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Maldonado - Qué Es Eso de Pedagogía y Educación en Complejidad
Maldonado - Qué Es Eso de Pedagogía y Educación en Complejidad
FLACSO ARGENTINA
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
47
propuesta@flacso.org.ar
ISSN 1995- 7785
ARGENTINA
2017
Dossier
¿Qué es eso de pedagogía y educación en complejidad?
por Carlos Eduardo Maldonado.
Propuesta Educativa Número 47 – Año 26 – Jun. 2017 – Vol.1 – Págs. 54 a 67
¿Qué es eso de pedagogía y educación
en complejidad?1
Introducción
Existe un creciente interés por la complejidad particularmente en la comunidad de educadores,
aunque también en todos aquellos vinculados con el mundo de la educación en el sentido más
amplio e incluyente. “Educación en complejidad”, “pedagogía de la complejidad” y “educación
y complejidad” son algunas de las expresiones más corrientes en el ámbito de las ciencias so-
ciales y humanas en general.
El aumento del interés por la complejidad es notorio en el mundo entero, particularmente en los
países de América Latina. La masa crítica del tema crece de manera sostenida y acelerada; las ra-
zones son numerosas pero entre todas la más inmediata, con seguridad, es el prestigio que los es-
tudios acerca de complejidad vienen cobrando en todas las dimensiones y niveles de la sociedad.
Asimismo, está la necesidad de un discurso mejor y más sólido, el cual contribuya a explicar los
fenómenos y procesos del mundo contemporáneo que se caracterizan por sus inestabilidades,
fluctuaciones, incertidumbre, crisis y emergencias. Literalmente, el fenómeno de la complejidad
es la mejor y más evidente expresión de percolación, es decir, de filtración y extensión crecientes;
54 esto es un tema de estudio en el marco de las redes complejas (László Barabási, 2002). La educa-
ción en el mundo ha estado, de vez en cuando, alimentada por modas; muchas de ellas nutridas
desde centros bien determinados de poder, mientras que otras son el resultado de la impronta de
políticas públicas, lineamientos internacionales e incluso de redes de conocimiento.
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¿Qué es eso de pedagogía y educación en complejidad?
Desde otro punto de vista, la idea, algo reduccionista, de estos movimientos plantea que el
progreso de la humanidad sólo puede alcanzarse por medio de la educación, es decir, procesos
educativos de individuos y comunidades a gran escala con los cuales, en su momento, podrán
conseguirse mejores estadios en la condición humana. La educación puede ser un elemento
transformador pero restringente; un factor de cambio pero disciplinante y normativo. Justa-
mente, una revolución conservadora.
En contra de semejantes posturas quiero sostener la idea de que los cambios y procesos socia-
les y culturales de cualquier envergadura no pueden llevarse a cabo sin la educación, pero tam-
poco se efectúan por procesos y dinámicas educativas. Una creencia contraria sería altamente
simplista y reduccionista.
Para ser más exactos, grosso modo, los ideales filosóficos de buena parte de la educación en el
mundo occidental –la corriente principal (mainstream)– proceden del siglo XVIII y XIX, con nom-
bres –conspicuos, ciertamente–, como Rousseau, Pestalozzi, Goethe y W. James para mencionar
las ideas centrales. Y sin dejar de lado las distintas modas que desde diversos centros de poder
e interés mundiales se expanden de vez en cuando. En una ocasión la Escuela de Frankfurt, en
otra el piagetismo y más recientemente las competencias (argumentativas, etcétera).
Pues bien, exactamente en este contexto, una vertiente que ha sido muy popular, particular-
mente en los países de América Latina, es el pensamiento complejo, con lo cual se hace refe-
rencia a las ideas de Edgar Morin. En este caso, el epítome específico es el libro Los siete saberes 55
necesarios para la educación del futuro (Morin, 1999). Como la mayoría de los libros de este autor,
se trata de un texto bien intencionado pero argumentativa y epistemológicamente débil e in-
consistente. Carlos Reynoso ha llamado la atención (2009), de manera sistemática, acerca del ca-
rácter débil del pensamiento de Morin. Animado principalmente –aunque a decir verdad, no de
forma exclusiva– por universidades de índole confesional en América Latina, las ideas de Morin
Sin embargo, hay que decir que la comprensión de los fenómenos, sistemas y comportamientos
caracterizados por la complejidad es otra muy distinta a la de tendencia moriniana. Se trata de
las ciencias de la complejidad las cuales, si bien presentan una consistencia epistemológica y
científica más sólida, no tienen, en general, la misma acogida; particularmente entre quienes se
han formado en ciencias sociales y humanas, y por lo tanto en la educación.
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Carlos Eduardo Maldonado
Es en el contexto anglosajón en donde existen, hasta la fecha, los más sólidos trabajos relativos
a las relaciones entre ciencias de la complejidad y educación. Cabe destacar cinco estudios de
gran calibre: Davis y Sumara (2006) presentan el que quizás es el mejor libro hasta la fecha que
analiza las ciencias de la complejidad, educación, aprendizaje e investigación. Comprehensivo,
con buen conocimiento de las ciencias de la complejidad, el texto se concentra en el concepto
de imbricación (nesting, que en realidad puede traducirse como anidamiento y se refiere a cómo
los procesos y dinámicas complejos se imbrican biológica y morfológicamente). El libro discute,
de manera muy afortunada y sugestiva, la posibilidad de elaborar currículos no lineales y cómo
todo lo que ya se ha dicho puede orientarse hacia la investigación en el sentido de los fenóme-
nos de complejidad creciente no lineales.
En la misma línea, Doll et al. (2006) es una compilación de diversos textos, la mayoría bastante
afortunados, acerca de los entrelazamientos entre caos, educación y complejidad. Con un buen
conocimiento de este último, el libro argumenta, de manera general, a favor de la posibilidad de
atender la impredecibilidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje, antes que los clásicos
programas, objetivos y planeación. Una actitud semejante permite una aproximación menos
rígida y más orgánica al mundo de la educación.
Davis y Sumara publicaron otro libro (2007) que analiza de manera explícita la necesidad de
transformar la educación, y no simplemente de mejorarla o hacerla más eficiente. Pues bien,
dicho cambio es susceptible por una dúplice vía: al atender los contextos y los tiempos turbu-
lentos e inestables en que vivimos y, consecuentemente, al volver la mirada y profundizar en las
contribuciones que las ciencias de la complejidad permiten en contextos de crisis y en tiempos
de fluctuaciones.
Con fecha del 2008, Mason edita una serie de textos específicamente concentrados en las rela-
ciones entre la complejidad y la filosofía de la educación, una reflexión de segundo orden. La
educación puede y debe ser pensada como un todo (o totalidad) considerando por consiguien-
56 te, de manera necesaria, los procesos sociales al mismo tiempo que los ecológicos y culturales;
de tal suerte que la educación deje de ser estudiada simplemente como un campo importante
e instrumental (aplicado). La interdisciplinariedad emerge aquí con toda la fuerza, no solamente
al interior de las ciencias sociales y humanas sino, mejor aún, con otras ciencias como la física y
la química, por ejemplo.
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Por su parte, Osberg y Biesta (2010) llevaron a cabo el mejor trabajo hasta la fecha explícita y
directamente relacionado con las conexiones entre complejidad y políticas educativas. Se trata
de una compilación de textos de muy alta calidad, cuyo común denominador es el de compren-
der precisamente que la complejidad de la educación requiere desafíos de orden curricular, y
por lo tanto de gestión, con mayor radicalidad. Lo cual implica introducir los elementos varia-
dos de las ciencias de la complejidad en los diferentes planos constitutivos de la educación (cu-
rrículo, arquitectura, gestión, evaluación, etc.). Este es, en general, el libro más comprehensivo e
innovador acerca de las fuertes conexiones entre educación y complejidad.
Como puede observarse, no son muchos los libros que se han dedicado a este tema. Supues-
ta la distinción de orden sociológico entre el contexto francófono (Morin) y el anglosajón (los
libros que se acaban de mencionar), es preciso señalar que existen firmes contribuciones y re-
flexiones acerca de la complejidad de la educación. Dichos desarrollos se inscriben exactamen-
te en el marco de las ciencias de la complejidad.
Una observación puntual. La institución que mejor trabaja la línea mencionada es la Universi-
dad de Alberta (Canadá) y se concentra en un grupo enfocado en temas de educación, con una
revista en la que participan desde estudiantes de pregrado hasta investigadores de posdocto-
rado llamada Complicity. An International Journal of Complexity and Education2 que es, hasta la
fecha, la mejor y más reputada publicación especializada en educación y complejidad.
Pues bien, el estado de la cuestión mencionado permite observar de manera evidente que exis-
te una fuerte asimetría entre el pensamiento complejo y las ciencias de la complejidad para
aproximarse a la educación, a favor de las segundas. Esto seguramente tiene que ver con la
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Sin embargo, esa identificación tiene serias dificultades ya que sucede algo análogo a lo que les
acontece a la ingeniería convencional, la medicina y la administración. Una ciencia aplicada no
crea, desarrolla ni critica conceptos,
métodos o categorías por ejemplo,
pues estos se desarrollan en otros
campos. Las ciencias aplicadas sen-
cillamente hacen eso: aplicar -por
consecuencia carente de crítica- los
enfoques y teorías que han nacido
en espacios diferentes a los propios.
Así, mientras las teorías acerca de pedagogía y la propia filosofía de la educación permanecen
con reservas y cunas importantes para la generación de conceptos y reflexiones sobre enfoques y
problemas, lo cierto es que la práctica -el ejercicio- de la educación se mantiene en general dentro
de esquemas que pertenecen culturalmente al pasado (desde el siglo XVIII hasta el siglo XX).
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ginosos que están ocurriendo, dentro de los cuales se encuentran las dinámicas y procesos edu-
cativos (enseñanza y aprendizaje). Pues bien, exactamente en este contexto quiero proponer la
idea de que el lugar apropiado de la educación no es -no puede ni debe ya ser- el de las ciencias
sociales en general, ni el de las ciencias sociales aplicadas. La educación, bien entendida, forma
parte de las NESS.
Las NESS son un programa reciente (2010)3 cuyo propósito es el de situar a las ciencias sociales
en el terreno del siglo XXI. Si bien es cierto que su nutriente y visor principal es la economía, las
ideas constitutivas pueden ser retomadas desde otros ámbitos (lo que intenta este texto, justa-
mente). En espíritu, el programa NESS coincide plano por plano, mediante otros caminos, con
las ideas centrales formuladas en el informe final de la Comisión Gulbenkian, Abrir las ciencias
sociales en 1996 (Wallerstein, 2004).
El hecho de situar adecuadamente las ciencias sociales en el terreno del siglo XXI significa clara-
mente dos cosas. Por un lado, existe un desfase cultural por parte de estas ciencias en relación
con el conjunto de fenómenos, procesos y circunstancias que marcan los comienzos del siglo
XXI. Por consiguiente, el siglo XX comporta procesos y dinámicas que no corresponden ya sea
linealmente o bien en una relación uno a uno, con las dinámicas de los siglos inmediatamente
anteriores. Y por otra parte, las ciencias sociales deben poder incorporarse –abrirse– a otras
dinámicas que están teniendo lugar en diferentes partes y que pueden arrojar luces novedosas
o refrescantes acerca de los sistemas sociales humanos.
Pues bien, como se aprecia sin dificultad, el foco se sitúa en los fenómenos alejados del equili-
brio; más específicamente, en la termodinámica del no equilibrio (TNE). En otras palabras, el tema
principal es el de las relaciones entre educación y ciencias de la complejidad. En efecto, como es
sabido, la TNE es una de estas ciencias; cronológicamente hablando, la primera (Maldonado, 2011).
respecto. Alguien se forma en un lugar y nivel, pero se educa –verdaderamente- en otro. Así, el
primero hace referencia a la escuela primaria y secundaria, y el segundo a la formación univer-
sitaria y de nivel superior (Doctorado, Ph.D.).
En efecto, aunque suene trivial, la educación es un fenómeno esencialmente dinámico que su-
cede, cada vez más, en el mundo contemporáneo, en entornos cambiantes y en tiempos carac-
terizados por turbulencias. Por lo tanto, el aula de clase, seminario, taller o laboratorio pueden
y deben ser vistos, adecuadamente, como sistemas abiertos sensibles a los procesos, estructu-
ras y dinámicas del entorno. La formación y la educación -en la distinción mencionada- tienen
lugar exactamente en estas circunstancias, responden a ellas y esas mismas fluctuaciones se
plasman en la educación, directa o indirectamente.
Pues bien, la educación debe aprovechar estas circunstancias en las que se encuentra, desarro-
lla y plasma. En esto consiste complejizar la educación, una idea sobre la cual volveré a continua-
ción. Por lo pronto, cabe decir que se trata de entender a la educación no como un mecanismo
de contención y reacción -que en el sentido normal (mainstream) acontece4- sino, mejor aún,
como una relación de equilibrios dinámicos. En este sentido, el locus de la educación es, en
general, el de la TNE, más específicamente las NESS.
A fin de entender esta idea, por decir lo menos, es imperativo que las ciencias sociales en gene-
ral, y la educación en particular, se abran; y abrirse no al mundo, puesto que en cierto sentido
siempre lo han estado, sino al conjunto abierto de las ciencias y disciplinas en general. Esto
implica la no disciplinarización de la educación y, consecuentemente, la no linealización de los
currículos.
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Existen temas y modos que no pueden ni deben enseñarse; por el contrario, se aprenden. Tres
ejemplos conspicuos son: la ética, con la contradicción enorme de que existen profesores de
ética, que hay currículo de ética y que incluso à la limite hay estudiantes que reprueban la asig-
natura. La ética es esencialmente ejemplar. Asimismo, la metodología de la investigación es
un tema que no cabe ser enseñado. A lo sumo pueden y deben enseñarse técnicas de investi-
gación, pero no a investigar. Esto se aprende investigando, justamente en el seno de una co-
munidad de investigadores, de la mano de un(a) investigador(a) consumado(a). Pues bien, más
radicalmente, el más fundamental de todos los fenómenos educativos y culturales tampoco
puede ser enseñado: sólo se aprende a pensar, nunca puede enseñarse a pensar. Extrapolando,
es lo que sucede, a propósito de la teoría de la decisión racional, en la distinción entre su carác-
ter normativo y su carácter descriptivo. En su dimensión normativa, esta teoría es vacua e inútil,
como lo enseña la historia, la política y la experiencia.
Aquello que sucede al interior del aula es un fenómeno esencialmente alejado del equilibrio, en
el sentido de que lo evidenciado en la misma, para una reflexión fina y una sensibilidad elevada, 59
son historias de vida, biografías, entornos e historias familiares y no en última instancia fenó-
menos sociales y culturales bien específicos. En el conjunto del aula, esas historias se mezclan
unas con otras, existen rechazos y mimetizaciones al mismo tiempo, en fin, procesos autorga-
nizativos con distintas justificaciones y finalidades. Tanto el aula, como el profesor y el colegio
o universidad, por ejemplo, obedecen y actúan en medio de tales dinámicas, las cuales tienden
Lo que sucede es que la disciplina y las normas, el poder y la psicología (usualmente temor y au-
toridad), el currículo y los programas se imponen, ocultan y modifican lo que efectivamente tie-
ne lugar en la clase: la vida misma. La vida que puja por hacerse posible, por expresarse o acaso
manifestarse como hipertrofiada o como pura potencia (en el sentido aristotélico de la palabra).
Pues bien, el fenómeno de máxima complejidad conocido –en cualquier acepción de la pala-
bra– son los sistemas vivos (la vida). Precisamente en este sentido cabe sostener adecuadamen-
te que las ciencias de la complejidad son ciencias de la vida (aunque lo contrario no sea el caso).
Esto es, el estudio y explicación de los fenómenos de complejidad creciente, caracterizados por
no linealidad y emergencia en contextos de turbulencia e inestabilidades.
De manera puntual, por ejemplo, cabe mencionar el contraste en la forma como se visualiza el o
los futuros en el proceso de aprendizaje. De un lado, la educación tradicional –que lamentable-
mente sigue predominando en muchos lugares– se funda y consiste en: tablero, papelógrafo,
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aula unifuncional, centralidad del maestro o profesor, un solo idioma (el materno) y linealidad y
jerarquía en toda la línea de la palabra.
En contraste está lo que en general puede señalarse como la nueva aula, la cual se desarrolla
alrededor de: tablero interactivo, tablet y toda clase de nuevas tecnologías de aprendizaje, una
biblioteca por salón para efectos fundamentales y prácticos, horizontalidad, multilingüismo e
interculturalidad, emergencias y no linealidad. De manera puntual, la no linealidad puede y
debe ser entendida en el sentido de: i) el trabajo para resolver problemas y ii) estos tienen más
de una solución posible.
Esta ilustración genérica de la forma de tratar o agenciar el futuro es tan sólo la expresión pun-
tual de procesos y dinámicas en los que el aula es entendida como un sistema intrínseca y ne-
cesariamente abierto. Y consecuentemente, en el que los problemas son el tema de trabajo
antes que los contenidos (memorísticos, por ejemplo). Todo esto es posible gracias, en efecto,
a internet y su versión 2.0 (omito aquí, deliberadamente, por razones de espacio las considera-
ciones acerca de la 3.0).
Pues bien, quiero sostener que en este sentido las ciencias de la complejidad son las ciencias de
la sociedad del conocimiento (y ni siquiera de la sociedad de la información). El conocimiento
es la vida misma5, y al mismo tiempo es el más apasionante, riesgoso y peligroso de los actos o
procesos que pueden llevar a cabo los seres vivos, pues para vivir están continuamente explo-
rando el entorno, construyendo y apostándole a posibilidades, en fin, arriesgando la existencia.
Así, el conocimiento no es algo que ya está ahí de antemano, sino la construcción misma del
vivir. En contraste con la materia prima del conocer que son los datos y la información que sí se
encuentran anteriores o externos al proceso mismo del conocer.
Ahora bien, lo anterior tiene consecuencias claras y fuertes por la manera como el conocimien-
to se produce, en su forma más acabada, en el mundo contemporáneo: la investigación. En
verdad, nuestra época se distingue de la historia anterior en el sentido de que la manera como
el conocimiento es producido de punta (spearhead science) es mediante la investigación. Como,
en otro contexto y con otras finalidades perfectamente distintas, lo puso de manifiesto Karl
Popper (1980): el concepto de verdad es hoy el de investigación. La única salvedad (que no es
mencionada para nada por Popper) es que la investigación es, por definición, un fenómeno
abierto.
Ciertamente, en la actualidad el concepto de verdad ya no es, como lo fue durante todo el me-
dievo y en la mayor parte de la modernidad, una posesión. La ciencia –hablando en general– ya
no pontifica, es decir, no afirma de manera taxativa y concluyente “así son, y así son definitiva-
mente las cosas”. Por el contrario, un buen científico contemporáneo habla en estos términos:
“hasta donde sabemos”; “hasta donde está establecido”; “creemos que”; “las investigaciones
hasta la fecha indican que” y otros semejantes. Todo esto quiere decir que la investigación es un
fenómeno esencialmente abierto e inacabado, incompleto incluso, si se prefiere.
Si eso sucede en la investigación que es, por así decirlo, el nutriente principal de la educación,
a fortiori lo mismo puede decirse del proceso educativo en su cabalidad. En la actualidad, la
educación en el sentido de la complejidad, no se prepara de manera definitiva (que es lo que se
encuentra in nuce en las ideas de autores como Rousseau y Pestalozzi, entre otros). La comple-
jidad de la educación estriba exactamente en el proceso inacabado e intrínsecamente abierto
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del conocimiento; y por lo tanto, de la vida misma. Educamos, sensibles a las dinámicas del
conocimiento y con adecuación (adaptación) permanente al avance de la investigación; incluso
a los decursos mismos del mundo y de la vida. Independientemente de la distinción entre inves-
tigación formativa e investigación científica, que para los efectos de esta reflexión nada nuevo
aporta. Sin embargo, de manera puntual, lo que sí puede decirse respecto de la educación ba-
sada en problemas, es que las verdaderas dificultades en ciencia y filosofía no son aquellas que
ocupan a todo el mundo. Precisamente por esto es muy difícil formular problemas y resolverlos.
Así, para que la educación pueda ser entendida como un fenómeno complejo en el sentido
señalado, significa, de cara al concepto mismo de verdad, que ya no existe ni es posible, en
absoluto, la afirmación de una única verdad; la verdad, sustantivada, como fue el caso en la
tradición occidental.
En el mundo actual, por el contrario, existe la idea de un pluralismo respecto del concepto de
verdad. No obstante, la noción de pluralismo no debe asimilarse, en absoluto, a la de relativis-
mo. Esta concepción de verdad es el resultado del surgimiento de un pluralismo lógico; más
específicamente de las lógicas no clásicas, las cuales, de manera global, ponen de manifiesto
que no hay una única verdad lógica. Dichas lógicas comprenden, entre otras, a la lógica para-
consistente, la lógica de la relevancia, la lógica del tiempo, la lógica libre, la lógica cuántica, la
lógica multimodal y varias otras (Dov et al., 2010)
Dicho de manera general, aquello que hace a la ciencia precisa –tomando la palabra ciencia en
su acepción más amplia y generosa– son los experimentos mentales, las pompas de intuición.
Sin obviar la importancia de las redes de conocimiento, laboratorios, equipos y tecnologías,
manejo de idiomas y otros aspectos semejantes, es posible sostener que la actividad científica
se define por la capacidad de llevar a cabo experimentos mentales. Y para ello el rol del juego,
la imaginación, los desafíos e incluso los errores resultan absolutamente indispensables. Con
el reconocimiento explícito de que en la imaginación y el juego no puede haber indicadores ni
estrategias didácticas, pues estos se encuentran en sus antípodas.
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Manifiestamente, hay numerosas organizaciones de todo tipo que no aprenden, y por ello son
incapaces de adaptarse a los entornos fluctuantes en tiempos de crisis. El aprendizaje stricto sen-
su es una demanda o un deseo, no un hecho consumado. De ahí la importancia de áreas como
la educación. Un ejemplo conspicuo de que el aprendizaje no parece ser la regla en la historia
de la humanidad es el interés creciente por el error y el fracaso, el colapso y las caídas, por parte
de economistas7 e historiadores en primer lugar8. Todos ellos precedidos por la obra clásica
de Rachel Carson La
primavera silenciosa,
publicada original-
mente en 1962 pero
reeditada en 2002.
Quiero sostener la
idea según la cual,
más radicalmente, el
aprendizaje signifi-
ca de manera exacta
la transformación de
62 patrones, compor-
tamientos y estruc-
turas. La ciencia en
general y las ciencias
de la complejidad en
particular, son siste-
mas de acción sobre
el mundo. Mejor aún,
sistemas de trans-
formación en y del
mundo. Los hombres
y mujeres de ciencia
son, en rigor, de ac-
ción cuando la cien-
cia es bien entendida
y gestionada.
Pues bien, así la educación es esencialmente una transformación física y del comportamiento,
estructural de los individuos y las comunidades en que viven; ulteriormente, de la sociedad y el
mundo. En este sentido la enseñanza no puede causar aprendizaje, simplemente doma, condi-
ciona, determina.
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Aquello que sucede en la educación es, simple y llanamente, un proceso denodado, creativo,
con el cual pueden imaginarse tantas posibilidades de vida como sea posible; esto implica, de
manera necesaria, una crítica robusta y radical a todos los mecanismos que actual e histórica-
mente han impedido u obstaculizado el acceso a dichas posibilidades. Dicho de manera pun-
tual, el tema de la educación no es sólo lo actual y lo real –en cualquier acepción de la palabra–
sino también lo posible. En ello consiste la consideración de la complejidad en los grados de
libertad que un sistema exhibe, tiene o puede tener.
El concepto de grados de libertad (Bar-Yam, 1997), originario de la física y las matemáticas, signi-
fica un proceso de indeterminación creciente, si los grados de libertad aumentan, en la estruc-
tura o la dinámica de un fenómeno o sistema. Esta indeterminación permite comprender a los
sistemas complejos como complejidad creciente. Este es el rasgo más radical que permite distin-
guir a las ciencias de la complejidad del llamado pensamiento complejo. Un fenómeno complejo
creciente es justamente aquel que gana información, que aprende, que se hace no lineal (tres
maneras distintas de llamar a una misma cosa).
Pues bien, en un sentido amplio, la educación puede ser vista como un sistema de compleji-
dad creciente, y no simple y llanamente como un fenómeno centrado en la memoria, didáctica,
programas, indicadores, mediciones, impacto, habilidades y competencias, que es aquello en
lo que grosso modo consiste hoy por hoy la educación normal en el mundo occidental. La for-
malización de la educación, en este sentido, corresponde a la institucionalización de la misma.
Y para ser francos, nada más opuesto a la complejidad que las dinámicas y estructuras de orden
institucional. A eso apunta, de manera general, la distinción entre organización e institución, y
de manera puntual el concepto de autorganización. Como se aprecia sin dificultad, es más que 63
una mera distinción semántica.
El espacio de la educación sucede, para bien o para mal, en entornos turbulentos y en tiempos
de complejidad creciente. Así, las ciencias de la complejidad y las NESS emergen como el espa-
cio más idóneo para trabajar, explicar, vivir y aprovechar circunstancias semejantes.
Las NESS pueden y deben ser vistas, sugiero, en contraste o como diferencia de las ciencias so-
ciales y humanas en un sentido tradicional, es decir, en el sentido marcado desde su origen en
el transcurso del siglo XIX. En ese contexto que aún prevalece en la corriente principal de pensa-
miento y educación en el mundo (mainstream science y mainstream education), las ciencias socia-
les (y humanas) se diferencian radicalmente de las ciencias básicas. Así, la perpetuación de “las
dos culturas” (Snow, 1960) es perjudicial para la buena marcha del conocimiento, de la cultura y
de la vida misma. El concepto de NESS permite romper la idea de origen platónico-aristotélico,
según la cual existen jerarquías de conocimiento y de formas de saber. Esto es jerarquías de
epistemología, una idea social, ética y políticamente peligrosa, pues afirmar que hay formas de
conocimiento mejores que otras no es sino la expresión abstracta de que existen seres humanos
–y, in extremis, culturas y sociedades– mejores que otros. Una idea a todas luces inadmisible,
más aún en contextos de democracia, grados de libertad crecientes, interculturalidad, en fin,
aprendizaje.
Las NESS, originadas en el marco de la economía, permiten, bien entendidas, mejores perspecti-
vas y acciones al interior de las ciencias sociales, ciencias de la más alta significación social y hu-
mana (no necesariamente epistemológica, como se acaba de afirmar) (Byrne y Callaghan, 2014).
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Conclusiones abiertas
La importancia de la educación consiste en que lo que se encuentra en entredicho en esta son
vidas humanas, las cuales están antes y muy por encima de planes y políticas públicas, estra-
tegias de reproducción de los mercados y tácticas de supervivencia personales y colectivas.
Exactamente en este sentido, todo el foco estriba en elevar y potenciar al máximo la calidad y
dignidad de vida, sus posibilidades y gratificación de tantas maneras como puedan imaginarse.
Esto ocurre en contextos de creciente inestabilidad y crisis sistémicas en tiempos de alta incer-
tidumbre y fluctuaciones en todo el mundo.
Pues bien, para decirlo de una manera franca y breve: la mínima condición para trabajar con
sistemas de complejidad creciente (abiertos), es tener una estructura de mente abierta. Nadie
que no tenga este tipo de estructura mental puede ver y trabajar, y menos explicar y compren-
der los fenómenos, procesos y dinámicas que les acaecen a los sistemas abiertos alejados del
equilibrio.
Si bien debe quedar fuera del espectro de este texto, es inevitable hacer referencia a la forma
como la educación de punta en el mundo encuentra el más propicio de los espacios. Dicho de
manera negativa, la principal forma de analfabetismo contemporáneo es la tecnológica, y la
64 punta de la tecnología pasa, medularmente, por el conocimiento y dominio de los modelos y la
simulación. Estos pueden ser vistos como la punta de avanzada de los procesos de aprendizaje
referidos a lo más actual y lo mejor del conocimiento.
Detrás del modelamiento y la simulación, el tema básico es esclarecer lo que significa propia-
mente pensar en términos de complejidad, pues no consiste única ni principalmente en lo que
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sostiene Morin y sus epígonos. En un sentido correcto, se trata del reconocimiento de que el
pensar –la materia misma del proceso educativo– no se funda en algoritmos, recetas, normas y
prescripciones de diversa índole. Por el contrario, se trata de esa dimensión mediante la cual tra-
bajamos con muchas posibilidades. Otro artículo de distinto tema sería: ¿qué es efectivamente
pensar complejo? Sin embargo, de manera general puede decirse lo siguiente.
Como se aprecia sin dificultad, las ciencias de la complejidad bien entendidas no son un enfo-
que, marco, una “cosmovisión” o algo semejante. No tiene sentido sostener algo como: “se trata
de estudiar a X en función de complejidad”, algo que los legos suelen hacer.
El hecho de que X o Y exhiban complejidad o se comporten de tal manera que algunos de los
atributos de complejidad permitan entenderlos o explicarlos correctamente, significa que los
diversos y ricos lenguajes, explicarlos correctamente, significa que los diversos y ricos lengua-
jes, las múltiples metodologías, en fin, las teorías constitutivas de las ciencias de la complejidad
resultan más que pertinentes y necesarias.
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derse en el marco de las ciencias de la complejidad, sino que se debe comprender la comple-
jidad en sí del proceso educativo. Incluso, de manera más radical, se trata de complejizar la
educación. Por lo tanto, hay que transformarla de una estructura vertical, centralizada y rígida
en un fenómeno con muchos (máximos) grados de libertad posibles, no linealizar la secuencia
y (multi)causalidad de la misma.
Bibliografía
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Propuesta Educativa, Año 26, Nro. 47, págs. 54 a 67, Junio de 2017
Carlos Eduardo Maldonado
Notas
1 Este artículo fue publicado originalmente en la revista electrónica Intersticios Sociales (núm. 7, marzo-
agosto de 2014, disponible en www.intersticiossociales.com) editada por El Colegio de Jalisco (Zapo-
pan, Jalisco, México).
4 No es gratuito que la gran mayoría de la educación en los países de América Latina sea privada o con-
fesional, pues cualquiera de ambos aspectos cumple la función, hoy por hoy, de contención y ase-
guramiento, antes que de autonomía y crítica. Sin ambages, la educación es considerada como una
herramienta estratégica de contención y restricción por parte de los grandes poderes nacionales e in-
ternacionales.
5 Véase: Humberto M. y Varela F. (1984), El árbol del conocimiento. Las raíces biológicas del conocimiento.
Buenos Aires, Lumen; Kauffman S. (2000), Investigations, Oxford, Oxford University Press; Solé R. y Good-
win B, (2002) Signs of Life. How Complexity Pervades Biology, Nueva York, Basic Books.
6 Aquí, in ovo, una idea que no cabe ampliar en este espacio, es la siguiente: genéricamente dicho, el
objeto de estudio de la economía política consiste justamente en eso, cómo los bienes que generan
riqueza y bienestar en una sociedad se producen, distribuyen, etc. Otra cosa es la elaboración de una
crítica de la economía política del conocimiento, pero este es el tema de otro texto aparte.
7 Véase: Ormerod, P (2007) Why Most Things Fail: Evolution, Extinction and Economics, Nueva Jersey, Wiley;
Stiglitz, J.E. (2011) Caída libre: El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. Madrid, Taurus.
8 Véase: Diamond, J. (2012) Colapso. ¿Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen? Barcelona, De-
bate; Weisman, A. (2008) El mundo sin nosotros, Barcelona, Debate; Ferguson, N. (2005) Coloso: Auge y
decadencia del imperio americano. Barcelona, Debate; Ferguson, N (2005) El imperio británico: Cómo Gran
66 Bretaña forjó el orden mundial, Barcelona, Debate. El título en inglés de la última obra es más afortunado:
Empire: Rise and Demise of the British World Order and the Lessons of Global Power.
DOSSIER / ENTREVISTA / ARTÍCULOS / RESEÑAS
Propuesta Educativa, Año 26, Nro. 47, págs. 54 a 67, Junio de 2017
¿Qué es eso de pedagogía y educación en complejidad?
Resumen Abstract
Existe un creciente interés por los temas acerca de Provided that there is an increasingly interest about
la educación y la pedagogía en su relación real, ne- the relationship between education and complexity,
cesaria o posible con la complejidad. En los países however there is little, if any, solid advancement based
de América Latina la comprensión más popular al
respecto está marcada por un texto menor de Ed-
on rigorous arguments concerning the link between
complexity and education. Edgar Morin marks the
67
gar Morin. Este artículo se concentra en otro tipo most popular understanding of the relationship be-
de perspectiva bastante menos conocida, a saber: tween education and complexity in Latin America for
las ciencias de la complejidad. Por lo tanto, el pri- a minor text. This paper focuses on a less known per-
mer objetivo de este artículo consiste en resolver el spective on complexity among us, namely the sciences
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