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El Pietismo

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Publicado en XVII.es el 8 de julio de 2020. URL: https://xvii.

es/el-
pietismo/

El pietismo
El pietismo fue un movimiento religioso protestante nacido en la
segunda mitad del siglo XVII que buscaba revitalizar la fe
personal de los creyentes
Por Alejandro Bañón Pardo, Licenciado en Historia
“Es ist ietzt Stadt-bekannt der Nahm der Pietiste/

Was ist ein Pietist? Der Gottes Wort studirt /

Und nach demselben auch ein heilges Leben führt”.

(“Ahora se los conoce en la ciudad con el nombre de pietistas/

¿Qué es un pietista? Quien la Palabra de Dios estudia/

Y tras ello además llevan una vida santa”).

Joachim Feller (1638-1691), Soneto por la muerte de Martin Born, 1689

Introducción

El pietismo fue un movimiento religioso nacido en Alemania en la segunda mitad del


siglo XVII, como reacción al academicismo excesivo en el que había desembocado el
luteranismo germano. La nueva tendencia buscaba “revitalizar la fe personal y con ella
interiorizar la piedad evangélica, para lo que se necesitaba volver a una mayor
dedicación al estudio de la Biblia y revitalizar las prácticas relacionadas con el
sacerdocio universal” (López, 2002: 294). Su fundador fue Phillip Jakob Spener (1635-
1705), teólogo alemán que ejerció como pastor principalmente en las iglesias de
Fráncfort, Dresde y Berlín, autor de los Pia Desideria (1675), obra considerada como el
pilar fundacional del pietismo, donde se contiene la doctrina esencial del movimiento.

Antecedentes

Tras la fórmula de concordia de 1577 el luteranismo, tanto en Alemania como en


Escandinavia y otras regiones, logró consensuar unas bases doctrinales comunes que
sirvieron como trampolín para la intensa y profunda elaboración teológica que tuvo
lugar a lo largo del siglo XVII en el seno de universidades como las de Estrasburgo,
Jena, Leipzig, Tubinga o Wittemberg. La teología luterana, ligeramente perdida en un
primer momento tras dar el impulso inicial a la Reforma, intentó en el siglo XVII
“marcar sus diferencias con respecto al catolicismo tanto como con respecto al
calvinismo, lo que la obligó a una sistematización formal y argumental muy diferente a
las líneas expositivas del primer luteranismo” (López, 2002: 294). Aspectos esenciales
en los que había incidido Lutero, como la justificación, el pecado, la gracia y los
sacramentos, fueron desarrollados por autores como Abraham Calovius (1612-1686) o
Johann Gerhard (1582-1637), que escribió la principal obra dogmática luterana, Loci
Theologici (1625). Sin embargo, el reforzamiento del dogma luterano vino parejo a los
primeros signos de agotamiento de la teología y al peligro evidente de caer en la
especulación académica superflua, en detrimento de una vivencia religiosa más sencilla,
personal, mística, tropológica y estrechamente ligada en lo esencial a la fuente bíblica.
Ante tales sombras que se cernían sobre el mundo luterano, el pietismo pretendió
erigirse en haz de luz para orientación y guía de los creyentes.

Philipp Jakob Spener y características del movimiento

Spener, retratado por Bartholomäus Kilian en 1683.

Aunque el movimiento fue vislumbrado ya en sus aspectos esenciales por teólogos


como el alemán Johann Arndt (1555-1621) o místicos como Valentin Weigel (1533-
1588), y existen distintas opiniones sobre cuándo y en qué contexto (dentro o también
fuera del luteranismo) apareció el pietismo realmente, entenderlo pasa necesariamente
por bucear en la biografía de Spener, su principal impulsor.

Phillip Jakob Spener nació en 1635 en Alsacia. Hombre de sólida formación, estudió
Teología en la Universidad de Estrasburgo, cuyos profesores estaban más centrados en
el cristianismo práctico que en las disputas teológicas. Después de ser preceptor de los
hijos del elector del Palatinado, completó su formación en varias universidades
extranjeras, y en Ginebra sus ideas religiosas se imbuyeron de misticismo, además de
recibir una fuerte impresión e influencia del estricto ambiente moral reinante en la
ciudad calvinista. En dicha urbe predicaba por aquellos tiempos el converso francés
Jean de Labadie (1610-1674), que también causó impacto en Spener. En 1666 fue
nombrado pastor principal de la iglesia luterana de Fráncfort, periodo durante el cual
escribió sus dos obras más importantes: Pia Desideria (1675) y Allgemeine
Gottesgelehrtheit (1680). En Fráncfort tomó conciencia de que el luteranismo
evangélico de los primeros tiempos estaba siendo sacrificado y neutralizado por la
ortodoxia luterana imperante. Fue por esta época cuando el movimiento pietista
comenzó a tomar forma, con él como uno de sus máximos impulsores, en las
denominadas collegia pietatis (“asambleas piadosas”), que el alsaciano organizaba en su
propia casa, reuniendo a laicos para leer la Biblia. En 1686, Spener tenía ya cierto
renombre en el Imperio y en ciudades como Leipzig se formaron asambleas pietistas.
En ese año fue invitado a ejercer de capellán en la corte de Dresde por el elector de
Sajonia Juan Jorge III (1647-1691). Sin embargo, la experiencia en Dresde no fue
satisfactoria, y en 1691 Spener marchó a Berlín, donde las autoridades de
Brandemburgo le habían ofrecido el cargo de rector de la iglesia de San Nicolás. En
Berlín, el teólogo fue bien acogido, y bajo su influencia se fundó la nueva universidad
de Halle en 1694. En los últimos años de su vida fue testigo del rechazo de la teología
oficial luterana a parte de sus tesis: en 1695 la facultad de Teología de Wittenberg
expuso que sus obras teológicas contenían 264 errores con respecto al dogma oficial.
Spener murió en Berlín en 1705, en un momento en el que el pietismo se expandía
inexorablemente pese a las críticas y al granado número de enemigos que se oponían al
nuevo movimiento.

La teología de Spener iba encaminada esencialmente a buscar una transformación en el


creyente, a través de la renovación, del nuevo nacimiento en Cristo. Es en el plano
moral donde sus ideas cobraron más repercusión y dotaron de idiosincrasia al pietismo,
pues esta transformación radical se debía llevar a cabo por medio de la devoción
individual y una piedad intensa, profunda, sencilla y sincera. En sus Pia Desideria,
Spener daba seis claves para la reforma de una Iglesia formada por miembros más
comprometidos con la piedad personal: el conocimiento más profundo por parte de los
creyentes de las Escrituras merced a la lectura privada, personal, y la organización de
grupos de estudio de reducido tamaño, a lo que se sumaba la predicación; aumento de la
participación seglar en las funciones eclesiales; la puesta en práctica por parte de los
fieles de su fe y su conocimiento de Dios; evitar las controversias y discusiones
religiosas, y la agria condenación de la heterodoxia, siempre que fuera posible;
formación de pastores preparados y sumamente piadosos, que pusieran énfasis en las
prácticas devocionales; y centrar la predicación en el fomento del crecimiento de la fe
en los creyentes comunes, con una oratoria más accesible y menos retórica y superflua
(Spener-Tappert, 1675-1964: 87-122).

Con el tiempo, las creencias pietistas se fueron concretando y ampliando, y realmente


siempre se adscribieron más a una actitud que a un credo religioso concreto (Black,
1990/1997: 235). El núcleo central en todo caso no se alejó de lo que ya apuntó su
fundador, y consistía en la reunión de los fieles en pequeñas asambleas, al margen del
servicio religioso, con el fin de leer y estudiar las Escrituras, fomentar mutuamente la
piedad activa, siempre con el trasfondo de la renovación, del renacimiento espiritual
vital del cristiano, a raíz de una lucha sin cuartel con el pecado, guerra ésta que habría
motivado en el creyente su firme intención de renacer, de cambiar sinceramente su vida
basándola únicamente en Cristo. Este nuevo nacimiento del cristiano, que evoca las
creencias baptistas, llevaba a los pietistas a la práctica de un ascetismo seglar, en el que
los creyentes debían en cierto sentido estar, tras su renacimiento, alejados del mundo y
del siglo, siguiendo el precepto joánico (Jn 17, 15-17) o el paulino (Rm 12, 2), haciendo
gala de una moral sin tacha en público y especialmente en privado. La vida del fiel
pietista se sustentaba en la devoción activa, jalonada de actividades como la oración
asidua, la lectura espiritual (muy en especial de la Biblia) y una suerte de entusiasmo
vital similar al metodista, donde el arrepentimiento por el pecado, la conversión y la
regeneración jugaban un papel crucial. Su minusvaloración de la Teología granjeó al
pietismo la fama de ser un movimiento anti-intelectual. Entretenimientos como el baile,
el teatro, juegos públicos, etc. eran rechazados por muchos pietistas por su trasfondo
pecaminoso. En resumen, la santificación, el llevar una vida santa, era el objetivo de
todo buen creyente (Granquist, 2015: 13). Valores como la humildad, la frugalidad, la
contención, el sentido del deber y del orden… fueron fuertemente inculcados por la
espiritualidad pietista y han dejado una huella indeleble en los países donde el
movimiento tuvo más predicamento, como Alemania o los países escandinavos.

Madre y su hija leyendo la Biblia. Cuadro “Mutter und Schwester” de Hans Thoma, 1868.

Fischer (1983: 171-180), desde una perspectiva transversal, indica una serie de
características principales del pietismo. Para este autor, es en primer lugar un
movimiento, incluso en nuestros días, de espiritualidad esencialmente luterana, que
servía como necesario contrapunto no rupturista a la ortodoxia y la Iglesia establecida,
al igual que en su momento había cumplido dicho papel el luteranismo inicial frente a
Roma. Por este motivo, se mostró siempre crítico con la Iglesia y sus estructuras. En
línea con lo anterior, era una corriente reformista que buscaba transformar la Iglesia y el
compromiso de los fieles con el evangelio. A ello se suma su carácter cristocéntrico, y
por tanto fervientemente evangélico, el ser un movimiento comunitario (fomento de
pequeños grupos, aunque la piedad individual era asimismo muy importante) y tener
principalmente como protagonistas a los legos y laicos, en consonancia con el
sacerdocio universal primigenio propugnado por Lutero, sin desmerecer el papel de los
pastores.

Expansión

La muerte de Spener en un momento en el que la recién nacida tendencia parecía


condenada a zozobrar por la condena de la Iglesia luterana y los ataques en distintos
frentes, supuso muy al contrario la asombrosa expansión del movimiento por dentro y
fuera del Imperio, ya en los primeros años del siglo XVIII, pese al rechazo inicial de
muchos Estados. Las autoridades concibieron el pietismo como una tendencia peligrosa
que podía generar movimientos sociales indeseables, por un exceso de fervor
evangélico y místico, por lo que en un primer momento trataron de frenar su expansión.
La Iglesia luterana rechazaba el movimiento al considerar que simplificaba en exceso el
mensaje cristiano y minusvaloraba peligrosamente el papel de la Iglesia, la Teología y
la ortodoxia doctrinal. En muchos principados alemanes se trató de bloquear la entrada
de ideas pietistas y Suecia, verdadero bastión de la ortodoxia luterana, aprobó en 1726
el Acta de Conventos para controlar la expansión del movimiento (Black, 1990/1997:
215). Pese a todos los intentos, los progresos pietistas fueron rápidos e imparables. En
la primera mitad del XVIII su amplia difusión por extensas áreas protestantes del
Imperio alemán era un hecho. Prueba de su aceptación fue que el monarca prusiano
Federico Guillermo I (1688-1740) decretó en 1729 que todos los teólogos de su reino
que desearan predicar debían estudiar al menos dos años en el centro pietista de Halle.

Biblia pietista de Berleburg, 1726.


La universidad de Halle fundada por Spener fue un semillero de teólogos pietistas, y el
movimiento, liderado por teólogos como August Hermann Francke (1663-1727) o
Christian Tomasius (1655-1728) se consolidó en el norte y el centro de Alemania.
Indicativo también de la fuerza del pietismo germano a principios del siglo XVIII es el
establecimiento de misiones protestantes en países como la India en 1706, hazaña
llevada a cabo por el clérigo Bartholomäus Ziegenbalg (1682-1719). En 1727, el
pietismo logró resucitar la antigua Hermandad de Moravia, comunidad pre-luterana que
se remontaba al siglo XIII. Las misiones pietistas también se aventuraron por territorios
católicos, y en la primera mitad del XVIII los pietistas de Halle, respaldados por Prusia,
“trataron de mantener el protestantismo en los territorios de los Habsburgo enviando
sacerdotes y miles de libros” (Black, 1990: 224). Entre 1726 y 1742 vio la luz la Biblia
de Berleburg, considerada la Biblia del movimiento.

Evolución del pietismo luterano en Alemania

En el siglo XVIII el pietismo luterano se hizo presente en las comunidades protestantes


de todo el mundo germanoparlante, incluida Suiza, nación donde se extendió
especialmente en los cantones de Berna, Zúrich, Basilea y Waadt. En Alemania, las
regiones de Westfalia, Halle en Sajonia y Württemberg en Suabia fueron los centros de
mayor actividad.

En la ciudad sajona de Halle tuvo una gran importancia la universidad, que exportó a
todo el país los primeros pastores adscritos a la corriente pietista, como el ya
mencionado Francke, impulsor de diversas iniciativas benéficas, educativas y
proselitistas ligadas al movimiento, y otros como Carl Hildebrandt von Canstein (1667-
1719) o Gotthilf August Francke (1696-1769), hijo de aquél. Los pietistas de Halle se
consideraban los guardianes de la antigua ortodoxia luterana, y su autosuficiencia les
llevó a enfrentarse con las autoridades religiosas constituidas en varias ocasiones.
Emprendieron una intensa labor misionera y proselitista por el centro de Alemania y el
área de Brandemburgo-Prusia, región esta última donde el movimiento se implantó con
mucha fuerza del siglo XVIII en adelante. Sin embargo, el fuerte nexo del pietismo de
Halle con el mundo académico y la irrupción en el mismo de las ideas ilustradas,
llevaron consigo la decadencia de Halle como foco pietista en las últimas décadas del
XVIII.

Württemberg, región del suroeste especialmente castigada durante la Guerra de los


Treinta Años, fue el otro gran centro pietista germano. Su figura más prominente fue
Johann Albrecht Bengel (1687-1752), siendo también importantes Friedrich Reuss
(1700-1777) o Philipp Matthaeus Hahn (1739-1790). El pietismo de Württemberg,
menos radical y más aferrado a la ortodoxia dogmática luterana que el norteño de Halle,
fue muy popular, especialmente en las zonas rurales, y tuvo más continuidad que el
núcleo de Halle, desarrollando una intensa actividad en el siglo XIX.

El pietismo fue impulsado con firmeza en Alemania por un grupo conocido como
el Herrnhuter Brüdergemeine (“Comunidad de los hermanos de Herrnhut”), fundado
por Nikolaus Graf von Zinzendorf (1700-1760), formado en los círculos pietistas de la
Universidad de Halle. Estaba integrado por refugiados protestantes de la región de
Moravia y por otros elementos evangélicos inconformistas y desarrollaba su actividad
en la pequeña localidad de Herrnhut, fronteriza con Chequia. Su labor fue trascendental
en dos aspectos: por un lado, desempeñó una intensa actividad misionera por Alemania,
Suiza y los Países Bajos; y por otro, combatió en los siglos XVIII y XIX el
racionalismo y las ideas ilustradas, revitalizando de esta forma las iglesias protestantes
en un periodo donde la indiferencia religiosa iba ganado poco a poco terreno. Los
pietistas de Herrnhut mantuvieron intensas relaciones con los metodistas ingleses,
estrechando así el lazo entre ambos movimientos.

A principios del siglo XIX el pietismo alemán se transformó, aunque sin romper
amarras con su herencia barroca, esta necesidad de cambio vino motivada por los retos
completamente nuevos que trajo consigo el movimiento ilustrado. Se podría decir que
en este periodo se puso un énfasis aún más pronunciado que antes en las prácticas
devocionales individuales y la vertiente emocional de la religión, al margen de los
dogmatismos o las elucubraciones académicas. El Romanticismo de la época tenía
fuertes nexos con el pietismo en aspectos como el individualismo o la exaltación del
sentimiento, y de hecho celebres autores románticos, como el poeta de Tubinga
Friedrich Hölderlin (1770-1843), estuvieron muy marcados por el pietismo. Tras las
Guerras napoleónicas, con el emergente ascenso de Prusia y el renacimiento del
sentimiento nacional identitario alemán, hubo una ola de exaltación religiosa en todo el
país a la que no fue ajena el movimiento, apoyado por las autoridades prusianas con
acciones como la fundación de la Sociedad Bíblica de Prusia o la Sociedad de Misiones.
Los esfuerzos de unión del protestantismo al margen de denominaciones concretas
fueron una constante, y aparecieron grupos de reanimación de la vida religiosa de
inspiración pietista en todo el país. Nuevas sociedades como la Evangelische
Gesellschaft für Deutschland (1848), fundada por el pastor Ludwig Feldner (1805-
1890) o la Evangelische Brüderverein (1850) impulsada por Hermann Heinrich Grafe
(1818-1869), sirvieron como motores de la re-evangelización del país bajo un espíritu
pietista. Aunque nos alejaríamos ya en demasía de los marcos cronológicos propios del
presente artículo, conviene apuntar que la aparición en 1875
del Gemeinschaftsbewegung (“Movimiento comunitario”), en cierto sentido aún
existente hoy en día, dio continuidad al pietismo organizado de cara al siglo XX. Este
último grupo estuvo muy influenciado por los movimientos evangelicalistas nacidos en
países de ámbito anglosajón en el siglo XIX.
El pietismo luterano en Escandinavia

Asamblea o reunión de pietistas noruegos (haugueanos) en el siglo XIX. Cuadro de 1852 de Adolph
Tidemand.

El pietismo se consolidó en Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia y los países


bálticos. En Dinamarca, el rey Federico IV (1671-1730) promovió su difusión y en una
acción similar a la del monarca prusiano, fomentó los estudios de los pastores daneses
en Halle. La relación de Noruega con el pietismo pasa necesariamente por el estudio del
movimiento haugeano, fundado por el laico Hans Nielsen Hauge (1771-1824). Hauge se
enfrentó a los intentos de represión de tendencias religiosas pietistas que se habían
introducido en el país, como el Acta de 1741, que prohibía las reuniones religiosas no
autorizadas (es decir, aquellas oficiadas por ministros ajenos a la Iglesia estatal). Para
combatir esta situación, Hauge proclamó el sacerdocio universal y merced a sus obras
escritas y su predicación difundió el movimiento por todo el país.

En Suecia, la nueva corriente llegó pronto, y pese a los intentos de represión de la


Iglesia luterana sueca, contó con bastante predicamento entre la población. El pietismo
sueco contó con importantes teólogos, como Peter Spaak (1696-1769), y fue
tempranamente auspiciado por las autoridades religiosas tras el periodo de represión
previo. Erik Benzelius el Joven (1675-1743), arzobispo de Upsala, toleró e incluso
promovió las prácticas pietistas. De hecho, hacia mediados del siglo XVIII, “las ideas y
prácticas pietistas se habían tornado más aceptables para la mayor parte de la sociedad
sueca, incluyendo las autoridades temporales y eclesiásticas” (Green, 2007: 73). En este
país se asentó con fuerza el pietismo radical. Ya en el siglo XIX, apareció una confesión
derivada del luteranismo pietista, el laestadianismo, fundado por el pastor sueco
Laestadius (1800-1861) en torno a 1840.
El pietismo no luterano

Es común la identificación del pietismo con la confesión luterana, pero la influencia del
movimiento fue mucho más allá de las fronteras alemanas o escandinavas,
repercutiendo hondamente en comunidades protestantes de todo el mundo. De hecho, al
ser el pietismo un fenómeno perfectamente concebible como una actitud religiosa, más
que un credo, es visto por algunos autores como algo incomprendido a lo largo de la
historia del cristianismo, debido a su peculiar idiosincrasia, centrada en la
profundización de la vida devocional del pueblo y con poco interés por las
elucubraciones teológicas y la parafernalia litúrgica o ritual. El movimiento enraizaría
en la Edad Media, con grupos como los Hermanos de la Vida Común y otros místicos, y
se identificaría con movimientos “anti-establishment” como los puritanos calvinistas del
XVII, por lo que desde esta perspectiva el pietismo sería difícilmente objeto de
adscripción a una confesión determinada. Para Stoeffler (1965), es preciso ampliar el
pietismo como categoría y no circunscribirlo únicamente al movimiento de renovación
luterana que comenzó con Spener, sino, muy al contrario, proyectarlo sobre ciertas
manifestaciones del puritanismo inglés y el calvinismo continental (Países Bajos,
noroeste de Alemania, el francés Labadie…). Su naturaleza sería la de un movimiento
protestante transversal, no ligado a una confesión en concreto sino presente en
comunidades diversas, basado en pilares como la centralidad de la relación individual
con Dios, el idealismo religioso y su énfasis en la lectura y meditación de la Biblia
(Stoeffer, 1965: 13-20).

Las Islas Británicas guardan una singular relación con el pietismo por el desarrollo de
una corriente muy similar y prácticamente paralela en el tiempo, como fue el
metodismo de John Wesley (1703-1791), que se inspiró en el pietismo continental para
fundar su movimiento. Metodismo y pietismo, junto con el resurgimiento de la
Hermandad morava, son considerados por Snyder (1983) como movimientos de
renovación del protestantismo con conexiones históricas y muchos puntos en común,
tales como el protagonismo de los laicos, su pretensión de reformar la Iglesia o su
carácter carismático y anti-institucional. América vio muy pronto llegar pietistas a sus
costas por la emigración de alemanes y escandinavos ya en el siglo XVIII, estos grupos
contribuyeron al nacimiento en Estados Unidos del evangelicalismo.

Finalmente, el denominado pietismo radical engloba grupos inicialmente luteranos que


se separaron de este credo formando iglesias independientes, de manera que, frente a los
pietistas tradicionales, que pese a las divergencias se mantuvieron en el seno de sus
iglesias, sin llegar a romper con las mismas, los radicales fueron más allá. Un
antecedente podría encontrarse en el movimiento anabaptista, ciertamente disruptivo y
que rompería con el luteranismo en el siglo XVI. Estos cristianos místicos seguían la
“religión del corazón” y defendían los postulados de Spener, llevándolos en ocasiones al
extremo. Una característica ajena al pietismo templado o no exaltado y que singulariza
el pietismo radical es su milenarismo, sus expectativas escatológicas. Además, se tenían
por representantes del verdadero cristianismo, por lo que tachaban a los que
continuaban fieles a las iglesias oficiales de falsos cristianos. En su comportamiento
social, se distinguían por actitudes rebeldes y abiertamente anti-sistema, despreciando la
existencia de clases sociales, rechazando la asistencia a los servicios religiosos o
abriendo sus comunidades a las mujeres, que tuvieron mucho protagonismo, llegando
incluso a liderar algunos grupos (Schneider, 2007: 6-10). Uno de sus representantes más
destacados fue el alemán Jakob Böhme (1575-1624).
Referencias bibliográficas

-Black, Jeremy (1997), La Europa del siglo XVIII. 1700-1789(Trad. Mercedes Rueda
Sabater). Akal (Trabajo original publicado en 1990).

-Fischer, Joachim (1983), “Observaçoes e reflexoes sobre o pietismo”. Estudos


Teológicos, 23 (2), pp. 164-182.

-Granquist, Mark Alan (2015), Lutherans in America: A New History. Minneapolis:


Augsburg Fortress Publishers.

-Green, Todd (2007), “Swedish Pietism (1700-1727) as Resistance and Popular


Religion”. Lutheran Quarterly, 21, pp. 59-77.

-López, Roberto J. (2002), “Iglesias y religiosidad en el siglo del Barroco”, en Historia


Moderna Universal. Coord. Por Floristán, Alfredo, Barcelona: Ariel, pp. 281-305.

-Schneider, Hans (2007), German radical Pietism (Trad. Gerald T. MacDonald).


Scarecrow Press.

-Snyder, Howard A. (1983), Pietism, Moravianism and Methodism as Renewal


Movements: A Comparative and Thematic Study. Tesis doctoral. University of Notre
Dame.

-Spener, Phillip Jakob (1675), Pia Desideria. Ed. y trad. (1964) a cargo de Tappert,
Theodore G., Fortress Press.

-Stoeffler, F. Ernest (1965), The rise of evangelical pietism. Leiden: E. J. Brill.

Webgrafía

–Lauchert, F. (1911), “Pietism”. En The Catholic Encyclopedia. New York: Robert


Appleton Company. Recuperado el 7 de julio de 2020, de New
Advent: http://www.newadvent.org/cathen/12080c.htm

*Foto de portada: «Cruz en el bosque» (1811), cuadro del célebre pintor romántico Caspar David
Friedrich, pietista y profundamente religioso.

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