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Universidad Popular Autónoma de Veracruz

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8-12-2022

UNIVERSIDAD
POPULAR
AUTÓNOMA
ASIGNATURA: DE
PROYECTO DE NACION
(PERSPECTIVA HISTORICA)
VERACRUZ
FACULTAD DE DERECHO
1° CUATRIMESTRE
DOCENTE: LIC. BLANCA DELIA CRUZ
PINTO

TEMA: EL SURGIMIENTO DE ALGUNAS


NACIONES EN EUROPA, ASIA Y
AMERICA

NOMBRE:
GLADIS LETICIA AZUARA PASARON
INDICE

INTRODUCCION………………………………………………………………..3
DESARROLLO.……………………………….................................................4
CONCLUSIONES………………………………………………………………14
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS…………………………………………….15

INTRODUCCION
Es importante conocer el mundo en el que vivimos. Gracias a este tipo de investigaciones,
podemos darnos cuenta, que cómo estamos envueltos en una burbuja y de cómo poco o
nada les importa a muchos lo que pasa en otros países.

El surgimiento de algunas naciones en Europa, Asia y América es del que nos corresponde
hablar. Europa es la cuna de la cultura occidental, la historia europea es muy rica y se ha
notado la influencia de este continente en el mundo entero, pero en este trabajo, estaremos
hablando de los aspectos más resaltantes y característicos, como ser su ubicación,
características físicas, economía, cultura y atractivos turísticos. La tierra que se abría a sus
ojos era un nuevo continente repleto de grupos humanos, de lenguas
sin fin, de imperios y culturas alucinantes. Allí llegaba la lengua española para ofrecer su
manera de ver el mundo.

Aun cuando hablar de todo un continente y presentar rasgos generales de él no sea tarea
fácil, nos complace haber hecho nuestro máximo esfuerzo para que la información del
presente trabajo sea sencilla y actualizada.

DESARROLLO

La expansión europea es un concepto historiográfico que se refiere al prolongado ciclo


histórico que va desde mediados del siglo XV y a mediados del siglo XX, caracterizado por
la expansión de Europa en todos los ámbitos (geográfico, demográfico, económico,
político, ideológico, religioso, cultural, etc.), de modo que puede identificarse con la
imposición de la denominada civilización occidental como una civilización global, el
moderno sistema mundial en términos acuñados por Fernand Braudel e Immanuel
Wallerstein.

La transición del feudalismo al capitalismo, con su correlato de aplicaciones tecnológicas


en muchos casos de origen oriental, pero que en aquel contexto socioeconómico no
alcanzaron su potencial transformador (imprenta, pólvora, brújula), fue el proceso
fundamental que explica que a finales de la Edad Media los primeros Estados-nación de
Europa occidental (primero Portugal y España y luego Holanda, Francia e Inglaterra)
protagonizaran la era de los descubrimientos, continuada a lo largo de la Edad Moderna con
la colonización europea de América.

Ya en la Edad Contemporánea, el paso del capitalismo comercial al capitalismo industrial,


en el contexto de la Revolución industrial, que convirtió de primero a Inglaterra en el "taller
del mundo" y luego se extendió por Europa, permitió la expansión de las potencias
europeas (definidas internacionalmente en el concierto europeo postnapoleónico al tiempo
que experimentaban la "explosión blanca" -una expansión demográfica sin precedentes-) en
la era del imperialismo con la emigración masiva a los "países nuevos" (Australia, Canadá,
Estados Unidos, Argentina, etc.), el reparto de África y la colonización o criptocolonización
de la mayor parte de Asia (India desde el siglo XVIII, China desde las guerras del opio,
1839-1860), con la notable excepción de Japón, que en la era Meiji abandonó su secular
aislamiento para emprender una explícita "occidentalización". La interpretación teórica de
este proceso desde el materialismo, fundamental para esa perspectiva intelectual, fue
realizada por John A. Hobson (Imperialism, a study, 1902) y Lenin (El imperialismo, fase
superior del capitalismo, 1916).

La finalización del ciclo se dio, antes incluso del proceso de descolonización de la segunda
mitad del siglo XX, con el denominado "declive de Europa" o incluso "suicidio de Europa"
entre la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
junto con el turbulento periodo de entreguerras. Oswald Spengler escribió a este propósito
La decadencia de Occidente (1918-1923).
LAS TRES FASES

Vista en perspectiva la expansión europea se produjo en tres fases diferenciadas:

PRIMERA FASE, estuvo protagonizada por el imperio español y el imperio portugués y


básicamente afectó a América, el Caribe y algunas partes de África. Las áreas de influencia
de los dos imperios fueron pactadas mediante el tratado de Tordesillas de 1494.6 La
expansión alcanzada por el imperio español y el portugués capturó la atención de otras
potencias como Gran Bretaña, Francia y las Provincias Unidas de los Países Bajos.6 La
entrada de estos otros tres imperios en el Caribe y Norteamérica perpetuó el colonialismo
europeo en esas regiones.6
SEGUNDA FASE (Asia), comenzó con las campañas de Gran Bretaña en Asia en apoyo
de la Compañía Británica de las Indias Orientales.6 Otros países como Francia, Portugal o
los Países Bajos también acometieron operaciones expansivas en Asia.

TERCERA FASE (África), esta última ola supuso el reparto de África que se organizó en
la conferencia de Berlín de 1884-1885,6 donde se estableció un reparto pactado del
continente africano entre las potencias europeas. Así, vastas regiones de África fueron
asignadas a los imperios británico, francés, alemán, así como al reino de Portugal, a
Bélgica, al reino de Italia y al reino de España, lo cual configuró la actual división política
de África.
Gilmartin explica que estas tres oleadas estaban ligadas a la expansión del capitalismo. La
primera oleada estuvo motivada por los cambios ligados al final del feudalismo, mientras
que la segunda oleada se debió al expansión del mercantilismo y la industria manufacturera.
Mientras que la última oleada solidificó el capitalismo industrial a través de la abertura de
nuevos mercados de manufacturas y materias primas.6La finalización del ciclo se dio antes
incluso del proceso de descolonización de la segunda mitad del siglo XX, con el
denominado "declive de Europa" o incluso el "suicidio de Europa" entre la Primera Guerra
Mundial (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), junto con el turbulento
período de entreguerras.
La edad media había terminado. Al menos ese fue el convencimiento general de Europa a
finales del XV. Por supuesto, ignoraban que las secuelas de este "tiempo medio" entre la
edad de oro grecolatina y la nueva era del humanismo se prolongaría unos cuantos siglos
más. Pero lo cierto fue que entre 1475 y 1492 se concretaron procesos que se desarrollaban
desde la década de 1320. Europa se recuperaba de una grave crisis general: las catástrofes
de las guerras, especialmente la de los Cien Años; las continuas pestes que dieron muerte a
una tercera parte de la población europea y sus inevitables consecuencias económicas; el
resurgimiento de los turcos y el desgarramiento de la Iglesia con el Gran Cisma. El ámbito
geográfico, la organización política y la mentalidad cambiaron radicalmente en
comparación con los primeros años del siglo XIV.

Poco tiempo atrás, apareció una nueva conciencia frente a las desconocidas dimensiones
del mundo, que ya no sólo se reducía a los límites de Europa. Las motivaciones de esta
primera gran expansión territorial europea fueron económicas: las ciudades del norte de
Italia mantenían estrecho trato comercial con los musulmanes desde varios siglos atrás, lo
que les permitió tomar contacto con las culturas de Extremo Oriente. Ahora se trataba de
romper el monopolio musulmán sobre las rutas a Oriente. Pero así mismo existían otras
razones: buscar una ruta para atacar por la espalda y acabar con la "amenaza" turco-
otomana, particularmente después de la caída de Constantinopla en 1453, que abrió las
puertas de Europa a los turcos. Esta nueva "demonización" del Islam era el último estertor
de la cruzada medieval.
La expansión también fue empujada por la intensificación del comercio entre las ciudades
italianas y Flandes. El punto obligado de escala fueron los puertos portugueses, que
crecieron en importancia. Con el apoyo de los regentes de la casa de Avis, sus navegantes
exploraron minuciosamente el Atlántico bordeando Africa, otro mundo totalmente nuevo:
el Atlántico se convirtió en importante centro de actividad comercial. En 1471, los
portugueses lograron la "hazaña" de traspasar el Ecuador, y en 1487 Bartolomé Días, dobló
el Cabo de las Tormentas, en el extremo sur de Africa. El comercio con Oriente, que
buscaba tapices, sedas, perfumes, metales, piedras preciosas y especias fundamentales para
la conservación de los alimentos, quedó abierto mediante la circunnavegación del
continente africano.

Mientras el expansionismo inundaba la conciencia de algunas naciones, en otras se rompía


con la tradición monárquica medieval: aparecieron y se consolidaron los primeros estados
nacionales. Hasta entonces el poder del rey estaba supeditado a la nobleza y limitado por el
alto clero, cuando no se encontraban los reinos atomizados en numerosos feudos
independientes. Ahora las monarquías entraban en una etapa de centralización del poder.
Uno de los primeros casos lo protagonizó Castilla, el reino más grande y poderoso de la
península ibérica. Desde la formación de una conciencia nacional, buscó la unión con
Aragón y Cataluña, lo que se concretó con el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469. En
adelante, su política fue la confiscación de tierras, la creación de un ejército y la limitación
de los derechos de las ciudades. Así se consolidó el poder real en la Península, se controló
el poder de los señores feudales y se ejerció presión sobre los reinos más pequeños y
débiles. La fase final sobrevino a partir de 1480, cuando se adelantó la guerra contra
Granada, último reducto del Islam en España.

La predicación de una cruzada contra "herejes" musulmanes y judíos, a finales del siglo
XV, afianzó la conciencia nacional. Los reyes contaron con el apoyo del papado, que para
combatir más eficazmente a los enemigos comunes instaló la Inquisición en España, en
1478. Su importancia fue grande: dio un sentido religioso a la reunifícación, que finalizó en
1492 con la expulsión de moros y judíos. Con este acto, España abrió dos caminos a las
pretensiones expansionistas de la nueva monarquía: Africa, tras la derrota de los
musulmanes, y el interior de Europa. Meses más tarde se sumaría un tercer camino
inesperado: las Indias Occidentales. En principio, se prefirió la expansión sobre Europa,
centrando intereses sobre Italia, donde Aragón poseía Sicilia, Cerdeña y el reino de
Napóles. El obstáculo fue Carlos VIII de Francia, que tenía la misma ambición.

Francia estaba en posición de disputar la hegemonía con España, porque también a finales
del siglo XV se consolidó como potencia. Terminada la guerra de los Cien Años contra
Inglaterra en 1453, Francia había quedado devastada, arruinada en su comercio y con varios
ducados en manos de señores feudales, que no querían someterse a la autoridad del rey.
Luis XI inició la unificación al conquistar el feudo rebelde más importante: el de Carlos el
Temerario, duque de Borgoña. La victoria le permitió anexarse también el Artois, la
Picardía y el condado Franco. Después, mediante herencias, logró el Maine, Anjou y
Provenza. Paralelamente desarrolló un comercio interior y exterior que beneficiaba la
Corona y también a la burguesía, que le había prestado apoyo. Más tarde se incorporó la
ciudad de Marsella, el trampolín para iniciar la conquista de Italia y del Mediterráneo.

Un tercer caso de consolidación nacional fue Inglaterra. Finalizada la guerra de los Cien
Años, estalló el conflicto de las Dos Rosas en 1455. Esta vez los actores fueron dos
ciudades que luchaban por el poder: York y Lancaster. La dinastía de Lancaster tenía el
respaldo de los señores feudales, mientras que la casa de York actuaba con ayuda de una
nobleza aventurada en el tráfico comercial con productos agrícolas y ganado ovino.
Después de treinta años, el agotamiento militar, social y económico abrió campo a nueva
dinastía: los Tudor. Coronado en 1485, Enrique VII abrió el período de la reorganización
del reino. Su proyecto era impedir que otras familias ocuparan el puesto de las que habían
salido derrotadas de la guerra de las Dos Rosas: limitó las funciones y el poder del
Parlamento, cuyas actitudes continuaban siendo feudales. La monarquía reemplazó el
ordenamiento social y económico feudal.

El mapa europeo en 1492 mostraba tres estados unificados: Francia, Inglaterra y España.
Otras naciones formadas en el medioevo aspiraban a pequeños intentos de consolidación,
pero, en realidad, estaban desintegrados en su interior. Fue el caso del Imperio Romano-
Germánico, cuyo trono ocuparon los Habsburgo en 1438. La decadencia se consumó por la
oposición entre los Príncipes Electores y el carácter hereditario del poder. La política tendía
a contener la descomposición del Imperio, pero éste aún estaba lejos de la unificación. Por
su parte, Italia se encontraba desperdigada entre pequeñas repúblicas, ducados, reinos y
ciudades independientes, algunas incluso dentro de los mismos Estados Pontificios.

En Europa oriental, los intentos de unidad estuvieron encabezados por Polonia, que desde
el siglo XIV venía buscando la unión con el gran ducado de Lituania. A pesar de los
tropiezos con el principal obstáculo, la Orden Teutónica, en 1477 Casimiro, duque de
Lituania, reunió las dos coronas. Pero el escaso control sobre las fronteras, las dietas
provinciales y la presión de los nobles no favorecieron la creación de un poder realmente
sólido. Otros estados orientales como Hungría, Moldavia, Besarabia y Serbia sucumbieron
ante el empuje de los turcos, que tras la toma de Constantinopla se apropiaron de buena
parte de los Balcanes.

Por su parte, el gran principado de Moscú inició con Iván III el desalojo definitivo de los
mongoles, lo que facilitó la centralización del poder y el establecimiento de relaciones con
la Europa occidental. También a finales de este siglo se inició la identificación con Rusia.
Moscú, Estado ortodoxo independiente, se convirtió en la Tercera Roma, reemplazando a
Constantinopla. Lo cierto fue que ninguno de estos estados de Europa central y oriental
lograron una unificación territorial o de poder sobre una base nacional: el orden feudal aún
se imponía.

El panorama de transformaciones estuvo acompañado por el llamado Renacimiento.


Aunque su epicentro fue la Italia de la segunda mitad del siglo XV, pronto invadió la mayor
parte de Europa. Sus alcances populares no fueron grandes, se circunscribió a la creciente
burguesía con el apoyo de sectores nobles. El humanismo del siglo anterior creó las
circunstancias favorables para la recuperación de la antigüedad clásica. Su búsqueda,
estudio y traducción, animó la necesidad de profundizar en el conocimiento erudito, que en
esta época era casi una actividad exclusiva de la Iglesia. El conocimiento se volvió laico y
se constituyó en una nueva espiritualidad que estructuraba una sociedad profana.
Bajo la influencia de la burguesía, el interés se centró en la reivindicación de los valores
individuales del hombre, lo que se expresó en todos los campos del conocimiento. Este
antropocentrismo, que reemplazaba el teocentrismo, se caracterizó por su tendencia a crear
una universalidad, es decir, el rechazo de lo particular en pos de un ensanchamiento de la
óptica cultural y de la igualdad del hombre. Desde esta misma posición, intentó expresar los
valores propios de una sociedad en proceso de transformación, lo que representaba una
clara ruptura con los valores feudales.

En esta larga y contradictoria lucha entre la afirmación de las monarquías, la persistencia de


los feudos y la aparición de nuevas ideas, el pontificado se robusteció al convertirse en un
centro unificador. La situación fue sorpresiva, porque a lo largo del siglo las circunstancias
lo habían debilitado: las secuelas del papado en Avignon, junto con el Gran Cisma que duró
hasta 1417, mermaron la autoridad pontificia. La recuperación fue lenta, pero a finales del
siglo XV la relación medieval entre poder temporal y espiritual se estabilizó con un reparto
efectivo de poderes entre el Papa y los reyes que habían consolidado sus monarquías. El
pontificado entró en un proceso de "modernización" de su estructura y para ello apeló a su
fortalecimiento militar y económico por medio de la recaudación del impuesto para hacer
efectiva la decadente cruzada contra los turcos. Esto lo convirtió en blanco de las
apetencias de las diversas familias dominantes, que sucesivamente se alternaron en el
pontificado. El fortalecimiento papal en los asuntos temporales no implicó necesariamente
la recuperación de la Iglesia. Ni los largos concilios ni las intrigas lograron superar la crisis
interna que preparó el camino de la Reforma, pues se hizo evidente el descuido de las tareas
propias de su función religiosa.

Estos signos de decadencia de la Iglesia repercutieron profundamente en las creencias


populares, que desviaron su centro de atención del dogma cristiano para buscar nuevas
fuentes espirituales. Para finales de siglo, la piedad hacía énfasis en el culto mariano y en
las indulgencias, pero no dejaba de ser supersticiosa. En el centro y occidente de Europa
apareció lo que la Iglesia llamó brujería, con un ingrediente nuevo: el culto al demonio. En
España se concentró la persecución sobre criptojudíos, criptoislamitas y gitanos, que
prácticamente acababan de entrar a Europa.

También en centro y oriente de Europa, los últimos estertores de las herejías medievales
daban qué hacer: en Alemania y Bohemia aún sobrevivían laboristas. utraquistas, miembros
de la Unión de Hermanos y valdenses, contra quienes hubo cruzada en 1487; o aparecieron
otros como el movimiento de Nikiashausen y la Reforma de Segismundo. Una
característica los unía: el milenarismo o la creencia de la inminente segunda venida del
Cristo con su Juicio Final, lo que complementaron con propuestas "heréticas": negación del
trabajo, espiritualización de la vida cotidiana, igualdad entre los hombres, regreso a la
iglesia primitiva y pobreza.

El milenarismo se constituyó en una de las características más importantes de estos finales


de siglo. El mismo Colón se creía elegido por Dios para ser el portador del cristianismo a
los "bárbaros" de Oriente, antes de la hecatombe final. El desembarco en el Nuevo Mundo
confirmó su creencia, pues Mateo (24,14) lo había profetizado: "Se proclamará este
Evangelio del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y
entonces vendrá el fin...".

CONCLUSION

Bajo el impulso de portugueses y españoles se produjo, en el siglo XV, un gran avance en


navegación, que los llevaría a descubrir nuevas rutas marítimas y comerciales. Los
portugueses recorriendo todo el continente africano y los españoles descubriendo América
y navegando hacia el Oeste, hacia el océano desconocido.
Uno de los factores importantes de la nueva fase de expansión económica estuvo
representado por los cambios tecnológicos que se presentaron durante toda la segunda parte
del siglo XV. Hubo un desarrollo de la imprenta, de las técnicas de la minería y la
metalurgia, de las armas de fuego y de la navegación, que tenía un relativo gran desarrollo
desde principios de siglo
Durante los siglos XIII al XV los europeos extendieron su influencia por Asia y Africa. A
partir del finales del siglo XV América también quedará incorporada a la economia
europea, convirtiéndose en un mercado más. El desarrollo del comercio y el crecimiento de
la economia europea desencadenó una demanda de metales preciosos para acuñación de
monedas. Junto a esta necesidad de metal amonedable, los europeos se propusieron llegar
directamente a las fuentes de producción de géneros orientales y a las materias primas. Para
ello era necesario el control de las redes comerciales. Nace así la primera economía global

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 https://es.wikiversity.org/wiki/Historia_de_Asia#:~:text=Asia%20es%20un%20conjunto

%20de,Mesopotamia%20donde%20una%20de%20las

 https://rodin.uca.es/handle/10498/14595

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