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11.experiencia Signo

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Experiencia del signo

Capítulo Undécimo
Provocación
a la apertura
Búsqueda de lo Otro
El estupor y la admiración ante las cosas,
esto es, la realidad en sí, constituye una
experiencia de provocación en el hombre.

Lo real suscita apertura, es decir, una


solicitación a descubrir otra cosa distinta.

Pero no solamente impresiona a la


persona, sino también la mueve, la pone
en marcha.

La realidad abre a la búsqueda de algo


que está más allá de lo que aparece de
manera inmediata a los sentidos y al
entendimiento.

La conciencia es aferrada por lo real al


punto que presiente y percibe algo
distinto.
Lo real perturba el yo
El mar, la tierra, el cielo, los árboles y
demás seres, provocan asombro y
maravilla en la persona; es difícil que
ésta permanezca impasible e indiferente.

La admiración causada impulsa al yo


interior a preguntarse: ¿qué es esto? ¿por
qué existe? Es la provocación de lo real.

La relación concreta con la realidad


perturba y empuja más allá de lo
inmediato.

Lo real realiza en el hombre una sutil e


intensa tensión: “Desde la imagen tensa,
vigilo el instante, con la inminencia de la
espera, y no espero a nadie…, pero debe
venir… vendrá de improviso” (C. Rebora,
Desde la imagen tensa).
El signo
vehículo a otra realidad
Realidad que lleva a otra
El signo es una realidad que lleva a otra
entidad distinta; una experiencia real que
remite a una cosa diferente de la misma.

El sentido del signo es una realidad distinta


de sí. Ej: las nubes son señal de la lluvia.

• Hay signos naturales y convencionales:


los que son dados por la naturaleza y
los creados por los hombres en mutuo
acuerdo.

La naturaleza tiene como procedimiento


propio, para llevar al conocimiento de otra
cosa diferente de ella, el método del signo.

El signo es, pues, el camino o el vehículo


por el cual la naturaleza lleva el hombre al
encuentro de algo que la trasciende.
Signos para relacionarse
Las relaciones humanas se establecen, de
modo natural-normal, por medio de signos.

Para comunicar una verdad o manifestar el


amor se usan signos o gestos que, pese a
las diferencias según lugar y tradición,
expresan un contenido, una realidad.

Ej: Una turista italiana en Grecia, para


saber el bus al Partenón, detuvo a un
lugareño con su mano en vertical en señal
de “alto”; aquél la miró enojado y se fue.
Esto la motivó a indagar la razón de tal
actitud. Descubrió que para los griegos su
gesto quiere decir: “vete al infierno”.

La realidad del signo provoca, en efecto, la


búsqueda de otra cosa. ¡Eso es lo que
suscita el fenómeno del signo!
Negación
irracional
Reducción a lo inmediato
Si se niega que hay una cosa distinta
detrás del signo, se cae en una
actitud no racional/irracional.

Es como reducir una señal de tránsito


de curva cerrada a un simple poste y
una flecha doblada. Tomar esa actitud
no es racional. Si no se considera el
sentido de esa señal, probablemente
se tendrá un accidente.

No es humanamente adecuado estar


ante un fenómeno cualquiera y
limitar la experiencia que se tiene de
éste a su aspecto meramente
inmediato.
La razón busca el por qué
Siempre se busca el por qué -el significado-
por encima del mero contacto sensitivo:

Unas violetas en el cuarto de una chica no


sólo “están allí”, pueden ser regalo de
alguien. Un grito “¡socorro!” en la calle,
más que siete sonidos, es pedido de auxilio.

Es inhumano no buscar "lo otro" detrás de la


realidad experimentada. Es irracional ver
únicamente lo sensible-inmediato.

Ver el fenómeno y no descubrir su sentido


es positivismo puro que bloquea la persona.

Buscar la respuesta a las preguntas: ¿Por


qué? ¿Cómo? es un intento inagotable
determinado por las exigencias últimas.
Carácter
exigente
de la vida
La exigencia de la vida
El hecho que la realidad impulse la
búsqueda de “lo otro” indica que la vida
tiene un carácter exigente, esto es, que
posee la misma fuerza y seriedad de la
experiencia existencial-elemental.

La vida entera es la trama de exigencias


agrupadas en cuatro categorías: verdad,
justicia, felicidad, amor.

Todo hombre anhela ver realizadas estas


realidades en el presente o en el futuro,
tanto para sí como para los demás.

En la vida cotidiana, todos van detrás de


estas categorías, como parte de la
existencia; son algo irrenunciable.
Deseo ardiente de verdad
A. La verdad es exigencia de significado de
las cosas, de la existencia, del ser.

Una persona ante una máquina que no


conoce se pregunta ¿por qué está ahí?
¿para qué sirve? La verdad de esa cosa
está en su significado y en su función.

• El hombre busca siempre la verdad de


sí mismo, de los otros y del mundo
(origen, identidad, función, afecto,
destino, etc.).

Esta exigencia de verdad implica la


identificación de la verdad última.

"¿Qué desea el hombre de modo más


ardiente que la verdad?" (San Agustín,
Comentario al evangelio de san Juan).
Relación verdad-Absoluto
La verdad -el significado de las cosas-
radica en el nexo que tiene con la
totalidad, con lo último.

El hombre que más se introduce en lo


real, más descubre que el objeto de su
conocimiento está "en función de un
absoluto",

que se le opone o le hace resistencia,


a la manera de una barrera elástica,
antes que sea superado por sus
esfuerzos cognoscitivos (F. Severi,
Dalla scienza alla fede).

Hay una relación verdad-infinito en el


hombre y en las cosas.
Sed de justicia plena
B. La exigencia de justicia es el deseo
que cada uno reciba lo que le
corresponde y se le es debido.

Si, por ejemplo, se condenase y


ajusticiase a una persona, siendo
inocente, ¿quién le hará justicia?

Si ésta no se le concede, no hay justicia


que valga la pena en este mundo.

La respuesta clave es que se realice la


exigencia de justicia que se tiene en sí.

Este tipo de exigencia se identifica con


la persona. De ahí que, sin la visión de
un más allá, la justicia no es posible.
Una felicidad colmada
C. El deseo y exigencia de felicidad es el
cumplimiento pleno de sí mismo.

En lo psicológico, es la total satisfacción


(satis factus) como reflejo de plenitud. En
lo ontológico, es la perfección (“hecho
totalmente”) que expresa la realización.

• La felicidad se logra para sí mismo: se


es feliz consigo y, gracias a ello, se da
felicidad a los demás (familia, amigos,
novio, esposa, etc.), caso contrario, se
pretenderá exigirla egoístamente de
ellos (“dame felicidad”, “hazme feliz”).

Una verdadera visión racional y humana


lee en esta exigencia una referencia
implícita a Otro. La felicidad total está
en el misterio.
El amor para siempre
D. Otra exigencia irrenunciable es el
amor que es la voluntad de querer y
hacer el bien al otro, a los demás.

La atracción de la belleza tiene su


paradoja: si alguien es más hermoso,
más remite a algo diferente.

La pintura, si es más bella, más suscita


el gusto por lo bello; abre enteramente
el deseo. Es señal de una cosa distinta.

De esta manera, “ama quien le dice al


otro: tú no puedes morir” (G. Marcel,
Trois pièces). El amante-amado se
resiste o se rebela de admitir que el
amor termine, pues lo retiene eterno.
Exigencias y “más allá”
La vida o existencia humana tiene un
carácter exigente, porque reclama que
sus demandas tengan respuesta.

Eso indica que hay algo más allá de sí


misma que le da sentido y finalidad.

Las exigencias de verdad-justicia-


felicidad-amor son una referencia o
afirmación implícita que la realidad
hace de una respuesta última,

que está por encima de la experiencia


de las modalidades existenciales.

En caso se eliminase la teoría o hipótesis


del más allá, se sofocarían de manera
antinatural las exigencias.
El “tú”
signo supremo
Deseo de desconocido
El bloqueo del signo, en la negación de
su impulso hacia lo otro, es un asesinato
de lo humano, un freno al dinamismo
vital en la persona.

Conforme la experiencia de las cosas,


surge la pregunta sobre la existencia de
algo que no se conoce: lo distinto. Esta
es la exigencia de lo desconocido.

Existe algo en el universo -en la realidad-


que corresponde perfectamente a esa
exigencia que no coincide con nada de
lo que se experimenta o se capta, aunque
no se sepa enteramente lo que es.

La existencia de ese “algo” o “cosa”, está


implícita en el dinamismo vital.
El mundo: signo de Dios
El mundo, como realidad que el
hombre experimenta, ofrece su
impacto al modo de signo, porque
conduce a algo distinto de lo que
permite captar.

Por ende, este mundo, “demuestra” la


existencia de algo diferente: “Dios”.

El hombre y la mujer, una persona y


otra, son distintos el uno para el otro,
son otro distinto.

Para el ser humano todo es asimilable


y objeto de dominio, menos el tú, que
aun siendo evidente, no se puede
consumir, ni ser “demostrable”.
Descubrimiento
de la razón
Una explicación más allá
El signo tiene valor racional.

La razón exige una explicación


adecuada y total de la existencia,

pero no la halla en la experiencia,

pues la muerte termina con todo.

Por eso, siguiendo la dinámica de


la razón, se afirma que la respuesta
total va más allá del horizonte vital.

Esta respuesta no es medible con la


experiencia.
Un gran descubrimiento
Lo máximo que alcanza la razón, como
quien mira el panorama desde una alta
cima, es la percepción de la existencia
de algo ignoto, inaccesible: el misterio,

que no es su límite, sino su más grande


descubrimiento, algo inconmensurable.

La razón quiere comprender lo que


existe, pero no lo logra en esta vida; por
ello, siendo fiel a sí misma, admite la
existencia de algo incomprensible.

Aseverar que existe el misterio indica la


pequeñez del hombre y la grandeza de
su destino, que no es medible, sino
infinito para la razón y el ser.

El misterio es apertura para la razón.


Una realidad escondida
Hay una realidad escondida, difícil de
aferrar, de la cual depende la vida: Dios
(Tácito, Germania).

Si no hay misterio, se niega la exigencia


y la capacidad de la razón de conocer
todo y “de verdad”.

Se debe salir del instante y restablecer el


vínculo con el todo. Cuando no se da,
se pierde el significado.

El cinismo abole la certeza y las


exigencias viendo sólo lo biológico.

Que la razón no exija explicación total y


que la vida da respuesta concluyente
son falsas objeciones.
Aperturas
en el hombre
Ideas sobre Dios
Las religiones han designado el misterio de
forma negativa: in-finito, in-mensurable,
in-efable, i-gnoto/des-conocido, etc. (vía
negativa o apofática).

Hay otras formas negativas en cuanto la no-


relación con la experiencia: omnipotente,
omnisciente, omnipresente. Ellas tienen
apariencia de positivo.

Por otro lado, existen frases indicadoras


que enriquecen la intuición del Objeto
último: “Dios es bondad”, “Dios es
justicia”, “Dios es belleza”. No lo definen,
porque esos atributos no son al modo
como son conocidos.

Sin embargo, antes que ser puro nombre


sin significado, son términos que refuerzan
la relación con el Misterio: son aperturas.

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