa al poder judicial, y las
investigaciones profundas sobre aquellas mismas insti­
tuciones del escritor francés, cuyas observaciones filo­
sóficas he mencionado y reproducido en otra parte; y
solo después de ese estudio, comparado con nuestro
actual estado social, nuestras exigencias y medios mo­
rales y físicos con que contamos para establecer esta
institución constitucional, ha puesto la Comisión su
firma al pié del proyecto de ley que os aconseja.
Debo agregar algunas palabras sobre este pro­
yecto
En él, como en el primitivo que nos sometió el
Gobierno, se ha procurado huir del excesivo recargo de
detalles, ó mas propiamente, de disposiciones de carác­
ter simplemente reglamentario; y con mucha razón.
Una ley sobre materia tan grave y nueva como la
presente y de resultados tan transcendentales en la
práctica, debe ser lo mas clara y concisa posible. Ella
no debe contener sino las disposiciones sustanciales y
aquellas que sean rigurosamente necesarias para su
inteligencia y aplicación. Todo lo que salga de esta,
no pertenece á ella, sino á una ley ó código de proce­
dimientos, que no tratamos ahora de dictar; ó si se
quiere, á los reglamentos interiores, porque han de re­
girse tanto la Corte Suprema como los tribunales infe­
riores en la administración de la justicia federak El
proyecto tal cual se propone llena por ahora, en el
concepto de la Comisión, todas las necesidades de la
institución que por él se establece.
Preciso es y prudente esperar que el tiempo y la
experiencia de esta misma ley, vengan á indicar sus
vacíos, si es que los tiene, para darle entonces, mas
expansión y desarrollo; ántes que recargarla con dis­
posiciones agenas de su objeto principal y que pudieran
contribuir mas bien á confundir y hacer mas difícil la
— 26 —

inteligencia y aplicación de la parte verdaderamente


sustancial de ella.
Hé aquí, Sr., las explicaciones que he creído conve­
niente anticipar sobre el proyecto puesto en consideración
general, y espero que en la discusión particular, ayu­
dado del Sr. Ministro, autor del primitivo, y de los
otros miembros de la Comisión, podré sastifacer las
dudas ó dificultades que suscitaren algunos de sus
artículos. Entre tanto ellas bastan en mi concepto para
decidir á V. H. á prestarle su sanción en globo.
— 27 -

CAPITULO X
Documentos sobre la misión Peña—Instrucciones re­
servadas DADAS POR EL GOBIERNO DE BUENOS AlRES.

Misión Pena

Instrucciones que deberán servir al Comisionado


del Gobierno del Estado de Buenos Aires acerca de la
Confederación,
«Aunque el encargo que se, confia á la inteligen-
«cia del Señor Comisionado abraza varios objetos,
« importa que aparezca que el primero es arreglar al-
« gunas disposiciones que complementen las consigna-
« das en el tratado de 8 de Enero último; y en este
« sentido será redactada la nota de este Ministerio al
« de R. E. de la Confederación. La razón de este
« proceder es, no solo que en casos tales, es siempre
« prudente empezar por lo mas sencillo, sino también,
« y principalmente, porque el tratar y conferenciar so-
« bre aquel punto antes que sobre los demas, darti na­
ce turalmente ocasión al Comisionado para poder tras-
ce cender y conocer el grado de buena fé que haya en
ce los miembros de aquel Gobierno, su mayor ó menor
« disposición hacia el arreglo de las cuestiones nacio-
cc nales, hacia la política de concesiones y deferencias
cc mutuas, y cuyos conocimientos le servirán mucho
« para saber mejor conducirse después, cuando llegue
« el caso de pasar á tratar dichas cuestiones.
« Esto supuesto, el Comisionado empezará entre-
ce gando la indicada nota al Ministro de R. E., y no
cc á otro. Se advierte esto, á causa de que existe allí
ce el sistema de que las notas del Gobierno de Buenos
cc Aires dirigidas á dichos Ministros, se pasan y se
« reponen por el del Interior. Esta pueril parodia de
cc Rosas que estudiosamente solo en las partes interiores
« de sus mensages hablan de los negocios del Paraguay,
— 28 -

« miraba á esta como á provincia argentina disidente,


« es injustificable en el día, desde que, por el tratado
« de 20 de Diciembre de 1854, se reconoció en Buenos
« Aires el plena ejercicio de su soberanía externa.
« Sin embargo, dificultades de este género, nacidas
« del orgullo ó de la malevolencia, no deben embargar
« al Comisionado, ni desviarle del útil objeto de su
« encargo, encaminado al bien de Buenos Aires, á la
« par que al bien de la Confederación. Por consiguiente:
« si se intentase observar para con él aquella práctica,
« él, sin perjuicio de procurar que sea modificada, debe —
« como lo hace el Gobierno de Buenos Aires—seguir
« impasible, dirigiéndose y entendiéndose esclusivamen-
« te con el Ministro de R. E., aunque las notas ó
« respuestas que á él se le dirigieran, le vengan por
« conducto del interior. De este modo, y mientras no
« se arribe á un acuerdo sobre ese proceder irregular
« y productor de nocivas demoras, no se paralizará
« la marcha de la Comisión, ni se contrariará la prác-
<• tica de aquel Gobierno, pues cada una de las dos
« partes, seguirá observando la suya.
« Por si acerca del reconocimiento del carácter del
« Comisionado se quisiera suscitar allí alguna dificul­
te tad, ya en la sustancia, ya en la forma, se le pasa-
« rán copias de lo relativo al reconocimiento que en
« 2t de Julio último se hizo aquí del Señor Gowland
« (y se advierte por lo que pueda convenir, que la
« nota de este Gobierno, avisando al de la Confedera-
« cion aquel reconocimiento, no ha merecido la civi-
« lidad ni de un mero acuse de recibo). Observará
« el Señor Comisionado que no es aplicable á él lo
« que este Gobierno dijo respecto del Señor Gowland;
« porque el carácter y objeto de éste, son de protec-
« cion mercantil esclusivamente, al paso que los del
« Señor Comisionado son principalmente políticos.
« El Comisionado, una vez reconocido, entrará en
« el desempeño de sus funciones, procurando las res-
- 20 -

« pectivas conferencias verbales, antes de formular


« nada por escrito, á fin de ponerse así de acuerdo
« previamente, y de evitar por consiguiente posteriores
« discusiones y repulsas.
« Tres son los puntos principales comprendidos en
« su encargo, aunque, como se lia indicado, dos de
« ellos no sean para tratarse en forma inmediatamente.»
Io, « Estipulaciones del tratado de 8 de Enero.
« El artículo Io de este tratado comprende dos
« partes, que pueden ser de muchas consecuencias y
« aplicaciones.
« (Jna es la en que ambos Gobiernos se obligan á
« no consentir desmembración alguna del territorio
« nacional. Parece que esta estipulación dá á Buenos
« Aires algún derecho para conocer lo que haya respecto
« del tratado con el Paraguay, en el cual se desmembraba
« el dicho territorio. Se cree que por ello ese tratado
« es, ha sido, ó será repelido, por la Confederación.
« El Comisionado procurará, pues, tomar conocimiento
« de este negocio, y que en su decisión se dé á Buenos
« Aires, la conveniencia que hay para la Confederación
« en que cualquier decisión, aparezca revestida con el
« mayor apoyo moral posible. Hará valer también la
«importancia de que-como se dirá mas adelante—en
« todo lo concerniente á Relaciones Exteriores, no se
« sienta sino una sola voz y acción por parte de las
<« dos porciones en que hoy se haya dividida la Repú-
« blica Argentina.
« La otra parte del dicho artículo Io, impone á
« ambos Gobiernos la obligación de ponerse de acuer-
« do. inmediatamente que un peligro exterior compro-
« meta algún derecho de la soberanía nacional. Este
« punto es delicado y demanda espiraciones.
« A juicio de Buenos Aires, y según su doctrina,
« derivada de su ley, fecha 18 de Octubre de 1852, se
« comprometería un derecho de la soberanía nacional,
«si una fuerza naval extrangera entrase, ó preten-
- 30 -

« diese entrar en el Paraná, sin permiso de los dueños


« de este rio: sin que esto quiera decir que Buenos
« Aires se oponga, ni tenga interés en oponerse, á que
« entren buques de guerra sueltos; pues aquí se habla
«solamente de buques de guerra reunidos, constitu-
« yendo armamentos navales, escuadras, flotillas, etc,,
« cuyo caso es muy probable que llegue, pues según
« datos que el Gobierno tiene, el Brasil está resuelto
« á operar por agua sobre el Paraguay, siendo de
« presumir que solo espere para ello á desembarazarse
« de las dificultades que por ahora le presentan los ne-
« gocios del Estado Oriental. Tampoco es esto decir
« que Buenos Aires se proponga defender así el Para-
« guay, ni servirle de antemural, ni mezclarse en esa
« cuestión: nada de eso: es decir únicamente que se pro-
« pone que sea respetado un derecho suyo, el cual se-
« ría comprometido por aquella entrada sin su per-
« miso: si ello resultase indirectamente en beneficio del
« Paraguay, eso seria, no el objeto, sino el resultado
« inevitable de la ubicación respectiva del Brasil, Bue-
« nos Aires y Paraguay: eso sucede siempre que una
« nación niega á otra el paso militar por su territorio:
« lo hace no por favorecer á la nación amagada, sino
« porque cree conveniente para sí misma el usar de
« ese modo de su propio derecho. Mas según la doc-
« trina que profesa la Confederación, y que también
« se deriva de su respectiva ley ó derecho, no habría
« en dicha entrada compromiso alguno de un derecho
« de soberanía.
« Esta diferencia en los modos de ver de ambas
« partes, nace de que Buenos Aires, que fué el pri-
« mero en declarar el año 52 la libertad de navega-
« cion del Paraná, (1) la declaró para la bandera mercan-
« te solamente; al paso que el Gobierno del Paraná,
«sea por la grande irritación en que entonces se
« hallaba contra Buenos Aires, sea porque intentase
(!) Esta afirmación es falsa.-Fué el Director Nacional, el Oral. Urquisa.
— 31 —

« disminuir así aquel mérito que Buenos Aires se gran­


ee geaba, ó sea por un lujo inconsiderado de liberalis-
ee mo, declaró poco después que él otorgaba esa líber—
« tad de navegación aún á la bandera militar. Así es
ee que al principio del año actual, un Ministro de aquel
ee Gobierno dijo al gefe de las fuerzas brasileras que subían

ee el Paraná, y el cual le hacia ciertas preguntas á este

« respecto, que aquellas fuerzas podían continuar libre-


« mente su viaje, pues para aquel Gobierno, el Paraná
e< era un mar. Esto es una exageración inconsiderada,
ee El mar es insusceptible de dominio, por ser insus-
ee ceptible de guarda y defensa, y ningún rio interior
e< se halla en semejantes condiciones. Semejante doc-
ee trina, importa despojarse espontáneamente la Repú-
« blica Argentina de un derecho que le otorgan la
ee naturaleza, la ley común de las gentes y el recono-
« cimiento de todas las naciones, sin menor necesidad,
ee y sin que se persiba cual sea la utilidad que le traiga
ee el que el Paraná sea surcado libremente por árma­
te mentos navales exlrangeros.
e< Entre tanto, como de hecho existe hoy la indi-

e< cada diferencia entre las doctrinas de ambos Gobier-

« nos, y pudiera el Brasil querer prevalerse de ella,


« para volver á hacer penetrar sus fuerzas sin licen-
« cia, el interés común aconseja que ambos Gobiernos
« la hagan desaparecer, concordando esas doctrinas, de
« manera que ambos vengan á profesar una sola, la
« cual puedan oponer cualquiera de ellos ó los dos jun­
te tos, á todo intento ó pretensión irregular de cualquier
« potencia extrangera. Considera el Gobierno de Buenos
« Aires que hay un modo sencillo de arribar á ese resulta-
te do. Tal seria el que la Legislatura de la Confederación
te declarase que la libertad de cruzar el Paraná, que su ley

te acuerda á las banderas extrangeras aun de guerra, no se


te extiende á los buques de guerra, que constituyan
te escuadras, flotillas, ó armamentos navales; y que á
«su vez la Legislatura de Buenos Aires—á la que el
- 3¡¿ -

« Gobierno propondría la medida — declarase, que la


« prohibición de cruzar el Paraná, que su ley impone
« á las banderas extrangeras, no mercantes, no se ex-
« tiende á los buques de guerra sueltos, que lo penetren
« con objetos especiales de exploración, paseo, conducion
« de correspondencia ó de personas etc. De este modo,
« restringiendo un poco su ley la Confederación, y
« ampliando un poco la suya Buenos Aires, vendrán
« ambos á coincidir, á concordarse ó conciliarse, y
« quedará constituida la' uniformidad ó unidad de doc-
« trina de la República Argentina.
« El Señor Comisionado, pues, obrará en este sen­
tí tido.
« Por lo demás, las últimas notas cambiadas sobre
« esta materia entre este Gobierno y la Legación Bra-
« silera, manifiestan que el gabinete imperial, no pu-
« diendo resistir á la evidencia del derecho de Bue-
<< nos Aires, protesta esplícitamente que sabrá respetarlo.
« Por el artículo segundo del tratado se establece
« que ambos Gobiernos darán órdenes á sus fuerzas
« fronterizas, para auxiliarse mútuamente en casos de
« invasión ó de amago. Bueno es indagar si algo se
« ha hecho por aquel Gobierno á este respecto: pro •
« bablemente nada:, al menos no se sintió el efecto de
« tales ordenes, cuando ahora cuatro meses fijé invadido
« Rojas. Hoy mismo se anuncia otra invasión por el
« Norte también, y aquel Gobierno lo sabe: nada ha
a de haber hecho, y sus fuerzas han de continuar quieta
« é indiferentes. Sería oportuno cualquier arreglo que
« fijase y regularizase los procederes de dichas fuerzas,
« en los casos previstos por los tratado.
« También convendría arrojar la idea de que la
« expedición que hoy proyecta Buenos Aires, costeada
« por solo Buenos Aires, debe ser auxiliada en algo
« por la Confederación; pues si ella lograse arrojar para
« siempre á los salvajes de Salinas, habría así asegurado,
« al menos en parte, las fronteras de algunas provin-
- 33 -

« cías. Ese auxilio podría consistir en una ó dos divi-


« siones volantes, que, en combinación con la espedi-
« cion, al menos llamasen y dividiesen la atención del
« enemigo. Por supuesto que eso no se obtendrá: mas
« semejante indicación servirá "por lo menos para des­
ee cubrir las verdaderas disposiciones del Presidente
ee respecto de los indios, y esplorar sus ideas acerca
<e de un plan de defensa general de las fronteras, á
« que alude el dicho articulo segundo. Mas si no se
« obtuviese el dicho auxilio, deberá el Comisionado pro­
ce curar alcanzar esplícito asentimiento de aquel Go­
ce bierno á que el de Buenos Aires pueda reclutar y
ce enganchar hombres para su ejército en cualquiera de
« las provincias. (1)
« El artículo tercero habla, entre otras cosas, de
« la extradición (aunque le dá otro nombre) de proce-
« sados por delitos no políticos. Interpretando este
ce artículo extensivamente y según su espíritu, ha podido
ce creerse con algún fundamento que él comprendía
ce también á los desertores. Mas como las autoridades
ce del Rosario no lo creen así, y han negado la entrega
ce de desertores reclamados por las de San Nicolás,
ce otorgándola—por mera deferencia—de desertores ex-
« trangeros enganchados solamente, pero no de argen-
« tinos, es necesario celebrar algún arreglo en la ma­
ce teria. Esa entrega mútua, tan usada, mediante pac-
ce tos, entre naciones aun no linderas, debía mas bien

ce ser un principio entre fracciones de una misma na­


ce cion, mucho mas tratándose de países de fronteras
« abiertas y sin pasos precisos, por las cuales, de con­
ce siguiente, es tan fácil la evasión del desertor.

«El artículo 4o no ofrece observación ahora.


« Sobre el artículo 5o parece que deben recaer las
ce observaciones que sugiere un hecho notable. El

(i) Nota del autor. — Pretendían por ese medio formar con provincianos, en
mucha parte, el .ejército, que preparaban para resistir al Congreso y al Presi­
dente.

3
- 34 -

« Agente Comercial de la Confederación, existente en


« Buenos Aires, estableció, publicó, y esta haciendo
« observar una tarifa de derechos sobre los buques que
« navegan los rios interiores, con destino á puertos de
« aquella.
« El Gobierno concenptua que este proceder no es
« conforme á las estipulaciones del tratado; mas no
« creyó conveniente promover este negocio por escrito,
« temiendo que ese fuera el modo de hacerlo intermi-
« nable. Lo reservó, pues, para cuando llegara el pre-
« sente caso de despachar la Comisión que meditaba.
« En consecuencia de ello, hoy recomienda muy espe-
« cialmente al Señor Comisionado un arreglo en este
« asunto, y aún desearía que el fuese de los primeros
« de que aquel se ocupase. Inútil sería extenderse aquí
« acerca de esta materia; pues el Señor Comisionado
« encontrará los conocimientos respectivos en las prin-
« cipales piezas del expediente que con este motivo se
« ha formado, y las cuales se le pasaran en copia.
El artículo G° no ofrece observación por ahora.
Aunque los artículos 7o y 8o no ofrecen duda en su
tenor y parece que no deben ofrecerla 'en su espíritu,
con todo, y ateniéndose á este, convendría declarase
netamente que la libertad que ellos consagran, com­
prende también el caso en que los animales ó metales
de que hablan, vengan de país extrangero á pasar
por el territorio de la Confederación para el de Buenos
Aires y vice-versa.
El artículo 9° ha estado á punto de ser derogado.
Como este negocio ha sido meramente aplazado, la
prudencia aconseja no mirarlo como del todo con­
cluido. Por consecuencia, el Comisionado procurará
conocer el verdadero interés, pasión ó móvil, que pro­
dujo aquella intentona, para que el Gobierno sepa á
que atenerse y lo que le corresponde hacer, si ese
asunto fuera renovado. Aprovechará también toda oca­
sión de pronunciase enérgicamente contra aquel atentado.
— 35 -

Buenos Aires celebró los tratados después que el Presi­


dente había sido autorizado por el Congreso, para salir
de la situación por la paz ó por la guerra; autorización
que, por su amplitud y lo inusitado de sus términos,
importaba un voto de confianza, una delegación extraor­
dinaria, una aprobación anticipada de cualquier cosa
que hiciera. Los tratados, pues, no necesitan de rati­
ficación alguna por parte del Congreso. Buenos Aires
procedió en este concepto, procedió de buena fé; y desde
que para él es un acto consumado, no podría mirar
con indiferencia que, por voluntad de una sola de las
partes contratantes, ese acto fuese rescindido en todo ni
en parte, aun cuando ese artículo no tuviera la grande
importancia que tiene.
El artículo 10 ha ofrecido ya una cuestión en su
aplicación ó inteligencia. Se refiere el infrascripto al
reclamo del Señor Sarratea, del comercio de Valparaíso;
y excusa entrar en sus detalles y fundamentos, pues los
hallará el Comisionado en las respectivas copias, que
se le pasaran, á fin de que apoye aquel reclamo; pues
es aplicable á éste artículo lo indicado antes acerca de
los artículos 7o y 8o relativamente á su innegable espíritu.
El artículo 11, no ha recibido todavía ni siquiera
un principio de ejecución, ni ninguna de las dos par­
tes han pensado en ello, y Buenos Aires tiene que
costear partidas celadoras del contrabando. Sin embargo
se deja al buen juicio del Comisionado el discenir, en
vista de los informes que tome, si el continuar el orden,
de cosas actual, convendrá mas á Buenos Aires, que
el promover la ejecución de aquel artículo. En este
último caso, ó si aquel Gobierno exigiese la ejecución
del artículo, el Comisionado tendrá presente, que el
artículo habla del lugar y de la oficina, y que por
tanto, no debe haber dos oficinas—como algunos lo han
creído: si estas, una, en territorio de Santa Fe, y otra
en el de Buenos Aires, sino una sola, situada en el
lugar que ambos Gobiernos designen. De consiguiente,
- 36 -

ella debe ser costeada y reglamentada por ambos, del


modo y forma que se convengan. No le convendría
á Buenos Aires que fuesen dos las oficinas; pues nin­
guna seguridad tendría de que, en lo que lo perjudi­
case, la otra oficina de Santa Fé, llenaría su deber;
al paso que siendo una sola servida por empleados de
ambas partes, tendría al menos la guardia de los suyos.
Los artículos 12 y 13, son bien cumplidos hasta
ahora por ambas partes, y no han producido dificul­
tad ni reclamo alguno.
Concluida ya la revista de todos ellos, solo resta
advertir que cuanto precede, es en el supuesto de que
ante todo, se ha de convenir en la base de la total
subsistencia de los tratados y de su inmovilidad, sal­
vo el libre consentimiento para ello de ambas partes;
pues sin eso, inútil é impropio seria ocuparse de esti­
pulaciones y arreglos, que presuponen esa subsisten­
cia. Podria aprovecharse la ocasión del primer acuer­
do que por escrito se celebrase: por insignificante que
él fuese, para estampar en su preámbulo el concepto
indicado.

2o Relaciones Exteriores

La irregularidad en que se hallan las de la Repú -


blica Argentina es palpable ó mas bien, ella no está
representada en el exterior. (1) Este mal se ha agravado
con el nombramiento que ha hecho la Confederación de
varios ministros diplomáticos. Buenos Aires ha podido
hacer otro tanto: pero en obsequio del bien general, ha te­
nido la cordura de abstenerse, y se ha limitado á nombrar
en Europa meros agentes confidenciales, y eso en número
de dos solamente. El Comisionado deberá llamar la
atención, y hacer valer esta conducta. Si Buenos Aires
hubiese imitado á la Confederación, habría producido

(1) Nota del autor—El Gobierno Nacional tenia sus representantes diplomá­
ticos. El Dr. Alberdia estaba aoreditado cerca de varios Gobiernos.
— 37 —

en Europa el descrédito y ridículo de la Nación Argen­


tina. ¿Qué papel no harían en una Corle Europea dos
representantes de las dos fracciones, en que hoy se
halla dividida la República, cuando ambas profesan el
principio de que de derecho siguen componiendo una
sola nación? En Europa, donde no saben ó no se
entienden nuestras cosas y sucesos, dos Ministros,
hubieran aparecido como representantes de dos inte­
reses rivales, ó distintos por lo menos; pues de lo
contrario, no podrían concebir aquellos gobiernos porqué
no era uno solo.
Tan firme ha sido Buenos Aires en su sistema de
no aumentar dificultades, para cuando llegue el día de
obrarse la reconstrucción nacional, que hoy mismo se
ha negado por dos veces su Gobierno á las instancias
del Encargado de Negocios de S. M. F., para que se
adhiera á un tratado de amistad, comercio y navega­
ción que ha producido con la Confederación. Se ha
negado porque si adhiere á él, introduciendo en él,
como es probable, algunas modificaciones, resultaría
obligada la nación de dos modos distintos para con un
solo gobierno extrangero; y cuando llegara el caso de
que ambas fracciones compusieran, de hecho, un solo
todo ¿cómo se entenderían esos dos tratados? ¿cuál de
ellos seria el que obligase á toda la nación á la vez?
Entre tanto: Buenos Aires no puede, ni debe con­
tinuar de este modo indefinidamente; es preciso que él
también sea representado en Europa; que él se1 haga
oir y sentir allí.
En tal estado de cosas, y para conciliario todo,
cree el Gobierno de Buenos Aires—y esta es su doc­
trina-que, mientras no se reconstituya la nacionalidad,
debe al menos procurarse que, en el exterior, sean
una sola la acción y los principios de la República. Pero
en el caso—que no espera, y que desea vivamente no
llegue—de que esta sensata idea fuese repelida, se
forzaría á Buenos Aires á aceptar la posición que esa
- 38 -

repulsa le haría, y en consecuencia obraría por si


solo.
Así, pues, el Comisionado haciendo valer el todo
de sus consideraciones, procurará se acepte como un
principio necesario de la actual situación provisoria de
la República, la conveniencia de la unidad y de su
representación y acción externas.
Ahora, en cuanto al modo de realizar ésto, el
Comisionado procurará primero inquirir el sentir de
aquel Gobierno y según fuese éste, ó en caso de que
ninguno fuese, podrá manifestar, no precisamente como
proposición determinada de su Gobierno, sino como
mera opinión, los dos temperamentos siguientes:
O bien dar la dirección de las Relaciones Exteriores
de toda la República á cualquiera de los dos Gobiernos,
el cual, sin embargo, no podría concluir nada que
impusiera obligaciones, sin prévio conocimiento y acuerdo
del otro, siendo por mitad los gastos y costos que
trajesen' las oficinas de Relaciones Exteriores y las
Legaciones.
O bien continuar cada Gobierno costeando y diri­
giendo las suyas, pero por medio de unos mismos
Enviados. En este caso, sería preciso: Io Que antes
de hacer Buenos Aires el nombramiento de los mismos
individuos que están hoy nombrados por la Confedera­
ción, y antes de darles las respectivas instrucciones
opuestas y diversas de dos Gobiernos; sería una mons­
truosidad: 2o Que acerca de todo nombramiento ulterior,
como acerca de las respectivas instrucciones, se pu­
sieran previamente de acuerdo ambos Gobiernos: y 3o
Que también se pusieran de acuerdo acerca de los
principios generales ó sistema de política exterior que
mas convenga á la República Argentina.
Observará el Señor Comisionado que estas ideas
no son definitivas: son meramente proyectos, sujetos
á detenida meditación.
- 39 -

3o Reorganización Nacional

Con motivo de tratar los dos puntos que quedan


expresados, el Comisionado habrá tenido probablemen­
te ocasión de observar las tendencias, buena fé y dis­
posiciones reales de aquel Gobierno; lo cual podrá
ilustrar al de Buenos Aires, acerca del número y ca­
rácter de los obstáculos que se presentaran después
para arribar á la reorganización Nacional.
Sobre los mejores medios de operarla, cree el Go­
bierno que en ninguna de las dos partes hay todavía^
pensamientos fijos. (1) La materia es muy árdua, y la
circunspección muy necesaria. Por lo mismo, el Co­
misionado se servirá por ahora oir y transmitir los
pensamientos ó arbitrios que pudiera manifestar aquel
Gobierno; á escudriñar sus miras sobre los dos pun­
tos primordiales de capitalización y de rentas naciona­
les, especialmente las de aduana: en fin; á cambiar
ideas y consideraciones generales.
A este respecto, cuidará de persuadir de la since­
ridad de los deseos que animan á Buenos Aires de
llegar á un acomodamiento racional. Cree su Gobier­
no que miras esclusivas ó egoístas, pretensiones tiran­
tes de cualquiera de ambas partes, harían totalmente
imposible la obra. De consiguiente, sostendrá el Co­
misionado la necesidad de adoptarse la buena fé, el
sistema de las concesiones y deferencia mútuas.
Manifestará igualmente que las disposiciones con­
tenidas en las Constituciones que ambas facciofies se
han dado, no pueden presentar, á juicio del Gobierno
de Buenos Aires, un obstáculo insuperable, desde que
esas constituciones pueden y deben reformarse en el
sentido que lo demande el interés nacional. A este
respecto lia sido previsora la de Buenos Aires.
Hay una dificultad ó punto especial hacia el cual
(1) Nota del autor—Esta afirmación es falsa respecto del Gobierno Nacional.
Siempre manifestó conforme en que Buenos Aires propusiera reformas, ó acep­
tase la Constitución de la República.
- 40 -

llama el infrascripto la atención del Señor Comisionado


Tal es el del abono de toda deuda interior ó exterior
que, en este intermedio de separación, haya contraido
ó contrajere la Confederación.
Suponiendo que esta realice ahora un empréstito
extrangero ¿cómo se entenderá su abono cuando se
verifique la reconstrucción nacional? ¿Seguirá de cuen­
ta y cargo de solo aquella nación (1) que lo contrajo?
¿Mas cómo se realiza esto? Obrada la reconstrucción
nacional ¿cuál será la parte de rentas que podrá de­
cirse corresponder, esto es, ser sufragada, por solo
esa fracción? ¿Cómo podrá saberse cual sea, cuando
el tesoro nacional, compuesto del producto de tierras,
aduanas, etc., de toda la nación, formará, ó deberá for­
mar, una sola masa? Pero aunque se sepa, desde que
esa parte se destinase á cubrir las obligaciones del
empréstito contraido antes por una de las dos frac­
ciones, resultaría la injusticia de que la mayor parte
de los gastos comunes de toda la nación, vendría á
pesar necesariamente solo sobre las rentas que antes
eran de la otra fracción. El tesoro nacional, solo á
atenciones nacionales, ó de toda la nación, deberá su­
fragar: él no es para pagar deudas antiguas de una
de las dos fracciones. A esto no puede responderse
que el tesoro nacional nunca tendrá que hacer frente
á ese empréstito, porque él será réembolsable, sino
amortizable. La experiencia de tantos Estados Ameri­
canos, y la nuestra también, muestra que la teoría de
los empréstitos amortizables que se extinguen por sí
mismo, aunque bella sobre el papel, es imposible ó
muy difícil de realizarse: este empréstito ha de haber
al fin que pagarlo como cualquier otra deuda reembol-
sable no más; al menos es de nuestra obligación el
prever ese caso. ¿Cómo se pagará pues? Si lo hace
el tesoro nacional—y no podrá ser de otro modo—ten-

(1) Nota del autor—Estas instrucciones, como se vé consideraban la Pro­


vincia disidente como Naoion.
— 41 -

dremos que Buenos Aires contribuirá con el producto


de tierras y aduanas que hoy son solo suyas, á cubrir
un empréstito que él no contrajo, manejó, ni aprove­
chó, y el cual además, cabe en lo posible, se malva-
rató en todo ó en parte, ó al menos no se invirtió
enteramente en obras ú objetos, que en los tiempos
venideros redunden en bien de Buenos Aires, como
parte de la nación.
Se ve, pues, que este punto es de la más alta
gravedad: puede llegar á tener consecuencias decisivas
en materia de reincorporación de Buenos Aires.
Deberá en consecuencia el Comisionado, arrojar la
idea de la conveniencia nacional, que habría en que el
Gobierno de la Confederación desistiera por ahora de
contraer un empréstito extrangero, obviando así la
muy séria dificultad que tal empréstito puede después
presentar á la obra de la reorganización común. Es
muy probable que no lo consiga; pero al menos pre­
cisará así á aquel Gobierno á explicarse; á presentar
alguna solución de aquella dificultad.
En vista de lo que el Señor Comisionado exponga
acerca de los particulares tocados en este tercer punto,
podrá el Gobierno fijar sus ideas acerca de él, y se
reserva para entonces el precisar y ampliar las pre­
sentes instrucciones.
Enterado ya el Señor Comisionado por el tenor de
ellas, del espíritu general del Gobierno, como igual­
mente de los especiales y variados negocios,' cuyo
manejo el Gobierno pone en plena confianza en sus
manos, además de los especiales y de menor impor­
tancia que se le indican por separado, el infrascripto
deja todo lo demás que concierna á detalles de eje­
cución á su discernimiento y á su celo.

Buenos Aires, Octubre 22 de 1855

Valentín Alsina.
- 42 -

Prevenciones Especiales

1. a Estando en la conveniencia de ambas partes,


por razones bien obvias, el evitar ó apagar toda guerra
tanto en sus territorios, cuanto en los Estados vecinos,
empleando para ello los medios usuales de la civiliza­
ción actual, podrá el Comisionado invitar á aquel Go­
bierno á acordarse con el de Buenos Aires para ofre­
cer su mediación, en caso que el Brasil se presentase
en el Plata con fuerzas destinadas al Paraguay.—
Aunque la oferta no fuese aceptada por éste ó aquel,
habríase ganado mucho sin embargo. La República
Argentina haría un hermoso papel, reapareciendo unida
en su acción exterior, para un objeto benéfico y noble (1).
2. a Aunque el Comisionado arribe á algún acuerdo
acerca de cualquiera de los puntos consignados en estas
instrucciones, ó de otros que aquel Gobierno pueda
proponerle, no debe apresurarse á concluirlo, sin que
mediase la urgencia ó una utilidad evidente, sino ce­
ñirse á dar cuenta con las respectivas explicaciones ú
observaciones.
3. a Siempre que por la naturaleza de la materia, ó
por circunstancias especiales, el Comisionado creyese
conveniente que quede constanria de lo hablado ó con­
venido en alguna conferencia, exigirá que se forme un
breve protocolo (acta) de ella, por duplicado.
4. a Como se imputa al Presidente el fomentar, ó
estar de acuerdo, ya con conspiradores existentes en
Montevideo y en territorio argentino, ya con los indios
que nos invaden, á lo que se ha agregado el viaje de
los coroneles Pita y Baigorria sin objeto conocido, es
de grande importancia, para poder juzgar con acierto
sobre la buena ó mala fé del Presidente, el aprovechar
con sagacidad y circunspección toda ocasión ó medios
de penetrar estos arcanos, si es que ellos existen.

(!' Nota del autor—Es de lamentar quo no pensara tan juiciosamente el Po-
d>r Ejecutivo Nacional en 1864 y 1865.
— 43 —

5a. Se recomienda igualmente al Comisionado el


inquirir la opinión del Presidente respecto de los últimos
sucesos del Estado Oriental, y por consecuencia forzosa,
respecto de la política brasilera allí. Se ha sospechado
por algunos que algún secreto media, ó se ha conve­
nido entre el Presidente y el Brasil; pero nada de ello
consta aun á este Gobierno.
6.a Si aquel Gobierno hiciera alguna referencia al
pase que solo el Gobierno de Buenos Aires ha dado
á las bulas de confirmación del Sr. Escalada, cuando
la diócesis comprende á las cuatro provincias litorales,
podrá el Comisionado observar en respuesta que este
Gobierno ha entendido presentar al Sr. Escalada para
Obispo de este Estado solamente, sin que ello quite
que el de la Confederación pueda á su vez ó hacer
presentación del mismo, ó aceptar su jurisdicción espi­
ritual, pues es presumible que el Señor Escalada se
dirija á él. Por lo demás: parece que no debe ser
muy aceptable por el Papa ni fácilmente realizable, al
menos por ahora, la idea de erigir un nuevo episco­
pado compuesto de las otras tres provincias litorales,
desde que no hay en ellas clero, rentas, etc. Es por
ello evidente que si aquel Gobierno no adoptase el
arbitrio indicado, podrían quedar sin Obispo aquellas
tres provincias, al paso que, adoptándolo, lo tendrían,
con la gran ventaja de no costarles un peso, pues es
Buenos Aires solamente quien carga con todas las ero­
gaciones consiguientes.
7.a Por punto general, queda facultado el Comisio­
nado para resolver por sí, en casos ó emergencias
urgentes ó no previstas, lo que estime más conforme
á los intereses ú objetos de su encargo, sin sujetarse,
en tales casos, á las prescripciones literales de estas
instrucciones, dando cuenta de todo. Lo queda igual­
mente para admitir toda proposición - á no hallarla
ofensiva y desechable in ZZmZ/ze—aunque le parezca in­
conveniente, con tal que la admita solo ad-referendum^
— 44 -

8a. Comprenderá perfectamente el Sr. Comisionado


los males é inconvenientes que podría originar cualquier
extravío ó violación de la correspondencia que expida
ó que se le dirija. De consiguiente, cuidará de adoptar
las providencias competentes, en el concepto de que
ninguna cautela ó precaución estarán por demás.

Buenos Aires, Octubre 22 de 1855.

Vale tilín Ais ina.


- 45 -

*')

Memorándum presentado al Ministro del Interior por

los Comisionados del Gobierno Nacional

Misión Peña

Los Comisionados
üei. Paraná, Enero 27 de 1856.
Goiiikrno Nacional

A. S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores,


Dr. D. Juan María Gutiérrez.

Habiendo recibido los infrascriptos con fecha de


ayer una nota del Sr. Comisiondo de Buenos Aires,
avisándonos su regreso á aquella ciudad, creemos de
nuestro deber dar cuenta á V. E., para que se sirva
trasmitirla al conocimiento de S. E. el Sr. Vice —Pre­
sidente, del estado en que queda la negociación iniciada
con los infrascriptos Comisionados por parte del Go­
bierno Nacional A este objeto incluimos el protocolo
que contiene las conferencias habidas con motivo de
esta negociación. Imposible hubiera sido insertar en él
las detenidas y prolijas discusiones que han tenido
lugar: ha sido necesario reducirse á consignar las ideas
más importantes.
A pesar de esto V. E. tendrá ocasión de observar
que los puntos prominentes, que el Comisionado de
Buenos Aires pretendía arreglar con el Gobierno de la
Confederación, se reducían á los siguientes:
Uniformar la doctrina y conducta de ambos Go­
biernos sobre la líbre navegación de los ríos interio­
res, restringiendo esta libertad á los buques de guerra
que pudieran formar escuadras ó flotillas nuvales.
Confiar á uno solo de ambos Gobiernos el encar­
go de las Relaciones Exteriores, limitando la acción
- 46 -

de este á no contraer compromisos obligatorios al otro


sin su consentimiento, ó á no celebrar mas tratados
que los que existen, reduciéndose el ejércicio de las
Relaciones Exteriores únicamente á conservar las ac­
tuales con los Gobiernos extrangeros.
Establecer quien debe mandar las fuerzas auxilia­
res que ocurriesen á uno de ambos territorios, en el
caso del artículo 2° del Tratado de 8 de Enero y
definir el arreglo de fronteras y su mutua defensa en
casos de invasión.
Reclamar la extradiccion de desertores como una
deducción del artículo 3o del Tratado del 8 de Enero.
Recabar á este Gobierno permiso para enganchar
soldados en el territorio de la Confederación.
Expedir por los ministerios respectivos de Rela­
ciones Exteriores las notas que deben dirigirse recí­
procamente ambos Gobiernos.
Y finalmente reclamar contra los derechos consu­
lares que cobra en Buenos Aires la Agencia Comercial
del Gobierno Nacional, como imposiciones que no po­
drá este Gobierno establecer, desde que debian cobrarse
en el territorio de aquel Estado, proponiendo arreglar
este negocio con alguna rebaja que sobre el arancel
podría hacerse.
Estas eran, Sr. Ministro, las bases de una nego­
ciación que mantenía en ansiedad la. espectacion pú­
blica, y sobre la que se habían fundado en todas par­
tes las más lisongeras esperanzas de ver consolidada
la unidad nacional.
Los infrascriptos conocíamos desde luego, que la
franca y cordial unión de todos los argentinos bajo de
un solo Gobierno y una sola ley, bastaba por si sola
á resolver las cuestiones prospuestas, inutilizando los
referidos puntos de la navegación, como complementos
extraños al espíritu de unión que debió sugerir al
Gobierno de Buenos Aires el envío de su comisionado;
conocíamos también que estos arreglos, lejos de señalar
- 47 -

un término á la separación, que todos deseamos hacer


cesar, venia él radicaría con estipulaciones que suponían
su continuación indefinida. Se trataba, pues, de hacerla
cómoda y fácil para que pudiera durar eternamente;
y era esto todo lo que teníamos que esperar para la
nacionalidad argentina.
Los infrascriptos no podíamos resignarnos á tan
estéril desengaño; deseábamos conocer á fondo los
inconvenientes que se oponían al deseo bien pronun­
ciado de unión, que abrigaban todos los argentinos, y
procurarnos inquirir el pensamiento sério del Gobier­
no de Buenos Aires á este respecto. El comisionado
de aquel Gobierno manifestó que escucharía con in­
terés las vistas de nuestro Gobierno, á cuyo fin pro­
pusimos el examen de nuestra Constitución por la
Provincia de Buenos Aires, conforme á la invitación
aún no contestada del Congreso Constituyente. Pro­
poníamos este arbitrio porque confiábamos que nues­
tra Carta conciliaba todos los intereses legítimos, y
porque, si algo habría que fuese un verdadero obs­
táculo para la unión de Buenos Aires, no podíamos
persuadirnos que fuere un obstáculo tan importante, que
no pudiera hacerse una reserva por parte de Buenos
Aires, aceptable por nuestras Cámaras como condición
de su incorporación á la República. El Sr. Comisio­
nado nos aseguró que no tenía otras instrucciones sobre
la unión, que oir y trasmitir á su Gobierno las propo­
siciones que se le hicieran, aceptando en consecuencia
la que se le hacía sobre el exámen de nuestra Cons­
titución prometiendo que consultaría á su Gobierno.
Hecho esto, deberían haber terminado nuestras
conferencias hasta no obtener un resultado de esta
consulta; pero en el deseo de adelantar cuanto fuere
posible, pasamos á ¡a discusión de los otros puntos,
asentando como principios del Gobierno Nacional, y en
contestación á lo expuesto por el Sr. Comisionado los
siguientes:—
- 48 -

Que el Gobierno Argentino al conceder la libre


navegación de sus rios interiores á todas las banderas
del mundo, no había renunciado su soberanía sobre ellos,
pues le había reservado el derecho de reglamentarlos
á su voluntad.
Que el ejercicio de la soberanía exterior suponía
siempre ¡a soberanía interior, que no podía concebir el
encargado de las Relaciones Exteriores por de parte un
país que no está sometido el encargado de estas rela­
ciones, por cuya razón no encontraba posible las pro­
puestas del Gobierno de Buenos Aires á este respecto.
Que el auxilio prometido por el art. 2o del Tratado
de Enero, relativo al servicio de las fronteras, y no
aplicable al caso de una guerra provocada quizás por
el Gobierno de Buenos Aires sin concurso ni acuerdo
del Gobierno Nacional, y que el arreglo allí ofrecido
para la común defensa de las fronteras, era comprendido
por el Gobierno Nacional por la unidad del mando de
las fuerzas fronterizas en el Presidente de la Confede­
ración con los auxilios y autoridad suficiente para res­
ponder de la seguridad de las fronteras comunes por
la paz ó la guerra.
Que la entrega de desertores es una excepción y
muy conveniente de la extradición de criminales esti­
pulada en el artículo 3o del Tratado de Enero: los de­
litos políticos están allí exceptuados, y en el estado
actual de Buenos Aires seria imposible definir si una
simple deserción no era talvez motivada por causas
políticas, además de que esto estaría comprometiendo
diariamente nuestras relaciones de paz, que tanto nece­
sitamos conservar. Sin embargo, cuanto pudiera ha­
cerse, por nuestra parte á este respecto y al de con­
sentir el enganche en nuestro territorio dependerá de
que el Gobierno de Buenos Aires no obligue al ser­
vicio militar, forzando á los hijos de las Provincias, que
componen la Confederación bajo las condiciones de
perfecta reciprocidad. Este es un punto sobre el cual
- 49 -

el Gobierno Nacional no puede desentenderse, antes


debe reclamar con brio contra esa contribución de san­
gre impuesta á una considerable parte de nuestros
compatriotas, á pretexto de una ciudadania que les im­
pone la mezquina Constitución de Buenos Aires. Y solo
á la edad de veinte años, cuando ya han adquirido
aptitud para tomar las armas.
Que nuestras relaciones con Buenos Aires jamás
serian dirigidas por el Ministro de Relaciones Exteriores
de la Confederación, porque ni Buenos Aires, ni la
Confederación consienten en la mútua calificación de
exteriores.
Y en fin, que con respecto á los derechos Consu­
lares de la agencia comercial argentina de Buenos Aires,
procuraría revisar el arancel y hacerle las rebajas po­
sibles, apesar de que estaban seguros que habían sido
calculadas con toda moderación y equidad, y con el
mismo perfecto derecho con que todas las naciones
pueden autorizar á sus Cónsules para cobrarlos en te=
rritorios agenos de su jurisdicción’ Al establecer estos
derechos la Contederaciori, no ejerce la soberanía (que
no ha renunciado) sobre el territorio de Buenos Aires,
sino simplemente establece las condiciones con que
recibirá en sus puestos los buques que vengan á ellos.
Tal era, Sr. Ministro, la situación de nuestras con­
ferencias, cuando las ha terminado el Comisionado de
Buenos Aires, solicitando su pasaporte, por cuya razón
nos apresuramos á dar cuenta á V. E. de su resultado.
Pero no habríamos cumplido nuestro deber, sino
recomendáramos á la consideración de V. E. y al
aprecio de todos los argentinos la noble franqueza y
lealtad del Sr. Comisionado D. Juan Bautista Peña; ni
un momento solo ha desmentido, ni ha dejado dudar de
la honradez y buena fé de sus intenciones, y estamos
bien seguros que si el Gobierno de Buenos Aires
hubiera tenido tanto acierto en la concepción de las
instrucciones dadas á su Comisionado, como lo tuvo en
4
- 50 -

la elección de este, la Confederación Argentina no su­


friría hoy el duro desengaño de una negociación perdida
para su nacionalidad; derecho que nadie ha osado hasta
hoy poner en duda.
Ha manifestado el Sr. Peña su indispensable com­
petencia para negociar entre hermanos por la lealtad y
franqueza de su carácter y las demás prendas que lo
recomiendan á nuestra estimación y respeto: y es
fuera de duda, que no puede culpársele personalmente
la esterilidad de nuestros esfuerzos en la presente
negociación.
Ahora, contrayéndonos á las impresiones que este
negocio puede dejar en la opinión pública, al desaliento
que cause á los verdaderos amantes de la nacionalidad
argentina, y á otras consideraciones que se desprenden
de este delicado negocio, creemos de nuestro deber
avanzar las siguientes reflexiones:
El Gobierno Nacional con las lecciones de la espe-
riencia, y en el interés de conservar perpetuamente la
unión argentina no debería aceptar ninguna negociación
de Buenos Aires, que no venga á tratar directamente
la cuestión de nuestra nacionalidad despedazada. Es
la única cuestión que puede haber entre pueblos que,
perteneciendo á una misma patria, no obedecen la mis­
ma ley. Los Tratados de Diciembre del 54 y Enero
del 55, fueron oportunos por cuanto apagaron un in­
cendio inminente, y cambiaron los horrores de nuestra
guerra civil, en la paz y el progreso que hoy gozamos.
La guerra era el peor de los males y era .forzoso con­
jurarla á toda costa. Los convenios citados no han
tenido otra importancia política que ésta; no deben
pues tener otra ulterioridad. Explotar la misma ruina
bajo distintas condiciones de buen resultado, seria un
error, seria vender la unión nacional por ciertas ven­
tajas transitorias de comercio. La Provincia de Bue­
nos Aires vendrá precisamente á la comunión Argen­
tina, no maniatada y arrastrada por un partido, sino
- 51 —

expontáneamente por las fuerzas de intereses mas altos


y mas poderosos, que la influencia precaria de las fac­
ciones; para no contrariar el curso natural de estos
acontecimientos, deberíamos abstenernos de hacer con-
cepciones, que hagan cómoda y agradable nuestra se-
~paracion; limitándonos á conservar la paz, y esperar
lo demás del buen sentido de los pueblos y del patrio­
tismo de sus mandatarios.
Solo nos resta ya rogar á V. E. se sirva elevar al
Señor Vice-Presidente de la Confederación Argentina
la cordial expresión de gratitud por la comisión de tan
alta confianza, con que nos ha honrado, esperando asi
mismo que el esmero con que hemos procurado de­
sempeñarla, merezca la aprobación de V. E.
Dios guarde á V. E.

Santiago Derqui Juan dei. Campillo

Paraná, 28 de Enero de 1856.

Publíquese, circule y dese cuenta oportunamente al


Congreso Nacional.
Riibrica de S. V. el Sr. Vice-Presidente

Gutiérrez.
- 52 -

CAPITULO XI

i 856

Invasión del Coronel Don Bartolomé Mitre en te­


rritorio de Santa Fé--Reclamo del Gobierno Na­
cional — Nota del Ministro Dr. Don Valentín
Alsina — Notas del Gobierno de Santa Fé — Carta
de Don Nicasio Oroño al Coronel Paunero.

El Ministro de Guerra
EN Campamento en marcha Enero, 25 de 1856
CAMPABA

Al Exmo Sr. Gobernador del Estado Dr. Don Pastor


Obligado.

Tengo el honor de participar á V. E. que en este


dia ha sido completamente derrotada la gavilla acaudi­
llada por Flores, que en número como de 240 hombres
se hallaba campada en los campos desiertos, de los puestos
de Medina afuera.
Habiendo tenido noticias positivas de su posición y
de los elementos con que contaba el enemigo, resolví
marchar sobre él, y anoche á las 2 1/2 de la mañana
avanzamos resueltamente sobre sus posiciones: esta
mañana á las 6 nos encontramos con sus primeros
descubridores, sobre la laguna Cardoso, y habiendo
huido estos, la vanguardia que la formaba la división
del 25 Mayo, al mando del mayor Antonio Llorent, se
vino sobre los rastros de los fugitivos hasta el campa­
mento enemigo, situado á la parte opuesta de una
cañada; pero habiendo asomado en aquel momento en
lo alto de la loma, las columnas paralelas que formaban
el grueso de la división, se pusieron en precipitada
retirada como legua y media antes de llegar nuestras
fuerzas á sus disposiciones; visto lo cual ordené al
mayor D. José E. Ruiz que con la división de Junin se
— 53 —

pusiese en línea con la de 25 de Mayo, atacando am­


bos vigorosamente la retaguardia del enemigo, que en
aquel momento tomaba posición de las alturas, apa­
rentando ocultar sus reservas en la traslomada. El
mayor Ruiz y el mayor Llorent se han desempeñado á
sastifacion de todos sus compañeros de armas, del
mismo modo que el escuadrón de Arrecifes, que al
mando del capitán D. Ventura Velez, ha servido de
protección á las fuerzas perseguidoras.
A las 6 leguas de persecución, nuestras fuerzas
perseguidoras, empezaron á picar de cerca la retaguardia
del enemigo, teniendo lugar varios combates parciales
de que han resultado según los partes que tengo hasta
este momento, que son las 2 de la tarde, como 40 entre
muertos y heridos y 9 prisioneros del enemigo entre
ellos dos oficiales, quedando ademéis en nuestro poder
400 caballos del enemigo, y algunas armas que se re­
ducen á cañas con cuchillos y tercerolas.
La persecución ha sido de 10 leguas, y ha durado
6 horas á trote y galope. El primer disperso fué el
mismo Flores: Lamela escapó en pelos y Prida (alias
el chato) parece que va herido.
Me es grato recomendar á V. E. la comportacion
de los Sres. Gefes, oficiales y tropa que componen esta
División, tanto en el momento de la pelea, cuanto en
el servicio ordinario, así como la inteligencia con que
el Sr. Coronel D. Wenceslao Paunero ha preparado los
elementos militares con que han asegurado este triunfo,
y la exactitud como ha cumplido mis ordenes.
Es digno también de una mención especial, un
baqueano que después mencionaré á V. E., y que ha
contribuido efizcamente al éxito de esta operación, de­
sempeñando comisiones peligrosas en que ha jugado
su cabeza, penetrando por diversas ocasiones al campo
enemigo, lo mismo que toda la partida de baqueanos.
Por nuestra parte solo hemos tenido un herido de
bala y otro de una rodada.
- 54 -

Felicito á V. E. por este triunfo que viene á com­


probar una vez más que el orden público de Buenos
Aires es inconmovible, mientras tenga por apoyo los
brazos de sus hijos.
Oportunamente daré á V. E. nuevos detalles, si ellos
mereciesen ser trasmitidos.
Dios guarde á V. E. muchos años.

Bartolomé Mitre,
- 55 —
El Gobierno
de LA
Santa Fé, Febrero 1° de 1856.
Provincia

Al Exmo, Sr. Ministro Secretario de Estado en el


Departamento del Interior, Dr. D. Santiago Derqui.

Son las 8 de la noche, hora en que acabo de recibir


el oficio del Gefe Político del Rosario que en copia
legalizada adjunto. En él verá V. E. que el Gral. Don
Gerónimo Costa ha desembarcado en Zárate con dos­
cientos cincuenta hombres poco más ó menos; y como
el Gefe Político se pone en el caso de que esta fuerza
pueda sufrir un resultado igual, que el recibido por el
Gral. Flores y recaer al Departamento del Rosario
algunos Gefes y oficiales, el infrascripto le ordena al
respecto las providencias que debe tomar, como se ins­
truirá V. E. por la copia que también se acompaña.
En el momento de recibir cualquiera otra noticia,
será comunicada á V. E., concluyendo el infrascripto
por ahora con asegurar al Sr. Ministro, que el Gobierno
de Santa Fé observará puntualmente la neutralidad
perfecta que es de justicia y se halla prescripta por el
Exmo. Gobierno Nacional.
Saludo al Sr. Ministro con toda mi estimación y
respecto.
José M. Cullen
Severo González
- 56 -

Rosario, Febrero 1» de 1856.

Al Sr. Ministro General Dr. D. Severo González.

El infrascripto acaba de saber de una manera posi­


tiva que el Gral. D. Gerónimo Costa con doscientos cin­
cuenta hombres más ó menos ha desembarcado en Za­
rate, habiendo apoderádose de las autoridades de aquel
punto; y como este acontecimiento puede desarrollarse
en proporciones de importancia, me apresuro á comu­
nicárselo á su Señoría para que se sirva ponerlo en
conocimiento de S. E. el Sr. Gobernador de la Pro­
vincia.
Por los datos privados que tengo, infiero que la
citada expedición del Gral. Costa tenga el mismo resul­
tado que la que acaba de fracasar del Gral Flores,
y como en este caso es de suponer que los invasores
se dirijan á esta Provincia, no pudiendo reembarcarse,
de desear sería que V. E. anticipase ya las órdenes con­
venientes, para según ellas obrar conforme lo demanden
las circunstancias.
Dios guarde á su Señoría.
Nicasio Oroño
Está conforme:
González
- 57 —
Ministerio General

DK Santa Fé, 1» de Febrero de 1856


Gobierno

Al Sr. Gefe Político del Departamento D. Nicasio Oroño.

He recibido la nota oficial de S. S. fecha de hoy,


por la que me comunica, para que lo ponga en cono­
cimiento del Exmo. Sr. Gobernador, que el Gral. Geró­
nimo Costa ha desembarcado en Zarate con doscientos
cincuenta hombres poco más ó menos, y pide á U. S.
órdenes para el caso que esta fuerza tenga el mismo
resultado que la del Gral. Flores.
En el momento de instruirse el Sr. Gobernador de
su precipitada nota, me ha ordenado diga á U. S. lo
siguiente: Que las disposiciones que S. E. dejó tomadas
al retirarse del Rosario, relativas á gefes y oficiales del
General Flores, que existieren en el Departamento, son
hoy tanto más necesarias y de puntual cumplimiento.
Que debe S. E. sin pérdida de tiempo mandar á todo
gefe y oficial que se encuentre perteneciente á dicho
gefe General Flores, inmediatamente á esta capital, para
ponerlos á disposición del Exmo. Gobierno Nacional.
Que esta provindencia y el desarme de todo gefe y
oficial sea entendido también con los que, pertene­
ciendo al General Costa, ó á cualquiera otra fuerza
invasora de Buenos Aires, recayesen al Departamento
antes ó después de un contraste. Esta resolución en la
parte que establece el desarme de esos gefes y evacua­
ciones del territorio de la Provincia, está de perfecto
acuerdo con lo dispuesto por el Exmo. Sr. Vice-Presi-
dente de la Nación en nota comunicada al Gobierno de
esta Provincia en 25 del próximo pasado, que S E.
recibió en su camino de regreso á esta capital: en
cuanto á los individuos de tropa, U. E. se comportará
desarmándolos, como lo ha hecho en otras ocasiones.
El Exmo. Sr. Gobernador descansará en la fé que
- 58 -

le inspiran las medidas tomadas con repetición anterior­


mente, y que U. S. tan acertadamente ha sabido llenar.
Dios guarde á U. S. muchos años.
Severo González.
Está conforme:
González.

Ministerio
DK Buenos Aires, Febrero 22 de 1856,
Relaciones Exteriores

Al Señor Ministro de Relaciones Exteriores de la


Confederación Argentina.

El 15 del corriente han sido remitidas al Gobierno


por el Sr. D. Juan Bautista Peña, tres notas del 26 y
27 del próximo pasado, que se dirigieron por el de V.
S. en los dias de su salida de esa ciudad, siendo
inclusas, á las dos últimas, varios documentos de la
autoridad de Santa Fé, y relativas todas á la entrada
que el 24 del mismo practicó en el territorio de aquella
provincia, una columna de mil hombres de Buenos
Aires, al mando inmediato del Ministro de la Guerra,
con el objeto de disolver y castigar la alarmante reunión
armada de anarquistas, que allí se habia realizado, con
la proclamada resolución de invadir este Estado, y de
derribar su Gobierno y sus leyes.
El infrascripto Ministro Secretario de Relaciones
Exteriores, se apresuró á poner todo en conocimiento
de su S. E. el Sr. Gobernador; y va á tener ahora el
honor de responder á lo sustancial de aquellas notas,
cumpliendo así las órdenes que al efecto le han dado.
59 -

Pero debe antes advertir que el 28 de Enero, se despachó


de esta ciudad un chasque, conduciendo un pliego para
el Sr. Peña, á quien se suponía todavía en esa, y el
cual encerraba además una nota para el Sr. Peña,
relativa á la que ese Gobierno se sirvió pasarle el 19,
otra que él debía poner en mano de V. S. y que
versaba sobre la operación ejecutada el 24 por las fuerzas
de Buenos Aires. Ese pliego fué dirigido al Sr. Gober­
nador de Santa Fé, rogándole se dignase hacerlo pasar
prontamente al Sr. Peña; pero ha tenido que devolverlo
en estos dias, porque desgraciadamente llegó después
que aquel se había hecho ya á la vela para Buenos
Aires.
Aunque es muy presumible, que si el Gobernador
del Sr. Ministro hubiera podido instruirse de aquella-
comunicación, otro rumbo y otro carácter hubieran
tomado sus ideas; no obstante, juzga el infrascripto
que la presente nota, en la que refundirá á aquella,
puede producir el mismo resultado, y aún mayor quizás,
en razón que, con posterioridad al 28 de Enero, han
venido á poder de su Gobierno, nuevos datos y conoci­
mientos que fortifican más y más los conceptos que en
aquella sustentaba.
A este respecto, el abajo firmado halla forzoso
hacer observar á V. S. que las notas precitadas carecen
propiamente de base; porque al examinar y clasificar
el suceso del 24, para fundar así la precitada reclama­
ción ó exigencia que ellas contienen, se aísla entera­
mente ese suceso, y se prescinde de todos los que le
precedieron y produjeron. Sabe V. S. que hay hechos
tan fuertemente encadenados entre sí, hechos de con­
junto indisoluble, que es imposible fijar con acierto, y
mucho menos condenar con justicia, el carácter del
último, desde que se pongan en olvido los demás: eso
será estigmatizar la consecuencia de antecedentes que
no pueden racionalmente deshacerse, ó cuyo exámen se
teme.
- 60 -

Tal es, bajo un punto de vista general, el gran


vacío que aquellas notas presentan, y esta verdad re­
saltará sin duda, si V. S. se sirve permitir al infras­
cripto que, descendiendo ahora á los detalles, oponga
á las aserciones que ellas contienen, la relación serena
de los hechos.
El 21 de Diciembre se vió el escándalo de que el
ex-general Flores, seguido de 60 hombres, procedentes
del Estado Oriental, desembarcasen impunemente en
un puertecillo de Santa Fé, se proveyera de caballos,
y se encaminase á las puntas de Pavón, donde se le
reunieron refuerzos preparados por Clavero, Lusuriaga
y otros emigrados de Buenos Aires, á quienes se había
dejado permanecer en aquel Departamento contra lo
pactado en los tratados. Perseguido después por el
Coronel Don Santiago Cardoso, invadieron este Estado,
del que tuvieron que fugar en el acto acogiéndose otra
vez al territorio santafecino, el dia 25. (1)
Grande fué entonces la esperanza de Buenos Aires
de que aquellos aventureros no volverían á molestarle
por aquel lado; pues el Gefe Político del Departamento
del Rosario Don Nicasio Oroño, dirigiéndose al Coman -
dante de nuestras fronteras Norte, Coronel Paunero, le
dió expontaneamente la mas positiva seguridad de que
en adelante ya no les toleraría en Santa Fé, ni siquiera
la simple residencia. « Errantes y dispersos como andan,
porque aquí ya no se les consentirá un momento des­
pués de lo que han hecho. »
Esto prometía y aseguraba el 27.
¡Cuál no seria la sorpresa de este Gobierno al
saber poco después que solamente á dos—á pretexto
de no hallarse á los demás—se había ordenado salir
del Departamento, de lo que ellos se rieron, pues se
les dejó en toda libertad sin garantía alguna; y que
todos ellos preparaban activamente y sin disfraz una
(1) Nota del autor—El Coronel don Santiago Cardoso era un Gefe Naoional,
& quien el Gobierno habia ordenado, que no permitiera invadir la Provinoia
de Buenos Aires.
— 61 -

segunda invasión, mucho más formal que la anterior, y


de acuerdo con otra que el resto de emigrados queda­
dos en Montevideo, debía verificar en nuestras costas!
¡Cuál no seria la justa exasperación de este pue­
blo al saber, casi acto continuo, que en los Partidos
del Pergamino y Rojas habían penetrado varias par­
tidas—lo cual dió origen á la voz de haberse ya
' realizado la segunda invasión—las cuales arrebatando
haciendas de las estancias de los Sres. Cano, Grijera
y Botet, regresaron á colocar el fruto de sus rapiñas
bajo la inmunidad del territorio santafecino!
Sin embargo; el Gobierno, aunque seguía adoptando
sus medidas preventivas, todavía esperó que esas auto­
ridades, á vista de estos últimos escándalos, volverían
empeñosamente por la fé de los tratados y de una pa­
labra tan recientemente empeñada: pero infelizmente,
hasta esta postrer esperanza se le obligó después á aban­
donar. Con efecto: el activo y vigilante Coronel Pau-
nero había comunicado al Jefe Político, y muy desde
el principio todos estos sucesos; y el infrascripto llama
la atención de V. S. hacia los siguientes párrafos de la
respuesta que aquel le dió desde el Rosario, y que,
aunque aparece con fecha 5 de Enero, no se hizo llegar
al poder del Coronel Paunero hasta el 2.
« El mismo dia que recibí su última carta, había
« sido informado por un vecino de las inmediaciones
« de esta ciudad, de los nuevos propósitos de los emi-
« grados. Su carta, y otros datos que posteriormente
« he recibido, me han confirmado en la posibilidad de
« lo que se refiere; pero ya están las medidas tomadas,
« y creo fundadamente que ellas serán tan felices como
« lo fueron la vez primera ............... Todos estos hom-
« bres han permanecido ocultos en estos dias, carn­
ee biando de domicilio dia por dia; así es que ha sido
e< muy difícil dar con ellos; pues solo Lusuriaga y Cla-
ee vero han recibido sus pasaportes, por cuya razón se
« han hecho doble mas culpables al no salir del De-
- 62 —

« partamento. Los otros, es decir, Flores, Bustos,


« Lamela, etc., unos dicen que andan aquí que los han
« visto, y otros que se han ido: mi creencia es que aquí
« están; pero es estraño que los Comisarios de Carn­
eepaña, que tienen órdenes terminantes para ordenarles
« que vengan á presentarse á la autoridad, no hayan
« dado ningún aviso hasta hoy, y no lo es menos que
« los mismos vecinos, que deben interesarse en la paz,
« guarden silencio......... Me tiene Vd. solo, luchando
« con las impertinencias de esos hombres; y los pocos
« amigos que, simpatizando con mi modo de ver, me
« ayudaban á paralizar sus golpes, ha venido á enfriar­
telos las bases del Sr. Peña.» (1)
Esta respuesta, que no llegó á Buenos Aires hasta
el 14, y los demas datos y noticias que sucesivamente
se habian ido adquiriendo, aconsejaron al Gobierno del
Estado de Buenos Aires á entrar en sérias reflexiones
sobre la situación, y sobre los medios más adecuados
para hacerla desaparecer: situación debida quizás á un
altísimo concepto de su moderación y su paciencia, ó á
una idea muy Ínfima de su previsión y de fuerza. ¿Qué
importaba que el Jefe Político afirmase haber ya toma­
do medidas—sin expresar cuales—desde que, en lo que
añadía ya anunciaba la inejecución de ellas, ya se prepara­
ba escusas y disculpas para después, ó bien si hablaba
verdad, ya revelaba el triste secreto de su total impo­
tencia? El no había podido ni siquiera averiguar donde
se hallasen los cabecillas: sus subalternos no cumplían
sus órdenes terminantes: no le transmitían tampoco el
menor aviso: los vecinos mismos, que debieran intere­
sarse en la paz, hacían otro tanto: él, en fin, estaba
luchando solo; y hasta la insidiosa y pérfida publicación
de las apócrifas bases Peña, aumentaba su aislamiento,
por el abandono en que le dejaban los amigos que antes
le ayudaban á los anarquistas, y los cuales eran, por
(1) Nota dol autor — Ya se habian publioado las instrucciones reservadas, en
que el Gobierno de Buenos Aíres le ordenaba & Peña, que no estipulara nada
sobre la unión de Buenos Aires, á la Confederación»
— 63 -

otra parte, pocos ¿Podía aquel funcionario proclamar


más altamente su completa impotencia?
Vió pues, claramente, el Gobierno de Buenos Aires
que nada debía esperar de la Provincia de Santa Fé,
y que le obligaba á esperarlo todo de su propia acción;
pues hasta imbecilidad sería el seguir librando la quietud
y la suerte del país á la burlada, fé que había depositado
en el cumplimiento de los tratados.
Y permítase aquí al infrascripto una corta disgre-
sion. Por mas que en esas notas el Gobierno de la
Confederación y el de Santa Fé se esfuercen en hacer
valer y repetir lo de la religiosidad con que dicen haber
observado en este negocio los tratados, ahí están Sr.
Ministro, los hechos, que, en la altísima elocuencia de
su repetición y notoriedad, vienen á deponer severa­
mente contra la exactitud de aquel aserto. Ni vacila­
ría el abajo firmado, en rogar á V. S. se sirva indicar
una sola medida, un solo acto, que, desde el Io hasta
el 24 de Enero, haya sido ejercido en la Provincia ve­
cina, con tendencia á impedir ó desbaratar la reunión
y públicos planes de los anarquistas. Y quiera fijarse
el Señor Ministro en que aquí prescinde estudiosa­
mente el infrascripto, de ciertos hechos en contrario,
constantes, más no públicos; porque solo quiere valer­
se de los notorios é innegables; tal seria, por ejemplo,
el de las sesenta lanzas, cuatro sables, cuatro tercero­
las, diez y seis paquetes, treinta caballos suministrados
en la Guardia de la Horqueta, con destino directo al
campamento de Flores. Obran en poder del Gobierno,
declaraciones de testigos presenciales, que así lo de­
ponen.
Vió también el Gobierno de Buenos Aires que los
anarquistas, no teniendo nada que temer en Santa
Fé, ni que perder con la demora, podían diferir su
invasión cuanto quisieran, forzando así á Buenos Aires
á prolongar indefinidamente el ruinoso estado armado
de la frontera, que originaba, además de los perjui­
— Ó4 —

cios consiguientes á la estación de las cosechas, un


abrumante recargo de gastos al tesoro.
Esta última circunstancia, se persuade el infras­
cripto, ha de pesar grandemente en el ánimo de ese
Gobierno; puesto que él no ha trepidado en invocar los
gastos que, de resultas de la internación de las fuerzas
de Buenos Aires, se hayan hecho en un corto que se
efectuó en Santa Fé, y que apenas duraría dos ó tres
dias. Ese es un dato seguro para que el Gobierno de
V. S. pueda calcular el crecido monto de los hechos
por Buenos Aires, desde el 21 de Diciembre. Si ese
Gobierno se reputa autorizado para deducir la exigen­
cia-cuya justicia desconoce decididamente el de Buenos
Aires, del abono de tales gastos, es únicamente porque,
como ya queda observado, él no vé en todo este negocio
sino el suceso del 24. Extendiera algo más allá una
mirada imparcial, y percibiría entonces que es preci­
samente el Estado de Buenos Aires el que posee el
induvitable derecho de exigir, que sus cuantiosas eroga­
ciones le sean reembolsadas por aquellos que le preci­
saron á hacerlas, faltando á la religiosidad de los tra­
tados, por no querer llevar su vigilacia y su acción
hasta los puestos de Medina.
Vió, en fin, el Gobierno de Buenos Aires que esos
hombres, alentados con la inercia ó tolerancia de las
autoridades, reunían públicamente sus elementos béli­
cos; derramaban en nuestras campañas proclamas
impresas, declarando altamente su resolución de derri­
bar al Gobierno; introducían en ella partidas depreda­
doras, recibían del Rosario hombres, armas, vestuarios
y correspondencia; trabajaban aunque inúltimente, por
seducir á nuestras fuerzas; promovían la deserción hasta
en la tropa de Santa Fé mismo; despachaban constan­
temente al Rosario emisarios, oficiales y soldados; con­
taban ya con doscientos hombres, tenian avanzadas,
campamento etc., y que entre tanto, las autoridades de
Santa Fé, aseguraban que nada sabían ó que nada
— G5 —

podían. ¡Que levante el brazo, Sr. Ministro, aquel que


osase negar la completa verdad de estos hechos, y que,
á su vista, diga aún el más prevenido de los hombres,
no ya si á Buenos Aires asistía el perfecto derecho á
procurarse de si mismo la seguridad y tranquilidad,
sino si le incumbía el riguroso deber de obrar como todo
pueblo ofendido y amagado, y que tiene la conciencia
de su dignidad y su poder! ¡Que lo levante el que
osase sostener que es Buenos Aires el responsable de
los resultados—cualesquiera que ellos hubiesen sido —de
la violenta posición en que le colocaba la falta de
observancia de los tratados, ó que no es él á quien
asiste, por el contrario, el incuestionable derecho de exi­
gir satisfaciones, indemnizaciones, y la destitución y
enjuiciamiento de los que hayan podido prevenir fácil­
mente los sucesos, y sin embargo los hayan dejado
producirse impasiblemente! Fué, pues, en fuerza de
todos estos hechos y consideraciones, pesadas con deten­
ción y sin ira, que el Gobierno de Buenos Aires, reunido
en acuerdo general, resolvió saliera el Ministro de la Gue­
rra á hacerse cargo de las fuerzas del Norte, y que, si á su
arribo á él, no hubiese cambiado la situación, emprendiese
la resolución de la dificultad, buscando y escarmentando se­
veramente á los anarquistas en su campamento mismo.
Y llegado allá, la situación, lejos de haber variado
favorablemente, había agravádose, mediante el aumento
de elementos acumulados por aquellos y mediante la
continuación de la deplorable inmovilidad ó impotencia
de aquellas autoridades. En vano el Coronel Paunero
había seguido anticipando todo al Gefe Político. En
vano escribióle el 21 haciéndole urgentes reflexiones,
avisándole de ciertos hechos, dándole fuertes quejas por
una inacción que se equivocaba ya con la connivencia,
y terminando por decirle: « Cualesquiera que sean sus
« ideas sobre el particular, y cualesquiera que sean las
« medidas que adopte ese Gobierno, Buenos Aires tiene
« elementos suficiente para precaverse de cualquier ata-
B
- 66 -

« que, y aún para resolver por sí solo esta situación,


« poniendo en juego sus propios recursos; en lo cual,
« si nosotros afirmamos la situación, Santa Fé adquiere
« más garantías de estabilidad.»
Notables son, Sr. Minstro, las confesiones de impo­
tencia que contiene la larga respuesta que el Gefe Po­
lítico escribió el 24, y que naturalmente no llegó hasta
mucho después al poder del Coronel Paunero. Pro­
curando excusar ó explicar lo pasado, y suponiendo,
bien extramente, que estábamos invadidos segunda vez
por Flores, dice entre otras cosas: « ¿Qué extraño es
«que cincuenta ó cien hombres, reunidos simultanea-
« mente en un punto dado, en un paraje desierto, y
« casi fuera del alcance de las pesquisas de la autoridad
« del departamento, hayan podido lanzarse impunemente,
«y sin ser sentidos, al estado vecino?.... Ustedes
« han debido suponer, antes que creernos cómplices,
« que nos había sido absolutamente imposible impedir lá
« desesperada intentona del General Flores.... Se des-
« bandaron en este departamento la primera y segunda
« intentona de los emigrados.... y se hubiera frustrado
« la última, si la fatalidad de circunstancias, cuyo curso
« no estaba en nuestras manos en contener no se hubiera
« interpuesto á nuestros esfuerzos.»
Y no deja de sorprender que, insistiendo tanto en
la imposibilidad de obrar, añada sin embargo á ren­
glón seguido: « En los momentos en que escribo á
« Ud. esta carta, se toman medidas enérgicas (¡recien
« el 24 Sr. Ministro!) para disipar un grupo que, se-
« gun tengo noticias, se hallan en los Puestos de Me-
« dina, ó ya sea en las Puntas del Arroyo del Medio.»
Si el 24 podían tomarse medidas enérgicas para di­
sipar á los anarquistas, esas mismas pudieron y de­
bieron tomarse desde dias antes, y todo se hubiera
evitado.
Así pues: no habiendo variado en el Norte, como
queda dicho, el estado de las cosas, el Ministro de
— 67 —

la Guerra emprendió á llenar su misión, y en la ma­


drugada del 24, pasó en efecto el Arroyo del Medio.
Logró deshacer á los anarquistas, cuya persecución,
empezada en los Puestos de Medina, en territorio des­
poblado, continuó por el mismo durante ocho leguas
hasta que los fugitivos variando de rumbo, se enca­
minaron hacia el Rosario; seguidos en esa nueva direc­
ción, nuestras fuerzas pasaron el Arroyo del Sauce;
pero la vanguardia se detuvo un poco más allá, en la
primera población que encontró, salvándose en un
maizal los últimos dispersos del enemigo: retrocedió
inmediatamente la vanguardia, que descansaba sobre
el Sauce, y la cual, horas después, y llenado ya ple­
namente su único objeto, empezó su marcha de re­
greso. Durante ella, se divisó una partida—que des­
pués se supo que era enviada por el coronel Oroño, al
mando de un oficial Manso—la cual se acercó al prin­
cipio con desconfianza, pidió hablar con un oficial, se
le envió al efecto al mayor Avella, se informó lo que
hacia allí la división, supo y vió por sus ojos que ella
regresaba, reconoció cuanta razón asistia á Buenos
Aires, recomendó se evitase causar daño, y terminó
la conferencia. La columna entre tanto siguió su mar­
cha, pasó á inmediaciones de la estancia del Señor
Bette, llevando órdenes de no separarse nadie de la
columna, pena de vida: caminó toda la noche por el
despoblado, y á las cuatro de la madrugada del 25,
volvió á cruzar las aguas del Arroyo del Medio. (1)
Cotejando ahora con este relato ciertas aserciones
que se registran dispersas en los documentos expedi­
dos por autoridades de Santa Fé, y que U. S. se ha
servido adjuntar, se percibe bien distintamente la pasión
ó el error que las ha producido. Se llama hecho
agresivo y traidor contra la Provincia de Santa Fé á
un movimiento que sus mismas autoridades hacían
inevitable y justísimo, y cuando ni en la intención, ni

(1) N. del autor - El arroyo Sauce dista ocho leguas de Rosario.


- 68 -

en el hecho, era, ni habia sido, ataque contra aquella


Provincia hermana y amiga. Las fuerzas de Buenos
Aires, cuyo orden ha sido perfecto, que no se han
hallado en poblado, que no han pisado una casa, que
no han tocado ni un animal, y cuyo movimiento solo
duró veinte y cuatro horas, son dibujadas como una
banda de salvajes asoladores. Se da como la cosa más
sencilla el arrojarlas á balazos, llevándose la ridiculez
hasta asegurar que, si regresaron, fué por temor; de
modo que si se persiguen á los anarquistas fugitivos,
invaden y atacan á Santa Fé con traición; y si por el
contrario, lejos de invadir y atacar regresan, apenas
logran su objeto, lo hacen por cobardía. Se llama
pomposamente á las armas en el Departamento para
^astigar á mil hombres de Buenos Aires, y se olvida
ide que pocos dias antes se mostraba al Departamento
¡impotente para hallar y dispersar á un grupo de anar­
quistas.
Pronto sin embargo, muy pronto, la verdad lumi­
nosa de los hechos, vino á disipar las falsas creencias,
las exageraciones, y de consiguiente, las alarmas, que
se habían suscitado, y que ciertas pasiones y que
ciertos intereses, extraños al Departamento, se habían
forzado por agravar y explotar. Pronto se conoció que
lejos de haberse inferido á Santa Fé un perjuicio ó
una ofensa, se le había hecho un bien inestimable, como
lo había anunciado el Coronel Paunero. Tan es así
que el Coronel Cardoso, contestando el 25 al Coman­
dante Don Ventura Vélez, después de decirle que el
24 (¡recien el 241 ) había recibido órdenes de marchar
contra los anarquistas, y después de noticiarle de caballos
robados por estos á un vecino del Departamento, le
agrega haber sabido que ellos habian sido derrotados,
y concluye: « Tengo el gusto de felicitarle por el triunfo
« obtenido en favor de la tranquilidad de una y otra
« Provincia.»
Pero entre tanto, el Gobierno de la Confederación,
- 69 -

distante de la escena de los acontecimientos, y no


teniendo otras noticias que las contenidas en dichos
documentos, no es extraño que se alarmara en los pri­
meros instantes, y que olvidando, por efecto de su exalta­
ción misma, que era prudente tomarse algún tiempo para
cerciorarse bien de los hechos, de sus causas y de su
carácter, se haya precitado á formular inmediatamente
pretensiones desaforadas, acompañadas de intempestivas
conminaciones de guerra, en la que mira segura una
victoria, que, en todo caso, probaría su fuerza ó su
fortuna, pero jamás su razón ó su derecho. Mas el
infrascripto debe detenerse aquí, no solamente por creer
bastante lo que deja dicho, sino también porque es muy
positivéi la prevención que le ha hecho el Sr. Gober­
nador de que, al redactar esta respuesta, mire siem­
pre como no consignado en las notas de ese Gobierno
todo lo que sea ó parezca ser amenazas ó jactancias,
que ni persuaden ni imponen, y que, tan luego en este
negocio, vienen á jugar por cierto un papel bien desairado.
Cerrará pues aquí esta nota, que espera se dignará
el Sr. Ministro poner en noticia de su Gobierno; y al
hacerlo, se permitirá significar la racional esperanza
que el de Buenos Aires abriga de que aquel, más
ilustrado hoy sobre sucesos, en su origen, oscuros,
habrá ya rectificado sus erróneas apreciaciones, y verá
por consiguiente que la operación del 24, producto
necesario de actos agenos, practicada sin agravio, ni
perjuicio á nadie, Buenos Aires, ha redundado en bien
directo de la Provincia de Santa Fé, ha librado á
esta—sin gastos ni esfuerzos por su parte de intrusos
nocivos de que no podía desprenderse, ha hecho desa­
parecer de ambos territorios, en solo doce horas, un
malestar evidente, una situación delicada y harto pro­
longada ya, que amenazaba traer muy serias compli­
caciones, aun nacionales, y ha restablecido en ellos la
quietud y buena inteligencia de que tienen hoy la
ventura de gozar.
— 70 -

No se estrañará, por consiguiente, la íntima y ge­


neral persuacion en que se está de que el Ministro
de la Guerra, cumpliendo tan acertada y rápidamente
las órdenes que le fueron dadas, ha merecido bien de
su Gobierno, en este país, y quizás de la República toda.
El abajo firmado, después de haber manifestado,
aunque imperfectamente, las ideas y sentimientos de
su Gobierno, saluda atentamente al Sr. Ministro á
quien tiene el honor de dirigirse.
Valentín Alsina.

Relaciones Exteriores
Paraná. 15 de Marzo de 1856.

Pase al Ministro del Interior.


Rúbrica de S. E. el Sr. Vice-Presidente.
GUTIERREZ.

Interior
Paraná, Marzo 18 de 1856.

Publíquese con la nota y decreto acordado y ar­


chívese.
Derqui.
— 71 -
Ministerio
db Buenos Aires, Abril 10 de 1856.
Hei.aciones Exteriores

Al Señor Ministro Secretario de Relaciones Exterio­


res del Gobierno de la Confederación.

Con mucho retraso ha llegado al poder del in­


frascripto Ministro Secretario de Relaciones Exteriores
la nota del 18 del próximo pasado, que por conducto
del Ministerio del Interior, tiene á bien dirigirle ese
Gobierno con motivo de la del infrascripto, fecha 22
de Febrero, relativa á la internación en territorio des­
poblado de Santa Fé, operado en Enero último por
algunas de las fuerzas de este Estado.
S. E. el Sr. Gobernador en cuya noticia fué pues­
ta aquella, ha encargado expresamente al abajo fir­
mado manifieste á U. S., para que se sirva elevarlo
á la del Sr. Vice-Presidente, que tampoco este Go­
bierno está dispuesto ni encuentra ya objeto en conti­
nuar un debate superfluo y que se hace hasta imposi­
ble desde que el Gobierno de V. S. halla á bien es­
quivar el entrar á hacerse cargo de las muy fundadas
observaciones contenidas en la precitada nota del in­
frascripto,
Empero, como el Sr. Ministro, separándose á ren­
glón seguido de su propósito, se contrae á dos puntos
subalternos de aquella, S. E. el Sr. Gobernador quiere
que el infrascripto haga notar la grande equivocación
con que ellos han sido al parecer entendidos; pues le
seria sensible que el Gobierno de U. S. quedará bajo
la impresión de aquel error.
Debe pues manifestar el abajo firmado, que en la
nota del 22 no se ha dicho que el Gobierno de la
Confederación haya tenido ó no tenido participación en
las invasiones, sino solamente que las autoridades de
Santa Fé no obraron con arreglo á los tratados exis­
- 72 —

tentes, los cuales fueron por consecuencia violados, for­


zando y autorizando así el poder que, en propia de­
fensa, emprendía Buenos Aires:—no hicieron lo que
prescribía las conveniencias generales de la Nación, y
sus propias anteriores promesas. Si, como lo sienta
hoy ese Gobierno, aquellas autoridades procedían en
estas sin autorización, el de Buenos Aires no podría
saberlo, ni aun debía presumirlo: autorizado ó no este
Gobierno pudo y debió darles fé, ni sin dejar por eso
de ser ciertos los hechos que ellos revelaban, y que
debían formar naturalmente la conciencia de aquel.
De igual modo, tampoco se dijo en la nota del 22
que la marcha de las fuerzas de Buenos Aires sobre
los anarquistas armados, naciese de que el Gobierno
de U. S. no tenga medios bastantes para hacerse obe­
decer en su territorio; sino que esa marcha libraba á
la Provincia hermana de Santa Fé, sin trabajo ni gas­
tos para ella, de aquellos huéspedes incómodos, de que
no podía desprenderse. El Gobierno de U. S. tendm
indudablemente los medios á que se refiere, mas entre
tanto, Sr. Ministro, ellos no fueron empleados como
debieran; ni eso destruye la verdad de aquella aser­
ción, que el infrascripto es tampoco incidentalmente, y
de la que se ocupa ese Gobierno, cual sino fuera casi
indiferente en él su inexactitud ó su certeza.
Aquí terminaría el abajo firmado si aquella nota
no viniera acompañada de un Decreto que rompe brus­
camente los tratados de 1855: pero á este respecto, el
abajo firmado cumple con las órdenes que ha recibido,
cuando se ciñe á declarar, como lo verifica: Io Que el
Gobierno del Estado de Buenos Aires, desconoce com­
pletamente la verdad y justicia de los considerandos
en que se intenta apoyar ese proceder; tanto mas,
cuanto que ellos están ya rebatidos sustancialmente en
esa nota del 22, cuyos fundamentos viene á dejar en
su fuerza y vigor la deficiente respuesta de ese Gobier­
no: y 2° Que, por consiguiente, él sacude de sí la res­
- 73 —

ponsabilidad de las consecuencias, si algunas pudiera


producir aquel acto desautorizado.
Por lo demás: toda la República Argentina se ins­
truirá con satisfacción de que ese Gobierno, armoni­
zando perfectamente con el de Buenos Aires, en cuanto
á la decisión y ardiente deseo que á este anima de
conservar la paz, ofrece y promete en su Decreto
perseverar en esa saludable disposición; y el Gobierno
del infrascripto tiene derecho á esperar que el de U. S.
sabrá traducir en hechos aquel sentimiento benéfico,
porque conocerá sin duda que los hechos son el me­
dio eficaz y poderoso de borrar de todos los espíritus
la naturalísima presunción, que acaso les preocupa, de
que el Gobierno que se cree hoy autorizado para de­
clarar inexistentes las obligaciones, que solemnemente
y por escrito contrajo, pudieran también, y con mayor
razón, creerse autorizados mañana para declarar ce­
santes las meras promesas que se sirve consignar en
un Decreto revocable.
Dios guarde al Sr. Ministro muchos años.

Valentín Alsina.
- 74 -

Carta de Don Nicasio Oroño al Coronel Paunero

Rosario, Enero 24 de 1856.

Estimado amigo:
Después de algunos dias de incomunicación á cau­
sa de los acontecimientos que agitan hoy esa Provin­
cia, lie tenido el gusto de recibir su apreciable del 21
del presente, en la que me manifiesta Vd. deseos de
reanudar nuestra relación, que ningún motivo ha habido
para interrumpirla, debiendo Vd. persuadirse que los
sentimientos que he expresado á Vd. verbalmente como
en mi correspondencia confidencial, son los mismos que
abrigo y abrigaré siempre, pues nada será capaz de
hacerme variar de mis creencias políticas ni de des­
viarme de la senda que me ha trazado mi deber en el
puesto que ocupo.
Comprendí antes, como ahora, que la unión de
Buenos Aires á la Confederación, no era posible toda­
vía, y tan acertada ha sido mi opinión á este respecto,
que el mismo Gobierno de ese Estado lo declara así
en las proposiciones de arreglo de que ha sido porta­
dor el Señor Peña; pero comprendía también que en
el caso de optar la Confederación entre el partido que
domina hoy á Buenos Aires y el General Flores, que
pretendía derrocarlo, le seria muy difícil la elección.
Mi marcha, pues, ha sido guiada por esta opinión, que
es también la de todos mis compatriotas, y por los de­
beres que se derivan del carácter público con que estoy
investido; y tan es así, que Vd. mismo ha sido testigo
del empeño que he hecho para desbaratar esas reunio­
nes, que para nosotros no tenían ningún objeto cono­
cido y laudable, sino el interés de apoderarse del poder
sobre las ruinas de un partido caído. Nada de esto
ofrecía para nosotros, ni la esperanza siquiera de la
unión de Buenos Aires, porque estamos ciertos que
75 -

una vez colocado en el poder haría lo mismo que hoy


hace ese Gobierno respecto del Gobierno de la Confe­
deración. Es, pues, un error, creer que las autoridades
de Santa Fé, que el Gobierno Nacional, que el Gene­
ral Urquiza, que ningún miembro, en fin, de la Confe­
deración, puedan autorizar ni apoyar esas revueltas
encabezadas por hombres cuyos principios políticos están
manifiestos Con este convencimiento que en mí es
íntimo, con las obligaciones que me imponía el deber
en mi posición oficial, he hecho cuanto estaba de mi
parte para evitar el que esos hombres se lanzasen á
Buenos Aires. El resultado correspondió dos veces
sucesivas á mis esfuerzos, y si en la tercera no fui tan
feliz para impedirlo, solo debe reputarse este aconteci­
miento como uno de tantos que ha presenciado nuestro
país en la larga lucha que lo ha conmovido: como uno
de tantos que nos presenta hoy Buenos Aires mismo,
en medio de su poder, de sus elementos, y de los re­
cursos pecuniarios con que cuenta para evitar tan
repetidas perturbaciones.
El General Flores desembarcó, no hace mucho, en
la Ensenada de Buenos Aires, fue perseguido, es ver­
dad, ¿pero pudieron evitarlo? No. ¿No anduvo en la
campaña el tiempo que quiso y se reembarcó cuando
le pareció, sin que el Gobierno, los Jefes de su Ejér­
cito, y los Jueces de Paz supieran que se había hecho?
El General Costa se acaba de desembarcar, según dicen,
á despecho de la vigilancia de las autoridades de Bue­
nos Aires, sin que haya sido posible impedirlo.
El mismo General Flores hace diez y ocho dias que se
halla en la campaña del Norte de ese Estado, y Vd >
Coronel, no ha podido, sin duda, ó no ha querido
expulsarlo de allí con la fuerza que tiene á su disposi­
ción. Y si esto no ha hecho el Gobierno de Buenos
Aires, que es el principal interesado en conjurar esas
reacciones, ¿qué extraño es que nosotros aquí, que no
tenemos elementos preparados ni los recursos que nos
- 76 -

son indispensables para llenar nuestras primeras nece­


sidades, no hayamos podido conseguirlo, sin que esto
importe connivencia como injustamente la suponen en
Buenos Aires, y aun Vd. mismo, Coronel, permítame
que se lo diga, á quien creo haberle revelado con fran­
queza mis sentimientos y deseos? ¿Qué extraño es, re­
pito, que cincuenta ó cien hombres reunidos simultá­
neamente en un paraje desierto y casi fuera del alcance
de los pesquisas de la autoridad del Departamento,
hayan podido lanzarse impunemente y sin ser sentidos
al Estado vecino?
Y tanto menos extraños son estos hechos desde que
hemos visto en dos ocasiones repetidas cruzarse de un
extremo de esa Provincia una fuerza sublevada sin que
nadie haya sido capaz de contenerla.
No son, pues, justas las quejas de su Gobierno ni
de Vd., mi amigo, porque saben muy bien que estas
cosas no siempre se evitan con tanta facilidad como se
desean, y porque haciendo justicia sino á mi persona,
á lo menos á la del Sr. Cullen, á quien Vds. conocen
perfectamente, han debido suponerse antes que creernos
complicados, que no había sido absolutamente posible
impedir la desesperada intentona del General Flores, y
con tanta más razón después de haber instruido de un
acontecimiento de que ha dado cuenta el periódico de
esta ciudad, cual es el extravío de una comunicación
que dirigí al Coronel Cardoso, bajo cuya cubierta en­
viaba una para Vd.
Se equivocan completamente los que pretendiendo
salvar al Sr. Cullen, le atribuyen al General Urquiza la
supuesta cooperación que se dice habérseles dado en
esta Provincia á los emigrados, porque él, como todos
los funcionarios públicos de la Confederación, han sido
totalmente extraños á esos acontecimientos, que por
otra parte no tienen necesidad de fomentar, porque
descansan en la sabia política del Gobierno Argentino,
y en el buen sentido del país que ha sido el principal
- 77 -

colaborador para la organización, y que algún dia ha


de traer á Buenos Aires á la unión con sus hermanas,
á despecho de todos los odios, de todas las resisten­
cias, y de cuantos obstáculos se amontonen sistemada-
mente para entorpecerla.
No hay más que un medio, Coronel, para conse­
guir tan importante objeto, y este medio que está es­
crito á grandes rasgos en la Constitución de la Repú­
blica, ha de venir tarde ó temprano impulsado por la
fuerza irresistible de las cosas y por los grandes des­
tinos de la Confederación, que al fin se han de cumplir
á pesar de pesares.
No necesita Vd., amigo, inculcarme la necesidad de
tomar medidas eficaces para cortar el mal que se pre­
para á Buenos Aires, y que, según Vd., amenaza más
de cerca á la Provincia de Santa Fé.
Comprendemos más que el peligro de nuestros de­
beres y de las obligaciones que ellos nos imponen son
para nosotros bastantes para obrar de acuerdo con Vd.
y con los deseos de su Gobierno en el asunto que nos
ocupa. Por respeto á esas obligaciones, se desbarató
en este Departamento la primera y segunda intentona
de los emigrados; por respeto á esas mismas obliga­
ciones se hubiera frustrado la última, si la fatalidad de
de circunstancias cuyo curso no estaba en nuestras
manos el contener, no se hubiesen interpuesto á nues­
tros esfuerzos por respeto á esas mismas obligaciones
y deberes en los momentos en que escribo á Vd. esta
carta, se toman medidas enérgicas para disolver un
grupo de hombres, que según las noticias que tengo, se-
halla en los puestos de Medina ó sean las puntas del
Arroyo del Medio.
En cuanto al hecho á que Vd. se refiere en la
carta que contesto, de la deserción de tres individuos
músicos de esta Provincia, inducidos, según ellos le
han informado por el Coronel N., no veo otra cosa
que la consecuencia dolorosa de nuestras pasadas des­
— 78 -

gracias; y aunque este hecho, á ser cierto lo que esos


soldados le han informado, envuelve una grave falta
por parte de ese gefe, á quien si pudiera probársele so
le castigaría con toda la severidad de nuestras leyes;
no me sorprende tampoco, porque ya en otra ocasión
se han desertado otros músicos sobornados por per­
sonas que residen en San Nicolás, sin que esto sea
nuevo ni la única causa de la deserción, porque ella
está verdaderamente en la impunidad que se les acuer­
da. Por lo demás, hubiera deseado vivamente la pre­
sencia de esos músicos ante la autoridad de este De­
partamento para poder formarle cargos al Coronel N.
probándole el hecho que se le imputa, pues solo así
se puede castigar por nuestras leyes. Pero como no
hay derecho á reclamarles, ni obligación tampoco de
entregarles, me conformaré con deplorar este suceso,
como muchos otros que he presenciado durante el
tiempo que llevo en la Jefatura Política de este Depar­
tamento, tomando, sin embargo, todas las precauciones
conducentes á cortar abusos de tan funesta y perju­
dicial trascendencia; pues ni el Coronel N. emigrado de
Buenos Aires, ni á otros de más ó menos categoría,
cualquiera que sea su origen ó procedencia, se les
puede tolerar avances de esta naturaleza, que son un
principio de desmoralización, que importa un crimen que
merece ser reprimido con todo rigor.
Me he extendido demasiado quizás, porque he que­
rido hacerle conocer á Vd. el error que padecen, atri­
buyéndonos más ó menos parte en la invasión del
General Flores, y lo hago con tanto más gusto cuando
considero que la persona á quien me dirijo, merece
mi simpatía y cuyos sentimientos nobles y caballeres­
cos no le permitirán dudar por mucho tiempo de la
buena fé de los funcionarios públicos de una Provin­
cia, que se ha manifestado siempre con altura respecto
de Buenos Aires, y que durante un año ha sido el
guardián de los intereses de aquella Provincia; porque
- 79 -

aquí, como Vd. sabe, Coronel, se han perseguido los


criminales y puestos á disposición de la autoridad de
San Nicolás; se han tomado medidas para contener el
robo que se hacia en aquella Provincia, por sus mis­
mos hijos; y finalmente, abundando en deseos de estre­
char las buenas relaciones, hemos llegado hasta el pun­
to de entregar criminales por oficiosidad, sin que
hubiere precedido reclamación ninguna oficial. Y no
nos pesa, porque estos servicios se hacían en obsequio
de una Provincia hermana, y con el objeto de conser­
var intereses que nos son comunes y que más tarde
vendrán á confundirse con los de la Confederación.
Deseo lo pase Vd. bien y cuente siempre con la
amistad é invariable disposición de trabajar por todo
lo que sea útil por Buenos Aires y los pueblos, de su
sincero amigo.

Nicasio Okoño.
- 80 —

1S5G

Denuncia de los tratados con el Gobierno de


Buenos Aires

Ministerio
„ Peranti, Marzo 18 de 1856.
nEl. Interior

Al Señor Ministro Secretario del Gobierno de Bue­


nos Aires.

Solo el 15 del corriente, después de medio día, ha


tenido el Gobierno Nacional en su poder la nota de
U. S.; la resolución adoptada en vista de ella por S,
E. el Sr. Vice-Presidente de la República en consejo
de Ministros va adjunta.
El Gobierno de U. S., haciendo suya la violación
del territorio de la Nación cometida por el Coronel
Mitre, y aprobándola definitivamente, hace también ya
inútil toda discusión, por lo que, al cumplir la orden
del Excmo. Sr. Vice-Presidente, lo haré con el laconis­
mo propio de la resolución adoptada.
Por el camino que ha andado U. S. en la nota
que contesto, no arribaríamos sino á convertir en un
proceso de muchas fojas una cuestión sencilla en sí y
clarísima á los ojos de la buena fé.
U. S , aglomerando citaciones aisladas de una co­
rrespondencia confidencial entre las autoridades subal­
ternas de la frontera de una y otra parte, no ha hecho
más que comprobar la ninguna participación que mi
Gobierno ha tenido en la invasión del General Flores,
y la disposición en que las autoridades Santafecinas se
encontraban para deshacer y desarmar los grupos que
quedaron íntegros después de haber evacuado ya el
Coronel Mitre el territorio confederado.
El Gobierno Nacional descansa tranquilo en el jui­
cio imparcial de los que hayan de juzgarle en presen­
,T- 81 —

cia de los documentos verdaderamente oficiales, que ha


cuidado de poner en conocimiento del Gobierno de
U. S. y dar á la luz pública. Confia también en la
opinión libre y desapasionada de la Provincia misma de
Buenos Aires.
Por fortuna, los hechos relativos á la invasión de
Flores y á las precedentes, tuvieron un testigo presen­
cial, puede decirse así, nada menos que en la dig­
na persona del Comisionado de U. S. cerca del Go­
bierno Nacional. La opinión que éste haya forma­
do en lo secreto de su conciencia, es la que al fin
ha de prevalecer, puesto que la verdad triunfará
siempre de las oscuridades con que se pretende aún
envolverla.
El Gobierno Nacional sostiene, y repite á U. S. por
mi conducto, que la premeditada y confesada invasión
de la fuerza de Buenos Aires á nuestro territorio, es
una ofensa tanto más grave y trascendental cuanto
que es bien conocido el espíritu de nuestros pueblos,
y que un hecho de tal naturaleza, quedando sin repa­
ración, levanta barreras difícil de allanarse después por
los medios únicos que debieran emplearse entre dos
porciones de una misma familia.
Se encuentran en la nota de U. S. algunas expre­
siones y conceptos sobre los cuales tengo orden de
no inculcar ni repelerlos merecidamente con otros de
igual naturaleza.
Sin embargo, no puede pasarse en silencio la ase­
veración encerrada en el final de la nota de U S.,
cuando, refiriéndose á la operación de 24 de Enero,
(como denomina U. S. á la violación de nuestro terri­
torio), verificado en aquel día por las fuerzas de Bue­
nos Aires, establece que fué practicada sin agravio ni
perjuicio de nadie y que redunda en bien directo de
la Provincia de Santa Fé, librando á ésta, sin gastos
ni esfuerzos, por su parte, de intrusos nocivos de que
no podía desprenderse.
6
— 82 -

Si U. S. pretende establecer de este modo un nuevo


principio en el derecho de gentes, convirtiendo en cos­
tumbre ó derecho la ingerencia en la gestión de deberes
agenos, mi Gobierno lo rechaza desde luego, tanto
porque no está dispuesto á invocarlo en ningún caso
á favor suyo, por propia dignidad y por respeto á los
verdaderos principios en la materia, cuanto porque se
siente con bastantes medios para hacerse obedecer den­
tro de su territorio y para cumplir y hacer cumplir
las obligaciones que contraiga.
Supuesto pues que la fé pública, cual la habian
establecido los tratados entre la Confederación Argen­
tina y la Provincia de Buenos Aires, no es bastante
para preservar al territorio de aquella contra los actos
de jurisdicción de ésta, primera garantia á que podía­
mos aspirar, mi Gobierno me ordena declarar solem­
nemente á U. S. que los tratados de 20 de Diciembre
de 1854 y de 8 de Enero de 1855, quedan, desde la
fecha, sin fuerza alguna obligatoria para el Gobierno
de la Confederación por ninguno de sus artículos ni
cláusulas; cuya declaración está contenida en el decreto
de la misma fecha, que tengo el honor de acompañar.
Resérvase dar cuenta de esta determinación á las Cá­
maras próximas á reunirse.
Por grave que sea esta resolución y por ligada
que venga á tristes y dolorosos antecedentes, ella se
toma, Sr. Ministro, con fria meditación y con el deci­
dido y firme propósito de no alterar la paz existente,
ni de cambiar la actitud indefensa en que se halla
nuestra frontera sobre la de Buenos Aires, mientras
no se repitan actos ó agresiones de la naturaleza des­
graciada de aquel que da motivo al canje de nuestras
presentes notas.
Tengo el honor de saludar al Sr. Ministro con la
consideración que merece.
Dios guarde á U. S.
Santiago Derqui.
- 83 -

Acuerdo del Gobierno Nacional

Vista la nota del Gobierno de Buenos Aires de


22 de Febrero último:
Y Considerando: Io Que la invasión del Coronel
Mitre, perpetradíi sobre el territorio de la Confedera­
ción en la Provincia de Santa Fé con una fuerza
mayor de mil hombres, entre los cuales venían 200 sal­
vajes, queda prohijada por el Gobierno de Buenos Aires
en la referida nota:
2o Que siendo igualmente confesada la premedita­
ción del hecho y mantenida y deducida en principio
la intención que lo determinó; y que así la notoria
enormidad del atentado reclamado queda constituido
en una flagrante violación de las convenciones existen­
tes, de la paz pública y de los principios en que se fun­
da, y que tienen el consensus de todos los pueblos
civilizados de la tierra
3o Que la prueba escrita de la cual deduce el
Gobierno de Buenos Aires en lo general sus conclu­
siones, consiste en las comunicaciones confidenciales y
desautorizadas de las autoridades subalternas de uno
y otro territorio, de las cuales resulta por confesión
del Coronel Paunero, que el Jefe Político del Rosario
y el Coronel Cardoso salvaron á la Provincia de
Buenos Aires, desarmando al General Flores y sus
compañeros; - y que esos mismos desafectos tí aquel
Gobierno, esquivando después la vigilancia de las auto­
ridades, cuando se tomaban medidas mas serias para
aprehenderlos, se introdujeron en la campaña de Buenos
Aires; no encontrando por lo demás en dichas comuni­
caciones sino anhelosos recuerdos de preservar la quietud
en ambos territorios expresados candorosamente.
° Que la entrada del Coronel Mitre en la Pro­
4.
vincia de Santa Fé no ha tenido por móvil el empuje
de la fuerte intención de) que se propone acabar la obra
comenzada; pues si batió á los que perseguía en el
- 84 -

territorio de Santa Fé, como en el Tala, ni los dispersó


como en Quilmes y sus cercanias, ni los esterminó
como en Matanza; y finalmente que nada hizo dentro
del territorio de Santa Fé que no pudiera haber conse­
guido desde la frontera. Que es un hecho que los
perseguidos se presentaron espontáneamente á las auto­
ridades del territorio y que quedaron en disposición de
volver á entrarse en la Provincia de Buenos Aires,
siguiendo los pasos al Ministro de la Guerra de la
misma, y que lo hubieran practicado si no se les hubiese
impedido por las autoridades locales. Resultando de
estas circunstancias de evidente notoriedad la intención
constante de preservar la paz en la Provincia de Buenos
Aires por las Autoridades Nacionales, aun después de
ofendidas, —y la ausencia de todo motivo atenuante en
la premeditada invasión del Coronel Mitre, la que, por
consecuencia, queda reducida á las proporciones de una
jactancia provocativa en violación de las convenciones.
5. ° Que el Gobierno de Buenos Aires está comple­
tamente destituido de razón para prohijar el hecho de
la invasión del territorio Santafecino, desde que no
puede exhibir documentos emanados directamente del
Gobierno Nacional, en los cuales éste se negase á de­
sarmar y mandar retirar de las fronteras á los Gefes
y Oficiales desafectos á aquel Gobierno, ó, en los cuales
se escusase de reforzar las autoridades locales para el
efecto, ó finalmente en los que constase que se declaraba
impotente para cumplir sus deberes y compromisos en
cuanto es humana y civilmente posible.
6. ° Que estando presente en esta Capital un comi­
sionado del Gobierno de Buenos Aires acerca del de la
Confederación, y que coincidiendo estar revestido de
este cargo un ciudadano de integridad proverbial, y de
un carácter tan independiente, que cualquiera super­
chería habría encontrado invencibles obstáculos para
alucinarlo, no solo contra el interés de su patriotismo,
sino también contra el de su amor propio y de su glo­
- 85 -

ría personal; el cual comisionado tenia en estas cir­


cunstancias todos los estímulos para mantener incólu­
mes las convenciones debidas en gran parte á los
esfuerzos del mismo, y al Sr. Gobernador Cullen de
Santa Fé. Que dicho Comisionado jamás levantó una
duda sobre la lealtad del Gobierno Nacional á este res­
pecto, recibiendo por el contrario por instantes las
noticias que llegaban al Gobierno sobre los sucesos; —
que protestó contra la inutilidad de hacer ningún recla­
mo que por infundado habría sido agraviante, por todo
lo que ha sido severamente reprochado por su Go­
bierno.
Y resultando de las comunicaciones de los Coroneles
Mitre y Paunero, que el Gobierno de Buenos Aires por
medio de sus agentes ha mantenido en tiempo de Paz
dentro de los Pueblos de la Confederación por lo menos
tres espías ó malos agentes designados en ellas; sur­
giendo de este hecho la dolorosa consideración, de que
cuando menos son inútiles, sino imposibles las Conven­
ciones con un Gobierno que en todos sus actos no di­
simula una desdeñosa y ultrajante desconfianza respectó
del Gobierno Nacional, destructiva de la buena fé y del
respeto recíproco, base indispensable de todo trato
humano; y atendiendo finalmente á que este cargo está
fuera del alcance de la tacha de exageración, por cuanto
después de la publicación oficial que ha hecho el Go­
bierno de Buenos Aires de las instrucciones de su
comisionado, D. Juan Bautista Peña, este defecto íntimo
de que adolecen, se ha revelado de bulto en la conciencia
de todos.
Por tanto:
El Vice-Presidente de la Confederación, oido el
Consejo de Ministros:
Ha acordado y decreta:
° Denuncianse las convenciones de 20 de Diciem­
l.
bre de 1854 y de 8 de Enero de 1855 al Gobierno de
Buenos Aires como violadas por los hechos reclamados
- 86 —

y no satisfechos; quedando en consecuencia como no


existentes, y sin fuerza ni valor para el Gobierno Na­
cional.
° La paz pública queda por parte de este Gobier­
2.
no y sus habitantes inalterable con el Gobierno y
habitantes de Buenos Aires.
3 0 Estando la paz en lo sucesivo bajo la garantía
de la conciencia y del honor del Gobierno Nacional,
se previene al Gobierno de Santa Fé, que dedique es­
pecial cuidado para que se cumplan rigurosamente y
con perseverancia las órdenes vigentes para evitar que
por esas fronteras sea inquietada la Provincia de Bue­
nos Aires.
° Queda prohibido á las autoridades subalternas
4.
entrar en comunicación de alguna importancia con las
autoridades de la Provincia vecina, sino son aquellos
indispensables entre gefes de fronteras divisorias, para
garantir la propiedad, devolviendo la que se aprehen­
diere á los ladrones de una y otra parte, y las de
buena armonía y vecindad.
5° Las demas oficinas y autoridades del territorio
Confederado no harán alteración alguna en las prác­
ticas que se han observado hasta aquí respecto al in­
tercurso mercantil y social.
6. ° Dése cuenta oportunamente al Congreso Legis­
lativo con todos los antecedentes.
7. ° Publíquese, comuniqúese y dése al Registro
Oficial.
Paraná, 18 de Marzo de 185G.
\ Carril.
Santiago Derqui /José Ma. Gutiérrez
¿ /
x»/
José M. Galán Juan del Campillo
- 87 -

4850

Circular dirigida por el Ministro del Interior á los

Gobiernos de las Provincias sobre la invasión del

Coronel Don Bartolomé Mitre.

Departamento del Interior

Ministerio
del Paraná, 10 de Febrero de 1856.
Interior

Al Excmo. Sr. Gobernador de la Provincia de.......

La gravedad de algunos acontecimientos de tras­


cendencia nacional, que acaban de llamar la atención
del país y del Gobierno, hace necesario que ellos sean
conocidos en su entera verdad, para descargo de las
autoridades de la Confederación y para tranquilizar á
todos los ciudadanos Argentinos.
Con este objeto tengo el honor de dirigirme á V. E.
por orden de S. E. el Sr. Vice-Presidente, adjuntando
á esta nota los documentos impresos y legalizados, que
se refieren á las materias que paso á ocuparme.
El Gobierno de Buenos Aires acreditó al Señor D.
Juan Bautista Peña, acerca déla Confederación Argentina
con el objeto de tratar algunos puntos que mejorasen
las relaciones existentes entre uno y otro Gobierno, á
fin de allanar las dificultades que aun se oponen á la
unión nacional. El Gobierno recibió al enviado de Bue­
nos Aires con todas las atenciones que se merecía por
la naturaleza de su misión y por los honorables ante­
cedentes de su persona, nombrando inmediatamente para
que se entendieran con él á dos de los Ministros en
ejercicio. Las detenidas sesiones que tuvieron lugar
entre los respectivos plenipotenciarios, se han consignado
- 88

en los protocolos de 11 á 17 de Diciembre, que se


acompañan, en los cuales consta al mismo tiempo cuales
eran los puntos á que se contraían las instrucciones
dadas á su enviado por el Gobierno de Buenos Aires.
A pesar de que esos puntos no son de tal carácter, que
envolviesen en sí la solución de la principal y urgente
materia de que debía ocuparse una misión entre dos Go­
biernos Argentinos, que deben suponerse ansiosos por res­
tablecer la unión nacional, los Comisionados del Gobierno
Nacional creyeron deber contestar á todas las indicaciones
parciales presentadas por el Comisionado de Buenos
Aires, demostrando que todas las dificultades de orden
económico y aún político que se sentían, como emba­
razo para la marcha reglada de ambas administracio­
nes, desaparecerían inmediatamente después que Bue­
nos Aires entrase al orden general como una provincia
Argentina. Para reasumir este pensamiento en una
forma conveniente, concluyeron pidiendo al Sr. Peña,
se dignase solicitar de su gobierno que promoviera,
ante quien correspondiese, el examen de la Constitución
Nacional á la cual se han sometido todas las Provin­
cias Argentinas, con excepción de una sola. El Sr-
Comisionado no solo accedió á esta indicación, sino
que la encontró tan racional como indispensable para
proceder en vista de su resultado. Este exámen es la
única manera legal que se ofrece para conocer cuales
sean las razones, principios, ó intereses que mantienen
hasta ahora segregada á la Provincia de Buenos Aires
del resto de sus antiguas hermanas con perturbación
de su progreso recíproco y con gran perjuicio del res­
peto exterior y de la paz interior, á que debe aspirar
un pueblo de antecedentes tan civilizados y gloriosos
como lo es el Argentino.
Los Ministros Comisionados han insistido con la
constancia de las sérias convicciones, para recomendar
al encargado de Buenos Aires, el exámen de la Cons­
titución Nacional: Io Que la segregación de aquella
— 89 -

Provincia se confirmaría por la celebración de todo tra­


tado parcial. 2o Que la unión Nacional no puede veri­
ficarse, sino bajo las condiciones iguales, que la Cons­
titución ha creado para todas las Provincias. 3o Que
todo pacto que colocase á alguno de los miembros de
la unión fuera de la ley común, establecería un privi­
legio, y por el ejemplo, la disolución de ella. 4o Que
la razón, el sentimiento y los antecedentes reclaman
que si Buenos Aires no puede alcanzar al noble ejem­
plo de Nexv-York, debe proponerse emular la generosi­
dad de Entre Ríos; pero que en ningún caso le es
permitido, mostrarse menos patriota que San Luis y
La Rioja. 5o Que sin esas disposiciones de parte de
las Provincias grandes como de las pequeñas, de parte
de las ricas como de las pobres, no hay Nación posible,
ni Gobierno General que la represente con lustre, y le
garanta su seguridad presente, su porvenir, su pros­
peridad y su integridad: Que el buen sentido que pro­
dujo en menos favorables circunstancias la unión del
Norte debe producir la unión del Sud; porque el buen
sentido en cuestiones de existencia, es la alta razón de
los pueblos. Y es imposible que Buenos Aires quiera
presentarse delante del mundo destituido de ella. La
razón y el ejemplo citado prueban que no pueden unirse
pueblos democráticos sin respetar la ley primordial del
voto decisivo de la mayoria entre seres libres, inteli­
gentes y sociales.
A esta fecha, y después de haberse retirado del
Paraná el Sr. Peña, aún no conoce el Gobierno de la
Confederación cual sea el pensamiento del Gobierno de
Buenos Aires sobre la proposición, que le sometieron
los Plenipotenciarios Nacionales, ni cual sea la respuesta
que haya dado oficialmente al suyo.
Al retirarse el Sr. Peña, acusó recibo de una nota
del Gobierno Nacional, por la cual se le pedía elevase á
la consideración del de Buenos Aires una protesta for­
mal acerca de la desconsiderada invasión de fuerzas de
- 90 -

aquella Provincia en el territorio de Santa Fé, so pre­


testo de perseguir á los parciales del General D. José
María Flores que habían entrado á los campos de Buenos
Aires al Sud del Arroyo del Medio, burlando la vigilancia
de las fuerzas policiales de Santa Fé, con mira é inten­
ciones puramente referentes á la política interior de
Buenos Aires, y contando solo con los elementos que
desde allí mismo pudiera sacar del partido que se llama
opositor á su administración actual.
El Gobierno Nacional espera confiado en su justicia
que el de Buenos Aires le dará una plena satisfacion
y le indemnizará de los perjuicios y gastos que le ha
ocasionado la presencia de una columna de mil hombres,
hollando un territorio colocado bajo la salvaguardia de
tratados de paz fraternal. Esta esperanza del Gobierno
no solo se apoya en su justicia sino en la clara mues­
tra que acaba de darse de la resolución en que se halla
el país, de no permitir que se le perjudique, ni se le
humille, porque hoy, las armas que nos invaden no
solo nos ponen en el deber de defender nuestros dere­
chos sino también el progreso de las industrias y del
comercio, que toma un vuelo tan rápido y visible con
el auxilio de la paz.
A la noticia de aquel acontecimiento, el Sr. Gober­
nador de Santa Fé se puso inmediatamente en campaña,
convocó á sus milicias y habría caído sobre las fuerzas
invasoras, sino no hubiese sido la rápida retirada de
ellas. Por las notas y órdenes del Sr. Cullen se infor­
mara V. E. de la resolución en que se encontraba al
saber la inesperada noticia de que el territorio de su
mando había sido invadido, después del cuidado y del
celo con que por su parte había propendido á mante­
ner las buenas y respetuosas relaciones que esos tra­
tados habían establecido entre ambos Gobiernos.
S. E. el Sr. Presidente en calidad de tal y como
Jefe de la División militar del litoral, citó y llamó á
las armas á los soldados de Entre Ríos, y estuvo á
— 91 —

la cabeza de ellos preparado á atravesar el Paraná, para


reforzar las fuerzas Santafecinas, que hubieran sido su
vanguardia.
Tengo orden de declarar á V. E. que el Gobierno
Nacional, á pesar de la firme resolución en que se
halla de no permitir el menor ultraje á la honra de la
Nación cuya custodia es, abunda en la persuacion de
que la guerra, la guerra civil es el más horrible azote
que nos podía enviar la Providencia. La guerra en el
estado presente de estos países significa la ausencia de¡
trabajo honesto, la huida del comercio, el silencio de
las instituciones libres que nos esforzamos por fundar y
por último el saqueo de la propiedad particular.
En esta persuacion, pues, cuando la autoridad na­
cional llame á los argentinos á las armas, será cuando
la ofensa sufrida se agrave por falta de reparación,
cuando los medios pacíficos de obtenerla se hallen ago­
tados, cuando no haya ningún otro arbitrio para evitar
la repetición y cuando, en fin, la opinión pública de
los pueblos confederados estime intolerable una situa­
ción semejante.
Estas convicciones que sin duda son las de V. E.
y de la Provincia de su mando, son las bases de la
política del Gobierno Nacional, cuya misión más clara
es la de reparar los males y los perniciosos antece­
dentes legados por una larga lucha tí la generación
presente.
No es el recurso de las armas el remedio mas eficaz
para transar las cuestiones entre pueblos hermanos.
La dignidad nacional será profundamente respetada,,
cuando reine una perfecta armonía en las Provincias Con­
federadas, el respeáto á la ley, el amor ilustrado á sus
instituciones.—Esto’ no puede conseguirse sino por el
ejercicio y la acción de esas mismas instituciones sin
perturbaciones ni trastornos.
Estas miras del Ejecutivo Nacional necesitan del
apoyo y la sanción del país, representado por los Di­
- 92 -

putados al Congreso Legislativo, ante el cual han do


someterse muy luego las cuestiones que mas urge resol­
ver.—Sin duda que el Congreso ha de aceptar medios
elevados y dignos para sacar al país de la azarosa
situación en que le coloca un estado de cosa anómalo
é indifinido con respecto á la provincia segregada; pero
de todos modos á él le toca pronunciar la última palabra,
que ha de desidir de tan trascedental negocio, sin men­
gua de nadie y sin perjuicio de ningún interés, porque
de lo contrario no tendrían fuerza ni eficacia ante la
opinión las resoluciones que dictase.
Si la presencia del Congreso á la época señalada
por la Constitución es una garantía de orden y de
existencia para la Nación, en esta vez, es de urgente
necesidad, porque no solo los sucesos con que he ocu­
pado la atención de V. E. hacen notable la situación
presente, sino que como es natural á medida que más
vive el país bajo el orden legal, más se complica el
mecanismo gubernativo, mayores son las necesidades
sentidas, y mayor por consiguiente la contracción de
los legisladores á los negocios de que depende el
bienestar y el engrandecimiento de la Confederación
Argentina.
Concluiré, por lo tanto, solicitando del celo y del
patriotismo de V. E., que haga cuanto estuviere de su
parte para facilitar á los Señores Diputados y sena­
dores residentes en esa Provincia todos los mediQs
para que puedan trasladarse sin falta alguna, para el
dia Io de Mayo próximo en esta Capital, para proceder
á la apertura del Congreso Federal.
Todo lo que, de orden de S. E. el Sr. Vice-Presi-
dente acordado en Consejo de Ministros, me cabe el
honor de hacer saber al Sr. Gobernador de esa Pro­
vincia.
Dios guarde á V. E.
Santiago Derqui
Nota del Gobierno Nacional al de Buenos Aires,
INVITÁNDOLO Á QUE CONVOQUE AL PUEBLO PARA QUE

POR SI Ó POR REPRESENTANTES ACEPTEN LA CONSTITU­

CION Nacional ó propongan reformas.

Ministerio

D B *' ParanA, Setiembre 9 de 1857.


Interior

Al Sr Ministro de Gobierno del Estado de Buenos


Aires, Dr. Don José Barros Pasos.

« He recibido orden del Excmo Sr. Presidente Bri­


gadier D. Justo José de Urquiza, de dirigirme al
Excmo Gobierno de Buenos Aires por conducto de
V. E., para que se digne hacer llegar á su conoci­
miento el objeto de la presente nota: objeto digno de
atención por su alta trascendencia para los intereses
más vitales de la República Argentina en su actualidad
y en su porvenir.
« Hace ya cinco anos que la benemérita Provincia
de Buenos Aires se halla separada de la familia Ar­
gentina. Diversas influencias han intervenido con el
fin laudable de promover el restablecimiento de la
integridad Nacional, por los medios amigables y pací­
ficos. Diversas tentativas inútiles han esterilizado la
constancia .del patriotismo y de la buena fé en esta
ingrata contienda, y sin embargo el Gobierno Nacio­
nal, animado de un vehemente deseo de ver cesar el
funesto entredicho que existe entre esa Provincia y
las confederadas, cede á esos impulsos, apartando
toda razón de susceptibilidad y no escuchando otra voz
que la de los intereses generales del país.
« El Gobierno Nacional, constante en su deber y
— 94 —

en su política, si hubiese un medio decoroso que


pueda conducir al logro de su deseado fin, lejos de
desdeñarlo, es el primero en aceptarlo, y si hay un
primer paso que dar para acercar á los hombres y
los pueblos de la Nación, él será quien lo dé, porque
su verdadera gloria la cifra en la ventura y grandeza
de la República Argentina.
No es el intento del Excmo. Sr. Presidente traer
á esta ocasión la dilatada y prolija mención de los
actos que hayan provocado el estado actual de las
cosas, ni la historia de los que se han consagrado
á separarlos; pero no puede escusarse de mencionar
un hecho que es necesario inquirir, porque su conse­
cuencia puede entrar por base muy eficaz en las
ideas de una franca y legítima reincorporación de esa
provincia á sus hermanas de la Confederación.
El 13 de Julio de 1853, fué presentada á la Le­
gislatura de Buenos Aires, por los Honorables comi­
sionados del Congreso Constituyente de la Nación
reunido en Santa Fé, la Constitución Federal dada á
los pueblos argentinos á fin de que ella fuese exami­
nada por la Legislatura de aquella Provincia, desde
que sus Diputados, á consecuencia de la revolución
del 11 de Setiembre, abandonaron sus asientos y
retiraron la participación del pueblo de Buenos Aires,
en la formación del código político de la Confederación
que todos los pueblos se apresuraron á recibir con
júbilo y á jurar con solemnidad y con fé.
No es ageno el Gobierno á los desahogos á que
dió lugar, ese paso del Congreso Constituyente en el
seno de la Legislatura de Buenos Aires. Conoce las
versiones apasionadas de que fué objeto, y las clasi­
ficaciones con que fué injustamente señalado un docu­
mento, que ni aun se quiso conocer. —Pero la Nación
se halla aún sin respuesta. — No conoce las ideas de
ese pueblo legítimamente representado respecto al
Código Nacional, ni se le han señalado los vacíos y
95 -

deficiencias de una ley común, que trece pueblos han


encontrado buena, que ha sido materia del análisis
público y de generales simpatías; y que al fin ha
producido los objetos más saludables y más completos
para la libertad, para la organización y para el pro '
greso de la Nación. El Gobierno General, fiel á su
empeño de restablecer la concordia, no quiere juzgar
aquellos hechos por la faz oscura que presentan y
preferiría que, por honor al nombre argentino, que­
dasen relegados al olvido.
Prefiere considerarlos rodeados de las pasiones
que hervían en una lucha fratricida. El país deba­
tía una cuestión interna con la ingerencia de las
armas, y aún cuando la presencia de la Constitución
en esos momentos hubiera podido poner fin á la
contienda y aceptarse como un iris de paz. pero los
argumentos de la lucha sostenidos por sitiados y si­
tiadores, fueron mantenidos con tenacidad, por el
genio de la discordia ante los esfuerzos de la justi­
cia, de la razón y de la conveniencia.
En medio del estruendo fatal de los combates
entre hermanos, interrumpiéronse desgraciadamente
las conferencias de las comisiones encargadas por los
beligerantes, de ajustar algún arreglo equitativo, y
por fin vino á ser ¿nútil, hasta la mediación oficiosa
de los ministros de Francia, de Inglaterra, de los
« Estados Unidos, y de la República de Bolivia.
Posteriormente se estableció un acuerdo provi­
sorio, fijando algunas reglas para sustentar las rela­
ciones entre la Confederación y la Provincia de Bue­
nos Aires, mientras durase la segregación de aquella.
Pero la práctica probó muy luego la insubsistencia
natural de un acuerdo tan excepcional y tan inútil,
si él no había de servir de punto de arreglo para
dirimir definitivamente la cuestión principal, la cues­
tión de integridad Nacional. El más ligero inciden­
te, la circunstancia más trivial, estraña á las respon­
- 96

sabilidades que habían contraído las partes contratantes


venia desde luego á empeorar el estados de los áni­
mos y á presentar nuevos cargos y nuevas razones
de alejamiento.
Desapareció aquel pacto inadecuado á las nece­
sidades respectivas, y quizá nocivo á los intereses
más capitales, porque venia á servir de pretexto á
la prolongación de un estado siempre incierto y siem­
pre transitorio. Pero el Gobierno Nacional no se
desperanzó desde que subsistía un pedestal cada vez
más firme y más consistente para servir de base á
una transacción fundamental y concluyente, la Cons­
te titucion Nacional.
Esperó el Gobierno á que el éxito afortunado que el
Código Nacional preparara para la organización, para
la paz y el progreso de la Confederación, fuese es­
tudiado y considerado en la reflexión y en la calma
por el Gobierno y la Legislatura de Buenos Aires y
que apuntando los vacíos ó las deficiencias que
pudiesen afectar los intereses de aquel pueblo, fuesen
señalados con franqueza y con altura.
¿Qué cuestión más ingénua, en efecto que la
estimulada por la presencia de una ley común, que
había sido desde tantos años anhelada por el país y
conquistada por tantos sacrificios?
¿Qué mensajero más competente de reconciliación
y de paz, que un pacto solemne jurado por todas las
Provincias y elaborado con los principios de equidad,
que la República sostiene como el dogna democrático
que ha aceptado para su régimen?
Este medio habría bastado y bastaría siempre,
para arribar al fin deseado y para patentizar el objeto
de que, si la Nación Argentina ha sido ardiente,
en sus luchas y en sus discordias internas, se basta
á si mismas para dirimirlas con elementos propios y
con las aspiraciones generosas que parten del inte­
rés de la Nación, de su poder y de su gloría.
— 97 —

En efecto, hubiera sido innecesario el ejercicio de


la buena voluntad de las Naciones amigas, para
promover el noble trabajo de la reconciliación Ar­
gentina. — Suprimiría las malas impresiones producidas
ante la América y ante la Europa y ahorraría los
insanos desahogos que tienden á emponsoñar los áni­
mos de familia, y á agotar el caudal de sus fuerzas
en una hostilidad funesta y lamentable.
La Nación Argentina, obrando por sí sola en la
reparación de sus quebrantos, se presentaría ante los
demás pueblos en el rango que le compete totalmente
organizada, fuerte, influyente y poderosa, á la vez que
apartada de la fatigante cuestión de sus desacuerdos,
consagraría la totalidad de sus grandes recursos á
fomentar los verdaderos adelantos, estimulados por la
índole de nuestro siglo; y es aquí la ocasión de men­
cionar que el Gobierno Nacional, con verdadero do­
lor, ha tenido que presenciar desde mucho há, los
estragos sangrientos causados por las tribus nómadas
del desierto, á las hermosas campañas de esa Provin­
cia, á sus pueblos más próximos á sus fronteras y á
la riqueza pingüe de propiedad rural, y se ha abste­
nido sin embargo el Presidente de la Confederación
hasta hoy, reprimiendo sus naturales impulsos, de
remediar los efectos de tamañas calamidades, porque
ha esperado con razón la suficiencia de los medies
de que dispondría el Gobierno de esa Provincia, para
precaverlos y para evitar también que su ingerencia
viniera á ser objeto de versiones injustas ante la si­
tuación política que ha observado Buenos Aires de la
nación de que es parte.
La unión Nacional, Sr. Ministro, redimiría á ese
pueblo, á los laboriosos moradores de esa campaña,
verdaderos depositarios de su riqueza, los redimiría
de tan enormes calamidades, y el Gobierno Argen­
tino, cediendo á los impulsos naturales de la huma­
nidad y á sus inspiraciones de amor de la Patria y de
- 98 -

la familia común, y á su estricto deber también,


hallaría en la concordia de la República, los medios
decisivos para poner á cubierto ese rico pedazo con
todo lo demás del territorio Argentino de las depre­
daciones horribles del bárbaro desierto.
« El Gobierno Nacional, sin pretender influir en
las ideas que tenga el Gobierno de esa Provincia
respecto de los puntos señalados, no puede hacer­
se sordo á las aspiraciones de deberes, que por su
parte le corresponden.—Es por eso que el Gobierno
Nacional se limita por hoy á recordar al de esa Pro­
vincia, que tiene razón sobrada y está en el de­
ber imprescindible de pedir á los mandatarios de esa
importante fracción Argentina, convoquen al pueblo
de Buenos Aires, en la forma más solemne, á pro­
nunciarse sobre el Código común, que ha de salvar
la integridad y la gloria del pais; que la Nación se
halla sin contestación todavía y que espera aún sobre
el éxito definitivo del paso dado por el Congreso
Constituyente en 13 de Julio de 1853, al presentar la
Constitución de la República, para su exámen, á los
legisladores de Buenos Aires.
« Si entonces fué dudoso el resultado de ese Có­
digo, en su aplicación, la República se dispuso á arros­
trar los ensayos prácticos de su vida constitucional,
no se presenta ya en los albores de su organización
inquiriendo el concepto de ese pueblo, sino garantido
con el éxito de su Constitución organizada de los
atributos de centralización, que señala la doctrina fe­
deral y la organización particular y privativa de cada
una de las partes de ese cuerpo político.
« Se presenta, por fin, con leyes saludables y efec­
tivas, completamente pacificada y propendiendo al
acrecentamiento de su industria y de sus elementos
rurales, y pretende saber el juicio de sus hermanos de
Buenos Aires, respecto de su Constitución, y si esta
Carta es digna en su concepto de servir de base á un
- -

arreglo definitivo de la cuestión que la tiene separado


de la familia argentina.
« Considera también como augurio feliz de sus
nobles designios, las solemnes palabras del actual
magistrado supremo de ese pueblo en la Cámara de
Diputados de 1855: decía entonces S. E. « Aunque la
prolongación del statu quo, reconocido en la Con­
vención del 20 de Diciembre, traíga ciertas ventajas
por ambas partes, no puede deconocerse que puede
traernos inconvenientes muy sérios y que la lejanía
en que ambas fracciones se conservan, puede conver­
tirse en hábito y después en necesidad».
El Excmo Sr. Presidente espera que este paso,
que en nada le es violento, desde que se trata de
complementar la prosperidad del pueblo Argentino,
será correspondido por el Gobierno de Buenos Aires,
y que será interrogado el juicio de ese pueblo, á fin
de hacer conocer al país los estorbos que en esa
Constitución ée opongan á la deseada incorporación
de la Provincia de Buenos Aires á la Nación Argen­
tina de que hace parle.
Dios guarde á V. E.
Santiago Derqui.
Es copia —
Teófilo P. Benitez.
Oficial Mayor Interino.

MINISTERIO '
DB Buenos Aires, Septiombre 26 do 185*.
Relaciones Exteriores

A S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores


del Gobierno de la Confederación Argentina, Dr\
D. Bernabé López.

El infrascripto Ministro Secretario de Gobierno y


Relaciones Exteriores del Estado de Buenos Aires,
— 100 —

recibió y puso en conocimiento de S. E. el Sr. Go­


bernador, la nota que por órden del Excmo. Sr.
Presidente de la Confederación, le dirigió el Sr. Mi­
nistro del Interior, en 9 del corriente, reducida en
sustancia, á pedir en virtud de los motivos y consi­
deraciones extensamente aducidas en ella, que este
Gobierno recabe de los órganos legítimos del país,
un pronunciamiento á cerca de los vacíos y deficien­
cias que puede tener la Constitución Federal de la
Confederación, y que sean un obstáculo á la recons­
trucción de la República Argentina, dándose así una
respuesta al paso que, según una nota, dió el Con­
greso Constituyente en 13 de Julio de 1853, al pre­
sentar la Constitución mencionada, al exámen de los
legisladores de Buenos Aires.
S. E. el Sr. Gobernador ha visto con compla­
cencia que el Excmo Sr. Presidente, se haya decidido
á continuar la iniciativa que el Gobierno de Buenos
Aires, se anticipó á tomar en 1855, con tendencia á
producir entre las dos grandes fracciones, en que por
desgracia se halla hoy dividida la República, una
franca aproximación, que pueda al fin conducirlas á
la decorosa y pacífica reanudación de los antiguos
vínculos nacionales; y después de haber meditado muy
detenidamente el todo de la nota precitada, ha orde­
nado al infrascripto que haciendo á un. lado discusiones
que aquel documento pudiera acaso provocar, y sin
que esto importe mirar como exactas varias aserciones
y apreciaciones contenidas en él, se limita á mani­
festar á V. E. en contestación que S. E. ha juzgado
más propio en suspender su remisión á la Legislatura
del Estado, y que sería más conducente al acertado
logro de los muy laudables deseos que en la nota
se manifiestan, y con los cuales simpatizan y han
simpatizado siempre los sentimientos argentinos del
Gobierno de Buenos Aires, el nombramiento y reunión
en esta ciudad de comisionados de ambas partes que
— 101 —

pudieran entenderse y acordarse, tanto acerca del


grave negocio de la reconstrucción Nacional, cuanto
acerca de todo aquello que con él se relaciona, y
que pudiera facilitarla ó prepararla.
En consecuencia, el infrascripto espera que V. S.
se dignará someter el indicado pensamiento á la
consideración del Excmo Sr. Presidente; y dejando así
cumplidas las órdenes del Sr. Gobernador, tiene sa-
tisfacion de augurar á V. S. su perfecta consideración.
José Barros Pasos.
Es copia —
Teófilo P. Benites.
o. m. i.
- 102 -

1857

El Gobierno Nacional reitera al de Buenos Aires


SU DESEO DE QUE SE PROPONGA UiN MEDIO EFICAZ PARA

REALIZAR LA UNION DE BUENOS AlRES Á LA NACION,

Ministerio
D E L Paraná,, 27 de Octubre de 1857.
Interior

Al Sr. Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos


Aires, Dr D. José Barros Pasos.
He recibido orden del Excmo Sr. Vice-Presidente
de la Confederación, de dirigirme á V. S., para que
se digne hacer llegar á conocimiento del Excmo Go­
bierno de esa Provincia, que fué recibida y considerada
la nota del 26 de Setiembre en contestación á la que
me fué honroso dirigir á V. S. en 9 del mismo mes,
estimulando á ese Gobierno á poner en ejercicio los
medios más conducentes y autorizados á fin de que
la opinión de ese país, pronunciase su juicio respecto
de la Constitución que rige á los Pueblos de la
Confederación, fijándose de esa manera, una base de
futuros acuerdos que no hiciese estériles los trabajos
de una negociación.
« La buena voluntad del Gobierno de la Confede­
ración, su deseo y aun su anhelo de ver reincorpo­
rada la hermosa Provincia de Buenos Aires á la
Nación, de que hace parte, y de que cesase esa inter­
dicción política gravosa y funesta á los intereses
comunes, le aconsejaron la proposición de ese medio
como el más alto, el más honroso y el más eficaz,
porque á la vez que coincidía con las ideas concilia­
torias que predominan en el espíritu del Gobierno,
iba vestida de las garantías de equidad, de decoro y
de justicia, propias á traer los ánimos á la fraternidad
- 103 -

y á la concordia. La apreciación de un código que


iba á servir de norma á la vida futura de una Pro­
vincia desidente, y en cuya formación no había tomado
parte por causas bien notorias, le daban el derecho
de inquirir su importancia con relación á sus intereses
propios, y de señalar los vacíos ó deficiencias que
los menoscabasen. Con la manifestación ingenua del
voto público, emitidos por los órganos legítimos de
su soberanía interna, habría respondido el pueblo de
Buenos Aires á la franca iniciativa del Gobierno Na­
cional y habriáse avanzado un paso muy firme en el
terreno de la integridad, que, la discusión leal y tem­
plada, habría completado de una manera definitiva.
« Desgraciadamente el giro que ese Gobierno ha
querido dar á este negocio, sometiéndolo á una for­
ma incompetente, desnaturaliza sus nobles tendencias,
porque limita el pensamiento á la aprobación de
consejeros irresponsables, que ninguna investidura
autoriza como órganos competentes de la opinión, y
cuya voz y cuyas inspiraciones, apenas servirán para
fortalecer las opiniones individuales del Gefe de la
Administración de Buenos Aires.
« Sin embargo, el Gobierno Nacional, sin violentar
la índole de sus ideas y continuando el propósito de
llevar á un fin loable la solución de tan dilatada
contienda, se preparaba á insistir en nuevas consi­
deraciones que fortaleciesen su iniciativa en el ánimo
de ese Gobierno, que la hiciesen más comprensible
y que pusiesen en claro la inconveniencia de abrir
la negociación en un terreno infructífero, cuando
una nueva emergencia de naturaleza muy grave, ha
venido á sorprenderlo en su honrosa tarea y á colo­
carlo en la forzosa necesidad de suspender el curso
de su iniciativa, al menos, hasta que el Gobierno de
V. S. haya dado una explicación satisfactoria del
hecho de que paso á ocuparme.
El Gobierno de V. S., no puede desconocer que
- 104

el nombramiento de un agente diplomático, que solo


incumbe á Gobiernos independientes, que tienen so­
beranía y representación exterior, revela un propó­
sito que mal se aviene con el de reincorporar á
Buenos Aires á la Nación de que debe formar parte,
y por lo mismo se vé forzado á dudar de la sin­
ceridad de ese deseo, con que había contestado de
antemano.
Por este hecho, pues, de cuya realidad no debe
dudarse ya, S. E. el Sr. Vice-Presidente, ni puede
dominar su estrañeza, ni puede dejar de protestar
solemnemente, contra un acto que infiere un ataque
á una de las atribuciones privativas de la soberanía
nacional, y en presencia de ese acto, cuya respon­
sabilidad asume el Gobierno de Buenos Aires ante
la Nación, ante, la Provincia que manda, y ante los
Gobiernos Extranjeros, S. E. el Sr. Vice-Presidente,
me encarga con especialidad, que ponga en conoci­
miento del Gobierno de V. S., que en virtud de la
ley expedida por el Soberano Congreso Nacional en
26 de Setiembre de 1856, cumple con el deber de
protestar contra el hecho enunciado, como uno de los
más contrarios y trascendentales, para la integridad
de la Confederación, y cuya primera y dolorosa con­
secuencia, es dejar suspendidos los pasos avanzados
ya, con ingenuidad y buena fé, en obsequio de la
unión Nacional.
Dejando cumplidas las órdenes del Excmo. Sr.
Vice-Presidente, solo me resta ofrecer á V. S. mi
respetuosa consideración.
Dios guarde á V. S.
Santiago Derqui.
Es copia —
Teófilo P. Benitez,
o. m. i.
- 105 —
Ministerio
D E Buenos Aires, 31 de Octubre de 1858,
Relaciones Exteriores

Al Sr. Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno


de la Confederación Argentina, Dr. D. Bernabé Lopes

E¡ infrascripto, Ministro Secretario de Relaciones


Exteriores del Gobierno del Estado de Buenos Aires,
ha recibido hoy la nota fecha 27 del que espira, que
le ha dirigido el Sr. Ministro del Interior de la Con­
federación Argentina, relativa especialmente á la con­
testación que este Ministro dió á S. S. con motivo
de la anterior, que se refería á los medios de reanudar
los vínculos de fraternidad entre las dos grandes
fracciones en que está hoy dividida la Nación, y
elevada inmediatamente al conocimiento de S. E. el
Sr. Gobernador, ha creído este que el decoro y la
dignidad del Estado de Buenos que preside, el respeto
que debe á la Constitución que ha jurado y hasta
la mútua conveniencia de conservar buenas y frater­
nales relaciones entre ese y este Gobierno le imponen
el desagradable interés de no tomar en consideración
esa nota, que se abstiene de clasificar; y en su virtud
ha encargado al infrascripto, la devuelva como lo
hace incluyéndola en la presente.
Después de cumplir la orden de S. E. el Sr.
Gobernador, solo me resta saludar á V. E. con la
debida consideración.
José Barros Pasos.
Es copia —
Teófilo P. Benites.
o. m. i.
— 106 —
Ministerio
del Paraná, 11 de Noviembre de 1857.
Interior

Al Sr. Ministro del Exorno. Gobierno de Buenos


Aires, Dr. D. José Barros Pasos.
Tengo el honor de dirigirme á V. S. por orden
de S. E. el Señor Vice-Presidente, para decirle, que
el Gobierno Nacional Argentino no recibe la comu­
nicación de 31 de Octubre, que tiene por objeto acom­
pañar aquella devolución; esperando que el Excmo.
Gobierno de Buenos Aires, sugetando este asunto á
una más detenida reflexión, llegará á persuadirse de
la inconveniencia de su inusitado procedimiento.
Con este motivo, he recibido igualmente orden,
para reiterar el constante propósito que ha mantenido
este Gobierno de manifestar al Excmo. de Buenos
Aires en todas sus relaciones, la más atenta consi­
deración, y de protestarle, que si ha sido franco,
como para no repudiar la intervención de la razón y
la verdad en contestaciones que versan sobre inte­
reses permanentes y capitales de la Patria común,
especialmente en momentos fatales y decisivos, jamás
se ha dejado influenciar por movimientos apasionados,
que dejan rastros profundos y acarrean casi siempre
consecuencias desagradables.
El Gobierno Nacional recibirá en reciprocidad la
verdad, ó las consideraciones que tengan esa apa­
riencia, por mortificante que sea, expuesta lealmente
por el Excmo. Gobierno de Buenos Aires, cuando
menos para que Dios, los contemporáneos y la pos­
teridad, al juzgar nuestras contiendas, disciernan entre
nuestros errores, pero no acusen nuestra voluntad.
Santiago Derqui.
Es copia —
Teófilo P. Benites.
o. m. i.
- 107 -

Í857

Sobre invasiones de Indios á la Provincia de Buenos


Aires

Ministerio
D M Buenos Aires, t7 de 1857,
Relaciones Exteriores

A S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores del


Gobierno de la Confederación Argentina, Dr. D.
Bernabé López.
El infrascripto, Ministro Secretario de Gobierno
y Relaciones Exteriores del Estado de Buenos Aires,
ha recibido orden de S. E. el Sr. Gobernador, para
dirigirse á V. S., como lo hace, manifestándole que,
según los más fidedignos informes, la invasión de los
Ranqueles, efectuada el 29 de Setiembre último, se ha
realizado por territorio de la Provincia de Santa Fé.
Es un hecho Sr. Ministro, tan extraño como in­
justificable, que la autoridad militar del Fuerte de
Melincué, haya visto con impasibilidad, que los indios
acamparan á sus inmediaciones, dieran allí descanso
á sus caballadas y se repusiesen de las fatigas de
la marcha, para lanzarse de improviso, y en altas
horas de la noche, sobre las partidas fronterizas de
este Estado. (1)
Si tanto se ha debilitado en las autoridades limí­
trofes, los vínculos de fraternidad que han unido á
ambos países, los deberes al menos de buena vecin­
dad, y los sentimientos de humanidad que ningún
pueblo debe desoír jamás, podían haberles hecho sen­
tir la conveniencia de dar oportuno aviso á las auto­
ridades de la frontera por donde la invasión iba á
realizarse. Así, prevenidos en tiempo, muy fácil les

(i) El Gcfe de Melincué desautorizó la imputación; y demostró que siempre


Labia stdo prolijo en sus avisos A los de Buenos Aires de todo peligro do invasión.
— 108 -

habría sido adoptar las medidas necesarias para po­


ner á las poblaciones al abrigo de la sorpresa, y fuera
del alcance de la feroz rapacidad del salvaje, y no
tendríamos hoy que deplorar el cautiverio de muchas
familias arrancadas súbitamente del hogar doméstico
y condenadas á arrastrar una vida de sufrimien­
tos sin nombre, bajo el dominio del bárbaro de la pampa.
Pero hay, Sr. Ministro, una circunstancia que ha
llamado muy especialmente la atención de S. E.: tal
es, la de que, con los salvajes, han venido un nú­
mero crecido de cristianos, y entre estos algunos
soldados pertenecientes, al parecer, á las tropas de
la Confederación. (1)
Este hecho revela que, cuando menos, muy poca
vigilancia ha habido de parte de las autoridades mili­
tares, de los varios puntos fronterizos, para impedin
que los soldados de la Confederación, se aliasen con
los salvajes que han talado y depredado el partido
del Pergamino.
Omitiendo ahora llamar á exámen y hacer valer
todos los datos que el Gobierno posee, para establecer
que la autoridad militar de Melincué ha tenido un
conocimiento positivo y anticipado de la invasión de
29 de Setiembre, y ha auxiliado, al menos indirec­
tamente, permitiendo á los salvajes, acamparse y
proveerse á inmediaciones de ese fuerte, el infras­
cripto por orden de S. E. pone estos hechos en cono­
cimiento de V. S„ para que se digne elevarlos al de
S. E. el Sr. Presidente de la Confederación Argen­
tina, esperando que esta vez no trepidará en dar
al Gobierno del Estado de Buenos Aires, una prueba
inequívoca de lealtad y benevolencia, haciendo sentir
al Comandante del fuerte de Melincué y al Gefe de
las fuerzas nacionales situadas en esa frontera, el desa­
grado que debe experimentar S. E. al conocer estos
sucesos, manifestándole al mismo tiempo, la línea de
(1) De la investigación resultaron falsas tales afirmaciones.
Nota del autor—El Gefe de Melincué era porteño: el Coronel Olívense.
— 109 -

conducta que debe observar en lo sucesivo, en casos


de esta naturaleza.
En estos mismos momentos Sr. Ministro, llegan
noticias al ^Gobierno, de que las hordas salvajes derro­
tadas en la Cañada de los Leones, no han vuelto á
sus tolderías, sino que permanecen acampadas en las
inmediaciones de Melincué, de donde espían la opor­
tunidad de caer de nuevo sobre los pueblos fronterizos,
para repetir los terribles extragos y atentados de que
acaba de ser víctima el del Pergamino. Si este hecho
fuera cierto, él importaría una positiva connivencia de
parte del Comandante de aquel fuerte, una alianza
criminal de las tropas nacionales que lo guarnecen
con los salvajes de la pampa, para asolar nuestras
poblaciones, cautivar las familias y tener en constante
acecho las tropas del Estado que cubren la frontera
del Norte.
Pero S. E. por honor del Pueblo Argentino, que
cubriría de eterno baldón, un hecho que por su propio
decoro se abstiene de calificar, no le da crédito y
espera verle satisfactoriamente explicado, por el Go­
bierno de S. E.
Dejando cumplidas las órdenes de S. E. el Sr.
Gobernador, el infrascripto saluda altamente al Sr.
Ministro.
José Barros Pasos.

Ministerio

D E Paraná, Octubre 26 de 1857.


Relaciones Exteriores

Acúsase recibo en los términos acordados y pásese


en copia autorizada al Ministerio de Guerra y Marina,
para que recogiendo los datos necesarios, informe á
- 110 -

este Ministerio sobre los hechos á que se refiero la


presente nota, publíquese y archívese.

Derqui.
Es copia —
Teófilo P. Benites.
o. m. i.

Ministerio

D E Ij Paran A, 27 de Octubre de 1857.


Interior

Al Sr. Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos


Aires, Dr. D. José Barros Pasos.

Se ha recibido en este Ministerio, la nota que


V. S. ha dirigido al de Relaciones Exteriores, en la
(pie por orden del Gobierno de esa Provincia, mani­
fiesta los motivos que hace creer á dicho Gobierno
que la invasión de los Ranqueles efectuada en el par­
tido de Pergamino el 29 de Setiembre último, ha sido
reforzada por soldados, al parecer de las tropas de la
Confederación, y auxiliada, al menos indirectamente,
por la autoridad militar de Melincué.
Dicha nota después de puesta en el conocimiento
del Excmo Señor Vice Presidente de la Confederación
en ejercicio hoy del Podpr Ejecutivo y por su orden
ha sido pasada al Ministerio de Guerra y Marina de
este Gobierno, para que recogiendo los antecedentes
necesarios de las autoridades superiores, de las res­
pectivas fronteras, me informe sobre los datos, que
V. S. aduce en su nota al insinuar un cargo de com­
plicidad contra las tropas del Ejército Nacional, con
cuyo informe podré contestar más detenidamente y de
una manera más formal, la nota de que me ocupo.
Entre tanto, al acusar á V. S. recibo de dicha
— 111 —

nota, debo cumplir con el encargo de S. E. Sr.


Vice Presidente, de anticipar al de V. S, algunas
reflexiones y rectificar algunos hechos que se citan en
esa nota y que están en oposición á los antecedentes
que hoy posee el Gobierno Nacional á su respecto.
Ante todo, no es exacto, Sr. Ministro, que los
indios hayan estado acampados á las inmediaciones del
fuerte de Melincué, reponiéndose de sus fatigas y dando
descanso á sus caballadas: esto que V. S. sienta ser
un hecho, indudablemente, no es verdad.
Las partidas volantes que constantemente salen
del fuerte de Melincué á recorrer y explorar el cam­
po y que á este objeto se alejan naturalmente de su
guardia, fueron las que avistaron un grupo de indios,
no la masa principal de ellos, que se dirijian al terri­
torio de ese Estado: así en estos términos, el Coman­
dante de Melincué, dió el aviso al Gobierno de Santa
Fé, y es en los mismos que se trasmitió al Gobierno
Nacional. No sé precisamente si el expresado Coman­
dante, tuvo tiempo y estuvo en posesión de dar el
aviso á las autoridades de la frontera vecina, cuya
falta V. S. estrafía; pero de lo que acabo de esponer
que puede V. S. creer porque es verdad, á lo que V.
S sienta como un hecho, hay una distancia notable,
que hace cambiar notablemente el asunto. Los indios,
pues, no acamparon á inmediciones del fuerte Melincué;
pasaron solo por la parte desierta del territorio de
Santa Fé, como acabo de expresarlo, y como creo
haberlo leído también en algún documento irrecusable
para el Gobierno de V. S.
No creo que sea más cierta, que la suposición
que acabo de contestar, la de que hayan ido alia­
dos con los salvajes algunos soldados de las tropas
de la Confederación, por lo menos, ningún parte ha
recibido hasta hoy este Gobierno de falla alguna de
los soldados de los cuerpos de su ejército, y está en
posición de asegurar que indudablemente no la ha habido.
- 112 -

Muy sensible es ciertamente que V. S. haya omi­


tido llamar á examen y hacer valer los datos que ese
Gobierno posee, para establecer la complicidad que
U. S. atribuye á la autoridad militar de Melincué, en
la invasión del 29 — pues, ellos habrían servido al
Gobierno Nacional, para formular mejor el sistema de
sus investigaciones y llegar á la averiguación completa
de la verdad. Sin embargo; entre tanto se llega á
este resultado por las medidas que se han adoptado
ya, creo deber decir á V. S. que el Gobierno Nacional
espera que esos datos sean inexatos; pues tiene fé en
la lealtad y honradez del Gefe de Melincué, contra
quien se quiere hacer pesar tantos cargos.
Por otra parte, Sr. Ministro, las invasiones de
indios que con tan dolorosa frecuencia está sufriendo
Buenos Aires, tiene por desgracia una explicación muy
natural; no es necesario, pues, ir á buscarla en cau­
sas extrañas, ni en la supuesta complicidad de las
autoridades que harto deploran no hallarse con la
misión de resistirlas.
Al terminar pues esta nota, diré á V. S. que el
Gobierno de Buenos Aires, debe considerar que un
Gobierno que como el Argentino destina una fuerte
suma de sus rentas, y cuyo Gefe invierte una parte
de las suyas propias en rescatar los cautivos que se
hacen en esas invasiones, tiene dadas hartas pruebas
de amor á la humanidad y á la civilización para estar
sujeto, á la suposición siquiera, de que tolera en sus
tropas la connivencia que se les atribuye.
Dejando así cumplidas las órdenes de S. E. el Sr.
Vice Presidente, réstame solo ofrecer á V. S. mis
respectos.
Dios guarde á V. S.
Santiago Derqui.
Es 'copia —
Teófilo P. Benitez,
o. m. i.
- 113 -

1858

Nueva invitación del Gobierno Nacional para que


EL PUEBLO DE BUENOS AlRES, POR SUS REPRESENTAN­

TES, REVISE LA CONSTITUCION NACIONAL.—NEGATIVA

del Gobierno de Buenos Aires.

MINI6TERIO
del Paraná, 23 de Febrero de 1858.
Interior

Al Sr. Ministro de Gobierno de la Provincia de


Buenos Aires.

El Gobierno de la Confederación Argentina, ha


visto con pesar, que la invitación dirigida meses pa­
sados, al de Buenos Aires, para que fuese consul­
tada la opinión de los ciudadanos de esa Provincia,
acerca de la Constitución Federal, no ha sido reci­
bida, ni comprendida como lo esperaba.
Lejos de someter esta Constitución al exámen de
una Asamblea, nombrada para aquel acto por el libre
sufragio del pueblo de esa Provincia, sin sugecion á
influencia alguna y que procediese, dejando á un lado
los sentimientos personales y las exageraciones de
los principios para no escuchar sino las. convenien­
cias recíprocas, fueron consultadas por ese Gobierno,
personas que en manera alguna podían pretender ser
los representantes de la voluntad del pueblo en este
caso, sino consejeros privados de aquel Gobierno.
Cuando el Gobierno Argentino, resolvió dar ese
paso, fué aconsejado por los intereses de la Nación
Argentina y por los de esa Provincia, que es parte
integrante de ella.—Hoy, al cumplir la orden que he
recibido del Excmo Sr. Vice Presidente de la Confede-
- 114 —
ración en ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional, con
el objeto de insistir nuevamente cerca del Gobierno de
V. S., para que sea sometida la Constitución Federal
al libre examen del Pueblo de Buenos Aires, mueven
al Gobierno Argentino los mismos sentimientos, pues
ve en el aislamiento en que se mantiene esa Provincia,
la causa de los males que la aquejan, una frustración
del pensamiento que precedió á la batalla de Monte
Caseros, y una amenaza constante contra la integridad
nacional, que está en su deber hacer respetar y
conservar.
El Gobierno Nacional, por la cordura y templanza
de su política, la fiel observancia del Código funda­
mental, las seguridades y garantías que ha ofrecido y
ofrece á los hombres de todos los partidos ó colores
políticos, ha . probado sobradamente al mundo y á
Buenos Aires, que los recelos manifestados por esa
Provincia al separarse irreflexibamente de la fa­
milia Argentina, no han tenido fundamento, y que
razón alguna le asiste para mantenerse por más tiempo
en su aislamiento.
Libre la Confederación Argentina, por la victoria
de Monte Caseros, de la sangrienta tiranía en que
gemía tantos años, el poder efectivo y militar de la
República se halló en manos del vencedor. El primer
uso que hizo de ese poder ilimitado que le dió el
triunfo, fué restituir á Buenos Aires el libre ejercicio
de sus instituciones, que le había arrebatado el Dictador.
La caída de éste, que ejercía de hecho poderes na­
cionales, dejó dispersos los elementos que constituyen
la Nación Argentina. Era necesario proveer al esta­
blecimiento de una Autoridad Nacional provisoria, como
también indispensable impedir que la anarquía, que
siempre había sido la causa de que se malograsen las
lentativas hechas para la organización nacional, se
apoderase del pais. Fueron llamados á reunión, por
el General Libertador, los Gobernadores de las Pro
— 115 —

vincias para estatuir sobre los medios de realizar,


conforme á los pactos preexistentes, la organización
definitiva del país y establecer, entre tanto, una auto­
ridad que representase la Nación ante el extrangero,
tuviese á su cargo los grandes intereses comunes, y
conservarse la paz interior y la unión entre todas las
Provincias, á fin de que pueda librarse el Congreso á
sus trabajos constituyentes, y recibirse de mano de
aquel, el código que debía sellar la organización de la
República.
Todos estos puntos fueron estipulados en el Acuer­
do de San Nicolás de los Arroyos, por el consenti­
miento unánime de todos los Gobernadores, y el Gral.
Urquiza recibió la investidura de poderes nacionales.
Buenos Aires fué la única Provincia que des­
aprobó, por medio de su representación provincial, la
participación de su Gobernador en aquel pacto aplau­
dido y acatado por todas las demás, pues, vieron en
él. las garantías necesarias é indispensables para que
no se malograse la organización de la República.
La resistencia de Buenos Aires comprometía la
obra de la organización nacional; el Director Provisorio,
responsable ante la Nación de la anarquía que podía
alejar otra vez esa organización, sin apartarse del
espíritu • de conciliación que había sido su regla de
conducta desde un principio, impidió en virtud de los
poderes que le fueron confiados, sirviese esa resisten­
cia de obstáculo á la reunión del Congreso convocado
por él sin pérdida de tiempo; para dar de este modo
un nuevo testimonio de su deseo de • deponer cuanto
antes la autoridad provisoria que le había sido confe­
rida, en las manos de la que debía crear la Constitu­
ción para subrogarlo.
Pero, aprovechando la ausencia del Gral. Urquiza,
ocupado de proceder a la instalación y apertura del
Congreso Constituyente, Buenos Aires se levantó, des­
conoció la autoridad creada por el Acuerdo de San
- 116 -

Nicolás y ordenó á sus Representantes se retirasen


del Congreso.
Aunque con poder suficiente para sofocar desde
un principio la revolución de Setiembre, el Director
Provisorio, abrigando la esperanza de que pronto, la
sensatez, el patriotismo y los sentimientos de fraternidad
del pueblo de Buenos Aires, operarían una reacción
saludable, y que esta Provincia volvería á tomar
parte en los trabajos constituyentes, creyó inútil recu­
rrir á las armas, deseando sobre todo, y ante todo,
evitar que corriese nuevamente la sangre argentina.
Esta conducta fué mal comprendida.—Los senti­
mientos de fraternidad y de paz fueron traducidos por
debilidad é incompetencia, y el Gobierno de Buenos
Aires tomó la ofensiva.—Llevó á mano armada su pro­
paganda revolucionaria á las Provincias, pero ella fué
rechazada enérgicamente.
Mientras el Congreso Constituyente seguía su obra
y las Provincias se conservaban en paz, Buenos Aires
estaba librada á los horrores de la guerra civil y á
las depredaciones de los indios salvajes. La Consti­
tución fué sancionada, promulgada y jurada por todas
las Provincias con la sola excepción de Buenos Aires,
que se negó á examinarla y aceptarla.
Entonces esa Provincia se dió. una Constitución
local, que lejos de llamar ó acercar la unión por su
armonía con la Constitución Nacional, arrebató á la
Nación sus atribuciones soberanas y abrió una herida
á la integridad nacional. Ella mantiene á Buenos
Aires en el camino del desorden y de la guerra civil
á que la arrastró su reacción contra el General Li­
bertador.
Mientras en la Confederación se afianzaba el ré­
gimen constitucional, Buenos Aires seguia inquietada
por los partidos que existían en su seno, y las ten­
tativas armadas de sus numerosos proscriptos, que
una política exclusivista y contraria á los principios
- 117 -

de fusión, había arrojado fuera de su territorio. La


abolición de la pena de muerte por delitos políticos,
la de la confiscación de los bienes en todos los casos,
la proscripción de toda medida penal sin juicio previo, pro-
clamados como principios y derechos inmutables creados
por el nuevo orden de cosas, fundado por la victoria de
Monte Caseros, fueron desconocidos en Buenos Aires.
El Gobierno Nacional deseoso de acercar la época
de la reincorporación de Buenos Aires y condolido
de los males que gravitaban sobre esa Provincia,
inició los convenios de Diciembre y Enero, ¿i fin de
sacar la cuestión del terreno de las armas para traerla
al de la discusión pacífica.
Se recurrió á ésta, se iniciaron nuevas negocia­
ciones, pero era necesario reconocer que cualquier
tratado formal, confirmaría la segregación de Buenos
Aires: que toda excepción de la ley común á todos
los miembros de la unión, en favor de uno de estos
establecería un mal ejemplo y un principio disolvente,
y que la reincorporación de Buenos Aires no podía
efectuarse, sino sobre las bases que la Constitución
había sancionado para todos.
Una violación del Territorio de la Confederación
por parte de las fuerzas de esa Provincia, vino á
cortar las negociaciones.
El Gobierno Argentino, denunció entonces los
Convenios de Diciembre y Enero como único medio
de dejar á salvo el honor de la Confederación, sin
recurrir á las armas. Triste necesidad que siempre
procuró evitaren lodos los conflictos originados por la
separación de la Provincia de Buenos Aires y la po­
lítica de su Gobierno
La denuncia de los Convenios no importó una
declaración de guerra, sino el cese de las ventajas
comerciales que concedían á Buenos Aires, á las que
había renunciado voluntariamente por el hecho de
faltar á aquellos pactos.
— 118 -

El Gobierno Argentino declaró que la paz estaría


en lo sucesivo bajo la salvaguardia de su garantía y
honor.
Consecuente con esta declaración, conservó la
paz á pesar de la conducta á veces abiertamente hostil
del Gobierno de Buenos Aires.
Pero la experiencia adquirida, durante el trans­
curso de los cinco años de la segregación de Buenos
Aires, ha probado á la Confederación, que una situa­
ción tal, no puede conservarse; que esa segregación
de la comunidad argentina daña los intereses recí­
procos, con gran perjuicio de la paz interior y de la
respetabilidad exterior, á que debe aspirar un pueblo
de antecedentes tan civilizados y gloriosos como el
Argentino; que la política de ese Gobierno, lejos de
acercar la unión, la aleja, trayendo cada dia nuevos
conflictos á Buenos Aires y comprometiendo la tran­
quilidad y riqueza de esa fracción de la Nación Argen­
tina, en la que nada de serio y juicioso puede fundarse
mientras dure su aislamiento.
Esa política que conserva á Buenos Aires fuera
de la Confederación, es no solo causa de todos los
males que la afligen, sino que lo es también del
estado de guerra en que se halla actualmente con
la República Oriental del Uruguay, y que implica al
Gobierno Argentino una seria responsabilidad ante
el extrangero ; pues esa Provincia es parte de la
Nación. No satisfecho aún con las dificultades inte­
riores y exteriores, que aquella política ha creado á
Buenos Aires, su Gobierno acaba de dar lugar á que
su conducta sea considerada, á lo menos, como sos­
pechosa, haciendo acercar fuerza armada á las 'fron­
teras y atravesando con ella territorios nacionales,
con motivo de una expedición al desierto, sin aviso ó
acuerdo previo, después de haberse negado á acordar
con la Confederación los medios de poner término á
las incursiones de los indios, que asolan esa Provin-
— 119 -

cía y son causa de la ruina, de la muerte y del cau­


tiverio de numerosas familias.
No pueden tampoco mirarse, sino como hostiles,
ciertas medidas prohibitivas dictadas recientemente con­
tra el comercio que mantiene la Confederación con
Buenos Aires.
El Gobierno Argentino no puede por más tiempo
consentir el aislamiento de esa Provincia, pues se
haría responsable ante la Nación y ante el mundo de los
males que pesan sobre esa fracción argentina, males
que se agravan cada día.
La situación actual de Buenos Aires es además
esencialmente perjudicial á la fuerza y respetabilidad de
la República, pues es irrisorio que el Gobierno de esa
Provincia pretenda representar ante las potencias
extrangeras, á la par que la Confederación, una sobe­
ranía y derechos que son exclusivamente de la Nación,
é indivisibles, mientras no pueda declararse indepen­
diente Buenos Aires por el consentimiento de ésta, ó
por el triunfo de las armas. Esa situación es para la
Confederación una fuerza negativa y perturbadora,
una rémora tenaz que entorpece, allí y aquí, el ade­
lanto y el progreso; hace dudar, en daño de la Na­
ción entera, del porvenir de estos países é impide
que la República Argentina ocupe el rango y tenga
la influencia que le corresponde entre las potencias
americanas.
Una dolorosa experiencia, y aun recientemente
actos descorteses de ese Gobierno, han demostrado
que las relaciones comerciales y políticas entre la
Confederación y Buenos Aires no podrán jamás con­
solidarse, sin que medie una franca y fraternal inte­
ligencia, inspirada por un sentimiento de naciona­
lidad y que no duda este Gobierno, abriga el pue­
blo de Buenos Aires.
Cualquier transacción que no tuviese por base
la Constitución Nacional, no podrá poner término á
- 120 -

las incer tidumbres y al estado de provisorio que tanto


daña á la Nación, y es por esa razón que el Go­
bierno Argentino, invita nueva y seriamente al de
U. S. á que someta al ’juicio de esa Provincia la
Constitución Federal, pues está persuadido que del
examen tranquilo, que se haga de ella alejando toda
preocupación innoble, como infundada, resultará se
encuentren conciliadas las conveniencias locales, con
los derechos de todas las Provincias Confederadas,
y que el pueblo de Buenos Aires romperá con volun­
tad patriótica el círculo estrecho en que han girado
hasta hoy las negociaciones, para restituirse al seno
de la comunidad Argentina y ocupar en ella el lugar
distinguido que le pertenece.
Buenos Aires, á quien en vano hasta hoy han
abierto los brazos las Provincias Confederadas, ha­
llará en éstas y en el Gobierno que las preside, la
acogida fraternal que tanto anhelan darle y que nun­
ca ha faltado á los que ocurrieron á ponerse bajo
el amparo y el régimen de su ley fundamental,
cualesquiera que fuesen sus creencias ó el color polí­
tico á que pertenecieren. Un velo denso cubrirá las
disidencias pasadas, para ocuparse únicamente en re­
parar los males causados por aquellas.
El Gobierno Nacional espera que la Provincia
de Buenos Aires y el Gobierno de U. S. verán en
esta nueva iniciativa, una prueba más del sincero
deseo que abriga de restituir pacíficamente ¿i. Buenos
Aires al seno de la Confederación, y de evitar los
males que causaría el empleo de la fuerza, que está
en su derecho usar, para poner término á esa situa­
ción anómala en que se mantiene esa Provincia ante
la Nación Argentina, á que pertenece, y ante las Na­
ciones extranjeras.
Al dejar cumplidas las órdenes que he recibido
del Excmo. Señor Vice-Presidente de la Confedera­
ción, para dirigir á V. S. esta nota, tengo el honor
- 121 —

de ofrecer á V. S. las seguridades de mi más dis­


tinguida consideración.
Santiago Derqui.v

Ministerio
de Buenos Aires, Marzo 1° de 1858.
Relaciones Exteriores

« Al Sr Ministro de Relaciones Exteriores de la Con­


federación A rgen tina.
El abajo firmado, Ministro de Relaciones Exte­
riores del Estado de Buenos Aires, ha recibido y
puesto en conocimiento de S. E. el Señor Gobernador
la nota que se le ha dirigido por el Ministerio del
Interior de la Confederación Argentina, insistiendo en
que el de éste Estado someta al examen del pueblo
la Constitución de aquella, para procurar por ese me­
dio la reintegración nacional, declarando y amena­
zando con que de ese modo se ahorrará el uso de la
fuerza, que dice tener el derecho de emplear para al­
canzar ese fin. Esta injustificable pretensión viene
envuelta en una acre reseña de acontecimientos ante­
riores, innecesaria é inconveniente si se desease con
sinceridad el bien común Argentino, y cuyo objeto
parece no ser otro que producir irritación; tanto más,
cuanto en ella se falsean los unos, se desfiguran los
más, y se pasan en silencio otros muy culminantes
que, al paso que son una gravísima acusación contra
ese Gobierno, encierran también una cuestión muy
elocuente que, por más que él lo desee, no ha de
poder olvidar.
El Gobierno de Buenos Aires, pues, no agravará
el mal entrando en la fácil tarea de analizar y con­
testar detalladamente la nota de U. S. en la parte
concerniente á esos hechos. Aún sin necesidad de
ellos bastarían las pretensiones exhorbitantes que ella
- 122 -

encierra, las consideraciones en que U. S. las apoya, y


el lenguaje destemplado é impropio en que está con­
cebida, para no haberla tomado en consideración.
Sea lícito al abajo firmado observar aquí rápidamente,
que U. S. parece haber olvidado, que ella se dirigía
al Gobierno de un pueblo que ha dado pruebas inol­
vidables de que no sabe tolerar que sus derechos sean
conculcados por ningún poder, y que antes consen­
tirá en desaparecer, que en ser avasallado por nadie-
Sin embargo, notando que en esa nota se vacian
acriminaciones totalmente nuevas, el Gobierno del
Estado de Buenos Aires, elevándose á la altura de
su propia dignidad, en obsequio de la paz con las
Provincias hermanas y como un homenaje á las tra­
diciones de la patria común y al mundo político que
nos observa, quiere no encerrarse como lo pudiera
en un silencio total, que una arrogancia estraviadora
traduciría tal vez como confesión de la verdad de
ellas.
En consecuencia, cumpliendo con las órdenes del
Sr. Gobernador, se contraerá el abajo firmado á con­
testar esa nota solamente sobre los puntos nuevos
que ella comprende.
Muy estraíío ha sido para el Gobierno del abajo
firmado, que el del Paraná le inculpe de haber pro­
tegido la revolución iniciada en el Estado Oriental
por el coronel Silveira, y terminada por la carnicería
de Quinteros. Notoria es en Buenos Aires, y no pue­
de dejar de serlo en la Confederación, la total absten­
ción observada en aquella lucha, por el Gobierno
de este Estado; y después de haberlo así declarado
oficialmente á la faz de todo el pueblo, cuando no es
posible designar un solo hecho que compruebe su
participación en esa guerra, no se comprende como
ni porque el Gobierno del Paraná haga al de Buenos
Aires un cargo serio sobre el particular. La única
explicación satisfactoria que tiene ese proceder á to­
- 123 -

das luces malevolente, la dan, ó bien la urgencia de


inventar pretextos acriminatorios, ó bien los senti­
mientos rencorosos que inspiran la creciente prospe­
ridad, el engrandecimiento y las consideraciones de
Potencias de primer orden, de que se vé rodeado
Buenos Aires; ó bien la necesidad de desviar el cargo
que la nación pudiera hacer á ese Gobierno por su
desautorizada intervención armada en el Estado
Orientai.
La expedición reciente á los aduares de los bár­
baros,? con quienes el Gobierno de V. S. declaró ofi­
cialmente en 1855 hallarse en perfecta paz, ha dado
margen á que se increpe también al de Buenos Aires
en la precitada nota. Sólo . anteponiendo intereses
ruines y transitorios de partido, al bien sólido y per­
manente de la República Argentina, pudiera la Con­
federación no congratularse por una empresa aco­
metida solo á costa de Buenos Aires, en nombre de
la humanidad, de la civilización y de los intereses
comunes de la República. Si apesar de esto abri­
gase ese Gobierno la peregrina pretensión de desco­
nocer el perfecto derecho del de Buenos Aires, para
buscar y esterminar al salvaje en sus guaridas mis­
mas, se hallen ellas donde se hallen, y por el derro­
tero que él trae en las irrupciones con que antes
devastaban nuestro territorio, fuerza es quede adver­
tido que Buenos Aires ha de repetir esa operación
cuantas veces juzgue necesario á. su defensa. Tatito
más incuestionable es, Sr. Ministro, ese derecho de
Buenos Aires cuanto que los bárbaros hallan en pun­
tos de la Confederación, no amistad solamente, sino
eficaz protección y un vivo estímulo para sus depre­
daciones mediante el tráfico inmoral que en ellos
hacen con el fruto de ellas. Si la Confederación no
quiere ó no puede impedir sus incursiones en la fron­
tera del Estado de Buenos Aires, ¿cómo negar á éste
el gran derecho de impedirlas por sí, usando del
— 124 —

medio legítimo de la guerra, sea ella defensiva ú ofen­


siva? No olvide, Sr. Ministro, que en puntos mili­
tares de la Confederación se lian facilitado á los bár­
baros, descanso, auxilios y tránsito por el territorio
de ella para agredir el nuestro. Así acaeció en Se­
tiembre último, y denunciando á ese Gobierno ese
escandaloso é irritante atentado por el de Buenos Aires,
éste y la República toda, se hallan hasta ahora espe­
rando el resultado de la indagación, ¿i la que aseguró
aquel oficialmente iba á proceder. (1)
La otra inculpación contenida en la nota de que
Buenos Aires ha adoptado medidas prohibitivas del
comercio de la Confederación, ha debido causar tanta
mayor sorpresa en el Gobierno de Buenos Aires, cuanto
que ella viene precisamente del de la Confederación;
del mismo, Sr. Ministro, que después de despedazar
arbitraria y súbitamente el tratado comercial de 1855,
que establecía franquicias y facilidades recíprocas, cría
derechos diferenciales y aún los extiende últimamente
hasta las harinas de producción de Buenos Aires: me­
didas todas inspiradas por un rencor impotente hacia
aquél, y calculadas en su daño, mientras que la polí­
tica constante de Buenos Aires en estas materias
reconocidas y aplaudidas por todo el mundo inteli­
gente, ha sido y es rechazar toda idea de represalia ú
hostilidad comercial, y consagrar en su Legislación, y
en sus prácticas las más amplias franquicias y li­
bertades.
Descendiendo ahora al fondo de la ¡dea principal
que encierra la referida nota, el abajo firmado tiene
orden de declarar brevemente á V. S. que su Go­
bierno no halla hoy, como no halló antes, otro medio
de procurar la aproximación de ambas fracciones de
la ilustre República Argentina, que el de la discusión
templada y de buena fé de los obstáculos que se opo-
(1) N. De la investigación resultó falsa la imputación. El Coronel Olívense,
porteño, siendo él gefe de esa parte de la frontera, contestó el cargo, demos­
trando su falsedad,
— 125 —

nen á la reintegración nacional, y de los arbitrios que


la prudencia y el patriotismo pueden sugerir para
superarlos. El Gobierno de Buenos Aires, indicó ya
al del Paraná ese medio, proponiendo el nombramien­
to de comisionados que discutiesen este grave asunto
á la luz de los buenos principios y con el sincero
propósito de zanjar las dificultades que mantienen á
la República Argentina en la situación presente. Esta
situación anormal, es sin duda dañosa; pero no para
Buenos Aires solamente, como V. S. parece indi­
carlo, sino también y quizás en mayor grado para la
Confederación, y aunque Buenos Aires progresa y
florece, merced á la liberalidad de sus instituciones no
por eso, le es ni puede jamás serle indiferente 1a.
suerte de las provincias hermanas.
Más al mismo tiempo, el infrascripto, debe decla­
rar, y declara á V. E. por orden de S. E. el Sr.
Gobernador, é interpretando la unánime y decidida
voluntad del noble pueblo Porteño, que no puede
consentir, ni consentirá jamás en que el Gobierno de
Paraná quiera imponerle como medio de aproximación
ni el examen de su constitución, ni ningún otro que
se le proponga en el lenguaje impropio y tono con­
minatorio de que se ha usado en la nota que el in­
frascripto deja contestada.
Dios guarde al Sr. Ministro muchos años.

José Barros Pasos.


— 126 —
Ministerio
D B b Paraná, 23 de Marzo de 1858. '
Interior

A Su Señoría el Sr. Ministro de Gobierno de la


Provincia de Buenos Aires, Dr. D. José Barros
Pasos.

Me ha sido transmitida por el Sr. Ministro Secre­


tario de Estado en el Departamento de Relaciones
Exteriores la nota de U. S. de Io del corriente, en con­
testación á la mia de 23 de Febrero, y la elevé aj
conocimiento del Excmo. Sr. Vice-Presidente de la
Confederación en ejercicio del Poder Ejecutivo.
S. E. animado como siempre de los más fraterna­
les sentimientos y llevado por los más sinceros deseos
de conciliación, me ha ordenado decir á V. S. que le
es sumamente sensible que ese Gobierno haya encon­
trado en mi referida nota, un espíritu conminatorio
que no tiene, y que se haya pretendido extraviar la
opinión pública, llamando la discusión sobre puntos que
no se han traído á esta, y que solo se han aducido
como precedentes á la única cuestión interesante, que
es la espresion libre y espontánea del juicio de la
Provincia de Buenos Aires sobre la Constitución Na­
cional de la República, de que se confiesa parte in­
tegrante.
La cuestión, Sr. Ministro, es muy séria y bien
merecía en el interés de la patria común no haberla
tomado como una ocasión de recriminaciones incon­
ducentes, con el solo objeto de lucir una susceptibili­
dad exagerada, sobre pretendidos insultos, abandonando
el único objeto esencial de ella. El Gobierno Argen­
tino quiere preceder á V. S. en ese camino de mo­
desta abnegación, y separando de golpe todo obstáculo
para llegar al fondo de la cuestión, ruego á V. S.
olvide todo cuanto pueda comprometer las pasiones in-
— 12? —

dividuales en un negocio en que solo deben pesarse los


intereses permanentes de la Nación.
He recordado á V. S. la gravedad é importancia
de ese asunto, porque me veo forzado á insistir en el
punto principal de mi nota anterior con nuevas con­
sideraciones, y contestar muy de paso algunos puntos
de su despacho de Io del corriente.
Me permitirá V. S. recordarle, no obstante la inol­
vidable prueba que ha dado Buenos Aires de no tole­
rar que sus derechos sean conculcados, que la inol­
vidable y brutal tiranía de Rosas que ha sufrido la
República y esa Provincia más inmediatamente, duran­
te una generación, habían aleccionado á los# pueblos
sobre la necesidad de una Constitución que hiciera
imposible en lo sucesivo tan vergonzosa degradación.
Así fué que á la caída de la tiranía, se apresuraron las
provincias á echar las bases de una Constitución, bajo
el sistema representativo federal, que estaba de ante­
mano aceptado por pactos preexistentes.
Una revolución en Buenos Aires, produjo el retiro
de sus Diputados del Congreso Constituyente, y si ni
entonces ni después fueron reemplazados, es fuera de
duda que las Provincias no impidieron en ninguna ma­
nera la concurrencia de Buenos Aires con su diputación
al seno del Congreso, como son igualmente ciertos los
esfuerzos que entonces hizo el Gobierno de esa Provincia
para impedir su instalación.
Es también fuera de duda que la Constitución fué
basada sobre los pactos preexistentes aceptados por todas
las Provincias, y en los que Buenos Aires había ejercido
la iniciativa cuando menos; y que si faltó la dipu­
tación porteña en el seno del Congreso, no pue­
den señalarse en la Constitución los resultados de esa
falta en mengua de la Provincia no representada, pues
que fué siempre, por esta razón, el objeto de las
contemplaciones del Congreso, y la única colocada
en una condición excepcional y más ventajosa, que
— 126 -

lo que podría exigir la extricta igualdad interpro­


vincial.
El Congreso esperó algún tiempo los Diputados de
Buenos Aires, para discutir la ley común, objeto de sus
más suspirados deseos; pero amenazadas las Provincias
de una guerra de conquista, buscaron la defensa común
y la conservación en brazo des esa Constitución que es
hoy su salvaguardia y su vida.
Estos hechos de innegable notoriedad han llevado á
la Confederación á la situación en que se encuentra, en
que nada falta para su prosperidad y ventura sino la
unión de Buenos Aires.
Estos hechos, pues, que no pueden borrarse de su
pasado ni de su actualidad, no pueden tampoco ofrecer
obstáculo alguno á la unión Nacional. Dejando, pues, á
un lado la discusión estéril sobre los antecedentes his­
tóricos que no son del dominio del hombre, vengamos
á la conciliación de los intereses que les han sucedido;
pues aún cuando Buenos Aires se creyese desligada de
la obligación de someterse á la voluntad de la mayoría
de las formuladas en la Constitución de Mayo, no podría
jamás justificar su resistencia á decir si la acepta ó
no, y en este último caso no podría rehusar á las Pro­
vincias las razones de su negativa.
La Provincia de Buenos Aires se ha separado de
hecho de la Confederación Argentina, declarándose
no obstante parte integrante de eila. Esta declaración
reiterada, como quiera que pretenda explicarse, le im­
pone deberes para con la Nación de que es parte, que
no puede racionalmente negarse á satisfacer. El prin­
cipal deber, el más inmediato, es la unión. Las causas
de su separación voluntaria, que daña profundamente
los intereses de la comunidad, no pueden ser para ésta
un misterio impenetrable é indefinido. Si Buenos Aires
conoce deberes para con la Nación, el más insignifi­
cante de ellos seria explicarse sobre las causas de su
separación actual y sobre el término de ella. Buenos
- 129 —

Aires debe decir con nobleza si estas causas dependen


solo de su voluntad, ó si existen en las condiciones de
la actualidad de la Confederación, siquiera para arro­
jar sobre esta la responsabilidad y obligación de remo­
verlas: debe decirlas para esplicar el uso de atribucio­
nes que desmienten su anterior declaración; debe de­
cirlas, en fin, para descifrar este enigma que no solo
envuelve en ridículo la entidad indefinible de Buenos
Aires, sino también los altos intereses de la Nación
de que es miembro. La Confederación no puede saber
hasta donde alcanzan sus deberes ni sus derechos para
con la Provincia separada, pues que esta tampoco ha
definido su entidad política. Mientras tanto la declara­
ción convenida de ser una Provincia Argentina impone
á la Nación una responsabilidad moral ante el mundo
por los errores exclusivos de un Gobierno, que no está
sujeto á la ley de la Nación, responsabilidad que la
Nación no quiere ni debe aceptar, y que no es hidal­
guía esquivar por parte de esa Provincia, desde que
no hace notoria su condición política y se gobierna
por su solo consejo.
La Confederación debe, pues, poner un término á
esta situación anómala y Buenos Aires no puede negarse
á este acto de justicia y necesidad.
La Confederación se ha dado una Constitución que
hace su prosperidad y su gloria; si la han aceptado
trece Provincias con ardiente entusiasmo ¿porqué no
merecería el examen siquiera del pueblo de Buenos
Aires? ¿ó sería necesario que todas las Provincias rompan
ante todo las tablas de su ley para escuchar la voluntad
de Buenos Aires cuando quiera ó tenga por conveniente
manifestarla?. El pueblo de Buenos Aires no puede
cobijar tan injustas y exageradas pretensiones.
Reflexione V. S. que no se pide la discusión de
ningún punto controvertible: es solo una cuestión de
sufragio, que no pueden resolver las misiones diplomá­
ticas, sino el pueblo en sus comicios directamente, ó
- 130 -

nombrando una Convención encargada de este solo


objeto. La Constitución Nacional ha recibido el jura­
mento individual de los Argentinos en las Provincias
Confederadas ¿por qué no podría recibir un voto seme­
jante, favorable ó adverso, del pueblo de Buenos Aires?
El Gobierno Argentino se permite recordar á V. E.
que iguales cuestiones se han resuelto del modo pro­
puesto en la Unión Americana del Norte ¿por qué no
habríamos de tentar ¡os medios, cuya eficacia reco­
mienda la experiencia en otras partes?
El Gobierno Nacional no intima su voluntad, cuando
pide á un pueblo como el de Buenos Aires la expresión
de su voto: este es un acto de soberanía popular que la
Confederación tiene derecho de conocer; pero libre y
expontáneo para reglar convenientemente su conducta
ulterior. Los hechos han creado esta necesidad para
la Confederación, que es por parte de Buenos Aires
un acto de justicia y el rnás noble ejercicio de su
soberanía y libertad. Llamar intimación á esta exigen­
cia justísima y fundada, es un contrasentido que no es
posible explicar, sino como un pretexto para eludir el
pronunciamiento del pueblo, que pudiera muy bien no
estar de acuerdo con la opinión de sus recelosos gober­
nantes.
Si el Gobierno Argentino no intima cuando expone
el derecho resultante de los hechos mencionados, no
amenaza tampoco cuando señala los males que son
consecuencia inevitable de la inconcebible situación en
que se pretende mantener á la Nación. ¿Acaso el Go­
bierno Nacional podría evitarlos? Es por esto que los
hace presente, siquiera para salvar su responsabilidad.
Pasaré á contestar otros puntos de la nota de
V. S. sobre los que juzgo muy importante una expli­
cación, pero lo haré rápidamente para no distraer su
atención del interés principal de la presente, y porque
no quisiera que fueran motivo para sacar la cuestión
de su terreno.
- 131 -

Supone V. S. que el Gobierno Argentino mira con


recelo y envidia el progreso de Buenos Aires y las
consideraciones de Potencias de primer de orden que se
halla rodeada, refiriéndose á la recepción de su Encar­
gado de Negocios en la Corte de París. Cuando la Con­
federación Argentina cuenta á esa Provincia en su
seno, por declaración unánime de ambas, los progresos
de cualquiera de ellas son adquisiciones comunes que
estrechan y activan naturalmente los deseos de hacer
práctica esa unión en perspectiva. En este concepto
los progresos de Buenos Aires son progresos Nacio­
nales de que se felicita el Gobierno, siendo imposible
concebir que ellos puedan causar á nadie los senti­
mientos bastardos que ha concebido V. S. Lejos de
esto, cuando aparece un hecho como el aludido por
V. S. que quiebra esa comunidad de intereses, que con­
traria las declaraciones de esa Provincia y que infiere
un profundo agravio á los derechos de la Nación, el
Gobierno que protesta de este hecho en guarda de los
intereses comunes y de la integridad nacional, procede
noblemente con la conciencia íntima de cumplir un sa­
grado deber, y no por esas pasiones que U. S. ha
tenido la desgraciada idea de suponer.
Persuádase V. S. así mismo que este Gobierno
mira con profundo dolor los males que aquejan á esa
Provincia, contando entre ellas, el hecho que V. S.
juzga, por un lamentable estravío, capaz de excitar
nuestra envidia. Ese hecho, Sr. Ministro, no puedé ser
una prueba de consideración desde que no es dirigido
á una nación igual; es solamente una ingerencia nociva
en una cuestión doméstica, que tiende á separar á Bue­
nos Aires fuera de la ley de la Nación. Comprenderá
entonces V. S. porque este Gobierno rechaza este hecho
con toda la energía de su fuerza, y exige las esplica-
ciones de Buenos Aires, y no por esos motivos vul­
gares que tan poco honran la sagacidad de V. S.
Debo antes de ello advertir que la Confederación goza
- 132 -

en todas partes de mayores atenciones obtenidas sin


esfuerzo de igual á igual, y sin sacrificio de uno solo
de los grandes principios que forman su religión política
y su honor; consideraciones que ha soliciladoy obtenido
porque representa la Patria, la Nación, la República
Argentina.
He hablado anteriormente á V. S. sobre la respon­
sabilidad moral que impone á la Nación el haberse
declarado Buenos Aires parte integrante de ella, por los
estravios que puede conducirla su Gobierno irrespon­
sable ante el mundo donde no es reconocido y ante la
Nación cuyo Gobierno no reconoce. En estas observa­
ciones encontrará V. S justificado el cargo que hacia
este Gobierno al de V. S. por el apoyo que prestó á
una revolución, que tendía á turbar la paz en estas
regiones.
Tampoco puede V. E. justificar las prohibiciones
hostiles que ha impuesto ese Gobierno al Comercio Ar­
gentino, con la ley de derechos diferenciales establecida
en la Confederación. Esta ley no fué calculada en
daño de los intereses comerciales de Buenos Aires,
sino exclusivamente con el objeto de favorecer nues­
tros mercados, emancipándolos de esa molesta depen­
dencia de que todavía V. S. hace alarde en la prohi­
bición mencionada. Esta ley no podía reputarse hostil
á Buenos Aires, cuando comprendía á la República
Oriental por su situación geográfica, y precisamente
por esta circunstancia, habría sido odioso é irritante
excluir de aquella resolución á la Provincia separada
por su sola voluntad. Esa ley, en fin, no ha podido
reputarse hostil á Buenos Aires desde que podía elu­
dirla, haciéndose prácticamente Provincia Argentina
conforme á sus reiteradas declaraciones teóricas.
No continuaré, Sr. Ministro, rebatiendo uno á uno
los demás puntos de la nota de U. S.; no dejaré sin
embargo, de rechazar las acusaciones injustas que en­
vuelven los concerptos destinados á refutar los cargos
— 133 -

que hice al Gobierno de U. S. por la aproximación de


las fuerzas militares á la frontera de la Confederación,
y de la ocupación de su territorio, sin acuerdo ni aviso
prévia, so pretexto de una expedición al desierto. La
conducta del Gobierno Argentino, su generoso proceder
en el rescate de los cautivos de esa provincia y los
innumerables documentos oficiales que son del dominio
público, lo ponen á salvo de recriminaciones profunda­
mente injustas.
Concluyo, pues, insistiendo en el exámen de la Consti­
tución Nacional por el pueblo de esa Provincia. Este
exámen, Sr. Ministro, podría dar lugar á uno de tres
casos: aceptación absoluta—aceptación parcial—su abso­
luto rechazo. La primera hipótesis terminaría toda cues­
tión en un abrazo fraterna^ La segunda diferirá la
unión definitiva hasta la época que señala la Constitución
para su reforma, pero permitiría disimular un arreglo
provisorio, que la ligase desde hoy á sus resultados, y
regularizarse mientras tanto las relaciones mútuas y
los intereses comunes, manteniéndose en las condiciones
de Provincia Argentina. En ese caso únicamente se
concibe la oportunidad de los Comisionados de esa
Provincia para convenir con los de esa Nación, porque
entonces tendrían bases fijas para sus arreglos, y no
se encontrarían, como ha sucedido alguna vez, sin ins­
trucciones para tratar la única cuestión en pié, sin
puntos de partida para sus trabajos, y sirviendo, á su
pesar, de instrumentos ciegos de ocultas intrigas, La
experiencia reciente de los años 52, 55 y 56, ha debido
persuardir á V. S. que este recurso es completamente
ineficaz, mientras no sea conocida la voluntad de Buenos
Aires sobre la Constitución Argentina.
El rechazo en fin de la Constitución Nacional por
parte del pueblo de Buenos Aires podría importar la
espresion uniforme, firme é irrevocable de formar una
nación independiente. Entonces el Congreso Federal
Legislativo próximo á reunirse decidiría sobre tan gra-
- 134 —
ve negocio; pero terminaría en fin esta situación in­
definida é imposible, inconciliable con todos los inte­
reses de las'partes comprometidas, que se prolonga y
complica de dia en dia, con perjuicio de todos y sin
provecho de ninguno.
Cualquiera que pueda ser la intención del pueblo
de Buenos Aires á este respecto, [no se ha manifesta­
do aún de la única manera que no pueda equivocarse
con opiniones y pasiones individuales, y esta manera
es el voto libre, que he pedido á V. S. y que reitero
en cumplimiento de las[ órdenes que he recibido del
Excmo. Sr. Vice-Presidente.
Espero, pues, de la justicia é ilustración de V. S.
no se negará por más tiempo á tan justa como legí­
tima exigencia, á fin de que quede definida esa situa­
ción provisoria más dañosa á los intereses de la Na­
ción, á su crédito y respetabilidad que cualquier estra-
vío que adoptase el pueblo de Buenos Aires en este
importante asunto.
Dios guarde á V. S.
Santiago Derqui.

Departamento
de Buenos Aires. Abril 9 de 1858.
Relaciones Exteriores

Al Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de la Confe­


deración Argentina, Dr. D. Bernabé Lopes.
Haciendo un paréntesis á las incesantes atenciones
de los Departamentos que tengo el honor de desempeñar,
me ocupo de contestar la nota que con fecha 23 de
Marzo me dirigió el Sr. Ministro del Interior del Go­
bierno del Paraná, insistiendo en que el del Estado de
- 135 -

Buenos Aires someta al juicio del pueblo la Constitución


de la Confederación Argentina.
S. E. el Sr. Gobernador, observando que la citada
nota del 23 de Marzo venia concebida en un lenguaje
menos inadecuado que la anterior de 23 de Febrero,
haciendo así posible un exámen leal y tranquilo de lo
que en ella se anuncia y se propone, y observando
también que, como garantía de sinceridad y buena fé,
renegaban de ella la intención de conminar é insultar
á Buenos Aires, que revelaban los conceptos estam­
pados en la de Febrero 23, me había prevenido que
absteniéndome, como lo ha hecho siempre este Go­
bierno, de entrar en esa polémica apasionada, á que
se le está provocando, de recriminaciones sobre el pa­
sado que tanto exacerban los ánimos en daño de los
intereses comunes, y contrayéndome exclusivamente á
los hechos de la actualidad, me esforzaré en paten­
tizar que el arbitrio de librar un extenso código cons­
titucional al examen, discusión y votación populares»
es á todas luces irrealizable é inusitado. Ese medio,
Sr. Ministro, es abiertamente contrario al derecho pú­
blico del Estado de Buenos Aires, donde el sistema
representativo es una feliz realidad, y donde habiendo
el pueblo delegado en Representantes el ejercicio de su
soberanía originaria, estos vienen á ser los únicos ór­
ganos legítimos del juicio ó de la voluntad del pueblo,
sin que aún á ellos mismos, que no forman un cuerpo
constituyente sino constituido, les sea lícito enajenarse
así de esa grande atribución que la Constitución les
confiere y que constituye sin duda el carácter y esencia
de su alto mandato.
Yo me lisonjeaba con la idea de que el fruto de
esta fácil tarea, sería llevar al ánimo de ese Gobierno,
la misma profunda convicción que á este respecto asiste
al de Buenos Aires, y que por tanto el verdadero árbitro,
tan usitado como fácil era el ya propuesto por él, esto
es, empezar por nombramiento de comisionados.
- 136 —

Mas en estas circunstancias, la prensa ha hecho


llegar á conocimiento del Sr. Gobernador la existencia
de dos circulares, relativas á este mismo negocio, y
dirigidas por miembros de ese mismo Gobierno, á los
Gobernadores de las provincias hermanas.
Estos sorpredentes documentos, objeto hoy de asom­
bro y de reprobación general, han venido á derra­
mar un torrente de luz sobre los verdaderos pro­
pósitos y sentimientos del Gobierno del Paraná y so­
bre el verdadero carácter impreso por él á esta ne­
gación.
Concebidos en un lenguaje exaltado y enconoso,
contienen inmerecidas ofensas al pueblo y al Gobierno
de este Estado, y amenazas de todo género con
que se pretende absurdamente intimidarle, al mismo
tiempo que en la nota del 23 de Marzo se protestan
miras pacíficas y sentimientos fraternales; falsean ya
los hechos que pertenecen ya á la historia de nues­
tro glorioso pasado, para echar innoblemente sobre
Buenos Aires la responsabilidad de las desgracias co­
munes, y muy especialmente las que causó á este pueblo
la sangrienta dominación de un tirano, cuyo principal
sostenedor fué el general vencedor en la «India Muerta»
y en «Vences»: acriminan no solo al actual pueblo y
gobierno de este país, sino á todos sus hijos y gobier­
nos y aun al mismo pueblo del año diez, y sin recono­
cerle uno solo de sus méritos y servicios á la Nación
Argentina, se le presenta como no habiendo tenido desde
entonces otro sistema político ó propósito, que domi­
nar, despotizar y espoliar á las provincias; y tan ultra­
jantes documentos, se escriben, Sr. Ministro, cuando
está pendiente una negociación, cuando se espera una
respuesta de Buenos Aires, cuyo contenido ignoraba ese
Gobierno; y no solo se circulan sino lo que es más, se
libran á la publicidad.
Todo esto ha hecho comprender á mi Gobierno
que el de U. S. no desea sinceramente cooperar á que
- 137 -

desaparezcan las dificultades que obstan á la recons­


trucción de la Nación Argentina.
Desde entonces, juzga el Sr. Gobernador del Esta­
do que el proseguir una negociación de aparato, dando
así ocasión á nuevos ultrajes y provocaciones, que ale­
jan más y más el deseado día de aproximarse libre­
mente los miembros de la familia común, seria obrar
contra las exigencias y conveniencias del interés Argen­
tino, y al mismo tiempo descender él de la altura en
que las instituciones y antecedentes del gran pueblo que
preside, le imponen el honroso deber de conservarse.
En consecuencia, tengo orden de declarar categóri­
camente á V. S., como lo hago, que á presencia de las
circulares mencionadas el Gobierno del Estado de Buenos
Aires quiere y debe salvar su dignidad, poniendo un
término á esta correspondencia, cuando menos infruc­
tuosa.—El deja la responsabilidad de las consecuencias,
sean ellas las que sean, á los que las hayan provocado;
y libra con plena confianza al juicio imparcial de los
propios y de los extraños, la debida clasificación del
proceder de ese Gobierno.
Dios Guarde á V. S. muchos años.

José Barros Pasos


- 138 -

1858

Circular del Ministro del Interior esplicando la


INJUSTIFICABLE CONDUCTA DEL GOBIERNO DE BUENOS

Aires — Causas que prepararon la guerra de


1859.

Departamento del Interior

Ministerio

DEI' Paraná, Marzo 29 de 1858.


Interior

Al Excmo. Señor Gobernador de la Provincia de....


He recibido orden del Excmo. Señor Vice Presidente
de la Confederación, en ejercicio del Poder Ejecutivo,
para comunicar á V. E. copias de las notas canjeadas
entre este Gobierno y el de la Provincia de Buenos
Aires, y exponer á V. E. las razones que motivaron
esa nueva iniciativa de su parte.
El Gobierno Nacional, firme en su política de paz
y de conciliación abrigó siempre la esperanza de que
su moderación y tolerancia le conquistarían la con­
fianza del pueblo de Buenos Aires, y que la radicación
del orden y régimen constitucional en la Confederación,
operarían la saludable reacción, en favor de la unión, en
esa Provincia, está persuadido que el pueblo porteño
librado á sus inspiraciones hubiese ya vuelto al seno de
la comunidad, buscando en ella el remedio á los males
que gravitan sobre esa Provincia.
Pero gobernada por hombres exclusivistas, domi­
nada por otros que predican el odio y explotan en su
provecho sus pasiones y sus nobles y generosos senti­
mientos, la segregación de Buenos Aires se prolonga
indefinidamente, sin que sea posible designar un tér­
mino á esa situación anormal, evidentemente perjudicial
á los intereses materiales y morales de la República toda.
Esta situación harto lamentable y que deploran
- 139 -

todos los buenos Argentinos, ha venido á complicarse


y agravarse, por hechos recientes, y á darle un ca­
rácter nuevo, que hace aún más necesario, que sea
definida cuanto antes.
El Gobierno de Buenos Aires, no satisfecho con
negarse ha aceptar la Ley común que está en su deber
acatar y obedecer, en cumplimiento de los pactos na­
cionales prexistentes, ha trabajado activamente cerca de
los Gobiernos extrangeros para que fueran admitidos
por ellos, sus agentes diplomáticos.—Hasta hoy, y por
motivos que no pueden razonablemente explicarse, des­
pués de la política que de común acuerdo adoptaron en
1856 las potencias más importantes de Europa en favor
de la integridad nacional,—solo ha conseguido que el
Gabinete de S. M. el Emperador de los franceses, reciba
en carácter oficial al encargado de negocios de Buenos
Aires acreditado cerca de aquel Gobierno.
Este hecho tiene en si tal gravedad y un alcance que
no puede desconocerse. Buenos Aires al ejercer un acto
de la soberanía exterior de las naciones, reconocido por la
Francia, asume la posición de una nación independiente
y consuma implícitamente la desmembración de la Re­
pública. Este modo paulatino de erigirse en Nación
independiente, si fuese tolerado por la República, daría
resultados idénticos á los que producirían una declara­
ción categórica de parte del Gobierno de Buenos Aires,
sobre todo-, si consiguiese que el ejemplo de la Fran­
cia, fuese seguido por otras potencias. Este acto.de
la soberanía exterior, única é indivisible para toda la
República y cuyo ejercicio está reservado por la Cons­
titución Nacional, Ley suprema de las catorce Provin­
cias Argentinas, á su Gobierno General, compromete la
integridad Nacional; y Buenos Aires, solo ha podido
ejercerlo, favorecida por esa política conciliadora de la
Confederación, que escusó recurrir á medios coercitivos
para dejar obrar el tiempo y la convicción;—pero, en
presencia de esa tendencia antipatriótica del Gobierno
- 140 —

de Buenos Aires, tolerar por más tiempo la segregación


de esa Provincia, ó dejar sin definir esa situación anor­
mal, seria admitir de hecho su independencia y conse­
guir la desmembración del territorio Argentino.
La actitud asumida por el Gobierno de Buenos
Aires, su designio evidente de romper con todos los
compromisos anteriores que ligan esa Provincia á las
demás y forman de todas ellas una sola Nación, debia
inevitablemente lanzar á aquel Gobierno en una política
y propaganda revolucionaria, pues sentía la necesidad
de ensanchar sus relaciones, aumentar sus medios de
acción y buscar apoyo para realizar sus culpables pla­
nes. En vano procuró hallar esos designios en la Con­
federación. Entonces hecho su mirada sobre la Re­
pública Oriental del Uruguay, que desgraciadamente
se hallaba, aun mal curada de las heridas pasadas.
Fomentó allí la división y estalló la revolución. Sin
preocuparse de la observancia de los principios que
guian á las Naciones, auxilió abiertamente y á la luz
del dia á los facciosos: de Buenos Aires, á la vista de
la autoridad, consentida y otorgada por ella, partió una
expedición que fué á reforzar y engrosar las filas de la
rebelión. Mientras el Gobierno de Buenos Aires, asu­
mía una responsabilidad de tanta gravedad, y compro­
metía la paz que existia entre esa Provincia y la Re­
pública Oriental, el Gobierno Argentino, á pedimento,
del de esta República y en cumplimiento de estipula­
ciones internacionales, acudió en sostén de la autoridad
que fué sériamente amenazada, á consecuencia de los
refuerzos que salieron de Buenos Aires; aunque esta
Provincia desconozca la autoridad Nacional á los ojos
de las potencias extrangeras, el Gobierno Argentino, es
responsable de los actos que pueda ejercer en violación
de las consideraciones que se guardan las naciones
entre sí y de los principios que rigen sus relaciones,
pues ella es parte integrante de la Confederación, desde
que no se ha reconocido su independencia.
- 141 —

Esa política revolucionaria, altamente perjudicial al


buen crédito de la Nación Argentina, no cambiará mien­
tras dure la segregación de Buenos Aires. Ella tien­
de, y nos impulsa infaliblemente á que volvamos á las
épocas mas funestas de nuestro pasado. Las carnice­
rías de Villa Mayor y los sucesos sangrientos que
tuvieron su desenlace en Quinteros, nos prueban que
marchamos á un abismo, sino se pone término á esa
situación, pues lejos de extinguirse los odios y divisio­
nes de los antiguos partidos, los hacen revivir, porque
aquella política revolucionaria, busca partidarios y pro­
sélitos, y exaltando las pasiones y habriendo las heri­
das aun mal curadas, causadas por esa larga serie de
lucha que ensangrentaron el suelo de la Patria.
El único remedio á los males presentes, como el único
preservativo de los mayores que aun nos amenazan, exis­
te en la unión. Con ella desaparecerá esa política pertur­
badora puesta en juego por el Gobierno de Buenos Aires,
para llegar á sus fines disolventes, ó mantenerse en ese
aislamiento á que anhela dar un carácter difinitivo.
El Gobierno de Buenos Aires, sin poner siquiera
en práctica con la Confederación, las reglas obser­
vadas por los países extraños entre sí, en circuns­
tancias análogas, comprometió seriamente la tranquili­
dad, la riqueza de nuestras provincias fronterizas al
desierto. Sus expediciones militares, sin aviso ó acuer­
do prévio, rayando nuestras fronteras é internándose
en nuestro territorio, hubiesen podido, en caso de bijen
éxito, poner nuestras fuerzas en gran conflicto, porque
las hordas salvajes hubieran hecho irrupción en aque­
llas Provincias, no preparadas para la defensa, sem­
brando en ellas la muerte y la ruina.
La Confederación, no halla á mal que Buenos Aires
emplee la guerra ofensiva, ó defensiva para resguar­
darse de los indios del desierto; pero el modo como
hace esa guerra, es una hostilidad indirecta á la Con­
federación. El Gobierno Nacional ha ofrecido al de
- 142 —

Buenos Aires, hacer valer sus relaciones pacíficas que


mantiene con los principales jefes de las tribus sal­
vajes, para extender los beneficios de la paz, con éstos,
á esa Provincia, y en caso que fuese necesario ayu­
darle en un sistema de defensa ó de guerra que pu­
siera termino á las depredaciones, tan frecuentes, que
ejercen en Buenos Aires. Estas generosas proposicio-.
nes fueron rechazadas, y hoy ese Gobierno se iibra á
operaciones que, emprendidas por sí solo, no pueden
dar otros resultados, que comprometer la paz que exis­
te entre el Gobierno de la Confederación y los indios,
y exponer la vida y las propiedades de los numerosos
habitantes de nuestros territorios limítrofes con el desierto.
La política hostil del Gobierno de Buenos Aires,
se ha mostrado también últimamente por ciertas medi­
das prohibitivas al comercio que mantiene la Confede­
ración con esa Provincia. Ha prohibido la exportación,
y hasta el tránsito para los puertos argentinos, de lo
que clasifica artículos de guerra, sin tomar en consi­
deración que lo que llama artículos de guerra, son en
su mayor parte necesarios á la industria. Esta prohibi­
ción es considerada en todas partes, como una medida
hostil, y que solo acostumbran adoptar las naciones
cuando estalla la guerra entre ellas.
Estos hechos impusieron al Gobierno Nacional el
deber de procurar cuanto antes la reintegración de
Buenos Aires á la Confederación, pues el aislamiento
que ha traído esos males, no puede prolongarse sin
acarrear otros mayores. Por otra parte, tal situación
compromete la obra de la organización Nacional, ó la
hace difícil, por que en este estado de inquietud per­
manente es imposible imprimir una marcha regular á
las cosas, y la atención del Gobierno, que únicamente
deberia contraerse, en este periodo de organización á
cimentar las nuevas instituciones, está distraída en con­
tener los esfuerzos de la política disolvente y anár­
quica de aquel Gobierno.
- 143 -

El Gobierno Nacional invitó, pues, nuevamente al


de Buenos Aires á que sometiese la Constitución de
Mayo al examen del pueblo de esa Provincia, pues, es
á él á quien únicamente corresponde pronunciarse sobre
tan grave asunto, porque es él, el que ha de soportar
las consecuencias de su decisión,
El Gobierno de Buenos Aires, tomando sobre si
una responsabilidad que no puede asumir, contrariando
sin duda las intenciones del pueblo de esa Provincia, ha
rechazado con altivez el medio propuesto por el Go­
bierno Nacional, como único que pueda dar á conocer
la opinión de esa Provincia y definir la situación de que
á todo trance es necesario salir.
Después de la contestación del Gobierno de Buenos
Aires, la Confederación se hallaba en perfecto derecho
para llevar desde ahora la cuestión al terreno de las
armas. Pero, aunque disponiendo de elementos pro­
pios más que suficientes y contando con el eficaz apoyo
de poderosos aliados, para librar ¿i Buenos Aires de la
opresión de aquel Gobierno, que no le permite siquiera
emitir su voto sobre una cuestión que á él únicamente
compete resolver, ha querido aún ensayar un último
esfuerzo, olvidando la arrogancia de los gobernantes de
esa Provincia, para solo acordarse de los males que
traería la guerra á ese pueblo hermano.
La sinceridad de los deseos de la Confederación
está altamente acreditada por el largo tiempo que ha deja­
do pasar, sin recurrir á la fuerza para traer á Buenos .Ai­
res á la comunidad, y en la generosidad de su acción tardía.
Si desgraciadamente el Gobierno de Buenos Aires
se obstinase en rechazar todo avenimiento, y se negase
á la justa exigencia del Gobierno Nacional, entonces
éste se verá forzado á recurrir á otras medidas, que lo
pongan á cubierto de esos males y salve su responsa­
bilidad, procurando por arbitrios más eficaces la solución
de esta cuestión. El Gobierno Nacional evitará apelar
á la guerra. Más si el ejercicio de aquella medidas
- 144 -

compulsorias fuese provocado, la aceptará tremenda y


ejemplar. Pero en ningún caso será al Pueblo de
Buenos Aires á quien lleve la guerra, sino á ese Gobierno
rebelde, último obstáculo de la orgonizacion Nacional,
como fué el primero en 1851. Como en esa época,
serian hermanos y amigos los que fuesen á libertar á
hermanos y amigos, y á ponerlos en posesión de su
libertad, para que puedan pronunciarse libremente sobre
su suerte futura, y que puedan, en fin, hacer oir la voz
patriótica de unión.
Tales son. Señor Gobernador, en resúmen, los mo­
tivos y los sentimientos que han guiado al Gobierno
Nacional, en sus últimas comunicaciones con el de Bue­
nos Aires, y tal es la marcha que se propone seguir
para arribar á la solución definitiva de tan grave
cuestión.
El Gobierno Nacional está persuadido que ha pro­
cedido en todo conforme á los deseos y á las convic­
ciones de esa Provincia, pero anhela vivamente que ella
se pronuncie, para que conociéndose explícitamente la
opinión pública, sirva de guía al Gobierno y Congreso
Federal, á este respecto, porque es el deber de estas
altas autoridades, en tales circunstancias, como en pre­
sencia de los acontecimientos que pueden surgir, mar­
char de acuerdo con los pueblos Confederados intere­
sados todos en la tranquilidad é integridad de la
República, como en su prosperidad y su respectabilidad.
Dejando cumplida la orden que he recibido del
Excmo. Sr. Vice Presidente de la Confederación, no me
queda sino rogar á V. E. haga dar mayor publicidad, á
esta nota y documentos que acompaño, á fin de que se
pronuncie sobre ellos sin dilación, la opinión de ese
pueblo, y que V. E., órgano oficial de ella, pueda satis­
facer sin demora, los deseos del Gobierno Nacional que
acabo de manifestarle.
Dios guarde á V. E. muchos años.
Santiago Derqui.
— 145 —

27 <le Marzo de 1858

Cauta del Dr. Don Salvador M“. del Carril á los


Gobernadores de las Provincias, explicando las
CAUSAS DE LA RESISTENCIA DE LOS POLITICOS PORTEÑOS

Á LA UNION NACIONAL.

Paraná, Marzo 27 <le 1858.

Excmo. Señor Gobernador..........................


Distinguido Amigo y Compatriota:
El grave é imponente peligro en se que halla la inte­
gridad de la República por la política hostil del Gobierno
de Buenos Aires, me obliga á dirigirme confidencialmente
á V. E., para someterle el juicio intimo de mi conciencia
sobre una cuestión vital para nuestra Patria á fin de
estimular el noble patriotismo de V. E. en los momentos
en que el Gobierno Nacional consulta la opinión de esa
Provincia sobre las notas cambiadas con el Gobierno de
Buenos Aires y las ulterioridades que pueden surgir.
Consagrado desde mis más tiernos años al servicio
de mi Patria, en relación con los hombres más notables
de nuestra historia contemporánea, he estado en posi­
ción de juzgar los acontecimientos más prominentes de
la revolución, y he podido estudiar con provecho las
tendencias,de la política del Pueblo iniciador hasta este
momento en que se desarrolla con más tesón que nunca,
siempre fiel á sus interesados propósitos de dominación
intolerante y despótica. Ahora, que mi cansada edad
y salud quebrantada me excluirán en breve de la escena
política, debo á mi cara Patria los consejos de mi expe­
riencia, último servicio que puedo prestarle y que deseo
con toda la fuerza de mi corazón, tenga eficacia bastante
para conservarle siquiera los bienes que ha adquirido á
costa de tantos sacrificios y por una especial protección
del cielo.
10
— 146 -

Buenos Aires colocado á la cabeza del Virreinato


del Rio de.la Plata, tuvo como era natural, la iniciativa
y la dirección del gran movimiento revolucionario que
emancipó á estas Provincias de la denominación espa­
ñola. Habituada desde entonces al ejercicio exclusivo
é inrresponsable de la soberanía nacional, ha combatido
tenazmente los esfuerzos que ha hecho la Nación en
diferentes épocas para establecer un gobierno general
que diese á todos igual participación en la cosa pública,
base de la verdadera democracia, y abriese un libre
campo á las nobles y legitimas aspiraciones de todos los
argentinos, sea cual fuese la Provincia de su nacimiento.
La política de la Capital del Virreinato, continuada
aun después de la revolución, despreció con soberbia
las manifestaciones de los Pueblos, ya fueran sus gefes,
Artigas, Ramírez, López, Güemes, ó ya fueran por su
importancia y antecedentes el Paraguay, Bolivia ó el
Estado Oriental. Y en lugar de darse cuenta con sen­
satez de lo que podían tener de útiles y justas, die­
ron á esos Pueblos y á esos Gefes nombres de guerra
y de bandería, los combatieron y sin vencer jamás
á ninguno, los forzaron á desmembrar el ancho y mag­
nífico suelo en que estaba diseñada la Patria Argen­
tina. El mundo reconoce hoy en la sociedad de las
naciones á Bolivia, al Paraguay y al Estado Oriental,
ricos desprendimientos que rodaron sueltos por el vol­
can de las pasiones furiosas, que tienen su cráter en
Buenos Aires.
Esa política ambiciosa é injusta produjo la más
brutal tiranía y aun gimiendo bajo su peso, se mos­
traban los hijos de Buenos Aires recelosos del poder
ó de la fortuna de los que combatían al tirano, cuan -
do no habían tenido la suerte de nacer en el suelo
privilegiado.
El castigo fué tan tremendo que debió esperarse
que les hubiera servido de ejemplar lección; sin em­
bargo después que el General Urquiza rindió las fa-
- 147 -

langes del tirano, salvando á la República Oriental de


su opresión, y á la Confederación de su yugo en la
batalla inmortal de Monte Caseros, olvidando instan -
táneamente la magnitud de los esfuerzos del Liberta­
dor, la magnanimidad de su conducta y la solemnidad
de la situación, se afanaron en cruzar las prudentes
medidas que debían perpetuar para la Patria su re­
ciente conquista, y prefirieron volver al caos sangrien­
to de la anarquía, antes que renunciar á sus tradicio­
nes de dominación inconsiderada, inhábilmente encu­
biertas en su manifiesto de 18 de Septiembre de 1852.
Desde entonces ha debido observar V. E. los im­
ponderables esfuerzos de esos hombres, para envolver
á la Nación en una guerra fratricida, para estorbar la
instalación del Congreso Constituyente é impedir la
sanción de la Constitución nacional, pretendiendo desa­
creditarla á los ojos de los pueblos, aun antes de que
fuese conocida.
V. E. debe recordar que ningún medio fué exclui­
do de la esfera de su acción para llevar adelante sus
planes y que la perfidia, el oro y otros medios de
seducción así como la fuerza, todo, en fin, fué em­
pleado descaradamente para someter á la Nación á su
capricho.
Estos hechos fueron proclamados entonces por la
prensa, órgano de ese gobierno; tan corrompida y
estraviada que ni se apercibía del escándalo que daba
al mundo. Llamándose reaccionarios de la tiranía, no
trepidaron en buscar alianzas entre algunos dé sus
adeptos, ni en llevarlos al suplicio después que no los
necesitaron.
Mientras tanto V. E. habrá notado la moderación
con que el Gobierno Nacional ha contestado á esas
hostilidades sistemadas, esperando con paciencia que el
Gobierno de Buenos Aires oyese mejores consejos, alec­
cionado por la impotencia de sus medios de coacción,
por la firmeza de los pueblos, por su fidelidad y adhe-
— 148 —

sion á la Ley fundamental, origen y base sólida de su


progreso actual. La tolerancia ha sido llevada á un punto
en que seria imprudente mantenerse por más tiempo.
El Gobierno de Buenos Aires insiste hoy en sus
propósitos y pretende arrebatar paulatinamente la so­
beranía nacional, adormeciendo á los Pueblos con rei­
teradas declaraciones de no dejir de ser parte inte­
grante de la República. Empero, ha declarado que es
su voluntad no aceptar ninguna Constitución, sino des­
pués de haberla examinado y aprobado, reservándose
de ese modo un veto absoluto en las decisiones de la
mayoría de la Nación; es decir, que la Nación se ha de
constituir cuando y como Buenos Aires quiera. Ha
fortalecido su aislamiento indefinido, su independencia
de hecho, haciendo reconocer sus Agentes por Naciones
extrangeras; pero sin abandonar sus designios sin re­
nunciar á la dominación de las Provincias, esperando
de la peripecias de una guerra civil, que no tiepidará
en promover, que vuelvan á recibir de rodillas la ley
que le impongan sus caprichos, sin condiciones ni ga­
rantía alguna, siendo para este solo caso que se de­
clara parte integrante de la Nación Argentina.
Eso es lo que Buenos Aires ofrece á las Provin­
cias, en cambio de sus libertades, de sus constituciones,
de su régimen municipal y de toda su riqueza; porque
entonces volverán á cerrarse los ríos al comercio del
mundo y la famosa Sala de Buenos Aires, tan dócil
durante la tiranía, será la que suplante al Congreso
Argentino en los actos más trascendentales de su sobe­
ranía interior y exterior. Los argentinos de las Pro­
vincias no serán más que miserables siervos, solo acree­
dores á una sonrisa de sus Señores, cuando se presten
á descargar el látigo contra sus hermanos. Rosas legó
al Pueblo de su nacimiento la revelación de que se
podia conseguir la centralización más despótica, em­
pleando como instrumento á los mismos hijos de las
Provincias.
— 149 —

Buenos Aires ha sido educada en esas ideas: no


conoce otro sistema de Gobierno para la Nación de
que hace parte.
Para la ejecución de esos planes, se ha empezado
por la difamación de los hombres patriotas en quienes
ven un obstáculo insuperable para realizarlos.
Perdonarán antes á Rosas su despotismo, que al
General Urquiza que rompió sus cadenas y les dió
la libertad de que hoy abusan; porque no era la liber­
tad para todos los que ellos querían, sino suplantar
al tirano. Al dia siguiente de la victoria, quisieron
arrebatar al generoso vencedor el derecho de perdonar
á ios vencidos, quisieron esterilizar en sus manos los
frutos de la victoria, pretendieron cruzar sus benéficas
miras sobre la organización nacional y hasta maquina­
ron cobardemente contra su vida.
No le perdonarán jamás su fidelidad á las prome­
sas que hizo á la Nación que libertó, que se constituyó
libremente por sus esfuerzos y que ha defendido con
bizarría hasta hoy. Han descendido hasta el exámen
de su vida privada, faltando así a todo respeto y fal­
seando la verdad. Hasta la fortuna del General Ur­
quiza, adquirida por su incesante laboriosidad y pro­
fusamente distribuida en obras de beneficencia y muchas
empresas de pública utilidad, es un crimen para sus
ingratos detractores.
Pero el General Urquiza, el hombre público más
leal y consecuente á sus compromisos que ha^ta hoy
hemos conocido, ha contestado á esas calumnias mise­
rables, redoblando su celo y vigilancia sobre los inte­
reses de la Nación; se cuenta recompensado con usura
con la estimación de sus compatriotas y desprecia la
maledicencia de sus innobles enemigos. Si antes pudo
tener pues recelos ¿qué puede temerse hoy que ha lle­
nado su misión con altura cumpliendo todas sus pro­
mesas, perseverando en sus propósitos patrióticos y
ligando la gloria de su nombre á la existencia de la
— 150 -

Constitución de Mayo? Pero saben que el General


Urquiza en la Presidencia y fuera de ella será siempre
sus más poderoso defensor. El es el obstáculo que les
ha impedido hostilizar con éxito á la Confederación y
que se encendiese en ella la guerra civil, lo que in­
dudablemente sucederia si él no existiese, porque su
prestigio y su valor imponen á los enemigos de la
actualidad de la Confederación. En cualquier parte
que sufren una contrariedad, aunque sea nacida de
sus propios errores, en la prensa, en sus fronteras,
en todas partes en fin, ven la sombra del General
Urquiza, y como no pueden vencerlo, procuran difa­
marlo.
Rivadavia, Gutiérrez, Gorostiago, Varela, los López,
Pico y otros patriotas hijos de Buenos Aires, de alta
inteligencia y corazón recto, que han osado decir la
verdad y traer á esa Provincia á los límites racio­
nales de la justicia y el honor, han sido condenados
al destierro y la obscuridad sin darles participación
en la cosa pública. Cito estos nombres porque es
justo reivindicar su autoridad que quisieran hacer valer
en favor de los desmanes del Gobierno de Buenos
Aires. Los que han muerto de ellos, estarían con la
Nación, y por el orden constitucional que rige hoy la
República Argentina. Y lo digo, porque sé sobre esto,
para honra y gloria de mis ilustres amigos, más que
cualquier otro. Se comprenderá que mi delicadeza me
hace omitir otros nombres de distinguidas inteligencias
de Buenos Aires, porque no habiendo trabajado de mi
lado, seria necesario consultarlas primero.
Soberbios é inflexibles en su política impía y des­
organizadora. han resistido á la ley de fusión tan ne­
cesaria en nuestra sociedad dilacerada por los antiguos
partidos, que ellos han hecho renacer, enconándolos de
nuevo, olvidándose de las supremas necesidades de la
Nación, y faltando al principio cristiano de la frater­
nidad, pretenden hoy arrebatar al Juez Supremo el
— 151 —

derecho de juzgar á los buenos y los malos, llaman­


do á la sociedad á un juicio universal en que harán
á su capricho la separación de los réprobos, conde­
nando á todos á un verdadero infierno de desolación
y anarquía. En ninguna parte del mundo se ha lle­
vado la soberbia y la venganza á un estremo tal de
irritante impiedad: la jurisprudencia humana solo ha
designado las acciones buenas ó malas con absoluta
prescindencia de que los hombres que las ejecutaran
fueron buenos ó malos; juicio solo reservado á Dios
á la terminación de los siglos en las últimas relaciones
con la humanidad. Tratándose de constituir una Na­
ción con sus elementos propios, era odioso y estem-
poráneo el juicio sobre los actos pasados, y la razón
enseñaba que la Constitución que se diese, debía refe­
rirse al porvenir, reglando las acciones futuras bajo la
ley de la igualdad para todos, sin escluir á nadie de
su amparo y sin dar á esta ley un efecto retroactivo,
que no solo seria ultrajante é injusto, sino también
innecesario para la felicidad común. ¿Por qué habría­
mos de monopolizar la Patria en provecho esclusivo
de los vencedores, condenando á los vencidos al ostra­
cismo ó la muerte? ¿Por qué les habríamos de pro­
vocar á que abriesen con la lanza las puertas de la
Patria que les cerrásemos por un abuso de nuestra
fuerza transitoria? Esto seria una pretensión de in­
falibilidad, que desmienten elocuentemente nuestras pa­
sadas desgracias.
La hermosa Constitución Nacional no podía acep­
tar estos errores, por que no era el credo de un par­
tido: al contrario, elevándose sobre todos ellos, los
sometió á la ley común, á la santa fraternidad. Esto
entendieron nuestros legisladores que era constituir la
Patria.
El Congreso, abrazando con patriótica mirada un
horizonte mucho más extenso que el de cualquier loca­
lidad, estableció principios de derecho social más avan­
— 152 —

zados que el estado en que se hallaba entonces la


conciencia pública, señalando á todos el grado de per­
fección á que era necesario conducir la Patria, lenta­
mente y sin estrépito, única conducta cuya eficacia ha
acreditado la esperiencia humana para corregir los
actos estraviados de un pueblo belicoso y apasionado.
Bajo esa base ancha y segura, la constitución prác­
tica de la República era una obra gradual y cotidia­
na que debía consumarse con patriotismo prudente»
encarnando sus principios en la conciencia y las cos­
tumbres del pueblo, tolerando los viejos resabios como
frutos de la fragilidad humana, sin desviarse de aquel
objeto. La emigración numerosa; que volvía al seno
de la Patria constituida, debía aceptarla con estas con­
diciones esenciales, dejando en las fronteras los anti­
guos recuerdos de partido, sin pretender llevar adelante
el necio capricho de trastornar el orden establecido sin
su concurrencia renovando los antiguos rencores desa­
creditados ya, pero no lo bastante aun entre los hijos
de esta tierra.
Esta es todavía la política del Gobierno Nacional,
Sr. Gobernador, y V, E. ha podido apreciar, cuanto ha
influido en e¡ progreso de esa Provincia y cuantas
esperanzas están pendientes aun de la perseverancia y
buen sentido en defenderla Esta es también la obra
que pretende destruir la política del Gobierno de Bue­
nos Aires.
Buenos Aires por su disidencia ha comprometido
gravemente la paz y la libertad de la República, por su
independencia quebrará su integridad y causará final­
mente su disolución total.
¿Qué motivos tan graves llevan á aquel pueblo, ó
á su Gobierno, á pasos tan imprudentes como crimi­
nales? Si la cuestión es de poder ó de alguna persona
en el poder, está establecido que se renueve y se su­
ceda por la elección periódica y libre del pueblo Argen­
tino; y así como mantenemos la invariabilidad de la
— 153 —

Constitución, para no complacer á Buenos Aires, la


mantendríamos si fuese necesario, para no complacer á
ningún pueblo ni persona. Si la cuestión es de dinero,
las Provincias cubren sus necesidades con sus rentas
propias y las de Buenos Aires no alcanzan á los gas­
tos nacionales que seria preciso atender en aquel terri­
torio. Si la cuestión es de generosidad, el Congreso
ha declarado que las Provincias contribuirían con su
parte de responsabilidad para las cargas que reconozca
el crédito de aquel pueblo. Si es de libertad, todas
las garantías, los derechos más amplios, se han con­
sagrado y sancionado en la Constitución. Esa ley es
mucho más aventajada que la condición moral y so­
cial de los Pueblos á quienes se aplica, y así debía
ser, para que ellos mejoren sin obstáculos, por rápidos
que sean sus progresos y para que los descontentos en
ningún tiempo puedan justificar la subversión del orden,
proclamando alguna usurpación.
Si, pues, no se puede evidentemente asignar un
motivo racional de aquellos que en los negocios públi­
cos ó privados son causas aceptables de contiendas
reñidas, nos vemos forzados á reconocer en la disiden­
cia de Buenos Aires, las que hemos señalado, con pesar
en sus pasiones de predominio y orgullo tradicional.
Elias se traslucen en el lenguaje habitual de aquel
pueblo y aun en el oficial de su Gobierno. Recuerde
V. E. las instrucciones dadas al Sr. Peña, y fije tam­
bién V. E. su atención sobre aquella parte de la últi­
ma nota del Gobierno de Buenos Aires, donde éste
dice, que el Gobierno Argentino molesta á esa Provin­
cia con sus reconvenciones por envidia de su prosperi­
dad, de su opulencia y de las consideraciones que ha
merecido de las naciones extrangeros De modo que
las Provincias que se han empobrecido y diezmado en
la guerra de la Independencia y que han sido devasta­
das por los ejércitos de Buenos Aires durante cuarenta
años de luchas civiles, que no le han pedido cuenta de
— 154 —

su gestión, que jamás participaron para el bien de sus


localidades de la menor parte de la Renta Nacional,
que están impagas en la mayor parte de la deuda na­
cional contraida y garantida por el tesoro de Buenos
Aires, que todo eso soportan y soportarían por la ilu­
sión querida y acariciada de formar juntas y reunidas
una nación compacta y hermosa, que son ellas quienes
piden el cumplimiento de esta promesa sellada por un
inmenso cúmulo de miserias soportadas exclusivamente
por ellas sin la menor compensación, son ellas decía
los perdioseros importunos á las puertas de la gran
Capital del Sud!
La Independencia de Buenos Aires seria una vi­
leza. He vivido bastantes años para conocer á fondo
la iniquidad profunda de la historia doméstica del
pueblo Argentino, y eso me hace temer que, en efecto,
sea coronada por tan inaudita villanía. No me espan­
tará el suceso, porque la fortuna no ha sido por lo
visto amiga ni aliada del Pueblo Argentino Pero estoy
cierto que tal crimen ha de atraer sobre los que lo
consumen las maldiciones de Dios y de los hombres.
En la vida de los Americanos del Norte, hoy se
alzan las primeras armas contra el socialismo escén-
trico de los Mormones: en la vida de la República
Argentina todavía no se han depuesto las armas contra
los que reclaman un poco de justicia, de equidad y de
fraternidad, contra los que han dado todo y nada pi­
den, sino ser tratados como hermanos, título comprado
á muy alto precio.
Me he detenido en estos tristes recuerdos y obser­
vaciones llenas de amargura, poique en momentos en
que la integridad de la República se halla amenazada,
estoy persuadido que V. E. ha de cooperar eficazmente
á los patrióticos propósitos del Gobierno Nacional, se­
cundando su política, pues, comprenderá, cuan necesa­
rio es mantener y robustecer el prestigio que con tan
justo título adquirió y conserva el Presidente de la
— 155 —

Confederación, á fin de que su autoridad se fortalezca


con el apoyo y las simpatías de todos los buenos Ar­
gentinos, cuando importa sostener á todo trance la
Constitución de Mayo para no volver á la anarquía, ni
caer después en el despotismo, cuán indispensable es
la unión entre todos los que obedecen á la Ley fun­
damental, en fin, cuán necesario es que hoy más que
nunca, tengan los Pueblos Confederados una fé abso­
luta y una confianza entera en el Gobierno Nacional.
Acercándose la época en que debo dejar el puesto
que ocupo, sin ninguna ambición personal, sin conexión
alguna con ningún partido antiguo ni moderno, ni
más aspiración en fin, que la salud de mi Patria á
quien he consagrado mi honor y mi vida, he creído de
mi deber alzar mi voz para mostrarle en esta situa­
ción solemne los riesgos que la amenazan, retribuyendo
de esta suerte el voto generoso del Pueblo Argentino
que me ha dado participación en la dirección de sus
destinos
Ruego á V. E. reciba las seguridades de mi más
alta estimación y particular aprecio
De V. E.
Muy atento servidor y afectísimo compatriota.
Salvador María del Carril,
— 156 -

18S8

Asesinato del Gral. Benavides-Regocijo de Sar­


miento AL CONOCER EL SUCESO

Departamento de Guerra y Marina

El Gobierno
1)E bA San Juan, Septiembre 21 de 1858.
Provincia he

Al Ejccmo. Sr. Ministro de Estado de la Confedera­


ción Argentina en el Departamento de Guerra y
Marina.

Tengo el honor de poner en conocimiento de V. E.


que se halla preso y sujeto á juicio ante los tribuna­
les de justicia el Brigadier General D. Nazario Bena­
vides, por habérsele encontrado gravemente complicado
en un plan de revolución que se habia preparado, y
debía estallar contra las autoridades constitucionales y
orden legal de la Provincia.
El detalle y pormenores de tan criminal atentado,
así como todas sus ramificaciones no me son todavía
conocidas, por cuya razón suspendo todo el comentario
sobre él, limitándome solamente á hacer observar á
V. E. cual seria su trascendencia desde que se habia
puesto á su frente el expresado General, en cuya finca
se efectuaban las reuniones de los amotinados y se ha
encontrado un numeroso armamento y municiones, casi
todas recien fabricadas.
Tan luego como el proceso haya sido sustanciado
y fallado, dando así á conocer todos los pormenores
del hecho, cumpliré con ponerlo en noticia de V. E.;
entre tanto he creído cumplir un deber anticipando á
- 157 —

V. E. este aviso, para prevenir falsos ó exagerados


informes.
Aprovecho esta ocasión para reiterar á V. E. las
seguridades de mi perfecta consideración.
Dios guarde á V. E.
Firmado —
Manuel José Gómez.
Firmado —
Saturnino M. Laspiur.

Paraná. Octubre 6 de 1858.

Contéstese en los términos acordados y archívese,


publicándose con la contestación.
Firmado —
Galan.
— 158 -

Departamento del Interior

Instrucciones etc. á los Comisionados del Gobierno


Nacional Ministro de Guerra etc., general D. José M.
Galan y Dr. Baldomero Garcia.
1. a Con motivo de los grandes acontecimientos ocu­
rridos en la Provincia de San Juan de que ha dado
cuenta su gobierno en la nota del 21 del ppdo. y te­
niendo con alguna verosimilitud que se realicen los
pronósticos alarmantes que denuncia la correspondencia
privada de una y otra parte, que se adjunta en copia.
El Gobierno Nacional ha determinado por decreto de
esta fecha que el Sr. Ministro de Guerra y Marina
General D. José M. Galan y Dr. D. Baldomero Garcia
se trasladen á la mayor brevedad á la Provincia de San
Juan saliendo de esta capital en el primer vapor.
2. a El objeto de esta Comisión es representar inme­
diatamente sobre el mismo teatro de los sucesos á la
autoridad Nacional, ocurriendo con todas las medidas
que la urgencia del caso demande para mantener in­
cólume la Constitución Federal y las facultades de sus
autoridades constituidas; y como en los casos designa­
dos en el artículo 6° de la Constitución, el Gobierno
Nacional puede y debe intervenir á requisición ó sin
ella, en las Provincias para establecer el orden y las
instituciones establecidas en sus Constituciones Provin­
ciales; si hubiese necesidad intimarán intervención, re­
duciéndola con suma prudencia á aquellas medidas
estrictamente necesarias al objeto designado por la Cons­
titución en la inteligencia que tal intervención no se
podrá justificar, sino es que una notoria justicia y ra­
cional conveniencia la autorizaren.
3. a Los señores comisionados empezarán por recla­
mar de las autoridades de la Provincia, la jurisdicción
sobre la persona, y la persona misma del Sr. General
Benavides, Comandante en gefe de la División Militar
— 159 -

del Oeste con el sumario indagatorio que se hubiera


levantado para su prisión.
4. a Si resultan del sumario, que los Señores Comi­
sionados pueden adelantar y rehacer ratificando los tes­
tigos y sus disposiciones, que en efecto ha habido
mérito, causa, indicios vehementes, semiplena prueba
de que el Sr. Benavides hubiese intentado y dado prin­
cipio á una asonada contra el orden público y las
autoridades constituidas de la Provincia, lo separarán
de allí ordenándole presentarse al Gobierno Nacional,
para lo que hubiese lugar; tomando las providencias
para que su persona sea respetada y garantida de todo
insulto y falta á su decoro personal.
5. a Si el sumario no autorizare la estrema medida
que se ha tomado con él, los Sres. Comisionados lo
repondrán en su puesto con todos los honores debidos
á su rango y tales satisfacciones como aconseje la
prudencia á las autoridades de San Juan; á las cuales
los comisionados deberán inspirar por todos los medios,
un saludable espíritu de concordia y fraternidad confor­
me á la política general del Gobierno Nacional.
6. a Si el Comandante en gefe, General Benavides,
fuese restablecido en su puesto se le encargará se cir­
cunscriba y limite al decreto de la creación de las
Comandancias Militares; que hace de esas dignidades
apenas una comisión designada para los casos ocurren­
tes y previstos en el dicho decreto con las condiciones
especificadas; pero que no les confiero mando inme­
diato y actual sobre las fuerzas ni Gefes Nacionales en
su Circunscripción Militar.
7.a Son autorizados para informarse del Gobierno, de
las autoridades, y para levantar una indagación popular
de las personas sensatas, propietarias y prudentes de
la Provincia, sobre las últimas elecciones practicadas y
la conciencia que se tenga de su legalidad; y si hallaren
que no han sido notoriamente viciosas y escandalosa­
mente abusivas, recabarán que se aprueben ó se rehagan
- 160 -

induciendo al gobierno de San Juan á obtemperar con


esta medida de estricta legalidad, prudencia y tolerancia
política.
8.a Es un alto crimen cualquiera conexión que estos
acontecimientos tengan con el Gobierno ó Partido de
Buenos Aires, y los Sres. Comisionados procurarán
hacerse dar cuenta con datos positivos de las acusaciones
recíprocas que hay á este respecto,—y si algo hubiese
de real en estas malignas reputaciones procederán con
todo energía contra los implicados en causa de traición
á la Patria.
9. a Los Sres. Comisionados son especialmente encar­
gados de indagar esas conexiones anárquicas y de in­
formar al Gobierno todo lo que á ese respecto descu -
briesen,—impidiendo todo juego, todo movimiento de
fuerza pública ó privada, que en favor de uno ni otro
partido se hubiese ejecutado de Provincias extrañas.
10. a La concordia, la paz, la unión de todos los
partidos á un fin común, el de la felicidad de la Patria
y la consolidación de las instituciones es el objeto de
toda la política del Gobierno Nacional.
Para esto ha evitado constantemente todas las co­
lisiones interponiéndose entre las facciones. Los Sres.
Comisionados no deben perder este norte; exigiendo
que de una y otra parte se sacrifique mucho al bien
de la paz pública y de la armonía social, que no duda
el Gobierno encontrará en la gran mayoría de aquella
Provincia el más firme y decidido apoyo.
11. a En el caso estremo y penoso de imaginarse
en que Jos Sres. Comisionados juzguen que pueden asu­
mir sobre sí la tremenda responsabilidad de emplear
la fuerza, como medio de compulsión ó de represión,
si las de la Provincia no bastaren, son autorizados
para requerir las más inmediatas al mando del Sr.
General Pedernera ó del Coronel Videla de Mendoza.
Se encarga á los Sres. que antes de llegar á este estre­
mo, si hubiese lugar consultar al Gobierno Nacional.
- ,?61 -

12a No se lia derramado hasta hoy una gota de sangre


por causas políticas, y aunque se cree muy distante el
caso de que San Juan llegase á correr la primera, el
Gobierno Nacional no puede dejar de consignar en este
lugar la desagradable preocupación en que queda, por
Ja alarma de que parece poseída la familia del Sr. Ge­
neral Benavides. El Gobierno espera que los Sres.
Comisionados garantirán por los medios mas eficaces,
la vida del benemérito Brigadier General Benavides y
que con la mayor celeridad se comuniquen al Gobierno
noticias, que le disipen este profundó desagrado.
Carril.
Santiago Pergal.

Indultos á los asesinos del General Benavidez

Ministerio
D E
Paraná, Junio 18 de 1860.
Justicia

El Presidente de la República Argentina

Visto lo resuelto por la honorable Cámara de Di­


putados en sesión del 25 del corriente, Acuerda y
Decreta:
Artículo l.° Sobreséase en lo principal é incidentes
del proceso iniciado con motivo de la muerte del Bri­
gadier General D. Nazario Benavides. ocurrido en la
ciudad de San Juan el 28 de Octubre de 1858.
Artículo 2 ° Comuniqúese, publíquese y dése al Re­
gistro Nacional.
Derqui.
José S. de Olmos,

ti
— 162 —

1S5S

Carta de la viuda del Gral. Benavides al Gral.


Urquiza—Su contestación

San Juan, Octubre 27 de 1858.

Exorno. Sr. Presidente y Capitán General de los ejér­


citos de la Nación, D Justo José de Urquiza.
Señor de mi respecto:
Bajo la presión del mas acerbo dolor tomo la plu­
ma para dirigirme á V. E. talvez abusando de las
bondades y deferencias con que se ha dignado distin­
guir á mi finado esposo General Benavides, á que él
ha correspondido con lealtad, respeto y gratitud.
Al mismo tiempo que busco en V. E. el consuelo
del amigo, creo cumplir con un sagrado deber po­
niendo en su conocimiento que el 22 del corriente,
tarde de la noche, fué asesinado mi esposo el General
Benavides, dentro del calabozo en que hacia más de
un mes á que estaba engrillado bajo la más severa
incomunicación.
Tan horrendo crimen fué perpetrado por el Coro­
nel 1). Domingo Rodríguez, jefe del 2o Batallón de
Guardias Nacionales desplegando una ferocidad sin igual,
pues, después de voltear á su víctima de un culatazo
le dió cuatro bayonetazos. Así que aclaró el día fué
sacado el cadáver á la plaza y puesto á la espectacion
pública, donde permaneció más de tres horas, no obs­
tante la súplica que por medio de algunos amigos hice
al gobierno pidiéndolo para sepultarlo; á la que accedió
diciendo que ocurriese por él dentro de una hora más.
Así ha dejado de existir, Excmo. Sr., el Coman­
dante en Gefe del Oeste, Brigadier General Nazario
Benavides, gefe encargado de sostener el orden consti­
tucional de esta circunscripción militar.
- 163 —

El verdadero delito de mi caro esposo ha sido sil


firme adhesión tí las Autoridades Nacionales, y su firme
resolución de sostener la Constitución y las autoridades
creadas por ella; para el efecto ha dado el ejemplo
hasta el último instante de su vida, de sumisión y
respecto á las leyes. Por dar ese ejemplo ha sido
víctima, pues que ni él ni nadie ignoraba que los
propósitos que el Gobierno seguía como enseña de su
política con el exterminio de su persona: para eso
mantenía en rigurosa disciplina á los guardias nacionales
y militarizaban el pais con perjuicio de la industria y
menoscabo de la seguridad individual, suspendida de
hecho, sopretexto de la disciplina que á todos tenía;
esa misma disciplina lo había convertido en instrumento
para vejar y castigar á los vecinos mas respetables
ya por su edad como por su posición social, que no
aprobaban su marcha gubernativa.
Como esposa del hombre que acaba de ser inmolado
por el consejo de las malas pasiones de sus crueles
enemigos, temo por mi seguridad y la de mis hijos:
mi conflicto me obliga á recurrir á V. E. como al
Gefe de la Nación, para que usando de su autoridad
evite los males que de la saña de los enemigos de mi
esposo temo. Al pedir el amparo de V. E. también
pido el perdón de los asesinos de mi esposo, lo pido
de corazón, lo pido á nombre de la víctima que siem­
pre estuvo dispuesto á perdonar á sus enemigos, lo
pido á nombre de mis hijos y de la patria
No incomodará á V. E. con mi súplica si hubiese
alguna esperanza de que en este país bajo esta admi­
nistración pudiera imperar el orden y la ley; pero el
reguero de sangre abierta en el corazón de mi esposo
por la mano del asesino, el escarnio á que se puso la
víctima por disposición del gobierno, las prisiones afli-
gentes en que han sido puestos tantos ciudadanos; el
número'considerable de los que se han juzgado; y la
constante persecusion que sigue aun, y el amago á todos
— 164 —

los que se reputan opositores, son actos que empujan


al Gobierno á la fatal pendiente del arbitrario, donde
le es imposible pararse ni detenerse, porque por do­
quiera se encuentra en el fallo tremendo de la ley y
de la Constitución.
Disculpe, Excmo. Sr., que me haya atrevido á di­
bujar con mi frágil mano el cuadro aciago de la actua­
lidad de este país. Mi profundo sentimiento y los
temores pavorosos que tan crueles sucesos han impreso
en mi corazón han animado mi valor de madre para
volver mis llorosas miradas hacia V. E. pidiendo su
protección.
Al cerrar esta ruego á V. E. acepte mi gratitud y
ja mas sincera obsecuencia de su servidora—
Q. B. S. M.
lelésfora B. de Benctcides.-

San José, 15 <lo Noviembre do I85S.

Sra. 13a. lelésfora B. de Benctoide-i.


Distinguida Señora:
Cuando he recibido la carta de Ud. fecha 17 de
Octubre estaban tomadas por las autoridades nacionales
todas las medidas requeridas para corregir la situación
desastrosa en que ha sumido á esa Provincia el crimen
que causa su justo y acerbo dolor. Una Comisión
respetable y competentemente autorizada ha ido para
representar al Gobierno Federal á ese objeto, y el de
procurar el tremendo castigo á los culpables que deje
ampliamente satisfecha la justicia y la vindicta pública.
Es de su deber ya acoger bajo su protección á la fa­
milia del benemérito Brigadier General D. Nazario Be-
navidez, mi ilustre amigo, y su digna esposa. Inmedia­
tamente que tuve noticias del atroz suceso dispuse
también que su hijo D. Segundo abandonase el’ Colegio
y corriese á sus brazos á mezclar sus lágrima con
- 165 —

las de su desolada madre, como el mejor consuelo que


podría proporciónale en tan desesperante pena y á
llevarle el testimonio del profundo pesar del amigo, que
estimaba en el General Benavidez, uno de los servi­
dores más distinguidos de la Nación. Los dolorosos
ayos, Señora, son escuchados con simpada y respecto
por todos los Argentinos. Una nación entera sufre
con Ud. y sus hijos en el martirio impuesto al ilustre
Benavidez por la democracia traidora.
Son los hombres de crimen y discordia que han
ensangretado siempre esta tierra por la acción de oscuros
instrumentos; son quizás los mismos que amenazaron
la vida del Libertador después de Caseros, la vida del
Presidente, aun no há mucho, los que han sacrificado
esa víctima á su fuerte pasión de luchas y revueltas.
Ese perdón que Ud. clama generosa para ellos, es
digno de un corazón cristiano; es de sus labios, impreg­
nados entre lágrimas y sollozos, la mejor corona que
podía la esposa de Benadidez depositar sobre su tumba,
sobre la tumba de ese mártir, de ese hombre respe­
tado hasta de sus propios enemigos por su corazón
generoso y magnánimo. Ese perdón, Sra, ha de hacer
estremecer el corazón de hierro de sus sangrientos
enemigos por muy acostumbrados que estén á los
furores del crimen; ese perdón sacrifica su dolor, pero
si los hechos son como Ud. los enuncia, pídale á Dios,
Señora, mientras la justicia humana se cumpla con la
solemnidad que demanda tan atroz atentado y apa­
gando vigorosa la iea sangrienta de la discordia t que
nuestros enemigos han enclavado en el noble pecho de
uno de los mejores sostenedores de la ley y de la
libertad. Réstame, solo, agregar á Ud. que la desolada
esposa y tiernos hijos del General Benavidez, tienen y
tendrán siempre en mí un protector y un padre y es
con tales sentimientes que la saluda —
Su affmo servidor.
Justo José de Urquiza.
— 166 -

1S59

Mediación del Ministro de Norte América—Importan­


te MEMORANDUM DEL Sr. MINISTRO DE NORTE AMÉRICA

Paraná, Agosto 30 de 1859.

A S. E. el Sr. Presidente de la Confederación Argen­


tina y Capitán General de los Ejércitos, Don Justo
José de Urquiza.
Señor:
A mi regreso de Buenos Aires, el 22 del presente
mes, hice á V. E. una narración verbal de mi con­
ducta como mediador, para obtener un arreglo pacífico
y la futura unión política entre aquel Estado y la Con­
federación; lo cual desgraciadamente no ha tenido un
éxito feliz. Como la correspondencia y los negocios de
mi Legación demandaban mi inmediata atención, he
postergado hasta ahora, el daros un informe oficial
sobre la historia de la negociación. He considerado
esto de mi deber; porque solo yo representaba la Con­
federación, y era ePuñico "medio de informaros oficial­
mente. Buenos Aires estaba representado por dos de
sus distinguidos ciudadanos: el Sr. D Dalmacio Velez
Sarsfield, Ministro de Gobierno y de Relaciones Exte­
riores, y el Sr. D. José Mármol, Senador; ambos nom­
brados para la negociación.
Ellos han dado cuenta á S. E. el Gobernador del
Estado de Buenos Aires, Dr. D. Valentín Alsina.
La simple correspondencia y ¡as bases escritas para
un arreglo, no bastan para dar una idea detallada de
la negociación. Existen hechos extraños, que fueron
desenvueltos en las conferencias habidas, y que son
esenciales para su historia completa.
— 167 -

No era mi intención entrar en detalles, como ahora


lo hago. La lectura de un informe oficial de la ne­
gociación, que ha dirigido S E el Sr. Gobernador
Alsina á la Honorable Cámara de Senadores de Bue­
nos Aires, me induce á cambiar de plan. Se ha omi­
tido una parte de la correspondencia y el parte de S.
E. es demasiado limitado para dar una idea completa
del asunto
Tuve con el Gobernador Alsina tres entrevistas
privadas, pues hasta entonces mi ofrecimiento de media­
ción no había sido aceptado por él; sin embargo, en
ellas se discutieron condiciones. La última entrevista
tuvo lugar en la tarde del 3 del presente.
No dudo que S. E., persona muy estimable, haya
sometido todo lo que él creyó necesario. Difiriendo sin
embargo de su opinión, me tomo la libertad de exponer
todos los hechos, para poder presentar el asunto en
alto relieve.
El 7 de Julio, acompañado por el Sr. N. Hudson,
cónsul de los Estados Unidos de América en Buenos
Aires, hice una visita de etiqueta á S. E. el Gobernador
Alsina, en su casa de Gobierno. En oposición á mis
deseos, y lo que yo consideraba el curso natural de
las cosas, fui atraído á una discusión sobre mi media­
ción, antes de haberse contestado mi carta. El Go­
bernador Alsina dijo que quizás cuatro ó cinco meses
antes un arreglo podía haberse hecho. Pero que en et
presente estado de cosas, y en vista de los preparativos
de defensa á costa de grandes gastos de dinero; era
extremadamente difícil.—Y que probablemente el Go­
bierno exigiría una condición á la cual no podía yo
acceder. Esto era, el retiro de V. E. de la vida pública.
Entonces y allí mismo declaré positivamente al Gober­
nador Alsina, que no podía considerar tal proposición;
y que tampoco hubiese considerado una proposición
por parte V. E., imponiendo al Gobernador Alsina el
abdicar su puesto y retirarse de toda vida pública.
— 168 --

Expuse algunas razones contra semejante condi­


ción, y que un arreglo honorable de paz y de unión
política podía hacerse; y que se podía confiar en que
cualquier tratado que se ajustase, seria observado de
buena fé.
Yo deseaba que se aceptase mi mediación antes
de entrar en la discusión de las bases. El Gober­
nador dijo que si yo insistía contestaría mi carta.
Pero como no insinuó una respuesta favorable, preferí
tener otra entrevista privada, antes que exponerme á
la interrupción de toda esperanza de un arreglo honora­
ble. El Gobernador indicó otra entrevista en mi casa;
pero no tuvo lugar por equivocación del sirviente,
quien dijo no me hallaba en casa. La conferencia sin
embargo, tuvo lugar en la tarde del 11 de Julio en mi
sala. Se repitieron las ideas de la anterior, y otras
cosas.
Presenté mis bases, según consta por. ¡a correspon­
dencia que acompaño, en castellano y en inglés. Fue­
ron leídas y discutidas. Resultó que el Gobernador
Alsina pidió una copia de ellas, para tomarlas en con­
sideración, ofreciendo además presentar otras bases y
pedir las de ellos, y entonces tener conferencias para
modificar, discutir y ajustar tales bases y ponerlas de
acuerdo, si fuera posible.
El Gobernador Alsina, sugirió dos puntos. El uno
la clausura de los mercados de la Canfederacion para
los indios que robaban caballos y ganado, que condu­
cían vivos, ó bien los cueros para ser vendidos en la
Confederación, y otras consideraciones respecto á estos
indios hostiles. Yo manifesté mi creencia de que no
habría dificultad sobre ese punto. El otro era que Bue­
nos Aires preferia una pronta unión con las trece Pro­
vincias Confederadas en vez de esperar hasta 1863, y
una inmediata convocación para una Convención Gene­
ral del pueblo de las 14 Provincias, con el fin de revisar
- 169 -

la presente Constitución de la Confederación, y adoptar


tina para su Gobierno común (1).
Yo respondí que no tenía autorización para estipular
sobre aquel arreglo; pues la Constitución de la Confe­
deración no permite ser alterada antes de 1863. Pero
que mencionaría ese punto á V. E. con el fin de pro­
veerme de las instrucciones necesarias.
Estos hechos me autorizaban razonablemente á creer,
que la persona de V. E no era considerada ya como
un obstáculo insuperable á un arreglo amistoso.
Durante estas negociaciones tuvo lugar un motil!
el dia 7 de Julio, á bordo del vapor de Buenos Aires
«General Pintos», surto frente al Puerto de Paraná,
cuyo resultado fué la captura del buque por los amo­
tinados, y su entrega á la Confederación. Cuando ésta
noticia llegó á Buenos Aires, no faltaron personas que
imputaron este resultado á la mala fé de algunas per­
sonas del Gobierno de V. E ; sin embargo de que V. E.
había prometido no cometer ningún acto hostil hasta
haber recibido noticias mías. También se opuso que
las baterías del Rosario habían hecho fuego sobre el
vapor «Buenos Aires», en su fuga del Paraná, después
del motín á bordo del «Pintos».
Esto era indudablemente una violación, que hacían
de vuestra promesa los oficiales subalternos de aque­
lla ciudad.
Hice presente al Gobernador Alsina, que estaba
moralmente convencido, que, ni V. E., ni persona al­
guna de la Confederación, tuvo nada que ver con el
motín del «General Pintos»; pero que el haber hecho
(1) La razón do haber propuesto el año 1863 ol Ministro Americano era
por que el Art. 30 <lo la Constitución Nacional de 1853 dispoDia <'La Constitu­
ción puede reformarse en todo, ó en p<rto, pasados diez años desde el dia quo
la juren los pueblos.
Sin duda pensó el Gobernador de Buenos Aires, quo ol Gobierno Nacional
baria condición absoluta del plazo de diez años.
Cuando el Ministro Americano regresó al Paraná á conferenciar con el
Presidente de la Confederación, este le dijo que ese articulo no regia para
Buenos Aires, puesto que podía proponer su reforma en virtud de Loy del
Congreso Constituyente. --------—---- -------------
- 170 -

fuego sobre el «Buenos Aires", era un asunto de tal ca­


rácter, que juzgaba de mi deber indagarlo, y obtener
una pronta reparación, antes de proseguir en la nego­
ciación; pues sin una plena satisfacción, no deseaba
representar partido alguno, culpable de mala fé. Me
decidí á regresar en Ja primera oportunidad para ver á
V. E. Esta decisión fué aprobada por el Gobernador
Alsina. No se presentó oportunidad alguna hasta el 22
de Julio. Antes de mi partida hice una visita de cum­
plido al Gobernador Alsina en su residencia. Me pre­
guntó si deseaba seguir nuestras conferencias. Yo le
contesté que no, hasta que regresara con las pruebas
que vindicasen á V. E. de toda mala fé. A mi llegada
á ésta se confirmaron mis opiniones respecto al motín
del «General Pinto», no solo por las pruebas mas in­
cuestionables, sino por las conversaciones que tuve
con el Almirante Morature, que estaba herido, y que
habia sufrido la pérdida de su valiente hijo, al querer
sofocar el motín.
Respecto al fuego hecho por las baterías del Ro­
sario sobre el vapor «Buenos Aires», V. E. expresó
su disgusto, y que ese hecho tuvo lugar sin su conoci­
miento, habiéndome prometido por escrito que llamaría
para que desempeñase su puesto en la Capital, á la
autoridad que allí gobernaba: la que me habia prome­
tido no cometer ningún acto hostil, ó.hacer fuego so­
bre esos vapores, en caso que cualquiera de ellos
pasara aguas abajo.
Con esta evidencia regresé á Buenos Aires, anun­
cié al Gobernador Alsina la satisfacción cumplida que
habia recibido, y solicité una entrevista. Esto era el
2 de Agosto. El Gobernador Alsina me indicó que lo
esperase en mi habitación á la tarde del 3 del corrien­
te. Le di la prueba de que, la cuestión sobre mala
fé, habia sido rectificada, y que me hallaba pronto á
seguir la negociación. El deseó saber cual era el re­
sultado de una entrevista con V. E. respecto á la
- 171 —

convocación para revisar á la presente Constitución


antes de 1863. Rehusé contestarle, ó seguir en la dis­
cusión de las bases, hasta que mi mediación fuese
aceptada por una respuesta á mi nota de 6 de Julio.
El insistió en querer continuar, como antes, nuestras
entrevistas privadas para ver si podíamos llegar á un
arreglo. Yo rehusé esta indicación. Mi primera posi­
ción inoficial era desagradable y la responsabilidad in­
grata. Y era justo, tanto para la Confederación, cuanto
por él mismo, el que mi posición allí fuese oficial. En
mis entrevistas anteriores deseaba con ansiedad ser
aceptado como mediador, para poder pedir al Gobierno
de Buenos Aires una suspensión de hostilidades, du­
rante las negociaciones. No era justo tener atadas las
manos de la Confederación y dejar libres la de Buenos
Aires, para pegar el golpe cuando fuese necesario.
Así pues manifesté, que tan luego como se me aceptara,
pasaría una nota, pidiendo la suspensión de hostilida­
des. Presenté entonces al Gobernador Alsina la orden
de V. E á sus fuerzas navales de Montevideo, para
que no cometan hostilidad alguna hasta segunda órdeni
y le aseguré que yo trasmitiría aquella á la escuadra,
tan pronto como el Gobierno prometiese suspenderlas
por su parte. El Gobernador finalmente prometió con­
testar mi nota del 6 de Julio <*el dia siguiente, ó el
inmediato». Solicité que lo hiciese al dia siguiente y
al mismo. tiempo, contestase si suspendía las hostilida­
des, (que yo pasaría después la nota, pidiendo lo mis­
mo) para poder comunicar á V. E. el resultado por el
vapor. No quiso alterar su plazo. Le hice presente,
que si tenia á bien indicar el carácter de su respuesta,
haría demorar un dia más la salida del vapor «Asun­
ción», valiéndome de la deferencia de sus dueños; él
rehusó. Solo se prestó á prometerme una respuesta á
mi nota del 6 de Julio, dentro del plazo indicado. Y
que si en vista del espíritu de esa respuesta, pasaba
yo una nota, pidiendo la suspensión de hostilidades, se
- 172 —

tomaría en consideración. Así terminó la conferencia.


Para ser exacto, debo decir que al principio de la
entrevista, el Gobernador Alsina dijo que la suspensión
de hostilidades no era probable; pues debía desmora­
lizar las fuerzas; y que no era necesaria para la con­
tinuación de las negociaciones.
A las 9 de la noche del día siguiente, 4 del co­
rriente, el Gobernador Alsina trasmitió su carta acep­
tando mi mediación, que solo vino á mi conocimiento
al dia siguiente.
Contesté el mismo dia al Gobernador, pidiendo la
suspensión de hostilidades, como también la presenta­
ción oficial de las bases que, el dia 11, había deseado
hacer, proponiendo además una iniciación oficial de la
negociación. Me remitió extraoficialmente sus bases;
indicándome que toda correspondencia oficial debia
hacerse con el Departamento de Gobierno y Relacio­
nes Exteriores. Véase la correspondencia sobre ese
punto con el Ministro de Gobierno.
En la noche del 8 del presente tuve mi primera
conferencia oficial con el Dr. Sarsfield, único negocia­
dor por parte del Gobierno de Buenos Aires. (1)
Consideramos las bases del Gobierno de Buenos
Aires y discutimos cada uno de sus artículos. Anun­
cié que estaba pronto á aceptarlas, con dos excepcio­
nes*. y propuse una alteración, á la cual el Dr. Sarsfield
accedió. Esta alteración era en el Artículo 4o, á saber:
En vez de hacer incurrir á todas las provincias en los
gastos é inconvenientes de una convención especial,
que fijase el punto, en que se reuniría la Convención
General para revisar la Constitución y «la forma- se-
gun se indicó—que fije la representación proporcional
al número de miembros de dicha Convención, y su ma­
nera de votar; nuestro tratado arreglaría estos puntos.
Por ejemplo se eligiría á Rosario, ó San Nicolás, adop-
(1) El Sr. Mármol se había separado concurriendo 8<>lo ol Dr. Veloz
Sarsfield.—R. M.
— 173 —

tándose un sistema representativo federal en el Con­


greso, y votando per cápita. Buenos Aires votaría en
proporción á su población.
Los dos puntos que objeté en aquellas bases, se
referian á la parle del Art. 2o, que pedia al retiro com­
pleto de V. E de la vida pública, por el término de
seis años, á lo menos «después de firmadas las pre­
sentes bases».
Y permítaseme una digresión, para manifestar mi
deseo de que el lenguaje de este artículo se tenga .pre­
sente—para cuando me ocupé de considerar la única y
final proposición hecha por los negociadores de Buenos
Aires en la noche del Io del presente. Aunque las dos
demandas relativas al retiro de V. E. son al parecer
iguales, quedará sin embargo demostrado que son muy
distintas, y que están basadas en principios enteramente
diversos. El Dr. Sarsfield se extendió en las razones y
motivos para esa estipulación - como necesaria para la
fiel observancia, por parte de la Confederación, del
tratado que pudiéramos concluir.
Rechacé esas razones como insuficientes, y ¡a esti­
pulación como innecesaria é inadmisible, habiendo posi­
tivamente anunciado este hecho al Gobernador Alsina
en nuestra primera entrevista del 7 de Julio. Que el
Gobierno de Buenos Aires no tenia derecho aparente
para tal demanda. Que si Buenos Aires deseaba acep­
tar la actual Constitución de la Confederación sin
revisaría é incorporarse inmediatamente bajo su gobier­
no, y entonces hacer esa demanda, yo la sometería ¿i
V. E.: y que creía que V E. la háblese aceptado antes
que permitir que su persona fuese un obstáculo para
la unión de vuestra patria. Y como el Sr. Sarsfield
dijo que la única objeción á la actual Constitución Fe­
deral era el art. que hacia de Buenos Aires la Capital
bajo la legislación Federal, propuse yo estipular en el
tratado que la Capital Federal quedaría en el Paraná
hasta que la nueva Constitución designara el lugar.
-174 -

Pero esa no era la proposición. Buenos Aires pe­


dia vuestro retiro del Gobierno bajo el cual no se pro­
ponía vivir. Y además de que vuestro término presi­
dencial expira antes del próximo Mayo;—y que vuestro
cargo militar era ejercido en virtud de una ley sancio­
nada bajo la presente Constitución, y que Buenos Aires
tendría un voto poderoso, en la formación de la nueva
Constitución, que sustituyese á la primera, y expirarían
todos los empleos creados bajo de ella. Así Buenos
Aires según sus bases, ó las mías, nunca tendría que
quedar bajo vuestra autoridad; por consiguiente el único
motivo por el cual podían razonablemente hacer tal
demanda, no existia. El Sr. Sarsfield dijo que si Bue­
nos Aires se dispusiera á vivir bajo la presente Consti­
tución, la Confederación no aceptaría. Yo le contesté que
hiciera la proposición,pues estaba cierto que seria aceptada.
El otro punto que objeté, era la garantía que se
exigía de los Estados Unidos hasta cierto punto, respecto
á ciertas franquicias comerciales.
Hice notar al Sr. Sarsfield, también enterado en
nuestra política fundamental, que era evitar disenciones
con naciones extrangeras. Y por este artículo mi go­
bierno seria requerido, en caso de que algunas de las
partes signatarias violara las estipulaciones del Tratado,
á emplear la fuerza contra la parte infiel para hacerla
respetar. Aunque esto no importase un conflicto en la
política de los Estados Unidos, ningún Ministro, que no
estuviese autorizado, podría obligar á la Nación, y mu­
cho menos, el que en esta negociación obraba solo bajo
su carácter privado.
Propuse una sustitución: que en el tratado ú otra
dificultad que resultara del mismo, ambos Gobiernos se
comprometiesen á no apelar á medios hostiles para su
solución; que la buscarían difiriendo los puntos en
desacuerdo al Presidente de los Estados Unidos de
América, ó á otra potencia amiga, cuya decisión seria
sagradamente observada.
- 175 —

El Dr. Sarsfield entonces me pidió hiciera una indi­


cación por escrito, lo que ratifiqué, entregándosela en
aquella forma El me prometió someter mis ideas á la
consideración de su Gobierno antes de otra entrevista,
lo que postergó dos dias, es decir, hasta la noche del
10 del corriente. Expresó el deseo que tenia, de aso­
ciarse, para las demás entrevistas con un Porteño, pues
él era Provinciano de nacimiento.
En consecuencia, fui oficialmente informado de la
elección que el Gobierno de Buenos Aires habia hecho
de un negociador adjunto, en la persona del Senador
Don José Mármol.
Se revisaron mis bases. El Dr. Sarsfield solo objetó
el art. 9 por el cual Buenos Aires no podía tener rela­
ciones diplomáticas con las naciones exlraugeras. La
objeción resultó de una mala inteligencia que se daba-
ai art. El Dr. Sarsfield suponía que por aquel, se trataba
de autorizar á la Confederación por medio de sus rela­
ciones diplomáticas á negociar sobre los intereses de
Buenos Aires durante el statu ano. Pero al explicarle
yo lo contrario, y que el predicho art. solo significaba,
á estar por el valor de la frase, una negociación del
ejercicio de relaciones diplomáticas por parte de Buenos
Aires: deber que se debe reconocer como consistente
con su promesa de no hacerse un poder independiente;
el Dr. Sarsfield se mostró satisfecho, agregando que
esta ¡dea se expresaría satisfactoriamente, cuando arri­
básemos á la redacción del Tratado en debida forma.
Comprendí que no se harían excepciones de mis otras
bases.
En la entrevista del 10 del corriente, que fué la
última, los negociadores de Buenos Aires propusieron
una sola estipulación, en sustitución á sus bases origi­
nales y á las mias, la cual transcribo aquí por su brevedad.
« Tan pronto como el General Urquiza se retire de
la vida pública, el Estado de Buenos Aires concurrirá
á la Convención nacional, á revisar la Constitución de
- 176 -

la Confederación Argentina de Io de Mayo de 1853, con


el fin de reunirse inmediatamente á las demás provincias
Argentinas bajo una ley común.»
Buenos Aires, Agosto 10 de 1859.

Firmado —
Dalmacio V. Sarsfield.
José Mármol.

Ya puede concebirse la sorpresa que me causó se­


mejante proposición. Los antecedentes de la última
conferencia no justificaban ni aún la más remota sos­
pecha de un tal procedimiento. Si se consideraba la
persona de V. E. como un obstáculo insuperable á
cualquier arreglo, ¿porqué continuó el Gobernador Al­
sina sus conferencias conmigo, después de haberle po-
siiivamente declarado que no podía considerar tal pro­
posición? ¿Porqué en la noche del 11 de Julio discutió
mis bases, sugirió dos puntos, deseó guardarlas, y pidió
autorización para presentar un plan de las suyas?
¿Quién habia de suponer que habia de incorporar en
su programa la demanda de vuestro retiro de la vida
pública, para ser conservada como un sirte qua non?
Al hacer una visita de cumplido al Gobernador, antes
de mi regreso al Paraná, en Julio. ¿Porqué me pre­
guntó si deseaba continuar nuestras conferencias sobre
las bases del arreglo? ¿Por qué no me devolvió mis
bases, ó me dió las que me habia prometido, ó final­
mente ¿por qué no me dijo que era inútil me tomara
el trabajo de regresar al Paraná para remover toda
duda sobre vuestrii buena fé, cuando yo me hallaba á
aceptar la demanda de vuestro retiro, que él y su
Gabinete habían resuello hacer el eje de toda la ne­
gociación?
¿ Por qué á última hora, después de mi regreso á
Buenos Aires, el 3 del presente, deseó el Gobernador
177

Alsina continuar nuestras conferencias, y conocer mis


instrucciones sobre los dos puntos que había sugerido
en nuestra entrevista del 11 de Julio; á saber, la cuestión
sobre los indios y la más importante aún, de convocar
desde luego una convención general para revisar ó
reformar la presente Constitución, sin esperar hasta
1863, para la incorporación inmediata de Buenos Aires
•i la Confederación el ano próximo. ?
Para qué discutir base alguna de arreglo, si la de­
manda de vuestro retiro era cosa determinada, como
única condición del Tratado que debía realizarse, después
de firmada, sin que antes hubiese arreglado si tal con­
cesión seria hecha; cuando el Dr. Alsina estaba con­
vencido por mis declaraciones previas, que yo no entraría
en este punto ? ¿ Porqué se aceptó mi mediación después,
es decir el cuatro del corriente, si el Gobierno de Buenos
Aires no estaba dispuesto á ceder en el mismo? ¿Por
qué se examinó cada artículo de nuestras bases respec­
tivas en la conferencia oficial del 8 del corriente con el
Dr. Sarsfield; y se aceptaron todas menos las dos ya
mencionados, si el relativo á vuestro retiro debía final­
mente anular los demás?
¿Y para qué se sometieron al Gobernador y al Ga­
binete mis vistas opuestas antes de tener una confe­
rencia, si estaba ya predeterminado exigir vuestro retiro
de la vida pública?
Pero cuando nos reunimos en noche del 10 del
corriente, la primera y única mocion por parte de los
negociadores de Buenos Aires fué presentar la predicha
aislada proposición, en sustitución á las demás.
Hay diferencia entre ella, y una proposición conte­
nida en el art 2° de sus bases generales. Esta reco­
noce el principio de tratar con V. E.—de hacer un
tratado firmado y ratificado por V. E.,-y después que
lo hubiese firmado, se invita á V. E. haga «el patrió­
tico sacrificio de retirarse de- la vida pública», pero no
por más de seis años.

12
— 1?8 -

Pero por esa nueva proposición (hecha según el


mensage del Gobernador á ia Cámara de Senadores
para evitar un insulto supuesto á V. E. ó á la Confe­
deración), se rehúsa aun de tratar con V. E.
La una os reconoció 'como digno de todo tratamiento
y capaz del más elevado y puro patriotismo, sacrificando
toda ambición personal por la unión de vuestra patria.
La otra niega prácticamente á V. E. ambas cualida­
des; ó más bien os desconoce, sin embargo de que
sois el Presidente de la Confederación y autorizado por
una ley especial del Congreso Federal para negociar
la paz y la integridad Nacional.
Qué modo tan singular de evitar el insulto!—«Tan
luego como se retire V. E.,» —esto es vuestro retiro,
retiro de toda posición oficial, ya civil ó militar, debe
ser el preliminar á todii acción por parte del Gobierno
de Buenos Aires —Para darle una construcción mas
favorable; «tan pronto como», es decir, cuando V. E.
se retire —ó bien como uno de los negociadores prefi­
rió traducirlo: «tan pronto como», es decir, «simültá-
neainente»—an el momento en que Vd. se retire, en
ese instante Buenos Aires concurriría á una Conven­
ción para revisar la Constitución.
Cualquier construcción que se quiera dar á esta
frase, ella solo dará por resultado algunos segundos,
ó instantes; pero el principio es el . mismo:-la condi­
ción no varia.
V. E. verá, pues, que no se me dejaba mas alter­
nativa que la de terminar la negociación.
Y á la verdad; dije á esos caballeros, que la pro­
posición debió haber sido designada por el Gobierno
de Buenos Aires, para cerrar la puerta á la negocia­
ción y cortar toda esperanza de paz.
Para hacer justicia á estos negociadores, es preciso
indicar los argumentos que daban para una base se­
mejante. «Buenos Aires había estudiado y trataba de
imitar el ejemplo de los Estados Unidos de América:—
- 1^9 -

había iniciado la supremacía de la autoridad civil sobré


la autoridad militar y desconocía el reino de los cau­
dillos.—Que V. E. había gobernado este país mas ó
menos bajo una tiranía de veinte años. Que V. E-
había demostrado mala fé al sitiar á Buenos Aíres en
1853, después de haber declarado á su Gobierno, el 19
de Setiembre de 1852, que, como Director Provisorio
de la Confederación, dejaba á la Provincia de Buenos
Aires la completa libertad de disponer de su propio
destino. —«Que también V. E. habia violado y anulado
los tratados de Diciembre y Enero de 1854 y 1855—
Por consiguiente, Buenos Aires no podía confiar en
V. E., ó hacer arreglo alguno para incorporarse á la
Confederación, mientras V. E. ocupase un puesto en
el poder, civil ó militar.» (1)
Opuse á estos argumentos que:—el mismo Dr.
Sarsfield con el Gobernador Alsina en Palermo des­
pués de la batalla de Caseros en 1852, que derribó el
poder del General Rosas, ofreció hacer á V. E. el
primer Presidente del nuevo Gobierno. De manera que
por su propia boca, deducía 13 de los 20 años de su
argumento. Pero aún podía traer á Buenos Aires á
una época mas reciente. Hizo tratados con V. E. en
1854 y 55. Tres años mas que deducir. —Siendo 16
de los 20: aún más. Ahora dos años el Hble. Mr.
Christie, Ministro Plenipotenciario de S. M. B. acerca
del Gobierno de la Confederación, emprendió una me­
diación igual á la mia. El Gobierno de Buenos Aires,
como ahora, presentó sus bases. No contenían esa
demanda relativa á la persona de V. E., y pedían me-
nos que las bases que yo ofrecía á Buenos Aires. De
los 20 años quedaban pues refutados 18: pero aún más;
el Sr. Ministro de Gobierno, tuvo á bien facilitarme ej
dia antes, las bases de un arreglo que en 4 de Octu-
(1) La mala fé la habia demostrado, y puesto alevosamente en préctioa el
Oobierno de Buenos Aires en Noviembre de 1862, cuando sin pretexto racional
invadió la Provincia de Entre-Rios, con el fin de evitar la instalación del
Congreso Constituyente.—H. 2Í.
- 180 -

bre último había presentado al H. Senado del Congre­


so de la Confederación el Sr. Don Benjamín Villafañe.
Contenían seis artículos. Se habían preparado cuida­
dosamente en una conferencia con cierto número de
las personas mas distinguidas de Buenos Aires, que
representaban la opinión pública del Estado. Aquellas
no contenían demanda alguna sobre el retiro de V. E.
de la vida pública. Esto tuvo lugar ahora diez meses.
De modo que el mismo Ministro refutaba su argu­
mento y lo reducía al tiempo presente.
Yo me ocupé luego en considerar los casos en que
se imputaba mala le á V. E.
Expuse que V. E. no mandó el ejército de la Con­
federación á Buenos Aires en 1853, sino después que
Buenos Aires había enviado, en los buques del Go­
bierno, una partida de filibusteros á la provincia de
Entre Ríos, que hizo estrago en la ciudad «Concepción
del Uruguay». El primer síntoma de mala fé aparecía,
pues, por parte de Buenos Aires Sobre este, punto, el
Dr. Sarsfield, pidió permiso para interrumpirme, con el
lin de hacerme una rectificación cronológica; y sostuvo
que el suceso al cual yo aludía ocurrió después del sitio
de 1853-durante el cual V. E. había devastado parte
de la Provincia de Buenos Aires. (1)
Yo manifesté la seguridad que tenía de mi aserto,
y que no obstante eso, me remitía á su connegociador
el Sr. Marmol, quien dió su fallo en mi favor. Mas la
historia establecía el hecho de que la primera violación
de los Tratados de 1854 y 55 fué de parte de Buenos
Aires; que la causa que impelió á la Confederación á
anular esos Tratados, era la violación de la integridad
territorial de la Confederación por el Coronel (hoy Ge­
ni El Velez Sarsfield, con la misma falta de sinceridad que impútal a al
General Urquiza las invasiones de los indios salvajes sobie Ja Provincia de
Buenos Aires aseguró al Sr. Ministro Americano, que la invasión de Madariaga
(Don Juaul y Hornos sobre Entie-Hios liabia tenido lugar después del sitio de
1853. Sabia el Dr. Velez Sa>sfield que el Sr. Yancey uo Labia venido al Rio
de la Plata sino después de 1856, ,v lo ureia ignorante de aquella criminal tenta­
tiva, que tuvo por fin principal evitar la instalación del Congreso Constitu­
yente en Noviembre de 1852.
El Ministro Velez—Mala fó, decía el honorable Yancey.
— 181 -

ñera!) Mitre, pasando con fuerza armada, á la provincia


de Santa Fe, en persecución de algunos ladrones de
ganado. El aprisionamiento de esos hombres en el
Territorio de Buenos Aires hubiera sido legitimo. Pero
emplear la fuerza no para evitar el delito—sino para
castigarlo, dentro del Territorio de la Confederación, en
vez de pedir civilmente el castigo de los delincuentes y
reclamar sus perjuicios—es una violación manifiesta de
los tratados.
Evité expresar mi opinión sobre si este hecho era
suficiente para justificar que la Confederación hubiese
anulado esos Tratados. Y solo emplié mi argumento
en demostrar el hecho histórico—que la primer viola­
ción de los Tratados fué por parte de Buenos Aires.
Solo me quedaba que decir —que no estaba de acuer­
do con la opinión de los negociadores—y que el juicio
del mundo no apoyaría á su Gobierno en esta base-
Las Naciones mas ilustrada de la tierra—la Ingla-
glaterra, la Francia, la Prusia, la Cerdeña, la España,
El Brasil y los Estados Unidos, en América habían
acreditado sus Ministro cerca del Gobierno de la Con­
federación presidido de V. E., y no cerca del Gobierno
de Buenos Aires. — Y esas mismas Naciones habían
considerado á V. E. para tratar.
Estos hechos, y el conocimiento de que V. E., re­
presentando la Confederación había mandado ofrecer á
aquel Gobierno condiciones aun mas liberales que las
que exigieran en varias ocasiones;—darán por resultado
que el juicio ilustrado del mundo no sostendrá á Buenos
Aires en precipitar al País en una guerra fratricida,
por una nueva antipatía personal—retardando la civili­
zación-destruyendo el bienestar de los colonos extran-
geros, y ruinosa para el comercio.
Terminada así la negociación, me despedí de los
negociadores de Buenos Aires, agradeciéndoles las aten­
ciones y bondades, que tanto ellos, como su Gobierno
me habían personalmente manifestado,
— 182 —

Manifestaron los mismos buenos sentimientos hácia


mi persona, la del Sr. Hoekins, y Mr. Hudson, Cónsul
de los Estados Unidos, quienes habían prestado un
servicio importante, como intérpretes de nuestras con­
ferencias.
Ocurrió un incidente relativo á un esfuerzo que se
hizo para tener otra entrevista, y el cual requiere alguna
explicación. El Gobernador Alsina solo publicó mi nota
final sobre este episodio, dejando el origen y los inci­
dentes en la obscuridad.
El 12 del presente llegó á Buenos Aires el vapor
«Asunción» procedente del Paraná, conduciendo al L)r-
Juan Francisco Seguí miembro de la Corte Suprema de
la Confederación, enviada por S. E. cerca de mi, como
mediador,—con referencia á los intereses de paz. Este
pequeño vapor suele fondear en la Boca para ponerse
al abrigo del viento Pampero. Solicité del Gobierno,—
á quien yo sabía que el Sr. Seguí había enviado el
pasaporte de su carácter oficial-que ’se le diera per­
miso para desembarcar y permanecer bajo mi protección
en mi residencia y en el Consulado de los Estados
Unidos hasta la salida del vapor para el Paraná, el 17
del corriente, El permiso fué concedido. Comprendí
que mi obligación era no permitirle conversar con los
hijos del Pais; pero no había objeto en prohibir que
conversara con los extrangeros, que me visitaban.
El 13 del corriente, un distinguido caballero in­
glés, que tengo orgullo de contar entre mis amigos,
y que tenia un gran interés en ver una paz honorable
entre los dos Gobiernos;—se acercó á mí para saber
si consentiría una entrevista entre el Sr. Mármol, uno
de los negociadores y el Sr. Seguí. El Sr. Mármol
había ido á su casa la noche anterior, y habíale dado
explicaciones sobre la última proposición que termi­
nó nuestras negociaciones. Esta circunstancia indujo
á ese caballero á sugerir una conferencia en mi habi­
tación, entre el Sr. Mármol y el Sr. Seguí. —El Sr.
— 183 -

Mármol aceptó. Yo rehusé mi consentimiento; á no


ser que el Gobierno estuviese previamente de acuerdo.
Esto hará ver la buena fe con que yo obraba, no
permitiendo que uno de los negociadores (un Senador
de la confianza del. Gobierno) conferenciara sin auto­
rización con el Dr. Seguí.
El Sr. Mármol fué impuesto de esa condición, y
consultó al Gobernador. Se reunió el Consejo.—Al­
gunos opinaron que la conferencia no era impropia.
El Gobernador insistió en que no era propio que el Sr.
Mármol conferenciara con el Dr. Seguí.—simple par-
ticu'ar con respecto al Gobierno de Buenos Aires—y
ciudadano de la Confederación. El Ministro de Go­
bierno dijo, que como aún no les había notificado por
escrito el retiro de mi mediación, podía yo solicitar
otra entrevista en mi habitación y presentar al Sr.
Seguí. Viendo que estos arreglos se prestaban á los
deseos de otros, no pude rehusar mi interposición ofi­
cial, para facilitar una entrevista entre esos dos ca­
balleros, mientras existia un rayo de esperanza para
un resultado pacífico.
La correspondencia mostrará á V. E. que mi soli­
citud fué aceptada el 14 del corriente, aunque el dia
no pudo indicarse á consecuencia de la enfermedad del
Dr. Sarsfield. Pocas horas después, el Dr. Sarsfield1
como Ministro de Gobierno, me dirigió una nota, or­
denando el reembarco del Dr. Seguí. Al dia siguiente
recibí una nota, indicando las 7 de la noche para la
predicha conferencia. No quiero hacer comentarios.—
Véase mi nota rehusando mi conferencia, pues que ella
quedaba anulada con el hecho de haber sido expul­
sado el Dr. Seguí de la Ciudad, por orden de aquel
Gobierno. La narración de estos sucesos hacer ver
que los negociadores no los ignoraban, y sirve cuando
menos para poner mi conducta en su verdadera luz.
Me ocupo de este incidente con bastante repug­
nancia, pues encierra en sí una marcada descortesía
— 184 —

hácia mi persona en mi carácter de mediador; y que


desacredita á aquel Gobierno, que se vanagloria de su
ilustración superior y de desconocer el dominio de los
caudillos. Pero por el alto respeto que tenia hacia el
Gobierno de Buenos Aires, y por las maneras afables
de sus gobernantes hácia mí, no puedo menos de su­
poner, que sin apercibirse, han dejado que su antipa­
tía hácia V. E. manifestada de una manera descortez
á vuestro negociador acreditado cerca de mí y colo­
cado por orden de ellos bajo mi protección,—haya
ofuscado su razón.
No pretendo hacer alusión á aquella; pero creo
de mi deber informar á V. E. de que manera se ha
recibido y tratado á vuestro comisionado. Llegó des­
pués que se habia perdido toda esperanza de paz. El
ignoraba este hecho.
Cuando recibí el permiso de hacerlo desembarcar
bajo mi protección, me dirigí acompañado del Sr. W.
H. Hudson, Cónsul de los Estados Unidos, hácia la
Oficina del Capitán del Puerto, para notificarle la orden
á fin de evitar toda dificultad. La nota del Ministerio
de Gobierno y Relaciones Exteriores me informaba que
se habian impartido ordenes al Capitán del Puerto á ese
efecto. Preguntóle el Cónsul si habia recibido ordenes
relativas al Dr. Segui. Contestó que sí.—Entonces le
presenté la nota oficial; pero no quiso leerla, diciendo
que estaba bien. Hicimos aprontar una ballenera. Mien­
tras se preparaba, el Capitán vino al muelle y nos
ofreció su falúa, escusándose por no haberlo hecho
antes
Al llegar al vapor vimos un bote con gente arma­
da y el oficial sobre la cubierta. Le comuniqué mi
objeto. El oficial no quiso leer mi orden oficial,
pues mi palabra le bastaba; pero el Cónsul le obligó á
leerla, por ser un oficial subalterno. Así se hizo. Como
él habia despedido el bote que nos condujo, nos ofreció
el suyo y desembarcó con nosotros y el Dr. Seguí,
- 185 —

después de haber puesto el cónsul la bandera de los


Estados Unidos en la proa.
¿Cual no fué nuestra sorpresa, cuando a) desem­
barcar, el Sr. Gelly, Capitán del puerto nos preguntó
por que desembarcábamos al Dr. Seguí? Le presenté
la orden del Gobierno, que no había querido leer en
su oficina. Examinó el sello del sobre que era el de
Gobierno y Relaciones Exteriores, y leyó la orden
escrita en papel sellado con las armas del Ministerio,
y dijo que no reconocía orden alguna firmada por el
Oficial Mayor. El despacho resultaba firmado por or­
den del Gobernador; pues era sabido que el Ministro
se hallaba enfermo. Nos invitó á ir á su oficina, á lo
que accedimos
Después de permanecer allí algunos instantes, vi
que su intención era detener al Dr. Seguí, hasta re­
cibir una orden del Gobierno. Pedí entonces la de­
volución de mi orden, y le dije que me retiraba inme­
diatamente con el Dr. Seguí; y que podía encontrarle
en mi habitación. El contestó que la culpa era suya,
que había mal comprendido las palabras del Cónsul, pues
creía que solo íbamos á visitar el Dr. Seguí, desde
que sus órdenes previas eran de no permitir su des­
embarco. Aún admitiendo esto, su error no existia;
desde que leyó la orden del Gobierno, que debia respetar.
Había redactado una carta al Gobernador, queján­
dome de esta conducta extraordinaria; pero como no
estaba copiada, cuando se sugirió una nueva entre­
vista, resolví no mandarla.
La orden de expulsión vino el 14 del presente an­
tes de la mitad del término acordado El motivo que
se daba, era de que el Dr. Seguí había paseado por
las calles de la Ciudad, violando de ese modo las con­
diciones bajo las cuales había desembarcado. No existia
tal prohibición de pasear por las calles' de la Ciudad.
Las palabras que «permanezca» en mi casa y en el
Consulado Americano, no pueden interpretarse como
- 186 —

una reclusión sin libertad de salir. Significan que no


podía residir lejos de mí ó del Cónsul de los Estados
Unidos, alojándose en otra parte. Y según mi con­
versación con el Oficial Mayor, no podía comunicar
con los hijos del país.
Admitiendo sus argumentos, es evidente que no
había violado tal condición, porque solo transitó por
las calles, cuando al desembarcar nos dirijimos al Consu­
lado, ó á mi comedor del Hotel de Roma, parte de mi
habitación, y de allí á mi dormitorio ó sala, fuera de di­
cho Hotel. Nos desayunábamos en nuestro dormitorio,
y antes de su tercer comida fué espulsado de la ciudad.
Es falso, pues, este cargo, y admitiendo que fuera
cierto, ¿qué daño hacia él transitando por las calles?
¿El ilustrado Gobierno de Buenos Aires se reservaba
prohibir á un caballero distinguido, acreditado como
comisionado pacífico cerca de un mediador aceptado, el
ejercicio al aire libre?
Además se le había permitido desembarcar bajo la
fé del Gobierno y bajo mi protección especial. Si ha­
bía alguna duda sobre la observancia de las condicio­
nes del desembarco, el Gobierno debia, por deferencia
á mí, consultar é indagar los cargos imputados, antes
de mandar una orden perentoria de reembarco, y en­
viar un oficial de policía á mi habitación, para hacer
ejecutar la orden algunos instantes después.
Aún se añadía una descortesía. Se me permitió
hacerle venir á tierra sin oficial de policía. Debia pues
reembarcarle sin la custodia de tal agente
Como no había buque de guerra de los Estados
Unidos en el puerto de Buenos Aires, el capitán Ham-
mer del Bergantín de S. M. B. «Spy», á solicitud
del Cónsul de los Estados Unidos, recibió y hospedó
bondadosamente á nuestro comisionado hasta la sali­
da del vapor «Asunción■> el 17 del corriente. Mas en
el muelle, cuando el Comandante inglés ofreció con­
ducirle abordo de SU buque, en su embarcación, el
- 187 -

oficial de policía, apoyado por el Ayudante y Capitán


del puerto, no permitió dejarle embarcar en la balle­
nera inglesa, é insistió en que debía conducirlo en el
bote de policía. Como era mi deber, no quise dejar­
lo entre las manos de la policía; y con el Cónsul de
los Estados Unidos lo acompañamos hasta el buque
inglés.
Me complazco en expresar mi agradecimiento por
la atención y cortesía del Comandante inglés hacia el
comisionado de V. E., acreditado cerca de mi perso­
na, y bajo mi protección.
Y permítame, Señor, aprovechar esta ocasión para
expresar mi gratitud á los capitanes Peel y Paget de
los vapores de S. M. B. «Oberon» y «Buzzard», por los
sentimientos que me manifestaron como también á mis
compatriotas.
He redactado este informe, Señor, á toda prisa, é
interrumpido por mis negocios oficiales. Espero pues
que V. E. disimulará sus defectos, como también su
extensión,—que era necesaria para daros una idea com­
pleta de mi mediación.
Esto era también un deber para con V. E.; pues
al aceptar mi mediación, me manifestó en una confe­
rencia verbal, su alta confianza, dándome carta blanca,
en cuanto á los detalles.
Confio en que, al revisar mi conducta, no estima­
reis esa confianza como mal depositada.
Aunque deploro el resultado infructuoso de mi me­
diación y de que la guerra se considere alguna vez
necesaria; - mas siendo este el caso, y hallándose los
ejércitos de ambos Gobiernos prontos al combate,—
no puedo despedirme de V E. en el carácter de me­
diador, sin manifestarle mi alta admiración por la li­
beralidad y grandeza que ha desplegado en este es­
fuerzo, para evitar las calamidades de la guerra y
restablecer la paz y la unión de vuestra patria.
- 188 —

Con distinguida consideración de V. E. atento ser-


vidor y amigo.
Benjamín Jancey.
Es traducción fiel del inglés.
José F. Lópes,
Oficial Mayor.
- 189 —
Lby que autorizó al Presidente de la República para
RESOLVER LA CUESTION DE LA INTEGRIDAD NACIONAL.

El Senado y Cámara de Diputados de la Confe­


deración Argentina reunidos en Congreso, decreta con
fuerza de ley:
Art. l.° Se autoriza al Presidente de la Confedera­
ción para resolver la cuestión de la integridad Nacio­
nal respecto de la Provincia disidente de Buenos Aires
por medio de negociaciones pacíficas ó de la guerra,
según lo aconsejaren las circunstancias; dando cuenta
al Congreso del resultado que obtenga por uno ú otro
medio, para los efectos ulteriores.
2.° En consecuencia de la autorización anterior,
podrá movilizar las Guardias Nacionales sobre cual­
quier punto del territorio de la Nación, aumentar el
Ejército Nacional de línea y formar armada.
3 ° Queda autorizado para hacer los gastos necesa­
rios á los objetos expresados en los anteriores ar­
tículos.
4° Se permite al Presidente de la Confederación
ausentarse del Territorio de la Capital para colocarse
á la cabeza del Ejército Nacional, si lo estimare con­
veniente.
5.° Comuniqúese al Poder Ejecutivo.
Dada en la Sala de Sesiones del Congreso en el
Paraná, Capital provisoria de la Confederación Argen­
tina á los veinte dias del mes de Mayo del año del
Señor de mil ochocientos cincuenta y nueve.—Manuel
Leí va—Carlos María Saravía, Secretario.—M. Luque
—Benjamín lgarzabal, Secretario.
- 190 -
Departamento
» ■L Paraná, 20 de Mayo de 1859.
Intikiob

Téngase por Ley de la Confederación, comuniqúese


á quienes corresponda, publíquese y dése al Registro
Nacional.—Carril.—Pedro L. Funes. —Está conforme:
Teófilo P. Benites—<Oficial Mayor. Está conforme: —
Manuel M. Garda —Oficial Io.

Notas del mediador del Paraguay al Gral. Urquiza—


el Gral. acepta la mediación—Bases presentadas
por el Gral. Urquiza.

Mediación
Paraná, Octubre C de 1859.
Señor Ministro:
El abajo firmado Brigadier General tiene la honra
de dirigirse á V. E., acompañando la carta en que el
Excmo. Sr. Presidente de la República del Paraguay,
notifica al Excmo. Sr. Presidente de la Confederación
Argentina el carácter de mediador en que le acredita.
Igual participación hallará V. E. en la nota adjunta
de S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de la
República del Paraguay.
Al poner estas comunicaciones en manos de V. E.
y avisarle su llegada á esta Ciudad, el infrascripto se
complace en protestar al Gobierno Argentino los ardientes
deseos que animan al de la República del Paraguay
por ver el restablecimiento de la paz entre la Confede­
ración Argentina y el Estado de Buenos Aires.
El abajo firmado aprovecha esta ocasión para ofrecer
á S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores la
seguridad de su muy distinguida consideración.
Francisco S. López
A S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de la
Confederación Argentina, D. Baldoinero García.
— 191 —

Ministerio
de Paraná, 7 do Octubre de 1859.
Relaciones Exteriores

Anoche tuve la complacencia de recibir la nota que


con la misma fecha me hizo V. E. el honor de diri­
girme, avisándome su llegada á esta Capital en clase de
Ministro Mediador del Gobierno del Paraguay, en la
disidencia armada que existe entre el Gobierno de la
Confederación Argentina y el de la Provincia de Bue­
nos Aires.
Recibí igualmente una nota del Excmo. Sr. Minis­
tro de Relaciones Exteriores del Paraguay á este Mi­
nisterio y una carta autógrafa del Excmo. Sr. Presi­
dente de la misma República á S. E. el Sr. Pre­
sidente de la Confederación, que acreditan á V. E. en
clase de Ministro mediador.
Puesto todo en conocimiento del Sr. Vice-Presi-
dente, me ha prevenido manifestar á V. E. la satis­
facción que siente por su arribo á esta Capital, y por
la honrosa confianza que V. E. ha merecido de su
Gobierno para tan difícil y delicado encargo.
Se lisonjea mi Gobierno que si la cuestión presente
puede ser transada por medios amistosos, como tantas
veces ha acreditado desearlo con vehemencia, las cali­
dades de V. E. dan mérito para esprerar este resultado.
Debo poner en noticia de V. E , que habiendo las
legaciones de Francia é Inglaterra ofrecido con fecha
29 y 30 de Setiembre la mediación de sus respectivos
Gobiernos, ha sido aceptada; pero sin perjuicio del curso
y progreso de la del Paraguay que estaba ya admitida
desde el 22 de Agosto, como V. E. lo notará en las
copias autorizadas de las contestaciones que con fecha
de ayer se les ha dado, y que tengo la honra de adjuntar.
Pido á V. E. se sirva también dar por hecha aquí
la reserva expresada á las Legaciones de la Gran Bre­
taña y de la Francia, respecto de la calidad con que
- —

S. E. el Sr. Vice-Presidente admite la mediación entre


el Gobierno Nacional y un Gobierno de Provincia.
Podrá V. E. recibir las bases de la negociación del
Excmo Sr. Capitán General D. Justo José de Urquiza,
Presidente de la República, á quien el Congreso ha
encargado directamente restaurar la integridad Na­
cional por medios -pacíficos ó de cualquier otro modo.
Deseo á V. E. prosperidad y que el éxito corone
los trabajos de V. E. en pró de la humanidad y de
la paz.
Aprovecho esta ocasión para saludar á V. E. del
modo más distinguido.
Baldomero García.
A S. E. el Sr. Brigadier General D. Francisco S.
López, Ministro Mediador de la República del Pa­
raguay, etc. etc. etc.

Excmo Señor Capitán General D. Justo José de Urquiza


Presidente de la Conjederación Argentina.
R osario, 9 de Octubre de 1860.

Señor:
Habiendo pasado una nota con fecha 6 del corriente
al Ministerio de Relaciones Exteriores de la Confede­
ración Argentina en el Paraná, comunicando mi llegada
á aquella Ciudad como Ministro Mediador, por parte
de la República del Paraguay, ella fué contestada con
la nota del 7, dice: que siendo V. E. directamente
encargado por el Congreso para restaurar la integridad
nacional por medios pacíficos, ó de cualquier otro modo
de V. E. podría recibir las bases de la negociación.
Con este objeto me dirigí al Cuartel General de
V. E. situado á pocas millas de esta Ciudad, y ha­
biendo tenido el honor de tratar personalmente con V.
193 —

É. los objetos de mi misión en conferencias de ayer y


hoy, para dar una prueba más de los deseos que animan
á V. E. por la paz, tuvo á bien aceder á mis instancias,
acordando una suspensión de hostilidades, manifestán­
dome el deseo de que ella fuese de la menor duración
posible, no pudiendo sin embargo terminar este armis­
ticio antes de diez dias.
V. E. accedió á nombrar una Comisión, que ante
la mediación de mi Gobierno tratase con los comisarios
que llegase á nombrar el Gobierno de Buenos Aires
para el arreglo de las disidencias que hoy dividen á
los dos Gobiernos, y por último que V. E enviaría
esta Comisión á su destino tan luego como hubiere re­
cibido mi aviso de que el Gobierno de Buenos Aires
nombraba otra con el mismo fin.
Además V. E. en la misma ocasión se sirvió co­
municarme, para conocimiento particular, las bases que
servirían de instrucciones para los comisionados, que
deben representarle en la discusión para los arreglos
que tienen por objeto evitar la guerra en la Confedera­
ción Argentina.
V. E. tuvo también la bondad de preguntarme si
tendria inconveniente para trabajar conjuntamente con
la mediación Brasilera y Anglo-Francesa, demostrando
los inconvenientes y sacrificios militares que V. E.
hacia en la suspensión de hostilidades. Respondí á V.
E. que aunque era un caso imprevisto en mis instruc­
ciones, esperaba poder remover los inconvenientes que
pudieran presentarse para unir mis esfuerzos con los de
la triple mediación, observando á V. E. los derechos
que corresponden á la mediación de mi Gobierno, por
su anterioridad, siempre que la invitación me fuese hecha á
tiempo. V. E. asi convino, asi como en que si alguna di­
ficultad ofrecía la mediación Brasilera y Anglo Francesa,
para obrar conjuntamente con la Paraguaya, esta por el
derecho de su precedencia y por hallarse ya en curso,
tendrá todo el derecho que estas calidades le acuerdan.
13
— 104 -
Reasumiendo así los%resultados principales de las
conferencias de ayer y hoy, me permito ofrecerlos á la
consideración de V. E., para el caso que alguna omisión
ó interpretación poco correcta hubiere en el sentido de
cuanto V. E. tuvo la bondad de convenir conmigo.
En este caso ruego á V. E. se sirva comunicármelo.
Quiera V. E. aceptar la seguridad de la distinguida
consideración con que soy.
De V. E. muy atento servidor.
Francisco S. López.

Cuartel Qeneral, Arroyo de Lu-


dueña, 10 de Octubre de 1859.

Excmo. Señor Brigadier Gral. Don Francisco Solano


López, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraor­
dinario, etc. etc.
Señor:
Me es agradable confirmar el contenido de la co­
municación que V. E. me ha dirigido con fecha de
ayer, reasumiendo los objetos de las conferencias que
hemos tenido.
Deseo con ello haber demostrado bien á V. E. mi
deferencia hacia la interposición del Gobierno del Pa­
raguay, dignamente representado por V. E., corres­
pondiendo así á los generosos sentimientos que lo ani­
man por ver ce.~ar la guerra entre pueblos hermanos,
y á la misma deferencia del Gobierno del Paraguay
en otra ocasión, que me honro siempre en recordar.
V. E. me ha encontrado fácil en cuanto sea con­
ducente á celebrar una transacción honrosa entre pue­
blos hermanos, equitativa y racional, tal que pueda ser
duradera.
Y aunque otra mediación fracasada debía hacer­
me perder toda esperanza de que el personal del Go­
-.195 -
bierno de Buenos Aires se ponga en los términos
racionales que conviene á los intereses y á los senti •
míenlos del mismo pueblo, yo no puedo dejar de fiar
en las dotes que á V. E. adornan, en su buena vo­
luntad y en su fé propia. (1)
He ofrecido á V. E. suspender la acción de las armas,
cuando circunstancias especiales la hacen inmediatamente
necesaria. Declaro á V. E que si el Gobierno de Bue­
nos Aires conviene en el armisticio, este no debe pasar
de diez dias. En primer lugar, si el Gobierno de Buenos
Aires desea la paz, ese tiempo basta para un acuerdo
fraternal, fácil como debe ser, como lo es en efecto, si
prevalece el patriotismo. Por otra parte, el País- sufre
con la prolongación de esta situación, y me considero
ya en actitud de cumplir con el deber de decidirla.
V. E ha tenido ocasión de conocer esto.
Deseando á V. E. todo éxito y felicidad, me es
grato ofrecerle el testimonio de mi mayor estima y
consideración.
Justo José de Urquiza.

Considerando, el Representante del Paraguay, fácil


obtener, del Gobierno de Buenos Aires, un armisticio,
le pidió al Gral. Urquiza una orden para que el Al­
mirante de la Escuadra Nacional no comprometiera un
combate.
En el acto, el Gral. la hizo dar por su Secretario.
Es la siguiente:
Señor Coronel Don Mariano Cordero, etc.
Estimado Amigo:
Tengo orden de S. E. el Señor Presidente y Capi­
tán Gral. para prevenir á Vd., que, si cuando el vapor
de guerra « Tacuarí»» (del Gobierno Paraguayo) bajara
(1) Se refiere A la mediación del Ministro de Norte América, Mr. Yancey.
- 196 -
al Rio de la Plata, Vd. se hallase con la fuerza de su
mando, armada ó preparada para una operación mili­
tar, suspenda Vd. la operación y regrese al puerto de
Montevideo. Es entendida esta orden para el caso en
que Vd. no hubiera forzado el paso de la Isla, ó to­
mado posesión de ella.
De Vd. aftmo. amigo y S. S.
Benjamín Víctoríca.
Adición.

En el caso de haber forzado el paso de la Isla,


Vd. seguirá su marcha sin hostilizar á la enemiga,
respetando las informaciones que se dignare darle S. E.
el Señor Gral. López, Ministro del Paraguay.

Bases presentadas al mediador por el Gral. Urquiza

Io. Cada una de las partes contratantes reconoce


como base de todo arreglo la integridad nacional.
2o. En tanto que la Constitución de la Confederación
Argentina no puede ser alterada hasta el término de
diez años, desde su juramento el año de 1853, Buenos
Aires conservará su aislamiento Gubernativo hasta la
conclusión de los trabajos de la Convención revisora, á
que concurrirá con el número de Diputados y Sena­
dores prescripto en la Constitución en vigencia en las
trece Provincias Confederadas.
3°. Seis meses antes de la época de la revisión de
la Constitución la Provincia de Buenos Aires será con­
vocada por su Gobierno á una Convención Constituyente,
para examinar la Constitución de Mayo, y las reservas
que hiciere servirán de base para convocar la Conven­
ción General revisora de la Constitución Federal.
4o. La fé de ambos Gobiernos se empeña de la ma­
— 197

ñera más solemne ante el mundo civilizado para no


hacerse oposición alguna el uno al otro.
5. ° No habrá confiscación de propiedad por ofensas
políticas pasadas, y se concederá amnistía á las per­
sonas encausadas ó desterradas desde el 11 de Setiem­
bre de 1852.
6. ° La Isla de Martín García será inmediatamente
libre de toda ocupación militar.
7. ° En consecuencia natural á la base de este arre­
glo, Buenos Aíres no tendrá relaciones diplomáticas
con las naciones extrangeras.
8. ° El Gobierno de la Confederación no podrá im­
poner el servicio forzoso de las armas á los hijos de
Buenos Aires, y el Gobierno de Buenos Aires no podrá
hacerlo con los hijos de las provincias confederadas
avecindados en su territorio.
9. ° Un acuerdo especial será establecido para orga­
nizar la común defensa de las fronteras.
10. El Gobierno de Buenos Aires contribuirá en
justa proporción á los gastos diplomáticos.
11. Se empeña la garantía de las Potencias media­
doras á la conservación de la paz y fiel cumplimiento
de la presente Convención.

Nota del Ministro Velez Sarsfield en la que rechaza


LA PROPOSICION DE UNA SUSPENSION DE HOSTILIDADES
CALUMNIANDO TORPEMENTE AL ORAL. URQUIZA -14 DE

Octubre de 1859.

Ministerio
de Buenos Aires, Octubre 14 de 1859.
Bei.aciones Exterioras

Al Excmo. Sr. Brigadier General de la República del


Paraguay, Ministro Mediador cerca del Gobierno del
Estado de Buenos Aires, D. Francisco S. Lopes.
El abajo firmado ha recibido y puesto en conoci­
miento de S. E. la nota fecha de ayer del Srf Minis-
- IOS —

tro Mediador del Excmo. Gobierno de la República del


Paraguay, y ha recibido orden para contestar á V. E.
que desde la primera comunicación de este Ministerio
á S. E. el Señor Ministro de Relaciones Exteriores del
Gobierno del Paraguay, el Gobierno de Buenos Aires
le manifestó que el General Urquiza después de haber
agotado lodos los medios de una guerra comercial
contra el Estado de Buenos Aires; después de haber im­
plorado alianzas de Gobiernos Extrangeros para hacerle
la guerra y después, en fin, de haber reunido desde lar­
gas distancias de la Confederación Argentina numerosas
fuerzas sobre los límites de este Estado, y uniéndose á
los indios salvajes para asolar este territorio no habia
sin embargo manifestado al Gobierno de Buenos Aires
los motivos de actos de esa naturaleza y de la guerra
que declaraba á este Estado, la cual iba á envolver en
sangre á toda la República Argentina, ni exigídole ofi­
cialmente cosa alguna que pudiera satisfacer sus preten­
siones. El Gobierno de Buenos Aires, como era de su
primer deber, se puso en armas á contestar la fuerza
con la fuerza.—El Gobierno no comprende ahora, los
deseos de paz del General Urquiza, si los compara con
sus actos expontáneos, ya que él no puede decir que
por parle del Gobierno de Buenos Aires hubiese recibido
la Confederación Argentina la menor injuria ni la menor
provocación á la guerra.
Sin embargo, la respetable interposición del Gobierno
del Paraguay, y el poder del Ejército que iba á encon­
trar á su frente, lo habrán obligado á hablar de paz y
disponerse á mandar Comisionados para un arreglo con
el Gobierno de Buenos Aires.
Cuando este Gobierno no habia provocado en ma­
nera alguna la guerra, y se armaba solo para re­
chazar dentro y fuera del territorio del Estado, la
guerra que de hecho le habia declarado el General
Urquiza, no puede dejar de serle muy satisfactorio,
que él ahora anteponga, cualesquiera que sean sus pre-
— 199 -

tensiones los medios pacíficos para obtenerlas ó dis­


entirías. El Gobierno pues acepta la proposición del
Sr. Ministro Mediador: recibirá los Comisionados que
nombre el General Urquiza, y nombrare! los suyos, para
hacer cesar los motivos que en el concepto del Ge­
neral Urquiza, lo autorizaban á declarar la guerra á
Buenos Aires.
No es posible, que el General Urquiza ni los Comi­
sionados que él elija, teman desaire alguno de parte
del Pueblo de Buenos Aires.
Durante el sitio de 1853, cuando el General Urquiza
hacía una guerra sin medida al pueblo de Buenos Aires,
y se degollaban por sus tropas oficiales salidos de esta
plaza, durante un armisticio, los Comisionados para
hacer la paz, se hallaban en esta ciudad, y lejos de
recibir el menor insulto fueron tratados por toda la
población con el decoro debido á su carácter. Si apesar
de esto otra cosa pensase el Gobierno de la Confederación,
ó sus Comisionados, en tal caso, el Gobierno de Buenos
Aires acepta con gratitud el generoso ofrecimiento del
vapor «Tacuarí» ó de otro buque de la República del
Paraguay, para tener en él las conferencias, que se
sirve ofrecer el Señor Ministro Mediador.
Respecto al segundo punto que contiene la nota
del Señor Ministro, relativa á la proposición de un
armisticio de diez dias, se vé en la necesidad de de­
clarar á V. E. que tales son los medios de que el
General Urquiza se sirve para hacer la guerra á Bue­
nos Aires, que no le permiten á este Gobierno sus­
pender las hostilidades ni por un solo dia. El Gene­
ral Urquiza se ha aliado con los feroces bárbaros del
desierto, los ha armado, los ha vestido, y los ha pues­
to bajo la dirección de Gefes de su Ejército, para que
incesantemente ataquen la frontera de este Estado.
La prensa del Paraná y del Rosario ha publicado has­
ta el 27 del pasado, las considerables sumas de dinero
que aquel Gobierno empleaba en mantener la alianza
— 200 -

de los indios contra Buenos Aires; los nombres de los


Gefes y Oficiales que les mandaba para dirigirlos:
existen en poder de este Gobierno, las intimaciones
hechas por el edecán del General Urquiza, comandan­
te Olivencia, á la cabeza de los bárbaros, á los Gefes
de algunos puntos de la frontera y últimamente los
diarios de la Confederación, han publicado el arma­
mento con que el dia veinte y siete de Setiembre salía
el indio Cristo del Paraná.
Asi pues la derecha del Ejército del General Urquiza,
Ja forman los bárbaros armados por él, que entran á
sangre y fuego á los lugares que ocupan y no perdonan
la vida al más inocente. Un armisticio con las fuerzas
que directamente manda el General Urquiza, le permitirá,
sin embargo, obrar libremente con la derecha del Ejér­
cito, y por más que prometiese al Gobierno de Buenos
Aires contener las invasiones de los bárbaros, éste
Gobierno no podría reposar en el poder de su palabra,
que tampoco sería’ capaz de contener las invasiones de
sus aliados, cuando ellos se determinaran á hacerlas.
Desgraciadamente el General Urquiza se vale contra
Buenos Aires del brazo de los bárbaros, y esta lamen­
table circunstancia será siempre un obstáculo inseparable
para toda cesación de hostilidades, y una de las dificul­
tades que se presentarán al hacer un tratado de paz.
Al terminar esta nota tengo orden de expresar á
V. E. que se han presentado ya oficialmente como Me­
diadores otras potencias de Europa, á las cuales el
Gobierno no puede dejar de atender, así que se presenten
sus respectivos Ministros. El infrascripto aprovecha nue­
vamente esta oportunidad para reiterar á V. E. las
seguridades de su más distinguida consideración.
Dalmacio Veles Sarsfield.
Nota del autor.
El miamo dia en que Velez Sarsfield dirigía esta nota al Mediador, tuvo
lugar el sangriento combate do Martin García.
De manera que ese combate y la batalla de Cepeda se hubieran evitado,
si al Gobernador y sus Ministros hubieran aocedido A celebrar el armisticio
solicitado por el Mediador.
Prefirieron seguir calumniando al Gral. Urquiza, confiados en el éxitq
augurado por el Gral. en Gefe del Ejército de la Provincia.
— 201 —

Nota dirigida al Ministro Velez Sarsfield por

el Mediador

Buenos Aires, Octubre 24 de 1859.

Señor Ministro:
Me es de suma importancia rectificar un hecho,
á que no le daria hoy ese carácter, sino fuera que él
me ha servido, de base para tratar de que el Señor
Dr. D. Benjamín Victorica, no se presentase en esta,
formando parte de la Comisión que el Excmo. Go­
bierno de la Confederación Argentina, debía mandar
para la disposición de un arreglo pacífico entre aquel
Gobierno y el de este Estado.
El Sr. D. Carlos Calvo autorizado por V. E. me
ha espresado «que V. E. estrañaba que yo hubiese
creído que el Gobierno de Buenos Aires repulsaba al
Sr. Dr. Victorica, como comisionado del Gobierno de
la Confederación: agregándome que V. E. decía que
para el Gobierno le era indiferente que viniese con ese
carácter; se le recibirá, y concluyendo el Sr. Calvo
con espresarme que esta manifestación la hizo V. E.
ante varias personas».
No tengo derecho, ni la pretcnsión tampoco á
reprochar que esa manifestación la hiciese V. E. en
presencia de los Señores que allí estaban presentes;
pero esta circunstancia, cuando yo he pedido al Sr’
Victorica de no venir, me coloca en el deber de salvar
en todo tiempo ante ese Sr. y su Gobierno el concepto
poco favorable en que yo quedaría, desde que apareciese
yo pidiendo al Sr. Victorica que no viniese por ser
disgustante su venida, y desde que alguna vez por los
mismos Señores que han oido la referencia de V. E.
se pudiera decir, que el Gobierno de Buenos Aires nunca
tuvo ni oposición, ni aun desagrado, en que el Sr. Vic-
— 202 —

tcrica formase parte de la Comisión del Gobierno de


la Confederación, de que yo le he pedido que se separe.
Me permitiré recordar aquí lo que ha pasado, y le
ruego á V. E. se persuada, que si dirijo á V. E. esta
nota á pesar de la explicación verbal que V. E. se
dignó hacerme anteanoche en esta casa, es por que dado
por mi el paso de pedir que el Sr. Victorica no forme
parte de la Comisión, tengo el más vivo interés en que
ni ahora, ni en tiempo alguno, se considere tal pedido,
como una inspiración mía, que á la verdad, seria siempre
injustificable, no solo ante el Sr. Victorica y su Go­
bierno, sino ante mi Gobierno también
Con el íntimo deseo de remover cualquier difi­
cultad que pudiera sobrevenir, y hacer fracasar la ne­
gociación, yo expresé á S. E. el Sr. Gobernador, que
sino se creía indiscreto, desearía que se me permitiese
el preguntar, qué personas de la Confederación le se­
rian desagradables al Gobierno de Buenos Aires en la
Comisión que viniese.
El Sr. Gobernador me contestó que no tenia in­
conveniente para declararme que él no admitiría al Sr.
General Guido, al Sr. Pujol, al Sr. Dr. D. Luis J. de
la Pena y al Sr. Dr. Derqui.
Yo entonces le repuse que me felicitaba de haberle
oido, por que precisamente ninguno de esos Señores
componía la Comisión, y que esto me complacía, des­
de que divisaba una dificultad menos.
Con este motivo le dije que los Comisionados eran
el Sr. D. Pedro Lucas Funes, y los que después iré
nombrando.
En cuanto al Sr. Funes, me dijo, no lo conozco
Le nombré al Sr. Leiva, y me dijo: ese también
es del número de los que escluyo, y sino lo nombré,
fué por que no me acordé.
Nombré en seguida al Sr. Cullen, y me respon •
dió: es buen hombre.
Le nombré por último al Sr. Victorica, y entonces
- 203 —

asombrándose me dijo: ese no puede admitirse, es el


hijo del Gefe de Policía de Rosas, haciendo sobre esta
circunstancia, y la de ser hijo político del Sr. General
(Jrquiza, varias observaciones, concluyendo con decirme
que primero preferiría al Sr. Leiva, aunque era del nú­
mero de los escluidos por él.
Yo le signifiqué á S. E. la inconveniencia que ha­
bía en aquel rechazo, expresándole que como esto era
antes que los Comisionados hubiesen llegado, iba á
aprovechar los momentos para ver si lograba que el
Sr. Victorica dejase de venir.
S. E el Sr. Gobernador como seguro de su derecho
de no admitir esta ó aquella persona, me replicó en­
tonces ¿pues que Vd. dudaba que el Gobierno no tenga
el derecho de repeler la persona que no le agrade.?
Yo absteniéndome de contestar, le dije que me permi­
tiera no responderle sobre ese punto. Que yo iba á
esforzarme en remover esa dificultad, pidiendo que no
viniese el Sr. Victorica y fuese repulsado, que daría á
S. E. entonces mi juicio, pues ahora seria prematuro.
S. E. el Sr. Gobernador tuvo la bondad de mani­
festarme además, que la Comisión del Gobierno de
Buenos Aires seria compuesta de los tres Sres Ministros,
y preguntando á S. E. sobre la reserva de esta indi­
cación, me contestó que puesto, que no se había tomado
una resolución decisiva no le convendría que se divul­
gase, pero que si era necesario usar de ella á fin de
que el Sr. Victorica no viniera, S. E. me autorizaba
para obrar así.
Concluida esa conferencia pasé á hablar con V. E.;
le manifesté todo lo ocurrido con el Excmo. Sr. Go­
bernador y que queda aquí detallado, y al llegar á
la persona del Sr. Victorica, me contestó V. E. casi
textualmente lo que paso á exponer. Por supuesto,
Sefíor, el Sr. Gobernador hace bien en no admitir al
Sr. Victorica, ni es posible que se trate con él de nin­
guna manera, espresándome V, E. del modo más es-
— 204 -

plícito que no sería admitido, y reproduciendo más ó


menos los mismos conceptos que S E. el Sr. Gober­
nador me había expresado.
En consideración á esta resistencia, que felizmente
aparecía antes del arribo de los Comisionados, yo le
manifesté á V. E. que iba á hacer mis esfuerzos por
lograr que el Sr. Victorica no viniese y que seria
feliz si la obtenía, por que así habria desaparecido una
dificultad prévia que hubiera embarazado la negocia­
ción.
Consecuente pues con esto escribí sobre el particular,
pidiendo al Sr. Victorica sin darle los detalles de am­
bas conferencias, que habiendo yo comprendido que
pudiera ser desagradable su arribo á esta ciudad, hiciera
el sacrificio de remover por si mismo toda dificultad.
Cuando movido yo por el interés más puro he dado
ese paso, siento profundamente, Señor, que alguna vez
por las referencias que me ha hecho el Sr. Calvo pudiera
aparecer como una inspiración mia, y es solo en el
deseo de evitar ese concepto no merecido de mi parle
que, contando con la deferencia de V. E., le ruego se
sirva expresarme si es verdad que yo después de lo
que el Excmo Sr. Gobernador y V. E. me expresaron,
les manifesté que iba á esforzarme para obtener la re­
moción de aquella dificultad, solicitando que el Sr.
Victorica no viniese.
Quiera el Sr. Ministro aceptar las seguridades de
mi distinguida consideración y aprecio.
Francisco S. López.

A S. E el Sr Ministro de Relaciones Exteriores de


Buenos Aires, Dr. D. Dalmacio Velez Sarsfield.
— 205 -

El 25 por la tarde llegó á la Ciudad de Buenos


Aires la noticia de la derrota del Ejército del Gral.
Mitre.
El 23 el Gobernador Alsina (D. Valentín) ha rehu­
sado admitir al Dr Victorica entre los Comisionados
que debía nombrar el General Urquiza, sin otro fun­
damento que ser hijo de uno de los Gefes de Policía
de D. Juan Manuel de Rosas y yerno del General
Urquiza.
La intransigencia se llevaba hasta el absurdo.
El Dr. Velez Sarsfield el 24 no pensaba lo mis­
mo, sin duda previendo un resultado contrario al
que esperaban de la batalla que habia tenido lugar
el 23.
Se presume esto de la anterior comunicación del
Ministro Paraguayo.
Va enseguida la contestación del Dr. Velez Sars­
field.

Nota del Dr. Velez Sarsfield

Ministerio
. n e Buenos Aires, Octubre 25 de 1859.
Relaciones Exteriores

A S. E. el Sr. Ministro del Excmo. Gobierno del


Paraguay, Brigadier General D. Francisco S. López.

El abajo firmado contestando la comunicación del


Sr. Ministro Mediador del Excmo. Gobierno del Paraguay
de fecha del 24 del presente, debe decir á V. E. que el
incidente que á ella se refiere sobre la persona del Dr.
Benjamín Victorica fué una conversación particular, y
la juzgué tan de ninguna importancia que no tuve incon­
- 206 -

veniente en hablar sobre él al Sr. Calvo, y á al­


guna otra persona. Yo ignoraba completamente lo
que el Señor Gobernador hubiese dicho al Sr. Minis­
tro respecto á la persona del Sr. Victorica. Y tan
cierto es esto, que al ver la nota de V. E. he ido
con ella en la mano, á preguntar al Sr. Gobernador, si
él había rechazado la persona del Sr. Victorica, y
dicho á V. E. las expresiones que en su nota se sirve
transcribir.
El Sr. Gobernador me confirmó lo que V. E. ase­
gura, y desde entonces sin duda es que V. S. se vió
obligado á escribir al General Urquiza en los términos
que dice haberlo hecho.
Cuando hablé al Sr. Gobernador respecto de la
nota de V. E., que contesto, ya había tenido lugar la
conversación con el Sr. Calvo y las expresiones mias
que él trasmitió á V. E Si hay contradicción en mi
pensamiento y el Sr. Gobernador, es por que no había
acuerdo sobre la materia, ni me había comunicado sus
ideas, ni menos tomado conmigo una resolución res­
pecto á la persona del Sr. Victorica.
En tales circunstancias yo podía tener una opi­
nión diversa de la del Sr. Gobernador, y fué la que
expresé al Sr. Calvo.
En cuanto á la referencia que hace de mí el Sr.
Ministro, yo debo protestarle que no he dado im­
portancia alguna á lo poco que he conferenciado con
V. E. respecto del Sr. Victorica; pero no habiendo
ni hablado con el Sr. Gobernador sobre la materia,
ni subido que él hiciera un rechazo formal del Sr. Vic­
torica, creo solo haber hablado, si no me equivo­
co, con el Sr. Ministro, de la inconveniencia del Sr.
Victorica, para la negociación de paz. Pero sobre to­
do desde que el Sr. Ministro tenia la resolución ofi­
cial del Sr Gobernador, lo que yo le dijera en una
conversación privada, no tenia ningún género de im­
portancia.
2o? -

Creo dejar con esto contestada la nota de V. E.,


repitiéndole las seguridades de mi perfecta conside­
ración.
Da!¡nació Velez Sarsfield.

En sus oomnnicakioncs demuestra el Ministro del Paraguay su empeño


sinooro de arreglar la cuestión de la integridad argentina antee de que tuviera
lugar una batalla; y no lo consiguió por la ofuscación y soberbia de los que
dirigían la política de Buenos AireB.
— 208 —

A S. E. el Sr Ministro de Relaciones Exteriores de


Buenos Aires, Dr. D. Dalmacio Velez Sarsfield

Buenos Aires, Octubre 25 de 1859.

Señor Ministro:
Tengo el honor de avisar á V E que he recibido
la comunicación de V. E. fecha de ayer, en que se dig­
na decirme de orden de S. E. el Sr. Gobernador, que
el Gobierno acepta el ofrecimiento del «Tacuarí» y que
en él y al frente de la Ciudad de San Nicolás pueden
reunirse los Comisionados de ambos Gobiernos; agre­
gando V. E. que allí estarán cerca del Cuartel General
del Presidente de la Confederación, y que con este medio
el Gobierno de Buenos Aires me dá la mayor prueba
de su deseo de arribar á una solución pacífica.
Complacido al ver que puede llegar el momento
en que reunidos los Comisionados todos Argentinos se
arribe á una solución pacífica y honrosa, tengo el pla­
cer de avisar á V. E., para que se sirva manifestarlo
así á S. E. el Sr. Gobernador, que el vapor de guerra
«Tacuarí» estará á disposición del "Gobierno, y que
como en el estado en que pudieran hallarse hoy los
Ejércitos, si ha habido una batalla, no será posible
quizá saber el punto fijo que sea próximo al Cuartel
general del Sr. Presidente, me impongo el grato deber
de acompañarlos hasta ese punto en el rio, v de per­
manecer allí hasta que halla podido yo obtener la for­
tuna de conducir á los Señores Comisionados del Ge­
neral Urquiza. á bordo del vapor paraguayo en que
las conferencias se tengan.
Mas hallándose hoy ambos pueblos en momentos
solemnes, en que no seria imposible que haya ui. com­
bate, del que debe surgir un triunfo para alguno de los
beligerantes, me permito suplicar á V. E. que en
precaución de las ulterioridades que puedan sobrevenir,
se digne muñir á los Comisionados de las instrucciones
— ¿09 —

necesarias, ya sea que el Sr. General Urquiza haya


sufrido una derrota, ó ya que haya obtenido un triun­
fo, pues seria lamentable, que cambiando cualquiera de
esos acontecimientos la faz de las cosas, tuviese que
suspenderse la negociación, por no creerse autorizados
los Señores Comisionados á continuarla.
Quiera V. E. excusar que yo me permita una in­
dicación, que no puede escapar á la penetración de
V. E. y hacerme la justicia de creer, que solo la hago
movido del vivo interés de remover toda dificultad
que pueda trabar la iniciación de las conferencias y
su curso.
Dígnese V. E. admitir las protestas de mi respeto
y muy distinguida consideración.
Francisco S. López.

M 1 N1 8T K n I o
I) E Buenos Aires, Octubre 25 de 1859.
Relaciones Exteiiiohks

Al Excmo. Sr. Brigadier General Ministro Mediador


de la República del Paraguay, D. Francisco S. López.

El insfracripto ha tenido el honor de recibir la nota


de V. E. fecha de hoy, en que me hace presente que
por el estado en que pudieran hablarse hoy los ejércitos,
seria quizá imposible saber el punto fijo que sea próximo
al Cuartel General del Presidente de la Confederación,
V. E. se impondrá el deber de acompañar á los Comi­
sionados hasta ese punto del rio, y de permanecer allí
hasta conducir los Comisionados del General Urquiza á
bordo del vapor Paraguayo en que se tenga las confe­
rencias; pero que pudiendo haber obtenido un triunfo,
u
— 210 -

alguno de los beligerantes, en precaución de las ulte-


rioridades que pueden sobrevenir, V. E. se permite
suplicar se provea á los Comisionados de las instrucciones
necesarias, ya sea que el General Urquiza haya obtenido
un triunfo ó sufrido una derrota, á fin de evitar que
los acontecimientos puedan suspender la negociación.
En contestación á ella el infrascripto tiene orden
de S. E. el Sr. Gobernador para decir á V. E., que el
Gobierno, como lo expresó ya en una nota fecha de
ayer, está dispuesto á nombrar sus Comisionados, y
procederá en consecuencia tan luego como V. E. haya
recabado la adquiescencia del General Urquiza á la
medida propuesta.
V. E. comprenderá que el Gobierno no podría pro­
ceder á ese nombramiento sin aquel requisito prévio,
pues de otro modo el Gobierno se espondría á recibir
un sério desaire, en el caso de que el General Urquiza
no asintiese á aquella medida, lo que seria tanto mas
grave en las presentes circunstancias, en que acaba de
tener lugar un hecho de armas, que habrá hecho va­
riar el Cuartel general del Presidente de la Confe­
deración, y la dificultad de poder precisar las instruc­
ciones que sea conveniente darse á los Comisionados.
Este hecho mismo, hace que el Gobierno no tenga
idea fija sobre la posición en que actualmente se halle
San Nicolás, para el objeto de la reunión de los Comi­
sionados, y todo ello induce al Gobierno, á esperar
que V. E. se penetrará de la conveniencia de obtener
la adquiescencia del Presidente de la Confederación á
un lugar determinado para la reunión de los Comisio­
nados, antes que se proceda al envio de los del Go­
bierno.
Con este motivo el abajo firmado reitera á V. E.
las seguridades de su mas alta consideración y aprecio.
Dalmacio Veles Sarsfield.
- 211 -
Partes oficiales

Combate de Martín García—Batalla de Cepeda

EL G E F E Puerto del Rosario, á bordo del


DK LA Vapor de Guerra Argentino «Salto»,
Escuadra Argentina 20 de Octubre de 1859.

Al Excmo. Sr. Presidente de la Confederación Ar­


gentina Capitán General de sus Ejércitos, 1). Justo
José de Urquiza.

Excmo. Sr. tengo el honor de poner en conoci­


miento de V. E. el parte detallado de la acción, que
sostuvo la escuadra á mi mando al pasar delante de
la isla de Martín Garcia así como de las operaciones
sucedidas.
Habiendo salido el 12 de Montevideo á las 11 de
la mañana, algunos retardos imprevistos no me permi­
tieron llegar, sino á las tres de la tarde á la vista de
Ja isla, y viendo que me seria imposible pasar con
día, me determiné á fondear á la vista de las baterías
enemigas.
En seguida llamé á bordo á todos los Comandan­
tes de los buques, y dispuse que el vapor capitana,
«Salto», remolcaría la barca «Concepción», sosteniendo
con el «Hércules» el fuego de las baterías, y que el
«Pampero» con el «Menay», remolcando la goleta
«Argos», atacarían á los buques que estaban, según
sabia, atravesados del otro lado del canal.
A las ocho y media de la mañana del dia 14,
caminamos en efecto en línea sobre la primera batería,
que los enemigos han denominado de la Arena. Toda­
vía estábamos á una gran distancia, cuando esta bate­
ría y algunas piezas volantes rompieron el fuego; pero
- 212

fué bastante incierto. Lo liemos soportado sin con­


testar durante veinte minutos, hasta que al derribar
sobre babor, para entrar en el canal, nos hallásemos á
una distancia que nos prometiese un tiro más exacto.
Desde aquel momento, durante hora y media, el
«Salto», la «Concepción» y el «Hércules» han recibido
y contestado el cañoneo y mosquetería, no solo de las
baterías sino también de los buques fondeados en la
orilla babor del canal; habiendo conseguido apagar en
parte los fuegos del enemigo. El «Pampero» y des­
pués el «Menay» con la goleta «Argos», que nos se­
guían, se aproximaron al ponton «Castelli», al patacho
«Rápido» y á otra goleta, y les apagaron los fuegos;
el «Pampero» abordó al «Rápido», le abrió la proa, y
si no hubiese sido la muerte del comandante Maurice,
habría podido aun tomar prisionera la tripulación de
aquel buque. El «Menay» con el «Argos» lo secunda­
ron en todo y soportaron como los demás el fuego de
todas las baterías de tierra y agua.
No puedo, Excmo. Sr., distinguir personalmente á
ningún gefe. El valiente Comandante del vapor «Salto»
Sargento Mayor D. Santiago Baudrix, me secundó del
modo más digno de recomendación, y debo decir otro
tanto de mi gefe de Estado Mayor y de los comandan­
tes del «Hércules», «Concepción», «Menay» y «Argos»,
los Señores teniente Coronel graduado D. Alvaro de
Laberge, Sargento Mayor D. Bartolomé Cordero, Sar­
gento Mayor D. Augusto Leliedal, Teniente Coronel
D. Julio Fonrrouge y Sargento Mayor graduado D.
Dionisio Invierno, así como del segundo comandante
del «Pampero», Sargento Mayor D. José María Mon-
tandon, quien tomó el mando después de la muerte del
Comandante Maurice, y de mi ayudante de órdenes el
valiente capitán D Enrique Victorica, el cual no cesó
un instante un servicio muy activo durante todo el
combate, pues todos han correspondido completamente
á la confianza que V. E. se dignó depositar en ellos.
— 213 -

Las tropas todas han mostrado el mayor arrojo y


entusiasmo, y no exagero al hablar del comportamiento
tanto de su gefe el intrépido coronel D. José Anzati,
como del sargento mayor barón Viel Castel y de toda
la brillante oficialidad.
Tampoco pasaré en silencio la muy digna del bi­
zarro coronel Echegaray, el cual permaneció á mi lado
durante todo el combate, y recomendaré también á
V. E. la comportacion de varios patriotas que pidieron
embarcarse voluntarios, citando entre ellos á los va­
lientes Sres. D. Angel Plaza Montero, Peña y otros que
los acompañaban.
Ya cerca de salir de los fuegos una bala cortó el
remolque que nos unia á la barca «Concepción»; hice
señal al «Hércules» de tomarla, pero otra bala qne
cortó una cadena de su timón lo retardó, y hasta que
lo hubo compuesto, estuvieron el «Hércules» y la «Con­
cepción» expuestos á un fuego vivísimo, que soportaron
con la mayor bravura, é imposible haber sido más lu­
cida la comportacion de sus comandantes, oficiales y
tripulaciones. Solo después de un cuarto de hora fué
que el «Hércules», habiendo compuesto su avería, pudo
tomar el remolque.
Los partes de los Sres. comandantes me han reco­
mendado sin excepción á todos los oficiales y tripula­
ciones, y yo Excmo. Sr , lo hago cerca de V. E. no
exceptuando á ninguno de los oficiales, recomendando
así mismo á las tripulaciones que todas han combatido
con el mayor valor y entusiasmo.
Tengo también que hablar á V. E. de las pérdi­
das y averias que hemos sufrido, y si bien entristecerá
mucho el corazón de V. E. la muerte de nuestros com­
pañeros, á lo menos puedo afirmar que hemos vengado
estas muertes por la de un número mucho mas crecido
de nuestros enemigos.
La muerte del comandante D. Santiago Maurice, es
la única que hemos tenido que deplorar entre los gefes,
- 214 —

y han sido poco numerosas las pérdidas de las tripula­


ciones. Entre los heridos se cuentan al comandante del
«Hércules» D. Bartolomé Cordero, que fué contuso de
un brazo y herido en la cabeza, el segundo coman­
dante del vapor «Menay», el valiente capitán D. Augus­
to Laserrc y el distinguido subteniente de marina D.
Justiniano Salvañac, cuyas heridas felizmente no son
de peligro.
Las averias que han sufrido los buques han sido
de poca importancia; el «Pampero» rompió un tubo en
varias partes, la barca perdió uno de sus masteleros, y
el «Salto» uno de sus palos; estas averias no nos han
impedido marchar, y á las once y media del mismo dia
fondeó la escuadra en el Guazú.
Pasé inmediatamente revista á todos los buques, y
fui saludado con los vivas más espresivos á V. E., que
me ha comprobado el entusiasmo y la decisión que ani­
ma á estas valientes tripulaciones. Después de haber
dado sepultura á los muertos, seguí aguas arriba á po­
nerme á las órdenes de V. E. en el Rosario.
Una varada que tuvimos el 16 nos retardó, y en
la noche del 17 tuvimos otra mayor; el «Hércules» y el
«Menay» vararon los dos, habiendo tenido que descar­
gar carbón y una parte de la artillería del «Hércules»,
sin poder salir de la varadura hasta el 18 á la una
de la tarde.
En aquel momento la barca me señalaba tener á la
vista el enemigo; mandé inmediatamente tomar los re­
molques; el «Salto» tomó á remolque el vapor «Hér­
cules» que había apagado los fuegos y vaciado sus
calderas para salir de la varadura, y así nos pusimos
en marcha, el «Hércules» calentando su máquina y
montando su artillería.
Eran las tres de la tarde cuando todos los buques
estuvieron prontos; acababa de reunírsenos el vapor
«9 de Julio», que demostró por sus vivas el mayor en­
tusiasmo; le ordené cubriese la retaguardia, lo que
— 215 —

cumplió en el acto, é inmediatamente hice señal de pre­


pararse para la acción, pensando virar de bordo para
buscar al enemigo que parecía seguirnos; disminuimos
la fuerza de la marcha, é izamos la bandera de com­
bate; pero al ver estas disposiciones el enemigo se
dirigió aguas abajo, sin duda á ponerse al abrigo de
sus baterías.
Seguí entonces aguas arriba, y á las cinco y media
de la tarde, la escuadra fondeó en este puerto.
Tal fué, Excmo. Sr, la marcha que ha traído la
escuadra á mi mando desde su salida del puerto de
Montevideo, y espero merecerá la aprobación de V. E.
Dios guarde á V. E. muchos años.
Mariano Cordero.

Estado Mayor General Cuartel General en el campo de


del batalla de Cepeda, 24 de Octubre
Ejército de Operaciones de 1859.

Al Excmo. Sr. Presidente de la Confederación Argen­


tina, Capitán General de sus Ejércitos y en Gefe del
de Operaciones, D. Justo José de Urquiza, etc. etc. etc.

Tengo el honor de dar parte á V. E. detallada­


mente del glorioso hecho de armas, que en la historia
se denominará Batalla de Cepeda, cuyos pormenores son
como sigue:
En la mañana de ayer, á las seis y media, con
arreglo á las órdenes de V. E., el Ejército marchó
desde la Cañada Rica, avanzando en cinco grandes divi­
siones paralelas hacia el Arroyo del Medio. Poco
después de las diez, aproximándose las columnas al
Arroyo, se encontró la márgen derecha ocupada por
— 216 -

caballería enemiga, que fué preciso hacer retirar para


dar de beber á las caballadas que venían sedientas.
Al efecto V. E. ordenó á la División Escolta al
mando del Coronel D. Manuel Caraballo, al Regimiento
1° de Mayo al Coronel D. Isidro Quesada, y al Regi­
miento del Coronel D. Luis González, cuyos tiradores
ya tiroteaban al enemigo, los arrollasen, lo que efec­
tuaron cargando con toda bravura y haciéndoles retro­
ceder cobardemente hasta refugiarse al grueso de su
ejército, que se hallaba en la línea que hace mucho
tiempo ocupa, sobre el arroyo de Cepeda, distante del
Arroyo del Medio como legua y media al Sur: y ha­
biendo V. E. ordenado, mientras tanto, que todos los
demás cuerpos de caballería siguiesen el movimiento al
frente, quedó formada la línea frente al campamento
enemigo, á las 12 y media del dia. En este combate
preliminar, quedaron en nuestro poder como ochocien­
tos hombres de los enemigos.
La artillería, infantería y tren del Ejército debía
acampar sobre la márgen izquierda del Arroyo, pero
ordenando V. E. que también avanzase, marchó y pasó
el Arroyo del Medio, entre las doce y una del dia, ade­
lantando hasta la distancia de diez cuadras de la línea
enemiga, lo que recien se verificó ¿i, las tres de la
tarde, sin que el enemigo se hubiese atrevido en el in­
tervalo á hacer movimiento alguno.
Mientras tanto, el parque, por la rapidez con que
habia avanzado el Ejército, como también por lo pe­
sado del terreno á causa de las recientes lluvias, habia
quedado á una gran distancia á retaguardia, y fué pre­
ciso conducir municiones á caballo para municionar la
artillería é infantería,, que no lo estaban sino con esca­
sez, como que venían de marcha. Esta operación
necesaria ocupó hasta las cinco y media, en que las
fuerzas quedaron dispuestas al combate.
A esta hora, se avisó á V. E., que serenamente es­
tudiaba el campo desde las guerrillas, de que la arti-
- 217 -

Hería é infantería estaban prontas, y entonces reunió


V. E. á los Sres. Brigadieres Generales, Coroneles Ma­
yores y Coroneles Gefes de Divisiones, y al que suscri­
be, para dar sus órdenes para el ataque.
En seguida se formó nuestra línea de la manera
siguiente: en el centro, dos baterías de piezas de á
ocho y un obús cada una, y á la derecha ó izquierda
una batería de piezas de á cuatro, disponiéndose los
seis batallones de infantería en columnas paralelas en
los intervalos de las baterías: la derecha la formaron las
divisiones del Sr. Coronel Mayor D. Miguel Gerónimo
Galarza; y el estremo de esta ala, la división del Sr.
Brigadier General Don Juan Pablo López: la izquierda
se componía de las divisiones Gualeguay y la Paz, al
mando del Coronel D. Manuel Basavilbaso, de la divi­
sión comandada por el Excmo. Sr. Brigadier General
D. Juan Esteban Pedernera: y el estremo de este cos­
tado lo formaba la división Maurice á las órdenes del
Sr. Coronel Mayor D. Hilario Lagos.
Dispuesto el ejército en el orden que acaba de se­
ñalar, V. E. ordenó se atacase, lo que se verificó del
modo siguiente:
Tomando V. E. el mando inmediato de la derecha
del centro, y encargando la izquierda del mismo á la
dirección del que suscribe, se inició el movimiento un
poco antes de las seis de la tarde, avanzando la infan­
tería en columnas paralelas, á la vez que la caballería
de los flancos. Se desprendieron guerrillas que'cu­
brían el frente de esas columnas y que se adelantaron
hasta herir al enemigo.
Como escaseasen las municiones de nuestras bate­
rías, tuvieron que hacer alto, y éntonces se ordenó
al batallón Constitución núm. 2 de línea desplegase
todo el cuerpo en guerrilla, lo que se verificó forman­
do un ángulo recto cuya perpendicular tí la línea flan­
queó el costado izquierdo del enemigo, á la vez que
se dió una oportuna carga encabezada por V. E. en
- 218 —

persona con su escolta, lo que hizo se pronuncíase la


derrota de ese costado del enemigo, que abandonó una
batería de artillería y cayendo prisionero un batallón
entero de infantería. En este ataque en que tomó par­
te el Estado Mayor de V. E. fueron heridos levemente
y en sus cabalgaduras varios edecanes: el comandante
Correas del escuadrón de la escolta perdió un brazo,
y dos edecanes y dos ayudantes fueron cortados por
los enemigos, ignorándose aun la suerte de ellos. El
enemigo entonces reforzó su costado derecho con todo
el grueso de la fuerza que le quedaba, que fué resis­
tido por el batallón núm Io de línea y su batería, que
sostuvo un fuego mortífero hasta las siete y media,
hora en que cesó el fuego general de las líneas: siendo
apoyado el batallón con mucha eficacia y bravura por
la división escolta mandada por el Coronel Caraballo,
que perdió en este ataque un oficial y nueve soldados
fuera de combate. El batallón núm. Io se mantuvo en
el mismo campo del combate, reuniéndose lo demás de
la artillería é infantería en el centro. A las once y
media de la noche favorecido de la oscuridad, el ene­
migo emprendió su retirada, llevándose muy pocas
piezas de artillería y unos grupos desanimados de in­
fantería, pasando por la costa misma del arroyo de
Cepeda, y escopeteados por tiradores de nuestra caba­
llería. Los restos del enemigo, ya en fuga completa,
fueron tenazmente perseguidos por la división del
Excmo. Sr. Brigadier General Pedernera, el regimiento
Io de Mayo, la división Escolta mandada por el coro­
nel Caraballo, la Ia División Victoria á las órdenes del
coronel D. Waldino Urquiza, y las divisiones Guale-
guay y la Paz mandadas por el coronel D Manuel
Basavilbaso; esta persecución duró hasta las diez y
media de hoy y hasta pocas leguas distante de San
Nicolás, teniendo entonces que desistir estas divisiones
de sus esfuerzos, por habérseles agotado las municio­
nes y cansado los caballos, pues que estas fuerzas
219 -

habían operado en un solo caballo por plaza desde el


día anterior por la mañana y durante toda la noche.
En esta persecución se quitaron seis piezas de artille­
ría al enemigo que huía despavoridamente y se les
puso mucha tropa fuera de combate.
Tal ha sido, Excmo. Sr., esta brillante jornada,
que, destruyendo al enemigo en su mayor parte y
obligándole tí una precipitada fuga con los desalenta­
dos y diminutos restos de su fuerza, hará memorable
á los campos de Cepeda en los fastos de la historia
Argentina, afianzando las instituciones nacionales, coro­
nando gloriosamente los heroicos esfuerzos de este
valiente ejército, y agregando una hoja más á la corona
de victoria que ciñe las sienes de V. E.
Quedan en nuestro poder, veintiún oficiales y dos
mil individuos de tropa, veinte piezas de artillería y
una gran cantidad de fusiles, carabinas y demás arma­
mento, municiones de todas clase, las banderas de los
batallones número 2 y 4 de línea, el botiquín del ene­
migo, carretones, todas las tiendas de campaña y todas
sus caballadas.
El enemigo ha tenido una pérdida como de qui­
nientos hombres fuera de combate.
El ejército por su parte lamenta la pérdida del
coronel graduado D. Dámaso Centeno, que fué muerto
en el acto de dar una voz de mando al batallón Ca­
seros, de que era gefe; del Teniente Coronel D. Juan P.
Montiel, perteneciente al cuerpo de edecanes, y de siete
oficiales, de un gefe herido gravemente y otro leve­
mente, trece oficiales heridos, y más de trescientos indi­
viduos de tropa fuera de combate.
Al terminar, réstame, Excmo. Sr., recomendar á
la consideración de V. E„ y sin excepción á todos los
Sres. Generales, Gefes, Oficiales y tropa que componen
el ejército, que se han portado tan bizarramente en
defensa de la integridad nacional, y para eterna con­
fusión del insolente aunque cobarde enemigo que osaba
- 220 -

conculcarla: pero escuso estenderme en este parte,


porque V. E. lia sido testigo del comportamiento de
todos ellos y sabrá apreciar y recompensar el valor y
las aptitudes donde las haya encontrado.
Felicitando á V. E. por tan espléndido triunfo,
ofrezco á V. E. las consideraciones de todo mi apre­
cio y respeto.
Dios guarde á V. E.
Benjamín Virasoro.

Nota del Secretario en campaña del Gral. Urquiza

Secretaria Cuartel General en Cepeda, Cam­


de po de batalla 24 de Octubre de
Guerra 1859.

Al Excmo. Señor Ministro Secretario de Estado en


el Departamento de Guerra y Marina, General D.
José Miguel Galan.
Aunque no se lia recibido aun el parte del Estado
Mayor, detallando el completo triunfo obtenido en la
gloriosa jornada de. ayer contra el Ejército del Gobier­
no traidor de Buenos Aires, cuyo parte le será elevado
á V. E. inmediatamente para conocimiento del Gobier­
no, S. E. me ordena completar en lo posible las noti­
cias comunicadas ligeramente ayer.
El dia 22 se recibieron partes de los gefes de
avanzadas, que el enemigo en número de tres mil hom­
bres invadía el territorio, lo que verificó en efecto
hasta los puntos indicados en los partes que se acom­
pañan. Sorprendidas por fuertes guerrillas enemigas,
las que vigilaban el Arroyo del Medio, lograron tomar
prisioneros al Teniente Acosta y cuatro soldados; los
que fueron bárbaramente degollados, algunos de ellos
después de heridos, y todos después de rendidos. A
consecuencia de esto, S. E. ordenó marchase la divi-
— 221 —

sioi) Escolta en protección de nuestras avanzadas, cuya


presencia sobre el enemigo bastó para hacerlo retro­
ceder á su campo. Quizás no es de más que diga á
V. E. que los partes mencionados llegaron el mismo
dia que salió del Cuartel General el Mayor Estigarri-
bia con las comunicaciones cambiadas con el Excmo.
Señor Brigadier General D. Francisco Solano López, que
se han llevado á conocimiento del Excmo. Gobierno.
La invasión cobarde y traidoramente ejecutada y
los bárbaros atentados cometidos en ella, decidieron á
S. E. á disponer que al dia siguiente á las cuatro de
la mañana, todo el Ejército se moviese á acampar sobre
el Arroyo del Medio y á pasarlo, y á combatir si era
preciso, al aleve cuanto petulante enemigo que tan
brutalmente provocaba la decisión del brioso Ejército
Confederado.
En efecto, al aclarar, S. E. emprendió su mar­
cha al frente de la fuerza de caballería, ordenando al
Gefe de Estado Mayor siguiese la marcha con las in­
fantería, artillería y parque.
Al aproximarse nuestras fuerzas de vanguardia al
Arroyo del Medio el enemigo tendió sus guerrillas so­
bre la costa para privar el agua.
En el acto nuestras guerrillas cubrieron el frente
haciendo retroceder las enemigas, en cuya protección
venían fuerzas de caballería.
S. E. dirigió á las tropas la proclama adjunta; y
en seguida ordenó á la división Escolta al mando (leí
Coronel Caraballo, al Regimiento Io de Mayo al del
Coronel Quesada, y al regimiento de la división Gua-
leguay al mando del Coronel D. Juan Luis González,
cuyos tiradores guerrillaban al enemigo, los arrollasen,
ordenando á los demás cuerpos de la caballería siguie­
sen el movimiento.
Los cuerpos mencionados cargaron bizarramente,
llevándose por delante cuanto encontraron, y S. E. con
toda la caballería pasó el Arroyo del Medio, formando
— 222 -

la línea frente al mismo campamento de las infanterías


y artillería enemiga, siendo arrollada su caballería, que
huyó cobardemente á rehacerse sobre sus campamen­
tos, dejando en nuestro poder como ochocientos pri­
sioneros.
Eran las doce y media, cuando estaba -terminada
esta operación; pero lo precipitado de ella impidió la
incorporación de nuestra infantería y parque, que se
verificó recien á las tres de la tarde, frente al ene­
migo, demorando necesariamente hasta las cinco y me­
dia para municionarse y disponerse al combate.
Hasta entonces el enemigo ningún movimiento se
atrevía á efectuar, probando la impericia que el far-
saico General en Gefe había puesto de manifiesto desde
el primer momento.
A las cinco y media, luego que S. E. el Sr. Ca­
pitán General, que desde las guerrillas estudiaba tran­
quilamente el campo, tuvo el parte de que la infantería
y artillería estaban listas, después de trasmitidas sus
órdenes á los Gefes Superiores del Ejército, ordenó se
empeñase el ataque.
El enemigo inició el fuego de sus cañones mientras
nuestras bravas infanterías y brigadas de artillería mar­
chaban imperturbables sobre el enemigo. Nuestras ca­
ballerías tenian orden de seguir el movimiento del
centro, debiendo arrollar los restos de la caballería
enemiga, y haciendo un movimiento de circunvalación
para auxiliar el movimiento del ataque del centro. Este
emprendió un reñido combate bien nutrido de fuego de
artillería é infantería, en cuyas armas el enemigo era
superior en número.
La noche se acercaba y nuestras caballerías dis­
trajeron el movimiento de circunvalación ordenado,
para perseguir las caballerías.
Pero cada momento de combate era un momento
heroico, en que nuestras infanterías y artillería hacían
prodigios.
223 —

S. E. el Capitán General, al flanco derecho á me­


dio tiro del enemigo, con su Estado Mayor y un Es­
cuadrón de Escolta, cargando con ellos sobre un cuerpo
de infantería, enemiga ordenó á nuestra infantería y
artillería de ese flanco redoblase y avanzase el ataque.
Inicióse en ese momento la dispersión del enemigo en
ese flanco, abandonando la brigada de artillería, y
siendo tomado prisionero un cuerpo entero de infantería.
Varios edecanes de S. E. recibieron heridas leves
en ellos ó en sus cabalgaduras. El Gefe del Escua­
drón de la Escolta Comandante Correa perdió un
brazo, y dos Edecanes, y dos ayudantes fueron corta­
dos por el enemigo, y aun no se sabe de eilos.
La derrota completa del enemigo empezó al con­
cluir el dia, terminándose á las siete y media de la
noche, en que abandonando el campo en retirada parte
de su infantería, huía precipitadamente perseguida por
fuerzas de caballería de la división Sud á las órdenes
del Brigadier General Pedernera, Regimiento Io de
Mayo, División Escolta al mando del Coronel Cara-
bailo y Ia división Victoria á las órdenes del Coronel
Urquiza, cuya persecución duró hasta hoy á las diez
del dia y hasta distancia de pocas leguas de San Ni­
colás, donde faltaron á nuestras fuerzas la munición y
aun las cabalgaduras, pues iban pelo á pelo en los
caballos que habian ocupado todo el dia y toda la
noche.
S. E. me dice que no recomienda especialmente la
comportacion de ningún Gefe, porque todos han mos­
trado decisión y bravura, si bien no puede dejar de
recomendar á la estimación Nacional la infantería y ar­
tillería. Es aquí el lugar de decir á V. E., que el Sr.
Presidente tiene que deplorar la pérdida del leal y
bravo Gefe del batallón Caseros Coronel D. Dámaso
Centeno, .muerto de bala de cañón.
El resultado de tan gloriosa jornada ha sido que­
dar en nuestro poder más de veinte piezas de artille­
— 224 —
ría, todo el parque, numeroso armamento y municio­
nes, las banderas de los batallones 2o y 4° de línea y
algunos estandartes, carpas, bagajes, convoy etc., y
más de dos mil prisioneros. No se tiene el número
exacto de los muertos y heridos del enemigo, que ha
sido continuado en la persecución.
La hora avanzada en que se efectuó el combate, ha
sido la causa principal de que no haya caido en nues­
tro poder todo el ejército enemigo.
Debe notarse y recomendarse la magnanimidad con
que nuestros bravos han tratado á los vencidos, como
consta del número de prisioneros, que aumentan nues­
tras filas, habiendo entre ellos muchos de los compro­
metidos en la política traidora del gobierno rebelde.
Y tanto más cuanto debe remarcarse que estaban fres­
cos los asesinatos del dia anterior, y que en el mismo
campamento se han encontrado algunos vecinos pací­
ficos de Santa Fé de los que tomaban las partidas ene­
migas, con grillos y cadenas.
S. E. me ordena felicitar á V E. y al Gobierno
Nacional por tan espléndida victoria. La arrogancia
del gobierno rebelde ha sido abatida y mostrado al
mundo que tan criminal y bárbara era su resistencia á
la paz, cuanto magnánirne y generosa la noble con­
ducta del Sr. Capitán General Urquiza.
S. E. vuelve tí emprender mañana su marcha vic­
toriosa, aclamado Libertador por los vencidos, que
hacían resonar con sus vivas ayer el campo de batalla.
Yo me congratulo en ofrecer á V. E. en tan grata
ocasión el testimonio sincero de mi afecto.
Benjamín Victorica.
Está conforme: —
Juan Coronado,
Oficial Mayor.
— ?25 —

1850

Segundo parte dei. General Mitre

En el parte que pasó el 24 el Gral. Mitre desde San


Nicolás, se limitó á dar cuenta del mal éxito de la
batalla; aunque se atribuía parte del triunfo.
¿Porqué formó este segundo parte?
Razón fundamental no se conoce. Solo se presume
el deseo de demostrar que había puesto en práctica
conocimientos completos del arte militar.
Si todo lo de este segundo parte, lo hubiera dicho en
el primero, ó dos ó tres dias después de la batalla,
cuando iba en viaje para Buenos Aires en la Escua­
dra, habría conseguido su objeto.
Pero escrito á los quince dias de su derrota, este
segundo parte resulta meramente obra de literatura.
Si en el parte del Gefe del Estado Mayor del Ejér­
cito Nacional había errores, ó falsas y ofensivas afir­
maciones, lo que procedía era rectificarlas ó desmentirlas;
pero no en un segundo parte, elaborado á los quince
dias.

15
- 226 -

Linea de fortificaciones, Buenos Aires, Noviembre


8 de 1859

Las graves atenciones del servicio público que me


han rodeado desde el dia 23 del próximo pasado, en
que tuvo lugar la batalla de Cepeda, de que ya tuve
el honor de dar aviso á V. S. en mi parte del 24 del
mismo, me han impedido elevar la relación detallada
de aquella jornada y de las operaciones subsiguientes
que fueron su consecuencia. Hoy cumplo con este
deber, moviéndome principalmente á ello la publicación
del parte detallado del enemigo y el no dejar obscu­
recidas las glorias de que se cubrieron en aquel dia
los que supieron cumplir dignamente con su deber.
« Como lo sabe el Superior Gobierno, me hallaba
acampado en la Orqueta de Cepeda con el ejército de
operaciones de mi mando, fuerte de ocho batallones,
nueve regimientos de caballería, dos escuadrones suel­
tos y veinticuatro piezas de artillería, que ascendían á
un total de poco más de siete mil hombres de fuerzas
efectivas, incluyendo la división del Coronel Rivas, que
se incorporó un dia antes de la batalla, según consta
de los estados generales pasados por el Estado Mayor,
faltando aun por reunirse un batallón de cuatrocientas
plazas, y habiendo dejado otro de guarnición en San
Nicolás de los Arroyos, según las órdenes que había
recibido al efecto.
« De esta fuerza solo se hallaban bajo las banderas
como seis mil y quinientos hombres
« La posición que ocupaba en Cepeda era fuerte»
principalmente por el orden de formación adoptado,
hallándose acampada la infantería en la Orqueta del
mismo nombre, escalonada sobre el centro tí retaguar­
dia en columnas por derecha é izquierda, con las alas
recogidas, apoyada la de la derecha en el Arroyo de
— 227 —

Cepeda, la izquierda y retaguardia en un gajo del


mismo que forma la orqueta; y en segunda línea, á
derecha é izquierda, la caballería, dividida en dos cuer­
pos de ejército.
La vanguardia se hallaba situada sobre el Arroyo
del Medio, que distaba más de una legua, y ella cu­
bría el frente'con avanzadas en una extensión de tres
leguas á la vez que llevaba sus descubiertas hasta
cuatro leguas adentro del territorio enemigo. Una ca­
dena de puestos avanzados, ligados con los de vanguar­
dia, cubría las caballadas y los flancos á retaguardia
del ejército en un perímetro como de diez leguas.
Desde el dia 19 las descubiertas de la vanguardia
empezaron á darme parte de que el enemigo no se
presentaba en el territorio que media entre Pavón y el
Arroyo del Medio, y esto me hizo suponer que se
operaba un movimiento de reconcentración del otro lado
de Pavón, lo que en efecto me fué confirmado por los
avisos repetidos de los espías, que me anunciaron que,
en efecto, todo el ejército enemigo se hallaba situado
del otro lado del mencionado arroyo, cubierta su dere­
cha por una división volante, vigilada su vanguardia
por otra como de cuatrocientos hombres, situada sobre
la Cañada Rica (que desagua en Pavón) y que medi­
taba adelantar una columna como de mil quinientos
hombres en dirección á la posta de Vergara sobre el
Arroyo del Medio.
Con estos conocimientos dispuse en la tarde del 21
que el General Don Manuel Hornos, al frente de toda
la caballería, que constaba de cerca de cuatro mil hom­
bres, practicase un reconocimiento sobre el enemigo,
dándole al efecto un pliego de instrucciones escritas y
recomendándole verbalmenle que, si se cercioraba de
que el enemigo había cometido el error de desprender
una división de mil quinientos hombres sobre el Arroyo
del Medio, abandonase la operación secundaria que se
le encargaba, cubriese su flanco izquierdo con partidas
— 228 -

volantes para llamar la atención, y se echaze resuelta­


mente por su flanco derecho sobre la división destacada,
la que infaliblemente debería ser vencida por la supe­
rioridad de la fuerza númerica.
Varios accidentes (y entre ellos una tempestad que
durante la noche produjo una disparada de caballos)
impidieron que el General Hornos se moviera á la hora
señalada el dia 22, y su reconocimiento se limitó hasta
las puntas de la Cañada Rica, donde encontró una divi­
sión de cuatrocientos hombres, que se puso en fuga,
poniéndose en seguida en retirada, hostilizada en sus
guerrillas de retaguardia por otras fuerzas que concu­
rrieron al efecto de diversos puntos, dando poivresultado
esta operación tres prisioneros y once muertos del
enemigo, entre ellos un oficial, sin que por nuestra
parte tuviéramos más que un muerto y un herido, dis­
tinguiéndose en esta ocasión por su bravura el Coman­
dante, don Ambrosio Sandes. (1)
En previsión de que el enemigo intentase sorprender
nuestras partidas de descubierta, como tenia aviso que
pensaba hacerlo, dispuse que en el dia 23 se limitase la
vanguardia á avanzar á una legua á su frente del otro
lado del Arroyo del Medio, desprendiéndose de allí un
abanico de piquetes de dos y tres hombres con pequeñas
protecciones escalonadas que aclarasen una ó dos leguas
nuestro frente. Los partes fueron sin novedad, pues
recién á la madrugada se había movido el enemigo con
todo el grueso de su ejército desde Pavón, y su marcha
era muy lenta á causa de lo pesado de su convoy.
A las once y media de la mañana recibí parte de
la vanguardia que la componían los regimientos de
Blandengues y de Húsares, al mando del Coronel, don
Julio de Vedia, de que el enemigo se presentaba en toda
la línea en fuerza considerable del otro lado del Arroyo
del Medio, coronando las lomadas de aquella parte.
(1) Nota del autor — El oficial y algunos soldados prisioneros fueron ase­
sinados, según el Gefe de Estado Mayor del Gral. Urquiza.
- 229 —

Ordené al Coronel Vedia que sostuviese el puesto


mientras se le incorporaba el Coronel don Esteban
García, que ya iba en marcha para relevarlo con el re­
gimiento de su mando y el de Coraceros, y que se
pusiese á las órdenes del último. Al mismo tiempo
previne al Coronel García que, tomando el mando de
las dos fuerzas, que ascendían á más de mil trescientos
hombres, cubriese el frente del campamento, mientras yo
disponía la línea, y me diese partes frecuentes del nú­
mero y movimiento del enemigo. Informado de que el
enemigo engrosaba, me trasladé personalmente á la van­
guardia, habiendo prevenido anticipadamente á los Ge­
nerales, don Manuel Hornos y don Venancio Flores,
que hiciesen montar el Io y 2o cuerpo de ejército y que
marchasen ¿í cubrir los flancos de la línea, avanzándose
un tanto en su prolongación para proteger el repliegue
de la vanguardia en caso necesario. Trasladado al
terreno de la vanguardia, estimé en dos mil quinientos
hombres la fuerza que presentaba el enemigo en varias
columnas, las que sucesivamente se iban aumentando
por la derecha y la izquierda, como si amagasen flan­
quear. Entonces ordené al Coronel Vedia que se re­
plegase á coronar la lomada de su retaguardia, y avi­
sando de esto al Coronel García, le ordené personal­
mente que siguiese el mismo movimiento y que, si en
esa posición no podía sostenerse por ser cargado por
fuerzas superiores, se retirase al tranco, cubierto por
la línea de guerrillas que había desplegado sobi;e la
margen del Arroyo del Medio, y que marchase así, cu­
briendo el campamento, hasta que por su derecha é
izquierda apareciesen las protecciones de caballería (Io y
2° Cuerpo), que ya debían estar en marcha.
Tomadas estas disposiciones, me trasladé nueva­
mente á la línea, que ya estaba formada en columnas
escalonadas al centro, hallándose ya el segundo cuerpo
en marcha sobre la izquierda, y dispuse que este últi­
mo avanzase en protección del repliegue de la vanguar­
- 230 -

dia, previniendo al primer cuerpo que apresurase su


marcha por el flanco derecho. Serian entonces las diez
y media de la mañana, cuando vi venir á la vanguar­
dia dispersa y en fuga, envuelta en un tropel de ca­
ballos, sin que el enemigo la persiguiese, habiéndose
desorganizado al emprender su movimiento en retirada,
por haberlo efectuado al galope, en contradicción de las
órdenes terminantes que había dado. De esta disper­
sión solo se pudieron reorganizar cuarenta Blandengues
á las órdenes del Coronel Vedia, quien, situándose
sobre el flanco derecho de la infantería, me mandó pedir
órdenes.
Con este contraste, el ejército de mi mando quedó
reducido á poco menos de seis mil hombres.
En el momento que toda la división de vanguardia
huía en dispersión, apareció por nuestro flanco derecho
el primer cuerpo de ejército al mando del General Hornos,
el cual, por una mala inteligencia de la orden que se
le trasmitió, había tomado aquella dirección en -vez de
cubrir su derecha con el Arroyo, formando sistema con
la base de la línea ya establecida. Sin embargo, esto
sirvió para contener una parte de aquel desorden y
paralizar el avance del enemigo, que poco después asomó
sus cabezas de columnas en la indicada dirección, ha­
biendo para el efecto hecho una marcha de flanco sobre la
izquierda, al paso que amagaba nuestro frente con una
línea extensa de tiradores, apoyada en fuertes reservas
de caballería, que se mantenían á una larga distancia.
El General Hornos desplegó á su frente una fuerte
guerrilla con una gruesa protección, y se formo á reta­
guardia en cuatro columnas paralelas; pero habiendo
dejado un largo intervalo en su izquierda y el Arroyo de
Cepeda y condensádose cada vez más las fuerzas del
enemigo sobre nuestra derecha, hasta reunir por esta
parte como siete mil hombres de caballería, (que según
cálculo del General Hornos eran ocho mil), la posición
del primer cuerpo se hacía muy critica; y á haber habido
- 231 -

tanta audacia de parte del enemigo como la hubo de parte


del General Hornos, desafiándole en campo abierto, habría
sido éste probablemente envuelto por la superioridad de
fuerzas de que podía disponer aquel. En vista de esto,
le ordené que se replegase por la izquierda, formando la
seguridad á retaguardia de la infantería, disponiendo que
el Coronel D. Ignacio Rivas, con el batallón número 3 de
línea y cuatro pieza de artillería al mando del Capitán D.
Estanislao Maldones, protegiese esta operación, lo que se
ejecutó con precisión y serenidad sin comprometer com­
bate y sin que el enemigo, que se mentenia á distancia de
más de media legua, hiciese ademan de provocarlo.
Mientras tanto, el 2° cuerpo, mandado por el Ge­
neral Flores, se escalonaba sobre la izquierda parte,
comprometiendo para el efecto algunas guerrillas. Este
cuerpo, reducido á dos tercios de su personal por la
dispersión de la vanguardia, sólo podría obrar apoyado
en la infantería; asi es que procuraba en lo posible
ligar sus movimientos con los de esta arma.
En tal estado, el orden de formación de la línea
era el siguiente: al centro veinte piezas de artillería al
mando del Comandante General del arma, Coronel D.
Benito Nazar, á la derecha la primera brigada de in­
fantería, al mando del Coronel, D. Emilio Conesa, for­
mados los batallones en el orden siguiente: primero,
el núm. 3 de línea al mando del Coronel Rivas, cerran­
do la derecha y plegado en columna, pronto á formar
el cuadro, y sobre su izquierda dos piezas de á cuatro
y dos obuses de á seis pulgadas; segundo, batallón Io
del regimiento núm. 4 de la Guardia Nacional de Bue­
nos Aires al mando del Comandante D. Adolfo Alsina
y Sargento Mayor D. Angel Basso, formado en cuadro;
tercero, batallón 4° movilizado del regimiento núm 3
de Guardias Nacionales de Buenos Aires al mando del
Comandante D. José M Morales y Sargento Mayor D.
José Abella; cuarto, batallón Io de línea al mando de su
Comandante D. Alberto Rivero.
- 232

A la izquierda, la 2a brigada de infantería, com­


puesta de los batallones 2o y 4o de línea, San Nicolás
y Norte á las órdenes de sus respectivos Comandantes,
Teniente Coronel Graduado Sargento Mayor D. Martín
Agrelo y Sargentos Mayores D. José Arredondo, D.
Carlos Lezica y D. Alejandro Diaz, mandando el todo
el Coronel D. Emilio Mitre.
A retaguardia de la derecha, el primer cuerpo for­
mado en columnas, cubriendo el flanco y sirviendo de
reserva, situado precisamente en la Orqueta del Arroyo.
A la izquierda el 2o cuerpo en escalones, según queda
explicado, apoyando el de la derecha sobre la 2a bri­
gada y el de la izquierda sobre el gajo del Arroyo de
Cepeda, que guardaba las espaldas de la línea.
Estas disposiciones tenían por objeto prepararme á
dar una batalla defensiva, en formación reconcentrada,
lo único que era posible y prudente hacer en vista de
la superioridad de la caballería enemiga, sobre la cual
no podría ejercer una acción directa de iniciativa, desde
que la nuestra no podía competir en número, y que,
herida su imaginación por el número y por el reciente
contraste de la vanguardia, no se hallaba bien dispues­
ta á la pelea, según me lo confirmó el mismo General
Hornos, que se hallaba al frente de la masa mas con­
siderable de esta arma, que pudiese disponer, pues
ascendía á cerca de dos mil hombres.
La caballería enemiga, cubriendo el frente, amena­
zando nuestra derecha y haciendo amago de tomar la
retaguardia, parecía por el contrario, tener el plan de
cortar nuestra comunicación con San Nicolás, lo que me
hizo creer por algún tiempo, que hubiesen dirigido su
masa de infantería sobre San Nicolás, mientras se
paralizaba la acción del ejército de mi mando, con­
firmándome en esta creencia la circunstancia de echar
todos sus escuadrones pié á tierra y permanecer en
inacción á distancia como de dos tiros de canon. La
aparición de dos batallones de infantería, que fueron
— 233 -

señalados como á media legua de distancia de las gue­


rrillas avanzadas, á eso de las tres de la tarde, me
reveló que el plan del enemigo era atacarnos por el
frente, y haciéndole más honor del que merecía, le su­
puse la idea de continuar este ataque con un empuje
vigoroso de toda la masa de su caballería sobre nuestra
derecha.
En consecuencia, me dirigí al frente de la línea
de las guerrillas avanzadas, acompañado del General
D. Venancio Flores, y pude cerciorarme de que el ene­
migo avanzaba siete batallones de infantería, dos de
los cuales se fundieron en uno por ser pequeños, for­
mados en columnas paralelas, trayendo dos gruesas
baterías de artillería, que después he sabido que se
componían de 28 piezas del calibre de cuatro á doce,
y de una cohetera. Esta fuerza apoyada por tres grue­
sas columnas de caballería, y aclarado su frente por
fuertes guerrillas de la misma arma, ejecutó algunos
movimientos de flanco y se detuvo como tí dos tiros de
cañón, frente por frente del centro de nuestra línea.
Desde el momento en que se señaló la aparición
de la infantería, tomé mis medidas para cambiar la
posición de mi línea, y dispuse que la artillería avan­
zase doscientos pasos á su frente, desplegando en una
suave elevación, con una ondulación á su frente que,
neutralizando los rebotes de la artillería enemiga, nos
facilitaba barrer con nuestros proyectiles las faldas de
las lomas opuestas, batiendo su cresta y aprovechando
los tiros de las granadas en el bajo de su espalda,
donde cubrían sus reservas.
La línea siguió el movimiento de la artillería en
el orden de formación ya indicado; pero haciendo que
el 2’ cuerpo de caballería, al mando del General Flo­
res, (ochocientos hombres) se cubriese con la infantería
de la izquierda, prolongando sus escalones á retaguar­
dia, prontos á envolver la derecha enemiga, y que cua­
tro piezas ligeras de cuatro, al mando del Capitán
- 234 -

D. Federico Mitre, marchasen á reforzar la 2a brigada,


situándose entre cada par de batallones de los que la
componían.
En esta disposición empezó el ataque, que después
he sido informado dirigió en persona el General Ur­
quiza, asistido por su gefe de Estado Mayor, el General
Vi rasoro.
A eso de las cuatro de la tarde rompió el fuego
nuestra artillería del centro (diez y seis piezas), el que
fué acertadamente dirigido por el Coronel D. Benito
Nazar, quien, con el estandarte del regimiento en la
mano, recorría la batería de un extremo á otro, ani­
mando á sus soldados y desafiando impávido las balas
enemigas, que en aquellos momentos empezaron á cruzar
nuestra línea.
El fuego fué tan sostenido y las punterías tan cer­
teras, que las columnas de ataque del enemigo empe­
zaron á vacilar, se detuvieron en su avance y despe­
jaron el frente, que quedó ocupado por fuerzas de
caballería ocultas detrás de la lomada fronteriza, divi­
diéndose el ataque de la infantería en dos: uno de tres
batallones y catorce piezas de artillería sobre nuestra
derecha, y otro de igual número de piezas y cuatro
batallones sobre nuestra izquierda, ambos apoyados por
fuertes reservas de caballería. Entonces su artillería
rompió el fuego con bastante vigor, á distancia de dos
tercios de tiro de cañón, causando en nuestras filas
algunas pérdidas, aunque no considerables.
El ataque sobre nuestra izquierda fué contenido
en su primer empuje, por el fuego sostenido que hicie­
ron las cuatro piezas colocadas sobre este costado.
El de la derecha, iniciado con valentía, pues era
llevado por los mejores batallones del enemigo, fué
paralizado nuevamente en la mitad de su carrera por
el fuego de la batería del centro, á dos tercios de tiro
de fusil de nuestra línea. Entonces rompió el fuego el
batallón número 1, por orden del Coronel Conesa, cuyo
- 235 —

ejemplo siguió por órden mia el batallón Morales y


muy luego el batallón Alsina, entrando ambos en línea
(pues so hallaban escalonados, según queda dicho). A
la vez ordené que la batería adscripta al batallón núm.
3 de línea y situada sobre nuestra extrema derecha,
rompiese el fuego para contener el avance de la gran
masa de caballería, que amenazaba nuestro flanco, pre­
viniéndole que no lo interrumpiese aun cuando el ene­
migo se hallase á larga distancia, pues solo deseaba
producir un efecto moral por aquella parte mientras
triunfaba por mi frente, reservando la caballería en se­
gunda línea para envolver su derecha y echarla desor­
denada sobre aquella masa, contenida por los fuegos de
dicha batería. Este plan solo pudo lograrse en parte
por las circunstancias que paso á detallar.
En los momentos en que la batalla se iniciaba por
el fuego del canon y de la fusilería sobre el centro,
la masa de caballería situada sobre nuestra derecha,
empezó á ejecutar un movimiento de flanco en colum­
nas, dando un largo rodeo al parecer con el objeto de
tomar nuestra retaguardia, prevenido^ de lo cual, el
General Hornos tomó en consecuencia sus disposiciones.
A la vez, la caballería, que sostenía el ataque sobre el
centro, se condensó sobre su derecha en número como
de dos mil. quinientos, dejando sobre la derecha de
nuestra infantería una columna como de ochocientos
hombres de caballería que, apoyando la izquierda sobre
el Arroyo de Cepeda y cubierta por las sinuosidades
de la costa, continuaba vigorizando el avance de sus
columnas de ataque. Visto esto, y que las menciona­
das columnas de ataque vacilaban á consecuencia de
algunas balas y granadas que penetraron en ellas, dis­
puse que el batallón Morales cargase á la bayoneta,
mientras el batallón núm. 1, al mando del Comandante
Rivero, los flanqueaba ganando terreno con fuegos
oblicuos, á la par que el batallón Alsina, que había roto
su fuego bajo el del canon del enemigo, apoyaba la
— 236 -

carga, lo que se ejecutó bizarramente bajo la dirección


del gefe de la brigada, Coronel Don Emilio Conesa,
secundado por su gefe del Detall, Coronel graduado D.
Luis M. Agüero; sin perder un instante dispuse tam­
bién que el Coronel Nazar avanzase con su artillería,
desplegando á vanguardia por medias baterías, lo que
ejecutó al gran galope con audacia y precisión, bajo el
fuego de canon del enemigo, concurriendo al ataque
de la infantería, apagando el fuego de las baterías ene­
migas, que se hallaban á nuestro frente, y formándose
así, por medio de un cambio de frente, una nueva
línea establecida sobre la que pocos momentos antes
ocupaba el enemigo, el cual huyó disperso en todas
direcciones, dejando el campo sembrado de cadáveres
y abandonando su artillería. Después de este triunfo
parcial, cuyo resultado fué poner fuera de combate á
tres de los mejores batallones contrarios, y apagar los
fuegos de la mitad de su artillería, solo quedó sobre
nuestra derecha la columna de ochocientos hombres de
caballería de que se ha hablado antes; pero cargadas
sus guerrillas por el General Flores á la cabeza de
sesenta hombres, (que accidentalmente se hallaba en
aquel costado por la causa que explicaré más adelante),
y apoyada esta carga por dos compañías de infantería
en guerrillas al mando del Coronel Rivas, mientras ei
Coronel Nazar echaba algunas granadas en sus reser­
vas, quedamos desde este momento dueños absolutos
del costado derecho. Antes de que este triunfo tuviese
lugar, ya toda nuestra caballería se había dispersado
completamente, sin quedar de ella en el campo más de
los sesenta hombres al mando del General Flores, de
los cuales acabo de hacer mención, pasando á explicar
el modo como esta dispersión tuvo lugar.
Como al iniciar la carga á la bayoneta en nuestro
costado derecho y hacer avanzar la artillería del cen­
tro, operando un cambio de frente, se rompía la con­
tinuidad de la línea, había ordenado anticipadamente
— 237 —

al Coronel D. Emilio Mitre, que avanzase con su bri­


gada, cargando aí enemigo que tenia al frente, cubrien­
do siempre la izquierda de la artillería, lo que no pudo
tener lugar por los sucesos que paso ¿i detallar. La
masa de caballería de dos mil quinientos hombres de
que hablé antes, aglomerada sobre nuestra izquierda,
inició una carga sobre el segundo cuerpo que, como
queda dicho, se hallaba escalonado, apoyándose en ¡a
infantería. Este cuerpo se dispersó sin esperar la car­
ga, cediendo á la superioridad de las fuerzas que le
atacaban, salvándose de esta dispersión tan solo sesenta
hombres que se mantuvieron formados á las órdenes
del General D. Venancio Flores, y pasaron á reforzar
nuestra derecha, donde concurrieron eficazmente á la
batalla, como queda explicado. Algunos gejes y ofi­
ciales del cuerpo disperso se presentaron á tomar un
fusil en los cuadros de infantería de la izquierda, con­
tándose entre ellos al Coronel Vedia, al Sargento Mayor
D. Pedro Díaz, y otros que me sería satisfactorio nom­
brar para estímulo de los que abandonaron el campo.
Los dispersos de caballería de nuestra izquierda
huyeron hacia retaguardia, y su ejemplo fué seguido
por el primer cuerpo de ejército que, como queda expli­
cado, se hallaba formado en segunda línea ¿i la dere­
cha, desapareciendo así como el humo toda nuestra
cabullería sin combatir, y dejando descubierto nuestro
flanco izquierdo y nuestra retaguardia. Por este flanco
descubierto penetró la caballería enemiga, cuya inicia­
tiva de carga había desorganizado la de nuestra iz­
quierda, y tomó por la espalda á los cuatro batallones
que componían la segunda brigada, la cual, de confor­
midad con las instrucciones que le tenia dadas para
este caso, formó en cuadros oblicuos en la prolonga­
ción de la línea diagonal que ocupaba, resistiendo así
con ventaja por el frente la infantería y artillería ene­
miga; flanqueó el batallón 4n de línea que cerraba la
izquierda, el cual se desorganizó completamente, per­
— 238 -

diendo su bandera y pasándose una parle de sus sol­


dados al enemigo. Otro tanto sucedió al batallón Norte
que le seguia, cuyo cuadro fue deshecho por una bala
de cañón. Poco después coronó la misma suerte el
batallón San Nicolás, teniendo entre el cuadro’veinte
muertos de tropas y siete oficiales fuera de combate,
entre ellos, tres de sus mejores capitanes.
Desde este momento el batallón número 2 de línea,
al mando de su Coronel D. Emilio Mitre y del Sargento
Mayor, D. José Arredondo, se vió oprimido por tres
batallones, uno de ellos desplegado en guerrilla, como
de dos mil hombres de caballería y doce piezas de
artillería, resistiéndose no obstante heroicamente, for­
mado en cuadro, economizando sus fuerzas, imponién­
dose en su actitud tranquila y decidida y perdiendo
como sesenta hombres entre muertos y heridos en menos
de un cuarto de hora de combate, salvándose dentro
de este cuadro parte de los soldados de los demás
batallones con sus Jefes y Oficiales y la bandera del
batallón de San Nicolás, con el asta destrozada por una
bala de canon, que, sin embargo, no abandonó por un
momento el joven abanderado, D. Francisco Diaz.
La orden para avanzar encontró á la segunda bri­
gada comprometida contra estas fuerzas superiores, con
la izquierda desguarnecida por el abandono, y sucesiva­
mente fui recibiendo los partes del desbande de los
batallones 4“ de linea, San Nicolás y Norte. En tal
situación, ordené al Coronel Mitre que se replegara con
el 2o de linea sobre su derecha, buscando la incorpora­
ción de la primera brigada y de la artillería, cubriendo
con su movimiento el franco izquierdo de ésta, lo que,
en efecto, empezó á ejecutar en columna; pero oprimido
por fuerzas excesivamenta superiores, se vió obligado á
hacer alto, continuando su enérgica resistencia y des­
prendiendo por su izquierda una guerrilla al mando del
Sargento Mayor Arredondo, el que, dirigiéndola con
audacia y habilidad, logró paralizar la acción de un
— 239 —

batallón enemigo desplegado en cazadores, que le hacía


fuego á tiro de pistola.
Instruido de la posición del Coronel Mitre y con­
tando con la seguridad del triunfo á mi derecha, dis­
puse que el Coronel Rivas se corriese á paso de trote
por retaguardia de la línea y fuese á apoyar el batallón
2° de línea, entrando por su izquierda. Casi al mismo
tiempo, mi Jefe de Estado Mayor, el Coronel D. Wen­
ceslao Paunero, me pidió marchar con el batallón Io de
línea y cuatro piezas de artillería, en consecuencia de
lo cual corrió sin perder momento y entró con resolu­
ción por el franco derecho del batallón 2o, al mismo
tiempo que el del Coronel Rivas aparecía por el opuesto
arrollando cuanto se le presentaba^ atacando por el
flanco á la infantería enemiga, que aún se mantenía en
orden y dispersándola, apoderándose de cuatro piezas
de artillería, salvándose así el segundo de linea de aquel
peligro inminente y creándose á la vez un punto de
apoyo más sólido para establecer una nueva línea, que
hiciese frente á los enemigos, que aun se mantenían en
el campo por aquella parte.
Desembarazado de enemigos por el flanco y frente
del costado .derecho, resolví efectuar un cambio de
frente, reorganizando mi línea sobre la base del 2o de
línea y de los batallones que habían ¡do en su auxilio.
Esta maniobra era decisiva, y ejecutada ella, nos daba
el dominio del campo de batalla. El sol se había es­
condido, cuando ordené al Coronel Conesa que ejecu­
tase este movimiento, formando en cuatro los dos bata­
llones de que en aquel momento constaba su brigada,
llevando el Coronel Nazar doce piezas de artillería con
sus municiones casi agotadas. El movimiento se eje­
cutó con prontitud y resolución, y en pocos momentos
se halló toda nuestra infantería y artillería formando
una nueva línea, perpendicular á la primera, pisando el
terreno que poco antes ocupaba el enemigo. Un débil
combate de artillería y fusilería, sostenido con guerri-
- 240 -

lias por ambos flancos, se trabó en esta nueva posición,


cuando ya las sombras de la noche se extendían por
toda la llanura; á poco rato cesó el fuego del enemigo,
y quedó despejado nuestro frente. Entonces ordené
cesar el fuego, y recorriendo la línea, la saludé vence­
dora en el campo de batalla á pesar del abandono de
nuestra caballería, y las bandas de los batallones ento­
naron el Himno Nacional, tocando dianas los cornetas,
y prorrumpiendo los soldados en vivas entusiastas á
Buenos Aires y á su libertad. Fué en estas circuns­
tancias, cuando varios dispersos del enemigo que vaga­
ban en la oscuridad, cayeron prisioneros en nuestros
batallones atraídos por los vivas y música que habian
oido poco antes, contándose en el número varios gefes
y oficiales, y entre ellos, el gefe de la artillería ene­
miga que, habiendo perdido seis piezas, buscaba la ba­
tería que al ponerse el sol se hallaba sobre su izquier­
da, de cuyo terreno nos encontró posesionados por
efecto del último cambio de frente que habíamos eje­
cutado.
Pasado este momento de legítima satisfacción, hice
guardar silencio, y un silencio profundo reinó en todo
el campo. Los cuerpos se ocuparon en recoger sus
heridos á quienes los cirujanos del ejército, D. Leopoldo
Montes de Oca, D. Santiago La Rosa, D. Campólican
Molina y D. Manuel Fluquerto, asistido del practicante
D Modesto Lara, dieron sobre el campo de batalla el
alivio que era posible en aquellas circunstancias, teniendo
el sentimiento de que faltase á su cabeza el cirujano
principal del ejército, Dr. Francisco Javier Muñiz, que
se habia distinguido por su contracción é inteligencia
en la dirección de los hospitales y que quedó prisionero
y herido después de haber sido el que prodigó sus cuida­
dos á los prisioneros heridos. Al mismo tiempo se practi­
caba una revista de municiones. Estas se habian ago­
tado casi enteramente, quedando tan solo tres ó cuatro
cartuchos en el fondo de la mayor parte de las cartu­
- 241 -

cheras, siendo de sesenta tiros la dotación con que cada


soldado había entrado en combate.
Distribuyéndose proporcionalmente las municiones,
se consiguió municionar á diez cartuchos la mayor
parte de Ja fuerza. Reuniendo las reliquias del batallón
San Nicolás (del cual los capitanes D. Juan Boer y D.
Melitón Cernadas habían salvado gran parte en sus
respectivas compañías), conseguí reorganizar este cuerpo
en número de doscientos hombres. Entonces tuve en
linea seis batallones de ocho con que había entrado en
combate, de los cuales cinco se habían sostenido hasta
hacerse dueños del campo de batalla, quedándome prontos
para hacer fuego, aunque con escasas municiones (doce
tiros por pieza) y diciocho de las veinte y cuatro piezas
de artillería con que inicié la batalla.
La fuerza del enemigo que había combatido eran
quince mil hombres, (1) según lo proclamó el General
Urquiza en el acto de la batalla; doce mil en el con­
cepto de todos mis compañeros de armas, habiéndola
yo estimado en más de diez mil en mi primer parte,
pudiendo asegurar hoy con mejores conocimientos que
indudablemente excederían de más de veinte mil hombres.
Eran las siete y media: la noche era obscura, aun­
que estrellada. A esta hora se coronaron de fuegos
las lomadas circunvecinas, brillando el mayor número
en los caminos que conducían hacia San Nicolás y el
Pergamino, como si se intentase cerrarnos el paso á
toda retirada. A retaguardia del campamento que nos­
otros habíamos ocupado, se encendieron también algu­
nos fuegos; y habiendo practicado un reconocimiento el
General Flores á la cabeza de su corto destacamento
de caballería, me trajo el parte á las ocho y media, que
dicho campamento se hallaba ocupado por fuerzas de
caballería al parecer considerables, habiendo encontrado
en su tránsito dos piezas del enemigo abandonadas, las

(1) N—En esto hay un gran error. R. U.


16
- 242 -
que no pudo arrastrar por haber sido sentido, cuando
lo intentaba por una fuerza de caballería enemiga, que
sin duda estaba en acecho de nuestra linea. Era evi­
dente que la infantería enemiga, que habíamos visto
dispersarse con las últimas luces del dia, estaba derro­
tada, y que cuando más, podíamos temer uno ó dos de
sus batallones salvados por la oscuridad sobre su cos­
tado derecho, y que su artillería había sido totalmente
abandonada, en toda la extensión de su linea, desde
que, conociendo aproximadamente nuestra posición, no
nos cañoneaban, como hubieran podido hacerlo á no
ser aquella circunstancia, lo que se confirmaba por la
presencia entre nosotros del Jefe de la artillería enemiga.
Algunos de mis compañeros de armas pensaron que la
caballería enemiga se desbandaría en la noche con el
ejemplo de la derrota completa de su infantería; pero yo.
que había visto aquella reunida en una gran masa después
de ponerse el sol, que había mirado dispersarse toda
la nuestra sin combatir y que observaba la exten­
sión de dos fuegos en las direcciones ya indicadas,
no podía participar de esta ilusión, por más tenta­
dora que fuese la idea de permanecer en el campo de
batalla hasta el siguiente dia, completando nuestro triun­
fo por una sorpresa en el curso de la noche, no
obstante no contar con ninguna caballería. Para tra­
tar este punto reuní en junta de guerra al gefe del
Estado Mayor, Coronel Paunero, al General Flores y
á los Coroneles Nazar, Conesa, Mitre y Rivas, y todos
fueron al fin de opinión de que debíamos emprender
sin demora la retirada para acudir á salvar la Capi -
tal, que debíamos suponer amenazada muy luego, y
se resolvió en vista de los distintos pareceres, que la
retirada fuese hacia San Nicolás, que aunque la más
difícil, larga y peligrosa, era la que más directamente
nos conducía al objeto, puesto que contábamos allí con
una ciudad fortificada para sostenernos, y la escuadra
para retirarnos por el rio. Determinado este punto,
243 —

dispuse, para que por nuestra parte nada quedara por


hacer para obtener el mejor resultado posible, que el
General Flores, á la cabeza del batallón núm. 3 de
línea y de la poca caballería que mandaba, se avan­
zase hacia nuestro antiguo campamento, para que me
afirmase si era posible rescatar el parque, que consis­
tía en cuatro carretones de municiones, y que, en los
diversos cambios de frente operados durante el curso
de la batalla, habíamos dejado sobre un flanco, á más
de veinte cuadras de distancia. Mientras tanto deter­
miné el orden de la retirada, improvisando á la in­
cierta luz de las estrellas una academia táctica, expli­
cando á ios gefes que me rodeaban el orden de forma­
ción que debíamos llevar, y que explicaré muy luego
Serian las diez y media de la noche, cuando el
General Flores regresó, trayendo el parte de que el
campamento estaba realmente ocupado por fuerzas del
enemigo y no había creído prudente penetrar mas ade­
lante, pues en torno de nuestra misma posición se
veian circular algunas fuerzas, aunque á cierta dis­
tancia. Un ataque con todo el grueso de la fuerza,
para obtener tan pequeño resultado, no era prudente;
y además de que nos haría perder un tiempo precioso,
era completamente estéril para alcanzar una ventaja
decisiva, desde que al fin tendríamos que retirarnos,
puesto que no contábamos con caballería.
En consecuencia se dispuso la retirada en el orden
siguiente:
A la derecha el batallón San Nicolás y el número
3 de linea, formados en columna general por compañías,
con distancia de mitad con cuatro piezas de artillería
en columna por sección en los dos batallones, pronta
toda la columna á dar frente á la derecha á cuatro de
fondo doblando las mitades y con fuegos de artillería
sobre el flanco, mandando el todo el Coronel Rivas.
A la izquierda, y en paralelo con la anterior co­
lumna, los batallones de Guardia Nacional de Buenos
- 241 -

Aires, Alsina y Morales, en el mismo orden de forma­


ción, con otras cuatro piezas de artillería en el inter­
valo de ambas, prontas igualmente á rechazar todo el
ataque por la izquierda y el todo á las órdenes del
Coronel Conesa.
A vanguardia, y en la prolongación del intervalo
que dejaban las dos columnas ya indicadas, el batallón
2o de linea á las órdenes del Coronel Mitre, llevando
la cabeza en columna cerrada, con los fuegos de los
flancos de la columna despejados, y en el intervalo
entre esta columna y las dos anteriores, dos piezas de
artillería á cada lado, prontas á romper el fuego á
vanguardia, protegiendo los flancos del número 2 el
frente de las dos cabezas de columnas laterales.
Cerrando á retaguardia y en el mismo orden que
el 2o de linea, se situó el número 1 de linea, á las
órdenes de su Comandante Rivero, con cuatro piezas dis­
tribuidas por secciones en los intervalos de derecha, é
izquierda, con el objeto de tener fuegos de artillería á
retaguardia, dejando los correspondientes claros para
que la poca caballería que llevábamos pudiese hacer
algunos, en caso necesario.
En el centro de todo se colocaron dos piezas de
reserva, la caballería á las órdenes del General Flores
encargando á la vez de la retaguardia, noventa heridos
salvados del campo de batalla, y el Estado Mayor y
Cuartel General, tomando personalmente la dirección de
la cabeza.
Al exterior de la columna y como á treinta pasos
de distancia, de manera que pudieran distinguirse los
bultos, se tendió una cortina de tiradores, formando un
cuadro, con el objeto de rechazar los tiradores enemigos
que pudieran aproximarse, llevando la vanguardia, con
un piquete de 25 hombres, el Sargento Mayor Graduado,
don Exequiel Tarragona.
En esta formación sólida é imponente, que constituía
un gran cuadro de columnas con dos puntas salientes
245 -

á sus extremidades y con fuego de artillería en todas


direcciones, se emprendió la retirada á las once y media
de la noche, según confesión del enemigo en su parte
detallado; pero, en realidad, pocos minutos ante de ias
doce, habiendo permanecido por el espacio de cerca de
seis horas dueños pacíficos del campo de batalla, cele­
brando el triunfo sobre la linea del enemigo, impotente
hasta para guerrillearnos. Servia de guía á la columna
una cuerda-mecha encendida en el extremo de una
lanza (¡dea sugerida por el Coronel Conesa), la que,
agitada de vez en cuando, despedía un reguero de chispas
que indicaba la posición de la cabeza.
Apenas nos habíamos movido; y cuando empezó á
resonar en medio del silencio de la noche el ruido de
las cureñas y carros de municiones (de artillería), que
arrastrábamos, se puso en alarma todo el campo ene­
migo; los fuegos más inmediatos se apagaron instan­
táneamente, tocaron á caballo, al trote y á la carga en varias
direcciones, y algunas balas llegaron hasta nuestra reta­
guardia, cayendo de resultas de ellas un muerto y un herido
del batallón núm. Io y Morales. Poco después tuvimos so­
bre ambos flancos una nube de tiradores que, al acercarse
y romper sus fuegos, fueron rechazados por nuestra linea
exterior de guerrilleros. Entonces mandé á los baquea­
nos cargarse sobre la izquierda, tomando la dirección
del paso del Arroyo del Medio, mandando suspender el
fuego en toda la línea de tiradores, con lo cual con­
seguimos burlar momentáneamente al enemigo, que sin
duda continuó su persecución en dirección al camino
real que conduce á San Nicolás. A la media hora
llegamos al Arroyo de Cepeda, á distancia como de
treinta cuadras del campo donde desemboca en el
Arroyo del Medio, y allí sorprendió el Mayor Tarrago­
na una guardia entrerriana, de la que murieron cinco
hombres, quedando todo el resto prisionero, tomándole
además los caballos sin escapar uno solo. De esta
manera pudimos efectuar el pasaje del arroyo sin ser
- 246 -

incomodados; pero como las barrancas son muy pen­


dientes y su lecho por lo general muy fangoso, deja­
mos empantanadas en él dos piezas de artillería que,
á pesar de un gran trabajo, fué imposible sacar, sal­
vando, sin embargo, los armones para que el enemigo
no pudiese utilizarlas.
Continuamos nuestro camino, dejando el Arroyo del
Medio á menos de media legua sobre nuestra izquier­
da; pero á poco andar, habiendo los baqueanos que
llevaba, perdido el rumbo al salir de una cadena de
pequeñas lagunas que atravesamos, les ordené, con­
sultando mi brújula, que tomasen por guia una estrella
fija que les determiné, la que nos debía llevar rec­
tamente al Norte, en cuya dirección debíamos encon­
trarnos con el camino de San Nicolás cortando sobre
la derecha.
En efecto, siguiendo este rumbo atravesamos el
Arroyo de Juárez, á dos leguas del campo de batalla,
y encontramos el camino que buscábamos.
A la salida de la cadena de lagunas de que hablé
antes, volvimos á encontrarnos con el enemigo que nos
perseguía, trabándose nuevo tiroteo sobre nuestro flan­
co derecho y retaguardia. La persecución fué amorti­
guándose gradualmente y al amanecer solo picaban
nuestra retaguardia algunas partidas de caballería, que
eran rechazadas por la nuestra.
Desde entonces pudimos contar haber salvado
del gran peligro que nos amenazaba, que era ser ca­
ñoneados en columna á la luz del día, lo que habría
obligado á sostener varios combates en retirada, va­
riando nuestra formación que, si bien era sólida en
la obscuridad, era desventajosa en presencia de la
artillería.
Los dos mil hombres (1) salvados en Cepeda, con su
piezas de artillería, últimas que no pudieron ser arras-

(t) Ñuta — ¿Y los domAs?


- 247 —

iradas por falta de caballos, continuaron su marcha,


haciendo altos de hora en hora, atravesando campos
desprovistos de agua, con la tropa sedienta, los pies
inflamados y sin comer ni dormir en el espacio de
treinta y seis horas, marchando diez y seis leguas en
quince horas, hasta llegar á San Nicolás de los Arro­
yos el dia 24 á la una y media de la tarde. En esta
retirada, el puesto culminante corresponde al General
Flores, encargado de la retaguardia, pues él, á riesgo
de su vida, confortaba á los cansados, daba su caballo
á los enfermos, cargaba personalmente los fusiles de
los que sucumbían á la fatiga, marchando siempre á
retaguardia de ¡os rezagados, hasta que conseguía to­
mar algunos caballos para que montasen.
En la noche del 24 se nos incorporaron sesenta
rezagados que habían quedado, los cuales, reuniéndose
en grupo, resistieron á la caballería que nos perseguía,
agotando en guerrillas las pocas municiones que traían
y salvándose unidos, sin perder más de dos hombres
muertos.
Nuestra pérdida total en la retirada fué de cuatro
muertos y dos heridos, estimando la pérdida de muer­
tos de la infantería y artillería en el campo de ba­
talla, próximamente en cien hombres, habiendo sal­
vado casi todos nuestros heridos que, como queda dicho,
eran noventa.
En cuanto á la caballería, no puedo estimar su
pérdida; pero no debe haber sido considerable, pues la
mayor parte de ella se desbandó antes de tener encima
al enemigo, y la noche que sobrevino favoreció su
fuga. El enemigo ha confesado, en su parte detalla­
do, que perdió más de trescientos hombres, cuya pér­
dida ha sido causada exclusivamente por las balas de
artillería y de infantería.
Si la palma del triunfo hubiera coronado las armas
de todo el ejército de mi mando, recomendaría espe­
cialmente á los que mas se han distinguido por su valor
- 248 —

y habilidad; pero debo repetir aquí lo que dije en mi


primer parte: que todos los que permanecieron en el campo
de batalla han cumplido dignamente con su deber, li­
mitándome á apuntar aquí los nombres del General
Flores, de mi Jete de Estado Mayor, el Coronel Paunero,
de los Coroneles Nazar, Conesa, Mitre y Rivas, de los
Comandantes Rivero, Alsina y Morales, de los Sargento
Mayores Fació, Arredondo, Basso, Stella, Ruiz y otros
á quienes cupo la gloria ó la fortuna de figurar en
primera linea, no debiendo olvidar el nombre de mi
secretario, don José Maria Gutiérrez, que durante toda
la batalla me acompañó á la par de los demas ayu­
dantes del Cuartel General y empleados de la Secretaria,
en medio del fuego del cañón y de la fusilería.
Réstame solo decir á V. S. para que se digne
trasmitirlo, como todo lo que antecede, al conocimiento
del Superior Gobierno que, á mi llegada á San Nicolás,
me ocupé inmediatamente, de acuerdo con el Señor
Ministro de la Guerra entonces, el doctor Pastor Obli­
gado, en preparar los medios para trasladarnos á
Buenos Aires. Para conseguirlo, era indispensable do­
minar la escuadra enemiga, fuerte de nueve buques,
que se hallaban á nuestro frente, cuando nosotros con­
tábamos con solo seis buques. Fué entonces que, de
acuerdo con el Coronel Sussini, resolví embarcar á
bordo de nuestra escuadra á los tres batallones de
línea y parte del cuerpo de artillería, con el objeto de
salir, si era necesario, á buscar la escuadra enemiga,
provocarla decididamente al combate y marchar sobre
ella al abordaje sin trepidar. Efectuando este embar­
que, llevando los batallones á su cabeza sus respecti­
vos gefes, los Coroneles Nazar, Conesa, Mitre y Rivas,
y embarcándome personalmente á bordo de la capitana,
en la tarde del dia 25 remontamos á una legua más
arriba de San Nicolás, en busca de la escuadra ene­
miga que se movía á impedir nuestra retirada por
agua, trabándose, en consecuencia, un combate de hora
- 249 —

y cuarto, cuyo resultado glorioso para nuestra marina


y vergonzoso para la enemiga, cuanto honroso para el
Coronel Sussini, conoce ya el Superior Gobierno, por
el parte de este último, debiendo consignar sin embargo
aquí que los batallones que tan gloriosamente se habían
batido dias antes en Cepeda y aun no habian descan­
sado de sus fatigas, sufrieron en esta jornada una
pérdida de tres muertos y nueve heridos, contándose
entre los primeros al Sargento Mayor don Hermógenes
del Corro, herido por un metrallazo á bordo del vapor
«Constitución», en los momentos en que sustentaba en
su mano la bandera del núm. 3o de línea.
Después de esta lección dada al enemigo, continua­
mos nuestra retirada por agua, (que era sin duda la
más difícil y peligrosa), sin ser molestados por el ene­
migo, llegando á Buenos Aires sin ningún contratiempo,
merced á la actitud y buenas disposiciones del Coronel
Sussini, trayendo toda la escuadra y once transportes
con fuerza, además de los pertrechos de guerra sacados
de San Nicolás, elementos que han servido para forta­
lecer la defensa de Buenos Aires, como lo calculábamos
en la Junta de Guerra que celebramos en el campo de
batalla.
Al terminar, séame permitido (ya que no me fue dado
obtener un triunfo completo) manifestar una vez más
la satisfacción de que mi alma está poseída por haber
podido salvar en el campo de batalla el honor de nuestras
armas y las legiones que el Pueblo me confió en el
dia del peligro, devolviendo á Buenos Aires todos sus
hijos cubiertos de gloria.
Dios guarde á V. S. muchos años.
Bartolomé Mitre.
- 250 -

Sobre el mismo asunto

Batalla de Cepeda — Diferencia entre los partes


oficiales

Comparando el segundo parte del Gral. Mitre, con


el parte del Gefe del Estado Mayor del Gral. Urquiza
se nota mucha diferencia.
A ser cierto el primero, la batalla estuvo en al­
gunos momentos indecisa; triunfando en la derecha
el General Mitre, por la previsión de su artístico plan
de defensa, á pesar de la superioridad numérica del
ejército de la Confederación.
Pero si es verdad el segundo, la batalla fué un
desastre para el ejército de Buenos Aires, desde que
se inició hasta su terminación.
Parece que al Gral. Mitre le sucedió en ese su­
ceso, lo que al Gral. Echagüe en Don Cristóbal. El
Gral. Lavalle estaba á dos leguas del ejército federal,
hacia mas de dos dias; y consiguió sorprenderlo entre
doce y una del dia.
El Gral. Echagüe confiaba en la superioridad de
su infantería y artillería.
Hemos hablado con muchos, Gefes y oficiales, del
ejército de la Nación, quienes aseguraban que el Gral.
Mitre demoró muchas horas en preparar su línea de
batalla.
Esta circunstancia constituye una presunción de
que el Gral. Mitre, apesar de haber provocado al ene­
migo el dia antes, no esperaba la batalla, y fué sor­
prendido, como lo fué el Gral Echagüe en Don Cris­
tóbal en 1840.
Algunos detalles del parte oficial del Gefe del Es­
tado Mayor del Ejército Nacional demuestran que la
batalla de Cepeda, fué una batalla improvisada.
« La artillería, infantería y tren del Ejército, dice
- 251 -

« ese parte, debía acampar sobre la margen izquierda


« del Arroyo; pero ordenando V. E que también avan-
« zase, marchó y pasó el Arroyo del Medio, entre las
« doce y una del dia.»
« Mientras tanto, agrega, el parque, por la rapidez
« con que había avanzado el ejército, como también
« por lo pesado del terreno á causa de las recientes
« lluvias, habia quedado á una gran distancia á reta­
ce guardia, y fué preciso conducir municiones á caballo,
« para municionar la artillería é infantería, que no lo
« estaban sino con escasez, como que venían de marcha».
Es indudable que si el Gral. Urquiza, tan ague­
rrido y práctico en dar batallas, hubiese tenido el pro­
pósito de darla ese dia 23 de Octubre, no habría avan­
zado su ejército en esa forma.
Alguna vez, hablando de la batalla de Cepeda, me
dijo que realmente la habia anticipado en un dia, por
el descuido que notó en el ejército de Buenos Aires y
por la mala situación en que estaba acampado: cir­
cunstancia que notó al reconocer personalmente la si­
tuación del enemigo.
Don Antonio Diaz, en su interesante obra, Historia
Militar y Política de las Repúblicas del Plata, (pág.
174 ¿t 175, tomo X) refiere el suceso de la manera
siguiente:
« En estas circunstancias, el ejército confederado
« pasó á la Provincia de Buenos Aires, buscando al
« ejército de Mitre acampado en Cepeda. El Coronel
« Oriental D. Manuel Caraballo, al servicio de Urquiza,
« deshizo la vanguardia de Mitre, arrollándola y Ile-
<« vandola dispersa hasta el ejército de este General,
« cuyas tropas se hallaban, en la referida Cañada,
« comiendo en el mayor descuido con las caballadas
« sueltas y los soldados dispersos, buscando leña, ca­
ce yendo gran parte de estos prisioneros. (1) El campo
« allí es una pampa, que permite descubrir á gran dis­
co N. M49 de ocljociento, dice el parte del Oral. Virasoro,
- 252 -

« tancia, y en ese concepto el descuido del Sr. Mitre


« no tiene fácil justificación. La poca pericia y teme-
« ridad del Coronel Caraballo, que no esperó la apro-
« ximacion de Urquiza para cargar la vanguardia de
« Mitre, llegando simultáneamente, fué lo que salvó á
« este y el resto de su ejército; porque insuficiente
« Caraballo para operar una completa destrucción de la
« infantería, hizo alto con las divisiones de su mando,
« esperando al Gral. Urquiza.
« En esa coyuntura pudo el Gral. Mitre formar su
« infantería.
« Al llegar Urquiza, hizo también alto para pre-
« parar su línea de combate. Arreglada esta entró en
« fuego el batallón Palma, moviéndose en su protección
« el Coronel santafecino, Centeno.
« Las infanterías de Buenos Aires habían entrado
« en su mayor parte en pelea. En esos instantes una
« bala de canon mató al Coronel Centeno, y el cuerpo
« de su mando se desorganizó, no prestando con este
« motivo la cooperación que debía.
« Mientras esto sucedía en el centro, las caballerías
« de Buenos Aires, que habían resistido poco, se dis-
« persaron, abandonando á Mitre, quien pudo soste-
« nerse hasta llegar la noche; empezando entonces la
« retirada en dirección á San Nicolás, dejando la arti­
ce Hería y los bagajes en poder de Urquiza.
« Mitre fué perseguido toda esa noche por fuerzas
« de caballería á las órdenes del Gral. Pedernera y
« Juan Pablo López, el Coronel Juan Saa y el Coronel
« Basabilvaso........... »
Mas adelante agrega:
« La desastrosa jornada de Cepeda se empeñó sin
« que lo pensara Mitre, pues, como se ha dicho antes,
«estaban churrasqueando y con la caballada suelta;
« y tuvieron que formar sobre la linea de carpas. La
« actitud de los batallones de Morales y Conesa evitó
«en gran parte'una completa catástrofe. El Gral.
- 253 -

«Mitre tenia 4,700 infantes, y de estos se pasaron á


«Urquiza los batallones de San Nicolás, Norte y Agre-
«lo, cayendo prisioneros la mayor parte de ios infan­
tes que andaban buscando lena. (1) El ejército de
te
« Mitre, que se componía de 9,000 hombres, quedó re­
ceducido á dos mil y tantos infantes, que se embárca­
teron en San Nicolás, inclusos los del Comandante
« Castro, que nunca salieron de aquel pueblo.... »
Es de lamentar que no se tenga el parte de la
batalla, que pasó el Gral. Mitre al Gobierno de Bue­
nos Aires el día 24.
En el año de 1819, en el mismo lugar el Gral.
Don Francisco Ramírez derrotó también al Gral. Ron-
deau, Director Nacional.
Quizá el Gral. Mitre se decidió á esperar allí al
Gral. Urquiza para tomar la revancha.
Si hubiese triunfado, es mas que probable, que en
su parte hubiera consignado ese recuerdo.

(I) N. No se pasó ningún batallan. Uno fué copado y los otros dos fueron
desechos por las cargas de Ja caballería.
- 254 -

1S5O

Documentos sobre la Mediación del Gobierno del


Paraguay

Completamos en esta parte la publicación de los


importantes documentos de la intervención que tuvo el
Ministro del Paraguay, como mediador. Estos docu­
mentos revelan sus esfuerzos para que Buenos Aires
volviera á la Unión Nacional, evitando la batalla, que
buscaba el Gobierno de la Provincia disidente.
Tan empeñado estaba ese Gobierno en que tuviera
lugar la batalla, y tan seguro del triunfo, que después
de hacer fracasar la Mediación del Ministro de Norte
América, esquivó la que ofrecieron los Ministros de
Inglaterra y de Francia; y de muy mal grado aceptó
la del Gobierno Paraguayo, ya en la proximidad de
la batalla.
El 13 de Octubre, requerido con urgencia por el
Ministro Paraguayo (que quería evitar el combate de la
Escuadra con las fortificaciones de Martín Garcia) con ­
testó el Ministro Velez Sarsfield aceptando la mediación,
en una nota de nueva forma, que no se armonizaba con
la conducta que ponía en práctica.
A nombre de su Gobierno, el Ministro Velez Sars­
field se negó á la suspensión de hostilidades en absoluto
Ahora quiere la paz, le dijo al Ministro Paraguayo,
porque tiene miedo Urquiza.
En la nota del 14 de Octubre (fecha del combate
de Martín Garcia) le decía:
« Sin embargo, la respetable intervención del M¡-
« nistro del Paraguay, y el poder del Ejército que iba
c á encontrar á su frente lo habrán obligado á hablar
« de paz...! (1)
(1) Nota del autor - El Gobierno de Buenos Aires consideraba superior
como se vé, el Ejército de la Provincia.
- 255 —

El Gral. Urquiza había procurado la paz é integri­


dad nacional desde 1852; quienes buscaron la guerra,
desde que invadieron la Provincia de Entre Ríos, en
ese ano, fueron los políticos de la separación: los que
combatieron el Acuerdo de San Nicolás después de
haberlo proyectado, como el Dr. Velez Sarsfield.
Van en seguida los interesantes documentos de la
mediación del Gobierno del Paraguay, de los que re­
sultan: Io Los importantes servicios que el Ministro
Paraguayo, Gral. Francisco S. López, prestó á la Re­
pública Argentina: 2° La sinceridad y patriotismo que
probó el Gral. Urquiza durante la mediación: 3’ La
mala voluntad del Gobierno de Buenos Aires.
El Gral. Urquiza, facultado ámpliamente por la ley
de 20 de Mayo, presentó al Mediador las siguientes
bases de arreglo, sin ser indeclinables; salvo lo rela­
tivo á la integridad nacional.

Nota del Ministro Mediador

Buenos Aires, Octubre 15 de 1859.

A S. E. el Señor Ministro de Relaciones Exteriores


del Estado de Buenos Aires, Dr. I). Dalmacio Velez
Sarsfield.

Señor Ministro:
He tenido la honra de recibir la nota de V. E. de
ayer, en que después de indicar los acontecimientos
que han precedido la situación actual, se sirve expre­
sarme, de orden del Excmo. Señor Gobernador; que
no puede dejar de serle muy satisfactorio que S. E.
el Señor General Urquiza ahora anteponga, cuales­
quiera que sean sus pretensiones, los medios pacífi-
- 25Ó -

eos para obtenerlas ó discutirlas; y que el Gobierno de


Buenos Aires acepta la proposición que hice en nota
del 13 del presente, que recibirá los Comisionados que
vengan por parte de la Confederación Argentina, y que
el Gobierno de V. E. nombrará los suyos para hacer
cesar los motivos que, en el concepto de S E el Señor
Presidente Urquiza, autorizaba la declaración de guerra
á Buenos Aires agregando V. E. que no es posible
que el Señor General Urquiza, ni los Comisionados que
el elija, teman desaire alguno de parte del pueblo de
Buenos Aires, pero que si él ó sus Comisionados pen­
saren diferentemente, el Gobierno de Buenos Aires
acepta con gratitud el generoso ofrecimiento del vapor
«Tacuarí» ó de otro buque de la marina paraguaya,
para tener en él las conferencias; concluyendo V. E.
con la manifestación de los motivos que obligan al
Gobierno á negarse absolutamente á la proposición de
un armisticio.
Suma es la complacencia que he experimentado
cuando, al leer los graves resentimientos que dice V. E.
tener el Estado de Buenos Aires, advertía no obstante
la altura en que se colocaba su Gobierno, desde que
prescindiendo de todos ellos, hacía un esfuerzo para
evitar las calamidades de una guerra entre hermanos;
aceptando mi proposición, de recibir los Comisionados
que el Excmo Gobierno de la Confederación nombrase.
Pero cuando yo me lisonjeaba de que la media­
ción amistosa de mi gobierno, iba á dar el afortunado
resultado de impedir que la cuestión actual marchase
á resolverse por las armas, he visto con profunda pena
que el Excmo. Señor Gobernador, por las razones que
V E expresa, se niega absolutamente al armisticio de
diez dias, declarándome que no puede suspender las
hostilidades ni por un solo dia.
Respeto Señor Ministro, las razones que V. E. dice
tener para sostener aquella negativa; y haciendo en mi
carácter de mediador una severa abstención de las
- 2&7 -

causas que ambos beligerantes hayan tenido y tengari


aun, me permito rogar á V. E. quiera interponer su
merecido valer con S. E. el Señor Gobernador, á fin
de que no obstante las causas que expresa, se digne
oirme una vez más sobre este punto de tan grande
importancia para todos los argentinos y de tanto interés
para la humanidad.
Yo comprendo perfectamente, Señor Ministro, que
cuando los pueblos ó los Gobiernos se hallan bajo las
impresiones en que V. E. me manifiesta estar el de
Buenos Aires, se hace un esfuerzo en verdad, supremo,
para preferir los medios pacíficos á los de las armas.
Ese esfuerzo lo ha hecho ya el de V. E , cuando
en su respetable nota de ayer me dice «que no deja de
serle muy satisfactorio al Gobierno de Buenos Aires,
que el General Urquiza anteponga, cualesquiera que
sean sus pretensiones, los medios pacíficos para obte­
nerlos ó discutirlos».
Esta solemne declaratoria propia de la liberalidad
y grandeza, que han desplegado siempre los argentinos
en medio de las calamidades, porque han pasado, es
para mí una nueva esperanza, no obstante la absoluta
negativa á suspender las hostilidades por solo diez dias.
Por que en verdad, si el gobierno de Buenos Aires,
consecuente con su sentimiento fraternal y digno, acep­
ta que el Señor General Urquiza envíe Comisionados y
se dispone á recibirlos, y á nombrar por su parte los
suyos, nada más justo y legítimo que esperar de V. É.
toda la cooperación, para que ninguna de las partes
beligerantes pueda levantar una traba insuperable á las
conferencias de esos mismos Comisionados.
Los dos ejércitos se hallan muy próximos y tanto
que no sería dificií que si se aceptase solamente las
proposiciones de enviar y recibir Comisionados, y ne­
gada la suspensión de hostilidades hasta por un dia, no
llegasen aquellos señores, ni á medio camino, cuando
una batalla hubiese tenido lugar. Y entonces ¿podría
17
— 258 -

en medio de la sangre que corriese, de las lágrimas que


ambos pueblos derramasen y de los enconos que el
combate produjera, podría repito, entrarse tranquila­
mente á las conferencias, cuando quizá, uno de los
beligerantes quedase no ya en actitud de tratar, sino de
capitular?.
Pido al Señor Ministro me acuerde su indulgencia,
porque al ofrecerle estas consideraciones, olvido las
causas que han producido la guerra en que se va á
entrar, y solo miro con un intenso dolor, el hecho
existente de que dos pueblos hermanos van á despeda­
zarse con todo el furor quizá, que por desgracia es
característico de todas las guerras civiles.
Diez dias de término; diez dias de suspensión de
hostilidades; diez de aplazamiento á la efusión de san­
gre de hermanos, no es un tiempo, Señor Ministro,
para hacerse más fuerte ninguno de los dos Ejércitos,
que están, hace meses preparándose.
Entre tanto, esos diez dias de suspensión de hos­
tilidades, pueden proporcionar la paz á la gran familia
Argentina, pueden economizar mucha sangre, pueden sal­
var á innumerables familias, conservándoles los padres
y los hijos, y salvar además valiosos intereses del go­
bierno nacional y extrangero, sin traer por ello, á nin­
guno de los dos beligerantes, un grave peligro.
En mi carácter de Mediador, y sin la misión de
un negociador por parte del Señor General Urquiza,
que ni tengo, ni puedo asumir, no me es posible con­
testar ni satisfacer á V. E. sobre la alianza que dice
V E. tener el Señor General Urquiza con los indios
salvajes del desierto.
No obstante, por si pudiera servir de una explica­
ción que tranquilizase sobre el riesgo de las incursiones
de los salvajes durante la suspensión de hostilidades,
referiré á V. E. lo que he comprendido del Señor Ge­
neral Urquiza, cuando tuve el honor de hablar con él
sobre el importante objeto de mi misión.
- 259 -

En una de las conferencias en que se suscitó con-


versación sobre los indios, me significó, que él no tenia
alianza alguna con los indios ladrones, y que aunque
era cierto, que existían algunas tribus de amigos, estos
servían y obedecían al Gobierno de la Confederación,
del mismo modo que servían y obedecían al Gobierno
de Buenos Aires, otras tribus también amigas de Buenos
Aires. Esta circunstancia me ha hecho comprender de
que en el caso de una suspensión de hostilidades, los
indios amigos de uno y otro Gobierno podían recibir y
obedecer las ordenes de los respectivos Gobiernos ami­
gos, y que si los indios ladrones hacían algún asalto
durante la suspensión de hostilidades, el Gobierno per­
judicado y su Ejército, no se privaba del derecho de
escarmentarlos.
Ruego al Sr. Ministro, que al elevar esta nota á
las consideraciones del Excmo. Señor Gobernador,
quiera disculpar mi insistencia sobre la suspensión de
hostilidades, dignándose persuadir á S. E. que si in­
sisto después de la negativa, que V. E., me ha comu­
nicado, es confiado en los nobles sentimientos de S. E.
y porque espero deber al gobierno de Buenos Aires
la concesión de una suspensión de hostilidades, tan
corta en obsequio de los esfuerzos de un gobierno
amigo, como es el del Paraguay, que se interesa viva­
mente en evitar la efusión de sangre de hermanos, y
que abriga la esperanza de un buen éxito que espera,
no de mis esfuerzos, sino de los dignos y gloriosos
antecedentes del pueblo argentino.
Quedo enterado de lo que V. E. me expresa de
haberse ya presentado como mediadoras otras poten­
cias de Europa, á las cuales el gobierno no puede
dejar de atender, a<¡ que se presenten sus respectivos
ministros; yo espero que si al arribo de esos Sres.
me hallare aun en esta ciudad, quiera V. E. tener la
bondad, de darme igual aviso, si en ello no tuviere
inconveniente el Excmo. Gobierno.
- 20Ó -

Aprovecho esta oportunidad para presentar á V. E.


nuevamente mis respetos y asegurarle mi distinguida
consideración y aprecio.
francisco S. López.

Proyecto de arreglo propuesto por el Gral. Urquiza

1. ° Cada una de las partes contratantes reconoce


como base de todo arreglo la integridad nacional.
2. ° En tanto que la Constitución de la Confedera­
ción Argentina, no pueda ser alterada hasta el término
de diez anos, desde su juramento el ano 1853, Buenos
Aires conservará su aislamiento gubernativo, hasta la
conclusión de los trabajos de la Convención revisora,
á que concurrirá con el número de Diputados y Sena­
dores prescripto en la Constitución vigente de las trece
Provincias confederadas.
3. ° Seis meses antes de la época de la revisión de
la Constitución, la Provincia de Buenos Aires será
convocada por su Gobierno á una Convención Consti­
tuyente, para examinar la Constitución de Mayo, y las
reservas que hiciese servirán de base para convocar la
convención general revisora de la Constitución Federal.
4. ° La fé de ambos Gobiernos se empeña de la
manera más solemne ante el mundo civilizado para no
hacerse oposición el uno al otro.
5. ° No habrá confiscación de propiedad por ofensas
políticas pasadas, y se concederá amnistía á las per­
sonas encausadas ó desterradas desde el 11 de Setiembre
de 1852.
6 o La Isla de Martín García será inmediatamente
libre de toda ocupación militar.
° En consecuencia natural á la base de este arre­
7.
- ?6t -

glo, Buenos Aires no tendrá relaciones diplomáticas


con las naciones extrangeras
8. ° El Gobierne» de la Confederación no podrá im­
poner el servicio forzoso de las armas á los hijos de
Buenos Aires, y el Gobierno de Buenos Aires no podrá
hacerlo con los hijos de las Provincias Confederadas
domiciliados en su territorio.
9. ° Un acuerdo especial será establecido para orga­
nizar la común defensa de las fronteras.
10. El Gobierno de Buenos Aires, contribuirá en
justa proporción á los gastos Diplomáticos.
11. Se empeña la garantía de las Potencias media­
doras á la conservación de la paz y el cumplimiento
de la presente Convención.
Cuartel General en el Arroyo de Ludueña, 10 de
Octubre de 1859.
Urquiza.

Nota dei, Ministro Velez Sarsfield

Ministerio
de Buenos Aires, Octubre 17 de 1859.
Belaciones Exteriores

Al Ejccnió. Sr. Brigadier General de la República


del Paraguay, Ministro Mediador, Don Francisco
S. López.
El abajo firmado, Ministro de Relaciones Exterio­
res, ha recibido la nota de V. E fecha 15 del corrien­
te, por la que se sirve aceptar la buena disposición
dei gobierno de Buenos Aires, para recibir los comi­
sionados negociadores de la paz, que mandase el ge­
neral Urquiza, pero que al mismo tiempo insiste en la
necesidad de un previo armisticio. S. E. el Sr. Go­
bernador me ordena contestar á V. E. manifestándole
— 262 -

su gratitud por los bondadosos términos de su apre­


ciable nota, tan digna del personage que la firma, y
que siente vivamente que V. E. insista en el armisticio
propuesto, no estimando suficientes las consideraciones
que expuse respecto de tal medida en mi comunica­
ción última.
El Gobierno de Buenos Aires, habrá olvidado cua­
lesquiera intereses secundarios por satisfacer la exigencia
del gobierno que tan generosamente, y solo por el bien
de la humanidad, y de estos países, se consagra al
penoso y difícil trabajo de mediar por la paz entre
ambos beligerantes. Pero ha creído que el armisticio
mismo podría venir á ser un obstáculo á la paz. El
mas leve quebrantamiento de él influiría poderosamente
sobre la existencia misma de la negociación de la paz,
ó la dificultaría en proposición á los hechos sucedidos
Por otra parte, el gobierno al creer que no le era
posible prestarse á la propuesta de armisticio, no por
esto preveía inmediatos combates. El Sr. Ministro sabe,
que el Sr. Yancey hizo igual propuesta de armisticio
en el mes de Julio, y que también el gobierno de Buenos
Aires se negó tenazmente á aceptarla, sin que entonces
estuviera ni aun formado el ejército; pero creía de la
primera conveniencia á la conservación, á la disciplina
y al espíritu militar que debía crear y mantener en él,
era no anunciarle que pronto debía dejar las armas.
Sobre todo, Sr. Ministro, me refiero á los pode­
rosos motivos que por orden del Sr. Gobernador tuve
el honor de exponer confidencialmente á V. E. en la
conferencia que tuvo á bien concederme el día de ayer,
para rogarle se digne continuar en la mediación de la
paz; teniendo por muy suficientes las consideraciones
expuestas á V. E. para no juzgar necesario un prévio
armisticio.
No puedo, Sr. Ministro, dejar de notar á V. E.
en contestación á un párrafo de su comunicación de
ayer, que los pocos indios que están al servicio de
— 263 -

Buenos Aires en la frontera del Sud, viven y perma­


necen siempre dentro del territorio del Estado y no en
las pampas del desierto, á muy larga distancia del
territorio de la Confederación, prestando su servicio
solo contra los bárbaros del desierto, que invadan la
frontera, sin que jamás pueda decir el General Urqui­
za, que ellos hayan invadido ó robado la provincia de
Santa Fé. Entre tanto, los salvages aliados de él, son
armados y pagados para invadir el territorio de Bue­
nos Aires, como lo han hecho ya varias veces, tra­
yendo á su cabeza gefes del ejército de la Confedera­
ción, matando y robando á todas las personas, é inte­
reses de todo género que encuentran en la parte de la
frontera que asaltan. Jamás en ningún caso, el Go­
bierno de Buenos Aires, se valdría de los bárbaros, ni
los disciplinaria militarmente para que hicieran la
guerra á ninguna de las Provincias hermanas de la
Confederación Argentina.
El abajo firmado tiene el honor de renovar á V. E.
las seguridades de su más alta consideración y aprecio.
Dalmacio Velez Sarsfield.

Es preciso hacer notar las inexactitudes y las impos­


turas que contiene esa nota del Ministro Velez Sarsfield,
para que los hombres de las generaciones, que han
venido á ocuparse de los sucesos y de los personages
de aquel tiempo, no extravien su juicio influenciados por
las gratuitas afirmaciones del sabio jurisconsulto cor­
dobés.
Niega el Dr. Velez, que el Gobierno de Buenos
Aires tuviera indios en su Ejército. Pero el dia de la
batalla figuró allí una División de salvages.
En Caseros también Rosas, Gobernador de Buenos
Aires, tuvo á sus órdenes una División de más de seicien-
tos indios.
- 264 —

Esos indios del Gobierno de Buenos Aires, volvieron


á formar parte de su Ejército en Pavón; y le causaron
muchas bajas á la fuerza que mandaba el Gral. Galarza.
Quien jamás incorporó indios en su Ejército fué el
Gral. Urquiza.
En la invasión que en el ano de 1856, hizo en el
territorio de la Provincia de Santa Fé el Ministro de la
guerra del Gobierno de Buenos Aires Coronel D Bar­
tolomé Mitre, un cuerpo de más de doscientos indios
formaba parte de su División. Esta circunstancia la
expresó el Ministro del Interior, en la circular que
dirigió á los Gobiernos de las Provincias.
En la batalla de Pavón el Gral. Mitre tenia mas
de quinientos indios en su Ejército. Esos salvajes le
hicieron muchas bajas á uno de los regimientos que
mandaba el Gral. Galarza. Fueron los indios de Bai-
gorria, del que habla en su parte de la batalla de Pa­
vón el Gral. Paunero.
En 1874 todavía conservaba su afición de utilizar
los salvajes el Gral. Mitre.
Como revolucionario tuvo á Catriel y á su indiada
á sus órdenes.

Buenos Aires, Octubro 18 de 1859.

.i 5. E. el Señor Ministro de Relaciones Exteriores, Dr.


D. Dalmacio Veles Sarsfield.
Señor Ministro:
La nota que con fecha de ayer, se ha servido V.
E. dirigirme de orden del Excmo. Señor Gobernador,
ha producido en mi ánimo la resignación, á no pedir
ya, como previo el armisticio, á pesar de la convicción
que me impulsaba á insistir en esa petición.
- 265 —

El vivo interés, que como mi gobierno ha tenido,


y tengo en evitar la efusión de sangre, no me habrá
permitido quizá apreciar en su justo y verdadero valor
las razones que V. E. se sirve trasmitirme, y las que
de orden del Excmo Señor Gobernador tuvo V. E. la
generosa deferencia de expresarme verbalmente en el
16 del presente, desarrollando el mismo pensamiento
consignado en la nota á que contesto.
V. E. creia de la primera conveniencia á la con­
servación, á la disciplina, y al espíritu militar, que
debe crear y mantener en el ejército, no anunciarle que
pronto dejará las armas; esta misma consideración que
más extensamente me espresó V. E. en la conferencia
verbal á que se refiere en su respetable nota de ayer,
me impone el deber de no insistir ya, otra vez en el
armisticio prévio, porque después del interés que V. E.
me manifiesta por la paz, y de los sentimientos que
también S. E. el Sr. Gobernador me ha expresado, no
me es posible dejar de ofrecer al gobierno de V E el
homenaje de mi resignación, que tengo el honor de
presentárselo, como el testimonio más conspicuo de mi
gratitud, por la franqueza y lealtad con que el gobier­
no de V. E., aun en medio de los insuperables obs­
táculos que dice tener, me ruega que continúe en la
mediación de paz.
Esta solicitud del ilustrado gobierno de Buenos
Aires, es para mí la expresión más ingénua y elocuen­
te, del vivo deseo que tiene de evitar la efusión . de
sangre argentina.
Me complazco, Señor Ministro, en creerlo así, y
con la esperanza de que al abrirse las conferencias ó
durante ellas, el gobierno de V. E. aceptará el armis­
ticio, no insisto ya en pedirlo á V. E. como prévio, y
hoy mismo he mandado salir para el Rosario al vapor
de guerra paraguayo «Tacuarí» conduciendo una co­
municación ai Excmo. Señor Presidente de la Confede­
ración, en la que le pido, que se sirva enviar sus
- 266 -

comisionados en el mismo vapor, asegurándole que


aunque el gobierno de V. E. me ha significado la im­
posibilidad de aceptar el armisticio, yo abrigo, sin
embargo, la consoladora esperanza de que al comenzar
las conferencias, entre los hijos de una misma patria,
ha de venir la suspensión de las hostilidades, como
precursora del éxito feliz que tendrá la negociación.
No sé, Señor Ministro, hasta que punto impresio­
nará á S. E. el Señor General Urquiza, la negativa de
un armisticio prévio; sin embargo, yo espero que ante
las grandes conveniencias de la paz para - la nación
argentina, él hará el sacrificio de sus convicciones y se
decidirá á enviar ya sus comisionados, para que sin
perder tiempo en esta discusión prévia, entren los comi­
sionados de uno y otro gobierno á tratar, apresurando
desde sus primeros pasos el momento en que ellos
mismos presenten la suspensión de hostilidades como
gaje de sus sentimientos fraternales.
Bajo la impresión pues de que la negativa de V. E.
es solo á un armisticio prévio y no indefinidamente,
considero este punto como aplazado á la oportunidad,
ó en que las conferencias se inicien, ó que estos sigan
su curso.
Entonces, si el estado de cosas me presenta sin
los inconvenientes de hoy la oportunidad de proponer
á V. E. el armisticio, yo me atrevo á esperar que
el gobierno de V. E. no mirartí. esto como un punto
ya discutido y rechazado, sino tan solo aplazado para
considerarlo en mejor época.
Ruego por lo tanto ¿i V. E. quiera elevar á la
consideración del Excmo. Señor Gobernador, todo el
contenido de esta nota, y permitir le reitere las segu­
ridades de mi distinguida consideración y aprecio.
Francisco S Lopes.
-.267 -

Buenos Aires, Octubre 18 de 1859.

Ejcciho. Sr. Capitán General D. Justo José de Ur­


quiza, Presidente de la Confederación Argentina.

Señor:
Como anuncié á V. E., dedicado desde el primer
momento de mi arribo á obtener del gobierno de Bue­
nos Aires un armisticio previo al envio de los comi­
sionados, he dirigido todos mis esfuerzos para inclinar
el ánimo de este Gobierno á celebrar un armisticio, aun
cuando fuera por solo diez dias.
Este Gobierno al paso que se manifiesta dispuesto
á la paz, y dispuesto también á recibir á los comisio­
nados que V. E. nombre, bien quieran venir á esta
ciudad, en donde les asegura las consideraciones que
le son debidas á su carácter, ó bien quieran quedar
abordo del vapor «Tacuarí» á donde mandará este
Gobierno los suyos, presenta una resistencia invencible,
al menos por ahora, á la previa suspensión de hostilidades.
Varias son las razones que el gobierno de Buenos
Aires me ha dado para negarse al armisticio; y aunque
he tenido la fortuna de que se preste á oir las que yo
le he dado, apoyando mi insistencia en la suspensión
previa de hostilidades, he tenido hoy que resignarme á
pedirme á V. E. el envío de los comisionados por
parte de V. E., porque las consideraciones que me pre­
senta este gobierno son ya de un orden que en mi
carácter de mediador tengo el deber de respetar, y no
el derecho de discutir.
Este gobierno me ha expresado en sus notas y
aun en sus conferencias con todo el aspecto de la bue­
na fé su deseo por la paz, y una grave imposibilidad
para la suspensión prévia de hostilidades, significán­
dome el sincero interés que tiene en evitar la efusión
de sangre, cuando al detallarme las razones que le
268 -

impiden prestarse á una suspensión de hostilidades, me


ruega en nota de ayer, que continúe en la mediación
de paz.
Esta solicitud he mirado yo como la espresion más
sincera de su sentimiento, y al ver que los dos Ejércitos,
están próximos, no he querido correr el peligro de que
Ínterin aqui se discute la prévia suspensión de hostili­
dades, sobrevenga un rompimiento que empape en
sangre argentina el suelo de la nación.
Desde entonces, me he resignado, Señor, á no insistir
más en la suspensión prévia. Veo que los dias corren,
que el tiempo se pierde, y que durante este tiempo los
dos Ejércitos pueden tener un encuentro, y ante este
peligro no he querido perder la esperanza que abrigo,
de que, reuniéndose los comisionados, de uno y otro
Gobierno y abriendo sus conferencias, se obtenga ya la
suspensión de hostilidades, desde que unos y otros
puedan divisar la posibilidad de un arreglo.
Esta esperanza es la que me ha resuelto á la re­
signación de aplazar por ahora mi exigencia de sus­
pensión prévia de hostilidades, tentando el medio de
que los comisionados se unan, y empiecen sus confe­
rencias, porque observo que en una razón que se me
ha dado, y se me recomienda como poderosa, es de un
carácter tan sério, que bien esté fundada en un temor
ó en un error, no ha sido posible destruirla por la
persuacion.
Cuando el Gobierno, pues, tiene estas convicciones,
con fundamento ó sin él, y cuando apesar de todas mis
observaciones, no declinaba de ellas, no me parecía
cordura, insistir en destruir una impresión difícil de
desvanecer y menos cordura me parecía insistir y gastar
el tiempo en una demostración inútil, cuando ese tiempo
yo podía emplearlo en que los comisionados se reunieran
y entren en sus conferencias, y si ven la posibilidad de
arreglar, avanzen y den entonces una. esperanza justi­
ficada para la suspensión de hostilidades.
— 269 -

Esta esperanza me hace aplazar mi insistencia sobre


la suspensión de hostilidades, y decirle al Gobierno que
sin renunciar á ella, y sin dejar de contar con su in­
dulgencia, para que me oiga sobre la suspensión de
hostilidades, me había dirigido hoy a V. E. para rogarle
se digne enviar en la mayor brevedad sus comisionados,
poniendo al efecto á las órdenes de V. E. el vapor
de guerra «Tacuarí».
Con tanta más confianza, me he resignado á hacer
á V. E. esta súplica, y á no insistir por ahora en la
prévia suspensión de hostilidades, porque á juzgarse
por la posición en que se hallan ambos Ejércitos, puede
la suspensión lograrse, sin que sea un pacto con solo
un pequeño esfuerzo muy posible en ambos Ejércitos
de conservarse á la defensa, como han estado hasta
aquí. Esto ciertamente no impone deberes, como los
que produciría la suspensión de hostilidades: pero cuando
se procede borta fide, no es una tarea, ni difícil, ni
peligrosa para ninguno de los ejércitos.
Yo ciertamente no lo pido, porque seria asumir
una grave responsabilidad. Más no dudo que V. E.
escusará esta indicación, hija del interés más puro,
por la paz de la República Argentina.
Dígnese V. E. pesar los enormes daños, que po­
drían evitar á la humanidad y al comercio, si anticipa
hoy activamente el envio de los Comisionados, y con­
cederme la satisfacción de que estos caballeros vengan
sin demora, munidos de los poderes é instrucciones ne­
cesarios para poner íin á la penosa situación en que
se encuentra la República Argentina.
Tengo el honor de saludar á V. E. con mi dis­
tinguida consideración y respeto.

Francisco S. Lopes.
— 270 -
Cuartel General en Pavón, 21 de
Octubre de 1859.

Excmo. Sr. Brigadier General D. Francisco Solano


Lópezr Ministro Mediador de la República del Pa­
raguay.

Señor:

Acabo de recibir la estimable comunicación de V.


E. fecha 18 del corriente. Antes habia recibido la del
14, que no he contestado por defecto de proporción
para dirigirla, y cuyo contenido dudoso, por falta de
oportuna contestación del Gobierno de Buenos Aires á
V. E., me obligó á apresurar mis movimientos milita­
res; pues que de ninguna manera podía el Gobierno
de Buenos Aires, mostrar su buena disposición á acep­
tar la oportunidad de un arreglo pacífico, correspon­
diendo á los empeñosos y nobles esfuerzos de V. E., y
puedo decirle también, puesto que V. E. ha podido
conocerlo, á los deseos y sentimientos del vecindario de
Buenos Aires, mal servidos por sus Gobernantes:—de
ninguna manera digo, podia el Gobierno de Buenos
Aires mostrar que estaba animado de sentimientos
favorables á la paz, y dignos de ser acreditados, des­
pués de haber probado todo lo contrario, durante la
respetable mediación del Gobierno de los Estados Uni­
dos, que admitiendo de plano las dos justas proposi­
ciones, que fueron así admitidas por mí, apenas pro­
puestas por V. E. tales eran: la previa suspensión de
hostilidades por un tiempo breve, y el nombramiento
simultáneo de Comisionados para discutir bases de una
transacción equitativa y honrosa para la nación y para
la provincia, pues así debía de ser un arreglo fra­
ternal y duradero.
Yo hice más, y como se lo dije á V. E., por lle­
var hasta donde podia serme permitido las manifes-
(aciones bien probadas de mi ardiente deseo, porque
esta lucha terminase de aquel modo, sin efusión de
sangre. Declaré bases y muñí á V. E. de facultades
para detener las operaciones de la fuerza naval de la
Confederación, pronta á operar.
Dejé al arbitrio del Gobierno de Buenos Aires, que
era el ofensor, el detener las hostilidades armadas,
que hasta entonces él solo había cometido, ya inter­
nando sus buques hasta la ciudad del Paraná, ya ca­
ñoneando la ciudad mercantil del Rosario, sin objeto
útil, por los puntos en que no se hallaba defendido,
y por el horrible placer de derramar terror y, sangre
entre el vecindario inofensivo; ya invadiendo el terri­
torio de Santa Fé, con fuerza numerosa para las lige­
ras partidas que vigilaban la frontera, y llevándose
en esas incursiones vecinos pacíficos, y haciendas de
estos mismos, ya de otro modo, y de cuantas se le
presentaba la ventaja de hacerlo con impugnidad, por
que mis deseos y mis esperanzas de paz, que los mis­
mos trabajos empleados para obtenerla, habían demo­
rado, mis movimientos militares.
El 12 del corriente llegó V. E. á Buenos Aires,
y el 14 en que V. E. se dignó avisármelo, aun no
había recibido contestación á las proposiciones que
había dirigido.
Si el Gobierno de Buenos Aires hubiese aceptado,
lo que ninguna razón podía justificar la negativa, la
suspensión de hostilidades; V. E. pudo detener la mar­
cha de la fuerza naval Argentina, y la sangre vertida
en Martín García, hubiese sido ahorrada.
Por el Gobierno de Buenos Aires necesito de (oda
esta franqueza para acreditar á V. E. mi perfecta de­
ferencia á sus generosos buenos oficios, tomando por
debilidad é impotencia, como lo propalaba su prensa,
lo que era efecto de los sentimientos elevados á que,
él no se mostraba fácil, lejos de aceptar la suspensión
de hostilidades, á nuevas é inmediatas se preparaba,
- 272 -

como puedo oportunamente acreditarlo á V. E. con


partes oficiales.
Mi deferencia y mis deseos y mis fuerzas por la
paz, era el titulo para arrastrar mi nombre al desprecio;
y lo que únicamente me era sensible, la dignidad
nacional. Se lo expreso á V. E. con la seguridad de
ser bien comprendido por el joven y digno represen­
tante de la República hermana del Paraguay, tan
susceptible, por su común origen, á esas ofensas.
V. E. en su carta del 14 me expresó su deseo de
que estuviesen pronto los Comisionados que habia pro­
puesto se nombrasen, y á pesar de la poca confianza
que merecía la demora de la sencilla contestación del
Gobierno de Buenos Aires, hice llamar á la ciudad
del Rosario los tres individuos que de antemano habia
indicado á V. E. Nombrados están, Señor, y prontos
á concurrir con los que el Gobierno de Buenos Aires
nombre.
Pero en la aceptación inmediata de esa proposición
y de la natural y previa suspensión de hostilidades, me
hubiese inspirado la confianza necesaria que dignificase
el envio de los Comisionados del Gobierno de la Nación,
cerca del de una Provincia que en ella se reputa re­
velada, V. E. comprenderá, que hoy seria mas desfa­
vorablemente interpretado, que todos mis anteriores
esfuerzos por la paz, y quizá esa misma deferencia,
estimulase como hasta aquí las dificultades en que el
Gobierno de Buenos Aires se envuelve, con una arro­
gancia que no es natural á su autoridad ni á su poder.
El Gobierno de Buenos Aires quiere que los Co­
misionados de la Nación vayan hasta él, á solicitarle
lo que ha negado á V. E., la suspensión de hostili­
dades, desairado sus respetos, y las consideraciones
que como Gefe de la Confederación Argentina, y en
su nombre tengo derecho á exigir de un Gobierno de
Provincia, favorablemente dispuesto hacia la comuni­
dad de los intereses de la República.
— 273 —

El Gobierno de Buenos Aires, me es muy dolo­


roso expresarlo, se aprovecha de las ocasiones favo­
rables á un arreglo pacífico para aumentar las quejas
que la Nación tiene de su conducta política y la sos­
pecha de sus intenciones.
V. E. en su recto juicio ha juzgado que no podía
asumir ya la responsabilidad de pedirme la suspen­
sión de hostilidades por mi parte. Doy á esto el pre­
cio que tiene, y mis procedimientos serán su conse­
cuencia.
Siento no poder aceptar la bondadosa oferta que
V. E. me hace del vapor «Tacuarí» para enviar los
Comisionados, que como he expresado á V. E. están
prontos.
Yo manifesté á V. E. que las exigencias de una
situación que se prolongaba demasiado, con grave per­
juicio para el país, exigían un pronto desenlace, y fijé
el término de diez días para la suspensión de hostili­
dades, término agotado con exceso sin haber obtenido
ni contestación de aquel Gobierno, rebelde á todo sen­
timiento útil, generoso, patriótico, humanitario.
Serian menos felices los Comisionados que V. E.
mismo—permítame creerlo asi—La discusión sobre la
suspensión de hostilidades y sobre las bases de arreglo
se prolongaría á voluntad de ese Gobierno, y todos los
intereses con la dignidad nacional, estarían á su arbitrio,
y esto cuando solo por su parte se ofrecen dificulta­
des para un arreglo.
Si el Gobierno de Buenos Aires, desea la paz, que
envíe sus Comisionados á un punto próximo, á mi
cuartel general, donde en el acto irán los Comisionados
nacionales; asegurando á V. E. que en las instruc­
ciones que á estos se expidan preva'ecerán los generosos
sentimientos que me he esforzado en abundar, y para
cuyo testimonio apelo á V. E.
Mientras tanto cargue el Gobierno de Buenos Aires,
ante ese pueblo, que reconozco estraño á esa falta de
18
— 274 —

prudencia, y á ese espíritu inhumano, ante la Nación


Argentina, ante la República mediadora que V. E. re­
presenta, y ante el mundo, con toda la responsabilidad
de la sangre que se ha vertido y la que puede verterse
en adelante. Ante el mismo pueblo, ante la República
que presido, y la que V. E. representa, y el mundo
entero protesto yo mis sentimientos de paz y fraterni­
dad que no desmentiré un momento, aunque la ter­
quedad de un Gobierno mal aconsejado impulsa la
acción de las armas por él empeñada.
Siento vivamente que V. E. no obtenga por las
dificultades opuestas por el Gobierno de Buenos Aires,
un éxito feliz en su misión, que nadie ha deseado mas
que yo, por que me era muy apetecido ese nuevo lazo
que uniese á ambas Repúblicas. No disminuyo por eso
mi fé en sus empeñosos esfuerzos, por que espero aun
que el Pueblo de Buenos Aires, aparte á su Gobierno
de un camino en que perjudica sus generosos senti­
mientos y su felicidad con otros graves intereses co­
munes, entre las que no puede dejar de ser menos
sensible para él mismo, la dignidad de la Nación á
que pertenece, debe y quiere pertenecer.
Soy de V. E. con la mejor consideración y aprecio.
Leal amigo y S. S.
Justo José de Urquiza.
— 2Í5 —

Buenos Aires, Octubre 23 de 185».

A S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores, Dr.


D. Dalmacio Vele~ Sarsfield.
Señor Ministro:
Tengo el pesar de anunciar á V E., para que se
digne manifestarlo al Excmo. Señor Gobernador, que á
pesar de todos mis esfuerzos para obtener del Excmo.
Sr. Presidente de la Confederación el en vio de sus
Comisionados sin la prévia suspensión de hostilidades,
me ha contestado S. E el Señor Presidente con fecha
21 del presente, que no envía, ni puede enviar dichos
Comisionados, no obstante que los había anticipadamente
hecho venir a! Rosario, porque la negativa á la prévia
suspensión de hostilidades, dice, considera ofensiva á
la dignidad nacional, y á la de los mismos Señores de
la Comisión.
S. E. el Señor Presidente comprende, según su
citada nota de contestación, que el envio de sus Co­
misionados hoy, después de la negativa absoluta que el
Gobierno de V. E. ha hecho á la prévia suspensión
de hostilidades, seria más desfavorablemente interpre­
tado, que todos sus anteriores esfuerzos por la paz; y
que esa deferencia (si contra el sentimiento de los pue­
blos confederados y de su Ejército la tuviese) vendrían
á estimular las dificultades para todo arreglo.
Me expresa en consecuencia que siente no poder
aceptar mi oferta del vapor de guerra «Tacuarí», para el
envio de los Comisionados, y que si el Gobierno de Buenos
Aires desea la paz, que en tal caso envie sus Comisionados
á un punto próximo ásu cuartel general, donde en el acto
irán los de la Confederación, asegurándome que en las
instrucciones que á estos expedirá prevalecerán los sen­
timientos de paz, que se ha esforzado en demostrar.
En el deber de trasmitir á V. E. fielmente la reso­
lución y las expresiones con que me las dirige el Excmo.
Señor Presidente, siento profundamente, Señor Ministro,
- 276 -

no poder ofrecer á V. E., como lo había deseado, el


anuncio de que los Señores Comisionados hubiesen
arribado ya á este puerto, no obstante la absoluta
negativa á la prévia suspensión de hostilidades.
Sin embargo, y aun cuando por desgracia está
quizá ya próximo un sangriento combate, no abandono
el propósito de mi Gobierno de emplear todos los medios
posibles para arribar á la paz, aun después que la sangre
argentina se haya en gran parte derramada.
Reitero pues á V. E. esos buenos oficios con toda
la sinceridad con que tan intensamente lo quiere mi
Gobierno, y firme en este interés, me permito proponer
á V. E. para que se sirva elevar á la consideración de
S. E., el Señor Gobernador que puesto que el Gobierno
de Buenos Aires, no mira como esencial el previo
armisticio, quiera asentir al envío de sus Comisionados
al punto que el Excmo. Sr. Presidente propone, dando
este testimonio al pueblo y al mundo que observa, de
que Buenos Aires quiere la paz; que no esquiva los
medios que la conduzcan á ese importante fin, y que
la negativa del armisticio no ha sido un pretexto para
evadirla.
Si para el viaje de los Señores Comisionados,
fuese aceptable la garantía de mi Gobierno, yo la ofrez­
co con plena autorización de este.
Quiera V. E. aceptar las seguridades de mi con­
sideración y respeto.
Francisco S. López.

En la nota que va en seguida insiste todavía el


Ministro de Gobierno de Buenos Aires, Dr. Don Dal-
macio Velez Sarsfield, en sus falsas imputaciones con­
tra el Gral. Urquiza.
Por los documentos anteriores queda demostrado,
que desde que se presentó la mediación, el Gral. Ur­
quiza instó para obtener una suspensión de hostilida­
— .277 —

des con el fin de evitar una batalla; y que fué el Go­


bierno de Buenos Aires quien se negó á esa medida
aconsejada por la prudencia y el patriotismo.
Con el fin evitar el derramamiento de sangre, el
Gral. Urquiza entregó al Mediador la orden para
el Gefe de la Escuadra Nacional de suspender el ata­
que á la isla de Martín Garcia. Y ese lamentable
suceso tuvo lugar, porque el Gobierno de Buenos Aires
se negó obstinadamente á la suspensión de hostilidades
solicitada reiteradas veces por el Mediador. A ese Go­
bierno le parecía imposible que el Almirante Cordero
atacara con éxito las fortificaciones de la isla. No co­
nocía el valor heroico de ese discípulo de Broxvn.
« Antes de declarar la guerra, dice el Ministro
« Velez Sarsfield, el Gral. Urquiza no ha dado paso
« alguno por la paz. »
Son varios, sin embargo, los documentos en que
consta, que desde la reunión del Congreso Consti­
tuyente, el Gral. Urquiza como Director de la Nación,
y como Presidente, propuso con instancia llegar á la
unión de Buenos Aires, á la integridad nacional, por
medios pacíficos.
En 1859 aceptó la mediación del honorable Ministro
Americano; y fué el Gobierno de Buenos Aires quien
inutilizó esa mediación, hasta burlándose del respetable
Mediador. Consta asi de su importante Memorán­
dum.
Va á continuación la nota del Ministro Velez Sars­
field, cuya fecha es del 24 de Octubre, al dia siguiente
de la batalla de Cepeda. Y esta tuvo lugar por la
provocación que hizo el Ejército de Buenos Aires el
dia 22. —El mismo dia en que el Gral. Urquiza des­
pachaba al Mayor Estigarribia, Ayudante del Mediador
López con su correspondencia del 21, en la que está
de manifiesto su deseo de evitar la batalla.
Al leer tales imposturas del Dr. Velez Sarsfield,
el que conoce la carta que en 1860 (un año después)
278 -

dirigió al Gral. Urquiza, no puede menos de experi­


mentar un sentimiento de repulsión por ese personage.
En esa carta fechada el 25 de Septiembre de 1860,
en Santa Fe, le decía:
« Señor General y amigo:
« Mil felicitaciones, mil parabienes á V. E., que
« hasta en el último dia ha puesto su poderosa in-
« fluencia moral para hacer efectiva la unión de la
« República.»
La ciencia y la moral suelen estar muy distancia­
das en el mismo sugeto; y por cierto que esa clase de
hombres ejercen perniciosa influencia en los jóvenes,
que hacen su aprendizage en la política militante.
Séneca escribió preciosas enseñanzas sobre moral y la
virtud; pero es indudable que en su conducta cerca de
Nerón, no puso en práctica esas sabias lecciones. Esas
malas influencias contribuyeron á la decadencia de la
sociedad romana.

M I N I 6 T E I! 1 o
— 1> E — Buonos Aires, Octubre 25 do 1859.
Uklaciones Exteriores

Al Excmo Sr. Brigadier General D. Francisco Solano


López, Ministro Mediador de la República del Para-
guagy cerca del Gobierno del Estado.

El abajo firmado ha recibido la comunicación de


V. E. fecha de ayer, por la que le hace saber que el
General Urquiza, no se presta mandar Comisionados á
esta Ciudad para la negociación de paz, y propone por
lo tanto V. E. que el Gobierno de Buenos Aires envíe
sus Comisionados á un punto próximo á su cuartel
general, donde en el acto irán los de la Confederación.
El Gobierno duda mucho de los sentimientos de
279 —

General Urquiza por la paz con el Estado de Buenos


Aires, pues antes de declarar la guerra no ha dado
paso alguno por ella, y todos sus actos después de
haberse presentado la valiosa mediación del Excmo.
Gobierno del Paraguay, tanto en tierra como en los
ríos, han sido para definir cuanto antes la cuestión por
medio de una batal'a Sin embargo el Gobierno de
Buenos Aires quiere persuadirse que el General Ur­
quiza esté pronto á la paz, y que en las instrucciones
que dé á sus Comisionados prevalecerán los sentimien­
tos por ella, y cree de su deber, consecuente al espíritu
que lo ha guiado al armarse solo para defender el
territorio de este Estado, no resistir á la indicación
de V. E.
Tengo por lo tanto orden de decir á V. E. que
el Gobierno acepta el ofrecimiento del «Tacuarí») que
V. E. se sirvió hacerle, y que en él y al frente de la
ciudad de San Nicolás, pueden reunirse los Comisio­
nados de ambos Gobiernos.
Allí estarán cerca del Cuartel general del Presi­
dente de la Confederación, y por este medio el Go­
bierno de Buenos Aires dá á V. E. la mayor prueba
de su deseo de arribar á una solución pacífica, y que
su poderosa mediación tenga todos los efectos que tan
dignamente se lia propuesto V. E.
Si el General Urquiza aceptase este medio, proce­
derá á nombrar sus Comisionados, para que partan á
bordo del «Tacuarí»), hasta el punto arriba indicado.
El infrascripto aprovecha esta oportunidad para
reiterar á V. E. las seguridades de su mas alta y
distinguida consideración.
Dahnacio Vele¿ Sarsfield,

Nota — En vez de realizar la negociación, se realizó la batalla de Cepeda, A


oausa de la provocación que el día 22 de ese mes de Octubre hizo el
Ejército de Buenos Aires, como lo hemos dicho.
— 280 -

il DE NOVIEMBRE 1859

Convenio de paz

Convenio de paz celebrado en San José de Flores, á 10


de Noviembre de 1859, entre el Gobierno del Estado
de Buenos Aires y el de la Confederación Argentina.

El Excmo. Gobierno de Buenos Aires y el Excmo.


Sr. Presidente de la Confederación Argentina, Capitán
General del Ejército Nacional en campaña, habiendo
aceptado la mediación oficial en favor de la paz interna
de la Confederación Argentina ofrecida por el Excmo.
Gobierno de la República del Paraguay, dignamente
representado por el Excmo. Brigadier General D. Fran­
cisco Solano López, Ministro Secretario de Estado en
el Departamento de Guerra y Marina de dicha República,
decididos á poner término á la deplorable desunión en
que ha permanecido la República Argentina desde 1852,
y á resolver definitivamente la cuestión que ha mante­
nido á la Provincia de Buenos Aires separada del gremio
de las demás que constituyeron y constituyen la Repú­
blica Argentina, las cuales unidas por un vínculo federal
reconocen por ley fundamental la Constitución sancio­
nada por el Congreso Constituyente en Io de Mayo de
1853, acordaron nombrar comisionados por ambas partes
plenamente autorizados para que discutiendo entre sí y
ante el mediador con ánimo tranquilo y bajo la sola
inspiración de la paz y del decoro de cada una de las
partes, todos y cada uno de los puntos en que hasta aqui
hubiere disidencia entre Buenos Aires y las Provincias
Confederadas, hasta arribar á un convenio de perfecta
y perpétua reconciliación inmediata y definitiva de Buenos
Aires á la Confederación Argentina, sin mengua de
ninguno de los derechos de la soberanía local, recono­
cidos como inherentes á las Provincias Confederadas,
(1)—La negociación de paz se reanudó, luego quo so aproximó A la Oiudsdel
Oral. Urquiza vencedor, previa renuncia del Gobernador y de su Ministro-
— 281 —

y declarados por la propia Constitución Nacional, y al


efecto nombraron, á saber: por parte del Gobierno de
Buenos Aires, á los Sres. Dr. D. Carlos Tejedor y D.
Juan Bautista Peña, y por la del Presidente de la Con­
federación Argentina, los Sres. Brigadier General D.
Tomás Guido, Ministro Pleniponteciario de la Confede­
ración Argentina cerca de S. M. el Emperador del
Brasil y del Estado Oriental, Brigadier General D. Juan
Esteban Pedernera, Gobernador de la Provincia de S.
Luis y Comandante en Gefe de la circunscripción Militar
del Sud y Dr. D. Daniel Araoz, Diputado al Congreso
Nacional por la Provincia de Jujuy, quienes canjeados
sus respeciivos plenos poderes y hallados en forma,
convinieron en los artículos siguientes:
Art. l.° Buenos Aires se declara parte integrante
de la Confederación Argentina, y verificará su incorpo­
ración por la aceptación y jura solemne de la Constitución
Nacional.
20 Dentro de veinte dias, después de verificado
el presente convenio, se convocará una Convención pro­
vincial que examinará la Constitución sancionada en Mayo
de 1853, vigente en las demás Provincias Argentinas.
3 o La elección de los miembros que formarán
la Convención se hará libremente por el pueblo, y con
sujeción á las leyes que rigen actualmente en Buenos
Aires.
4. ° Sí la Convención provincial aceptase la Cons­
titución sancionada en Mayo de 1853 y vigente, en
las demas Provincias argentinas, sin hallar nada .que
observar en ella, la jurará Buenos Aires solemnemente
en el dia y en la forma que esa Convención provin­
cial designare.
5. ° En el caso que la Convención provincial mani­
fieste que tiene que hacer reformas en la Constitución
mencionada, esas reformas serán comunicadas al Go­
bierno Nacional, para que presentadas al Congreso
Federal Legislativo, decida la convocación de una Con­
- 282 -

vención ad-hoc que las tome en consideración, á la


cual la Provincia de Buenos Aires, se obliga á enviar
sus diputados con arreglo á su población, debiendo
acatar lo que esta Convención, así integrada, decida
difinitivamente, salvándose la integridad del territorio de
Buenos Aires, que no podrá ser dividido sin el consen­
timiento de su Legislatura,
° Interin llega la mencionada época, Buenos Aires
6.
no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase.
7 0 Todas las propiedades del Estado que le dan
sus leyes particulares, con sus establecimientos públi­
cos, de cualquier clase y género que sean, seguirán
correspondiendo á la Provincia de Buenos Aires, y
serán gobernados y legislados por la autoridad de la
provincia.
8. ° Se exceptúa del artículo anterior la Aduana,
que como por la Constitución Federal, corresponden
las Aduanas esteriores á la nación, queda convenido,
en razón de ser casi en su totalidad las que forman
las Rentas de Buenos Aires, que la Nación garanta á
la Provincia de Buenos Aires su presupuesto del año
de 1859, hasta cinco años después de su incorpora­
ción, para cubrir sus gastos, inclusa la deuda interior
y exterior.
9. ° Las leyes actuales de Aduana de Buenos Aires,
sobre Comercio Exterior, seguirán rigiendo hasta que el
Congreso Nacional, revisando las tarifas de Aduana de
la Confederación y de Buenos Aires, establezca la que
ha de regir para todas las Aduanas exteriores.
10. Quedando establecido por el presente pacto un
perpétuo olvido de todas las causas que han producido
nuestra desgraciada desunión, ningún ciudadano Argen­
tino será molestado de modo alguno por hecho ú opi­
niones políticas durante la separación temporal de la
Provincia de Buenos Aires, ni confiscados sus bienes
por las mismas causas, conforme á las constituciones
de ambas partes.
- 283 —

11. Después de ratificado este convenio, el ejército


de la Confederación evacuará el territorio de Buenos
Aires, dentro de 15 dias, y ambas partes reducirán sus
armamento al estado de paz.
12. Habiéndose hecho ya en las Provincias confe­
deradas la elección de Presidente, la Provincia de Bue­
nos Aires procederá inmediatamente al nombramiento
de electores para que verifiquen la elección de Presi­
dente, hasta el Io de Enero próximo; debiendo ser
enviadas las actas electorales, antes de vencido el
tiempo señalado, para el escrutinio general, si la Pro­
vincia de Buenos Aires hubiese aceptado sin reserva la
Constitución Nacional.
13. Todos los Generales, gefes y oficiales del ejér­
cito de Buenos Aires dados de baja desde 1852, y que
estuviesen actualmente al servicio de la Confederación,
serán restablecidos en su antigüedad, rango y goce
de sus sueldos, pudiendo residir en la Provincia ó en
la Confederación, según les conviniere.
14. La República del Paraguay cuya garantid ha
sido solicitada, tanto por el Excmo. Sr. Presidente de
la Confederación Argentina, cuanto por el Excmo. Go­
bierno de Buenos Aires, garante el cumplimiento de lo
estipulado en este convenio.
15. El presente convenio será sometido al Excmo.
Sr. Presidente de la República del Paraguay, para rati­
ficación del articulo precedente, en el término de cua­
renta dias, ó ante si fuese posible.
16. El presente convenio será ratificado por el
Excmo. Sr. Presidente de la Confederación y por el
Excmo. Gobierno de Buenos Aires, dentro del término
de cuarenta y ocho horas ó antes si fuese posible.
En fé de lo cual etc.
Francisco Solano Lopes - Carlos lejedor — Juan
Bautista Peña — lomas Guido — Juan E. Peder ñera —
Daniel Araos — (hay tres sellos).
— 284 —

Reunida la Asamblea General á petición del Poder


Ejecutivo el 11 de Noviembre á medio dia, para que
examinase y discutiese el convenio de paz, la Asam­
blea pasó el convenio á la discusión de la Cámara de
Senadores, según lo prescriben los reglamentos, y fué
aprobado por unanimidad, hallándose presidida esa
Cámara por el Dr. Montes de Oca, como 2’ Vice­
presidente, por haber tomado la palabra el primer
Vice-Presidente, que lo es el Sr. Mármol.
Sancionado el convenio en todos sus artículos, pasó
á discusión de la Cámara de Representantes, presi­
dida por su Presidente el Dr. Costa, y fué aprobado
por 32 contra 6.

El Vice-Presidente de la Confederación Argentina en


ejercicio del Poder Ejecutivo.

Por cuanto el Excm. oSr. Presidente Constitucional


de la Confederación, participa que ha dado cumplimiento
á las disposiciones de la Ley 20 de Mayo del corriente
año en la forma que instruyen los documentos adjuntos.
Ha acordado y decreta:
Articulo l.° Por ocho dias consecutivos se publicará
en el periódico oficial, - el convenio celebrado el dia 10
de este mes en San José de Flores, la proclama que
dirigió al pueblo de Buenos Aires, y la orden general
que el dia 11 se circuló al ejército déla Confederación.
2. ° Declárese que el Excmo. Sr. Capitán General
Presidente de la Confederación Argentina D. Justo José
de Urquiza es fundador de la. Unión Nacional y
de la República Argentina, constituida bajo la ley fede­
ral de Io de Mayo de 1853.
3. ° El ejército vencedor en Cepeda ha merecido
bien de la Patria, y el Gobierno pedirá al Congreso un
premio que recuerde aquella acción gloriosa, y el con­
- ¡285 -

venio patriótico del 11 de Noviembre, que consagra la


unión de Buenos Aires con las trece Provincias hermanas.
4.0 Se ofrecerá un voto de gracias al Supremo Go­
bierno de la República del Paraguay y al Excmo. Sr.
Brigadier General Ministro Mediador D. Francisco Solano
López, que ha empleado con noble y generoso empeño
sus buenos y fraternales oficios, para acercar á la Unión
las partes desidentes de la República Argentina.
5. ° Sométase este decreto al Congreso Legislativo
en su próxima sesión extraordinaria en el mes de Fe­
brero de 1860.
6. ° Comuniqúese, circúlese, publique y dése al Re­
gistro Nacional.
Firmado - Cahiíil.
José Miguel Galán.

Cuartel General en el puerto del Tigre 13 de Noviembre do 1859.

Ejcenio. Sr. Brigadier General 1). Francisco Solano


López, Ministro Mediador del Paraguay.

Excmo. Señor y mi distinguido amigo:


Fiando absolutamente en la fé del Gobierno de
Buenos Aires, como fio, me he apresurado á ejecutar
por mi parte el tratado de paz, felizmente celebrado
bajo la mediación de V. E
He retirado todas las fuerzas sobre el puerto del
Tigre para efectuar su inmediato embarque, para evitar
hasta en lo peor dispuesto todo motivo de alarma, he
procedido al desarme de los que en calidad de presen­
tados ó prisioneros de Buenos Aires existían en las
filas del ejército, para presentarlos al Gobierno, he dado
orden á todas las autoridades de la campaña de obedecer
al Gobierno actual de Buenos Aires, he hecho en fin
cuanto podía exigirse de mi fé en el honor del Gobierno
y del pueblo de Buenos Aires.
- 2g6 -

Pero algunos rumores de hechos, que no prueban


la mejor disposición de algunos funcionarios depen­
dientes del Gobierno, me obligan á enviar en calidad
de comisionado cerca de V. E. á uno de los Señores
que compusieron la comisión negociadora de paz, para
que solicite de V. E. su interposición y acuerde con
V. E. mismo los medios de disipar todo recelo y de
que, poniéndose en ejecución el convenio, se le dé des­
de el principio toda la firmeza que necesita, para que
tenga todos los buenos resultados que nos hemos
prometido, y que tanto importan á la salud de Ja
Patria.
Si fuese necesario, espero que V. E. mismo acre­
dite cerca del Gobierno á mi comisionado el Dr. D.
Daniel Araoz para cuando pueda ser oportuno.
Con este motivo me es grato reiterar á V. E. los
sentimientos de mi perfecta consideración y estima.
Justo José de Urquiza.

Ministerio
I,K Buenos Aires, Noviembro 13 de 1859.
Relaciones Exteriores

A S. E. el Señor Ministro Mediador del Excmo.


Gobierno del Paraguay, Brigadier General Don
Francisco S. López.

Señor Ministro:
Tengo el honor de comunicar á V. E. que he reci­
bido orden del Excmo. Sr. Gobernador para significar
á V. E. su mas sincero reconocimiento, por la media­
ción ofrecida por el Excmo Sr. Presidente de la República
del Paraguay y ejecutada tan digna y felizmente por
V. E. en la desgraciada desinteligencia que existia entre
el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina.
— 28? —

La acción diplomática del Paraguay, acercando los


miembros de una misma familia, y allanando las difi­
cultades que hasta hoy habían parecido insupuerables,
ha contribuido poderosamente á la resolución, por la
paz, de las cuestiones que jamás habrían podido ser
resuellas honorablemente para todos, por el empleo de
las armas; y al mismo tiempo en esa acción diplomática,
Sr. Ministro, deja consignados dos grandes hechos de
un significado tan linsojero para el presente, como
fecundo de esperanzas para el porvenir de la América,
El primer paso externo de la mas joven de las Repú­
blicas Americanas, ha sido en obsequio de la paz y la
unión de sus vecinos, dando un ejemplo consolador de
desinterés é imparcialidad poco común en los anales de
la América, tan inspirada habitual mente por los intereses
encontrados creados por las posiciones y las luchas de
los Estados que la componen; y en ese primer caso,
además, se ha descubierto sin dificultad que la República
del Paraguay no solo ha ofrecido á la América el con-
t¡gente de su poder y su riqueza, sino el valioso home-
nage de una política alta y circunspecta, expresada por
una diplomacia hábil cuanto ingénua y sincera.
Estos antecedentes, fijados ya, pueden ser precur­
sores de grandes bienes que la América del Sur tiene
derecho á esperar, cuando las conveniencias de una
política general y trascendente aproxime á sus Estados
de primer rango, para la combinación de sus intereses
legítimos, y de sus propósitos mas requeridos.
La paz de la República Argentina constituirá quizá
el principio de un nuevo orden de ideas en la política
general de estos países, reclamada por su felicidad,
y la mas perfecta consolidación de sus derechos, y
bajo este doble punto de vista, Señor Ministro, la me­
diación practicada por V. E. se hace doblemente acree­
dora al reconocimiento del Pueblo de Buenos Aires,
y que su Gobierno se complace en transmitir por mi
órgano á V. E., para que V. E. se sirva elevarlo al
- 288 —

conocimiento del Excmo. Señor Presidente de la Repú­


blica del Paraguay.
Me es grato también significar á V. E., que el
Gobierno de Buenos Aires conservará las impresiones
agradables que la distinguida persona del Representante
del Paraguay ha sabido inspirarle como complemento
lisongero de la noble y feliz misión que ha desem­
peñado.
Cumplidas así las órdenes de S. E. el Sr. Go­
bernador de Buenos Aires, aprovecha esta ocasión
para reiterar á V. E., Sr. Ministro, las seguridades
de mi mas perfecta consideración.
Carlos Tejedor.

Buenos Aires. Noviembre 14 de 1859.

A S. E. el Sr. Ministro de Gobierno de Buenos


Aires, Dr. D. Cárlos Tejedor.

Señor Ministro:
He recihido una nota del Excmo. Sr. Presidente de
la Confederación Argentina, fecha de ayer, en que me
dice que fiado absolutamente en la fé del Gobierno de
Buenos Aires, se ha apresurado por su parte á ejecutar
el tratado de paz, retirando todas las fuerzas, para
ejecutar su inmediato embarque, á fin de evitar todo
motivo de alarma hasta en lo peor dispuesto; proce­
diendo al desarme de las fuerzas que en calidad de
presentados ó prisioneros existían en su ejército, para
presentarlos al Gobierno de Buenos Aires, dando órdenes
á todas las autoridades de la campaña, de obedecer á
este Gobierno, y haciendo en fin cuanto podía exigirse
de su fé en el honor del Gobierno y del pueblo de
Buenos Aires. Pero que algunos rumores de hechos,
que no prueban la mejor disposición de algunos funcio­
narios dependientes del Gobierno de V. E., le han obli­
- .289 -

gado á enviar cerca de mi persona al Sr. Dr. D. Daniel


Araoz, para que solicite mi interposición y aun lo acre­
dite cerca del Gobierno de V. E., á fin de acordar los
medios de disipar todo recelo, y de que poniéndose en
ejecución el convenio, se le dé toda la firmeza que es
necesaria, para que tengan efectos todos los buenos
resultados que tanto importan á la salud de la Patria,
lie tenido con este motivo espiraciones con el
Señor Dr. Araoz, comisionado del Excmo. Señor Pre­
sidente, y aunque he tenido la fortuna de poder disi­
par algunos de esos recelos hasta donde me es posible
alcanzar, he sentido una verdadera dificultad al no.
poder darle esplicaciones sobre otros; y bien pene­
trado del vivo interés que el enunciado Dr. Araoz
tiene de conformidad con los deseos de su Gobierno,
de que el convenio de paz sea efectivo, y no lo in­
terrumpan esos recelos que V. E. podría sin duda di­
sipar, me he decidido á pedirle á V. E. quiera per­
mitirme el que por la presente acredite á dicho Señor
Dr. Azaoz, cerca del Gobierno de V. E
En este caso, si V. E. pudiera recabar del Excmo.
Señor Gobernador el que el Señor Dr. Araoz sea por
mi interposición oido personalmente por S. E. el Sr.
Gobernador, le ruego se sirva comunicarlo V. E. para
manifestarlo así al Sr. Dr. Araoz, que se halla en esta
ciudad, esperando la contestación de V. E.
Dígnese V. E. aceptar las protestas de mi perfecta
consideración y estima.

Francisco S. López.
- 200 -

Explicaciones sobre las notas anteriores

La buena fé con que el General Urquiza había


procedido desde anle del combate de Martín Garcia y
de la batalla de Cepeda estaba comprobada por dife­
rentes actos, y la generosidad con que trató á los
numerosos prisioneros desde el momento de su triunfo, •
obligaban al Gobierno de Buenos Aires y á los Gefes
de su dependencia á proceder de la misma manera. Y
de no hacerlo así era olvidar las reglas de cultura, y
hasta de propia conveniencia, á que ajustan su conducta
los pueblos civilizados.
Sin embargo, algo siniestro se tramaba contra el
General Urquiza y contra el Ejército y la Escuadra de
la Confederación.
Luego que uel general Urquiza tuvo aviso de las
celadas que le preparaban, dirigió al Mediador su nota
del 13 de Noviembre.
Descubierto el plan, el Gobierno de Buenos Aires
tomó medidas enérgicas, y felizmente la conspiración
quedó frustrada.
El dia 14 de Noviembre, el Gobierno de Buenos.
Aires había tenido tiempo más que suficiente para co­
municar á todos sus subalternos el convenio del 10 ya
publicado el 11; y apesar de eso, y de que el General
Urquiza había empezado á ejecutar ese convenio, el
Gefe de Martín Garcia y el Geíe de la Escuadra de
Buenos Aires, allí situada, impidieron el paso á la
Escuadra de la Confederación, que, en cumplimiento de
órdenes del Presidente de la República, trató de pasar
hasta, el Puerto del Tigre.
Van enseguida las notas relativas á ese incidente.
— 29i

Ministerio
de Buenos Aires, Noviembre 14 de 1859.
Relaciones Exteriores

Al Excmo. Sr. Ministro Mediador de la República


del Paraguay, Brigadier General D. Francisco S.
López.

El infrascripto se lia impuesto de la nota de V.


E. fecha de hoy, en que se sirve comunicarle el con­
tenido de otra, fecha del dia anterior, que le habia
sido dirigida á V. E. por el Sr. Presidente de la
Confederación, por la que consta que alarmado por
algunos rumores referentes á algunos funcionarios de­
pendientes del Gobierno, habia resuelto enviar al Sr.
Dr. D. Daniel Araoz, para que solicitando la interpo­
sición de V. E. cerca de este Gobierno, pudiese acor­
dar los medios de disipar todo recelo, poniendo en
ejecución el convenio, concluyendo V. E. por espresar
los deseos de que el Señor Araoz, pueda ser oido
personalmente por el Sr. Gobernador.
Impuesto S. E. del contenido de la respetable nota
de V. E., me ha ordenado decirle cuan desagradable
le ha sido de que rumores infundados, inspirados sin
duda al Sr. Presidente de la Confederación por per­
sonas quizá interesadas en destruir los buenos resul­
tados que debe producir el convenio de paz última­
mente celebrado, haya podido hacer vacilar por un
momento el ánimo de S. E. respecto á la buena dis­
posición con que tanto el Gobierno de Buenos Aires
como todos los funcionarios que de él dependen, eslán
dispuestos á llevar á efecto con la más estricta escru­
pulosidad las cláusulas todas del convenio de paz, que
felizmente ha cimentado de una manera sólida la tran­
quilidad futura de la República.
Al suplicar á V. E se digne hacer llegar al cono­
cimiento del Sr. Presidente de la Confederación cuales
son á ese respecto los íntimos deseos de este Gobierno,
- 292 -

eí infrascripto se complace en manifestar á V. E., por


orden del Sr. Gobernador, que tendrá la satisfacción de
recibir al Sr. Dr. D. Daniel Araoz cuantas veces lo
deseare y solicitare, esperando que las francas explica­
ciones del Gobierno de Buenos Aires satisfarán amplia­
mente al Sr. Comisionado.
El infrascripto tiene el honor de reiterar á V. E. las.
seguridades de su mas distinguida consideración.
Carlos Tejedor.
- .293 -

Protocolo

De conferencias habidas entre la Comisión del Excmo.


Sr. Presidente de la Confederación y la del Excmo.
Gobierno de Buenos Aires, ante S. E. el Sr. Ministro
Mediador por la República del Paraguay, Brigadier
General, D. Francisco Solano Lopes.
Primera

En cinco de Noviembre de mil ochocientos cincuenta


y nueve, reunidos en la chacra de Monte Caseros, en
presencia del Excmo Sr. Ministro Mediador de la Repú­
blica del Paraguay, Brigadier General D. Francisco S.
López, los Sres. Brigadier General D. Tomás Guido,
Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina;
cerca de S. M. el emperador del Brasil, y del Estado
Oriental, el Sr. Brigadier Generel D. Juan E. Pedernera,
Gobernador de la Provincia de San Luis y Comandante
de la circunscripción militar del Sud, y el Dr. D. Daniel
Araoz, Diputado al Congreso Nacional, por la provincia
de Jujuy, como comisionados nombrados por parte del
Excmo. Sr. Presidente de la Confederación Argentina,
y por parte del Gobierno de Buenos Aires los Sres.
Dr. D. Carlos Tejedor, D. Juan Bautista Peña y Dr.
D. Antonio C. Obligado, se procedió á la verificación y
cange de los respectivos poderes, que se encontraron
conformes. En seguida el Excmo. Sr. Ministro Mediador,
Brigadier General D. Francisco S. López, abrió las
conferencias, expresando que como representante de la
República del Paraguay estaba animado de los más vivos
deseos de ver terminadas por un arreglo pacifico las
diferencias suscitadas entre el Gobierno de la Confe­
deración Argentina y del Estado de Buenos Aires, y
que abrigaba la más fundada esperanza, de que habiendo
logrado reunir en aquel lugar á los Sres. comisionados
de ambos gobiernos, pudiera llegarse á un arreglo que
pusiese término á la lucha, y evitase la fusión de
— 294 -

sangre entre miembros de una misma familia, desgra­


ciadamente dividida: que le seria muy lisonjero por su
parte tan feliz resultado, y que esperaba del patriotismo
de los Sres. comisionados, que al entrar en la discusión
de las bases de paz, hiciesen completo olvido de todo
lo pasado y prescindiesen de toda recriminación por
las diferencias anteriores que las había dividido.
Tomó en seguida la palabra el Sr. General Guido
para manifestar que la Comisión á que pertenecía, venia
animada de los mejores deseos de paz, y de evitar que
se derramase aun más sangre argentina que la ya ver­
tida desgraciadamente, para terminar una cuestión que,
contando con el patriotismo de los Sres. Comisionados,
podía tener una solución pacífica inmediata, dejando
definitivamente restablecida la integridad nacional,-que
debía ser la base primordial de la presente negociación.
El Sr. Peña contestó expresando en nombre de la comi­
sión á que pertenecía los mismos nobles sentimientos
de conciliación y de paz, y el mismo deseo de ver res­
tablecida bajo bases honrosas la integridad de la Nación
Argentina. Se preguntó en seguida por uno de los Sres.
comisionados de la Confederación, si los Sres. comisio­
nados de Buenos Aires traían redactadas algunas bases
de arreglo, á lo que se contestó por aquellos que la
Comisión de Buenos Aires no traía proyecto de bases
formulado, pero que estaba muy dispuesta á entrar en
la discusión de las que se presentasen, bien fuere por
el Ministro Mediador, ó por alguno de los Sres comi­
sionados. El Ministro Mediador expresó que habiendo
recibido la noche anterior las instrucciones dadas á
unos y á otros comisionados, no había tenido el tiempo
material para formular proporciones. Después de una
larga y luminosa discusión en que tomaron parte todos
los Sres comisionados, y en la que se trató de acorda
los medios más adecuados para restablecer la integridad
nacional, concillando todos los intereses, y salvando
todos los derechos cuestionados de ambas partes, se
— 295 -

convino por los Sres comisionados de la Confederación


en formular las siguientes proposiciones que deberían
consignarse en el presente protocolo.
1. ° La Provincia de Buenos Aires hace la declara­
ción solemne de que forma parte integrante de la
Confederación Argentina.
2. ° Se concede á la Provincia de Buenos Aires el
libre exámen de la Constitución de la Confederación
Argentina, por medio de una Convención Constituyente,
que deberá reunirse dentro de veinte dias contados
desde que se firme la paz, y compuesta del doble
número de Diputados del que se compone la Cámara
actual de Diputados.
Se convino en seguida que los Sres comisionados,
habiendo asentido á esta indicación, del Sr. Ministro
Mediador, en que siendo la hora avanzada se levan­
taría la sesión, dejando la resolución de esas proposiones
asi como de todas las demas bases que deben formar
el pacto de paz, para la reunión del dia siguiente, que
debia verificarse á las diez de la mañana en San José
de Flores.

Francisco S. López

lomas Guido Carlos Tejedor


Juan Peder ñera Juan Bautista Peña
Daniel Araos Antonio Cruz Obligado
Delfín B. Huergo José M. la Fuente
Secretario Secretario

Benigno Lopes
Secretario
- 296 -

Segunda

Eti seis de Noviembre de mil ochocientos cincuenta


y nueve, reunidos en San José de Flores los Sres.
mencionados en el protocolo anterior, el Excmo. Sr.
Ministro Mediador, Brigadier General D. Francisco S.
López, abrió las conferencias expresando, que excitado
en la conferencia del dia anterior por los Sres comi­
sionados á presentar él los puntos á la discusión á fin
de que esta no se extraviase y fuese en orden, habia
sentido y sentía una verdadera dificultad, porque no
siendo ideas propias las que habían de formar las pro­
posiciones que presentase á la discusión, habia necesitado
recapitular las ideas todas de ambas Comisiones para
formular una proposición que buena ó no, representante
del pensamiento de ambas Comisiones en lo que era
posible conciliar ese pensamiento, hijo de intereses
opuestos. Que defiriendo por su parte el Sr. Ministro
á las intimaciones que le habían hecho los Sres. comi­
sionados, él habia redactado algunos puntos que los
propondría á la discusión, permitiéndome rogar á los
Sres. comisionados que, si en alguna proposición hubiese
algo que afectase la susceptibilidad, no lo miren como
la expresión del sentimiento del mediador, sino como
la redacción exacta, y en lo posible aproximada, de las
ideas encontradas de los Sres comisionados, y de las
que con el ánimo de conciliar los intereses, habia
expremidos las proposiciones que en el siguiente orden
proponía, para que fuesen consideradas y discutidas,
rogando á todos, que en la discusión, le permitiesen ayu­
dar á ambas Comisiones en sus observaciones, pues que
en esta interesante discusión, él querría agregar al
carácter de Ministro del Paraguay, el de representante
de la confraternidad de los argentinos, expuesta á disol­
verse quizá para siempre, y cuyo precioso vínculo
deseaba su Gobierno reanudar.
° Buenos Aires se declara parte integrante de la
l.
- 297 -

Confederación Argentina, y verificará su incorporación


por la aceptación y jura solemne de la constitución
nacional.
2. ° Dentro de veinte dia de haberse formado el
presente convenio, se convocará una convención pro­
vincial que examinará la constitución sancionada en
mayo de 1853, vigente en las demas provincias argentinas.
3. ° La elección de los miembros que formarán la
convención, se hará libremente por el pueblo, y con
sujeccion á las leyes de elecciones que regían en Buenos
Aires, para la elección de los representantes de la sala
constituyente en número doble.
4. ° Si la convercion provincial aceptase la consti­
tución sancionada en Mayo de 1853, y vigente en las
demas provincias argentinas sin hallar nada que observar
á ella, la jurará Buenos Aires solemnemente en el dia
y en la forma que esa Convención provincial designare.
5. ° En el caso que la convención provincial mani­
fieste que tiene que reformar en la Constitución mencio­
nada, esas reformas serán comunicadas al Gobierno
nacional, para que presentadas al Congreso federal se
decida la convocación de la convención revisora de la
Constitución nacional, á la cual la provincia de Buenos
Aires, se obliga á enviar sus diputados, con arreglo tí
su población, debiendo acatar lo que la Convención
revisora, asi integrada, decida definitivamente.
6. ° Interin llega la mencionada época, Buenos Aires
no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase,
y contribuirá á los gastos nacionales de este ramo en
proporción al número de sus habitantes.
7. ° Todos los establecimientos públicos existentes
en Buenos Aires de cualquier clase y género que sean,
seguirán siempre, correspondiendo á la Provincia de
Buenos Aires, y serán gobernados y legislados por la
autoridad de la Provincia.
8. ° Se exceptúa del artículo anterior la Aduana, que
como por la Constitución Federal corresponden las
- 298 -

Aduanas exteriores á la nación, queda convenido, en


razón de ser casi en su totalidad las que forman
las rentas de Buenos Aires, que la Nación garante
á la Provincia de Buenos Aires su presupuesto del año
de 1859, hasta cinco años después de su incorporación,
para cubrir sus gastos, inclusive su deuda interior y
exterior.
9. ° Las leyes que Buenos Aires se ha dado sobre
comercio interior y de navegación deben ser conservadas
y jamás se mudarán sino en un sentido favorable á las
libertades comerciales.
10. Todos los Generales, Gefes y Oficiales dados
de baja, desde el Io de Diciembre de 1852, serán resta­
blecidos en su rango y goce de sueldos.
11. En consecuencia del artículo anterior todos los
Gefes y oficiales de la Provincia de Buenos Aires, que
han tomado servicio en el Gobierno Nacional, gozarán
de su rango y sueldo en la Provincia ó en la Nación,
según el punto que eligiesen para su residencia.
12. Ningún ciudadano argentino será molestado en
modo alguno por hechos ti opiniones políticas, durante
la separación temporal de la Provincia de Buenos Aires.
13. Un perpetuo olvido borrará la memoria desgra­
ciada de la desunión, y la fusión de los partidos es el
principio de la integridad nacional, bajo una ley común.
14. Las confiscaciones que se hubiesen hecho en
la Provincia, ó en la Nación serán levantadas
Puestas á discusión las anteriores proposiciones, se
observó por los Señores Comisionados de Buenos Aires,
que la aceptación de la mayor parte de esas proposi­
ciones estaba para ellos sujeta á la evacuación del
territorio de la Provincia de Buenos Aires, por las
fuerzas nacionales, y que mientras este punto no se
decidiese, no podrían ellos aceptar ninguna base. Se
contestó por los Señores Comisionados de la Confede­
ración, que á la discusión de ese punto se llegaría
después que se hubiese oido la opinión de los Comí-
- 299 -

sionados de Buenos Aires, sobre las proposiciones pre­


sentadas por el Ministro Mediador.
Se aceptaron después de una ligera discusión (con­
dicionalmente por parte de los Señores Comisionados
de Buenos Aires) los artículos Io y 2o.
El artículo 3a fué aceptado en la forma siguiente:
3o La elección de los miembros que formarán la
Convención, se hará libremente por el Pueblo, con
sujeccion á las Leyes que rigen actualmente en Buenos
Aires.
El artículo 4° fué aceptado condicionalmente por
parte de los Señores Comisionados de Buenos Aires.
Al artículo 5° se opusieron los Señores Comisionados
de la Confederación, alegando que su Constitución vi­
gente prohibía expresamente su revisacion antes de
diez años, que terminaban en 63, y que no tenían fa­
cultades para ceder sobre este punto
Que como las reformas que propusiese Buenos Aires
á la Constitución, podían no ser fundamentales, podrían
ser mas bien tomadas en consideración por el Congreso
Legislativo.
No habiendo podido arribarse á una solución sobre
este artículo, quedó aplazada la discusión.
El artículo 6° fué aceptado condicionalmente por
parte de los Señores Comisionados de Buenos Aires en
la forma siguiente:
6° Interin llega la mencionada época, Buenos Aires
no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase.
El articulo 7° fué aceptado.
Los Señores Comisionados de la Confederación se
opusieron al artículo 8°, alegando que el presupuesto
del año 59 era un presupuesto de guerra, y que la
Confederación se vería obligada á cargar con un déficit
considerable; pues las rentas de Buenos Aires no alcan­
zarán á cubrirlo, que por otra parte no podían com­
prometerse á esto mas allá de la época marcada por
la Constitución para su revisacion. No habiendo podido
- 300 -

ponerse de acuerdo los Señores Comisionados sobre


este punto, su discusión fué aplazada.
Los Señores Comisionados de Buenos Aires, se
opusieron al artículo 10 por no tener instrucciones su­
ficientes para resolverlo, y se opusieron por la misma
consideración al artículo 11.
El artículo nueve fué suprimido de común acuerdo
por considerarlo innecesario desde que unida Buenos
Aires á la Confederación, todos estaban interesados en
adoptar las leyes mas eficaces para el desarrollo y
prosperidad de su comercio.
Los artículos 12 y 13 fueron aceptados. Los señores
comisionados de Buenos Aires se opusieron al artículo
14, alegando su falta de instrucciones sobre este punto.
Se puso en seguida ¿i discusión la proposición si­
guiente hecha por el Sr. Ministro Mediador.
« Al mismo tiempo de la evacuación de las fuerzas
nacionales que será á la mayor brevedad, Buenos Aires
desarmará la Escuadra, la Isla de Martín García y
licenciará las fuerzas hasta dejarlas en pié de paz. »
Los Comisionados de Buenos Aires, después de una
discusión, sobre esta proposición hicieron la que sigue,
que quedó definitivamente aceptada por ambas comisiones.
15. « Después de raclificado este convenio, el ejér­
cito de la Confederación, evacuará el territorio de
Buenos Aires dentro de quince días, y ambas partes
reducirán sus armamentos al estado de paz. »
En la discusión de este artículo y con motivo de
la invitación hecha por los comisionados de la Confe­
deración á los de Buenos Aires; para que formularan
ó propusieran algo en garantía de que la escuadra,
ejército, etc. de Buenos Aires, seria reducido al estado
de paz, estos propusieron que el Gobierno de la Repú­
blica del Paraguay garantiese el presente Convenio; lo
que fué aceptado por los señores Comisionados de la
Confederación, á pesar de no tener instrucciones para
ello. El Señor Ministro Mediador, manifestó que el
— 301 —

Gobierno del Paraguay no tendría inconveniente en


prestar su garantía más órnenos alta para la ejecuccion
del presente convenio, siempre que viese en ese conve­
nio seguridades suficientes que garantiesen su cumpli­
miento por parte de los contratantes; que el Señor
Ministro Mediador, seria fácil en prestar esa garantía,
pero una vez dada seria efizcamente cumplida.
Se propuso también por uno de los Comisionados
de la Confederación, que se sometiese al arbitrage del
Gobierno del Paraguay cualquier disidencia que pudiera
dividir á las partes contratantes, en la interpretación
del presente Convenio. El Señor Minisiro Mediador
contestó aceptando la indicación.
Los señores Comisionados de la Confederación ma­
nifestaron en seguida que la evacuación del territorio
por las fuerzas nacionales, estaba por su parte sugeta
á otras estipulaciones: que una de estas era el cambio
del personal del Gobierno actual de Buenos Aires, que
no había por su parte en esta pretensión nada perso­
nal contra individuos que se deseaba solamente garantir
asi por un Gobierno más fusionista la misma tranqui­
lidad de la Provincia, y asegurar la libertad del su­
fragio en las elecciones: que creian que el Dr. Alsina
haría naturalmente el patriótico sacrificio de dejar el
puesto, antes de firmar esta Convención, á que se
habia antes opuesto, y que entonces sin alterar en nada
Jas instituciones de la Provincia, podría el señor La-
vallol, Presidente del Senado, encargarse provisoria­
mente del Gobierno con un ministerio fusionista, que
mereciese la confianza de ambas partes; que la otra
estipulación era relativa á la conservación de las auto­
ridades civiles y militares que la campaña de Buenos
Aires, se hubiese dado después de su pronunciamiento,
porque retirado el Ejército Nacional, y conservadas por
otra parte en la ciudad de Buenos Aires todas sus
autoridades civiles y militares, era justa la reciprocidad.
Los Señores Comisionados de Buenos Aires se negaron
— ¿92 —

abiertamente á tomar en consideración estas proposi­


ciones, expresando que les estaba inhibido oirías por
sus instrucciones: que ellos habían consentido sin la
anuencia de su Gobierno en la convocación de una
Convocación, y que esa era una grande concesión que
hacia en cambio de la evacuación del territorio de
Buenos Aires por las fuerzas nacionales. Después de
un largo debate se convino en que los Señores Comi­
sionados de Buenos Aires someterían esas proposiciones
á su Gobierno, no como proposiciones que la Comisión
acogía, sino como puntos presentados por los Señores
Comisionados de la Confederación.
Siendo la hora anvanzada se levantó la sesión
habiéndose fijado otra conferencia para el dia siguiente
á las diez de la mañana en el mismo lugar.

Francisco S. López

lomas Guido Carlos Tejedor


Juan E. Pedernera Juan Bautista Peña
Daoiel Araoz Antonio Cruz Obligado

Benigno López
Secretario

Deljin B. Huergo José M. la Fuente


Secretario Secretario
— 303 —

Tercera

En siete de Noviembre de mil ochocientos cincuenta


y nueve, reunidos en San José de Flores los mismos
Señores mencionados en el Protocolo anterior, se abrieron
las conferencias por el Sr. Ministro Mediador. Los
Señores Comisionados de Buenos Aires manifestaron
que su Gobierno habia aceptado la mayor parte de sus
proposiciones convenidas en el dia anterior, haciendo
á ellas algunas ligeras modificaciones que esperaban
serian admitidas por parte de los Señores Comisionados
de la Confederación. Dichas proposiciones son las
siguientes:
Artículo Io Buenos Aires se declara parte integrante
de la Confederación Argentina, y verificará su incor­
poración por la aceptación y jura solemne de la Cons­
titución Nacional.
2. ° Dentro de veinte dias después de nidificado
el presente Convenio se convocará una Convención
Provincial, que examinará la Constitución sancionada
en Mayo de 1853, vigente en las demas Provincias
Argentinas.
3. ° La elección de los miembros que formarán la
Convención se hará libremente por el pueblo, y con
sujeccion á las leyes que rigen actualmente en Buenos
Aires.
4. ° Si la Convención Provincial aceptase la Consti­
tución sancionada en Mayo de 1853, y vigente en las
demas Provincias Argentinas, sin hallar nada que obser­
var en ella, la jurará Buenos Atres solemnemente en
el dia y en la forma que esa Convención Provincial
designase.
5. ® En el caso de que la Convención Provincial
manifieste que tiene que reformar en la Constitución
mencionada, esas reformas serán comunicadas al Go­
bierno Nacional, para que presentadas al Congreso
Federal, se decida la convocación de la Convención
- 304 -

revisora de la Constitución Nacional, á la cual la


Provincia de Buenos Aires se obliga á enviar sus di­
putados con arreglo á su población, debiendo acatar
lo que la Convención revisora, asi integrada, decida
definitivamente, salvándose la integridad del territorio
de Buenos Aires que no podrá ser dividida.
6 ° Interin llega la mencionada época, Buenos Aires
no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase.
7 ° Todas las propiedades del Estado que le dan
sus leyes particulares, como sus establecimientos públicos
de cualquier clase y género que sean, seguirán corres­
pondiendo á la Provincia de Buenos Aires y serán
gobernados y legislados por la autoridad de la Provincia.
8. ° Se exceptúa del articulo anterior la Aduana,
que como por la Constitución Federal, corresponden las
Aduanas exteriores á la Nación, queda convenido, en
razón de ser casi en su totalidad las que forman las
rentas de Buenos Aires, que la Nación garante á la
Provincia de Buenos Aires su presupuesto del ano 59,
hasta cinco anos después de su incorporación para
cubrir sus gastos inclusa la deuda interior y exterior.
9. ° Las leyes de Aduana de Buenos Aires sobre
comercio exterior, seguirán rigiendo hasta que el Con­
greso Nacional, revisando las tarifas de Aduana de la
Confederación y de Buenos Aires, establezca la que
ha de regir para todas las Aduanas exteriores.
10. Ningún ciudadano argentino será molestado de
modo alguno, por hechos ú opiniones politicas durante
la separación temporal de la Provincia de Buenos Aires.
11. Después de ractificado este Convenio el ejér­
cito de la Confederación evacuará el territorio de Buenos
Aires dentro de quince días, y ambas partes reducirán
sus armamentos al estado de paz.
Puestas á discusión, se suscitó el debate sobre cada
una de ellas, siendo difinitivamente admitidas en la
forma siguiente:
Artículo l.° Buenos Aires se declara parte integrante
— 305 -

de la Confederación Argentina, y verificará su incorpo­


ración por la aceptación y jura solemne de la Constitución
Nacional.
2. ° Dentro de veinte dias de haberse firmado este
convenio, se convocará una Convención Provincial, oxue
examinará la Constitución de Mayo de 1853, vigente en
las demas Provincias Argentinas.
3. ° La elección de los miembros que formarán la
Convención se liará libremente por el pueblo, y con
sujeción á las leyes que rigen actualmente en Buenos
Aires.
4. ° Si la Convención Provincial aceptase la Consti­
tución sancionada en Mayo de 1853, y vigente en las
demas Provincias Argentinas, sin hallar nada que obsevar
á ella, la jurará Buenos Aires solemnemente en el dia
y en la forma que esa Convención provincial designare.
5. ° En el caso que la Convención provincial manifieste
que tiene que hacer reformas en la Constitución men­
cionada, esas reformas serán comunicadas al Gobierno
Nacional, para que presentadas al Congreso Federal
Legislativo decida la convocación de una Convención
cid hoc que las tome en consideración, y á la cual la
Provincia de Buenos Aires se obliga á enviar sus
Diputados con arreglo á su población, debiendo acatar
lo que esta convención, asi integrada, decida definitiva­
mente salvándose la integridad del territorio de Buenos
Aires, que no podrá ser dividido sin el consentimiento
de su Legislatura.
G.° Interin llega la mencionada época, Buenos Aires
no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase.
7. ° Todas las propiedades de la Provincia que le
dan sus leyes particulares, como sus establecimientos
públicos de cualquier clase y género que sean, seguirán
correspondiendo á la Provincia de Buenos Aires, y
serán gobernados y legislados por la autoridad de la
Provincia.
8. ° Se exceptúa del artículo anterior, la Aduana,
20
— 306 -

qtle como por la Constitución Federal corresponden las


Aduanas exteriores á la Nación, queda convenido en
razón de ser casi en su totalidad las que forman las
rentas de Buenos Aires, que la nación garante á la
Provincia de Buenos Aires su presupuesto de 1859
hasta cinco años después de su incorporación, para
cubrir sus gastos, é inclusive su deuda interior y
exterior.
9° Las leyes actuales de Aduanas de Buenos Aires
sobre comercio exterior, seguirán rigiendo hasta que
el Congreso Nacional, revisando las tarifas de Aduana
de la Confederación y de Buenos Aires, establezca la
que ha de regir para todas las Aduanas exteriores.
10. Quedando establecido por el presente pacto, un
perpetuo olvido de todas las causas que han producidos
nuestra desgraciada desunión, ningún ciudadano argen­
tino será molestado de modo aiguno por hechos ú
opiniones políticas durante la separación temporal de
Buenos Aires, ni confiscados sus bienes por las mis­
mas causas, conforme á las Constituciones de ambas
partes.
11. Después de ractificado este convenio, el ejército
de la Confederación evacuará el territorio de Buenos
Aires, dentro de quince dias, y ambas partes reducirán
sus armamentos al estado de paz.
En seguida los Comisionados de la Confederación
manifestaron á los de Buenos Aires, que deseaban saber
la contestación de su Gobierno sobre las tres proposi­
ciones que llevaron el día anterior á consultarle, rela­
tivas: Ia al cambio del personal del Gobierno actual;
2a al reconocimiento y conservación en sus empleos,
grados y goces de sus sueldos, Generales, Gefes y
oficiales dados de baja desde el Io de Diciembre de
1852; 3a á la conservación de las autoridades civiles y
militares que se hubiese dado á la campaña por su pro­
nunciamiento contra el Gobierno actual de Buenos Aires.
Los Comisionados de Buenos Aires contestaron que
- 307 -
Su Gobierno rechazaba completamente el qué se tratase
sobre los puntos Io y 3o. Que sobre el segundo pedi­
rían nuevamente instrucciones, por que por ahora no
estaban autorizados sino para conceder esto, para un
tiempo mas ó menos remoto.
Los Comisionados de la Confederación, después de
una larga insistencia sobre este punto, deciaron que
esas proposiciones eran indeclinables por parte de su
Gobierno para llegar á una solución de la negociación;
que habiéndose arreglado ya sobre base tan honrosas
y satisfactorias para entre ambas partes la cuestión de
la integridad nacional, seria profundamente sensible que
ella fracazase por individualidad que no se debían te­
nerse en cuenta cuando se trataba de intereses tan
grandes.
Los Comisionados de Buenos Aires contestaron que
debiendos los Sres Comisionados de la Confederación
consultar á su Gobierno sobre el punto propuesto para
la elección de Presidente, se le diese tiempo hasta el
día siguiente para consultar á su Gobierno sobre esas
proposiciones.
En seguida los Comisionados de Buenos Aires
manifestaron que habían olvidado traer á la discusión
el punto relativo á la elección de Presidente de la
Confederación, que su Gobierno les había recomendado;
que según tenían entendido se estaba verificando en la
actualidad dicha elección, y que para dar una prueba
de que Buenos Aires quería entrar francamente en la
unión, declaraban que tomaría parte en la elección
próxima, siempre que pudieran acordarse los medios
mas á propósito para que esto pudiera tener lugar.
Los Comisionados de la Confederación contestaron
que á pesar de no tener instrucciones sobre este punto,
estaban seguros que el Presidente de la Confederación
oiría con gusto esa indicación, y que si al dia siguiente
podían ponerse de acuerdo sobre los puntos pendientes,
podrían empezar á tratar, recabando autorización para
- 308 -

ello sobre el nuevamente propuesto por los Comisionados


de Buenos Aires.
Con lo cual se dió por terminada la conferencia,
y se levantó la sesión.
Francisco S. López

Tomas Guido Carlos Tejedor


Juan E. Pedernera Juan Bautista Peña
Daniel Araoz Antonio Cruz Obligado

Benigno López
Secretario

Del/in B. Huergo José M. la Fuente


Secretario Secretario
- 309 -

Cuarta

En nueve de Noviembre de mil ochocientos cincuenta


y nueve, reunidos los mismos Señores Comisionados
en San José de Flores tí excepción del Dr. D. Antonio
Cruz Obligado, se abrieron Jas conferencias por el Sr.
Ministro Mediador. Los Comisionados de Buenos Aires
presentaron nuevos plenos poderes conferidos por su
Gobierno á los Señores Dr. D. Carlos Tejedor y D.
Juan Bautista Peña, para continuar la negociación, los
que examinados se encontraron bastantes. Se procedió
en seguida á tratar sobre la participación que debía
tomar la Provincia de Buenos Aires en la elección de
Presidente de la Confederación. Después de una larga
discusión y prévia consulta, que se hizo por los Comi­
sionados de la Confederación al Sr. Presidente de la
misma se acordó el artículo en la forma siguiente:
Art. 12. Habiéndose realizado ya en las Provincias
Confederadas la elección de Presidente, la Provincia de
Buenos Aires puede proceder inmediatamente al nom­
bramiento de electores para que estos hagan la elección,
hasta el Io de Enero próximo, debiéndose enviar al
Congreso Legislativo las actas electorales antes de
vencido el tiempo señalado para el escrutinio general,
si la Provincia de Buenos Aires hubiese aceptado sin
reservas Ja Constitución Nacional.
Los Comisionados de Buenos Aires, manifestaron
en seguida sobre los tres puntos que quedaron pendientes
y que habían ocasionado, por parte del Gobierno de
Buenos Aires, la ruptura de la negociación,—que sobre
el primero —el cambio del personal del Gobierno, la
opinión pública lo había resuelto en Buenos Aires —Que
el Dr. Alsina había renunciado su puesto de Gobernador
de la Provincia. Que sobre el segundo punto de la
conservación de las autoridades civiles y militares
creadas en la Campaña, después de la batalla de
Cepeda, el Sr. Ministro Mediador habia manifestado
- 310 -

al Gobierno que esa no seria una proposición indeclinable


por parte de los Comisionados de la Confederación, é
insistieron sobre la coveniencia que habia en dejar al
nuevo Gobierno, completa libertad á este respecto.
Sobre el tercer punto relativo á los Generales, Gefes y
oficiales dado de baja en Buenos Aires desde 1852, se
suscitó un largo debate en el que los Comisionados de
la Confederación insistieron en el pago de los sueldos
atrazados, quedando resuelto el artículo en los términos
siguientes:
Art. 13. Todos los Generales, Gefes y Oficiales del
ejército de Buenos Aires dados de baja desde 1852 y
que estuviesen actualmente al servicio de la Confede­
ración, serán restablecido, en su antigüedad, rango y
goce de sus sueldos, pudiendo residir en la Provincia,
ó en la Confederación, según les conviniese.
Los Comisionados de la Confederación manifestaron
que el último punto que quedaba por tratar era el
relativo á la garantía del Gobierno del Paraguay, como
también sobre el arbitraje que habia propuesto la comi­
sión de la Confederación para los casos de disidencia, en
la interpelación de este convenio. Los Comisionados
de Buenos Aires contestaron que estaban perfectamente
de acuerdo sobre la conveniencia de la garantía del
Gobierno del Paraguay propuesta ante ellos mismos,
pero que habiendo olvidado consultar á su Gobierno
sobre lo relativo al arbitrage, no les era posible el
resolver en ese momento sobre ese punto, que necesi­
tarían consultar á su Gobierno.
El Señor Ministro Mediador manifestó que se con­
sideraba muy feliz en haber podido traer á su término
la negociación de paz, que por su parte habia hecho
todo lo posible para que su mediación en este negocio
no tuviese un carácter equívoco para ninguno de los
contratantes y que si la oportunidad llegase, podría
demostrar en documentos innegables su completa impar­
cialidad respecto de ambos. Pero que después de lo
— 311 -

que había oido decir á los Señores Comisionados y


agradeciendo intimamente la confianza que se hacia de
su Gobierno, él se hallaba en el caso de no poder
ofrecer hoy, sino la garantía moral del Gobierno del
Paraguay. Los Comisionados de la Confederación di­
jeron que veían con pesar que el Ministro Mediador
limitase su ofrecimiento anterior á una simple garantía
moral, tanto mas desde que en una de las conferencias
anteriores habia declarado que su garantía seria más ó
menos lata, según las mayores ó menores seguridades
de ejecución que viere en este convenio, lo que impor­
taría hoy declararse no enteramente satisfecho sobre
este punto. El Señor Ministro Mediador contestó que
esto no importaba desistir de lo que habia dicho ante­
riormente: que si no se resolvía á dar garantía más
lata, era por que no quería asumir sobre si toda la
responsabilidad de este acto y dejar que su Gobierno,
en vista de todos los antecedentes, resolviese sobre este
punto lo que creyese más oportuno: que en cuanto á
otras consideraciones que pudieran haber influido en
él á este respecto, se le permitiese reservarlas.
Siendo la hora avanzada se levantó la sesión.

Francisco S. López

Tomas Guido Carlos Tejedor


Juan E. Peder riera
Daniel Araos Juan Bautista Peña

Benigno Lopes
Secretario

Delfín Huergo José M la Fuente


Secretario Secretario
- 312 -

Quinta

En diez de Noviembre de mil ochocientos cincuenta


y nueve, reunidos en San José de Flores los mismos
Señores expresados en la nota anterior, se abrieron las
conferencias por el Señor Ministro Mediador. Se acordó
en seguida un artículo concebido en los términos siguiente:
16. El presente convenio será ractificado por el
Excmo. Señor Presidente de la Confederación y el
Excmo. Gobierno de Buenos Aires, dentro del término
de cuarenta y ocho horas ó antes si fuere posible.
Los Comisionados de Buenos Aires manifestaron
que en cuanto á la garantía del presente convenio por
parte del Gobierno del Paraguay, habían sido ellos los
primeros en reconocer su conveniencia como un home-
nage debido al Ministro Mediador y al interés que había
tomado por el buen éxito de la negociación, pero que
cuanto al arbitrage seria un punto que podía dejarse á
un acuerdo posterior entre ambos Gobiernos contratantes,
para consultar asi la brevedad de la ractificacion de él.
Se contestó por los Comisionados de la Confederación
que ellos insistirían sobre este punto: que deseaban que
el Señor Ministro Mediador no se limitase á prestar
una mera garantía moral, sino real y eficaz, por que
aun cuando esperaban confiadamente que el buen sentido
de los pueblos aleccionados por una larga experiencia,
haría innecesaria la garantía y el arbitrage, estos bus­
caban en la consignación de la garantía algo más que
la seguridad de lo pactado, y era estrechar de la
manera más íntima las relaciones de la Confederación
Argentina con la República dei Paraguay, lo mismo
que desearía que se hiciese con los demás Estados
limítrofes para dar á estos pueblos fuerza moral ó interior
y exterior. El Señor Ministro Mediador contestó, que
la garantía eficaz que se solicitaba, no podía pres­
tarse con independencia del arbitraje por que consideraba
que eran estos puntos inseparables, que la aceptación
- .313 -

por parte de su Gobierno de la garantía podría traerles


ios inconvenientes de esta clase de actos, y que para
olvidarlos debía hacer una declaración que pedia fuese
consignada en el acto, y era, que en caso de acep­
tar arbitrajes, seria con la condición que éste fuese
sin apelación por ninguno de los Gobiernos contratantes,
que ya que los Señores de ambas comisiones habían
tenido la bondad de dar tanta importancia á la garantía
del Gobierno del Paraguay, él la prestaría consignándola
en un artículo del presente convenio, y reservando á
su Gobierno el darle la latitud que ie conviniese, cuando
los Gobiernos contratantes pudieran acordarse sobre el
arbitraje. Los Señores Comisionados de la Confederación
pidieron que se consignase en el acta, que por su parte
aceptaban desde ahora el arbitraje del Gobierno del
Paraguay sin apelación, á lo que se contestó por los
Comisionados de Buenos Aires, que estando conformes
en la ¡dea, no habían opuesto á ella sino consideraciones
de tiempo y oportunidad.
Se presentó en seguida, por el Sr. Ministro Mediador
á los Señores Comisionados, los artículos siguientes,
los que quedaron definitivamente aceptados.
14. La República del Paraguay, cuya garantía ha
sido solicitada tanto por el Excmo. Sr. Presidente de la
Confederación Argentina, cuanto por el Excmo. Gobierno
de Buenos Aires, garante el cumplimiento de lo estipulado
en este convenio
15. El presente convenio será sometido al Excmo-
Sr. Presidente de la República del Paraguay, para la
ratificación del artículo precedente, en el término de
cuarenta dias ó antes, si fuere posible.
Terminada la conferencia de este dia por estar
todos conformes en la convención que acaba de celebrarse,
en presencia del Excmo. Sr Ministro Mediador de¡
Paraguay, pidió este á todos los Señores Comisionados,
le permitiesen manifestar, que sentía un verdadero gozo
en haber notado en las conferencias, que no se había
— 314 -

equivocado en su juicio, cuando á pesar de haber


encontrado á los argentinos con las armas en la mano,
y teñidas con la sangre de hermanos, fundó la esperanza
que vé en este momento realizada, es á saber: que la
unión de los ilustrados argentinos que forman las dos
Comisiones, y en los que están representados los intereses
opuestos de dos pueblos en lucha, había dado por
necesario resultados el precioso fruto que se recoje en
estos instantes, ajustando una paz sin mengua alguna
de los beligerantes, y presentando asi ante la Nación
Argentina y ante el mundo, el espectáculo de arrojar
las armas de la mano, y simbolizar asi á los Señores
Comisionados, estrechando y entrelazándose las manos,
lo que simboliza las que en el pabellón siempre glorioso
de la Nación, sostienen el gorro de la libertad, la unión
de los Argentinos. Que este era el resultado de ce­
siones mútuas obtenidas, de la moderación de ambas
Comisiones, y que esperaba que en adelante, no servirían
ya de germen para nuevas discusiones.
Que los intereses políticos y comerciales de su país,
comprometidos más ó menos directamente en esta lucha,
hicieron para él mas difícil la dirección de esta nego­
ciación, y habían constituido una razón para redoblar toda
imparcialidad á fin de quitar á la mediación de su
Gobierno todo carácter equívoco.
Que reconocía que si bien había tenido la fortuna
de traer la negociación hasta este feliz resultado, no le
imponía el deber de garantirla; pero que animado
siempre el gobierno paraguayo de ver desaparacer toda
y cualesquiera desinteligencia entre pueblos vecinos y
hermanos, no trepidaba en aceptar esta carga en su
nombre, en la esperanza que él le prestará su aprobación.
Que su Gobierno, por la parte que le ha cabido en
esto, miraría siempre como uno de los mas grandiosos
acontecimientos de la época de su administración, el
alto honor de haber concurrido eficazmente á la unión
de los argentinos, y dejar para la República del Paraguay
- .315 -

la honra imperecedera de ser la que garante la paz y


unión de la gran familia argentina.
Los Señores Comisionados de la Confederación y
de Buenos Aires, contestaron al Sr. Ministro Mediador
en términos análogos encareciendo el muy importante
servicio que el Sr. Presidente de aquella República y
su Ministro Mediador acababan de prestar á estos pueblos
contribuyendo tan eficazmente á la reconciliación entre
miembros de una misma familia.
Francisco S. López

Tomas Guido Carlos Tejedor


Juan E. Pedernera
Daniel Araos Juan Bautista Peña

Benigno Lopes
Secretario

Delfín B. Iluergo José M. la Fuente


Secretario Secretario

Los Protocolos de las conferencias, á la vez que


completan la Historia de las dificultades que se suscitaron
al celebrar el convenio de paz, sirven también de comen­
tarios para la verdadera interpretación de todos los
articulos del convenio.
Terminada la misión del Señor Ministro del Para­
guay, y ya de regreso á su país, el General Urquiza,
con una muestra de su agradecimiento por la acción
eficaz que con tanto empeño ejercitó para terminar
definitivamente la cuestión, le regaló la espada que
habia usado en la Batalla de Cepeda; mandándosela
con la siguiente nota;
- 316 -

San José, Diciembre 27 de 1859.

Excmo. Sr. Brigadier General, D. Francisco Solano


Lopes, Ministro Mediador del Paraguay etc., etc.

Excmo. Sr. y mi distinguido amigo:


La apreciable carta de V. E. fecha 19, ha venido
á hacerme perder la esperanza que me halagaba de la
visita de V. E. oportunidad que hubiera aprovechado
para ofrecerle las mejores demostraciones del recono­
cimiento que abrigo por los esfuerzos nobles é inteli­
gentes de V. E. en obsequio de la unión y de la paz
argentina, por todas las muestras de benevolente amistad
y deferencia que le he merecido.
Las expresiones generosas de su carta hacen ese
reconocimiento mas vivo y sensible.
V. E. ha adquirido gloria inestimable en su ven­
turosa misión, y mérito para su patria y para la mia —
Deseo á V. E. toda la prosperidad personal de que es
tan digno.
Quiero tributar á V. E. un testimonio del aprecio
que hago de sus virtudes, y no he encontrado un
objeto que pueda recordarlo mejor que la espada que
ceñí en Cepeda.—Le presento á V. E. esa modesta ofrenda
de amistad. Dígnese V. E. aceptarla.
Siempre me será agradable lá ocasión de probar
al Gobierno del Paraguay y á V. E. mi amistad y
gratitud. Conserve V. E. de ella, aquella prenda.
Soy de V. E. con la mas sincera estimación.
Muy afecto amigo y seguro servidor.
Justo fosé de Urquisa
— 317 -
Buenos Aires, Noviembre 28 de 4859.

A S. E. el Sr. Ministro de Goiberno de Buenos Aires,


Dr. D. Carlos Tejedor.
Señor Ministro:
Habiendo terminado la misión con que el Excmo.
Gobierno de la República del Paraguay, me ha honrado,
acreditándome su Ministro Mediador de la República
Argentina, tengo que retirarme del pueblo de Buenos
Aires, en que su Gobierno y sus habitantes me han
favorecido con distinguidas demostraciones de conside­
ración y aprecio.
Muy lisonjero será expresar al Excmo. Gobierno de
la República del Paraguay el íntimo reconocimiento de
que voy poseído por las consideraciones que el Gobierno
de Buenos Aires, colectiva é individualmente, me ha
dispensado: y mientras lleno yo aquel justo deber, ruego
á V. E. me permita llenar otro no menos justo y muy
grato para mi, cual es el de pedir á V. E. eleve á la
consideración del Excmo. Gobernador la expresión de
mi gratitud, que se dignará V. E. aceptar también, y
avisar á S E., que mañana me ausento de Buenos Aires,
poseído de un agradecimiento indeleble hacia los habi­
tantes todos de Buenos Aires, de quienes he recibido
testimonios de alto aprecio, que siempre recordaré con
placer.
Quiera V. E. aceptar mi despedida y penetrarse,
que al retirarme de Buenos Aires, hago votos por la
prosperidad del Gobierno de quien V. E. forma parte,
y por la paz y felicidad de este ilustrado Gobierno.

Francisco S Lopes.
— 318
Ministerio
de Buenos Aires, Noviembre 28 de 1859.
Relaciones Exteriores

A S. E. el Sr. Ministro del Excmo. Gobierno del Pa­


raguay, Brigadier General D. Francisco S. Lopes.

El infrascripto ha puesto en conocimiento de S. E


el Sr. Gobernador la nota de V. E. fecha de hoy, en
que, en los términos mas obligantes, se digna comuni­
carle su próxima partida de Buenos Aires, y ha reci­
bido orden para decir á V. E., que no menos pene­
trado el Gobierno que el pueblo de Buenos Aires, de
los inapreciables servicios que le ha prestado V. E.,
le es muy grato renovar una vez más á V. E. el
sincero agradecimiento del Gobierno al desearle un
arribo feliz á su país natal.
El infrascripto tiene orden igualmente para decir
á V. E., que el Gobierno ha dispuesto sea V. E.
acompañado en su embarque por el Inspector y Co­
mandante General de Armas Brigadier General D. En­
rique Martínez, el Capitán del Puerto y el oficial Mayor
de este ministerio.
Al tener el honor de dar á V. E. la despedida,
quiera V. E. aceptar las seguridades de su más dis­
tinguida consideración y aprecio.
Cárlos Tejedor.

Ministerio
de Paraná, Noviembre 17 de 1859.
Relaciones Exteriores

Al Excmo. Sr. Ministro del Gobierno del Paraguay.

El Gobierno Argentino ha visto con la mas alta


satisfacción, que los laudables deseos de ¡a República
del Paraguay en íavor de la paz interna de la Con-
— .310 —
federación, cuya ejecución fué muy dignamente con­
fiada á los distinguidos talentos de V. E., han sido
coronados por el más brillante y completo resultado.
S. E. el Sr. Vico Presidente de la Confederación
en ejercicio del Poder Ejecutivo, avalorando debida­
mente la importancia del servicio prestado á aquella,
por la República hermana del Paraguay, y por V. E.
como su digno representante, que ha cooperado con
tanto celo como inteligencia á los invalorables esfuer­
zos del Ilustre fundador de la Unión Nacional, y de la
República Argentina constituida bajo la ley de primero
de Mayo de 1853, ha ordenado por su decreto de 15
del presente, sea presentado un voto de gracias á nom­
bre de la Confederación Argentina, á S. E el Sr.
Presidente de la República del Paraguay y á V. E.
como su Ministro Plenipotenciario y Mediador, en la
gravísima cuestión que ha sido felizmente resuelta.
Al poner en su conocimiento el mencionado decreto,
que adjunto en copia legalizada, según las órdenes de
S. E. el Sr. Vi ce Presidente, cumplo igualmente con
la de presentar á V. E. á nombre de la Confederación
Argentina, y de su Gobierno, el mas expresivo voto de
gracias por la habilidad y el celo, con que ha sabido
contribuir á la Unión de lodos los argentinos; ofreciendo
este nuevo testimonio del vivo interés que lo anima
por la amistad estrecha de la dos Repúblicas, Argentina
y Paraguaya.
V. E. me permitirá añadir, lo espero, á los votos
expresados, la felicitación mas viva por mi parte y la
reiteración de los sentimientos de mi particular y muy
distinguida consideración.
Luis J. de la Perla.
- 3áo -

Paraná, Diciembre 19 de 1859.

A S. E, el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de la


Confederación Argentina, Dr. D. Luis José de la Peña
Señor Ministro:
Ayer tuve el honor de recibir la nota de V. E.
fecha 17 de Noviembre, en que se sirve comunicarme,
que el Gobierno Argentino ha visto con la mas alta
satisfacion, que los laudables deseos de la República del
Paraguay en favor de la paz interna de la Confederación,
hayan sido coronados por el mas brillante y completo
resultado. Que S. E. el Sr. Vice-Presidente de la Con­
federación en ejercicio del Poder Ejecutivo, avalorando
debidamente la importancia del servicio prestado á aquella
por la República hermana del Paraguay, y por mi,
como su representante, cooperando con celo é inteli­
gencia á los invalorables esfuerzos del Ilustre fundador
de la Unión Nacional y de la República Argentina,
constituida bajo la ley de 1° de Mayo de 1853, ha
ordenado por su decreto del 15 de Noviembre último,
sea presentado un voto de gracias á nombre de la Con­
federación Argentina á S. E. el Sr. Presidente de la
República del Paraguay, y á mi como su Ministro
mediador en la gravísima cuestión que ha sido feliz­
mente resuelta; que al acompañarme la copia legalizada
de aquel decreto, según las órdenes de S E. el Sr.
Vice-Presidente, me presenta á nombre de la Confede­
ración Argentina y de su Gobierno el mas expresivo voto
de gracias por la habilidad y el celo con que habia
contribuido á la unión de todos los argentinos, ofreciendo
este nuevo testimonio del vivo interés que lo anima por
la amistad estrecha de las dos Repúblicas: Argentina
y paraguaya, concluyendo V. E. por añadir también
sus votos de felicitación por su parte.
Al aceptar el alto honor con que el Excmo. Sr.
Presidente se digna favorecerme, lleno el mas grato
de mis deberes, pidiendo á V. E. se sirva manifestar
— •321

al Excmo. Sr. Vice-Presidente, que mi Gobierno, á


quien voy á dar cuenta del resultado de mi misión y
del contenido de la nota que contesto, recibirá y' apre­
ciará con fino reconocimiento la demostración alta­
mente digna que el Gobierno Argentino le dirige por el
feliz resultado de su mediación.
Yo en su nombre me apresuro á manifestar á V.
E. el agradecimiento del Excmo . Sr. Presidente de la
República del Paraguay por el voto de gracias que se
dirige á él, como á su Ministro Mediador, asegurando
á V. E. que la Nación Paraguaya mirará siempre
como uno de sus acontecimientos más felices el haber
contribuido á la Unión de la gran familia argentina,
por tantos años dividida.
Yo me retiro, Sr. Ministro, para mi Patria, lle­
vando una gratitud, que será indeleble por las distin­
guidas consideraciones de bondad, con que el Gobierno
de la Confederación se ha dignado favorecerme.
Dígnese V. E. elevar al conocimiento del Excmo.
Sr. Vice-Presidente la espresion que dejo aquí con­
signada, en nombre de mi Gobierno, de mi reconoci­
miento á las honrosas distinciones que personalmente
me ha hecho el Sr. Vice-Presidente y de mis votos
por la prosperidad de la Nación Argentina.
Rogando «á V. E. quiera también aceptar la espre­
sion de mi gratitud por sus felicitaciones personales,
reitero á V. E. las seguridades de-mi distinguida con­
sideración y estima.
Francisco S. López,

21
- tote -
Paran A, Noviembre 17 de 1859.

Excmo. Sr. Brigadier General D. Francisco Solano


Lopes, Ministro Mediador de la República del Pa­
raguay, etc. etc. etc.

Mi distinguido Sr. General y amigo:

Después que mi Gobierno ha cumplido con el agra­


dable deber de ofrecer á V. E. el mas espresivo voto
de gracias por la constancia, habilidad y finísimo tacto
con que ha empleado sus buenos y amigables oficios,
para cortar la guerra fratricida, que despedazaba sin
piedad á la familia argentina, yo no puedo ofrecerle
sino mis congratulaciones por haber visto colmados mis
deseos y esperanzas, que V. E. tan generosamente em­
prendía sus trabajos en la obra de la reconciliación.
La buena voluntad de V. E. y la inteligencia, especial
de las cuestiones argentinas, ine persuadieron desde
entonces, que, queriéndolo Dios, los esfuerzos humani­
tarios fraternales y sinceros de V. E habían de ser
coronados por el éxito más feliz.
Estos trabajos llevan en sí mismo la recompensa y
después de la satisfacción íntima, inmensa, que V. E.
ha de sentir por ellas, es indudable que V. E. ha con­
quistado una página gloriosa para la historia de la
República del Paraguay. El convenio del 11 de No­
viembre, que lleva la firma de V. E, obra de la política
mas alta y previsora, es la base y vínculo de seguridad
reciproca para ambos países y Gobiernos en todas las
posibles eventualidades.
Reciba, Señor General, en este concepto mis felici­
taciones y la seguridad de la grande y entusiasta afec­
ción que se ha conquistado en el corazón del hombre y
del magistrado, que se permite abrazarlo en el abandono
de las mas vivas emociones.
— 323 —

Tengo el honor de saludarlo y de reiterarle mis


sentimientos de profunda gratitud y amistad.
B. L. M. de V. E.
Salvador María del Carril.

Paraná, Diciembre 19 de 1859.

Excmo. Sr. Dr. D. Salvador María del Carril, Vice­


presidente de la Confederación Argentina.

Mi distinguido Sr. y amigo:


Ayer noche me fué entregada la muy estimable
carta de felicitación, que V. E. me ha hecho el honor
de dirigir el 17 del pasado.
En momentos de partir, y por consiguiente sin el
tiempo necesario para responder tan extensamente
como ella merece, no quiero dejar esta Ciudad sin pre­
sentar á V. E. la espresion de mi gratitud por tan
señalado favor.
La carta de V. E. es la espresion del patriota
sincero, que dedicado al servicio de su país, le ha vis­
to atravesar, desgarrado por las guerras civiles, muchos
años de luchas y desastres sin desesperar de encon­
trar un término á los males de los pueblos argentinos.
Me complazco, Señor, en participar de la justa
satisfacción de V. E. al presentir una era nueva para
la gran familia argentina, una prosperidad futura solo
exige la bienhechora influencia de la paz.
V. E. realza con su generoso apreciación los ser­
vicios que me siento feliz de haber podido prestar á
la Nación Argentina, y es una recompensa bien grata
para mí, la franca y amistosas declaraciones con que
V. E. me honra.
Acepto, Señor, con todo interés y con la más viva
emoción de gratitud, las elocuentes felicitaciones que
— 324 -

V. E. se dignó dirigirme, y hago fervientes votos por


que sean permanentes y duraderos los bienes de la paz
que reune la gran familia argentina.
Dígnese V. E. aceptar la expresión de mi profundo
reconocimiento y la amistad particular que soy de V. E.
Muy obsecuente servidor.
francisco S. Lopes.

Paraná, Diciembre 19 de 1859.

Excmo. Sr. Capitán General, D. Justo José de Urquiza,


Presidente de la Confederación Argentina.

Señor:

Cuando escribí á V. E. el 11 del corriente, avisando


mi salida de Buenos Aires, nutria todavía la esperanza
de poder saludar á V. E. personalmente antes de volver
á mi Patria, emprendiendo un viaje por tierra de esta
Ciudad hasta la casa de V. E; pero con sentimiento
tengo que renunciar hoy á aquella lisonjera esperanza;
pues á consecuencia de los sucesos que V. E. conoce,
me hallo en la necesidad imprescindible de llegar al
Paraguay cuanto antes.
Al dejar la Confederación Argentina, é ir á dar
cuenta á mi Gobierno del feliz resultado de la comi­
sión que me ha confiado, lo hago poseído de la más
sincera gratitud por las pruebas tan distinguidas, que
V. E. se ha dignado darme de aprecio y de amistad.
Muy agradable me es confesar á V. E., que á pesar
de haber parecido insuperables las dificultades que se
presentaban á la reconstrucción de la Nacionalidad Ar­
gentina, jamás perdí la esperanza de un arreglo amistoso,
que pudiera reunir todos los Pueblos Argentinos, pues
los sentimientos elevados y generosos que siempre noté
r- 325 -

en V. E. eran para mi una prenda segura de la paz


que en nombre de mi Gobierno venia buscando para
estos Pueblos, á quienes la República Paraguaya mira
con todo el interes fraternal, que produce un mismo
origen americano.
Me complazco en que mis creencias no han sido
equivocadas, y reconociendo, como me es agradable
reconocer, que á la doble deferencia de V. E. con un
hermano, debo en gran parte el mejor éxito de mi misión,
me es grato consignar esta convicción, y rogarle que
al despedirme de V. E. me permita ofrecerle el home-
nage de mi respecto y gratitud, asegurándole que en
todas las épocas de mi vida, recordaré con placer la
abnegación de que le he visto dar tantas pruebas, en
momentos verdaderamente los mas difíciles.
Dígnese V. E. admitir la expresión de mi profundo
respecto.
Francisco S. López.
- 326 —

Buenos Aires, Noviembre 14 de 1859.

A S. E. el Sr. Ministro de Gobierno de Buenos Aires


Dr. D. Carlos Tejedor.

Acabo de recibir una nota del Excmo. Sr. Presidente


de la Confederación Argentina, avisándome que en el
deseo en que está de acreditar al pueblo de Buenos
Aires la fé en que ha confiado, y confia, de que el pacto
de familia celebrado seria cumplido, dió orden para que
la escuadra de la Confederación bajara á las inmedia­
ciones del puerto del Tigre, para que en unión con la
de Buenos Aires, pudiera remolcar los buques de vela
en que su ejército se embarcará, y que acaba de
saber con pena que al marcharla escuadra de la Con­
federación á pasar por Martin Garcia, para venir al
puerto del Tigre á auxiliar el embarque del ejército,
ha tenido que retroceder por que la escuadra de Bue­
nos Aires le impide el paso; manifestándome S. E.
el Sr. Presidente, que esto indica en el jefe de la
escuadra de Buenos Aires un mal entendido, que do­
blemente le sorprende, cuando creía ser ya acordado
que la escuadra de este Gobierno debia también con­
currir á hacer más fácil el viaje de su ejército; y
pidiéndome en fin que ante V. E. procure yo reparar
ó ese mal entendido del jefe de la escuadra de Bue­
nos Aires, ó que se le comunique lo conveniente si aun
nada se le hubiese ordenado por el Gobierno de V. E.
Yo me persuado, como el Excmo. Sr. Presidente,
que solo sea una mala inteligencia del jefe de la es­
cuadra de Buenos Aires la que haya contribuido á
crear aquel obstáculo al pronto embarque, que tanto
desea el Excmo. Sr. Presidente; y en la esperanza de
removerlo con facilidad, según los deseos que comprendo
tiene el Gobierno de V. E. de cumplir con todo lo
acordado, pudiera contribuir á auxiliar al Excmo. Sr.
Presidente, tengo el honor de comunicarlo á V. E. y
— 327 -

de rogarle pida al Excmo. Sr. Gobernador las órdenes


convenientes á fin de alejar toda dificultad, que contra
las intenciones del Gobierno de V. E. pudieran nacer.
Me es agradable presentar á V. E. la espresion de
mi estimación y aprecio.
francisco S. López

Excmo. Sr. Capitán General D. Justo José de Urquiza


Presidente de la Conjederacion Argentina.

Buenos Aires, Noviembre 14 de 1859.

Señor:

He tenido el honor de recibir la muy apreciable de


V. E. de ayer, en la que se sirve comunicarme que
confiado en la fé del Gobierno de Buenos Aires, habia
procedido V. E. á dar por su parte cumplimiento al
convenio' de paz, y en que ademas me expresa que
deseaba que por mi interposición se acreditase al Sr*
Dr. D. Daniel Araoz, en el carácter de comisionado,
cerca del Gobierno de Buenos Aires, á fin de que por
medio de las explicaciones que se cambien, puedan
disiparse los recelos que han nacido de hechos de algunos
funcionarios dependientes de este Gobierno.
Muy agradable me es avisar á V. E. que inrpedia-
tamente de recibida su respetable carta, he dado los
pasos convenientes y me he dirigido á este Gobierno,
interesándome en que sea oido el Sr Dr. Araoz por el
Excmo Sr. Gobernador, no dudando que lo oiría con
todo el interés que inspira el respectable nombre de V. E-
que he invocado, y que tantos títulos tiene á la consi­
deración y aprecio del Gobierno y pueblo de Buenos
Aires.
El Sr. Araoz acaba de decirme que habia recibido
explicaciones muy satisfactorias á los puntos, cuya ex-
- 328 -

plicacion yo preferí oyera del mismo Sr. Gobernador y


su Ministro.
Quiera V. E. aceptar la distinguida consideración
con que respectuosamente saludo á V. E.
Su muy atento servidor.
Francisco S. López.

El Dr. Daniel Araoz, Comisionado del Presidente


de la República, consiguió allanar las dificultades que
oponían algunos Gefes del Gobierno de Buenos Aires,
probablemente por su orden; y luego que regresó al
campamento del Presidente, y dió cuenta del buen resul­
tado de su comisión, el General Urquiza disolvió su
Ejército de tierra, dando las órdenes necesarias para
que las divisiones de caballería regresaran á Santa Fé
y Entre Ríos. Esto era lo que procedía con arreglo al
convenio del dia 11, que puso término á la guerra.
Sin embargo, el Gobierno de Buenos Aires vió en eso un
motivo de queja y lo hizo así presente al Mediador. Este
contestó inmediamente con la siguiente comunicación.

Buenos Aires, Noviembre 24 de 1859.

A S. E. el Sr. Ministro de Gobierno de Buenos Aires,


Dr. D Carlos Tejedor.

Sr. Ministro:
Siéndome necesario fijar los puntos de la conferencia,
que en la tarde de ayer, el Excmo. Sr. Gobernador y
V. E. tuvieron la bondad de acordame, me permito
presentar á V. E. para su confirmación el extracto
siguiente:
En el interés de hablar á S. E. el Sr Gobernador,
me presenté en su despacho, y habiendo sido recibido,
- 329 -

manifesté á S. E. que mi objeto era recordarle que se


aproximaba la espiración del término estipulado en el
artículo 11 del convenio del 10 del corriente. Que este
paso lo daba por que innumerables personas del pueblo
y del comercio, aun comisiones de éste, habían estado
á pedirme que yo no me retirase del país, sin que antes
se hubiese realizado en cumplimiento del artículo 11, y
hubiese vuelto la situación al estado de paz. Que esta
zozobra de que estaban poseídos los que me habían
visto, y, de que no podía yo menos de participar también,
me había decidido á dar este paso, porque tenia además
el interés de poder instruir á mi Gobierno, de que
efectivamente el pueblo de Buenos Aires quedaba res­
tituido á su estado de paz.
S. E. el Sr. Gobernador me contestó, que efectiva­
mente faltaban pocos dias para hacerse el desarme, y
que el Gobierno, dispuesto como estaba á cumplir lo
pactado, iba á verificar el desarme de toda la línea en
el viernes próximo 25 del corriente.
Entonces repliqué, si solo se verificaría el desarme
de la linea y el retiro de esta, y me respondió que nó:
que lo que iba á hacer era desarmar toda la linea,
retirar la guardia nacional á sus hogares, y destruir
las trincheras, restituyendo todo al estado de paz.
Me agregó S. E. que él se felicitaba de que hubieran
estado á verme las personas del pueblo, y pedirme la
suspensión de mi viaje, porque podría mi permanen­
cia ser útil aun, y que en esta persuacion él mismo la
deseaba.
Le repuse con este motivo que me complacía de
oír á S. E. que estuviese dispuesto á desarmar la linea
en el dia 25 próximo, á dejar todo en estado de paz, y
á destruir las trincheras, porque de este modo, no solo
quedaría cumplido el convenio, sino tranquilizado el
pueblo y el comercio, quienes por el estado de asamblea
y de sitio, no tenia una perfecta tranquilidad.
Que en cuanto á la utilidad que pudiera ofrecer
- 330 -

mi permanencia, por unos días mas, yo no podía dejar


de recordar á S. E. que varias veces y hasta el fastidio
quizá, Je había oportunamente ofrecido mis servicios, al
ver el mal estado, porque ha pasado estos dias el pueblo
para arreglar cualquiera dificultad que hubiese podido
surgir respecto al desarme de las fuerzas, que se hallaren
en la campaña, pues que conocía á algunos de sus
gefes, y aunque no conocía á los otros, creía que si
yo los hubiese invitado á una entrevista, en algún punto,
habría podido arreglarlo todo, haciendo valer la posición
que ante ellos mismos me habían formado las distinguidas
consideraciones que me dispensó S. E. el Sr General
Urquiza.
Que esto había yo propuesto al Gobierno, desde
antes de la partida del Sr. Presidente de la Confedera­
ción, pero que no habiendo sido aceptada mi oferta,
debí comprender que, ó el Gobierno, no lo necesi­
taba, ó que este tenia la seguridad del desarme de la
campaña.
S. E. el Sr. Gobernador me contestó, que efectiva­
mente hoy no ofrecía dificultades el desarme en la
campaña, puesto que todo iba muy bien y que todos
los gefes se sometían al Gobierno.
Me agregó S. E., que aunque el Gobierno se pro­
ponía el viernes 25 reponer todo el estado de paz, no
por eso levantaría el estado de sitio, proponiéndome que
baria venir al Sr. Ministro de Gobierno.
Efectivamente, V. E. vino, y el Sr. Gobernador le
dijo entonces que yo necesitaba algunas explicaciones
que había pedido, y que me las diese.
V. E. se manifestó dispuesto á dármelas, y con ese
motivo observé que yo no venia á pedir espiraciones,
sino en fuerza de mi deber á llamar la atención del
Gobierno sobre la próxima aspiración del término de
quince dias fijado en el artículo 11 del convenio para
el desarme de las fuerzas, poniendo todo en un es­
tado de paz, y que se aproximaba el término de la
-.331

época fijada para la convocación de la convención pro­


vincial.
Me interrogó entonces V. E. ¿Con qué objeto lo pide
el Sr. Ministro? Respondí que teniendo deberes que llenar
ante mi Gobierno, sentiría una viva pena al tener que
que decirle: que aun se conservaba Buenos Aires en
el mismo pié de guerra.
Recitando V. E. el artículo 11 del convenio, replicó
que él no imponía sino la obligación de evacuar, al Sr.
General Urquiza con su ejército, el territorio de Buenos
Aires, en el término de quince dias, y que la reducción
de fuerzas, al pié de paz, debería ser simultánea, aña­
diendo que aun el Gobierno no tenia noticia de que el
Sr. General Urquiza lo hubiese practicado.
Yo repuse á V. E. que había una grande equivocación
por parte del Sr Ministro, tanto mas extraña en él,
cuanto que habia sido él mismo quién habia redactado
el articulo del convenio, después de una larga y lumi­
nosa discusión sobre la materia.
V. E me observó que no habia tal obligación para
Buenos Aires, y que yo debía forzosamente manifestar
á mi Gobierno, que si el General Urquiza (sin querer
hacerle inculpación) se apresuró á retirarse, dejando
partidas enormes, fué por la necesidad que sintió de
hacerlo asi; yo entonces interrumpí á V. E. diciendo
(pie no admitía el adverbio forzosamente, pues que yo
no procedería forzosamente, sino como creyese dp nd
deber, pues que si el Sr General Urquiza se habia
retirado con su ejército antes del término señalado por
el artículo 11, me persuadía que consecuente con lo
pactado habia querido dar al Gobierno de Buenos Aires
este testimonio de la buena fé, con que procedía, y con
que el Gobierno deseaba que procediese, consecuente
por otra parte, con lo mismo que los Sres. Comisionados
de Buenos Aíres habian deseado en las conferencias;
que el Sr. General Urquiza, habia préviamenle ordenado
á los gefes de aquellas partidas, que se pusieran á las
- 332 -

órdenes del Gobierno Provincial, y que estos lo habían


cumplido, según las diferentes comunicaciones que los
diarios registran.
Recordé también que cuando el Sr. General Peder-
ñera se vió obligado á retardar por pocos dias su retiro
con la división de su mando, el Gobierno de Buenos
Aires tuvo ocasión de invocarme este hecho como in­
fracción del convenio.
He manifestado á V. E. que daba aquel paso cerca
del gobierno de Buenos Aires, porque habiendo empe­
ñado la garantía del Excmo. Gobierno del Paraguay,
me hallaba en la necesidad de cumplir un deber, y
averiguar la verdad de las cosas, previniéndo desde
luego que el gobierno paraguayo, no querría ni podría
sufrir ningún desaire.
V. E. me expresó entonces que no se sabia aun,
si el General Urquiza se hallaría en estado de paz, pues
aunque se habia retirado, no habia hecho conocer que
su ejército hubiese sido reducido al pié de paz. A esto
contesté que S. E. el Sr. Presidente de la Confederación
habia disuelto desde aquí su ejército, enviando á cada
pueblo las divisiones y soldados.
V. E. me replicó que hoy su Gobierno no podía
practicar ni el desarme, ni levantar el estado de
sitio, mientras la campaña, no estuviese enteramente
tranquila.
Con tal motivo recordé á V. E. que en el curso de
la conferencia habia oido que las partidas á que se
referia eran tan reducidas que no podían inspirar cuida­
dos, que la campaña estaba tranquila, que los jefes se
sometían, y que observaba yo en esto alguna equivo­
cación. V. E. me repuso entonces que no estaba exento
de recelos, pues aunque decían que se sometían no se
desarmaban aun, citándome el hecho de que el comandan­
te Pita al dar cuenta del desarme de su fuerza, decía
conservar su escolta á la orden del gobierno, de que
el Coronel Prida aun tenia cuatrocientos hombres y
— 33á —

que otros mandaban ochocientos. Yo manifesté á V. E.


que probablemente se desarmarían, desde que todos
ellos habían oficiado al gobierno, sometiéndose á su
autoridad
Después de varias observaciones cambiadas entre
nosotros, V. E. concluyó por declararme que el gobierno
no desarmaba las fuerzas, que el estado de sitio no se
levantaría, y que la convocación de la convención no
se haría hasta que no estuviese desarmada la campaña.
En presencia de esta declaración, signifiqué á V. E.
que me excusaba hablar mas, declarando á S. E. el
Sr. Gobernador y á V. E., que no aceptaba esa declara­
ción, y que reiteraba la que habia hecho, de que el
gobierno paraguayo no querría nf podría sufrir ningún
desaire.
Siento sobremanera distraer á V. E. con el objeto
que queda expresado; pero V. E.. justificará este paso,
desde que como yo comprenda, cuanto importa esclarecer
la exactitud de los hechos para que en las interioridades
que puedan sobrevenir, sirvan estas mismas explicacio­
nes para expresar y aclarar las causas que pueden
obstar al cumplimiento estricto de lo pactado.
Yo me permito expresar, que penetrado V. E. de
esto mismo se dignará recaber del Excmo Sr. Gobernador
que se sirva expresarme, si la. relación que acabo de
hacer es ó no exacta.
Quiera V. E. aceptar las seguridades de mi estima­
ción y aprecio.
Francisco S. López.

La anterior nota del Mediador fué originada por


las desconfianzas que manifestaba el Ministro de Go­
bierno de Buenos Aires respecto del General Urquiza,
en lo relativo al cumplimiento del pacto del 11; no
obstante que el General lo habia empezado á cumplir,
— 324 -

sin esperar á que lo hiciera de ninguna manera el


Gobierno de Buenos Aires.
El articulo 11 del convenio de paz estableció el
término de quince dias, á contar desde la ratificación,
para que el Ejército de la Confederación evacuara el
territorio de la Provincia de Buenos Aires, y para que
ambas partes redujeran sus armamentos al estado de
paz. El General Urquiza no demoró un solo dia para
empezar á disolver su Ejército. El dia 12 ordenó á los
jefes que mandaban fuerzas de dicha Provincia, que
¡es dieran órden de regresar á sus hogares luego que
llegaran á los respectivos departamentos; y si las
fuerzas de Entre Ríos no empezaron á embarcarse
el mismo dia para su regreso, fué á causa del incidente
promovido por el jefe de la escuadra de Buenos Aires
y las fortificaciones de Martín Garcia.
En cambio, el Gobierno de Buenos Aires por su
parte no habia empezado á ejecutar el convenio hasta
el dia 25 de Noviembre.
De manera que si alguna de las partes contratantes
tuvo derecho de presumir desleallad, no fué por cierto
el Gobierno de la Provincia.
Parece indudable, que algunos grupos de las fuerzas
licenciadas, pertenecientes á la misma Provincia, come­
tieron algún desorden; pero no era razonable imputarle
cargos de eso al Presidente de la Confederación, quién
no se habia comprometido á ejercer actos de policía en
la Provincia.
En la nota constestacion del Dr. Tejedor, dirigida
al Mediador, se hace una afirmación destituida de toda
verdad.
Se afirma que en el Ejército de la Confederación
formaban algunos indios. Por el contrario, en el Ejér­
cito que mandaba el General Mitre en Cepeda figuró
una división de indios salvajes y algunos escuadrones
más á las órdenes de Cotiqueo y de otros capitanejos.
- .395 -

Ministerio
— de — Buenos Aires, Noviembre 2G de 1859.
Relaciones Exteriores

A S. E. el Sr Ministro Mediador de la República del


Paraguay, Brigadier General D. Francisco S. López.

Señor Ministro:
El abajo firmado ha tenido el honor de recibir y
poner en conocimiento de S. E. el Sr. Gobernador, la
comunicación de V. E. fecha 24 del corriente, en que
solicita la confirmación de los puntos principales de la
conferencia del día anterior, y que V. E. reproduce en
su comunicación.
Esa conferencia tenida una parle de ella con S. E.
el Sr. Gobernador, y otra con el abajo firmado, fué
considerada por ambos como un cambio de explicaciones
amistosas, sin presumirle ninguna ullerioridad diplo­
mática, por cuanto el gobierno de Buenos Aires no
consideraba el caso de deferir á interpelaciones oficiales
sobre el cumplimiento del convenio del 11 de parte de
V. E., desde que, la garantía moral del Excmo. Gobierno
del Paraguay, era en el convenio una condición ad.
referendum., que aun no ha sido aprobada ni ratificada
por el Gobierno de V. E , y por otra parte por no
haber ocurrido motivo alguno para hacer reclamos á
este Gobierno sobre el cumplimiento de obligaciones
que se estaban llenando entre los términos estipulados,
con una puntualidad que abona sin duda por la buena
fé de este Gobierno.
Estas circunstancias que el abajo firmado hizo valer
á V. E. en su conferencia del 23, no podían inspirar
la idea de que dicha conferencia debiera ser mas tarde
protocolizada; y ni el Sr. Gobernador, ni su Ministro
de Gobierno creyeron deber tomar las notas necesarias
para tal objeto, de los puntos que animaron la conver­
sación con V. E. Pero en general los puntos que
- 336 -
contiene la comunicación del Sr Ministro, son efecti­
vamente, según las recordaciones del abajo firmado,
mas ó menos los que entretuvieron la conferencia; y
se complace en' trasmitir á V. E. á los fines que V. E.
se propone.
Por un momento el Gobierno de Buenos Aires pudo
prever, con un profundo pesar, que las dificultades para
el ejercicio de su autoridad en todo el territorio del
Estado, provenientes de la lentitud con que practicaban
su desarme los gefes admnistiados, podía dar lugar á
retardar el cumplimiento de las obligaciones mas inme­
diatas del tratado, por parte de Buenos Aires; pero
una reacción benéfica á la paz en el proceder de aquellos
gefes obviaron aquellas dificultades, y V. E. conoce ya
el decreto del Gobierno convocando la convención de
que habla el artículo 3o del convenio.
Las fronteras del Norte, del Oeste y del Sur, han
sido y son todavía un horrible teatro de devastación
ya por los indios que acompañaron al Ejército de la
Confederación, ya por gefes mismos que entraban en
las condiciones del convenio. Pero si tal situación
requiere vivamente la cooperación del Gobierno, para
impedir que se consume la ruina de la campaña, muchos
dias después de ser conocido el convenio de paz en
esos lugares, eso no ha obstado, como lo conoce V. E.
á que el Gobierno de Buenos Aires empiece á poner
su Ejército en pié de paz. no obstante que este com­
promiso era recíproco, y la ejecución simultánea entre
los contratantes; y con solo sus fuerzas ordinarias no
completas aun, acudir á la defensa de la frontera,
esperando que ellas y los reclamos consiguientes y
justos que presentará inmediatamente al Gobierno de
la Confederación, será lo bastante á prevenir en lo
futuro la repetición de los daños que hasta este mo­
mento, quince dias después de firmada la paz, se están
infiriendo á la riqueza del país.
Estas seguridades que el abajo firmado se complace
— 337 —

en trasmitir al Sr. Ministro Mediador, son de süyó


suficientemente ingenuas y apoyadas por hechos tan
notorios, que la religiosidad del Gobierno de Buenos
Aires en el cumplimiento de lo pactado resaltará, no
puede dudarse ante la imparcialidad del Sr. Ministro.
Habiendo dejado asi satisfechos los deseos del Sr.
Ministro, en conformidad á las órdenes recibidas de
de S. E. el Sr. Gobernador, el abajo firmado tiene el
honor de reiterar á S. E. las seguridades de su mas
alta y distinguida consideración.

Carlos Tejedor.

Memorándum presentado por el representante del


Presidente del Paraguay, en el que dió cuenta de las
negociaciones que tuvieron lugar á consecuencia de su
mediación.
Demuestra este importante documento que pudo
evitar el Gobierno de Buenos Aires, el combate de
Martín García y la batalla de Cepeda.
Demuestra también que el General Urquiza, tole­
rante con la intransigencia y las injurias de ese Go­
bierno, adoptó todas las proposiciones del Mediador.
Pone así mismo en evidencia la falsía con que
procedió el Ministro Velez Sarsfield desde antes de
empezar las negociaciones.

22
— 338 —

Memorándum del Mediador

Favorecido por mi Gobierno con el alto honor de


representarlo en el carácter de Ministro Mediador, cerca
de los Gobiernos de la Confederación Argentina y de
Buenos Aires, partí de esta Capital en el dia 27 de
Setiembre del año próximo pasado.
Arribé al Paraná, Capital Provisoria de la Confe­
deración Argentina, el día 5 de Octubre y, después de
ponerme de acuerdo con el Gobierno Argentino, acredité
mi caráter de Ministro Mediador por parte de la Repú­
blica del Paraguay, según se vé por las notas números
1 y 2.
El Señor Ministro de Relaciones Exteriores en su
contestación me dice, que, abiendo sido ofrecida la me­
diación de los Excmos. Gobiernos de Franciaé Inglaterra
por medio de sus respectivas Legaciones con fecha 29 y
30 de Setiembre, el Gobierno Argentino las había acep­
tado, sin perjuicio del curso y progreso de la del Pa­
raguay, admitida desde el 22 de Agosto.
S. E. me comunica por los números 3 y 4 las
contestaciones dadas á aquellas Legaciones, y me pide
tenga por hecha la reserva contenida en ella respecto de
la calidad con que el Excmo. Señor Vice-Presidente ad­
mitía la mediación entre el Gobierno nacional, y un
Gobierno de Provincia.
Como por las notas número 2 se me notificase que
las bases para la negociación las debía recibir del Excmo.
Señor Presidente de la Confederación Argentina, direc­
tamente encargado por el Congreso federal de restaurar
la integridad nacional, por medios pacíficos, ó de cual­
quier otro modo, y S. E. se hallase en las inmediaciones
de la Ciudad del Rosario á la cabeza de su ejército de
operaciones, el mismo día 7 dejé el puerto del Paraná
y me dirijí al Rosario.
Llegado allí me presenté al Excmo. Señor Presidente
Urquiza, y entré luego en conferencias con S. E. sobre
el importante objeto de mi misión.
- 339 -

Es justo decir, que desde que tuve el honor de


abrir mis conferencias con el Excmo. Señor Presidente,
observé ya de ana manera invariable los sentimientos
más elevados y generosos por la paz, unión y fraterni­
dad de los Argentinos; aunque el mal éxito de diferentes
negociaciones, hubiesen casi extinguido en el ánimo de
S. E. toda esperanza por un arreglo pacifico.
Me era por lo tanto muy lisonjero, conocer que tenien­
do del buen lado, es decir por la paz, los deseos del Excmo.
Señor Presidente, no era imposible arribar á obtener el
gran fin que se habia propuesto el Gobierno del Paraguay,
consiguiendo la paz y la unión de los Argentinos.
Estimulado, pués, por las convicciones que iba yo
adquiriendo de la bella disposición en que encontraba al
Excmo. Señor Presidente, entré en el fondo de las cues­
tiones con dicho Señor, quien, después de algunas con­
ferencias, me presentó los apuntes que acompaño entre
los documentos anexos bajo el número 5.
Esos apuntes dieron ocasión á otra conferencia, en
la que utilizando yo esos mismos sentimientos fraterna­
les de que estaba animado el Excmo. Señor Presidente,
le manifesté la gran conveniencia de que una parte tan
importante de la Confederación Argentina, como lo es
Buenos Aires, no fuese al Congreso con imposición al­
guna, que hiriese su dignidad, y entonces permitiéndome
el Señor Presidente, que yo hiciese las modificaciones
que creyese necesarias, hice las que me parecieron opor­
tunas, y después de ver que S. E. las admitía, le pasé,
con la nota número 6, el proyecto número 7 que me
había entregado, é hice al margen las modificaciones
que comprendí serían aceptadas -por el Gobierno de
Buenos Aires, y que se hallan en el yá mencionado
proyecto número 7 (documentos anexos).
El Excmo. Señor Presidente, dándome una prueba
más de su vivo interés por la paz, aceptó las modifi­
caciones marginales; las firmó y me dirigió la res­
puesta núm. 8.
— 340 -

Entonces como se observa en las notas núm. 6 y


núm. 8 el Señor Presidente accediendo á mis proposi­
ciones, convino, no solo en aceptar las modificaciones
que yo le habia propuesto, y que se hallan al margen
del Proyecto, documento núm. 7, sino también en una
suspensión de hostilidades, que no pasase de diez dias
y en nombrar una Comisión que unida á la que nom­
brase el Gobierno de Buenos Aires procediese á ajustar
un Tratado de paz.
Munido pues de estos documentos, resolví el dia
10 de Octubre pasar á Buenos Aires á continuar mi
misión: pero alentado por el espíritu de conciliación y
fraternidad, que veia yo prevalecer en el Excmo. Señor
Presidente, quise premunirme aun mas, para vencer
las dificultades, que pudieran sobrevenir en Buenos
Aires; y entonces volviendo otra vez más, ante el Excmo.
Señor General Urquiza, le demostré que no era impo­
sible que en Buenos Aires apareciesen mayores exi­
gencias, en cuanto al punto de nacionalidad, que las
que se habian manifestado al Honorable Señor Yancey,
y que para ese caso, quería llevar la consoladora espe­
ranza, de que ni las proposiciones del proyecto núm.
7, ni las modificaciones marginales, no tendrían el
carácter de indeclinables.
S. E. el Señor General Urquiza, reiterándome sus
sentimientos por la paz, me aseguró que no serian
indeclinables, y que ese sentimiento no lo vería yo
desaparecer, ni aun en el caso en que un próximo com­
bate le presentase un triunfo acabado.
Quise aun, más entonces, y le pedí, como una
prenda de sus buenos deseos, que la elección para
comisionados, la hiciese en personas, que por su mo­
deración y por su interés por la paz inspirasen con­
fianza al pueblo de Buenos Aires, y S. E. el Señor
Presidente, después de recorrer los nombres de varias
personas, que podrían quizá mirarse como exaltadas,
me espreso que nombraría al Sr. Dr. D, Lucas Funes,
— 341 —

al Sr. Dr. D. Manuel Leiva, al Sr. D. José Maria Cu-


llenj, y tal vez al Sr. D. Benjamín Victorica.
Sin conocer yo los hombres de la Confederación,
no podía ni aceptar, ni rechazar, pero los informes
que recibía de aquellos Señores y los sentimientos que
habia notado en el Señor Victorica, me inspiraban
confianza y me decidieron ¿i manifestar á S. E. que
aceptaba, como hombres de moderación, los que se
habia servido nombrar.
Como el Excmo. Sr. Presidente en una de las
Conferencias me dijese, que habia ordenado á la Es­
cuadra de la Confederación, que saliese del puerto de
Montevideo, y que del 14 ai 15 de Octubre forzase el
paso de Martín Garcia á toda costa; y como además
la suspensión de hostilidades, que yo le había propuesto,
la había aceptado, le pedí se sirviera mandar suspender
el combate que debía empeñarse para forzar el paso,
y evitar así la efusión de sangre de hermanos.
S. E. el Señor Presidente me manifestó, que si á
mi- arribo á Buenos Aires encontrase á su Gobierno
igualmente dispuesto á la suspensión de hostilidades,
que en tal caso se suspendería el combate, y con este
motivo le pedí, y me dió, una orden para que el Gefe
de la Escuadra Argentina, suspendiese todas sus ope­
raciones militares en el momento que yo se lo ordenase,
según lo demuestra el documento núm, 9.
En posesión pues de las concesiones que el Excmo.
Señor Presidente me había hecho, seguí mi viaje para
Buenos Aires, el día 11, dejando antes contestado en
la nota núm. 6 á la indicación que S. E. me hizo, de
si tendría inconveniente en trabajar conjuntamente con
la mediación brasilera, anglo-francesa, que aunque era
un caso imprevisto en mis instrucciones, esperaba re­
mover los inconveniente que pudieran presentarse para
poder unir mis esfuerzos con los de la triple mediación,
observando no obstante á S. E. los derechos que cor­
respondían á la mediación Paraguaya por su anterio-
— 342 —

ridad, y siempre que la invitación me fuese hecha á


tiempo. '
En esa misma nota núm. 6, que fué contestada por
la núm. 8, espresé á S. E. que él había convenido así,
como en que si alguna dificultad ofrecía la triple me­
diación para obrar conjuntamente con la Paraguaya,
esta por el derecho de su precedencia y hallarse ya en
curso tendría todo el derecho que esas calidades le
acuerdan.
Este derecho de preferencia fué reconocido y con­
firmado por la carta de S. E. el Señor Presidente
núm. 8.
Al arribar al puerto de Buenos Aires en el día 12,
y preocupado con la idea de que iba á tener lugar un
sangriento combate naval, mi primer interés fué pasar
personalmente á ver al Gobierno, sin cuidarme de las
reglas de la etiqueta, y pasé en efecto á ver al Excmo.
Señor Ministro Dr. D. Dalmacio Velez Sarsfield, á
quien después de haber presentado mis respetos, entré
luego á explicar al Señor Ministro, mi aparición' en
Buenos Aires, le declaré francamente que el Gobierno
Paraguayo me había confiado esta misión, porque aun­
que se le había comunicado en copia la declaración
hecha á Mr. Jancey, de que descendiese de la Presi­
dencia al Señor General Urquiza, para tratar de incor­
porarse Buenos Aires á sus hermanas las Provincias
confederadas, esperaba que se levantase esa declaración,
sin cuya condición prévia, la mediación de mi Gobierno
no podría tener lugar.
El Señor Ministro me replicó, que esa no era una
condición sine qua non, y preguntándole si desde luego,
podía considerar como no hecha la proposición, ó si
hecha revocada en aquella conferencia, me contestó,
que podía considerarla como no hecha, y que no sería
objeto de ninguna discucion.
Dije al Señor Ministro, que mi objeto al pedirle
una conferencia tan seguidamente de mi llegada, era
343 -

proponerle una suspensión pronta de hostilidades, por


que sabía que la Escuadra de la Confederación había
salido ya de Montevideo, resuelta á batirse, y que yo
estimulado por el deseo de evitar la efusión de sangre,
había prescindido de las reglas establecidas para acre­
ditar mi carácter, porque no quería que en el tiempo
que se emplease en esta ceremonia, fuese á realizarse
un combate que debería ser muy sangriento. Que el
interés de evitar esa efusión de sangre de hermanos me
había decidido á solicitar del Excmo. Sr. General Ur­
quiza, una orden escrita, que éste me la había dado
para el Gefe de su Escuadra á fin de que suspendiese
toda operación militar, y que por lo tanto me intere­
saba en que el Gobierno de Buenos Aires, sin sacrificar
á la etiqueta y á las formas un objeto de tanta impor­
tancia, se sirviera acceder á una suspensión de hosti­
lidades, que aunque se arreglase al siguiente día en
que yo me acreditase, me bastase por el momento la
seguridad de esa concesión, para mandar á la Escuadra
del Excmo. Señor General Urquiza, que suspendiese su
marcha, pues al efecto tenia pronto el vapor de guerra
«Tacuarí» que sería el conductor de la orden escrita que
yo tenía en mi poder.
S. E. el Señor Dr. Velez Sarsfield me manifestó
que nada podía resolver por si solo sin la anuencia del
Excmo. Señor Gobernador, cuya contestación me animó
á pedirle me presentase á S. E., para ofrecerle mi res­
petos, y hacerle la misma propuesta.
Efectivamente S. E. el Señor Dr. Velez Sarsfield
me condujo ante S. E. el Señor Gobernador, ¿i quien
después de saludarle y de ofrecerle mis respetos, le
espresé que aunque no me había acreditado en mi ca­
rácter de Ministro Mediador, creía que me disculparía
el grande objeto que me había movido á no esperar á
las reglas de etiqueta, y que contando ya con la escu­
sa que pedía, le rogaba me permitiese pedirle una pron­
ta suspensión de hostilidades, por que iba á tener lugar
— 344 —

prontamente un sangriento combate naval, que iba á


darse antes de dos ó tres días.
Le repetí á S. E. el Sr. Gobernador lo mismo que
al Sr. Ministro de Relaciones Exteriores, y después de
asegurarles que tenía en mi poder una orden escrita
del Excmo. Sr. General Urquiza, le aseguré también,
que si el Gobierno accedía, me bastaría que se me pro­
metiese la suspensión de hostilidades, para enviar ya
el vapor de guerra *Tacuari», á buscar la Escuadra de
la confederación.
S. E. el Sr. Gobernador me contestó, que después
que me pusiese en regla, se trataría sobre ello en con­
sejo de Ministros.
Lamenté como es de suponerse, que, estando tan
próximo á un combate naval, ó no se diese crédito á
mis palabras, ó se sacrificase á las reglas de la etiqueta
un objeto tan interesante; y desengañado ya de que nada
podía conseguir, me resolví á ponerme en regla, es
decir, á acreditar mi carácter de Ministro Mediador por
la República del Paraguay.
Inmediatamente de concluida esta conferencia en el
mismo día 12, que fué de mi arribo, dirijí al Gobierno
la nota núm. 10, acreditándome con el carácter con que
mi Gobierno me había investido. Ella fué contestada
el siguiente día 13 y se registra bajo el núm. 11.
Acreditado entonces Ministro Mediador por la Re­
pública del Paraguay, me dirijí en el día 13 al Gobierno,
con la nota documento anexo núm. 12, en la que ma­
nifestándole que el Excmo. Sr. General Urquiza había
aceptado una suspensión de hostilidades, siempre que no
exediese de diez días, le proponía esa suspensión, como
previa al ajuste, asegurándole que ya el General Urquiza
tenía nombrados á sus comisionados, y prontos á mar­
char á aquella Ciudad, en el instante en que yo le
avisase que el Gobierno de Buenos Aires había nom­
brado los suyos.
El día 14 escribí al Excmo. Sr. Presidente de la
-T- 345 —

Confederación Argentina la carta núm. 13, avisándole


mi arribo á Buenos Aires y el estado en que se hallaba
la negociación.
Procedí con toda esa actividad, por que en el día
13, se decía en toda la Ciudad de Buenos Aires, que
la Escuadra de la Confederación estaba por la punta
del Indio; y me interesaba vivamente en que si el ar­
misticio prévio se aceptase después de hacerme ya
acreditado en mi carácter oficial, podría yo con buen
suceso enviar la orden de suspensión á la Escuadra de
la Confederación.
Pero desgraciadamente el Gobierno de Buenos Aires,
contestándome en la tarde del día 14 con la nota, docu­
mento anexo núm. 14, se negó absolutamente al armis­
ticio prévio, dando las razones que en ese documento
esplanó el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores.
A pesar de esta negativa yo insistí en la suspensión
prévia de hostilidades, por que teniendo en mi poder,
firmadas por el Sr. General Urquiza las bases conteni­
das en el documento anexo núm. 7, era para mi muy
probable, que la paz se ajustaría, y tanta mayor era
mi esperanza, cuando el Excmo. Sr. General Urquiza,
al admitir las modificaciones que yo le propuse, me
hizo esperar que no eran indeclinables.
Con la conciencia pues de que en esos diez díaz de
suspensión, podía hacerse la paz, pedí nuevamente en
el dia 15 la suspensión prévia de hostilidades por la
nota, documento núm. 15, manifestándole al Gobierno
que en esos instantes era posible tratar, y que después
de un combate, ya no podía quizá hacerse otra cosa,
que capitular por el que fuese desgraciado en el combate.
El Gobierno me contestó en el día 17 por el docu­
mento anexo núm. 16, insistiendo en su negativa, y
refiriéndose á las esplicaciones que me tenía hechas,
me expresó, que sentía vivamente el que yo insistiese
en mi pretensión de una suspensión prévia de hostili­
dades, rogándome continuase en la mediación de paz.
— 346 -

Respetando entonces las razones que el Gobierno


tuviera, y que se encuentran en la nota núm. 16, con­
testé en el día 18 por la ñola núm. 17, en la que le
expresé mi resignación á su absoluta negativa, supli­
cándole que no obstante me permitiese no mirar como
una roptura, ni como un rechazo irrevocable del armisticio,
sino como aplazamiento para otra oportunidad; y en el
momento mismo en que así me dirijía al Gobierno de
Buenos Aires, despaché el vapor de guerra Paraguayo
«Tacuarí» al Rosario, con un oficial encargándole que
inmediatamente que arribase á aquel destino, se trasla­
dase al punto en que S. E. el Sr General Urquiza se
hallase, y le entregase la nota anexa núm. 18, que en
el mismo día 18 de Octubre dirijí al Excmo. Sr. Gene­
ral Urquiza, instruyéndole de mis esfuerzos, y de la ine­
ficacia de estos: y pidiéndole que enviase en el vapor
«Tacuarí* sus Comisionados.
De esta manera, pues, concluyeron mis esfuerzos
todos sobre la suspensión prévia de hostilidades.
Debo notar aquí; que en mis conferencias con S. E.
el Sr. Gobernador, hablamos sobre el objeto de mi
misión, y entonces declarándole las esperanzas que había
yo concebido de los sentimientos del Excmo. Sr. General
Urquiza, le aseguré que dicho Sr. no Solo se había con­
formado con la suspensión de hostilidades que yo había
propuesto, sino que aun había elegido ya los Comisio­
nados que deberían venir á Buenos Aires desde que el
Gobierno nombrase los suyos.
S. E. me preguntó entonces quienes serían los nom­
brados por S. E. el Sr. Presidente, pues’que habría
algunos que no querría tal vez admitir.
Sin decirle yo quienes eran los nombrados por S.
E. el Sr. General Urquiza, le pregunté que personas de
la Confederación podía no serle agradables, y me con­
testó S. E. el Sr. Gobernador que él escluiria al Sr.
General Guido, al Sr. Pujol, al Sr. Dr. D. Luis José
de la Peña y al Sr. Dr. Derqui.
347 —

AI oír que solo esos caballeros eran los escluidos,


le manifesté que me felicitaba de que en esa exclusión
no estuviesen comprendidos los nombrados; y pregun­
tándome entonces S. E. quienes eran ellos, le respondí
que lo eran el Dr. D Lúeas Funes, y me respondió lo
conozco: el Sr. Leiva, y me contestó este también será
de los escluidos por mí, pues si no lo nombré, ha sido
porque no lo recordaba: el Sr. Culler, y me dijo, ese
es un buen hombre: y el Dr. D. Benjamín Victorica, y
entonces me respondió, á ese lo rechazo, y primero acep-
taría á Leiva, que al hijo del Gefe de Policía de Rosas,
y emigrado, además yerno de Urquiza.
Como sobre estas esclusiones hablásemos, y S. E.
el Sr. Gobernador me decía que él estaba en su derecho
para repeler á los electos por S. E. el Sr. General
Urquiza, yo le manifesté, que no habiendo venido aun
los nombrados, me proponía influir para que se hiciera
una variación, agregándole que no le daría mi juicio
sobre el derecho á rechazar, sino cuando estuviesen en
Buenos Aires los Comisionados, y si quiciera hacer la
exclusión de uno ó más de ellos.
En efecto, movido por el interés de alejar todo
obstáculo á la paz, y teniendo presente la repugnancia
que S. E. el Sr. Gobernador me manifestó á la admi­
sión, especialmente del Dr. Victorica, yo me dirijí
á este Sr. en carta confidencial, pidiéndole que renun­
ciando el puesto honroso de Comisionado de la Con­
federación, evitase las dificultades, que podrían surgir
si viniese.
Y muy agradable me es reconocer que el Sr. Dr.
Victorica, con una abnegación que siempre le honrará,
me contestó agradeciéndome la lealtad con que yo pro­
cedía, y prometiendo no venir á producir con su pre­
sencia, cuestiones de las que aunque el Sr. Victorica,
no reconocía derecho al Sr. Dr. Alsina, se resignaba á
evitarlas.
En fecha 20 recibí del Excmo. Gobierno de Buenos
- 348 -

Aires una nota del mismo día, que se registraba bajo el


núm. 19, respondiendo á la mia del 18 núm. 17.
Llegado el vapor de guerra «Tacuarí» al puerto del
Rosario, y no encontrándose ya, en las inmediaciones
de aquella Ciudad, El Excmo. Sr. Presidente, el oficial
conductor de mi comunicación núm. 18 trató de bus­
carlo en la campaña de aquella Provincia, como lo
buscó hasta hallarlo en Pavón.
Allí recibió el Excmo. Sr. General la nota núm. 18
fecha 18 de Octubre, y me contestó con fecha 21 en
Pavón la nota núm. 20 en que me manifiesta, no estar
dispuesto ya á enviar sus Comisionados, desde que se
resistía la suspensión prévia de hostilidades, y desde que
sus deseos por la paz, se interpretaban por debilidad é
impotencia.
Esta nota la recibí en el día 23 á las cinco de la
tarde por el vapor «Tacuarí», y en el instante me dirigí
al Gobierno de Buenos Aires con la nota núm 21, en
la que expresándole lo que S E. el Sr. General Urquiza
me comunicaba, le propongo envíe sus Comisionados á
un punto próximo al cuartel General del Excmo. Sr.
Presidente, ofreciéndole para este caso la garantía de
mi Gobierno, y el vapor de guerra «Tacuarí» para llevar
personalmente yo á los señores Comisionados.
El Gobierno de Buenos Aires, dudando entonces
según la nota núm. 22 de los sentimientos del Excmo.
Sr. General Urquiza por la paz, asintió á enviar sus
Comisionados frente á la Ciudad de San Nicolás, espe­
sándomelo así, en la misma nota núm. 22 fecha 24 de
Octubre, y diciéndome, que si el Sr. General Urquiza
aceptase ese medio, procedería á nombrar sus Comi­
sionados.
Me es sensible hacer aquí un paréntesis á la narra­
ción exata de los hechos, pero la importancia del in­
cidente que ocurrió, y que voy á referir, justificará
esta instantánea interrupción.
Debe recordarse que en una conferencia que tuve
- 349 -

con el Excmo. Sr. Gobernador fueron reprochados algu­


nos de los Sres. Comisionados del Excmo. Sr. General
Urquiza, y muy especialmente el Sr. Dr. Victorica.
Este rechazo no solo fué del Excmo. Sr. Goberna­
dor, sino también de S. E el Sr. Dr. D. Dalmacio Velez
Sarsfield, y que yo impulsado del noble interés por la
paz, arrostré el compromiso de pedir al Sr. Victorica
se escusase de venir en el carácter de Comisionado.
Después de este proceder de mi parte, en que daba
yo, al Gobierno y al Pueblo de Buenos Aires, el testi­
monio más inequívoco de la intensidad de mi deseo por
la paz, y de la sinceridad, con que me proponía alcan­
zarla, fui sorprendido con un mcnsage que verbalmenie
me trajo el Sr. D. Carlos Calvo, en el día 24 por la
mañana, diciéndome que había sido autorizado por S.
E. el Sr. Dr. Velez Sarsfield, para decirme que estra-
ñaba que yo hubiese creído que el Gobierno de Buenos
Aires repulsase al Sr. Dr. Victorica, como Comisionado
del Gobierno de la Confederación, pues que para el
Gobierno le era indiferente que viniese el Sr. Victorica,
ó cualquier otro, y que á cualquiera que viniese se
recibiría, espresándome el Sr. Calvo que todo esto lo
había referido el Sr. Velez Sarsfield, al autorizarlo, ante
varias personas.
Este incidente me causó una profunda pena, por
que después de haber yo pedido al Sr. Dr. Victorica y
aun al mismo Excmo. Sr. General Urquiza, que el Sr.
Victorica no viniese, quedaba yo ante esos Señores en
un concepto nada favorable.
En situación tan desagradable, y cuando yo había
dado ese paso en obsequio del Gobierno de Buenos Aires,
á quien quería no solo evitarle el desagrado de la re­
pulsa, sino alejarle también el inconveniente que iba á
nacer, y á tratar el curso de la negociación, dirijí al
Excmo. Sr. Dr. Velez Sarsfield la nota anexa núm. 23,
en la que recordándole todo lo ocurrido, le pedí me contes­
tase si era verdad, todo lo que en esa nota refiero, sino
— 350 —

también si era cierto que yo había ofrecido al Gobierno


esforzarme para remover con tiempo este obstáculo.
S. E. el Señor D/r. Velez Sarsfield me contestó en
la nota núm. 24, de lo que se juzgará, si en efecto hubo
respecto del Sr. Victorica y otros Señores, la repulsa
que he referido.
Forzado por mi honor á hacer aquella digresión,
volveré sobre la negociación para presentar con fidelidad
los pasos dados, y los esfuerzos empleados para arribar
á la paz, que se ha conseguido en el momento en que
un fuerte ejército se hallaba á las puertas de la ciudad
de Buenos Aires, y que esta se disponía á una defensa,
y resistencia vigorosa, pero que habría dado por resul­
tado la efusión de sangre de hermanos.
El Gobierno de Buenos Aires, por la notti núm. 22,
me había pedido que la reunión de los Comisionados se
hiciese al frente de San Nicolás, y que le avisase si S.
E. el Sr. General Urquiza aceptaba, para proceder á
nombrar sus Comisionados, le contesté por la nota núm.
25 y fecha 25 en la que le expresé, que el vapor de
guerra «Tacuarí» estabaá disposición del Gobierno: pero
que pudiendo suceder que en aquella fecha hubiera ha­
bido algún combate yá, y en cuyo caso no se sabría el
punto fijo en que se hallasen los ejércitos, le proponía
que fueran ya conmigo los Comisionados, y que yo
me encargaría de averiguar el paradero cierto de dichos
ejércitos, para que colocándonos próximamente á ellos,
se pudiera dar principio á la negociación: agregándole
ademas que como en el caso de un combate, habría
necesariamente algún triunfo, que cambiaría la laz de
las cosas, sería conveniente que los Sres. Comisionados,
fuesen munidos de instrucciones que evitasen la sus­
pensión de la negociación.
El Gobierno me contestó en la misma fecha 25, por
la nota núm. 2G, que estaba dispuesto á nombrar sus
Comisionados, tan luego como yo hubiese recabado la
adquiescencia de S. E el Sr. General Urquiza, es-
— 351 -

presándome que el Gobierno no podía proceder, sin eso


requisito al nombramiento de sus Comisionados, pues
de otro modo se espondría á recibir un sério desaire,
en el caso en que S. E. el Sr. General Urquiza no
asintiese á esa medida, y que esto sería tanto más grave
en esas circunstancias en que acababa de tener lugar
un hecho de armas, que había hecho variar el Cuartel
General del Presidente de la Confederación, y la difi­
cultad de poder proveer las instrucciones, que fuese
conveniente dar á los Comisionados. Que este hecho
mismo hacía que el Gobierno no tuviese idea fija
sobre la posision en que se hallase San Nicolás en
aquellos instantes para el objeto de la reunión de los
Comisionados, y que todo ello le inducía á esperar que
vo me penetrase de la conveniencia de obtener la ad­
quiescencia del Sr. Presidente de la Confederación, á
un lugar determinado para la reunión de los Comisio­
nados.
En consecuencia de esa nota quise concurrir á re­
mover eficazmente todo embarazo, y con ese ánimo lo
dirigí en el mismo día 25 la nota núm. 27, en la que
á pesar de ignorarse por el Gobierno y por mí el pa­
radero del Excmo. Sr. General Urquiza con su ejército,
me brindé á buscar por tierra dicho ejército, pidiéndole
los recursos necesarios para enviar un parlamento á
donde se hallase el Sr. Presidente, persuadido como lo
estaba yo de que aun cuando un hecho de armas había
cambiado la situación, no por ello habían cambiado ni
la voluntad ni los sentimiento elevados de S. E. el Sr.
General Urquiza por la paz de su país.
Esta condición me desidió aun á buscar ya, como bus­
qué, los medios de conducción, haciéndolos preparar
cerca de la estación de Moron, para partir desde allí
con el objeto mencionado, hasta donde se hallase el Sr.
General Urquiza.
Pasados los dias 25, 26 y 27 creía yo que quizá el
Gobierno por razones de alta política, había suspendido
- 352 -

toda contestación á mi nota núm. 27. Pero ese día 27


á la una y cuarto de la tarde recibí la nota núm.. 28
en la que el Gobierno me decía, que reconocido alta­
mente por los laudables esfuerzos que había hecho, y
estaba haciendo en favor de la paz de los Pueblos del
Rio de la Plata, se hallaba dispuesto á facilitarme todos
los medios y recursos necesarios, y que esperaba le
indicase yo la naturaleza de ellos.
Inmediatamente de recibir esa nota y con toda la
actividad que reclamaban las críticas circunstancias en
que en aquellos instantes se hallaba el Pueblo de Bue­
nos Aires, respondí al Gobierno por la nota núm. 29,
lamentando que se hubiesen perdidos tres días, por que
si en ellos fué posible el proveerse de medios, como
me había yo provisto ya, no había después de esos días
la misma facilidad, y expresándole que facilitase los
caballos, y salvo conducto para dos ayudantes mios y
seis soldados, con quienes me proponía hacer llegar una
comunicación al Excmo. Sr. Presidente de la Confede­
ración, fuese cual fuese el punto que se encontrase.
En esa tarde del día 27, y mientras el Gobierno
me facilitaba los medios necesarios para la marcha de
mis ayudantes, escribí al Excmo. Sr. General Urquiza
la nota núm. 30, en la que interesando sus senti­
mientos por la paz, le pedía su adquiescencia, como
el Gobierno de Buenos Aires, me lo encargaba, para
que reuniéndose los Comisionados en el punto que
S. E. el Sr. Presidente fijase, y se ajustase un tratado
de paz.
Preparados en esa misma tarde los dos Ayudantes,
y soldados, y después de recibir en la noche del 27 los
medios de conducción que el Gobierno les preparaba
para salir, partieron en la madrugada del día 28, á
buscar en la campaña de Buenos Aires el punto en
que pudiera hallarse el Excmo. Sr. Presidente de la
Confederación, y tuvieron la fortuna de hallarlo en el
Arroyo de Luna, partido de Arrecifes, ó del Fortín eje
—. 353 —

Areco, después de dia y medio de haber salido de ía


Ciudad de Buenos Aires.
El mismo día 28 recibí del Gobierno de Buenos
Aires la nota núm. 31, en que al comunicarme haberse
proporcionado á mis Ayudantes los recursos necesarios
para llegar al campo de S. E. el Sr. General Urquiza,
contesta mi anterior núm. 29 en la parte á que se re­
fiere al retardo en la contestación dada el 27 á mi an­
terior del 25.
Como el Señor Ministro hubiese comprendido, que
yo le hacía un reproche al lamentar el tiempo perdido,
le dirijí con fecha 29 la nota núm. 32.
En esos días, al regresar de San Nicolás el resto
del Ejército de Buenos /Vires, vino también el Sr. Co­
ronel D. Simón Santa Cruz, en clase de prisionero de
guerra, y deseando yo dulcificar algo la guerra en que
ambos pueblos se hallaban empeñados con encono, di­
rijí al Excmo. Sr. Gobernador Dr. D. Valentín Alsina
la comunicación núm 33, proponiéndole el cange de este
prisionero por el Coronel Murature, Gefe de la Escuadra
de Buenos Aires.
No tuve la fortuna de conseguir el cange que pro­
ponía, y limitándome á respetar las razones que S. E.
el Sr. Gobernador me daba en la respuesta núm. 34,
desisií con pena de mi propósito.
En tal situación me fué necesario ocuparme de la
pretensión que había, de que la mediación anglo-fr^n-
cesa obrase conjuntamente con la paraguaya, pues si
bien me sería honroso en cualquier ocasión el reunirme
á los representantes de aquellos dos gobiernos, no era
justo que cuando estaba tan adelantada la mediación
paraguaya, se diera una participación, sin una urgente
necesidad que lo justificase á la mediación anglo-fran-
cesa.
El Gobierno de Buenos Aires, por su nota de 29
de Octubre núm. 35 me expresó, que en nota del 14 de
Octubre, me había significado yá, que se habían pre­
23
— 354 —

sentado oficialmente como mediadores otras potencias de


la Europa, álas cuales no podía dejar de atender, así que
se presentasen sus respectivos ministros. Que ese caso
había llegado, pues que se habían presentado al gobierno,
como tales ministros mediadores por la Inglaterra y
la Francia sus ministros respectivos, y que en una
conferencia tenida en el 29 de Octubre, habían solicita­
do una suspensión de hostilidades entre las fuerzas de
la ciudad y de la Confederación, y que como yo había
sido el primero en pedir esa medida, había creído (el
gobierno de su deber, y de los respetos y considera­
ciones tan justamente debidos á la mediación del Excmo.
Gobierno del Paraguay, comunicarme antes de contestar
á los Sres. Ministros de Francia é Inglaterra, que han
cesado las circunstancias relativas al ejército del Esta­
do, que obligaron al gobierno á no prestarse á un ar­
misticio prévio á la negociación de paz, y que en su
virtud, no habia ya por el gobierno inconveniente alguno
para el convenio de un armisticio prévio á la negocia­
ción, como yo antes lo deseaba.
Al recibir esta incitación del gobierno para pro­
mover un armisticio prévio, yo habría contestado in­
mediatamente asintiendo, pues, si antes del combate de
Cepeda, pedí con instancia una previa suspensión de
hostilidades, debía yo ser consecuente, solicitando esa
previa suspensión cuando veía que el Excmo. Sr. Pre­
sidente marchaba con su ejercito sobre la Capital en
donde se iba á empeñar otro combate más sangriento
quizá.
Esa proposición se me .hacía en el 29 de Octubre,
cuando aun se hallaba muy distante el Excmo. Sr.
Presidente, y cuando ni el gobierno, ni nadie en Buenos
Aires sabía el paradero del ejército de la Confederación,
pues recien en el día 28 habían salido mis ayudantes á
averiguarlo, y no se conocía ni donde se hallaban estos.
Agradeciendo yo entonces la deferencia del Gobierno,
al darme aquel aviso, contesté por la nota del 30 de
— 355 -

Octubre núm. 36, que me permitía pedirle una respuesta


esplícita y previa á la manifestación de mi asentimiento,
á proponer yo al Excmo. Sr. General Urquiza un ar­
misticio, porque, desde que veia que habian tenido los
Sres. Ministros de Francia é Inglaterra una conferencia
oficial, comprendía yo, que dichos Sres. Ministros me­
diadores habian comenzado á ejercer sus buenos oficios
como tales. Que por lo tanto, rugaba que el Gobierno
me declarase, si á la vez iban á ser considerados los
trabajos de aquella mediación colectiva y de la media­
ción paraguaya, ó si, por el contrario, quedaba la
mediación colectiva aplazada hasta el resultado de la
paraguaya, bastante adelantada en sus trabajos, en que
habia empleado los más positivos esfuerzos por la paz;
y concluí pidiendo se me dijese esplícitamente, si á
pesar de haberse abierto ya las conferencias con la me­
diación anglo-francesa, ésta esperaría el resultado de la
mediación paraguaya, sea para exigir la prévia suspen­
sión de hostilidades, que me seria muy agradable pedir
al Excmo. Sr. Presidente, ó sea para entrar ya á la
negociación de paz, si aquel previo armisticio lo acep­
tase el Sr. General Urquiza.
Al dirigirme al gobierno en aquellos términos, le
pedí su opinión y resolución, asegurándole que, después
que me fuesen conocidas, me seria muy agradable el
contestar á su nota del 29.
En consecuencia de esta exigencia de mi parte, el
Gobierno me contestó por su nota del 31 de Octubre
núm. 37, que para responderme brevemente, como le
era posible por el cúmulo de atenciones que le ocu­
paban, ponía en mi conocimiento que habiendo los Sres.
Ministros mediadores propuesto el 29 del mismo una
base para la negociación de la paz, les habia contes-
testado en una conferencia, que el Gobierno se encon­
traba embarazado para llevar á un tiempo dos nego­
ciaciones bajo diversos mediadores. Que la negociación
conmigo estaba adelantada, al punto de haber pedido
— 356 —

yo al Excmo. Sr. Presidente la designación del sitio


para la reunión de los comisionados; y que en tales
circunstancias no podia el Gobierno hacer á un lado la
misión encargada á mí, por mi Gobierno, ni le era po­
sible atender á las dos negociaciones á un tiempo, lo
cual, por otra parte, traería embarazos de todo género;
y que por este grave inconveniente no podia entrar á
discutir la base de paz que proponían.
Entre tanto, entregada mi comunicación núm. 30,
fuécontestadapor el Excmo Señor Presidente en su Cuar­
tel General en marcha sobre Lujan, en el día 31 de Oc­
tubre por su comunicación núm. 38.
En esa comunicación me declaraba el Excmo. Señor
Presidente, que fiel á su palabra y á los sentimientos
que antes me habia espresado, se apresuraba á decir­
me que, aunque la situación era diversa de aquella en
que me habia asegurado sus deseos de paz, yo habia
debido contar siempre con su adquiescencia á recibir
los comisionados de Buenos Aires, en un punto próxi­
mo á su Cuartel General, á donde él enviaría sus comi­
sionados, indicándome ya el punto de Moron para sitio
de las conferencias, y pidiéndome que enviase el vapor
«Tacuarí» á Montevideo á traer al Señor Brigadier Gene­
ral Guido, á quién S. E. nombraba por uno de sus
comisionados.
Recibida esta comunicación en el día Io de Noviem­
bre, á las cuatro y tres cuarto de la tarde, mandé
disponer el vapor de la República del Paraguay, «Salto
de Guaira-» y una hora después zarpó del puerto de
Buenos Aires para el de Montevideo, conduciendo pa­
ra el Sr. Brigadier General D. Tomás Guido la comu­
nicación núm. 39, en la que ponía á su disposición el
vapor, y le pedia su pronto viaje á la ciudad de Bue­
nos Aires, en donde yo le aguardaba para conducirlo
hasta el cuartel general de S. E. el Sr. Presidente de la
Confederación.
Al observar que S- E, el Sr. Presidente redoblaba
— 357 -

sus marchas sobre la Ciudad, y que aquel hermoso


pueblo iba á ser el teatro de una sangrienta lucha, en­
tre hijos de una misma patria, redoblé mis esfuerzos,
y en una conferencia que tuve con S E. el Sr. Gober­
nador, momentos antes de despachar el vapor para
Montevideo, le manifesté verbalmente la contestación
que acababa de recibir del Excmo. Sr. Presidente, desde
su Cuartel General en marcha sobre Lujan; los sentimien­
tos que dicho Excmo. Sr. me espresaba; y su adquies­
cencia á recibir en Moron los comisionados que se en­
viasen para tratar.
Estas declaraciones, que verbalmente hice á S. E.
el Sr. Gobernador, fueron recibidas con aprecio, aunque
sobre ellas no me dió otra contestación que la de decir,
está bien, y voy á citar los ministros, para elegir los
Comisionados.
Al mismo tiempo, y en esa misma larde del dia
Io me dirijí por la nota núm. 40, al Excmo. Sr. Pre­
sidente, comunicándole que por ganar tiempo, pasé
personalmente á ver á S. E. el Sr. Gobernador, á quien
instruí de que el Sr. Presidente había convenido en
recibir los comisionados del Gobierno de Buenos Aires,
y espresádome no haber declinado del sentimiento de
paz, de que había hecho siempre una noble osten­
tación.
Como se observa en la nota anterior al dirijirme
al Excmo. Sr. Presidente, le manifesté que, aunque por
ganar tiempo, me había ido personalmente tí instruir
á viva voz al Sr. Gobernador de la contestación, que
desde su campamento en Lujan me había dado el Sr.
Presidente, había dirigido sin embargo al Gobierno de
Buenos Aires la nota núm. 41, en que reitero lo que
verbalmente había manifestado sobre la disposición del
Excmo. Sr. Presidente á oir proposiciones de paz, que
reanuden la unión de los argentinos.
Dada por el Gobierno de Buenos Aires la declara­
toria contenida en su nota de 31 de Octubre núm. 37,
- 358 —

no trepidé entonces en asentir, como positivamente asen­


tí, á solicitar del Excmo. Sr. Presidente una prévia
suspensión de hostilidades, y así lo avisé al Gobierno,
en la nota núm. 43, asegurándole que iba á enviar con
una nota al campo de S. E. el Sr. General Urquiza
como se lo espresé en una segunda nota.
Como aparece por la nota núm. 42 el Gobierno
me contestó, agradeciendo mis empeñosos pasos; pero
Que sentía no poder en ese momento designarme los
Comisionados que había de nombrar, porque aún no se
habia fijado su elección, no había hablado con ellos, y rib
sabia por consiguiente si aceptarían ó no, significándome
ademas, respecto al lugar de la reunión de los comisio­
nados, que juzgaba que ese lugar deberia ser un campo
neutral, que no estuviese ocupado por las fuerzas de
S. E. el Sr. General Urquiza, y que ese lugar, según
fuese la posición que ocupase dicho Sr. General, podría
ser, ó Moron, San José de Flores, San Justo ó San
Isidro.
El Gobierno de Buenos Aires tuvo la deferencia
de poner á mi disposición, por la nota núm. 43, el
ferro-carril para cualquiera hora del dia ó de la no­
che, y me es agradable reconocer que esta franca como
espontánea disposición ha rendido importantes servicios
en el curzo de las negociaciones.
Reconocido por el Gobierno, que la mediación pa­
raguaya tenia un preferente derecho á ser conside­
rada, y á escluir toda otra mediación, me dediqué á
solicitar de S. E el Sr. Presidente por el documento
núm. 40 el armisticio prévio.
Sin embargo, aunque había obtenido ese reconoci­
miento esplicito por parte del Gobierno de Buenos Ai­
res, surgieron ante el Excmo. Sr. Presidente las mismas
exigencias ya vencidas en la Ciudad, pues comprende
por su nota núm. 44 fecha 2 de Noviembre, que Ja men­
te de S. E. era unir ambas mediaciones, para que colec­
tivamente trabajasen.
359 —

Por la nota núm. 45 el Gobierno se sirvió comuni­


carme, que habia elegido como comisionados suyos, á
los Síes. D. Juan Bautista Peña, Dr. D. Curios Tejedor
y Dr. D. Antonio Cruz Obligado.
Ella fué contestada en el mismo dia por la que se
registra bajo el núm. 46.
En estas circunstancias, y cuando el Excmo. Sr.
Presidente ocupaba los suburbios de la Ciudad, me diri­
gió el Gobierno la nota núm. 47 fecha 2 de Noviembre,
en la que me manifestaba que á los alrededores de
esta Ciudad, en él lugar denominado la Convalescencia,
existia un establecimiento de mujeres dementes, á cargo
de la Sociedad de Beneficencia; que ese lugar quedaba
fuera de las trincheras y que no siendo posible asistir
á esas desgraciadas, me pedia interpusiese mi vali­
miento con S. E. el Sr. Presidente, á fin de que, ó
neutralizase el camino que conduce desde la Convales­
cencia hasta la Ciudad, ó que diese á sus tropas las
órdenes necesarias para que los médicos, y los demás
auxilios necesarios llegasen sin dificultad.
No podía menos que interesarme muy vivamente
esta solicitud del Gobierno, ya por su objeto huma­
nitario, y ya porque el establecimiento de mujeres
dementes, dependía de la Sociedad de Beneficencia,
una de las instituciones más importantes de Buenos
Aires, y que inspira veneración por las virtudes, y por
la dedicación de las matronas que la componen.
En el instante contesté por la nota núm. 48, y
desde luego me dispuse á enviar un oficial al campo
de S. E. el Sr. General Urquiza, como en efecto envié,
luego que recibí el pasaporte que habia solicitado, espi­
diendo ¡a comunicación núm. 49. En ella avisaba á S.
E. el Sr. Presidente el nombramiento de los Sres.
Comisionados por parte de Buenos Aires, y apoyaba la
demanda de aquel Gobierno, que solicitaba, ó que se
neutralizase el camino que conducía desde la trinchera
hasta la Convalescencia ó que se diese las órdenes
- 360

necesarias para que los médicos pudieran libremente


salir hasta ese lugar, y salir también todos los auxi­
lios que aquellas desgraciadas necesitasen.
Habiendo llegado en la mañana del dia 3 de re­
greso de Montevideo el vapor nacional «Salto de Guaira»,
conduciendo á su bordo á S. E. el Sr. General D.
Tomás Guido, pasé al Gobierno la nota núm. 50, y
luego que recibí el pasaporte que en ella solicitaba,
me trasladé con el Sr. General Guido al Cuartel Ge­
neral de S. E. el Sr. Presidente de la Confederación.
Teniendo presente la nota de S.- E. el Sr. Presi­
dente núm. 44, en que me decía, que era realmente para
él un embarazo, que la mediación paraguaya no pu­
diese aunarse con la anglo-francesa, y que opinaba
por la conjunción de ambas mediaciones, después de
una conferencia tuve la fortuna de que S. E. á pesar
de haberme pedido la conjunción de ambas mediacio­
nes, reconociese como el Gobierno de Buenos Aires,
que en el estado á que había llegado la negociación,
no era ni justo, ni conveniente tal conjunción.
Removido este punto, recordé á S. E. el Sr. Pre­
sidente, que aun estaba sin resolución mi solicitud de
la comunicación núm. 40 por un armisticio prévio,
no habiendo S. E. tenido á bien ocuparse de este punto
en su contestación núm. 44.
S. E. el Sr. Presidente de la Confederación después
de haber espuesto las razones que tenia para no acce­
der á esta solicitud, terminó por acordármela, para
durante los dias de las conferencias, con la expresa
condición de que durante esos dias la plaza suspendería
todas sus obras de atrincheramiento.
El Excmo. Sr. Presidente convino en fijar el dia 5
para la apertura de las conferencias entre los Sres. Co­
misionados de la Confederación y Buenos Aires, y le
pedí que al efecto se sirviera nombrar los suyos. S E.
me ofreció hacerlo así, indicándome los Sres. que lo
serian.
-. 361 —

Como hasta aquella fecha no hubiese contestado


S. E. el Sr. Presidente á mi nota ñúm. 49, pedí á S. E.
una resolución sobre mi solicitud referente á la Conva-
lescencia, y quedó convenida la respuesta para el dia
siguiente.
En el instante en que regresé á la Ciudad, solicité
una conferencia con S. E. el Sr. Gobernador, y obte­
nida que fué, comuniqué á S. E. los deseos del Sr.
Presidente de la Confederación, porque se diese princi­
pio á las conferencias entre los respectivos Comisiona­
dos el dia 5 en la chacra de Monte Caseros. Comu­
niqué también al Sr. Gobernador haber obtenido un
armisticio, y los términos en que lo habia obtenido, pero
S. E. á pesar de las consideraciones que le espuse, creyó
de su deber no aceptar el armisticio, sino con la con­
dición de suspender la plaza sus obras de atrinchera­
miento.
En la nobhe del 3 quedó convenido con el Gobierno
de Buenos Aires, que en la mañana del 4 me daría cono­
cimiento de las bases que debían de servir de instrucción
á sus Comisionados; y siéndome urgente pasar en la
misma mañana al campo de S. E. el Sr. Presidente de
la Confederación, asi lo avisé al Dr. Velez Sarsfield,
por una confidencial, pidiéndole se sirviera espedir di­
chas bases. En efecto el Sr. Ministro contestó la con­
fidencial y accedió á mi demanda, y me acompañó las
instrucciones que se registran bajo e¡ núm. 51, previ­
niéndome que no estaban aun firmadas, por que iban
á ser nuevamente sujetas á un examen en aquella noche,
pero mas tarde fueron confirmadas.
S. E. el Señor Presidente de la Confederación, co­
nocedor del nombramiento de los Señores Comisionados,
por parte de Buenos Aires, procedió á nombrar por su
parte á los Señores Brigadieres Generales D. Tomás
Guido, D. Juan E. Pedernera, y al Señor Diputado Dr.
D. Daniel Araoz, muniendo á aquellos Señores de las
instrucciones que se registran bajo el núm. 52.
- 362 -

Nombrados ya los Señores Comisionados de una y


otra parte, y fijado la chacra de Monte Caseros para
lugar de las conferencias, llegaba el momento de abrir­
las, para que reuniéndose ambas Comisiones procediesen
ya á la discusión y arreglo de los puntos, cuya solución
pudiera acercar á celebrar el ajuste de paz, y asi lo pedí
al Excmo. Señor Presidente de la Confederación, y al
Excmo. Gobierno de Buenos Aires.
Allí se abrió la primera conferencia, en laque des­
pués del cange de los respectivos poderes de los Co­
misionados, se entró en consideraciones generales, indi­
cándose el punto escencial sobre la unión de Buenos
Aires á la Nación Argentina, como lo instruye la primera
conferencia de los protocolos formados.
Por la discusión de la primera conferencia com­
prendí ya, que á pesar de los buenos deseos de todos
los Comisionados, podia fracazar la negociación, sino
se adoptase para la discusión un método que á la vez
que la facilitase, evitase que los ánimos pudieran en­
conarse.
Con este motivo, y llevando yo la dirección de la
discusión traté de evitar que dos puntos encontrados,
que alli se proponían, se discutiesen préviamente co­
mo principales, sino después que, lo que, verdadera­
mente era principal, (que era la cuestión nacional) se
hubiese arreglado.
Yo alimentaba la esperanza de que acordados en
la cuestión nacional, subordinarían los intereses perso­
nales á aquel sagrado objeto.
Por una Comisión se proponía la inmediata evacua­
ción del territorio de Buenos Aires, por el Ejército del
Sr. General Urquiza.
Por la otra se proponía el cambio del personal del
Gobierno inmediatamente.
Yo veia en la discusión de estas dos proposiciones
una segura y pronta ruptura de la negociación, y en el
interés de todos los Sres. Comisionados, asumí el carácter
- 363 -

de Presidente en la discusión, haciendo uso del derecho


que como Ministro Mediador tenia para encaminarla y
dirijirla, y alejar todo lo que pudiere ser origen de una
ruptura.
En la noche del dia 5 recibí del Excmo. Sr. Presi­
dente déla Confederación la comunicación núm. 53, en la
que contestando la mía del 2 de Noviembre núm. 49 dice,
que, la neutralización de la Convalescencia no la conside­
raba absolutamente necesaria para la atención de las
enfermas; pero que los médicos podían salir, y que los
efectos y recursos que se les enviasen, serian recibidos
y entregados por las guardias. Que además si era nece-
rio, S. E. enviaría los médicos de su Ejército y ayuda­
ría en cuanto le fuese posible á la Sociedad de Benefi­
cencia.
Lisongeado con esta contestación, la comuniqué al
Gobierno por la nota núm. 54, y este me contestó por
la que se registra bajo el núm. 55, espresándome su
alta gratitud, tanto por mi humanitaria interposi­
ción, cuanto por el favorable resultado, que habia yo
obtenido.
Con la esperiencia de la primera conferencia, pro­
puse en la segunda dos puntos, sobre que debían dis­
cutir, alejando en el Ínterin aquellos dos, que sin ser
los principales, los llevaban á los Sres. Comisionados
¿í romper, sin duda alguna, una negociación, en la que
sobre lo relativo á la nacionalidad habia una feliz con­
formidad.
Yo confiaba, y no sin fundamento, en que arreglado
lo grave y esencial, que era el punto de la nacionali­
dad, el patriotismo de los Señores Comisionados, y de
sus Gobiernos, los habían de llevar á subordinar aquellas
exigencias ante la séria y delicada cuestión de la rein­
corporación de Buenos Aires.
Quedó, pues, acordado y convenido, que se miraría
como único punto á discutirse, el que yo sometiese, y no
los que recíprocamente se indicasen, y entonces les pro­
- 364 -

puse el proyecto de Convenio que aparece en la segunda


conferencia.
En el protocolo de esa segunda conferencia está el
resultado feliz qjne iba produciendo la discusión, porque
alejados los ánimos de aquellas otras cuestiones árduas y
personales, se iba arribando á la solución de la grave
cuestión, tantos años pendiente, de la unión de los Argen­
tinos.
Yo veía, pues, que arreglada esta importantísima
cuestión, no era de suponer que los Señores Comisiona­
dos, viéndola arreglada, rompiesen ese arreglo, por
cuestiones que, aunque muy graves, eran de interés se­
cundario.
Creí que siempre se sacrificarían estas al gran inte­
rés de la unión, y nunca la unión á esas cuestiones. Y
los resultados han hecho ver que no me equivoqué.
Continuó pues la discusión en el dia 7, en la ter­
cera conferencia, á la que se trajeron tres puntos, no
ya sobre lo referente á la nacionalidad, sino al cambio
del personal del Gobierno de Buenos Aires, á la con­
servación en sus empleos de las autoridades civiles y
militares, recientemente puestas en la campaña, y á lo
demás que se espresa en el protocolo de la tercera con­
ferencia, y que eran puntos que se habían iniciado ya,
desde la segunda conferencia después de haber quedado
arreglado lo más importante y vital, que era la incor­
poración de Buenos Aires á la Nación.
La discusión de esos puntos, y de otro que introdu­
jeron los Sres Comisionados de Buenos Aires, respecto
al derecho á tomar parte en la elección de Presidente
de la Confederación dio lugar á que después de re­
chazar estos Sres. Comisionados dos proposiciones,
pidiesen tiempo para consultar á su Gobierno y con­
testar el dia siguiente: con cuyo motivo propusieron
también que, teniendo que consultar los Sres. Comisio­
nados de la Confederación, sobre el punto referente á
la elección de Presidente, volverían al dia siguiente, y
- 365 —

que entonces ¡os Comisionados todos, vendrían con ins­


trucciones para poder tratar sobre unos y otros.
Asi terminó Ja tercera conferencia en el día 7 de
Noviembre, quedando acordado volver al siguiente día.
Pero en la noche del 7, contra lo acordado y espresado
en el protocolo de la tercera conferencia, recibí á las once
de aquella noche una comunicación núm. 56 del Gobierno,
en la que me comunicaba que, habiendo los Sres. Comi­
sionados para la negociación de la paz, por parte de aquel
Gobierno manifestádole, que en la conferencia de ese día
habían recibido de ¡os Comisionados de la Confederación
las tres proposiciones siguientes, con la calidad de inde­
clinable: amnistía sin condición, 2a conservación de todos
los empleados puesto en la campaña del Norte, después
de la ocupación militar del Ejército de la Confederación,
y 3a cambio de todo el personal del Gobierno, no ha tre­
pidado un momento en disponer que la Comisión no con­
tinué en sus trabajos en conformidad á las instrucciones
que se les habían dado; y que por lo tanto los Sres. Co­
misionados no saldrían al día siguiente; concluyendo por
pedirme que lo comunicase asi á los Sres. Comisionados
de S. E. el Sr. General Urquiza.
Esta súbita é inesperada ruptura de la negociación
de paz, verdaderamente me alarmó, porque habiendo
quedado los Sres. Comisionados de Buenos Aires, según
se vé en la tercera conferencia, en volver al dia si­
guiente para continuar la discusión de los puntos sobre
que iban ú pedir instrucciones, y del punto sobre que
ellos mismos encargaron á los Sres. Comisionados del
Excmo. Sr. General Urquiza, que pidiesen instruccio­
nes, no conocía la causa superveniente al acuerdo de
ambas Comisiones de reunirse al dia siguiente.
Me alarmó tanto más esa ruptura, cuanto que en
el dia de esa tercera conferencia exigía S. E. el Sr.
General Urquiza, que la solución definitiva se apurase,
pues que no podía conformarse con tener su ejército
en inacción, esperando el resultado de una discusión,
- 366 —
que él creía que calculadamente ;se alargaba para pre-
pararse la ciudad.
Bajo la desagradable impresión que me dejó aquella
súbita ruptura, contesté al Gobierno por la nota núm.
57, en la misma noche á las once y media, que inme­
diatamente llenaría los deseos de S. E. el Sr. Gober­
nador, si á ello no se opusiese el compromiso contraido
por los Sres. Comisionados del Gobierno, manifestándole
que esa circunstancia me hacia rogarle que, habiendo
quedado convenidos en regresar al dia siguiente, seria
muy conveniente que llenando este compromiso contraido,
se tratase por ellos, después de firmados los protocolos,
la ruptura de las negociaciones.
Debo hacer notar aqui, que durante las conferencias
había yo adoptado el arbitrio, en obsequio de la paz,
de que cuando advertía proposiciones difíciles de alla­
narse por parte de S. E. el Sr. General Urquiza, pasa­
ba yo á su campo, y alli trataba de arreglar con él las
dificultades, que sus comisionados no podían zanjar.
Este paso me había dado ya los más felices resul­
tados, y alentado por ellos, resolví al concluir la con­
ferencia de ese día, el pasar como pasé al campo del
Excmo. Sr. Presidente, porque comprendí que presen­
tándose recíprocamente por ambas Comisiones proposi­
ciones con la calidad de indeclinables, la ruptura vendría
muy pronto.
En precaución, pues, de los males que iba á ocasio­
nar el sangriento combate que seguiría á la ruptura, fui,
y en mi conferencia con el Excmo. Sr. Presidente, tuve
la fortuna de ver, que para S. E. nada se presentaba
como indeclinable, desde que las exigencias que con ese
carácter se presentasen, fuesen á producir la ruptura de
la negociación, cuando ya el punto primordial, que es
el desiderátum de ambos pueblos, estaba conseguido y
arreglado.
Con ese motivo al contestar en esa noche del 47
al Gobierno de Buenos Aires, sobre el aviso que me
- 367 -

daba de no salir ya más sus Comisionados, le espresé


que por la conferencia que en esa noche había yo tenido
con S. E. el Sr. General Urquiza, había podido compren­
der que la segunda proposición, relativa á la conser­
vación de las autoridades que se habían dado los pueblos
de campaña: podía modificarse según el curso de la dis­
cusión.
Esta nota, pasé á las doce de la noche á S. E. el Sr.
Ministro Dr. Velez Sarsfield, y no hallándole en la casa
de Gobierno la remití á su casa, á pesar de la hora, por­
que tenia que saberlo el Sr. General Urquiza, de que yá
la negociación se rompía, intentase su ataque el día 8.
La nota la recibió el Sr. Ministro á la una ó una y
media, y como al venir la luz del día 8, aun no recibía
yo contestación, traté de esperar hasta las seis de la
mañana, y viendo que aun no se me contestaba, resolví
pasar personalmente á hablar á S. E. el Sr. General
Urquiza.
Al salir de la plaza 11 de Septiembre, me felicité ya
de mi salida, porque del otro lado de esa plaza encontré
que considerables cuerpos de tropa marchaban sobre la
Ciudad, y que el Excmo Sr. Presidente, municionaba la
tropa, y se preparaba para el ataque y asalto.
No podré espresar de parte de quien estaría el triun -
fo; pero sí consignar en este memorándum, que mi cora­
zón sufrió profundamente al ver dos pueblos hermanos,
que de un momento á otro iban á presentar un espectá­
culo el más horroroso y sangriento en el combate, á que
veía prepararse, y marchar el ejército del Sr. Presidente
en número de catorce á diez y seis mil hombres de las tres
armas.
Preocupado por esta idea me acerqué al Excmo. Sr.
Presidente, y redoblando todos mis esfuerzos pude con •
seguir que me prometiese el suspender su marcha, y es­
perar todo ese día hasta el oscurecer para ver, sise rea­
nudaba la negociación desgraciadamente rota, por el
Gobierno, en la noche anterior.
— 368

Asegurado pues S. E. el Sr. General Urquiza, de


que no se movería ínterin yo le avisase, si continuaba ó
no en la negociación (cuya ruptura nunca quise notificar­
le como tal á pesar de que me constaba saberlo ya)
regresé á la Ciudad, y dirijí al Gobierno la nota núm. 58
fecha 8 de Noviembre, en la que le espresaba que los mo­
tivos espuestos en mi nota de la noche anterior, habian
influido en mi ánimo para no comunicar al Excmo. Sr.
Presidente la determinación del gobierno á no enviar ya
sus Comisionados, y que aprovechando los momentos
que se presentaban antes de un sangriento combate, me
habia ido al campo de S. E. el Sr. General Urquiza, con
quien habia tenido una conferencia, en la que con sumo
placer había podido advertir que los puntos que quedaron
pendientes en la conferencia anterior, eran susceptibles de
discusión y modificación, y que de consiguiente no po­
dían considerase como absolutamente indeclinables.
Con este motivo le pedí al Gobierno se sirviese con­
testarme, porque yo creía que en momentos tan solemnes
como aquellos, porque en el dia 8 pasaba el pueblo, se
complacería S. E. el Sr. Gobernador en ver reanudada
una negociación que podría librar á la Patria de los
Argentinos, de ver derramarse á torrentes la sangre de
sus hijos y de muchos días de luto, y de desgracias.
Después de pasada esta nota al Gobierno, recibí en
el mismo dia 8, la comunicación núm. 59, en la que de
una manera más esplícita que en la nota del dia 7,
me decía que la negociación de la paz habia cesado,
por que siendo indeclinables las proposiciones que hacían
los Sres. Comisionados de S. E. el Sr. General Ur­
quiza, era imposible continuar negociación alguna.
En el momento de recibir esa comunicación, y con
la misma fecha 8 pasé al Gobierno la nota núm. 60,
en la que le espresé, que habia recibido la nota núm.
59 después de haberle enviado la mía núm. 58, en la
que le instruia del resultado de la conferencia que habia
tenido con el Excmo. Sr. General Urquiza; y que aun-
369 -

queme anunciaba S. E. Sr. Dr. D Velez Sarsfield, qué


la negociación habia cesado, yo abrigaba la esperanza
de que no era imposible reanudar la negociación, aun
cuando la ruptura se hubiese comunicado al Excmo. Sr.
Presidente, porque en la conferencia que en ese dia 8
habia yo tenido con S E. advertí, que á pesar de su
resolución al combate y asalto, en ese dia habia en
obsequio de la paz declinado, declarándome que no solo
admitían discusión aquellas tres proposiciones, sino mo­
dificación también.
Y en efecto, en ese día S. E el Sr. Presidente
consintió, en que se suprimiese la segunda proposición
referente á la conservación de las autoridades puestas
en la campana, y en no exigir más ya el cambio del
Sr. Dr. Alsina, siempre que este Sr., cambiando su
Ministerio, formase otro que representase la paz
Con las seguridades, pues, de que las proposiciones
que S. E. el Sr. Dr. Velez Sarsfield miraba como in­
declinables, no lo e;an, le pasé la nota núm. 60, anun­
ciándole que yo alimentaba la esperanza de que esa
imposibilidad, que me indicaba el Gobierno, desaparecería
por que no solo eran discutibles, sino aun modificables
también.
Le signifiqué con ese motivo que, aun cuando se
presentase como indeclinables las proposiciones, no por
eso debería abandonarse toda tentativa, pues en una
guerra entre hermanos siempre era de esperarse que,
subordinándose las pasiones á la razón, prevaleciese
el sentimiento de fraternidad, que por fortuna es más
poderoso en presencia de las desgracias que afligen á
la madre común, porque entonces la voz de esta se hace
más elocuente.
A esta comunicación me contestó el Gobierno el
mismo dia 8 por la nota núm. 61, que debiendo entrar
dentro de pocas horas el Sr. Presidente del Senado D.
Felipe Llavallol á desempeñar el Gobierno, pondría en
sus manos aquella comunicación, asi que se recibiese.
24
- 370 -

Aquel dia fué de verdaderos conflictos, porque de una


parte aparecía el Gobierno rompiendo la negociación de
paz, por otra se veia á la Asamblea Legislativa reunida,
por otra el pueblo agitado al ver que desaparecía toda es­
peranza de paz, y por otra un ejército fuera de las trinche­
ras dispuesto á batirse, y otro dentro decidido á defenderse.
La situación era alarmante, y tanto más para mí,
cuanto que observaba que el día pasaba sin poder avi­
sar á S. E. el Sr. General Urquiza, que la negociación
continuaría; que el General Urquiza solo esperaría has­
ta el oscurecer de ese día; y que no avisándole yo en
ese intermedio, llegaba ya la hora del ataque y asalto á
la Ciudad. En estas circunstancias, cuando todas aque­
llas consideraciones me atormentaban, recibí la nota
núm. 62, en la que se me decia que, habiendo sido
aceptada la renuncia de S. E. el Sr. Gobernador Dr.
D. Valentín Alsina, habia quedado en posesión de las
funciones anexas al Poder Ejecutivo, el Señor Presi­
dente del Senado D. Felipe Llavallol.
En el instante que recibí este aviso por el Ministerio
de Relaciones Esteriores, y siendo ya las cuatro de la
tarde pasé á ver al Excmo. Sr. D. Felipe Llavallol á
quien suponía yo, que ya S. E. el Sr. Dr. Velez Sars-
field, le habia entregado mi nota núm. 60, y manifestán­
dole el peligro inminente de un combate, si no le avisa­
ba á S. E. el Sr. General Urquiza, si volvían ó no los
Comisionados, tuve la fortuna de oír á este Señor, que
el Gobierno estaba dispuesto á reanudar la negociación,
y á llevarla hasta obtener un fin honorable y digno del
Pueblo de Buenos Aires.
Entonces sin esperar más, y aprovechando los mo­
mentos, pasé al Campo de S E. el Señor General Ur­
quiza, á quien manifestándole el cambio que se habia
operado en el personal del Gobierno, le aseguré que
S. E el nuevo Gobernador estaba resuelto á hacer una
paz digna del pueblo de Buenos Aires, ó á sostener una
guerra vigorosa, si no consiguiese uquel objeto.
- 371 -

S. E. el Señor General Urquiza, me espresó que


jamás impondría al Pueblo de Buenos Aires una paz
deshonrosa, y que decidido como estaba á darle los
mejores testimonios de su estimación, esperaba con
gusto á los Sres. Comisionados de Buenos Aires al
siguiente dia, asegurándome que habia de dar con los
hechos las pruebas más conspicuas de que preferia la
paz á las glorias del triunfo, aun en la hipótesis de que
este fuese seguro para sus armas.
Altamente complacido yo con las declaraciones, que
en ese dia 8 me hicieron, S. E. el Sr. Llavallol, y S. E.
el Señor General Urquiza, juzgué ya que la paz vendría
en muy cortos momentos á unirá los Argentinos.
Aprovechando la bella disposición en que esta­
ba S. E. el Señor General Urquiza, y sabiendo por él
mismo, que al dia siguiente debia darse un combate
naval y un asalto á la Isla de Martín García, le pedí
la suspensión de ese combate, y le rogué me diera una
orden escrita para evitarlo, porque yo tenia confianza
que S. E el Señor Llavallol, no quería en momentos
tan próximos á un desenlace que todo lo presagiaba
feliz, quisiera hacer derramar sangre inútilmente como
sucedería en el dia 9, si el combate se realizaba.
Impulsado por estos vehementes deseos, solicité y
obtuve de S. E. el Señor General Urquiza la orden
escrita para que el Gefe de su Escuadra suspendiese toda
operación bélica, y en el momento regresé á la C,iu-
dad en esa misma noche, y dirigí al Gobierno la co­
municación núm. 63, en la que con la misma fecha 8
le digo, que teniendo noticia de que la Escuadra de la
Confederación estaba próxima á la Isla de Martín Gar­
cia, y en disposición de batirse, y aun asaltar la Isla,
habia visto á S. E. el Señor General Urquiza, y pedí-
dole una orden para que suspendiese toda operación
bélica: que en posesión ya de la.orden escrita, rogaba
al Gobierno asintiese á una suspensión también, evitan­
do así la efusión de sangre: que para este efecto, si el
- 372 -

Gobierno tenia á bien darme igual orden para el Gefe


de la Escuadra de Buenos Aires, yo ofrecía el vapor de
guerra «Tacuarí» que saldría al amanecer, con solo
aquel objeto.
El Gobierno efectivamente á las doce de la noche
de ese día 8 me remitió la orden para el Gefe de la
Escuadra, en los términos que yo solicitaba, y al dia
siguiente 9 de Noviembre me pasó la nota núm. 64, en
la que me comunicaba que por las poderosas razones
que yo invoqué coincidia en mis vistas.
En posesión de ambas órdenes escritas, mandé ba­
jar á esas horas al Comandante del vapor de guerra
«Tacuarí», y dándole orden de que calentase las cal­
deras le previne que antes de amanecer zarpase del
puerto y fuese á Martín García, á entregar las órdenes
á los respectivos Gefes.
Efectivamente el vapor «Tacuarí», levó sus anclas
á la una de la madrugada del dia 9, y á las pocas ho­
ras tuvo la fortuna de entregar á dichos Gefes las no­
tas de sus respectivos Gobiernos, logrando asi que ese
dia no se hubiese señalado con un sangriento é inútil
combate.
Interin el vapor «Tacuarí» partía á la Isla de Martín
García, á evitar una efusión de sangre, yo contesté
por el núm. 65, la nota del Ministerio núm. 62, felici­
tando al Sr. D. Felipe Llavallol por la merecida con­
fianza que recibía en aquellos momentos supremos, y
haciendo votos por que S. E. arribase á una solución
pacífica y honorable, en la penosa situación en que se
hallaba el país.
Seguidamente fui en persona á solicitar una con­
ferencia del Excmo. Sr. Gobernador, y habiéndoseme
acordado propuse una suspensión de hostilidades.
S. E. el Señor Gobernador se prestó gustoso á esta
medida humanitaria, y en el instante y antes de partir
con los Sres. Comisionados de Buenos Aires á las
conferencias que en ese dia debían continuar, dirigí al
- 373 -

Excmo. Señor Presidente la comunicación núm. 66, en


la que le manifesté que S. E el Señor Gobernador,
queriendo presentar un testimonio de su interés por la
paz, había asentido á una suspensión de hostilidades:
y que, confiando yo en que S. E. el Señor Presidente,
que tantas pruebas me había dado de sus elevados sen­
timientos, conviniese en la suspensión, le rogaba se
sirviese adherir á ella, y contestarme.
S E. el Señor General Urquiza tuvo la bondad de
contestarme en el mismo dia por la nota núm. 67, y
en el momento me dirigí al Gobierno por la comuni­
cación núm. 68, en laque transcribiéndole laqueS. E.
el Señor General Urquiza me pasó, le anuncié, que,
como lo había manifestado yo al Gobierno, había soli­
citado igualmente la suspensión de hostilidades, y que
me era muy satisfactorio comunicarle que S. E. el Sr.
Presidente se había servido aceptar también las sus­
pensión de toda hostilidad. Que por lo tanto rogaba
al Gobierno impartiese sus órdenes á la línea, para
que de conformidad con lo ejecutado por dicho Señor
Presidente, se diese ejecutado al armisticio por parte
de la Ciudad.
El Gobierno, en su consecuencia, me contestó por la
nota núm. 69. en el mismo día 9, que aceptaba por su
parte la suspensión de hostilidades obtenida por mi in­
terposición, y que había impartido ya las órdenes
correspondientes, á fin de que las fuerzas que guarnecían
la línea de fortificación no hostilizasen á los sitiadores,
pero entendiéndose que mientras tanto se mantendría
la incomunicación entre ambas lineas, conservando las
fuerzas de la Plaza los puestos avanzados que tuviesen
al eslerior de la linea para su servicio y vigilancia.
En el mismo tiempo recibí la nota núm. 70, en que el
Sr. Oficial Mayor del Ministerio, haciendo la referencia
á la conferencia que S. E. el Señor Gobernador me
había acordado el dia anterior, se limita á acusar re­
cibo de las notas núm. 58 y 50.
- 374 -

Establecido el armisticio bajo esas condiciones, con­


tinuaron las negociaciones que felizmente se reanuda­
ron en el citado dia 8, y en el siguiente dia 9 tuvo
jugar la cuarta conferencia, en la que después de fir­
mados los protocolos de la conferencia del 7, se abrió
la conferencia por parte de Buenos Aires, con solo los
Sres. Dr. D. Carlos Tejedor, y D. Juan B. Peña, quie­
nes después de presentar sus nuevos poderes (que se
examinaron y se hallaron bastantes), procedieron á
tratar sobre la participación que debia tomar la Pro­
vincia de Buenos Aires en la elección de Presidente de
la Confederación.
Hubo sobre este punto una larga y detenida dis­
cusión con los Señores Comisionados de la Confede­
ración, y en su consecuencia, quedó acordado el derecho
de elección en los términos que lo deseaban los Sres.
Comisionados de Buenos Aires, como es de verse en
la cuarta conferencia.
Los Comisionados de Buenos Aires manifestaron
después de convenido aquello, que los tres puntos que
habían dado ocasión á que el Gobierno rompiera la
negociación, no ofrecían ya dificultad. Que el primero
sobre el cambio personal del Gobierno, lo había re­
suelto la opinión pública en la Ciudad, renunciando el
Dr. Alsina su puesto de Gobernador; que el segundo
sobre la conservación de las autoridades de la Cam­
paña, tenían fundada esperanza de que se suprimiese,
dejando en libertad al Gobierno, para obrar como se
lo dictase la prudencia Y que el tercero era objeto de
una discusión. Efectivamente se tuvo esta, y se acordó,
como aparece en el artículo 13 del Convenio.
Los Comisionados de Buenos Aires manifestaron
que estaban perfectamente conformes en cuanto á la
garantía; pero que en cuanto al arbitrage, no habían reci­
bido instrucciones de su Gobierno.
Yo le espresé que, agradeciendo íntimamente la
confianza que se hacia en mi Gobierno, me hallaba no
— 375 -

obstante en el caso de no poder ofrecer por entonces


sino la garantía moral del Gobierno del Paraguay.
Se me hicieron sobre este punto observaciones,
que con mis contestaciones quedan consignadas en la
cuarta conferencia, y siendo avanzada la hora, se le­
vantó la sesión, llenos de una satisfacción indecible todos
jos Señores Comisionados, porque se podía asegurar
ya, que la paz seria definitivamente ajustada en la
quinta conferencia.
Efectivamente en la quinta conferencia, que tuvo
lugar en el dia 10 de Noviembre, continuando las
observaciones sobre la garantía que se pedia al Para­
guay, al ver la completa conformidad de todos los Sres.
Comisionados, sobre la necesidad y conveniencia de la
garantía, propuse los artículos 14 y 15, y conformán­
dose ambas Comisiones, se proclamó con el mayor gozo'
la paz para la Confederación y Buenos Aires, y la
unión de todos Jos miembros de la gran familia Ar­
gentina, procediéndose á copiar y firmar todos los
artículos convenidos, que constituyen el convenio de paz
celebrado en el dia 10 de Noviembre, ratificado y can-
geado por ambas partes contratantes en el dia 11.
Al retirarme de la última conferencia en la tarde
del dia 10, y pasando por el Cuartel General del Excmo.
Sr. Presidente de la Confederación, fui notificado de
una-ruptura del armisticio establecido en la mañana
del dia anterior, entregándoseme el documento núm.
71, estrado de la participación hecha en el caso, por
el Sr. Coronel Nadal.
En la creencia de que aquel hecho hubiera tenido
lugar por motivos agenos á la voluntad del Gobierno
de la plaza, me permití expresarlo así, al Excmo. Sr«
Presidente, ofreciendo á S. E. que en el momento de
llegar á la Ciudad me dirijiría á su Gobierno, como en
efecto lo verifiqué, pasando la nota núm. 72, que fué
contestada por la nota núm. 73, que esplica lo ocurrido.
Aprovechándome de la circunstancia de haberse fir­
— 3/6 —

mado la paz en aquel dia en una conferencia que tuve


con el Gobierno, traté de demostrar la conveniencia de
acceder inmediatamente, al cange de los prisioneros de
uno y otro ejército.
El Gobierno acogió con benevolencia esta proposi­
ción, y en la tarde del dia 11 recibí la nota núm 74,
en que me participa el Gobierno haber ordenado al Sr.
Gefe del Departamento de Policía, tenga á mi disposi­
ción los prisioneros del Ejército de S. E. el Sr. Pre­
sidente de la Confederación, y que por consecuencia
podia yo enviar por ellos y disponer al respecto lo que
hallase por conveniente.
Esta comunicación fué contestada, por la que se
registra bajo el núm. 75, en la que agradeciendo al Go­
bierno el testimonio que da por acreditar su interés de
hacer práctico el deseo de paz, y de olvido de las des­
gracias que afligen á la Nación, aceptaba el obsequio
que me hacia, poniendo á mi disposición aquellos pri­
sioneros, que habia hecho buscar en la Policía, para
conducirlos al campo del Señor Presidente.
Reunidos en mi casa, el Coronel Santa Cruz y otros
prisioneros, en la misma tarde me dirigí con ellos al
Cuartel General del Señor Presidente de la Confederación,
y los presenté á S. E. como una prenda de la paz, que en
aquel dia habia ratificado el Gobierno de Buenos Aires.
S E e! Sr General Urquiza, por su parte, mandó
poner inmediatamente en libertad los prisioneros que
¡labia hecho del ejército de Buenos Aires.
Reanudados ya los vínculos rotos de la Nación de
los Argentinos, en el dia 12 dirigí al Excmo. Señor
Gobernador la comunicación núm. 76, en que pedí á
S. E. la completa libertad de todos los presos por cau­
sas políticas. El Señor Gobernador me contestó por la
comunicación núm. 77, y vi con placer inefable que el
Gobierno los puso en libertad, restituyéndolos al seno
de sus familias á que saboreasen allí libremente los
primeros frutos de la paz.
- 37t -

Cangeado en la tarde del 11, en el Cuartel General


de S. E. el Sr. Presidente de la Confederación, las
ratificaciones del Convenio de 10 de Noviembre, el Señor
General Urquiza dejó en la mañana del 12 los subur­
bios de Buenos Aires, y se retiró sobre el puerto del
Tigre, para efectuar allí el embarque de su ejército.
Desde allí me dirigió S. E. el Señor Presidente la
comunicación núm. 78, en que me dice que, fiando
absolutamente en la fé del Gobierno de Buenos Aires,
se habia apresurado á ejecutar por su parte el Con­
venio de paz, retirando todas sus fuerzas sobre el Tigre
para efectuar allí su inmediato embarque con el fin de
evitar todo motivo de alarma: que habia desarmado
los que en calidad de presentados, ó prisioneros de
Buenos Aires, existían en sus filas; que habia dado órde­
nes á las autoridades de la campaña de obedecer al
Gobierno de Buenos Aires, y que habia hecho todo
cuanto podia exigirse de su fé, en honor del Gobierno
y pueblo de Buenos Aires, pero que algunos rumores
de hechos de funcionarios dependientes del Gobierno, le
obligaron á enviar cerca de mí en calidad de Comi­
sionado al Sr. Dr. D. Daniel Araoz, á solicitar mi in­
terposición para alejar todo recelo, añadiendo que si
era necesario esperaba que yo acreditase al Dr. Araoz
como Comisionado de S. E. cerca del Excmo. Gobier­
no de Buenos Aires.
Me ocupaba yo con el Sr. Araoz de los diferentes
objetos de que estaba encargado, cuando recibí la nota
núm. 79, en que el Gobierno me expresa en los tér­
minos más lisongeros, su más sincero reconocimiento
por la mediación del Excmo Gobierno de la República
del Paraguay, y el éxito feliz á que habia tenido la
fortuna de llegar, allanando dificultades que hasta en­
tonces habían parecido insuperables. Esta expresión de
gratitud, hace honor al ilustrado Gobierno y pueblo de
Buenos Aires.
Conferenciando con el Sr. Araoz, tuve la fortuna
— 378 —

de disipar, hasta donde me era posible alcanzar, algu­


nos de los recelos y hechos á que aludia el Sr. Pre­
sidente; pero sintiendo verdadera dificultad para espli-
car o4ros, preferí que el Sr. Comisionado oyese del
gobierno aquellas explicaciones.
En una conferencia con el Gobierno, quedó conve­
nido que el Sr. Araoz seria recibido, y en consecuen­
cia dirigí al Sr. Ministro la nota núm. 80, pidiéndole
me permitiera acreditar al Sr. Araoz cerca del Gobier­
no de Buenos Aires, y que en este caso se sirviese
recabar del Excmo Sr. Gobernador, el que aquel Señor
sea oido personalmente por S. E. El Sr. Ministro me
contestó por la nota núm. 81, lo que habia acordado.
Cuando yo recibí esta comunicación del Excmo.
Gobierno de Buenos Aires, recibí también otra, en que
S. E. el Sr. Presidente de la Confederación, se quejaba
de que al marchar la Escuadra Argentina, á pasar por
Martín García para ir al puerto del Tigre, á auxiliar
el embarque de su ejército, habia tenido que retroceder
porque la escuadra de Buenos Aires le impedia el paso
Con tal motivo escribí la nota núm. 82, y de ello di
conocimiento al Sr. Araoz, para que en sus conferen­
cias obtuviera la satisfacción que S. E. deseaba.
El Dr. Araoz fué recibido el mismo dia 14 por el
Sr. Gobernador y su Ministro, de quienes me dijo
haber recibido explicaciones satisfactorias, y yo escribí
á S. E. el Sr. Presidente la nota núm 83.
Terminada la comisión del Dr. Araoz, pasé al Go­
bierno la nota núm. 84, contestando la nota núm. 79, y
agradeciendo los benévolos sentimientos que en ella
manifiesta.
Bajo el núm. 85 se registra otra nota del Excmo.
Gobierno de Buenos Aires, fecha 18 de Noviembre, en
que al acompañarme un oficio rotulado para S. E. el
Ministro de Relaciones Exteriores de la República del
Paraguay, me incluye la copia núm 86, en que caluro­
samente agradece al Gobierno paraguayo, el éxito de su
— 379 -

acción diplomática en las cuestiones argentinas, y me


pide dé dirección al original en la oportunidad que estime
conveniente.
En la tarde del mismo día 18 el Excmo. Sr.’ Pre-
sidente de la Confederación dejó la rada de Buenos Ai­
res, dirigiéndose al Uruguay, en el vapor de guerra
francés Bisson, y yo me dispuse á dejar también aque­
lla Ciudad para regresar á dar cuenta de la misión con
que el Excmo. Sr. Presidente me habia honrado.
Me ocupaba yo de mi próximo viaje y de agrade­
cer las marcadas distinciones con que había sido favo­
recido por todas las clases del pueblo, cuando comen­
zaron á acudir á mi personas muy respetables, mos­
trando alarmarse porque el Gobierno no cumplía el
pacto según decían. Yo traté de acallar estos recelos
hasta donde me era posible; pero llegado el día 23
aquellas quejas habían aumentado considerablemente, y
en el interés de disipar los temores y el malestar en que
se hallaba aquella población, en una conferencia llamé
la atención del Sr. Gobernador y su Ministro sobre aque­
llos recelos. Mas tarde necesité fijar los puntos de la
misma conferencia, y pasé el documento núm. 87, que
fué contestado por el núm. 88.
Esta contestación dió motivo á la nota núm. 89, en
que me ocupé de los puntos que creí de mi deber no
dejar inapercibidos.
Después de aquella conferencia el Gobierno dictó
los decretos de 23 y 24 de Noviembre, desarmando
la guardia nacional, y convocando la Convención pro­
vincial.
Fijada mi partida de Buenos Aires para el día 29 de
Noviembre, el 28 pasé al Ministerio la nota núm. 90,
avisando que me retiraba del pueblo de Buenos Aires,
poseído del mas vivo agradecimiento por las distinguidas
demostraciones de consideración y aprecio con que habia
sido favorecido por aquel gobierno y los habitantes,
pidiendo al Sr. Ministro de elevar al Excmo. Sr. Gober­
- 380 -

nador la expresión de mi gratitud y aceptarlo también


S. E.
En contestación, recibí la nota que se registra bajo
el núm 91, en que el Sr. Ministro me avisa haber
llevado al conocimiento de S. E. el Sr. Gobernador mi
nota núm. 90, y haber recibido orden para decirme que
el Gobierno no menos penetrado que el pueblo de
Buenos Aires, de los inapreciables servicios que le
habia prestado, le era grato renovarme una vez mas
su sincero agradecimiento, al desearme un viage feliz,
concluyendo por decirme, que tenia orden para avisar­
me que el Gobierno habia dispuesto fuese acompañado
en mi embarque por el Inspector y Comandante General
de armas, General D. Enrique Martínez, el Capitán del
puerto y el Oficial Mayor de aquel ministerio.
Ante una demostración tan obligante, me apersoné
ante el Excmo. Sr. Gobernador y su Ministro, para
agradecer de viva voz el nuevo testimonio de alto apre­
cio con que quería señalar los servicios que en nombre
de mi Gobierno había tenido la fortuna de prestar á la
Nación Argentina, pidiéndole de dispensar la asistencia
de los Sres. de la Comisión que debían acompañarme,
dando por recibida la honra que se me hacia, pero
insistiendo el Gobierno que asi se practicase, á las diez
de la mañana del día 29 me acompañaron hasta el
«Tacuarí» los Señores ya nombrados, con un considera­
ble concurso de caballeros que me dispensaban igual
favor.
De este modo y al eco de una salva de artillería,
y músicas militares con que la plaza me saludó, dejaba
yo las playas de Buenos Aires, cuando el vapor de
guerra «Tacuarí» que me conducía fué inesperadamente
atacado por fuerzas navales de S. M B , que lo persi­
guieron, pretendiendo darle caza y obligándole á regresar
á su ancladero. El Gobierno de la República está ya
en conocimiento de ese hecho atentatorio.
Imposibilitado de seguir viaje por agua, tuve que
— 381 —

salir de Buenos Aires por tierra en dirección al Pa­


raná.
En la Capital Provisoria de la Confederación Ar­
gentina, recibí de parte del Gobierno Nacional todo
género de consideraciones, y de una marcada distinción
El Excmo. Señor Ministro de Relaciones me hizo la honra
de recibirme en el puerto, y conducirme hasta el Con­
sulado del Paraguay en aquella Ciudad.
Allí vino á mi poder la nota que S. E. el Ministro
Argentino, me había dirigido en 17 de Noviembre, y que
vá marcada con el número 92, en que S. E. dice que el
Gobierno Argentino ha visto con la más alta satisfac­
ción que los laudables deseos del de la República del
Paraguay, en favor de la paz interna de la Confedera­
ción confiados á mi, hayan sido coronados por el mas
brillante y completo resultado, y que el Excmo Señor
Vice-Presidente de la Confederación Argentina, en ejer­
cicio del Poder Ejecutivo, avalorando debidamente la
importancia del servicio prestado á la Confederación, por
la República hermana del Paraguay, y por su represen­
tante, había expedido su Decreto del 15 de aquel mes,
documento anexo número 93, ordenando fuese presen­
tado un voto de gracias en nombre de la Confederación
Argentina al Excmo Señor Presidente de la República
del Paraguay, y á mí, como su Ministro Mediador.
Yo respondí á esta comunicación por la nota número
94, pidiendo al Sr. Ministro se dignase manifestar al
Excmo. Sr. Vice-Presidente, que mi Gobierno recibiría
y apreciaría con reconocimiento la demostración alta­
mente digna que le dirije el Gobierno Argentino; y me
apresuré á agradecer en nombre del Excmo. Sr. Presi­
dente de la República, el voto de gracias que se dirije
á S E. y á mí, Ministro Mediador, añadiendo que la
Nación Paraguaya miraría como uno de sus aconteci­
mientos mas felices la fortuna de haber contribuido á
la unión de los argentinos por tantos años divididos.
Junto con la nota núm. 92, recibí la honrosa carta
— 382 -

que el Excmo. Sr. Dr. D. Salvador María del Carril,


Vice-Presidente de la Confederación Argentina en ejer­
cicio del Poder Ejecutivo, se ha designado dirijirme y
se registra con el núm. 95. En momento de partir ya,
agradecí á S. E. por la carta núm. 96, la calurosa felici­
tación y los conceptos altamente honrosos con que S. E.
me distingue.
Debo notar aquí, que cuando el Excmo. Sr. Presidente
de la Confederación dejó á Buenos Aires, para dirijirse á
su residencia de San José en Entre Ríos, me invitó y
yo ofrecí pasar á visitar á S. E. en aquel destino al
retirarme para esta. El objeto de esta entrevista era
remover cualquiera dificultad que pudiera presentarse en
aquellos dias y lijar las ulterioridades de la paz, que
acababa de firmarse. Cuando me embarqué en el
«Tacuarí», el día 29 de Noviembre pretendía dirijirme
para San José, mi objeto especial se reducía á remover
los derechos diferenciales, que se decía existir aun en
aquella fecha, á pesar de lo que el Excmo. Sr. Presidente
habia ofrecido sobre la misma materia.
Pero forzado á tomar otra dirección y á viajar por
tierra, á consecuencia del ataque de la marina británi­
ca, contra el vapor Tacuarí que me conducía, seguida­
mente á mi llegada al Paraná, traté de conocer la dis­
posición del Gobierno Nacional, y este me comunicó su
resolución de levantar los derechos diferenciales para
Buenos Aires.
Conseguido ya el objeto principal que debía llevarme
ante S. E. el Sr. Presidente de la Confederación, no me
quedaba sino reiterar á S. E. mis sentimientos de gra­
titud por el favor con que me habia tratado y pedir sus
órdenes, y siéndome necesario llegar aquí á dar cuenta
de mi misión al dejar la Ciudad del Paraná, dirijí al Sr.
Presidente la carta núm. 97.
Los términos tan dignamente honrosos con que los
Excmos. Gobierno de la Confederación y Buenos Aires
agradecen á mi Gobierno y á mí, como su representante,
— 383 -

los esfuerzos empleados por la paz, habrán compensado


mis trabajos, si como lo deseo, mereciesen la aprobación
del Excmo Sr. Presidente de la República del Paraguay,
en cuyo augusto nombre he rendido á los pueblos ar­
gentinos los servicios que han contribuido á la paz,
que seha ajustado, y por cuya permanencia haré siem­
pre mis mas fervientes votos
Asunción, Enero 5 de 1860.

Francisco S. López.
— $84 —

CONCLUSION

Siempre es provechoso el verdadero conocimiento


de los hechos, de los sucesos y de los acontecimientos
que constituyen parte muy principal de la historia de
un pueblo ó de una Nación.
Y por esto es obligación que se impone á los que los
presenciaron ó tomaron parte en ellos restablecer la
verdad alterada, ó completamente falseada por el encono
del partidismo, ó por la envidia, ó la venganza de ofensas
supuestas ó reales.
Muchos años han corrido desde el asesinato del
General Urquiza y aún continua la mentira ocupando el
lugar de la verdad sobre los más notables sucesos y
acontecimientos que dieron por feliz resultado la cons­
titución de la república y organización nacional.
Sarmiento aseguró que el verdadero autor de la
revolución contra Rosas y Oribe, fué el Emperador del
Brasil. Y sin embargo, ese suceso se inició y se realizó
por el General Don Justo José de Urquiza. La acción
del Emperador del Brasil, en aquel acontecimiento,
empezó el mes de Mayo de 1851, en sus últimos dias,
y la revolución se proclamó solemnemente el Io de ese
mes, y ya era un hecho desde el 5 de Abril. En esa
fecha el General Urquiza dirigió á los gobernadores de
todas las Provincias el primer documento, con que
inició la revolución El Dr. Saldias cita un parráfo de
esa circular (pág. 238, tomo 5o, Historia de la Confed.
Arg.) pero no atribuye al General Urquiza la iniciativa
de la revolución.
La exactitud histórica exige no dejar duda so­
bre ese punto de partida de nuestra organización na­
cional.
Conviene, pues, ampliar la prueba.
La circular, citada, figura en el libro en que el
Ministro Galan hizo copiar los borradores de la corres­
pondencia del General Urquiza (de 1850 á 1853) con
- 385 -

fecha tres de Mayo; pero el Dr. Saldias por lo general


tan bien informado asegura que es de 5 de Abril.
Un mes de diferencia no importa para demostrar
Ja inexactitud de Sarmiento; puesto que el tratado con
el Emperador del Brasil fué celebrado en Montevideo
el 29 de Mayo y ratificado el 8 de Julio por el
Emperador.
El General Urquiza habia iniciado la negociación
en Abril; y no contaba con el Brasil para triunfar ó
someter á Oribe. Por eso fué que sin tener noticia de
la ratificación del tratado de alianza, pasó el Rio
Uruguay con el ejército, compuesto de 5000 entrerrianos
y 1300 correntinos, el 18 de Julio.
La circular fué la siguiente: —
« Mayo 3 de 1851. Circular. - A los Excmos. Go­
ce biernos de las Provincias de la Confederación. Ha
« llegado el momento de poner coto á las temerarias
« aspiraciones del Gobernador de Buenos Aires, quien
« no satisfecho con las inmensas dificultades que ha
« creado á la República por su caprichosa política,
« pretende ahora prolongar indefinidamente su dictadura
« odiosa, reproduciendo la farsaicas denuncias á fin de
« que los Gobiernos Confederados por temor, ó interés
« mal entendido, encabezen el suspirado pronuncia-
ce miento que lo coloque de hecho, y sin responsabilidad
« alguna en la silla de la Presidencia Argentina. La
« Provincia de Entre Ríos que ha trabajado tanto, á la
« par de sus hermanas las del interior y litorales, por
« el restablecimiento de la paz, en la dulce esperanza
ce de ser con ella constituida la República, se ha desen-

« ser necesaria la persona de Don Juan Manuel de


« Rosas á la Confederación Argentina, es ella por el
« contrario el único obstáculo á su tranquilidad, orden
« y futuro engrandecimiento. Colocado el infrascripto
«al frente de los destinos de un pueblo generoso y
« valiente, ha sufrido impasible la acción funesta del
25
— 386 -

« poder despótico, con que el Encargado de las Rela-


« ciones Exteriores ha querido perpetuar su dominación
«en todo el territorio Argentino; y cansado yá de
« esperar un cambio, una modificación racional en la
« política del General Rosas, ha resuelto al fin po- ‘
« nerse á la cabeza del gran movimiento de libertad
« con que las Provincias del Plata deben sostener sus
« creencias, sus principios políticos, sus pactos fedéra­
te ti vos, no tolerando por más tiempo el criminal abuso
« que el Gobernador de Buenos Aires ha hecho de los
« altos, imprescriptibles derechos, con que cada sección
« de la República contribuyó por desgracia á formar
« ese núcleo de facultades, que el General Rosas ha
« extendido al infinito, desarrollándolo en su provecho y
« en ruinas de los intereses y prerrogativas nacionales.

« En virtud de estas serias consideraciones, el


« infrascripto espera que V. E., como representante de
« la Soberanía Territorial de esa heroica Provincia
« Argentina, no se plegará á las insidiosas sugestiones
« del Gobernador de Buenos Aires, ni continuará pres­
te tando su adquiescencia á las deliberaciones oficiales
« del General Rosas, cuya caída es un resultado necesario
« del poder de las cosas, y el triunfo de la justicia
t< pública tarde ó temprano es condignamente satisfecha.
« V. E. no ha menester de recurrir á las armas para
« sostener una declaración semejante. Las lanzas del
« Ejército Entrcrriano, y las de sus amigos y aliados,
« bastan por si solas para derribar ese poder ficticio del
« Gobernador de Buenos Aires, apoyado únicamente en
« el terror, y cu la desmoralización que ha tenido la
« execrable habilidad de difundir en lodo el territorio
« de su mando. Persuadido V. E. de la necesidad de
« retirar las íacultades delegadas en la persona del
« General Rosas para la dirección de los asuntos gene-
« rales de la República, y declarado solemnemente así,
« está ya decidida y ganada la gran cuestión Argentina.
« Porque el Ejército de Entre-Ríos no se hará esperar,
387 —

« siempre que el General Rosas insista en sus absurdas


« tiránicas pretensiones, y no ceda ante el poder omni-
« potente de la opinión nacional, que lo rechaza y que
« será sostenida por las lanzas y bayonetas vencedoras
« en la parte Oriental y occidental del Plata. El acri-
« solado patriotismo de V. E. y los importantes servicios
« que ha prestado á la Confederación Argentina, justifican
« la esperanza que abriga el infrascripto de obtener su
« cooperación, para llevar á cabo el noble y generoso
« pensamiento del salvar á las Repúblicas del Plata del
« abismo profundo á cuya sima las conduce aeelerada-
« mente el genio maléfico que preside en los consejos
« del Gobernador de Buenos Aires. Dios guarde á V. E.
« muchos años. Justo José de Urquiza —Juan Francisco
« Seguí.—Secretario.
La confrontación de las fechas del pronunciamiento
(Io de Mayo) y del tratado con el Emperador del Brasil
(29 de ese mes) constituiría suficiente- prueba de haber
tenido la iniciativa el General Urquiza con respecto al
Emperador.
Pero como el asunto es de gran importancia histórica
ademas para las Provincias de Entre Ríos y Corrientes,
vamos á ofrecer el testimonio del Agente de que se valió
el General Urquiza al iniciar la negociación de la
alianza.
Don Antonio Cuyas y Sampere era un español,
antiguo comerciante y estanciero de Gualeguay, cuya
honradez jamas se puso en duda.
En sus memorias, impresas en su país, dá todos
los detalles de la iniciativa, asegurando que desde Agosto
del año de 1849 el General Urquiza había resuelto utili­
zar sus servicios; pero sin darle autorización oficial
hasta fines del mes de Marzo de 1851 pág. 213.
¿Cual fué la causa de la demora?.
Fueron varias
En ese año aún no contaba el General Urquiza
con la plena seguridad de la alianza con Corrientes,
- 388 —

Rosas habia agasajado mucho á los Virasoro y parti-


culamente al Coronel Don Miguel, el mayor de los
hermanos.
Tampoco contaba con muchos jefes de importancia
que eran partidarios de Oribe; aunque se manifestaban
desagradados reservadamente por la sumisión de Oribe
á Rosas. El General Don Eugenio Garzón, el compañero
y el amigo intimo del General Urquiza, tenia ya trabajos
muy adelantados con esos jefes; pero habia necesidad
de asegurar el éxito.
Conocemos bien estos detalles por manifestaciones
confidenciales del mismo General Urquiza.
Es posible, y aún probable que el Gobierno de
Montevideo y del Brasil hubiesen proyectado su alianza
con el General Urquiza, porque no era un misterio en
el año de 1849 que las relaciones entre Rosas y Urquiza
se conservaban nada más que oficialmente; pero ningún
agente brasilero entonces inició la negociación. Fué,
sin duda, el General Urquiza, conociendo la tirantez de
relaciones entre Rosas y el Gobierno del Brasil, quien
encargó á Cuyas, sin carácter oficial y solo verbalmenle
que insinuara de su cuenta el asunto al encargado de
negocios del Brasil.
De la página 211 délas memorias de Cuyas, tomamos
lo siguiente, en que explica el tiempo y la forma en
que empezó la negociación.
« En efecto hasta el 2G de Marzo de 1851, lodos
« los trabajos que se hicieron, ya cerca del Dr. Don
« Manuel Herrera y Obes, Ministro de Relaciones Exte-
« riores de la República, del Dr. Don Valentín Alsina,
« redactor del Comercio del Plata, y aun del mismo
« Silva Pontes, representante del Brasil en aquella
« Capital, y otras personas influyentes, fueron hechos
« por mi cuenta, como de iniciativa particular, sin afectar
« la responsabilidad del General, que no habia soltado
« aún prendas que lo comprometiesen; asi como yo no
« escribía, ni decia nada que pudiese hacer sospechar
' — 389 —

« la existencia de un plan dirigido á la formación de la


« triple alianza.
« El 26 del mismo Marzo me mandó el Comandante
« Fraga de Gualeguaychú una comunicación con una
« lira escrita de puño y letra del Dr. Seguí, sin fecha
« ni firma, invitándome á pasar al citado pueblo de
« Gualeguaychú para el arreglo de un negocio, como
« tengo explicado en el curso de estos apuntes históricos.
« En este viaje me encargó el General, de palabra,
« que tantease la disposición del Encargado de Negocios
« del Brasil en Montevideo, con mucha reserva y sin
« comprometerlo. Regresé á esa Capital á mediados
« de Abril, y en una de aquellas noches celebré la
« conferencia con Silva Pontes, que tengo antes des­
ee crita, terminándola con el ofrecimiento de mis servicios
ee al Gobierno Imperial.

ee Se dió cuenta, y llegó la aceptación á primero


e< de Mayo; (1) parto inmediatamente para Entre Ríos
ee y regreso con la carta de crédito, que han visto ya
ee mis lectores, primer documento de responsabilidad
e< que firmó el General con referencia á tal negociación.»

La carta de crédito es de fecha 13 de Abril.


Es evidente, pues, que el Io de Mayo de 1851 ninguna
gestión había hecho el Emperador del Brasil cerca del
General Urquiza,
Que D. Andrés Lamas, Don Manuel Herrera y
Obes y tal vez el Emperador hubieran proyectado buscar
la cooperación del General Urquiza, puede ser; pero la
verdad es que el tal proyecto no se había realizado.
Del tenor de las instrucciones escritas, que dió el
General Urquiza á Cuyas, resulta que no consideraba
indispensable contar con el ejército brasilero para
emprender su campaña contra Rosas. Solo requería
la cooperación de ki Escuadra.
(I) X. El primero de Mayo, el Gcnor.il Urquiza ya liabia proclamado la
revolución, sin esperar la cooperación del Brasil, porque los sucesos la preci­
pitaban y contaba con el Paraguay, que le faltó.
— 390 -

La credencial y las instrucciones son las siguientes:


« ¡Viva ’a Confederación Argentina!.
« Cuartel General en San José. Abril 13 de 1851.
« Al Señor Rodrigo de Sonsa de Silva Pontea, Encar-
« gado de Negocios de S. M. el Emperador del Brasil.
<• Sr. El Sr. D. Antonio Cuyas y Sampere, portador
« de la presente lleva instrucciones mias para hacer á
« V. E. revelaciones importantes.
« En su consecuencia, suplico á V. S. se sirva
« darle crédito á cuanto exponga á mi nombre. Soy
« de V. S. muy A. S. Jus'lo J. de Urquiza. »

Instrucciones

« Breves apuntes para el uso privado de D. Antonio


« Cuyas y Sampere:
«No deben el Brasil ni la Confederación Agentina
« invadir el territorio Oriental, sino en el últimro caso.
« No debe permitirse que Rosas se apodere de los ríos
« Uruguay y Paraná. Para evitarlo basta que la Es-
« cuadra Brasilera se oponga ¿i cualquier movimiento
« de los buques de Rosas, pidiendo explicaciones sobre
« el objeto.
« El Gobierno de Montevideo debe estar preparado
« para hostilizar á Oribe, cuando se le avise; y en caso
« que este General se mueva del Cerrito, deben tirotearlo
« no más, sin comprometerse en un lance decisivo.
« Buques de guerra: uno en Martín García.
« Una estación frente á Buenos Aires, en observa-
« ciun de cualquier movimiento hostil del Gobernador
« de aquella Provincia.
« Las infanterías de Montevideo á disposición del
« General Garzón, si fuese necesario.
« Materiales para el manifiesto.
« Deben escribir á Chile y Bolivia, induciendo á los
- 391 -

« Gobernadores de ¡as Provincias confederadas á seguir


« el pronunciamiento de Entre Ríos contra Rosas, sin
« ajarlos, y limitándose solo á persuadirlos de la con-
« veniente necesidad en que se hallan de retirar las la-
« cultades delegadas en Ja persona de Rosas, de cuyo
« derrocamiento está encargado el General Urquiza en
« combinación con el Brasil y Paraguay».
« Si llega el caso de hacer reclamaciones, el Encar-
« gado de Negocios de España debe hacerlas á la per-
sona del General Rosas sin incluir á la Confede­
ración.»
La instrucción que antecede, marcada con el núm.
121, es copia exacta de la original, redactada por el
Dr. D. Manuel Leiva, con excepción del último artículo
que es de puño y letra del Dr. Seguí.

II .

Hasta la gloria del triunfo en Caseros pretendió la


impostura negarle al General Urquiza. En los dias del
golpe de estado se hizo correr la especie de que un
jefe subalterno, con una indicación oportuna al Coronel
Chenaut, habia decidido el triunfo. La mentira resul­
taba absurda y ridicula; pero la antipatía contra el
Libertador daba cabida al cuento, á pesar de la repu­
tación militar del General Urquiza.
En primer lugar, el Coronel Chenaut era un experto
y aguerrido jefe que se habia hallado en más de veinte
batallas desde la guerra de la Independencia, habia sido
cuatro veces jefe de Estado Mayor á las órdenes del
General Paz, que lo consigna con elogios en sus me­
morias. En Caseros era el jefe de los ayudantes del
General Urquiza, por cuya orden recorría la extensa
linca de batalla á fin de que todos los jefes de división
cumplieran la parte suya oportunamente.
No es verosímil, pues, que Chenaut necesitara la
indicación de un subalterno, que solo mandaba seis
- 392 -

piezas de artillería, para que avanzara su ataque la


división brasilera.
Conocimos entonces de vista al Coronel Chenaut,
y después en el Paraná siendo diputado. Era de
carácter jovial, y alguna vez le oímos burlarse del
cuento.
¿Una demora en la división brasilera?
El General Márquez que la mandaba era uno de
los militares distinguidos del Imperio; y por cierto que
el incidente no había escapado ni á la pericia de ese
General, ni al Gral. Piran, ni al hábil Ayudante del
Gral. Urquiza, cuya misión, al recorrer la linea de ba­
talla, tenia por fin principal hacer ejecutar el plan or­
denado por el General en Jefe.
Referia el Coronel Chenaut, que, luego de producida
la derrota de las fuertes divisiones de la caballería de
Rosas, le ordenó el General Urquiza que recorriera
la linea con el fin indicado, llevando á los principales
jefes la noticia del triunfo sobre el costado izquierdo
del ejército de Rosas: que habló con el General Piran,
Jefe de la artilléria, en momentos que hacia ordenar
al Comandante Mitre que adelantara con su batería;
pero que no se detuvo á conversar con este.
¿Qué pudo advertir el Jefe de una batería que no
hubiera notado el General Pirau y el experto y reputado
Coronel Chenaut.

III

Después del triunfo quedaba á realizar la parte po­


lítica del programa revolucionario. Para el feliz éxito
tuvo el Libertador que vencer más dificultades, que
para vencer á Oribe y á Rosas.
No habiendo conseguido asesinarlo, los mas favo­
recidos por la libertad, del grupo que se hizo separa­
tista, trabajaron por su desprestigio, al dia siguiente
de ponderar sin límites los beneficios que todas las
. _ 393 —

Provincias debían recoger por la victoria de Caseros;


acentuando como las mas transcendentales la futura
Constitución de la República y su organización. Ellos
mismo trataron de estorbarla, mandando una invasión
alevosa contra Entre Ríos, para disolver el Congreso
Constituyente; y fracasada esa criminal intentona, pre­
tendieron despedazar la Patria, buscando la indepen­
dencia de Buenos Aires. La pasión y la sugestión les
ha eligido monumentos á algunos de esos extraviados.
No los tienen, sin embargo, ni el Dr. Florencio Varela,
ni el General que libertó á las provincias de la humillante
tiranía de Rosas
« Muerto á la liberlad, nació á la historia», dijo el
poeta Mármol, al depositar en el cementerio el cadáver
del Dr. Varela.
La historia no lo ha olvidado, pero los congresos
argentinos le deben un grandioso monumento, porque
fué grande, su acción contra Rosas y Oribe, y grande
su sacrificio. Por eso lo asesinaron. Fué el primero
que en repetidos escritos explicó á las Provincias las
ventajas que conseguirían de la libre navegación de los
ríos y del verdadero sistema federal, que explicó en
interesantes artículos, demostrando el contraste lamen­
table que resultaba al compararlo con la feroz dictadura
de Rosas.
La organización de la Nación, sobre la base del
tratado de Enero de 1831, fué preconizada por él, antes
que ningún otro escritor de los que combatieron a Rosas.
Justo es recordarlo en un libro que narra los orígenes,
los sucesos y la actuación de los que contribuyeron á
realizarla.

IV

La vida constitucional de la República se inició en


1813 con el proyecto presentado por la Comisión especial
nombrada con ese objeto en 1812, y con algunas de
— 394 —

las leyes de la Asamblea de aquel año. Ella sancionó


leyes (con el modesto título de decretos), que iniciaron
en forma solemne la nacionalidad de las Provincias del
Rio de la Plata, como un solo Estado con soberania
independiente del Rey de España.
En la primera sesión, la Asamblea decretó:
« Que residía en ella la representación y el ejercicio
de la soberania de las Provincias Unidas del Rio de la
Plata. »
Creó un Supremo Poder Ejecutivo.
Por decreto de 3 de Febrero se dispuso que ningún
europeo podia ser empleado sin obtener carta de ciuda ­
danía; fijándose 15 dias de término para su vigencia
en la Capital (Buenos Aires) y tres meses para las
Provincias. Esto importaba crear la nacionalidad con
ciudadanía propia.
Estos son los orígenes de nuestra vida nacional,
aunque la fórmula solemne se demoró hasta 1816.
El 8 de Marzo decretó la Asamblea:
« Los Diputados de las Provincias Unidas son Di-
« putados de la Nación en general, sin perder por esto
« la denominación del pueblo á que deben su nom-
« brainiento».
Hasta entonces, el representante del Papa en Es­
paña ejercía autoridad en los pueblos de que se formó
la Nación Argentina. La Asamblea creó la Iglesia
Nacional, disponiendo.
«Que el Nuncio Apostólico residente en España,
« no pueda ejercer acto alguno de jurisdicción en el Es­
pado de las Provincias Unidas del Rio de la Plata».
« Que las comunidades religiosas de las Provincias
« Unidas del Rio de la Plata, quedan en absoluta indepeu-
«denciade todos las prelados existentes fuera del terri-
« torio del Estado».
Varias fueron las sanciones de carácter orgánico,
que dictó la memorable Asamblea.
En la sesión del dia 11 de Mayo dispuso, que la
- 395 —

única canción de las Provincias Unidas fuese la presenta­


da por Don Vicente López, en cuyos primeros versos se
anuncia al mundo.
« Una nueva y gloriosa Nación.»
Y los libres del mundo responden
¡Al gran pueblo Argentino, salud!
Y antes de la proclamación solemne de nuestra
Independencia, ya tenían las Provincias y nuestras
tropas en uso una bandera nacional. En la sesión del
25 de Julio de 1816, el Congreso nacional dió el siguiente
decreto:
« Elevadas las Provincias Unidas en Sud-América
« al rango de una Nación, después de la declaratoria
« solemne de su Independencia, será su peculiar distintivo
« la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta
« el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente
«en los ejércitos, buques y fortalezas, en clase de
« bandera menor, ínterin sea decretada al término de las
« presentes discusiones la forma de Gobierno mas con-
« veniente al territorio, y se fijen conforme á ella los
« jeroglíficos de la bandera nacional mayor.»
Varias causas interrumpieron las difíciles tareas de
constituir y organizar la Nación.
El Dr. Don Vicente Fidel López, las ha explicado
bien (salvo su apasionamiento contra los caudillos) en
el tomo 5o de su historia de la República Argentina.

El carácter centralista de las leyes fundamentales y


orgánicas del primer periodo de nuestra vida nacional,
desapareció al fin en nuestras luchas civiles, hasta el
punto de conservarse únicamente el vínculo de la na­
cionalidad, por esa atracción que impone el sentimiento
de la propia conservación en presencia de los peligros
inminentes, que amenazan la existencia; y eso solo en
parte. Fracciones importantísimas habían dejado de
— 396 —

formar parte de lo que nuestro himno nacional llamó


el gran pueblo argentino.
En 1830 solo quedaba una sombra de la Nación
Argentina; y á no estipularse el tratado federativo de
4 de Enero de 1831, solo habría quedado el nombre de
la Nación creada por la Asamblea Constituyente de 1813,
y proclamada solemnemente en 1816.
El glorioso triunfo contra Rosas en 1852 fué el
punto de partida, para constituir y organizar con carácter
definitivo la Nación. De ese acontecimiento surgió nue­
vamente á la vida de la libertad, del derecho y de la
justicia el pueblo argentino.
Los constituyentes de 1813 y el Libertador son,
pues, los fundadores de la nacionalidad constituida en
el sistema federativo.
Alguien ha dicho que Don Juan Manuel de Rosas
fué el fundador de la Confederación Argentina.
El inventó la frase.
Su sistema de gobierno solo tenia de federal el
nombre; de bárbaro y despótico tenia las entrañas y la
sangre.
Durante el periodo de nuestra guerra civil, política
y social, los vínculos de la nacionalidad se disgregaron
hasta disolverse. En 1819 se proyectó reanudarlos; pero
sin conseguirlo. En 1825 y 1826 la guerra con el Brasil
nos reune nuevamente; pero en 18¿7, con la disolución
del Congreso nacional, á cuya mayoría le faltó criterio
político y social, la nacionalidad solo quedó como una
generosa aspiración frustrada por la Dictadura
Vamos á trascribir lo que sobre tan trascendenta
materia escribía el Dr. Don Florencio Varela en el mes
de Noviembre de 1846.
« A la renuncia del Presidente de la República, si-
«guió muy luego la disolución del Congreso en 18 de
« Agosto de 1827; y las Provincias volvieron nuevamente
«al aislamiento completo en que se hallaban antes de
«1824. Ningún vínculo de unión quedó existente entre
— 397 —

«ellas. (1) El Coronel Don Manuel Dorrego, gefe del


« partido federal en el Congreso, donde era Diputado por
«Santiago del Estero, fué elegido Gobernador de la
« Provincia de Buenos Aires».............
« Entre tanto, es evidente que, á la disolución del
« Congreso, en 1827, tampoco quedó existente vínculo
« alguno de unión, y mucho menos federal, entre las
« Provincias Argentinas: «Comercio del Plata» de 11 de
« Noviembre de 1846.»
A fines de 1827 se trató de reunir un Congreso
Constituyente en Santa Fé. Muchas Provincias man­
daron allí sus Diputados; pero nunca estuvieron todas
representadas. Tucuman, Salta y algunas otras no
mandaron sus representantes; y al fin después de un
año de tramitación se disolvió ese Congreso.
El tratado de 4 de Enero de 1831, celebrado entre
las litorales, contiene el compromiso de fundar una
República Federal; pero ese Congreso recien se reunió
en 1852, porque Rosas lo estorbó antes.
De consiguiente, ese es el Congreso que ha fundado
esta nación, que se había disuelto; aunque siempre con
el propósito de constituir un solo Estado.
Después de disuelto el último Congreso (Í827) en el
que estuvieron representadas todas las Provincias, estas
no se consideraron formando una sola nación. Cada una
tuvo su escudo y su bandera y daban carta de ciudada­
nía.
En Julio del año de 1833, la Sala de Representantes
de Buenos Aires dictó una ley, mandando que la Co­
misión de Negocios Constitucionales presentara un pro­
yecto de Constitución para la Provincia, bajo la forma
representativa republicana.
El artículo 3o de esa ley dice:
« Será un articulo Constitucional, que la Provincia
(l) Nota del autor.—Nos quedaba la canción patria y los sacrificios y glorias
comunes durante la guerra oon los ejércitos del Rey de España.
El Símbolo de esas glorias también desapareció. Solo lo usaba Corrientes,
como emblema de lá libertad contra la tiranía de Rosas.
— 398 -

« no se reunirá en nación, sino bajo la forma federal,


« en conformidad con los pactos que tiene celebrados
« con las Provincias hermanas.
Luego la legislatura de Buenos Aires no se consi­
deraba en nación. (1).
Lo mismo pensaban las otras Provincias. Sus pactos,
sus tratados eran compromisos de fundar nación, sin
ninguna duda, porque esta se habia disuelto.
Vi

Sancionada la Constitución, era necesario sancionar


las leyes fundamentales del organismo administrativo,
para que el Gobierno creado por ella empezara su
vida politica, administrativa y social.
Disuelta la Nación desde 1827, no habia tesoro nacio­
nal, y fué necesario crearlo. Para eso se dictó la ley de
Aduana y el Estatuto de Hacienda y Crédito.
No habia Capital para la residencia del Gobierno.
Buenos Aires habia rechazado, con la Constitución, la
ley que designó esa Ciudad para capital permanente.
A satisfacer tan premiosa necesidad se sancionó la
ley de capital provisoria.
Difícil de solución acertada era el problema; y por eso
la Comisión especial, que se nombró para presentar el
proyecto, oyó la opinión de todos los Diputados antes de
expedirse. En las paginas 317 á 320 del 2o tomo hemos
expuesto las razones que decidieron á fijar la Capital pro­
visoria en el Pavana, federalizando toda la Provincia.
A consecuencia de la federalizacion, un año después,
(1855) empezaron á cerrarse las escuelas de campana,
porque las rentas no alcanzaban para las necesidades
urgentes de la Nación, y en consecuencia los maestros
no podían pagarse.
Alguna vez el Presidente de la República dispuso de
dinero suyo para urgencias nacionales.
(1) Conviene tener presente la diferencia entre la idea de Nacional y de
nacionalidad.
- 399 —

Los sueldos de los altos funcionarios públicos eran


modestísimos. Los Senadores y los Diputados tenían
de sueldo 250 pesos, que no siempre recibían mensual­
mente. Sin embargo concurrían asiduamente á desem­
peñar sus funciones.
Sin la federalizacion de la Provincia de Entre Ríos,
el Gobierno Nacional, que no tenia tesoro, ni crédito, al
empezar, no habría podido marchar.
Dejo narrado con sinceridad quiénes organizaron la
República y con qué escasos medios.
INDICE

organización NACIONAL — TOMO 4º.

DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS

JUSTIFICACIÓN
Página

Juicio del autor sobre el General Urquiza. — Condiciones


del hombre de estado y del grande hombre. — Su
aplicación al General Urquiza. — Su diferencia con
Don Bernardino Rivadavia. — Juicio del Dr. Carriego.
— Juicio del General Don Carlos Alvear sobre las
condiciones militares del General Urquiza.—El Doc­
tor Don Benjamín Victorica. — Su importante actua­
ción en la gran obra de la Organización Nacional. .. 2

Organización de los Ministerios....................


Ministerio del Interior................................... 3
Ministerio de Relaciones Exteriores............ 4
Ministerio de Hacienda................................................. 6
Ministerio de Justicia, Culto é Instrucción Pública.. 7
Ministerio de Guerra y Marina.................................... 9

Sanciones del Congreso Nacional en el año 1856 .. .. 12


Ley orgánica de la Justicia Federal. — Discurso del doc­
tor Zapata (1857)............................................................ 16
Documentos sobre la misión Peña (Don Juan Bautista) —
Instrucciones reservadas del Gobierno de Buenos
Aires. — Se le recomienda que sobre la integridad
nacional se limite á oir, sin proponer nada (1856).. 27
Memorándum presentado al Ministro de Relaciones Exte­
riores por los Comisionados del Gobierno Nacional. 45
Invasión del Coronel Don Bartolomé Mitre al territorio
de Santa Fe — Nota del Coronel Mitre. — Notas del
Gobierno de Santa Fe.— Notas del ministro doctor
Valentín Alsina, contestando el reclamo del Gobier­
no Nacional.— Carta de don Nicasio Oroño al Co­
ronel Paunero (1856)..................................................... 52
— 402 —
: Página

Denuncia de los tratados. — Acuerdo del Gobierno Na­


cional.— Circular del Ministro del Interior á los
Gobiernos de las Provincias. ....................................... 80
Nota del Gobierno Nacional dirigida al de Buenos Aires,
invitándole á que convoque al Pueblo de la Provin­
cia, para que se propongan reformas ó se acepte la
Constitución Nacional.— Contestación atribuyéndose
la iniciativa: (que jamas hizo). — El Gobierno Nacio­
nal reifera su invitación para que el de Buenos Aires
proponga un medio eficaz para realizar la unión
de Buenos Aires á la Nación — El Gobierno de Bue­
nos Aires devuelve la nota á pretesto de ofensiva.
El Gobierno Nacional insiste sin éxito (1857).. .. ^3

SOBRE LAS INVASIONES DE INDIOS

Nota del Gobierno de Buenos Aires.— Contestación del


Gobierno Nacional (1858).. .. ................ 107
Nueva invitación del Gobierno Nacional para que el
Pueblo de Buenos Aires revise la Constitución.—
Negativa del Gobierno de Buenos Aires (1858).—
Nota del Ministro del Interior en la que rectifica
errores de la nota del Gobierno de Buenos Aires.—
Réplica de éste............................................................ 113

Circular del Ministro del Interior, esplicando á las Pro­


vincias la conducta del Gobierno de Buenos Aires.
— Causas que prepararon la guerra de 1859............. 138
Notable carta del doctor don Salvador M.a, del .Carril
á los Gobernadores de las Provincias (1838). .. .. 145
Asesinato del General Benavides.— Intervención en San
Juan, instrucciones.— Carta de la señora viuda al
General Urquiza.— Contestación del General Urqui­
za.— Prisión de algunos de los asesinos.— Su indulto. 156

Mediación del Ministro de Norte América cerca del Go­


bierno de Buenos Aires. — Memorándum. — Mala fé
del doctor Véles Sarsfield. El Gobierno de Buenos
Aires hace imposible el resultado de la mediación. 166

Ley del Congreso Nacional autorizando al Presidente de


la Repúllica para realizar la integridad nacional,
por las vías pacíficas ó por la guerra........................ 189-
— 403 -
Página

Mediación del Gobierno del Paraguay.— El Gobierno


Nacional acepta la mediación (6 y 7 de octubre de
1859).— Nota del Ministro del Paraguay al General
Urquiza.— Contestación del General.— El Mediador
propone una suspensión de armas, que acepta el
General Urquiza, y rechaza el Gobierno de Buenos
Aires en su comunicación de la página 197.............. 190
Nota del Mediador respecto del rechazo que hizo el Go­
bernador de Buenos Aires del Doctor Don Benjamín
Victorica. — Retificación al Doctor Véles Sarsfield .
Nota dirigida al Mediador por el Gobierno de Buenos
Aires, aceptando el nombramiento de comisionados
para tratar coh el Generat Urquiza.— La nota es del
25 de octubre, dos días después de la batalla de
Cepeda.......................................................................... 201

PARTES OFICIALES
Combate de Martín Garcia. .. 211
Parte de la batalla de Cepeda, fechado al día siguiente. 215
Nota del Secretario del General Urquiza dirigida al Mi­
nistro de la guerra. .. .... I 220
Parte del General Mitre al Gobernador de Buenos Aires,
el 8 de Noviembre.................................... 226
Observaciones del autor sobre los partes y sus diferencias. 250
Otros documentos sobre la Mediación del Paraguay. .. 254
Falsas imputaciones del doctor Véles Sarsfield contra el
General Urquiza....................................... 276
El 25 de Octubre el Gobierno de Buenos Aires aceptó
el nuevo ofrecimiento del Paraguay.— El Ministro
Véles Sarsfield le dice al Mediador, que antes de
declarar la guerra el General Urquiza no habia
dado paso alguno por la paz. Consta lo contrario
en muchos documentos.............................................. 279
Pacto del 11 de Noviembre (1859) celebrado con el
Gobernador que sucedió al Dr. D. Valentín Alsina. 280
El Gral. Urquiza empezó á ejecutar el Pacto el dia 15. 285
Nota de agradecimiento al Mediador, dirigida por el
Gobierno de Buenos Aires...................... ................. 286
— 404 —
Página

Algunos funcionarios subalternos del Gobierno de Buenos


pretenden obstaculizar el cumplimiento del Pacto . 288

Explicaciones del Gobierno de Buenos Aires .. 291

Protocolo de las conferencias del Pacto de Noviembre .. 293

El General Urquiza como muestra de su agradecimiento,


regala al Mediador la espada que usó en la batalla de
Cepeda................................................... . ................. 315

Nota del Ministro Paraguayo al Gobierno de la Confede­


ración. — Carta del Vicepresidente al Ministro del
Paraguay.— Contestación.— Nota del Ministro despi­
diéndose del General Urquiza...................................... 320

La Escuadra de Buenos Aires, situada en Martín García,


intenta estorbar el paso á la Nacional.— Nota del Mi­
nistro de Paraguay.— Comisión del Dr. Alvarez.—
Nota del Ministro Texedor............................................ 326

Notable Memoramdum del Ministro del Paraguay General


Francisco S. López................. ............................... 338

CONCLUSION

Motivos que han dicidido al autor á escribir sobre la


Organización Nacional.— La gloria de la Revolución
contra Rosas y Oribe atribuida por Sarmiento al
Emperador del Brasil.—Pruebas en contrario.—Me­
morias de Don Antonio Cuyas y Sampere. — Instruc­
ciones que recibió del Gral. Urquiza el 13 dé Abril
de 1851—Sobre el triunfo de Caseros.—El Coronel
Chenaut.— Invasión á Entre Ríos contra el Congreso
Constituyente.— Recuerdo del Dr. Don Florencio
Varela.—Origen de nuestra vida política constitu­
cional.— Desaparición completa del vínculo nacional—
Necesidad de establecer la Capital Provisoria en
Entre Ríos....................................................................... 384

FUS!

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