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P T C A T 2. D O S: Rácticas DE Rabajo DE Ampo Ntropológico Area Escripción DE Bservación Emanal
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CONTENIDO DE LA DESCRIPCIÓN
En esta tarea me dispongo a relatar los datos registrados durante la observación realizada para la
entrega pertinente a la semana del 20 al 24 de marzo, concretamente la del martes 21 de marzo.
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Si he decidido no continuar con la premisa que venía sugiriendo respecto a la metodología que
quería emplear para el desarrollo de esta asignatura, es porque el hecho de sintetizar semanas
completas de observación por cada entrega me ha resultado muy dificultoso, debido esto a la
complejidad que hay en conjugar todas los posibles y distintas realidades en las que se
estructuran diferentes relaciones sociales, en las que desempeño el mismo rol, pero en torno a
diferentes ejes sobre los que orbitar. Aunque mi posición siempre sea la de monitor Progresa, el
tipo de agencia en cada tipo de interacción es distinto.
Es decir, tras unas primeras dos observaciones de días concretos para poder comprender, y que
sea comprendido por quien lee esto, el contexto en el que me veo involucrado, mi intención
consistía inicialmente en asentar una dinámica de observaciones semanales que incluyeran un
conjunto de todo lo observado durante el transcurso de las horas de prácticas Progresa. Todo ello
en un relato rico en detalles etnográficos pero conciso en cuanto a aquel material relevante que
creía susceptible de observar para generar una descripción densa, coherente y ordenada. Definir
el espacio temporal me resultó complicado, pues no supe aglutinar todo el contenido en un texto
con suficiente solidez narrativa y cohesionado en cuanto a estructurar qué momentos o qué
partes de la semana se están describiendo. Por lo tanto, tras probar a describir para cada una de
las tres primeras entregas un tipo distinto de observación (una de las sesiones individualizadas,
otra de las sesiones grupales y otra de una síntesis de la semana completa), ya he descubierto
cuál será mi modus operandi a partir de ahora (con esperanzas de que funcione indefinidamente):
mi intención es continuar con las descripciones de días concretos, pero teniendo en cuenta lo
sucedido durante el resto de días que me encuentro en el campo y lugar de trabajo, y las
repercusiones que pueda tener cualquiera de esos sucesos en el día de la observación. Por lo
tanto, los otros tipos de relaciones sociales, como el de monitor/tutora, o monitor/monitor,
seguirán teniendo importancia en el discurso de lo escrito, pero no de manera central.
Por otra parte, en esta tarea tengo pensado escribir más acerca de los acontecimientos que
conforman la propia observación, debido a que en la anterior dediqué bastante del contenido a
reflexiones metodológicas y a cómo los interrogantes que traigo se manifiestan en la forma de
observar y de escribir. De todos modos, no debemos olvidar que la dualidad observador-
etnográfo/monitor estará presente y, por mucho que parezca que se establezca una
complementariedad entre ambas, es muy posible que fluctúe en la forma en la que la percibo lo
que sucede a mi alrededor.
El centro cultural al que asisto se trata de una construcción ubicada en la zona céntrica del
pueblo, y en su interior se desempeñan distinta actividades con diversa índole. Es un edificio
blanco, de construcción no muy antigua, pero aparentemente, tampoco muy moderna, lo que me
hace creer que es posterior a la Transición política del 75', pero anterior a la entrada al nuevo
siglo. Está recubierto por losas de piedra blancas bien pulimentadas, y arcos y vigas con
disposiciones muy geométricas de color negro adornan y ensamblan su estructura para reforzarlo
y añadir un toque estético. Aledaño al edificio hay una especie de patio/plaza (donde salimos con
los niños a jugar), con unas casas anexas, y también un parque infantil, el cual, por lo que he
comprobado y preguntado, permanece siempre cerrado. Entre las funcionalidades que ofrece el
centro cultural, he podido identificar que alberga el hogar del jubilado municipal, donde los
jueves, a partir de las 19:30 horas, se reúnen los ancianos para practicar con la guitarra flamenca;
una sala de TIC's con dispositivos informáticos para llevar a cabo talleres de aprendizaje a los
paisanos y paisanas que lo requieran; un pequeño espacio para actividades deportivas como
pilates y yoga; y también varios espacios habilitados como despachos (cuatro en total) en el que
desempeñan su trabajo los funcionarios locales por las mañanas hasta el mediodía. Consta
también de dos salas grandes: una de reuniones, con varias mesas rectangulares dispuestas en
línea, y otra a modo de pequeña clase, como un aula educativa, con pupitres y pizarra. El edificio
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posee dos plantas, una baja y una primera, en la cual se encuentran los despachos y las salas
grandes, que son las únicas de las que disponemos para utilizar. En su entrada, en la planta baja,
hay un mostrador (donde imagino debería haber un conserje), siempre vacío, y según se entra, a
la derecha, una máquina expendedora de café y chocolate caliente. También en la planta baja hay
unos baños, en frente de la puerta de entrada, y un pasillo con un pequeño almacén y otros tres
despachos, pero siempre están cerrados cuando nosotros vamos. Aunque, en verdad, excepto la
sala de pilates, los despachos de abajo, el hogar y la sala de TIC's, nos valemos de todo el
espacio para hacer de todo, muchas veces los niños se lavan los dientes y las manos en los baños
de que disponemos, por ejemplo. A medida que transcurren las semanas, es muy notable que el
edificio es fresco en su interior, en contraste con el calor del exterior, sirviendo de refugio para
las calurosas tardes que estamos viviendo.
Como anticipé al principio, el espacio temporal de esta observación retorna a solamente las 5
horas de un día en el que atendemos a los menores individualmente (el martes). Al incorporarse
la nueva monitora, algunos horarios han cambiado entre los monitores del pueblo de al lado y
entre los menores que se tienen asignados; en mi caso, ningún horario se ha modificado, por lo
que los martes atiendo a las mismas personas. La observación transcurrió en cuatro partes: la
primera hora y media con Carla (de 16:00 a 17:30); la segunda hora y media con los mellizos
(hasta las 19:00); la tercera hora y media con las mellizas (hasta las 20:30); y la última media
hora con mis compañeros mientras hacíamos revista del día y recogimos. Cada vez anochece
más tarde, y aunque nos situemos en el mismo horario siempre, la noción que tenemos del
tiempo varía porque nos parece que es más pronto de lo que es en realidad. Creo que no es
necesario explicar en profundidad o justificar por qué las observaciones son a esas horas: soy
becario de prácticas extracurriculares de la universidad que trabaja como monitor del proyecto de
intervención social Progresa de la Diputación de Granada, y que ha instituido el horario de la
intervención los lunes, los martes y los jueves de 16:00 a 21:00 y los viernes de 10:00 a 14:30,
horarios que debo cumplir a rajatabla.
Es relevante para la comprensión de la observación volver a describir a las personas con las que
he mantenido interacciones sociales aunque sean siempre, o casi siempre, las mismas. Describir
de esta forma también nos puede ayudar a situar mejor la observación, a contrastar con las
anteriores, y permite a quien lee esto imaginar mejor la situación de la descripción. A mí también
me sirve un poco como “reseteo” para redirigir de nuevo las entregas. Mi procedimiento vuelve a
ser el siguiente: en primer lugar describiré el perfil de las personas que denominaré como
“contingentes” (secundarias, no tan relevantes), en segundo lugar a mis compañeros monitores y
en tercer lugar a los y las menores.
Este martes solamente hemos compartido el espacio con las mujeres que a lo largo de la tarde
van a clase de yoga o de pilates. Lo más probable es que sean personas residentes en el
municipio o en municipios cercanos. No sé cada cuánto o cuál es la duración de la actividad,
pero cada tarde que estoy allí hay varias sesiones con diferentes grupos de mujeres. Empiezo a
suponer que hay un mismo entrenador o entrenadora para todos los grupos, que no he
identificado aún. Normalmente, tanto martes como jueves a media tarde, varias de las mujeres,
de una edad a priori entre los 40 y los 60, esperan en la planta de arriba, por lo que de algún
modo cohabitamos el espacio. Van vestidas con ropa de deporte, y en general las mallas
deportivas, las zapatillas de running y las camisetas transpirables suelen ser el común
denominador de su vestimenta. Es destacable que muchas de esas prendas son de color muy vivo
y brillante. Por otro lado, casi todas van con la cara maquillada y el pelo recogido con coleta,
pero bien peinado. En esta observación, respecto a esto que menciono, había dos mujeres
sentadas, sobre las 19:00 (las vi porque fui al baño, el cual se encuentra al lado de la puerta del
gimnasio) en una de las sillas de espacio más amplio de la planta de arriba, y otra que estaba
sentada, algo alejada, en la escalera que da a la azotea. Simplemente nos saludamos al vernos, no
interaccionamos más.
Mi compañero Alberto es un joven de 20 años, de complexión delgada y con una altura cercana a
los dos metros. Tiene el pelo corto y rizado, de color castaño, siempre va bien afeitado y su
estética es muy impecable, con chaquetones de cuero casi siempre, zapatos negros y pantalones
de pana con jersey de todo tipo. Esta ocasión, como van subiendo las temperaturas, vino con una
camisa de manga corta de color granate, unos pantalones vaqueros azules y ajustado y unas
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zapatillas deportivas blancas. Lleva un pendiente en la oreja izquierda que tiene la forma de dos
cerezas. Es estudiante de psicología y está terminando el grado, además, quiere realizar estas
prácticas para formarse como psicólogo social y tener algunos ahorros para el próximo año.
Lucía, la nueva compañera, también suele venir vestida moderadamente formal. Vino vestida
con un vestido largo, de un color entre el azul y el verde oscuro con dibujos de piñas, que le
llegaba hasta los tobillos, unas medias negras y unas zapatillas rojas al estilo “Converse”. Es
muy pálida de piel, y su estatura es cercana a la mía. Tiene el pelo largo, muy negro y rizado,
con mucho volumen. Siempre huele a espuma para el cabello, como de aroma a coco, y me
resulta muy agradable. No sé su edad, imagino que debe tener la edad de Alberto o parecida, lo
que está claro es que es más joven que yo. Estudia Psicología, y está en segundo curso. Ha
participado en voluntariados de integración social, y ha trabajado también en organizaciones para
ayuda al migrante. Poco a poco nos vamos conociendo mejor.
Carla esta vez llegó algo tarde. Es una muchacha de 13 años, que estudia en un instituto de
Granada capital, cercano al Albaicín. Aunque tiene 13 años, es más alta que yo. Tiene el pelo
castaño claro muy largo y liso, y también un piercing en la lengua, el cual enseña mucho porque
anda jugueteando con él todo el rato. Normalmente su vestimenta consiste en ropa de chándal o
ropa cómoda por lo general, con atuendos deportivos y zapatillas deportivas también. Según he
leído en su expediente, es una niña que está trabajando la autoestima, las habilidades sociales y
la ira. Lo que en un principio parecía un caso difícil para que se vinculara conmigo, al final ha
acabado abocando en una relación muy horizontal por nuestra parte. Por lo que parece no se
lleva muy bien con su familia, y muestra mucha desidia para afrontar responsabilidades.
Además, ha presenciado y sufrido maltrato a su madre y a ella. Pienso, ya definitivamente, que
es una chica muy respetuosa y madura por la forma que tiene de comunicarse y medir los
tiempos y espacios con las personas con las que interactúa, aunque también es un poco tímida.
Es repetidora de curso y necesita refuerzo académico en varias asignaturas.
Las últimas en visitar mi despacho siempre son las hermanas Pérez, de 9 años. Son como un
terremoto imparable de energía y estímulo. Ellas se autodenominan gitanas, ambas tienen el pelo
muy largo, moreno y ligeramente ondulado. Una de ellas es mucho más morena de piel que la
otra, y tiene los ojos marrón oscuro, mientras que la otra los tiene verdes. Esta ves estaban
vestidas con la ropa de hacer el día: una de ellas con una camisetas azul celeste que tenía un poni
rosa en el medio del pecho, unos pantalones cortos deportivos y unas zapatillas deportivas grises
muy desgastadas con calcetines blancos tobilleros; la otra vestía una camiseta de tirantes violeta
sin dibujos ni estampados, unas mallas cortas grises y unas zapatillas rosas con velcro. Suelen
traer una mochila grande de color plateado y purpúreo, donde llevan sus deberes y materiales
escolares para trabajar conmigo en caso de que deban estudiar. Ambas son muy efusivas, muy
nerviosas y están todo el rato jugando, tratando de llamar mi atención. Son muy buenas
estudiantes, según el perfil de su expediente, y también según su madre. Una está apuntada a
gimnasia rítmica y la otra a fútbol, por lo que también son deportistas. No presentan signos de
mala higiene, ni de maltrato o algún tipo de especificidad psicológica como algún trastorno. Son
muy impulsivas, y cuesta un poco que presten atención, pero se comportan muy bien y me tratan
con mucho respeto. Estas niñas están en Progresa debido a que su familia se encuentra por
debajo del umbral de la pobreza; y además, aunque no está registrado en servicios sociales pero
ellas sí lo han dicho alguna vez, el padre maltrata a la madre físicamente.
Esta vez, mis compañeros y yo, cuando llegamos al centro cultural, no encontramos
absolutamente a nadie. Llegamos a las 15:45, con 15 minutos de antelación como todos los días,
y normalmente los primeros niños llegan unos 10 o 15 minutos después. Entre que llegamos
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nosotros y llegan los niños abrimos todos los despachos, preparamos nuestro material, y nos
sentamos a esperar a que vengan. Siempre solemos realizar las intervenciones individuales a
puerta cerrada, aunque con excepciones algunos días. En este caso estuvimos cada monitor/a con
sus respectivos menores asignados toda la jornada. Yo siempre, antes de que lleguen, tengo mi
cuaderno de campo en el escritorio y mi ordenador listos para utilizar.
Carla apareció por la puerta a las 16:15. Yo pensaba que ya no iba a venir, así que me dio un
pequeño susto cuando abrió la puerta. Le pregunté qué tal estaba. Preguntar “qué tal y cómo te
ha ido la semana” es mi ritual para romper el hielo. Me contestó que bien, que ya tenia ganas de
que llegaran las vacaciones para poder ir con su madre y sus hermanos a Granada y ver las
procesiones. También le pregunté cómo le habían ido las notas finales del trimestre, y me
contestó que le habían quedado 3 (es repetidora). Yo ya me esperaba esa respuesta, y le dije que
si quería ser ingeniera, o bien aprobaba sus estudios en secundaria o bien tendría que pensar en
otras alternativas. El ambiente de nuestras interacciones siempre es distendido, con humor y cada
vez más cercanía (ella aún guarda ciertas reservas conmigo). Estuvimos hablando un buen rato
sobre salidas laborales. Ella añadió sinceramente que si no conseguía superar la ESO antes de los
16, intentaría conseguir un título de tatuadora. Yo no quise continuar con la conversación,
porque intuía que ella no se encontraba muy cómoda hablando de eso (mostraba algo de
indiferencia, pero sé, por lo que me han dicho las anteriores monitoras, que no es así).
Seguíamos sentados en la mesa, cada uno en su asiento (yo en el de monitor y ella en el de
monitorizada), y se me ocurrió que podríamos jugar a algun juego de mesa para estimular el
pensamiento lógico. Ella ya conocía uno así y me dijo que quería jugar. Se trata de un juego con
un pequeño tablero en el que se sitúan una serie de vehículos de plástico de manera estratégica
(hay unas tarjetitas que indican cómo hacer cada nivel de dificultad con más de 70 posibilidades)
y en el que, por una pequeña abertura en un lado, hay que intentar que salga un cochecito de
color rojo moviendo todos los demás vehículos, puesto que se disponen de tal forma que impidan
salir al cochecito rojo. No recuerdo el nombre del juego específicamente. Nos dedicamos una
media hora a jugar, y no hablamos de nada excepto hacer comentarios sobre lo divertido que era
el juego. Ya se acercaba la hora de que Carla se marchase, y le recordé que tenía que traerme el
próximo día unas autorizaciones y modelos de consentimiento firmados por su madre para
formalizar la relación con Progresa y la edición en la que me encuentro (la 14). Se marchó con
un “pues na', hasta luego”.
Los mellizos llegaron puntualmente, a las 17:30. Siempre que entran les saludo con un “qué
pasa, chavales” y se ríen tímidamente. Se sientan y prosigo con mi ritual. Dicen que están bien,
que habían comido arroz amarillo con costillas en casa de su abuela, pero que les han quedado 4
asignaturas a los dos. Exactamente las mismas: matemáticas, inglés, biología y física. Ante esto
no tuve más remedio que decirles que, después de las vacaciones, íbamos a tener que dedicar
mucho tiempo al refuerzo de esas asignaturas, porque uno de los objetivos principales con ellos
es que no repitan curso. Se tomaron bien mi aseveración, y acto seguido les propuse jugar a los
acertijos, ya que les encantan. Estuvimos hasta las 18:00 o algo más jugando a los acertijos; yo
les pregunto y ellos tratan de adivinar. Mi propuesta para ese día, después de los acertijos, fue
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proponerles que aprendieran, con mi ordenador, a buscar información y posibles itinerarios para
las formaciones profesionales que tienen intención de cursar en un futuro. Estuvimos todo el
resto del tiempo haciendo eso o actividades relacionadas con eso. Uno de ellos quiere ser
monitor de actividades deportivas, el otro quiere ser informático. Tuvimos que dedicarle más
tiempo al tema deportivo puesto que todas las posibles alternativas eran por la vía privada. Ellos
me preguntaban cómo buscar, yo simplemente les decía algún pequeño truco o consejo sobre
cómo hacerlo, por ejemplo: “Podrías buscar 'formación profesional en Granada' en vez de 'cómo
entro en un grado medio en deporte'”. Después de un buen rastreo de posibilidades con cada uno,
les pedí que anotaran lo que pensaban que era más importante (nombres de centros, posibles
ciclos de formación, etc.). Los mellizos hablan poco, pero se ríen mucho conmigo, siempre les
parece todo bien. Los últimos 20 minutos los dedicamos a mandar un correo a un centro para que
nos facilitara información sobre un grado medio en deporte. Les pedí que lo escribieran en un
principio entre los dos y yo después se lo corregiría. Lo hicieron bastante mal, pero es
comprensible. Lo corregí mientras les iba comentando en qué iban fallando o cómo deberían
escribirlo. Es muy curioso cómo entre ellos se corrigen o se aconsejan mutuamente, pues lo
hacen con mucha ternura pero bruscamente. Enviamos el correo (al cual ya han respondido a día
de hoy), hablamos un poco sobre el calor, sobre las vacaciones y finalmente se marcharon sobre
las 19:00. Siempre les despido con una palmada en la espalda y una sonrisa.
A. y Á. llegaron sobre las 19:10, un poco tarde, puesto que me dijeron que estaban merendando
con su madre. Trajeron su mochila y antes de decir nada, ni saludar, me dijeron que teníamos
que estudiar todo el rato porque al día siguiente tenían examen de lengua. Me pidieron que
imprimera unas fichas que me había preparado su madre (la madre es muy estricta con ellas en
cuestión de estudios, y hasta ella misma les prepara, a mano, fichas de ejercicios para todas las
asignaturas). Las imprimí en la impresora del pasillo y se las di. Normalmente las mellizas
siempre quieren jugar antes de estudiar, y esta vez, a pesar de que seguían estando muy
revoltosas y sólo querían llamar mi atención, no quisieron jugar. Estuvieron haciendo los
ejercicios tranquilamente mientras yo supervisaba o ayudaba. Les dije que yo no podía
enseñarles bien porque no soy profesor particular, y me contestaron que la anterior monitora
siempre les decía lo mismo. También me dejaron su manual de texto para poder fijarme en las
normas gramaticales y ayudarles a hacer bien los ejercicios. El libro me recordaba mucho a los
que tenía yo: plastificado, con un olor característico y todos esos ejercicios de repaso al final de
cada tema. Mientras ellas estudiaban, hablábamos de algunas cosas, como que A. ha quedado
campeona de gimnasia rítmica en un torneo provincial, o que Á. estaba lesionada del tobillo
porque otro muchacho había sido muy bruto con ella en el entrenamiento de fútbol. Estoy muy
agusto con ellas, pero a veces siento que son muy intensas. Me preguntaron por mi novia, por si
tenía, les dije que sí y se ruborizaron y empezaron a chillar mientras se miraban y hacían
aspavientos dramáticos. Rápidamente corté la conversación con un “¡Venga, a estudiar!”, y se
rieron, pero hicieron caso. Ya era de noche, y la hora de que las recogieran se iba acercando. Vi
que me habían cogido la botella de agua, y como regañarles no surte efecto casi nunca, me puse
a cantar flamenco y dar palmas, algo que les da mucha vergüenza, porque dicen que lo hago muy
mal. Dejaron mi botella, pero para mi asombro me fijé en ella y vi que habían escrito con
rotulador la inicial de mi nombre y la inicial del nombre de mi pareja. Los últimos 15 minutos ya
no tenían ganas de hacer más ejercicios, así que fuimos recogiendo sus cosas y preparándonos
para que se marcharan. Estaban cansadas y se querían ir. Yo lo notaba porque empezaron a
discutir entre ellas, a decir que yo era un regañón y que si no se me da bien enseñar lengua será
porque soy tonto. No lo tomé en cuenta. Esta vez no vi a su madre, solamente escuché su voz,
que gritaba, desde la puerta del centro, en la planta baja: “Niñaaaas”. Al escucharlo, cogieron la
mochila, me dijeron adiós, y salieron por la puerta.
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La última media hora la dediqué en primer lugar a recoger los papeles usados que se habían
quedado desperdigados por mi escritorio, también guardé el juego de ingenio de los cochecitos,
que había apartado en la estantería. Después vinieron mis compañeros y se sentaron conmigo,
hablamos sobre cómo había ido el día. Sorprendentemente los tres coincidimos en que habia sido
un día muy tranquilo. Lucía, la nueva monitora, me parece muy simpática. Le pregunté si ya se
sentía adaptada al lugar y a su papel de monitora y me dijo que ya estaba ubicada. Me dijo que
esa tarde uno de sus muchachos, que no sabe leer, había venido con su madre, que tampoco sabe,
y que les había estado enseñando a leer a los dos juntos. Algo que considero muy inteligente por
su parte, además de ser un acto de implicación. Alberto simplemente estaba con el móvil. Tanto
Lucía como yo empezamos a mirar nuestros ordenadores hasta que nos dieron las 21:00.
Recogimos todo, cerramos las puertas, apagamos las luces y terminamos la jornada (y yo la
observación). El grupo de monitores ya está cerrado, ya se han redistribuido los horarios y en mi
caso, creo, he encontrado la metódica adecuada para las observaciones. Veremos cómo avanza
todo con el paso de las semanas.
Para esta observación, en cuanto a los interrogantes, no mantendré la estrategia que venía
siguiendo en las entregas anteriores, la cual consistía en dividir los tipos de interrogantes entre
mi rol de etnógrafo y mi rol de monitor. Aunque internamente yo los diferencio (la gente no),
cualquier cuestión, duda o idea que me surja, bien sea en lo académico o en lo laboral, atraviesa
transversalmente ambos roles, y afectan en la manera que tengo de hacer las cosas sin distinguir
el que me encuentre “ejerciendo” o “encarnando” un rol u otro. Debido a esto los interrogantes
que me han surgido y que desarrollaré a continuación tienen que ver con la observación en sí
misma y con la noción de mi persona como un contenedor de esas
realidades/identidades/formas-de-proceder, siempre en continua retroalimentación.
Como el lugar en el que observo ya forma parte de mi cotidianidad y de mis hábitos diarios, me
viene de vez en cuando una recurrente duda acerca de si el hecho de normalizar el lugar y las
relaciones sociales que se dan dentro como parte de mi día a día pueda llegar a relajar o
“desenfocar” mi labor etnográfica y mi actividad o mirada concreta para el trabajo de campo.
Pues esto implicaría desprenderme, gradualmente, de la capacidad de extrañamiento. Debo tener
presente que si esto sucede también es analizable. Por otro lado el hecho de haber escrito las
interacciones de otra manera no me ha hecho sentir muy cómodo, lo que me provoca
preguntarme sobre cómo debo escribir las interacciones. Sinceramente, me siento más fluido de
la otra forma (no tan basado en representar por escrito una línea de sucesos de forma aséptica y
sin connotaciones sino en una descripción literaria y relatada a modo “novela con evocaciones
etnográficas”).
Últimamente, y en otro orden, al volver a leer la primera y segunda entregas de las PTCA
aquellas partes en las que menciono qué propósitos tengo para completar esta asignatura, he
estado pensando acerca de en qué medida las observaciones que estoy escribiendo son o no útiles
para responder a interrogantes como, por ejemplo, qué efectos tiene en la identidad de los
menores y sus familias la participación en Progresa (algo que expone a las familias a estar
emparentadas a los servicios sociales, con el estigma social que conlleva), cuestión que deriva
también a preguntarme si realmente el proyecto Progresa es efectivo o no en sus propios
términos o aspiraciones (una especie de labor de evaluación). De igual modo me pregunto en qué
forma deben ser aplicados los métodos o perspectivas antropológicas más afines a esta manera
de hacer investigación. Con esto quiero referirme a si realmente el contenido de las
observaciones es propicio para un correcto análisis y un proceso de interpretación adecuado y
fundamentado para el tema de estudio.
A modo de valoración global, debo destacar sobre todo el cambio metodológico, pues modificar
el planteamiento que había labrado en un primer momento respecto al curso de las observaciones
también ofrece valiosa información sobre mi percepción de cómo llevar a cabo un proceso de
investigación: las observaciones de días concretos me permiten responder mejor a las premisas
que se piden para entregar las tareas; y además me resulta más sencillo organizar la información
para posteriormente darle una forma escrita. Sin embargo, las observaciones ocurren
prácticamente siempre con las mismas personas, en el mismo lugar y en el mismo día de la
semana. Esto me inquieta, por lo que tendré que decidir cómo abordar tal hecho en las próximas
prácticas.
Tengo que decir para terminar la valoración global que la semana del 20 al 24 de marzo ha sido
bastante dura para mí. Mi abuela estaba hospitalizada desde una semana anterior, en estado muy
grave, y mi madre, sin separarse de ella, irremediablemente, ha estado sufriendo a diario, sin
comer ni dormir durante muchos días. Finalmente mi abuela falleció el jueves, y tuve que
marchar a mi ciudad de origen para el funeral y para acompañar a mi madre en su duelo. No he
podido, quizás, estar tan atento y anotar cuestiones o reflexiones de carácter antropológico en mi
cuaderno de campo porque me sentía disperso, y muy cansado. A pesar de ello, espero entregar
una tarea coherente y legible.
Solo se admiten documentos con este formato y con la aplicación Ms Word. No olvides nombrar el
archivo con tus dos apellidos (sin espacios, sin acentos, sin ñ o cualquier otro símbolo) y terminar
con las siguientes letras y números después de los apellidos: PTCA202223T2 (se trata del
acrónimo de la asignatura, el año del curso y la tarea). Al final, el nombre del archivo debería
quedar de la siguiente manera (ejemplo): GarciaCastanoPTCA202223T2.docx
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