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Sesión 4. Territorios Del Deseo - Geogrfías Fantásticas

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Celee con ganas: Café literario 2023-II

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U. del Rosario

CICLO 1: “EL ACTO CREADOR: MITO Y MAGIA EN LA


LITERATURA”
SESIÓN 4: “TERRITORIOS DEL DESEO: GEOGRAFÍAS
FANTÁSTICAS”

La torre de Babel (1563) – Pieter Brueghel el Viejo

“Su taller era un gran desván oscuro, lleno de libros y aparatos de mensuración. Al aprendiz le agradó su atmósfera
desde el principio. Entre el polvo acumulado y el olor del vino y el queso se deslizaba una fragancia de madera
concentrada que se unía al olor de los manuscritos y las tintas. Un telescopio, cuyo lente apuntaba a un tragaluz,
sobresalí como una insignia. De su estructura central colgaba un tapiz rojo con una traza de diseños que provenían de
Brasil. Varias brújulas ocupaban la mesa. Eran de marfil y cada una, apoyada sobre un estuche labrado en roble,
apuntaba a una dirección diferente. Algo parecido ocurría con los relojes de arena, que marcaban varias horas. Cuando
vio a Le Moyne consternado ante el descarrío de los instrumentos, Tocsin dijo, como si esa fuera la consigna del taller,
que allí se estaba en todas partes y en ninguna; y que el tiempo, así fuera para Dios algo indiviso y eterno, para las
criaturas humanas era solo el capricho y la indecisión”. Pablo Montoya, Tríptico de la infamia (2014).

LA SALIDA DE AZTLÁN – LEYEND AZTECA aves de todo tipo, de pescados de distintos tamaños y
de vegetación hermosa que proveía de todo lo
A través de los relatos de los habitantes originarios, necesario para vivir. Los mexicas le llamaban Aztlán.
los españoles accedieron al conocimiento de la En el imaginario español atravesado por el
leyenda sobre un lugar mítico desde donde los cristianismo, el sitio no podía sino compararse con el
mexicas partieron para fundar la imponente Edén de la tradición bíblica. Algunos cronistas
Tenochtitlán. Escucharon en palabras del propio llegaron a considerar que todo hombre y mujer que
pueblo la historia de su emigración desde el norte que habitaba tal lugar era inmortal y, maravillados, no
después de un largo andar, culminó en el Valle de podían siquiera imaginar un sitio de más belleza y
Anáhuac, pero lo que más les sorprendió fue la abundancia que la propia Tenochtitlán. La búsqueda
descripción del sitio de procedencia de los aztecas: un de Aztlán llevó a inaugurar expediciones de los
islote en medio de un inmenso lago lleno de garzas y conquistadores hacia el norte sin éxito alguno,

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obsesionados con las descripciones que la tradición Y así fue como los mexicas emprendieron su viaje,
nahua mantenía de aquel sitio: el cual duró dos siglos. Durante el trayecto, la tribu
“Allí gozaban de mucha cantidad de patos, de todo deambuló por varios lugares, en busca de lo que hoy
género de garzas, de cuervos marinos y gallinas de representa el escudo nacional. Se encontraron con
agua y de gallaretas. Gozaban del canto y melodía de varios obstáculos durante su travesía, entre ellos,
los pajaritos de las cabezas coloradas y amarillas. tribus con las que se tuvieron que enfrentar
Gozaron de muchas diferencias de hermosos y violentamente para sobrevivir.
grandes pescados. Gozaron de gran frescura de Alrededor de 1323 el viaje llegó a su fin, pues los
arboledas que había por aquellas riberas, y de fuentes aztecas vieron por fin la señal que Huitzilopochtli les
cercadas de sauces y de sabinas y de alisos grandes y había indicado; pero esta estaba en una pequeña isla.
hermosos” (Fray Diego de Durán). Siendo los guerreros que eran, la ubicación del
Según la leyenda, bajo la promesa de símbolo no los detuvo, y comenzaron a construir su
Huitzilopochtli, los mexicas o aztecas (originarios de imperio. El islote encontrado no tenía mucho espacio,
Aztlán) partieron en busca de un sitio idóneo para pero los innovadores aztecas decidieron ampliar su
formar una patria propia. La principal deidad mexica territorio con chinampas, una especie de balsas
no sólo les guio sabiamente a través de su migración, cubiertas con tierra. La ciudad flotante les permitía
evitando su asentamiento en Tula y revelando el lago cultivar cosechas fácilmente, ya que tenía un estable
de Texcoco como el sitio final de su largo andar, sistema de irrigación. Asimismo, su ubicación aislada
también les proveyó de armas y sustento para seguir les ofrecía una ventaja militar y económica, y les
en su camino. permitió quedarse ahí permanentemente.
Para el año 1325 la ciudad estaba bien establecida,
Fue entonces cuando la gente dijo: “Le pondremos
Tenochtitlán en honor a nuestro sacerdote Tenoch, ya
que gracias a él estamos aquí”.

UTOPÍA DE UN HOMBRE QUE ESTÁ


CANSADO – JORGE LUIS BORGES

«Llamóla utopía, voz griega cuyo significado es no


hay tal lugar». Quevedo

No hay dos cerros iguales, pero en cualquier lugar de


la tierra la llanura es una y la misma. Yo iba por un
camino de la llanura. Me pregunté sin mucha
Huitzilopochtli (s. XVI) – Códice Telleriano-Remensis curiosidad si estaba en Oklahoma o en Texas o en la
región que los literatos llaman la pampa. Ni a derecha
Fue en 1111 de la era cristiana, cuando el dios de ni a izquierda vi un alambrado. Como otras veces
la guerra y el sol, Huitzilopochtli, contactó al repetí despacio estas líneas, de Emilio Oribe:
sacerdote Tenoch y le dijo: “Deberán ir en busca de En medio de la pánica llanura interminable
mejores tierras, donde fundarán un nuevo imperio. Y cerca del Brasil,
Sabrán que es el sitio correcto, cuando vean a un que van creciendo y agrandándose.
águila posada sobre un nopal, devorando una El camino era desparejo. Empezó a caer la lluvia. A
serpiente. Ahí llegarán a ser el pueblo más rico y unos doscientos o trescientos metros vi la luz de una
poderoso de la región”. casa. Era baja y rectangular y cercada de árboles. Me
abrió la puerta un hombre tan alto que casi me dio

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miedo. Estaba vestido de gris. Sentí que esperaba a Capitán Lemuel Gulliver, que muchos consideran
alguien. No había cerradura en la puerta. Entramos en verídicos, y la Suma Teológica. Pero no hablemos de
una larga habitación con las paredes de madera. hechos. Ya a nadie le importan los hechos. Son meros
Pendía del cielo raso una lámpara de luz amarillenta. puntos de partida para la invención y el razonamiento.
La mesa, por alguna razón, me extrañó. En la mesa En las escuelas nos enseñan la duda y el arte del
había una clepsidra, la primera que he visto, fuera de olvido. Ante todo el olvido de lo personal y local.
algún grabado en acero. El hombre me indicó una de Vivimos en el tiempo, que es sucesivo, pero tratamos
las sillas. de vivir sub specie aeternitatis. Del pasado nos
Ensayé diversos idiomas y no nos entendimos. quedan algunos nombres, que el lenguaje tiende a
Cuando él habló lo hizo en latín. Junté mis ya lejanas olvidar. Eludimos las precisiones inútiles. No hay
memorias de bachiller y me preparé para el diálogo. cronología ni historia. No hay tampoco estadísticas.
—Por la ropa —me dijo—, veo que llegas de otro Me has dicho que te llamas Eudoro; yo no puedo
siglo. La diversidad de las lenguas favorecía la decirte cómo me llamo, porque me dicen alguien.
diversidad de los pueblos y aún de las guerras; la tierra —¿Y cómo se llamaba tu padre?
ha regresado al latín. Hay quienes temen que vuelva a —No se llamaba.
degenerar en francés, en lemosín o en papiamento,
pero el riesgo no es inmediato. Por lo demás, ni lo que
ha sido ni lo que será me interesan.
No dije nada y agregó:
—Si no te desagrada ver comer a otro, ¿quieres
acompañarme?
Comprendí que advertía mi zozobra y dije que sí.
Atravesamos un corredor con puertas laterales, que
daba a una pequeña cocina en la que todo era de metal.
Volvimos con la cena en una bandeja: boles con copos
de maíz, un racimo de uvas, una fruta desconocida
cuyo sabor me recordó el del higo, y una gran jarra de
agua. Creo que no había pan. Los rasgos de mi En una de las paredes vi un anaquel. Abrí un
anfitrión eran agudos y tenía algo singular en los ojos. volumen al azar; las letras eran claras e indescifrables
No olvidaré ese rostro severo y pálido que no volveré y trazadas a mano. Sus líneas angulares me recordaron
a ver. No gesticulaba al hablar. el alfabeto rúnico, que, sin embargo, solo se empleó
Me trababa la obligación del latín, pero finalmente para la escritura epigráfica. Pensé que los hombres del
le dije: porvenir no solo eran más altos sino más diestros.
—¿No te asombra mi súbita aparición? Instintivamente miré los largos y finos dedos del
—No —me replicó—, tales visitas nos ocurren de hombre.
siglo en siglo. No duran mucho; a más tardar estarás Este me dijo:
mañana en tu casa. —Ahora vas a ver algo que nunca has visto.
La certidumbre de su voz me bastó. Juzgué Me tendió con cuidado un ejemplar de la Utopía de
prudente presentarme: More, impreso en Basilea en el año 1518 y en el que
—Soy Eudoro Acevedo. Nací en 1897, en la ciudad faltaban hojas y láminas.
de Buenos Aires. He cumplido ya setenta años. Soy No sin fatuidad repliqué:
profesor de letras inglesas y americanas y escritor de —Es un libro impreso. En casa habrá más de dos
cuentos fantásticos. mil, aunque no tan antiguos ni tan preciosos.
—Recuerdo haber leído sin desagrado —me Leí en voz alta el título.
contestó— dos cuentos fantásticos. Los Viajes del El otro rió.

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—Nadie puede leer dos mil libros. En los cuatro mercadería era buena porque así lo afirmaba y lo
siglos que vivo no habré pasado de una media docena. repetía su propio fabricante. También eran frecuentes
Además no importa leer sino releer. La imprenta, los robos, aunque nadie ignoraba que la posesión de
ahora abolida, ha sido uno de los peores males del dinero no da mayor felicidad ni mayor quietud.
hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo —¿Dinero? —repitió—. Ya no hay quien adolezca
textos innecesarios. de pobreza, que habrá sido insufrible, ni de riqueza,
—En mi curioso ayer —contesté—, prevalecía la que habrá sido la forma más incómoda de la
superstición de que entre cada tarde y cada mañana vulgaridad. Cada cual ejerce un oficio.
ocurren hechos que es una vergüenza ignorar. El —Como los rabinos —le dije.
planeta estaba poblado de espectros colectivos, el Pareció no entender y prosiguió.
Canadá, el Brasil, el Congo Suizo y el Mercado —Tampoco hay ciudades. A juzgar por las ruinas
Común. Casi nadie sabía la historia previa de esos de Bahía Blanca, que tuve la curiosidad de explorar,
entes platónicos, pero sí los más ínfimos pormenores no se ha perdido mucho. Ya que no hay posesiones,
del último congreso de pedagogos, la inminente no hay herencias. Cuando el hombre madura a los cien
ruptura de relaciones y los mensajes que los años, está listo a enfrentarse consigo mismo y con su
presidentes mandaban, elaborados por el secretario soledad. Ya ha engendrado un hijo.
del secretario con la prudente imprecisión que era —¿Un hijo? —pregunté.
propia del género. —Sí. Uno solo. No conviene fomentar el género
humano. Hay quienes piensan que es un órgano de la
divinidad para tener conciencia del universo, pero
nadie sabe con certidumbre si hay tal divinidad. Creo
que ahora se discuten las ventajas y desventajas de un
suicidio gradual o simultáneo de todos los hombres
del mundo. Pero volvamos a lo nuestro.
Asentí.
—Cumplidos los cien años, el individuo puede
prescindir del amor y de la amistad. Los males y la
muerte involuntaria no lo amenazan. Ejerce alguna de
las artes, la filosofía, las matemáticas o juega a un
ajedrez solitario. Cuando quiere se mata. Dueño el
hombre de su vida, lo es también de su muerte.
—¿Se trata de una cita? —le pregunté.
Todo esto se leía para el olvido, porque a las pocas —Seguramente. Ya no nos quedan más que citas.
horas lo borrarían otras trivialidades. De todas las La lengua es un sistema de citas.
funciones, la del político era sin duda la más pública. —¿Y la gran aventura de mi tiempo, los viajes
Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado espaciales? —le dije.
que era preciso trasladar en largos y ruidosos —Hace ya siglos que hemos renunciado a esas
vehículos, cercado de ciclistas y granaderos y traslaciones, que fueron ciertamente admirables.
aguardado por ansiosos fotógrafos. Parece que les Nunca pudimos evadirnos de un aquí y de un ahora.
hubieran cortado los pies, solía decir mi madre. Las Con una sonrisa agregó:
imágenes y la letra impresa eran más reales que las —Además, todo viaje es espacial. Ir de un planeta
cosas. Solo lo publicado era verdadero. Esse est a otro es como ir a la granja de enfrente. Cuando usted
percipi (ser es ser retratado) era el principio, el medio entró en este cuarto estaba ejecutando un viaje
y el fin de nuestro singular concepto del mundo. En el espacial.
ayer que me tocó, la gente era ingenua; creía que una
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—Así es —repliqué—. También se hablaba de —Están pintadas con colores que tus antiguos ojos
sustancias químicas y de animales zoológicos. no pueden ver.
El hombre ahora me daba la espalda y miraba por Las delicadas manos tañeron las cuerdas del arpa y
los cristales. Afuera, la llanura estaba blanca de apenas percibí uno que otro sonido. Fue entonces
silenciosa nieve y de luna. cuando se oyeron los golpes.
Me atreví a preguntar: Una alta mujer y tres o cuatro hombres entraron en
—¿Todavía hay museos y bibliotecas? la casa. Diríase que eran hermanos o que los había
—No. Queremos olvidar el ayer, salvo para la igualado el tiempo. Mi anfitrión habló primero con la
composición de elegías. No hay conmemoraciones ni mujer.
centenarios ni efigies de hombres muertos. Cada cual
debe producir por su cuenta las ciencias y las artes que
necesita.
—En tal caso, cada cual debe ser su propio Bernard
Shaw, su propio Jesucristo y su propio Arquímedes.
Asintió sin una palabra. Inquirí:
—¿Qué sucedió con los gobiernos?
—Según la tradición fueron cayendo gradualmente
en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras,
imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban
arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el
planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus —Sabía que esta noche no faltarías. ¿Lo has visto
colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron a Nils?
que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos —De tarde en tarde. Sigue siempre entregado a la
cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda pintura.
habrá sido más compleja que este resumen. —Esperemos que con mejor fortuna que su padre.
Cambió de tono y dijo: Manuscritos, cuadros, muebles, enseres; no
—He construido esta casa, que es igual a todas las dejamos nada en la casa.
otras. He labrado estos muebles y estos enseres. He La mujer trabajó a la par de los hombres. Me
trabajado el campo, que otros cuya cara no he visto, avergoncé de mi flaqueza que casi no me permitía
trabajarán mejor que yo. Puedo mostrarte algunas ayudarlos. Nadie cerró la puerta y salimos, cargados
cosas. con las cosas. Noté que el techo era a dos aguas.
Lo seguí a una pieza contigua. Encendió una A los quince minutos de caminar, doblamos por la
lámpara, que también pendía del cielo raso. En un izquierda. En el fondo divisé una suerte de torre,
rincón vi un arpa de pocas cuerdas. En las paredes coronada por una cúpula.
había telas rectangulares en las que predominaban los —Es el crematorio —dijo alguien—. Adentro está
tonos del color amarillo. No parecían proceder de la la cámara letal. Dicen que la inventó un filántropo
misma mano. cuyo nombre, creo, era Adolfo Hitler.
—Esta es mi obra —declaró. El cuidador, cuya estatura no me asombró, nos
Examiné las telas y me detuve ante la más pequeña, abrió la verja.
que figuraba o sugería una puesta de sol y que Mi huésped susurró unas palabras. Antes de entrar
encerraba algo infinito. en el recinto se despidió con un ademán.
—Si te gusta puedes llevártela, como recuerdo de —La nieve seguirá —anunció la mujer.
un amigo futuro —dijo con palabra tranquila. Le En mi escritorio de la calle México guardo la tela
agradecí, pero otras telas me inquietaron. No diré que que alguien pintará, dentro de miles de años, con
estaban en blanco, pero sí casi en blanco. materiales hoy dispersos en el planeta.

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LA CIUDAD DE LUZBEL – CRISTINA PERI «Lo que los retuvo es el tiempo —me comentó el
ROSSI viajero—, la inmovilidad de un tiempo estancado,
siempre el mismo, para el cual no existe el mañana ni
Un viajero me contó que se habla enamorado de una el después». No dan explicaciones, ni arguyen
mujer llamada Luzbel en una ciudad extraña. Era una pretextos para quedarse, porque nadie les pregunta
ciudad sin tiempo, sin pasado, suspendida como en nada, y porque, somnolientos, como hipnotizados,
una pompa de jabón, y por eso mismo, exonerada del tampoco saben que se están quedando. No podrían
futuro. «Carecer de futuro —me dijo— es haber decir, por ejemplo, que los retienen los negocios: la
penetrado en la inmortalidad, pero no se penetra en la ciudad de Luzbel tiene una ínfima vida comercial, se
inmortalidad de cualquier manera, y la manera de fijó en el tiempo —accedió a la inmortalidad, diría el
penetrar de la ciudad de Luzbel fue imperceptible, de viajero— mucho antes de que los negocios fueran una
modo qué todo quedó como estaba, lánguidamente». actividad digna y respetable: cuando todavía era el
De Luzbel, no se puede salir. Nada lo prohíbe, si no simple intercambio para vivir, ajeno a cualquier arte,
es el sueño, pero se trata de un sueño como una y por ende, despreciable. No podrían decir, por
membrana, y las tenues, embriagadoras secreciones ejemplo, que los retienen el lujo y las comodidades:
de esta membrana —vaporosas como los humores del Luzbel carece de esas fáciles seducciones apropiadas
viento— envuelven a sus habitantes, de modo que no para gente de dinero y que matan el tiempo. En la
saben que sueñan, y por no saberlo, no atinan a ciudad de Luzbel no es necesario matar el tiempo,
despertar. «Al principio —me confesó el viajero— porque el tiempo ya murió, en un ayer antepasado que
creí que ese imperceptible efluvio se desprendía de los se prolonga para siempre.
árboles. La ciudad de Luzbel es alta y arbolada. Alta,
por erigirse en el descanso de una colina ligera, no
muy por encima del nivel del mar, pero lluviosa y
sacudida por los vientos. Tanta agua, propicia el
crecimiento de los árboles, que lucen brillantes y
numerosos, disparando sus ramas hacia la luz celeste
del cielo como arcos bien tendidos, y a veces, como
suaves alas de pájaros. En la ciudad se respira un aire
siempre perfumado, pero en los huecos de los troncos,
húmedos todo el año, negros en las cuatro estaciones,
creí descubrir otro perfume, éste subrepticio, inmerso
en el otro como un pasajero oculto y obstinado, como
un náufrago adherido a un madero. El efecto de este
perfume es hipnotizador. Es imposible hablar de él
con los habitantes de Luzbel, que sonreirían
escépticamente: tan acostumbrados están a él, a tal Hombre sentado (1905-1906) – Paul Cézanne
punto nacen y se crían bajo sus efectos». De Luzbel
no se puede salir, pero en cambio, se puede entrar, Los viajeros en tránsito depositaron un instante la
aunque nadie parece haberlo hecho deliberadamente. maleta en una calle, en un andén, en el banco de
Se arriba por casualidad, se llega porque no se pudo ir madera de una plaza, con la intención de descansar un
a otra parte. Son muchos los viajeros que se rato, pero algo los atrajo, algo que no aciertan a
detuvieron en la ciudad de Luzbel sólo en tránsito, descifrar y que en todo caso no es motivo de
como etapa de un viaje más largo, y no volvieron a conversación, ni se repite de unos a otros. Según el
salir de ella. Iban por un día, por una noche, pero algo viajero, a veces es la luz. Una luz lenta y prolongada,
—imperceptible— los detuvo y ya no salieron más.

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todopoderosa, que nimba con tonos matizados cada como un artículo aparecido en Le Monde—y leído
hora del día y cambia el aspecto de las cosas, de modo con veinticuatro horas de retraso— son temas de
que lo que se ha visto hoy, a la rubia y profunda luz ardientes y continuadas polémicas. Algún viajero ha
de las diez de la mañana ha de verse de otra manera a permanecido en la ciudad toda la vida, dispuesto a
la grisácea luz de las once y a la luz celeste del investigar en los archivos un oscuro episodio de la
mediodía. El viajero que quiere fijar un contorno o guerra del 14, mejor conocida en Luzbel que en su
guardar una imagen —como se atesoran las hojas de ciudad natal europea. Otros han quedado prendidos y
un árbol o las piedras fosilizadas— no ve dos veces la prendados del agua. En Luzbel llueve muy a menudo,
misma luz, ni aprecia, dos veces, la misma forma. Y pero ninguna lluvia es igual a otra. Los relatos acerca
se sume en un sueño de imágenes que varían, de del agua son múltiples, y cuando se escuchan, invitan
sombras cambiantes, detrás, siempre, de un contorno delicadamente a quedarse. Se habla de un agua
que huye, como un buque fantasma. A otros, lo que purificadora, que limpia las ventanas, destiñe el hollín
los retuvo fue una conversación iniciada en un café y de los tejados y hace crecer el cabello. Otra es el agua
que no concluye jamás. Dado que la ciudad de Luzbel invasora, que recorre la ciudad haciendo estallar los
carece de industria y de comercio, sus habitantes se portales, segando árboles y arrastrando los muebles
entregan, con sumo placer, a la conversación. antiguos de las casas. Y hay un agua rumorosa, que no
se ve pero se escucha en el fondo de la vegetación,
entre los nudos de las plantas trepadoras y de las
hierbas que reptan. Según el viajero, el agua de Luzbel
es recogida, íntima y propiciatoria. Cercados por el
agua que crea pequeñas islas en el pavimento de la
ciudad, una mujer y un hombre que no se conocen,
pero que tienen por delante varias horas de intimidad
mirando llover, inician siempre una conversación sin
prisa que los lleva a divagar por los diversos senderos
del sueño, iguales a los del agua. En su isla de
cemento, bajo la marquesina reluciente de un café,
Rocas Lagui (1933) – Xul Solar detrás de un cristal o protegidos por un portal, se
sienten los todopoderosos dueños del tiempo, y
Por todas partes hay pequeños locales, aislados por el agua, tienen algo de las criaturas
destartalados y sin puertas, donde se celebran largas e primigenias, dotadas del don de la exploración y de la
intensas conversaciones que no tienen principio ni fin. nomenclatura. «Esa lluvia —me contó el viajero—
Se habla acerca del mundo, porque en una ciudad de invita a la intimidad y a la fantasía. Establece una
la cual no se puede salir, ni nadie ha salido en los imprevista complicidad entre dos que antes no se
últimos años, el mundo está siempre presente, es el conocían, unidos ahora por el cerco de la lluvia que
punto de referencia imaginario de toda conversación. los aísla entre el reflejo de las luces en el suelo y la
A miles de kilómetros y océanos por medio de duplicidad del agua en las ventanas».
Francia, en la ciudad de Luzbel se habla de Francia En la ciudad de Luzbel no existen, casi, referencias
con mucho detalle, pues sólo amamos aquello que nos al pasado, pues cuando se ha abolido el tiempo, el
parece distante. El nombramiento de un nuevo pasado es eterno. No hay viejos edificios
ministro francés, la muerte de un escultor de la rue reconstruidos, ni puertas históricas, ni museos. Nada
Rivole, el encarecimiento de la gasolina en París o el se guarda, puesto que durará para siempre. Por lo
estreno de una obra en l’Opera —los habitantes de demás, los viajeros que llegaron un día de paso y se
Luzbel están muy bien informados de lo que ocurre en quedaron, sumergidos en la hipnosis del agua o
todas partes y son grandes lectores de diarios— tanto enfebrecidos por la conversación, sólo tienen

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memoria de su estancia en la ciudad de Luzbel. Su día y no regresaron más a su lugar natal. Por eso
propio pasado quedó abolido. No piensan regresar a mismo son profundamente indiferentes a las
ninguna parte ni ir a otra. «Llegué por azar al puerto genealogías. También a las nacionalidades. «El lugar
—me confesó el viajero—, dispuesto a pasar sólo una de origen les parece un accidente trivial, poco
noche en la ciudad de Luzbel, de la cual, por lo demás, significativo, y en todo caso, están mucho más atentos
nunca había oído hablar. Desde la baranda del barco a las afinidades que produce compartir el tiempo, no
me pareció una ciudad extraña, como si flotara entre el espacio. Luzbel está lleno de rusos, polacos,
el mar y la colina. La había indicado un día antes en italianos, turcos, rumanos, alemanes, vascos,
mi mapa —me gusta viajar con mapas—, cuando supe holandeses y portugueses: si alguien nació en Luzbel,
que haríamos una pequeña escala, para abastecer el lo hizo hace muy poco tiempo. Se hablan varias
barco. Desde la baranda se divisa un cementerio muy lenguas, por lo menos lo suficiente como para
blanco, lleno de curiosas esculturas, algunas de entenderse en las cosas esenciales. Aunque las cosas
pésimo gusto, todo sea dicho, un cementerio que esenciales, en Luzbel, son algo extrañas. Es esencial,
produce un extraño sobresalto: como si las estatuas y por ejemplo, aunque se esté aparentemente de paso,
las fotografías, las inscripciones y la música del viento albergarse en algún café. Se puede no tener casa, pero
—tañedor y lleno de zumbidos— no permitieran no se puede vivir en Luzbel sin parar en un café que
establecer esa frontera definitiva entre los vivos y los todo el mundo pueda reconocer. Allí donde uno puede
muertos que es tan rígida en otras partes». Como ser encontrado, cuando se le busca. De modo que el
tantos, él había depositado su maleta en el mostrador patrón, luego de servirme otra copa, "invitación de la
de estaño de un ínfimo café del puerto, dispuesto a casa", según sus palabras, me ofreció el bar como mi
volver al barco en cuanto llegara la hora de la partida, nueva residencia. "Si le gusta —me dijo, con sencillez
pero algo lo retuvo: había creído encontrar algo puede quedarse todo el tiempo que quiera. Cierro a las
familiar y todavía indescifrable en la ciudad de tres de la madrugada, pero usted puede quedarse
Luzbel. «Nunca había estado en ese lugar, según los jugando a la baraja y dormir aquí. Podrá recibir a las
datos de mi conciencia; no por lo menos en esta vida, visitas en el bar, invitación de la casa, y conocerá
ni recordaba que alguno de mis antepasados lo hubiera mucha gente interesante. Si quiere, habla, si no quiere
estado. Sin embargo, cuando levanté la cabeza del no habla», me dijo el patrón. Acepté. Estaba intrigado
mostrador de estaño, donde un silencioso patrón me por el nombre en la marquesina del bar o cabaret,
había servido un vaso de whisky nauseabundo, todavía no lo sabía, y por lo demás, pasar la noche en
destilado en la ciudad, vi mi nombre reflejado en el un local del puerto de esas características me pareció
espejo, con las letras rojas de la marquesina de un una empresa singular y quizá bella».
pequeño cabaret. Confieso que me sobresalté. Mi
apellido no es común, y por lo que sabía se extinguiría
conmigo, si no tenía hijos. Jamás hubiera imaginado
encontrarlo, en grandes letras de neón, en la
marquesina de una perdida ciudad casi olvidada en los
mapas. Me serené y le pregunté, con aparente
indiferencia, al hombre que me había servido, acerca
del origen de ese nombre que brillaba, rojamente, en
la marquesina. Lo miró sin interés y me respondió con
displicencia: Algún ruso que se perdió por aquí». Los
habitantes de la ciudad de Luzbel —me informó el B.A. (1929) – Xul Solar
viajero— comprenden varias lenguas, posiblemente
porque es una ciudad de emigrantes, de vagabundos, El viajero intentó investigar el origen de ese
hombres y mujeres de origen diverso que llegaron un nombre, igual al suyo, inscrito en la marquesina
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brillante del pequeño cabaret. En efecto, se trataba de destilado en miserables catacumbas de la ciudad—, el
un cabaret de mala muerte, con butacas de felpa roja propietario del cabaret de mala muerte lo había
raídas por el uso y flecos dorados, retorcidos, que obtenido en una partida de cartas, una noche de
morían por el piso como restos de una antigua invierno, hacía dos o diez años: en la ciudad de Luzbel
cabellera. A algunas butacas les faltaba el respaldo, a no existe la costumbre de datar con precisión los
otras un brazo, pero también faltaban muchos caireles acontecimientos, porque el tiempo es una eternidad
de la araña manchada de grasa, y las tablas del suelo, gris, sin ningún significado. El dueño del cabaret lo
desiguales, mostraban grandes agujeros, como caries. habla ganado en una partida de cartas hacía un año,
Las cuatro o cinco coristas que actuaban cada noche dos o diez: este hecho no revestía importancia. El
eran mujeres flacas, lánguidas, desentendidas de su nombre del bar, entonces, ya lucía en la marquesina,
oficio que levantaban una pierna machucada como si y no se molestó en cambiarlo, ni se le ocurrió
fuera una sesión de gimnasia y masticaban una rara preguntar su origen: en Luzbel nada se modifica,
hierba —barba de choclo, le informó un espectador— porque el tiempo, no existe. Educadamente, el viajero
que lanzaban, en forma de bola, sobre la cara de los le preguntó al nuevo propietario si podía ver los
clientes con el impulso de una oscura venganza. papeles de la cesión, porque tenía interés en saber
quién era el antiguo dueño, pero el hombre le dijo que
no existían esos papeles, ni creía que hubieran existido
nunca, en Luzbel no hay certificados, ni actas, ni
documentos autentificados, ni a nadie se le ocurre
reclamarlos, porque las cosas que ocurren —compras,
ventas, defunciones, nacimientos, peleas, herencias—
siguen ocurriendo y ocurrirán para siempre, de modo
que no se necesita ningún testimonio, más que la
memoria de la gente. «En su memoria —dijo entonces
el viajero—, ¿quién era el antiguo propietario del
cabaret?» El hombre pensó un rato. Pareció
recordarlo, súbitamente, y dijo: «Un polaco que se
perdió por aquí.» A esa altura —me contó el viajero—
ya había comenzado a sentir los efluvios de Luzbel y
aunque conscientemente no se proponía quedarse, iba
Cuando le preguntó al dueño del cabaret por el dejando pasar los días subyugado por las diversas
nombre que lucía en la marquesina del local, se alzó fantasías que flotaban sobre las aguas de Luzbel como
de hombros y le dijo: «Algún ruso que se perdió por telas de araña. En el café conversaba con hombres y
aquí. Se pierde mucha gente por aquí. Se perdió un mujeres que le contaban historias de una manera tan
griego llamado Sócrates —el viajero no supo si reírse dulce y lánguida, tan envolvente, que llegó a sentirse
o no—, se perdieron varios Homeros, se perdió una como el marino perdido en un mar de sirenas. Las
bailarina persa llamada Sirta, se perdió un submarino historias nunca tenían fecha: empezaban «Una vez...»,
alemán que todavía podrá ver en la costa, si le o «Hace tiempo», de manera invariable, y cualquier
interesa, se perdió un nazi especialista en abortos, se pregunta que intentara situar en el tiempo el relato era
perdió un húngaro que había inventado el bolígrafo, considerada una impertinencia, una grotesca irrupción
se perdió un japonés que tenía un record de algo, se de la prosa en la poesía.
perdió una bruja que había huido de Salem, se perdió Envuelto en la marea de relatos que subyugaban la
un cantante de jazz y el holandés del palito». voluntad, hacían flotar el horizonte y creaban
Según pudo averiguar en días y copas sucesivos — inmensos espacios de existencia impersonal, el
ya se había acostumbrado al pésimo alcohol de orujo viajero llegó a pensar que Luzbel era una ciudad

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Pandora: una gran caja sin fondo de la cual los alusiones metafóricas que giran, como planetas
habitantes, memoriosos e imaginarios, sacaban diminutos, quizá porque la única manera de salir de
conejos y peces, plantas, murciélagos, corbatas, Luzbel es con la imaginación. «Tendrá que cambiar el
campanas, abalorios, luces y pájaros. En los escasos verso», la última frase de su interlocutor, podía querer
raptos de lucidez que le sobrevenían a veces, como decir, también, que el amante aceptado por primera
luego de una borrachera, se proponía abandonar la vez en la intimidad de Luzbel debía cambiar su
ciudad, seguir el viaje. Antes de partir le preguntó, por discurso la segunda vez. «¿Quiere decir —preguntó,
casualidad, a un parroquiano del café donde vivía cauteloso— que la contraseña no se repetirá la
cuáles eran las cosas de Luzbel que le faltaban ver. segunda vez?», dijo. «Ni la segunda, ni la tercera, si
«Vi el viejo submarino alemán que naufragó en la es tan dichoso como para acertar más de una vez»,
costa —enumeró, preciso—, la mujer araña del respondió su interlocutor. Bebieron en silencio, como
parque, la piedra que gira en dirección opuesta al si no tuvieran interés en seguir la conversación. «El
viento, el faro del vigía suicida, el bosque de pinos secreto está en la pared», agregó el parroquiano, luego
azules, el ferrocarril que corre al borde del mar y la de un rato. «¿Qué pared?», preguntó el viajero. «La
estación de los ingleses. Pero nunca encontré al pared —insistió el otro—. Fíjese en la pared. Si
holandés del palito» dijo—. «Ni a Luzbel» —agregó consigue entrar una vez, fíjese en las inscripciones de
el interlocutor, sin acentuar las palabras, como un la pared. Luzbel escribe en las paredes, como las
comentario al margen. El viajero no quiso caer en la antiguas mujeres del Egipto. Llena las paredes de su
trampa. No se mostró interesado ni curioso. Entonces cuarto con signos, cábalas, enigmas y los versos que
el otro empezó a contar, mirando la copa medio llena. prefiere. No escribe con lápiz de labios, no. No escribe
«A Luzbel no la vio todavía porque no sale nunca. El con pinceles. Ni con la sangre de sus amantes, ni de
holandés del palito si sale, pero Luzbel no sale. Ni los sus menstruaciones. Escribe con una barra de cera roja
domingos. No la puede ver por la calle, ni en una como su sexo. A veces, borra. O escribe encima, y las
tienda, ni en una iglesia, ni visitando un museo, ni en inscripciones se confunden, como palimpsestos».
una confitería. Y para visitarla hay que saber la
contraseña». «¿Cuál es la contraseña?», preguntó el
viajero, que ahora no podía disimular su interés. «Un
verso», respondió su informante. «Pero no cualquier
verso. El verso cambia cada pocos días. Ella lo
pronuncia detrás de la puerta, y si usted sabe cómo
sigue, tendrá acceso a la casa, de lo contrario deberá
irse. Y Luzbel es implacable. No perdona a nadie que
no sepa cómo sigue. Al otro día, toda la ciudad sabe
que usted es un ignorante que no supo continuar el
verso. Luzbel se burla de todos sus amantes
fracasados». Al viajero le pareció una prueba llena de
azar, y trató de que su interlocutor siguiera con el
relato. «El que acierta la primera vez —continuó el El viajero llenó otra vez las copas. Dijo que un olor
parroquiano, sin mirarlo— es bien recibido. Pero si a cera lo mareaba, y confundido, pensó que eran las
quiere volver, y le aseguro, amigo mío, que todos velas del bar, sobresaliendo del cuello de las botellas
quieren volver, tendrá que cambiar el verso la próxima vacías como mástiles. «Luzbel es lenta —siguió el
vez». El viajero meditó. En Luzbel, muchas palabras parroquiano—. Desprecia la pasión confusa que omite
tienen doble sentido, y él había cometido algunas detalles y precipita los movimientos, en torpe
ingenuidades por no saberlo. Las palabras significan entrevero. Luzbel ama la pasión lenta, larga, que se
lo que significan, más un espectro difuminado de detiene, morosa, en cada poro. Luzbel pulsa como

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quien pesa. Palpa como quien no tiene ojos. Mira, a Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas
veces, la pared. Pero no es vista: el amante que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo
enfebrecido se sumerge, ciego, y no ve, no oye. Jamás de llaves.
mira alrededor; alrededor: los lugares en los que Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema
Luzbel, lenta como un siglo, teje su tela de araña, de Lèdo Ivo.
enhebra hilos, tuerce cordeles. Luzbel es lenta. Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y
Mientras el agitado amante se hunde en las fuentes, es sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo
posible que una de sus manos libre —con la otra guía Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a
la cabeza inmadura del viajero— trace signos en la guardar en su caja las cerillas quemadas como si
pared. Escritura que el apresurado no verá. Esté atento fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro
a esos símbolos, tanto como a sus corvas. Porque en mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar
algún momento Luzbel se derrama en cascada. La donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola
lentitud de Luzbel es generosa. Cuando se han calle forrada con tela de gabardina.
recorrido todos sus caminos, intervenido en sus
puertas, deslizado suavemente por sus galerías,
Luzbel se estremece hasta siete veces. Alguien dice
hasta setenta veces siete. Como esos temblores de
tierra que empiezan a oírse lejos y retumban
difundiéndose cada vez en una superficie mayor;
como los truenos que repican a la distancia y su eco
crece, golpea la tierra, estremece los árboles, arranca
los pájaros del nido. Los ecos de Luzbel se escuchan
como tambores en el pavimento de la ciudad, cada vez
más fuerte. El golpe de una lonja, hondo y repetidor».
La primera vez, el viajero consiguió penetrar en
Luzbel gracias a Dante. Escuchó, detrás de la puerta,
el verso iniciático: «Por mí se va a la escondida senda. Acuarela de la serie que acompaña el poema (2010) – Juan Carlos
Mestre
Por mí se va al eterno dolor». Emocionado, respondió:
«Dejad toda esperanza, vosotros, los que entráis».
La puerta de Luzbel se abrió lentamente —no la vio, Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema
al principio, cegado por la oscuridad— y accedió, de Lèdo Ivo.
temblando, al recinto sagrado. Entonces supo — Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un
durante un instante de lucidez— que sólo ese verso le río que madruga para ir a fabricar el agua de las
estaba destinado a él, viajero atrapado en la seducción lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una
de una ciudad como un sueño. púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con
cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un
CAVALO MORTO – JUAN CARLOS MESTRE regalo de Navidad y los felices y los infelices suben
directamente a los hipódromos eternos por la
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de escalerilla del anillador de gaviotas.
Lèdo Ivo. Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema
Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca de Lèdo Ivo.
una moneda perdida. Cada moneda perdida es una Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de
golondrina de espaldas posada sobre la luz de un sol que abandona de puntillas los hostales de la
pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban
abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse,

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los que aun así se amaron y salen del brazo con la brisa Se incorporará a los códigos penales el delito de
del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles estupidez
y escriben partituras para el timbre de las bicicletas. que cometen quienes viven por tener o por ganar
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema en vez de vivir por vivir no más
de Lèdo Ivo. como canta el pájaro sin saber que canta
Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un y como juega el niño sin saber que juega
timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es
un enfermero que venda las olas y enciende con su
beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto
todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como
pertenece la tuerca de las estrellas marinas al
saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de
las rosas del domingo a la coronita de luz de las
empleadas domésticas.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema
de Lèdo Ivo.
En Cavalo Morto cuando muere un caballo se
llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere
un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo
resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de
las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los The Gardener (1906) – Maxfield Parrish
recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas,
cada amor que termina es un cementerio de abrazos y En ningún país irán presos los muchachos
Cavalo Morto es un lugar que no existe. que se nieguen a cumplir el servicio
sino los que quieran cumplirlo
LA UTIPÍA – EDUARDO GALEANO Nadie vivirá para trabajar
pero todos trabajaremos para vivir
Qué tal si deliramos por un ratito Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de
qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia consumo
para adivinar otro mundo posible ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas
Los cocineros no creerán que a las langostas les
El aire estará limpio de todo veneno que no provenga encanta que las hiervan vivas
de los miedos humanos y de las humanas pasiones Los historiadores no creerán que a los países les
encanta ser invadidos
En las calles los automóviles serán aplastados por los Los políticos no creerán que a los pobres les encanta
perros comer promesas
la gente no será manejada por el automóvil
ni será programada por el ordenador La solemnidad se dejará de creer que es una virtud
ni será comprada por el supermercado y nadie nadie
ni será tampoco mirada por el televisor tomará en serio a nadie
que no sea capaz
El televisor dejará de ser el miembro más importante de tomarse el pelo
de la familia
y será tratado como la plancha o el lavarropas La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes
y ni por defunción ni por fortuna
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se convertirá el canalla en virtuoso caballero La santa madre iglesia corregirá algunas erratas de las
tablas de Moisés
La comida no será una mercancía y el 6to mandamiento ordenará festejar el cuerpo
ni la comunicación un negocio
porque la comida y la comunicación son derechos La iglesia dictará también otro mandamiento que se le
humanos había olvidado a Dios:
amarás a la naturaleza de la que formas parte
Nadie morirá de hambre
porque nadie morirá de indigestión Serán reforestados los desiertos del mundo
y los desiertos del alma
Los desesperados serán esperados
y los perdidos serán encontrados
porque ellos se desesperaron de tanto esperar
y ellos se perdieron por tanto buscar

Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los


que tengan
voluntad de belleza y voluntad de justicia
hayan nacido cuando hayan nacido
y hayan vivido donde hayan vivido
sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa
ni del tiempo
Las cuatro estaciones: verano (1624) – Pieter Brueghel II
Seremos imperfectos
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran Porque la perfección seguirá siendo
basura el aburrido privilegio de los dioses
porque no habrá niños de la calle pero en este mundo
Los niños ricos no serán tratados como si fueran en este mundo chambón y jodido
dinero seremos capaces de vivir cada día
porque no habrá niños ricos como si fuera el primero
La educación no será el privilegio de quienes puedan y cada noche
pagarla como si fuera la última.
y la policía no será la maldición de quienes no puedan
comprarla

La justicia y la libertad, hermanas siamesas


condenadas a vivir separadas
volverán a juntarse bien pegaditas espalda contra
espalda

En Argentina las locas de Plaza de Mayo serán un


ejemplo de salud mental
porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la
amnesia obligatoria

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