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La Enfermedad Como Operadora Del Cambio

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La enfermedad como operadora del cambio

La imagen del que sufre y padece fiebre y dolores ha sido parecida en todos los lugares y
en todos los tiempos. Sin embargo, lo que ha sido claramente diferente es la manera en la
cual los médicos y los curanderos han visto al enfermo durante el transcurso de los siglos
y desde los diferentes puntos de vista de las corrientes de la medicina, las cuales han
buscado las causas de las enfermedades y las formas de curarlas.
¿A quién le sorprende esto? La medicina se basa en las ideas respectivas de una
cultura, de una época, de una corriente intelectual, en la imagen de la humanidad y en
sus ideas sobre la naturaleza, en fin, en su concepto de la vida como tal. Por esto, los
procedimientos de la medicina antigua son distintos a los de la Edad Media, y la
medicina oriental es diferente de la occidental.
En otras palabras: cada época, cada cultura y casi cada corriente médica tiene sus
propias “lentes” con las cuales observa al enfermo, explica sus molestias, busca una
terapia y escoge un remedio. Con estas lentes observan el mundo a nuestro alrededor,
tanto el microcosmos como el macrocosmos.
Las lentes de la “medicina convencional” que se enseña actualmente en las
universidades son relativamente nuevas y las han caracterizado los métodos de
investigación, comprobación y detección de las ciencias modernas. Son las lentes
mediante las cuales se diagnostican y llegan a comprobarse en forma objetiva las
enfermedades por medio de pruebas de laboratorio, rayos X, resonancia magnética o
ultrasonido. Se trata de una mirada detallada desde el punto de vista del microscopio y
de las disciplinas especializadas. Esa medicina se sitúa muy cerca de los sujetos
enfermos y los observa con detalle para así intervenir en los procesos que alteran el
cuerpo, en la mayoría de los casos en el lugar de los hechos y, generalmente, mediante
fármacos u operaciones.
Nadie pone en tela de juicio los beneficios de esta medicina, la cual ha hecho posible
que nos operen con anestesia, que los diabéticos se inyecten insulina, que los bebés
prematuros sobrevivan, que las enfermedades infecciosas puedan contenerse, que los
enfermos más graves puedan recibir cuidado intensivo. No obstante, en otras áreas tiene
límites: a saber, cuando las enfermedades se vuelven crónicas, cuando se relacionan
también con el estilo de vida o con el estrés, o cuando los malestares se muestran por
medio de síntomas pero “orgánicamente todo está en orden”. Todas esas enfermedades
aumentan en la actualidad y constituyen el reto del futuro tanto para los médicos como
para las personas que las sufren.
Como resultado de su imagen de lo humano y de su idea de la enfermedad y la salud,
la caja de herramientas de la medicina moderna está constituida, de acuerdo con los
estándares más modernos, con una infinidad de productos farmacéuticos y terapias
asistidas por computadora. Muchos problemas se pueden resolver con estos medios pero
a veces las herramientas no son las adecuadas. El éxito no se alcanza en su totalidad; tan
sólo es de corta duración o aparecen problemas nuevos.
Cada vez más médicos son conscientes de esta situación y empiezan a interesarse en
métodos de la naturopatía y de otras medicinas complementarias. Existen ahora cursos
de capacitación para médicos y consultorios naturopáticos en hospitales universitarios;
también se imparten cátedras sobre medicina integral e investigación de la medicina
complementaria —antes se hablaba de “medicina alternativa”—, cursos de nutrición,
además de cursos de estudios nuevos sobre la promoción de la salud o la naturopatía.
Los representantes de los médicos hablan de una nueva “tendencia global hacia una
nueva medicina integral”.1 En gran parte, todo eso también se debe a las necesidades y
exigencias de los pacientes: 80% de ellos quieren combinar la medicina convencional
con los métodos de la naturopatía y 60% utiliza terapias de la medicina complementaria.2
“En
el Departamento de Oncología en cada contacto inicial nos dirigen preguntas como: ‘¿y
qué más se puede hacer?, ¿y qué piensa de la medicina alternativa?’ Queremos dar
respuestas serias a estas preguntas.” Así lo justificó, en 2003, el profesor Klaus Höffken,
presidente de la Sociedad Alemana del Cáncer y director médico del Hospital de Jena,
quien abrió un consultorio naturopático y oncológico en el Hospital de la Universidad de
Jena. Específicamente en la pediatría puede observarse un aumento repentino de terapias
complementarias: en Alemania uno de cada tres niños recibe tratamientos homeopáticos
dentro de su segundo año de vida; en casos de niños con enfermedades crónicas como
asma, enfermedades reumáticas o cáncer, el porcentaje llega incluso hasta 70 por ciento. 3
Casi de forma inadvertida, nos encontramos desde hace algunos años en el camino
hacia una medicina nueva. El modo de pensar ha cambiado. Se ha llegado a tener la
madurez necesaria para iniciar un tiempo de cambios, sobre todo para entender que una
medicina no es falsa porque la otra es, también, correcta; el razonamiento en categorías
de bien o mal no le sirve ni al médico ni al paciente. Más aún, se debe considerar que
precisamente la combinación de terapias y puntos de partida diferentes representa en
numerosos casos lo óptimo; que las generalizaciones sirven de poco y que la cuestión de
encontrar la mejor terapia depende del tipo, la gravedad y la etapa en que se encuentre la
enfermedad, además de la condición del paciente.
¿Por qué esto es así?, ¿por qué la medicina convencional y la medicina alternativa se
complementan tan bien?, ¿por qué abordan las terapias de manera diferente?, ¿en qué
consisten esas diferencias?, ¿dónde inician?, ¿cómo pueden o cómo deben combinarse?
Y finalmente, ¿cuáles son las corrientes más importantes de la medicina
complementaria? Todas ésas son preguntas de las cuales me ocupo en este libro, porque
sólo cuando uno ha entendido la idea de los conceptos de la medicina convencional y de
la medicina complementaria —especialmente de ciertas terapias de la medicina
complementaria—, se ve claramente por qué no se puede hablar de un sí o un no
generalizado, de un mejor o de un peor.
Sin embargo, cuando uno comienza a ocuparse de un área más extensa de la
medicina complementaria existen cuestiones que, de hecho, son de palpitante interés:
¿de
qué se trata la homeopatía?, ¿cómo puede producir un efecto si la medicina, como se
dice, se diluye en tan gran medida?, ¿por qué en la acupuntura se pone una aguja en la
cabeza si lo que duele es la espalda? ¿Sebastian Kneipp se dedicó sólo a la hidroterapia?,
¿por qué le concedió mucha importancia? ¿Qué significa ayurveda?, ¿por qué la
medicina de Hildegard es tan controvertida?, ¿qué es la “salutogénesis” y por qué se
escucha hablar de eso cada vez más?, ¿qué significa “medicina antroposófica” y por qué
en hospitales antroposóficos existen talleres para la arteterapia?
Detrás de numerosas terapias de la medicina complementaria está un sistema, un
concepto, una idea. Me gustaría presentarles las ideas detrás de los conceptos de los
sistemas más importantes de la medicina complementaria: la homeopatía, la naturopatía,
la terapia Kneipp, la medicina antroposófica, la medicina tradicional china y el ayurveda.
Lo que considero importante en todo esto son las diferentes visiones del mundo que
subyacen a esas terapias. Quiero mostrar con qué elementos —en comparación con la
medicina convencional— cuenta la caja de herramientas de estos sistemas, cómo
funcionan esas herramientas y dónde se inician. Al mismo tiempo invito a que me
acompañen en un viaje por los momentos culminantes de la historia de la medicina. He
investigado y seleccionado lo que se ha dicho y escrito sobre la salud y la enfermedad, y
sobre la misión de los médicos, los grandes personajes y luminarias de la medicina,
como Hipócrates, Galeno, Paracelso o Hufeland, y también lo que han escrito y dicho los
pacientes, así como en qué han consistido los conceptos de la medicina a lo largo de la
historia —e incluso he considerado si acaso no se puede encontrar una u otra propuesta
válida en estos modelos que aparentemente son obsoletos ahora—. La lectura de la
bibliografía de esa época saca a la luz cosas asombrosas: mucho de lo que hoy en día
parece ser “complementario” o “alternativo” antes pertenecía, de forma muy
comprensible, al arte de sanar o a la medicina estándar. Por lo tanto, la reunión de
diferentes enfoques de la medicina complementaria representa una “re-integración” de
aspectos que en el transcurso de los 200 años recientes rebasaron en alguna forma los
bordes de la medicina convencional.
Poner en práctica diferentes perspectivas amplía nuestra visión. Así como al tener
dos ojos sólo se puede ver el espacio en una sola dimensión, diferentes perspectivas en la
medicina facilitan una comprensión multidimensional de la enfermedad y de la salud. Lo
que el lector debe aportar aquí es únicamente un poco de comprensión, sobre todo en lo
que se refiere a los sistemas que nos resultan ajenos, a las corrientes contrarias y a las
ampliaciones de la medicina convencional. Las imágenes en las que piensan los chinos
antiguos y los representantes de la medicina antroposófica o la homeopatía son poco
comunes.
Asimismo, cuando se trate de comprender las explicaciones de terapias, se requerirá
imaginación, puesto que la suposición de que un remedio funciona porque descompone
en partes, por ejemplo, los jugos, expulsa el “viento-calor” y fortalece el “cuerpo etéreo”
parece ciertamente, a primera vista, incomprensible y absurda. Aquel que persevere con
esta lectura verá que en la gran casa de la medicina hay muchas habitaciones. Quiero
abrir algunas puertas de esa casa para el lector.
Escogí doce sistemas o conceptos de la medicina, que desde mi punto de vista
proporcionan impulsos importantes para la medicina de hoy. Cada capítulo se estructura
de la misma manera. Primero se ilustra la vida de los fundadores y fundadoras de cada
sistema (en caso de que existan); a continuación, en las secciones “¿Por qué
enfermamos?” y “¿Cómo curar la enfermedad?”, se describe lo que el sistema
correspondiente entiende por enfermedad y salud. Finalmente, escogí tres enfermedades
que cada persona conoce en sí misma o en otros —el resfriado, el dolor de espalda y el
cáncer—, para ilustrar en forma concreta cómo el sistema respectivo describe esa
enfermedad, cómo la explica y cómo la trata.
Sin embargo, el libro no pretende solamente enumerar una serie de hechos de
historias del mundo de la medicina y expone cada sistema yuxtapuesto. La comparación
de los conceptos entre sí es lo realmente interesante, así como el intento de mostrar
analogías, coincidencias y diferencias para elaborar propuestas que podrían enriquecer la
medicina actual y averiguar cuáles son los grandes temas de los principios
fundamentales del arte de sanar.
Escribí este libro para pacientes a los cuales les interesa obtener una visión general
sobre las diferentes terapias de la medicina complementaria, para que dispongan de
cierto grado de conocimientos previos en caso de enfermarse y para que puedan escoger
la terapia que, en forma particular, les agrade y convenza. Al mismo tiempo quiero
transmitirles por qué es tan importante hacer uso tanto de la medicina convencional
como de la complementaria.
En especial me sentiría agradecida si también alguno que otro estudiante de medicina
o médico echara un vistazo a este libro para conocer la literatura original seleccionada de
los grandes médicos y también las ideas y conceptos fundamentales de la medicina
complementaria.
De este modo, el presente libro quiere ofrecer una vista panorámica y proporcionar
estímulos para reflexionar. Los libros especializados sobre los sistemas particulares que
aquí se presentan contienen cientos de páginas y en ocasiones son de difícil lectura. Sin
tener otra forma adecuada de mostrarlos, los sistemas descritos se presentan de manera
simplificada y con ello —a pesar de que expertos de las respectivas disciplinas han
revisado el texto—, en cierto modo, de manera superficial. Además me tomé la libertad
de desarrollar aspectos que podrían enriquecer la medicina convencional de forma
particular, porque son extraordinarios y únicos. A pesar de contar con un apoyo
competente, ésta ha sido una empresa enorme y agradezco sinceramente su crítica y
propuestas de mejora.
Mucha gente ha colaborado durante largos años para que yo pudiera escribir este
libro. Desde 1989 trabajo en la asociación Natur und Medizin [Naturaleza y Medicina],
la asociación de ayuda de la Fundación Carstens, fundada por el profesor Karl Carstens
y su esposa, la señora Veronica Carstens, en 1983 con el fin de tender un puente entre la
medicina convencional y la “medicina alternativa”. Veronica Carstens ha dejado una
huella profunda en mi vida; desde mi niñez ella ha sido uno de mis grandes ídolos. La
Fundación Carstens y su asociación de ayuda son mi patria intelectual; allí conocí y
aprendí a valorar a muchos de los médicos de los cuales doy cuenta en este
libro. En forma especial le agradezco a Dorothee Schimpf, directora de Natur
und Medizin, por apoyar en forma continua mi trabajo durante las dos décadas
recientes, lo cual me permitió adquirir el conocimiento amplio e indispensable
que necesitaba antes de escribir este libro. Henning Albrecht, director de la
Fundación Carstens, me ha familiarizado con la investigación naturopática;
Daniela Hacke, bibliotecaria de la Fundación, me ha proporcionado
información en forma continua y extensa. Michael Elies, quien representa para
mí el médico en su forma ideal; Johannes Wilkens, Tobias, así como Maren
Esch y Wolfgang Arndt, han revisado el contenido de las diversas secciones de
este libro. Mechthild Widdig y Elsbeth Tatarczyk han comprobado su
legibilidad en el original en alemán. Por otra parte, quiero agradecer en forma
particular a mi familia. Mi padre ha leído el manuscrito tan a fondo como
ninguna otra persona. Lilli y Paul han sido tolerantes en las etapas más difíciles
en que no hubo comida caliente sobre la mesa y su madre se encontraba
mentalmente en la Edad Media o en la Antigüedad. Mi esposo me ha apoyado
siempre durante la redacción de este libro y me ha consentido, a pesar del poco
tiempo que de todos modos tenemos el uno para el otro. No menos importante
ha sido el momento en que el Border Collie Chap me indicó que era de nuevo
hora de tomarse el tiempo para un descanso.

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