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Un Campo de Ofrendas Muiscas

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Los metales en nuestra historia

Lima, julio de 2021

Los metales en
nuestra historia

Roberto Lleras Pérez &


Luisa Vetter Parodi
(eds.)
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° XXXXXXXX
ISBN: XXXXXXXXXXX

Primera edición, julio de 2021

Esta es una obra colectiva editada por:


© Instituto Francés de Estudios Andinos
UMIFRE 17 MEAE/CNRS USR 3337 AMÉRICA LATINA
Jirón Batalla de Junín 314, Lima 4 - Perú
Teléf.: (51 1) 447 6070
E-mail: IFEA.direction@cnrs.fr
Pág. web: http://www.ifea.org.pe
Este volumen corresponde al tomo 366 de la colección «Travaux de l’Institut Français d’Études
Andines» (ISSN 0768-424X)

© Academia Colombiana de Historia


Calle 10 n.° 8-95, Bogotá D. C., Colombia
Teléf.: (57 1) 3413615
E-mail: asistente.administrativo@academiahistoria.org.co
Pág. web: https://www.academiahistoria.org.co/

Tiraje: 400 ejemplares

Se terminó de imprimir en julio de 2021 en:


Tarea Asociación Gráfica Educativa
Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5 - Perú

Cuidado de la edición: Vanessa Ponce de León


Diseño de la carátula: Iván Larco
Foto de la carátula: xxxxxxxxxxxxxxxx
© Luisa Vetter
Gobierno de Colombia
Iván Duque Márquez
Presidente de la República

Marta Lucia Ramírez de Rincón


Vicepresidenta de la República

Ministerio de Educación Nacional

María Victoria Angulo González


Ministra de Educación Nacional

Constanza Alarcón Párraga


Viceministra de Educación
Preescolar, Básica y Media

José Maximiliano Gómez Torres


Viceministro de Educación Superior

Clara Inés Páez Jaimes


Secretaria General

Academia Colombiana de Historia

Mesa Directiva
2020-2022

Rodolfo Segovia Salas, Presidente


Santiago Luque Torres, Vicepresidente
Fernando Mayorga García, Secretario Académico
Gustavo Altamar Laiseca, Tesorero
Pablo Fernando Pérez Riaño, Coordinador de Biblioteca y Archivo
Roberto Lleras Pérez, Director de Publicaciones
Índice

Luisa Vetter Parodi, Roberto Lleras Pérez


Presentación 13

Luisa Vetter Parodi, Roberto Lleras Pérez


El estado de la cuestión de los estudios arqueometalúrgicos
en América 19

Primera parte. Arqueometalurgia prehispánica

I. Objetos

Jédu Antonio Sagárnaga Meneses


Capítulo 1. Revisiones en torno al laurake 85

Diana Fernández Mascco, Luis E. Castillo Narrea 


y W. Jean Pool Nieves Cordova
Capítulo 2. Metal para los muertos: un estudio
preliminar de los «petos» lambayeque recuperados en
Huaca Las Ventanas 117

Natalia A ndrea Cisneros del Río y Carla A lejandra


Márquez A bad
Capítulo 3. Identidad y resistencia: diademas y
adornos frontales de metal en el Horizonte Tardío 139

Geraldine Gluzman
Capítulo 4. Metales del noroeste argentino en las colecciones
arqueológicas del Field Museum of Natural History
de Chicago 173
II. Tecnologías

Francisco Valdez
Capítulo 5. Metalurgia prehispánica de Ecuador:
temáticas pasadas y pendientes 205

Juanita Sáenz Samper


Capítulo 6. Vestigios arqueológicos de mineros,
metalurgistas y orfebres prehispánicos en Colombia 231

María Filomena Guerra, Julio César Sierra Palomino,


Marco A. Zamalloa y Luisa Vetter Parodi
Capítulo 7. Ofrendas incas en oro y plata: estudio
tecnológico de estatuillas antropomorfas y zoomorfas
miniatura de la región del Cusco (Perú) 261

Roberto Lleras, Elkin Rodríguez, Francisco Correa,


Nicolás Rizo, Katy Puche, Lina Rincón, Yojanna Garcés
y Vanessa Velásquez
Capítulo 8. Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos
de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó 291

Raúl Ybarra
Capítulo 9. Interpretación orfebre del Códice Florentino 335

III. Iconografía

Ana María Falchetti


Capítulo 10. El poder simbólico del cobre en la metalurgia
de la América antigua: metáfora de la vida humana 359

Paloma Carcedo de Mufarech


Capítulo 11. La súplica y el sacrificio en escenas rituales
moche representadas en cuatro cuchillos cetro de cobre:
antecedentes y continuidades 401

Segunda parte. Arqueometalurgia colonial

Luz Adriana A lzate Gallego


Capítulo 12. Crisoles en un contexto colonial americano
del siglo XVI 433
Blanca Estela Maldonado Álvarez y Diana Patricia
Castro Montes
Capítulo 13. De la economía política a la economía de
mercado: transiciones tecnológicas, sociales y económicas
entre la producción metalúrgica prehispánica de
Mesoamérica y áreas afines y la industria minera colonial
novohispana 467

Luisa Vetter Parodi, Paula Olivera, Yezeña Huaypar


y Alejandro Trujillo
Capítulo 14. Estudio arqueométrico de los hornos
coloniales para la fundición de minerales en la sierra central
del Perú 499

José Manuel Zavala Cepeda, Francisco Javier


Medianero Soto y Tom Dillehay
Capítulo 15. La actividad aurífera en el sur de Chile durante
el siglo XVI: primeras aproximaciones arqueohistóricas 549

Jimena Lobo Guerrero Arenas


Capítulo 16. Unos son de oro y otros son de hierro:
reflexiones en torno a la materialidad del encuentro en un
contexto funerario del periodo de contacto en Colombia 573

Sobre los autores 609


Presentación

Presentación

Luisa Vetter Parodi


Roberto Lleras Pérez

Este volumen reúne los trabajos presentados en el simposio «La metalurgia


como hilo conductor para el entendimiento de los cambios políticos, sociales
y económicos de las sociedades precolombinas y colonial en América», que
formó parte del 56° Congreso Internacional de Americanistas realizado en
Salamanca, España, en julio de 2018, además de otros estudios que fueron
recibidos después del evento.
Dicho simposio tuvo como tema central a los metales que, desde la
antigüedad, han llamado la atención del hombre y han sido fundamentales
en su vida social. En la época precolombina, los gobernantes utilizaron las
propiedades del metal, como el color, el reflejo o el sonido, para impresionar
a la población desde la cosmología y la religión; estas reflejaban características
de la naturaleza, como el canto de las aves, los colores del ocaso, el sol y la
luna, entre otros; mientras que, en la Colonia, el uso de los metales se regía
por su valor económico. La palabra «metal» nos remite, en la mayoría de los
casos, a un objeto determinado, pero hay mucho más detrás, oculto en un
mundo de procesos, tecnologías y complicadas implicaciones económicas.
Aquí, proponemos adentrarnos en este complejo mundo, intentando mostrar
una visión integral del significado que trae consigo una pieza de metal. Esto
incluye estudios tecnológicos e iconográficos que permiten entender, desde 13
Luisa Vetter Parodi, Roberto Lleras Pérez

una perspectiva analítica e histórica, el desarrollo metalúrgico y sus cambios


en las diversas culturas y sociedades americanas.
Los trabajos recibidos han sido organizados según la época a la que hacen
referencia: la precolombina y la colonial. En el caso de la época precolombina,
se ha dividido en los siguientes temas: objetos, tecnologías e iconografía. Los
investigadores que participan en este volumen provienen de diversos países:
Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos,
Francia, México y Perú. En total, contamos con dieciséis artículos que
muestran una visión amplia de Los metales en nuestra historia (véase la fig. 1).
El libro inicia con una revisión del estado de la cuestión en las investigaciones de
arqueometalurgia en América realizado por los editores, en el que se presentan
los últimos estudios que se vienen desarrollando en Mesoamérica, Sudamérica
y los Andes centrales.
Seguidamente, se mencionan los trabajos que pertenecen a la época
precolombina, partiendo con el tema: los Objetos. En el capítulo 1, titulado
«Revisiones en torno al laurake», Jédu Antonio Sagárnaga Meneses realiza un
análisis exhaustivo sobre el uso y el significado de ese elemento en Bolivia y el
sur del Perú. En el capítulo 2, Diana S. Fernández Mascco, Luis E. Castillo
Narrea  y Jean Pool Nieves Cordova presentan «Metal para los muertos:
un estudio preliminar de los “petos” lambayeques recuperados en Huaca
Las Ventanas», en el que definen el nombre correcto que debe tener este
objeto funerario; asimismo, muestran los análisis químicos realizados para
identificar la aleación y la tecnología con la que fueron elaborados. Natalia
Andrea Cisneros del Río y Carla Alejandra Márquez Abad, por su parte,
dan a conocer su estudio en el capítulo 3, titulado «Identidad y resistencia:
diademas y adornos frontales de metal en el Horizonte Tardío», en el cual
analizan la importancia de las diademas y los adornos frontales en las
comunidades andinas del Horizonte Tardío, el significado que estas tuvieron
y quiénes fueron sus portadores. En el capítulo 4, Geraldine Gluzman
presenta «Metales del noroeste argentino en las colecciones arqueológicas del
Field Museum of Natural History de Chicago». Aquí, la autora muestra la
historia de los objetos de metal de dicha colección, la manera como llegaron
al museo y quiénes se encargaron de su estudio; además de realizar un análisis
morfológico y químico de estas piezas.
La siguiente sección se refiere a las Tecnologías. Francisco Valdez, en
14 el capítulo 5, titulado «Metalurgia prehispánica de Ecuador: temáticas
Presentación

pasadas y pendientes», presenta un panorama de las investigaciones


realizadas en dicho país sobre los metales precolombinos, con base en la
bibliografía existente y una discusión de las problemáticas actuales que
siguen pendientes. Asimismo, Juanita Sáenz Samper comparte su trabajo
«Vestigios arqueológicos de mineros, metalurgistas y orfebres prehispánicos
en Colombia» en el capítulo 6, en el que llama la atención sobre las
evidencias que pudieron haber sido obviados en los hallazgos arqueológicos,
debido al escaso conocimiento que se tiene de la metalurgia, y los que
eventualmente se podrían encontrar en investigaciones de este tipo. María
Filomena Guerra, Julio César Sierra Palomino, Marco A. Zamalloa y Luisa
Vetter Parodi, en el capítulo 7, «Ofrendas incas en oro y plata: estudio
tecnológico de estatuillas antropomorfas y zoomorfas miniatura de la región
del Cusco (Perú)», señalan los análisis químicos realizados para determinar
la composición de las estatuillas incas, así como las técnicas de elaboración
para hacer lo propio con la estandarización en su producción. El capítulo 8,
escrito por Roberto Lleras, Elkin Rodríguez, Francisco Correa, Nicolás Rizo,
Katy Puche, Lina Rincón, Yojanna Garcés y Vanessa Velásquez, se titula
«Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y
Lejanías del Valle, Sopó». Los autores realizan una descripción del hallazgo
y proponen una interpretación del mismo en el marco de la teoría de las
ofrendas muiscas, siendo este el primero que se realiza en una excavación
arqueológica. Raúl Ybarra, en el capítulo 9, «Interpretación orfebre del
Códice Florentino», presenta un completo análisis de este documento, en
el que encuentra información valiosa sobre métodos orfebres que a simple
vista parecen no haber sido tomados en cuenta en trabajos anteriores.
Posteriormente, dos contribuciones nos permiten abordar el tema de la
Iconografía. Por un lado, Ana María Falchetti nos presenta el capítulo 10,
titulado «El poder simbólico del cobre en la metalurgia de la América
antigua: metáfora de la vida humana». En él analiza el cobre y sus múltiples
asociaciones que representan el ciclo completo del ritmo de vida, debido a
la capacidad que tiene este metal para transformarse. Por otro lado, Paloma
Carcedo de Mufarech, a través del capítulo 11, «La súplica y el sacrificio
en escenas rituales moche representadas en cuatro cuchillos cetro de cobre:
antecedentes y continuidades», plantea la importancia que tuvieron los rituales
de sacrificios humanos en el antiguo Perú, que se ven representados en cuatro
cuchillos de la cultura Mochica y que continuaron siendo representados en
otros soportes en el virreinato. 15
Luisa Vetter Parodi, Roberto Lleras Pérez

Siguiendo el orden cronológico propuesto, Luz Adriana Alzate Gallego


presenta el capítulo 12, titulado «Crisoles en un contexto colonial americano
del siglo XVI», dando inicio a los trabajos que corresponden a la época de
la Colonia. La autora estudia los crisoles hallados en una de las primeras
fundaciones coloniales americanas llamada Santa María de la Antigua
del Darién, probablemente la primera en territorio continental, y realiza
análisis físicoquímicos para tener un mejor entendimiento de los procesos
efectuados. En el capítulo 13, Blanca Estela Maldonado Álvarez y Diana
Patricia Castro Montes comparten su estudio «De la economía política a
la economía de mercado: transiciones tecnológicas, sociales y económicas
entre la producción metalúrgica prehispánica de Mesoamérica y áreas afines
y la industria minera colonial novohispana», en el que exploran una serie de
interrogantes sobre la negociación e impugnación del valor de los minerales
durante la crítica transición entre los periodos Posclásico Tardío y Colonial
Temprano, así como las ramificaciones políticas y económicas de dichas
negociaciones. De la misma manera, Luisa Vetter Parodi, Paula Olivera,
Yezeña Huaypar y Alejandro Trujillo presentan el capítulo 14, «Estudio
arqueométrico de los hornos coloniales para la fundición de minerales en la
sierra central del Perú», en el que realizan un recorrido histórico de la zona
de estudio, resaltando la importancia del área como yacimiento metalúrgico,
además de elaborar análisis fisicoquímicos de los hornos para determinar
el uso de los mismos. José Manuel Zavala Cepeda, Francisco Javier
Medianero Soto y Tom Dillehay, contribuyen con el capítulo 15, titulado
«La actividad aurífera en el sur de Chile durante el siglo XVI: primeras
aproximaciones arqueohistóricas», en el que señalan los primeros avances
de investigación en torno a las dinámicas socioculturales que se dieron en el
territorio mapuche de la Araucanía (Chile), durante el siglo XVI, respecto
a la actividad aurífera. Finalmente, Jimena Lobo Guerrero Arenas, con el
capítulo 16, titulado «Unos son de oro y otros son de hierro: reflexiones en
torno a la materialidad del encuentro en un contexto funerario del periodo
de contacto en Colombia», intenta ofrecer una explicación a la relación
entre lo que la autora ha denominado la «materialidad del encuentro»,
aquella que se suscita derivada de las relaciones entre individuos y objetos
en el periodo de contacto, y los objetos de la región Zenú.

16
Presentación

***
Este volumen aporta a la tradición de reunir contribuciones de
arqueometalurgia enmarcadas en los simposios de los sucesivos Congresos
Internacionales de Americanistas. Forman parte de esta tradición los libros
Metalurgia de América Precolombina (1986) y Metalurgia en la América
Antigua (2007). Esperamos que estos nuevos trabajos sobre los metales sean
de utilidad a los investigadores y público en general, y les permitan ampliar su
conocimiento acerca de un tipo de objeto que aún sigue llamando la atención
por su valor simbólico y económico, pero que es relativamente desconocido
por el desarrollo tecnológico que los antiguos metalurgistas lograron para
crear tan bellas piezas.

17
Luisa Vetter Parodi, Roberto Lleras Pérez

Figura 1 – Sitios referenciados en los capítulos del libro


1. Chacoma; 2. Tiahuanaco; 3. Caquiaviri; 4. Palca; 5. Jesús de Machaca; 6. Anko Anko; 7. Huari; 8. Choquequeirao
(1-8: capítulo 1); 9. Huaca Las Ventanas (capítulo 2); 10. Kuntur Wasi; 11. Chavín de Huantar; 12. Paracas;
13. Piura; 14. San José del Moro (10-14: capítulo 3); 15. Salta; 16. Tucumán; 17. Catamarca (15-17: capítulo 4);
18. Esmeraldas (capítulo 5); 19. Papagala; 20. Consotá; 21. Piedras Blancas; 22. Inguapí; 23. Malagana
(19-23: capítulo 6); 24. Cusco (capítulo 7); 25. Divino Niño-Sopo (capítulo 8); 26. Huaca de la Cruz (capítulo 11);
27. Santa María la Antigua del Darién (capítulo 12); 28. Oaxaca; 29. La Huacana (28-29: capítulo 13);
30. Hacienda Pucara-Yaulí (capítulo 14); 31. Concepción; 32. La Imperial; 33. Valdivia; 34. Villarrica; 35. Angol;
18
36. Cañete; 37. Osorno; 38. Castro; 39. Chillán (31-39: capítulo 15); 40. San Felipe-Los Palmitos (capítulo 16)
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Capítulo 8
Un campo de ofrendas muiscas.
Los hallazgos de los sitios Divino Niño
y Lejanías del Valle, Sopó

Roberto Lleras
Elkin Rodríguez
Francisco Correa
Nicolás Rizo
Katy Puche
Lina Rincón
Yojanna Garcés
Vanessa Velásquez

1. Antecedentes
El municipio de Sopó comprende la parte media y baja del valle del río
Teusacá, afluente del río Bogotá. Este valle longitudinal, abierto por el norte a
la Sabana de Bogotá, está confinado por dos ramales de la Cordillera Oriental
que lo separan, por occidente, de la Sabana y, por oriente, del valle paralelo
del río Tominé. Entre estas colinas se extiende una franja de tierra plana,
parcialmente inundable en su parte central, bien irrigada y de fértiles suelos.
Las laderas, de ambos lados, presentan muchas zonas con pendientes suaves. 291
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Las primeras exploraciones se realizaron conjuntamente entre Gustav


Bolinder y Carlos Ramón Goez; ellos excavaron un sitio de enterramiento
en lo que actualmente es el área urbana del municipio (entonces hacienda
Altamira). Goez publicó su trabajo en 1936; Bolinder lo hizo en 1937. Las
cuarenta y dos tumbas excavadas por Goez y Bolinder eran rectangulares,
algunas cubiertas con lajas. Los ajuares funerarios los componían vasijas
cerámicas sencillas; se halló también una ofrenda de esmeraldas y una figura
metálica femenina dentro de un ofrendatario antropomorfo. Según Ortega
Ricaurte (1935), las tumbas de los adultos estaban orientadas de oriente a
occidente y las de los infantes, de norte a sur. Otro aspecto interesante de la
excavación es el hallazgo de un cráneo con deformación intencional.
Por la misma época (1936), Araos Fraser informó del hallazgo de ocho
sepulturas en Sopó y argumentó que el actual poblado fue, en la antigüedad,
un enorme cementerio.
Emil Haury y Julio César Cubillos realizaron en 1950 una prospección
general del área, durante la cual ubicaron terrazas de cultivo en las laderas
entre Tocancipá y Sopó. Las terrazas, de forma irregular, se construyeron
cortando la pendiente de las colinas y rellenando parte de la superficie, de
manera tal que se obtenían pequeñas áreas horizontales para el cultivo y se
evitaba la erosión. Los resultados se publicaron en 1953.
En su obra de 1958 sobre la orfebrería muisca y tolima, José Pérez de
Barradas reseñó cuatro piezas orfebres procedentes de Sopó. Estas piezas
(y otra más) se encuentran en la colección del Museo del Oro; se trata de
figuras votivas o de ofrenda, cuatro antropomorfas y una en forma de bastón.
Fueron fundidas a la cera perdida; dos de ellas tienen análisis de composición
(58 % Au, 2 % Ag, 35 % Cu y 61 % Au, 6,8 % Ag, 29,9 % Cu; tumbagas
altas). No se tienen datos precisos de procedencia o contexto. Un colgante
antropomorfo se encuentra en la colección del Instituto Colombiano de
Antropología e Historia (se dice que fue excavada por Vicente Delgado) sin
referencia bibliográfica (Lleras Pérez, 1999).
En 1974, Jaime Gómez González y Gonzalo Correal Urrego publicaron
radiografías de cráneos prehispánicos de la Cordillera Oriental, uno de
los cuales provenía de Sopó. Este cráneo, de mujer adulta, presentaba una
trepanación de 1,4 cm de diámetro en la región parietal derecha; el agujero
fue obturado con arcilla silícea con alto contenido férrico. Los autores
292 concluyen que la trepanación se hizo por raspado y que la intervención
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

estuvo relacionada con hipertensión endocraneana. El estudio del tejido óseo


alrededor del agujero demuestra que el individuo sobrevivió algunos meses
después de la trepanación.
En 1976, Álvaro Botivá Contreras localizó un gran número de sitios de
ofrenda y de enterramiento, algunos de los cuales se ubican en Sopó, hacia
las cuchillas que lo separan de Guasca y Guatavita. Botivá registró tumbas
rectangulares poco profundas, rellenas con tierra negra y cubiertas con lajas de
piedra, y tumbas de pozo, más profundas, con una o varias cámaras laterales,
también cubiertas con lajas de piedra.
En 1982, Carl Langebaek y Hildur Zea excavaron el sitio de El Muelle, ubicado
en el costado oriental del valle, vereda de Meusa. Existen cuatro informes de
este trabajo (Langebaek & Zea, 1983a; 1983b; Langebaek, 1986a; 1986b),
dos de ellos publicados. Las excavaciones permitieron establecer que en este
lugar se asentaron grupos humanos del Periodo Herrera (800 a. C.-200 d. C.,
aproximadamente), anterior a la ocupación muisca, y que lo utilizaron sobre
todo para depositar basuras, como fragmentos cerámicos, restos de artefactos
líticos y huesos de animales. Es probable que en esa época afloraran fuentes
de agua salada; esta fue aprovechada para la producción de sal. Los desechos
de huesos de animales indican que se consumían venados de cola blanca,
patos y ratones.
Más tarde, durante el Periodo Muisca (800-1600 d. C.), hubo allí una pequeña
aldea compuesta entre diez y quince bohíos, que ocupaban una superficie
aproximada de una hectárea. Las pequeñas casas circulares se hicieron sobre
plataformas bordeadas por zanjas de drenaje y limitadas, en ocasiones, por
pequeñas piedras. En su interior se encuentra cerámica y fragmentos de
piedras de moler y metates, lo que indica una economía centrada en el cultivo
y consumo de maíz. Esta dieta vegetal se complementó con el consumo de
curí y venado. Otras labores que se realizaban en la aldea incluyeron el hilado
y tejido, el trabajo sobre hueso y la metalurgia. Con la conquista española,
la aldea fue reemplazada por casas aisladas y se introdujo el uso de vidrio y
cerámica de tradición europea.
En 2013, Álvaro Botivá Contreras y Diego Martínez Celis regresaron al
sitio El Muelle; en esta ocasión se trató de un salvamento realizado en un
sector contiguo a las excavaciones de Langebaek y Zea de 1982 (Botivá
Contreras  et al., 2013). Las nuevas excavaciones les permitieron recuperar
quince tumbas. Estas son todas de pozo simple oval con profundidades entre 293
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

85 y 120 cm, cubiertas con lajas de piedra acuñadas con piedras pequeñas;


dos tumbas tenían, además, lajas bajo el entierro. Cuatro de las tumbas tenían
ajuares compuestos por vasijas cerámicas; otras contenían fragmentos de
metates, manos de moler y cuentas de collar.
Los autores localizaron diecinueve individuos dentro de las quince tumbas:
cinco mujeres adultas, dos infantes; tres hombres adultos; cuatro adultos y
cinco infantes cuyo sexo no se pudo determinar. Tres entierros se orientaban en
sentido norte-sur; once, en sentido oriente-occidente (con la cabeza siempre
hacia el oriente). Algunos de los individuos inhumados padecían periostitis
y afecciones dentales asociadas con dietas duras y ricas en carbohidratos;
también son evidentes las huellas de un trabajo físico fuerte y prolongado.
El Observatorio del Patrimonio Cultural y Arqueológico de la Universidad
de los Andes emprendió, en el marco de su proyecto «Sopó en contexto»,
dirigido por Luis Gonzalo Jaramillo, un reconocimiento arqueológico regional
sistemático del valle. Como resultado de este proyecto, se han producido
tres tesis/monografías de grado de arqueología de Sopó (Rodríguez Schrader,
2009; González, 2009; Ferrer D’Paola, 2011), un cuadernillo de divulgación
(Universidad de los Andes & Centro de Historia de Sopó, 2014) y un libro
(Jaramillo, 2015). Las conclusiones más importantes de este trabajo de largo
plazo tienen que ver con el poblamiento y demografía del valle a lo largo
de la prehistoria, así como con los patrones urbanos del poblado de Sopó.
El proyecto implicó el reconocimiento sistemático intensivo de 43 km² al
occidente de la cabecera municipal y en la cuenca baja del río; se identificaron
210 sitios y se recogieron 295 colecciones de artefactos.
Esta investigación regional pretendía comprender la configuración actual del
asentamiento humano en una perspectiva de larga duración para entender
la evolución de la tenencia de la tierra y de las transformaciones en materia
demográfica y económica. «Sopó en contexto» representa una visión de
carácter regional sistemática sobre la ocupación humana en perspectiva de
largo alcance sobre la cuenca baja del río Teusacá. La descripción de los
patrones de asentamiento y el establecimiento del perfil demográfico muestran
su evolución desde épocas prehispánicas y permiten que sean cotejados con
datos demográficos del siglo XVI y posteriores.
Los resultados se presentan con ayuda de mapas que grafican la distribución
de materiales cerámicos durante los diferentes periodos de ocupación.
294 Haber logrado consolidar este primer esbozo de la secuencia de ocupación,
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

documentar y precisar la ubicación de los registros arqueológicos se


constituyen en la principal contribución de este estudio:
Como rasgo consistente de la secuencia está la existencia de
comunidades relativamente compactas y discretas como el tipo de
organización social esencial del entramado político de esta región en
los diferentes momentos de la historia; esto, por supuesto no descarta
la presencia de unidades domésticas dispersas (Jaramillo, 2015: 125).
La época de la conquista y el periodo colonial se identifican claramente por
la introducción de nuevos materiales (vidrio, hierro, etc.), así como por los
cambios en los patrones de construcción. Se nota un descenso en la densidad
de la población y un patrón disperso que probablemente está relacionado
con las grandes haciendas. Los trabajos de arqueología en el casco urbano de
Sopó revelaron que antes de la fundación española hubo allí viviendas de los
periodos Herrera y Muisca.
Los documentos coloniales, citados por Ortega Ricaurte, relativos a visitas y
diligencias de demarcación de pueblos y estancias, nos han permitido constatar
que en 1639, es decir, cien años después de la conquista, aún existían en el
valle del río Teusacá tres pueblos de indios de cierta importancia: Sopó, con
un cacique y tres capitanes; Meusa, con un gobernador y un capitán principal;
y Cueca, con un cacique y dos capitanes principales. Algunos autores piensan
que debería añadirse a esta lista el poblado de Teusacá. La información de
la que disponemos indica, no obstante, que este pueblo se ubicaba cuenca
arriba en lo que actualmente es el municipio de La Calera. Hecha la última
traslación del pueblo de blancos de Sopó, en 1653, a su ubicación actual,
los indígenas de Sopó, Meusa y Cueca fueron reducidos a un solo resguardo
localizado en la vereda de Pueblo Viejo, donde se les formó en la doctrina y
se construyó una iglesia.

2. Las excavaciones y hallazgos


Los sitios arqueológicos Divino Niño y Lejanías del Valle se encuentran
ubicados en la vereda Meusa del municipio de Sopó, Cundinamarca, a
2575 m s. n. m., sobre una elevación de pendiente suave en el paisaje plano
que caracteriza las áreas altas del valle de Teusacá en su límite natural al
oriente (véase la fig. 1). La disposición de los sitios parece estar relacionada
con un hito geográfico notable, una montaña mamiforme que forma parte 295
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Figura 1 – Localización del poblado de Meusa (sitios Divino Niño y Lejanías del Valle), la
actual ciudad de Bogotá y los poblados indígenas mencionados en el texto. Google Earth
(modificado por Francisco Correa)

de las estribaciones occidentales de la cadena montañosa que separa el valle


de Teusacá del valle de Tominé. Los sitios están en el área alta de la zona
plana, un sector no inundable en el cual se conocen evidencias de actividades
humanas desde, por lo menos, el Periodo Herrera.
En términos históricos, su ubicación estaría en el área nuclear de la
confederación de cacicazgos muiscas del sur del altiplano, conocida como
Zipazgo. Sus relaciones más cercanas se habrían dado con los poblados de
Tocancipá, Gachancipá, Chía, Zipaquirá, Guasca y Guatavita. Estas relaciones
de vecindad habrían influenciado el flujo de bienes, ideas y personas.
En el pasado, la apariencia del valle de Teusacá era muy distinta. La
cobertura vegetal en tiempos prehispánicos correspondía, en gran parte, a
bosques primarios altoandinos (véase la fig. 2). Había grandes poblaciones
animales en las montañas, el valle, los humedales y el río. En los humedales
sobresale la diversidad de aves, anfibios y reptiles; también abundan algunos
mamíferos de ambientes acuáticos. El bosque andino bajo cubría las laderas,
los piedemontes y las partes planas bien drenadas del valle; allí hay numerosas
296 especies vegetales. Entre la fauna, se destaca la presencia de cóndores, águilas
crestadas y otros, además de mamíferos como osos de anteojos, venados,
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Figura 2 – Sector oriental del valle de Sopó, los sitios arqueológicos


Fotografía: Francisco Correa

tigres mariposos y zarigüeyas. Algunas de estas especies han sido identificadas


en las excavaciones.
Las excavaciones se iniciaron en junio de 2018; anteriormente, se habían
realizado sondeos y prospección de superficie. El hallazgo de un contexto
funerario cubierto por lajas (tumba 1) llevó a ampliar el área de rescate,
previamente definida y protegida. Debido al tamaño del sitio, y para hacer
más manejable el registro, se decidió excavarlo en cuadrículas de 2 x 2 m. La
excavación se realizó a partir de tres niveles arbitrarios de excavación iniciales
de 20 cm, para luego continuar con niveles de 10 cm.
Se excavó primero el sector central; luego, el sector norte; y, finalmente,
el sector sur. En el sitio Divino Niño ha sido posible aplicar técnicas
tradicionales de registro y complementarlas con las técnicas de registro
digital. Se realizaron fotografías de 360° del sitio, sobrevuelos con drones para
obtener ortofotografías, fotogrametría digital terrestre y fotografía digital.
Al contrastar los resultados obtenidos por el procesamiento computarizado
de la información con las fichas y dibujos en campo y las observaciones en
la excavación fue posible identificar rasgos e interpretar los avances de la
excavación con un marco de referencia global.
En los dos primeros niveles se encontraron grandes cantidades de fragmentos 297
de materiales cerámicos fragmentados y revueltos. Al llegar al tercer nivel
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

de excavación, en el sector central y norte se hicieron evidentes algunos


depósitos arqueológicos sin alteración que nos han permitido caracterizar las
áreas de actividad dentro del sitio. Por un lado, una porción oriental donde
se realizaron las inhumaciones en tumbas cubiertas con lajas, en su mayoría
orientadas en sentido este-oeste con la cabeza del individuo hacia el oriente
en posición decúbito dorsal y un ofrendatario con su contenido intacto. La
gran mayoría de los contextos funerarios fueron saqueados con anterioridad
al trabajo de rescate. Se han excavado diez tumbas y una urna funeraria con
los restos de un infante.
En el sector central, al occidente de la zona con contextos funerarios, se
encontró un alto nivel de densidad de fragmentos cerámicos, adecuaciones
para los soportes de estructuras, depósitos arcillosos y cinco ofrendatarios,
algunos con sus contenidos, otros saqueados. En el sector norte del sitio se
encontraron grandes concentraciones de material cerámico, carbón, restos
óseos de fauna, manos de moler y acumulaciones de rocas pequeñas y
medianas (véase la fig. 3).

Figura 3 – Áreas de actividad en el sitio Divino Niño: «Funerario» corresponde al área de


hallazgo de tumbas; «Ritual», al área de hallazgo de ofrendatarios y ofrendas; y «Preparación
de alimentos», a un área doméstica
Fotografía: Francisco Correa

Para identificar la estratigrafía del sitio, se excavó una trinchera de 2 x 1 m


sobre el costado oriental hasta una profundidad final de 3 m, desde el punto de
vía, donde se evidenció suelo culturalmente estéril. Por ser un perfil ubicado
junto a la carretera, está compuesto por un relleno asfaltado de 30 cm y un
relleno de vía de 60 cm, formado por gravilla, arena y rocas areniscas de
tamaño medio y grande de alta compactación y baja humedad. Parte del
descapote inicial del costado oriental, realizado con maquinaria pesada, dejó
expuesta parte del perfil y evidenció la presencia de contextos funerarios en
298 los primeros 50 cm desde el horizonte A.
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

2. 1. Estratigrafía
2. 1. 1. Perfil oriental​
- Horizonte A: 2​ 5 cm de espesor, material cultural asociado y evidencia
de actividad antrópica. Se observan bioturbaciones como crotovinas de
insectos y raíces; suelo rico en materia orgánica de textura areno-arcillosa
y estructura en bloques subangulares, friable de baja compactación y
humedad media.
- Horizonte AB: 15 cm de espesor, textura arcillosa, de estructura en bloques
subangulares, compuesto por raicillas y crotovinas, humedad media, baja
compactación, suelo friable. Se identifica presencia de material cultural
asociado y evidencia de actividad antrópica.
- Horizonte B: 40 cm de espesor, de textura arcillosa y estructura en bloques
subangulares; suelo friable de baja compactación, compuesto por arcillas.
Sobre este horizonte se han identificado contextos funerarios y rasgos,
presenta una baja densidad de material cultural.
- Horizonte C: 1​ 10 cm de espesor, suelo coluvial. Presenta dos formaciones
rocosas: la primera está compuesta por rocas sedimentarias de tamaño medio
y grande y arenas de grano grueso; la segunda presenta rocas sedimentarias
de tamaño medio y pequeño, de textura arenosa y estructura granular de
grano grueso. Se observa una baja densidad de material cultural en los
primeros centímetros.
Los horizontes​A y B aparecen de nuevo​debajo del horizonte C​, suelos
arcillosos, de 40 cm de espesor, de alta plasticidad y humedad, estructura
prismática y baja porosidad. No se observa material cultural asociado ni
evidencias de actividad antrópica (véase la fig. 4).

2. 1. 2. Perfil occidental
Este perfil se tomó en el rasgo del ofrendatario 6; se evidencia un horizonte
de ocupación de 60 cm de espesor. El relleno de este rasgo estaba compuesto
por una capa de tierra moteada de textura arenosa de grano grueso, estructura
esferoidal, con inclusiones de arcilla limpia y pintas de carbón vegetal y
fragmentos cerámicos asociados. Este relleno era friable, de baja compactación
y estaba por todo el rasgo.
- Horizonte A: 60 cm de espesor, rico en materia orgánica y raicillas, textura 299
arenosa, con inclusiones de carbón, roca pequeña y arcilla; presenta una
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Figura 4 – Estratigrafía, perfil oriental


Fotografía: Francisco Correa

estructura esferoidal de grano grueso. Se identifica una alta densidad de


materia cultural y actividad de carácter antrópico. Los ofrendatarios y huellas
de poste aparecen sobre este primer horizonte, al igual que volantes de
huso, manos de moler, fragmentos de hacha, cuentas de collar y esmeraldas.
- Horizonte AB: 1​ 5 cm de espesor​, textura areno-arcillosa con inclusiones de
roca pequeña, consistencia friable, grano medio. No se observa presencia de
raíces y muestra baja actividad de macroorganismos. Presenta una humedad
media y hay una densidad media de material cultural.
- Horizonte B: 35 cm de espesor, de textura arcillosa con baja porosidad. No
presenta inclusiones de roca y muestra baja actividad biológica. La densidad
de material es baja en comparación con los niveles superiores. Sobre la
pared occidental del perfil del rasgo, se observa una discontinuidad del
horizonte, continuando el suelo de relleno. Por esto no se puede descartar
la actividad antrópica en este horizonte.
300
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

2. 2. Contextos
El ofrendatario 1 fue encontrado en la cuadrícula A8, en el área descapotada
por la máquina, en medio de un sustrato franco arcilloso de color 10 YR 4/8
mezclado con pequeños fragmentos de roca. El rasgo oscuro donde se
encontraba lo vinculó con la tumba 2. El ofrendatario se encontraba al lado
y sobre el contexto funerario.
El ofrendatario 2 fue encontrado en la cuadrícula  D10, en medio de
un depósito arcilloso de color gris claro, casi blanco, muy limpio y con
abundantes inclusiones de carbón que podrían corresponder a material
vegetal incinerado y, posteriormente, añadido a la arcilla, extraída de una
veta muy pura o limpiada de impurezas. El objeto apareció entre los 87 y
127 cm de profundidad.
El ofrendatario 3 fue encontrado en medio de una alta concentración de
material cerámico en un suelo franco de color pardo oscuro, cuadrícula D14.
Su ventana lateral estaba orientada al occidente, cubierta por una tapa; la
otra se encontraba al lado del recipiente. Tiene una profundidad inicial de
87 cm y final de 112 cm; está ubicado a 76 cm al norte del ofrendatario 2. El
recipiente estaba parcialmente saqueado y deteriorado.
El ofrendatario 4 fue hallado en la cuadrícula D14 durante la excavación del
nivel 3. Estaba bastante deteriorado y saqueado.
El ofrendatario 6 fue hallado en la cuadrícula  D6 sobre el nivel  3, a una
profundidad inicial de 67 cm y final de 170 cm. El rasgo presentaba un relleno
de arcilla blanca limpia, color Munsell 10 YR 7/1, con inclusiones de carbón
vegetal y fragmentos cerámicos. Alrededor del rasgo se evidenció un suelo
con abundante materia orgánica. El recipiente se encontraba fragmentado en
tres partes por fracturas generadas por procesos deposicionales.
Las tumbas registradas se ubican en el margen oriental del sitio, sobre los
niveles 3 y 4 de la excavación (70-80 cm y 80-90 cm, respectivamente); su
profundidad final ha variado de 90 a 140 cm, con un alto contenido de
materia orgánica. El horizonte inicial de los enterramientos corresponde a una
capa arcillosa color naranja muy compacta, con escasa bioturbación y muy
baja densidad de material cultural, a excepción de los rasgos definidos. Estas
sepulturas corresponden a enterramientos primarios en espacio vacío con
adecuaciones tipo cancel (dolménicas) con rocas areniscas. Se encontraron
alteraciones, como el colapso de las lajas sobre los restos óseos y el ajuar, por 301
factores antrópicos y naturales (véanse las figs. 5, 6, 7 y 8).
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Figura 5 – Localización de los conjuntos votivos y los ofrendatarios, sitio Divino Niño
Fotografías: Francisco Correa

302 Figura 6 – Hallazgo del ofrendatario 1


Fotografía: Francisco Correa
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Figura 7 – Hallazgo del ofrendatario 3


Fotografía: Francisco Correa

Figura 8 – Hallazgo del ofrendatario 6


Fotografía: Francisco Correa

Las tumbas son de planta oval irregular orientadas en sentido oriente


(cabeza)-occidente (pies), a excepción de la tumba 1, que está orientada en
sentido norte-sur. Todos los individuos estaban en posición decúbito dorsal1 y
presentan ajuares compuestos por dos vasijas cerámicas a la altura de los pies.
Las vasijas, jarras y ollas de tamaño mediano y pequeño presentan huellas de
uso y se colocaron con la boca hacia el occidente2. Otro tipo de ajuar se ha
identificado en la tumba 1, el individuo presentaba a la altura de clavícula
y vértebras cervicales cuentas de collar elaboradas de piedra caliza. En la

1 La posición del individuo de la tumba 7 no se logró establecer pues se encontró completamente


alterada por guaquería y sin conexión anatómica.
2 Esta posición se ha logrado identificar en los ajuares que se encontraron intactos sin alteración
303
de guaquería.
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

tumba 9 se identificó una cuenta de collar en piedra y un fragmento del


mismo material, dispersos por la alteración de guaquería. La tumba 3 estaba
asociada con el ofrendatario 1.
El análisis osteobiográfico ha permitido identificar dos individuos subadultos
(tumbas 4 y 5) y seis adultos (tumbas 1, 2, 3, 6, 8 y 9). En términos generales,
los restos óseos se han hallado en mal estado de conservación, lo que ha
limitado la obtención de información (véase la fig. 9).

Figura 9 – Tumba 6
Fotografía: Francisco Correa

Hay un solo enterramiento primario en urna funeraria, ​identificada en


el nivel 4 de excavación y ubicada en el sector suroriental; se encontró
fragmentada y dispersa en la cuadrícula. En el interior se hallaron los restos de
un individuo neonato de aproximadamente 6 a 9 meses ± 3 meses3. Asociado
a esta en el nivel 3, y sobre la misma cuadrícula, se​halló un pequeño cristal
de berilo y uno mediano de cuarzo.
El contexto funerario  1 fue saqueado por desconocidos que perforaron la
mitad norte, destruyeron el cráneo y una vasija y desordenaron las lajas de la
estructura. Al excavar se encontraron dos vasijas con restos óseos en mal estado
de conservación. Alrededor del cuello tenía cuentas de collar de concha. Otro
saqueo afectó una tumba de cancel, o dolménica, constituida por cuatro lajas

304
3 Edad estimada a partir del análisis del maxilar inferior (Ubelaker, 1999).
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

grandes, orientada en sentido este-oeste, con la cabeza hacia el oriente y los


pies hacia el occidente. En el costado occidental, se encontraron los restos de
un recipiente cerámico. La tumba 3, orientada en sentido este-oeste, estaba
conformada por cinco lajas que se encontraron fragmentadas; el sector oeste de
la tumba fue destruida por una excavación clandestina y un recipiente cerámico
que se encontraba a los pies del individuo fue despedazado.

2. 3. Lejanías del Valle


El sitio Lejanías del Valle se encuentra a unos 150 m al sur del sitio Divino
Niño; probablemente, en el pasado, los dos sitios formaron parte de la
misma aldea indígena. Este sitio se excavó en 163  cuadrículas mediante
niveles de 10 cm. Se trata de un gran contexto funerario en el cual se han
recuperado 56 individuos de distintos sexos y edades en diferentes formas de
enterramiento y con asociaciones funerarias distintas. Durante la excavación
del nivel 3, se observó un rasgo ovalado en el cual se encontraron los restos
óseos de los individuos  14 y 15 (adulto e infante: cuadrículas  K8 y K9)
orientados en dirección norte-sur. Este nivel presenta una textura arcillosa
con arenas medias, poco plástica, más bien compacta y con algo de lustre.
A la altura del cuello del infante y sobre las vértebras cervicales había algunas
cuentas de collar de hueso; sus pies descansaban sobre un ofrendatario
antropomorfo (n.° 5) que, a su vez, se encontraba a la altura del cráneo del
adulto en su costado izquierdo; ambos individuos reposaban sobre una capa
de tierra de unos 5 cm de espesor mezclada con restos de fauna, algunos con
señales de cocción, pintas de carbón y fragmentos cerámicos. Esta mezcla de
tierra y los dos individuos se encontraban sobre un metate de 50 x 50 cm,
roto y desgastado en la parte central. La ubicación de los restos del infante
permite suponer que el ofrendatario fuera dispuesto para el individuo adulto,
ya que los huesos del niño estaban sobre el ofrendatario. El ofrendatario no
contenía ofrendas (véase la fig. 10).

3. Los conjuntos votivos de Divino Niño


3. 1. Conjunto 1
El conjunto se encontró en el interior de un ofrendatario fálico-cilíndrico
con agujero en la base. Las medidas son: 16 cm de alto (base únicamente) y
305
16,5 cm de diámetro. La pasta corresponde al tipo Guatavita Desgrasante de
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Figura 10 – Lejanías del Valle. Hallazgo del ofrendatario 5


asociado con entierros de adulto e infante
Fotografía: Yojanna Garcés

Tiestos (GDT), común en la Sabana de Bogotá. La vasija se elaboró por el


método de rollos; la superficie presenta un alisamiento muy burdo. No hay
ningún tipo de baño o engobe ni decoración. El color de la pasta es café claro
rojizo. El ofrendatario está incompleto, falta toda la porción superior. En el
fondo del mismo hay un agujero con fragmentación externa, como el que
produce un impacto de barra metálica (de guaquería) (véase la fig. 11).

Figura 11 – Ofrendatario 1. Base


Fotografía: Lina Rincón

En la base interna del ofrendatario, se encontró un colchón hecho de fibras


vegetales entrelazadas, no tejidas (aún no identificadas, probablemente fique),
306 sobre el cual se colocó parte de las ofrendas metálicas y esmeraldas. Este
colchón tiene un diámetro aproximado de 11 a 12 cm y un grosor de 2,5 cm.
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Las ofrendas estaban dispuestas dentro de la vasija de la siguiente forma: tres


de ellas, un bastón y dos serpientes, en posición vertical en el borde de la
vasija. Hay que tener en cuenta que cuando la vasija estaba completa, este
no era su borde, por lo que las tres piezas estaban completamente metidas
en el ofrendatario y no sobresaliendo en el borde como aparecieron en la
excavación. Las otras piezas metálicas, los cristales de esmeralda y el caracol,
se depositaron sobre el colchón de fibras en el fondo del ofrendatario.
La ofrenda estaba compuesta por un total de treinta y siete elementos:
quince figuras completas o fragmentadas, tres piezas metálicas (no figuras) y
un fragmento de pieza mayor, diecisiete cristales de esmeralda y un caracol
marino. Los objetos metálicos corresponden a un poste de sacrificio, dos
hombres con armas, tres serpientes (dos completas, un fragmento), tres
hombres con bastón/pájaros, una bandeja para alucinógeno, tres bastones,
un propulsor, un bastón con pájaros (fragmento), tres botones de fundición y
un fragmento de pieza mayor (posiblemente una cuenta de collar).
Los elementos no metálicos son diecisiete cristales hexagonales de esmeralda
de color verde claro a verde oscuro cuyos tamaños oscilan entre 0,6 y 1,8 cm
de largo y 0,1 y 0,6 cm de diámetro. No hay evidencias de pulimento o talla
(véase la fig. 12).

Figura 12 – Conjunto 1. Esmeraldas


Fotografía: Roberto Lleras 307
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

La concha de caracol marino (medidas: 11,0 x 6,0 x 5,1 cm) es de género


Lobatus, posiblemente gigas sp., sin muestras de modificación antrópica. Este
es un animal marino que habita en las aguas cálidas del Caribe y el Atlántico
Central; este espécimen es de tamaño pequeño, probablemente un animal
joven. Ha perdido el color rosáceo característico de la concha por la erosión
y la acción de agentes químicos en el entorno de enterramiento (véanse las
figs. 13 y 14).

Figura 13 – Conjunto 1. Caracol marino Figura 14 – Conjunto 1. Colchón de


Fotografía: Roberto Lleras fibras vegetales del ofrendatario
Fotografía: Roberto Lleras

3. 1. 1. Elementos metálicos
- Elemento 1.1. Poste de sacrificio. Medidas: 8,8 x 3,6 x 0,6 cm. Tiene cuatro
placas colgantes, dos en el tallo y dos en los extremos de aves enfrentadas.
La parte superior es bifurcada.
- Elemento 1.2. Hombre con armas. Medidas: 7,2 x 2,5 x 0,3 cm. Tiene
cuatro placas colgantes, dos como orejeras y dos en los extremos del tocado.
En la mano derecha sujeta un propulsor y un dardo.
- Elemento 1.3. Serpiente. Medidas: 14,6 x 2,2 x 0,8 cm. La configuración
del cuerpo simula el movimiento ondulante del reptil. Los restos de los
conductos superiores semejan cachos de venado.
- Elemento 1.4. Hombre con bastón/pájaros. Medidas: 6,7 x 1,9 x 0,7 cm.
Tiene collares cruzados sobre el pecho y sujeta un bastón con aves con la
mano izquierda. El tocado está decorado con rombos/triángulos calados. Se
dejó un trozo largo de conducto de fundición arriba de la boca, posiblemente
308 con intención representativa.
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

- Elemento 1.5. Hombre con armas. Medidas: 5,5 x 1,9 x 0,2 cm. Tiene dos


placas colgantes en el tocado, con la mano derecha sujeta un propulsor y
dos dardos.
- Elemento 1.6. Bandeja para alucinógeno. Medidas: 8 x 1 x 1,1 cm. En uno
de los extremos tiene una figura de ave que posa el pico sobre la bandeja.
- Elemento 1.7. Bastón. Medidas: 9,3 x 1 x 0,7 cm. Tiene tres placas colgantes
colocadas en los extremos y en el centro del remate semicircular. El tallo del
bastón se hizo entorchando el hilo de cera.
- Elemento 1.8. Bastón. Medidas: 8,8 x 2,1 x 0,5  cm. Tiene dos placas
colgantes y un remate semicircular. El tallo del bastón se hizo entorchando el
hilo de cera. En la parte media inferior del tallo del bastón se representó un
animal pequeño, posiblemente una zarigüeya que parece aferrarse al bastón.
- Elemento 1.9. Propulsor. Medidas: 9,2 x 0,7 x 0,2 cm. El tallo del objeto se
representó entorchando el hilo de cera. En los extremos se representaron el
gancho y el apoyo de tiro.
- Elemento 1.10. Bastón con pájaros (fragmento). Medidas: 2 x 2,7 x 1 cm.
Tiene una placa colgante. Hay un agujero en el punto de unión del ave con
el remate, presumiblemente para suspender el objeto de una cuerda.
- Elemento 1.11. Serpiente (fragmento). Medidas: 4 x 0,9 x 0,1  cm.
Fragmento de cola de serpiente; en el anverso de la figura se realizaron
incisiones para imitar las escamas de la serpiente.
- Elemento 1.12. Hombre con bastón/pájaros. Medidas: 4,2 x 2 x 0,3 cm. La
figura sostiene un bastón bifurcado en la mano derecha.
- Elemento 1.13. Hombre con bastón/pájaros. Medidas: 7,3 x 3 x 0,4 cm.
Tiene tres placas colgantes en el centro y los extremos del tocado. Sostiene
dos bastones y un propulsor en la mano izquierda y tiene un ave posada en
el hombro derecho. Tiene collares. Sobre la nariz y el ojo derecho se dejó
un remanente de conducto de fundición.
- Elemento 1.14. Serpiente. Medidas: 11,3 x 1 x 0,5  cm. El cuerpo fue
decorado con incisiones hechas en la lámina de cera. La configuración del
cuerpo simula el movimiento ondulante del reptil.
- Elemento 1.15. Bastón. Medidas: 14,7 x 1,7 x 0,4  cm. El objeto tiene
cuatro placas colgantes en la parte superior; está compuesto por una lámina
309
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

plana ensanchada hacia la parte superior en donde se estrecha y remata en


un triángulo y prolongación bifurcada.
- Elemento 1.16. Botón de fundición. Medidas: 1,8 x 1,2 x 0,5 cm. Forma
oval. Tumbaga alta.
- Elemento 1.17. Botón de fundición. Medidas: 1,5 x 1,5 x 1  cm. Forma
circular. Tumbaga alta.
- Elemento 1.18. Botón de fundición. Medidas: 1,4 x 1,7 x 0,5 cm. Forma
oval. Tumbaga alta.
- Elemento 1.19. Cuenta de collar (fragmento). Medidas: 0,7 x 0,6 x 0,1 cm.
Forma rectangular con abultamientos en la parte inferior (véase la fig. 15).

Figura 15 – Conjunto 1. Elementos metálicos


Fotografía: Roberto Lleras

3. 2. Conjunto 2
El conjunto se encontró en el interior de un ofrendatario cilíndrico-fálico
con un agujero en la base. Las medidas son: 62  cm de altura (incluyendo
fragmentos por reintegrar) y 15 cm de diámetro. La pasta es del tipo Guatavita
Desgrasante de Tiestos (GDT). Tiene pintura roja sobre fondo naranja, los
motivos son delgadas líneas rectas verticales. No hay evidencias de baño o
engobe. La vasija se hizo por el método de rollos, la superficie presenta un
310
alisamiento burdo (véase la fig. 16).
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Figura 16 – Ofrendatario 2
Fotografía: Roberto Lleras

La ofrenda estaba compuesta por seis elementos metálicos: dos serpientes,


un hombre con bastón/pájaros, un hombre muy adornado, una mujer sin
elementos adicionales, un hombre sin elementos adicionales y tres cristales
de esmeralda, colocados sobre un colchón de fibras vegetales, posiblemente
de fique, al igual que el del ofrendatario 1; solo queda un fragmento de este
colchón de aproximadamente 6 x 4 cm.
Los elementos no metálicos son tres cristales hexagonales de esmeralda de
color verde claro con inclusiones de cuarzo cuyos tamaños oscilan entre 3,4 y
3,8 cm de largo y 0,3 y 0,4 cm de diámetro. No hay evidencias de pulimento
o talla (véase la fig. 17).

Figura 17 – Conjunto 2. Esmeraldas 311


Fotografía: Roberto Lleras
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

3. 2. 1. Elementos metálicos
- Elemento 2.1. Serpiente. Medidas: 13,1 x 1,5 x 0,4 cm. Se dejaron
remanentes de los conductos de fundición en el cuello de la figura, lo que
le da un aspecto de cuernos.
- Elemento 2.2. Serpiente. Medidas: 8,1 x 1 x 1,1 cm. Sobre el lomo se
representaron con incisiones (de la cera) las escamas de la serpiente.
- Elemento 2.3. Hombre con bastón/pájaros. Medidas: 5,4 x 2,7 x 0,7 cm.
El individuo sujeta un bastón en su mano derecha. Las bandas de cera del
molde son visibles en la superficie del objeto. En la parte inferior se dejaron
remanentes de tres conductos de fundición.
- Elemento 2.4. Hombre muy adornado. Medidas: 8,4 x 3,4 x 0,7 cm.
Tiene cuatro placas colgantes adosadas al tocado superior y una gran
nariguera calada. Hay también representaciones de orejeras y un tocado
con prolongaciones laterales.
- Elemento 2.5. Hombre sin elementos adicionales. Medidas: 6,5 x 2 x 0,7 cm.
Se dejó un conducto de fundición sobre la boca de la figura, posiblemente
con intención de representación. Tiene una placa colgante en el centro del
tocado.
- Elemento 2.6. Mujer sin elementos adicionales. Medidas: 5,8 x 2,5 x 0,9 cm.
La superficie fue sometida a un proceso de dorado por oxidación que le da
particular brillo y pulimento. Tiene un tocado con prolongaciones laterales
(véase la fig. 18).

3. 3. Conjunto 3
El conjunto se encontró en el interior de un cuenco del tipo Guatavita
Desgrasante Gris (GDG), otro tipo muy difundido en la Sabana de Bogotá y
áreas aledañas y utilizado en la manufactura tanto de vasijas domésticas como
rituales. El cuenco se encontró muy fragmentado, por lo que resulta difícil
establecer sus características y dimensiones. En principio, parece haber sido
manufacturado por el método de rollos, no presenta baño ni engobe, hay
trazas de pintura roja sobre fondo naranja. Quedan vestigios del arranque de
un asa cerca al borde. Las dimensiones se estiman así: 8 cm de altura y entre
13 y 14 cm de diámetro.
312 Las ofrendas se encontraban en el fondo del cuenco sobre un colchón de
fibras vegetales, probablemente fique, que se conservó aproximadamente en
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Figura 18 – Conjunto 2. Elementos metálicos


Fotografía: Roberto Lleras

un 50 %. La ofrenda consta de un total de dieciséis elementos: siete elementos


metálicos (mujer con bastón/pájaros, mujer con niño, hombre con bastón/
pájaros, hombre sin elementos adicionales, mujer sin elementos adicionales,
diadema y botón de fundición) y nueve cristales hexagonales de esmeralda de
color verde claro, con longitudes que oscilan entre 0,5 y 1,2 cm. En este caso,
se pudo registrar una disposición particular de las ofrendas dentro del cuenco:
dos de las figuras votivas (hombre sin elementos adicionales y mujer sin
elementos adicionales) se encontraban, junto con seis cristales de esmeralda,
dentro de una diadema enrollada sobre sí misma. Los otros elementos, cuatro
metálicos y tres esmeraldas, estaban por fuera de la diadema, sobre el colchón
de fibras del cuenco (véanse las figs. 19 y 20).

3. 3. 1. Elementos metálicos
- Elemento 3.1. Mujer con bastón/pájaros. Medidas: 7,3 x 2,8 x 0,3 cm.
Sostiene un bastón con aves en su mano derecha, tiene un collar muy
elaborado, un pectoral, adornos sobre los senos y tocado con prolongaciones 313
radiales. Antes de ser depositada, la figura sufrió una fractura en el tercio
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Figura 19 – Esmeraldas y elementos metálicos que se


encontraban en el interior de la diadema
Fotografía: Roberto Lleras

Figura 20 – Conjunto 3. Segundo grupo de esmeraldas


Fotografía: Lina Rincón

inferior del cuerpo y fue reparada con una lámina martillada que la envuelve
desde la cintura.
- Elemento 3.2. Mujer con niño. Medidas: 8 x 2,2 x 0,3 cm. La mujer
sostiene a un niño con ambas manos y, a su vez, en la mano derecha, un
bastón con doble remate; tiene tocado con prolongaciones radiales.
- Elemento 3.3. Hombre con bastón/pájaros. Medidas: 4,5 x 2,8 x 1,3 cm.
Son visibles las bandas de cera del molde. Tiene dos placas colgantes en
los extremos del tocado de prolongaciones laterales y una argolla central
sin placa. Sujeta un bastón con remate semicircular en la mano derecha.
La figura está incompleta, por defecto de fundición faltan las extremidades
314
inferiores.
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

- Elemento 3.4. Hombre sin elementos adicionales. Medidas: 4,1 x 2 x 1 cm.


Tiene tres placas colgantes en los extremos y el centro del tocado.
- Elemento 3.5. Mujer sin elementos adicionales. Medidas: 5,9 x 1,2 x 0,5 cm.
Se dejaron varios conductos de fundición en el tocado, probablemente con
propósitos decorativos.
- Elemento 3.6. Diadema. Medidas: 1,6 cm de ancho con longitud
indeterminable. Se trata de una banda muy delgada doblada en espiral,
frágil y con varias fracturas, extremos redondeados y con perforación.
- Elemento 3.7. Botón de fundición. Medidas: 0,8 cm de diámetro y 0,4 cm
de alto (véase la fig. 21).

Figura 21 – Conjunto 3. Elementos metálicos


Fotografía: Roberto Lleras

4. Ofrendatarios sin ofrenda


La excavación arqueológica dejó al descubierto tres contextos de ofrenda que
habían sido guaqueados. Los elementos metálicos y, probablemente, otros
elementos considerados de valor, como los cristales de esmeralda, fueron
extraídos, pero los guaqueros dejaron in  situ los ofrendatarios. Estas tres
vasijas se encuentran en diferentes estados de conservación, lo que no ha
impedido recuperar información valiosa. 315
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

4. 1. Ofrendatario 3
Es una vasija compleja, perteneciente
a la categoría de ofrendatarios «casa/
templo» (Lleras Pérez, 2019). La pasta
es del tipo Guatavita Desgrasante
Gris (GDG); tiene engobe blanco,
parcialmente erosionado. Tiene base
tetrapodé y forma cilíndrica con ligeras
protuberancias que forman esquinas
redondeadas; en una de sus caras hay
una ventana rectangular (7 x 4,4 cm),
alrededor de la cual se perforaron ocho
agujeros ubicados hacia las esquinas.
Estos agujeros servían para amarrar
con cuerdas dos tapas rectangulares Figura 22 – Ofrendatario 3 con sus tapas
(8,5 x 7,5 cm y 9,0 x 5,5 cm), también Fotografía: Roberto Lleras
de cerámica, que tienen en sus esquinas los correspondientes agujeros. Las
medidas del ofrendatario son: 39 cm de altura (calculado con fragmentos
faltantes) y 19 cm de diámetro. En la superficie exterior se aplicaron dos
cordones, a 9,5 y 21 cm de altura que dan toda la vuelta y tienen, cada
uno, cuatro representaciones zoomorfas (zarigüeyas o comadrejas) (véase la
fig. 22). En el interior, sobre el fondo y frente a la ventana, se adosó una figura
antropomorfa que representa a un individuo muy adornado, con collares
cruzados y tocado (véase la fig. 23). Se conservó también el colchón de fibras
vegetales sobre el cual debieron estar localizadas las ofrendas. Este elemento
tiene las siguientes dimensiones: 14,5 cm de diámetro y 2 cm de grosor.

316 Figura 23 – Ofrendatario 3. Figura antropomorfa en el interior


Fotografía: Roberto Lleras
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

4. 2. Ofrendatario 4
Al igual que el anterior, este ofrendatario también forma parte de la categoría
general «casa/templo» (Lleras Pérez, 2019). La pasta es del tipo Guatavita
Desgrasante Gris (GDG), con un engobe de color crema. La forma es
rectangular con esquinas redondeadas y la base es tetrapodé. Tanto las
patas como la parte inferior de la vasija están decoradas con incisiones; hay,
además, un cordón aplicado en el exterior a una altura de 4 cm de la base y
sobre él, en las cuatro esquinas, figuras zoomorfas (zarigüeyas o comadrejas).
Las dimensiones son: 20 cm de altura (calculado con fragmentos faltantes) y
21 cm de ancho. En el interior, al centro, se aplicó una figura que representa
a un individuo adornado con collar y tocado que sostiene un bastón en la
mano izquierda; esta figura mira a una ventana rectangular (véase la fig. 24).
De la ventana subsiste solo la parte inferior en donde se ven dos huecos para
el amarre de una tapa. Aparentemente, las ofrendas fueron colocadas sobre
un colchón de fibras vegetales (fique) del cual solo queda un fragmento de
15,5 cm de diámetro y 2 cm de grosor (véase la fig. 25).

Figura 24 – Ofrendatario 4. Base con figura Figura 25 – Ofrendatario 4. Colchón de


antropomorfa en el interior fibras vegetales
Fotografía: Lina Rincón Fotografía: Roberto Lleras

4. 3. Ofrendatario 5
Este objeto procede del sitio Lejanías del Valle. Se trata de un ofrendatario de
la categoría «hombres animales» (Lleras Pérez, 2019). La pasta corresponde al
tipo Guatavita Desgrasante de Tiestos (GDT), el alisamiento es muy burdo
317
y no hay rastros de baño o engobe. Las medidas son: 12 cm de alto y 8 cm
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

de ancho. Representa a un hombre


con dentadura grande, ojos «grano de
café» y rudimentos de extremidades,
erosionadas y fragmentadas. El interior
es cónico; no se encontró contenido
alguno (véase la fig. 26).

4. 4. Ofrendatario 6
Este objeto procede del sitio Divino
Niño. Se trata de un ofrendatario de la
categoría «cilíndrico fálico» (Lleras Pérez,
2019). La pasta corresponde al tipo
Guatavita Desgrasante Gris (GDG), el
alisamiento es regular, no hay evidencias Figura 26 – Ofrendatario 5. Lejanías del
de engobe o pintura. Las medidas son: Valle
105 cm de altura y 15 cm (cuerpo) a Fotografía: Lina Rincón
16 cm (base) de diámetro. Falta la parte superior del objeto, por lo que la
altura total podría ser superior en unos 5 a 10 cm.
Las paredes tienen un grosor aproximado de 12 mm en el cuerpo y 6 mm en
la base. En el extremo inferior, que se encontró fragmentado, hay evidencias
de un pequeño agujero circular. No se encontraron ofrendas metálicas ni
cristales de esmeralda; no obstante, en el proceso de la excavación interna
del objeto, a unos 6 cm del fondo, se hizo visible un relleno de arcilla crema,
el resto del objeto estaba lleno de tierra negra y fragmentos de piedra. El
tamaño, superior a 1 m de altura, lo hace un objeto excepcional en el universo
de los ofrendatarios muiscas (véanse las figs. 27 y 28).

5. La tecnología metalúrgica de las ofrendas: síntesis


La tecnología de la metalurgia muisca y, en particular, la de las ofrendas
votivas ha sido descrita y discutida en detalle a partir de las obras de Pérez
de Barradas  (1958), Plazas de Nieto (1975), Falchetti  (1989) y Lleras
Pérez (1999; 2000). La materia prima usada para la manufactura de las figuras
votivas comprende una gama muy amplia de aleaciones ternarias de oro,
plata y cobre. La plata aparece como una inclusión natural del oro, aunque a
318 veces puede aparecer en proporciones altas. Las aleaciones de cobre con oro o
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Figura 27 –
Ofrendatario 6.
Radiografía
tomada antes de la
microexcavación. Figura 28 –
Placa radiográfica Ofrendatario 6
Hospital San José Fotografía: Roberto
Infantil Lleras

tumbagas, por el contrario, se deben considerar siempre como intencionales.


Cada aleación produce un color de superficie distinto, característica que fue
aprovechada para lograr variedad cromática. No es raro encontrar dentro de
un mismo conjunto votivo, que fue inhumado en un solo evento, piezas con
diferentes aleaciones y, consecuentemente, diferentes colores de superficie.
Denominaremos tumbaga muy alta a la aleación de oro y cobre (Au/Cu) en la
cual el oro (Au) está presente en una proporción de 80 a 95 % y el cobre (Cu)
en una proporción de 5 a 20 %. La tumbaga alta comprendería proporciones
de oro de 60 a 80 % y de cobre de 20 a 40 %. La tumbaga media comprende
proporciones de oro de 30 a 60 % y de cobre de 40 a 70 %. La tumbaga
baja comprende las aleaciones en las que el oro está por debajo del 30 %. Por
encima de un 95 % Au se considera oro puro. En el otro extremo está el cobre
puro que puede tener hasta un 97 % Cu. La materia prima se encuentra,
con cierta frecuencia, en la forma de botones de fundición, o tejuelos, que
conservan la forma del fondo del crisol en el cual se fundieron.
En el Conjunto 1 se encuentran piezas de tumbaga muy alta (1.2 y 1.13),
tumbaga alta (1.1, 1.5, 1.7, 1.8, 1.12 y 1.15), tumbaga baja (1.3, 1.4, 1.10,
1.11, 1.14 y 1.19) y cobre (1.6 y 1.9). Los botones de fundición son de
tumbaga alta (1.16, 1.17 y 1.18). En el Conjunto 2 hay piezas de tumbaga
alta (2.3), tumbaga baja (2.1, 2.2 y 2.6) y cobre (2.4 y 2.5). En el Conjunto 3
tenemos piezas de oro (3.6), tumbaga alta (3.1 y 3.3), tumbaga media (3.2
y 3.4) y tumbaga baja (3.5). El botón de fundición (3.7) es de tumbaga alta. 319
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Esta clasificación se realizó con base en el color de superficie, ya que no hay


análisis metalúrgicos disponibles.
La técnica de manufactura fundamental es la fundición (o vaciado) a la cera
perdida, un proceso ampliamente conocido en la metalurgia precolombina
del norte de Sudamérica. La plasticidad de la cera y la facilidad con la
que se puede trabajar a temperatura ambiente, o ligeramente calentada,
permite lograr detalles y diseños muy finos que se reproducirán en el
metal posteriormente. Este es el caso de las trenzas (1.7, 1.8 y 1.9) y de
innumerables detalles de las figuras, incluyendo los aparentes calados
o los elementos como armas, bastones, remates, ganchos (de propulsor),
etc. También los trazos decorativos de superficie, como las escamas de las
serpientes (1.11, 1.14 y 2.2), se hicieron con incisiones en la lámina de cera,
no sobre el metal. En todos los casos examinados, la fundición de todas las
partes de las piezas se realizó en una sola etapa. En aquellos casos en que hay
placas colgantes, narigueras u orejeras suspendidas de argollas, la fundición
de esos aditamentos se hizo al tiempo con toda la pieza, cuidando que los
aditamentos no se pegaran a la pieza mayor (1.1, 1.2, 1.4, 1.5, 1.7, 1.8,
1.10, 1.13, 1.15, 2.4, 2.5, 3.3 y 3.4).
La fundición a la cera perdida puede tener algunas variantes como, por
ejemplo, la existencia de un núcleo interno para lograr volumen de la pieza
con menor uso de metal. En este caso, se parte de una mezcla de arcilla y
carbón vegetal que tiene las propiedades refractarias y la porosidad adecuadas.
El núcleo se modela para que tenga la forma y volumen del interior del objeto
y sobre él se aplica la cera para formar la superficie del objeto; desde aquí el
proceso sigue las etapas descritas. En los conjuntos votivos de Divino Niño,
se encontraron tres piezas con núcleo interno (2.3, 2.6 y 3.3).
Hay particularidades de la fundición a la cera perdida en la metalurgia muisca
que no pueden estrictamente considerarse como defectos de manufactura.
En esta categoría hemos incluido la ausencia generalizada de pulimento
que permite incluso que las marcas de las bandas de cera sean visibles en
la superficie del metal (2.3, 2.6 y 3.3). En muchos casos, las rugosidades,
porosidad, ampollas y/o protuberancias del molde de arcilla (producidas
generalmente como consecuencia de un deficiente control de la temperatura
en el vaciado o un secado incompleto del molde) son claramente visibles en
las superficies anteriores y posteriores (1.1, 1.2, 1.3, 1.4, 1.5, 1.9, 1.11, 1.12,
320 1.13, 1.14, 1.15, 2.1, 2.2, 3.1, 3.2, 3.3 y 3.4).
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Tampoco puede considerarse como defecto, en el caso muisca, el no retirar,


total o parcialmente, los embudos y conductos de fundición. El hecho
era claramente intencional, no un descuido, y en algunos casos cumplía
funciones decorativas o agregaba elementos propios de la iconografía de la
pieza. Se dejaron embudos y conductos en cinco casos (1.2, 1.6, 1.11, 3.2 y
3.4) y solo conductos en trece casos (1.1, 1.3, 1.5, 1.6, 1.7, 1.9, 1.13, 1.14,
1.15, 2.1, 2.2, 2.3 y 3.5). En los casos de las serpientes (1.3, 1.14, 2.1 y
2.2), los restos de conductos se dejaron para representar cachos de venado (lo
que corresponde a una serie de transformación; véase Lleras Pérez, 2008) y,
en una figura antropomorfa (3.5), los conductos en el tocado parecen tener
intención decorativa.
Por contraposición, sí registramos defectos de manufactura propiamente
dichos. Los más frecuentes son los faltantes de fundición; este error se produce
cuando el metal vaciado en el molde de arcilla no alcanza a penetrar del todo
la oquedad y la figura queda, por lo tanto, incompleta. Generalmente, se trata
de problemas de control de la temperatura de vaciado o de falta de presión
o fuerza que obligue al metal a fluir hasta los últimos resquicios del molde.
Registramos este error en seis piezas (1.1, 1.4, 1.5, 1.13, 3.1 y 3.3), más
agudo en unas que en otras. También constituye error de manufactura, la
aparición de grietas y fracturas, como en el caso de las piezas 3.1 y 3.3. En el
caso de la pieza 3.1 (mujer con bastón/pájaros), la fractura fue total y la pieza
debió ser reparada; para esto se utilizó una lámina martillada (un fragmento
de diadema) que se envolvió alrededor de la figura fracturada, asegurando
entre sí por presión las dos partes.
La pieza 2.6 (mujer sin elementos adicionales) constituye una excepción
desde el punto de vista tecnológico. La superficie de la figura fue bien pulida
y se sometió a dorado por oxidación: el proceso parte de una matriz metálica
de aleación de oro y cobre (tumbaga) que se calienta y se ataca con agentes
corrosivos; esto propicia la corrosión del cobre, que tiene un potencial
electroquímico mayor, sin afectar el oro. Se obtiene así una capa enriquecida
sobre la matriz metálica original. En cuanto a la conservación, el proceso
presenta la desventaja de dejar una gran cantidad de iones Cl- libres que
tienden a reaccionar con la humedad ambiental formando HCl y generando
corrosión adicional. En esta figura, se observa claramente este proceso; la
capa de dorado superficial se ha perdido parcialmente y hay zonas extensas
con corrosión. 321
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

Por último, existe una pieza (diadema, 3.6) que es también excepcional en
este grupo. El martillado no fue la técnica usual entre los muiscas, ni siquiera
cuando se trataba de producir láminas grandes y delgadas; no obstante, es
relativamente frecuente (19 % de las piezas fueron total o parcialmente
martilladas).

6. Conservación y restauración
Las acciones de conservación y mínima intervención se definen de acuerdo
con las características únicas que presentan los ofrendatarios y su contenido,
lo que permite la recolección de una gran cantidad de datos e información
arqueológica. A la fecha, se realizan solo las acciones mínimas necesarias para
la conservación y el registro de los objetos dentro del marco del proceso de
arqueología de rescate (véase la fig. 29).

Figura 29 – Elemento metálico 2.6, antes de la limpieza


(izquierda) y después de limpiar en húmedo y mecánicamente
con bisturí (derecha)
Fotografías: Lina Rincón y Roberto Lleras

- Limpieza en húmedo: la limpieza de las piezas en tumbaga se realiza por


medio de la aplicación de agua desmineralizada con pinceles suaves y de
pelo de marta. Algunas concreciones se retiran de manera mecánica con
322 palitos de bambú y/o hisopos de algodón. Se realiza un enjuague final con
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

agua desmineralizada y secado con papel absorbente y secador de aire frío.


Este proceso se realizó sobre la totalidad de las piezas de orfebrería.
- Limpieza mecánica: algunas piezas presentaban concreciones más sólidas
sobre la superficie que impedían su correcta lectura e identificación.
Inicialmente, fue necesario complementar la limpieza en húmedo con la
aplicación de un tensoactivo genapol al 1 % en agua y acción mecánica
con palitos de bambú y bisturí, teniendo cuidado de no retirar la pátina de
corrosión.
- Refuerzos temporales: se realizó la unión de fragmentos por medio de
refuerzos temporales sobre algunas de las piezas, con el fin de evitar la
pérdida de elementos de pequeño formato. Las piezas tratadas presentan
fragmentación a nivel de algunos de los hilos en tumbaga, específicamente
sobre los conductos de fundición o los bastones sostenidos por las figuras
y en algunos casos están asociados a fisuras. Se emplea como adhesivo
carboximetil celulosa al 15 % en agua y un soporte secundario en nylon
Cerex; este se corta a medida, se aplica con pincel y se deja secar.
Para las esmeraldas, se ha hecho limpieza en húmedo con agua desmineralizada
con pinceles suaves y de pelo de marta. Algunas concreciones se retiran de
manera mecánica con palitos de bambú. En algunos casos se aplica genapol al
1 % para reblandecer la tierra adherida. Se realiza un enjuague final con agua
desmineralizada y secado con papel absorbente.
A la fecha, se han realizado procesos de limpieza sobre los ofrendatarios 1, 3, 4
y 5. Como primer paso, se hacen pruebas de limpieza por medios mecánicos
y en húmedo con agua desmineralizada. Se eliminan mecánicamente
las concreciones de tierra más gruesa con palitos de pincho y bisturí. Al
comprobar la resistencia de la decoración a la acción de medios húmedos,
se realiza la limpieza de las piezas cerámicas con brochas o pinceles suaves y
agua desmineralizada, junto con una limpieza puntual con hisopo de algodón
húmedo en las concreciones más fuertes. Para la limpieza final en seco, se
emplea una esponja wish AB. Es importante anotar que la presencia de raíces
y tierra entre los fragmentos y grietas (como en el ofrendatario  4) puede
incrementar los deterioros estructurales.
Para la concha, se realiza la limpieza mecánica en seco con palitos de pincho y
brochas suaves de pelo de marta. Se tiene proyectado realizar la consolidación
con fluoruro de sodio al 2 % en agua por goteo.
323
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

7. La simbología de las ofrendas muiscas


Las ofrendas constituyeron una de las prácticas religiosas más frecuentes entre
los muiscas. Los objetos de ofrenda incluyeron figuras hechas con hilo de
algodón; figuras de madera, de cera, de arcilla cocida y sin cocer; cuentas,
estatuas y objetos de piedra; caracoles marinos y artefactos de concha y
hueso; vasijas de cerámica; canastos; cristales de cuarzo y esmeralda; carbón
y brea; textiles completos y en fragmentos; tabaco, coca y otras sustancias
alucinógenas; una resina llamada «moque»; bebidas y comidas; plantas,
hierbas y partes o fluidos corporales como uñas, pelo, semen y sangre. Casi
todos los objetos y sustancias orgánicos han desaparecido tiempo atrás (Lleras
Pérez, 2005).
En solo uno de los grupos de elementos, las figuras votivas metálicas
presentan una gran complejidad. Las investigaciones de colecciones (Lleras
Pérez, 1999; 2000) concluyeron que hay ochenta y cinco tipos de figuras
metálicas diferentes, que pertenecen a siete grandes grupos: mujeres,
hombres, antropomorfos asexuados, escenas, animales, objetos de uso
personal y objetos domésticos. Dentro de cada grupo, los tipos se distinguen
por los objetos que portan, sus atuendos y posiciones corporales, las personas
representadas en situaciones especiales, la especie de los animales y la clase de
objetos reproducidos en miniatura (Lleras Pérez, 2005).
Las ofrendas rara vez comprenden un solo objeto. Por lo general, las figuras
metálicas se encuentran en grupos. Estos conjuntos tienen desde dos hasta
cincuenta y siete objetos metálicos, los que, a su vez, pertenecen a un rango
de entre uno y veintidós distintos tipos de figuras y adornos. Las figuras
individuales y los conjuntos votivos se depositaron en sitios tan diversos como
lagos y ríos, cuevas y oquedades naturales, cerca de grandes rocas y precipicios,
bajo los saltos de agua, en terrazas y campos agrícolas, cimas de montañas y
colinas, plantas de viviendas, templos y santuarios, dentro de tumbas, al pie de
árboles, al lado y en los cruces de caminos e, incluso, en cualquier punto donde
un jeque o sacerdote muisca sintiese alguna señal especial. Se sabe que algunas
ofrendas se colocaban inicialmente en pequeños templos circulares (cucas), de
propiedad de los jeques, y que, pasado algún tiempo, se depositaban en otros
lugares, como lo narra el cronista Simón (1625).
«Ningún sacrificio ni ofrenda se podía hacer sino por su mano (la del jeque),
particular ni común…» (Simón, 1981 [1625], t. III: 384). Las crónicas
324 enfatizan el hecho de que la actividad de ofrendar no podía ser realizada
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

sino por aquellos que habían adquirido el conocimiento especializado. Según


Simón, «… cuando tenía alguna necesidad hombre o mujer, la comunicaban
con el jeque, (…), mandaba el jeque se hiciese de oro, cobre, hilo o barro la
figura que habían de ofrecer, que solía ser de una águila o serpiente, mono o
papagayo o de otras así» (Simón, 1981 [1625], t. III: 251).
El Sol, Bochica (hombre blanco barbado que llegó desde el sur y enseñó a los
muiscas el hilado y el tejido), Chibchacum (dios de las lluvias, las inundaciones
y los terremotos, cargaba el mundo sobre sus hombros), Cuchaviva (dios del
arcoíris, las enfermedades y las curas) y Chaquen (dios de las carreras rituales,
las peregrinaciones, las fiestas y la guerra) son algunos de los dioses o héroes
culturales relacionados con ofrendas. Según Simón (1625), a cada uno de
ellos se ofrendaban diferentes tipos de figuras o distintos materiales (oro a
Bochica y Chibchacum, esmeraldas y cuentas de piedra de la Sierra Nevada
de Santa Marta a Cuchaviva y adornos y plumería a Chaquen). Entra en juego
aquí otro mito que vincula a tres divinidades. El dios Chibchacum, agraviado
por los hombres, determinó anegar las tierras de la Sabana de Bogotá, lo que
causó grandes perjuicios a los hombres; estos fueron con su queja a Bochica,
quien se apiadó de ellos y con su vara de oro abrió el desaguadero (Salto de
Tequendama) por donde salieron las aguas. Al secarse la Sabana apareció el
arcoíris (Cuchaviva).
Las ofrendas de esmeraldas tienen relación con otro mito más. El Sol deseaba
encarnarse y para este efecto eligió a la doncella Furatena del pueblo de
Guachetá, quien, tras exponerse a sus rayos sobre una piedra por varios días,
quedó embarazada y dio a luz una esmeralda. La mujer la guardó, envuelta
en algodón, entre sus senos y así se convirtió en un hombre, Goranchacha, el
hijo del Sol. Este héroe mató al Ramiriquí, un importante cacique vecino de
Tunja, reinó en la provincia de Tunja con gran crueldad y desapareció cuando
construía un templo para su padre (Lleras Pérez, 2005).
Las estructuras de pensamiento chamánicas que sustentan la ofrenda y el
sacrificio parten del supuesto de que lo material y lo inmaterial no conforman
universos distintos y mutuamente excluyentes. En cierta forma no hay seres
que sean completamente materiales o completamente inmateriales. Todas
las deidades y héroes mitológicos (Bachue, Bochica, Furachogua) tienen o
tuvieron existencia material. Algunos de ellos se materializaron en fenómenos
naturales (el sol, el arcoíris) o vivieron en alguna época como hombres y
mujeres; algunas veces incluso se transformaron en animales. En otros casos,
325
de seres materiales inanimados pasaron a adquirir la condición humanizada
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

y pudieron desaparecer en la inmaterialidad (Goranchacha). Ocurre también


que los seres humanos materiales se convirtieron en deidades (caciques
Ramiriquí y Sogamoso convertidos en Sol y Luna).
Hay ensayos de interpretación parcial de la simbología y la tecnología de
las ofrendas muiscas (Martinón-Torres  et  al., 2017) cuyos postulados no
compartimos y que, por lo tanto, no serán tomados en cuenta en este artículo.

8. La simbología de los ofrendatarios muiscas


La relación entre contenedores o continentes y su contenido en la cultura
material no es un tema que haya recibido mucha atención, menos aún con
respecto a las ofrendas votivas. Aun así, hay amplia evidencia en el sentido
de que los continentes generalmente guardan una relación simbólica e
iconográfica con su contenido; los contenedores no se limitan a contener,
sino que complementan, expresan, modifican o transforman sus contenidos.
Parece ser mucho más frecuente de lo que se ha reconocido el hecho de
que, en los sistemas culturales, cada tipo de contenido particular reclama o
requiere un contenedor específico.
En el caso de las ofrendas muiscas, la evidencia etnohistórica tan solo
corrobora el hecho de que los jeques o sacerdotes colocaban las ofrendas en
recipientes que mantenían en sus templos, que estos recipientes en ocasiones
tenían la forma de «gatos» u otros animales y que en determinados momentos
los recipientes eran llevados a lagunas o se enterraban (Rodríguez Grajales,
2009). Para resolver este problema, empezaremos por una descripción de los
ofrendatarios desde la perspectiva de una taxonomía integral y flexible. Nos
limitamos, por cuestiones de espacio, a los tipos de ofrendatarios presentes en
los sitios reseñados en este artículo.
En el primer grupo, se encuentran figuras que mezclan a sus rasgos,
predominantemente humanos, un rasgo animal: generalmente, los grandes
colmillos de felino y, ocasionalmente, las orejas. Es frecuente la pintura
corporal, pero no los grandes adornos. En la mayoría de los casos se modela
el cuerpo. En todos los casos los agujeros para introducir las ofrendas están
en la parte superior de la cabeza. Hay figuras desde 8 hasta 25 cm de altura. A
este grupo corresponde el ofrendatario 5 del sitio Lejanías del Valle.
El segundo grupo comprende cilindros, en general, reminiscentes del falo,
326
con o sin base ensanchada, con o sin tapa, pero, como rasgo común, sin
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

representaciones antropomorfas o zoomorfas. Los agujeros están generalmente


en la parte superior, salvo cuando la base es ensanchada; en este caso están en
ella. Los tamaños varían desde tan solo 12 cm hasta más de 105 cm de altura.
A este grupo corresponden los ofrendatarios 1, 2 y 6 del sitio Divino Niño.
El tercer grupo está representado, hasta ahora, por solo tres ejemplares, dos
de los cuales provienen del sitio Divino Niño en Sopó (3 y 4). Se trata de
representaciones de casas o templos rectangulares con esquinas redondeadas,
en cuyo interior aparecen personajes adornados. Estos objetos tienen alturas
aproximadas de 13 a 39 cm (Lleras Pérez, 2019).
Pero ¿cuál es entonces la lógica iconográfica y simbólica que está detrás de
los ofrendatarios muiscas? Para responder a esta pregunta es necesario que
examinemos las características y el rol de los jeques muiscas, los sacerdotes o
chamanes que hacían las ofrendas. Estos jeques muiscas, sacerdotes o chamanes,
tenían, entre otros, el poder de convertirse en felinos, pumas o jaguares;
comunicarse con el mundo sobrenatural, con la ayuda de alucinógenos; eran
«dueños de los animales»; y tenían un carácter fálico y agresivo (Reichel-
Dolmatoff, 1988). La lingüística muisca nos revela la existencia de varios
tipos de sacerdotes, entre ellos: Suetyba chyquy o sacerdote del anciano-ave;
Chibchazhum, Bochica suetyba aquymuy o ministro del anciano-ave Bochica;
Supquaquyn o sacerdote-murciélago; Guahaioque o cuero de venado (Gonzáles
de Pérez, 1996). Un rasgo frecuente es la relación de sus nombres con los
animales (ave, murciélago, venado). Adicionalmente, tenemos testimonios
del uso de pieles de jaguar, puma y oso por parte de estos oficiantes religiosos
(Casilimas Rojas & López Avila, 1987).
Estamos pues frente a un personaje, el oficiante de la ofrenda, que es sabio,
poderoso, capaz de volar y transformarse en animal, alguien que en virtud de
su estatus social iba cubierto con pieles de animales y ricamente adornado:
ni más ni menos lo que encontramos representado en los ofrendatarios. El
ofrendatario representa al jeque, el oficiante que determina las ofrendas, las
deposita y las hace efectivas. Pero esta relación no parece ser una de mera
representación; lo que hay de fondo es la conversión del jeque en ofrendatario,
su materialización en continente, que no es más que la continuación de su
papel como oficiante de la ofrenda. El jeque encierra en su materialidad de
ofrendatario las figuras que él ha compuesto y organizado para preservar el
equilibrio del cosmos y como continente de las mismas va con ellas hasta el
lugar de deposición de la ofrenda. El jeque era un personaje principal y, como 327
tal, ostentaba los adornos propios de su estatus. Pero también era capaz de
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

adquirir los enormes colmillos del felino o de convertirse en puma, jaguar,


ave o venado, incluso sin perder su rostro humano. En últimas, el jeque se
proyectaba como un falo y, posiblemente, como su templo o cuca en el cual
se depositaban las ofrendas (Lleras Pérez, 2019).

9. Una interpretación de los conjuntos votivos y los ofrendatarios


de Sopó
Hace cientos de años, grupos de seres humanos apropiaron e hicieron del valle
de Teusacá el escenario de sus historias. Generación tras generación fueron
aportando materiales al suelo, dejando constancia de su presencia y huellas de
sus actividades. El sitio arqueológico nos permite entrever varias actividades:
funeraria (sesenta y siete contextos funerarios de tipología variable) y ofrendas
(seis ofrendatarios). También vemos evidencia de actividades textiles (hilado
y tejido, representados por volantes de huso y agujas en hueso, tal vez un
pigmento ferroso), preparación y consumo de alimentos (huesos de fauna,
carbón, recipientes cerámicos con hollín, manos de moler), preparación y
consumo de bebidas (jarras y copas asociadas al consumo de chicha y a la
realización de festividades). Los sitios presentan también elaboración de
cimientos para estructuras y acondicionamiento del terreno (piso en rocas).
El hallazgo por parte de arqueólogos y la excavación controlada de conjuntos
votivos y de ofrendatarios en el antiguo territorio muisca es un hecho
excepcional. La posibilidad de entender e interpretar un conjunto votivo
depende, en gran medida, de lo que podamos saber sobre donde se encontró,
la estratigrafía que le correspondía y las asociaciones externas e internas
presentes. Esto hace de los hallazgos de Divino Niño y Lejanías del Valle un
hito en la arqueología de las ofrendas votivas muiscas.
Se busca aquí ofrecer una explicación coherente, que contemple e incluya
hechos e ideas en una propuesta insertada en el pensamiento mitológico
y simbólico de los muiscas. En este sentido es importante aclarar que es
una interpretación sujeta a discusión, una entre varias posibles. Con estas
advertencias en mente exploraremos estos singulares hallazgos.
Recapitulando, el Conjunto 1 está compuesto por un total de treinta y siete
elementos: quince figuras completas o fragmentadas, cuatro piezas metálicas
(no figuras), diecisiete cristales de esmeralda y un caracol marino, dentro de
328 un ofrendatario fálico-cilíndrico con un colchón de fibras vegetales en la base.
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

Los objetos metálicos corresponden a un poste de sacrificio, dos hombres con


armas, tres serpientes, tres hombres con bastón/pájaros, una bandeja para
alucinógeno, tres bastones, un propulsor, un bastón con pájaros (fragmento),
tres botones de fundición y un fragmento de cuenta de collar.
Es muy evidente el predominio de los elementos masculinos (cinco hombres) y
la ausencia de los femeninos. Igualmente notable es la frecuencia de elementos
de ritual y poder chamánico (ofrendatario 6; poste de sacrificio, bastones,
bastón con pájaros, bandeja para alucinógeno); este carácter chamánico se
refuerza por la naturaleza de algunas figuras masculinas (hombres con bastón/
pájaros). Son notables los elementos de tierra/agua (tres serpientes). Hay un
elemento de agresión (propulsor), reforzado por los hombres con armas, y
cuatro elementos (botones de fundición, fragmento de cuenta) cuyo carácter
no es claro. Estamos pues, frente a un conjunto cuya gramática es fuertemente
masculina, chamánica y agresiva y que, en segunda instancia, nos remite a la
tierra y al agua; todo el conjunto dentro de un falo (ofrendatario) insertado
en la tierra.
Las esmeraldas y el caracol introducen elementos de significado adicionales
en el conjunto. Con respecto al significado de las esmeraldas, cabe traer a
colación el mito de Furatena, según el cual ella y el Sol tuvieron un hijo,
una esmeralda que se convirtió en un hombre, Goranchacha, quien mató al
Ramiriquí y reinó en Tunja. Las esmeraldas son, aparentemente, embriones de
hombres poderosos/dioses. Los caracoles, por otra parte, encarnan la espiral,
el tiempo que se desenvuelve completando ciclos en movimiento ascendente;
es, muy posiblemente, una metáfora del tiempo.
Esta composición sugiere un acto de reafirmación o posesión sobre un terreno,
la confirmación del poder del chamán o sacerdote, en cuanto representación
de la comunidad. El chamán (hombres), acompañado de su parafernalia
(bastones, bandeja), en forma agresiva/sexual (armas, hombres armados)
penetra como falo (ofrendatario) en la tierra/agua de este lugar (serpientes).
Al penetrar la tierra deja allí sus semillas (esmeraldas) para garantizar su
reproducción en los ciclos del tiempo (caracol).
El Conjunto 2 difiere notablemente del anterior. Esta ofrenda está compuesta
por seis elementos metálicos: dos serpientes, un hombre con bastón/pájaros,
un hombre muy adornado, una mujer sin elementos adicionales, un hombre
sin elementos adicionales y tres cristales de esmeralda, colocados sobre un
colchón de fibras vegetales dentro de un ofrendatario fálico/cilíndrico. Hay de 329
R. Lleras, E. Rodríguez, F. Correa, N. Rizo, K. Puche, L. Rincón, Y. Garcés, V. Velásquez

nuevo predominancia masculina (tres hombres), pero el elemento femenino


está presente (una mujer), así como el elemento tierra/agua (dos serpientes)
y las esmeraldas, embriones de hombres poderosos/dioses, todo dentro de un
falo que se inserta en la tierra.
En principio, este conjunto parece tener también un carácter de reafirmación
o posesión sobre la tierra/agua (serpientes) y la consiguiente reproducción
de las semillas/embriones (esmeraldas), pero completamente desligado de los
elementos de ritual y poder del chamán. En lugar de ello, aparece un hombre
muy adornado que puede encarnar a un jefe no religioso. En todo caso, como
corresponde a toda ofrenda, el jeque/ofrendatario contiene y conduce los
elementos en su inserción dentro de la tierra.
El Conjunto 3 presenta aún otra variación. La ofrenda está compuesta por
un total de dieciséis elementos: siete elementos metálicos (mujer con bastón/
pájaros, mujer con niño, hombre con bastón/pájaros, hombre sin elementos
adicionales, mujer sin elementos adicionales, diadema y botón de fundición)
y nueve cristales de esmeralda. Las ofrendas reposaban sobre un colchón de
fibras vegetales dentro de un cuenco. Hay una disposición particular de los
elementos que es preciso recordar: dos de las figuras votivas (hombre sin
elementos adicionales y mujer sin elementos adicionales) se encontraban,
junto con seis cristales de esmeralda, dentro de una diadema enrollada sobre
sí misma. Los otros elementos metálicos y tres de las esmeraldas estaban por
fuera de la diadema, sobre el colchón de fibras del cuenco.
A diferencia de los anteriores, este es un conjunto con predominancia del
elemento femenino sobre el masculino (3-2). Las referencias a la importancia
de la mujer y la fertilidad son evidentes (mujer con bastón/pájaros, mujer
con niño), pero lo que más llama la atención es la pareja y los cristales de
esmeralda dentro de la diadema. Nos inclinamos a pensar que se trata de
una cópula en la que mujer y hombre, contenidos en el receptáculo aislante
de la diadema, procrean los embriones de hombres poderosos/dioses. Es un
conjunto fuertemente marcado por la fertilidad y la reproducción.
Infortunadamente, las ofrendas contenidas en los ofrendatarios 3 y 4 fueron
saqueadas, lo que nos impide ensayar una interpretación de conjuntos
que, por encontrarse dentro de recipientes tan especiales, debían revestir
características notables. Estos dos ofrendatarios, del tipo casa/templo,
son realmente excepcionales. En los dos casos que nos ocupan, la imagen
330 del chamán/sacerdote preside y vigila la ofrenda. El ofrendatario hallado
Un campo de ofrendas muiscas. Los hallazgos de los sitios Divino Niño y Lejanías del Valle, Sopó

en el sitio Lejanías del Valle (n.°  5) pertenece a un tipo (hombre-animal)


relativamente frecuente; su asociación con dos entierros, de adulto e infante,
es muy sugerente.
El ofrendatario 6 es un cilindro-falo excepcional por su tamaño; su inserción
en el contexto de tumbas y ofrendas puede tener un sentido de fertilización
muy fuerte. Es probable que en su interior se depositaran elementos orgánicos,
como semen.
Los colchones de fibras vegetales, posiblemente fique, colocados en el fondo
de cuatro de los ofrendatarios, y el cuenco no se habían registrado antes.
Es probable que colchones de este tipo se usaran en los ofrendatarios para
colocar las ofrendas, en todos los casos o en la mayoría de ellos; su ausencia
en el registro arqueológico debe obedecer a factores de conservación y a
las condiciones de excavación no controlada. Se trata, en todo caso, de un
elemento más en la práctica de la ofrenda que nos habla sobre el cuidado que
se tenía al depositar y organizar las ofrendas.

Agradecimientos
Agradecemos al Consorcio Constructor CJV-POB S. A. S., por la financiación de las
investigaciones; a Stefanía Rojas, por su constante apoyo e interés; a Patricia Gallego
del Hospital San José Infantil, por el estudio radiográfico del ofrendatario 6; a Luzed
Moreno, por las gestiones que nos permitieron vincularnos en este trabajo conjunto;
y, en especial, a todo el equipo de arqueólogos y auxiliares del programa.

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