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Plantillas Del Diagnostico para Sexto

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• HISTORIA DE LA TORTUGA.
Hace mucho tiempo, había una hermosa y joven tortuga que se llamaba Blue. Blue acababa de comenzar las clases, tenía
justamente 11 años. A ella no le gustaba demasiado ir al colegio, sin embargo, prefería quedarse en su casa para estar con su hermano
pequeño y con su madre. No quería ir al colegio a aprender cosas nuevas, solo le gustaba ir a correr, jugar, etc.

Le parecía muy complicado y muy cansado resolver fichas, copiar lo que la maestra escribía en la pizarra y participar en las
actividades con sus otras compañeras. Tampoco le gustaba escuchar y atender lo que explicaba la maestra, para ella parecía más divertido
hacer ruidos imitando el sonido de los motores de autos, y no recordaba que no debía hacer esos ruidos en horarios de clase. Blue solía
hacer bromas a sus compañeras y meterse con ellas. Por eso, ir al colegio era una situación bastante dura para Blue.

Todos los días, cuando Blue iba de camino a la escuela, se decía a sí misma que se comportaría de la mejor manera posible para
no meterse con sus compañeras. Pero aunque se prometiera todo esto, le resultaba muy fácil que alguna cosa la descontrolara y, al final,
siempre terminaba castigada, enfadándose y peleándose. Así pues, lo pasaba muy mal, muchas veces pensaba “siempre ando metiéndome
en líos, si sigo por este camino, al final voy a terminar odiando al colegio y a todas las compañeras y profesores”.

En uno de sus peores días, en el que se sentía mal, se topó con una vieja y sabia tortuga, la más grande que había visto en toda
su vida. Era una tortuga muy grande en todos los sentidos, tenía más de 300 años y de un tamaño grande como una montaña. Blue estaba
un tanto asustada, se dirigía a la vieja tortuga con una voz pequeña y vergonzosa. Pero al cabo de poco tiempo, Blue se dio cuenta de que
la gigantesca tortuga era muy agradable y simpática y, parecía estar dispuesta a ayudarla en su mal día.

Entonces la vieja tortuga le dijo a Blue “¡Oye! ¿Sabes qué? Te contaré un pequeño secreto que te ayudará: la solución para resolver
tus problemas la llevas contigo, encima de ti”. Blue no le entendió, y le miró expresando que no entendía nada con su mirada de curiosidad.
“¡Tu caparazón es la solución! ¿No sabes para qué sirve tu caparazón?”. Blue le seguía mirando con cara de saber más. “El poder de tu
caparazón es que tú puedes meterte dentro de él y esconderte siempre que tengas sentimientos como la rabia, la ira, etcétera. Así, por
ejemplo, te puedes esconder siempre que tengas ganas de romper cosas, de chillar, de pegar a algo o alguien, entre otros. Cuando te
escondas dentro de tu caparazón, puedes aprovechar ese instante para descansar, y esperar a no estar tan enfadada. Por eso te recomiendo
que la próxima ocasión en que te enfades, métete en el caparazón”.

A Blue le pareció muy buena idea. Estaba muy contenta y con ganas de probarlo y así intentar controlar sus enfados en el colegio.
El siguiente día de clase ya lo practicó, cuando de sopetón, una de sus compañeras le dio un golpe, sin querer, en la espalda. En ese
instante, Blue empezó a enfadarse, tanto que casi pierde los papeles y le devuelve el golpe. Pero de repente, recordó el sabio consejo de la
vieja tortuga. Entonces recogió, tan rápido como pudo, sus brazos, sus piernas y su cabeza dentro de su caparazón y se mantuvo allí hasta
que se le pasó el enfado.

Blue se dio cuenta de que era una muy buena idea, ya que le encantó poder estar tan bien dentro de su caparazón, donde nadie
podía molestarla. Al salir de allí, se asombró al ver que su maestra la estaba mirando con una gran sonrisa en su rostro, contenta y orgullosa
de lo que había logrado. Por eso, decidió seguir usando esta técnica durante lo que quedaba de año. Se sentía muy contenta y orgullosa
de sí misma y, todos sus compañeros la admiraban por como lo hacía y, se mostraban muy curiosas por saber cuál era su secreto.
¡Mi autocontrol es muy importante!
Es por eso, que debemos aprender
en forma conjunta la técnica de la
tortuga para aplicar en situaciones
complicadas
Julio Verne, en su famoso libro Veinte mil leguas de viaje submarino, describe la lucha de los
tripulantes del “Nautilus” contra un pulpo gigantesco. Es preciso aclarar que las proporciones
dadas por el genial escritor son exageradas, aunque en su tiempo se admitía todavía la existencia
de pulpos enormes, mayores que una isla, y se decía que podían rodear con sus tentáculos un
barco y hundirlo en el fondo del mar. Hoy no se cree que hayan existido pulpos de tamaño tan
desmesurado; sin embargo, algunos de estos animales, que viven en las profundidades del
océano, llegan a ser muy grandes. En las costas de Labrador se pescó, no hace muchos años, un
pulpo cuyos brazos medían diez metros y en el estómago de un cachalote se encontraron brazos
de pulpo que correspondían a un animal todavía mayor.
El cuerpo del pulpo tiene la forma de un saco más largo que ancho. En el extremo abierto se
encuentra la cabeza, robusta, con un par de grandes ojos de mirada fija y color verde esmeralda.
Está provisto de ocho brazos o tentáculos terminados en punta; a lo largo de ellos, en su parte
interior, pueden verse dos series paralelas de ventosas que le sirven para adherirse a las rocas.
En el centro de la corona de brazos, está situada la boca, armada de dos piezas duras que tienen
la forma de un pico de loro y de una lengua áspera. En la parte inferior de la cabeza asoma una
especie de tubo llamado “sifón”, que le sirve para respirar, para eliminar residuos y como órgano
de locomoción.
Contrariamente a otros moluscos, el pulpo carece de armadura exterior; pero es tal su
ferocidad y tantos sus medios de ataque y defensa, que solo los grandes cetáceos pueden con él.
Para trasladarse de un lugar a otro camina sobre la punta de los tentáculos o recoge agua en el
manto y la expulsa con fuerza. Así avanza en el agua con el mismo sistema de los cohetes.
El pulpo vive normalmente sobre las rocas; su color lo ayuda a pasar inadvertido ante sus
víctimas predilectas, los crustáceos y moluscos, que devora en grandes cantidades. Los captura
mediante las ventosas de sus brazos y los aproxima a la abertura bucal, hasta ponerlos al alcance
de su “pico”. Al morder, inyecta un veneno que los paraliza. A continuación, la lengua parte en
trozos las porciones comestibles.
Si un enemigo lo ataca, el pulpo expulsa su célebre tinta y aprovecha la niebla producida para
zafarse de su perseguidor y ocultarse debajo de una piedra o en el interior de una cueva.

En Maestra de Segundo Ciclo, Julio 2020


LOS PERROS
Fue esa noche, recién mudado, cuando escuchó los aullidos. Mientras el señor Gandulfo buscaba el abrelatas para abrir su primera
cena en la casa, empezaron todos juntos: intensos, fuertes, frenéticos. No ladraba Petete, su caniche. Venian de afuera. Y no era un perro,
sino varios. Petete se metió entre las piernas del señor Gandulfo. ¿Acaso le daban miedo esas voces? Los aullidos no paraban y el abrelatas
no estaba en las cajas de la mudanza. El señor Gandulfo, entonces, tomó una decisión:

— Nos vamos, Petete — le dijo—. A comprar un abrelatas.

Petete se resistió, pero al final tuvo que dejar que le pusiera la correa. Los perros seguían aullando. Había luna llena.

Eran casi las diez, apuró el paso. Los aullidos se oían cada vez más fuerte. Se acercaban. ¿O estaban más cerca ellos? Sí: la casa de los
perros apareció ahí, camino al mercado. No cabían dudas, era esa. Dantesca, colosal. Ahora ruinosa, pero en su época seguramente había
sido un palacete. Con un jardín adelante y una galería lateral que lo comunicaba con otro jardín al fondo. Rodeada por rejas y una puerta con
un pasador y un candado, que de repente se abrió.

Salió un hombre con seis perros. Aullaban menos, ahora. Eran siberian husky. Algunos blancos, otros marrones. El hombre lo saludó con voz
rasposa y el señor Gandulfo le devolvió el saludo. Los perros doblaron camino a la plaza, sueltos. Parecía que no hubieran salido a la calle
en un mes. Por suerte, el señor Gandulfo llegó a tiempo para comprar el abrelatas.

La noche siguiente, al volver del trabajo, el señor Gandulfo llevó a su perro a la plaza. Petete hizo pis, pozos y corrió a buscar el palito. En
eso, aparecieron los seis perros. Con el hombre. Petete fue corriendo a refugiarse entre los cordones de los zapatos del señor Gandulfo.

— Buenas noches — lo saludó.

— Lo bueno, si breve, dos veces bueno — dijo el hombre, sentándose a su lado.

— Eso es verdad, en realidad no son tan buenas, parece que va a llover.

— Siempre que llovió, paró — retrucó el hombre, sin sonreír. No era que no quería... parecia que su boca no sabía, pero sus ojos sí. Había
algo raro en sus ojos.

Quizás la penumbra engañaba sus sentidos, pero al señor Gandulfo le pareció que tenía uno más claro que el otro.

Le iba a preguntar, pero el hombre olió antes su pregunta.

— No hay peor ciego que el que no quiere ver — le dijo, y se levantó, pero antes le dejó otra frase:

— El tiempo es oro y el trabajo es salud. Así que... adiós.

Llamó a los perros y se fueron los siete, como ráfagas de sombra bajo la redondez perfecta de la luna.

***
La tercera noche aun no llovía, por eso el señor Gandulfo volvió a la plaza con Petete. Pis, pozo, palito. Caquita, palito, pis. Palito, pozo,
palito y así. Esa tercera noche, además, se sentía libre porque los perros no estaban. Pozo, palito. Caquita. palito, pis. Palito, pozo,
pozo. Y así.
— ¿Vamos a casa, Petete? — bostezó el señor Gandulfo dos horas después, y volvieron pasando por la casa de los perros.
Esta vez no escucharon los aullidos, pero sí vieron al hombre en el jardín de adelante que, bajo la luz aún rutilante de la luna, volcaba
algo en siete tachos gigantes. El señor Gandulfo se acercó a las rejas, lo saludó y miró las piedritas marrones que vaciaba.
— ¡Cuánta comida! — le iba a decir, cuando otra vez el hombre le olió el pensamiento.
— Panza llena, corazón contento -dijo, sonriendo con los ojos. Era un tipo raro, sin duda, pero no parecía peligroso.

***
La cuarta noche llovió. La quinta también. Y la sexta. Esas noches, el señor Gandulfo cocinó, leyó, hizo
estiramientos y flexiones y se cosió una media agujereada. También jugaba a llevar y traer la pelotita con Petete,
yendo de la cama al living. Dos semanas después, cuando el sol ya hubo secado las cosas, volvieron a pasar por la
casa de los perros. Las ventanas, cerradas. Las puertas, cerradas. Todas menos una, por la que se veían los tachos
de comida caídos.

***
El domingo siguiente amaneció con sirenas. Ni nú, ni nú, ni nú. Habían robado en la carnicería. Todo, habían
robado: hasta el vacío. El señor Gandulfo se enteró cuando fue a comprar las medialunas para el café. Los vecinos
(que eran muchos, porque la panadería era buenísima) decidieron convocar a una reunión para esa misma tarde en
la esquina norte de la plaza, al lado del tobogán. Cada uno debía invitar a los vecinos de su manzana. Al señor
▪ LA TIERRA
Para estudiar la tierra, disponemos de líneas y puntos imaginarios que solemos trazar sobre los
mapas y esferas terrestres. Estos son:
-Eje terrestre: línea imaginaria sobre la cual parece girar la Tierra.
-Polos: son los extremos del eje terrestre. Son dos: Polo Norte y Polo Sur.
-Meridianos: líneas imaginarias que rodean a la Tierra, pasando por los polos. Dividen a la Tierra
como gajos de naranja. El meridiano más importante es el Meridiano de Greenwich o también llamado
meridiano Cero. Este divide a la tierra en dos mitades o hemisferios: hemisferio oriental y Hemisferio
Occidental.
-Paralelos: círculos paralelos entre sí, y son perpendiculares al eje terrestre. Los más importantes
son el Ecuador (que divide a la tierra en dos hemisferios: norte y sur) , los trópicos (de Cáncer y de
Capricornio) y los círculos polares (Ártico y Antártico)
TRABAJO PRACTICO
• Realizar una
ficha
informativa,
sobre el
departamento
designado.

DEBE CONTENER:

- ALGUNA IMAGEN QUE


IDENTIFIQUE EL LUGAR.

-INFORMACION TURISTICA.

- ACTIVIDADES
CULTURALES QUE SE
REALIZAN EN EL MISMO.
(libertad para añadir lo que
deseen)

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