El Otro Yo
El Otro Yo
El Otro Yo
Mario Benedetti
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos,
movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio
estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo
lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo
que hacer, pero después se rehízo e insultó concienzudamente al Otro
Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de
lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban
sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en
risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su
presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que
comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte, tan
saludable”.