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Iotti y Morandi - Cap. 4

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Libros de Cátedra

Pensar la formación en comunicación


Desafíos político-pedagógicos
y prácticas de enseñanza
Glenda Morandi, Mónica Ros y Andrea Iotti
(coordinadoras)

FACULTAD DE
PERIODISMO Y COMUNICACIÓN SOCIAL
PENSAR LA FORMACIÓN EN COMUNICACIÓN

DESAFÍOS POLÍTICO-PEDAGÓGICOS Y PRÁCTICAS


DE ENSEÑANZA

Glenda Morandi
Mónica Ros
Andrea Iotti
(coordinadoras)

Facultad de Periodismo y Comunicación Social


Índice

Introducción _______________________________________________________________ 5
Glenda Morandi y Mónica Ros

PRIMERA PARTE
Procesos de transmisión cultural y prácticas de enseñanza
en el escenario contemporáneo _______________________________________________ 8

Capítulo 1
Enseñanza y procesos de transmisión cultural: perspectivas conceptuales _______________ 9
Glenda Morandi

Capítulo 2
Transformaciones culturales recientes, políticas educativas e instituciones ______________ 21
Glenda Morandi, Mónica Ros y Andrea Iotti

Capítulo 3
Prácticas docentes, matrices históricas y desafíos contemporáneos ___________________ 42
Mónica Ros

SEGUNDA PARTE
Campo de la comunicación y enseñanza ______________________________________ 56

Capítulo 4
Posicionamientos en el campo comunicacional para pensar su enseñanza ______________ 57
Andrea Iotti y Glenda Morandi

Capítulo 5
De perspectivas y objetos: algunos recorridos por el campo de la comunicación _________ 65
Andrea Iotti
Capítulo 6
Comunicación y formación de una ciudadanía crítica _______________________________ 88
Andrea Iotti y Charis M. Guiller

TERCERA PARTE
Enfoques teórico-metodológicos y estrategias ________________________________ 109

Capítulo 7
Perspectivas sobre el conocimiento social-comunicacional y su enseñanza ____________ 110
Mónica Ros, Debora M. Arce y Lucrecia Gallo

Capítulo 8
Pensar las prácticas: la construcción de propuestas de formación ____________________ 124
Glenda Morandi y Mónica Ros

Capítulo 9
Estrategias metodológicas en la enseñanza de la comunicación _____________________ 139
Debora M. Arce y Charis M. Guiller

Las autoras ______________________________________________________________ 152


SEGUNDA PARTE

Campo de la comunicación y enseñanza


CAPÍTULO 4
Posicionamientos en el campo comunicacional
para pensar su enseñanza
Andrea Iotti y Glenda Morandi

Ese es el fondo de nuestro desafío y el horizonte de nuestro trabajo: una investigación y una en-
señanza de la comunicación en las que el avance del conocimiento sobre lo social no se tra-
duzca sólo en la renovación de temas y de métodos sino en proyectos capaces de ligar el desa-
rrollo de la comunicación al fortalecimiento y ampliación de las formas de convivencia ciudadana.

Jesús Martín Barbero, PENSAR LA SOCIEDAD DESDE LA COMUNICACIÓN. UN LUGAR ESTRATÉGICO PARA
EL DEBATE A LA MODERNIDAD

Hasta el momento hemos venido reflexionando acerca de las maneras en que se configura la
práctica de las y los educadores, asumiendo la dimensión política que toda práctica pedagógica
supone, y entendiéndola como parte de los procesos de transmisión cultural. También hemos
descripto algunas políticas educativas nacionales en la historia reciente, analizando los distintos
-y contrapuestos- sentidos de la educación que asumen diferentes proyectos político-pedagógi-
cos. Finalmente, hemos reconocido una serie de transformaciones en el campo de la Comunica-
ción/Educación/Cultura y analizado como éstas han erosionado fuertemente las finalidades que
asumió la educación de la modernidad, los dispositivos institucionales a través de los cuáles se
buscó concretar estas finalidades, centrados en la escuela, y fundamentalmente a las y los suje-
tos y las formas de subjetividad que se proponía conformar. Asimismo, hemos situado procesos
socioculturales más amplios a partir de los cuales las prácticas de socialización y transmisión
cultural son también reconfiguradas.
A partir de ahora vamos comenzar a focalizar más específicamente en el campo comunica-
cional, como campo de prácticas y de producción de saberes; pero también en los procesos de
formación en comunicación, entendiendo que es en este entrecruce en donde las prácticas de
las y los comunicadores/educadores intervienen, devienen “agencia social”, proyecto cultural.
Para avanzar en el abordaje del campo comunicacional, en tanto ámbito de construcción de
interrogantes y conocimiento sobre el mundo en que vivimos, y desde el que podemos pensar
nuestros proyectos político-culturales de formación, les proponemos en primer lugar situarnos en
este campo específico de producción de conocimientos. Esto posibilita analizar el modo en que
los procesos, las prácticas, los imaginarios comunicacionales son nombrados y, por tanto, cons-
truidos a través de discursos, regímenes de verdad y formas de significación (no unívocos, sino

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antagónicos o en disputa) y, a su vez, pensar en nuestras propias posiciones sobre la compren-


sión de los procesos de comunicación. En otras palabras, nos permite reflexionar acerca de cómo
participamos y cómo convocamos a otras y otros sujetos a participar en ese acto de pronuncia-
miento sobre el mundo que implican los procesos de conocer. Pronunciamiento que, como señala
Freire, “retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronun-
ciamiento” (Freire, 1970, p. 100).
En este sentido, el objeto del presente capítulo consiste en delinear una perspectiva comuni-
cacional desde la que proponemos situarse frente al desafío de comprensión de las prácticas
sociales y, asimismo, posicionarse teórica e ideológicamente en la tarea de educar.

Perspectiva comunicacional: un modo de abordaje


de las prácticas sociales

Fuimos aprendiendo también que ideas como las que hemos anotado no son simples votos piadosos.
Por el contrario, constituyen el motor de cualquier acción contemporánea que intente superar la crisis de
esta civilización que creía avanzar hacia algo y que parece lanzada a la destrucción, a la nada.

Héctor Schmucler, MEMORIA DE LA COMUNICACIÓN

Como comunicadoras y comunicadores, educadoras y educadores tenemos el desafío central


de conocer y a la vez de tratar de desentrañar, necesariamente tornando extraño, nuestro propio
campo de conocimiento. Para ello debemos distanciarnos de los lugares, las palabras, las imá-
genes, los discursos que constituyen y con los que constituimos ese campo, para poder recono-
cerlo como una producción histórica. En este sentido, pensar en un campo de producción de
conocimientos implica situarse en un proceso socio-histórico articulado a lo que Foucault des-
cribe como las condiciones de producción de determinados regímenes de verdad (Foucault,
1973). Es decir, las condiciones de posibilidad que sobredeterminan aquello que es factible pen-
sar y decir en un contexto histórico determinado, construyendo a su vez realidades particulares.
Posicionarse reflexivamente sobre nuestro campo de saberes posibilita desnaturalizar estas
construcciones de verdad y proponer nuevas formas de pensamiento e, incluso, de pensar lo
impensable. Son la reflexión epistemológica y las posiciones políticas las que nos ayudan a situar
los contornos en que esta construcción de un campo de conocimiento se ha ido configurando.
Vamos a trabajar en esta tarea desde el aporte de algunas comunicadoras y comunicadores
latinoamericanos que han sido sumamente valiosos en la búsqueda de un pensamiento comuni-
cacional propio, que no ha estado ajeno a las dramáticas experiencias históricas de estos países
y que ha intentado desnaturalizar las formas hegemónicas de pensar desde posiciones teórico-
políticas ancladas en ellos. Estas y estos pensadores buscan articular el conocimiento sobre las
formas populares de reconocimiento, expresión y resistencia en su hibridación con las estrate-
gias dominantes de las industrias culturales y la massmediación.

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Para esta línea de pensamiento, el problema fundamental reside en que en tales perspectivas
lo que es opacado/negado es la posibilidad de “abordar la comunicación como dimensión cons-
titutiva de la cultura y por tanto de la producción de la sociedad” (Martín Barbero, 1992, p. 1).
Martín Barbero señala cómo, desde los años ‘80, “los desplazamientos con que se buscará
rehacer conceptual y metodológicamente el campo de la comunicación vendrán del ámbito de
los movimientos sociales y de las nuevas dinámicas culturales abriendo así la investigación a las
transformaciones de la experiencia social” (Martín Barbero, 1992, p. 2).
Se va estableciendo un nuevo modo de relación, con y desde las disciplinas sociales, que el
autor define como apropiaciones: en tanto desde la comunicación se trabajan procesos y dimen-
siones que incorporan preguntas y saberes históricos, antropológicos, estéticos; a su vez, inver-
samente, la historia, la sociología, la antropología y la ciencia política se hacen cargo también
del estudio de los medios y los modos como operan las industrias culturales. Se torna así cada
vez más consistente la superación de la tendencia a adscribir los estudios de comunicación a
una disciplina y la conciencia creciente de su estatuto transdisciplinar.
Esta mirada, que se va construyendo en el entrecruce de la comunicación y las ciencias so-
ciales, pero especialmente desde los aportes de los estudios culturales, asume que:

(…) industria cultural y comunicaciones masivas son el nombre de los nuevos


procesos de producción y circulación de la cultura, (…) y que tienen, si no su
origen, al menos su correlato más decisivo, en las nuevas formas de sociabili-
dad con que la gente enfrenta la heterogeneidad simbólica y la inabarcabilidad
de la ciudad. Es desde las nuevas formas de juntarse y de excluirse, de reco-
nocerse y desconocerse, que adquiere espesor social y relevancia cognitiva lo
que pasa en y por los medios y las nuevas tecnologías de comunicación. Pues
es desde ahí que los medios han entrado a constituir lo público, esto es a me-
diar en la producción del nuevo imaginario que en algún modo integra la des-
garrada experiencia urbana de los ciudadanos (Martín Barbero, 1992, p. 2).

Es esta experiencia la que plantea la necesidad de repensar las relaciones entre cultura y
política, a conectar la cuestión de las políticas culturales con las transformaciones de la cultura
política, justamente, señala Martín Barbero, en lo que ella tiene de espesor significativo, esto es,
de trama de interpelaciones en que se constituyen los actores sociales, que a su vez tiene efectos
sobre el estudio de la comunicación masiva impidiendo que pueda ser pensada solamente como
un problema de mercados y consumos, exigiendo su análisis como espacio decisivo en la rede-
finición de lo público y en la construcción de la democracia. Como sostiene Schmucler:

La comunicación no es todo, pero debe ser pensada desde todas partes, debe
dejar de ser un objeto constituido para ser un objetivo a lograr. Desde la cultura,
desde ese mundo de símbolos que los seres humanos elaboran con sus actos
materiales y espirituales, la comunicación tendrá sentido transferible a la vida
cotidiana (Schmucler, 1984, p. 12).

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Algunas ideas-clave para pensar los procesos comunicacionales

Venimos de un obstinado fracaso: definir la comunicación. En consecuencia siempre resulta problemático


establecer el campo específico en donde se incluyen los hechos que nos proponemos analizar.

Héctor Schmucler, MEMORIA DE LA COMUNICACIÓN

Desde la perspectiva de la matriz sociocultural latinoamericana de la comunicación, el inte-


rés de las y los comunicadores gira en torno de la comprensión de los procesos de producción
social de significados o de representaciones simbólicas. Esto implica necesariamente una di-
mensión intersubjetiva, es decir, que la comunicación hace referencia a las dinámicas de so-
cialidad que se establecen entre las y los sujetos en sus intercambios e interacciones sociales.
Interacciones que suponen prácticas de reconocimiento y de identificación, como así también
de diferenciación y distinción.
Para las comunicadoras y los comunicadores asumir esta posición teórica implicó, como plan-
tea Martín-Barbero (1999):

(…) dejar de identificar el proceso y las prácticas de comunicación únicamente


con el fenómeno de los medios, lo que nos permitió empezar a estudiar y valorar
culturalmente la multiplicidad de los modos y formas de comunicación de la
gente: desde el mundo de lo religioso hasta la plaza de mercado, pasando por el
estadio y la esquina del barrio. Pues es desde esos modos cotidianos de comu-
nicar desde donde la gente mira la televisión u oye la radio. Mientras con los
alumnos leíamos a Eco y a Barthes lo que investigábamos era cómo se mueve,
cómo habla, a qué huele, qué hace la gente al comprar y vender en una plaza de
mercado popular como Paloquemao en Bogotá, y a describir las diferencias con
lo que hace la gente en un supermercado como Carulla. O a comparar las vitrinas
del almacén popular con las del Centro Comercial del Norte, en Cali, y a dónde
van o cómo se visten los sectores populares el domingo a diferencia de los de la
clase media y alta (Martín-Barbero, 1999, pp. 2 y 3).

Ahora bien, otro aspecto relevante de esta perspectiva comunicacional consiste en considerar que
este proceso de significación se construye y reconstruye en el marco de la vida cotidiana y la produc-
ción simbólica, por ello se halla fuertemente vinculado a la cultura. Esta constituye el escenario donde
se produce, circula y reproduce la comunicación, es un territorio en el que se articulan y entran en
conflicto distintas interpretaciones y significados acerca del mundo. Ya hace varias décadas Héctor
Schmucler propone, sin desdibujar las particularidades de los conceptos de comunicación y cultura,
vincularlos a partir de la barra, enfatizando así lo intrínseco de esa relación.

Un proyecto de comunicación/cultura no podría continuar sin asumir esta lace-


rante conciencia. Para empezar, deberíamos establecer, conceptualmente,
una barra entre los dos términos (comunicación, cultura) que ahora articulan y

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destacan sus diferencias con una cópula. La barra (comunicación/cultura) ge-


nera una fusión tensa entre elementos distintos de un mismo campo semántico.
El cambio entre la cópula y la barra no es insignificante. La cópula, al imponer
la relación, afirma la lejanía. La barra acepta la distinción, pero anuncia la im-
posibilidad de un tratamiento por separado (Schmucler, 1997, pp. 149 y 151).

Por esa razón decimos que en este proceso, como en cualquier otro proceso sociocultural, se
producen continuas luchas por la definición social de esos significados. Es decir, los procesos
de comunicación están atravesados por la hegemonía, en tanto implican relaciones de poder,
puesto que los actores sociales ocupan posiciones asimétricas y desiguales dentro del tejido
social (Williams, 1997).
Es desde estas premisas que también sostenemos que un determinado discurso no produce
necesariamente un solo efecto, sino que puede dar lugar a diferentes configuraciones de signifi-
cado, que operan con ciertos límites que devienen tanto de las condiciones de producción como
de reconocimiento (Verón, 1998). Esos significados se cristalizan en representaciones hegemó-
nicas y alternativas, configurando imaginarios colectivos.
Como señala Rossana Reguillo:

En el fondo la complejidad radica en que tratar de comprender el poder de las


representaciones, exige comprender nuestras propias representaciones del
poder. Comunicación intercultural es, pienso, sobre todo, avanzar una política
de representación de la otredad, una en que la diferencia, deje de ser relato
amenazante y pueda ser asumida como la condición para hacer viable el pro-
yecto social del siglo XXI (Reguillo, 2002, p. 69).

Si bien existen –y siempre han existido- formas populares de resistencia a los discursos y prácticas
hegemónicas, es necesario realizar una aclaración. Señalar que las prácticas comunicacionales pue-
den configurar sentidos diversos no supone aseverar que todos los actores sociales cuentan con la
misma legitimidad, visibilidad y capacidad para definir e instalar significados sociales.
Durante las décadas del ’80 y ’90, el desarrollo de investigaciones respecto de las prácticas
de comunicación en diversos grupos sociales en América Latina, desde el enfoque descripto
anteriormente, fue desdibujando el lugar central de los medios masivos de comunicación como
actores sociales que producen, difunden, ponen en circulación y legitiman sentidos. Como reac-
ción teórica y académica a la reducción de la comunicación a los medios y a la asimilación de
los medios masivos a producción de sujetos alienados, las preguntas de las comunicadoras y los
comunicadores enfatizaron los procesos de recepción y la construcción de significados alternati-
vos, contrahegemónicos o de resistencia. Algunos años después los tercos hechos –al decir de
Martín Barbero- nos indican que los medios masivos continúan siendo espacios hegemónicos de
reproducción social del sentido. Y esto no implica considerar que manipulan a las audiencias
linealmente, sin resistencias ni oposiciones, sino asumir que los medios –o mejor dicho, la cultura
masiva- ocupa un rol protagónico en la constitución de las subjetividades contemporáneas.

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Un párrafo aparte merece la importancia que los nuevos medios de comunicación (redes so-
ciales) asumen actualmente, como configuradores de la agenda pública, instalando hechos -no
siempre reales, como nos indican las fake-news- y construyendo opiniones. A veces las redes
son presentadas como un dispositivo que ha concretado la democratización de la palabra: todas
las personas podemos expresarnos libremente en ellas; sin embargo, esta idea no es del todo
verdadera. Por un lado, los nuevos medios -con su instantaneidad y ubicuidad- han reforzado un
sistema mediático caracterizado por la ausencia de criterios o la debilidad de los procedimientos
para el chequeo de la información (Carlón, 2016; Carlón y Scolari, 2014). 3 Por otro lado, aparece
otro fenómeno: el grado de exposición a nuestros datos personales que brindamos y el uso que
las empresas pueden hacer de ellos. Finalmente, las redes producen comunidades, pero muchas
veces se trata de comunidades articuladas por emociones y sentimientos, más que por procesos
reflexivos, lo que fortalece pensamientos y posiciones autoritarias.
En este contexto, la subjetividad se constituye a partir de la apropiación de pautas sociales
(prácticas y discursos) que se objetivan en las instituciones sociales a través de signos compar-
tidos colectivamente que permiten su manifestación, transmisión e internalización. A través de
estos signos percibimos la realidad cotidiana. Los signos son representaciones de lo real que lo
ordenan y lo hacen aprehensible. Estas significaciones se producen, establecen y circulan en la
cultura. Cuando a través de nuestras experiencias en la vida cotidiana nos apropiamos de estas
significaciones estamos interiorizando las estructuras sociales o condiciones objetivas. Los me-
dios y las industrias culturales son aparatos privilegiados de organización y transmisión de esas
redes de significado, pero no los únicos ni tampoco operan –como suponía el conductismo- de
modo lineal: “el proceso de subjetivación –esto es, de constitución de sujetos- se ve afectado por
las características singulares de cada ser, siempre específicas de un lugar, una cultura y una
época. (…) Por eso, la interiorización no es un mero reflejo” (Papalini, 2008, p. 7).
Entonces, esa subjetividad que es resultado del proceso de subjetivación nunca es homogé-
nea, nunca las y los sujetos somos iguales. El sujeto es autónomo, cuando lucha con lo dado,
cuando trabaja sobre su interior y gana autonomía, y las estructuras hegemónicas que fue incor-
porando pueden irse modificando. Por eso decimos que la producción social de la subjetividad
se actualiza ininterrumpidamente.
Ahora bien, ¿cuál es la particularidad de la cultura masiva en la constitución de la subje-
tividad hoy? ¿Por qué sostenemos que no debemos desdibujar el rol de las industrias cultu-
rales en este proceso?
El consumo de bienes culturales masivos instala, vende objetos de deseo, modos de ha-
cer y modelos de actuación. La subjetividad se configura a partir de la interiorización de
significaciones que son coherentes con los principios del capitalismo global. Esto no significa
que las personas estén alienadas y reproduzcan pasivamente estos modelos, sino que se

3
Si bien los medios masivos pueden difundir información falsa, la ubicuidad y velocidad que supone la transmisión en
redes sociales facilita su viralización y la instalación de mensajes, que luego es muy difícil, si no imposible, desmentir.
Esos mensajes quedan grabados en la memoria social y se reproducen infinitamente a lo largo del tiempo.

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trata de estructuras que se interiorizan y que requieren de un proceso de resistencia para


ser transformadas (Papalini, 2008).
Hemos caracterizado, por ello, al proceso de comunicación como un proceso de construcción/re-
construcción de significado en el marco de las interacciones sociales. Pensar desde estas coordena-
das en los tiempos que corren implica también abordar los modos en que en nuestras sociedades
contemporáneas se han reconfigurado las mediaciones en las que se constituyen las nuevas formas
de interpelación de los sujetos y de representación de los vínculos que cohesionan la sociedad.
Para Martín Barbero dichas mediaciones refieren a la institucionalidad, la socialidad, la ritualidad
y la tecnicidad, dimensiones constitutivas de los procesos de comunicación que median entre matri-
ces culturales, lógicas de producción, formatos industriales y competencias de recepción:
● La institucionalidad refiere a la producción de discursos públicos –y por lo tanto, hegemóni-
cos-, a las regulaciones que el Estado asigna a las prácticas sociales. En sus palabras:

La institucionalidad es desde siempre una mediación espesa de intereses y


poderes contrapuestos, que ha afectado, y sigue afectando, especialmente la
regulación de los discursos que, de parte del Estado, buscan dar estabilidad al
orden constituido, y de parte de los ciudadanos –mayorías y minorías- buscan
defender sus derechos y hacerse reconocer, esto es reconstituir permanente-
mente lo social (Martín Barbero, 1998, p. XVIII).

● La tecnicidad hace referencia a las lógicas de las tecnologías que median nuestros mo-
dos de percepción, representación y acción. La tecnicidad:

Es menos asunto de aparatos que de operadores perceptivos y destrezas dis-


cursivas. Confundir la comunicación con las técnicas, los medios, resulta tan
deformador como pensar que ellos son exteriores y accesorios a la (verdad de)
la comunicación. (…) Las preguntas abiertas por la tecnicidad apuntan enton-
ces al nuevo estatuto social de la técnica, al replanteamiento del sentido del
discurso y la praxis política, al nuevo estatuto de la cultura, y a los avatares de
la estética (Martín Barbero, 1998, p. XIX).

● La ritualidad implica las dinámicas repetitivas de las prácticas, los modos de hacer, que
aprehendemos y ponemos en práctica en la vida cotidiana. Como plantea Martín Barbero:

La mediación de las Ritualidades nos remite al nexo simbólico que sostiene toda
comunicación: a sus anclajes en la memoria, sus ritmos y formas, sus escenarios
de interacción y repetición (…) En su relación con los Formatos Industriales (…) las
Ritualidades constituyen gramáticas de la acción –del mirar, del escuchar, del leer-
que regulan la interacción entre los espacios y tiempos de la vida cotidiana y los
espacios y tiempos que conforman los medios. Miradas desde las Competencias
de Recepción, las ritualidades remiten, de un lado, a los diferentes usos sociales
de los medios (…). De otro, las ritualidades remiten a los múltiples trayectos de
lectura ligados a las condiciones sociales del gusto, marcados por los niveles y

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calidades de educación, los haberes y saberes constituidos en memoria étnica, de


clase o género y los hábitos familiares de convivencia con la cultura letrada, la oral
o la audiovisual (…) (Martín Barbero, 1998, p. XX).

Esta necesaria vinculación entre conocimiento y acción se pone sin duda en juego en los
espacios de formación en los que participamos. Resulta central, por tanto, pensar cuáles son los
ejes principales desde los que asumimos nuestra intervención político-pedagógica en el campo
cultural, que es el campo en el que esta intervención se despliega.
Es desde estas coordenadas que podemos comenzar a construir colectivamente los sentidos
histórico-políticos desde los que asumir nuestro lugar como comunicadoras y comunicadores,
educadoras y educadores en los espacios de formación.

Referencias

Carlón, M. (2016). Después del fin. Una perspectiva no antropocéntrica sobre la post-tv, el post-
cine y youtube. Buenos Aires: La Crujía.
Carlón, M. y Scolari, C. (eds.) (2014) El fin de los medios masivos. El debate continúa. Buenos
Aires: La Crujía.
Foucault, M. (1973). El orden del discurso, Barcelona: Tusquets.
Freire, P. (1972). Pedagogía del oprimido, Buenos Aires: Siglo XXI.
Martín Barbero, J. (julio 1999). “Aventuras de un cartógrafo mestizo en el campo de la comuni-
cación”, Revista Latina de Comunicación Social, 2(19), Universidad de La Laguna (Tenerife).
Martín Barbero, J. (1998) De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía.
Colombia: Gustavo Gilli-Andrés Bello.
Martín Barbero, J. (1992). Pensar la sociedad desde la comunicación. Un lugar estratégico para
el debate a la modernidad. Diálogos de la Comunicación, N° 32, Lima: FELAFACS.
Papalini, V. (2008) Cultura masiva y subjetividad. Huellas del proceso de mundialización en mar-
cha. Paper presentado en el 10º Congreso REDCOM “Conectados, Hipersegmentados y Des-
informados en la Era de la Globalización”, Salta. Recuperado de http://www.ucasal.net/unid-
academicas/artes-y-ciencias/congresos/redcom10/archivos/redcom-ponencia/Eje6/Mesa6-
4/Papalini_PN_.pdf.
Reguillo, R. (noviembre 2002) Pensar el mundo en y desde América Latina. Desafío Intercultural
y políticas de representación. Diálogos de la Comunicación y la Cultura, N° 65, FELAFACS.
Schmucler, H. (1984). Un Proyecto De Comunicación/Cultura, en Revista Comunicación y Cul-
tura (12), México.
Schmucler, H. (1997). Memoria de la Comunicación. Buenos Aires: Biblos.
Verón, E. (1998) La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad , Buenos
Aires: Gedisa.
Williams, R. (1997). Marxismo y literatura. Barcelona: Península.

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