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La Pre-Historia Andre Leroi Gourhan PDF

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André Leroi-Gourhan

Gérard Bailloud
Jean Chavaillon
Annette Laming-Emperaire

La Prehistoria
NUEVA CLIO
la historia y sus problemas
NUEVA CLIO ► La Historia y sus problemas
Colección dirigida por
La Prehistoria
ROBERT BOUTRUCHE, profesor de la Sorbona
PAUL LEMERLE, profesor del Coll~ge de Fnmce André Leroi-Gourhan
Profesor de la Sorbona

Gérard Bailloud
Jean Chavaillon
Annette Laming-Emperaire

con la colaboración de

Hélene Balfet
Claude Baudez
Michel Brézillon
Nicole Chavaillon
Arlette Leroi - Gourhan

• .
.

EDITORIAL LABOR, S.A .


Calabria, 235 • 239 - BARCELONA· 29
1982
Traducción y apéndice bibliográfico por
RICARDO MARTÍN
Profesor de Prehistoria

Prólogo a la edición espaflola por


1.UIS PERICOT
Catedrático de Prehistoria

Con 54 figuras
Prólogo a la edición española

La afición a los temas arqueológicos está alcanzando unos niveles


que resultan una sorpresa para quienes representamos una fase ya
superada de la enseñanza e investigación de la Prehistoria. Estábamos
habituados a tener un público restringido y media docena de manuales
bastaban a todo el mundo. No era posible pensar en un mercado que
obligase a traducir una obra extranjera al español, y además la
Prehistoria americana no existía.
Este panorama ha cambiado totalmente. Los manuales y las mo-
5. • edición, l.• reimpresión: 1982 nografías prehistóricas se multiplican y muchas de ellas se traducen
al español. Esta multiplicación permite seleccionar el libro que se
publica o se traduce, ya que cada autor ha sabido dar a su obra un
matiz especial que evita la repetición de hipótesis, tendencias o es-
cuelas, aunque forzosamente han de repetirse los conceptos en una
c iencia en que el número de datos es relativamente pequeño y no se
puede eludir hablar de los mismos yacimientos.
En esta larga serie de obras que han aparecido en el mercado
estos últimos años, el libro de Leroi-Gourhan es indudablemente uno
de los más originales y adecuados como manual universitario. El fi-
gurar en una colección como es Nueva Clío ya sería una garantía de
calidad. Pero es que en su autor se r eúnen una serie de cualidades
que no siempre se juntan en el investigador del remoto pasado.
André Leroi-Gourhan se ha creado un prestigio bien merecido
entre los prehistoriadores, lo que no es fácil en un país donde la
TII ulo de la obra original: La Préhistoire
Prehistoria ha adquirido un desarrollo extraordinario y donde fuertes
l•:dilada por PRESSES UNIVERSITAIRES DE FRANCE, París escuelas han dejado poco margen al outsider. Nuestro autor ha
,, , l•:1>1rrnuA1. LABOR, S. A.: Calabria, 235-239 - Barcelona-29 (1978) logrado aportar valores nuevos a una ciencia tan cultivada corno es
la nuestra, y en su patria de origen.
1kp,1si10 l ,cgal: B. 32258-1982. Printed in Spain
Por una parte, Leroi-Gourhan se dedicó durante largos a ño~ a la
I.S .B.N.: 84-135-9309-9 Etnología, siendo notables sus estudios metódicos sobre el utillaje
A1 111, S. A.: Zamora, 45 - Barcelona-5 de los primitivos. Nada mejor que esta preparación para un prehis-

V
toriador que así tiene la posibilidad de interpretar vestigios arqueo-
lógicos que sin la experiencia de los primitivos actua les carecerían de
explicación. Por otra, ha sido uno de los innovadores én la técnica
de excavación. Él, sus familia res y _sus discípulos han fo rmado equi-
pos de trabajo apurando las precauciones para observar la estratigrafía,
con excavación a ritmo lento y anotación de todos los detalles. Esto
le ha llevado a la observación minuciosa, y, combinado con el rasgo
anterior, a una interpretación nueva del arte cuaternario, aunque
una parte de sus ideas eran ya seguidas por diversos autores desde
hace tiempo.
Es notable el contraste entre la parte hipotética, simbólica, y la Prólogo del autor
rigurosa y metódica parte dedicada a la nomenclatura, tan básica en
el estudio del paleolítico, el superior especialmente. Ello ha presen-
tado al traductor, señor Martín, dificultades que ha resuelto con
acierto. Hay que pensar que no tenemos aún una nomenclatura de Escribir una prPhistoria m undial, en la situación actual de los
voces de utillaje paleolítico que esté aceptada con carácter genera l conocimiento:-, es más una empresa de intención que de hecho. Nuestro
por los especialistas españoles. Por ello el profesor Martín ha tenido intento es mostrar el gran esfuerzo que actualmente se está llevando
que innovar en bastantes detalles. Ahora su labor podrá servir como a cabo en el mundo para captar el pasado anterior a la escritura; qué
un elemento más a tener en cuenta cuando se busqu·e un sistema clasi- lugar ocupa Europa entre -otras regiones donde no es menor el es-
ficatorio que todos puedan aceptar. - fuerzo; el modo como Francia - que a l principio ocupó el primer
Sólo con lo dicho ya se habrá dado cuenta el lector de que no lugar en la investigación- utiliza los medios modestos de que dis-
estamos frente a un manual vulgar, sino que nos hallamos ante la pone, con el fin de no perder demasiado terreno. Pese a la amplitud
obra madura de un especialista que ha indagado también facetas · de su materia en el tiempo y el espacio, los centros de investigación
marginales de gran importancia y que nos da en muchos aspectos prehistórica han conservado una coherencia internacional muy ele-
una visión persona l, propia, huyendo de los caminos, con exceso vada, sal picada por varios congresos y numerosos coloquios; vemos
trillados, seguidos por divulgadores menos audaces. , cómo los extranjeros excavan en Francia y cómo las excavaciones
"francesas en el extranj ero están sólo limitadas por el número de in-
L. PERICOT vestigadores y el importe de los créditos. Este sentimiento de solida-
Catedrático de Prehistoria 1 ridad en los problemas de la investigación, excusa y justifica quizá la
, 1 !entación que hemos tenido de esbozar un amplio guión en lugar de
escribir una «prehistoria de Francia».
Quizá sorprenda a l lector que un libro tan pequeño se deba a
tantos autores; cada uno de nosotros lo hubiera podido escribir él
solo, pero nos ha parecido mejor que cada cual hablara de lo que
sabía en lugar de hablar de lo que sabían los otros.
Ésta es la razón por la cual" Jean Chavaillon escogió el paleolítico
inferior; yo me encargué del paleolítico medio y superior con la
ayuda de Nicole Chavaillon en lo que se refiere a la documentación
africana; Annette Laming-Emperai{e trató el mesolítico, Oceanía y
· América, compartiendo ésta con Claude Baudez; Gérard Bailloud tomó
para sí el neolítico. En cuanto a los «Problemas», Hélene Balfet,
Michel Brézillon y Arlette Leroi-Gourhan se unieron a este equipo,
con el que la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de París tra•

VII
VI
baja juntamente con el Centre National de la Recherche Scientifique.
Roger Humbert y Pierre Guilloré, dibujantes del CNRS, cuidaron de en una reg1on determinada, la casualidad de un descubrimiento for-
la presentación gráfica. Francine David, bibliógrafo del CNRS, tuvo tuito, otorgan a los materiales una desigualdad que aumenta a medida
a su cargo la coordinación de los manuscritos. que nos alejamos de Europa y de los tiempos geológicamente más
La exposición de los conocimientos en prehistoria introduce -al próximos. En el transcurso de estos últimos veinte años han aumen-
lector en un mundo donde las imágenes familiares al historiador se tado considerablemente los conocimientos sobre la prehistoria extra-
encuentran constantemente transpuestas. La conquista del tiempo europea; no obstante, el lector se dará cuenta de h;sta qué punto ha
absoluto, por el prehistoriador, está camino de realizarse a través sido preciso improvisar para cubrir decentemente ciertas regiones
;_! del globo.
de la física atómica; las grandes páginas giran sobre glaciaciones; I
las dinastías se cuentan por el paso del reinado de las raederas al de los Dos terrenos hubieran exigido un real desarrollo: el de la paleon-
bu.riles ; los manuscritos son capas de suelo pisadas por pies de 1
tología humana y el del arte. Cada uno hubiera precisado un volumen
hombre y arroyadas por el viento y la lluvia; los «historiógrafos»· son y apenas se han podido tratar, aquí y allá, someramente. La paleon-
1
los rinocerontes de Merck, el_ oso de las cavernas y el microscópico tología humana, que se ha tenido en cuenta en la bibliografía y que
polen. En este universo desconcertante se mueve un hombre en for- es el tema del capítulo III de la Segunda Parte, hubiera supuesto
mación insensible, tan -distinto de nosotros en sus comienzos oue se aplicar 11na demostración cuyos términos habrían estado en des-
le ha podido asimilar a un mono en estado de evolución y, n~ obs-
:1
,¡ acuerdo con el desarrollo de una obra lo más aproximada posible a un
tante, tan próximo desde el origen que su destino se inscribe directa- :. ¡ 1ibro de historia. El hecho ca pi tal -reciente ~dauisición -de nuestros
i

mente como prefacio a nuestra historia. conocimientos- es que la humanidad empieza muy pronto (en los lími-
La prehistoria se ha creado un vocabulario apropiado a su ob- tes de la era terciaria o quizás algunos centenares de milenios antes),
jeto, pero ni este vocabulario ni las nociones que encubre encierran por unas formas que han adquirido ya la postura vertical, pero cuyo
para el lector esa familiaridad que tienen, desde la infancia, las ma- desarrolló cerebral está todavía lejos de lo que debía satisfacer en
temáticas o la geogr:afía. Entresacado de la geología, de la zoología lo sucesivo las necesidades de la inteligencia y- de la creación técnica.
y de la climatología, o confeccionado en su totalidad, el lengua je del No obstante, esos seres muy antiguos que se descubren en el África
prehist?riador es, como todos los lenguajes técnicos, preciso y vago del Sur y en el África oriental, los australopitecos, el Djinjantropo,
a un tiempo: mustero-levalloisiense evoca, para el iniciado, no sólo el Hamo habilis, por muy alejados que estén de la imagen que nos
climas, faunas, flores, formas de utensilios de piedra, esqueletos hacemos de los hombres, anduvieron de pie y poseyeron herramientas.
de hombres diferentes del nuestro, sino especialmente casi un siglo Otro hecho importante es que el paso de estas formas más primitivas
de tanteos y una situación llena todavía de incertidumbres y con- (australantrópidos) al variadísimo grupo de los «pitecantropos» (ar-
fusión. Es difícil fijar en un resumen las sombras cambiantes de la cantrópidos), luego al grupo harto heteróclito de los «hombres de
tipología, dar contornos precisos a unos hechos cuyo testimonio es Neandertal» (paleantrópidos), se realizó a través de transiciones in-
siempre incompleto y resulta enojoso cuando no se p·uede esperar del sensibles. El encadenamiento de las formas físicas es tan regular como
lector la espontánea corrección que restablece los matices. El conside- el de los testigos de la industria humana. Si se dieron divisiones re-
rable capital científico que se ha creado la prehistoria en menos de gionales, si tenemos la impresión de que en ciertos momentos otras
ciento cincuenta años, no representa más que ·una red de mallas harto culturas sustituyen los grupos existentes, esta impresión se desvanece
grandes, lanzada alrededor del globo a tr~vés de un millón de años: cuando se amplía la perspectiva a las dimensiones mundiales. Esto es
solamente se recogen las piezas más grandes. lo que nos ha determinado a intentar una prehistoria general.
Las divisiones tradicionales más generalizadas distinguen tres Para el arte prehistórico, las mismas razones de homogeneidad
períodos de la humanidad: el paleolítico, el mesolítico y el neolítico nos han llevado a tenerlo en cuenta sólo de manera ocasional. Los
que enlaza con la edad de los . metales. El primer período representa conocimientos de que disponemos son todavía muy desiguales e in-
99 % de la vida de las sociedades humanas, 0,6 % conduc1 a la pri- completos. Si el arte paleolítico de Europa empieza a integrarse en
mera metalurgia y el resto es la historia. Esta inmensa duración está la cronología, no ocurre lo mismo con el conjunto del arte africano,
ocupada de manera muy desigual por los documentos. El azar del del que solamente se percibe que, a pesar de su abundancia, interesa
juego de los agentes fi.sicoquímicos, la existencia de investigadores tan sólo una parte tardía y limitada de la prehistoria. Excepto estas
dos regio.nes, la documentación es tan endeble y dispersa que hubiera
VIII
IX
sido preciso adoptar un marco de exposición incompatible con la
arquitectura general del volumen, o dar a l tema de los «Prob lemas»
una dimensión inconciliable con las proporciones del re.sto. El arte
paleolítico europeo ha sido ya objeto de numerosos estudios y de
obras generales que el lector encontrará en la bibliografía; el arte f.,.. ,
posglaciar nos ha parecido útil, sin embargo, introducirlo entre los
problemas.
I: ,
A. L EROI-GOURHAN l,
Indice de 1naterias
',,·;1
..1,
Prólogo a la e dición española, p o r Luis PrnrcOT . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . v
!·,i Prólogo, por A NDRÉ LEROI-GO URHAN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VH
ín<lice de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xv
:1
,
l

i PRIMERA PARTE

ESTADO ACTUAL DE NUESTROS CONOCIMIENTOS

l CAPÍT ULO PRIMERO. El


África . . . . . . . . . .
paleolítico inferior, por Jean C1u v AILLON.
. ... . .. . ... .. . . . .. . . . . .. . .. ... . .. ... ...
. . •
...
3
3
1 As ia . . . . . . . . . . .
Próximo Oriente
.
.
.
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...
...
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...
10
15
1
Europa . . . . . . . . . . .. . . .. . ... .. . . . .. . . . . .. . .. .. . . .. ... ... ... 16

J
.. '
¡ CAPÍTULO II. El paleolítico medio, por Andre Lrn01-G<> URHAN . . . . 23
,,
l1 Levalloisiense y musteri en se . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
r
~ ;
Origen y desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
El mustero-levalloisiense p erime<lite rráneo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
~
t i África oriental y del Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
{: Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Aspectos generales del paleolítico m edio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

\:· CAPÍTULO III. El paleolítico superior, por André Í.EROJ-GO URHAN . . . . 40


Los caracteres d e la talla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Los caract eres de l mod elado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
La industria ósea . ... .. . .. . . . ........ . . . .. . ... . . . . . . .. . 42
Divisiones generales ... . . .. . . . .... .. . . . .. . .. .. .. . ... . ...... . 43
Eurasia occidental . .. . . .... . .. . . . ...... . . .. ....... . .. . ..... . 44
Los inicios del paleolítico superior .. .. . . . .. ...... . .. . . . .. . 45
El complejo auriñaciense . ...... . ....... . ... . .. . ... .. .. . . 47
Borde r ebajado y retoque . .. . ... .. . .. . . ... .. ... . . . .. . ... . 49
El final del paleolítico superior . .. . .. . .. . . .. . . ... . .... . . . 55

XI
X
SEGUNDA PARTE
África. 60
Asia ............ . . . . .. ..... . . .. ...... ..... .......... .. .. . 63 PROBLEMAS Y DIRECTRICES PARA LA INVESTIGAClóN

· · ( :Al'ÍT llLO IV.Los cazadores depredadores del posglacial y del me- y CAPÍTULO PRIMERO. Problemas metodológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
solítico, por Annette LAMING-EMPERATRE .. ....... . . .. . 65 / Las excavaciones y la doctri na de investigación, por André LEROI-

l
Los depredadores .. . .... ..... . ............ .. .. . ... . .. . . ... . 68 GouRHAN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
68 154
¡~~:~ª ':::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Asia
75
76
Terminología dé la piedra y el hueso, por André LEROI-GO URHAN . . .
Cuadros de morfología descriptiva, por André L ER01-Go uRHAN. . . . .
Terminología de la cerámica, por Hélene BALF'ET . . . . . . . . . . . . . . . .
157
186
El mesolí;i~~ -~ -1~~ -~;~;s· d~· i~~e-~c-i6~ · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 77
Próximo Oriente
. .. . ....... . . . ..· .· ..............
··············· ·······
. .... . . . 79
JI Notas del Capítulo Primero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . 192
l CAPÍTULO II. Problemas cronológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
) '. CAPÍTULO V. El neolítico, por Gérard BAILLOUD ...... .... . ... .. . . 81 Evolución de las cronologías relativas para Francia, por Michel
· Definición y generalidades ........ .. . . . ...... .. ........ .. ... . 81 ¡ BRÉZILLON . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
El Próximo Oriente ....... . ... . . . .. ....... . .... .•.. ....... . 86 ,· Cronología geológica, por J ean CHA v AILLON . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207
Los Balcanes 91 Cronología zoológica, por André LEROI-GouRHAN . . . . . . . . . . . . . . . . 211
Europa centraÍ . : : : : : : : : : · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·
....... . . .. . . ................. . .. .·
' 97 ,.' Cronología botánica, por Arlette LEROI-GouRHAN . . . . . . . . . . . . . . 217
Europa septentrional ............. ... .. ...... .... . ....... .. . . 101 .,
.:•
·,-;
., La cronología absoluta, por Arlette LEROI-GOURHAN . . . . . . . . . . . . 223
Europa mediterránea . .. ..... . ...... ............ . ... .. . ... .. . 104
Europa occidental .... . . ........ ... . . .. . .. .. . . . . . ... . ... ... . 109 lt Notas del Capítulo II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226
Estepas eurasiáticas y bosques noreurasiáticos . .. . ... .... . . ... . . 111
China y el sureste asiático ..... . . .......... ... . . ........... . 115 CAPÍTULO III. Problemas etnológicos .. . ..... .. . . .. .... . . ... . . , . . 228
La India 116 La evolución y el progreso, por André LERO!-GOU RHAN . . . . . . . . . . 228
África sep·t~~~;i~~~i ~- ~~h~;i~;1~ · : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : 118 i r Culturas de bifacialcs y culturas de lascas, por Jean CHAVAILLON .. 232
235
119
l.
África al sur del Sáhara .... . .. .. ........... . ......... . .. . . . El arte rupestre posglacial, por Michel BRÉzILLON . . . . . . . . . . . . . .
NPOlítico y metal, por Gérard BAILLOUD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
?(El megalitismÓ, por Gérard BAILLOUD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
CAPÍTULO VI. Australia y Oceanía, por Anne tte LAMING-EMPERAIRE .. . . 122

l
El problema del poblamie nto de América, por Annette LAMING-
Prehistoria de Australia .. ........ .. . ... ....... ... .... ... . . . 122
EMPERAIRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248
Prehistoria de Oceanía .... . ... . ... . . .. . . .... .... . . . ..... .. . . 124
Notas del Capítulo III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2SS
,¡'
CAPÍTULO VII. América, por Annette LAMING-EMPERAIRE y Claude
BAUDEZ 126 ~
¡
Historia de los d~s~~b~í;1¡~~t~~ . : · .. · .. · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · TERCERA PARTE
126 {
Las grandes etapas de la prehistori~ -~~~~-ic~~~- :: :::::::::::::::: 128 ¡
DOCUMENTACIÓN
Los cf,.pr,•,ladort>s ........... . .. . . 129
J.a rn e,ti,111 de un paleolítico infrrior en América . . ... ..... . 130 '}.
261
l. Fuentes . . . ...... .. . .. . .. .. . . . . . .. ....... . ....... . . .... . . .. .
Las más antiguas culturas conocidas. Los grandes cazadores .. 131 261
A) Paleolítico inferior, por J ean CHAVAI LLON ...... . . . . . .. . . .. .
Las culturas costeras 135 .,. 265
Los cazadores-recolect~;~s- ~Íi~~~t~- ~~~~;a"i ·: : : : : : : : : : : : : :
d~· 136 .~ '
B) Paleolítico medio y superior, por André LEROI-GOURHAN ..... .
273
C) Epi paleolítico y mesolítico, por Annette LAMING-EMPERAIRE ... .
Los productores ................ .. .. . ..... ·...... . 136
Suroeste de los Estados Unidos . . ... . .... ....... : : : : : : : : : : : 139
f··' D) Neolítico, por Gérard BAILLOUD . .... .. ... . . .. .. .... . .... . 276
E) Australia, Oceanía, por Annette LAMING-EMPERAIRE ....... . . . 285
Este de los Estados Unidos ..... ... .. .... ... . .. .. ... .. .. . 140
F) América, por Annette LAMING-EMPERAIRE y Claude BAUDEZ . . . . 286
Norte de América del Sur y sur de América central ... . .. . . . . 142
Tinras bajas de América del Sur .. . . ........ .. ..... . ... . 143
l{i,µ;ion es de las altas culturas de América del Sur . . ...... . . 144 II. Bibliografía .. .. . . . . . .... . ... .. ... ...... . . . . .. . . . . .... . . . . . . 293
Norte y centro de Chile y noroeste de Argentina . .. . .. . .... . 146 R evistas, series, congresos, abreviaturas . ...... ......... . • ... . 293

XIII
XI I
Manuales, tratados y generalidades . ..... ... . ...... . . ....... . . .
Europa paleolítica y mesolítica . . .... . .... .... . .. . ... .. . .
294
I
295
Europa neolítica .... . ..... . ... ..... . .. ... ... . ... . ... .. . . 302
Asia .. .. . . ... .. . . .. . ... .. . .......... ... . . . . ......... . . 305
África .. . . .. .. .. .... . . ........... .. . .... . .. . .. .... . .. . 308
América 310
Oceanía, Australia ... . . .... ...•.............. . ........ .. 312
Metodología . . .. . .. .. . .. .......... . . ..... . ... .. . . . . . .. . 313
Arte ..... ... . ... .. ..... .. ... . . ... ... .. ............ . .. . 314

. Apéndice bibliográfico sobre la península ibérica y América, por Ri-


cardo MARTÍ:\' ........ .. . ... . . .......... . ... ... ........ . . . ... . 315
Índice de figuras
índice alfabético .... . ..................... . . . .. . .. . .. .... .... .... 321

l. El paleolítico inferior de África (1) ... . . . . .. . .. ... .. • . .. . .. . • 4


2. El paleolítico inferior de África (II) . .. .. . . . ..... . . ... .... . . . . 8
3. El paleolítico inferior de Asia ..... ... ........ . . ....... .. .. . ll
4. El paleolítico inferior del Próximo Oriente y Europa . .. ...... . 14
5. El paleolítico inferior de Francia ................ .. .... .. . . 20
6. El paleolítico medio del sudoeste de Francia . .... ... ... ..... . . 28
7. El paleolítico medio del sudeste de Francia .... .. .. . ........ . 29
8. El paleolítico medio del Mediterráneo .. .. . . ... . . .. . . ....... . . 30
9. El paleolítico medio del Pr6ximo Oriente . .. ...... . . ... .... . .. . 31
10. El paleolítico medio y reciente de Áfrira al sur del Sáhara ...• 35
ll. El paleolítico medio de A,ia oriental . .. ..... . ... . . . ... . . . .. . 38
12. Inicio del paleolítico superior . ...... . ... . ............. : . . .. . 46
13. Auriñaciense . ... ... .. . . . .. . . ... .... . ... . ... . ... . . .. . .. . .. . 48
14. lnter-graveto-solutrense del sudoeste de Francia . .. ............ . 50-51
15. Protosolutrense y solutrense ... . ....... . ............. . .... . . 53
16. Inter-auriiiaco-magdaleniense de Europa oriental .. . . .. ... . .. ... . 54
17. lnter-solutro-magdaleniense .... .. ... .... . . .. . ..... .. . .... .. . . 56
18. Magdaleniense de l sturitz . . . . . . . .. .. ..... . .. ... . . .. ..... . . . 57
19. Paleolítico superior evolucionado de Europa oriental . . .. . . . .. . . . 58
20. Paleolítico superior del Próximo Oriente .. .... ... .. . .. .... .... . 59
21. Paleolítico superior y epipaleolítico del Maghreb ........ . . .. . . 62
22. Difusi,ín de rasgos mesolíticos, más ta1·de neolíticos ...... .. ... . . . 66
23. Tipos de microlitos ... ...... . .. .... ... ... ....... . ....•. .. .. 71
24. Industria de hueso y asta de ciervo . .. .. ... . ... . .. .... .. . . . . . 72
25. Principales yacimientos posglaciales de Próximo Oriente . ...... . 78
26. Evolución del neolítico en Biblos . ... . . ... . ..... . ........ .. . . 90
27. Evolución del neolítico en Grecia ............ . . ........ . . .. . . 92
28. Evolución del neolítico en Bulgaria ..... .. . ........... . .. . • .. 94
29. Evolución del neolítico en Checoslovaquia .... ... ...... . ..... . 100
30. Evoluciím del neolítico en Escandinavia meridional .. . .. .. . . . . . 102
31. Evolución del neolítico en Liguria . ...... .. . . ... . ......... . . . . 106
32. Evolución del neolítico en la cuenca de París ........ ... . .. . .. . 108
33. Evolución del subneolítico de Japón ..... ..... .. ... ..... . ... . . 114
XIV
XV
f
34. Evolución del neolítico en Ennedi 120
35. Mapa de distribución de los principales yacimientos de Australia . . . 123
36. Evolución de las puntas de flecha americanas ... . .... . .. . ..... . 132
37. Núcleos . . ........... .. .. .... . .. ...... .. . .. .. . .. ... .. .. .. . 158
38. Productos de preparación . ... . . ..... . . . .. .. .... . ... . ....... . . 160
39. Módulos de talla .... . . . .. ... .. ... ... . . ... . . ... . .. . .. . .. .. . 162
40. Retoque . .. .. .. .... .. . . ... ..... . ... ... ... .. . ...... .. ... .. . 164
41. útiles de corte distal ... ... . ............. . ... . . . . ... . . . ... . 166
42. Hacha, azuela, reja ...... . ...... , ...... .. . .. . ...... . ...... . 168
43. Buriles . ... . ..... . . . . . .. . . . .. ... ... . . . ........... . .. . .... . 170
44. Bifaz, raedera, punta .... . . . ... . ..... . .. . ........ . ..... . . . . 172
45. Piezas de dorso rebajado o recortado, piezas geométricas .. . .. . . . 174
46. Puntas foliáceas ... .. . .. .... .. .. ... .. . ............ . . .... .. . 176
47. Raspadores .. ....... . . . ... . ... .. ... ........... .... . . . .... . 178
48. Taladros, muescas y otras formas . . . ....... .. . .. ... .. .... . .. . 180
49. Sección ... ... .. ... .. ............................ . . . . . ... . 182
50. Puntas de materia ósea ............ . ..... . .. ... . . ......... . 184 PRIMERA PARTE
51 y 52. Elementos de descripción morfológica de la cerámica ... . . . 188-189
53. Transformación del estrecho de Bering ... . ...... . ... . . .. .. ... . 251
54. Apararición de la agricultura, la cerámica y el urbanismo . .... . . . 252 ESTADO ACTUAL DE
NUESTROS CONOCIMIENTOS

XVI

t
CAPÍTULO PRIMERO

El paleolítico inferior

Las civilizaciones comprendidas en el término paleolítico inferior


testimonian el largo camino del pensamiento humano, la sorprendente
evolución del utillaje, desde las piezas apenas esbozadas de la llamada
Pebble Culture o cultura de los guijarros hasta los variados y bella-
mente trabajados instrumentos del achelense; en fin, la presencia
temporal de diversas ramas de la esp·ecie humana, progresivas sucesi-
vamente, cambiantes pero irresistiblemente orientadas hacia una adap-
tación a la vida intelectual y manual.

África

El descubrimiento de restos fósiles de los más antiguos homínidos,


los australopitécidos, fue señalado por vez primera en el África del
Sur. A partir de 1925, la prospección de numerosos yacimientos ha
aumentado considerablemente la zona de distribución de los austra lo-
pitécidos. Cada nuevo hallazgo viene a ser como una lápida en la que
estuviera grabado un episodio de la historia de la humanidad: Taungs,
Sterkfontein, Kromdraai, Swartkrans, Makapansgat. .. ; finalmente, el
barranco de Olduvai. En este notable yacimiento, el cráneo del Zin-
janthropus boisei estaba asociado a un utillaje característico de la
Pebble Culture. Sucede lo mismo en Makapansgat; por el contrario,
en Sterkfontein, los niveles superiores á los restos del australopitécido ·
han proporcionado una industria que recuerda el achelensc antiguo.
¿ Es el australopitécido el artesano de las piezas talladas de 0 1-
,I
duvai y Makapansgat? Las opiniones discrepan: para H. Dart, q ue
atribuyó a estos primeros homínidos un utillaje de fragmentos de

3
hueso, minuciosamente descrito pero discutible, el australopitécido,
que tenía · la posición erecta y, en consecuencia, las manos libres,
podía ya construir útiles. L. S. B. Leakey y C. Arambourg han
expuesto un punto de vista parecido respecto del Zinjaruhropús,
a l que consideran autor de las piezas del olduvaiense. Sin embar:
go, para numtrosos prehistoriadores, el australopitécido no es un
Homo faber, sino más bien una víctima; la industria que lleva
asociada sería, según esta hipótesis, la obra de otro grupo humano,
los arcantrópidos (Pithecanthropus, Sinanthropus, Atlanthropus... ).
Sin duda alguna el australopitécido es contemporáneo de una indus-
tria arcaica, pero los recientes descubrimientos del barranco de O1-
duvai indican aún su presencia en un nivel en el cual predominan las
civilizaciones de bifaces. Por ello R. Mason considera la contempo-
raneidad de dos líneas humanas, los australopitécidos y los arcan-
trópidos.
El yacimiento de Ol duvai, en la antigua Tanganica -actual Tan-
zania- , es una de las estaciones paleolíticas más importantes. Cinco
capas, que alcanzan un espesor de un centenar de metros, han propor-
cionado numerosos restos fósiles humanos y un utillaje lítico muy
abundante (fig. 1).
La civilización olduvaiense (Pebble Culture} ha sido definida en
la capa I de Olduvai, por la presencia de útiles tallados sobre gui-
jarros y pedruscos: son los choppers, preparados con una o más

i percusiones sobre una sola de las caras del guijarro, o bien los
chopping-tools, instrumentos más elaborados que presentan un filo
sinuoso obtenido por el lascado sobre las dos caras. Estas piezas, ya
relativamente evolucionadas, aparecen mezcladas con numerosas lascas
sin retoques previos, aunque en ocasiones presentan señales de haber
sido utilizadas. Los campamentos se hallaban distribuidos en las
orillas de un antiguo lago; fueron excavados siete niveles de habi-
tación, los cuales ofrecieron una fauna abundante. En uno de los
niveles inferiores de la capa I se localizaron los restos del homínido
más viejo de Olduvai, el llamado Homo habilis, que se encontraban
asociados a un interesante u tilla je entre el que destacaba un pulidor
de hueso. Publicaciones más recientes del doctor Leakey, así como de
sus colaboradores, amplían la información sobre este homínido: su
capacidad craneana es de 673 a 680 cm3 , superior a la del Zinjan-
o 5cm thropus boisei ya citado (530 cm 3 ) , aunque inferior a la del arcan-
trópido Pithecanthropus erectus (unos 935 cm 3 ) . Los maxilares del
FIG. l. El paleolítico inferior de África: evolución del utillaje H. habilis son más pequeños que los del Zinjanthropus, lo que sitúa
en Olduvai Gorge (Tanzania) · a este homínido dentro de la línea del P. erectus y del H . sapiens;
1, Capa I , guijarro preparado de la O/dowyan culture; 2, Base de la capa II, bifaz tosco la mano, corta y poderosa, difiere de la del H. sapiens por su ro-
del I nivel de la cultura chelense-achelense; 3, Capa II, bifaz del nivel 3 de la cultura
chelense-achelense; 4, Capa III, bifaz de nivel 6 de la ·cultura chelense-achclense; 5, 6, Base
bustez, pero se le asemeja por los caracteres de las falanges. En un
de la Capa IV, bifaz y hendidor del nivel 8 de la cultura chelense-achelense; 7, Capa IV,
hendidor del nivel 9 de la cultura chelense-achelense. (Según L. S. B. Leakey)
5
nivel más reciente, la señora Leakey descubrió en 1959 los restos del
Z. boisei mezclados con instrumentos de cuarzo. Este mismo nivel ha el . otro pertenece al achelense superior y es muy rico en .·biiaces
proporcionado recientemente algunos restos del H. habilis. Estos dos y hachuelas. En este yacimiento, que ocupa una -decena de kilóme-
fósiles tendrían aproximadamente 1 750 000 años (según la datación tros, se halla la estratigrafía de las principales fases de la cultura
por el método del potasio-argón), al igual que un curioso círculo de de bifaces, desde el achelense antiguo hasta el fauresmitiense, y ade-
piedras amontonadas que se interpreta como un lejano testimonio de más las industrias de Stillbay y del «Late Stone Age>>.
un refugio dispuesto por el H. habilis. En el Africa austral, en las playas de El Cabo, en los valles del
Los primeros testimonios del chelense-achelense de los anglosa- Zambeze y del Vaal, el descubrimiento de industrias en estratos geoló-
jones aparecen en la parte superior de la capa I de Olduvai. Por el gicos ha permitido establecer una cronología en relación con las
contrario, los guijarros preparados son aún muy numerosos en la ,grandes variaciones climáticas del pleistoceno. La Pebble Culture o
1
capa II, donde aparecen asociados a otros útiles tales como bifaces Pre-Stellenbosch se encuentra bastante mal representada en Rhodesia:
de bordes sinuosos y con la base que sugieren paralelismos con el son las industrias del kafuense (actualmente puesto en duda) y del
abbevillense. El primer nivel (fase I o chelense I) contenía dientes olduvaiense. El chelense-achelense de los anglosajones, también cono-
de homínidos ; se señaló un nivel de ocupación con ocre rojo y más de cido como Stellenbosch, se caracteriza por numerosos bifaces y ha-
nueve mil piezas y lascas. En un niv~l más reciente (fase III), una chuelas, cuya evolución puede seguirse paralelamente a la de las téc-
bóveda craneana de un homínido acompañaba algunos bifaces de nicas : la talla clactoniense denominada bloc sur bloc es sustituida,
técnica más avanzada. De esta misma época data el más antiguo útil en el achelense medio, por una técnica paralevalloisiense, conocida
de marfil de que se tiene noticia, preparado sobre el canino supe- con el nombre de «Victoria West». La técnica levalloisiense aparece
rior de un hipopótamo. El descubrimiento, en 1964, de una mandíbula sólo en la última fase del chelense-achelense y se desarrolla durante
de australopitécido asociada a la fauna de la capa II de Olduvai, el curso del fauresmithiense, caracterizado por una industria de bifaces
muestra claramente, en opinión de los esposos Leakey, la coexisten- y lascas, algunos de cuyos elementos recue-rdan el musteriense francés
cia de dos ramas de homínidos, Zinjanthropus y H. habilis, que de tradición achelense.
habrían evolucionado paralelamente. Sin embargo, para otros pa- Recientes descubrimientos han aportado algunas nociones precisas
leontólogos, estos dos fósiles humanos pertenecen a un mismo referentes al paleolítico inferior del Africa central. Algunas graveras,
grupo, el de los australopitécidos. fechables en el cuaternario antiguo y con niveles sobrepuestos de late-
La evolución de los bifaces prosiguió en el barranco de Olduvai ritas, contenían instrumentos que se pueden relacionar con la Pebble
(capas III y IV) : los bifaces son lanceolados, amigdaloides o cordi- Culture.
formes; aparecen las hachas y las puntas triédricas, así como los Citaré en particular ·la cuenca del Alto Ka.fila, . a unos · 80 km
esferoides. Finalmente, en la fase más reciente, se encuentran lascas de la antigua Elisabethville. Más modernos, los yacimientos de Kamoa
que recuerdan la facies fauresmithiense de Kenia. y Luena, en Katanga, se relacionan con el chelense y el achelense.
Los yacimientos de Kalambo Falls y de Isimila, en Tanzania, se Asimismo, las industrias del Rwindi, constituidas principalmente por
relacionan con una fase más reciente del achelense. Los siete niveles choppers y chopping-tools, corresponderían, en opinión de Mortel-
arqueológicos de Isimila han proporcionado numerosos bifaces, gran mans, a un «achelense medio inferior». Finalmente, las altas me-
variedad de raederas y piezas denticuladas, así como choppers, cu- setas de Biano, como el acantilado de Kalina, cerca de Leopoldville,
chillos, buriles, puntas, etc. En Uganda, Van Riet Lowe pudo esta- son conocidos por su utillaje atribuido a un achelense evolucionado.
blecer una cronología que abarca desde el kafuense arcaico (capas En el Sáhara noroccidental, después de las prospecciones iniciadas
de Kaiso) hasta el achelense evolucionado. Los yacimientos de Olor- en 1955 por H. Alimen y por mí mismo, se conoce ya la posición
gesailie y de Kanapoi, en Kenia, pertenecen al paleolítico superior. geológica y cronológica de las principales etapas, desde la Pebble
En Etiopía, cerca de Addis Abeba, G. Bailloud realizó en 1963 Culture al achelense final, desplegadas en diversas fases sobre el ex-
prospecciones en el yacimiento de Melka Kontouré y estudió las tenso territorio sahariano. En el macizo de Ahaggar, en Fezzan, así
piezas halladas en superficie. En 1965, J. Chavaillon inició la exca- como en el Adrar mauritano y en el valle del Saura, se encuentran
vación de dos hábitat; uno de ellos sólo ha proporcionado guijarros abundantes vestigios de estas civilizaciones. En el Sáhara central,
pre.parados y corresponde al nivel más viejo de Melka Kontouré; C. Arambourg y L. Balout han recogido muestras de una industria
achelense procedente de Erg Tihodaine, asociada a una fauna com-
6
7
parahle a la de Olduvai IV, en Tanzania, . y a la de Ternifine, en
Argelia. ·
El paleolítico inferior del Maghreh es bien conocido gracias a
numerosos trabajos (fig. 2). En Marruecos evolucionan y se diversifi-
can dos grupos de industrias líticas: así es como la civilización de
los cantos con retoques queda relegada al final de la etapa villafran-
quiense por la civilización de bifaces. En opinión de P. Biberson,
la cultura de los guifarros o Pebble Culture reuniría cuatro estadios
culturales. Los más antiguos útiles del Maghreb (estadio 1) se hallaron
en los depósitos del villafranquiense medio (muluyense) : son los
choppers o tranchoirs monofaciales de Tardiguet el Rahla (Marruecos).
En el estadio II, las piezas, que presentan retoque alterno, son aún
escasas (alrededores de Casahlanca), mientras que los útiles del es-
tadio III parecen más evolucionados: así se encuentran chopping-tools
o tranchoirs bifaciales en los niveles saletienses de Souk el Arba du
Rharb (Marruecos). Biberson relaciona esta industria marroquí con
los célebres esferoides de Ain Hanech (Argelia), asociados a una
fauna villafranquiense: Respecto a la industria del estadio IV, ha-
llada en las pudingas de base de la cantera de Sidi-Abderrahman,
cerca de Casablanca, parece que se trata de un nivel de transición
con las civilizaciones de bifaces. Éstas han hecho famoso a todo el
Maghreb; pero ciertos yacimientos privilegiados, como el ya citado
Sidi-Abderrahman, han facilitado un abundante utillaje que ha per-
mitido establecer una cronología de l as civilizaciones achelenses dis•
tribuidas, según Biberson, en ocho fases evolutivas: se pasa así del
achelense antiguo con · bifaciales bastos, núcleos informes y hachas
arcaicas a un achelense final que podría ser contemporáneo del mus-
teriense antiguo de Europa con sus variados útiles, mezclados con
pequeños bifaces.
En Argelia, el yacimiento de Ternifine (Palikao) debe su cele-
bridad a C. Arambourg, quien descubrió en 1954 los vestigios del
Atlanthropus mauritanicus, homínido arcantrópido. Un utillaje com-
puesto por bifaces, hachas y raederas (achelense <!,ntiguo) y una fauna
de principios del cuaternario medio acompañaban este fósil humano.
Los yacimientos achelenses son numerosos en el África del Norte, pero
particularmente los del achelense evolucionado. En esta época el re-
toque de instrumentos con ayuda del percutor manual no duro (ma-
o Scm dera o hueso) se generaliza, y el fósil humano denominado «hombre
de Rabat» podría pertenecer a las últimas tribus achelenses.
FIG. 2. El paleolítico inferior de África
l, Cráneo de Australopithecus (Plesianthropus) tra,tsvaalensis Broom visto de frente
0

Sterkfontein (según Broom y Robinson); 2, 3, «Pebble culture», estadio I, guijarro preparado:


Tard1guet-er-Ra~la, Marr~ec?s, e?adi'.' 4, bola poliédrica, Ain H anech, Argelia; 4, Upper
Stelle,:,bosc/1,_ nuc]eo de tecmca V1ctona West, Barkly, África del Sur; 5, achelense antiguo,
estadio 3, b1faz espatulado, Casablanca, Marruecos; 6, 7 achelense evolucionado hendidor
Erg Tihodaine, S_áhar~, Bifaz subcordifom1e alargado, 'Ancha!, Djebel Ougarta, Sáhara'.
(Segun Btberson, Vauf . y Leakey, Museo del Bardo, Chavaillon) 9
Asia
(figura 3)

Chu-Ku-Tien, uno de los yacimientos más- importantes del paleo-


lítico inferior, se nos presenta con su extraña industria lítica y sus
restos de Sinanthropus. También es cierto que otros yacimientos, en
particular los del valle del Fen, hacen de China uno de los países
más atractivos para el estudio del paleolítico inferior.
El yacimiento de Chu-Ku-Tien comprende quince estaciones; la
más importante es una cueva cuyo techo se hundió cubriendo unos
cincuenta metros de sedimentos estratificados. Se caracteriza por la
abundancia de hogares y de niveles de cenizas, por la presencia de
una industria de cuarcitas talladas, a la que el abate Breuil propuso
denominar chukutiense, por la presencia de huesos quebrados -posi-
blemente retocados y utilizados- y, finalmente, por el descubrimiento
en varias ocasiones y en distintos niveles de restos fósiles del Sinan-
thropus pekinensis, arcantrópido considerado en la actualidad por la
mayor parte de antropólogos y prehistoriadores como el autor de la
industria lítica.
Conocemos este utillaje gracias a los trabajos efectuados por el
P. Teilhard de Chardin y el profesor Pei. Se trata de piezas sobre
guijarros o fragmentos de guijarros, especie de choppers cuya punta
o uno de sus bordes presentaba generalmente señales de uso. Otras
cuarcitas, muy semejantes a núcleos, han podido servir para cortar
o como percutores. Las lascas, de técnica clactoniense, fueron a veces
convertidas en raederas. El abate Breuil recogió en un nivel estalag-
mítico voluminosos útiles de roca volcánica aue recuerdan los bi-
faces, aunque profundamente alterados. En cua~to a la industria del
hueso y candiles de cérvidos, afirmó desde 1931 que se trataba de
instrumentos y que éstos habían sido preparados por los Sinanthropus,
opinión ésta acogida con reservas.
Seiscientos kilómetros al suroeste de Pekín, el valle del Fen se ha
convertido, desde hace algunos años, en uno de los más grandes y
mejor conocidos centros del paleolítico chino. Lo mismo si se trata
de las estaciones de Ting Ts'un que de Cheng-chia-chuang, conocién-
dose más de un millar de piezas antes del año 1957. Un utillaje
abundante permite conocer este período que se situaría entre el
chukutiense y las civilizaciones del ordosiense. Arenas y graveras
proporcionaron lascas, choppers y bifaces. Son numerosos los rasgos
comunes con el chukutiense y, sin duda alguna, se trata de una misma
tradición técnica, pero la civilización de Fenho tiene su originalidad F1G. 3. El paleolítico inferior de Asia
en la presencia de lascas finamente retocadas, bifaces sobre bloques l, Cráneo de Pithecanthropus sinensis (norma facialis), Chu-Ku-T ien, China (según D . Black);
o sobre lascas (Li T 'sun) y en el empleo de técnicas de lascado más 2, gran guijarro bifacial, yacimiento I de Chu-Ku-T ien, China; 3, anyatiense antiguo, «hand
adze» en madera fósil, Birmania; 4, tampaníense, chopper, Kota Tampan, península ma-
lasia; 5, patjitaniense, guijarro p reparado, centro de Java; 6, 7, soaniense antiguo, guijarro
preparado, Punja b, India, núcleo levalloisiense, India ; 8, achelense reciente, «cleaver» o hen-
10 didor , valle del Narbada , India; 9, bifaz de tipo achelense, Sukkur, India. (D e Teilhard
de Chardin, De Terra y M ovius, Movius, Von Koenigswald y Movius, D e Terra y P aterson)
evolucionadas. Por el contrario, las hachas y el uso de la técnica de Tuguegarao, un complejo cultural, el ca_balwaniense, integrado
levall,oisiense parecen hasta ahora desconocidas en China. principalmente por choppers bastante evol~c~o_nad?s· .
El chukutiense se asemeja, por sus numerosos caracteres, a una En Java, los problemas relativos a las c1v1hzac10nes de la piedra
Pebble Culture evolucionada, en tanto que las civilizaciones del valle antigua parecen plantearse de modo distinto. Esta isla debe su cele-
del Fen recuerdan preferentemente un estilo achelense. El Sinan- bridad al Pithecanthropus erectus, pero hasta el momento no se ha
thropus se alimentaría con semillas y carnes de animales. Hacía encontrado ningún utensilio asociado a este arcantrópido. No obs-
fuego -son numerosos los restos de hogares en Chu-Ku-Tien- para tante, von Koenigswald y otros prehistoriadores con é~ creen que el
preparar su comida o calentar su precario hábitat; debía ser un gran utillaje de guijarros con señales de uso, las lascas y b1fa~es grosera-
cazador de animales a juzgar por la abundancia de sus restos, fauna mente modelados, recogidos entre los cantos rodados del no Baksoka,
perteneciente a las especies del pleistoceno inferior y medio. El yaci- podrían ser contemporáneos del Pithecant/ir_opu_s. Esta industria re-
miento de Chu-Ku-Tien aporta preciosos datos sobre el modo de vida cibió el nombre de patjitaniense. Nada nos 1mp1de pensar que en el
de los arcantrópidos y, dada la escasez de estas fuentes, no se puede transcurso del pleistoceno antiguo y medio ciertas piezas habrían
sino apreciar mejor estos documentos etnológicos referentes a gentes evolucionado in situ a partir de choppers y de choppíng-tools p~ra
del paleolítico inferior. China septentrional, con sus yacimientos de resultar instrumentos bifaciales que parecen, desde el punto de vista
cantos tallados y la presencia de civilizaciones de bifaces, testimonia técnico, más próximos a las piezas abbevillenses que a los bifaces de
así una lejana línea humana cuyas raíces emergen poco a poco de la tipo achelense de la costa de Coromandel. . .
antigua tierra de Asia. En la India, la región de Madrás y en especial Cachemira, poseen
No está muy lejana la época en que lenguas de tierra unían la las más célebres estaciones paleolíticas: el valle del Soan ha propor-
isla de Riu Kiu a Corea. De este período han de datar las primeras cionado en diversos lugares muchas piezas pertenecientes a civiliza-
civilizaciones paleolíticas que en la actualidad conocemos en el Japón. ciones que se desarrollaron durante tres glaciaciones y dos períodos
Varios yacimientos, los más importantes de los cuales se sitúan al interglaciares. . . . . .
noroeste de Tokio, contienen en sus niveles inferiores útiles bifaciales, Debo señalar en pnmer lugar un utillaJe arcaico denomrnado
comparables tipol6gicamente a los del achelense francés (Gongenya- «Pre Soan Industry»: se trata de lascas macizas, informes, q:1e re-
ma I e Iwajuku I), aunque poseen, además, afinidades con las in- sultan a veces difíciles de distinguir de las lascas casuales. Ligadas
dustrias del sureste asiático. cronológicamente al segundo interglacial (Mindel-Riss), las culturas
De Birmania a Insulindia, los testimonios de civilizaciones del de lascas y cantos preparados del soan~ense antiguo se dividen en
paleolítico inferior surgen poco a poco en los ribazos pedregosos de tres grupos, según la evolución de las técnicas de lascado : cho?pers
torrentes y ríos. En la mayor parte de las estaciones del sureste asiá- y chopping-tools se afinan progresivamente y se encu:ntran asoc1_ados,
tico se encuentran cantos desbastados (choppers y choppíng-tools) en los dos últimos grupos, a numerosas lascas de tipo clactomense,
asociados a lascas primitivas, clactonienses o protolevalloisienses. Fal- raramente retocadas. Sólo en el grupo más reciente aparecen lascas
. tan verdaderos bifaces. con el plano de percusión preparado y núcleos presentando algunos
En Birmania, los yacimientos se encuentran escalonados a lo largo caracteres que recuerdan la técnica levalloisiense. Este aspecto téc-
de las riberas del Irawady (región de Mandalay), y las industrias, nico se ha desarrollado seguidamente en el transcurso de la tercera
reunidas bajo el nombre de anyatiense, se distribuyen en varios con- glaciación y lascas y hojas levallois~:nses, transformadas con fr<;cuen-
juntos culturales. H. Movius señaló un nuevo tipo de instrumento, el cia en raederas, acompañan los gmJarros desbastados y los nucleos
hand-adze, especie de chopper caracterizado por un filo abrupto. En de tipo levalloisiense o musteriense.
Tailandia, la arqueología prehistórica se halla todavía en sus inicios Si las industrias de lascas y cantos del valle del Soan han propa-
y su primitiva industria lítica ha sido localizada en las riberas del gado a las regiones surhimalayenses una misma cultura técnica ya
Mekong y en el río K wai N oi. Por el contrario, es mejor conocida floreciente en el sureste asiático, la presencia en la India de culturas
la prehistoria malasia: el u tilla je h allado en las altas terrazas del de bifaces indica que las rutas se en"'contraban ya abiertas sobre occi-
río Pérak, en el noroeste de Malaca, presenta un bello conjuntn de dente. En estos yacimientos, los bifaces más antiguos presentan los
cantos con señales de uso y de lascas (tampaniense). Finalment.-, en caracteres de la técnica abbevillense, en tanto que los más modernos
las Filipinas, en la isla de Luzón, se descubrió, en los alrededores recuerdan los bifaces del achelense medio europeo. Además, hachas

12 13
de tipo arcaico, piezas típicamente africanas, acompañaban una in-
dustria de bifaces. Pero gracias a Chauntra, en el valle del Soan, el
descubrimiento de bifaces mezclados con núcleos y numerosas lascas

®
.
permite relacionar las industrias del «Pre Soan» con los bifaces de
técnica abbevillense, y las industrias del «Late Soan» con los bifaces
.
piriformes u ovalados que recuerdan los del achelense reciente. Este
.
'
importante descubrimiento facilita las relaciones entre las industrias
de lascas del sureste asiático y Cachemira, y las de bifaces de Europa
s 2 3 y Asia; además, aporta un testimonio esencial sobre cierta unidad
técnica, aunque evolutiva, durante el curso del paleolítico inferior.

Próximo Oriente

El Próximo Oriente, surcado por el paso de tribus paleolíticas


y evidenciado por los encuentros de las grandes civilizaciones, es
uno de los lugares donde el prehistoriador espera algún dia hallar la
clave de a lgunos de los problemas que subrayan la evolución del
hombre y su vida cultural (fig. 4) .
En Israel, el reciente descubrimiento de industrias de gmprros
(choppers, bolas poliédricas... ), de hachas y de lascas, al sur del lago
de Tiberíades, en Ubeidyeh, testimonia una muy antigua civilización
en el valle del Jordán. La posición estratigráfica de estas industrias
y la fauna que llevaban asociada parece situarlas en un cuaternario
antiguo. Posteriormente, una civilización de bifaces, contemporánea
del achelense europeo, irradió al Próximo Oriente tanto sobre la
costa (Ras Beirut) como en el Rift (Jordán, Bekaa, Oronte ) . En
Palestina, el tayaciense se encuentra en la base del relleno de las
~ 9 10 13
cuevas de Et T abun (monte Carmelo) y de Um Qatafa (Judea) .
Este utillaje de lascas con señales de uso, de raederas y de escasos
o 3cm

- (Epígrafe de la fig. 4, en la pá¡:. anterior)

El paleolítico i11 krior del Próximo Oriente y Europa


l, ach e/ense medio, bifaz, Um Qatafa, nivel E 1, Judea; 2 a 5, Et Tabun, monte Car-
rnelo, Israel (2, 3, tayaciense, nivel G, raedera, lasca utilizada; 4 , micoquiense, nivel E e,
bifaz; 5. ac/telense rnperior (micoquiense), nivel E b, cuchilla en borde; 6, chelense, núcleo
de obsidiana, Satani Dar, Armenia, U. R. S. S.; 7, serie I (Mindel-Riss), asociado al
achelense medio, «pun ta» sobre lasca, M.arkkleeberg, Leipzig; 8, 9, serie II (Riss), lasca
levalloisiense, Zehmen , Leipzig, h oja levalloisiense retocada, Markkleeberg; 10, 11. c/acto-
niense antiguo, núcleo, lasca de gra n plano de percusión Clacion-on-Sea, Inglaterra; 12, c/ac-
t onieme evolucionado, gran lasca de retoques alargados. H igh Lodge, Inglaterra; 13, útil
sobre lasca, in situ, valle del Correchio, Emilia, Italia; 14, abbevi/lense, guijarro p reparado,
FIG. 4. (V. epígrafe en la pág. siguiente) serie I b, Magoito, Portugal. (Según Neuville, D. A. E. Garrod, Panitchkina , Grahmann,
Breuil, Leonardi, Breuil y Zbyszewski)

15
14
choppers puede comparnr:--c con las industrias <le los niveles inferiores
de L~ ~icoque. El abat~ Breuil escribía que, desde el punto de vista El utillaje chelense, estudiado detenidamente por la señora Z. Pa-
est~atigrafico, _el tayaciense se encontraba de «España a Italia y en nitchkina, contaba con numerosos bifaces, a menudo dispuestos sobre
Asia Menor siempre subyacente a las etapas final es del achelense». lascas; pero su forma frecuentemente amigdaloide y también ovalada,
En e~ecto, es· un achelense superior el que está encima de los niveles la sinuosidad del filo a veces modificado con algunos retoques, son
tayac1e~se~ de las cuevas israelíes, aunque en el caso de Um Qatafa otros tantos caracteres que recuerdan el utillaje achelense. Los inves-
este utill a J~ sea <<net~~ente un achelense medio» (R. Neuville), pero tigadores rusos pusieron en evidencia la presencia de piezas cortantes,
el es_c,aso nun:i~ro de utiles exhumados no permite establecer una cali- con retoque en las dos caras y que ellos supieron distinguir de los
ficac10n de~mtiva. El achelense superior de Et Tabun (49.000 piezas) verdaderos bifaces. Finalmente, el utillaje comprendía grandes lascas
se caracteriza por una asociación de bifaces, en su mayor parte piri- de tipo clactoniense, raspadores primitivos, pointes a main sobre
fo:m~s, Y de lascas retocadas o no, clactonienses y levalloisiense. La lascas, núcleos con el plano de percusión inclinado y, finalmente,
senonta Ga_rrod ha recogido, en los niveles achelenses, los útil es que otros núcleos con señales de un proceso de lascado que se cuenta
ella denomma «puntas ~udi» y «puntas de Chatelperron» (168 ejem- entre los más arcaicos y que consistía en partir el núcleo en dos frag•
plares). Aunq~1e las piezas sean bastante raras y sólo representen mentos mediante un golpe dado perpendicularmente sobre una super-
0,8 % del con1unto, podemos preguntarnos si no nos encontramos en ficie natural o previamente preparada.
pres,encia ?e un utillaje nuevo, aún minoritario, pero que se desarro- Sin duda _alguna el valle del Dniéper fue una de las regiones privi-
llara con_si_derablemente a principios del paleolítico superior. legiadas que frecuentaron los hombres paleolíticos de los primeros
En S1na, aparte de los yacimientos del valle del Jordán debo tiempos del achelense. Los numerosos yacimientos en las orillas del
s~ñalar el yacimi~nto de Yabrud, que presenta «una intrincación de río muestran una industria de sílex, ya trabajado in situ (taller de
di~erentes mdustnas» (F. Bordes). Encima del jabrudiense, «facies Luka-Vrublevetskaia}, ya traído (hábitat de Nienasitetz). Por el
o_nental de un muste~iense t~po _La Quina», y de un nivel preauriña- contrario, la lejana cueva de Aman-Tukan, al sur de Samarcanda,
ciense», Rust e_n ~?ntro un utillaJ e «achelense final (premusteriense) », con sus útiles sobre lascas, parece estar en relación más con los
e}. cual, en opm10n de F. Bordes, sería aquí particularmente tardío. yacimientos del Oriente asiático que con las estaciones de Ucrania y
} malmente, en el ~í~ano, debemos a Fleisch y a su equipo de colabo- del Cáucaso. A pesar de algunas reservas respecto a la cronología de
radores el descubnmiento, cerca de Beirut, de industrias relacionadas este yacimiento, estamos en presencia de una especie de tayaciense,
con el achelense medio, el tayaciense y el levalloisiense. quizás incluso de un premusteriense.
El paleolítico inferior de Alemania (fig. 4) plantea el problema
de la coexistencia de las etapas clactoniense, levalloisiense y acha-
Europa len~e. Durante largo tiempo las industrias recogidas en las graveras
de Markkleeberg, a 8 km de Leipzig, fueron atribuidas a un muste-
. El vasto territorio de las Repúblicas soviéticas se hallaba ya sal- riense antiguo, a pesar de que los sedimentos que las contenían habían
picado de ?~merosos y bellos yacimientos del paleolítico superior sido considerados de la glaciación del Riss. El estudio de esta región
Y del neoht1co cuando los sabios soviéticos descubrieron los ves- fue reemprendido recientemente por el doctor R. Grahmann, quien
?e
tigio:' civilizaciones muy antiguas. De las orillas del Dniéper a las confirmó la edad rissiense y definió el utillaje como perteneciente al
paleolítico inferior. El estudio de la industria mostró la asociación,
caucas1cas del mar Negro, las nuevas estaciones se suceden. Satani-Dar
fu e un_o de los a_ltos lug~res que ~os hombres de la edad de la piedra dentro de un primer conjunto, de lascas del clactoniense antiguo
ocuparnn en vanas ocas10nes: pnmeramente fueron las tribus chelen- y de piezas achelenses (0,9 % de bifaces), luego, en una serie re-
ses, cuyas piezas, patinadas, bastas, son siempre de obsidiana; Jueo-o ciente, un conjunto de instrumentos pertenecientes a diversas culturas,
los_ achelenses abandonaron allí un utillaje que se distingue del a~, más o menos contemporáneas; así, el clactoniense evolucionado se
te~1or por su poco uso, sus cuidados retoques, y su varia materia encuentra asociado al levalloisiense antiguo y al achelense.
pnm,a? finalmente, los últimos ocupantes, los neolíticos, mezclaron No podemos menos que mostrarnos sorprendidos por el aspecto
sus utiles con los d~ _los tiempos anteriores, al igual que ocurre y se evolucionado del- utillaje de Leipzig, que los autores ponen en rela-
puede comprobar fac1lmente en el gran desierto sahariano. c1on con Pi leni lloi,-;ien,-<· antiµ1111. ]·:,to rPcuerda la composición un
tanto paradójica del utillaje de Et Tabun, en Israel, donde buriles
16
17
2. A . LEROI: La -Prehistoria.
y cuchillos de hueso de factura chatelperroniens~ ·en encuentran mte, cimientos son raros y muestran una ocupación discontinua y bastante
grados a una facies achelense. Podemos preguntarnos si las industrias reciente.
de una y otra estación tienen. una cronología más moderna que la que Testigos, en la tierra de Francia, de la antigua presencia del
les fue atribuida, conservando los rasgos dominantes de antiguas hombre, los .útiles arcaicos que, cerca de Menton, se encontraban mez-
tradiciones técnicas, o bien, por el contrario, sólo se trata de modestos • clados entre los sedimentos villafranquienses de la cueva de Vallonnet,
intentos, quizás involuntarios, para obtener . nuevos útiles que sólo o yacían sobre una alta terraza del Garona, no dejan de recordar
se fabricarán en serie varios milenios después. En tal caso podría ciertos cantos o guijarros del continente africano.
resultar que la situación geográfica de estos yacimientos, en las rutás De entre las civilizaciones de bifaces es la abbevillense la más
de .las grandes invasiones, no sea extraña a este carácter compuesto antigua. Este término reemplaza, precisándolo, el de chelense; las
que se opone a la unidad, por otra parte muy relativa, del callejón piezas fueron recogidas en dos niveles de las terrazas del Somme :
sin salida de la Europa occidental. . son «bifaces tallados piedra contra piedra, ya sea golpeando sobre
En Baviei'a, en las terrazas del río Kronach, y en la provincia un yunque, ya sea mediante un percutor manual» ; «el córtex del riñón
de Hesse, entre Müzenberg y Hungen, los prehistoriadores alemanes primitivo» está «conservado sobre una amplia superficie, ya en la
.han recogido númerosos cantos con señales de uso. Parece ser que el base, ya en uno de los lados» (H. Breuil y H. Kelley ). El yacimiento
valle del Danubio fue un centro de hábitats paleolíticos; citaré, par• de Abbeville reveló asimismo una fauna arcaica, contemporánea del
ticularmente, los niveles achelenses de las cuevas de Sinzing y . los mindeliense (fig. 5).
bifaces de tipo micoquiense procedentes de las .excavaciones de Un suburbio de Amiens, Saint-Acheul, dio su nombre a la más
Bocksteinschneide, en los alrededores de la ciudad de Ulm. importante civilización de bifaces del paleolítico inferior, que irradió
En Hungría· occidental, Vértesszollos, al oeste de Budapest, es una a Bélgica y en los valles del Sena, Somme y Charente. Las piezas
importante estación del paleolítico inferior, prospectada por Kretzoi habían sido desbastadas con un percutor de piedra y acaba das con
y Vértes. Numerosos restos óseos de mamíferos permiten situar este una herramienta de madera, pero ciertos bifaces fueron íntegramente
yacimiento en un interestadio del Mindel. El utillaje de guijarros re• tallados con percutor de piedra, con golpes dados oblicuamente a la
tocados (choppers y choppíng-tools) y -de lascas clactonienses, con- · pieza. El abate Breuil, basándose en sus descubrimientos en el valle
temporáneos del abbevillense, así como la presencia de huesos que• del Somme, señaló siete fases culturales que abarcan cuando menos
mados, hacen de Vértesszollos un yacimiento único en Europa, com• una glaciación y dos períodos interglaciares. Así es como desde el
parable a las célebres estaciones de Chu-Ku-Tien. · achelense antiguo hasta el micoquiense se sigue toda la evolución de
Gran Bretaña,· que no siempre fue una isla, conserva numerosos los bifaces. No obstante, los buriles aparecen ya en el achelense medio
yacimientos del páleolítico inferior. El yacimiento epónimo de la más al igual que otros instrumentos que luego se diversificaron. Del mismo
vieja industria de lascas es Clacton-on-Sea, en Essex, aunque el utillaje modo la talla levalloisiense, que fue fruto probablemente de las téc-
de esta estación fue primeramente publicado con el nombre de mesvi- nicas experimentadas en los bifaces, se individualiza a partir de este
niense (de Mesvin, en Bélgica). Los núcleos son voluminosos y a me- período.
nudo desbastados en alguna de sus caras; el plano de percusión de En Niza, los trabajos en la estación de Terra Amata y los lleva-
las lascas clactonienses es grande, generalmente liso, a veces diedro, dos a cabo por Combier en Orgnac nos proporcionarán mayor info r-
y forma un ángulo muy abierto con el plano de lascado. El clacto• mación sobre el paleolítico inferior francés.
niense aparecería hacia el final del abbevillense y evolucinnaría du- Los triedros chalossienses tienen una historia muy discutida. Ciertos
rante el transcuso del achelense, introduciendo la modernización de prehistoriadores los relacionaron con el abbevillense, y posterior-
las .técnicas ancestrales con la aparición de los núcleos de hojas y mente otros los atribuyeron al neolítico ; finalmente, su antigüedad
de lascas previamente retocadas. · En los areneros del Támesis, cer• parece en la actualidad menos puesta en tela de juicio y, si nos ate-
ca de Swanscombe (Barnfield Pit) , el clactoniense antiguo precede nemos a Meroc, estas piezas serían contemporáneas del achelense.
a los limandes achelenses. No obstante, las lascas del clactoniense De entre las civil izaciones llamadas «de lascas», la del clacto-
reciente aparecen mezcladas con bifaces; del mismo modo, en la niense ha progresado durante las etapas abbevillense y achelense. Pero
Tegión de Cambridge (High Lodge, Warren Hill), el clactoniense final la técnica levallois creó una revolución en la talla de lascas predeter-
está asociado a bifaces achelenses evolucionados. En Escocia, los ya- minando sus formas y su empleo. Ciertos prehistoría dores piensan

18 19
qµe el levalloisiense ha podido evolucionar paralelamente a las civi-
lizaciones achelenses y, posteriormente, musterienses ; las primeras

it~
. lascas levallois resultarían así contemporáneas del achelense III del
abate Breuil. Por otra parte, se observó en el utillaje tayaciense la
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gran abundancia de lascas que, según H. Breuil y F. Bordes, recor-
_1.::.-·~/..f::'- darían las del clactoniense evolucionado. El tayaciense, escribía
12 13 Bordes, «aparecía como un antepasado del musteriense del tipo La
./\, Quina» .
En la península ibérica, las terrazas del valle del Manzanares,
próximas a Madrid, y las del valle del Jarama, ofrecen testimonios de
·~
las industrias achelenses, tayacienses y levalloisienses, si bien no se
puede precisar científicamente el valor de estos materiales por cuanto
faltan excavaciones y estudios metódicos de tan importantes yaci-
mientos. En la provincia de Soria, la antigua laguna de Torralba es
uno de los yacimientos básicos para la prehistoria española, impor-
tante por el hallazgo de industria lítica, bifaces, y restos de una fauna
11 cálida. Es de esperar que el estudio de los trabajos realizados en estos
últimos años p ermitan tener una mejor idea del paleolítico inferior en
la península. Asimismo importantes son las industrias que se en-
8 cuentran en el valle del Taj o y en los alrededores de Lisboa, en
Portugal. Uno de los rasgos 9riginales parece ser la gran proporción
de cantos modelados que se encuentran desde el abbevillense al ache-
lense superior o languedociense. Se obser van al gunas posibles jnfluen-
cias de viejas civil izaciones del continente africano en las azuelas
y abundan asimismo los bifaces. Además, la industria tayaciense pa-
rece ser abundante, en tanto que el levalloisiense se observa de modo
más escaso.
Los hombres del paleolítico. inferior habitaron en la península
italiana y se conoce su presencia a ambos lados de los Apeninos.
En la Italia septentrional, las prospecciones sistemáticas emprendidas
s por diferentes investigadores, entre los cuales se encuentran los cola-
boradores de P. Leonardi, nos permiten tener un mejor conocimiento
de las viejas civilizaciones de Venecia y de la llanura del Po. De esta

+- (Epígrafe de la f ig. 5 en la pág. anterior)


El paleolítico inferior de Francia
I , Ahbevillense, bifaz, Champ-de-Mars, Abbevllle, Somme; 2 a 6. achelntse medio, jicron,
Cagny. Somme; raspador, Taller Commont, Somme; /imande, Saint Acheul, Somme; raedera
y taladro. Cagny, Somme; 7 a 10, achelense superíor, bifaz de bisel termi nal, Bihorel,
Seine-Maritime, cuchillo en borde. H ouppeville, Seine-Maritime, m'icleo levalloisiense en
punta, Bihorel, cantera E, lasca Jevalloisiense, H ouppeville; 11. micoq11iense, buril sobre
F!G. 5. (V. epígrafe en la pág. siguiente) raedera, H ouppeville; 12, 13, tayaciense, punta de T ayac, La Micoque, capa V, Dordoña,
«chopping-tool», Fontéchevade, capa E , Charente. (Según F . Bordes y G . H enri-Martin)

20 21
forma se descubrieron en una terraza del valle del río Correcchio dos
conjuntos tipológicos donde aparecían, mezclados con lascas clacto-
nienses, piezas de tipo abbevillense o bien bifaces achelenses. En el
Laci~, el m_agnífico yacimiento de Torre in Pietra ha proporcionado
una mdustna achelense muy interesante; igualmente, en los Abruzos,
cerca de Caramanico, se señalaron 6 niveles clactonienses (facies de
valle Giumentina, según Radmilli) en los depósitos lacustres muy po-
tentes (unos 25 m) que, por otra parte, proporcionaron un ache-
lense final.
En la. Italia me_ridional, el Basilicado es conocido desde antiguo CAPÍTULO II
por sus b1faces de tipo achelense evolucionado y su industria de lascas
clactonienses. En Capri, bifaces achelenses y lascas de técnica leva-
lloisiense y clactoniense estaban asociados a una fauna del pleistoceno ·El paleolítico medio
Y parecen contemporáneos de las primeras manifestaciones volcánicas
napolitanas. En resumen, si bien es indiscutible que numerosas lascas
clactonien~es aparecen en diversos puntos del territorio italiano, por
el contrano, la presencia del clactoniense, en tanto que civilización, Las divisiones cronológicas son frecuentemente arbitrarias en
parece muy discutible. algún aspecto y podemos preguntarnos si está justificado separar el
paleolítico medio del paleolítico inferior. La estrecha relación de las
* * * culturas de bifaces y de las de lascas ha decidido a algunos autores
a englobar el conjunto dentro del paleolítico inferior o antiguo. Exis-
. ~odelado por centenares de milenios, el hombre del paleolítico tirían, con el único testimonio de las industrias líticas, muy buenas
mfenor aparece, en el alba de la cultura musteriense, en su diver- razones para confundir el paleolítico medio y el superior, sobre todo
sidad creadora. Él multiplicó sus posibilidades de trabajo con un fuera de Europa. La triple distinción merece de todas formas ser
utillaje o armamento variado y, al igual que el hombre actual se ha mantenida, puesto que está marcada por acontecimientos técnicos de-
desprendido poco a poco de sus antepasados, los procedimientos téc- cisivos: la búsqueda sistemática de lascas preparadas para el paleo-
nicos que él utilizó se han modificado progresivamente, alcanzando lítico medio, la de hojas para el paleolítico superior. Independiente-
una rara perfección con la técnica levalloisiense. En el transcurso de mente de esta distinción, si nos colocamos a escala mundial, no hay
largas migraciones, los hombres del paleolítico inferior supieron im- excesivas razones uniformes para separar entre un paleolítico y otro,
plantar las jóvenes civilizaciones desde el mar de China hasta las pero sí una serie de conciliaciones entre los puntos de vista geológico
orillas del Atlántico, desde las llanuras del Elster a los ribazos osci- y cultural. Tal situación no es propia de la prehistoria; es común en
lantes y variables del lago de Olduvai. Las vías que debían conducir la historia establecer, sobre una escala cronológica rígida, hechos
al hombre moderno y al progreso social se encontraban ampliamente culturales que se superponen o que resurgen. La noción de un pa-
abiertas ya cara al porvenir. leolítico medio correspondiente geológicamente a una parte del último
interglacial (o interpluvial para África) y a la primera parte de la
J. c. glaciación del Würm (gambliense para África) encaja con el desarro-
llo masivo de tradiciones técnicas mustero-levalloisienses en el occi-
dente del Viejo Mundo. Que estas tradiciones hayan surgido de con-
quistas técnicas ya atestiguadas en el paleolítico inferior, que ciertas
formas achelenses hayan sobrevivido durante mucho tiempo, que los
tipos musterienses hayan perdurado a lo largo de milenios en ciertas
regiones hasta encontrarse con los tiempos posglaciares, no resta nada
de valor al conjunto de la definición. Es más difícil, como veremos
más adelante, hablar de un paleolítico medio en Asia oriental o
22
23
suroriental, en las regiones donde las series mustero-levalloisienses vado. La distinción, sobre el punto fundamental del desbasta_do _de las
·no han reinado y no han marcado para el futuro otras líneas técnicas : lascas, sería, por consiguiente, más cuantitativa que cuaht~t~va, Y
una parte del soaniense o del anyatiense se le agregará por simple numerosos autores entienden, como aquí, un «mustero-levalloisiense»
asimilación cronológica. que restituye la unidad a un conjunto que_ real~ente la re~uiere.
El desarrollo del tiempo es común a los climas, a las culturas y Sería muy interesante precisar la existencia de cornent~s. cultu-
a los hombres mismos; la evolución de los tipos humanos sigue, pues, rales varias en el desarrollo y la extensión del «mustero-levalloisiense».
la misma senda gue las alternativas de períodos cálidos o fríos o que Estas corrientes han existido, desde luego, pero queda por determinar
el paso de una fase técnica a otra. Existe cierta coincidencia, pues, cuáles son los caracteres pertinentes que asegurarían su evi~e1:ciación.
entre los tipos llamados paleantrópidos (a los cuales p ertenece el Por contraste el «levalloisiense» de la Somme parece distmto del
hombre de Neandertal) y el conjunto mustero-levalloisiense; por lo «musteriense»' de la Dordoña, hasta el punto de sugerir la exiptencia
menos no se conocen muchos casos en los que otro hombre que no de dos culturas distintas. Las· considerables dimensiones de las puntas
sea un paleantrópido se encontrara asociado a una tal industria. Poco y de las raederas, las abundantes lascas levalloisienses y a menudo del
importa que se trate de una simple coincidencia, puesto que ésta toma tamaño de la mano, la elegancia y la regularidad de los retoques del
entonces, cuando menos relativamente, el valor de una característica. primero se oponen al carácte_r pequeño? recho~c~o, grueso y a menudo
El número de estaciones que contienen simultáneamente vestigios del irreoular del segundo. La importancia numenca de los planos de
paleolítico medio y del superior es muy considerable, destacando en lasc~do «levallois» que caracteriza al primero r~spon?e, ,en el s:·
ellos el contraste entre las industrias en las cuales predominan las gundo, a la rareza, incluso a la ausencia del mismo ~aracte~. ?:n
lascas y aquellas en que dominan las hojas o leptolíticas. No obstante, embargo, si se intenta la búsqueda de caracteres de diferenciac10n
sería imprudente crear fronteras excesivamente rígidas. La ductilidad que no deriven de la morfología, sino que la expliquen, lo que se
de las transiciones y las largas supervivencias que en ello se encuen- desprende de ello es un aspecto ecológico (y en consecuencia eco-
tran ofrecen los elementos en los que puede fundirse una sutil com- nómico) , más bien que una motivación propiamente tecnológica._ .
prensión de la evolución de las culturas, ya que a pesar de las ex- La inmensa superioridad del levalloisiense, de Europa o de Afnca,
cepciones a veces contradictorias, los testimonios de la industria del proviene de hábitats al aire libre en las regi?nes donde _la materia
hombre corresponden a etapas normalmente progresivas. prima es abundante ; la gran masa del muster~ense se obtiene de las
cuevas. Este contraste es tan chocante que ciertos autores han ex-
puesto la hipótesis de una facies estival Y_ ~tra. invernal de?tro de la
Levalloisiense y musteriense misma cultura. Sea lo que fuere de esta hipotes1s, que podna ser real
dentro de ciertas zonas, sorprende comprobar hasta qué punto en
Bautizado por la industria del yacimiento de Moustier (Dordoña), las cuevas o en los abrigos la vida del hábitat se traduce por la abun-
el musteriense agrupó en principio las puntas triangulares y las rae- dancia de útiles usados, los cuales se convierten finalmente en frag-
deras procedentes de abrigos rocosos y de cavernas. Posteriormente, mentos gruesos y rechonchos, con bordes retocados casi verticales.
el nombre se aplicó a todo el conjunto que comporta estos mismos Generalmente es posible replantea:r, partiendo de formas nuevas que
obj etos y que son en efecto la parte característica de la industria eran levalloisienses en su aspecto, todas las etapas que conducen a
musteriense. El levalloisiense (de Levallois-Perret, cerca de París) las formas finales. A la simplicidad inicial de las formas nuevas
se caracterizó, en principio, no por una industria, sino por cierto tipo corresponden múltiples instrumentos que no son más que desechos
de lasca, obtenida de un núcleo especialmente preparado al efecto. nuevamente empleados por los sucesivos moradores, bajo cuyos pies
Los primeros ejemplares fueron obtenidos entre las industrias de estaban. En otro sentido, las medidas y la calidad de las primeras
loes y aluviones del noroeste de Francia, cuyos conjuntos de raederas materias son variables y acarrean la aparición de caracteres diver-
y puntas triangulares se han convertido progresivamente en «levalloi- gentes. Se puede, en una misma estación musteriense, encontrar los
sienses». Que una sola corriente técnica constituye el levalloisiense y r estos de grandes lascas levallois de sílex de lejana procedencia y una
musteriense, queda demostrado por el solo hecho de que el «índice multitud de lascas de roca local tallada «a lo musteriense» por falta
levallois», creado por F. Bordes, se aplique indistintamente a ambas de otra cosa m ejor. El problema del levalloisiense y del musteriense
industrias marcando solamente en la segunda un coeficiente más ele- es por consiguiente doble, ya que comporta un aspecto histórico que

24, 25
es el de las variaciones culturales dentro del tiempo y del espacio, superior las técnicas evolucionan en progresión de march~ log~_rítmica,
y un aspecto ecológico que registra las variaciones no pertinentes mientras que las generaciones humanas se suceden en d~gr~s1on co~s-
históricamente. tante. En el paleolítico medio, el ritmo del progreso tecm~o ~~ aun
Una causa de variación propiamente tecnológica reside en la natu- excesivamente lento, mientras que las posibilidades de d1fus10n se
raleza de los útiles buscados que son, en su mayoría, cuchillos. hallan (como en todos los otros tiempos a excepción del nuestro)
Se puede admitir a priori que la lasca levalloisiense bruta, la punta a la escala del paso humano y de la duración de las ?;neraci~nes.
triangular, la punta ovalada, la raedera en sus diferentes formas Parece, por consiguiente, prudente no caer en la tentac1~n de situar
corresponden a útiles con funciones distintas, pero sería poco pru- conjeturalmente el hogar levalloisiense más que en el Antiguo Mundo
dente exagerar, como hacían los viejos autores, la extensión de la centrooccidental.
panoplia musteriense. Parece cierto que la diversidad morfológica El hecho levalloisiense no es el único en el desarrollo de las
corresponde más a menudo a la utilidad que se obtenía de los dife- industrias del paleolítico medio. Las lascas levallois (las~~ propia-
rentes tipos de lascas que marcan las etapas del desbastado del mente dicha, punta o lasca laminar) son el soporte de ut1les cuya
núcleo, que a una gran diversidad de funciones : la función «cuchillo» forma preexistía en alg~_n os -objetos del paleolítico inferior,_tallados
resultaba tanto mejor cumplida cuanto más se acercaba el filo del sobre lascas de tipo ordi~~rio.:. Las raederas, las pu~tas recortad!s, _los
instrumento al corte natural de la lasca. raspadores existen en eF·-achelense y en el tayac1ense. Este ultimo
podría pasar por una especie de musteriense de lascado anárquic~.
Por -consiguiente, en el conjunto de la industria, el mustero-levallo1-
Origen y desarrollo siense se constituye en la coincidencia de una técnica de pre~a.ración
de origen bifacial y de formas de instrumentos en lascas ya ut1hzadas.
Reducido a sus líneas fundamental es, el hecho levalloisiense se De esta forma, el problema se plantea con toda la ducti~id~d propia
apoya en cierta técnica de talla de lascas obtenidas de núcleos prepa- de los fenómenos culturales: por una parte, el mantenimiento o el
rados. De acuerdo con la época, es el mejor procedimiento para sacar resurgimiento del lascado sin preparación levalloisiense pueden deter-
de una piedra la lasca de corte más largo y mejor preparada para minar islotes heterogéneos; por otra, la introducción de formas de
el uso. El momento de la aparición de esta técnica no puede deter- útiles localizados, tales como la punta ateriense, pueden caracterizar
minarse con los actuales conocimientos, ya que el levalloisiense abarca regiones en que la talla levallo_isiense está establecida. Si a. ello se
el Mediterráneo en más de mil kilómetros y llega en África, cuando añaden las características de la· materia prima como las cuarcitas, las
menos, hasta Kenia. Dos razones impiden que la fecha y el punto chailles (concreciones silíceas) que pueden ser rebeldes a una talla
de aparición puedan determinarse con precisión. La primera es que levalloisiense, o la necesidad de sacar provecho de los cantos o gui-
si esta técnica precisa de varios milenios para su desarrollo, su difu- jarros de pequeñas dimensiones, como en el <pontiniense:. de Italia,
sión no ha sido forzosamente muy lenta. Si supusiéramos suficientes la unidad del hecho levalloisiense y la complejidad de sus orígenes
5000 años para poner la técnica levalloisiense a punto en Europa, en y de su desarrollo aparecen con- bastante evidencia.
Asia Menor y en África septentrional, sería preciso descubrir un
medio para fechar con algunos siglos de aproximación, para em-
prender el trazado de las vías de difusión; sin embargo, no cono- El mustero-levalloisiense perimediterraneo
cemos todavía este medio. La segunda razón hace aún más hipotética (figs. 6, 7, 8 y 9)
la determinación del lugar de aparición: la técnica levalloisiense com-
bina los rasgos de fabricación del bifaz achelense en la preparación La definición del paleolítico medio perimediterránco responde a la
del núcleo y, más generalizados, los de la obtención de lascas alar- inclusión en el cuadro cronológico de los elementos documentales
~ada7. Por consiguiente, exist:n. amplios antecedentes en el paleolítico obtenidos de la materia prima, del lascado y de la tipología (inicial
mfenor y los «pseu~olevallo1s1ense» o «protolevalloisiense» se pier- y en curso de transformación por agotamiento). La naturaleza mine-
den en un pasado leJano donde el problema de la determinación cro- ralógica y las dimensiones de_ los núcleos d~ mater_i~ prima sur~en _de
nológica se plantea de manera aún más oscura. En un plano más ge• forma importante pero en cierta manera 1mprev1S1ble: una tecmca
neral, no hay que olvidar que del paleolítico inferior al paleolítico muy hábil de lascado puede inducir a utilizar la técnica levalloisiense

26 27
2

15

20 .. .
L]18 Ll O
~
3cm ~10
FIG. 6. Paleolítico medio del sudoeste de Francia FIG. 7. Paleolítico medio del sudeste de Francia
(La Baume-Bonne, Basses-Alpes, según H. de Lumley Y B. Bottet)
1 a 6, musteri~nse con denticulados, Pech de ]'Azé, Dordoña; 7 a 11, micoquien·se La Mi-
coque,. Dordona; 12 a 16, m11steriense, Le Moustier D ordofia• 17 a 20 1 ' · 1 a 4, charentiense de tipo Ferrassie tardío, Würm III; 5 a 9, charentiense de tipo Ferrassie,
La M1coque Dordofia (S , F B d ' , , ayacrense, Wjjrm II; 10 a 13, levalloisiense, final del Riss-Würm . Lascas laminares de planos mode-
19 20)· bif' • (? · S) egu~ · or es, D. Peyrony.) Denticulados y muescas (4 6
, , ac1a1es , ; rae eras y lascas de borde curvo (2, 3, 9, 10, 14, 15); 'ras'. lados (5, 6, 7, 10, 11); racdcras (2, 3, 4, 8, 9); raederas sobre lascas levalloisienses (12, 13)
padores (5, 11, 16)
29
28
3

s ___________

,~,.,;
,,
11

8 9

10

9 \I

A 7

13
14

12 o Jcm o 3cm

Fm. 8. Paleolítico medio del Mediterráneo FIG. 9. Paleolítico medio del Próximo Oriente. Et Tabun, Israel.
(Según Garrod y Bate)
,1 a 4, pontiniense, Italia; 5 a 8, mustero-levalloisiense de la Elide Grecia; 9 a 14
paleolítico medio de Staroselie,. Crimea. (Según RadmiIÍi, Leroi-Gou;han y Chavaillon: a 6, musteriense de 'facies levalloisicnse; 1 a 15, micoquiense. Núcleo (1); bifaz (7); lascas
Formozov.) Bifaz (9); lascas l~mmares (1, 5, 10, 11); raederas (2, 3, 6, 7, 12); chopper (4); de bordes curvos retocados (2, 8, 9); raederas (5, 6 , 12, 13, 14); raspadores (10, 11):
nuc)eo (8); buril (13); raspador (14) buriles (3, 4, 15)

30 31
en piedras ingratas o a la inversa, una bella materia puede haber y las innovaciones de que se hablará más adelante, las formas cons-
sido tratada bastamente. El lascado puede ser anárquico en la me- tantes son, en una aplastante mayoría, raederas, de diferentes tipos
dida en que la masa de materia es tratada sin un orden preestablecido, y de la familia de las «puntas», lascas triangulares u ovaladas, reto-
a medida que los planos de percusión se presentan, lo que determina cadas en uno o dos filos y marcadas generalmente por una asimetría
una dominante de las lascas gruesas de plano liso y da a la industria de uso que excluye su empleo como puntas de fle~ha. Así pu~s, el
un aspecto tayasiense. La talla musteriense ofrece grandes referencias material está fundamentalmente compuesto por dos tipos de cuchillos,
con la preparación de la técnica levalloisiense; es una talla con la el uno con dorso (raedera), el otro de filo al parecer doble (punta) ,
que se procura sacar provecho de las aristas sucesivas para obtener y por todos los intermediarios deseables como la lasca de _dorso re-
lascas planas de plano liso o diedro. Hay que tener en cuenta dos bajado o la raedera de filo recurrente. A este caudal se. anaden, en
hechos: 1) que la preparación de la lasca levalloisiense atraviesa número variable pero siempre débil, los raspadores muy a menudo
una fase «musteriense» en el curso de la preparación del núcleo, gruesos, y los buriles. Estando la industria ósea prácticamente ausente,
y 2) que el último estado de un núcleo agotado, antes de su abandono, estos dos útiles sólo desempeñan un papel discreto. El resto de este
es aquel en que se ha intentado una última preparación giratoria. material está constituido por piezas de forma excesivamente variable,
La talla levalloisiense exige para un producto de plano de percusión relieves de los reavivados prolongados hasta el agotamiento. Una
retocado característico o de plano liso, la extracción preparatoria parte muy importante de estos objetos sin nombre muestra sobre sus
de varias lascas musteriense que podrán ser utilizadas para la prepa- bordes trazas de haber sido utilizados como raspador cóncavo; son
ración de útiles. Por consiguiente, los productos levalloisienses son las muescas ( coches) y los «denticulados» que en Europa occidental
normalmente más raros. En un yacimiento de región pobre en sílex son tanto más abundantes cuanto más nos acercamos a los confines
en que el suelo ha permanecido largo tiempo descubierto - como del paleolítico superior. .
ocurre en las cuevas- pueden haber sido transformados hasta el Con variaciones del «índice levallois» y todas las sutilezas que
punto de perderse todo signo de identificación. De estos hechos sobre- han sido introducidas más arriba, el mustero-levalloisiense del noroeste
sale que el musteriense es difícilmente identificable si no se hace de Francia, de Dordoña (fig. 6), de Provenza (fig. 7), de España, de
intervenir una intención levalloisiense en su origen y que el levalloi- Italia o de Grecia (fig. 8), de Ucrania o de Rusia, de Oriente (fig. 9),
siense puro sólo sería el hecho de paleolíticos lo suficiente ricos para de Egipto, de Libia o de Marruecos ofrece el mismo _c~udal al cual se
haber abandonado en sus talleres la fracción musteriense de sus pro- suman los núcleos en forma de tortuga y los desperdicios de la prepa-
ductos de preparación. ración que no han sido utilizados. Así, el fenómeno mustero-levalloi-
Hay que dar lugar, también, a que intervenga la relación entre la siense, difícil de comprender en los aspectos propiamente culturales
función y la forma. Unas raederas pueden obtenerse de una lasca de de su evolución, reviste una unidad de conjunto verdaderamente sor-
descortezamiento, de una lasca con dorso, de una punta separada, prendente; corresponde a una etapa más avanzada de la técnica? a la
de una lasca oblicua (fig. 38), ya que todos ellos son productos de puesta a punto de un procedimiento que permitía aligerar considera-
preparación tanto si se trata de una lasca como de una punta levalloi- blemente el u tilla je de corte, mejorar las cualidades cortantes, y ob-
siense : su forma original llevará a distinguirlos tipológicamente mien- tener el máximo provecho de masas de materia irregulares o de pe-
tras que su empleo era, al parecer, análogo. Las variaciones de sus queño tamaño.
densidades respectivas no significan forzosamente variedad de útiles, El caudal de rasgos comunes es bastante uniforme a pesar de las
pero sí preferencias o necesidades de los habitantes de un yacimiento. variaciones que aportan la calidad o el tamaño de los productos.
En otro sentido, la misma serie de raederas, reavivada repetidas veces, Resulta incluso difícil de percibir, en la inmensa duración del paleo-
tenderá a uniformarse en su morfología bajo el efecto de un equilibrio lítico medio, lo que podría considerarse como un perfeccionamiento
en la misma función. La tipología estadística da cuenta de variaciones de formas, puesto que las piezas largas que podrían prefigurar el pa-
importantes y significativas, pero no se podría desentrañar el con- leolítico superior aparecen accidentalmente en la mayoría de las
junto muy complejo de las industrias mustero-levalloisienses sino series, y desde el achelense constituyen una rama diferente dentro de
introduciendo en él las correcciones necesarias. las técnicas de la talla.
La constitución del conjunto técnico es notablemente modesta y Un rasgo bastante interesante es el largo desdenta do de los bifa-
uniforme en toda la zona geográfica. Exceptuando las supervivencias ces del paleolítico medio. En Europa, así com"o en África o en

32 33
Oriente, las formas bifaciales persisten durante largo tiempo después
de la aparición de los rasgos mustero-levalloisienses (micoquiense, I
musteriense de tradición achelense) y se anota sólo que el módulo
de los bifaciales se aligera y se afina, así como que su número es
comparativamente débil con relación al de raederas. Esta persistencia
es tan sorprendente que podemos preguntarnos si la corriente de la
técnica del bifacial no atravesaba el paleolítico medio para resurgir
en el szeletiense y el solutrense del paleolítico superior. Este hecho
no ha sido demostrado, pero no resulta indispensable para explicar _el
resurgir de la talla bifacial que de todos modos es una de las op-
ciones técnicas más a menudo escogidas en todos los tiempos. El re-
1
t~ 2 3
~
~
~
5
1~6 7 8

flujo estratigráfico del bifacial en el paleolítico medio plantea un ......


problema sobre el uso del bifacial : todo parece indicar que el bifacial
achelense es un cuchillo, que habría tenido normalmente que ceder
ante la raedera y la punta, lo cual es el caso más frecuente. En el
micoquiense toma el mismo perfil agudo e idéntica disimetría de
retoque que la raedera de filo recurrente sin que ninguna de estas
13
[) u
dos formas elimine a la otra. Hay que hacer notar que los bifaciales
ligeros son obtenidos de grandes lascas y no es imposible que la su- 11
pervivencia temporal del bifacial esté ligada, no a razones de función,
sino a la utilización de los subproductos de la talla.
La persistencia de azuelas en África y en España es un rasgo que
debe corresponder a una función peculiar. La función de los choppers
sobre guijarros no es significativa, puesto que los guijarros rotos
resurgen, en Italia y en Grecia por ejemplo, incluso en el mesolítico.

África oriental y del Sur

La industria cuya difusión es más amplia es el stillbayense, la


cual se extiende desde Abisinia hasta el Mrica del Sur, es decir, que
se engarza al norte con la frontera del mustero-levalloisiense (fig. 10).
Si el estilo y ciertos caracteres justifican una separación con este
último, los principios fundamentales de la talla de lascas preparadas
sobre un plano de percusión con retoques en caras .son siempre los
mismos, lo cual confirma el carácter de fase técnica de la talla levalloi-
siense, y muestra, como en la zona del Mediterráneo, la separación
entre el procedimiento de obtención de la hoja de sílex que será
transformada en herramienta, y la herramienta en sí misma. El stillba-
yense ocupa todo el pluvial gambliense y debe cubrir la duración
correspondiente a nuestro paleolítico medio y superior. La base FIG. 10. Paleolítico medio y reciente de África al sur del Sáhara
(protostillbayens~), no sin afinidades con nuestro micoquiense, com- 1 a 9, capsiense de Kenia (probablemente mesolítico); 10 a 12, stillbayense de Kenia;
13 a 15, stil/bayense del Zambeze; 16 a 18, musteriense superior de Kenia; 19 a 23,
porta pequeños bifaces asociados a lascas con plano preparado. sangoense , (Según Leakey; J . D . Clark)

34, 35
Encontramos aquí puntas unifaciales y aparecen las primeras puntas
bifaciales sobre lasca. Salvo pequeñas sutilezas locales, cuyas ntzones Asia
deben asemejarse a las examinadas en el mustero-levalloisiense, el
fondo es siempre análogo en Etiopía, Somalía, Rhodesia o en África Es mucho más difícil ofrecer un estado coherente de los cono-
del Sur. Se mantiene posteriormente, aligerándose con el retoque. cimientos del paleolítico medio de Asia. Las fuentes están dispersas
En el stillbayense medio y evolucionado, las puntas bifaciales ofrecen y son inciertas; la inmensidad del Asia central, de China, dd sureste
un aspecto que evoca las grandes hojas de laurel solutrenses, pero asiático está poblada por algunos puntos y sólo el cuaternario de la
el talón presenta a menudo facetas. Las raederas se hallan presentes India está bosquejado (fig. 11).
Y aparecen los buriles. En Kenia, así como en Rhodesia, las lascas Del estudio de las terrazas del Soan, del Narmanda y de otros
semilunares con dorso rebajado se desarrollan con las hojas. ríos de la India, destaca que después de un paleolítico a~tiguo con
En su conjunto, la trayectoria stillbayense se desarrolla parale- bifaciales y choppers (serie I de Sankalia) se colocan industrias sobre
lamente a la del mustero-levalloisiense con el mismo cabalgamiento lascas (serie 11 y soaniense reciente). El soaniense afecta en su talla
de bifaciales en su principio; su larga supervivencia hasta el final del particularidades netamente mustero-levalloisienses, con una tendencia
gambliense es comparable con la persistencia del fondo levalloisiense más laminaría que en la Eurasia del Oeste; la serie II es de prepa-
en el ateriense o el sebiliense del África septentrional. El bifacial ración menos elaborada y se aproxima más, en lo que a este aspecto
macizo del achelense cubre en el protostillbayense las primeras hojas se refiere, al ta yasiense, lo cual puede ser debido a la naturaleza de
bifaciales que prosiguen su tradición en África hasta el neolítico. la materia prima. Las formas corresponden a la raedera, a la punta,
El fauresmithiense y el sangoense, que también ofrecen la talla a choppers sobre guijarros. En China, el complejo del Fen, sensible-
de lascas sobre plano de caras, parecen corresponder, el primero a mente contemporáneo del Soan reciente B, permanece «musteriense»
la zona de prados y páramos, y el segundo a una región boscosa. en su aspecto general y comporta raederas o puntas y choppers.
Uno y otro asocian la talla levallois a la talla de los útiles bifaciales Es difícil definir la situación del sureste asiático : el anyatiense de
a las hojas cuidadosamente retocadas, y a los picos gruesos. Encon~ Birmania está tallado en tobas o maderas fósiles y su tipología se
tramos la azuela. El lupembiense de Angola y del Congo ha desarro- resiente considerablemente de las restricciones técnicas. Las industrias
llado lateralmente las grandes herramientas de talla bifacial y sus de ·Java sólo han sido obj eto de análisis breves. La cueva de Niah, en
picos, tranchets y ciseaux, no dejan de recordar las formas del utillaje Borneo, aportará, sin duda, con su publicación, datos importantes.
pesado del meso y del neolítico de Europa. Encontramos aquí hojas Sus horizontes inferiores están considerados como del soaniense me-
b~faciales ~omunes en toda el África sursahariana, y desde el lupem- dio y, por consiguiente, se integrarían a la tipología india. Según
b1ense antiguo, verdaderas hojas. estos datos muy fragmentarios, el único punto que parece establecido
En su conjunto, las industrias africanas del paleolítico «medio» es que en Asia, como en África y en Europa, existen, en situación
revisten una sensible homogeneida d. Salvo la materia prima, que cronológica comparable, abundantes testimonios de una presencia
varía notablemente e influye en el estilo de los productos, y de varie- técnica que, para nosotros, es mustero-levalloisiense. Las particulari-
dades regionales que justifican las distintas denominaciones, la talla dades de la talla no son muy diferentes de las de Occidente y, en
del núcleo preparado forma el fondo de aprovisionamiento de lascas, consecuencia, una parte de la industria está predeterminada por los
la azuela y el bifacial paleolítico antiguo sobreviven durante mucho productos de la talla y las raederas, las puntas recuerdan un vínculo
tiempo en el sur, y se encadenan con la producción de piedras bifa- que, probablemente, sólo es el efecto del determinismo técnico.
ciales longilíneas (hojas, picos, tranchets) . Como veremos-más adelan-
te, el problema de un paleolítico superior comparable al de Europa
se plantea dentro de los términos de una persistencia regional de las Aspectos generales del paleolítico medio
tradiciones de la ta lla levalloisiense.
La uniformidad, por no decir la monotonía, de las industrias que
corresponden al esta dio medio del paleolítico, es bastante sorpren-
dente. Para no dejarse llevar a asimilaciones sucintas es preciso re-
presentarse que la industria lítica está compuesta esencialmente por
objetos cortantes y que, por ejemplo, el cuchillo galo no es, tanto

37
en su función como en su forma, muy diferente de nuestro cuchillo
de mesa. Sería, a priori, imprudente suponer, basándose en las raede-
ras, que los paleolíticos del Fen, los del Irawady, los del Zambeze
y los del Támesis procedían de un «panmusteriense» intercontinental.
Es, quizás, incluso peligroso practicar un monofiletismo demasiado
categórico y buscar el lugar de invención del importante proceso
técnico que es la talla levalloisiense. Se trata de una serie relativa-
mente simple de rasgos que se aplicaban a unas rocas cuyas condi-
ciones de fragmentación por percusión son limitadas y dan origen a
productos de forma bien determinada. Esta serie de rasgos y de pro-
ductos nacen del desarrollo lógico de rasgos y de productos más
antiguos, unidos a la fabricación del chopper y del bifaciaL Es cierto
que por ósmosis, y sobre vastas regiones durante el transcurso de miles
de generaciones, las poblaciones del antiguo continente han debido im-
pregnarse de un procedimiento que representaba una liberación con-
siderable con respecto a la materia; sin embargo, resulta difícil, si
no imposible, afirmar que la partida fue tomada desde un solo punto.
El terreno estaba por doquier preparado para las cortas etapas que
representa el deslizamiento del bifacial-herramienta, con sus lascas-
desperdicios, al bifacial-núcleo y a sus lascas herramientas.

A. L.-G.

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O "tcm

Fm. 11. «Paleolítico medio»· de Asia oriental. Industrias con predominio


de choppers
:n:ia~• ;ompt;~o del F~1t, Cha~si, C!1ina; 5 a 8, paleolítico de la serie ll, Madhya Pradesh,
, a , anyallense, Bir_mama; 11 y 12, paleolítico japonés, Nyu, Japón. (Según
Kwang Ch1h Chang, Joshi, Movius, Tatsuo Sato)
39
Los caracteres de la talla. Como hemos podido apreciar en el
paleolítico medio, la talla de la materia prima imprime en los ob-
jetos el aspecto característico de la fase a la cual corresponden: el
paleolítico medio es tal porque su utillaje está realizado sobre los
productos y subproductos de la talla de un núcleo bifacial con forma
de caparazón de tortuga; lo que caracteriza al paleolítico superior es
que su industria deriva de hojas obtenidas de un núcleo adecuado
(figura 37).
La talla de hojas no aparece en el paleolítico superior y viene
CAPÍTULO III precedida desde el paleolítico antiguo por piezas alargadas (lascas
hojas) indicando que, paralelamente a las lascas de factura mustero-
levalloisiense, los elementos proceden de una técnica que fue perfec-
El paleolítico superior cionada y sistematizada únicamente a partir del momento en que las
hojas se convirtieron en el objeto principal de la talla. El paleolítico
superior es, en su conjunto, «leptolítico», lo que confiere a sus útiles,
que pueden ser directamente heredados del paleolítico medio, un as-
Los límites del paleolítico superior son tan definidos como los del pecto nuevo. Es evidente que el aligeramiento puede haber influido
paleolítico medio; por la coincidencia entre los datos cronológicos sobre bases culturales muy diferentes, y que confiere un aparente
y los de las culturas podemos establecer un término. Hay que señalar parentesco sin que ello suponga que China y África del Sur sólo
que, conforme nos acercamos a los tiempos actuales, los estadios cro- hayan soportado un movimiento de deriva general de carácter esen-
nológicos son más cortos, más precisos y, por otra parte, la datación cialmente tecnoeconómico.
por el sistema del carbono 14, cuyos límites corresponden con el Los caracteres del modelado. Independientemente de los retoques
inicio del paleolítico superior, nos proporciona una medida incierta destinados a reavivar el filo de un tranchant, ciertos retoques de mo-
pero valirn~a.' En efe?to, en _Eurasia occidental, las tradiciones propia~ delado dan a los útiles o a toda una industria un estilo que ha ser-
del paleolitico med10 sufneron una profunda transformación entre ,·ido n mf'nudo de signo de diferenciación. Tal es el retoque -de vaciado
los cuarenta mil y treinta mil años. 1figura .Jü) de los productos caracterizados en nuestras latitudes como
~or las mismas razones que se establecían para el paleolítico ,;ulutrense, o el retoque «rebajado>> del gravetiense o del romanelliense,
med10, la trama de esta transformación es difícil de desentrañar: las o el retoque de hojas sobre gruesas piezas del auriñaciense. El valor
tradiciones que marcan las formas y la talla de la industria lítica de tales caracteres es muy importante, pero no hay que olvidar que
arraigan profundamente en el paleolítico medio y los conjuntos ca- el número de soluciones técnicas para la talla del sílex es limitado:
racterísticos del auriñaciense y del gravetiense distan de ofrecer una el rebaje no es necesariamente gravetiense, el retoque laminar no im-
unidad original idónea en el tiempo y el espacio. Hay que considerar, plica forzosamente una persistencia de la cultura auriñaciense y dos
además, que la industria lítica es ciertamente el elemento cultural industrias pueden presentar caracteres próximos sin que existan
~enos característico, aunque no obstante, la mayoría de yacimientos vínculos entre ellas. No obstante, el tono particular de conjuntos téc-
solo han conservado este único testimonio. nicos es ampliamente válido y la e~tadística da cuenta de sus afini-
Lo que, en efecto, caracteriza al paleolítico superior es el desarrollo dades, aunque · éstas resulten a veces puramente técnicas.
de las estructuras del hábitat, la importancia del material óseo elabo- Los cuchillos sobre hojas han heredado directamente la función
rado en !orma de armas, de utillaje, de objetos de adorno, el empleo de las raederas y de las puntas, que las tenían de los bifaces o de las
de mate_nas colorantes, la aparición de las primeras obras de arte figu- lascas no modeladas. En efecto, el estudio de los caracteres de cada
ra~o. S1 estos rasgos pueden estudiarse en ciei;tos yacimientos privi- uno de los bordes del filo muestra en el bifacial, la raedera, la punta
legiado~, pa~a p_oder llevar a cabo una síntesis sólo disponemos de mustero-levalloisiense, la punta de Chatelperron, las hojas auriña-
los testimomos 1mperecederos, pobres y a menudo ambiguos de la cienses o magdalenienses, una disimetría de retoques o de vestigios
industria lítica. ' de utilización y una zona reservada en la base que corresponde a un

40 41
uso idéntico. La diversidad tipológica tiene a la vez caracteres de la dibujan verdaderas provincias sobre el antiguo continente. Tales son
rrma_ de los productos en bruto obtenidos del núcleo y del retoque. los bastones perforados, las espátulas, los objetos ornados como los
s asi c?1:1,º puede verse, de una parte, en el chatelperroniense, la colgantes.
supe~p?sic10n de la talla levalloisiense y de la laminar que hace
coexistir las :ªe~e~as _y los cuchillos sobre hojas, mientras- que, de
otra parte, h~Jas identicas en su principio conducen, por una tradición Divisiones generales
de :~to9ue diferente, a la punta de Chatelperron o a la hoja retocada
aunnaciense. La primera escala cronológica se estableció a partir de algunos
~l ~esa_r;ollo de la industria ósea está directamente ligado a la yacimientos del suroeste de Francia. Se ha adaptado más o menos
multiphcacwn de los raspadores y buriles. Unos y otros existen afortunadamente a culturas, a veces, muy alejadas de su lugar epónimo
~unque raros, ?esde el paleolítico antiguo, y la innovación sólo estri: y la situación actual, desde el punto de vista taxonómico, es bastante
a en, s_u densi~ad y su a_p}icación más frecuente a las hojas. En el confusa: hablar de un «musteriense de facies charentiense» para el
paleohtico med10, la func10n «raspador» queda atestiguada por las Oriente Próximo puede corresponder a cierta realidad morfológica,
mnumera~les raederas e instrumentos denticulados sobre lascas d~ sin satisfacer las necesidades de una terminología que debería ·ofrecer
~ori_na vana, pero parece corresponder al modelado de maderas arro- una gradación de términos no equívocos desde las grandes divisiones
J~dizas Y de las lanzas. Las raederas persisten en el paleolítico supe- culturales hasta las unidades regionales. Sin embargo, los prehistoria-
nor paralelamente a los raspadores propiamente dichos. Buril y ras- dores han sido sensibles a unas afinidades generales que no son . del
pador, el u~o para hacer ranuras, el otro para raspar se aplican todo fortuitas y si se prescinde de la estrecha localización que supone
a los maten~les óse?s y consti~uyen hasta tal punto el ¡1tillaje base la terminología de auriñaciense, dentro de un espacio de tiempo rela-
~ara el traba10_ de dich_os matcnales, que están frecuentemente asocia- tivamente homogéneo, permanece un conjunto de caracteres que ·es
os sob_re la misma hoJa (~uril-raspador de extremos, 0 zonas de ras- a la vez común a los vestigios de Auriñac y a los del valle del Don.
pado dispuestas :º~re los bordes de un buril). No hay que olvidar, de todos modos, que el campo de las posibili-
. Al caudal practicamente constante que constituyen cuchillos bu- dades técnicas del sílex es limitado : a partir del momento en que
r~les Y raspadores, s_e suman útiles menos generaliz~dos, que ca;acte- aparece un nuevo procedimiento, todos los resurgimientos son posibles
nzan _por su presencia o sus variantes de forma, unidades c~onológicas sin estrechos lazos históricos. Por ello sería abusivo pensar en «puntas
o ~eg10n_ales. Tales son los diferentes tipos de punzones, las pequeñas Chatelperron» en el epipaleolítico de Jordania o de Bélgica: a partir
ho)a~ diversamente retocadas, las pequeñas piezas de forma~ oeo- del musteriense, la punta de dorso curvado aparece y desaparece de
metncas. o vez en cuando en toda Europa y en el Oriente Próximo, siendo válida
La industria ósea. L~s materias óseas se destruyen en la mayoría su calificación como punta de Chatelperron sólo dentro de un margen
?e los ~a~os y no es posi~le advertir la evolución y naturaleza de la cronológico preciso y en asociación con los otros testimonios de un
1~du~tna osea, con excepc10n de la zona europea y algunos yacimientos conjunto adecuado. Teniendo en cuenta estos hechos, parece normal
siber~anos. Lo poco que se conoce en el resto de Eurasia y de África considerar la secuencia francesa, que ha gozado de un siglo de tra-
permite solamente considerar su existencia. · bajos seguidos, como una referencia fundamental, propia para hacer
El útil n_iás antiguo y ampliamente atestiguado es el punzón, que resaltar las relaciones y las diferencias de las otras culturas.
aparece al final del musteriense. A menudo es una esquirla de hueso Los únicos datos para establecer un cuadro del desarrollo par-
cuya punta se ha obtenido por abrasión. Está atestiguada su presencia ticular de cada una de las áreas culturales, son los de la cronología
en todas partes donde el hueso ha sido trabajado, pero no es frecuente absoluta: las medidas de radiactividad no son lo suficiente numerosas
que su forma o su decoración sirvan para estahlece·r una datación. ni lo bastante detalladas para permitir la construcción de un esquema
Las puntas de ~echa, cabezas de azagayas O de arpones siguen riguroso, pero proporcionan una escala bastante densa para Occidente
luego ~m orden de importancia numérica. Son objetos cuyas formas y algunos puntos de referencia coincidentes para el resto del antiguo
e~oluc10nan mucho más característicamente que las de los útiles de continente.
pi~dra, Pº: el ~echo_ de que han sido esculpidas y no talladas. Otros
ob3etos estan aun mas estrechamente ligados a cada medio cultural y

42 43
Eurasia occidental
que pueden haber tenido sólo un parentesco lejano, y confiere al
d IEl Eestudio
- comparativo
. de los yacimientos d e B'I ·
e g1ca, F rancia
· y paleolítico superior numerosos caracteres comunes y, por consiguiente,
e a spana ?cc1denta! han tenido por resultado la puesta a punto no pertinentes al nivel de unidades culturales.
de una secuencia generar que va d d I d d d l · 3) A pesar de sus imperfecciones, la industria lítica deja entrever
·¡ h . es e a re e or e os tremta y cinco
m1 alsta casi los . oc?o mil años antes de nuestra era. Sus líneas corrientes generales que se extienden, en épocas sensiblemente corres-
genera es son las s1gmentes: pondientes, sobre una gran parte de la Eurasia occidental, del Ural al
Atlántico. El paso del paleolítico medio al paleolítico superior, la
- 8 000 - epimagdaleniense o epipaleolítico · corriente auriñaciense, el desarrollo de las industrias de dorso rt>b,, -
- magdaleniense reciente· ' jado, el del retoque invasor aseguran una periodización muy genrr,1 l.
-11.000 ' jalonada por la difusión de procedimientos técnicos y de obj eto~
_ - ?1agdaleniense medio (o antiguo según los autores). característicos.
13 000 - mtersolutre?magdaleniense (magda leniense antiguo pro- 4) Las grandes regiones naturales encierran en contornos flotantes
O
tomagdalemense o hadeguliense) • pero sensibles amplias unidades culturales, entre las cuales y según
- 15 000 ' las épocas se establecen o se rompen contactos. Estas regiones son :
- solutrense; 1.0 Europa Atlántu:a (Francocantábrica de Breuil) ; 2. 0 Europa del
-18000 Norte (Gran Bretaña, Países Bajos, Alemania septentrional, Polonia) ;
- protosolutrense · 3.0 Jura-Alpes (Suiza, Alemania meridional, Austria); 4. 0 Danubio
-20. 000 ' (Austria, Checoslovaquia, Hungría) ; 5.0 Llanura ucranorrusa (Dniés-
- gravetiense; ter, Dniéper, Don); 6. 0 Mediterráneo occidental (España oriental,
-27000 Ródano, Italia ) ; central (Grecia, Turquía, Crimea) ; oriental (Oriente,
_ OOO - auriñaciense; Iraq) ; 7.0 Oriente Medio (Iraq, Irán, Cáucaso). El continente afri.
30 cano resulta aún poco conocido para distinguir otra cosa que grandes
- chatelperroniense · cortes de acomodamiento: Marruecos, Cirenau:a;, Egipto, Áfru:a
- 35000 ' oriental, África central y meridional. Para Asia, al este de Oriente,
- formas finales del mustero-levalloisiense. la situación es aún más oscura y sólo se puede tratar por zonas muy
generales : India, Extremo Oriente, Siberia, Asia central .
. ~s~a escala de fechas corresponde simu ltáneamente a e isodios Las inicios del paleolítico superior (fig. 12). En el sector atlán-
chmat1cos y a formas culturales, y a pesar de la imprecisión p ,· tico, el período de contacto de los paleolíticos medio y superior pa•
marca fecha 1· 1 que aun rece centrarse sobre los 40 000-35 000 ; se dispone de pocos elementos
. s, c 1mas y cu turas, se entrevé claramente la pos{b T d d
~~rec1d~ a la comparación con las otras regiones del Viejo M~~d:. para comparar con el resto del conjunto eurasiático occidental, pero
~1 se tiene en cuent~ el hecho de que ciertas regiones como Italia no está en contradicción con los datos un sincronismo relativo.
uropa cent~al Y Oriente han dado ya, si no series cronológicas mu ' Desde el punto de vista cultural, las unidades de paso son unifor-
detalladas, s1 al menos los elementos de una secuencia de duració; mes sobre el conjunto geográfico: toda una parte de la industria
comparable a la de Europa occidental, del estudio comparativo lítica no se distingue del mustero-levalloisiense evolucionado: puntas
resa 1tan algunos hechos generales: y raederas, talladas y denticuladas sobre lascas de talla levalloisiense,
1) Los mejores testi~onios .de las particularidades O de los lazos son abundantes. Conjuntamente, la tall!l laminar se acentúa, sobre
f ultu~ales_ son los de I~ 1~dustna ósea. Esta última es rara O falta en todo en el sector a tlántico y de Oriente, donde los núcleos de hojas
coexisten con los núcleos preparados mediante extracción de lascas.
a mayona de los yacnmentos, y toda comparación se funda f .
:amen_te, en los testimonios líticos, puesto que la industria ós~a
mterv1ene para confirmar allí donde aparece.
~:Jt
· 0
Los hechos líticos más importantes son la multiplicación de raspa-
dores y buriles, y la aparición de objetos particulares de dorso reba-
v
2)
.
El , l' · d ·
1 __numero, 1m1~a o ~e soluc10nes que se ofrecen para la talla jado o bifaciales (punta de Chatelperron, de Szeletta, de Markina
, t1.po ogia del silex impnme un rasgo de parentesco a industrias gora, etc.). Este fondo, muy impregnado aún de musteriense, no debe
enmascarar el carácter real de la evolución cultural que se produjo.
44
45
A juzgar solamente por los documentos líticos, estamos en presencia
del último episodio del paleolítico medio, en tanto los otros testimonios
muestran ya su marcha directa hacia el paleolítico superior. El único
conjunto cultural suficientemente bien conservado y conocido en el
presente es el chatelperroniense de -Arcy-sur-Cure (Yvonne), que
ofrece el contraste de una industria lítica para la mitad todavía mu!:l·
teriense y un desarrollo considerable en otros dominios : chozas circu-
lares de suelo enlosado, empleo abundante del ocre, industria ósea
comportando azagayas, punzones, picos, talla del hueso y del marfil
mediante ranuras paralelas hechas con buril, muelas planas de gra-
.s nito. Se demuestra aquí sobre todo el primer desarrollo de los ob-
jetos de aderezo, dientes taladrados, o colgantes recortados. Para las
otras regiones estamos limitados a los testimonios líticos.
El fondo «musteriense» es prácticamente uniforme (raederas y
puntas). Un raspador grueso, a veces cercano al raspador carenado,
ya atestiguado en el musteriense, existe en Oriente, así como en el
Mediterráneo occidental y la Europa central, y está también confir-
mado hacia el Atlántico. Los objetos particulares permiten delimitar
varias sutilezas regionales; pueden hallarse en defecto, como en el
6 10 15 bernardiense (San Bernardino, Vicenza), musteriense con denticu-
lados, con raederas y buriles. La punta de dorso rebajado y lomo
curvo (punta Chatelperron) está atestiguada a la vez en el chatel-
perroniense del sector atlántico, en el baradostiense de Iraq, y las
\\ industrias de Oriente. Es un rasgo ya establecido en el musteriense
y que surge en varias ocasiones. En Alemania meridional y en Hungría
se encuentra, dentro del mismo conjunto musteriense de buriles y
raederas, una punta ovalada, bifacial, la punta de Szeletta, que ca-
racteriza el altmühlien sc o el szeletiense. Más al este, en el valle del
Don, un contexto idéntico acompaña esta vez puntas sagitoides con re-
7 toque bifacial parcial (punta de Markina gora) . El hecho caracterís-
tico es, pues, la persistencia de un musteriense final ya encaminado
.-. 16 hacia el paleolítico superior y comportando regionalmente testimonios
3 1 .· .· -_ particulares.
El complejo auriñaciense (fig. 13). El auriñaciense atlántico está
~ -
:::¿;, -:}, caracterizado por la desaparición del rebajado de los bordes y un
r-,~ retoque que desprende hojas y finas escamas (raspador carenado, bu-
riles con desprendimientos múltiples, notablemente buril armado, hoja
de retoque continuo). Está caracterizado, además, por hojas de fino
o~_.__.__..____."'cm retoque inverso (hojas Dufour) , por pequeñas hojas con muescas, a
menudo bilateralmente (hoja estrangulada) y por la azagaya plana
FIG. 12. Inicio del paleolítico superior de base hendida o por la azagaya losángica. Así, este conjunto impera
1 a 1~, _chatelperronien!e• Arcy-sur-Cure, Yonne; S a 8, szeletiense, Ivanovce skal Ch desde Bélgica hasta España. Se encuentra en todos sus elementos
lovaqma, 9 a 12, kost1enkiense, Kostienki I Rusia· 13 3 17 e • .
~eg;n Leroi-g~urhan, Prosek, Rogatchev, 'Garrad:) Punta
or e curvo
de ~t:~::ª1~
~{::i:~;~r;;n
. ª• ecos-

; punta de Szeleta (S); punta de Markina Gora (9); punta de Émireh (14)·
líticos en el Don, en Kostienki I (nivs. II y III ), en las mismas rela-
raspadores (2, 6, 10, 15); buriles (3, 7, 11, 16); raederas (4, 8, 12, 17) ' 47
ciones estratigráficas que en Occidente entre el nivel de puntas sagi-
toides y los niveles de bordes rebajados. La azagaya de base hendida,
elemento muy característico, se encuentra en Italia y en la Europa
central, dentro del mismo conjunto lítico, pero reducido a menos
elementos. En el Próximo Oriente, la situación resulta aún bastante
imprecisa, ya que si el raspador carenado es endémico desde el paleo- ·
lítico medio, no se encuentra dentro de un conjunto de tipo propia-
mente auriñaciense. Hay que anotar que en el paleolítico superior 3
de Neuville, de El Wad y de Yabrud (Siria) o de El Khiam (Jordania),
los raspadores con retoque muy laminar están asociados a buriles
arqueados (fechados p or radiocarbono hacia el 25 000 antes de nues-
tra era). E l «estilo» auriñaciense se manifiesta por consiguiente en
Oriente más o menos en la misma época que en Occidente (28 000
a 29 000) . Establecer el sentido en que se propagó la técnica del re-
toque que caracteriza al auriñaciense sería actualmente muy aventu•
rado, ya que, por una parte, las fechas de radiocarbono son de gran
orden, y por otra, bastan sólo algunos siglos para asegurar la difusión
de este tipo de retoque sobre vastos territorios.
El término auriñaciense cubre una asociación tipológica bastante
precisa, dentro de un espacio de tiempo comprendido entre los 30 000
y 25 000 antes de nuestra era. Su difusión es vasta, pero de hecho hay
' que considerar que sólo se trata de algunos útiles cortantes, cuya

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aceptación se basa en la eficacia o la comodidad y que han podido
I

)
1
.•··
cubrir con una misma capa unidades culturales múltiples todavía
desconocidas. En Occidente, el auriñaciense señala la presencia de
los primeros testimonios conocidos del H omo sapiens y la primera
8 aparición del arte figurativo; en otras partes sólo se posee, salvo
J
16 algunas excepciones, la industria del sílex. Finalmente, la fórmula
( auriñaciense no puede aplicarse indistintamente a todas las industrias
~
1
que comportan raspador carenado y buril de reavivados múltiples, ya
/-j .. 12 que a partir de su aparición estos útiles prolongan su duración en
(1 ) ciertas regiones como Oriente y el Mediterráneo central hasta el final
1·.-~
f del paleolítico y posteriormente. En Occidente reaparecen en diferentes

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!
! ocasiones dentro de conjuntos extraños a l complejo auriñaciense
propiamente dicho.
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Borde rebajado y retoque (fig . 14) . Los diez milenios (25 000
17
s
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l 9 o 3cm
18

a 15 000) que siguen son aún confusos dentro de la ordenación de sus
entidades culturales. Están caracterizados por la industria lítica, por
el desarrollo del retoque abrupto del rebajado, que permite recortar
los bordes de las hojas de sílex, y por el retoque p lano en escamas
Fw. 13. Auriñaciense
que invade bien los extremos, toda una cara o ambas caras. La p re-
1 a 5, L a Ferrassie, Dordoña; 6 a 9, E l Fosselone, Italia; 10 a 13, Kostienki I, Rusia;
14 a 18, paleolítico superior 3, El Wad , I srael. (Según D . Peyron y, Radmilli, R ogatchev, sencia del primer retoque caracteriza en Occidente al gravetiense,
Garrod Y ~ate l Hojas de retoque continuo (1, 6, 10, 14); raspadores carenados (2, 7, la del segundo a l solutrense, combinándose ambos en otras diferentes
11, 15); bunl convexo (3); buriles de reavivados múltiples (12, 16); hojitas Dufour (4, 13);
azagayas de base hendida (5 , 9)
49

3. A. LEROI: La Prehistoria.
Fw. 14. Inter-graveto-solut rense del sudoeste de Francia
1 a 6, aurinac,ense V, Laugerie-Haute, Dordoña; 7 a 13, proto111agda/eniense, Laugerie-Haute, Dordoña ; 14 a 19, Les Vachons, Charente,
capa V; 20 a 27, gravetiense, Les Vachons, capa IV; 28 a 34, gravetiense, Les Vachons, capa III . (Según D. Peyrony, J. Bouyssonie y
D. de Sonneville-Bordes.) Raspadores (1, 7, 14, 20, 21, 28); buriles (2, 3, 4, 9, 10, 11, 16, 17, 18, 24, 25); buriles de Noailles (26 y 32);
hojitas de retoques abruptos (8, 15, 22, 33); puntas de La Gravetle (22, 23, 30)°; punta de La Font-Robert (29); azagayas (5, 6, 13, 19,
27, 34); punzón (12)

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30 31
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33
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1
facies culturales. Limitada a estos únicos datos, la corriente técnica
considerada forma, desde el Don hasta el Atlántico, una unidad co-
herente que enlaza con el final del auriñaciense y se pierde, según
las regiones, antes o después del magdaleniense.
· La técnica del rebajado se aplica desde este momento por igual
a las hojitas y a las hojas, pero las hojas de borde rebajado sufren ¡\ ',

en consecuencia sensibles fluctuaciones, mientras que las hojitas se


mantienen en casi todas partes hasta el mesolítico, por lo que su única
presencia no constituye un rasgo pertinente. Desde el principio
también, apareéen el truncado de hojas y el recortado · de pequeños
elementos geométricos, triangulares, que hacia el final del paleolítico
superior adoptan figuras geométricas varias. Si se tiene en cuenta
IIJ
~Q15

13
el hecho de que una parte del conjunto auriñaciense persiste o re-
surge por su cuenta, disponemos, para la segunda mitad del paleolítico
superior, de elementos que, al combinarse, hacen que a menudo sea
muy relativa la determinación cultural.
El sector atlántico, a grandes rasgos, procede del gravetiensc,
seguido del protosolutrense y del solutrense (fig. 15). Esta simplici-
o &
16

dad aparente se debe a la presencia, para cada entidad tipológica, de


un solo elemento pertinente: para el gravetiense, la punta de La Gra-
vette (punta de dorso recto) ; para el protosolutrense, la punta de
retoque invasor sobre cara plana; para el solutrense, la hoja bifacial.
2122

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17

Sobre estos elementos (que pueden faltar localmente) se deslizan los -

caracteres generales ligados al retoque del rebajado o al truncado :


piezas con muesca o pedúnculo, buriles truncados, pequeñas hojas 18
con retoque unifacial, etc. Resulta, pues, sobre un caudal técnico
28 29 19
común, cierto número de variaciones regionales o estratigráficas : la
«flecha» de La Gravette (Dordoña), puntas con muesca, puntas con
pedúnculo (punta de La Font-Robert) , punta de La Gravette con una
cara plana (punta de Les Vachons), pequeños buriles angulares sobre
truncatura (buriles de Noailles). Relativamente dominada en Périgor<l,
la sucesión de diferentes facies no está definida con tanta precisión en
otras regiones del sector francocantábrico. La extensión del grave-
tiense propiamente dicho parece no sobrepasar Austria por el este;
la punta de La Gravette, dentro de un sector cronológico 25 000-20 000,
sólo figura accidentalmente fuera del marco atlántico. Entre 20 000 y 35
15 000, en el Occidente, el retoque invasor empieza a manifestarse en :u
zonas retocadas sobre los extremos de las caras planas. Las primeras
hojas de cara plana retocadas del protosolutrense ceden sitio hacia F w . 15. Protosolutrense y solutren se
el 18 000 a las hojas de laurel con retoque bifacial del solutrense,
Protoso/utrense: 31 a 3_5, L a ugerie-Ha ute, cap a H', Dordoña; 36 a 40, E l P arpalló, Va lencia;
que se asocian a las puntas con muesca de idéntica técnica. Unas y 41 a 43, La Salpétriere , G ard. So/utrense: 20 a 24, Laugerie-Haute c apa H"· 1 a g
otras evolucionan hacia el alargamiento y el afinado, para desaparecer capa_ H"'; 25 a 30, so/utrense I, E~ Parpalló; 9 a 13, solutrense II. 14 ~ 19, L a S~lpétríére '.
(Segun D. P eyrony, D. de ~onneville-Bordes, J ordá Cerdá, Escalón de Fonton.) P untas de
luego hacia el 15 000. cara pla na (31, 38 , 42) ; ho¡as de laurel b ifaciales (1 2 11 14 16 20 25)· t
d unculadas (3 9 12 26) ' ' ' ' • , , pu n as pe-
' , , ; puntas de muesca (6, 15); taladros (4 17)· hojit s d t
52
abruptos (5, 7, 19, 27, 37); triáng ulo (22); raspadores (10, 21, 29: 39); buríl:s
32, 33, 36, 41, 43); azagayas (8, 13, 24, 29, 34, 35, 40)
(l~,r~3~q~;:
El Danubio y la llanura ucranorrusa marcan la extensión de un
conjunto que ofrece caracteres generales dentro del conjunto occiden-
tal (rebajado y retoque invasor), pero dentro de formas que sólo han
conocido un desarrollo discreto en nuestras zonas (fig. 16). Las puntas
de muesca (punta de Willendorf o de Kostienki) desempeñan análogo
papel característico al de la punta de La Gravette en el sector atlántico.
12 1J El yacimiento austríaco de Willendorf, las estaciones moravas de Dolni
Vestonice y de Pavlov, las rusas de Kostienki, ofrecen la extensión
geográfica: se ha propuesto el término pavlovwnse para designar este
conjunto. Parece que pueda ser seguido desde las primeras puntas de
muesca con retoque directo, hasta la aparición de los retoques inva-
sores sobre cara plana. Esta facies de aspecto protosolutrense corres-
ponde en Kostienki I a las figuras femeninas, muy próximas a las
obras protosolutrenses de Occidente, y a los animales esculpidos en
barro. No obstante, la fase solutrense parece faltar en casi todos los
yacimientos. Hay que señalar, sin embargo, que en Kostienki IV (Ale-
xandrovka), sobre un nivel de industria más gravetiense que pavlo-
19 viense, existe un nivel con hojas de laurel y puntas de muesca con
retoque bifacial.
2 En el Mediterráneo occidental, el solutrense parece faltar. Se en-
cuentra un gravetiense bien caracterizado (yacimientos italianos) al

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~\_ti fíltJ ~ @
; -s-~-
16 20
cual sigue hasta el mesolítico el conjunto romanelliense. En Oriente,
la parte media del paleolítico superior está ocupada hasta el mo-
mento con la continuación del conjunto de raspadores carenados y
buriles de avivamientos múltiples de las etapas precedentes (anteliense
i-:
superior, atlitiense). Las culturas de retoque por rebajado sólo se
~ . ~ 9 encuentran al final del paleolítico superior (kebariense, falitiense,
zarziense).
-- _.. El final del paleolítwo superwr. Entre los 13 000 y 8 000, dentro
a ~ ~

del sector atlántico, se desarrolla la secuencia magdaleniense (figu-


ras 17 y 18). La periodización tradicional (Breuil) en magdalenienses
I a VI no disimula totalmente dificultades. En efecto, los criterios
. e 10 e lC- :: más oportunos están tomados de la industria ósea, azagayas y ar-
. •··-=

17
\ 22

tJ,, . aD
. - (Epígrafe de la fig. 16 en la pág. anterior)

lnter-auriñaco-magdaleniense de Europa oriental


6 o 1 a 6, pavloviense de Kostienki I, Voronej, Rusia; 7 a 11, protosolutrense de T elman,
Voronej, Rusia; 12 a 18, nivel de aspecto gravetiense de Kostienki IV, Aleksandrovka,
Voronej, Rusia. (Según Efimenko, Rogatchev, Boriskovskii.) Puntas de cara plana (1, 8, 9);
F10. 16. (V. epígrafe en la pág. siguiente) hojas de laurel (7, 19); puntas de muesca (2, 20); punta de La Gravette (12); punta de
Font-Yves (13); hojitas retocadas (3 , 4, 14, 15, 22); raspadores (5, 10, 17, 23); buriles (5, 6,
11, 18, 23); pieza con esquilas (16)

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Frn. 17. Inter-solutro-magdaleniense
19 a 23, magdaleniense I, Laugerie-Haute, capa I'; 1 a 5, magdaleniense II, Laugerie-Haute, capa I". Solutrense IV: 6 a 13. Solutrense lll:
24 a 29, El Parpalló, Valencia; sa/petriense: 14 a 18, Chinchon, Vaucluse; 30 a 37, La Salpetriere, Gard. (Según los mismos autores que
en la fig. 15.) Puntas pedunculadas (7, 27, 32); puntas de muesca (6, 11, 14, 24, 25, 30, 31); hojitas de retoques abruptos (3, 12, 21, 35) ;
piezas geométricas ·(4, 9, 15, 17, 18, 34, 36); raederas (8, 19, 26); buriles (1, 23, 37); microburiles (10); raspadores (2, 22 , 28, 33); aza-
gayas (5, 13, 16, 20, 29)

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Fm. 20. Paleolítico supefior del Próximo Oriente. El K hiam, Jordania
Fm. 19. Paleolítíco superior evolucionado de Europa oriental 1 a 9, k ebariense; 10 a 17. al/iliense; 18 a 25, anteliense superior; 26 a 30, anteliense
inferior. Piezas geométricas (1 , 2, ¡ 3, 4, 11, 13, 19); ho)as y hojitas de dorso rebajado
Borchevo II (Rusia) : 1 a 8, nivel superior; 9 a 15, nivel medio ; 16 a 22, nivel inferior. (5, 10, 18, 20, 26); raspadores (6, 'íl, 14, 15, 16, 21, 22, 23, 27, 28, 29); buriles (8, 9, 17,
Süren I, Crimea: 23 a 32, nivel superior; 33 a 40, nivel medio; 41 ·a 50, nivel inferior. 24, 25; 30). (Según J. Etchegaray)
(Según Efimenko y Boriskovskii, Velikova.) Hojas y hojitas de dorso rebajado (1, 3, 9, 13,
16, 17, 18, 23, 24, 26, 27, 28, 34, 37, 42, 43, 44); raspadores (4, 5, 10, 11, 12,
19, 20, 29, 30, 33, 35, 45, 46, 47, 48); buriles (6, 7, 8, 14, 15, 21, 22, 31, 32, 39,
40, 49, 50)
pones, en tanto que para una confrontación de conjunto sólo podemos leptolítica no revisten los mismos caracteres que en la Eurasia oc-
b~sarnos ~n los testimonios indestructibles de la industria lítica. cidental (fig. 21) . Las tradiciones del paleolítico medio parecen cubrir
S1 se analiza lo que es común a las industrias europeas durante lo:, en África gran parte del tiempo durante el que se desarrolla el
«milenios magdalenienses», se encuentran los caracteres fundamen- paleolítico superior en Europa, por la adaptación de la talla leva-
tal:s del ret_~que laminar auriñaciense, el rebajado y talla de las lloisiense y por el ateriense que se extiende desde Marruecos a Egipto,
ho3as, las ho3~tas _retocadas o de borde rebajado, realizados sobre hojas cubriendo el Sáhara casi hasta el Níger. Dentro de sus caracteres
de factura mas ligera que en las fases precedentes. Estos hechos dan generales, el ateriense corresponde al mustero-levalloisiense por su
al conjun_t~ un carácter a la vez reminiscente y anónimo que realzarán núcleo, sus lascas y su utillaj e (puntas y raederas). Hay que añadir
a~g_u1:os ut1les en concreto como las lascas de retoque abrupto pe- aquí la pieza pedunculada ateriense, lasca a menudo terminada en
nfe~1co (raederas) de_l badeguliense occidental (magdaleniense I) , los punta, y cuya base está doblemente hendida para formar un pe-
bunles en forma de pico de loro del magdaleniense reciente (magd. V) dúnculo.
o las puntas ?ºn dorso curvado del magdaleniense final (magd. VI). Al ateriense siguen diferentes culturas, leptolíticas o microlíticas:
Las fases antiguas son aún bastante imprecisas; el badeguliense de capsiense (El Mekta, Túnez) e ibero-mauritana (Taforalt, Marruecos)
raederas se conoce en el suroeste de Francia, mientras que en la en el Maghreb, culturas de Dabba y de Tera (Haua Fteah, Cirenaica),
Provenza parece que el complejo de puntas unifaciales con muesca sebiliense (Kom-Ombo, Egipto). Estas culturas se dividen entre dos
va más allá y alcanza al romanelliense (Chinchan Vaucluse La Sal- tendencias. El capsiense y la cultura de Tera son leptolíticas con
petriere, Gard). Este último se integra, aparentem~nte, en st;stitución grandes útiles acompañados de pequeñas hojitas y de puntas de dorso
del ma? d~leniense occident~l, en el sector mediterráneo y se suma rebajado (punta capsiense) . El capsiense, limitado a la zona interior,
al m~~1m1ento general hacia las pequeñas piezas geométricas del ha desarrollado una directriz cultural que se prolonga hasta el neo-
meso ht1co. lítico. El ibero-mauritano, la cultura de Tera , y el. sebiliense ofrecen
Los equivalentes cronológicos del magdaleniense I a V occidental un núcleo que, en minia_tura, conserva los rasgos ·1evalloisienses : la
son difíciles de despejar en el resto de Europa. Hacia el norte de industria, pequeña, comporta piezas de dorso rebajado que evolucionan
Alemania, el hamburguiense parece prolongar la fase de las puntas en las culturas más recientes.
de muesca; _en la Eur,opa cei:tral y en la llanura ucranorrusa (fig. 19) África oriental y del Sur. Se ha visto, en lo concerniente al pa-
l~ cron?logia no_ esta todavia co~pletamente aclarada, p ero se per- leolítico medio en estas regiones, que las tradiciones de la talla le-
cibe analogo fenomeno que en Occidente -carácter bastante anónimo valloisiense se asocian a una evolución hifacial que desemboca en las
de la industria lítica- (Pékarna, Mézine, Borchevo, Süren). Este largas puntas foliáceas. Como en África septentrional, estas tradi-
h:cho es tanto rr_iás ;c,_orprendente cuanto que hacia el final (magdale- ciones se prolongan largamente durante el tiempo que corresponde
mense VI) la d1fus10n neta de las formas adecuadas se hace sentir a nuestro paleolítico superior, marcan el «Middle Stone Age». Al-
en toda Europa. Independientemente del caudal local las formas de gunas fechas de radiocarbono proporcionan puntos de referencia que,
dorso rebajado, macro y microlíticos, adquieren de nu~vo un desarro- aun con sólo ser exactos de manera relativa, aseguran un sincronismo
llo considerable; se asiste a la miniaturización de los raspadores y muy interesante con el conjunto eurasiático:
de l_~s puntas. Estos ~echos son generales y afectan por igual la ex-
tens101: del rr_iagdaleme;1s~ final en Gran Bretaña (cresswelliense) que Áírica oriental Áírica del Sur
a las mdustnas del Prox1mo Oriente (kebariense, zarziense) (fig. 20). 10 000-6000 ... . magosiense tshitoliense-magosiense
12 000 ....... . stillbayense stillbayense-lupembiense
25 000-30 000 .. . protostil lbayense lupembiense antiguo
África
·E n una zona de Ke°iiia, paralelamente al stillbayense tardío, apa-
Marri:,ecos, Cirenaica y Egipto. Están aún lejos de ser aclaradas rece una industria, curiosa dentro del contexto africano oriental, el
la_s \relac10nes jd el paleolítico superior de África con el del resto del capsiense de Kenia, conjunto leptolítico de grandes hojas de dorso
V1e30 Mund~; re~u_lta ~ifícil ~ntender un «paleolítico superior» den- curvo, raederas, buriles y hojas troceadas en trapecio (Gamble's cave II,
tro de un d1spos1t1vo mdustnal en el cual las tradiciones de talla Kenia).

60 61
Las industrias de África meridional y oriental parecen seguir un
ritmo de evolución distinto del de las de Eurasia, lo cual es igual•
mente perceptible en el Maghreb. Hasta el paleolítico medio, el muy
lento desarrollo de la evolución técnica parece haber permitido una
muy amplia asimilación de los procedimientos de talla, mientras que
a partir de 35 000 la aceleración del progreso técnico confiere al
continente africano un aislamiento relativo. Las formas líticas se
apoyan sobre lo adquirido en el achelense y levalloisiense para
3 desarrollar, sobre lascas bifaciales, directrices morfológicas indepen-
dientes que conducen hacia formas a menudo muy perfeccionadas,
pero extrañas a las corrientes que han bañado el Viejo Mundo eura-
siático occidental.

Asia

Asia oriental y meridional. Hemos podido ver anteriormente que


el conjunto de Asia sólo es conocido a través de un limitado número
de yacimientos. Las secuencias estratigráficas y, con más razón, las
provincias culturales, sólo son establecidas con incertidumbre salvo,
quizás, en la India, donde se han efectuado numerosos trabajos.
El paleolítico de la India no ofrece referencias terminológicas co-
munes con Europa. Su secuencia se divide en tres series sucesivas: la
serie I comporta las industrias primitivas (bifaciales y azuelas),
la serie II las industrias sobre lascas, la serie 111 las industrias sobre
hojas. Mientras en Occidente las tres series corresponden al paleo-
lítico antiguo, medio y superior, parece que aquí, como en África,
el período correspondiente al paleolítico superior esté a caballo de
las series II y 111, siendo la serie 111 relativamente más tardía. En las
tres series se conocen los choppers sobre guijarros; este rasgo común
al conjunto hace cons_iderar al paleolítico asiático como caracterizado
por los choppers. La serie II ofrece, con sus raederas y sus puntas,
caracteres comunes con las industrias musterienses occidentales (soa-
niense tardío), mientras que la serie 111, que comporta hojitas con
retoque rebajado, se funde progresivamente en las industrias de mi-
crolitos geométricos del mesolítico.
La gruta de Niah, en Borneo, umca secuencia importante en el
sureste de Asia, ofrece un cuadro que es relativamente próximo. Las
..._.....___,2cm ~ fechas del radiocarbono corresponden en el 37 000 al soaniense
medio (serie II) ; en el 30 000 los choppers y grandes lascas marcan la
Pro. 21. Paleolítico superior y epipaleolítico .del Maghreb
prolongación de la serie 11 (soaniense reciente); en el 17 000 la in-
1 a 9 ibero-mauritano; 10 a 18, capsieme; 19 a 24, ateriense_ (Según Gobert, Vaufrey, Tixier) dustria sobre pequeñas lascas sugiere el paso a la serie 111. Las formas
se orientan en seguida hacia el mesolítico. La secuencia china queda

62 63
aún mal delimitada. La cueva superior de Chu-Ku-Tien, que ha dado
restos óseos del H omo sapiens asociados a dientes perforados de ani-
males, no tiene como testimonio sino una industria pobre y poco
característica. Los únicos elementos actualmente ordenados muestran
que para el norte de China el complejo de Fen (puntas triangulares
y azuelas sobre lascas) ha sido seguido por industrias más leptolíticas
(Shoei-tong-keu, Sara-osso-gol) y luego por industrias de pequeños
elementos de factura microlítica.
La región del lago Baikal, en la Siberia meridional, posee un CAPÍTULO IV
con junto notable de yacimientos atribuibles al paleolítico superior.
Los emplazamientos de cabañas de Mal'ta han proporcionado una in-
dustria lítica de aspecto «magdaleniense», una industria ósea de aza-
gayas, punzones y espátulas, numerosos adornos y figuras de muj eres
Los cazadores depredadores del
y pájaros. Asia central es casi desconocida, pero algunos yacimientos posglacial y del mesolítico
(Aul Kanaí, Kazajstán) muestran que la orientación está dirigida más
hacia el Oriente Próximo que hacia los conjuntos de Asia meridional
y oriental.
El uso de la palabra mesolítico es variable. Se aplica tanto a cul-
A. L.-G. turas que sólo tienen en común su contemporaneidad (el mesolítico
en este caso es el conjunto de culturas posglaciares anteriores al neo-
lítico), como a culturas consideradas como intermedias entre el pa-
leolítico y el neolítico. A menudo las dos definiciones se encuentran
vagamente superpuestas y el mesolítico es a la vez un conjunto de
culturas posglaciales anteriores al neolítico y un conjunto de cul-
turas intermedias entre el paleolítico y el neolítico.
Así pues, no se puede introducir una noción de cronología absoluta
en la definición de una fase natural de la humanidad. Hacer coincidir
a priori el inicio de una de estas fases con el principio de una fase
climática, es dar una importancia desmesurada al aumento de la
temperatura, único rasgo climático universal en el inicio del posgla-
cial. En efecto, no hay posibilidad de lrnllar un solo rasgo cultural
común en el conjunto de las culturas del inicio del posglacial, que se
han reunido artificialmente con el nombre de mesolítico, del mismo
modo que sería imposible definir el conjunto de culturas humanas de
tal o cual interfase del Würm.
Además del contenido cronológico, que debemos eliminar, la pala-
bra mesolítico tiene un contenido cultural e implica etimológicamente
la noción de una fase intermedia (fig. 22). Estando los grandes pe·
ríodos de la humanidad definidos hoy día por sus estructuras eco-
nómicas, nuestro mesqlítico deberá definirse por los rasgos económicos
intermedios entre la fase de los depredadores o paleolítico y la de
los productores de alimentos o neolítico, por ejemplo por la aparición
de las primeras plantas cultivadas o de los primeros animales de cría

64 65
"'c. dentro de un grupo cuya subsistencia está esencialmente fundada en
e
::, la caza, la pesca o la cosecha. Las excavaciones nos muestran que
¡.x.¡
estos grupos intermedios son en parte anteriores al posglaci_al, que se
o ·u"'
o
"' 'i hallan confinados dentro de zonas restringidas y que son contempo-
~ .<=:
~

....,
e; j1 ráneos de otros grupos totalmente depredadores.
-~ 1
Así pues, y conforme a la tradición que exige que las culturas pos•
oo :l
glaciales anteriores al neolítico sean tratadas aparte, distinguiremos
E í dos series culturales muy distintas :
·;;: \ 1) La de los depredadores, sucesores de los cazadores del paleo-
...
'O
p.
1
i
lítico. Se les llama a menudo epipaleolíticos. Sus culturas técnicas
.,
"O pueden reagruparse en grandes categorías:
"'o
.:,!
a) Los grupos que, sin innovación importante, prolongan la evo-
,'.:: lución técnica de sus predecesores. Son tan diversos como lo eran a
o <U través del mundo las culturas técnicas del final del Würm. General-
.,e; mente son atrasados, aislados de las grandes zonas de invención.
C/)
o
"O
... Sé les puede llamar epipaleolíticos de hojas o de lascas, etc., según el

...
1- • !S
z V) tipo más característico de su industria lítica.
<f) u.J
~
• '"'E b) Los grupos que en tanto conservan la antigua modalidad de
<l:
o:: ;i "'o
...•
:::) vida inventan, perfeccionan o adoptan una técnica especial de talla
!'.J :Bo y de utilización de minúsculos útiles de piedra, los microlitos. Se les
..
:::>
puede llamar epipaleolíticos de microlitos.

; 1-
e/) o (.) ..,
V)

<( o E: e) Es posible que la invención del pulido de la piedra haya sido


Cl " "'
oel) realizada en algunos puntos del mundo por grupos de depredadores,
4:
~
V)
con anterioridad a toda neolitización (en América y en el sureste de
o
o:: ..,~ Asia en particular). Estos grupos serían entonces unos epipaleolíticos
"O
(/)
<( e; de piedra pulida. Su existencia es demasiado incierta todavía para
z -o
oN
·¿;; que puedan ser tenidos en cuenta aquí.
.....::, 2) La de los depredadores en vías de evolución hacia la fase de
:o
~
productores. P ueden, a su vez, dividirse en varias series:
., a) Los verdaderos mesolíticos, que sólo existen en las zonas di-
"O
námicas de invención, en las cuales se siguen las fases sucesivas de
"'
.:,!
perfeccionamiento que conducen a la producción de alimentos ani-
~
E
<U males y vegetales, mientras que la caza, la pesca y la recolección
::,
.,5l' disminuyen progresivamente en importancia. Semejante evolución ha
i::
podido producirse simultánea o sucesivamente en diversos puntos de
-o la Tierra.
·u
e:.,"' 1
b) En la periferia de las zonas de invención, unos grupos de de-
.,"' predadores adoptaron, sin modificaciones esenciales, las innovaciones
..,15. de los neolíticos. No se puede confundir en un mismo vocablo a los
~ que inventaron la agricultura. y la cría de animales y a los que las
r-í
N
adoptaron ya constituidas, con granos y especies ya seleccionados,
ci
procedimientos elaborados, etc. Los inventores son los verdaderos
¡¡; mesolíticos; l os otros, en los cuales los rasgos neolíticos están en

66 67
vías de asimilación, son, generalmente, llamados protoneolíticos o Los nombres dados a los facies locales de estas culturas están resu-
subneolíticos. ·midos en la Tercera parte, Documentación, apart. C, y en el cuadro
adjunto: ·
Al principio del posglacial el conjunto del Mundo Antiguo, con
excepción del Próximo Oriente, está ocupado por grupos humanos
epipaleolíticos que deben su subsistencia a la caza, a la pesca y a la Evolución de las culturas epipaleolíticas en Europa
recolección. En la misma época, en el Próximo Oriente, y un .poco
más tarde en otros puntos de la Tierra, otros grupos inventan lenta-
mente cómo sembrar, cosechar, criar. Se vuelven sedentarios. Son los Fases Europa occidental Europa septentrional Europa oriental
mesolíticos. La historia del posglacial hasta las proximidades de la
era cristiana está dominada por estos inventores en algunos puntos
privilegiados, y luego por su difusión en zonas cada vez más alejadas.
III Tardenoisiense III Tardenoisiense reciente Sub o protoneolítico,
Esta difusión no ha terminado todavía en ciertas comarcas de África
septentrional con formas foresta-
o de Asia. A través de los diez milenios del posglacial, hay continuidad les en el norte
entre los cazadores nómadas del final del Würm y los últimos grupos
cazadores del siglo xx_ IV Campigniense tardío Ma.glemosiense tardío
milenio
Ertebolliense reciente
Los depredadores

A pesar de la diversidad de las condiciones naturales y de las II Tardenoisiense 11 Tardenoisiense medio Tardenoisiense medio
formas de cultura, un rasgo técnico común une, al principio del septentrional septentrional
posglacial, una proporción importante de grupos de cazadores depre- M aglemosiense Cultura de Kunda
Campigniense
dadores del Mundo Antiguo: el extraordinario desarrollo de las in-
dustrias de microlitos. Estas industrias se distribuyen a partir del M ontmorenciense Ertebolliense antiguo
Oriente Próximo, según tres ejes, que la irregularidad de nuestras
fuentes de información nos obliga a estudiar separadamente. VII-V Tardenoisiense I Tardenoisiense antiguo Tardenoisiense
milenio septentrional antiguo septentrional
Europa Cultura de Lingby
Con muy raras excepciones, la del asturiense por ejemplo, los
cazadores posglaciales de Europa van equipados con microlitos, es
Sauveterriense Cultura de Fosna Swideriense
decir, con objetos de piedra tallados partiendo de hojas u hojitas y
y Komsa
cuya dimensión mayor está convencionalmente fijada en 2,5 cm.
Muchos tienen menos de un centímetro y no han podido ser utilizados I Aziliense Cultura Cultura
sin estar enmangados. de Rémouchamps de Shan-Koba
A pesar de la extensión de la zona considerada, es un hecho sobre•
IX-VIII Epigravetiense Cultura de Ahrensburg-
saliente el que la evolución del utillaje presente por doquier un
milenio Lavendstedt
paralelismo sorprendente con : 1) una fase antigua en el transcurso
de la cual la tradición del paleolítico superior es dominante; 2) una
fase media caracterizada por el desarrollo de las formas geométricas Final Magdaleniense Hamburguiense Paleolítico superior
y de los microburiles; 3) una fase final, durante la cual el uso de los del Würm E pigravetiense
microlitos geométricos subsiste en un ambiente en vías de neolitización.

68 69
Primera fase de tradición paleolítica dominante. A principíos del
preboreal, las culturas paleolíticas, ya marcadas en su conjunto por
5 una tendencia a la microlitización, se prolongan sin discontinuidad
3 4
en· el epigravetiense español que sigue al gravetiense, en el aziliense
pirenaico que sigue al magdaleniense final, en las culturas de Ahrens-
burg-Lavenstedt que siguen al hamburguiense de Alemania, etc. Ciertos
.

V
, yacimientos están aún en cuevas o en abrigos bajo roca. El utillaje
lítico está, en parte, compuesto por objetos típicamente propios del
paleolítico superior (lascas, raspadores, buriles, puntas de dorso re-
bajado, puntas truncadas retocadas), pero se ven aparecer ya algunos
triángulos y, en las llanuras del este y del norte de Europa, puntas
6 7

( 10
unifaciales de pedúnculo irregular que se encuentran desde Crimea
(Shan-Koba) hasta Bélgica (Rémouchamps). No hay microburiles,
ni trapezoides. La industria del hueso es pobre y mal conocida, carac-
terizada por algunos mangos de huesos, puntas, dientes y falanges
perforados, arpones azilienses con perforación basal.
Apenas está representado el arte mobiliario¡:[unos,guijarros pintados
con signos geométricos (azilienses), algunos huesos grabados (Rémou-
champs). Ignoramos si las obras rupestres del grupo ártico o las del
levante español pueden atribuirse a esta etapa.
Segunda fase, caracterizada por el desarrollo de las formas geo-
métricas y de los microburiles. El boreal es la época del pleno
desarrollo de un microlito designado, a menudo, con el vocablo ge-
12 13 14 15 16 nérico de tardenoisiense. Algunos abrigos están aún ocupados pero,
11
sobre todo, se hallan yacimientos al aire libre, situados con prefe-
rencia en zonas arenosas. Los hábitats semipermanentes están a me-

(g
nudo agrupados. Consisten en cabañas . circulares, algunas de las

A 17 18 19
cuales están excavadas en el suelo hasta una profundidad de 80 cm
(Tannstock).
La industria lítica (fig. 23) está caracterizada por la disminución
de los tipos del paleolítico superior, por el aumento de los microlitos,

tl\
.- (Ep ígraf e de la fig . 23 en l a pág. anterior)

Tipos de microlitos
1, triángulo de Téviec; 2 , triángulo de Montbani; 3, trapecio de Cuzoul de G rama t; 4, Ira•
pecio de La Jalade; 5, flech a de filo transversal de La Jalade; 6 y 7, las dos ca ras de un
micro-tranchet de La J alade; 8, segmento de círculo de Martinet; 9, creciente de Coincy
J' Abbaye; 10, creciente de Montbani; 11, punta de Sa uveterre du Martinet; 12, punta de
21 22 Sauveterre de Saint-Pierre-les-Nemours; 13, punta tardeno isiense de Montbani ; 14, p unta
FJG. 23. (V. epígrafe en la pág. siguiente) tardenoisiense de base cóncava de Montbani; 15, punta de Vielle de M ontbani; 16, punta de
Vielle de base có ncava de Montbani ; 17, punta con recurrencia basal de La Jalade·;
18, punta de Sonchamp ; 19 y 20, hojas de truncatura oblicua de Montbani; 2 1, microburil
de La Jalade; 22, hoja de muérdago; 23, punta pedunculad a de Swidry. (Según Barriére)

70
71
1
l
por la especialización de ciertos tipos (microburiles), por la geome-
trización de las formas (trapecios, crecientes, etc.). La industria ósea
(figura 24) está caracterizada por punzones, estiletes, mangos y picos
de asta de ciervo. El arte sólo se conoce por algunos rasgos grabados
4 ¡¡ sobre hueso. Se ignora si los barros grabados del bosque de Fontaine-
bleau pertenecen a esta cultura. Las sepulturas ponen en evidencia
cierta continuidad cultural con el paleolítico.
Durante el transcurso del boreal, cálido y seco, sobrevienen cam-
bios importantes que modifican el paisaje y obligan a ciertos grupos
a inventar nuevas formas de adaptación a su medio. De entre estos
cambios, los principales son la elevación del nivel de las aguas y el
desarrollo del bosque.
En efecto, paralelamente al recalentamiento del clima, el nivel de
las aguas del océano se eleva progresivamente, invadiendo los antiguos
yacimientos costeros, primeramente los contemporáneos del final del
Würm, luego los del preboreal, que, salvo raras excepciones, son to-
talmente destruidos. Las tierras bajas del mar del Norte son sumer-
gidas. Gran Bretaña se encuentra separada del continente. Nuevos
grupos con utillaje microlítico se instalan a lo largo de la nueva
línea de costas. Se encuentran próximos a los tardenoisienses conti-
nentales, pero viven esencialmente de la pesca y de la recolección de
conchas (Muge, Téviec, etc.) . Estos grupos de pescadores subsistirán
.i sin grandes cambios hasta pleno período atlántico (v-rv milenios) .
l
La mayor parte de los famosos kjoekken-moedding (concheros) de
Dinamarca, cuya cultura constituye el ertebolliense, son tardíos. Con-
tienen numerosos tranchets y flechas de filo transversal.
Mientras los tardenoisienses están instalados preferentemente sobre
las arenas, en lugares descubiertos, y evitan las zonas boscosas y los
pantanos, otros grupos emparentados ocupan los bosques. Desarrollan
muy ricas culturas forestales que conocerán su pleno desarrollo cuando
se produce la extensión máxima del bosque europeo (boreal-atlántico ) .
Su distribución corresponde sensiblementP a la gran franja del loes
europeo, y se extiende desde el norte de Francia (campigniense) hasta
6 la Rusia septentrional (cultura de Kunda). El principal centro es la
Alemania del Norte y Dinamarca (maglemosiense). Las culturas fo-
FIG. 24. Industria de hueso y asta de ciervo restales no tienen su equivalente en las regiones mediterráneas y más
meridionales.
I, arpón de hueso armado con microlitos (Bussjo, Suecia); 2, arpón de hueso con denticu-
lados (Szirgüponen, Alemania septentrional); 3, arpón de hueso con perforación basal Ei hábitat muestra una notable predilección por las orillas de los
(Gohra-Worle, Alemania septentrional); 4, punta de hueso de Pernau (Estonia); 5, arpón lagos, ríos, turberas. La pesca, así como la caza de aves salvajes, des-
de _hueso con doble fila alterna de dientes (Havelland, Brandeburgo); 6, anzuelo de hueso
puhdo (Svaedborg, Dinamarca); 7, hacha tallada enmangada en una vaina perforada de empeñan un papel importante. El utillaje lítico está constituido, por
asta de ciervo (Svaedborg. Dinamarca). (Según C!ark, 1936) una parte, por tipos que se remontan al paleolítico superior (buriles,
raederas, puntas truncadas retocadas); por otra, por microlitos equi-
valentes a los de los tardenoisienses contemporáneos (triángulos,

72 73

r !'
puntas de dorso rebajado, microburiles), y finalmente por un utillaje ción de origen mediterráneo, ligada sin duda a nuevas técnicas de
pesado adaptado al trabajo de la madera: hachas, azuelas, picos, fabricación (microburiles) y a nuevas técnicas de enmangado (trián-
cinceles, tranchets. Se señalan algunos ejemplos de pulimentado de la gulos, trapezoides). A partir del preboreal, esta invención se habría
piedra, aunque se ignora si representan un invento autóctono. difundido sin migración en todas direcciones y habría alcanzado el
En las turberas y los limos lacustres, el utillaje óseo, e incluso conjunto de las culturas que acabamos de estudiar. La hipótesis de
en algunos casos la madera y el mimbre, están sorprendentemente un origen próximo-oriental de esta o de estas invenciones se apoya
bien conservados. Del maglemosiense se conocen fragmentos de pi- en el hecho de que los microlitos del Próximo Oriente son, con los de
raguas (las más antiguas de las actualmente conocidas), pagayas, Kenia, los más antiguos conocidos.
nasas y sobre todo una muy importante industria de huesos y de asta
de cérvidos.: arpones dentados, anzuelos, agujas, punzones, dientes Afrú:a
perforados, fundas de hacha. Se han encontrado ' también numero-
sas Ipuntas de hueso con una o dos ranuras . en las cuales estaban Al final del gambliense (Würm) África está enteramente ocupada
insertos unos microlitos. El arte maglemosiénse está representado por por unos cazadores-recolectores sin agricultura ni cría de anim_ales.
algunas figuritas de ámbar y por unos dibujos geométricos sobre Las industrias están caracterizadas por núcleos preparados y por lascas
hueso. a facettes con retoques secundarios por percusión y por presión
Tercera fase en el transcurso de la cual persiste el uso de los (Middle Stone Age). Sobre este fondo paleolítico la ola micro lítica
microlitos geométricos en un ambiente en vías de neolitización. El se extiende como una mancha desde los alrededores del preboreal
uso de los microlito3 geométricos sobrevive en Europa a la penetra- partiendo de un centro que, según unos, se sitúa en la región del
ción de rasgos neolíticos (agricultura, cría de animales, cerámica). Nilo, y, según otros, en el Próximo Oriente. A medida que se profun-
A partir del IV milenio se encuentran yacimientos microlíticos con diza hacia el interior en dirección al suroeste v al sur las industrias
predominio de microburiles, trapezoides, flechas de filo transversal de microlitos pierden importancia. Esta difusión permite dividir el
y mú:rotranchets, asociados a algunos tiestos (tardenoisiense III de África posglacial en dos grandes zonas arqueológicas de límites im-
la Europa occidental, ertebi:illiense de Dinamarca, subneolítico de la precisos:
Rusia meridional, etc.), o en los que los microlitos han sido tallados 1) Afrú:a del Norte y Afri,ca oriental con predominio de indus-
en fragmentos de hacha pulida (maglemosiense). Algunas puntas han trias microlíticas. El capsiense de África oriental es la más antigua
sido retocadas por presión. En estas regiones hay proximidad entre de las industrias microlíticas africanas. Se la hace remontar al x mile-
los últimos cazadores-pescadores-recolectores y los primeros neolíticos. nio, lo cual no está en contradicción con un origen natufiense. Está
El uso de los microlitos persistió largo tiempo después de la insta- caracterizado por hojas de dorso rebajado y crecientes. El sebiliense
lación de los neolíticos. Se les halla aún en ciertos túmulos de la edad de Egipto sería algo más reciente. El mejor conocido es el capsiense
del bronce (II milenio). de África septentrional. Se superpone a una industria ateriense carac-
El problema del origen de la ola microlítica posglacial se ha terizada por puntas unifaciales con pedúnculo (Sáhara) que no dejan
planteado de forma muy aguda, Los unos (Octobon, Barriere) sos- de presentar analogías con las puntas de pedúnculo del preboreal
tienen el origen autóctono y paleolítico; los otros (Vignard), un ori- europeo. El cap~iense típico de Tunicia, con sus grandes buriles en
gen exterior, probablemente africano. Los más fuertes argumentos de ángulo, sus hojas de dorso rebajado, sus microburiles y sus trape-
los primeros consisten en la presencia de numerosos microlitos, desde zoides de bordes cóncavos, presenta también triángulos escalenos,
el final del paleolítico; los más impresionantes argumentos de los hojas de muescas múltiples, microburiles. Las caracoleras son muy
segundos se fundan en la uniformidad de los tipos técnicos y el características de los yacimientos capsienses. Esta larga tradición tiene
paralelismo de su evolución. Nos parece que dentro del microlitismo su término en el IV o III milenio con un neolítico de tradición cap-
se pueden definir dos fenómenos distintos: por una parte, la ten- siense con puntas de flechas, bifaciales, hachas pulidas,. alfarería y
dencia a la disminución del tamaño de los útiles de piedra, tendencia microlitos que demuestran que, como en Europa, los microlitos afri-
cuyos orígenes remontan mucho más allá del paleolítico superior y canos han sobrevivido a la instalación de los primeros neolíticos..
que está unida a la búsqueda de un mejor rendimiento; por otra · El ibero-mauritano es notable sobre todo por sus hojas de dorso
parte, la utilización de las formas geométricas que sería una inven- rebajado que constituyen 60 % del conjunto del utillaje, sus crecientes,

74 75
sus microburiles y sus raspadores circulares. Durante largo tiempo Al sur del Himalaya, la progresión y los límites de la ola micro-
fue considerado como la facies costera del capsiense de Tunicia Y de lítica son más netos. En la India, las industrias de hojas y de lascas,
Argelia. Es probablemente algo más antiguo. aunque sin hojitas, preceden casi en todas partes a una industria mi-
2) Al sur del Sáhara y al oeste de Áfru:a oriental, la historia de crolítica. Las zonas en blanco sobre el mapa· corresponden a áreas
los últimos cazadores-recolectores no es tan bien conocida. Al final no exploradas. Las estratigrafías son poco numerosas. En Khandivli,
del gambliense la industria típica es esencialmente una industria de cerca de Bombay, se han encontrado hojitas de dorso rebajado, medias
lascas asociadas a útiles grandes en · 1as zonas de bosques. Hacia los lunas, trapecios, triángulos, raspadores, puntas, buriles y microburiles,
inicios del posglacial se ven aparecer en muchos lugares pequeños superpuestos a industrias de hojas y buriles. Se conocen igualmente
útiles cuya factura y técnica varían según las zonas. Hacia el este varios yacimientos con la base de microlitos solos o asociados a es·
dominan unas industrias de microho jas, en diferentes puntos una casos tiestos, y encima microlitos asociados a numerosos tiestos.
industria de microburiles, en las regiones ecuatoriales una industria de Pocos y grandes útiles se encuentran a veces asociados a los
microtranchets. En ciertas zonas, y en particular en el África del Sur, microlitos. A menudo se han encontrado microlitos al pie de los
persisten formas antiguas e industrias macrolíticas. Sólo hacia el numerosos refugios pintados del centro de la península. Se ignora
III milenio la agricultura vendrá, poco a poco, a sustituir las antiguas la edad de las industrias microlíticas indias. Geológicamente no pue-
formas de vida en África occidental; hacia el I milenio en África den ser más antiguas que el principio del posglacial. Arqueológica-
central, y todavía más tarde en África meridional. Unos pequeños mente se superponen los principios del neolítico que quizá es an-
grupos de cazadores-depredadores (pigmeos, bosquimanes, etc.), han terior · al III milenio en el valle . del Indo, pero que luego sólo ha
subsistido hasta nuestra época. penetr~do muy lentamente hacia el este (hacia el año 2000 en la
India central) y al norte (hacia 500 a. de J. C. en Cachemira).
Asia En Indochina y en China meridional faltan las industrias de mi-
Los datos referentes a las culturas posglaciales son aún más in- crolitos y los rasgos neolíticos se superponen directamente a unas in-
completos en Asia que para África, y apenas empiezan a perfilarse dustrias de lascas epipaleolíticas mal conocidas y mal fechadas. En las
los grandes trazos de su evolución. Célebes, por el contrario, los micrclitos son muy numerosos. En
Al norte del l!imalaya. Siberia forma un todo en ancha comuni- diferentes puntos (Borneo, Indochina) aparecen útiles de filos pulidos
cación con las llanuras de Europa septentrional. Sobre un fondo pa- anteriores a la cerámica. Si se confirmase (y ello parece admitirse para
leolítico sin microlitos se ha encontrado en Siberia, de una parte, los América del Sur) que la aparición, en una zona, del pulimentado
vestigios de culturas forestales de grandes útiles, y de otra (valles de de la piedra no va unida a la aparición de los modos de vida de los
Angara, Khina, Chastye), puntas de pedúnculo de aspecto swide- productores de alimentos y que puede serles anteriores, sería preciso
riense y de formas microlíticas, sin ninguna estratigrafía que permita ampliar nuestra clasificación de los epipaleolíticos -1) industrias
establecer una cronología. El microlitismo siberiano parece particu- sobre hojas o lascas ; 2) microlitos- y adjuntarle una nueva serie,
larmente tardío. Se le fecha en el V milenio. La instalación del neo- 3) piedra pulida. Los útiles de corte pulimentado de la gruta de Niah
lítico siberiano dataría del III milenio. Asimismo son bastante nume- (Borneo), fechados en el VII milenio a. J. C., el bacsoniense y el
rosos los yacimientos microlíticos conocidos en Mongolia Interior y hoabinhiense de Tonkín, hallados en grutas y en concheros, son pre-
Exterior, en Manchuria y en la China septentrional. La existencia de cerámicos y probablemente preagrícolas.
un paleolítico japonés, si bien se sospechaba desde largo tiempo, no
fue demostrada hasta hace unos lustros. Sus tradiciones lo relacionan
sin ambigüedad con la gran zona septentrional eurasiática, habiendo El mesolítico y las zonas de invención
podido r ealizarse los contactos bien sea por Corea, bien por Sajalín,
bien por ambas a la vez. Varios yacimientos estratificados en Hondo Mientras que en el posglacial, un poco por doquier, los últimos
y en Yeso presentan una industria microlítica de hojitas, intercalada depredadores perfeccionan su u tilla je y sus técnicas de enmangado,
entre una industria de hojas y buriles extendida, y Jomon. Dentro inventan, adoptan o mejoran nuevos procedimientos de pesca (anzue-
del conjunto de esta zona septentrional no se encuentran las formas los, arpones, nasas, etc.) o de navegación, en ciertos puntos del An-
geométricas típicas de la ola microlítíca. tiguo y del Nuevo Mundo se multiplican los modos de utilización

76 77
y de preparación de los alimentos vegetales. Se prepara la invención
de la agricultura, cuyo desarrollo puede seguirse, paso a paso, a través
del estudio, por una parte, de la evolución de las semillas y las
especies seleccionadas, y por otra de la del utillaje correspon-
diente.
Al menos dos centros de invención son independientes : el Oriente
Próximo para el trigo candeal y la cebada, l-1esoamérica para el
maíz. Es posible que otras zonas hayan desempeñado también el papel
de centros de invención, en particular China para la cultura del arroz
y del mijo; el sureste de Asia, Africa ecuatorial, el noroeste de Amé-
rica del Sur para el cultivo de diversos tipos de tubérculos.

Próximo Oriente (fig. 25)


El más antiguo nivel de los actualmente conocidos, que pueda
calificarse de mesolítico, es el estrato B 2 de Shanidar, al norte del
Iraq. Está fechado en 12 000 años y se sitúa, pues, hacia fines del
XI milenio a. de J. C. Probablemente es contemporáneo del zarziense
de la señorita Garrod y también de la ocupación <le la cueva Belt en
el mar Caspio. Se encuentran allí, a la vez, rasgos del paleolítico su-
perior (hojas y hojitas de dorso rebajado, raspadores, buriles, etc.),
microlitos geométricos (triángulos, medias lunas, trapezoides) e instru-
mentos para moler y para triturar (muelas), destinados, según pa-
rece, a la preparación de alimentos vegetales. Estamos en un medio
de cazadores depredadores en el que se ha intensificado la utilización
de la alimentación vegetal.
El natufiense de Palestina, algo más reciente que Shanidar B 2,
tampoco conoce las hachas de piedra pulida, ni la alfarería, ni proba-
blemente el cultivo, pero, dentro de un conjunto técnico de microlitos
geométricos, ha proporcionado mangos de madera o de hueso en los
cuales estaban insertos microlitos en series. Parece, pues, que se
trata de auténticas hoces que, unidas a numerosas piedras de moler,
prueban, sin lugar a duda, la importancia de los cereales. En otros
lugares, el natufiense todavía es típicamente paleolítico superior, como
lo prueban, por ejemplo, las formas de los arpones, una parte de la
industria lítica e incluso pequeñas esculturas animales y humanas que
continúan durante el neolítico precerámico.
Zarziense, natufiense, Shanidar B 2, las más antiguas de las cul-
turas de microlitos geométricos con el capsiense de Kenia (el golfo
Pérsico emergió a finales del gambliense) tuvieron una enorme fuerza
de difusión hacia Occidente (sebiliense, capsiense, ibero-mauritano),
hacia el noroeste (Shan Koba, tardenoisiense, etc.), hacia el este a
través de la India e Insulindia. Quedu planteado el problema de

78 79

1
·.11
saber si sólo fue un tipo de útil, una idea de enmangado que se
f 1

difundió así, o bien algo más complejo, por ejemplo la utilización de ¡1


'

utillaje, compuesto por microlitos para la recolección de los vege-


tales. En este caso, todas las industrias de microlitos geométricos de-
berían ser en conjunto transferidas al mesolítico.
En cuanto a los protoneolíticos, su existencia en las diferentes
zonas fue extremadamente breve. Su estudio, necesariamente unido al
de la difusión de la agricultura y de la cría de animales, se con-
funde con el del neolítico.
CAPÍTULO V
A. L.-E.
El neolítico

Definición y generalidades

En los tiempos heroicos de la 'investigación prehistórica, se exigía


esencialmente que la clasificación asegurase un orden racional a los
objetos hallados ocasionalmente o bien a los recogidos en el trans-
curso de breves excavaciones; la división de la edad de la piedra en
dos períodos, caracterizados el uno por la piedra tallada, el otro
por la piedra pulimentada, representa en la segunda mitad del si-
glo XIX un notable progreso en este sentido. Sin embargo, habida
cuenta de la manifiesta coexistencia de objetos de piedra tallada con
objetos de piedra pulimentada hasta la generalización del metal,
Lubbock juzgó preferible, en 1865, aplicar a estas dos subdivisiones
las terminologías más generalizadas de paleolítico y neolítico, que
desde entonces permanecen en uso. En un principio, y basado en
criterios esencialmente tecnológicos (aparición del pulido de la piedra
y de la alfarería), el concepto de neolítico no ha dejado de ganar en
complejidad a medida que la investigación prehistórica dejaba de
ser una simple colección de objetos, para transformarse en una cien-
cia que procuraba así, en su conjunto, la evolución de las sociedades
humanas. Y, andando el tiempo, la importancia del salto evolutivo
marcado por la aparición del neolítico se ha presentado siempre con
mayor claridad; en este momento son evidentes los cambios en todos
los campos: las viejas técnicas se modifican, otras nuevas aparecen
por vez primera; las bases de la economía sufren una mutación
fundamental, así como las formas de habitación, las prácticas fune-
rarias, las creencias religiosas, dentro de lo que se p uede interpretar.
A tal punto han llegado las cosas que, muy a menudo, y por influen-
cia de Gordon Childe, se llega a hablar de una revolución neolítica,
80
81

4. A. LERO! : L a Prehistoria.
considerando el advenimiento del neolítico como una de las transfor-
maciones fundamentales que ha vivido la humanidad, con la revolución no han sido por igual favorables al desarrollo de los potenciales que

l
urbana (que sólo alcanza a una proporción limitada de pueblos) y la es~a _nueva :conomía comportaba; en el tiempo y en el espacio han
revolución industrial, que hace desaparecer poco a poco de nuestra ex1st_1~0 ~~c1edades en_ las que, con relación a su imagen ideal, la
vista formas de vidfl que no habían sido alteradas de modo funda- ne~ht1zac1on aparece imperfecta o incompleta. Así, en el Próxi:Mo
mental desde el neolítico. Vistas someramente, las diversas transfor- Onente la aparición de la cerámica acusa un notable retraso sobre
maciones del medio cultural que señalan el advenimiento del neolítico la de la economía de la hase productora ; en otros sitios se da el caso
parecen sincrónicas y, en cierto modo, están efectivamente unidas inverso, y en toda Eurasia septentrional la alfarerfa aparece, con
entre sí. Sin embargo, suele ocurrir que ciertas características básicas mucho, antes del desarrollo de la agricultura y de la cría de animales.
falten en un lugar mientras están presentes en otros; llegamos, pues, La necesidad de una terminología más matizada se deja sentir a
a preguntarnos qué es lo que en realidad debe considerarse como veces para los tipos culturales que no corresponden a las normas
esencial para calific¡u a una cultura de neolítica. En el mundo occi- clásicas. La terminología del neolítico precerámico o acerámico se
dental, actualmente se tiende a considerar el aspecto económico de utiliza con frecuencia para determinar la fase inicial del neolítico del
las cosas como criterio fundamental, siendo lo esencial la natura- Próximo Oriente; en un plano más general hay interés en utilizar
leza de las relaciones entre el hombre y el medio del cual obtiene su la termino! ogía del protoncolítico para calificar unas sociedades en
subsistencia. En el mesolítico, al igual que en el paleolítico, el vías de neolitización, pero que no han sacado aún todas las conse-
hombre vive como un parásito de la naturaleza: obtiene animales por ctwncia: .de la rev,ol~1ción neolítica. Asimismo, la terminología del
la caza y por la pesca, coge los frutos y recolecta las plantas comes- :-uhneohllco es practica para designar unos grupos humanos que,
tibles, sin preocuparse de su reproducción; con las consecuencias que colocados en condiciones ecológicas poco favorables al desarrollo de
ello acarrea, su economía es esencialmente destructora : necesidad de la economía neolítica, se mantienen en los modos de vida mesolíticos
desplazarse con frecuencia, límites muy estrictos impuestos al desa- a p~s~r de ~opiar de sus vecinos ciertos aspectos tecnológicos del
rrollo de la población dado el volumen de posibilidades alimentarias. neohtico. Al igual que entre el mesolítico y el neolítico, existen etapas
Lo que caracteriza esencialmente al neolítico es la implantación de de transición entre este último y la edad del bronce. Los metales traba-
nuevas relaciones er¡tre el hombre y el medio natural, puesto que el jados primeramente por el hombre, el cobre, y más aún el oro y la
hombre deja de intervenir en el seno de este medio natural en sen- plata, son rela_tivame?~e poco . abundantes, y la cantidad de objetos
tido únicamente destructivo. Se hace productor, modificando con su d: ~ etal en circulac10n ha sido, durante largo tiempo, demasiado
intervención el juego de la selección natural de las especies animales deb1! _rara modi?car. de ~odo ~ensible la economía y la tecnología
y vegetales, y favoreciendo la reproducción de aquellas que represen- neohticas. De ah1 el mteres en intercalar entre el neolítico y la edad
tan para él un interés alimentario. Aquí son numerosos los procedi- del bronce una fase de transición, llamada calcolítico o eneolítico en
mientos que entran en juego: sementera, creación de medios arti- la cual la in_dustria lítica, lejos de declinar ante la competencia' del
ficiales más favorables a la agricultura, irrigación, abono con estiércol, ~;tal, demasiado escaso, se excede para igualar las calidades de éste.
pastos o establos para los animales. Con la selección de las variedades Solo. e~ contadas regiones privilegiadas (Cárpatos, Irlanda), con la
más rentables y la formación de nuevas especies por hibridación o proximidad de yacimientos metalíferos importantes y ricos es donde
segregación, por primera vez el hombre crea verdaderamente sus este calcolítico puede merecer el nombre de edad del coh~e · el tér-
fuentes de alimentación; se ve entonces cómo la cría de animales mino, .de hecho, es utilizado casi exclusivamente en Hungría. L~s inter-
y la agricultura sustituyen más o menos rápidamente y más o menos ferencias entre el neolítico y el calcolítico son demasiado numerosas
completamente a la caza, la pesca y la recolección como bases de la P.ªra que sea posible comprender el conjunto del ·neolítico mundial
economía. Muy a menudo los desarrollos tecnológicos que marcan sm pensar dentro del mismo estudio en las civilizaciones calcolíticas.
la aparición del neolítico sólo serán una respuesta a las necesidades Más adelante hemos hecho una exposición detallada · de las modali-
y a las . nuevas posibilidades que resultan de la agricultura y del dades de estas interferencias, lo que nos dispensa de insistir más
sedentan smo que la acompaña. ahora.
Huelga decir que la respuesta a todas las necesidades nuevas no Una vez determinadas estas cuestiones de terminología, es Lueno
se ha dado en un día y que, por otra parte, las condiciones ecológicas volver un poco sobre los problemas teóricos planteados por la apa-
rición de la economía neolítica y su progresiva extensión a la ma-
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83
yor parte del mundo. ¿ Dónde, cómo, cuándo y por qué la «revolu- lución global de las sociedades en las cuales apareció la economía
ción neolítica» se produjo y eliminó casi por doquier los modos de neolítica, e investigar en un medio ecológico que presente un conjun-
vida anteriores? ¿ Se produjo espontáneamente en diversos lugares, to de ca'ndiciones particularmente favorables la razón esencial de la
o bien en un solo punto, con difusión progresiva? A estas preguntas evolución progresiva, una vez alcanzada por el hombre la madurez
parece poder contestarse hoy probando la existen~ia de dos cen~ro_s que supedita todo salto evolutivo. En el párrafo siguiente intentaremos
originarios probablemente in dependientes, el uno situado en el Prox1- desglosar estos factores ecológicos favorables y el modo en que han
mo Oriente, hacia los milenios VIII y VII, y el segundo en la América sido utilizados. ¿ Cómo los modos de vida neolíticos, bien _sentados,
central hacia los milenios IIHI, Estos dos centros, a los cuales se da hacia -6000 en el' Próximo Oriente, se han •extendido al resto del
muy a menudo el nombre de zona nuclear, deben considerarse de planeta? El ejemplo americano prueba que de ningún modo puede
forma muy amplia. En el Antiguo Mundo es preciso incluir el Irán excluirse la posibilidad de que nuevos géneros de vida hayan podido
occidental, Iraq, el Próximo Oriente mediterráneo, Turquía y, proba- elaborarse espontáneamente, empleando mayor tiempo, en condiciones
blemente incluso Tracia v Macedonia. Ciertamente que en la elabora- ecológicas menos favorables. Los fenómenos de difusión han dejado
ción de l~s nuevas modalidades de vida han participado varias y bien poco tiempo para que tal posibilidad pudiese manifestarse. Esta di-
distintas aP-rupaciones humanas, repartiéndose regiones que represen- fusión que es un dato objetivo de la prehistoria no debe, sin em-
º
taban 'las mismas potencialidades. ¿ Por qué presentan estas regwnes
.
bargo, ser considerada de manera demasiado rutinaria; hay que con-
carácter privilegiado en la evolución histórica de la humanidad? siderar varios casos, teniendo en cuenta a la vez el medio geográfico y
Childe y luego Braidwood han dedicado especial atención a este pro- el medio humano. El caso más sencillo es el de la difusión en una
blema. Childe pensaba que las modificaciones climatológicas del pos- zona ecológica donde la adaptación de las especies domesticadas no
glacial, debido a la reducción de la pluviosidad, habían contribuido presenta dificultades y donde el substrato mesolítico es poco impor-
a que la vida en el Próximo Oriente fuese mucho más precaria para tante. La difusión se hace entonces rápidamente y sin modificaciones
la importante población mesolítica de aquellas regiones; debiendo fundamentales del patrimonio cultural; esto es lo que ha ocurrido en
adaptarse o perecer, el hombre habíase visto obligado a comportarse los Balcanes y en la Europa central entre --ó000 y --4000. A esta
con más previsión con respecto a sus fuentes de subsistencia. Por el difusión, que se efectúa esencialmente por colonización gradual, se le
contrario, Braidwood subraya que ningún cambio climatológico pos- da a veces el nombre de neolítico primario. Cuando la población
glacial ha sido verdaderamente sensible en el Próximo Oriente: el mesolítica es más densa, se producen fenómenos de hibridación cul-
papel del medio ambiente no ha sido apreciado, y sólo por un conjunto tural y la neolitización se transforma esencialmente en un fenómeno de
de caracteres particularmente favorables ha hecho posible el paso culturización; es el caso más frecuente en Europa occidental; se habla
de la recolección a la -agricultura, y de la caza a la cría de animales. entonces de neolítico secundario. Cuando, además, el medio cultural
El hombre es, en definitiva, el factor esencial, y sólo cuando ha llegado se presta mal, o no se presta, a la aclimatación de las especies do-
a cierto punto de su evolución ha estado en condiciones de sacar mesticadas en el Próximo Oriente, la difusión del neolítico marca
provecho, para nuevos progresos, de estas condiciones favorables. una paus~. Esto es lo que ha ocurrido en la Europa septentrional
Recientemente se ha sugerido que estas condiciones favorables podían y en la mayor parte de Asia; no se trata de copiar esquemas estable-
ser únicamente de orden esencialmente topográfico. ·Suponiendo unas cidos, sino que hay que pensar de nuevo en la agricultura y en la
invenciones que nacen espontáneamente en un punto cualquiera de la cría en función de los datos locales; esto necesita de un nuevo pe-
superficie continental y difundiéndose gradualmente con una rapidez ríodo de experimentación y un período de adaptación que puede
que suponemos constante, el punto de convergencia de los progresos resultar bastante largo. En ciertas regiones, como el sureste de Asia,
debe hallarse situado en la parte central de aquella superficie; así es o el África tropical, es el conjunto del repertorio de las plantas y de
como se explicaría la posición privilegiada de las zonas nucleares del los animales domesticados el que debe ser modificado, y esto explica
Antiguo y del Nuevo Mundo. Pero una civilización es algo más que el retraso cultural que han alcanzado estas regiones. En ciertos casos,
un conjunto heteróclito de invenciones fortuitas e independientes, es este retraso cultural puede ser tal que las formas de vida neolíticas
todo un conjunto orgánico en el que cada modificación parcial reac- no hayan podido desarrollarse anteriormente al conocimiento del
ciona sobre todo el conjunto y en el que ninguna innovación puede bronce, incluso al del hierro. Entonces, no existe neolítico en su
hallarse integrada automáticamente. Parece preferible seguir la evo- sentido estricto.

84 85
En resumen, _la extrema diversidad de los medios geográficos y
humanos en el posglacial hace que el neolítico, hecho mundial o casi,
se presente, no obstante, aquí y allá, según aspectos muy diversos, y
dentro de unos límites cronológicos extremadamente variables de una
'
t

n_ios IX y VIII, tanto en el Iraq como en Palestina, la importancia cre-
ciente que ?lcanza la cosecha de gramíneas comestibles queda clara-
mente atestiguada por hoces, muelas, escudillas y manos de mortero
d_e piedra. En Zawi Chemi Shanidar, en Iraq, hay probablemente
región a otra. Aún no ha empezado el neolítico en un punto del globo silo~,, lo ,¡u~ demues_tra que el hombre no vive ya al día y que el
cuando ya ha terminado en otro. Los términos protoneolítico, neolítico hab1taculu llende a fiprse. El hecho es aún más claro en el natufiense
antiguo o reciente, calcolítico, que interesa utilizar para describir en Palestina, donde la arquitectura de piedra toma un empuje conside'.
la evolución del neolítico en una zona ecológica determinada, no deben rable, y donde los armazones de hoz se encuentran en número consi-
en ningún caso ser considerados como poseyendo un valor cronológico derable. Si nada permite, aún, hablar de agricultura, no obstante se
de orden universal; el neolítico antiguo danés es contemporáneo de ha entrado cier:tamente en la fase de experimentación aue le ha abierto
la edad del cobre húngaro e influido por él; estos términos definen el camino. Lo mismo parece ocurrir en lo concerniente-a la orientación
una homotaxia, pero no sincronismos. De ello se desprende que la hacia la cría. Ésta no resulta evidente más que a partir del momento
única manera de hacer comprensibles el nacimiento, la difusión y el en el cual la intervención humana ha conducido al nacimiento de
desarrollo del neolítico en el p lano mundial cü°nsiste en estudiar los variedades domésticas netamente diferenciables de las especies sal-
hechos región por región, y no globalmente, empezando por donde los ,·a jes, pero tal resultado precisa necesariamente un tiempo ba·stante
nuevos modos de vida aparecen más precozmente. largo, y para los orígenes de la cría debe admitirse una fecha neta-
mente más antigua que aquella en la cual las especies domésticas
pueden ser claramente identificadas por primera vez; parece probable
El Próximo Oriente que desde el IX milenio los ovinos hayan estado en vías de domes-
ticación en Zawi Chemi Shanidar.
La llamada zona nuclear del Próximo Oriente, en la cual aparecen En el VII milenio, esta evolución se acelera. El cultivo del trigo
en primer lugar los indicios de un nuevo comportamiento y una Y de la cebada, la cría de la ~abra son un hecho cierto, cuando menos
mayor previsión del hombre frente a sus fuentes de subsistencia, debe en algunos P?nt_os. La consecuencia más claramente palpable del
ser concebida de manera bastante amplia. Con sus límites montañosos, pr~greso ec?;1~m1co es la fijación del habitáculo, cuyas casas recons-
el «creciente fértil» que se extiende al norte del desierto de Siria, truida,;; penod1camen~e en los mismos emplazamientos empiezan a
desde el Sinaí al golfo Pérsico, constituye su parte central : hay que formar con sus dernbos superpuestos los tells, que no cesarán de
anexionarle, al este, el Irán occidental y el Turkmenistán; al oeste, crecer hasta en pleno período histórico. Los recipientes de piedra son
Anatolia y quizá, también, la Tracia. Aquí se presenta una zona ex- numerosos en todas partes, pero la alfarería no aparece aún; por ello
t~emadamente diversificada desde el punto de vista geográfico, aso- ;,~. da a es_ta fase el nombre de neolítico precerámico, o de protoneo-
ciándose llanuras fértil es y bien irrigadas, estepas semiáridas y mon- lltlc~. Al 1~ual ~~e en _el pe_ríodo :precedente, varios grupos humanos
tañosas poco elevadas ricas en valles habitables. Los recursos alimen- con i~dustnas hticas bien diferenciadas progresan paralelamente por
ticios ofrecidos al hombre no eran menos diversos, asociando vastas la n::1sma senda .. 9alat Jarmo, en Iraq, los niveles profundos de
extensiones de gramíneas silvestres (en que el trigo y la cebada ocu- ~as-~hamra en S_ina y de Ha~ilar en Turquía, ilustran esta fase que
paban ·el primer lugar) a una fauna abundante. y variada que com- ::;e encuentra particularmente bien representada en Palestina en Nahal
prendía numerosas especies potencialmente dome"sticables. •L~s valles Oren, en la región costera, así como en Jericó en la llanura del
montañosos, que servían de marco natural al desplazamiento de las Jordán .º en la base de Seyl Aqlat, en el extrem~ sur. Según la im-
cabras y de los ovinos salvajes, limitaban estrechamente a éstos para portarn~ia del substrato mesolítico y las posibilidades ofrecidas por
que el hombre, seguro de no perder contacto con el animal, tuviera el med10 al desarrollo de la nueva economía, la industria lítica presen-
int_erés en sustituir la hecatombe por una política más previsora,
cuidando la caza con vistas al porvenir, protegiéndola incluso. Como
• ta un~ ~cusada variedad regional e incluso local. En Iraq, microlitos
geome~~1cos poco abundantes acompañan . a una industria de hojas;
hemos visto en el capítulo anterior, un medio humano favorable, de hoJJtas y de finos pu~z?nes; en el norte de Siria y en Turquía,
igualmente diversificado y pai,:ticularmente progresista, se sumaba don~~ el substrato mesoht1co es muy débil, la industria no es mi-
as1m1smo al medio natural excepcionalmente favorable. En los mile- croht1ca. En Ras-Shamra aparecen azagayas de obsidiana anatoliense

86 87
con retoques lisos. En Palestina, la tradición natufiense prosigue sin
, cromos en rojo, rosado, blanco y negro; motivos geométricos y cor~-
posiciones naturalistas se hallan igualmente representadas, con am-
interrupción, diferenciándose en el propio lugar ; enteramente micro- males y personajes, escenas de caza y de danza. Ha,y locales que pa-
lítica en El-Khiam, en región semiárida, incorpora en las regiones recen desempeñar la función de santuarios. A las pinturas se unen
más favorecidas una proporción más o menos importante de grandes hajorrelieves de arcilla (representaciones femeninas, senos; cabezas de
útiles (hachas, picos, tranchets). Por doquier, el u tilla je de piedra toro) ; modelados o representados con astas auténticas, el toro_ )'.°, el
pulida adquiere creciente importancia: boles, manos y morteros, carnero parecen desempeñar un papel de primer orden en la rehg¡on.
hachas y hachuelas, brazaletes. El hábitat se caracteriza por el no- Las prácticas funerarias quedan atestiguadas por ~epulturas p~imarias
table crecimiento de la población agrupada (el Jericó precerámico o secundarias, bajo el suelo de las casas, con a1uar funerario redu-
habría tenido 3000 habitante_s) y la aparición de trabajos colectivos, cido. La alfarería es de formas sencillas y poco decorada, en tanto
tales como las fortificaciones; en Ras-Shamra, un glacis inclinado de los recipientes de piedra pierden su importancia. La industria _lítica
tierra y piedras rodea todo el poblado. En Jericó se ha hallado un muestra hermosas flechas o lanzas pedunculares, con retoque bifacial
grueso muro de piedra provisto de torres circulares con escalera por presión, que se hallan también en Siria y en el Líbano. Las esta-
interior, que ha animado ya a hablar de ciudad. Según las posibili- tuillas femeninas, de piedra o de arcilla, son muy numerosas. Hay que
dades locales, la arquitectura de las casas familiares presenta nume- señalar además la aparición de· sellos de tierra cocida, de espátulas,
rosas variaciones. En el norte domina la casa rectangular, o cuadrada, así como de cucharas de hueso, que caracterizan el neolítico antiguo
sobre basamentos de piedra . . En Palestina, conserva su vitalidad la en gran parte de Europa.
tradición natufiense de la casa redl;mda de piedra, aunque el adobe Tan pronto como hace su aparición, la alfarería evidencia una
domina en Jericó. El suelo de arcilla apisonada podía ser pintado gran diferenciación regional, mostrando la existencia de numerosas
(Hacilar) o revestido con esteras (Jaqno, Jericó). Los silos para gra- experiencias locales; algunas carecerán de porvenir, como los frágiles
no y los hornos de pan prueban la importancia adquirida por los tiestos de cal moldeada de la región siriolibanesa. Pero a partir del
cereales. Los silos pueden estar revestidos con arcilla cocida, en el neolítico antiguo tienen su origen importantes y vigorosas tradiciones,
propio lugar, pero la alfarería doméstica no ha nacido aún: los reci- entre ellas la alfarería pintada iraquí-irania, la cerámica negra lustrosa
pientes son de piedra, de cestería o de madera. Unas figuritas feme- del norte de Siria y de Anatolia, la alfarería con impresiones de la
ninas y animales de piedra o en arcilla sin cocer están en relación, costa mediterránea. En este momento, Palestina parece retrasarse
probablemente, con las prácticas de cultos; poca cosa se conoce de algo. El neolítico precerámico B de Jericó, que abarca los milenios
los ritos funerarios; en Jarmo las inhumaciones se practicaban bajo VII y VI, sigue ignorando la alfarería, a pesar de que una renovación
el suelo de la casa; eri Hacilar han sido recogidos en las casas cráneo·s importante en la arquitectura, la industria lítica y las prácticas fune-
aislados, colocados sobre piedras, lo que hay que relacionar con el rarias imprime en él la influencia indiscutible de tradiciones sirias,;
culto a los cráneos, muy bien ilustrado en el segundo nivel precerámi- la casa rectangular sustituye a la casa redonda, la técnica peduncular
co (B) de Jericó. sustituye a la de tradición natufiense, el culto a los cráneos se ates-
En los alrededores del -6000, en tanto la densidad de la población tigua en forma impresionante por los cráneos moldeados de Jericó.
aumenta en todas partes, la cerámica hace su aparición en una vasta La población permanece muy densa y numerosas estaciones de P ales-
zona que se extiende desde Tracia (Nea Nikomedia} hasta Irán (Tepe tina y Siria meridional muestran una civilización emparentada con
Asiab) . Turquía meridional (Chata! Hüyük, Mersin) y el norte de la de Jericó, pero la economía no parece señalar ningún progreso
Siria (Ras-Shamra V b, Amuq A) parecen dar muestras de un dina- respecto a la del período anterior y la cabra y el perro siguen siendo
mismo singularmente vivo. El . gran tell de Cha tal Hüyük priental, los únicos animales domesticados, en un momento en que el buey y
tres o cuatro veces mayor que el Júicó .p recerámico, ha aportado una el cerdo deben serlo ya en la Siria septentrional.
documentación singularmente importante y espectacular sobre el En el Próximo Oriente, el VI milenio es la edad de oro de las
hábitat, el arte y la religión del neolítico antiguo ; las casas rectan- culturas neolíticas. Unas civilizaciones agrícolas diferenciadas por la
gulares de varias habitaciones, hechas con adobes, se alinean á lo decoración pintada de sus cerámicas, pero respondiendo al mismo
largo de estrechas calles ; las paredes incorporan postes de madera; tipo de base, se desarrollan en Iraq (Hassuna), en el Irán central
en las casas se hallan plataformas, bancos y hornos. La pintura mural (Sialk I) y meridional (Djari B), en Turkmenistán (Dj eitun). La
desempeña una importante función con frescos monocromos o poli-
89
88
misma fase está representada en Siria por el nivel V a de Ras-Shamra,
en el Líbano por el neolítico antiguo de Bihlos (fig. 26, núms. 18-23),
en la llanura de Orontes por el horizonte Amuq B, en Turquía por el
neolítico reciente de Hacilar. Palestina, por el contrario, parece ha-
berse despoblado.
Hacia -5000, en Turquía, en Siria, en Iraq y en Irán, se pasa a
un calcolítico antiguo que, evidenciado únicamente por la aparición
de algunos objetos de cobre martilleado, no constituye, en modo al-
guno, una ruptura con el neolítico. Por todas partes toma gran incre-
mento la alfarería pintada, en tanto se multiplican los núcleos de po-
blación, en especial en el Irán occidental. Hacia mediados del v mi-
lenio, el calcolítico medio viene especialmente señalado por la enorme
radiación de la bella cerámica pintada de Tell Halaf, en el norte de
Mesopotamia, cuya influencia se hará sentir hasta Siria (Ras-Sham-
ra IV, Amuq C) y en Turquía (Mersin, Can Hasan). Durante este
,,
período, el Líbano y Palestina desarrollan un neolítico medio y re-
" ciente, bien estudiado en Bihlos (fig. 26, núms. 6-17), en los niveles
"it4 cerámicos de Jericó, o en el yarmukiense de Palestina, donde la
~~;~ )6 cerámica incisa es a menudo preferida a la pintada de las regiones
septentrionales, donde el metal es ignorado. En honor a la verdad,
los objetos de metal fundido no aparecen mucho antes del IV milenio,
tanto en la civilización de Sialk 111, en Irán, y la de El Oheid, en Iraq,
como en el calcolítico reciente de Beycesultan, en Turquía, el eneolí-
tico de Biblos, en el Líbano (fig. 26, núms. 1-5) y el ghassuliense de
Palestina. Con la colonización de las ricas llanuras aluviales de Meso-

15
---i1)l'
16
8 - - - 17
potamia va a acelerarse bruscamente el curso de la historia. Mientras
aparece en Irán el torno de alfarero, en Mesopotamia se elabora la
escritura; allí, incluso antes de que se inicie la edad del bronce, la pre-
historia, que supone la ausencia de documentos escritos, habrá llegado
a su fin. El origen de estos hechos se expondrá en otro volumen de
esta colección.

Los Balcanes

Hace aún pocos años, la península balcánica era considerada como


una zona en que la difusión marginal del · neolítico, partiendo del
Próximo Oriente, se había producido después de un tiempo de pausa
bastante importante. Los recientes trabajos conducen a modificar este
punto de vista ; el descubrimiento de un neolítico precerámico en Te-
salia, luego en Creta, las dataciones muy altas obtenidas por el mé-
Frn. 26. Evolución del neolítico en Biblos (Líbano) todo del carbono 14 para el neolítico antiguo de Macedonia y el res-
l a 5, eneo/ítico (1, punta de Minet el Dalieh ; 2 , hacha; 3, diente de hoz; 4 y 5, tablecimiento paralelo de dataciones anteriormente admitidas para las
cerámica); 6 a 11, neolítico recienle (6, hacha; 7, raspador; 8 y 9, elementos de hoz; fases siguientes en toda la zona balcánica, prueban que el retraso del
10 Y 11, cerámica); 12 a 17, neolítico medio (12 y 13, elementos de flechas o de jabalinas;
14, elemento de hoz; 15, hacha; 16 y 17, cerámica); 18 a 23, neo/ilico antiguo (18 a 20,
elementos de flechas o de jabalinas; 21, elemento de hoz; 22, canto grabado; 23, cerámica).
(Se¡¡ún Cauvin y Dunand)
91
sureste europeo respecto del suroeste de Asia no fue muy importante.
Menos ricos en especies domesticables que el Próximo Oriente y,
sobre todo, desprovistos de población mesolítica importante, los
Balcanes no presentaban para el origen del neolítico un conjunto de
condiciones tan favorables como el sureste de Asia. De todas formas,
el medio ecológico no era allí tan diferente, como para que, una vez
adquiridas la domesticación y la agricultura, éstas experimentaran
alguna dificultad en implantarse. Hasta ahora, Tesalia es la única
región de la Europa continental en que se ha descubierto con certeza
un neolítico precerámico comparable al del Próximo Oriente. Sus
vestigios (fig. 27, núms. 21 a 23) dan fe de pequeños poblados con
casas de madera o de tierra que forman la base de varios tells tesa-
lienses (Argissa, Sesklo, Sufli-Magula). Son cultivados el trigo y
cierta,s legumi110,;a,;, <lomt'o'I icadu~ la cabra y la oveja. La industria
lítica se basa en pequeñas hojas de obsidiana de origen exótico, con
algunos trapezoides. Algunos gruesos anzuelos de hueso y adornos de
oreja, de piedra o tierra cocida, constituyen elementos originales.
Por encima de este neolítico precerámico aparece en Argissa y Sesklo
un neolítico antiguo con cerámica de formas sencillas, con fondo
redondo o de pie anular (fig. 27, núms. 26-27), y desprovisto de deco-
ración. Las flechas desaparecen totalmente y sólo las balas de honda,
de arcilla, se emplean como proyectiles al igual que a menudo sucede
en el Próximo Oriente. Este neolítico antiguo, en Elatea, en la Grecia
central, está fechado en la segunda mitad del v milenio, mientras
que la cerámica pintada sólo aparece hacia el --5000. Existe cierto
desacuerdo entre estas fechas y una datación del carbono 14 mucho
más alta (6220 a. de J. C.) obtenida en Nea Nikomedia, en la Macedo-
nia griega, para un poblado neolítico cuyo carácter evolucionado
aparece a la vez en la economía (el buey y el cerdo están ml'.íy proba-
blemente domesticados, al lado de la cabra y la oveja) y en la
cerámica, cuya decoración pintada o impresa caracteriza en Tesalia
fases (pre-Sesklo, proto-Sesklo) más recientes que el neolítico antiguo
con su cerámica sin decorar. Habrá que esperar nuevas dataciones para
saber si la fecha de Nea Nikomedia es excesivamente alta, o si el
neolítico antiguo de la Grecia peninsular acusa un retraso importante

<-- (Epígrafe de la fig . 27 en la pág. anterior)


Evolución del neolítico en Grecia
a 5, ca/co/itico: (1 , planta de habitación; 2, estatuilla; 3 a S, cerámica); 6 a 12; neolítico
reciente (Dimini) (6, planta de habitación; 7, 8, puntas de flechas; 9, h acha; 10, figurilla
de cerámica; l!, 12, cerámica); 13 a 20: neolítico medio (Sesklo) (13, planta de habitación;
14, 15, hacha y azuela; 16, figurilla de cerámica; 17, sello; 18 a 20, cerámica); 21 a 25 ;
neolítico precerámico (21, 22, hojas; 23, pendiente; 24, bola de honda; 25, a nzuelo);
Frn. 27. (V. epígrafe en la pág. siguiente) 26 y 27; neolítico antiguo (cerámicas). (Según Milojcic, Wace y Thompson, Zervos)

92 93
respecto al de la Tracia y Macedonia. La evolución ulterior de la
Grecia peninsular se produce en dos grandes etapas, cuya evolución

LJ
puede seguirse claramente en los muy numerosos tells tesalienses; el
: neolítico medio se designa frecuentemente con el nombre de civiliza-
. ción de Sesklo (fig. 27, núms. 13-20), el neolítico reciente por el de
.
1 civilización de Dimini. De entre los elementos comunes a estas dos
fases, notemos la preferencia dada a la azuela en perjuicio del hacha,
a la honda sobre el arco, la abundancia de figuras femeninas, el gusto
por las cerámicas pintadas; pero el neolítico reciente ve una renova-
A ción importante de formas y decoración de la cerámica (en el cual
~7 ,
aparecen la greca y la espiral), así como en el hábitat, donde aparece
la casa tipo megaron (fig. 27, núms. 6-12). Probablemente a partir
9
.
.
del neolítico reciente empieza a difundirse en Grecia una cerámica

0. ú.
.
e. '
negra bruñida, de tradición claramente anatólica (tipo Larissa), y
cuyo predominio caracterizará el calcolítico (alfarería negra, bruñida,
con pintura blanca de Rakhmani) (fig. 27, núms. 3-5). El neolítico
s 1 10 medio cubre la mayor parte del v milenio; el neolítico reciente debe
colocarse a caballo de los milenios v y IV, y el calcolítico, hacia la
mitad del IV milenio.
Más al norte, el neolítico de Nea Nikomedia, cualquiera que sea
su fecha, presenta estrechas afinidades con varias estaciones búlgaras
y yugoslavas, que representan la fase más antigua de una civilización
cuya importancia es capital para la neolitización de Europa: es la
cultura llamada de Starcevo, la cual, con numerosas variantes regio-
nales y cronológicas, cubrirá Yugoslavia, Bulgaria, Rumania, Hungría,
y llegará hasta Ucrania, en tanto su evolución proseguirá hasta el final
del V milenio. Las afinidades con el neolítico griego son fuertes y
atestiguan un origen común: industria lítica poco desarrollada, ausen-
cia de tradiciones mesolíticas que atestiguan en favor de una neoliti-
zación por colonización más que por culturación, preferencia por los
útiles asimétricos de piedra pulida, ausencia de flechas y presencia

io
. de proyectiles de honda, casas cuadradas, de madera revestida con

G1 .
'
arcilla, abundancia de figuritas femeninas en tierra cocida; la cerá-
mica comprende dos elementos: de una parte, cerámica pintada, muy
variada en su decoración (lineal o espiral ) y en el empleo de colores,


.
18 y cerámica hasta decorada con impresiones de dedos y uñas, o coladas
. 17 19 20 23 de arcilla líquida (harhotina). En las dos categorías las formas están
claramente emparentadas con el neolítico antiguo y medio griego,
FIG. 28. Evolución del neolítico en Bulgaria con el gusto persistente para los pies anulares huecos (fig. 28, núme-
1 a 4: calcolítico reciente o bronce antiguo (1, planta de habitación; 2 a 4, cerámica); ros 17-23) . En las fértiles llanuras de Bulgaria, las ruinas de poblados
5 a 11: ca/colítico (5, planta de habitación; 6, hacha martillo de piedra; 7, sello; 8, hacha; ocupados ininterrumpidamente durante varios siglos forman tells aná-
9, estatuilla; 10 y 11, cerámica); 12 a 16: neolítico reciente (12, planta de habitación; 13, es- logos a los de Tesalia; en las regiones montañosas y en las comarcas
tatuilla; 14 a 16, cerámica); 17 a 23: neolítico antiguo (17, planta de habitación; 18, cuchara
de hueso; 19, azuela; 20, hoz; 21, estatuilla; 22 y 23, cerámica). (Según Georgiev) marginales, el hábitat, por el contrario, se desplazaba frecuentemente,

95
e\·idenciando una agricultura más nómada. Las variantes regionales la suces10n de las civilizaciones de Tiszapolgar, Brodrugkcm,ztur,
son, pues, muy sensibles. Mientras en Bulgaria domina la decoración Baden y Vucedol. Paralelamente a los adornos y al pequeño utillaje
pintada, en Hungría desaparece casi totalmente (grupo de Koros) . metálico clásicos del calcolítico, un utillaje grande (hachas-azuela,
En la vertiente adriática de Yugoslavia, la decoración pintada y la hachas-martillo) aparece aquí de manera muy precoz. No obstante,
barbotina dejan paso a la decoración impresa, que se enriquece con la masa de los objetos de metal en circulación jamás será muy impor-
marcas de conchas. Sobre esta base se constituye un neolítico antiguo tante; si bien las bases tecnológicas no parecen sensiblemente infe-
periadriático bastante homogéneo, conocido en Grecia, Yugoslavia riores a las del Próximo Oriente, en la misma época las bases eco-
e Italia (cultura de Molfetta) y fechado en el v milenio; este último nómicas son ciertamente más débiles. Simultáneamente a algunos lu-
incorpora probablemente algunos elementos mesolíticos, y la caza y la gares ocupados con cierta continuidad, la mayor parte de los poblados
pesca conservan todavía un papel importante. En el IV milenio se debían de desplazarse con frecuencia, a merced del agotamiento de
acusa muy intensamente la diversificación cultural, tanto por efecto las tierras, y falta aquí por completo el camino hacia la ciudad que
de la multiplicación de la población como por las inmigraciones de vemos en el suroeste asiático. Si los pueblos y las necrópolis, en las
origen egeoanatólico, que afectan con intensidad muy variable las regiones más fértiles, muestran comunidades de cierta importancia
.diferentes regiones. Estas inmigraciones son muy sensibles tanto en (93 casas · del mismo horizonte en Trusesti, Rumania, alrededor de
los niveles II y III de Karanovo, en Bulgaria (con asas de botón que 200 en Wladimirovka, en Ucrania, y 156 tumbas en la necrópolis
recuerdan Tigani, en Samos) (:fig. 28, núms. 12-16) , como en el eje húngara de Tiszapolgar-Basatanya), ni los unos ni los otros indican
central Macedonia-Servia, en que se establece la cultura de Vinca, la huella de diferenciaciones sociales, lo que sin duda no permitía
y donde la cerámica negra pulida con decoración de acanalados o el nivel de producción. Cada familia habita en idénticas casas de
pintada con blanco pastoso, las estatuillas planas, marcan una clara planta rectangular, de madera revestida con arcilla; todos los ca-
ruptura con la cultura de Starcevo, aunque no una ruptura brusca, dáveres se inhuman individualmente en la tierra, con un modesto
pues ambas coexistirán durante varios siglos; el neolítico medio y ajuar, en una misma necrópolis, apartada del poblado.
reciente de la mayor parte de los Balcanes toma sus elementos cons-
titutivos de la amalgama, según esquemas variados, de las dos tradi-
ciones. Así, nacen la cultura de Boian en el Bajo Danubio, la_ de Europa central
Gumelnitsa en el sureste balcánico y la de Cucuteni-Tripolyé en el
noreste de los Balcanes y de Ucrania; las dos últimas poseen una muy Las grandes llanuras centroeuropeas presentaban, en el período
bella cerámica policroma (fig. 28, núms. 5-11) en la que la espiral atlántico, un medio ecológico sin duda bastante diferente del de los
desempeña una función decorativa esencial. Adornos de cobre y algu- Balcanes, con importantes zonas de bosques, pero las posibilidades
nas hachas-martillo aparecen en todas estas civilizaciones desde la ofrecidas por sus tierras a menudo fértiles y regularmente regadas,
segunda mitad del 1v milenio; otras civilizaciones con cerámica pin- a · un desarrollo rápido de la economía agrícola, se presentaban en
tada se desarrollan igualmente en el oeste de los Balcanes : la de un aspecto muy favorable. La ocupación mesolítica, más importante
Danilo-Kakanj en el neolítico medio, cuya cerámica incisa o pintada que en los Balcanes, era allí, no obstante, menos densa que en la
tiene paralelos tanto en el neolítico reciente griego (Dimini) como Europa septentrional u occidental. El neolítico aparece aquí hacia la
en el neolítico medio italiano (Ripoli); la de Hvar-Lisicici en el neo- mitad del v milenio, provisto ya de todos sus elementos constitutivos
lítico reciente; asimismo, en Hungría, se desarrollan durante el IV mi- y sin fase previa de adaptación.
lenio civilizaciones con cerámica: pintada, adornada con espirales Este fenómeno refleja esencialmente una colonización progresiva
(Lengyel). El III milenio, que ya es edad del bronce en Turquía y a cargo de poblaciones inmigradas de la llanura húngara. El des-
Grecia, recibe su influencia profunda en los Balcanes. La civilización monte de .los bosques atlánticos centroeuropeos será la obra, en la
de Bubanj-Hum, en el eje central de la península, está clasificada, segunda mitad del V milenio, de una civilización que se presenta bajo
según las regiones, en el neolítico final, en el calcolítico o en el un aspecto extraordinariamente homogéneo sobre los vastos terri-
bronce antiguo. En el mismo período se implanta sólidamente la torios que se extienden desde el valle del Rin hasta Ucrania occi-
metalurgia del cobre en los Cárpatos (Transilvania, Eslovaquia), en dental; se le da, de acuerdo con la decoración favorita de su cerámi!;a,
el centro de los cuales se desarrolla la edad del cobre húngara, con el nombre de cerámica de bandas. La economía se basa esencialmente

96 97
en el cultivo de cereales (trigo y cebada), con una función subordinada esencial del patrimonio cultural anterior, en los grupos de cerámica
de la cría, que comprende, no obstante, todo el repertorio del neolítico puntillada de Bohemia, de Alemania y de Polonia, donde la influencia
europeo (buey, oveja, cabra, cerdo, perro). La caza y la pesca son húngara provoca una renovación más sensible (fig. 29, núm. 13),
prácticamente nulas. No todas las tierras se encuentran ocupad~s y en la civilización de Roessen, que puede incorporar ciertos elementos
sí solamente las regiones loésicas más fértiles y más fáciles de trabaJar; mesolíticos indígenas y que se extenderá desde la Alemania central
la agricultura es seminómada; después de un desmonte a fondo, las a la Alemania del suroeste y Alsacia. A las grandes casas comuni-
tierras se cultivaban hasta agotarlas; luego el poblado se desplazaba, tarias, que adoptan forma trapezoidal (fig. 29, núm. 11), comien_z,an
siguiendo un ciclo de rotación que le llevaba periódicamente a los a añadirse casas individuales. La multiplicación de la poblac10n,
mismos emplazamientos. El detenido estudio de un poblado delimitado limitando el espacio utilizable para cada comunidad de poblado,
de Bylany, en Bohemia, muestra doce reinstalaciones sucesivas; cada arrastra a ésta a practicar una cultura más intensiva de la cual son
estancia debía abarcar una decena de años, y un ciclo debía comportar testimonio la aparición de un utillaje de piedra perforada (fig. 29,
ocho desplazamientos sucesivos. El rebrote rápido del bosque es sin número 12) y la función cada vez más importante que cobra la cría
duda la razón esencial del papel subordinado de la cría de animales de ganado. En el m milenio, la diversificación cultural no cesa de
hasta el principio del período subboreal. Los poblados muestran aumentar, y en ciertas regiones como la Alemania central, la coe-
agrupaciones más modestas que en los Balcanes (una decena de casas xistencia sobre un territorio restringido de numerosos grupos culturales
como promedio) y un género de vida muy comunitario. Las casas rec- con diferencias claramente evidenciadas tanto en el equipo material
tangulares con paredes de postes de madera y techo de doble ver- como en el rito funerario, es un hecho sorprendente. A grupos deri-
tiente presentan una arquitectura y un ancho (seis a siete metros) vados de la civilización de Lengyel (Jordansmühl, Schussenricd), pero
constantes, pero las variaciones de la longitud (de ocho a cuarenta donde la aparición de ciertas formas en el repertorio cerámico (figu-
y cinco metros) prueban que varias familias habitaban bajo un ra 29, núm. 7) y la presencia ocasional de algunos adornos de cobre
mismo techo (fig. 29, núm. 16), fosos de arcilla, silos y graneros, indican el sincronismo con la edad del cobre húngara, se superponen
acompañan estas casas. En la industria lítica, a las azuelas . de civilizaciones más importantes, cuya génesis, después · de largas po-
piedra dura heredadas del neolítico balcánico se suma progresiva- lémicas, es aún difícil de explicar; tal ocurre con la civilización de
mente una industria del sílex adaptada de la del tardenoisiense del Michelsberg, en el valle del Rin, o la de los cubiletes en forma de
sur de Alemania, con hoces, pequeños raspadores de frente rectilíneo, embudo (fig. 29, núm. 8), que se extenderá a gran parte de la Europa
flechas asimétricas o triangulares de clara ascendencia mesolítica central y septentrional, con numerosas facies regionales y cronológicas.
(figura 29, núms. 17-20). En sus formas y decoración, la cerámica Las influencias húngaras son evidentemente más sensibles en Checoslo-
tiene sus raíces en la de la civilización Starcevo-Koros. Pero el reper- vaquia (en particular en la civilización de ·naden), en la segunda
torio de formas se empobrece progresivamente hasta conservar sólo mitad del III milenio (fig. 29, núms. 9-10), donde este período está
dos o tres tipos base (fig. 29, núms. 21-22). La decoración tiende a calificado como eneolítico, mientras que en Alemania sólo se trata de
reducirse a franjas de puntos o impresiones tendidas entre el borde un neolítico reciente o final. De entre las tendencias evolutivas gene-
y las asas, a modo de lazos en suspensión; el decorado más corriente rales determinadas, ya sea por las modificaciones climáticas del sub-
está . formado por bandas y espirales profundamente vaciadas, pero boreal, ya sea por el aumento muy sensible de la población, se puede .
no pintadas. Las estatuillas tienden a desaparecer; los cadáveres se notar el papel continuamente en aumento que toma la ganadería a
inhuman agachados, en plena tierra. expensas de la agricultura, cierto renacer de la caza, el abandono com-
En el IV milenio, el neolítico medio está marcado por una diferen- pleto del hábitat colectivo, la tendencia del poblado a refugiarse en
ciación regional más profunda. En tanto nuevas migraciones proce- las alturas o a rodearse de fosos, la multiplicación de las armas,
dentes de Hungría introducen en Austria, en Moravia, y más al norte, puntas de flecha, hachas de combate (fig. 29, núm. 6) ; se presenta de
la civilización de la cerámica pintada de Lengyel (fig. 29, núms. 14-15), forma mucho más manifiesta la competencia por el espacio vital nece-
el neolítico indígena de cerámica de bandas se transforma ; en todas sario a una economía cuyos progresos son poco sensibles. La vuelta
partes la decoración de la cerámica con punzón sustituye al antiguo al pastoreo es particularmente evidente en los últimos siglos del
decorado lineal; éste es el caso de los grupos de cerámica de bandas III milenio, en la cultura de la cerámica cordada (fig. 29, núm. 4),
del valle del Rin, del Mosa y de la cuenca parisiense,-que conservan lo
99
98
de los que no conocemos demasiados poblados pero cuyos enterra-
mientos bajo túmulo cubren la mayor parte de Europa central, de
Rusia al Rin y de los Cárpatos al Báltico. El metal es todavía aquí
excepcional y no aparece con cierta frecuencia más que en los alre-
dedores del -2000, en la cultura del vaso campaniforme, de probable
origen ibérico y en todo caso sin raíces locales, pero cuya implantación
aparece muy fuerte en Bohemia-Moravia, en Alemania central y en
el valle del Rin ; nuevamente la encontraremos en Europa occidental,
con sus puñales de cobre, sus brazaletes de arquero, sus botones
perforados en V y sus vasos con la característica decoración por
zonas (fi.g. 29, núm. 5).

Europa septentrional

Rica en caza mayor, en lagos donde abunda la pesca, en contornos


marítimos, la Europa septentrional ha ofrecido durante todo el pos-
glacial condiciones de vida muy favorables a los cazadores y a los
pescadores mesolíticos, los cuales aparecen aquí más densos y más
prósperos que en ninguna otra región de Europa. Por el contrario,
la extensión de la agricultura chocaba aquí con numerosas dificultades:
h. ••
\iJ/ () ausencia de suelos loésicos, ocupados preferentemente en Europa
t1) central, humedad más intensa, desmonte muy difícil. No es, pues,
sorprendente ver cómo los colonos roturadores de los milenios v y IV
.: ... . 0.
· :1,
detienen su progresión hacia el norte en Alemania y Polonia central,
el sur ,de los Países Bajos y cómo no alcanzan ningún punto del mar
. -·-~. '
del Norte ni del Báltico. Este período de cese en el avance durará
milenio y medio y durante él el mesolítico forestal y costero de la
......
: ....·.•
·-· -• ·---· 11 , 12 Europa septentrional proseguirá su desarrollo. No obstante, en el
transcurso del IV milenio no queda exclui do todo contacto entre los
.. .. campesinos neolíticos de Europa central y los portadores de la tra•
: ..·:: dición mesolítica noreuropea. Si bien las poblaciones costeras (Er-
\
.:.....
..... ..: - ~'
tebolle), cada vez más orientadas hacia la pesca en alta mar, no sufren

.: .........
, mucho la influencia dr l nrolítico dannbiano, no ocurre lo mismo con
•' :~ las poblacionrs del interior (Ellerhek) , r n las cuales, de forma aún

: ... :
~:-.:. _Iimitada, hace ¡,rnl,abknH' nle "u aparición la ganadería; así pues,
.....
.. ..
se podría hablar de un protoneolítico por aculturación. El equipo
: • • ' : 16
... . ' 21 material conserva lo esencial de la tradición mesolítica forestal (picos,
tranchets, flechas, tranchants, que ahora han reemplazado por com-
FIG, 29. Evolución del neolítico en Checoslovaquia pleto a los microlitos), pero la aparición de azuelas de piedra dura
1 a 5 : calcolítico reciente (1, planta de habitación; 2, hacha martillo de piedra; 3, cerámica y de hachas-martillo perforadas, derivados del neolítico medio cen-
do Rivnaf; 4, cerámica de cuerdas; 5, ceránúca campaniforme); 6 a 10: calcolítico antiguo troeuropeo (Roessen, Pointillé), es un hecho extraño a las tradiciones
(6, hacha martiUo de piedra; 7, cerámica de Jordansmühl; 8, vaso en embudo; 9, JO, cerámica
acanalada); 11 a 15: neolítico reciente (11, planta de habitación; 12, hacha martillo de indígenas. El hecho es mucho menos cierto para la cerámica, poco
piedra; 13, cerámica puntillada; 14, estatuilla; 15, cerámica de Lengycl); 16 a 22: neolítico
antiguo (16, planta de habitación; 17, azuela; 18, maza; 19, raspador; 20, elemento de h oz;
2 1, 22, cerámica de bandas lineales). (Según Fewkcs, Forman y Poulik, Soudsky, Stocky, Vencl) 101
abundante y muy prim1t1rn, cuyos vasos de fondo corneo recuerdan
los del subneolítico forestal noreurasiático y sin relación alguna con
la cerámica neolítica centroeuropea.
Profundas transformaciones culturales se producen en la Europa
septentrional hacía el -3000, al principio del subboreal. Sin des-
aparecer, las poblaciones de tradición mesolítica ceden poco a poco
su sitio a una civilización que ha sacado todas sus consecuencias de
la economía neolítica y que se extiende por el norte hasta Escandínavia
4 5 meridional: es· la civilización llamada de los vasos o cubiletes en

. ...
,,
,
forma de embudo, conocida desde Bélgica a Polonia y desde Suecia
a Moravia, y cuyos desarrollos cubren todo el ur milenio. Su origen,
como ya hemos dicho, queda sujeto a discusión, pero una derivación
a partir del substrato mesolítico indígena parece insostenible, vista
la tran:-formación completa que se manifiesta en todos los órdenes.

B
,,.:1:~·,

·• •1;¡!
Debe tratarse, en esencia, de una colonización exterior: la economía
se basa en el cultivo del trigo y la cebada, unido a una ganadería muy
'
' 10
diversa en la que el cerdo desempeña un importante papel; todas las
especies domesticadas son exógenas. La industria lítica se limita al
sílex, pero los picos y los tranchanls son sustituidos por las hachas,
las gubias y los cinceles de sección rectangular, cuyas formas evocan
los primeros objetos de metal balcánicos y húngaros (fig. 30, núm. 9).
Análoga observación puede hacerse a las hachas de combate, de
piedra, que aparecen en la misma época (fig. 30, núms. 21, 16, 10).
La cerámica comprende, junto a formas perfectamente originales,
como la .botella de cuello, varias más que pueden ser relacionadas
con el neolítico centroeuropeo: cubiletes, ánforas y, posteriormente,
copas ·con pie y cántaros; la tradición cerámica ertebollense no sobre-
vive. La decoración, poco variada en el neolítico antiguo y reducida
a algunas líneas de huellas bajo el cuello o sobre los costados de la
panza, se vuelve exuberante en el neolítico medio, antes de empobre-
cerse de nuevo (fig. 30, núms. 22-24, 17-19). Las largas casas rectan-
gulares de madera del neolítico danubiano marcan igualmente una
ruptura con las _formas del hábitat. Dentro de este medio cultural va

<- (Epígrafe de la fig . 3/J en la pág. anterior)

Evolución del neolítico en Escandinavia meridional (Dinamarca y Suecia)

a 8: neolítico reciente (1, galería megalítica; 2 y 3, puñales de sílex; 4 y 5, colgantes;


6, flecha; 7, 8, cerámica); 9 a 14 : neolítico medio (civilización de tumbas individuales)
(9, h acha de sílex; 10, hacha martillo de piedra; 11 a 14, cer ámica); 15 a 19: neolítico medio
FIG. 30. (V. epígrafe en la pág. siguiente) (civilización de los vasos ert embudo (15, planta de dolmen de corredor; 16, hacha doble
de piedra; 17 a 19, cerámica); 20 a 24: neolítico alltiguo (civilización de los vasos en
embudo) (20, planta de dólmenes sencillos bajo túmulo rectangular; 21, hacha martillo
de piedra; 22 a 24, cerámica). (Según Becker , Enqvist, Forssander, Glob, Madsen,
Montelius, Stenbcrger)

102
103
a desarrollarse el fenómeno megalítico aplicado a las sepulturas. Chipre conoce un neolítico preceram1co de larga duración, fe-
Probablemente individuales en su origen y cubiertas con un largo chado en Kirokitia en la primera mitad del VI milenio; los vasos de
túmulo rectangular cuya forma evoca la de las habitaciones (fig. 30, piedra conocen aquí mi muy bello desarrollo, así como en el conti-
número 20), las tumbas megalíticas se convierten en el neolítico nente, de donde se importa la obsidiana. Pero la arquitectura es fun-
medio en osarios familiares a los cuales una galería permite el acceso damentalmente original, con casas circula'res de piedra cubiertas con
cada vez que se necesitan ; a los túmulos rectangulares típicamente saledizos; las tumbas, a veces colectivas, son del mismo tipo. El neolí-
septentrionales se mezclan túmulos redondos semejantes a los de la tico antiguo (Trulli, hacia -5000) se conoce mal; la cerámica roja
Europa occidental (fig. 30, núm. 15). El fin del neolítico medio está pulida, a veces pintada, que caracterizará todo el neolítico chipriota,
marcado, como en Europa central, por la intrusión de una civilización hace su aparición. El neolítico reciente, conocido por las bellas excava-
más pastoril, caracterizada por la sepultura individual bajo túmulo ciones del pueblo de Sotira, está fechado en el IV milenio; la arquitec-
redondo, una alfarería decorada con adornos de cuerdas o de zigzagues t II ra de piedra se mantiene aquí con pequeñas casas circulares o cua-
(figura 30, núms. 11-14) y la importancia ritual del hacha de com- dradas con palo central. El calcolítico (Erimi) data del III milenio.
bate. El neolítico reciente noreuropeo no es anterior a la primera La existencia en Creta de un neolítico sin cerámica que data del
mitad del II milenio y sufre una fuerte influencia del bronce antiguo final del VII milenio es un descubrimiento reciente. Superpuestas a
centroeuropeo en su utillaje lítico; los puñales de sílex, que imitan este «precerámico» en Cnosso~, espesas capas muestran la larga evo-
los prototipos de bronce, se cuentan entre las más bellas piezas lución de un neolítico profundamente original con casas rectangulares
jamás realizadas en piedra (fig. 30, núms. 2-3). Las sepulturas me- de ladrillos o de mamposter.ía de tierra comprimida, alfarería con
galíticas reaparecen en Escandinavia meridional, en forma de galerías afinidades anatólicas, y numerosas estatuillas masculinas o femeninas,
cubiertas enterradas, con corredor o sin él (fig. 30, núm. 1) , y cuyo de piedra o de tierra cocida.
centro de gravedad se sitúa en el sur de Suecia. La alfarería es basta En el Mediterráneo central y occidental no se conoce ningún neo-
y poco decorada (fig. 30, núms. 7-8) , y su cadencia contrasta con la . lítico, ;ya que no puede darse con certeza esta denominación al. tar-
perfección del trabajo de la piedra, que tiene un último y fuerte denoisiense final de la Francia meridional, donde aoarece ocasional-
esplendor antes de desapa recer. mente, y sin otras modificaciones culturales, una ove}a probablemente
domesticada. El neolítico antiguo, caracterizado en su conjunto por una
Europa mediterránea cerámica decorada con impresiones de dedos, uñas y conchas, com-
prende varios conjuntos geográficos bien individualizados. La cultura
Una de las características del mundo mediterráneo es su diver- de Molfetta, en la Italia meridional y sobre las costas adriáticas, es
sidad, sea en su aspecto insular o continental; pequeñas islas mon- ciertamente la más antigua, y tiene su punto medio en el V milenio.
tañosas, llanuras costeras muy favorables para la vida humana sepa- Las tradiciones mesolíticas no son muy sensibles, y su origen debe
radas por montañas inhóspitas, dividen en el mundo mediterráneo una buscarse esencialmente en una colonización procedente de la costa
serie de regiones muy individualizadas y entre las cuales el mar es occidental de los Balcanes. El nacimiento, sin duda en el III milenio,
el único lazo. No es, pues, de extrañar que no se pueda aplicar ningún de la cultura llamada cardial o montserratina, * a lo largo de las
cuadro general a la evolución de los neolíticos chipriotas y cicládicos, costas españolas, francesas y lugares del Mediterráneo debe, por el
cretenses y malteses, sicilianos y sardos, a los de la Italia meridional contrario, mucho menos a la colonización y es esenciaJmente un hecho
y del levante español, aunque no obstante se vean aparecer, a veces sin de aculturación. La industria lítica arraiga cla ramente en la de los
intermedia rios conocidos, en Cerdeña o en España, por ejemplo, grupos tardenoisienses locales, rica en flechas cortantes en Francia
rasgos culturales claramente originarios del otro extremo del Medite- y en Italia (fig. 31, núm. 21) , puede comportar, en España, micro-
rráneo. En las islas, con la excepción de Sicilia, la población meso- litos (trapecios, medias lunas). La cría del ganado menor desempeña
lítica falta prácticamente, y todo viene, en su origen, del exterior. una función más importante que la agricultura, que no se ignora, en
No ocurre lo mismo con la Italia continental, la Francia meridional tanto que la caza y la pesca conservan una función nada despreciable;
y la España oriental, donde el substrato mesolítico es importante y
con stituirá la base étnica esencial de las poblaciones neolíticas. La va-
* Llamada así por los hallazgos de José Colominas en las cuevas de Mont-
riedad se aplica, pues, tanto al cuadro humano como al cuadro físico.
serra t. (N. del T.)

104 105
f
J,

el hábitat en cueva sigue siendo común. La etapa cardial prosigue cier-


tamente en el IV milenio, quizá más todavía. En Sicilia y en Malta la
cultura de Stentinello corresponde al IV milenio; los lazos con el
mesolítico local no se alcanzan, en tanto que aparecen ciertos elemen-
tos culturales característicós del neolítico medio de la Italia meridional
(poblados con fosos circulares).
1 Al neolítico antiguo con una cerámica con impresiones sucede, en
el IV milenio en la Italia central y meridional, un neolítico medio
caracterizado por el florecimiento de la cerámica pintada, monocroma
o policroma, con numerosos estilos con valor regional o crono-
lógico (Capri, Serra d'Alto, Ripoli); está asociada a una cerámica
~11
negra bruñida decorada después de la cocción con finas incisiones
(Matera). Los poblados son numerosos y muestran una población
densa; conocidos sobre todo por la exploración aérea, están rodeados
por fosos y contienen numerosas cercas circulares que debían de
é":\ proteger las casas, de las cuales no quedan rastros. En el norte de
6 ~12
Italia falta la cerámica pintada. Si la cultura de Sasso-Fiorano, con
cerámica impresa, es de origen impreciso, la de los vasos de boca
cuadrada (Chiozza) incluye numerosos elementos de origen centroeu-
ropeo ausentes de la Italia peninsular: vasos de boca cuadrada cono-
ifi cidos en Hungría, estatuillas, biberones, sellos de cerámica (fig. 31,
13
~15 números 14-19). El neolítico reciente, al final del IV milenio, está
marcado en todo el Mediterráneo occidental por la cerámica pulida,
sin decoración; estilo de Diana, en el sur de Italia, en Sicilia, en
Malta, almeriense antiguo de España, dassense de Francia, donde
persiste, no obstante, la decoración de Matera. El III milenio ve sin
duda la intensificación de la navegación en todo el Mediterráneo ; ve
el empuje de muy brillantes culturas calcolíticas en Sicilia, Cerdeña,
Malta, luego en España y más tarde en Francia. La difusión de se·
pulturas colectivas en la roca es un rasgo común del conjunto. En
ciertas regiones, las tumbas megalíticas sustituyen a los hipogeos;
en Malta, la arquitectura de piedra adquiere un desarrollo muy im-
portante, con originales templos de plata en forma de trébol; la
escultura de piedra no es aquí menos sobresaliente, simultáneamente
en alto y bajo relieve. Las influencias culturales procedentes del
Mediterráneo oriental son manifiestas en todas partes, aunque su

a . 21
origen es muy variado : chipriota, anatólico, heládico, cretense, ciclá-
dico. En la España meridional se evocan verdaderas colonias orien-
tales, análogas, aunque más modestas, a lo que serán más tarde los
FIG. 31. Evolución del neolítico en Liguria (Italia septentrional)
primeros establecimientos griegos; algunos de estos establecimientos
1 a 5: calco/ítico (1 , hoja de sílex; 2, flecha; 3 a 5, cerámica); 6 a 12: neolítico reciente
(6, hoja; 7 y 8,, flechas; 9 a 12, cerámica); 13 a 19: neolítico medio (13, 14, flechas; están defendidos por recintos de piedra con torres circulares, como
15, 17 a 19, cerámica; 16, sello); 20 a 24: neolítico antiguo (20, hoja retocada; 21, flecha; en Vila Nova de San Pedro, en Portugal. En todas partes el metal
22 a 24, cerámica). (Según Bernabó Brea) es poco abundante hasta apurar el III milenio, caracterizado en el

106 107
Mediterráneo occidental como en la Europa central y occidental por
la vasta difusión de la cultura del vaso campaniforme, de la que
existen centros particularmente brillantes en las desembocaduras de
los ríos Tajo, Guadalquivir y Aude.

Europa occidental

El hecho de reagrupar para este estudio los países de Europa occi-


dental, que participan de varias zonas ecológicas, se justifica por una
razón geográfica precisa: Europa occidental constituye un extremo
del mundo en el cual se reúnen y se mezclan todas las vías, terrestres
o marítimas, por las que se ha difundido el neolítico europeo. Da a
éste una visión sintetizada que no excluye para nada una originalidad
a la cual la importancia y la variedad del substrato mesolítico no
20 son extrañas.
La corriente mediterránea fue la primera en alcanzar España y
Francia, en los milenios v y IV, con la cultura de la cerámica cardial
o montserratina. En su forma típica ésta no alcanza, en Francia, más
allá de la zona del olivo. No obstante, es muy posible que su implan-
tación sea responsable de un inicio de transformación de la economía
de las poblaciones mesolíticas del suroeste y oeste de Francia, donde

m
aparecen, en distintos puntos, algunos animales domésticos. Los aná-
.
lisis polínicos muestran que los primeros trabajos del campo son
posiblemente anteriores a la aparición de la agricultura y de la
29
cerámica y en relación con prácticas pastoriles. En el nivel inferior del
yacimiento de Roucadour (Lot), fechado en -4000, la evolución es

JO más avanzada; a una industria lítica muy próxima al tardenoisiense


superior local, a una fauna salvaje casi por completo, se asocian
rastros inequívocos de agricu !tura y una cerámica muy primitiva
y muy original, que es probablemente un ensayo local de imitación
de la cerámica impresa mediterránea más que un invento indepen-
diente. Puede hablarse aquí de un protoneolítico por aculturación,

e~.
32
31
o-o
,t ~33
~ (Epígrafe de la fig . 32 en la. pág. anterior)

Evolución del neolítico en la cuenca de París (Francia)


1 a 11: ca/colítico o neolítico reciente (Se ine-Oise-Marne) (1, planta de galería cubierta;
2, p lanta de hipogeo; 3, gran hoja de sílex retocada; 4 y 5, flechas; 6, hacha martillo en
asta de ciervo; 7, cerámica; 8 a 11, adornos) ; 12 a 21 : neolítico medio (chasense septen-
trional) (12, planta de dólmenes de corredor; 13, pico; 14, tranchet; 15, raspador; 16, cu-
FIG. 32. (V. epígrafe en la pág. siguiente) chillo en borde; 17, flecha ; 18 a 20, cerámica; 21, figurilla de cerámica); 22 a 30: 11eolítico
medio (cultura de Cerny) (22, retouchoir; 23 , tranchet; 24, raspador; 25 y 26, flechas;
27 y 28, cerúmica; 29, brazalete de cérámica; 30, brazalete de esquisto); 31 a 37: neolítico
antiguo (de bandas) (31, azuela; 32, raspador; 33, elemento de hoz; 34, t1echa; 35 a 37,
cerámica). (Según Bailloud, Brézillon, Coutil, Leroi-Gourhan)

108 109
vasos embudo nórdicos como a la cerámica occidental; pero el em-
que se coloca _en el mismo plano evoluti~o qu~ el ertebolliense nór- pobrecimiento marginal de las formas hace que sea difícil discernir la
dico. Casos ai;iálogos suceden en la Espana onental. En e! norte de parte correspondiente a unos y otros. El neolítico reciente, en la mitad
Francia, la neolitización corresponde a la corriente danub1~na _gene- del III milenio, ve aparecer en todas partes grupos originales de débil
radora del neolítico centroeuropeo; encuentra en el IV m1lemo su difusión geográfica; como en el Mediterráneo occidental, aparecen
desemboque en la cuenca de París, en forma _de una cerámica de de pronto en las regiones costeras culturas con raíces exóticas y le-
bandas tardía (fig. 32, núm. 36), lo cual es, ciertamente, un hecho janas: así, la cultura de Peu-Richard, en la cuenca del Charente,
de colonización. No se excluye que su aparición haya provocado un cuya cerámica con decoración acanalada o pintada y los poblados
inicio de neolitización análogo al que acabamos de describir en el densos, rodeados.de fosos circulares,,evocan de manera un,poco vaga la
sureste de Francia, actuando aquí sobre .las poblaciones mesolíticas, Italia insular. La evolución de los dólmenes con corredor continua
todas ellas muy diferentes, con gran utillaj~ _forestal~ p~r? _los hechos diversificándose en extremo; a veces muestran una decoración in-
son aquí mucho menos claros. En el neoht1co 1:1ed10 1:11c1al, _las se- terior con un simbolismo muy adentrado, pintada en Portugal, grabada
cuelas del neolítico danubiano continúan, con diferencias reg10nales en Bretaña e Irlanda. El _neolítico final y el calcolítico no son más
cada vez más sensibles, y que alcanzan el valle del Loire y el m~cizo que dos aspectos regionales de una misma fase centrada sobre el final
armoricano. La decoración de la cerámica, los brazaletes de tierra del rn milenio y los primeros siglos del II. La diversificación cultural
cocida (fig. 32, núm. 29), las casas trapezoidales, tien~n su ~ar1:l~lo se acusa fuertemente y pocos elementos subsisten entre culturas no
en el neolítico medio centroeuropeo (Roessen) ; pero la mdustna ht1ca obstante contemporáneas, como la brillante cultura calcolítica de
sufre una transformación completa, puesto que un gran utillaje sobre Fontbou1sse, en Languedoc, y culturas sin metal, de aspecto mucho
lascas sustituye al pequeño utillaje sobre hojas, _del mu~do d_e la más primitivo, como la de Horgen en Suiza o de Sena-Oise-Marne en
cerámica (fig. 32, núm. 22). No obstante, el neoht1co me~10 ~sta ca- la cuenca de París (fig. 32, núm. 7). En numerosos puntos de Europa
racterizado esencialmente, en Europa occidental, por la vitalidad de occidental los dólmenes con corredor ceden paso a nuevos tipos de
la corriente mediterránea, que aporta la difusión, en la península tumbas colectivas, galerías cubiertas o hipogeos (fig. 32, núms. 1-2),
ibérica, en Francia, en la Italia septentrional, en la Suiza oc_cidental, que acompañan a un arte nuevo, en relación con las estelas y las
en las islas británicas de una cerámica poco decorada, con fondo re- estatuas-menhires del Midi de Francia. En Inglaterra, la aculturación
dondo y formas sencÚlas, de la que numerosas facies regionales (Al- progresiva de las poblaciones mesolíticas indígenas da lugar al naci-
mería Chassey Cortaillod Windmill-Hill) aparecen a veces agru- miento de culturas neolíticas secundarias profundamente originales
padas' bajo el simple
' '
nombre de cerámica occidenta! _(fig. 3~,. nu1:1e-
'
y sin paralelos continentales (Peterborough, Rinyo-Clacton). El único
ros 9-12, y fig. 32, núm. 18). Su extensión cubre ~rad1c10_nes l:t1ca: :n• elemento unificador, tanto en Europa occidental como en Europa
dígenas extremadamente heterogéneas, desde la mdustna m1croht1ca central y en el Mediterráneo occidental, viene . proporcionado por la
del almeriense hasta la basta industria de picos y tranchets del cultura del vaso campaniforme, densamente representada en el valle
chassense de la cuenca de París (campiñense de los autores). Es en del Ródano, en Bretaña y en las islas británicas, donde persistirá más
el seno de este neolítico medio, en los últimos siglos del IV mi}~nio tiempo que en el continente.
y principios del III milenio, donde aparecen las tumbas megaht1c,:1s
en toda la fachada atlántica de Europa, desde Portugal a Bretana
y a las islas británicas. Es una difusión a base de dól1!'1enes ?º:1 _ga- Estepas eurasiáticas y bosques noreurasiáticos
lería o corredor, siempre bajo túmulo circular en la pemnsula 1benca.
Pero en el noroeste de Francia y en las islas británicas aparecen nu- Netamente diferenciadas por el clima y la vegetación, la zona de
merosas interferencias entre las tradiciones megalíticas ibéricas Y las las estepas que se extiende desde Ucrania a Mongolia y la zona de bos-
de la Europa septentrional, las cuales son ciertamente responsab~es de ques que cubre todo el norte de Eurasia, de Escandinavia a Japón,
la introducción de largos túmulos rectangulares o trapezoidales y que prosigue en América del Norte, pueden muy bien ser agrupadas
que cubren tumbas colectivas qu~ puedei:1 ser, segú;l_ los recursos lo- en razón de las condiciones favorables que ofrecían a las poblaciones
cales, de piedra o de madera. La mfluencia del neo~1t~co de la E~ropa mesolíticas y a la densidad efectiva de éstas. A los recursos inextin-
septentrional se deja sentir igualmente en otros domm10s y la ceram1ca guibles del bosque de caza, se añadían en las dos zonas los vastos y
del neolítico inicial de las islas británicas debe sin duda tanto a los
111
llO
regulares recursos ofrecidos por la pesca en los grandes ríos que ciones más .r ecientes han demostrado que la función de la agricultura
nacen en la zona forestal o en las altas montañas del Asia central; se había subestimado. La especialización en la cría puede ser un hecho
los lagos de pesca abundante eran, además, numerosos en la zona secundario, quizá en relación con un empeoramiento de las condicio-
de bosques. Estos recursos alimentarios estables ocasionan, desde el nes climáticas al final del III milenio. En la misma época aparecen
mesolítico, una disminución de la movilidad de la población, siendo diferenciaciones regionales con la llamada cultura de las catacumbas,
una de sus consecuencias la aparición precoz de la cerámica. Si las más ricas en metal, de las costas del mar Negro, y la de las tumbas
muy altas fechas (vm y VII milenios) dadas por el carbono 14 para labradas, más al noreste. En el extremo oriental de la zona de las
el proto-Jomon japonés, donde aparece la cerámica, son exactas, los estepas, en el Altai y en la región de Minussinsk, la cultura de Afana-
vasos de fondo cónico que se encuentran bajo una tipología casi idén- siev se elabora en la segunda mitad del III milenio y prosigue a
tica, en el IV milenio, desde Dinamarca hasta Japón y desde Carelia principios del II. Conociendo el metal, descansa esencialmente en la
hasta Crimea, serían un invento independiente de toda influencia del cría, habiendo añadido el caballo a los animales clásicos del neolítico.
neolítico antiguo del Próximo Oriente o europeo. A estas poblaciones Los vasos ovoides .de fondo cónico son, como en toda la zona de las
de cazadores-pescadores seminómadas, que conocían la cerámica y estepas, de tradición subneolítica; las tumbas son fosas individuales
más tarde el pulido de la piedra, se les puede dar el nombre de sub- bordeadas de piedras, sin túmulo; los aquí inhumados tienen carácter
neolíticos. Su perfecta adaptación a lo que les rodea será, para la europoide y no mongoloide.
difusión de los géneros de vida neolíticos, un obstáculo casi tan im- En la zona forestal eurasiática, la economía mesolítica llevará una
portante como un medio menos propicio a la agricultura. vida mucho más dura; en la mitad del III milenio, en la Escandinavia
La neolitización de la zona de las estepas debió iniciarse en el meridional el neolítico retrocede ante la cultura subneolítica de la
IV milenio, a partir del noroeste de los Balcanes, del Cáucaso y del cerámica decorada con hoyuelos. En la primera mitad del u milenio
Turkmenistán, y representa esencialmente un fenómeno de acultu• una colonización pastoril de la Rusia central dará un giro súbito
ración. Se ve entonces aparecer en Ucrania meridional (cultura Bug- (cultura de Fatyanovo). En la Siberia meridional, la cría se da antes
Dniéster), en las riberas del Caspio, al sur del mar de Aral (cultura del -1200; en Japón, la agricultura y la ganadería no se afianzan
de Kelteminar), pequeños grupos que practican la cría, sin duda en seriamente hasta el principio de nuestra era. Durante largos milenios,
una medida más limitada la agricultura, basando todavía en la caza en todas partes, persistirán culturas de tipo subneolítico hasta la ge-
y la pesca gran parte de sus recursos; el hábitat se desplaza frecuen- neralización de un basto utillaje de metal. Evidentemente existen
temente y no aparece nada análogo a l os tells de Turkmenistán. La in- diferencias regionales y cronológicas notables: la cerámica y el utillaje
dustria lítica queda en lo esencial en la tradición microlítica del sub- lítico, en el que se generaliza el pulimentado, permiten establecer ·
neolítico local, al igual que la cerámica se basa en las tradiciones buenas cronologías en Europa, en los U ralés, alrededor del lago
anteriores y debe poco a la cerámica pintada irania. En el III milenio Baikal, y en Japón, donde están ilustradas las grandes etapas de la
se precisa la evolución en el conjunto de ~a z~na de las_ estepas; brillante y original cultura de Jomon (fig. 33). La cerámica, a partir
desde los primeros siglos las grandes necropohs de Manupol, en de la forma común a todo el subneolítico noreurasiático (fig. 33,
Crimea, y de Nalchik, en el norte del Cáucaso, muestran la transfor- número 29), se diversifica en la fase antigua y adquiere un fondo
mación de las bases económicas. En la segunda mitad del III milenio, plano (fig. 33, núrns. 21-23), evoluciona hacia formas barrocas en
una metalurgia importante de cobre se instala en el norte del Cáucaso, la fase media (fig. 33, núms. 14-15), para sufrir en la fase reciente la
dando aquí origen a una edad del cobre paralela a la de los Cárpatos, influencia de la vajilla de bronce china (fig. 33, núms. 6-8) ; el hacha
y capaz de producir un utillaje basto. Las ricas tumbas de ~ubán, de talón, en la misma época, marca una influencia idéntica en el
provistas de objetos de lujo de oro o de plata, muestran una diferen- utillaje técnico (fig. 33, núm. 1). En toda As_ia septentrional, no
ciación social más acusada que en la Europa central. En las estepas habrá, entre el subneolítico y la edad del metal, culturas neolíticas
de la Rusia meridional y de Kazajstán se desarrolla en el III milenio en su sentido clásico.
una cultura caracterizada en especial por tumbas bajo túmulos (kurga-
nes), donde el difunto es inhumado en el fondo de una fosa; recibe
el nombre de cultura de los sepulcros de fosa. Clásicamente se ha
considerado que tenía como base esencial la cría, pero las excava-

112 113
5. A. LEROI: La Prehistoria.
China y el sureste asiático

A
·2
r,

:.
Compuestas por varias zonas ecológicas bien diferenciadas, China
y el sureste asiático están, no obstante, tan ligadas históricamente que
no resulta ventajoso separarlas para el estudio. En el sur de los

3ij
¿1 .
.

,
bosques septentrionales y al este de las estepas y de las montañas
de Asia central, las llanuras de loes fértiles y bien regadas de la
China del Norte ofrecen de nuevo condiciones muy propicias a la
expansión de un neolítico agrícola de tipo clásico. La población me'
solítica falta allí prácticamente, aunque sea densa sobre· el borde·
8
s 6 norte, en Mongolia, donde lagos actualmente secos han permitido la:
expansión de un rico mesolítico en el que dominan los microlitos.
Este último es el único que puede haber proporcionado la base étnica
A 10
(mongoloide) del neolítico chino, puesto que las civilizaciones neocal-
colíticas de Asia central sólo han podido proporcionar el estímulo
que debía conducir a la expansión de una economía productora.
& 11
El neolítico del norte de China aparece completamente formado, en
plena posesión 'de .sus medios, lo que incita poco a ver en él un «invento»
en un reducto cerrado. A falta de dataciones por el carbono 14, la fecha
f112 precisa de los principios del neolítico chino queda muy imprecisa
(¿ III milenio?). Cualesquiera que sean estos orígenes, presenta desde
el inicio caracteres fundamentalmente originales; como el caudal
étnico, el repertorio de plantas y de animales domesticados es en
gran parte indígena; la economía se apoya en el cultivo del mijo, al
cual se suma un poco más tarde el arroz; la cría interesa el perro,
el buey, el cerdo, la oveja, las aves de corral y el gusano de seda.
El hábitat es sedentario, y comporta un número importante de po-
blados de dimensiones medias, cuyas casas redondas o rectangulares
están construidas con tierra sobre armadura de madera. La industria
lítica comporta elementos originales, como los cuchillos para siega,
de piedra, que sustituyen a las hoces del neolítico europeo. La fase más
antigua (cultura de Yang-Chao) se caracteriza por una bonita alfarería
pintada policroma, mientras que la voluminosa cerámica de uso lleva
impresiones de cuerdas, de cestería o de tejido. Este neolítico antiguo
de la China del Norte está centrado sobre el valle medio del Hoang-Ho
(Chen-Si, Chan-Si, Ho-Han ) con derivados un poco más tardíos más
hacia el oeste, en Kan-Su. El neolítico reciente, al principio del II mi-
lenio, se caracteriza por la desaparición de la cerámica pintada, que
es reemplazada por una cerámica negra bruñida de formas angulosas,
muy a menudo a torno (cultura de Lung-Shan); su centro de gravedad
Fm. 33. Evolución del subneolítico de Japón es más netamente oriental, y se encuentra en las provincias ribereñas
1 a 8: Jomon reciente (1, reja de espiga; 2 a· 4, flechas; 5, hacha de cuello; 6 y 7, cerámica'. del mar de China. Los elementos rituales adquieren allí una gran
8, figurilla de cerámica); 9 a 15: Jomo11 medio (9, raedera; 10 a 1_2, flechas; 13, hacha, importancia: ornamentos de jade, práctica de la escapulimancia, de
14 y 15, cerámica); 16 a 23: Jomon antiguo (16, flecha; 17 a 20, agu¡a, ca_~ezas de arpone~
y alfileres de hueso; 21 a 23, cerámica); 24 a 30: Proto-l?mon (24, gu1¡arro prep~rado,
25, 26, flechas; 27, 28, industria ósea; 29, 30, cerámica). (Segun Groot, Sug1hara Y Serizawa) llS
donde saldrá la escritura china. Desde la mitad del II milenio apa- del Deccan, pasando por las ricas llanuras aluviales del Indo y del
recen la metalurgia del bronce, muy elaborada desde su origen, la Ganges, de clima diferente por lo tanto. No es pues extraño ver que
ciudad, la escritura, y una diferenciación social acentuada. Si la cro- la evolución sigue cursos diferentes según las regiones. Falto de po-
nología actualmente considerada como la más verosímil no es muy blación mesolítica notable, el Beluchistán recibirá de Irán lo esencial
errónea, !a evolución ha sido, pues, muy rápida en el norte de China de su población y de su cultura, pero con retraso. Un protoneolítico
y ha permitido compensar rápidamente el retraso inicial. pastoril, sin agricultura ni alfarería, está fechado en la segunda mitad
La neolitización de China central, y luego de la meridional, re- del IV milenio en Kili Gul Mohamed, o sea en una fecha mucho más
presenta en esencia una colonización que gana progresivamente hacia reciente que las estaciones proximoorientales del mismo nivel cul-
el sur portadores de la civilización de Lung-Shan, en fechas cada vez tural. De aquí se pasa directamente a los milenios III y II, a un cal-
más tardías. Las profundas modificaciones del medio acarrean un colítico con metalurgia del cobre poco desarrollada, traído por infi-
esfuerzo de readaptación a las condiciones locales: el cultivo del nidad de pequeñas civilizaciones regionales, esencialmente agrícolas,
arroz suple al del mijo, mientras la pesca conserva un papel impor- con alfarería pintada de inspiración irania (Quetta, Zhob, Amri-Nal,
tante; casas de madera sobre pilares sustituyen a las casas de tierra Kulli). Estas civilizaciones proporcionarán la hase étnica sobre la cual
del norte de China. En el I milenio la influencia de la cultura del va a desarrollarse, entre el 2500 y el 1500 a. de J. C., la civilización
bronce de China septentrional es sensible en los conjuntos culturales del Indo, la cual, con su desarrollo urbano, su centralización política,
que permanecen fundamentalmente neolíticos: hachas de piedra con la aparición de la escritura y una metalurgia bien desarrollada, no
talón que imitan las formas del bronce del norte, cerámica con deco- pertenece ya a la prehistoria. Sus límites naturales serán proporcio-
ración estampada que imita el decorado de los carros de bronce, etc. nados por las zonas propicias al cultivo del trigo. Más allá del valle
En la China meridional y en la península indochina hay que del Indo, la India propiamente dicha, más densamente poblada de
contar con otra tradición mesolítica, llamada hoabinhiense, cuyo bosque y con una población mesolítica con industria microlítica, plan-
utillaje se obtiene de los guijarros. La cultura bacsoniense, en la que teaba problemas más delicados a la adopción de modos de vida neo-
aparecen dentro de un medio indígena el pulimentado de la piedra líticos y necesitaba de cierta reconversión; así pues, no es extraño ver
y una alfarería con decoración de cestería, tomados de los primeros que el retraso marginal ya sensible en Paquistán se acentúa aún más
colonos neolíticos del sur de China, no es más que un protoneolítico aquí; en el oeste de la India, la agricultura aparece hacia 1500-1000
por aculturación. El neolítico propiamente dicho, caracterizado por antes de J. C., dentro de una serie de culturas calcolíticas cuya base
hachas, azuelas o rejas de arado con espiga, imitando las formas del económica es el cultivo del arroz, que sustituye al del trigo, con el
bronce del norte de China, no es anterior al I milenio y corresponde complemento de leguminosas y de una ganadería bastante diversificada.
a la inmigración de las poblaciones de origen septentrional, antropo- Los poblados son permanentes y muestran una fijación al suelo ya
lógicamente diferentes de los portadores de la tradición hoabinhiense- sólida. La civilización del valle del Ganges, en la misma época, sólo es
bacsoniense. El metal sigue de cerca a la cultura de Dong-Son, que se conocida por depósitos muy originales de objetos de cobre, cuyo con-
inicia en Vietnam del Norte antes del final del I milenio a. de J. C. texto cultural desconocemos; inmediatamente después se inicia la ur-
El hacha de espiga persiste aquí, y es en estos confines imprecisos del banización. El sur de la India es el único que conoce, entre 1500
neolítico y de las edades de los metales donde se extiende a todo el y 500 a. de J. C., una cultura que se puede calificar como neolítica;
sureste asiático, desde la India oriental hasta las Filipinas, en Malasia posee fuertes raíces indígenas y asocia hachas pulimentadas y micro-
y en lndo_nesia, testimonio de la presencia de los primeros roturadores litos de tradición mesolítica. El cobre es aquí desconocido. La cría y
del bosque tropical. la caza ocupan un lugar preeminentes en la economía, con una
agricultura de rotación poco desarrollada. No hay demasiadas esta-
ciones con una ocupación muy prolongada. Este neolítico relativamen-
La India te primitivo enlaza directamente, hacia 500, con la edad del hierro,
a la cual pertenecen las muy numerosas tumbas megalíticas del sur
El subcontinente indio (India y Paquistán) cubre medios eco- de la India. La India oriental es la única abierta a la penetración de
lógicos extremadamente variados, desde las mesetas del Beluchistán, elementos culturales característicos del sureste asiático, como las rejas
que prolongan hacia el este el mundo iranio, a los bosques tropicales o azuelas con talón.

116 117
África septentrional y sahariana (hachas, gubias, mazas). La difusión d~ la cría de bóvidos será el
hecho. en -el m milenio, de las pohlac10nes del grupo C, centradas
La mitad del África situada al norte de los grandes bosques puede sobre· Nubia y las estepas del oeste de ésta, actualmente desérticas.
ser considerada como constituyente de una zona ecológica que, en el Al este del Nilo la agricultura no se implantará sobre las altas me-
momento en que se elaboran los modos de vida neolíticos en el setas etíopes antes de la edad del hierro; pero las pinturas rupestres
Próximo Oriente, conocía un óptimo climático merced al cual las de Eritrea y de Harrar permiten seguir la difusión de la -~ría del buey
vastas extensiones hoy día desérticas del Sáhara se presentaban con y de la oveja, aquí por inmigración, ~llí yor _acul~u.rac10n de pobla-
el aspecto de una estepa herbosa y con algo de bosque, rica en lagos ciones indígenas, que conservan su utrllaJe m1croht1c_o. Al oeste del
de pesca abundante y de caza mayor. Este óptimo permitía extenderse Nilo la economía :neolítica parece hab.erse extendido de manera
a las poblaciones mesolíticas, antes reducidas a las costas y, en los
dos extremos del Sáhara, en los macizos montañosos del Maghreh
extr~madamente rápida, en el curso del IV milenio, en t?do :l Sáhara;
la economía en el neolítico antiguo, parece bastante d1vers1ficada; la
(capsiense) y del África oriental. En el oeste, su rastro puede se- caza y la ~esca persisten ampliamente; la agricultura se practica,
guirse por la difusión, desde el Atlas al Tibesti, de pinturas rupestres desde lueao tal como lo muestran la abundancia de molinos y la
naturalistas con fauna exclusivamente salvaje, a las cuales se super- muy lara:' historia que atestigua el estudio genético de los trigos ac-
pone más tardíamente un arte pintado profundamente original, co- tuales d: los oasis saharianos; pero la cría del ganado, sobre todo
nocido desde Tassili des Ajjers a Eiihedi (fig. 34, núm. 13). En el del buey, desempeña el papel esencial y su imp~rt~ncia está ilustr~da
este, los recursos regulares proporcionados por la pesca en los gran- por la enorme masa de dibujos y_ pinturas de bov1dos de ~os macr~os
des lagos y en los ríos del África oriental habían permitido el naci- saharianos. · Las pinturas, en particular, a.portan _gran cantr?ad de _m-
miento, en una fecha imprecisa, de un subneolítico análogo al de formes sobre el hábitat, el armamento, el vestido y la vida social.
Eurasia septentrional, donde el seminomadismo permite el desarrollo La industria lítica asocia de manera variada tres tradiciones de hase:
de una cerámica a hase de vasos con fondo cónico; este tipo cultural tradición capsiense predominante en el oe~te; tra~ición del s~?neo-
se conoce desde Kenia hasta el Nilo Medio. No obstante, el neolítico lítico de Jartum dominando en el oeste; mfluencias del neoht1co Y
no parece haber surgido de manera espontánea en ninguna parte de de la etapa pred,inástica egipcia, parti~ularmente sensibles e~ la zo~a
África. Aparece hacia - -5000 en Egipto y en la costa de Libia, como central, donde dan, en particular, onge~ a la muy be:la mdustna
resultado de influencias culturales procedentes del Próximo Oriente, tenereense. La cerámica, por el contrario, parece arraigarse en . su
lo que no excluye que una parte del repertorio de las especies domes- conjunto en la tradición del Nilo Medio, y la~ Jnfluen~ias medite-
ticadas no sea indígena. En Egipto se conocen ya en el V milenio rráneas están limitadas a Marruecos. En el neoht1co antiguo es pre-
pequeñas comunidades de agricultores y de criadores correspondientes ponderante el decorado de franjas ?~duladas (fig. 34, núms. 14-15);
al tipo más clásico del neolítico. Más tarde, en la fértil llanura en el neolítico medio, una decorac10n a base de gra!1des puntos es-
aluvial del Nilo, en el rv milenio, se reproduce una vez más el fe- tampados o de motivos imitando la cest1;ría (fig. 34, nums. ~0-1_~) ; en
nómeno que ya hemos visto en los ricos valles del Éufrates, del el neolítico reciente, el zigzag (fig. 34, nums. 6-8). La desertizac1_~n del
Hoang-Ho o del Indo: muy rápidamente aparecen los términos de Sáhara se inició en el III milenio, provocando la concentrac1?n. de
una cultura basada en la ciudad, la metalurgia, la escritura y la dife- población en los macizos regados má~ re 9ularmente y l~ espec1ahza-
renciación social ; en menos de un milenio el retraso inicial de ción progresiva de la cría; en el I m1lemo, poco despues de la apa-
Egipto respecto del Próximo Oriente es recuperado y se inicia la rición del caballo, del carro y de los primeros objetos de ~etal, los
historia. · criadores de bueyes debieron abandonar, a. su vez, los macizos cen-
En el valle sudanés del Nilo, el subneolítico de Jartum, asociando trales y refugiarse más al sur, en la zona sudanesa.
una industria microlítica de cuarzo, arpones emparentados con el
mesolítico congolés de lshango y una cerámica decorada con líneas
onduladas constituve la base de la evolución ulterior. En la segunda África al sur del Sáhara
mitad del '1v mileni~ da origen al neolítico de Esh Shaheinab, que está
basado en la pesca y en la cría de la cabr·a : a los microlitos y a los Al sur de la zona de las sabanas, el gran bosque representó, du-
arpones se añade un utillaje grande de piedra, de inspiración egipcia rante mucho tiempo, un obstáculo infranqueable ~ara la difusión de
los géneros de vida ·neo! íticos ; el bosque demasiado exuberante se
118 119 ·
opone a la agricultura, y el clima exige el abandono del trigo y la
búsqueda de nuevas especies indígenas cultivables; por otra parte,
la tripanosomiasis endémica imposibilita la progresión de la cría; con
anterioridad a la edad del hierro, la penetración neolítica sólo será
muy esporádica (Ghana, Guinea) en el oeste, y permanecerá igual-
mente limitada en las altas tierras un poco más favorables de Kenia,
donde se desarrollan varios grupos locales cuya economía es, sin
duda, aún poco productiva, en los alrededores del I milenio antes de
nuestra era. El retroceso del bosque ante las roturaciones agrícolas
sólo cobrará verdadera importancia después de la aparición del
hierro, en el I milenio de nuestra era, y condicionará el desplazamien-
to hacia el sur de las poblaciones de criadores especializados forma-
dos en Etiopía y en Somalia. En la práctica, no hubo verdaderas
culturas neolíticas en todo el continente africano al sur del Sáhara.

G. B.

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10

FIG, 34. Evolución del neolítico en E nnedi (Chad septentrional)


l a 4: transición del neolítico a la edad del hierro (1, pinturas rupestres que representan
personas y un granero; 2 a 4, cerámica); 5 a 8: neolítico reciente (5, pinturas rupestres
con representación de guerreros; 6 a 8, cerámica); 9 a 12: neolítico medio (9 , pinturas
rupestres con representación de personas; 10 a · 12, cerámica ); 13 a 15: neolítico antiguo
13, p inturas rupestres con representación de p ersonas; 14 y 15. cerámica), (Según
documentación de Bailloud)
121
CAPÍTULO VI

Australia y Oceanía

Prehistoria de Australia

Cuando en 1788 los ingleses se instalaron en ella, Australia es-


taba ocupada por grupos poco densos de cazadores nómadas. Algunos
de ellos conocían el pulimentado de la piedra, pero les eran descono-
cidos la cerámica, el metal, la domesticación de los animales e in-
cluso una agricultura rudimentaria. Algunos indonesios, de una fase
técnica muy superior, frecuentaban la costa norte desde hacía varios
siglos, pero su influencia no había penetrado en el interior. Durante
largo tiempo se creyó que los australianos eran recién llegados a su
continente y que habían evolucionado poco desde aquella época,
formando un bloque cultural homogéneo, sin estratos cronológicos
evidentes. Excavaciones cada vez más numerosas, en especial después·
de la segunda guerra mundial, obligan a considerar de nuevo este
punto de vista.
En Australia no se conoce ningún vestigio que pueda pertenecer al
paleolítico inferior o medio. Parece que los hombres anteriores al
H omo sapiens han sido detenidos en su difusión hacia el sureste por
las aguas que separan Insulindia de Nueva Guinea, cuyos fondos
jamás estuvieron secos, ni siquiera en los períodos de más bajo RELIEVE Y PROFUNDIDADES
nivel de los océanos · del Cuaternario. Los primeros emigrantes en por debajo de 20 metros
Australia llegaron por vía marítima y por tanto conocían al menos 50
una forr,n,a rudimentaria de navegación. Varias dataciones del car- 200
bono 14f;'~itúan esta época hacia el final del Würm. por encima de 200 1111111111111111111111111111
El coritipe;nte debía, entonces, presentarse bajo una forma bas-
tante distinta de la actual (fig. 35) y Nueva Guinea y Tasmania debían
estarle unidas. La zona de los bosques tropicales era mucho más ex- Fw. 35. Mapa de distribución de los principales yac1m1entos de Australia y
formación de un nuevo puente terrestre entre Australia y Nueva Guinea por el
tensa que en la actualidad. Diferentes especies de marsupiales y de descenso del nivel de las aguas del orden de 20, 50 y 200 metros

122
123
pájaros gigantes sobrevivían aún y fueron conocidos por los primeros característica era el hacha o la azuela de piedra pulimentada. Conocían
australianos. En el altitermal, la desecación general y la transforma- el arte de la alfarería (algunos grupos se olvidarán de ella más ade-
ción en desiertos y lagunas saladas de la gran depresión central, lante). Estos emigrantes procedían muy probablemente del sureste
anteriormente ocupada por lagos, provocaron, sin duda, la extinción asiático, que hacia los III y II milenios estaba en plena evolución
de algunas de aquellas especies. Osamentas de Diprotodon, un marsu- neolítica.
pial gigante, procedente de Orroroo, han sido fechadas en 6700 ± 250, La población del conjunto de Oceanía, no parece remontar mucho
o sea del v milenio antes de Jesucristo. más allá del II milenio antes de nuestra era. Se ha podido seguir por
Hale y Tindale han propuesto distinguir una serie de siete a ocho descubrimientos sucesivos en islas anteriormente deshabitadas, las
· culturas caracterizadas por la industria lítica: kartiense, gambieriense, últimas alcanzadas se hallan hacia el este y hacia el sur. Al este, los
tartangiense, pirriense, mudukiense, elueriense, etc. La empresa pa- más antiguos vestigios de la isla de Pascua se remontan hacia el
rece prematura, dada la ausencia de estratigrafías numerosas y de año 400. En el extremo sur, Nueva Zelanda sólo pudo ser alcan-
análisis tipológicos completos. Sólo la Pirrian Culture o cultura de zada hacia el final del r milenio de nuestra era.
puntas «pirri», está bien definida tanto cronológica como tipológica- Las hachas o las azuelas de piedra pulimentada sirven de fósiles
mente. De modo provisional, pueden agruparse las culturas prehis- directores para la reconstrucción de las grandes fases de esta historia.
tóricas australianas en tres grandes series: · En las culturas actuales, estas hachas o azuelas se dividen en tres
l. Las culturas antiguas (kartiense, gambieriense y tartangiense). senes:
Remontan al XVI milenio y están caracterizadas por una industria de
choppers, de chopping-tools y de grandes lascas (Hallet Cove, Fulham, una serie melanesia de sección ovalada y de plano convexo;
Keilor, Talgai, isla de Tartanga, Cape Martín, isla del Canguro).' una serie polinesia occidental de sección cuadrangular;
2. Las culturas medias (pirriense, mudukiense, bondeiense). Es- una serie polinesia oriental de sección cuadrangular y espaldón.
tán caracterizadas por las puntas «pirri» (simétricas, unifaciales, fo-
liáceas, retocadas en parte o en su totalidad por la cara superior), Estas tres series parecen corresponder a sucesivas oleadas de emi-
por microlitos geométricos (triángulos, trapecios) sin microburil, pun- grantes que se instalan en las islas desocupadas, cada vez más ale-
tas de borde rebajado (puntas Bondi), puntas de truncatura oblicua, jadas de un centro de difusión representado por una zona no deter-
siendo llamadas las más cortas puntas Woakwine. Unas dataciones de minada del sureste asiático. En efecto, las azuelas de sección circular
niveles de puntas «pirri» de Devon Downs y de From's Landing varían o lenticular caracterizan el neolítico antiguo asiático oriental, mien-
de 4850 ± 100 a 3765 ± 85 y datan, pues, del 2850 al 1750 antes de tras que las de sección cuadrangular caracterizan un neolítico reciente
fr,;11cristo. asiático oriental. Esta sucesión se halla netamente estratificada en la
3. Culturas recientes. Están caracterizadas por lascas utilizadas cueva de Niah, en Borneo. En las Marquesas, en Nakuhiva (véase Ter-
corno azuelas, puntas Bondi y hachas de corte pulimentado. En el cera Parte, Documentación, apartado E, Oceanía), en un yacimiento
norte se halla en superficie el testimonio de contactos con Indonesia cuyo nivel más antiguo está fechado en el siglo II a. de J. C., ha sido
y con la China de los Ming. hallada esta misma sucesión de formas. La alfarería, presente en
principio, desaparece en las fases más recientes.

Prehistoria de Oceanía A. L.-E.

A pesar de no disponer de pruebas arqueológicas, parece verosímil


que una parte de Melanesia haya sido poblada al mismo tiempo que
Nueva Guinea y Australia por grupos de cazadores. En el momento
del descubrimiento habían desaparecido.
Los más antiguos exploradores de Oceanía de los que se conocen
rastros, practicaban la agricultura (ñame, taro, árbol del pan, plátano)
y tenían animales domésticos (cerdo, gallina). Su herramienta más

124 125
estaban en relación con varias puntas de flecha de piedra tall~d_a Y
al mismo nivel que unos restos de mamut, de caballo y _de ,u1:1 cameh~o.
Casi al mismo tiempo (1926), en Folsom, en Nuevo ~ex1co, J. Fig-
crins descubría por primera vez puntas de base concava (puntas
Folsom) asociadas con fauna extinta. Esta vez quedaba demostrado
y la antigüedad del hombre american~ f~e aceptada. . .
Las investigaciones y los descubnmient~s que s1gmeron fueron
numerosos. Citemos entre los más sobresalientes Gypsum Cave en
Nevada en 1929 · la estación de Campus, cerca de Fairbanks, en
CAPÍTULO VII Alaska,' en 1933 ;' Lindenmeier, en Colorado oriental, en 193~; la
gruta Fell en la Patagonia austral, en 19?5,_ etc. Los centros de mve:·
tigación y de hallazgos se encontraban pnnc1palmente en Est~dos Um-
América dos, donde numerosos yacimientos en el suroeste, en part~c:1lar en
Nuevo México, Texas, Kansas, Nebraska, empezaban a permitu la re-
constitución de la historia de la evolución de las puntas de flecha.
Uno de los descubrimientos más importantes fue, quizás,_ el ?e la
Historia de los descubrimientos cueva de Sandía, en Nuevo México, excavada en 1939. Alh, haJO ~~
importante nivel correspondiente al complejo Folsom, se descubno
El problema de un hombre fósil contemporáneo del mastodonte una capa arqueológica más antigua, caracterizada por puntas con ~na
y de una fauna cuaternaria desaparecida se ha planteado en América escotadura lateral y retoque poco fino hasta entonces desconocido,
incluso antes de q1w fuese demostrada en Europa la existencia de un a las que se llamó «puntas Sandía». En otros lugares de los ~stados
hombre fósil. De 1: ::{S a 1844, un paleontólogo danés, Lund, que inves- Unidos se encontraba, al mismo tiempo que la fauna desaparecida, u~
tigaba en las ctie\ ¡¡,. del estado de Minas Gerais (Brasil), descubrió utillaje muy particular caract:rizado P?r piedras moledoras Y h~ndi-
restos humanos entremezclados con huesos de animales de especies dores evocando un uso intensivo de alimentos vegetales. El con1unto
extinguidas. El tipo humano a que correspondían era muy distinto de es~os yacimientos ha sido reagrupado con el término de cult1:ra de
del de los indios actuales; se hizo con ellos el tipo de Lagoa Santa. Cochi.se, nombre tornado de una pequeña ciudad al sur de Anzona,
Aproximadamente hacia la misma época se hicieron parecidas obser- cerca de la cual se hallan varias de sus estaciones.
v~ciones en América del Norte. Sin embargo, se dudaba en admitir Al término de l a segunda guerra mundial, el desarr?ll_o de los
que el Nuevo Mundo, que parecía haber sido poblado desde el Viejo métodos y de las investigaciones ~rqu:ológicas, e~ descubnrn1ent~ por
Mundo, hubiese estado poblado en una época tan remota y nadie de- el doctor W. F. Libby, de la Urnversidad de Ch1cago, de un metod?
ducía conclusiones de estos descubrimientos. de datación por la r~diactividad de_ los cuerpo_s orgánicos Y su aph·
Más tarde, cuando la existencia del hombre fósil fue establecida cación desde los principios a estac10nes americanas, algun?s de~cu-
para Europa, diferentes autores (Abbot, 1875; Wilson, 1889) sugirie- brimientos espectaculares y, también, el desarrollo de las :nvest1g~-
ron que los objetos de piedra tallada que se encontraban un poco ciones en América del Sur, han hecho entrar la arqueolog:a _a men·
por todas partes en la superficie del suelo de Estados Unidos debían cana. en una tercera fase de su desarrollo. De entre los mas impor-
de ser contemporáneos del paleolítico europeo. A pesar de todo, al tantes yacimientos investigados, podemos citar, l~s de Tepexpan (1947)
igual que unos decenios antes en Europa, la autenticidad o la anti- y de Santa Isabel de lztapan (1952) , en Mex1co; la cu~va de ~nt1-
güedad de estos hallazgos no logró imponerse. Durante todo el prin- huasi en el noroeste de Argentina, conocida desde hacia un siglo,
cipio del siglo XX, Hrdlicka es el maestro dominante y dominador de pero 'excavada científicamente a partir de 1952 ;_~at Cave en Nuevo
la antropología americana: para él no hay hombre fósil americano México (1952); Lucy, igualmente en Nuevo_ Mex1co (19~4), las es•
y la antigüedad de los americanos no se remonta más allá de algunos taciones de la región de Tehuacán y en particular el abngo de Cox-
miles de años. catlán en México a partir de 1961 ; el Inga, en Ecuad_or, en 1962, etc.
En 1925, J. Boyer descubría en Texas un yacimiento en el cual, Durante este período de intensa actividad se llevo a cabo la defi-
a 3,5 m de profundidad, restos de bisonte de una especie desaparecida
127
126
nición cronológica de las principales etapas culturales amerindias, el Esta clasificación es objeto de graves críticas, a la vez desde el
estudio de los contactos entre Asia y América a través del puente te- punto de vista de la selección de las terminologías y del de los planos
rrestre de Bering (cabo Denbigh a partir de 1948) y, sobre todo, el de enfoque adoptados. La selección de las terminologías (lítico, ar-
descubrimiento de los primeros tanteos de los inventores de una agri- caico, formativo, clásico, posclásico} que se han ido imponiendo
cultura americana basada en las calabazas, judías, maíces silves- paulatinamente por el uso, es lógicamente incoherente. Aun cuando
tres, etc. el primero (lítico} está fundado en la materia prima utilizada, el se-
gundo (arcaico) introduce una noción de antigüedad relativa, y los
Las grandes etapas de la prehistoria americana tres últimos (formativo, clásico, posclásico}, una noción de fase cul-
tural. En una sucesión de culturas no se puede lógicamente definir
A medid~ que los descubrimientos se multiplicaban, era cuestión cada fase, unas veces por rasgos técnicos (el lítico, definido por tipos
de poner m1 poco de orden entre ellos y clasificarlos cronológica de útiles), otras veces por los rasgos técnicos y el medio (el arcaico
y geográficamente. En un principio, las clasificaciones americanas está definido por sus rasgos técnicos y por su medio posglacial}, y
fueron calcadas sobre el modelo europeo. Durante dilatado tiempo se otras veces por un rasgo económico (el formativo está definido por el
adoptó la expresión un poco imprecisa de paleoindio para todo lo que principio de la agricultura). Cada uno de los caracteres utilizados
se refería a los más antiguos cazadores de América, sin asio-nar a este para estas definiciones tiene, en efecto, ritmos de evolución que le
término límites cronológicos. A la fase paleoindia, en la clasificación son prop10s.
de Wormington, le sucede una fase «arcaica» caracterizada por la Los recientes estudios en prehistoria han ¡,ucslo muy de relieve la
desaparición de grandes especies cuaternarias (mamut y mastodonte importancia del modo de vida y los medios de adquisición de
bisonte fósil, caballo, etc.) y por la intensificación de la pesca y d; la subsistencia. El acuerdo se ha basado en la división de los tiempos
la recolección, cuyos principios se sitúan hacia el VI milenio a. de J. C., prehistóricos en dos grandes fases económicas, la de los depredadores
y se desenvuelven, luego, en fases más recientes con la aparición de y la de los productores de alimentos. Estas dos fases corresponden
la agricultura y de la cerámica. burdamente al paleolítico y al neolítico de Europa. Los párrafos que
Estas divisiones han sido reconsideradas, desarrolladas y definidas siguen están divididos en relación con estas dos grandes fases, sin
por Willey y P~ilips, cuyo sistema es adoptado por la mayor parte que por ello rehusemos recurrir a las subdivisiones generalmente
de los preh1stonadores actuales. Así pues, la prehistoria americana aceptadas, cada vez que ello sea necesario. En primer lugar conside-
se halla dividida en cinco grandes períodos: el lítico, el arcaico, el raremos, pues, a los depredadores nómadas viviendo de la caza, de la
formativo, el clásico y el posclásico. El lítico abarca las más antiguas pesca y de la recolección y de los cuales en el siglo XX subsisten
cultu:as. d~ cazadores n~madas y se extiende desde los orígenes hasta aún algunos grupos, en regiones aisladas. Este conjunto corresponde
el prmc1p10 del posglacial. A pesar de que los documentos sean aún al lítico y al arcaico de los arqueólogos norteamericanos. En el párrafo
imprecisos, se divide muy probablemente en dos períodos un lítico siguiente trataremos de los primeros agricultores y de los principios
inferior con industria sobre núcleos y sobre lascas y un líti;o superior de la sedentarización, cuyo desarrollo corresponde al formativo. En
caracterizado por puntas con estrías o sin ellas, talladas por presión. esta fase económica es en la que se hallaban gran número de grupos
La caza está en gran parte constituida por grandes animales cuater- amerindios en el momento del descubrimiento en el siglo XVI. Por lo
narios, hoy extinguidos. El arcaico comprende los grupos aún nómadas que se refiere a las civilizaciones urbanas y a los imperios, que co-
del posglacial, los cuales, paralelamente con la caza desarrollan rresponden al clásico y al posclásico, no se tratará aquí de ellas.
~u~ t~ctividades de pesca y de recolección. La fauna y' la flora son
1denticas a las actuales. Las industrias no son básicamente diferentes
de las de sus predecesores, pero los tipos de puntas han evolucionado Los depredadores
Y ciertos grupos conocen ya el pulido de la piedra. El formativo co-
rresponde a la invención de la agricultura, a la aparición de la alfa- Los primeros llegados a América eran necesariamente cazadores
rería y a la sedentarización de las poblaciones. El clásico señala el nómadas o seminómadas, puesto que entonces ningún grupo humano
principio de las civilizaciones urbanas; el posclásico marca el prin- había alcanzado una fase económica más compleja. Su equipo técnico
cipio de los imperios y la militarización de las masas. estaba basado, esencialmente, en la piedra tallada. En los bosques

128 129
ecuatoriales y tropicales de América del Sur subsisten aún grupos de
cazadores cuya vida no es, probablemente, muy diferente de la de qué nunca se han hallado vestigios de ella en cuevas o en yacimientos
aquellos primeros colonos. Por ejemplo, en 1956 se descubrió en los bien fechados como en Europa, en el Próximo Oriente o en África.
bosques del noroeste del Paraná un pequeño grupo de Xeta que ni A pesar de qui los descubrimientos son siempre posibles, creemos
remotamente recordaba haber tenido jamás contacto con blancos ni con que ningún argumento de peso puede, en la actualidad, sugerir la
otros indios de cultura más avanzada, y que vivían de la caza y de la existencia de un paleolítico inferior en América.
recolección, tallaban y pulían la piedra, pero que ignoraban cual-
quier forma de cultivo, incluso la más rudimentaria. En esta larga Las más antiguas culturas conocidas.
historia que se extiende probablemente a lo largo de 40 000 años, Los grandes cazadores
es necesario introducir algunos planos de orientación cronológica. Sin embargo, parece cierto que, en América, grupos sobre los
cuales no sabemos casi nada hayan precedido a los grandes cazadores
La cuestión de un paleolítico inferior en América armados de puntas de flechas, cuya evolución forma la parte esencial
La existencia de un paleolítico inferior en América, y por esta de nuestros conocimientos sobre el lítico o período paleoindio. Tres
expresión se entiende sencillamente la existencia de un hombre ante- dataciones recientes nos parecen demostrativas, a pesar de que algunas
rior al Würm, ha sido sostenida por diferentes autores, entre los hayan sido rebatidas. En Lewisville, en Texas, fueron descubiertos
cuales podemos citar: en Argentina, Menghin; en México, Bosch Gim- nueve focos en una gravera atribuida geológicamente a la segunda
pera; en los Estados Unidos, G. Carter. Sus argumentos son de valor mitad del Wisconsin. La datación por el carbono 14 de un carbón de
distinto. Unos proceden de la teoría y de la compilación de textos, madera ha dado 37 000 años. En la isla Santa Rosa, más allá de las
otros de hechos geológicos, otros de hechos topográficos. Pueden re- costas de California, han sido fechados en 29 600 años diversos huesos
sumirse del modo siguiente. En diferentes pur:itos de América, y en quemados entre los cuales se hallaba abundantemente representado
particular de las orillas del lago Lahontan, al norte de Sierra Nevada, el mamut. Finalmente, en Thule Springs, en Nernda, huesos quemados,
existen estaciones sobre antiguas terrazas cuya industria lítica muy en los que el mamut se halla asimismo rqire:;entado, han sido fe-
alterada parece, tipológicamente, muy antigua. Se encuentran allí chados en 23 800 años. Estas tres dataciones son las más antiguas
bastos utillajes de basalto o de cuarcita, con abundancia de piezas es~ablecidas en América, por lo que respecta a vestigios humanos.
sobre núcleos (choppers, chopping-tools, bifaces y, sobre todo, «ce- Nmguno de estos tres yacimientos ha proporcionado huesos humanos
pillos»). Por otra parte, . estos grandes utensilios, y en especial los y en todas partes la industria era pobre y poco característica. Final-
choppers y los «cepillos» de sección planoconvexa, son caracterís- mente, de estos primeros colonos de América del Norte sólo conocemos
ticos de las antiguas culturas del sureste asiático, y ciertos autores, hoy su existencia, que puede remontarse a unos cuarenta milenios.
por ejemplo Bosch Gimpera, sugieren que los tipos equivalentes ame- Para América del Sur, no se conoce aún yacimiento alguno de anti-
güedad equivalente. .
ricanos podría1: ~er consecuencia de descendientes de grupos asiáticos,
llegados a Amenca en una época anterior al Würm. A partir de una fecha aún mal determinada, probablemente hacia
Sin embargo, ninguno de los argumentos -presentados puede ser los _milenio~ xv-xn. antes de nuestra era, es cuando empezamos a tener
mai:te~ido ni co?siderad~ como una prueba. Geológicamente, ningún noc10nes mas precisas sobre el desarrollo de las culturas líticas ame-
yac1m1ento americano esta fechado con certeza en un período anterior ricanas. Un hombre, que está probablemente relacionado con los
al Würm; tipológicamente, la presencia de utillaje basto de la serie grandes cazadores del paleolítico superior eurasiático se halla en-
d~ los choppers y choppin_g-tools, de los «cepillos» y de lima,ces, gran tonces instalado en el sureste de los Estados Unidos, y 'quizá también
numero de _los cuales estan muy bien fechados en una época tardía en alguna otra zona. Tenemos algunos puntos de referencia cronoló-
del posglac1al, puede más fácilmente atribuirse a un fenómeno de gicos y tipológicos de la historia de su difusión. Estos últimos esen-
convergencia que a una lejana filiación. Si realmente hubiese habido cialmente se basan en la evolución de las puntas de flecha de piedra
en América una capa de población anterior al Würm lo suficiente tallada, pues el estudio de otros tipos ele instrumentos o de armas
importante como para haber dejado sus huellas tanto en el norte se ha visto poco atendido hasta el presente (fig. 36).
(Estados Unidos) como en el sur (Argentina), cabría preguntar por Las pun~as ~andía no están fechadas por el carbono 14, ¡wro son
halladas haJo mveles de puntas con acanalados y están a~ociada,; a
130
131
una fauna de grandes animales extinguidos, entre los cuales el mamut
desempeña un importante papel. Son puntas bifaciales con una es-
cotadura lateral asimétrica y que recuerdan bastante las puntas de
muesca solutrense. Hasta aquí, su distribución se halla limitada a
Nuevo México.
Las puntas Clovis y Folsom. Los cazadores de las generaciones
siguientes cazan una fauna YIJ. modificada. El mamut ha desaparecido
de casi todas las zonas (subsistiendo sin embargo en algunos lugares,
en particular en México). En América del Norte, la caza principal se
orienta al bisonte (una especie hoy extinguida) y en América del Sur
al perezoso, al caballo y a los camélidos. La punta de flecha se ha
transformado y presenta un vaciado sobre una o dos de sus caras a
base de la extracción de una sola .lasca central. Se las llama puntas
acanaladas. Las puntas de Clovis, las más antiguas, tienen de 5 a 11 cm
de largo, son bastante gruesas y algunas veces, no siempre, con mues-
cas de acanalados en una o dos de sus caras. Están mal fechadas.
Se sabe solamente con ce~teza que son más recientes que las Sandía y
más antiguas que las Folsom. Su distribución es muy amplia. Se las
halla hasta en América central. Las puntas Folsom presentan grandes
afinidades con las Clovis. Son puntas pequeñas y finas, de forma foliá-
cea, con un ancho pedúnculo muy poco saliente del cuerpo mismo de
la pieza. La base es ligeramente cóncava y prolongada por dos largos
apéndices. En ellas también, el rasgo más característico es el acana-
lado en cada una de las caras obtenido probablemente por presión
indirecta. El promedio de dimensión es de unos cinco centímetros, lo
que corresponde a las pequeñas puntas Clovis. Los yacimientos de
puntas Folsom son muy numerosos en América, siendo Lindenmeier
y Lubbock los más conocidos. Se encuentran sobre todo en el suroeste,
pero también en el sureste de los Estados Unidos e incluso en Flo-
rida. La concentración es mucho más importante en los valles de los
grandes ríos que en las costas. Están fechadas en unos diez mil
años.
· Al parecer, estos cazadores con puntas Ciovis y Folsom son los
descendientes de los cazadores con puntas Sandía, y no hay razones
particulares para pensar que corresponden a una nueva ola de inmi-
gración, pues, de una parte, no hay nada en el Mundo Antiguo que
recuerde este tipo de puntas y, por otra parte, el yacimiento de Lucy,
en Nuevo México, ha proporcionado formas intermedias entre Sandía
y Clovis, esto es, puntas con una sola escotadura y muescas de aca·
3.1.c:ION 730 vr::mJ3W'v' nalados.
Sea lo que fuere, y contrariamente a lo ocurrido en la Europa
occidental, la expansión demográfica parece haber sido particularmente
rápida y fuerte en América al principio del posglacial. Mientras que

132 133
Sur donde están menos claramente fechadas, se desarrollan asimism_o
las épocas precedentes no están casi representadas, la zona de distri- par;lelamente a los antiguos tipos foliáceos y triangulares. En Brasil
bución de las puntas Clovis es inmensa. La mayor densidad se halla se conoce en José Viera un ejemplar fechado por el carbono 14 en
en los Estados Unidos, pero se las encuentra también en Canadá, el v milenio a. de J. C. Estas puntas serán aún las que usen _los caza-
México y en América central (Costa Rica, Panamá). En América del dores amerindios del tiempo de la conquista.
Sur, el tipo acanalado se extiende también con ciertas modificaciones
· Si de una parte esta evolución ~e las pu~ta_s de flecha nos p~ol?or-
de forma. El más antiguo yacimiento americano conocido es El Jobo,
ciona preciosos puntos de referencia crono!ºP?ª• que son los. umcos
en Venezuela, que podría remontar a 16 000 años, pero no se han ha- claramente establecidos hasta hoy, en cai~b10 solo nos da una 1mag_en
llado en él puntas de flecha y se ignora si pertenece a esta primera
incompleta de la importan~ia real de los g~upos de cazadores a~en~-
colonización, de la cual prácticamente se desconoce todo, o a una in•
dios. En las regiones tropicales y ecuatoriales,, las pun~as de piedra
cursión de grandes cazadores (Sandía o vinculados) hacia el sur.
son a menudo sustituidas por puntas de bambu, de espma o de ma-
En América del Sur sólo se conocen dos estaciones con este tipo de
puntas con acanalados, pero su distribución y su cronología demues- dera.
tran la rapidez de la difusión de este tipo de puntas a través de Amé-
rica. Uno de los yacimientos es El Inga, cerca de Quito, en Ecuador, Las culturas costeras
y el otro, la cueva Fell, en el extremo de América austral, cerca de las Las costas de ambas Américas probablemente fueron ocupadas
orillas del estrecho de Magallanes. Los más antiguos niveles de la desde los primeros tiempos de la colonización. Sin embargo, nada
gruta, fechados en 10 000 años (8000 a. de J. C.) contenían, además podemos saber referente a los má~ antiguos yacim~entos costeros:
de las puntas, una abundante industria de lascas y grandes raspado- la lenta ascensión del nivel de los oceanos, consecuencia del recalenta-
res de basalto, así como restos de perezoso y de caballo. miento posglacial, los ha sumergido y destruido en la mayoría de los
Las puntas sin acanal,ados y sin pedúnculo. Hacia los milenios casos. Los numerosos depósitos de conchas que orlan las costas ame-
VIII y VII a. de J. C. las dos Américas parecen enteramente pobladas, ricanas corresponden a períodos recientes, en el curso de los cuale_s
quizá con algunas zonas desiertas en las que sobreviven los descen- el nivel general de las aguas era ~uperior (~ltiterma~) o igual (medi-
dientes de los primeros emigrantes. No se advierte ruptura en el modo termal) al nivel actual. Los depositos me1or estudi~dos son los. de
de vida de los amerindios, pero las puntas con acanalados han des- California, Perú y norte de Chile en la co~ta del Pacifico, de Flonda
aparecido y un poco por todas partes han sido sustituidas por puntas y del sur de Brasil, en la costa del Atlántico.
triangulares o foliáceas sin pedúnculo. Este cambio es paralelo en Todos estos depósitos estaban abandonados en el momento de la
puntos muy alejados, los más conocidos de los cuales son el suroeste conquista. Ciertos autores, y en particular ~a.nals Fra~, oi:inan que
de Estados Unidos, México y las pampas de Patagonia. La interpreta- representan los vestigios de una «ola» mesohtica de m1gracioi:ies que
ción de este brusco cambio no es fácil. En América del Norte hay, habrían emigrado del Antiguo al Nuevo Mun~o, por el ?~mmo del
quizá, evolución de las puntas acanaladas hacia estos nuevos tipos estrecho de Bering, en los inicios del posglacial. ~a ~?c10n ~e una
triangulares o foliáceos, marcando una etapa intermedia las puntas del ola mesolítica mundial parece ser fruto de una ilus10n debida al
llamado complejo Plainview. En el otro extremo del continente, en la hecho de que por doquier las m:es antiguas esta~io~es costeras i:osgla-
cueva Fell, se produce la brusca desaparición de los tipos arcaicos que ciales son contemporáneas, en razón de las variaciones concomitantes
se hallan separados de la nueva moda de puntas de flecha por un del nivel de las aguas.
potente nivel estéril. En otras zonas, en las pampas argentinas, la ocu- Una de las más claras secuencias de estos depósitos costeros quizá
pación de los principales yacimientos conocidos no empieza hasta la sea la Ilha das Rosas, en la bahía de Paranaguá, donde han podido
etapa de estas puntas foliáceas sin pedúnculo, conocidas con el nombre observarse, en la base, un sambaqui antiguo sumergido, con gru_esas
de Ayampitim. ostras y bastos útiles de piedra tallada :i:ue ~e remontan a un penodo
La última etapa de la evolución de las puntas es la de las de puntas en .que los niveles de las aguas eran mfenores, ª. los actuales. Este
con pedúnculo. Las encontramos en el VII milenio en la región de Te- sambaqui antiguo está recubierto por una ,playa, fosil qu~ representa el
huacán, donde subsisten dilatado tiempo paralelamente con las an- ascenso del agua en el antitermal. Despues de este, un hgero. d~scenso
tiguas puntas foliáceas. En Estados Unidos son anunciadas en primer secó la playa y se formó un suelo humedo sobre el cual vmieron a
lugar por las puntas Eden y Scottsbluff ( ¿ v milenio?). En América del
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instalarse nuevos grupos ele pescadores costeros, dejando un sambaqui
reciente con utillaje y conchas de pequeñas dimensiones. y el pimiento (Capsicum}. Su utillaje se diversifica y aumentan los
morteros y las manos de mortero. La sequedad del valle ha permitido
Los cazadores-recolectores de alimento vegetal el hallazgo de fragmentos de redes y de tejidos, así como restos de
cestos. La variedad de los tipos de sepulturas, los testimonios de cani-
Paralelamente a las culturas de los cazadores de caza mayor, cuyas balismo y de sacrificios humanos son reveladores de unas prácticas
grandes etapas caracterizamos arbitrariamente por la evolución de religiosas bastante complejas.
las puntas de flecha, en América se han desarrollado otras culturas Las gentes de la fase Coxcatlán (5200-3400 a. de J. C.) son aún
cuya economía se basaba esencialmente en la caza menor y en la re- netamente depredadoras, pero la proporción. de los productos agrí-
colección de vegetales. Estas culturas se encuentran especialmente en colas en su ali.mentación viene aumentada por el cultivo rudimentario
los Estados Unidos, al oeste de las montañas Rocosas, y en México: · de nuevas plantas: el maíz, otra especie de calabaza (C. moschata)
En los Estados Unidos se las agrupa con la denominación de «cultura y una especie de habichuelas (Phaseolus acutifolius). En otras partes
del desierto», una de cuyas manifestaciones es la cultura de Cochise se cultiva otra variedad de calabaza ( Lagenaria siceraria), que es utili-
(Arizona). Sus orígenes son mal conocidos, pero se remontan bastante zada como recipiente. La caza sigue teniendo poca importancia. La po-
y son por lo menos contemporáneos de las puntas Folsom. La indus- blación del valle está formada por varias bandas semisedentarias que
tria de la cultura de Cochise está caracterizada por la talla basta de se dividen en pequeños grupos durante la estación seca, y se recons-
instrumentos que recuerdan los chopping-tools y los choppers. Las mo- tituyen luego para consumir las plantas silvestres que hayan alcanzado
ladoras son abundantes y atestiguan probablemente la utilización de la madurez y cosechar sus «huertas».
alimento vegetal. Estas culturas, clasificadas para América del Norte Entre 3400 y 2500 a. de J. C. (complejo Abejas) los productos de
en la fase llamada arcaica, han sido sobre todo estudiadas en el sur- la recolección son aún proporcionalmente más importantes que los re-
oeste de los Estados Unidos (Bat Cave, Tularosa) y en México (valle cursos agrícolas. El maíz ocupa el primer lugar entre las plantas
del Tehuacán). cultivadas, entre otras el amaranto y la habichuela común (P. vulga-
ris). Es muy posible que los primeros poblados (que se distinguen de
los campamentos por la permanencia y no por su extensión) aparez-
Los productores can a partir de aquella época. Hay que llegar al principio del II mi-
(fig. 54) lenio para que la agricultura sea la principal fuente de subsistencia.
A los tehuacanos les han sido precisos casi 5000 años para pasar de
En este último país, las largas secuencias traídas nuevamente a la fase de agricultura incipiente a la de la agricultura efectiva. Los bo-
la memoria por Mac Neish en el estado de Tamaulipas y en el valle tánicos están en condiciones de explicar la lentitud de esta evolución :
de Tehuacán (estado de Puebla), han proporcionado datos de primera el rendimiento muy bajo del maíz primitivo ( pod-pop corn} no per-
importancia en cuanto a los orígenes-,de la agricultura en Mesoamérica mitía al hombre dedicar todos sus esfuerzos a su cultivo: la recolec-
y también por lo que se refiere a la lenta transformación de los de- ción de plantas silvestres era mucho más rentable. La situación no
predadores en productores. varía hasta después de la mutación del gene pod-corn (hacia 2000
En el VIII milenio, el valle de Tehuacán estaba ocupado por pe- antes de J. C.), seguí da de la hibridación del maíz con el teocinte
queños grupos cuya economía se basaba a partes iguales en la caza (Euchloena) y, posteriormente, por los efectos de la selección.
y la recolección. Cambiaban de residencia siguiendo las estaciones, Entre 2500 y 1900 antes de nuestra era (fase Purrón), el valle de
pasando de un campamento de estación húmeda a un campamento de Tehuacán está poblado de pequeños núcleos con casas hechas de
otoño, luego a un campamento de estación seca y, al año siguiente, barro y paja, habitadas por agricultores que complementan su alimen-
recomenzaban idéntico ciclo. Su utillaje lítico comprendía raspadores, tación con la ayuda de frutos, de hierbas y de granos silvestres, y de
choppers, hojas y puntas de flecha. caza. Aparece la primera alfarería: gruesa, con abundante desgrasante,
Durante la fase El Riego (7200-5200 a. de J. C.), los habitantes mal cocida, con superficies poco cuidadas y con formas tomadas de
son específicamente recolectores de plantas silvestres; la caza sólo las de las escudillas y de los tarros de piedra de la fase anterior.
desempeña una débil función en la economía. En esta época aparecen Durante la fase Coatepec (1900-1500 a. de J. C.) , la alfarería se
las primeras plantas cultivadas: una calabaza (Cucurbita mixta) perfecciona y presenta las primeras decoraciones pintadas, mientras
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leva~tan pirámides con escalones recubiertos con adobes pintados.
que hacia 1500 aparecen las figuritas de tierra cocida. Entre 1000 y
Un grupo de pueblos o a veces incluso un pueblo, posee su centro
300 a. de J. C. se cultivan nuevas plantas, entre ellas el tomate. Varios
ceremonial y político. Las diferencias de rango social vienen expresa-
poblados del vaJle poseen pirámides, mientras otros comparten un das por la variedad de las formas de las sepulturas: algunas se exca-
mismo centro ceremonial. Las gentes de la fase Palo Blanco (300 an- . vahan en las pirámides y se colocaban ricas ofrendas alrededor del
tes de J. C. al 700 de nuestra era) son esencialmente agricultores que cadáver. La erección de estelas de piedra y de esculturas monumen-
han aumentado su producción gracias a la construcción de terrazas
tales es otro aspecto de las culturas «formativas» de Kaminaljuyú.
y a los trabajos de regadío. Los centros ceremoniales así como las
«ciudades sagradas», en frase de Mac Neish, se insta'lari en lo alto
de las colinas; el resto 1de la población se reparte en pequeños po-
Suroeste de los Estados Unidos
blados que poseen a veces una pirámide. Los centros ceremoniales La mayor parte del norte de México constituye una vasta zona
comprenden pirámides dispuestas alrededor de un patio o plaza, te- árida que fue poblada hasta la Conquista por bandas ,de cazadores-
rrenos de juego de la pelota, terrazas y plataformas sobre las cuales recolectores. El suroeste de los Estados Unidos conoció una historia
se levantaban las habitaciones. La última fase de la secuencia (Venta diferente. Sus habitantes, de depredadores se convirtieron en produc-
~alada, 700-1500 d. de J. C.) ve el desarrollo del urbanismo. tores, y ciertos grupos alcanzaron un elevado nivel de civilización.
En el valle de México, los primeros poblados agricultores parecen
1
A las tres grandes divisiones geográficas de esta zona : el desierto,
haber aparecido durante el transcurso de la primera mitad del II mi- la montaña y la meseta, corresponden tres grandes tradiciones cul-
lenio y las más antiguas alfarerías, a las que acompañan figurillas turales llamadas respectivamente Hohokam, Mogollón y Anasazi, que
de tierra cocida, datan de esta misma época. El I milenio a. de J. C. se distinguen desde el inicio de nuestra era. Las gentes de la cultura
ve el nacimiento y el desarrollo de ciertos elementos que serán carac- de Cochise recibieron, hacia 2000 a. de J. C. (Bat Cave), razas primi-
terísticos de las grandes civilizaciones : la más antigua construcción tivas de maíz, procedentes de Mesoamérica. Unos mil años más tarde
religiosa descubierta hasta la fecha en el valle de México es la se cultivaban en el suroeste de Nuevo México calabazas y alubias.
plataforma escalona'd a de Tlapacoya (500 a. de J. C.); le siguen, poco Los grupos de la fase precerámica (500 o 300-150 a. de J. C.), que
tiempo después, los montículos troncocónicos de Cuiculco. Al final comienza la tradición Mogollón, viven en pequeñas aldeas dispersas,
del I milenio, el umbral de la civilización se franquea con el estable- compuestas por algunas chozas semisubterráneas, en el suelo de las
cimiento de la gran ciudad de Teotihuacán. cuales han excavado fosas para sus provisiones. La recolección y la
En la costa del golfo de México, el yacimiento de La Venta, fe- caza son proporcionalmente más importantes que la agricultura del
chado por el carbono 14 entre 800 y 400 a. de J. C., es un gran maíz, las calabazas y las alubias. La cerámica aparece desde 150 antes
centro religioso que comprende pirámides, estelas, patios rodeados de de J. C. En territorio Anasazi, la gente del período Basket-Maker II
bloques tallados en basalto, grandes ofrendas en forma de mosaicos (0-400 d. de J. C.) vive en chozas ovaladas con paredes de maderos
enterradas a varios metros de profundidad, etc. De este lugar proce- colocados horizontalmente, y de techo plano, agrupadas en aldeas.
den asimismo esculturas monumentales, cerámicas de alta calidad y Su alimentación consiste, a partes iguales, en la caza, productos de
hachas votivas de jade. recolección y de la agricultura (maíz y calabazas). En esta región la
En la costa pacífica de Guatemala, las fases Ocos (1400-1000 an- cerámica no aparecerá hasta el período siguiente, Basket-Maker III.
tes de J. C.) y Conchas (1000-300) del yacimiento de La Victoria, son Los inicios de la tradición Hohokam son análogos, aunque la alfarería
otros ejemplos de la fase «formativa» de Mesoamérica. ya esté en uso desde el año 300 de nuestra era. Así, en el suroeste
En las tierras bajas del sur de México y de Guatemala las sencillas de los Estados Unidos, se asiste en los primeros siglos de nuestra era
culturas aldeanas se transforman en culturas más complejas en los a «una fijación» de grupos antes nómadas o seminómadas, debido a
últimos siglos del I milenio antes de nuestra era, como lo atestiguan que la agricultura desempeña un papel cada vez más importante. Esta
las primeras construcciones destinadas a ceremonial en Chiapa de evolución rápida que sigue a un largo período 'de estancamiento, es
Corzo, Uaxactum (fase Chicanel), Altar de Sacrificios, etc. debida sin duda a la introducción de nuevos tipos de maíz, más pro·
En el Yucatán, la civilización aparece en la misma época. En las ductivos que los anteriores.
Altas Tierras de Guatemala, en el yacimiento de Kaminaljuyú, desde
la fase de Miraflores (300-50 o. de J. C. o 210 a.-210 d. de J. C.) se

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Este de los Estados Unidos estaban a veces alineadas, y los muertos eran siempre enterra?os
En la mitad norte de esta zona inmensa, hacia el final del período dentro de los montículos. En esta época la agricultura desempeña cier-
llamado «arcaico», se asiste a un principio de sedentarismo de ciertos tamente el papel más importante dentro de la economía. ~~da v_ez
grupos humanos que han sabido adaptarse a los recursos que les más se dejarán sentir en el noreste los efectos de la expans10n m1s-
rodean. El yacimiento denominado Wapanucket 6 (Massachusetts), sissippiense.
de casi 4000 años, comprende varias casas circulares de 10 m de diá- En el sureste de los Estados Unidos, los yacimientos del período
metro, de las cuales una es ceremonial; sus habitantes, en número de «arcaico» (entre 6000 y 500 a. de J. C.) consisten ya en amontona-
un centenar, se dedicaban a la caza, a la pesca y a la recolección mientos de conchas en las costas, ya en 1ugares de descarga en el
(bellotas y otros productos silvestres). Incineraban a sus muertos y interior. Atestiguan cierta estabilidad, pero no presentan rastros de
hacían múltiples objetos de piedra pulimentada. En la región de los construcciones permanentes. El yacimiento precerámico de Poverty
Grandes Lagos, la cultura «Old Copper» (3000-1000 a. de J. C.) es Point (800 a 600 a. de J. C.) constituye una notable excepción a esta
célebre por sus objetos de cobre nativo martilleado. situación general : se compone de seis anchos taludes concéntricos
de forma octogonal, rodeando una superficie de más de mil metros de
Entre el año 1000 a. y el 200 d. de J. C., la cultura Adens se desa-
diámetro. Sobre estos taludes se levantaban las chozas que albergaban
rrolla en el actual estado de Ohio, pero ej erce su influencia en las
una población estimada en varios miles de individuos. Se observará,
culturas vecinas menos avanzadas. En el apogeo de esta cultura, los
por otra parte, la aparición simultánea de la alfarería en diversos
poblados se componen de casas rectangulares, y de grandes mon-
yacimientos, hacia el 2000 antes de Jesucristo.
tículos de forma cónica u ovoidal, dentro de los cuales eran enterrados
En los últimos siglos del I milenio antes de nuestra era, las cul-
los personajes importantes del grupo. El conjunto estaba rodeado de
turas del sureste reciben las influencias hopewellienses; los poblados
un gran talud circular. Los artesanos trabajaban la piedra (pipas
o los centros religiosos poseen montículos funerarios y taludes de
tubulares, antropo o zoomorfas, pinjantes, armas), el cobre y la mica
tierra de forma geométrica. A partir del año 500 d. de J. C. el sureste
(joyas), tejían telas y fabricaban alfarería.
se desprende de las influencias septentrionales y ve desarrollarse algu-
Derivando de la cultura Adena, la cultura Hopewell se manifiesta nas culturas originales. La población aumenta, siendo la economía
primeramente en Illinois (300), luego en Ohio (100 a. de J. C.) y se esencialmente agrícola. Los yacimientos comprenden plataformas de
acaba hacia el 500 de nuestra era. Su influencia se dejará sentir sobre templos y montículos dentro de los cuales las víctimas eran a veces
grandes distancias, notablemente hacia el oeste (este de las llanuras) enterradas junto al cuerpo de grandes personajes. Se trataba aquí de
y hacia el sur (bajo valle del Mississippi). Los poblados son más una sociedad altamente estratificada, probablemente teocrática. La cul-
extensos que los del período precedente y comprenden una o varias tura del Mississippi atestigua fuertes influencias mesoamericanas; en
superficies de forma regular y de grandes dimensiones rodeadas de un primer período que va de 1000 a 1400, ciertos yacimientos, a veces
grandes taludes, a los cuales están asociados montículos funerarios. fortificados, son de grandes dimensiones; comprenden principalmente
A veces, los yacimientos están encaramados en lo alto de las colinas, plataformas y pirámides dispuestas alrededor de una plaza y casas
rodeados de un talud. La producción artesana, rica y variada, indica ceremoniales a menudo semienterradas. Los grandes centros estaban
la existencia de grupos de especialistas. Los mayores yacimientos rodeados de poblados satélites.
Hopewell eran esencialmente centros religiosos o funerarios. La parte oriental de las Grandes Llanuras fue ocupada por los
Hacia el año 500 de nuestra era, en los estados de Iowa, Min- hopewellienses entre el 200 y el 400 d. de J. C. y quedó largo tiempo
nesota, Wisconsin e Illinois se desarrolla una cultura original cuyo bajo la influencia de las culturas del este. Los campesinos sedentarios
elemento más sorprendente consiste en la construcción de grandes obtenían sus recursos de la caza, ·d e la recolección y del cultivo del
montículos de tierra que adoptan la forma de animales. A partir maíz y de las alubias. Las provisiones eran almacenadas en fosas; se
del 700, las culturas del noreste de los Estados Unidos consisten en trabajaba la piedra y el hueso y se fabricaba alfarería (desde el prin-
una mezcla de tradiciones hopewellienses y mississippienses. Los po- cipio de nuestra era). La cultura rupestre de los indios de las llanuras
blados son más grandes y atestiguan una expansión demográfica. Pla- se manifiesta desde el año 1000 d. de J. C.: el grupo permanece du-
taformas de tierra, sobre las cuales se levantaban construcciones de rante gran parte del año en el Roblado, compuesto por grandes casas
barro y paja, estaban dispuestas alrededor de una «plaza». Las casas que pueden albergar varias familias, y graneros subterráneos. El po-

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blado está a veces rodeado de fosas y empalizadas. La economía se tinuamente en conflicto. La producción artesana (trabajo del º:º' en
basaba en la caza (con arco y flecha) y la agricultura (con una azada particular) era rica y variada. E~ la sierra d~ Santa Marta, los tairona,
hecha de un omoplato de bisonte). Finalmente, la alfarería era abun- pocos siglos antes de la Conqmsta, c~nstrman en sus . poblados mon-
dante y variada. tículos, carreteras y acueductos de piedra.
En la América central, a partir del 500 d. de J. C., florecen di-
Norte de América del Sur y sur de América central versas culturas de nivel análogo, representadas por poblados con
En estas regiones en que el clima no favorece la conservación de montículos ofrendas funerarias a veces muy ricas, esculturas de piedra,
los restos orgánicos, los inicios de la agricultura y de la vida seden- alhajas de' jade y de oro, y una cerámica excel:nte. La sociedad
taria son aún mal conocidos. En América del Sur los arqueólogos estaba jerarquizada, dividida e:1 clases, y comprendia grupos de arte-
deducen la existencia de la mandioca debido a la presencia, en los sanos especializados.
yacimientos, de · platos de cerámica que en la época histórica eran
utilizados por los indios para cocer las galletas de mandioca amarga Tierras bajas de América del Sur
(Cassava). Fragmentos de estos platos han sido hallados en el yaci- Cuencas del Amazonas y del Orinoco. Durante el I milenio antes
miento de Rancho Peludo (región del lago Valencia), acompañados de de nuestra era, unos pequeños poblados más o menos estables ?acen
vajillas ordinarias, de urnas funerarias, de martillos y trituradores su aparición en el bosque tropical de las Guayanas, de Brasil, de
de piedra. Para este yacimiento se han obtenido cinco fechas del car- Ecuador y de Perú. Sus habitantes son sobre todo dep_redadores, ~ero,
bono 14 que van del 2700 al 300 a. de J. C. Si se retienen las fechas en cierta forma, dependen de las plantas que cultivan (mandi~ca,
más antiguas, Rancho Peludo sería el poblado agrícola más antiguo maíz) y fabrican alfarería. El yacimiento de Ananatuba, en la isla
de esta zona. de Marajo, cuya etapa inicial ·se estima hacia el 500 a. de J. C.,
Por otra parte, el yacimiento de Monagrillo (Panamá), fechado en comprende una sola casa común de tierra y _paja, capaz par~ al-
el 2300 a. de J. C., ofrece los restos de un poblado costero cuya eco- bergar de 100 a 150 individuos: el poblado tiene una superficie de
nomía se basaba en la pesca y la recolección de moluscos, así como, 300 a 700 m 2 con un depósito de un espesor de 60 a 100 cm. La alfa-
probablemente, en la agricultura (maíz). rería, que utiliza tiestos molidos como desgrasante, está decorada por
A partir de principios del II milenio antes de nuestra era, los cepillado y por incisión. A partir de los principios de nue_stra era,
productos agrícolas representaban la parte más importante de la ali- las culturas del bosque tropical tienen como base económica es~!1-
mentación de los campesinos de Venezuela y de Colombia: la man- cial la mandioca y el maíz, aunque la pesca, la caza y la recolecc10n
dioca está evidenciada en el 1200 a. de J. C. en Colombia y hacia siguen siendo importantes. El cultivo sobre ar_tiga_:>, que obliga al cam-
el 1000 en Venezuela. Posteriormente a la mandioca vino a sumarse el pesino a cambiar de campo cada cuatro o seis a~os, es i:n _factor q~e
maíz: en el yacimiento de Momil (Colombia) los «metates» (mue- limita la dimensión del poblado y su permanencia. El habitat com~1s-
las) aparecen hacia el 500 a. de J. C., asociados a numerosos elementos te en varias pequeñas chozas dispuestas alrededor de una plaza, o bien
mesoamerica_nos. El nivel cultural de las Tierras Bajas de Venezuela en grandes casas comunes. Las sepulturas son a menudo secund~rias,
y de Colombia nunca fue elevado: los yacimientos son de dimensiones a veces en urnas. Se fabrica alfarería, tejidos, cestos, hachas de piedra
modestas y la producción artesana está limitada a la alfarería y al pulimentada y vestidos de plumas.
trabajo de útiles y armas de piedra, de hueso y, eventualmente, de En la isla de Marajo, la cultura Marajoara (600-1300 después
conchas. Sin embargo, algunos pocos yacimientos poseen montículos de J. C.) es excepcional y sus orígenes deben buscarse en el noroes-
· poco elevados. te de América del Sur: el aumento del área de los poblados y su mayor
En el Alto País colombiano se han desarrollado unas culturas estabilidad son la consecuencia de una agricultura más intensa y de
más complejas : mencionaremos la estación de San Agustín (siglo VI unos rendimientos más elevados. La sociedad estaba jerarquizada y
antes de J. C.), gran centro religioso famoso por su estatuaria. Mucho la producción artesana confiada a especialistas.
más tardías, las culturas de Quimbaya y Chibcha pueden, según Rei- En las afueras del poblado se construían unos montículos dentro
chel-Dolmatoff, ser descritas como pequeñas federaciones ·de poblados de los cuales se enterraban las urnas conteniendo los restos de los
puestos ha jo la autoridad de jefes locales y, en ciertas regiones, con- difuntos. Evans y Meggers opinan que la decadencia de esta cultura

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es debida a las limitaciones del medio de bosque tropical, en el cual aguas frías de la corriente peruana atraen hacia la costa una e~traor-
la agricultura intensiva no puede mantenerse mucho tiempo. dinaria abundancia de peces. Por estos alrededores, a partir del
Cuenca del Paraná. La fase de agricultura incipiente está repre- v milenio, pequeños grupos humanos se instalan a lo largo de la
sentada por los niveles cerámicos tupí guaraní, que se hallan en la costa sur, en la desembocadura de los ríos, para recoger los moluscos,
cim~ de escasos sambaquis. Los tupí guaraní, que ocuparon el sur de pescar con anzuelo, cazar mamíferos terrestres con ayuda del propul-
Brasil hacia el 800 d. de J. C., vivían en pequeños poblados; culti- sor, y cultivar las habichuelas y algunos tipos de calabazas. El al-
vab:m el maíz y las calabazas, y pescaban. Fabricaban alfarería y godón está presente a partir del 3000 a. de J. C. En la costa septen-
enterraban sus muertos en urnas. trional los habitantes del yacimiento de Huaca Prieta (2500-1200 antes
de J. C.) llevaban un género de vida análogo y, además, tejían telas,
Regiones de las altas culturas de América del Sur fabricaban tejido de corteza, cestos y redes. Estas diversas culturas
parecen haber permanecido aisladas unas de otras durante largo
Ecuador. En la costa norte de la provincia de Guayas, las cul- tiempo y su evolución fue muy lenta. Se acelera con la introdu~ción
turas Valdivia y Machalilla (3000-2000 y 2000-1500 a. de J. C. res- de nuevos elementos: el maíz aparece en la costa central hacia el
pectivamente), a pesar de ser sedentarias, no eran en apariencia 1400 a. de J. C., la alfarería y el cacahuete hacia el 1200, la llama
agrícolas; la base económica consistía esencialmente en moluscos. La hacia el año 1000. Gracias, por una parte, a las numerosas excavacio-
cerámica, que según Evans y Meggers fue importada de Asia, hace nes, y por otra parte, gracias también a las excepcionales condicio-?-es
su aparición en el 2500 antes de nuestra era. La cultura Chorrera, de de conservación de esta zona, la historia de la costa peruana es bien
la misma región (1500-500 a. de J. C.), está caracterizada por la conocida. Poca cosa se sabe de las primeras culturas sedentarias de
introducción por vía marítima de numerosos rasgos mesoamericanos; los Andes peruanos y bolivianos: de sus valles, sin embargo, son
se desarrolla simultáneamente en la cuenca del Guayas y en la pro• originarias numerosas plantas indígenas, entre las cuales la patata y
vincia de Manabi. Según Evans, esta expansión se debe a la intro- la quinoa, y uno de los pocos animales domésticos americanos, la
ducción del maíz en la costa de Guayas, en los albores de esta llama. Las recientes excavaciones de la Universidad de Tokio en
cultura. Kotosh han revelado una sucesión de templos, los más antiguos de los
Durante el período que va desde el 500 a. de J. C. al 500 de cuales están fechados en el III milenio antes de nuestra era. Unos tra-
nuestra era se asiste en Ecuador al desarrollo del regionalismo; cier- bajos posteriores demostraron, quizá, la anterioridad de unas civili-
tas culturas contemporáneas, a pesar de la presencia de ciertos rasgos zaciones andinas en relación con las de la costa.
comunes (cerámicas, en particular), son de nivel muy diferente. Siendo Sea lo que fuere, en el siglo x antes de nuestra era los habitantes
limitaqa la agricultura, los grupos de la fase Jambelli, en la costa de los Andes, así como los de la costa, disponían de abundantes re-
sur del país, se alimentaban sobre todo de los productos de recolec- cursos agrícolas (maíz, calabazas, mandioca dulce, aguacates) que les
ción y de mariscos. Por el contrario, en la costa de Manabi, la fase permitieron desarrollar culturas de creciente complejidad. Edificios
Bahía está definida por la presencia de grandes yacimientos represen- de carácter religioso se construyen un poco por doquier y consisten
tando poblados grandes; allí se construían montículos, plataformas en pequeñas plataformas de piedra o de adobe, o en pirámides con
con los laterales adornados de piedras, y depósitos de agua. Este nivel las gradas recubiertas de bajorrelieves pintados y adornados con es-
cultural podía conseguirse gracias a una agricultura intensiva. culturas de piedra. En los Andes, la cultura de Chavin es la más
El período siguiente, que termina con la conquista incaica, es un avanzada de su época y ejerce su influencia sobre grandes P.xtensiones,
período de integración: la población aumenta y se concentra en las tanto en los Andes como en la costa. Célebre, sobre todo, por el
ciudades. Se construyen montículos y terrazas para la agricultura; centro religioso de Chavin de Huantar (arquitectura y escultura monu-
artesanos especializados desarrollan la orfebrería (Esmeraldas), el mentales), está asimismo caracterizada por la producción de tejidos,
tejido, la alfarería, la escultura sobre madera, etc. La sociedad está joyas de oro, escudillas de piedra y de cerámica de excelente calidad.
dividida en clases y fuertemente jerarquizada. En varias ocasiones Chavin ha sido paralelizada con la cultura con-
Perú-Bolivia. La costa peruana está formada por una estrecha temporánea de La Venta (México) en particular, a causa de la pre-
franja desértica, atravesada de este a oeste por numerosos riachuelos ponderancia, en la religión, del tema del jaguar y de la serpiente, y
que, en su desembocadura, forman verdaderos oasis. Además, las

144
t de estilos o motivos artísticos comparables.

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1
¡
6. A. LEROI : La Prehistoria.
Del 300 a. de J. C. al 200 de nuestra era se asiste al desarrollo
de las culturas regionales gracias al progreso de las técnicas agrícolas
(terrazas y redes de regadío) ; la población aumenta y se concentra
en poblados que comprenden casas dispuestas siguiendo un trazado,
grandes montículos piramidales y, a veces, fortificaciones. La eco-
nomía descansa en la agricultura, la pesca y la cría. Sin embargo,
el simbolismo religioso, característico del período precedente sólo
1
se halla en la arquitectura o en los motivos decorativos de la cerámica;
tampoco se hallan edificios de carácter puramente religioso.
A partir del 200 de nuestra era se desarrollan las civilizaciones
de tipo urbano tales como Tiahuanaco (Andes bolivianos), Nazca
(costa sur), Mochica (costa norte), caracterizados por ciudades, gran- SEGUNDA PARTE
des poblados, complejos edificios religiosos, agricultura intensiva
(abonos), gran especialización del trabajo (desarrollo de la metalurgia
con fa aparición de la plata). Los mochica poseen 'un ejército1y empren- PROBLEMAS
den conquistas. Del 600 al 1000, la mayor parte del Perú está domi-
nada por la civilización de Tiahuanaco-Wari. Luego se desarrollan los
reinos (Chimú en la costa norte) o los pequeños Estados que a partir
Y DIRECTRICES PARA
del siglo XV serán absorbidos por el Imperio incaico. LA INVESTIGACIÓN
Norte y centro de Chile y noroeste de Argentina
Las culturas de estas regiones se han beneficia_d o de las plantas
cultivadas en· los Andes, así como de la llama. Los poblados, algunas
veces fortificados, eran pequeños y comprendían modestos edificios
de albañilería tosca y sencillas estructuras religiosas de pequeñas
. ,,
dimensiones. Su artesanía (alfarería, metalurgia) ha sido repetidas
veces fuertemente influida por las grandes civilizacionf'~ andinas.

A. L.-L. \ U. U.

1,

146
CAPÍTULO PHIMEHO

Problemas metodológicos

Las excavaciones y la doctrina de investigación

A menudo, el rendimiento de la máquina. científica es desalenta-


dor: para que la medicina adelante un ápice, es preciso sacrificar
millone,s de cobayos y de ratas blancas; pero el cobayo se reproduce
a voluntad, mientras que el yacimiento arqueológico se excava una vez
y desaparece. En los países mejor organizados en cuanto a agricul-
tura moderna y a grandes obras, la destrucción y pérdida de docu-
mentos es considerable. En la mayor parte de los países, hasta el mo-
mento presente la protección de los yacimientos no amenazados de
inmediata destrucción es más teórica que práctica; es prácticamente
inexistente la de los yacimientos que peligran por el hecho de la vida
moderna. Abordar como «problema» el tema de las excavaciones
deja a un lado a centenares de coleccionistas que, con autorización
oficial o sin ella, destruyen sin provecho : ciertos aspectos de la acti-
vidad arqueológica señalan más el psicoanálisis que la investigación.
El juego de azar de los descubrimientos, la multitud de testimonios
ocultos hacen que una mayoría de documentos esté condenada a ser
destruida por el bulldozer o por los buscadores inexpertos; lo que
supone un verdadero crimen para la ciencia es la exploración des-
considerada de yacimientos no amenazados, como son las cuevas, y
la ausencia de una protección absoluta sobre todo lo que reposa en
la tierra.
Si se pudiese imaginar una situación ideal en la que sólo se exca-
vara lo que debe ser emplazamiento de un pantano, de una ciudad
obrera, o bien los yacimientos cuidadosamente escogidos por su im-
portancia científica, situación en la que se acudiría por lo menos a un
cuadro de especialistas verdaderamente competentes no sólo en cono-

149
cimi~ntos t:óricos sino también en la practica arqueológica, conti-
nuana un importante problema de fondo . sido excavados, existen aún tan grandes vacíos en los conocimientos
. En el siglo XIX las excavaciones prehistóricas se orientaron si- más fundamentales. Sin embargo, hay que reconocer que desde hace
gmen~o una d?~le inspiración: la de los paleontólogos y la de los unos treinta años ha mejorado la situación y en casi todos los países
arqueologos clas1cos [13]. Los primeros fueron los promotores de la los especialistas se han abierto camino, al mismo tiempo que mejora-
estratigrafía; los fósiles debían extraerse según el orden de los es- ban los métodos de investigación.
tratos: dan, entonces, a conocer el cuadro de la evolución. Los se- El documento prehistórico. La posición con respecto al yacimiento
?und?s ~';nían la historia como campo esencial, y, por consiguiente, la (documento de base) permanece, sin embargo, en las mejores condi-
m~cn_rc10n como elemento significativo: los objetos, asociados a ins- ciones, imperfectamente exigente. Desde largo tiempo ya es sabido
cnpc10nes, aseguran un cuadro más o menos rico de la cultura de que el estudio de un yacimiento requiere la colaboración del geólogo,
ciert_a ép?ca_- Las dos disciplinas, la una con sus fósiles y la otra con del paleobotánico, del zoólogo, del antropólogo, del paleoetnólogo y,
sus mscnpc10nes, se refieren a objetos «extraídos» y que empiezan su si el caso lo requiere, del físico o del químico 1 . En todas las ciencias,
c~rrera de docu~e_ntos una vez reu~idos en el laboratorio o en el ga- los materiales tienen un interés multidisciplinario, pero normalmente
bmete. E1_1 . ~efin!t1va, los paleontologos y los arqueólogos de las no se impone su estudio simultáneo y los mismos documentos (para
grandes c1v1hzac10nes son unos historiadores, los unos de la natura- algunos desde la Antigüedad) son reconsiderados para una acción de
leza, los otros de la cultura. Bien o mal, los prehistoriadores se han análisis progresivo. No ocurre lo mismo con el testimonio prehistórico
conformado a una tradición que, en su caso, ofrecía menos ventajas que es irreversiblemente destruido por la excavación. Ello explica por
que defectos. qué lo que se sabe de los más grandes yacimientos paleolíticos cabe
. La técnica de la exploración paleontológica (o o-eológica) está en algunas cortas páginas, excepción hecha del sílex. Incluso para
bien adaptada ~ su objetivo, p~esto que normalmente ~o se puede es- el sílex puede discutirse hasta lo infinito sobre las verdaderas divi-
pera~ nada rneJ~r _que el estudio de los vestigios animales O vegetales siones de los períodos, como si Carlomagno, Jules Ferry y Cicerón
reumdos cronologicamente. Para sacar los fósiles sin demasiado daño fuesen objeto de discusiones en cuanto a su orden cronológico. Por
Y en or~en cr?nol_~gico es yreciso, pues, que la exploración sea hábil, más absurdo que ello pueda parecer, esta comparación hace destacar
pero la mvest1gac10n propia no se basa en ella. La técnica tradicional un hecho a menudo demasiado despreciado: la excavación es el acto
del. arqueólogo,_ quizá menos defendible, respondía a necesidades muy importante en la prehistoria. De ello se desprende que en el yaci-
vec11_1as: a partir del momento en que los textos pueden ilustrar sobre miento no basta un hombre, aunque sea muy ilustrado, sino una ins-
la vida. ~e los pueblos e~tintos (lo cual es ampliamente inexacto) la titución entera, lo cual hace que la ciencia prehistórica sea una dis-
e:'cavac1on . debe pr?~orc10nar los monumentos y las inscripciones, ciplina tan costosa como la mayor parte de las ciencias exactas. Este
sm r_efinam1entos, mutiles. No hay que discutir aquí los fundamentos punto se admite ahora en cierto número de países. Es, pues, de una
r~lat~vos a los metodos de la arqueología tradicional; su rendimiento situación real, aunque no general, de donde se puede sacar una doc-
c1ent1fico puede mejorarse considerablemente, pero ellos han alimen- trina de la excavación actual.
tado un cuerpo enorme y coherente de conocimientos. Por desgracia Esta doctrina se reduce a pocas líneas. La prospección debe tener
no ocurre lo mis1:110 con la prehistoria, en la que las exigencias ver'. su prioridad sobre la excavación, y en ésta la investigación de las
dade:as 1!º son m las_ de la pal:ontología ni las de la epigrafía. Los estructuras debe tener carácter de prioridad sobre la estratigrafía.
~reh1ston~dores han sido _demasiado a menudo unos inadaptados cien- Por muy paradójico e incluso quizá escandaloso que pueda parecer,
t1_fico~, geologos o humamstas desarmados ante las exigencias de una son estos principios los únicos que aseguran el respeto de la materia
ciencia_ a caballo ent:e la zoología, y el arte plástico. Por añadidura, documental, pues importa menos haber visto que haber anotado, y
el , aficionado so~revive en ella aun con demasiada frecuencia; un poseer veinte mil sílex en orden cronológico que una sola cabaña
filolog? que supiese mal el latín o un paleontólogo que ignorase puesta a la luz del día con todos los testimonios de la existencia de
demasiado la anatomía serían rápidamente apartados: un prehistoria- los hombres de una época. Lo paradójico es, por otra parte, inexisten-
dor que ~xcava mal y que suple con su imaginación lo que falta a te, ya que un análisis profundo implica que se haya hecho un esfuerzo
sus matenales, puede muy bien hacer una larga carrera. Por ello a para interpretarlo todo, y la disección precisa de las estructuras su-
pesar de que durante más de un siglo millares de yacimientos han perpuestas asegura mejor la estratigrafía que cualquier otro método.
Partiendo del principio de que es la excavación la que hace el
ISO
151
genealogía, sino sobre la vida del hombre prehistórico. En semejánte
documento, el diario no es sólo la confección de un montón de planos exploración cualquier grano de arena puede tener algo que decir,
y fotografías, sino la puesta en acción de todas las inteligencias cuya ya no se trata sólo de calmar una conciencia con algunos planos,
?onjunción es necesaria, siguiendo la fórmula de equipo que todas las algunas deducciones por los pólenes o el carbono 14: el mejor inves-
mvestigaciones multidisciplinarias han adoptado naturalmente. Sin tigador es, a pesar de todo, un vándalo que destruye su documento
dificultad, puede concebirse a un tipólogo que realizase sólo la sín- consultándolo. No puede haber verdadera excavación si se pierde
tesis del musteriense (si las excavaciones le proporcionasen mate- de vista esta triste realidad. Por otra parte, ella es suficiente para
riales seguros), pero investigar sólo un yacimiento musteriense con- aconsejar la organización del dispositivo de investigación.
duce sin lugar a dudas a la pérdida de una parte de los testimonios, En un país en curso de modernización industrial y agrícola la
porque un solo investigador no sólo no puede tener presentes todos protección de los yacimientos debe estar asegurada, no ya por la cla-
l~s P;?ble~as, que se plantean, sino tampoco todos los que la ima- sificación después de su descubrimiento, sino por una verdadera invio-
gmaci?n cie~tifica es cap~z. de formula~ dentro de cada especialidad. labilidad de principio. Los descubrimientos fortuitos son muy nume-
Investigar solo y con la umca perspectiva de establecer una sucesión rosos y la inmensidad de los tiempos prehistóricos hace que los tipos
?e in~ustr_ias no es mucho ~ás e:-cusable que cuando se inauguran las de yacimientos y su importancia varíen mucho. Una densa red de
mv~st~gac10nes en u1;a reg10~ vugen, con accesos difíciles y rica en prehistoriadores aficionados tiene aquí una función , de primer orden
yacumentos que seran estudiados ulteriormente. en la detección, información, asociación a las verdaderas excavaciones.
Hace ya más de medio siglo que la investigación histórica se ha Los yacimientos están tan necesitados de protección como las últimas
desprendido d~l inte;é~ e~clusivo por el acontecimiento; la prehis- águilas, y los «amigos de la naturaleza» se distinguen perfectamente
tona, que no tiene m siquiera_ la excusa de descubrir las genealogías del feroz destructor de cigüeñas. El salvamento y el estudio científico
y las batallas que son la glona de los pueblos, debe intentar lo im- son cosas distintas: es tan absurdo bloquear durante meses la cons-
posible para salir al paso de las falsas genealogías que se han creado 1 trucción de un pantano para estudiar un yacimiento insignificante,
con los buriles y las puntas pedunculadas. 'I como criminal es excavar en un yacimiento importante con el pre-
A~tualmente, la dilapidación de los yacimientos es tal que dentro
de v~m~e años se bu~cará, quizás infructuosamente, algo con que re-
constitmr la economia de los neolíticos o de la protohistoria en la
may?r parte de las, regiones actualmente cultivables. Al igual que el
l

texto de «salvarlo de la destrucción». La distinción entre lo que debe
ser salvado · por los grupos de aficionados bien formados, y lo que,
en la cúspide, debería movilizar a los mejores especialistas compete
a unos organismos que, en la mayoría de países,·sólo existen en estado
petroleo y el carbon, la materia arqueológica se agota. El dolmen de esbozo. Se impone, pues, toda una gradación en la selección de los
mtacto o la galería cubierta bien conservada se han transformado .1 medios, pero no en los principios que hay que aplicar, que son
en ~are_zas ,Y desaparecerán quizá_ pronto, cuando todavía ningún es- aproximadamente los mismos en un taller abbevilliense y en un yaci-
tu?io cientifico de ellos haya podido hacerse en condiciones que per- miento de la edad del bronce.
mitan poner en claro las prácticas funerarias de las cuales eran esce- Cualesquiera que sean su forma y el número de sus capas, el ya-
nario. ~e _aquí, pues, ot~o punto importante: la excavación debe cimiento debe comportar trincheras de sondeo que permitan prever
tener pnondad sobre la disertación; la experiencia demuestra sobra- lo que la excavación estratigráfica irá descubriendo progresivamente.
damente _que muchos de los trabajos clásicos sobre el paleolítico sólo Pero lo esencial es la distinción de estratos o capas de los antiguos
recobraran su valor cuando se renueven los conocimientos. suelos, a menudo muy finas, que facilitan sus vestigios en estado de
~om~ ha o~urrido mu~ a menudo en la historia de las ciencias, abandono. El trabajo de lectura de las superficies, tan importante y
la. si~te_sis ha sido 1!ecesana antes que el conocimiento profundo; al tan apasionante en sus detalles como. la lectura de un manuscrito
prmci~~o de este siglo se. ha formado una primera imagen de la inédito, es verdaderamente el acto de investigación del prehistoriador;
evoluc10n de las culturas, imagen que ha agotado casi todos los re- cualquier otro procedimiento merece, a lo sumo, ser considerado como
cursos de l~s técnicas estratigráficas. A partir de entonces se tienen de recuperación estratigráfica. Hay que hacerse cargo de que la disec-
c~d_a ve~ _mas detall~s sobr~ la sucesión de los raspadores, pero es ción de las superficies es excesivamente lenta, puesto que teóricamente
fac~l adivmar que seis concienzudas excavaciones en cada país resol- nada debe pasar inadvertido. Ello implica pausas prolongadas en
v:ena? ?e un~ vez todo lo esenci_al sobre el problema de la cronología cada piso, pausas durante las cuales se hace el trabajo de registro.
tlpologica. Sm embargo, quedaría casi todo por saber no ya sobre la
153
152
Este último moviliza los medios ordinarios de notas, planos, croquis, pador carenado» no es identificable con un_ gén~:º y una especie.
fotos, películas, toma de muestras para todos los e,studios habitua_l~s Sólo es posible cierto paralelismo. Un~ clas1fic~c1on J:>urament~ tec-
(industria, fauna, polen, mineralogía, granulometria), pero tamb1en nológica sería concebible, pero resultaria precaria de_b1do a la incer-
todo aquello que puede ser imaginado como nuevo por varios ce:e~ros tidumbre de identificación de la función de los obJetos; la mayor
pacientemente aplicados a no dejar perder nad~ d~ lo que_ est~ irre- parte ,de las ·«hachas, 1gubias, sierras, .:raspadores» ) ~más_han , cumplido
misiblemente condenado a desaparecer en el s1gmente ep1sod10. Lo las funciones que se les atribuyen, y el vocabulario se ha carga~o _~e
idóneo es sacar, mediante materias plásticas, amplias muestras intac- denominaciones erróneas que, no obstante, dan idea y que la trad1c10n
tas de los diferentes suelos y un testimonio de la excavación por capas mantiene. Más aún: el sentido de los términos ha derivado a menudo
que asegure la posibilidad de controlar durante días, a veces años, en el tiempo, y las acepciones sucesivas de una palabra coro~ rasP_~or
las etapas ya recorridas. Lo mínimo que se le puede exigir en todo por ejemplo desafían la estabilidad indispen~able de una s1stemat1ca.
caso al excavador es que pueda darse cuenta siempre de la situación Finalmente, la tradición establecida de asociar el nombre de un ya-
exacta de todo lo que ha visto y de todo lo que ha deducido. Al tér- cimiento al de un objeto, como «hoja solutrense», conduc_e a au~entar
mino de su excavación quedará un documento sobre el cual no hay la confusión cuando, por afinidades de forma, se denomma «hoJa so-
que hacerse demasiadas ilusiones; en él se verá todo lo que habrá lutrense» un objeto americano separado del original por 10 000 km Y
visto; por ello resulta mejor multiplicar los investigadores en un diez milenios. El error de principio es, sin lugar a dudas, el d~ ~aber
mismo yacimiento. Su trabajo, sin duda, permitirá reforzar en el perseguido el fin de una «tipología» antes que e~ de, con pnondad,
1
futuro las búsquedas sobre los puntos que habrán registrado sin una «morfología sistemática», puesto que los «tipos», para guar~ar
1
comprenderlos, lo cual es muy importante, pero la excavación, acto el paralelismo con la sistemática de las ciencias naturales, debe~ian
necesario en nuestras investigaciones, no es, dado el estado actual ser entidades culturales y cronográficas, mientras que son formas liga-
de la ciencia, más que un mal menor; e? una operación que el das a la vez a la cultura y al determinismo todopoderoso de la ma-
prehistoriador, así como el arqueólogo clásico, tiene serios motivos 1 teria y del gesto, sometidas, pues, a todas las eventualidades de con-
para . abordar con humildad y un ·profundo sentido de la responsa-

(
vergencia. . , .
bilidad que asume. La situación actual se resiente de un largo pasado termmolog1co
inspirado por la «tipología intuitiva». Resul~a evident_e que_ du 7ante
A. L.-G. el trancurso de estos últimos años una corriente de mvestigac10nes
sistemáticas se ha cebado sobre fuentes enriquecidas por todas las
partes del mundo y que la amplitud de horizontes ha hecho nacer la
Terminología de la piedra y el hueso necesidad de una definición más estricta de los criterios morfológicos.
Las primeras clasificaciones se inician al final del siglo XVI, con
En arqueología histórica la denominación correcta de un vest1g10 Michel Mercati 2, que distingue en las «pierres de foudre~ (que r~-
no plantea grandes problemas. Un hacha es reconocida como tal y conoce como armas) Cerauni,a cuneata (las hachas), Ceraunia vulgaris
a menudo no desempeña más papel que el de contexto. En prehistoria (las flechas) y silicex (puntas de lanzas): El siglo x~n ~ec~n~idera las
el objeto de piedra o de hueso es por sí mismo el texto, el «fósil di- grandes divisiones de Mercati y las enriquece. Juss1eu d1stmgue las
rector», y su papel como testigo cronológico es cuando menos igual cuñas las hachas y las armazones de flecha; Mahudel 4, en 1730,
a su papel como testimonio cultural. En esto la prehistoria podría añad: aquí la punta de dardo, el martillo, el cuchillo, el cincel: desde
pasar por una ciencia natural que reclama una sistemática de los el origen se ve nacer la tendencia a referir a la etnografía el . vo-
objetos, como existe una sistemática de las rocas o de los seres vivos cabulario tipológico. Esta tendenci~ con,duc: a Boucher de ~erthes 5
para regir la interpretación sincrónica y diacrónica de los testimo- de 1847 a 1860 a forjar más de vemte termmos para caracterizar sus
nios. Si las necesidades son idénticas, los materiales son bien distintos, industrias del Somme. Se halla allí de nuevo el nudo inicial de la
y bien distinta también ha sido la evolución de los métodos de aná- clasificación de Jussieu: la cuña, el hacha, juiciosamente dividida en
lisis. La prehistoria se ha construido una sistemática empírica. Este hacha diluviana (el biface) y en hachd céltica (el hacha pulida), la
empirismo se apoya en el hecho de que «hacha de sílex» no es asimi-
lable a un orden y una familia zoológica, del mismo modo un «ras-
piedra de flecha. Se ve igualmente !ª aportación de Mahudel, a la ?ual
se añade una serie de formas fantas10sas como la «broca» o el «arpon».

154 155
La clasificación de Lefebvre 6 en 1877 sigue el mismo criterio; en esta De estas consideraciones resulta que el progreso de la taxonomía
época se adquiere lo esencial de la terminología actual. prehistórica debe orientarse: 1) hacia la puesta a punto de una
A. de Mortillet 7 racionaliza esta tipología, en parte ficticia, clasi- morfología analítica, concebida independientemente del tiempo, de
ficando los útiles en cuatro grandes categorías: útiles que sirven para las culturas y en una amplia medida de la naturaleza técnica de los
cortar, útiles que sirven para raspar, útiles que sirven para aplastar testimonios 10 ; aplicable al conjunto de las culturas, el vocabulario
y romper, útiles que sirven para perforar. La treintena de palabras correspondería a lo que es el vocabulario anatómico que conoce pri-
(como hacha, sierra, raspador, raedera, punzón, etc.) admitidas por meramente el «hígado» antes de establecer si se trata del hígado de
simple verosimilitud morfológica se han fijado en el vocabulario, y la ostra o del hígado del hombre; 2) hacia una aclaración experimen-
si_rven aú?,. sin _que ninguna crítica tecnológica de conjunto haya ve- tal de los datos del determinismo tecnológico, lo que evitaría, por
nido a d1stmgmr los supuestos usos de los que pueden considerarse ejemplo, separar como «tipos» los especímenes de un mismo instru-
como demostrados. mento en sus diferentes estados de uso, o de considerar como de
La primera mitad del siglo xx, dominada por la personalidad del tradición «perigordiense» el resurgir a 20 000 años de distancia de las
_a~ate Breuil, no _corresponde a las grandes tentativas de revisión, pero mismas hojas de dorso curvo.
s1 a numerosos mtentos de ajuste de las formas a un cuadro crono- No existe otro camino para salir del empirismo, y, a juzgar por
lógico. Diferentes trabajos 8 visten poco a poco de detalles analíticos las preocupaciones de los tipólogos de diferentes países, parece que
una armazón cuya vocación tecnológica ya casi no atrae la atención: este camino está1 ra entreabierto.
ya ~o importa que la «raedera» haya servido para rascar, pero sí que A. L.-G.
tal _mstrumento sea el «fósil» _característico de una cultura y de un
p_en?do .. Es, pues, sobre la busqueda de sutilezas cronológicamente
s1gmficat1vas donde ha recaído el esfuerzo principal. Por tanteo se Cuadros de morfología descriptiva
ha Ile_gado a un_ método_, ilustrado por los trabajos de F. y D. Bord;s 9 , Los cuadros siguientes tienden a ofrecer, dentro de lo que es com-
q~e tiende hacia la busqueda de asociaciones significativas estable- patible con una visión universal de la morfología, el vocabulario des-
ciendo sobre curvas las proporciones numéricas de los diversos elemen- criptivo de las industrias prehistóricas. Constituyen sólo una base
t?s de una lista tipo. Cualquiera que sea la forma que tomen la lista limitada a la terminología general y suponen su complemento en las
tipo y l~ ~urva, el princ~pio metodológico es inatacable, y al nivel en monografías tipológicas regionales. ,.
que se s1tuen las exigencias, el método Bordes o los métodos parecidos El principio seguido es inverso del de una tipología, puesto que
han prestado ya grandes servicios. los «tipos» son estados de síntesis, característicos de una época y de
El reproche que se puede dirigir a las curvas de densidad no se ·una cultura, mientras que el análisis morfológico tiene por finalidad
refiere al método sino a la definición de los criterios que aún no han movilizar los elementos de descripción. La tipología empieza, pues,
sido objeto de una crítica suficientemente depurada. Los autores han en el punto en que el análisis morfológico ofrece el medio de esta-
constru_i~o sus li~tas tipo baj_o el empuje de una búsqueda circunscrita blecer el grado de validez de los caracteres. El contraste entre estos
(paleoht1co me~1_0 de Franc;a º. epipaleolítico europeo), lo que con- dos aspectos complementarios del estudio de las industrias prehis-
dena su extens10n a una mev1table puerta falsa. La terminología · tóricas resalta claramente cuando se considera el lugar que la esta•
ª:rastra l_a her~nci~ y ~os prejuicios de la ciencia prehistórica. Más dística ocupa respectivamente en uno y en otro. En morfología ocupa
aun, la tlpologia solo imperfectamente advierte el determinismo im- una situación preliminar: la elevada frecuencia de un carácter P,ar-
~~esto por la i_nateria, el gesto técnico, el grado de desgaste de los ticular 1en los testimonios tomados de industrias distribuidas en el I

utiles, lo cual m!roduce u1;- elemento independiente del tiempo y de tiempo y en el espacio permite colocar este carácter como morfológi-
l~~ cu!tura~. La 1mportan~1a ~el determinismo disminuye del paleo- camente significativo. En tipología, la estadística desempeña una fun-
ht1co mfer~or_ a la protoh1stona, de manera que si altera casi total- ción final y decisiva: la frecuencia de objetos que sintetizan cada uno
mente las 1?1agenes sa;adas de las culturas arcaicas, su efecto es ya de ellos un grupo de caracteres significativos conduce a individualizar
~en?s sensible a partir del paleolítico superior. La tipología cuan- una cultura dentro del tiempo y del espacio. Un tercer recurso cual
tltat1v~ repre~enta un considerable progreso a pesar de los defectos es el método cuantitativo parece imponerse entre los precedentes:
que aun contiene.
la búsqueda de la pertinencia del agrupamiento dentro de los tipos.
156
157
l. NÚCLEOS (fig. 37)

Toda masa de materia tallada toma el carácter de núcleo, pero las


necesidades de la extracción obligan generalmente a dar al núcleo
la forma y las proporciones favorables para la talla. Dentro de la
forma general (A), los aspectos más frecuentes son bipiramidal (1) ,' en
tortuga (2), en cuña (3), tabular (4), cóni:co (5), poliédrico (6).
2 3 4 5 6 El núcleo comporta un anverso, un reverso (a menudo cubierto de
restos del córtex) y frecuentemente un plano en un extremo, un
contraplano en el otro (3 a y b). En orden a su extracción, según las
materias, ofrece un contorno circular (7), ovoide (8), cuadrangular (9) ,
o escutiforme (10).
El plano de percusión (a) es liso (11, 12, 13) , diedro (14) o
retocado (15), según el estado del punto donde se localiza el im-
7 pacto. La forma y la orientación aseguran la extracción de lascas
gruesas (11) o finas (14, 15), de hojas de talla frontal (12) o circu-
lar (13).
En orden de extracción, el núcleo libera lascas preparadas que
dejan rastros de lascado (D) concéntricos (16), unipolares (17, 18),
bipolares (19) o multipolares (20). La preparación permite dar una
11 12 forma determinada al producto de extracción: lasca (16, 17) , punta
(18), hojas u hojitas (19, 20).

®~
Dentro de una misma cultura pueden coexistir varios tipos de
núcleos, ya sea realmente, ya sea porque el desgaste se traduce en las
formas siguientes (2, 1 luego 6, por ejemplo ). En las mismas condi-
ciones, la naturaleza de las masas primitivas (bloques, tablas o ta-
bletas, guijarros o riñones) puede determinar localmente la presencia
16 17 de núcleos irregulares o de un tipo aberrativo. La tipología tiene en
18 19 20 cuenta las formas dominantes, por ejemplo el núcleo de tortuga oval,
con plano retocado y lascado en punta preparada, del mustero-leva-
lloisiense o el núcleo cónico de plano liso circular y lascado unipolar
de hojas del México precolombino.
Nomenclatura de los productos: Los caracteres de fractura de las
arista
bulbo de rocas elásticas son constantes y tanto más notables cuanto más se
_ percusión aproxima la roca a una· estructura vítrea. Los productos de la percu-
.-=:::::::=-.~
--- sión (21) tienen un anverso, un reverso, un talón o extremidad pro•
~
ximal y un extremo distal. El anverso está marcado a menudo por una
21 piano
extremidad distal o varias aristas, el reverso por las ondas del plano de lascado que
de lascado
ANVERSO
REVERSO forman un bulbo de percusión cuyo origen está en el punto de im-
pacto, sobre el plano dr percusión.
Fw. 37. (V. lectura en la página siguiente)

158
159
' ~ ~ 11. PRODUCTOS DE PREPARACIÓN (fig. 38)

· ...·.:_._..

22
4í%b
23
~ t>.~~ 24 25
La preparación de la masa primitiva produce lascas cuya suerte
varía según las culturas y los recursos locales: unas veces son simples
desechos que atestiguan las fases de la talla, otras la base para la ob-
tención de objetos determinados. Su estudio es fuente de valiosas in-
formaciones sobre las técnicas y el nivel económico. En el transcurso

, '
1 ' 00
del tiempo, algunos de entre ellos han podido desempeñar una función
dentro del desarrollo de los nuevos productos.
La masa primitiva libera en la primera percusión una lasca ini-
f~
•:;, cial (22) cuyo anverso está revestido de córtex y cuyo plano de per-
cusión es nulo o natural. La continuación de la preparación conduce
a la extracción de lascas de desbastado (23) . La preparación de nú-
cleos (o su nueva puesta en forma) determina la producción de lascas
4b. ~ &::- angulares (24) ordinarias o angulares oblicuas (25) . La regularización
26 27 28 29 de las aristas da origen a las lascas de arista (26) y a las puntas de

r, arista (27). Cuando la arista suprimida se encuentra próxima a uno


de los bordes, se obtiene la lasca de dorso natural (28) si el córtex
guarnece la vertiente abrupta, o de dorso preparado (29) si la ver-
tiente abrupta conserva· l_a huella de extracciones anteriores.
La percusión sobre las aristas o cerca de los bordes sinuosos del
núcleo da origen, según la posición del punto de impacto, a la punta
desfasada ( décalée} (30), de la que se hace un rasgo tipológico mus•
teriense, y a la lasca oblicua (31), muy frecuentemente modelada en
raedera. La extracción del borde sinuoso del núcleo provoca la libe-
30 31 32 33 ración de la hoja o de la lasca en cresta (32); el avivado del plano
de percusión, necesario para rehacer el borde deformado por los
impactos, da un plano de percusión en disco (33).
Productos de la talla: Los productos de la talla, lascas u hojas,
ofrecen un plano de percusión liso (34), diedro (35), retocado (36),
o punti/orme (37); se da el nombre de plano facetado (/acetté) a un
plano con varias aristas, de las cuales sólo una desempeña o no la
función de línea de impacto. El plano de percusión es perpendicular
37 u oblicuo, más o menos grueso o ancho con relación a los diámetros
34 35 36 )
1
del producto.
FIG. 38. (V. lectura en la página siguiente) )
j
1

L60 161
15
muy ancha
7 -2-, III. MÓDULOS DE TALLA (fig. 39)

l
grand71 1,s
La talla media de una industria obedece a razones de técnica o de
bastante grande economía. Siempre es importante determinar el módulo de origen
:, de las lascas, a menudo superior al testimonio que dejan los útiles
. talla mediana
usados. La longitud está tomada desde el plano de percusión hasta el
7(:!taJe extremo, encontrándose el plano de percusión alto y horizontal. El cua•
i
pequeña
5 dro de módulos se basa en la consideración de que un producto de
pe9ue~a más de 15 cm de longitud es muy grande, y superior a 1/ 1 de anchura,
muy pequena muy ancho. Tomada sobre gran número de productos de los dos con-
tinentes, la longitud de 8 cm parece ser media; la de 4 cm, pequeña;
Lasca ancha 38 Lasca bastante Iarga 39 Lasca larga 40 la de 2 cm, muy pequeña, a pesar del carácter arbitrario de la asimila•
ción uniforme de las anchuras con respecto a las longitudes. La an-
1s.~--7
3 . 4 , 6, chura relativa ofrece ocho categorías de clasificación : lasca muy
ancha, lasca ancha (38), bastante larga (39), larga (40), laminar (41);
las hojas son consideradas como normales (42), estrechas (43), muy
estrechas (44). De cuatro a seis centímetros respectivamente, las tres
10
categorías de hojas corresponden a las hojitas (42 a 44).

5
,r Los módulos de la talla son aplicables a los productos preparados
en la medida en que las proporciones de la lasca o de la hoja origi-
nales no están sensiblemente alteradas. En el caso contrario, es con-
veniente aplicar los módulos particulares a la categoría morfológica
del caso.
o~-=i-~-.--i
·Lasca laminar H'?ja Hoja estrecha Hoja muy estrecha
41 42 43 44
FIG. 39. (V. lectura en la página siguiente)
Las divisiones representan un centímetro

162 163
90• 70• 45•

30•
IV. RETOQUE (fig. 40)
.IY
La forma definitiva de la pieza se obtiene mediante los retoques.
10° Tienden a dar la forma adecuada, ya a los bordes, ya al dorso o a
la cara de las piezas. Las fases de fabricación se inscriben a menudo
45 46 47 en el escalonado de varias series de retoques (46) cada vez más finos.
48
El retoque de los bordes puede ser uní/acial (47), bifacial (48) . La
incidencia de los retoques con respecto al plano horizontal de la pieza
o
es importante (45), ya que varía según la naturaleza del borde bus-
o
:,
:,
e cado y su grado de desgaste : el retoque se llama rasante, alrededor
e
_,_ -·~-medial de 10°; muy oblicuo, hacia 30°; abrupto, hacia 70°, y vertical,
o
e
C,
u
...
u a 90°.
-.:,
El filo puede ser bruto (49), regular (50) o irregularmente retoca-
_ proximal
do, reavivado (51) : puede ser regular o irregularmente denticu-
lado (52) o con muescas (53). Es importante resaltar que los suce-
54
~ ~ ~ ·{-:•·"••½
-~ sivos reavivados de un útil pueden modificar profundamente su forma
49 50 51 52 53 y conducir a distinciones tipológicas no significativas.
El retoque que invade el anverso es llamado directo, el del reverso

~ ~ ~ íl
es llamado inverso (55). Si los bordes son retocados el uno sobre el

íl
. anverso y el otro sobre el reverso, el retoque recibe el nombre de
alterno (56). Por otra parte, según su situación (54), puede .ser
continuo o discontinuo y, en este último caso, proximal, medial o
distal.
Cuando un borde es recortado por retoque abrupto o vertical, se
llama rebajado ( abattu) (57, 58, 59). El rebajado, así como el re•
~ ~ - AD toque, puede ser directo (57), inverso (58), o alterno. Es cruzado (59)
55 56 57 58 59 cuando los retoques atacan sucesivamente ambas caras.
El retoque de las caras es parcial o total (61) sobre una o dos
caras. Cuando parece alcanzar el anverso, se le denomina invasor
( envahissant) (60). El retoque total puede ofrecer variantes como
irregular, transversal (63), oblicuo ( écharpe) (64).
Para que sea completa, la morfología debe tener en cuenta el ta-
maño de los retoques: muy grande (20 mm y más de anchura), grande
(15 mm), medio (6 mm), pequeño (2 mm). Las proporciones son
corta (1/ 2 longitud X 1 anchura), media (1 X 1), larga (2 X 1),
~
laminar (+ de 3 X 1). Finalmente, el retoque puede ser vacío {creux)
60 61 62 63 64 o · fino ( en pelure).
Fm. 40. (V. lectura en la página -siguiente)

164
165
i
'
V. ÚTILES DE CORTE DISTAL (fig. 41)

Chopper (cuchilla) : útil tallado, el más primitivo (65-66). Gene-


ralmente, un guijarro cuyo filo se ha obtenido por un pequeño núme-
65 ro de extracciones unifaciales (chopper) (65) o bifaciales ( chopping-
66
tool) (útil cuchilla) (66) . Morfológicamente está emparentado a la
vez con el hendidor, con la raedera (135) y con el bifaz (134) .
Hendidor (ha,ehereau} (67, 68): Es una gran lasca sobre la cual
un bisel preexistente a su obtención constituye la parte cortante. La
preparación de los bordes y del talón crea variantes tipológicas para
las cuales Bordes [415) y Tixier [333) han propuesto clasificaciones.
El bifaz de extremo cortante (69) se diferencia del hendidor por su

~ j
j talla bifacial, pero se acerca a ella por la similitud del bisel preexis-
tente.
Tranchet: El principio del bisel preexistente se halla en el tranchet
(70, 71, 72), cuya puesta a punto se hace, bien por recorte de una
67 68 69 lasca con retoques abruptos (70), bien por preparación bifacial (71,
72) . Althin [74) ha dado una clasificación de los tranchets basada
en las formas que se encuentran en la Europa septentrional. En una

W1 70
situación morfológica análoga en relación al tranchet a la del bifaz de
extremo cortante en relación al hendidor, se encuentra el ha,eha ta-
llada (73 ) cuyo filo es obtenido por retoques distales.
Morfológicamente, los hendidores y los tranchets (cuyo nombre
carece de relación con su función) constituyen una familia empa•
rentada con la de las hachas, azuelas y rejas. Funcionalmente, la
separación parece poder estar fundada en la elevada probabilidad de
un enmangado del tipo «hacha» por el grupo de los tranchets. La des-
cripción detallada hace intervenir las figuras 40 (retoque), 42 (hacha)
y 49 (corte).

71 72 73
FIG. 41. (V. lectura en la página siguiente)

166 167
Corte ( extremo distal)
bisel - - , - - - --

VI. HACHA, AZUELA, REJA (fig. 42)


- - ejes paralelos - -
borde costado Esta familia incluye simultáneamente objetos de piedra pulida
(total o parcialmente) y de materia animal o eventualmente vegetal.
La nomenclatura general de la pieza (74) comporta el filo (con uno
u
o dos biseles), los flancos, los bordes y el talón. Los bordes (75) son
u
QJ de ejes paralelos o convergentes (más frecuentemente hacia el talón). ·
"'
Por su parte, los bordes pueden ser rectilíneos, convexos, cóncavos,
- ejes convergentes -
·¡· ! . 1 sinuosos. El talón (76 a 81) puede ser truncado (76), redondeado (77),
talón rect1 meas. convexos. con cavos . ·sinuosos.
74
en punta (78), con muesca (79), con salientes (80) o de botón (81) .
(extremo proximal) 75 El perfil del filo (82 a 86) permite hasta cierto punto separar las
~ 0 93 Q
V VV s3 bis hojas de hacha, de las azuelas o de las rejas; se pueden distinguir las
principales formas de biseles: doble (82 a 85), o simple (86), convexo-
simétrico (82), convexo disimétrico (85), bisel de plano único (86) .
_/""\._ 0 9 4 c : ) 9 4 bis El borde del filo puede ser rectilíneo (87), convexo simétrico (88)
o disimétrico (89), rara vez cóncavo o sinuoso. En su plano, el filo

VV üñ
puede ser plano (90), en gubia {creux) (91) .
c r o 96 OJ 9a La fijación de la hoja sobre el mango puede dar lugar a distincio-
nes morfológicas importantes. La hoja puede ser con escotaduras
simples o dobles (92), medias (93) o proximales (94), a tetones ( ma-
C])97 melons} (93 bis), con apéndices {dents) (94 bis) . Puede ser de cuello
95 ( gorge) (95) medial o proximal (96), limitada o ·no por abultamien-
tos (bourrelets) (97), completa o parcial (98) .
<:s2 1 87 La hoja con espiga (tenon) (99) ofrece espaldones laterales per-
1 D 100 pendiculares u oblicuos (100), hacia el talón (101) o hacia el filo;
~
c 83 fl 88
___J
D10,
D 103 la espiga puede estar limitada por un reborde ( replat) (102). La hoja
de bordes sinuosos supone una espiga de espaldones suaves (103).

C a4 ~ 89 99 CJ::l 102
~ 104 Ciertas hojas de azuelas ofrecen un espaldón tallado en plano (104).
Las perforaciones, medias o distales, pueden ser bicónicas o cilín-
dricas (106) . Pueden estar hechas de borde a borde (105) o en el
plano (107), ser simples (107) o múltiples (108) . La perforación
C s5 E:> 90 i;=:J
.? { 105 puede formar un cuello ( collet) (106).

~86
~ 91 -A-106
-LJ-
3 107
JI]o

108
La terminología descriptiva de las hachas 11 es, por una parte,
extensible a las cabezas de maza y rompecabezas y a los objetos de
forma parecida, como las «pesas».
Fm. 42. (V. lectura en la página siguiente)

168
169
L::?

11 O 111
íl íl rq
112 113 114
VII. BURILES 12 (fig. 43)

Los buriles están caracterizados por la existencia de un filo estrecho, obtenido


por -la extracción de una hojita llamada de golpe de buril. Pueden obtenerse de
lascas o de hojas, ser simples, dobles ..•, múltiples. El buril doble puede set
unilateral, bilateral o alterno. Su dimensión varía desde muy grande (15 cm) a
muy pequeño (- de 2 cm) (v. fig. 39); sus proporciones son de ancho (1 X 1)

' a estrecho (1 X 5), de delgado (1 X 7) a grueso (1 X 3) y mur grueso (1 X 2,5).

Buril de una o dos extracciones (109 a 120) : El buril se presenta


normalmente como de eje (109), oblicuo (ll0), de ángulo (lll).
Por la orientación del filo es recto (ll2), curvilíneo (ll3), plano (ll4).
El corte es obtenido por dos extracciones, diedro (ll5) propiamente
dicho, o por extracción sobre rotura ( sur cassure) (ll6) o sobre
115 116 117 118 truncatura (ll7). El buril sobre muesca (ll8 a 120) puede ser en
119 120 pico de loro (ll8) o transverso (ll9). El microburil es generalmente
un subproducto del truncado de las hojas, su bisel es el resultado de
una fractura y no de una extracción (120). Buril de extracciones múl-
tiples: Este buril está caracterizado por la extracción de hojitas para-
lelas, curvas (121 a 123) o rectas (124, 125) : buril arqueado (busqué)
sin (121) o con muesca (122), buril de pico (123), buril poliédri-
co (124) o prismático (125) . La definición morfológica está hecha por
la unión de los diferentes caracteres, por ejemplo: buril de ángulo,
recto sobre truncatura oblicua; doble alterno, pequeño, delgado y
121 122 123
estrecho. Semejante definición morfológica podría aplicarse tipológi-
124

n n
125 camente a un «buril de Noailles». Truncaturas: la nomenclatura de

M M
las truncaturas _es aplicable a todas las piezas cortadas transversalmen-
te por una serie de retoques abruptos. La truncatura es perpendicular
(126 a 129) u oblicua (130 a 133). Por añadidura, es rectilínea (126,
126 127 128 129
130), convexa (127, 131), cóncava (128, 132), sinuosa (129, 133 ).
Morfológicamente, la distinción de las truncaturas y de ciertos filos

r1130
(1
131
r1 rl
132 133
de raspadores no siempre es posible.

FIG. 43. (V. lectura en la página siguiente)

171
170
Reserva

Borde con reserva


866
Ancho 137 140 143
VIII. BIFAZ, RAEDERA, PUNTA (fig. 44)

Estos tres objetos (134, 135, 136) constituyen, con el chopper

Gúú
z .(65, 146), una sola familia caracterizada por una forma general ova-
'o
_,
~
lada, con bordes muy a menudo disimétricos en su contorno o por la
.... naturaleza de su retoque. Los bordes son normalmente convexos, pero
por reavivado pueden tomar un perfil rectilíneo o cóncavo. Se han
Medio 138 hecho varios intentos de tipología de los bifaces o bifaciales, así como
141 144 de las puntas y raederas 13 ; el más profundo es el de F. Bordes.
La raedera y la punta siguen los módulos de proporciones co-
rrientes (fig. 39). El bifaz es gigante más allá de 25 cm, muy grande
(20 cm), grande (15 cm), medianamente grande (12 cm), bastante
pequeño (10 cm), pequeño (7 cm), muy pequeño, por debajo de esta
última medida. Es muy grueso cuando la relación grosor-largada es
de 1 X 2,5, grueso (1 X 3), medianamente grueso (1 X 4) , bastante
Estrecho
139 delgado (1 X 5), delgado (1 X 6). Es ancho a 7/10, de anchura me-
142 145 dia a 6/10, estrecho a 5/ 10, muy estrecho a 4,5/10 (137, 138, 139).
Los filos son convexos (137-139) , rectos (140-142), cóncavos (143-145).
El juego de las proporciones y de los filos proporciona al simple útil
que es el bifacial, una considerable variabilidad. Ésta aumenta to-
davía más por los caracteres del talón: reserva envolvente (147),
semilateral (148), talón reservado (149). Otras formas (muy a menudo

146 148 149


1 150
sobre lascas) son de filo continuo (150) , estando el talón modelado
como el resto del contorno.
Las raederas ofrecen por su parte gran variedad de detalles de-
bidos a la naturaleza de la lasca inicial y a los reavivados sucesivos.
Reflejan, por lo tanto, una unidad morfológica, puesto que el grosor
y el retoque crean generalmente una zona envolvente de la hase de
uno de los lados: raedera de dorso reservado (151), con reserva en•
.. volvente (152), con talón semilateral (153), punta triangular (154) .

La punta ovalada de filo continuo (155) es a menudo una fase avan-

' '
zada de desgaste o agotamiento de las. formas anteriores, siendo la
151 limace su grado extremo.
152 153 154 155
FIG. 44. (V. lectura en la página siguiente)

172
173
IX. PIEZAS DE DORSO REBAJADO O RECORTADO,

í\ A 11 f\
f\V 11 D ~ 159 160 161
PIEZAS GEOMÉTRICAS (fig. 45)

Una vasta familia morfológica está constituida por hojas u hojitas,


rara vez por lascas, sobre las cuales un retoque abrupto o vertical,
directo o inverso, asegura el recorte de formas varias, disimétricas
según el eje principal.
El principio que se sigue es el de suponer la pieza constituida por una punta
(156-161) y una base (162-170) entre las cuales puede interponerse un cuerpo (171-
173), y los cambios de dirección de los bordes señalan el límite de las partes,
de manera que la pieza pueda ser, si el caso se presenta, una punta rematada
162 163 164

LJ u l)
con un talón. La descripción completa implica la intervención del retoque
(figura 40) y de la truncatura (figs. 43 y 46).

Piezas con dorso: obtenidas por el rebaje total o parcial de un


dorso o borde, y se distinguen las puntas de dorso y filo curvos (156
165 166 167 174 175 176 177 y 162), de dorso curvo y filo recto (157, 163) , de dorso recto y filo

LJ \J l)
curvo (158, 164), y las variantes que nacen de la combinación con
los caracteres del cuerpo (171 a 173) y del talón, en punta (162 a 164),
rectilíneo (165 a 167), convexo (168 a 170). El dorso sinuoso es ex-
168 169 170
cepcional, pero en cambio se encuentra el dorso con giba ( a gib-
bosité}.
Piezas pedunculadas o con muesca: La punta, en particular en la
Europa septentrional (Hamburgo, Ahrensburgo, etc.) puede ser con
truncatura y filo oblü:uos (159), truncatura oblicua y filo recto (160)
1 ( ' ) (cf. truncatura, 126, 133), dorso recto y filo oblicuo (161) .
La muesca puede, a partir del talón, estar colocada en los 2/ 3,

@1 @72 ~3 ~~ ~~º
181 en 1/2, en 1/ 3, en 1/4 (174). Puede ser cuadrada (175), redondea-
da (176) o en arpado (177). El pedúnculo está constituido por una
espiga (178) que no excede de la mitad del ancho de la base, o una
lengüeta (181) que sobrepasa la mitad del ancho. La espiga puede ser
lateral (d'angle) (178), semiaxial (179) o axial (180).
Piezas geométricas 1 4 : Representadas en su mayoría por formas

00 ~ ~7~ ~8~
microlíticas (menos de 2,5 cm), proceden generalmente del fragmen-
tado de hojas. Las formas corrientes son fléchette (182), rectángulo
182 184 185 1~ (183), semicírculo ( demü:ercle} (184, 185) , segmento de pírculo (186).
Las formas angulosas, con base rectilínea o cóncava, son los triá,ngulos,
isósceles (187), rectángulo (188), escaleno (189), el trap<'cio (190),
el trapecio rectangular (191), el losange o rombo (192).
183 186 190 191 192
FIG. 45. (V. lectura en la página siguiente)

174
175
......\ ..···.. .....~...•.
~ N () () X. PUNTAS FOLIÁCEAS (fig. 46)

Las piezas foliáceas, hifaciales o unifaciales, de piedra o de materia ósea,


¡ b¡ 201 \; Id;
son de una variedad de formas casi ilimitada. Su clasificación morfológica tiene
......···.... ,m cuenta su talla media en cada serie (cf. fig. 39) y el módulo: ancho con res-
pecto a largo (1 X 1), (1 X 2), (1 X 3), etc.
: \

Las puntas están constituidas por bordes convergentes rectilíneos


LJ"iJ (193 a), convexos (193 b), cóncavos (193 c). Los cuerpos tienen los
a
... bordes orientados paralelamente al eje (194), o convergentes hacia
la hase (195). Estos bordes son a su vez rectilíneos (194-195 a), con•

~
vexos (194-195 b) o cóncavos (194-195 c). La base puede ser simple
(196), rectilínea (196 a), convexa (196 b), cóncava (196 c). La len-
r.üeta tiene bordes rectüíneos (197 a), convexos (197 b), o cóncavos
203 204 (197 c). Los pedúnculos son de bordes paralelos (198 a), convergen-
.....··•··... ...··.•. _..:'··... ... ... ~ t,is (198 b), divergentes (198 c) ; estos bordes pueden ser rectilíneos

u :

a
~
/. b \.
~ ~
e LJ ü
·.. ¡
..... _.!
\_./
(199 a), convexos (199 b), cóncavos (199 c). El extremo del pedúnculo
•~s puntwgudo (200 a), rectilíneo (200 b), convexo (200 c), cónca-
vo (200 d).
196
··•. 205 206 207 Las muescas son rectas (201 a), agudas (201 b), obtusas (201 c),

ó
..... ···-. ......··•··.•. rr.dondeadas (201 d). Las aletas son cortadas rectas (202 a), cortadas

V a
197
V e
oblicuamente (202 b y c), redondeadas (202 d) . Las barbas nacen del
encuentro de bordes con una base escotada, simple cóncava (196 c),
o angular con lados rectilíneos (203 a), convexos (203 b), cóncavos
(203 c). Barbas y aletas pueden coexistir con un pedúnculo (201 b,
204). Las muescas, simples o múltiples, pueden ser unilaterales o bi-
/ laterales (205) . Se encuentran formas que exigen un análisis . par-
:7 ( Licular, como los talones en T (206}. Las formas de filo transver-
e sal (207) tienen que analizarse según el presente cuadro, ya sea con
a la ayuda de términos propios del rebaje, de la truncatura o de las
b 208 e d
! : formas geométricas. La mayor anchura puede, a partir del talón, estar
situada en los 2/3 (208 a}, en 1/ 2 (208 b), en 1/3 (208 c), en 1/ 10
i :
:.\b/'' (208 d) ; esta posición influye en la forma al igual que las variaciones
i) \.i del módulo (209 a y b). El ancho del pedúnculo influye también sobre
e la morfología de las piezas (210 a y b).
199

V UU U
a b 200 e d él b
Las clasificaciones de las puntas foliáceas 15 responden a un deseo de describir
formas completas, asimiladas ya sea a hojas vegetales . (De Ferry, Cheynier) ya
sea a figuras geométricas, o de hacer un inventario de todas las variantes de un
209 a conjunto localizado (Hugot).
210 b
Fm. 46. (V. lectura en la página siguiente)

176
177
7. A. LEROl: La Prehistoria.
~ A XI. RASPADORES (fig. 47)

Con respecto a su borde funcional, los raspadores se clasifican en


/fu ~ lflC f/JC_ 1res grandes categorías: raspador con extra,cciones cortas (211), con
e:r,tracciones laminares (212) o carenado, denticulado (213) . El ras·
211 212 213
pador sobre extremo de hoja o de lasca puede ser de bordes paralelos

íl {\
{214), en abanú:;o (215), cuneiforme (216), semicircular (217), de
morro (218), con espaldón doble (219) , con espaldón simple (220).

214 215 216


~
217
()()~
218 219 220
l•:1 bordé funcional puede extenderse a las diferentes partes del so-
porte en el raspador discoidal (221), circular (222), oval (223),
,listolaterai (224), unilateral (225), bilateral (226) .
El módulo es un elemento tipológicamente importante cuando, para
una serie determinada, las variaciones debidas a reavivados han po-
dido ser determinadas. Se desarrolla desde muy corto (menos de
l. X 1) (227) , a corto (1 X 1) (228), bastante corto (229) , mediana-

ºº
mente largo (1 X 2) (230), largo (1 X 3) (231 ) . El espesor (232)
varía desde delgado (1 X 7), a medianamente grueso· (1 X 4 ) , grueso
(l X 2,5), muy grueso (1,5 X 1 y más).
El filo es convexo (233) con las variantes de rebajado ( surbaissé)
221 222 223 224 225 226 (236), en semicírculo (237), en ojiva (238) . Puede ser oblicuo (234) .
f .as formas rectilÍneas (235) o cóncavas reúnen las trunca turas y las
h-1 1x1 1x 1,5 1x3 muescas.
+ + + • Las clasificaciones de los raspadores se encuentran entre las más
desarrolladas 1 6 , siendo las de Bourlon y Bouyssonie (1912) bastante
p róximas a la que seguimos aquí. El raspador es uno de los útiles
r.uya forma se halla más estrechamente sometida a la función, que
es la de raspar las materias óseas o leñosas. El determinismo técnico
~e relaciona, pues, muy estrechamente con la forma y la orientación
ele su filo ; su distribución es prácticamente mundial, desde el paleo-
1í.tico medio a la edad de los metales.
útiles dobles: Es relativamente frecuente que piezas líticas con-
tengan simultáneamente un buril y un raspador, o un taladro ( per<¡oir)
o dos unidades semejantes (buril-taladro, raspador doble, etc. ) :

236 237 238


FIG. 47. (V. lectura en la página siguiente)

178 179
XII. TALADROS, MUESCAS Y OTRAS FORMAS (fig. 48)
:

~~
'

~)
..
/

1
A
V~ ~~ V~
m
.
♦ ta
~~ Gfl
Los verdaderos taladros no son siempre fácilmente separables de
las piezas pedunculadas, puesto que las huellas del uso de la punta
súlo constituyen prueba en los casos más favorables. Se distingue el
punzón o taladro de eje (239), el oblicuo (240) y el angular (241).
La punta puede ser de sección triangular (242) , cuadrada (243),
239 240 241 242 243 244 245 246 romboidal o losángica (244), trapezoidal (245), y en paralelogra•
mo (246). Los taladros laterales sólo pueden ser resultantes del en-
cuentro de dos muescas (252).
Muescas: Numerosas lascas u hojas presentan muescas con re-
loques abruptos que han podido ac.uar como raspador cóncavo. Unas

Hrl ~
~ion sobre extremo, axial (247), oblicuo (248), o doble (249). Los
bordes pueden ser marcados con muescas unilaterales (250) o bilate-
rales (251), y pueden ser múltiples o periféricos (252).
Otras formas: La descripción de las formas obtenidas por mar-
1illeo de las rocas blandas o cristalinas es comparativamente más
247 248 249 250 251 c:úmoda que fa de las rocas elásticas. Una parte importante de los
productos pertenece a la familia de las hachas (fig. 42). Los poliedros
(2S3), bolas (254), mazos con cuello (255), mazas perforadas (256)
,·.onstituyen la mayoría de las restantes formas con las muelas, mo-
ldas y trituradores. ·
i::::::i
.' .!'
:
,.
...........
•.... -·
'

253 254 255 256

FJG. 48
FJG. 48. (V. lectura en la página siguiente)

181
180
65:'-, (©a . '.
,

-·--·
~-e-;ñr:

..
Triángulo isósceles -cuadrado rectángulo biconvexo
=circular

¿ planoconvexo

:¡. ..
elíptico
- equilátero achaflanado paralelogramo ~
convexo-
XIII. SECCIÓN (fig. 49)


cóncavo

6 ovoide
La descripción de las piezas de la industria lítica u ósea com-
porta la indicación de las secciones transversales, para las cuales la

-e
lio-ura 49 facilita las principales denominaciones. Las variantes (ángu·
disimétrico
-con esquinas romas con esquinas_romas losange le~<; romos, convexilíneos, concavilíneos, etc.) pueden combinarse con

~
las formas principales.

-
6
convexolíneo convexolíneo
L. ....

trapecio
helicoidal
bil obu lado

trilobulado

-
~
concavol1neo concavolíneo pentágono, etc.

de bordes
cortados tetralobulado
257
Fm. 49. (V. lectura en la página siguie111e)

182 183
6
XIV. PUNTAS DE MATERIA ÓSEA (fig. 50)

Las muy numerosas puntas óseas ofrecen, en las más variadas


culturas, incontables convergencias de formas debidas a la vez a las
propiedades mecánicas de la materia y a las necesidades de penetra-
ci{m o de la retención. Una parte de sus caracteres es analizable según
d vocabulario de las piezas foliáceas (fig. 46). Se distingue la extre-
midad distal o punta propi.amente dú:ha, el asta o fuste, la extremidad
proximal o talón. Corresponden muy a menudo a cabezas de arma
de tiro (flechas, azagayas, arpones) pero pueden tener otros empleos,
11 0 determinados.
La punta es aguda (A 1), roma (mousse) (A 2), en planos (a
¡,ans) (A 3), agudos o romos, en lengua de carpa (A 4) o en lengua
~ de áspid (A 5).
<::..t:> El asta o fuste puede ser cónú:o (B 1), cilindrocónú:o, cilíndrico
(B 2), de bordes paralelos (B 2), de diferentes secciones (fig. 49) o
riplastado (B 3) de sección variable, a menudo biconvexa. Puede ser
,mido, o presentando dientes (barbes}, que constituyen el dentado
(barbelure); dientes unilaterales, uno sólo (B 4), o varios, denticu-
lado bilateral con dientes opuestos (B 5) o alternos (B 6). Puede en•
contrarse también una ranura (C 1), dos ranuras opuestas o canales.
Pnede ofrecer protuberancias o tetones (C 2), nervaturas continuas
o cortadas. La ranura puede haber servido para inserción de elementos
de armado de piedra. Los dientes pueden estar metidos en el asta o
fuste (C 4) o libres (C 5, C 6), cuadrados (C 4, C 5) o agudos (C 6).
El talón es macho (D) o hembra (E), cónú:o agudo (D 1), trun-
m,do o romo, aplastado (D 2), en lengüeta (ver figs. 46 y 50). Puede
c'.star tallado en bisel simple (D 3), plano o cóncavo (D 4), en bisel
doble (D 5), en lápiz (D 6). El talón hembra corresponde a la base
hendida (E 1), base horquillada (E 2) y a las cabezas desprendibles
hembras con espolones laterales (E 3-5) o dorsales, simples (E 6) o
múltiples. La fijación es por pinzado (E 3), con alvéolo abierto (E 4),
o cerrado (E 5, E 6).
El talón macho puede ser con escotadura unilateral o bilateral
(F 1), de cuello, de espaldones (F 2), con aletas o protuberancias
(F 3), con abultamientos (bourrelets} (F 4), con mango (F 5 a), con
anillo perforado (F 5 b), con perforación semilateral (F 6 a), o axi.al
(F 6 b), circular cilíndrú:o o bú:ónú:o (F 6 a), u oval.

Fm. 50. (V. lectura en la página siguiente) A. L.-G.

184
185
Terminología de la cerámica B) Elementos de descripción morfológica
El esq_ue~a propu~st? en estas páginas para el análisis de los 1) Se distinguen recipientes de formas simples o compuestas. Los primeros
r~stos ceram1cos es~a. limitado voluntariamente a sus caracteres prin- ¡111t:den ser descritos por una palabra con referencia al volumen que encierran:
cipales. ~ara descnbu los aspectos tanto morfológicos como · técnicos ,•sferoidé (6 a), hemiesferoide (6 b), o en cuenco, elipsoide aplastado o alargado
(7 a-b), ovoide (8 a-b), cilíndrico (9), cónico o troncocónico abierto o cerrado (10),
(que seran tratados sucesiva1?ente) se dispone sobre todo, hay que
hiperboloide (11 a.e). Las formas compuestas están descritas por elementos ya
rec?nocerlo, de elemen_tos dispares adoptados empíricamente, pero '"'ª con la ayuda de los términos anteriores, ya sea por su dirección, recta, incli-
desigua~es para poder mtegrarlos en una sistemática. El objeto que 1111da hacia dentro o hacia fuera (12 a-e), y su forma, rectilínea, convexa, cóncava,
pe~segm..mo~ es modesto: proponer definiciones precisas para alguno :,inuosa (13 a-d) . Sobre el perfil de un recipiente (tres ejemplos en 14, 15, 16) se
de los termm~s ya ~n uso, y nuevos términos para algunos caracteres sitúan algunos puntos: la base, sobre la cual reposa; lo. abertura o boca; el punto
cuya frecuencia exige que puedan ser distinguidos sin equívoco 11. d.: tangencia vertical externo, donde se mide el diámetro máximo (15, 16 tve) ;
,.¡ o los puntos de tangencia vertical internos (15, 16 tvi); el o los puntos de
A) Elementos de nomenclatura de los recipientes (figs. 51, 52) inflexión, lugar donde una curva se invierte (14, 15 if); el o los puntos de inter-
:a:cción, lugar donde una curva se quiebra, formando un ángulo saliente o en-
Denominar los objetos es el primer paso y quizás el más delicado, por el 1rante (16 it). La presencia de puntos de inflexión o de intersección permite
h_echo de ~ue la 1:1~yor parte de los nombres son, o excesivamente vagos O dema- di stinguir entre las formas compuestas aquellas de curva continua (14, 15) Y
siado precisos, qu1zas ambas cosas al mismo tiempo: los unos describen solamente discontinua (16); son asimismo estos puntos los que limitan las partes, por
la f~:ultad de contener (vaso, recipiente, vasija), los otros hacen referencia a una ,·jemplo, reborde y cuerpo (14), cuello, cuerpo y base (15), partes superior e in-
func1~n concreta (que a veces es absurda y casi siempre incierta tratándose de h,rior y base (16).
objetos antiguos) sin evocar forzosamente una forma determinada.' Nos hallamos 2) Las diferentes partes (de arriba abajo). La boca puede comportar un
p~es'. obligados a prescindir de muchos de ellos, así como de aquellos otro; :\ollete (d. 5 1/4 del d. máx.) (17 g), un cuello (entre 1/ 4 y 3/4) (17 e), un
termmos cuyo empleo fuera de su medio cultural nos parece todavía más aven- .-chorde (más de 3/ 4) (17 r) (del cual se describe la altura desde el ángulo en-
tur_ado. Lo que resta, organizado en un cuadro muy simple, permite agrupar los 1rante o el punto de inflexión hasta el borde), la dirección (vertical, entrante,
obJetos e~ algunas gra~des familias, y perfilarlos desde el inicio de la descripción. saliente, horizontal o inversa), la forma (rectilínea, convexa, cóncava, sinuosa) .
C~mbm~do en primer lugar, para los recipientes abiertos, profundidad y S()bre la abertura, estrecha (5 1/4 d. máx.), media 0/4 a 1/2), ancha (1/2
tama~o creciente, tenemos una serie plana, bandeja (1 a), plato (1 b), cuenco, a 3/ 4) o muy ancha (17 e, m, l, tl), el borde es a veces rebordeado sobre dos
escudilla o plato hondo (l e), bol (1 d), hasta un límite donde la relación c:nras o sobre una sola (19 a-b), redondo (e), aplastado (d-e); en su extremidad,
profundid~1/diámetro. sea igual a la unidad; cubilete, urna, orza, jarra, cuando d labio puede ser plano, redondo, convexo, cóncavo, a bisel... (20 a-e) .
e_sta rela~1,on es superior (1 e). Los recipientes cerrados (diámetro máximo supe- El cuerpo es simple o compue~to (ver lo antedicho) , Los recipientes cerrados,
nor al d1ametro de la ~º?ª), forman una serie distinta, salvo las formas poco principalmente, combinan a menudo dos zonas entre las cuales el paso pued_e
pro.fundas con borde debilmente entrante, funcionalmente inseparables de la ,·star atenuado o acentuado con una verdadera arista (tradicionalmente denom1-
sene bol.
11ada carena) ; a veces del mismo tipo, estas dos zonas difieren muy frecuente-
Según la boca sea ancha, estrecha o muy estrecha, se distingue : bote O jarra 111cnte (espalda convexa sobre un ancho tronco de. cono, 2 espalda rectilínea ,º
(2 a), de dentro de las cuales se puede extraer sin dificultad; cántara que sirve c:ímcava sobre una parte inferior en forma de cuenco). Aunque en su mayona
para el transporte de líquidos, y jarra en las tallas grandes (2 b) ; fras~o. botella, son asimilables a sólidos de revolución, la cerámica puede ser de sección oval,
bombona (2 e).
cuadrada, rectangular...
La incorporación de un mango para el asido cambia las formas precedentes La base, fondo o asiento, es llamada estrecha, mediana, ancha o muy ancha,
en paleta (3 a), cuchara o sartén (3 b), cazo, cucharón, puchero (3 e), acetre (3 d),
según los mismos criterios que la abertura (17). Se distinguen recipientes de base
~n tazas (4 a) el bol y los cubiletes con asa; un bote con asa, un vertedor o un incorporada, de otros sostenidos por uno o varios pies. En los primeros, la base
simple reborde, es ,un~ jarra o jarro (4 b); cuando la abertura es muy estrecha, sc halla va sea a continuación del cuerpo (6-8), ya sea formada por un truncado
se conservan los ternunos de botella y frasco o vinajera (4 e). Finalmente la
d,: éste, )'ª sea practicada en una parte distinta por afinado: en curvas disc<;m-
a~ci~n de un cuello o pico lateral, o pitón, con asa o sin ella, distingue la ;aza tinuas base cónica, en ángulo cortado (chaflán) , cilíndrico (24 a-q), en curvas
b1beron (5 a) y la vertedora (5 b); el término cántaro o botijo se conserva cuando c.ontin~as base estirada o en cúpula (25 a-b), o por ensanchamiento : base ex-
la función transporte está evidenciada por el tamaño o la forma o la presencia t,,ndida (26). Si este ensanchamiento se exagera o se combina con un estirado
de un asa alta, por ejemplo (5 e). '
del cuerpo (27 a, b) da lugar a un pie lleno que a veces se divide en tija Y
:r.íicalo (27 e). La fórmula más frecuente es aquella del pie en corona variando
la altura de una simple banda (28 a) a un pedestal muy elevado (28 d), que

186
187
4 5

FIG. 52

FIO. 51

189
188
puede acercarse mucho al 27 c. Los pies múltiples, en general tres, pueden estar
luntariamente en irregular; en cuanto a su finura: los elementos groseros de la
o no reunidos en corona en su base (29 a-b). Para todos se describen la dirección
pasta sori visibles o disimulados bajo una película de fina arci~la; en cuanto_ a la
y la forma (rectilínea, convexa, cóncava, sinuosa, plana... ) (30 a-c).
brillantez se distinaue notablemente el alisado, tratamiento humedo que deJa la
3) Acondicionamientos especiales. Para la obturación: los tapones y tapa-
superficie' suave y r:ate, del pulido, que se ejerce casi en seco con un objeto ~uro'
deras pueden colocarse embutidos o por fuera (18 a-b).
y da un brillante variable según el acabado del trabajo y el grano de la arc1ll~.
Para la sujeción: diversas formas desde un simple saliente, tetón y oreja
El engobe es un revestimiento arcilloso, por oposición al vidriado, untura vll_n-
(proyección de forma aplastada) agujereadas o no (21 a-b), asa (bastante abierta
ficada por la cocción (cuyo papel en la prehistoria es desde luego nulc). La tec-
para el paso cuando menos de un dedo (21 e)), botón (d), mango (e). El asa es
nica es de lo más delicado de descubrir si la arcilla empleada es la de la pasta,
diametral (22 e) o lateral, y en este caso de fijación vertical u horizontal (22 a-b),
ya que una fina capa de elementos puede resultar del alisado o por_resudación
estas últimas pudiendo seguir una dirección horizontal, oblicua o vertical (23 a,
b, e), al igual que los mangos. . espontánea ; se reconoce con bastante certeza cuando se trata de arcilla de otro
color, blanca o roja de ocre, por ejemplo, y cuya capa es muy fina y a~herente
Para verter, apa~te de los acondicionamientos del cuello, se puede pinzar el
y se delimita netamente (lo que la distingue de ciertos efectos superficiales de
borde para curvado en forma de pico o vertedero (4 b) o preparar un pitón
lateral a nivel de la espalda (5 a-e). la cocción o del envejecimiento).
4) La decoración. Frecuentemente sobre engobe que asegura un fondo unido,
la superficie está decorada por entero o por zonas. Para la pintu;a, la gama de
C) Descripción técnica los colores minerales disponibles va del blanco al negro a traves de todos los
pardos, amarillos y rojos; una decoració_n por pulido o bru~ido puede afectar
l) La pasta. El material de base, la arcilla, ofrece numerosas variedades en toda la superficie o limitarse a zonas o lmeas de contraste brillante sobre mate.
cuanto a la composición (naturaleza y proporción de los constituyentes) y al estado Otros procedimientos aprovechan la plasticidad: re~ujado en ~ue la pared es
físico (finura, homogeneidad). Su empleo en alfarería se apoya en la plasticidad, deformada por presión, aplicación de bandas o motivos de arcilla peg_ados por
que permite el modelado, y la pérdida definitiva de aquélla en la cocción. Se dis- presión, barbotina bastante firme que <<toma» en el sitio cue:Pº? -~xtra'.1os como
tingue la parte arcillosa propiamente dicha (elementos < 0,05 mm) y los ele- granos de arena, metal, corteza... ; decoración en hueco ?ºr incis_zon (11~eas tra-
mentos no plásticos muy finos (0,05-0,l mm), finos (0,01-0,25), medios .(0,25-0,50), zadas con una punta), por grabado en corte suave o exc1so, por impreszon (hun-
bastos (> 0,5). No es fácil determinar .si éstos se encontraban ya en la arcilla o dimiento de punzones, de dedo, de diversos objetos como cuerdas, conchas..., a
han sido añadidos como desgrasante de una arcilla excesivamente compacta, salv" veces en forma de ruedecilla cuya huella se desarrolla en banda continua).
para los elementos extraños a las arcillas (fragmentos vegetales, tiestos tritu- 5) La cocción. Una temperatura de cuando menos 450-500 ºC, necesaria
rados... ) o preparados (calcita triturada ... ). Se describirá la forma, el color, la para deshidratar la arcilla, puede obtenerse dentro de un hogar abierto donde el
transparencia, la proporción (débil: menos de 15 %, media: 15-30 %, fuerte: más combustible y las piezas están en contacto directo; un verdadero horno (con hogar
de 30 %) Según las proporciones de los diversos elementos y su integración en distinto) permite una cocción regular y sobre tod~ bastante, pro,longa~a para
la textura (visible sobre las grietas), ésta es más o menos homogénea, prieta alcanzar las temperaturas elevadas. La interpretacion es aqu1 mas deh~ada a
o suelta, compacta o desmenuzable. causa de numerosas variables: temperatura, aireación del fuego, combustible Y,
2) El modelado. Los procedimientos pueden agruparse en tres : ahuecado también, la naturaleza de la arcilla, textura de la pasta, impurezas en el ag~a
de un terrón, moldeado sobre o dentro de un modelo, construcción por piezas del modelado ... Hay que describir sobre todo la dureza (resistencia al rayado segun
relacionadas a menudo colombins, largas tiras de pasta pegadas en bandas suce- la escala de Mohs, y de manera más subjetiva a la t~acción y al desmenuza-
sivas; la ro;ación (que aparece al final de la prehistoria en el Oriente Medio) miento) y los colores: en superficie la tonalidad media, los extremos, la ex-
se relaciona con el primero, pero utiliza la fuerza centrífuga desarrollada por tensión y la situación de eventuales manchas grises, su espesor, las zonas super-
un movimiento circular rápido. Ciertos criterios usados para identificar estos ficiales interna y externa y el corazón de la pared. Anotemos que no es nece-
procedimientos conducen fácilmente a pistas falsas: estrías superficiales, testi- saria una elevada temperatura para dar, en cocción ventilada, un tono vivo a ~na
monios de la acción final, surcos de torneado evocando el enrollado de los arcilla cargada en hierro, y que por el contrario una zona no es~á menos co~ida
colombins... Con la búsqueda de los defectos, el examen de los puntos críticos porque sea negra : disposición del hogar y duración de la coccion, no perm iten
(tondo, amarre del cuello... ) y sobre todo las grietas frescas y orientadas (verticales siempre una oxidación regular, sobre todo en lo referente ª. es~~sor._ Au~ se trata
y horizontales) ofrece las indicaciones más seguras, puesto que no son modifi- algunas veces de una reducción real, ya sea de carbom~a.c1_on m situ de_ !ª
cables en el acabado: direcciones predominantes de fractura, cortes limpios, materia orgánica, ya sea por el ahumado (frecuente en el m1c10 de una cocc10n
o por arrancamiento, o en silbato, orientación de las partículas, planos de corte directa). Se puede obtener una tintura negra uniforme por ahuma10 al final. de•
y líneas estructurales. la cocción propiamente dicha; el procedimiento aplicado despues del pulido
3) La superficie debe ser examinada en cuanto al relieve: es más o menos sobre engobe de ocre da los negros lustrosos más intensos.
igualada, raspada al final del acapado, a veces rugosa, es decir, co.n vertida vo-
H. B.
190
191
classification, C.P.F., Périgueux, 1934, págs. 478-48~;- SoNNE~ILLE-~ORDES
(D_ de), L . c., 1954-56; LAPLACE (G.), Typologie stat1st1que et evolution des
complexes a lames et !amelles, B.S.P.F., París, 53, 1956, págs. 271-290; -
[433].
13. CoMMONT (V.), L'industrie moustérienne de la région du nord de l(aAFrance),
C.P.F., Beauvais, 1909, págs. 115-157 ; BARDON (L.), BouYSSONIE • Y 1• ,
Station de La Coumba del Bouitou pres Brive (Correze), B.S.S.H.A.C.,
1908, 54 págs. ; PITTARD (E.), MoNTANDON (R.), L'out~llage ~n sile~ de la
station moustérienne Les Rehieres I (Dordogne), Archives suisses d anthro-
pologie générale, I, 1914, págs. 43-53; I, 1915, págs. 276-~84;_ B_oRDES [418~.
NOTAS DEL CAPíTULO PRIMERO 14. MoRTILLET (A. de), Les petits silex taillés a contours geometnque~ trouves
en Europe, Asie et Afrique, Revue de l'École d'Anthr~pologie, 18~6,
l. Podrán consultarse las siguientes obras: [414), [415), [425), [430). [431], págs. 377-405; DANIEL (R.), VIGNARD (E.), Ta?l.eaux syno~tiques des pnn-
[432], [434], [435], [436], [438], [441). cipaux microlithes géométriques du Tardeno1s1en fram;a1s, B.S.P.F., 50,
2. MERCATI (M.), Metallotheca, Roma, 1717. 1953, págs. 314-322. , , .
3. Jussrnu, De l'origine et des usages de la pierre de foudre, París, 1723. 15. FERRY (H. de), L'outillage de la tribu de Solutre (S.-et-L.), Materiaux pour
4. MAHUDEL, Sur les prétendues pierres de foudre, París, 1730. l'histoire de l'homme, V año, 2.ª serie, 1869, págs. 469-477; ARCELIN (A.),
5. BoucuER DE PERTHES, Antiquités celtiques et antédiluviennes, París, 1847- Les nouvelles fouilles de Solutré, L'A., 1890, págs. 295-313; WILSON (T.),
1860. Arrowpoints, spearheads and knives of prehistoric times, Washingto~, 1899;
6. LEFEBVRE, Sur les nouveaux gisements de silex taillés de l'age de la pierre CHEYNIER [35]; HuGOT (M. H. J.), Essai sur les armatures de pomtes de
polie, sur la commune de Wimille (Pas-de-Calais), Bull. de la Soc. d'Anthro- fleches du Sahara, Lybica, 5, 1957, págs. 89-236.
pologie de París, 1877, págs. 43-48. 16. BouRLON (M.), BouYSS0NIE (A. y J.), Grattoirs carénés, rabots et grat_toirs
7. MORTILLET (A. de ), [resumen de las materias tratadas. Curso de etnografía nucleiformes. Essai de classification des grattoirs, R evue Anthropologique,
comparada], París, Revue de l'École d'Anthropologie, 1891. 1912, págs. 473-486. .
8. Por estar en gran parte en el origen del movimiento actual de la tipología, 17. Véase en particular: SHEPARD (A. O), Ceramics for the archaeologist, :V"~h•
los trabajos más significativos son los de F. BORDES y D. de SoNNEVILLE· ington, 1956 (Carnegie Institution, 609) ; MATSON (F. R.)! T~e quantltatn:e
BORDES. Por el contrario, es difícil establecer la filiación del vocabulario study of ceramic materials, en The application of quantitatwe methods in
morfológico, tomado de la tecnología general y a menudo reinventado por archaeology, Nueva York, 1960 (Viking Fund Publications, _28); MARC~ (~.) ,
diferentes autores. Standards of pottery description, Ann Arbor, 1934 (Occas1onal contnbution
9. BOHMERS [416]; BORDES [417], [418); SoNNEVILLE-BORDES (D. de), P E- of the Mus. Anthrop., Univ. Mich., 3); BALFET (H.), La céramique comme
RROT (J.), Lexique typologique du Paléolithique supérieur, B.S.P.F., 51, document archéologique, B.S.P.F., 63, 1966, págs 279-310.
1954, págs. 327-335; 52, 1955, págs. 76-79; 53, 1956, págs. 408-412; 547-559 ;
SONNEVILLE-BORDES [73]; TIXIER [334).
10. GARDIN (J.-C.), Cartes perforées et ordinateurs au service de l'archéologie,
La Nature, Science Progres, núm. 3331, nov. 1962, págs. 449-456; Documen-
tation sur cartes perforées et travaux sur ordinateurs dans les sciences
hurnaines, R ev. internationale de documentation, 29, núm. 3, 1962, pági-
nas 84-92.
11. LEROI-GouRHAN (A.), L'Homme et la matiere, París, 1943, págs. 190 y ss.
LEROI-GOURHAN (A.), Milieu et techniques, París, 1945, págs. 42 y ss. LEROI·
GouRHAN (A.) [308], págs. 177 y ss.
12. PARAT (abate A.), La grotte du Trilobite, Bull. de la Soc. des Sciences
historiques et naturelles de l'Yonne, 1902, 42 págs.; BouRLON (M.), Essai
de classification des burins, l eurs modes d'avivage, París, Revue anthropolo-
gique, 1911, págs. 267-293 ; BARDON (L.), BouYSSONIE (J.), Un nouveau type
de burin, Rev. de l'École Anthropologique, París, 1903. - La grotte Lacoste,
station préhistorique de Planchetorte pres Brive (Correze), B.S.S.H.A.C.,
Brive, 1910, 35 págs.; NooNE (H. V. V.), Burins, un nouvel essai de leur

193
192
propuso un esbozo de clasificación en cuatro edades paleontoló-
Ricas:
Edad del uro (gruta de Massat)
Edad del reno (gruta de Bise)
Edad del elefante y del rinoceronte (Abbeville, Saint-Acheul)
Edad del gran oso de las cavernas (gruta de Aurignac)

A partir de 1863, y como consecuencia de sus trabajos en el


CAPÍTULO II Périgord, introdujo en ellas importantes modificaciones teniendo en
cuenta consideraciones tipológicas y estratigráficas. Situó de nuevo la
gruta de Aurignac en la edad del reno, que dividió en dos grupos: el
Problemas cronológicos más antiguo, rico en vestigios de caballos y de animales desapare-
cidos, comprendía, con Aurignac, Chatelperron _Y Gorge-d'Enfer; el
más reciente presentaba dos facies contemporáneas, la de Laugerie-
Haute, de puntas foliáceas, y la de La Madeleine, donde se desarro-
Evolución de las cronologías relativas llaba una rica industria ósea. Los tipos de Abbeville, de Saint-Acheul
para Francia y de Moustier se hallaban, desde aquel momento, trasladados al prin-
cipio de la secuencia. Oponiendo las culturas de la piedra tallada a
La convergencia de las exploraciones geológicas, paleontológicas las de la piedra pulimentada, Lubock creó, en 1866, los términos
y arqueológicas condujo hacia 1830 al reconocimiento de una época paleolítico y neolítico.
«prehistórica».
Desde 1828, el estudio del relleno de las cuevas había inclinado Gabriel de Mortillet (1821-1898)
a Tournal y Christol en el sur de Francia, y a Schmerling en Bélgica,
a proclamar la contemporaneidad del hombre y de las especies des- En 1867, G. de Mortillet precisó la cronología de Lartet mostrando
aparecidas. que los niveles de Laugerie-Haute por una parte, de La Madeleine
y de Laugerie-Basse, por otra, no correspondían a facies sincrónicas,
La publicación en Copenhague, en 1836, de la Guía d1' las anti- pero sí a culturas sucesivas:
güedades nórdú:as de Thomsen, libro en que el autor dividía los tiem-
pos prehistóricos en edades de la piedra, del bronce y del hierro, Época del reno. . . . . . . . . . . . 2.ª época de las cavernas (Laugerie-Basse);
marcó la primera inclusión de la industria lítica en un sistema cro- Época intermedia (Laugerie-Haute).
nológico.
Época del gran oso . . . . . . . . l.ª época de las cavernas fAurignac);
De 1840 a 1860 los descubrimientos de Boucher de Perthes (1788- tipos de Moustier y de Saint-Acheul.
18~~) y las polémicas _que éstos suscitaron, provocaron una multipli-
cac1on de las observacwnes y acabaron con el reconocimiento de ci- En el mismo añ0, el problema del hombre terciario, planteado ya
v~lizaciones m~cho más antiguas que las de Kjokkenmoddings escan- por Desnoyers en 18ú3 con motivo del descubrimiento de restos óseos
dinavos conocidos desde 1831 y de los «palafitos» suizos descubiertos rayados en Saint-Prest (Eute-et-Loir), fue de nuevo propuesto por el
en 1853. Pronto se distinguió una sucesión en el tiempo: hachas ta- abate Bourgeois, quien de las margas de Thenay (Loir-et-Cher) extraía
lladas, cuchillos (lascas y hojas), hachas pulimentada;, sílex que parecían tallados o exfoliados por el fuego. Así fue como
desencadenó la larga controversia de los «eolitos», de -los que Rutot
Édouard Lartet (1801-1871) fue el último defensor.
Dos años más tarde, G. de Mortillet presentó su primera clasifi-
La prospecció_n de _l~s capas de aluvión no afecta a los trabajos cación tipológica 1 • La preponderancia de utillaje lítico en los niveles
en cuevas; los mas dec1s1vos fueron los de E. Lartet, quien, en 1861, de fauna antigua y la de la industria ósea en las capas recientes, le
194
195
hicieron clasificar los horizontes culturales en dos grupos diferenciados
Sin embargo, el cuadro establecido por G. de Mortillet tu~o acep-
en función de la rareza o de la abundancia del mobiliario óseo:
tnción y se mantendría hasta finales de siglo, a pesar de los mtentos
Época de la piedra pulimentada el,~ reforma de Piette. Progresivamente introdujo algunas modificacio-
111\s: sustitución del achelense por el chelense en 1883, sucesión
R eino del hueso. . . . . . . . . . ( Época de La M adeleine d1clense-achelense en 1891, eliminación del hiato entre el paleolítico
l_ Época de Aurignac y el neolítico en 1894, con el turasiense que er~ equivalente del azi-
R eíno del sílex . . . . . . . . . . fL Época
Época de Solutré
de Moustier
licnse de Piette, y, en 1896 creación del tardenoisiense, considerado
,:orno fase final del neolítico.
Paralelamente, en 1886, Salmon subdivide el neolítico en campi-
Las bases estratigráficas que él sostuvo son esencialmente : la su- íiiense, robenhausiense (que él llama chasseo-robenhausiense en 1891)
perposición de los tipos del Moustier a los de Saint-Acheul en el y carnacense, en tanto que en Alemania aparecen los primeros in-
valle del Somme, de los de La Madeleine a los de Solutré en Laugerie- tentos de cronología cerámica para este período.
Haute y la presencia en Solutré, bajo el nivel de las puntas foliáceas,
de una industria que él asimilaba a la de Moustier. No hallándose Rdmond Piette
claramente definida la posición de la industria de Aurignac, la eli-
minó de su cuadro en 1872, al mismo tiempo que adoptó una termi- Tal como puede apreciarse a través de numerosos artículos que el
nología conforme a los usos de la nomenclatura geológica: empleo de una nomenclatura fluctuante contribuye a hacer confusos,
el esquema elaborado por E. Piette se ha constituido en dos etapas,
Robenhausiense Piedra pulimentada la segunda de las cuales está vinculada a la introducción en su sis-
tema de los materiales de Brassempouy. El cuadro general que él
M agdaleniense Laugerie-Haute presentaba de 1879 a 1881 no se distinguiría del de Mortillet si no
Solutrense
Solutré hubiese introducido en él las nociones de barylítico y de leptolítico,
M usteríense que ponen muy de relieve el aligeramiento de los tipos industriales en
Achelense Aluviones del Somme
el paleolítico superior.
( protosidérico
Édouard Dupont 1
Geórgico ~ calcéutico
1
Las exploraciones llevadas a cabo hacia la misma época en las L neolítico
cuevas de Bélgica por É. Dupont dieron origen a la publicación,
en 1874 2 , de una sucesión de niveles para los cuales este último
r leptolítico fL sulistriense
magdaleniense

usaba una denominación local al par que oponía a la evolución Agréutico -{


lineal propuesta por G. de Mortillet un sistema «dualístico» dentro r mosteriense
1 barylítíco
del cual el achelense se desarrollaba en las llanuras para llegar a la L L acheoliense
piedra pulimentada mientras que las cuevas de la montaña conocían
las civilizaciones trogloditas : De resultas del estudio de las cuevas de Gourdan, de Mas-d'Azil,
Lorthet, Arudy y Lourdes, subdividió la edad del reno en dos grandes
Llanuras Montañas períodos, que denominó «equidiense» y «cervidiense». En los mon-
tones equidienses, donde dominaban el caballo y el bisonte, distinguía
Tipos pulimentados una capa inferior que tornó el nombre ya sea de piso bovidiense, ya
Tipo de Furfooz y Chaleux (formas de Laugerie-Basse). sea, en razón de la abundancia de marfil a menudo trabajado que en
Tipo de Goyet (formas de Laugerie-Basse ). ella encontraba, el de elefantiense o eburnense. Le sucedía un se-
Tipos del Somme Tipo de Pont-a-Lesse (formas de Cro-Magnon). gundo piso llamado hippiquiense. Las capas cervidienses fueron a
Tipo de Montaigle (formas de Aurignac ).
su vez repartidas en tres compartimientos en los que el reno, primera-
Tipo de Hastiere (formas de Moustier).
mente abundante (piso tarandiense o rangiferiense), se hallaba luego
196
197
vecino del ciervo (piso elafo-tarandiense), el cual, finalmente, le su-
A. Rutot
cedía (piso elafiense). Hacia 1894 propuso una nueva cronología
fundada esta vez en la evolución teórica del arte mobiliario. Rutot reconoció en el eburnense ae Piette los tipos de Montaigle
Considerando los niveles de Gourdan y de Mas-d'Azil, el contenido y de Pont-a-Lesse definidos por E. Dupont en 1872, y en el tipo de
de los cuales permite hoy atribuirlos al magdaleniense, los ordenó en 'l'rou-Magrite, el equivalente del solutrense francés. Por otra parte,
cinco pisos, que constituían el período «glíptico» : l111cia 1900, concibió un sistema complejo en el que las industrias
«1\olíticas», nacidas durante el Terciario, se habrían prolongado hasta
5. Piso de grabados sencillos y numerosos arpones. d musteriense paralelamente a las culturas con utillaje especializado,
4. Piso de grabados sencillos y escasos arpones.
3. Piso de contornos recortados.
y desarrolló en 1907 las divisiones del neolítico en Bélgica.
2. Piso de escultura·s en talla rebajada con ~uril.
l. Piso de esculturas de altorrelieve. Facies «eolí tic as»
( ( Escandinaviense, carnacense
Las excavaciones de Brassempouy le revelaron una estratigrafía Superior ~
1
Omaliense, robenhausiense
que se iniciaba con una capa que contenía estatuillas femeninas en Neolítico ~
Medio ~
r Espienniense
altorrelieve, que tenía superpuestos dos niveles muy pobres contenien- 1 l Campiñiense
do algunas puntas de dorso rebajado rectilíneo y raspadores carenados. l Inferior Tardeuoisiense Flenusiense
Identificó esta industria con la de Gorge-d'Enfer y la denominó vallin-
Aziliense
fernaliense. Por encima se extendían dos niveles solutrenses, el uno Chaleuxiense
con hojas de laurel y el otro con puntas de muesca y conteniendo Magdaleniense
ambos grabados sencillos. Pero Dubalen había hallado en 1881, hacia Superior Goyetiense
la entrada de la gruta, una cabeza de caballo de contorno recortado, (Solutrense) Magritiense
por debajo de un nivel que contenía piezas de aspecto solutrense ; M ontaigliense
Piette relacionó este contorno recortado al nivel que sostenía a su I'aleolítico Musteriense Forestiense
solutrense. Entonces fue cuando tuvo ocasión de paralelizar, de
( M esviniense
acuerdo con su teoría, la serie de Brassempouy con las de las cuevas Achelense
Chelense
de Gourdan y de Mas-d'Azil. De esta forma quedó establecida una Inferior J Strepiense Reuteliense
imagen aparentemente coherente, pero que si~cronizaba una serie 1
1 Prechelense
estratigráfica que podía situarse entre el gravetiense y el final del
solutrense, con una serie magdaleniense. Piette viose entonces llevado ( Saínt-prestiense
a escribir que el solutrense sólo era una facies evolucionada del mag- 1 Kentiense
daleniense. Este último fue dividido en tres horizontes. Papaliense Eolítico ~
Cantaliense
1
(eburnense de la cueva del Papa, en Brassempouy), gourdaniense l Fagniense
(incluyéndole el vallinfernaliense, los pisos con contornos recortados,
los de tipos solutrenses y los de grabados con escasos arpones) y el
lorthetiense, caracterizado por la abundancia de arpones. Este con- Constitución del cuadro geológico
junto iba coronado por el aziliense, que constituía la aportación más
En la primera mitad del siglo xrx los geólogos habían orientado
vigente de Piette a la cronología : -
sus trabajos hacia los sedimentos posterciarios que el inglés C. Lyell
( Elafiense Aziliense divide en pospliocenos y recientes.
1
Cervidiense ./ Elafo-tarandiense Lorthetiense Era incontestable la evidencia paleontológica y geológica de la
1 extensión de los glaciares cuaternarios contemporáneos de la ocupa-
l Tarandiense
r Hippiquiense
1J Gourdaniense ción humana, pero no existía acuerdo ni en cuanto al número de
Equidiense glaciaciones, ni en cuanto a su posición con relación a las culturas
'
L Eburnense Papaliense
prehistóricas.

198
199
Hacia 1884 se admitía la existencia de dos períodos glaciales,
pero M. Boule, en 1888, reconoció tres de ellos y situó el conjunto de
Penck, 1903 Obermai:er, 1909 Breuil, 1929 Rutot, 1928
las industrias paleolíticas en el último ciclo y en ello le siguieron
Mortillet y Piette. - -- --

Posglacial Magdaleniense Magdaleniense Tardenoisiense

3.",. Glacial
f Posglacial
Frío seco
-
-
Neolítico
Magdaleniense
Solutrense
Solutrense
Auriñaciens<:
Aziliense
Magdaleniense
superior
L Frío húmedo - Musteriense
Cálido - Chelense
11
Mientras que J. Geikie distinguía en Inglaterra cinco avances de Magdalenien.
los hielos, el estudio de los sedimentos alpinos permitió a Bruckner Solutrense
y a Penck definir cuatro glaciaciones que denominaron: Gunz, Mindel,
Riss y Würm. Würm ·----------------- ------· Tarandiense
Musteriense
En 1903, Penck introdujo en este cuadro las subdivisiones indus• Auriñaciense
triales de G. de Mortillet, haciendo remontar el chelense al ínter• -------------------------
glacial Mindel-Riss. Su alumno H. Obermafor, estudiando desde 1905 I Musteriense
hasta 1907 los depósitos pirenaicos, modificó el cuadro de Penck, re•
juveneciendo el chelense hasta el Riss-Würm y reportando la totalidad
del paleolítico superior a la fase posglacial. Solutrense Achelense Micoquiense
Fauna de estepa
. ----------------------- ·------------------------ y
Por el contrario, los trabajos posteriores tendieron a alejar los Riss-Würm
Fauna cálida levalloisiense
niveles antiguos: el chelense fue situado en el Mindel por Rutot, y en Musteriense Chelense III-IV
el Gunz-Mindel por H. Breuil. cálido
Dotada ya de un esquema climatológico suficientemente sólido,
la prehistoria, para cobrar nuevo empuje, no esperaba sino la rup• Riss Musteriense Levalloisiense II Eburnense
tura del caduco sistema de G. de Mortillet, que después de haber frío
representado una etapa constructiva impedía ahora su desarrollo.
! Achelense
Henri Breuil (1877-1961)
Mindel-Riss Chelense clactoniense y Musteriense
Al abate Breuil corresponde refundir progresivamente el cuadro levalloisiense I
general del paleolítico. La primera mitad del siglo xx fue dominada
por su autoridad, que se extendió mucho más allá de la Europa oc-
cidental. Mindel Achelense
Chelense
Los trabajos de V. Commont en las terrazas del Somme le habían
permitido distinguir dos etapas en la evolución del chelense, que él
hizo preceder por un prechelense. En 1912 situó la posición de dos Gunz-Mindel Clactoniense Mesviniense
series achelenses, inferior y superior, en relación con las formaciones y abbevillense
de loes, y definió en el mismo año un musteriense cálido intercalado
entre el chelense evolucionado y el musteriense antiguo y hallándose,
por consiguiente, en parte sincrónico del achelense. Gztnz Reuteliense

200
201
A partir del paleolítico antiguo, el desarrollo simultáneo de dos 1ería la cuna de tres facies de lascas: languedociense, levalloisiense
ciclos de tradiciones técnicas diferentes fue evidenciado por Breuil, y tayaciense, este último dando origen al musteriense típic~. Un~ in-
quien reconoció en primer lugar la contemporaneidad de una facies dustria que procede del musteriense y del achelense final o mu:o_quiense
que comprende el musteriense cálido de Commont y que denominó 111i halla en él denominada combe-capelliense, y fue reconocida por
levalloisiense, con el achelense evolucionado. Creó, en 1930, d clac- Peyrony como musteriense de tradición achelense por oposición al
toniense, al que dio en su nivel más antiguo la misma cronología musteriense tí pico 3 •
que el prechelense de Commont, para el cual había propuesto la de- En 1924 E. Passemard había intentado introducir en la clasifica-
nominación de abbevillense. En 1932 Breuil había logrado establecer ' . , ,
ción un nivel prechelense de «triedros», el chalossiense, pero este sena
un cuadro en el cual las industrias de lascas evolucionaban paralela- finalmente considerado como una facies técnica. De igual forma fue
mente con las industrias de bifaces y se influían mutuamente. El ab- discutida la individualidad del tayaciense, después que, definida por
bevillense ocupaba en él el interglacial Gunz-Mindel, mientras que Breuil la técnica tayaciense como una variante de la técnica clacto-
Commont colocaba en el Mindel-Riss su prechelense. El clactoniense niense, se hubiesen introducido en esta denominación diversas indus-
trias bastas de lascas.
Lascas La autonomía de las civilizaciones musterienses y levalloisienses
Lascas Lascas Lascas
preparadas fue a su vez discutida por F. Bordes, para quien el desbastado levallois
no preparadas y Bifaces
o no
preparadas (Levallois) bifaces no se encuentra, antes del Würm, sino asociado al achelense y de
(Moustier)
nuevo en proporciones variables en las industrias musterienses, lo-
grando a veces la verdadera facies levalloisiense condicionada por
Levalloisiense Combe- la abundancia de materia prima 4 •
VII capelliense
Würm I ------------- ·--------- ·-----------------··---- ---------------------· ·----------------· ----------------
El auriñaciense
Levalloisiense Musteriense
VI típico
El abate Breuil, en los años 1905 5, 1906 y 1907 6, demostró la
posición de los niveles presolutrenses con una rigurosa argumentación
estratigráfica, comparando entre ellas las series de las cuevas belgas,
de Solutré, de Pair-non-Pair, de La Ferrassie, del Trilobite en Arcy-
Riss-Würm Languedo- Levalloisiense Musteriense Combe- Achelense sur-Cure y de Brassempouy. Desglosó la serie de esta última cueva de
ciense III-IV antiguo cap elli ense VI-VII las de Gourdan y de Mas-d'Azil, corrigiendo así el error de P iette.
Tayaciense 11
Definió progresivamente las fases de la evolución de la industria
auriñaciense, su posición de transición con el musteriense del abrigo
Riss de Audi, su forma antigua en Chatelperron.

--
G.de MORTILLET E. PIETTE H. BREUIL
Mindel-Riss Clactoniense Levalloisiense Tayaciense I Achelense
11 I-11 I-V Grabados+ Arpones \
Mesviniense 1 - - - - -- - - -----::e Grabados simples 1
------ /vi d I n I·en e
ag ª e s 1--------{1,\\e~r;,.se-contornos
•er-s 11/ recortados
.
fv/agda/eniense
\,O r;,.le \/
Mindel \ . - -- -- - - - v<º~r;,.s6 -.Esculturas altorrelieve
_,,.e,
0
ººr-'
•tipos Solutrenses-(:,0.J{-se¿__
/ 1
_ _ _ _ _ __ __ Solutrense

Gunz-Mindel Abbevi-
Solutrensee • . . ./

/
Figuritas femeninas - -
,;,.efl
Vallmfernal1ense - t - l1l v ' - - - - - - - - - - -..,.-1
- - - -- - - - - - - - - - +;
f Auriñaciense
Clactoniense
I llense
BRASSEMPOUY GOURDAN

202 203
En 1912 puso al día un cuadro general del paleolítico superior
en el que están descritas las formas del auriñaciense evolucionado en P11ri9ordiense 1° Grupo
el Bos del Ser, en La Gravette y en La Font-Robert 7 • l 111ri9ordiense 2° Grupo
Auriñaciense
Perigordiense Chatelperron

Bos del Ser


D. Peyrony, a partir de 1909, había comprobado la aparente uni-
dad de las culturas del auriñaciense inferior y superior, que difieren L1ugerie - Haute
de las de la fase media por la utilización de la técnica del dorso
rebajado, hecho que Breuil evocó a su vez en 1912. Las excavaciones La Gravette
llevadas a cabo por Peyrony en La Ferrassie, de 1905 a 1920, y en La Ferrassie
Laugerie-Haute, de 1924 a 1932, le permitieron proponer en 1933
la división del auriñaciense de Breuil en dos culturas que habían evo-
lucionado paralelamente: el auriñaciense y el perigordiense 8 • Los
eslabones uniendo los niveles de Chatelperron y de La Gravette fueron El abate Breuil, que no había admitido las teorías de Peyrony,
tomados en el Bos del Ser y en Laugerie-Haute (capa B), mientras i:ontinuó considerando dentro del bloque auriñacoperigordiense tres
que las capas J, K y L de La Ferrassie constituían la fase última de 1:11lturas sucesivas: el auriñaciense inferior o nivel de Chatelperron,
la cultura perigordiense. d auriñaciense clásico y el auriñaciense superior, donde distinguió
cinco niveles.
En 1946 intentó explicar la filiación de las industrias perigordien-
ses por la hipótesis de la existencia de dos grupos de tradiciones téc- El edificio perigordiense de Peyrony, que reposa más sobre Ul'}a
nicas diferentes. En el primero, los fósiles característicos que siguen teoría de evolución tipológica que sobre realidades estratigráficas,
a las puntas de Chatelperron son los elementos truncados, después las i'!C encontró progresivamente desmantelado. Los utillajes reunidos con

puntas de La Gravette, las de La Font-Robert, y finalmente los elemen- el nombre de perigordiense II fueron atribuidos a una facies auriña-
tos truncados reaparecen en La Ferrassie (cápa K). El segundo grupo eiense, con hojitas de borde con muescas («!amelles» Dufour), mien-
que experimenta a veces la influencia del auriñaciense ve sucederse tras que el perigordiense III fue reconocido como una industria del
las hojitas Dufour, las puntas de La Gravette, las hojitas de Font-Yves, gravetiense evolucionado. Desde entonces, entre Chatelperron y gra-
los buriles de Noailles. vetiense no existirían más que las culturas del auriñaciense típico.
Así, las estratigrafías de Laugerie-Haute y de La Ferrassie, sincro-
nizadas por Peyrony, se encuentran firmemente colocadas en sucesión,
Perigordiense. ______ ___¡ 11 111 IV V
Auriñaciense__ _____ ___1 Chatelperroniense Auriñaciense Gravetiense
1
1 Chatelperron ____ _
1
f---- --..U.,.CLLLL4,.~~------...j.......--------l
1 Bos del Ser______ _

1 B Laugerie - Haute .. B D
t---------+,7777777777TT777'.'77:'77>'777.,¡,..,.777'.77T,,.,.,.,--rr,.,.¡.....-'---1
inf. med.
La Gravette ______ 1 - - - - ~ - ~ ~~ ~ m~~¼::2~~,::'4;~cpl.¿J__ _J
La Ferrassie ______ ___ _ E E' K L La Ferrassie ____ _

204 205
al igual que las ae Gourdan y Brassempouy fueron paralelizadas por
Piette y restablecidas en su orden real por Breuil. l'rítíicos y tipológicos más precisos, los _datos de _c~o~ología absoluta
fodlitados por el carbono 14, las sutiles subd~vis10ne;5 . de las se-
1111,mcias climáticas hechas posibles por los estudios pohmcos, hacen
Solutrense y magdaleniense 11111 rever ya próximas revisiones del cuadro actual.

D. Peyrony, en 1929, hizo conocer bajo la denominación de


protomagdaleniense una capa (F) situada bajo el solutrense de Lau- M. B.
gerie-Haute, que él pensaba contenía el utillaje aportado -por una pri-
mera invasión magdaleniense procedente de la Europa central. En 1952
se hallaba dispuesto a renunciar a esta denominación y acercaba este Cronología geológica
nivel a un perigordiense evolucionado. De todas formas el descubri-
miento en el abrigo Pataud de una industria similar y las nuevas ex- Lo que actualmente sabemos de la historia de la Tierra permite
cavaciones de F. Bordes en Laugerie-Haute confirmando la personali- nlirmar que la era cuaternaria se caracteriza no.,sólo por_ este hecho
dad de esta industria y atribuyéndole una posición entre el· gravetiense 11 ~1mcial, la presencia del hombre, sino tambien por importantes
evolucionado y el auriñaciense V subyacente, han contribuido al man- 1:11mbios climáticos. En efecto, durante todo el periodo que se ex-
tenimiento de este término. li1:nde desde las lejanas glaciaciones carboníferas ª. las del pleistoceno,
Es igualmente a Peyrony a quien se debe la definición del solu- 111 clima que conoció nuestro globo parece h~ber sido particu~armente
trense de puntas sobre cara plana, reconocido por el abate Barat en uniforme, lo que <::. E. P. Brooks . denomino «the no~I_?al chmate of
el Trilobite (Arcy-sur-Cure) y que fue denominado protosolutrense w~ological time». Los fenómenos geológicos, la evoluc10~ de l_a fauna
por H. Breuil. y de la flora en diversos puntos del globo y\ en una misma epoca,, o
Este último, que había expuesto en 1912 las sucesivas etapas del l,icn, por el contrario, en un mismo lugar a · todo lo largo de ~os
desarrollo del magdaleniense de acuerdo con los materiales de la t Í<\mpos pleistocenos, traducen más o menos ~elmente los cambios
cueva de Pericard, precisó en 1927 el contenido de los seis niveles climáticos que se han manifestado desde el. oligoceno por <<una ten-
que él había determinado 9 • A. Cheynier reagrupó las dos subdivisio- ' b1cia al descenso de las temperaturas medias» (K . W. Butzer). Los
nes más antiguas con la denominación de protomagdaleniense para climas pleistocenos parecen haber ev?lucionad~, de ac~erdo con la
señalar la diferencia que estas industrias presentan con el magdale- latitud en dos direcciones: alternancia de penodos fnos, llamados
niense medio y superior. Pero la introducción en la nomenclatura de ~!aciales, y de períodos más cálidos en las r~giones templ~das de los
un homónimo del protomagdaleniense de Peyrony constituye tal riesgo 1los hemisferios, alternancia de períodos lluv10sos y de periodos secos
nn las regiones tropicales. . . ,
de confusión que recientemente se ha propuesto atribuir a los antiguos
magdalenienses I y II las denominaciones de badegu 1 iense y saint-
germiense.
El concepto de período glacial cuaternano solo _data de
Durante todo el sio-Io xx los estudiosos del Cuaternano se han divi-
18~:·
Así se presentan, muy someramente, las etapas de la constitución 1lido entre partidarios de una cro~olog_ía _corta o mo~oglacial~stas, Y
del cuadro de clasificación para Francia. Conforme se iba elaborando, los de una cronolo(Yía0
larga o pohglaciahstas; los pnmeros solo ad-
ha servido a menudo de referencia, a veces exageradamente, para el miten la presencia de una gl~ciaci?n pleist?cénica, mientras que los
resto del mundo donde son utilizados más generalmente cuadros re- Kegundos, fundándose en la existencia de vanas morrenas es?alonad~s,
gionales y una nomenclatura particular. CiertQs términos creados para más O menos alejadas del macizo mon_tañoso, d;scriben va~ias glacia-
denominar culturas extranjeras han sido a su vez aplicados a facies ciones sucesivas. Para designar estas diferentes epocas glaciales de las
locales francesas. Por otra parte, varias industrias del sector medite- cuales encontró rastros en la cuenca del Danubio, el geólogo P en_ck
rráneo han sido individualizadas, tal como el montadiense, que Escalon creó los términos de Gunz, Mindel, Riss y Würm. Entre dos gl~cia-
de Fonton piensa sea en su fase antigua contemporánea del roma- ciones se sitúa un período llamado «interglacial»; además, el pen?do
nelliense. glacial puede haber presentado diversas fases o avances del glaciar,
No hay que disimular el carácter provisional d~ los cuadros cro- interfases o retrocesos del glaciar. Así pues, los períodos en ~os
nológicos que hoy día se toman como referencia. Los análisis estrati- cuales se efectuaba la sedimentación fluvioglacial (morrenas, aluv10-
nes... ) han podido alternar, en la periferia del glaciar, con fases en
206
207
las cuales dominaban los fenómenos de eroswn y se formaban los V «¡11c la mayor parte de los partidarios del eustatismo en sus dife-
suelos. La cronología glacial que da origen a las subdivisiones del rr11trn, formas no tienen razón en querer minimizar.» Por ello una
Cuaternario eurasiático se encuentra poco modificada en los grandes 111·011ología del pleistoceno basada en la altitud de las playas marinas
macizos montañosos del Antiguo y del Nuevo Mundo, ya se trate de upnrece cada vez más dudosa y los trabajos de los cuaternaristas rne-
los Alpes, de los Pirineos, de los Andes o del Himalaya. ditorráneos así lo han demostrado. También haremos nuestra esta
No obstante, las regiones alejadas de los glaciares pleistocenos o f rn1-11~ de F. Ottrnann: «Es esencialmente sobre el terreno y por el
situadas en su periferia conservan las señales de fenómenos geológicos 1•Ht11dio detallado de las correlaciones entre yacimientos como es po-
distintos, pero que atestiguan también oscilaciones del clima : son los "ihlc obtener una estratigrafía del Cuaternario, estratigrafía local que
depósitos continentales (sobre todo entre ellos las formaciones fluvia- 1''1 1Lctualmente imposible situar dentro de un sincronismo válido para
les) y las playas marinas. 1uclo el Mediterráneo, y menos aún para -el mundo entero.»
Los trabajos de Brongniart, Cuvier y Palassou, al principio del Los aluviones de los ríos y los depósitos de playas marinas, así
siglo XIX, hicieron posible definir la noción de terraza aluvial. Más 1•111no las morrenas, no son los únicos testigos de las variaciones cli-
adelante, V. Cornmont distinguió cuatro terrazas en el valle del Som- 11111l.icas. Los paleosuelos, los depósitos eolíticos o los sedimentos
me: la primera presentaba dos pisos, mientras que la cuarta habría el11 las cuevas atestiguan, a menudo con gran precisión, cambios cli-
pertenecido, según este autor, al plioceno. Estas divisiones fueron 11,iiticos, los a veces llamados microclimas. El loes que se encuentra en
aplicadas con más o menos fortuna a los diferentes ríos o riachuelos. lo.'I valles del Somme y del Sena, así como en Alsacia, en Provenza o
No obstante, L. de Lamothe pensó que la altitud relativa de las dife- lu Europa central, ofrece los caracteres de un «limo calcáreo, acumu-
rentes terrazas aluviales con respecto al talweg era la misma entre 1ndo por el viento, en país estepario» (A. Cailleux y A. Chavan).
dos corrientes de agua, lo cual se explicaba, según el autor, por va- 1>1isimés de su sedimentación, las aguas filtradas han disuelto a veces
riaciones generales del nivel marino. 111 calcáreo de las zonas superiores y lo han arrastrado hacia los ni-
Geólogos tales como E. de Martonne y Ch. Deperet fueron ardientes vnlcs subyacentes, donde se concretó en forma de «muñecas». El de-
defensores de esta teoría, la cual, sin embargo, no soporta ciertas púsito de loes indica un período frío, mientras que su decalcificación
críticas severas. Por otra parte, «en cuanto se deja de admitir en y HU enriquecimiento con sales de hierro y de manganeso indicarían
todo su rigor la teoría de L. de Lamothe, éstas y otras terrazas sólo mejor un período de clima templado. El loes ~Iterado se describe
tienen un interés local de orden descriptivo (Fr. Bourdier). La teoría 1/;f?Ueralmente con el nc;¡mbre de lehm.
eustática desembocaba en un esquema, cuyos grandes rasgos son los La influencia de los glaciares fue particularmente neta en las zonas
siguientes : periféricas y se manifestó por diferentes alteraciones y acumulaciones.
Si Welsch introdujo el término de solifluxión, fue el abate H. Breuil
- T erraza de 95-100 m: Siliciense marino. 1¡11ien primero estableció una cronología del Cuaternario basada en
- Terraza de 55- 60 m: Milazziense marino. Glaciación de Mindel. lit observación de los fenómenos de solifluxión; sus trabajos en el
- Terraza de 30- 35 m: Tirreniense marino. Glaciación de Riss. valle del Sornme tuvieron su momento de celebridad. El abate Breuil
1-1ituaba la formación de las terrazas fluviales y las playas marinas
- Terraza de 18- 20 m: Monastiriense marino. Glaciación de Würm.
,lurante las fases interglaciales. En consecuencia, las coladas de soli-
Aluviones de fondo de valle: Pos-Würm. fluxión que se estratificaban en las formaciones aluviales debían re-
presentar otras tantas fases frías distintas. Fr. Bourdier, cuyos con-
~a aportación de las aguas del deshielo en los glaciares explicaba ceptos sobre este terna difieren sensiblemente de los del abate Breuil,
así la transgresión de los océanos. Pero la teoría glacioeuis tática sólo creó la noción de ciclo climatosedimentario, correspondiendo cada
es verdaderamente satisfactoria para las playas recientes, y nume- ciclo a un período frío seguido de un periodo templado.
rosos geólogos piensan que no puede aplicarse correctamente ,a las Los depósitos de pendiente fueron designados con diversos nom-
playas más antiguas: uno de sus argumentos es la presencia de -una bres. En las cuevas, la naturaleza de los sedimentos (arenas, arcillas,
fauna fría y no cálida o templada, contemporánea de la fusión de los pequeños elementos rocosos mezclados a la arcilla, lajas... ) traduce
glaciares. «Persisto en pensar - escribía recientemente Fr. Bourdier- las variaciones del clima. La forma de los bloques y de las piedras
que los movimientos del suelo 11an desempeñado un papel primordial, desprendidas del techo varía según la intensidad de lás heladas; las

208 209
8. A . LEROI: La Prehistoria.
aristas angulosas, los vest1g10s de agrietamiento, la ausencia de ar- 11111 condiciones áridas se extendían al sur de los trópicos.» Recientes
cilla o de arenas debidas a infiltraciones, resultan condiciones rigu- t ruhajos en las zonas saheliense y del Atlas del Sáhara aportan varios
rosas de los países fríos, mientras que las arenas y las arcillas con 11 r~umentos en favor de esta teoría paleoclimática.
lajas atestiguan un clima cálido y particularmente húmedo. Se ve, pues, que a medida que las exploraciones geológicas aumen-
En las regiones tropicales el ciclo glaciación-interglacial es reem- 11111 nuestros conocimientos en el dominio de la paleoclimatología, las
plazado por la alternancia de fases pluviales o húmedas y de fases clivcrgencias se multiplican; ya se trate del paralelismo de los plu-
secas o áridas. En Marruecos, en el Sáhara o en la India han sido viales y de las glaciaciones, o de la oscilación de los climas al norte
propuestas varjas cronologías regionales. Citaremos una de las cro- clrl ecuador, de partidarios de la teoría glacioeustática o de sus de-
nologías más antiguas, la del pleistoceno del África oriental, donde trnctores, de fieles defensores de la teoría astronómica de Milankovic
cinco fases pluviales o húmedas son seguidas de fases áridas. En esta o ,fo la interpretación a menudo contradictoria que dan los geólogos
región, desde el plioceno a los tiempos actuales, la cronología es la 11 ciertas acciones pedológicas o morfológicas. Más que nunca la edi-
siguiente: el pluvial kagueriense que se divide en dos períodos, y ficnción de nuevas teorías depende de la búsqueda sobre el terreno
luego los pluviales kamariense, kanjeriense y gambliense; finalmente, y de los trabajos de laboratorio; es así como los estudiosos del Cua-
el período húmedo del makaliense. lnrnario, contemporáneos, sin desechar las grandes síntesis de sus
Si las formaciones <lunarias y los desmoronamientos atestiguan mayores, pero también sin ligar a ellas la línea rectora de sus bús-
sin discusión períodos áridos, nos preguntamos por el contrario al quedas, procuran ante todo describir los hechos. La historia de la
respecto del período en el cual debía de efectuarse la sedimentación Tierra durante el transcurso de los tiempos pleistocénicos ha tenido
fluvial; dicho de otro modo, la edificación de las terrazas de terraplén. muchas más sutilezas, sin duda. Aún no parece llegado el día en el
Si tomamos como ejemplo el Sáhara, la sedimentación aluvial, ¿ se c:ual se podrán edificar nuevas teorías basadas sobre una documenta-
produjo en un período árido o semiárido, con preferencia sobre un ción precisa y abundante; aun entonces, será preciso saber distinguir
período pluvial? Parece aún lejano que los geólogos lleguen a un c,I hecho regional, que no puede servir de argumento a las hipótesis
acuerdo sobre este delicado tema, así como también sobre el para- j!;enerales, de los hechos primordiales que permitirán elaborar el frágil
lelismo climático entre el dominio africano y el continente europeo. mlificio de una paleogeografía mundial.
En efecto, ¿ ha lugar a considerar los pluviales africanos como con- J. c.
temporáneos de las glaciaciones europeas, o por d contrario consi-
derar cierto desfase? La opinión clásica que prevaleció hasta estos
últimos años consistía en paralelizar pluvial y glaciación y dar a Cronología zoológica
este paralelismo el valor riguroso de un postulado. No obstante, al-
gunos geólogos expresaron sus dudas en cuanto a la universalidad de Desde el. principio de ·ras investigaciones prehistóricas, la zoología
esta teoría; luego, el profesor L. Balout, apoyándose en considera- ha desempeñado una función importante. Cuando el inglés fohn Frere,
ciones meteorológicas y arqueológicas, se pronunció con claridad en cm 1797, descubrió un bifacial asociado a huesos de elefante, este
favor de un paralelismo pluvial-interglacial en una zona del territorio primer acto de nuestra ciencia desarrollaba ya el problema de la
sahariano. Los defensores de la antigua teoría piensan que durante el coexistencia del hombre y de los animales desaparecidos. El elefante
transcurso de los períodos glaciales contemporáneos de los pluviales proporcionaba a la vez una referencia cronológica y una indicación
africanos, el desierto debía de desaparecer casi totalmente, mientras :-1obre el clima probable: climatología y cronología constituyen el
que durante los interglaciales todo el Sáhara debía de quedar some- papel tradicional de la zoología en la prehistoria, pero los restos
tido a las rudas condiciones desérticas. La nueva teoría enfoca, por el óseos ofrecen importantes posibilidades a las investigaciones tecno-
contrario, una oscilación climática norte-sur; sus partidarios com• económicas 10•
parten el punto de vista del profesor L. Balout ·: «Es en el óptimo
climático posglacial -escribía en 1952-, y más aún en los ínter· Cronología y climatología
glaciales, cuando el Sáhara pudo recibir del sur el máximo de posi-
Desde 1850 se ha sabido que animales característicos de climas
bilidades de ser menos un desierto, mientras que en el momento de
cálidos como los elefantes, o fríos como el reno habían vivido en
las glaciaciones, esta posibilidad pudo llegarle del norte, en tanto que
Europa con el hombre fósil. Sobre estos datos se estableció la noción
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de cambios climáticos considerables sobrevenidos durante el trans- clional, Zinjantropos, Hamo habilis) está acompañado de una ~auna
curso del cuaternario. El análisis ~ulterior ha demostrado que las os- muy arcaica, con formas aún terciarias y casi todas ellas extmta_s.
cilaciones climáticas, aunque de cierta importancia, no habían hecho Los arcantrópidos del África del Norte (atlantropos) y los de Malasia
pasar nuestras regiones del clima tropical al ártico, pero sí habían (pitecantropos) se asocian a géneros zoológicos, una parte de los
tenido sobre la flora una influencia bastante considerable para que wules ha desaparecido y la mayor parte de los restantes se presentan
ciertos herbívoros hayan dibujado largas variaciones en su región de m1 fases arcaicas. únicamente los sinantropos .del Norte de China
reparto. El testimonio del reno y del uro es en cierto modo indirecto 11~tán rodeados de una fauna de composición más reciente.
y los animales carnívoros, como el león o la pantera, han conocido sin Del Cuaternario antiguo hacia acá, se sabe que existen en Europa
perjuicios los puntos extremos del clima. elefantes antiquus o intermedius, rinocerontes del tipo merckii, pero
El estudio se desarrolló sobre dos planos: el de la variación cli- In distinción para las otras especies no llega mucho más lejos. Hay
mática, que sólo está muy claro para la última glaciación, es decir, que hacer resaltar, no obstante, que las faunas conocidas s~n tem-
para la última décima parte de los tiempos pleistocénicos, y el de la pladas y que no se posee casi ningún documento para caract.e_nzar las
evolución de las especies, que asegura por el contrario una escala l'nunas de la glaciación rissiense. La carencia de documentos oseos del
sobre todo el Cuaternario. Esta escala paleontológica está muy lejos nbbevillense y del achelense final es uno de los problemas de la
de ser completa, incluso para las regiones mejor estudiadas. Ello es prehistoria. La mayor parte de las estaciones de este período son
debido no sólo a la rareza de los yacimientos donde la fauna es clepósitos aluviales, poco propicios a la conservación de los restos
abundante, sino al hecho de que la datación de los que no tienen la úseos, y las cavernas sólo han proporcionado un pequeño número
fauna asociada a industria humana es a menudo difícil de precisar. de testimonios. Cierto que uno de los objetivos importantes de la
Son los dos extremos del pleistoceno, el principio del villafranquiense, íutura investigación ha de ser la prospección sistemática de los re-
y el fin del Würm los que mejor se conocen tanto en Eurasia como cursos del pleistoceno medio.
en África. Entre ambos existen más bien puntos de referencia que En las cercanías del Würm, la situación se vuelve muy favorable
series continuas. El ejemplo de los equinos es propio para resaltar por el hecho de que numerosas gruta~ han conservado los depó~itos
esta particularidad. Al principio del Cuaternario se admite la presen- de habitación del hombre y de los ammales. Los documentos existen
cia del Equus stenonis que, probablemente, es tanto un estadio como por millares, aunque por desgracia insuficientemente determinados
una especie ; sus caracteres dentarios están bastante marcados y su 1·stratigráficamente. Puede decirse de la fauna y de la industria que
asociación con todo un cortejo de mamíferos aún ligados al Terciario d espesor de la pieza sobrepasa a menudo el del nivel que permitiría
da consistencia a su determinación. En el Würm se encuentran va- establecer una cronología cierta. Considerada en su conjunto, para
riadas formas del caballo actual Equus caballus, de los asnos o de Eurasia y África la fauna del pleistoceno reciente apenas se distingue
las formas próximas, y de variedades flotantes, asimilables quizás a de la fauna actual. En la Europa occidental, caballo, buey, bisonte,
los hemiones actuales. Dentro del inmenso lapso de tiempo que separa ciervo, reno, rebeco, antílope, en cuanto a herbívoros; león, pantera,
los dos grupos se nota una confusión bastante grande, ya que las oso, hiena, por lo que respecta a los carnívoros, son las especies sus-
fases que unen en la línea evolutiva stenonis y caballus se recortan tanciales a las cuales se suman tres desaparecidas: el mamut, el rino-
con la variación de las especies en cada época, de manera que la im- ceronte tichorhinus y el oso de las cavernas. El alce, el buey almiz-
precisión geológica unida a la variabilidad de los documentos desem- clero, el gamo de grandes astas ofrecen con el glotón algunos ele-
boca en una imagen extremadamente desenfocada de los caballos in- mentos raros, los roedores, los pequeños carnívoros, los pájaros,
termedios. De paso hay que hacer notar que el mismo hecho no está todos vivos aún, contando incluso con el gran pingüino, proporcionan
totalmente ausente tanto en los materiales como en el hombre por sí una gama en la cual podría interpretarse algo más de lo que se ha
mismo: entre los pitecantropos y el hombre de Neandertal reina una hecho. Sobre un fondo zoológico «sudanés», la situación africana es
interminable penumbra en la cual se insinúan algunas siluetas in- muy igualada y no permite que se establezcan sutiles distinciones
decisas. cronoclimatológicas. En América, la coexistencia del hombre con los
Resulta, en efecto, singular que los más viejos fósiles humanos animales desaparecidos queda demostrada con numerosos ejemplos.
estén bien encuadrados por su fauna. Todo el grupo de los australan- Para la América septentrional y central, así como para nuestras lati-
tropos (Australopitécidos, plesiantropos del África oriental y meri- tudes, son los mamuts o las formas emparentadas, pero también los

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caballos y ciertos bisontes. En Chile, un equino ya desaparecido e~ mmn a la prehistoria de forma indirecta. Sin duda, para el prehis-
contemporáneo de los primeros hábitat humanos conocidos hasta lo riador el más importante es el de la distribución geográfica de las
la fecha. r11pccies de cada época, e incluso, para ciertos animales, el de las
El papel tradicional de la fauna es, a pesar de todo, bastante limi- rmms. Hasta la fecha sólo se poseen muy vagas luces sobre estos as-
tado. La coexistencia del hombre y de animales extinguidos sólo ¡wctos de la investigación, que todavía solamente puede ser abordada
aporta una certidumbre general sobre la antigüedad del hombre, pues 1•11 Europa. Para Francia, uno de los países más excavados, al menos
este último, así como los animales que le acompañan, toma posición 11111s científicamente estudiado, existen aún grandes obstáculos para
en la escala cronológica por medios distintos de los de la zoología. dibujar mapas, ni siquiera aproximados, de la difusión del reno en
Se pe,rcibe muy bien por los fósiles descubiertos fuera de las regiones diferentes momentos del Würm, o de la sucesión de los tipos de ca-
batidas; nada indica que un pitecantropo no haya muerto ayer en 1,nllos para una región determinada. Semejante:; trabajos sólo .existen
algún rincón del mundo, ni que un animal de especie aún viva que «:omo esbozos. El más abundante de los fósiles, el oso de las cavernas,
acompaña a su esqueleto no pueda ser tan viejo como todo el Cuater- 110 es bien conocido en su extensión, ni en su variación, ni incluso
nario. Un hecho digno de consideración, en circunstancias parecidas, ,·n sus fechas de aparición o de extinción.
nos lo presenta a menudo la industria de piedra tallad&, estú es, un
hecho puramente cultural, que oriente las presunciones cronológicas. loologí,a y cronología prehistórica
El valor climatológico de la fauna es cierto, pero . relativo por
dos razones, biológica una, de pura técnica de excavación la otra. Si la función paleontológica de los restos de animales es impor-
Los animales soportan el clima con una amplia tolerancia, por lo tante, su papel en el estudio de las culturas prehistóricas es una de
menos aquellos de los cuales se encuentra el esqueleto o los restos de las puertas de la investigación actual. Los restos de fauna que se
conchas. Los mamíferos son muy euritermos, los pájaros emigran, halla en una estación frecuentada por el hombre son tan importantes
los moluscos se retiran debajo de las piedras: las variaciones aprecia- como los sílex tallados o la cerámica, y exigen tanto cuidado para
bles quedan, pues, muy amortiguadas, y las más claras son las que ~alvarlos como precisión para registrarlos. En efecto, cualquier resto
revelan la alimentación de lo.s herbívoros: el reno y su liquen, los de animal se presume puede hallarse allí por el deseo o como con-
ciervos y el bosque frondoso, los caballos y la estepa o el raso. Hasta Hecuencia de la presencia del hombre y no hay motivo para prestar
el día en que el estudio del polen fósil vino a abrir medios directos menos atención a un hueso de reno, resto de una comida, que a la
de estudio de la· flora, la fauna sólo ofrecía la única/ visión posible azagaya que mató al animal. Convenientemente estudiado, aportará su
sobre el mundo vegetal, que es ·. el verdadero indicador del clima; participación al cuadro cultural. Es Ún hecho que muy pronto los
actualmente sólo representa un complemento, desde luego valioso a prehistoriadores han reconocido la importancia del material óseo, más
menudo. El segundo factor es casi ridículo : un fémur de bisonte, los instrumentos que los restos de comidas, pero estos últimos han
enterrado, ocupa un grosor superior a los diez centímetros, lo cual sido objeto de los trabajos del profesor Henri-Martin sobre las téc-
puede representar igual un día que mil años de sedimentación. En el nicas de la carnicería en el musteriense [ 442]. Actualmente, y en
segundo caso, el clima habrá cambiado quizá tres veces, sin que particular para la protohistoria, se han realizado estudios económicos
nada en la zoología permita deducirlo. Sin tener en cuenta el hecho, tomando como base los «vertederos de basuras» prehistóricos e · his-
por desgracia aún corriente, de una excavación que cree ser precisa tóricos. ·
entregando toda la fauna de un nivel cultural de cuarenta centímetros El estudio etnológico de los restos de animales requiere en primer
de grosor, uno se da cuenta d<- que en las grutas, el mismo suelo puede lugar que los vestigios hayan sido recogidos con el mismo cuidado
dar elementos zoológicos de períodos climáticos equiparados pero dife- que los otros testigos, es decir, en su totalidad y con un parecido rigor
rentes; es el caso del auriñaciense, por ejemplo, donde la brusca topográfico y estratigráfico. En efecto, no son precisamente los fémures
sucesión del templado y del frío, débilmente manifestada por el polen, de mamut lo que nos da la mejor información, sino, a mentido, mo-
s?lo puede traducirse por la presencia, al parecer simultánea, del destos fragmentos que han caído en tal lugar y allí han permanecido.
ciervo y del reno. Es así como la proximidad comprobada de diferentes huesos de la
Los problemas propiamente zooclimatológicos o paleontológicos articulación del tarso del reno deja entrever el empleo de los ten-
en el amplio sentido, son, sin embargo, numerosos aún, pero inte- dones para ligaduras o costuras. La referencia minuciosa de las fa-

214 215
langes de animales cuya piel ha podido servir de abrigo del lecho, hajo3 de estos últimos años en los yacimie~t~s p_re~erái:i1icos d~l
permite a veces dibujar con precisión los contornos de una cabaña. Próximo Oriente han mostrado que solo es . fac1l d1stmgmr la cna
Una figurilla ha podido ser desplazada veinte veces mientras que una 1:onsecuente de la caza mediante la estadística y las curvas de morta-
zarpa desprendida pasa inadvertida y no ofrece interés alguno, in· lidad, puesto que la composición de un depósito doméstico se dis-
cluso para los carnívoros. tingue netamente de la de los animales procedentes de la caza. Cuando
El material óseo sólo puede ser utilizado con provecho si se las condiciones del material son buenas, la distinción permite separar
tienen en cuenta las condiciones de supervivencia en el suelo. Las la cría para matanza, la cría para lana, la cría para trabajo; el cer-
diferentes! partes del esqueleto se conservan 'más o menos fácilmente, do, la oveja y el buey, por ejemplo, pueden presentar caracteres esta-
y antes de formular hipótesis sobre el empleo o el desecho" de ciertas <iísticos sensiblemente diferentes. La explotación de vertederos de
partes, hay que establecer los diferentes coeficientes de supervivencia basuras abre, pues, directamente los caracteres de la economía agrícola
probable. Esta precaución permite no sólo establecer la masa real re- o pastoril. Parece posible ir más lejos aún: la constitución de gran-
presentada por los fragmentos conservados, sino también darse cuenta <ies series de documentos a partir del neolítico permitirá un día re-
de la importancia de las destrucciones y, por consiguiente, de la plantear la historia y la difusión de las principales razas doméstica~
validez relativa de los tests. y esclarecer los movimientos de civilizaciones desde un aspecto que m
La economía alimentaria puede, en estas condiciones, ser objeto las industrias ni las tradiciones escritas permiten alcanzar.
de un estudio complementado por el de las técnicas de consumo. Queda claro que el estudio de los restos faunísticos sobrepa~a
En efecto, los rastros dejados por los cuchillos de sílex no sólo ase- ampliamente lo pintoresco que pueda haber al comprobar la coex1s-
guran un estudio minucioso de la talla y desbastado, sino que señalan tencia del hombre y del buitre feroz en el auriñaciense. Sobrepasa
el consumo de especies a priori poco atractivas tales como la hiena también las valiosas indicaciones que el animal puede ofrecer sobre
y el zorro. El aplastamiento de huesos largos para la extracción de el clima que reinaba en una determinada época; muy directamente,
la médula, el uso de las vértebras como combustible, así como el asegura una visión de conjunto insustituible sobre la vida económica
empleo de las pieles ofrecen positiva o negativamente un cuadro y técnica.
económico completo. A. L.-G.
Las técnicas de caza pueden esclarecerse indirectamente por las
curvas de mortalidad de la caza. Estas curvas se basan en el estable-
cimiento de una escala de edad a partir del estado dental y de la Cronología botánica
osificación de las articulaciones. De este modo es posible confrontar
un lote cualquiera de restos con la curva de poblaciones vivas, y de Desde hace cincuenta años, los estudios polínicos de los sedi-
comprobar si, como para el rinoceronte por ejemplo, se esforzaban mentos antiguos han conducido a la , puesta a punto de un cuadro de
en evitar cazar los adultos, o bien si el ataque de un rebaño acarreaba cronología botánica. Sin embargo, muchos países no lo poseen aún,
una carnicería sin distinción. El conjunto d~ los jóvenes puede indicar mientras que para otros tan sólo algunas etapas del Cuaternario· han
una caza de práctica temporal o bien, por el contrario, permanente. podido ser dilucidadas hasta el momento.
El análisis de los restos óseos conduce a comprobaciones sobre Así pues, salvo para Olduvai, cuyo estudio está en ~urso, no existe
la organización doméstica, la existencia de restos de basuras, la de aún ningún análisis polínico referente a las estaciones del paleolítico
las limpiezas caseras y, eventualmente, prácticas de carácter religioso. antiguo. En Francia se han realizado algunos escasos análisis de
En la prehistoria del paleolítico, donde la imaginación ha paliado las sedimentos que se sitúan entre el villafranquiense y el Mindel-Riss,
lagunas de los hallazgos, no hay rastros que se puedan descuidar, ya pero es en Italia, en Inglaterra o en Holanda donde se han estudiado
que, salvo el estudio tipológico de las industrias y de los testimonios con detalle largas series estratigráficas. Sería, pues, aún muy difícil,
del arte, todos los conocimientos se basan en hipótesis sostenidas por si no imposible, fechar en Francia una estación antigua mediante los
documentos aislados. estudios polínicos. La dificultad aumenta por el hecho de que las
En la prehistoria del neolítico y de la primera metalurgia se muestras geológicas propuestas para el análisis polínico, para este
ofrecen análogas posibilidades, pero se añade el muy importante pro- período, sólo tienen, generalmente, una datación imprecisa. Sería ne-
blema de la cría y del empleo de los animales como fuerza. Los tra- cesario trabajar en una serie de terrazas perfectamente fechadas para

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tener así una base completamente segura. La cronología botánica debe, /1 'iúm medio
en su inicio, apoyarse sobre la cr.onología geológica o tipológica, El período medio del Würrn es el peor conocido: ninguna se-
completada, \cuando ello es posible, por el carbono 14. cuencia geológica, ninguna secuencia polínica existen abarcando este
Sólo a partir del último interglacial se han multiplicado los aná- período en su totalidad. Si algunas fases de la Europa central (Ober-
lisis en Europa, acompañando a veces industrias paleolíticas (Eh- fcllabrun, Willendorf) han sido estudiadas, su datación, a pesar del
ringsdorf en Alemania, isla de Jersey 11, Ganovce en Checoslovaquia). carbono 14, no es precisa y su posición climática imposible de desen-
El clima del Riss-Würm y su flora son ya bien conocidos en algunas trañar. Han sido expuestas demasiadas teorías sobre el «gran inter-
reg10nes. cstadio» o Würm I-II (o II-111), o «interestadio auriñaciense», «Got-
Lweig», «Laufen», «Hormatig». De algunos hechos geológicos seguros
W ürm antiguo y de los primeros análisis polínicos -de los cuales ninguno en la
Europa central o del noroeste comprende aún la totalidad del Würm-
En Holanda, los principios del Würm han sido estudiados detalla- 11e pueden deducir los siguientes puntos :
damente, y los diagramas establecidos por W. H. Zagwijn 12 sirven
actualmente de hase a la cronología del paleolítico medio. En efecto, - El «gran interestadio» templado en todo su conjunto, tal y
es la palinología la que ha hecho aparecer la complejidad del Würm como aparecía hace una docena de años, no parece haber existido.
antiguo y ha desenmarañado la sucesión de diferentes recalenta- - Los dos principales máximos de frío würmienses son, el uno
mientos. Estratigrafías estudiadas, algunas de ellas sobre 30 m de al- anterior a ese período, y el otro, el más importante, en la última
tura, han permitido fijar, con datación por el carbono 14, las prin- etapa del Würm.
cipales interfases: Amersfoort (Rodeback en Dinamarca) y Brorüp - El Würm medio parece haber sido una continuidad de oscila-
(Chelford en Inglaterra, Loopstedt en Alemania). En Francia algunos ciones ni muy frías ni realmente templadas (Grosser Würm-lntersta-
geólogos habían destacado inundaciones o efectos de erosión produ- dialkomplex) 13 •
cidos durante un período relativamente templado, pero estos hechos
eran de datación imprecisa; estaban aún peor interpretados ep_ el El estudio geológico de numerosas estaciones, así como la fauna
este de Europa, donde la mayor parte del tiempo han sido confun- (presencia de leones, ciervos, jabalíes) , demuestra esta ausencia de
didos interestadios e interglaciares, lo cual ha tenido por efecto, a fríos violentos. Lo mi'smo ocurre con los árboles tales como los robles,
veces, retrasar la edad de las estaciones musterienses hasta el Mindel- los carpes, que la moderación de la temperatura no ha expulsado
Hiss. muy lejos, pero que resultan no obstante raros en algunos de los
Resulta aún difícil fec har exactamente una muestra del Würm anti- análisis ya realizados. Se comprueba que es mucho más difícil es-
guo, ya que si los dos primerios interestadios würmienses han sido tudiar una serie de climas «medios» que las alternancias de climas
mucho más cortos que el Riss-Würm, la temperatura alcanzada era, fríos y templados, pero parece que las oscilaciones (quizá también
aproximadamente, igual a los dos períodos del principio y del final los pequeños interestadios) del Würm medio podrán ser denomina-
del interglacial. Esto da cuatro fases relativamente templadas (alre- das y numeradas cuando se posean dataciones del carbono 14 sobre
dedor de 3 °C por debajo de la media actual de julio, en Holanda), largas series polínicas. Si, para el paleolítico superior, la tipología
lo cual es difícil de distinguir en una muestra aislada. Será proba- es de gran ayuda estratigráfica, no ocurre igual por desgracia para
blemente factible cuando hayan sido hechos mayor número de aná- las industrias musterienses.
lisis de base; se dibujan ya diferentes fases de árboles dominantes. Debe añadirse que existen actualmente dos series polínicas que
Las zonas cronológicas ya establecidas se extenderán sobre otras re- alcanzan todo el período würmiense. Una se sitúa en Colombia, cerca
giones y las fases marcadas por el dominio del carpe, del abeto y de de Bogotá, y la otra próxima a Granada, en España, en Sierra Ne-
la epicea constituirán referencias de datación. El lugar cronológico vada 1 4. Estas dos secuencias son importantes para una visión de con-
de una estación del musteriense a lpino, Prélétang, ha podido ser preci- junto de los grandes episodios würmienses; la segunda, europea, que
sado gracias al análisis polínico. En la zona mediterránea, en La comprende varias dataciones del carbono 14, es particularmente. inte-
Baume-des-Peyrards, las variaciones climáticas notadas por la geo- resante, pero por desgracia nunca ha sido publicada en detalle.
logía han sido confirmadas por los primeros estudios del polen. En 1938, pionero en esta senda, R. Schütrumpf 1 5 había emprendido

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lo había señalado en estaciones de la Dordoña, pero son sobre todo
e_l estudio d~l polen. de la .fase _de M~uer en Baviera, estación que ln,1 análisis polínicos de Lascaux, Padul (Granada, España) y Arcy-
t1en~ musten~nse e mdustna mas reciente (altmühliense). Por des- ~nr-Cure, las dos primeras fechadas por el carbono 14, los que mues-
gracia, este e1emplo no ha sido imitado y de los sedimentos anteriores lrnn la amplitud y las relaciones con las oscilaciones siguientes, mucho
al tardiglacial únicamente los niveles aislados o excesivamente alejados mejor conocidas. .
han sido estudia?os (musteriense de Roc-de-Marsal 1 6, Isturitz, La Gra- Las zonas cronológicas obtenidas por la palinología (ver cuadro,
v~tte) en Fra~cia y algunas estaciones fuera de Europa 1'1 Algunos página 222) son ya clásicas y'utilizadas a veces en los casos! de esta•
mveles mustenenses, ~an sido. estudia_dos en las cuevas de Arcy-sur- ción arqueológica o geológica. El gran número de análisis realizados
Cure, p~ro el paleoht1co supenor en s1 está en curso de publicación 1 s. nn todo el mundo ha demostrado el sincronismo de las oscilaciones, y
Hacia el 36 000 a. de J. C., al principio del paleolítico superior ni término zona atlántica, un período cronológico, es asimismo em-
en el este de. Europa, los términos de Würm medio y superior se pleado en Nueva Zelanda y en América.
vuelven excesivamente vagos y se hace sentir la necesidad de una La gran riqueza que los lagos y las turberas poseen en polen y en
cronología absoluta. Las fechas del carbono 14 son ya bastante nume- industrias ha motivado numerosos análisis de estaciones del paleo-
r~sa_s,. tanto en las estaciones geológicas corno en los yacimientos pre- lítico final, del mesolítico y de todas las épocas hasta la actual, análi-
h1st_o~1cos, como para que la trama sobre la cual apoyar los análisis RÍs particularmente numerosos en el norte, desde Irlanda hasta Rusia.
pohmcos tenga cierta precisión 19• El análisis polínico más completo La precisión de las zonas botánicas ha permitido dataciones muy nu-
es el efectuado, en los sed_irnentos de las cuevas de Arcy-sur-Cure merosas, incluso la de los restos óseos completamente aislados de
(Yonne). a trave~ de los mveles del chatelperroniense, auriñaciense todo contexto industrial. En Francia, aparte del lago de Chalain, sólo
Y grav~t1ense antiguo. Esta secuencia, que comprende 106 304 pólenes Normandía y algunos lagos han sido debidamente estudiados desde el
det:r~mad_os, otrece para esta región de Francia una primera escala punto de vista polínico, por desgracia sin relación con industrias.
botamca bien situada co~ relaci?n a las industrias y fechada por el Los terrenos secos, mucho más pobres en polen, permiten también
carbo_no 14._ La proporc10n de arboles con relación a las herbáceas los análisis, pero éstos requieren mucho más tiempo y trabajo. En
per_m1te, al. 1g?~l que en toda la Europa del Noroeste, seguir las osci- Inglaterra, interesantes excavaciones de túmulos han sido observadas
lac10nes chrnaticas que marcan los recalentamientos. Ademá A por los palinól~gos, quienes han estudiado particularmente los trans-
f · ºd d d . . s, rey
o re?e una contmm a , e asociac10~e_s de herbáceas, diferentes según portes de tierras. La mayoría de las estaciones inglesas posglaciales
las epoca:, lo que podna ser muy util para las dataciones futuras si está actualmente publicada con un análisis polínico 20 • Lo mismo ocu-
fuese posible obte?er zonas cronológicas con las herbáceas durante rre en otros países: Dinamarca, Alemania, Suiza, etc. Sin embargo,
los fnos, de la misma forma que se obtiene con los árboles duran- en la América del Norte o en África, donde los análisis lacustres son
te l?s recalentamientos importantes. Las cuevas han sido aún poco es- ya numerosos, la dificultad de los análisis en terreno seco ha restrin-
tudiadas, y fuera de ellas las capas limpias de toda mezcla y bien gido el empleo del análisis polínico con fines arqueológicos. Algunos
fechadas son muy escasas. trabajos sobre estaciones que se sitúan del mesolítico al período
, ~n.tre 36 000 y 13 000 a. de J. C. son aún poco numerosos los galorrornano están en curso de publicación en Francia, pero la es-
anahs1s, pero .ª partir de esta última fecha la formación de turberas casez de especialistas frena el desarrollo de estas investigaciones.
ha _hecho po_s1bles numerosos trabajos, en particular el estudio de Si el análisis polínico aplicado a yacimientos prehistóricos o pro-
vanos yac1m1entos magdalenienses. · tohistóricos pueden ser una ayuda cronológica, tiene también otros
fines:
El tardiglacial y el posglacial - Puede ayudar muy eficazmente, dura];lte las investigaciones, al
El tardiglacial se inicia para ciertos autores (entre los cuales establecimiento de una estratigrafía.
c~ntarnos) con. el primer retroceso de los grandes glaciares ese::~ - Aporta una imagen del paisaje vegetal y permite apreciar sus
dmavos o amencanos? ~a~ia 15 000 a. de J. C. Para otros, la formación recursos tanto alimentarios como técnicos.
de turberas, qu~ se m1c1a unos 2?00 años más tarde, a lo largo de - Puede, a pesar del número aún excesivamente reducido de
las rnorr~mas de1adas por estos mismos glaciares, es el inicio de esta trabajos concernientes a los inicios de la agricultura, abrir una senda
cron~logia. Las temperaturas más cálidas que han hecho retroceder que resultará seguramente fructífera.
los hrnlos en el norte y las montañas es aún poco conocido. F. Bordes Arl. L.-G.

220 221
Actual La cronología absoluta 21
Año o Subatlántico
800 B.C. La datación absoluta, que integraría la prehistoria a la historia,
preocupa desde los inicios de la investigación, pero aunque los mate-
Subboreal
riales propios de la prehistoria (industrias y restos de la fauna que
3000 Holoceno le servía de alimento) conducen, por la estratigrafía, a la consti-
o posglacial
Atlántico tución de un cuadro de cronología relativa coherente, no contienen sin
timbargo los elementos que permitan determinar su posición ex.•cta
5500 en el tiempo. Es poco importante el saber si un documento es «muy
Boreal viejo» o «viejo de 500 000 años», pero es por el contrario esencial
6700
poder estimar la relación de antigüedad entre dos culturas vecinas o
alejadas en el espacio. Todo el interés que ofrece la geología para la
Preboreal Zona IV prehistoria estriba en que corrobora o rechaza los datos de la tipo-
logía: dos industrias semejantes, encontradas en el mismo contexto
8200
de sedimentos, presentan mayor probabilidad de que sean contempo-
Dryas reciente
ráneas, pero la geología sólo posee, por su parte, medios de cronología
III
(Younger Dryas) relativa.
Hay que mencionar, para tenerlo en cuenta, las tentativas de me-
8800 ---------------------·-- ·---------· ----· ----------------· didas basadas en la velocidad de sedimentación (si dos centímetros
Allerod 11 de arcilla se han depositado en mil años, duración controlable por
la arqueología, 10 metros de arcilla, etc.) : por numerosas razones,
9800 -------------------··------------------- ·----------------· cuyo juego es imprevisible, este procedimiento excesivamente sim-
Dryas medio Ic Tardiglacial ple puede ser inexacto. La única excepción es la de los varves sub-
(Older Dryas) glaciales: el hojaldrado o débiles capas anuales de sedimentación
10 300 ·- ----·-------------------·--------------· ·----------------
pueden, en condiciones precisas, ser contados. El recuento de los
círculos de crecimiento anual de los árboles (dendrocronología) es
Bolling lb aplicable a un período corto, en las raras regiones donde los vesti-
---------------------------------------· ---------------· gios de bosque son abundantes, como ocurre en el oeste norteame-
11300
ricano.
Dryas I Los métodos directos son, por consiguiente, decadentes en el
12000 campo normal de la investigación, y son las leyes de la evolución
la
12 800 ? Pre-Bolling fisicoquímica las que, indirectamente, han sido recabadas para esta-
(Oldest Dryas) blecer el cuadro de referencia absoluta. En el grado más general se
14000 -------------------------------- ------- -·--------------- sitúa la «curva de Milankovic», gráfica de las modulaciones de clima
en función de la variación de las radiaciones solares en los últimos
15 000 Interestadio Lascaux centenares de milenios. útil como confirmación simbólica de las va-
riaciones del clima en el Cuaternario, esta curva ofrece pocos recursos
en su conjunto.
- B.C. (Before Christ, antes de Jesucristo): notación que tiende a ser inter-
nacional. Entre los métodos generales, e.s conveniente prestar atención a las
, - Límite subatlántico-subboreal: -500 para ciertos autores; Subboreal- medidas tomadas sobre columnas sedimentarias recogidas en mares
atlantico: - 2500 para ciertos auto res. profundos : los cienos marinos, cuyo depósito es tranquilo y muy
- Aquí las ~onas sólo est~n n~~eradas has!ª el preboreal, según la mayoría lento, proporcionan, partiendo de algunos metros de altura, secuen-
de los autores, siendo la contmuac1on por demas diversificada. cias que abarcan numerosas decenas de milenios. Estos depósitos han

222 223
sido explotados según tres métodos principales: 1) las variaciones de ofrecer diferencias sensibles y cuando se admite, por ejemplo, que el
densidad de especies determinadas de foraminíferas sensibles a las solutrense se inició hace 20 000 años, ello sólo puede afirmarse te·
.
variaciones de clima·, 2) las variaciones de contenido en carbonato de niendo en cuenta el punto medio de la dispersión de las cifras, que
cal la dosificación de O 18r0 16, que permite establecer las vana- abarcan a veces varios miles de años. Para los períodos recientes, la
cio~es absolutas de la temperatura del agua en las diferentes épocas. seguridad de las medidas aisladas es mayor, pero cuando se entra
Estos métodos empleados aislados traducen una cronología relativa. · en el campo donde existen referencias de datos facilitados por la
Su aplicación absoluta sólo puede hacerse extrapolando los valores escritura, la dispersión es aún más considerable. Los métodos fun-
obtenidos sobre la fracción subactual de la columna; además, el tras- dados en la medida de la radiactividad son aún muy imperfectos.
lado sobre una secuencia arqueológica es, evidentemente, conjetural. Sin rmbargo, marcan una gran etapa hacia aquello que debe reali-
Por ello, a pesar de todo el interés indirecto que ofrecen para la zarse: la captación de los hechos prehistóricos dentro de un cuadro de
prehistoria estos métodos que dan por aproximación la escala de fechas, precisas. El cuadro actual es ciertamente deformado y nebu-
duración del Cuaternario, su precisión es aún insuficiente para las loso, pero asegura ya una mejor captación del desarrollo de las últi-
necesidades muy detalladas de la investigación actual. mas etapas. Combinado con los datos de la sedimentología y los
Las medidas de radiactividad parecen más adecuadas, ya que al análisis de pol_en, ha aclarado considerablemente la cronología de
menos teóricamente la física puede medir con precisión el estado los diez últimos milenios y obligado a revisar parte de los problemas
cronolórrico de isótopos de duración conocida. Estos isótopos, forma- que plantean los veinte milenios que les preceden.
dos dur~nte la vida de seres organizados, prosiguen su desintegración
en las maderas, en los huesos y las conchas, generalmente preservados Arl. L.-G.
gracias a la carbonización. Se puede, pues, recoger en cada nivel que
haya que fechar los elementos que proporcionarán la datación. De los
cliferentes cuerpos radiactivos medidos, el carbono 14 es el único
que se beneficia de una larga experiencia internacional, extendida ya
en más de la veintena de años. El potasio-argón 40, cuyas posibilidades
son interesantes, no goza aún de una puesta a punto suficiente.
El cuadro cronológico establecido a partir del carbono 14 se ha
impuesto progresivamente a los prehistoriadores; teniendo en _cuenta
ciertas reservas, su aplicación ha permitido obtener resultados impor-
tantes. El más notable, y sin duda el más válido, ha sido la evidencia
del sincronismo planetario de las grandes variaciones climáticas.
En efecto, la coincidencia de millares de medidas, tomadas no indivi-
dualmente, sino como media, es demasiado sensible entre el Antiguo
y el Nuevo Mundo, entre el hemisferio norte y el hemisferio sur, para
no corresponder a una amplia realidad. El acuerdo de detalle para
períodos culturales comparables es, regionalmente, suficiente para ase-
gurar una escala cronológica utilizable.
Sin embargo, no hay que perder de vista que los métodos de
datación absoluta se encuentran aún en sus inicios. El carbono 14,
cuyo término es de 70 000 años, sólo es utilizable con cierta segu-
ridad en la mitad de esta duración. También hay que tener en cuenta
el hecho de que estas fechas están influidas por las condiciones pro-
pias de cada laboratorio y que el margen de imprecisión de las data-
ciones crece a medida que nos alejamos de la época actual. Además,
las cifras obtenidas para dos muestras de un mismo nivel pueden

224 225
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226 227
manos, y limitarse a considerar la «rama», incluso el «zarzal» an-
tropiense.
Si el acuerdo terminológico es difícil, es más fácil comprobar
que los fósiles se agrupan por grupos morfológicos bastante cohe-
rentes. El más antiguo, el de los Australantropidos africanos, se -pa-
rece a los australopitecos, plesiantropo, parantropo, zinjantropo,
Homo habilis, de muy pequeño cerebro, pero de p )sición erecta.
El grupo siguiente es el de los arcantrópidos, pitecantropo, sinantropo,
mauerantropo, que evidencian respectivamente en Indonesia, en Asia,
CAPÍTULO III en África y eu Europa la difusión muv amplia de· formas arcaicas ·del
género humano, con pequeña capacidad craneana. El grupo de los
paleoantrópidos engloba un gran número _de sujetos de diferentes
Problemas etnológicos regiones de todo el mundo antiguo, a menudo agrupados bajo el título
de «neandertalenses», npmbre de la más reciente de sus formas eu-
ropeas. Su cerebro es de volumen próximo al nuestro o equivalente,
pero su cara es pesada y dominada por las fuertes defensas orbitales.
La evolución y el progreso El último conjunto se encuentra todavía más ampliamente difuso,
puesto que incluye América, y es el de los neantrópidos, ilustrado
Aunque la paleontología humana escape propiamente a los límites por el Homo sapiens aún vivo. No hay que disimular que el agrupa-
de esta obra, tantos lazos unen el hombre físico y sus obras que miento de las series de fósiles es arbitrario; es una escala morfoló-
es necesario abordar algunos de los problemas en vías de solución gica en la cual las formas emparentadas se agrupan sobre líneas re-
o a plantear en el futuro. gularmente espaciadas; pero esta escala traduce fielmente la ascensión
La paleontología humana, en cien años, ha llegado a trazar las humana, y la búsqueda del punto a partir del cual el genérico
grandes líneas de la evolución del hombre 1, y si no se poseen detalles, H omo se impone, resultaría bastante vana.
cuando menos no pueden esperarse grandes cambios en el esquema El problema importante que hay que resolver es el sincronismo
general: el orden cronológico de los fósiles demuestra que la evolu- de las diferentes formas de cada estadio. Desde los principios de la
ción se desarrolla a partir de formas muy primitivas hasta conseguir paleontología humana, se admite que los fósiles humanos represen-
las formas actuales. El hombre ha evolucionado de manera coherente, taban las etapas de la línea que se ha supuesto une el mono al hombre.
y parece que el paso de un estado a otro se haya hecho progresiva- En varias ocasiones, la serie constituida por el chimpancé, el pite-
mente, o por lo menos nada permite hablar de «saltos». Está admi- cantropo, el hombre de Neandertal y el hombre actual ha servido
tido que el hombre actual constituye una sola entidad, Homo sapiens, para ilustrar esta evolución. Sin embargo, se está muy lejos de un
correspondiente taxonómicamente a una sola especie (sapiens). Homo acuerdo respecto a la sucesión de una etapa a otra; ciertas ideas
sería, pues, un género en el sentido zoológico, aplicable a las dife- preconcebidas, como la que no podíamos descender directamente del
rentes especies que constituyen, por ejemplo, Homo neanderthalensis, hombre de Neandertal, o que los sinantropos no podían haber tallado
H omo heidelbergensis, etc. Pero el hombre sería entonces un género los verdaderos útiles que se encuentran con ellos, algunos fósiles:in-
cuyas ,especies son sucesivas · y traducen las fases de evolución, lo ciertos, como el excesivamente famoso hombre de Piltdown, han, per-
cual resulta embarazoso. Esto es así por cuanto reina una gran con- mitido pensar que el Homo sapiens podía haber aparecido muy 'tem-
fusión en las denominaciones: más de cincuenta H omo han sido apli- prano, o que los antrópidos primitivos podían haber sobrevivido hasta
cados a fósiles, desde el H omo capensis, el H omo caputinelevatus, muy tarde. En otros términos, a la hipótesis de especies humanas su-
hasta el Homo simius, sin lógica real, mientras que Sinanthropus, cesivas, se opone aquelJa otra en la cual eventualmente varios géneros
Atlanthropus, Pithecanthropus, que debían ser géneros, se comparan humanos habrían podido ser contemporáneos. Frente a los materiales,
a fósiles que podrían responder a especies de un mismo género. incluso poco numerosos, que se pueden fechar con suficiente certeza,
Sería prudente dar una acepción vaga al género y a la especie hu- parece difícil negar la coherencia de la evolución: los australantropos

228 229
fechados corresponden, en efecto, al Cuaternario muy antiguo; los ponde a la situación que sigue, mediante una rápida transición, el paso
atlantropos pertenecen al Cuaternario antiguo; los viejos palentrópidos al H omo sapiens. En efecto, en una veintena de milenios, las formas
se vinculan al Riss y al Riss-Würm, los neandertalenses son del 'técnicas se decuplican, el arte aparece, abundan los testimonios de
Würm antiguo, y no se conoce ningún H omo sapiens fechado que se una vida intelectual compleja. El paleolítico superior corresponde,
remonte más allá del Würm evolucionado. Podría darse el caso de por consiguiente, a una aceleración del progreso técnico, eslabón del
que fuesen hombres como rinocerontes: cada fase acarrea progresi- empuje vertical sobre el cual nos encontramos hoy día. No obstante,
vamente el relevo de una especie por la que le sigue [14 J. la evolución física no está en relación con el vuelo de las técnicas.
Ello no implica que los cortes sean limpios, el engranaje se hace El volumen cerebral ha aumentado lentamente desde el australantropo
en múltiples transiciones, y es suficiente considerar la humanidad para alcanzar unos 1500 cm 3 en el hombre de Neandertal. Ha perma-
actual para, comprender que en el seno de un único conjunto fasial necido inalterable desde entonces, y si hay que tener en cuenta las
se pueden encontrar simultáneamente los australianos y las razas variaciones posibles en el detalle de la distribución de los territorios
blancas, amarillas o negras más evolucionadas. La separación, sen- cerebrales, no hay medida común entre lo que separa al neanderta-
sible, no es por ello considerable, y si se lleva la misma situación al lense y el hombre actual y lo que separa la punta triangular de sílex
cuadro de los cientos de miles de años del pleistoceno, nada impide y los calculadores electrónicos. Esta ausencia de medida común se
pensar que cada época ha conocido más o menos un solo hombre. manifiesta mejor si se ve que al principio del siglo XIX los esquimales
Esta consideración implica otra no menos importante, implícita o los fueguinos, que en ningún aspecto hay que considerar como
desde hace mucho tiempo en la coincidencia o en la confusión del menos H omo sapiens que los ingleses o los chinos, mostraban en sus
paleolítico y del pleistoceno. A pesar de las reservas legítimas, aun- técnicas un estado terminado desde largos milenios en las civiliza-
que más en la forma que en el fondo, los australantropos pasan con ciones. Pueden darse diversas explicaciones sobre este fenómeno, que
la Pebble Culture, los arcantropos con los bifaciales, los neanderta- separa en un momento dado la cultura de la evolución física. En el
lenses con el musteriense, y la idea ;de una industria sobre hojas en· inicio existe ciertamente un hecho biológico: el paso de los paleon-
traña la del H omo sapiens. ¿ Existiría, pues, de hecho un lazo entre trópidos a los neantrópidos se traduce por cambios importantes en el
la evolución de las industrias y la del tipo físico? Formulada de esta cerebro frontal. La aparición del arte en el momento en que esta
manera, la proposición es evidentemente excesiva, y ni el paleontólogo evolución se produce no es ciertamente fortuita, y debe atestiguar
ni el etnólogo pueden suscribirla moralmente, aunque sufran material- nuevas posibilidades de lenguaje, en particular del lenguaje abs-
mente sus efectos. La evolución del chopper hasta llegar al núcleo le- tracto. Por su parte, las industrias ·muestran una tendencia progre-
valloisiense es perfectamente escalonada y coherente, y sus etapas sivamente acrecentada a compartimentarse en unidades culturales
se encadenan desde el chopper al hifacial, del bifacial al núcleo de regionales. El paleolítico superior ofrece aúri vastas capas cultu-
lascas y forman una trayectoria lentamente ascendente hasta el pa- rales, pero mientras que la Pebble Culture es semejante en todo el
leolítico s uperior. En otros términos, al lento paso del australantropo mundo, que el achelense de Egipto no se.diferencia mucho del del Tá-
al hombre de Neandertal se confronta la larga evolución de su utillaje. mesis, y que el musteriense del Líbano es difícil de distinguir del de
Los documentos antropológicos son escasos y en ellos se recortan tres los Pirineos, los conjuntos auriñacienses no son iguales en Austria
etapas 1facticias· : sería igualmente facticio hacer coincidir los útiles y en España. Se percibe claramente que ciertas formas han tenido
sobre las mismas encrucijadas; no obstante, ello es inevitable dado el éxito suficiente para extenderse, pero que cada zona geográfica ha
el estado actual de los conocimientos. El único hecho positivo es que aportado sus rasgos personales. Además, las culturas se han sucedido
la evolución _del utillaje es tan lenta como la de los cráneos y que el con una cadencia rápida, si se tiene en cuenta el hecho de que del
cúmulo de las innovaciones resulta modesto hasta los neandertalenses 35 000 al 10 000 Europa ve desfilar sucesivamente las culturas cha-
incluidos. Partiendo del útil único, el chopper, hacia el fin de la era telperroniense, auriñaciense, gravetiense, solutrense, magdaleniense,
terciaria, los antrópidos sólo tienen, al principio de Würm, un millón considerando sólo las más importantes. Los fósiles humanos son
de años después, una media docena de tipos a su disposición. Es lo demasiado escasos en el paleolítico superior pa:i¡a efectuar cualquier
que hace pensar que hasta aquí el progreso técnico marcha al mismo intento basado en las variaciones raciales, pero es evidente que
paso que la evolución cerebral. Por obvia que resulte tal comproba- desde treinta mil años el camino recorrido no es considerable: el
ción, está lejos de haberse impuesto claramente, ya que no corres- hombre de Cro-Magnon es ciertamente distinto del francés actual,

230 231
pero en una medida inferior a lo que este último lo es del australiano. Numerosos prehistoriadores piensan que los gmJarros de la Pebble Culture
La relación entre evolución y progreso es evidente, puesto que su- son unas herramientas sin verdadera especialización, pero que han podido servir
poner lo contrario sería negar que el individuo participa en el desarro- de tranchoir, de cuchilla ( couperet) o de pico. En una época mucho más re-
ciente, el abbevillense, los útiles bifaciales, llamados coups · de poing por los
llo del organismo colectivo que es la sociedad; p~ro dado que el
primeros prehistoriadores, anunciaban la tradición técnica que debía llevar a
lenguaje pone en continuidad íos medios individuales de realización los bifaces triangulares del musteriense y a las piezas foliáceas solutrenses. Esta
y la memoria de las generaciones sucesivas, esta relación se separa . línea, a pesar de ser evolutiva y progresiva, está, de hecho, formada por piezas
de la fatalidad biológica. El australantropo poseía sin duda las de uso vario y de técnicas diferentes.
técnicas de su cerebro y poco más, luego los pitecantropos tenían El paso del chopping-tool al verdadero bifacial se produjo, sin duda, en
el provecho del cúmulo, puesto que poseían más objetos técnicos y diversos puntos del mundo paleolítico. Por ejemplo, en las islas de Insulindia se
tenían mayor número de formas de herramientas. De todos modos, puede considerar una evolución técnica regional, desde los primeros guijarros
el techo técnico sólo se ha elevado muy lentamente, limitado como retocados hasta los útiles que recuerdan los bifaces y contemporáneos de las
estaba por el conjunto neurointelectual. La memoria colectiva re- últimas fases del paleolítico inferior. Sin embargo, las lentas migraciones huma-
nas han debido de favorecer la renovación de los conceptos técnicos. Asimismo,
gistra y conserva, no inventa, y sólo cuando la inteligencia indivi-
el día en que se descubrieron unos núcleos asociados a lascas, retocadas o no,
dual ha podido utilizar libremente las relaciones entre los sím- nació el concepto de cultura de lascas. Estos núcleos, que no pueden confundirse
bolos, los medios de enriquecimiento concreto quedan ligados a la con unos bifaces, unos choppers o unos chopping-tools, eran la prueba de que el
edificación de la máquina cerebral. Parece que con el H omo sapiens hombre paleolítico desprendía lascas para utilizarlas y no sólo para modelar una
la entrada haya sido franqueada, que las relaciones abstractas ase- herramienta. Por otra parte, los yacimientos europeos que contenían abundantes
guran al dispositivo simbólico del lenguaje el valor de un instrumento lascas y núcleos parecí~n desprovistos de coups de poing, en los que, durante
n_o sólo de comunicación y de conservación de la memoria colectiva, largo tiempo, sólo se recuperaron este tipo de piezas. Esta contradicción entre
smo del razonamiento constructivo e innovador. Desde entonces se dos clases de yacimientos incitó al abate Breuil a contemplar dos conjuntos cul-
produce la separación entre evolución y progreso. Tan próximos como turales: de una parte las culturas de bifaces, tales como el abbevillense, el ache-
lense; de otra parte, culturas de lascas, como la clactoniense, levalloisiense, taya-
hayamos tenido a los hombres de Neandertal, sólo parecen haber
ciense. Los partidarios de la distribución de la cultura paleolítica en dos grupos
esbozado esta separación que no resulta efectiva hasta el paleolítico de civilizaciones basaron sus opiniones sobre unos argumentos climáticos y geo-
superior. El signo más impresionante es el desarrollo de las mani- lógicos: cada cultura de talladores de bifaciales o de talladores de lascas habría
festaciones estéticas y religiosas que crean un universo de símbolos conocido un apogeo en el transcurso de las fases climáticas cálidas para una,
destacado del universo concretamente biológico. Otro sio-no tano-ible templadas para la otra. Esta hipótesis no fu e aceptada por todos los prehistoria-
es la formación progresiva de unidades culturales cada ~ez másb ma- dores. Así, el abate Breuil separaba netamente el levalloisiense tardío del rnus-
nifiestas. ~ partir del momento en que el organismo social asegura teriense, mientras que Franl,ois Bordes demostraba que se trataba de una misma
la perennidad de las adquisiciones, se acusa la separación entre las civilización: en la Francia occidental, los yacimientos musterienses en cuevas y
sociedades del Homo sapiens, ya que el juego de las circunstancias los levalloisienses al aire libre estarían unidos a las migraciones estacionales de
un mismo pueblo.
históricas y de las contingencias geográficas, que influye sobre la
Si todavía no se ha demostrado que las industrias clactonienses son unas
suerte de las colectividades y no sobre la preparación mental de los facies del abbevillense y del achelense, sabemos, por el contrario, que los fabri-
individuos, introduce una separación cada vez mayor entre los centros cantes de bifaciales trabajaban y utilizaban lascas. Por otra parte, en Europa,
privilegiados y los grupos marginales. las culturas llamadas clactonienses cuentan con un limitado número, aunque
A. L.-G. constante, de herramientas hifaciales, mezcladas con las lascas y los núcleos.
En Italia, numerosos prehistoriadores vacilan en hablar del clactoniense como
Culturas de hifaciales y culturas de lascas de una cultura, a pesar de que las lascas de técnica clacton¡'ense son muy abun-
dantes y están ampliamente repartidas en la península italiana. Según el doctor
Uno de los objetivos de la prehistoria es el de indagar el origen de la des- Oakley, el clactoniense provendría de una penetración de las culturas de choppers
cenden_cia humana y de_ hallar los primeros testimonios del útil trabajado y, por y chopping-tools venidas del este ; dicho de otra forma, de la Pebble Culture.
ello mismo, del pensamiento creador. Entre el guijarro acondicionad.o del modo Pero ahora se encuentran guijarros preparados en diversos yacimientos de Europa,
más sencillo por el corte de una única lasca y el bifacial cordiforme del achelense que provendrían de una época anterior al clactoniense. Además, estas culturas
superior de Francia, se inserta la larga historia de las técnicas del paleolítico de . guijarros caracterizan principalmente a África y al sureste de Asia.
inferior.

232 233
Los prehistoriadores africanistas, sin duda menos influidos que 1os de Europa lenses? Los lugares en que yacen los bifaciales sólo testimoniarían la presencia
por los primeros descubrimientos y los uabajos de sabios eminentes, supieron, de útiles o de armas extraviados, lejos de los campamentos y de los talleres de
en parte, prescindir de conceptos preestablecidos. Así, se señala la técnica tallado. En el Sáhara noroccidental conozco unos yacimientos del achelense final
levallois en numerosas regiones de África y, sin embargo, los prehistoria<lores en los que azuelas y bifaces se hallaban reunidos, en tanto que los talleres eran
no podrían justificar el empleo del término levalloisiense; pues, si bien este localizados, a menudo, en pequeños socavones (una excavación pennitióme ase•
utillaje presenta los caracteres técnicos del levalloisiense europeo, por el con• gurarme de ello) o en los lugares mismos de la extracción de la cuarcita, a cierta
trario, se le halla constantemente asociado a numerosos bifaciales del paleolítico distancia de estos yacimientos.
inferior, o bien a otros útiles, tales como las piedras pedunculares del ateriense. Me_d iante una recogida sistemática de piezas y lascas y un cuidadoso estudio
Si en África se deben considerar dos conjuntos culturales, serían, de una parte, de los yacimientos del paleolítico inferior, se podrán precisar ciertas asociaciones
las culturas de guijarros preparados, y de otra, las culturas de bifaciales. Además, tipológicas; asimismo, con una datación precisa y minuciosas relaciones entre
en lugares cercanos no existe contemporaneidad entre estas dos culturas, aun- diferentes yacimientos, se podrá- decidir si ha lugar a conservar la hipótesis, ya -
que sí, por el contrario, el paso de la una a la otra: los talladores de bifaciales antigua, de culturas de lascas distintas pero contemporáneas de las bifaciales;
han asimilado las técnicas de la P ebble Culture y las han perpetuado durante o bien si, por el contrario, hay que pensar que estos diferentes yacimientos son
centenares <le milenios. facies de una misma cultura, con sus tradiciones regionales, sus lugares de acam-
Varios prehistoriadores han pensado en un acercamiento entre África y el pado, sus talleres, sus terrenos de caza y sus campos de batalla. Fuera de las
continente asiático. Es· así como el doctor Sieveking creía en una filiación entre grandes subdivisiones preestablecidas, se podría entonces pensar en nuevas no-
el kafuense del África oriental y el tampaniense de Malasia. M. Van Heekeren ciones comportando las migraciones de las poblaciones paleolíticas y las influencias
imaginó, a ejemplo del abate Breuil, la existencia de dos vastas provincias cul- civilizadoras de un país a otro.
turales: la una, de talladores de bifaciales, cubría África, Oriente y la India
peninsular; la otra, de talladores de unifaciales, ocupaba la India septentrional,
Birmania, China e Indo-Malasia. El padre Teilhard de Chardin apuntaba ya la
fragilidad de esta «seductora teoría». El descubrimiento de numerosos bifaciales J. c.
en China y de industrias de bifaciales y lascas en Chauntra, en la India, paréceme
contradecir esta hipótesis.
¿Los talladores de guijarros de la Pebble Culture utilizaban lascas? En caso El arte rupestre posglacial
afirmativo, podría ser que choppers y chopping-tools hubiesen sido, en ciertos
casos por lo menos, unos núcleos. El profesor L. S. B. Leakey exponía reciente- En tanto que el arte de las cuevas francocantábricas era aún des-
mente que, en su opinión, en Olduvai Gorge el hombre utilizaba lascas provenien- conocido, varias estaciones de arte rupestre habían sido señaladas en
tes de guijarros trabajados. Por mi parte, opino también que los gruesos y diversos puntos del mundo y, generalmente, referidas al principio del
pesados chopping-tools saharianos, originarios del valle del Guir, no han podido período histórico. La inserción progresiva del arte parietal del paleo-
servir más que de núcleos. Algunos bifaciales del abbevillense y del achelense
lítico superior dentro del cuadro cronológico general comprometía
antiguo, así como ciertas piezas bifaciales achelenses consideradas como herra-
mientas en curso de fabricación, demuestran, indudablemente, el paso del bifacial las relaciones de otras figuraciones con las del conjunto francocan-
al núcleo. Por ello es por lo que me parece que el núcleo clactoniense debió de tábrico, la existencia de eventuales grupos marginales contemporáneos
nacer probablemente del chopping-tools o del bifacial abbevillense, mientras que de este último, las posibles prolongaciones de la tradición artística
ciertos aspectos de la técnica levallois, la preparación del núcleo, por ejemplo, paleolítica en el curso de épocas posteriores. Los objetos mobiliarios
y del plano de percusión, procederían de una evolución técnica de los bifaciales decorados recogidos en estratigrafía, que constituyen los mejores ele-
achelenses. Puede, pues, decirse que en el origen de las culturas llamadas de mentos de datación por comparación, son prácticamente inexistentes
«lascas» se hallaban herramientas bifaciales. Pienso que a partir de cierta fase en los yacimientos atribuibles a períodos posteriores al paleolítico,
de especialización del bifacial, los núcleos clactoniense, luego levallois, apare- y las paredes pintadas o grabadas enterradas bajo capas arqueológi-
cieron y evolucionaron por lo que a núcleos se refiere, mientras que las armas
cas son muy escasas. Para sincronizar las obras rupestres con las
y los útiles bifaciales se especializaban según el uso que los hombres del paleo-
lítico deseaban hacer de ellas.
culturas bien datadas, sólo se dispone, pues, de elementos muy dis-
Los prehistoriadores parecen, cada vez más, inclinados a evitar el término cutibles, lo cual explica que el problema de su cronología siga siendo
civilización y a hablar de técnica clactoniense o de técnica levallois. Con ello uno de los más delicados de resolver. El examen de las superposicio-
se unen al pensamiento del profesor R. Vaufrey, quien escribía que el levalloi- nes y, para los grabados, el grado de pátina de los sujetos asociados
siense sólo tenía «un significado técnico y jamás filético». En los yacimientos en en una misma pared, han permitido, a veces, establecer en ellos un
los que dominan las lascas, ¿habría que ver hábitat y talleres de hombres ache- orden relativo de sucesión. La presencia constante de una misma in-

234 235
dustria al pie de las rocas conteniendo obras de un solo tipo puede, hecho de que los útiles recogidos en las proximidades de los abrigos
con cierta aproximación, hacer presumir su contemporaneidad. La po- no pueden ser considerados como paleolíticos y que las escenas com•
sición de las superficies decoradas con relación a las líneas de ribera puestas con figuras humanas en acciones de caza, danzas o en com-
o de las terrazas constituye otro elemento que puede conducir a de- bates, difieren profundamente de los temas del arte de _las cuevas.
ducir su cronología. Las representaciones son por sí mismas capaces Estas composiciones de personajes no han dejado' de suscitar compa-
de proporcionar datos cronológicos aportando informaciones sobre la raciones con las del arte africano, sahariano o incluso austral, Y de
fauna y el género de vida de las poblaciones representadas. dar lugar al nacimiento de varias hipótesis sobre las re!aciones Es-
Los medios de investigación utilizados hasta aquí no han condu- paña-África. Las comparaciones que aislaban unos hechos mseparables
cido, sin embargo, a conclusiones defin'itivas y permanece abierta la de su contexto o se colocaban en un amplio grado de generalidad
discusión sobre la mayor parte de las cuestiones referentes al arte han sido objeto de recientes críticas 5 •
rupestre pospaleolítico.
África
España
El continente africano encierra numerosas representaciones ru-
En 1903, el descubrimiento de las pinturas de Calapatá (Teruel) pestres, una parte importante de las cuales es de ejecución moderna.
era el preludio del de una serie de cerca de setenta abrigos con pin- El •inventario de los yacimientos está aún lejos de completarse. Su
turas, repartidos entre las montañas de la España oriental, desde distribución está ligada a la existencia de elementos rocosos suscep•
Lérida, al norte, hasta Murcia y Almería, al sur, donde existe, asi- tibies de servir de soporte a los grabados o a abrigos que hayan permi-
mismo, un grupo en los alrededores de Cádiz. Los temas pintados en tido la conservación de las pinturas. El mapa de distribución del arte
las paredes de los abrigos al aire libre son, en su mayoría, monocromos parietal se halla, para África, estrechamente ligado al mapa físi~o, y
y de escasa dimensión. Este conjunto está habitualmente definido con la mayor p arte de los yacimientos conocidos corresponden a : eg10nes
el nombre de «Arte levantino español». El abate Breuil, quien a montañosas de paisaje estepario o desértico. El bosque ecuatonal cons-
partir de 1907 emprendió su estudio, ha definido, observando las su- tituye un territorio que separa el grupo sahariano del grupo austral,
perposiciones, trece niveles sucesivos de Minateda 2 • Dedujo de ello unidos únicamente por las estaciones orientales de Kenia y de Tan-
una evolución estilística que se inicia con una fase esquemática se- zania. Ni favorable para la conservación de las obras, ni propicia
guida de un largo desarrollo naturalista que degenera finalmente y, para la exploración sistemática, la zona ecuatorial empieza, sin em-
con una vuelta al esquematismo, se enlaza a un segundo ciclo llamado bargo a revelar yacimientos de arte esquemático (Camerún, Costa de
«esquemático ibérico», en gran parte neolítico, y localizado sobre Marfil, Alto Volta, Katanga, Angola), algunos de los cuales han sido
todo en el extremo sur del país y en Sierra Morena 3 • Para H. Breuil, atribuidos al smithfieldiense.
quien creía reconocer'. dos rinocerontes entre las pinturas de Mina- De las primeras subdivisiones propuestas para el arte del sector
teda y unos bisontes en las paredes de Cogul, el arte de levante se sahariano se retendrá la de Flamand 6 quien, considerando los gra-
h abría desarrollado posteriormente con el arte francocantábrico, bados del sur de Orán, separaba el período prehistórico (neolítico)
desde el final del p erigordiense superior hasta los tiempos posglaciales. de los más recientes libicoberberiscos, y luego árabes. La aparición
Esta opinión se fundaba, principalmente, en las semejanzas de estilo del caballo doméstico, en un principio utilizado para la tracción de
entre las figuras animales de los abrigos levantinos y las de las cuevas carros, y que se acepta colocar en la segunda mitad del II milenio
cantábricas y de Francia. A esta posición, siempre defendida, se antes de J. C., parece tener que marcar el final del neolítico. La fase
opone la de varios prehistoriadores españoles quienes, con Martín anterior a la introducción del caballo ha sido dividida por Frobenius 7 ,
Almagro 4, colocan el conjunto levantino durante el epipaleolítico basándose en consideraciones de estilo de rasgo pulido, en período de
y el neolítico. Dudando , ie la identificación de las figuras de bisontes grabados seminaturalistas ejecutados por piqueteo.
y de rinocerontes, estiman que toda la fauna representada corresponde Joleaud situaba la desaparición del búfalo ( Bubalus antiquus},
a un clima templado que no puede ser contemporáneo de aquél, du- frecuentemente representado en los grabados con rasgos pulidos, en
rante el cual vivían las especies representadas en las cuevas durante un neolítico muy antiguo. De la figuración de este animal hacía la
el paleolítico superior. Su argumentación se halla reforzada por el característica de una época durante la cual las primeras obras ru-

236 237
sición del arte egipcio con respecto a los del resto .de África.. ~a si-
pestres habrían aparecido en el curso del capsiense final. El neolítico tuación cronológica del arte del África austral es obJeto de posiciones
habríase desarrollado antes de la extinción del búfalo con una prepon- radicalmente opuestas. Para unos, este arte se c:1ebe totalmente ~ las
derancia de imágenes de macho cabrío, y luego, después de la desapa· poblaciones bosquimanas y hay que fijar su ongen a algunos s~g!?s
rición del búfalo los bovinos domésticos habrían ocupado el lugar atrás, mientras que, con H. Breuil 1 5 , otros remontan su apanclon
principal. Ciertos' autores, como Kuhn, .h.abían propuesto una d~tación hasta el magosiense (es decii:, el árido pos~ambi~nse )_. ~na de l~s
paleolítica de las figuras más antiguas. R. Vaufrey 8 ha deducido del 17 capas de pinturas definidas por H. Breml est~ _atnbmda por el
estudio de las industrias existentes junto a las rocas grabadas del a una penetración de origen mediterránea que_ s1t~a, alrededor del
Atlas, una antigüedad que no se remonta más allá del neolítico de m milenio a. de J. C.; Schofield, por el contrario, s1tua estas figuras
tradición capsiense, y ha situado las primeras figuraciones hacia me- en el período histórico reciente que sigue a la llegada de los ban_túes.
diados del v milenio. Si esta posición es hoy por hoy generalmente En Rose-Cottage, un nivel wiltoniense, que sucede a un magos1ense
admitida, los descubrimientos de arte mobiliar asociado al capsiense asociado con colorantes, recubría las más antiguas pinturas.
típico 9 obligan a considerar como posible la existencia de algunas Las industrias wiltonienses, probablemente situadas en el último
figuras anteriores al neolítico. Próximos a los primeros grabados del período húmedo y contemporáneas del neolítico sahariano, se enc?en·
sur de Orán, los de Fezzan 10 y del Uadi Djerat, al norte de Tassili, tran en los accesos de las pinturas. Y a sea que se trasladen las prime-
también tienen búfalos. Un reciente estudio de este último yacimiento rísimas figuras al magosiense o al smithfieldiense, culturas que pa-
ha permitido a H. Lhote 11 agrupar unos indicios de existencia del buey recen muy próximas en el tiempo, su antigüedad ~o debe de ~lc~n~ar
doméstico a partir de aquel remoto período, y comprobar una evolu- los ocho mil o diez mil años propuestos por Breml, en un prmc1p10:
ción hacia la de los pastores de bovinos, marcada sobre todo por la un nivel smithfieldiense situado al pie de los rupestres del Chifubwa
desaparición de Bubalus antiquus y la reducción del tamaño de las River ha sido datado por el carbono 14 en el 4300 a. de J. C. Para el
figuras. Antes de los recientes descubrimientos en Tassili-n-Ajjer, Sáhara se dispone de dos fechas obtenidas por el mismo método,
prácticamente todas las pinturas antiguas podían relacionarse con la 3500 y 2500 a. de J. C., que deben de corresponder a la época de los
época de los pastores. Esta etapa, que abarca numerosos estilos, se pastores; las muestras habían sido recogidas con huesos de bóvidos
halla representada por pinturas o grabados en casi todos los macizos y cerámica al pie de las pinturas de bóvidos. . .
del Sáhara central, en el Tibesti, Ennedi, Fezzan, Djebel Auenat en En resumen, parece que las primeras obras panetales han podido
medio del desierto líbico, en Nubia y hasta Harrar en Etiopía. La pu- ser realizadas al norte y al sur de África hacia el IV milenio. Las fi.
blicación por H. Breuil 12 de las referencias de pinturas localizadas guraciones se han sucedido hasta el período moderno y su cronología,
en Tassili por el coronel Brenans reveló la existencia de unos estilos su origen, su significación, discutidas aún, dejan abiertas numerosas
aparentemente anteriores a los de los bóvidos pero que se diferen- perspectivas a la investigación.
ciaban de los de los grabados del período del búfalo. Varias mi-
siones han confirmado la importancia de esta serie que H. Lhote
agrupa en el período de las «cabezas redondas» y que intercala entre Asúi
el del búfalo y el de los pastores, sin que le sea posible establecer Los conocimientos sobre el arte parietal en Asia son aún muy
si hay un solapamiento parcial con los más antiguos grabados. G. Bai- parciales y la exploración metódica del inmenso continente, donde
lloud 1 3 ha descubierto en el Ennedi varias capas de figuras pintadas etapas dispersas han sido señaladas desde el Próximo Oriente hasta
que podrían ser contemporáneas de las «cabezas redondas» del Tas- China, llevará, sin duda, a numerosos descubrimientos.
sili. Los grabados, que no ocupan exactamente las mismas regiones Presentando una vasta extensión geográfica, parecen distinguirse
que las pinturas, están mal situados en sus relaciones cronológicas tres grupos. El primero, que se extiende desde el mar Negro a las
con estas últimas. Los del Alto Egipto, de los cuales Winkler 14 ha fuentes del Amu Daria, por el Cáucaso y la Alta Mesopotamia, se
intentado una clasificación general, ofrecen, por una parte, semejanzas prolonga por el sur hasta . Arabia. Grabados pertenecientes a los
con las figuras incisas sobre la alfarería predinástica, pero las más mismos estilos han sido descubiertos en diversos puntos y señalados
antiguas representaciones pertenecen sin duda al neolítico. A pesar por breves notas. Únicamente el Neguev 16 y los alrededores de Kilwa
de la proposición de hipótesis muy atrevidas, no parece aún posible en Transjordania 17 han ·sido hasta ahora estudiados sistemáticamente.
deducir de los temas figurados o de los caracteres estilísticos la po-
239
238
La mayor parte de las figuras son posteriores a la apanc1on de los
metales y algunas muy recientes, pero las más antiguas imágenes de
aqimales de asta remontan, al parecer, al eneolítico o al neolítico,
r
;

Li;,s grupos de arte alpino del monte Bego (Alpes Marítimos) 23


y de Val Camonica (Italia) 24 parecen pertenecer en su casi totalidad
quizá, incluso, al mesolítico. En la India han sido catalogados nume- n las primeras edades de los metales. Los primeros grabados de Val
rosos abrigos pintados, sobre todo en la meseta central 18• Las más Camonica, más compuestos y realistas, serían en conjunto más mo-
viejas pinturas, animales y personajes de estilo naturalista, recuerdan dernos que los del monte Bego. Se había propuesto una fecha «meso-
lo que se conoce en el Africa septentrional y son en parte prehis- lítica» para figuras finamente grabadas asociadas a los grabados pi-
tóricas. El tercer grupo está centrado sobre el lago Baikal, el Altai, queteados de ·este último conjunto, pero nuevas observaciones han
los altos valles del Yenisei, del Lena y sus afluentes 19• Grabados y e~tablecido que las dos técnicas eran contemporáneas 25 • Representa-
pinturas rupestres, estelas decoradas, pertenecen en gran parte a la ciones del mediodía de Francia estudiadas por A. Glory 26 y relacio-
historia o a la protohistoria, y tipos vecinos de ellos se encuentran nadas con la edad del metal parecen ligadas a la tradición esquemá-
hasta en Sin-Kiang y en las riberas del Indo. Sin embargo, en lugares tica ibérica. Los desarrollos del arte rupestre en los albores de la
como Shalabolinsk o Siskino, grandes figuras realistas de animales son protohistoria alcanzan. las manifestaciones del arte megalítico que,
atribuidas a un arte muy antiguo y han sido comparadas a las esta- desde Portugal, se extiende por el noroeste de España, Bretaña e Ir-
tuillas de asta de alce de la cultura siberiana de Serove y al arte landa y Escocia, hasta Escandinavia.
rupestre ártico. Las numerosas figuras esquemáticas incisas en las rocas de Ile-de-
France, de los Vosgos y de Luxemburgo, son mal conocidas aún. única-
mente las de la cuenca parisiense han sido estudiadas por J.-L. Baudet,
Arte ártico
pero hasta el momento no han dado lugar más que a algunas notas y
Con la denominación de arte ártico se agrupan representaciones algu~as datacione~ su~eridas_, situándose entre el final del paleolítico
realistas que se extienden hasta la costa septentrional de Noruega. med10 Y la protoh1stona, y siendo muy criticadas. Cúpulas, incisiones,
En el sector nornoruego están grabados sobre todo animales de gran grabados esquemáticos, han sido señalados en muchos otros puntos de
talla, con línea incisa muy suave. Los grupos centrales y meridionales Europa. No se ha intentado ningún inventario sistemático.
de Escandinavia comprenden figuras de la misma inspiración, pero a
menudo más rígidas y más esquemáticas, cuyo cuerpo está adornado M. B.
de dibujos interpretados, a veces, como la representación de las vís-
ceras 20 • Puede tratarse de un estilo más reciente. En Carelia, en las
márgenes del lago Onega y del mar Blanco, los ternas son de tamaño Neolítico y metal
más pequeño y comprenden numerosas siluetas humanas y signos
Se ha visto en las páginas dedicadas al neolítico que si bien en la mayor
esquemáticos que se remontarían, según Raudonikas 2 \ por una parte parte de Eurasia la sucesión temporal neolítico-bronce, o neolítico-calcolítico-
a un neolítico reciente (hacia -2000). Otro gran conjunto, que abar- bronce, es en conjunto la regla general, la velocidad relativa de la evolución
ca el sur de Suecia, de Noruega y de Dinamarca, tiene como temas cultural es extremadamente variable según las regiones que se considerart. De
característicos navíos y trineos. Su inicio se sitúa en la edad del hecho, cada zona geográfica posee su ritmo evolutivo propio, que está en función
bronce, durante el II milenio antes de nuestra era 22 • Se superpone, de los recursos naturales que ofrece al hombre. Ninguna población, ciertamente,
repetidas veces en las paredes, a figuras de estilo ártico. Los grabados es total_mente impermeable_,ª lo que sucede en casa del vecino, pero el tiempo
más antiguos del Nordland han sido, por razón de su posición con necesario para la adaptac1on a nuevas técnicas es suficiente para dejar lugar,
respecto a las antiguas orillas, fechados por Gjessing y Hallstrom a veces durante siglos, a la yuxtaposición de culturas de nivel técnico-económico
distinto.
alrededor del· 5000 a. de J. C. Esta cronología es a buen seguro dis-
Para el desarrollo de culturas en las cuales el metal es trabajado con una
cutida, como la cuestión del solapamiento de las últimas manifesta- regularidad suficiente, una de las condiciones necesarias es evidentemente la
ciones del arte ártico con las primeras del arte del bronce surescan- posibilidad de acceso a los yacimientos explotables de minerales_ Esta condición
dinavo y la de la filiación eventual de estas dos escuelas. . Las rela- no es, sin embargo, s~ficiente, y aun en las condiciones más favorables, un <<in-
ciones del arte ártico con las culturas de Komsa, Fosna y la civiliza- vento» de _la met~lurg1a en el achelense final es impensable ; además, es preciso
ción neolítica del esquisto, cuyas esculturas mobiliarias han sido equi- alcanzar cierto mvel de desarrollo técnico-económico ; la aparición de la meta-
paradas a grabados, permanecen, ellas también, en la oscuridad. 1,, r~ia an tPs que la de la cerámica representaría la inversión de la continuidad

240 241
9. A. LER01 : La Prehistoria .
lógica del proceso que conduce al hombre a un dominio siempre más fuerte del bronce, justifique el éxito tenido por el sílex color amarillo cera (melado) del
fuego y de las artes del fuego, y de hecho en ningún caso ha podido ser arqueo- Grand-Pressigny, cuya exportación a larga distancia sólo se inicia en la época
lógicamente observado; junto al plan técnico, el plan social merece igualmente en que aparecen los primeros objetos de metal. Hechos análogos se han produ- ·
ser considerado. Grado elemental del arte del fuego, la cerámica es en su origen ciclo tanto en Asia como en África; las hachas de piedra de sección rectangular,
una producción que se realiza en el marco familiar y para el consumo familiar. las pachas y las azuelas con espiga para enmangue del Asia oriental y suroriental,
Esto nunca ocurrirá en la metalurgia, que obliga a la aparición en todas partes tienen sus prototipos en la industria del bronce del norte de China; los reci-
de los especialistas, que trabajan en ello durante todo su tiempo, y para unidades pientes de bronce del mismo centro cultural influyen, ya sea por su forma, ya
sociales considerablemente más vastas, en las cuales la diferenciación económica por su decorado, en los jarros de cerámica del neolítico tardío de China meri-
empieza a afirmarse; en esta fase evolutiva la ausencia local de recursos mine- dional o de Japón, al igual que la influencia de los recipientes de bronce iranios
rales no es ya un obstáculo decisivo y la organización de los intercambios, o una es perceptible en la cerámica calcolítica de la India occidental. En Africa, el
expedición armada, permite procurarse fuera lo que falta localmente. Es así como . conjunto de las hachas de cuello saharianas ha sido considerado, sin duda en
las más dinámicas y las más brillantes civilizaciones de la edad del bronce se exceso, como una imitación de las hachas de bronce egipcias, pero el fenómeno
han desarrollado en las regiones menos favorecidas por sus recursos minerales no es menos evidente para ciertos tipos de hachas líticas del Sudán y de África
que por sus potenciales económicos globales: llanuras fértiles de Mesopotamia oriental; otras hachas egipcias, más antiguas y en forma de semicírculo, tienen
o del Nilo, del Hoang-Ho, del Danubio. En las regiones periféricas menos do- su transposición en marfil en la cultura calcolítica española de Los Millares.
tadas, la influencia de las civilizaciones se hará sentir constantemente: así se Tales ejemplos podrían multiplicarse fácilmente y muestran hasta qué punto
ve cómo se desarrollan, irradiando alrededor de los principales centros civili- neolítico, calcolítico y bronce se encontraban estrechamente sobrepuestos, desde
zados en plena posesiól:l. de la metalurgia, civilizaciones de tipo neolítico o cal- el momento en que la visión se eleva por encima del cuadro local o desciende
colítico (según sus posibilidades de aprovisionamiento del metal) en las cuales bajo el plano de las generalidades. A escala intermedia, la realidad de los hechos
el utillaje de piedra queda casi exclusivamente en uso, aunque denotando a veces se muestra singularmente más compleja y más sutil que una imagen teórica
en su morfología la influencia de los tipos metálicos exóticos. De este modo, un simple, que sin embargo no es inexacta ni en uno ni en otro de los extremos del
viajero que hacia el año 1000 a. de J. C. se hubiese desplazado desde Irán a campo visual.
Ceilán, habría pasado sucesivamente de la edad del metal en su fase calcolítica
(India oriental), luego al neolítico (India meridional) y, finalmente, al meso- G. B.
lítico (Ceilán), Los hechos habrían sido sensiblemente iguales para quien se
hubiese desplazado desde la China septentrional hacia el sureste asiático, o desde
Europa central hacia Laponia, o incluso desde Egipto hacia África del Sur.
El neolítico surescandinavo del m milenio a. de J . C. ofrece el ejemplo más
El megalitismo
clásico y perfecto de una civilización prácticamente sin metal, o en todo caso sin
metalurgia local, pero cuyo conjunto de utillaje lítico se ha transformado para
imitar los primeros tipos metálicos de Europa central: en la industria del sílex, . El megalitismo, si nos referimos a la definición má~ corriente, es
hachas planas de sección rectangular, cuyos talones, finos o gruesos, tienen un fenómeno cultural que consiste en disponer intencionalmente o en
ambos prototipos metálicos, cinceles de sección cuadrada, hoces curvas de una
utilizar en la construcción de monumentos de diversos tipos, piedras
sola pieza, completamente extrañas a la tradición europea premetálica, basada
en la hoz compuesta, espléndidos puñales que imitan primero los puñales de hoja
de muy grandes dimensiones; el uso, en efecto, sólo se conforma
de cobre, y luego los puñales de bronce de hoja triangular y puño de bronce de modo imperfecto con esta definición; así, se ven a menudo califi-
fundido de la cultura centroeuropea de Unetice. En toda Europa, desde el cados como megalíticos ciertos monumentos de piedras talladas y
Cáucaso al Atlántico y desde Finlandia a los Balcanes, las hachas de combate aparejadas, y excluida del megalitismo la arquitectura llamada ci-
de piedra imitan, hasta en los detalles, los prototipos de cobre de la primera clópea, que no obstante utiliza piedras en bruto de gran tamaño,
metalurgia caucasiana, halcanoanatólica, centroeuropea o mediterránea; ciertas pero dispuestas en hileras horizontales. Históricamente, el concepto
hachas-martillo llegan incluso a imitar, mediante un filete longitudinal en re- de megalitismo cristalizó desde el final del siglo XVIII en torno a ciertos
lieve, las rebabas que se producen en la fundición de los objetos metálicos en monumentos del norte y del oeste de Europa, los cuales presentan,
la línea de unión de las dos partes del molde. En Europa occidental, al igual que
por otra parte, cierta variedad, a la vez tipológica, funcional y crono-
en la septentrional, la imitación en sílex de los primeros p~ñales de cobre
producirá muy bellas piezas, a veces talladas, pulidas y recortadas para con-
lógica. La terminología francesa especializada se establece ha~ia 1800
seguir la delgadez del metal; así los Causses imitan en sílex los puñales de cobre con Legrand d'Aussy, quien adopta ciertos términos célticos para
languedocienses, y la España meridional, los prototipos egeos. En Francia, calificar a los diferentes tipos de monumentos meaalíticos del noroeste
parece que el deseo de imitar no solamente las formas, sino incluso el color del de Europa: dólmenes, que son cámaras formad~s por soportes ver-

242 243
ticales y cubiertas por lajas horizontales; menhir~s, o piedras ~r~ctas; rosos; si bien muchos contienen varias inhumaciones, el carácter de
crónlechs, formados por menhires dispuestos en circulo; otro: 1d10mas sepultura individual, cuando menos en su origen, es mucho más ácu-
adaptaron denominaciones populares locales tales como camara~ o sado en Europa septentrional y occidental; ciertos dólmenes de Kubán
tumbas de gigantes (Dinamarca, Cerdeña), o camas de hunos (Pa1ses contienen incluso sepulturas aristocráticas, casi principescas, lo cual
Bajos). Los dólmenes son la única cat~gor~~ de m~numentos mega- es un hecho desconocido en el megalitismo occidental. La fecha ini-
líticos europeos para la cual la determmac10n funcional no plantea cial es aquí también el III milenio antes de nuestra era, pero con
problemas excesivamente difíciles. Desde el inicio, ciertas mentalidades prolongaciones mucho más tardías, hasta el principio de la edad del
abiertas han visto en ellos, y con razón, cámaras sepulcrales. Esta hierro (final del II milenio).
identificación tardará en ser admitida por todos, y durante toda la El Próximo Oriente cuenta también con concentraciones importan-
primera mitad del siglo XIX los celtómanos persistirán en querer ver tes de sepulturas megalíticas, distribuidas en las regiones montañosas
en ellos los altares sobre los cuales los druidas inmolaban sus vícti- de Siria, Líbano, Palestina y Jordania ; su conocimiento deja que
mas o sobre los cuales eran juramentados los iniciados. No obstante, desear; se trata, en conjunto, de monumentos modestos que comportan
la multiplicación de las investigaciones debía, en la segunda mitad del un débil número de inhumaciones (dos a cinco), agrupadas en ne-
siglo XIX, evidenciar el carácter funerario del conjunto de los dólmenes crópolis. Datarían del final del IV y de principios del III milenios
europeos y precisar además que se trataba casi siempre (salvo, quizá, (calcolítico final y bronce antiguo).
para los primeros) de sepulturas colectivas. En los menhires, por el Irán, Paquistán e India central y septentrional contienen al pare-
contrario, las excavaciones no proporcionaron un excesivo contexto cer sepulturas megalíticas, poco conocidas y escasas. En el sur de la
arqueológico, y su función queda mucho más imprecisa; algunos de India, por el contrario, se encuentra un centro megalítico extremada-
ellos son ciertamente indicadores de sepulturas; otros pueden corres- mente importante y relativamente bien conocido. Las sepulturas de
ponder a funciones diferentes; en todo caso, la distribución geográfica tipo dolménico son allí numerosas, con variantes originales; el rito
no coincide con la de las sepulturas megalíticas; si bien hay zonas funerario es casi siempre la inhumación colectiva secundaria. Menhires
donde los dólmenes y los menhires se encuentran simultáneamente y alineaciones son igualmente conocidos en la India meridional, aun-
(Bretaña), en otras partes existe disociación; en Alemania, la zona de que en menor cantidad que las sepulturas megalíticas, a las cuales
distribución de los primeros (norte) y de los segundos (oeste) es parecen estar ligados. La fecha del conjunto es la de la edad del
completamente distinta; el megalitismo no es, pues, un fenómeno hierro, o sea la segunda mitad del I milenio antes de nuestra era.
megalítico. Los agrupamientos de menhires en línea (alineaciones) o El noreste asiático tiene igúalmente sus dólmenes centrados en
en círculos (crónlechs) no resultan en ningún caso fáciles de inter- Manchuria, Corea y Japón; más que cámaras funerarias, como los
pretar, y el estudio sólo puede avanzar un tanto teniendo en cuenta dólmenes que hemos visto hasta ahora, a menudo no es más que una
aspectos tales como la orientación. Se trata muy ciertamente de monu- superestructura megalítica en lo alto de una inhumación individual en
mentos de carácter religioso, pero no funerario, sino por ciertos círcu- plena tierra, o algunas cistas ; la analogía con los dólmenes europe,.os
los de piedra que no son más que el cinturón (peristalito) de una es puramente formal, pero no funcional. Estos megalitos (m a . de J. C.
tumba degradada. En cuanto a los datos cronoiógicos, recientemente y VII d. de J. C.) pertenecen a la protohistoria.
precisados por el carbono 14, éstos indican que el megalitismo eu- El sureste de Asia y Oceanía muestran un megalitismo actual o
ropeo, en su conjunto, está centrado en el III milenio a. de J. C. y en subactual, bajo la égida del cual se han reagrupado numerosas mani-
la primera mitad del segundo; corresponde cronológicamente a cul- festaciones culturales heteróclitas y sin lazos entre ellas. El noreste
turas megalíticas y calcolíticas, con extinción rápida o gradual en de la India constituye una región privilegiada para el estudio de un
la primera mitad de la edad del bronce. megalitismo todavía vivo; la tradición de la tumba meo-alítica
b , a la
A partir de mediados del siglo XIX los monumentos que represen- vez colectiva y secundaria como en la edad del hierro en la India
taban analogías más o menos notables con los megalitos del norte o meridional, se ha observado tan sólo en puntos muy limitados; otras
del oeste de Europa, serían señalados en otras numerosas comarcas, estructuras megalíticas (menhires, alineaciones, crónlechs, seudodól-
repartidas geográficamente por el mundo entero. Los tipos de monu- menes de pequeñas dimensiones) son erigidos para los difuntos, pero
mentos y sus fechas varían ampliamente de uno a otro país. En el sin constituir la sepultura propiamente dicha; hechos análogos exis-
Cáucaso, los monumentos funerarios de tipo dolménico son nume- ten en Indonesia y hasta en Melanesia. Otras estructuras megalíticas

244 245
en el sureste de Asia y en Oceanía no tienen asimismo significado fu. jante, y esta respuesta es sin duda distinta según el grado de genera-
nerario alguno; algunas de ellas han sido erigidas para conmemorar lidad de los hechos considerados. La utilización de piedras brutas de
hechos importantes y marcan la promoción de un individuo vivo; otros grandes dimensiones, para fines a menudo no relacionados entr~ ellos,
(recintos, plataformas) están en relación con la vida social: l~gares es un hecho de orden demasiado general, para no haber aparecido re-
de asamblea, de justicia, de sacrificio, etc. Nos hallamos aqm muy petidas veces, en lugares y en tiempos. difere~tes, siendo l~, úni_ca
apartados del megalitismo europeo. , . ~ ., condición necesaria el haber alcanzado cierto mvel de evoluc10n tec-
En África, las estructuras megaht1cas desempenan una func10n nica. El querer, a pesar de todo, establecer 1;1n lazo genético entr_e los
borrosa; ·a excepción del · norte de África, donde ks_ tumbas ·. mega- dólmenes proximoorientales del IV milenio y las terrazas de piedra
líticas son muy numerosas·: en conjunto allí son más tardías que las polinésicas subactuales, no parece cosa demasiado seria .. No, º?urre
de Europa, y se centran en el I milenio antes de nuestra era. En Etiopía lo mismo cuando se seleccionan grupos de monumentos tlpolog1ca y
· se han señalado algunos dólmenes, pero al igual que en el noreste funcionalmente emparentados, y cuyas conexiones, a la vez geográfi-
asiático, parece tratarse de superestructuras megalíticas que acom- cas y cronológicas, no plantean problemas insolubles. El fenómeno
pañan inhumaciones individuales en plena tierra o bajo túmulos. dolménico, tomado en su conjunto, parece ser aún de carácter dema-
Fuera de Jas sepulturas, en algunos puntos limitados existen círculos siado general para poder atribuirse a un ciclo de difusión única:
de piedra (Tibesti, África occidental) con pocos datos precisos. abarca monumentos funcionalmente demasiado alejados; las tumbas
Entre todos los monumentos que acabamos de citar, tan diversos colectivas mediterráneas y europeas del III y II milenio antes de nues-
en sus aspectos y sus funciones, tan alejados los unos de los otros en tra era, que testimonian sociedades democráticas e igualitarias, las
· el espacio y en el tiempo ¿·existe o no un lazo de unión?; y, en caso superestructuras megalíticas de tumbas individuales de Corea o de
afirmativo, ¿ de qué orden? Si esta cuestión ha sido planteada muy Etiopía, que pertenecen a sociedades del I milenio de nuestra era,
pronto, las respuestas dadas desde hace un siglo no han estado faltas donde se afirma la diferencia social, las sedes para los espíritus de los
de variedad. La atribución de todos los megalitos a un pueblo único, difuntos del sureste asiático y de la Oceanía actual, son probablemente
de civilización superior y naturalmente desaparecido, hallaba dema- fenómenos sin relaciones entre sí. Por el contrario, no es inverosímil
siada resonancia en los mitos de origen de los cinco continentes para en absoluto la puesta en relación genética de todas las tumbas co-
que no fuera formulada. Desde hace un siglo, esta teoría ha sido lectivas megalíticas: rasgos muy especializados, como las losas perfo-
puesta en cabeza en repetidas ocasiones, ya se trate de aportar a los radas, aparecen en todos los grupos geográficos, desde Irlanda hasta
civilizadores constructores de dólmenes de Europa septentrional la India. Sin embargo, este intento de relación sólo toma cuerpo en
(A. Bertrand, Bonstetten) o de Egipto (E. Smith, Perry). Otros, más la condición única de considerar las posibilidades de difusión de un
prudentes, sólo han visto en la existencia mundial de megalitos el tema cultural más amplio que el de la sepultura megalítica, relacio-
rastro de la difusión de una civilización, o de una religión, o incluso nando en su conjunto las sepulturas colectivas artificiales: dólmenes,
de un estilo arquitectónico análogo al románico o al gótico. Final- hipogeos y tholos; sólo a este precio se ve aparecer una continuidad
mente, para algunos, no hay sino convergencias y no existe ningún geográfica y cronológica coherente, según las posibilidades locales.
lazo directo entre los megalitos de Europa, de Asia o de Oceanía. El aspecto funcional encaja entonces sobre el aspecto puramente tipo-
Los datos adquiridos por la excavación permiten eliminar radical- lógico; semejante punto de vista parece asimismo más rentable para
mente cierto número de hipótesis. Las sepulturas megalíticas, en par- otras clases de monumentos megalíticos; así, las avenidas y los círculos
ticular, han aportado documentos antropológicos y arqueológicos en de piedra del sur de Inglaterra se hacen más comprensibles si se les
número suficiente para que pueda afirmarse que no están unidas ni pone en relación con unas estructuras similares conocidas en los Países
a una raza ni a una cultura únicas; limitándose, incluso, a zonas res- Bajos, pero construidas en madera. El megalitismo se inserta mucho
tringidas como el noroeste de Europa, se ve desarrollar el megalitismo más fácilmente en la historia cultural de la humanidad si no se intenta
en el seno de numerosos tipos culturales muy divergentes, algunos aislarle artificialmente de cuanto le rodea, si se le considera sólo como
de los cuales, por lo menos, son claramente sincrónicos. Por el con- uno de los aspectos que pueden revestir diversos rasgos culturales
trario, la pregunta para saber si, en el seno de estas culturas, por funcionales que no están necesariamente unidos entre sí.
otra parte diferentes, la presencia de monumentos megalíticos es
debida a la difusión o a la convergencia, no tiene respuesta tan ta- G. B.
246 247
El problema del poblamiento de América 27 muy diferentes y evolucionando sobre el terreno mismo. Son ellos los que han
llevado a los actuales americanos.
El problema del poblamiento de América se ha planteado desde el descubri- Ya no es so¡stensible esta hipótesis de trabajo. Se sabe hoy que la población
miento del Nuevo Mundo aproximadamente en los mismos términos que para de América se remonta a más de 90 000 años y, en estas condiciones, decir que
nosotros: si los indios de América tienen el mismo origen que los otros seres los primeros colonos de América eran fundamentalmente mongoles no tiene ya
humanos, ¿en qué época y cómo se instalaron en el continente americano? sentido, puesto que en el momento de las primeras migraciones el tipo mongol
Aun para los pensadores del siglo XVI, la humanidad destruida por el diluvio no existía aún en el mundo.
sólo sobrevivió en las personas de Noé y los suyos, y se trataba solamente de A partir de 1920 surge una reacción contra las teor ías de H rdlicka. A la
saber cómo sus descendientes habían logrado penetrar en América y poblarla. ' tesis de la homogeneidad amerindia se opone la de una heterogeneidad entrevista
Las primeras soluciones propuestas estaban enteramente fundadas en la Biblia ya en los siglos xvm y XIX. Dixon, Hooton, luego Howelle y Bir dsell, etc., admiten
y en textos históricos. A través de ellos, los indios de América fueron sucesiva- en América la presencia de tipos antropológicos diversos que lo mismo pueden
mente considerados como los descendientes de los tataranietos de Noé, como los corresponder al h echo de que los primeros grupos de poblaciones estuvieran ya
tirios de la armada de Salomón, enviada a Ofir, como las diez tribus perdidas mezclados, que a sucesivas olas de pobladores, los más recientes de los cuales
de Israel, etc. Hasta el siglo XIX satisfacen estas hipótesis que se basan esen• serían los francamente mongoles, siendo los últimos los esquimales. De esta
cialmente en los textos. forma, las hipótesis propuestas por la escuela americana pueden dividirse en
En el siglo xrx el desarrollo de las ciencias naturales y de las ciencias hu- dos grandes series, de las cuales, unas, las más antiguas, insistían sobre la unidad
manas replantea el problema. En adelante, las hipótesis no se fundan ya en del conjunto de los amerindios, mientras que para las otras esta unidad sólo se
textos antiguos más o menos vagos ni en sus infinitas posibilidades de interpre• relaciona muy poco a la unicidad de la vía de las migraciones de grupos suce-
tación, sino sobre observaciones más precisas. Estas observaciones se desarrollan sivos a través del estrecho de Bering, teniendo como punto de partida unos stocks
según dos direcciones, las unas relacionadas con el tipo físico, las otras con los humanos cronológica y antropológicamente muy distintos.
rasgos culturales, y el problema del poblamiento en América pasa a manos de los Otros autores han ido mucho más lejos y han admitido no solamente la
antropólogos y de los etnólogos. heterogeneidad de unos stocks a partir de los cuales se han desarrollado los indios
Los antropólogos, a partir del tipo físico amerindio, intentan descubrir la de América, sino también la diversidad de sus vías de migración. P ara el antro-
historia de la aparición del hombre en América, y de su difusión. Según unos, pólogo argentino Imbelloni, por ejemplo, la población de América es el resultado
los poligenistas, en los antípodas de la Biblia y de la tradición, el hombre ha de una serie de migraciones distintas, por vía terrestre y el estrecho de Bering,
aparecido simultáneamente en diversos puntos del globo y lo mismo en América, las unas, y por vía marítima y el océano Pacífico las otras.
que en Asia, Europa y África. Según otros, los monogenistas, con Ameghino R ecientes investigaciones sobre el parentesco de los grupos humanos de una
como principal animador, los orígenes de toda la humanidad se hallarían en y otra parte del Pacífico, según los factores sanguíneos, han aportado resultados
América, y en particular en las pampas argentinas. La tesis del origen americano inciertos y contradictorios.
del hombre americano está hoy totalmente abandonada: la ausencia de grandes Es curioso comprobar que casi todas las hipótesis antropológicas relat ivas
primates fósiles y de tipos humanos más primitivos que el Homo sapiens en los a los orígenes del hombre americano están fundadas en los caracteres antropo-
terrenos terciarios y cuaternarios de América, no permite considerar ya la posibi- lógicos actuales de los indios de América, y de los grupos de los cuales podrían
lidad de una evolución in situ. haber salido. Sin embargo, para reconstituir una serie evolutiva, ya se trate de
Todos los antropólogos admiten hoy que el hombre americano es originario tipos humanos o de hechos culturales, hemos de conocer , o bien cierto número
del Antiguo Mundo, pero los unos insisten en cuanto a su unidad, y los otros en de términos de esta serie, y si estos términos son lo suficien temente numerosos
cuanto a su diversidad. podemos entonces llenar los huecos por términos hipotéticos intermedios, o bien,
La unidad racial de los americanos y su origen asiático, sugerido por diversos conocer las leyes de transmisión de los caracteres estudiados, y deducir de ellos
rasgos físicos y en particular por sus caracteres mongoloides, han sido sostenidos las diferentes etapas de la evolución remontando en el tiempo a partir de los
a partir del siglo xvm. A principios del xx el asunto fue elevado al nivel cien- caracteres actuales. Normalmente, estos dos métodos se combinan y se com-
tífico por Hrdlicka. Éste negaba a los amerindios la presencia de toda influencia plementan.
no mongólica, y atribuía las diferencias físicas que separaban los grupos ame- Para los antropólogos, los términos de la serie son los documentos paleonto-
rindios en tipos antropológicamente distintos, ya a influencia del medio, ya al lógicos, las leyes de transmisión son las leyes genéticas. Los documentos pa•
juego de las variaciones genéticas normales a partir de un tipo común. Para leontológicos son muy poco numerosos tanto en el Asia oriental, Oceanía, Mela-
Hrdlicka y también para sus primeros discípulos, hace algunos milenios América nesia y Australia, como por el lado americano, donde son casi inexistentes para
estaba todavía completamente desierta de seres humanos. En una época relati- los períodos anteriores al antitermal, y poco estudiados para las épocas más
vamente reciente, pequeños grupos humanos mongoles provenientes de Asia recientes. En cuanto a las leyes genéticas, éstas son demasiado inciertas en la
penetraron en América por la vía del estrecho de Bering y luego se difundieron escala que nos interesa. La serología no ha dado los resultados esperados, y la
por el conjunto del continente americano, adaptándose poco a poco a medios investigación de las correlaciones entre las variaciones de tipo físico y las del

248 249
medio estú en sus inicios. Finalmente, la antropología americana sólo nos per- nivel todo el problema se reduce a la interpretación de las semejanzas, sea en
mite estudiar la última etapa de una evolución cuyas principales fases, las los hechos físicos, sea en los hechos culturales en los grupos humanos esparcidos
fechas, las vías de distribución, los contactos, etc., nos son aún desconocidos. desde Australia a América y desde la Tierra del Fuego hasta Siberia oriental.
únicamente los documentos de paleontología humana, más numerosos en una 'i En efecto, si se encuentra el hecho A (digamos la embarcación de corteza
otra parte del Pacífico, permitirán sugerir soluciones definitivas. cosida) en Australia, y en forma de A' en América, ello puede lo mismo signi-
Los numerosos trabajos de los etnólogos relativos a los orígenes americanos ficar que A' «desciende» de A (o viceversa), o bien que dos grupos humanos a
son susceptibles de críticas muy similares. Mientras que Hrdlicka y varios de miles de kilómetros de distancia han respondido del mismo modo a la necesidad
sus discípulos se pronunciaban principalmente sobre la unidad amerindia, muchos
etnólogos, por el contrario, se han visto sorprendidos, a la vez, por la diversidad
de las culturas americanas y por los rasgos comunes que presentan algunos de máxima glaciacidn
entre ellos con ciertas culturas oceánicas. En esta perspectiva, la diversidad de las fin o'I! la glaci,1ci.Ón
culturas americanas es explicada, no por una diferenciación y una evolución
montañas
in sitn, sino por la aportación de olas sucesivas de migraciones. Los contactos
entre los dos mundos se habrían producido no solamente por el norte, sino también ~ Oº SOm de prof.
por el Pacífico y quizás por el sur. Algunos afirman también la existencia de
influencias de América hacia Oceanía.
Estas hipótesis sobre los contactos transpacíficos han sido ya tratadas en los
trabajos de la escuela de Viena, y en particular en los trabajos de Graebner y
de Smith, que sugerían relaciones culturales entre Oceanía y la Tierra del Fuego.
Más tarde Koppers propuso la hipótesis de una doble corriente australoide hacia
América. Es sobre todo el doctor Paul Rivet quien, a partir de 1924, ha procu-
rado reunir y exponer en forma más sistemática el conjunto de los argumentos
en favor de un origen múltiple de los amerindios, tanto en un plano físico
como en un plano cultural.
Rivet distingue en América cuatro principales corrientes de emigración ante-
riores a la Conquista: una corriente asiática, la más antigua, que habría penetra•
do por la vía del estrecho de Bering (fig. 53); una corriente australiana cuyas
huellas son reconocibles sobre todo en el sur de la América del Sur, adonde
hubiese llegado quizá por la vía del Antártico en un período climático más
cálido que el actual, es decir, durante la oscilación cálida del antitermal (-5000
a -3000); una corriente melanesia que hubiese. desempeñado un papel mucho FIG. 53. Transformación del estrecho de Bering en paso· terrestre, en épocas
más importante que los elementos australianos, y que, de un origen sin duda glaciares, por descenso del nivel de las aguas del orden de los 50 metros.
más reciente que ellos, hubiese llegado por mar en oleadas sucesivas hace quizás (Según Chard)
unos 4000 años.
En cuanto a los elementos polinesios en América, tienen una existencia más
evidente. Son de naturaleza lingüística, botánica, técnica, patológica y, al pare- de embarcaciones ligeras y a la presencia en su territorio de árboles cuya corteza
cer, implican contactos regulares recientes entre las islas de Oceanía y la costa se prestaba a este trabajo. Para los que desembocan en un origen común, y a
Pacífica de América. La tesis de un parentesco cultural entre los polinesios y pesar de que se trata de un problema esencialmente histórico, el factor tiempo
ciertos amerindios ha sido recientemente reconsiderada por Heyerdahl, para es por lo .general completamente descuidado en la demostración. Los autores
quien los contactos ;,e han hecho en el sentido este-oeste, y para quien, por parecen señalar un retroceso histórico, con clara visión del despliege a lo largo
consiguiente, los polinesios tienen orígenes americanos. del tiempo de evolución de un grupo humano o de cualquier rasgo cultural que
Es importante subrayar dos hechos. El primero, que si todo el mundo ad- le caracterice.
mite unas migraciones por el estrecho de Bering, el problema de los contactos En resumen, mientras ignoremos los hechos por sucesión o las leyes de evo-
transoceánicos no está resuelto, ya que universalmente no está admitido ninguno lución de los caracteres físicos o culturales de un grupo humano, la antropología,
de los argumentos o pruebas de estos contactos. El segundo hecho que queremos al igual que la etnología, serán incapaces de resolver los problemas del origen
subraJar es que la etnología, así como la antropología contemporánea, no está y de contactos prehistóricos. Deben orientarse, la una hacia la paleontología
en condiciones de resolver problemas de origen y de contactos prehistóricos. humana y la otra hacia la arqueología prehistórica. Éstas disponen. de docu•
Estas dos ciencias disponen de datos actuales que comparan entre sí, y a este me~tos 'mucho menos ricos, limitados a los únicos vestigios o huellas materiales

250 251

t
no perecederas, pero que, repartidos por etapas sucesivas a lo largo de la escala
del tiempo, proporcionan lo necesario para construir, primeramente, la historia
real de la difusión o de la evolución de un rasgo, y luego, quizá, la regla o la
ley de esta evolución o de esta difusión.
¿Cómo se plantea en el plano arqueológico el. problema de los orígenes ame-
canos? Existen cierto número de teorías propuestas por arqueólogos que procuran
-~ situar la antigüedad y las vías de difusión a través del Nuevo Mundo con los
colonizadores sucesivos de América. Todas estas teorías son relativamente re-
~
-~ cientes, puesto que hasta 1930 se ignoraba la antigüedad del hombre americano
1"' y se confundían en una sola ciencia su «etnología» y su «arqueología». Las prin•
"' ~ cipales son las de Menghin, Bosch Gimpera, George Carter y Canals Frau.
~
~
·t o Los tres primeros, partiendo de argumentos, tipológicos unos y de orden geológico
~ ~
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·ao: otros, insisten sobre todo en la presencia, en América, de elementos humanos
que se relacionan ya sea cronológicamente, ya sea culturalmente, con el paleo-
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::s lítico inferior del Mundo Antiguo. Canals Frau, por su parte, insiste sobre una
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~~ 'il oleada mesolítica que, a partir del principio del posglacial, y procedente de
Siberia oriental, habría poblado lentamente las costas de América desde Alaska
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,... --..!)¡ ~~ o: hasta la Tierra del Fuego, y luego desde la Tierra del Fuego hasta las costas
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orientales de Canadá. Para todos, la vía esencial de migración ha sido el es-


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'§ ~~ -~-~ (1) trecho de Bering, sin que ningún arqueólogo sugiera relaciones transpacíficas que
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se remonten a más de cuatro mil o cinco mil años. En 1962, un arqueólogo nor-
~ :::5 ~ teamericano, Grennman, basándose en el estudio de pinturas y grabados rupes-
¡§ tres de América y de Europa, sugirió la posibilidad de contactos por el Atlán-

1~ 11
::s
3 tico entre la Europa magdaleniense y América hace doce mil o quince mil años.
.S:!
.... En efecto, el conjunto de los datos actualmente conocidos para la América del
1 bO
«I Norte y del Sur no nos permite estas vastas síntesis que a menudo vienen a
.s contradecir nuevos descubrimientos. Dado el estado actual de las investigaciones,
(1)
"<:l
el problema de los orígenes americanos debe ser enfocado desde su base, y
e: abordado a la vez a partir de la literatura ya existente y emp~endiendo búsquedas
•o sistemáticas.
:g....
«I Esta revisión podría consistir, en primer lugar, en el inventario de los rasgos
c. o complejos culturales que se considera puedan tener un origen extranjero y,
<
luego, en la selección, de entre estos rasgos, de aquellos que son susceptibles
..¿.
.,., de ser estudiados arqueológicamente: útiles de piedra, estructuras que hayan
dejado sus huellas en el suelo, mutilaciones que afectan al esqueleto, tales como
si
¡,.,. la amputación de las falanges o la extracción de los incisivos, etc. Para cada
uno de estos rasgos así estudiados, sería necesario establecer mapas de distri-
bución que correspondiesen, ya sea con la época actual, de acuerdo con los
documentos etnológicos, ya sea con épocas pasadas, de acuerdo con los docu-
mentos arqueológicos, y todo a la vez para América y para el mundo en su
conjunto.
"'<( o
o
o o o o o o o o o o o o o El interés de una tal revisión no se limitaría a la ordenación de los argu-
J: o o o o o o o o o o o o
u V)
o V) V) o V) o V) o ti) o IJ") o
U1
mentos e hipótesis propuestos y a la preparación de la investigación propiamente
w (\J (\J t') tt'} '-.j' ...,.
u.
arqueológica. Igualmente, esta revisión debería permitir poner punto final a la
cuestión relativa a ciertos contactos esporádicos entre América y la Antigüedad
clásica, o entre América y el Asia oriental, o entre América y la Polinesia.
Se ha señalado, por ejemplo, en varias ocasiones, el hallazgo de monedas roma•
nas en Venezuela, objetos de factura china o japonesa en Ecuador o en Co-

252 253
lombia, hachas ceremoniales polinesias en diversos puntos de las dos Américas.
Si su autenticidad resultase confirmada, estos hallazgos indicarían contactos
esporádicos que ninguna búsqueda, salvo un imprevisto providencial, evidenciaría
jamás. Sólo un análisis de los hallazgos señalados desde · el siglo XIX, análisis del
tipo practicado por Imbelloni ,para los mere o patu-patu polinesios, puede per-
mitir confirmar o destruir la hipótesis de ciertos contactos transoceánicos.
Esta primera fase de la investigación implica de por sí un enorme desmenu-
zamiento de documentos. Desde otro punto de vista se podría abordar el problema
en su aspecto más arqueológico e iniciar con investigaciones la verificación de
ciertas hipótesis. Son posibles varios métodos de aproximación entre los cuales NOTAS DEL CAPÍTULO III
pueden sugerirse, por ejemplo: determinar en primer lugar las zonas de con-
tacto o de paso dentro del continente americano, y correlativamente, los posibles
· puntos de origen, sobre los bordes del Pacífico, en Asia, Australia u Oceanía. l. (3), (14), (17), (18]; ARAMBOURG (C.), La genese de l'Humanité, París,
Estos problemas pertenecen tanto a la geografía humana como a la prospección 1943 («Que sais-je?», núm. 106).
arqueológica. Luego, en las prin::ipales zonas así determinadas, y eventualmente 2. BREUIL (H.), Les roches peintes de Minateda (A lbacete), L'A., 30, 1920,
en las zonas intermedias, 'sería I preciso establecer· secuencias culturales l(inves• páginas 1-50.
tigaciones por hacer, o ya hechas) y compararlas por parejas en una y otra 3. BREUIL (H.), Peintures rupestres schématiques de la péninsule ibérique,
parte del Pacífico. Es poco probable que aparezcan contactos comerciales o acci- Lagny, 1935.
dentales esporádicos en tales secuencias; pero permitirían evidenciar la difu~ión H. ÜBEHMAIER intentó demostrar la pertenencia de este arte al mesolítico,
masiva para una época dada y a partir de un punto dado, de un rasgo o de un comparando las figuras a las de los guijarros pintados de Mas-<l'Azil:
conjunto de rasgos culturales definidos ; difusión que probaría, ya sea contactos N_ouvelles études sur l'art rupestre <lu Levant espagnol, L'A., 47, 1937,
regulares, ya sea migraciones importantes. paginas 477-498.
Es, pues, cuestión de ponerse entonces a buscar, mediante investigaciones, 4. ALMAGRO (M.), Los problemas del Epipaleolítico y Mesolítico en España,
un patu-patu o una vasija con monedas romanas. La probabilidad de encontrarlos Ampurias, 6, 1944, págs. l-,'38.
es tan ínfima que más vale renunciar a ello. Pero, por el contrario, sería preciso 5. LHOTE (H.), Le prohleme de la datation des peintures rupestres en Espagne
que para cada zona definida de probable contacto, se reexaminasen los yaci- et en Afrique, IPEK, 20, 1960-1963, págs. 62-70.
mientos más importantes investigados y publicados, descubrir e investigar nuevas 6. FLAMAND (G. B. M.), L es pierres écrites, París, 1921.
estaciones, establecer un cuadro de evolución y buscar el signo que indique un 7. FROBENIUS (L.), ÜBERMAIER (H.), Hadschra Maktuba, Munich, 1925.
cambio brusco del aspecto de esta evolución, ya sea por la brusca aparición de 8. VAUFREY (R.), L'art rupestre nord-africain, París, 1939 (A.I.P.H., 20) .
nuevos tipos (formas artísticas, tipos líticos, plantas cultivadas, animales domés- 9. GOBERT (E. G.) (328]; LE Du (R.), Les gravures rupestres de la région de
ticos, tipos cerámicos, etc.), ya por una brusca decadencia (a menudo signo de Tébessa, Recueil de notes et mémoires de la Soc. d' Archéologie de Constan.-
contacto con grupos más avanzados), ya por un cambio radical del tipo de cul- tine, 63, 1935-1936, págs. 107-124.
tura, cambio que sería la señal de la llegada de nuevos grupos (fig. 54). Sería 10. Fnom:NIUS (L.), Ekade Ektab die Felsbilder Fezzan Leipzi" 1937· GRA-
0
necesario efectuar en seguida el mismo estudio en las posibles zonas de origen, zrosr (P.), L'arte rupestre della Libia, Nápoles, Í942; R ;-wTERT, (H.),
establecer el paralelismo cronológico de las etapas culturales en los dos .ex• Libysche Felsbilder, Darmstadt, 1952.
tremos de las rutas de migración consideradas y en las zonas intermedias y, ll. L~OTE (H.~, L'art ru~estre de l'Afrique mineure et du Sahara, L'Age da
cualquiera que fuese su significado, siempre se obtendría alguna nueva luz Pierre, Pans, 1960, pags. 93-147 (Col. «L'art dans le monde») .
sobre el problema a la vez irritante y apasionante de los orígenes americanos, 12. BREUIL (H.), LHOTE (H.), Les roches peintes du Tassili-n-Ajjer, Con.gr.
el cual nadie ha abordado de manera sistemática desde que· se inició hace Pana/. de Préh., Argel, 1952.
cuatro siglos. 13. BAJLLOUD (G.), Les peintures rupestres archai'ques de l'Ennedi (Tchad),
Queda por hacer este estudio. Es probable que para las fases antiguas que L'A., 64, 1960, págs. 2ll-234.
van desde los orígenes hasta cinco o seis milenios antes de Jesucristo, o quizá 14. WrNKLER (H. A.), Rock drawings of Southern upper-Egypt, Londres, 1938-
menos, se obtengan pocas revelaciones, puesto que la gran masa primitiva de 1939, 2 vols.
poblamiento de América se efectuó por el norte y por oleadas sucesivas desde 15. BREUIL (H.), Les roches peintes d'Afrique australe leurs auteurs et Ieur ·
hace unos 30 000 años, o quizá más. Para las fases más recientes, es posible, a.ge, L'A., 53, 1949, págs. 377-406; ScHOFIELD (J_ F\ L'iige des peintures
por el contrario, que se puedan establecer contactos transpacíficos, actualmente rupestres du sud de l'Afrique, L'A., 53, 1949, págs. 20-32. ·
inciertos. 16. AN~TI (E.) , Ancient rock engravings in the Central Negev, Palestine explo-
A. L.-E. ration quarterly, 82, 1955.

254 255
17. RHOTERT (H.), Transjordanien, Stuttgart, 1938.
18. WAKANKAR (W. S.), Painted rock-shelters of India, Riv. Se. Preist., 17,
1962, págs. 237-253.
19. TALLGREN (A.-M.), Inner asiatic and Siberian rock pictures, Eurasia sep-
tentrionalis Antiqua, 8, 1933, págs. 175-210.
20. HALLSTR0M (C.), [84], [85].
21. RAuDONIKAS (W. S.), L es gravures rupestres des bords du lac Onéga et de la
mer Blanche, Moscú, 1936-1938, 2 vols.
22. ALTHIN (C. A.), Studien zur den bronze'zeitlichen Felszeichnungen von
Skane, Lund, 1945, 2 vols.
23. Para los inventarios de las figuras, remitirse a los trabajos de C. BICKNELL
y en especial: Prehistoric rock engravings in the ltalian Maritime Alps,
Bordighera, 1913.
24. ANATI (E.), La grande roche de Naquane, París, 1960 (A.I.P.H., 31).
25. lsETTI (G.), Le incisioni di Monte Bego, a technica lineare, Riv. di Studi
Liguri, 23, 1957.
26. GLORY (A.), Les peintures de l'Áge du Métal en France méridionale, Prehis-
toire, 10. TERCERA PARTE
27. Pueden consultarse las siguientes obras: Origens do homen americano,
Segundos encuentros internacionales de Sao Paulo (UNESCO), Sao Paulo,
agosto de 1964; CANALS FRAU [358); GRENNMAN (E. F.), The upper Palaeo-
lithic and the New World, Current anthropology, fehr. 1963, págs. 41-93;
DOCUMENTACIÓN
HEYERDHAL (T.), American lndians in the Pacific, Estocolmo, 1952; h1-
BELL0NI (J.), Acta Americana, vol. 1, núm. 3, págs. 309-330; lMBELLONI (J.),
Clava insignia de Villavicencio, Paraná, 1928; LERor-GouRHAN (A.) [308];
füvET (P.) [361); STEWART (T. D.), NEWMAN (M. T.), An historical resume
of the concept of difference in Indian types, American Anthropologist,
1951, págs. 19-36.

256
Las fuentes de investigación prehistórica están constituidas por las
estaciones o yacimientos cuya situación con respecto a la estratigrafía
(análisis de la superposición de las capas del terreno) y cuyo mobi-
liario forma verdaderos archivos. Un inventario de las fuentes debe
referirse, por lo tanto, en primer lugar a los yacimientos cuyo con-
tenido en objetos y en datos geológicos, zoológicos y botánicos ha
dado lugar a excavaciones sistemáticas y a los más completos análisis.
Como documentos de archivo, el yacimiento ideal debería incluir por
lo menos dos niveles de edad diferente para asegurar el enlace en el
tiempo relativo y análisis de elementos radiactivos para asegurar una
datación absoluta. Debería haber proporcionado, además, restos de
animales y analizado los pólenes fosilizados para permitir una . estima-
ción del modo de vida. La masa de los sedimentos, debidamente estu•
diada por el geólogo, debería haber permitido comprobar las indica-
ciones requeridas sobre el clima y la edad relativa para las otras ramas
de la investigación. Una metódica excavación a base de una minuciosa
limpieza de las superficies de suelos antiguos debiera haber logrado
que el excavador se aprovechara de cuanto puede subsistir de orga-
nización reveladora de los diferentes vestigios, ya sea por suposición,
ya sea por su integración a unas estructuras, como viviendas o sepul-
turas. Finalmente, llegarían los objetos mismos, que son como los sus-
tantivos de un texto, cuyo sentido escaparía en gran parte de no estar
ilustrado por la sintaxis que los otros elementos de información tor-
naríá sensibles. No son raros los yacimientos completos; en cambio,
sí lo es que hayan sido objeto de un análisis exhaustivo y con fre-
cuencia es preciso conformarse con sacar provecho de fuentes trun-
cadas, limitadas a veces tan sólo al testimonio de los objetos.
Rara vez es asequible la referencia al propio terreno, ya que el
yacimiento se encuentra con mucha frecuencia destruido por la exca-
vación. Por lo tanto, normalmente es sólo posible referirse a la pu-
blicación, que rara vez es exhaustiva y que c<;m suma frecuencia se
limita a lo que le ha parecido importante a su autor. Llegado el caso,
es posible referirse a los vestigios recogidos y a los archivos fotográ-
ficos, a los datos anotados, al diario de excavación. Aquí se consi-

259
deran tan sólo los dos prímeros elementos de las fuentes: los yaci-
mientos mismos como referencias generales y sus publicaciones, que
en gran parte figuran en la bibliografía, mientras que el resto puede
encontrarse en las publicaciones generales. Para los vestigios y los
«archivos» de terreno, resulta imposible proporcionar un resumen ra-
zonable; ciertos yacimientos se han excavado sin dejar señales es-
critas; la reunión de objetos y escritos en la misma institución es
sólo excepcional y algunos de los yacimientos más famosos se en-
1
cuentran desmenuzados entre decenas de colecciones.
Las divisiones adoptadas en la obra responden a los cortes clásicos
del paleolítico inferior, medio, superior, del mesolítico y del neolítico.
No hemos de ocultar lo relativo que pueden ser estos términos, bas-
Fuentes
tante precisos para la Europa occidental, cuando se aplican al mundo
extraeuropeo. Pero queda en pie que traducen bastante bien la tra•
yectoria del progreso técnico entre los orígenes y la metalurgia; si las A) Paleolítico inferior
concordancias absolutas están todavía bastqpte fundadas en conjeturas,
pueden utilizarse estos términos para situar~ en un orden sumariamen- Francia, Bélgica, España
te cronológico, la enorme masa de los hechos. En el interior de cada
uno de los cortes principales se han establecido las divisiones par- Los yac1m1entos del paleolítico inferior abundan en Francia, Bélgica y, en
tiendo de la terminología regional, a costa de los inevitables riesgos especial en los valles del Somme [77], del Sena [21], del Charente y del Carona,
que trae consigo el uso de términos harto generales como «magda- En España están poco estudiados. Recordemos, sin embargo, el abbcvillense y
el achelense en las terrazas del Manzanares (Madrid) , en Torcalba y Ambrona
leniense», o demasiado particulares. Por esta razón, más bien que un
(Soria), terrazas del Tajo (Toledo) y las industrias de guijarros en diversos yaci-
cuadro cronológico que habría acentuado las asimilaciones arbitrarias, mientos mal conocidos.
cada sección se ha tratado por unidades geográficas. Tayaciense: La Micoque y P ech.de-l'Azé (Dordoña): excavaciones de Fr. Bor-
Las unidades geográficas deberían ser uniformes de una sección a des; Fontéchevade (Charente): excavaciones de G. Henri-Martin.
otra e interesar regiones culturales coherentes; estas dos exigencias Levalloisiense V-VI: Verrieres-le-Buisson (Seine-et-Oise): excavaciones de
son a veces contradictorias y difíciles de satisfacer, habida cuenta de Sacchi.
las lagunas de la documentación. La decisión de tratar en conjunto Levalloisiense 1-111: Canteras Debray y Devalo is, M ontieres (Somme).
a Europa, Asia y África respondía a la posibilidad de considerar las Achelense VI-VII: En relación con el micoquiense: bifaces lanceolados de
eventuales conexiones entre los tres continentes. La separación de pequeñas dimensiones; La Micoque (Dordoña) [661 y noroeste de la cuenca
de París.
Oceanía-Australia y de América, ha sido dictada en cambio por la
Achelense V: Frecuente técnica levalloisiense : Le Tillet (La Ferté-sous•
comodidad de trazar unas líneas de desarrollo autónomo. Jouarre).
Una de las dificultades más graves se debía a la exposición de las Achelense IV : Algunas lascas levalloisienses; taller Commont: Saint-Achcul
nociones generales, en particular de la terminología, con las cuales (Somme) [26].
el lector no está de ordinario familiarizado. Estas nociones han sido Achelense III: Bifaces muy variados, raederas; taller Cagny: Amiens [31].
incorporadas a los problemas metodológicos y cronológicos. Para las Achelense II: Bifaces lanceolados, «liman des»: valle del Sommc.
referencias, las cifras entre corchetes remiten al lector a la bibliografía Achelense I: Bifaces ovoides o alargados: valle del Somme.
de las «fuentes». Abbevillense 1-11: Bifaces y fauna arcaica; valle del Somme.

A. L.-G. Italia
El yacimiento de Torre in Pietra, que dista 26 km de Roma, fue excavado
por A. Blanc y L. Cardini (1955-1958). quienes descubrieron , bajo 30 m de sedi-
mentos, bifaces achelenses y fauna compuesta por mamíferos. Destaquemos

260 261
QuinzantJ, a 3 km de Verona (excavaciones de F. Zorzi, 1932-1958) : in situ, Francos (desierto de Judea), fue excavada por R. Neuville [263]; la fauna fue
industrias abbevillense, clactoabbevillense, achelense, musteriense [115]_. Rio estudiada por R. Vaufrey: tayaciense 1-3, achelense medio y superior, micoquiense.
Correcchio, a 35 km de Imola (Reggio Emilia) : excavaciones de P . Leonardi En Siria: la estación de · Yabrud, excavada por A. Rust, quien distinguió
y B. Accordi, 1953. Valle Giumentina, Caramanico (Pescara): excavaciones de 25 niveles, desde el achelense al musteriense final [266], y por R. Solecki que
A. M. Radmilli; estudio geológico por J . Demangeot [110]: clactoniense, ache- halló en el abrigo IV una industria tayaciense anterior al achelense. Lamtamné
lense final, industria de técnica levalloisiense. (W. Van Liere y J. D. Clark) y en el Líbano Ras Beirut (R. P. Fleish) han
proporcionado muestras del achelense.
Asia oriental: Yacimiento de Cl:Íu-Ku-Tien [291, 295, 297, 298, 299], a unos
Norte y noreste de Europa 60 km de Pekín, conocido desde 1921 y prospeccionado en un principio por
O. Zdansky (1921-1923): hallazgo de los primeros dientes del Sinanthropus
Gran Bretaña: Es famoso Clacton-on-Sea por su fauna de mamíferos y mo- pekinensis por B. Bohlin y por el doctor Peí y el padre Teilhard de Chardin
luscos (terrazas media y alta): S. H. Warren (1923, 1955) ; K. Oakley· y M. Leakey (1927-1940): los numerosos restos de Sinanthropus estaban asociados a una in-
(1937). El clactoniense, industria sobre lascas, se recogió aquí al igual que en dustria de guijarros de cuarzo y a una fauna variada, entre ella el Elephas an-
el valle del Támesis. El abate Breuil adoptó el término clactoniense (1929- tiquus y el Rhinoceros tichorhinus. En la estación número 13 apareció un
1932) [77]. chopping-tool anterior a los niveles del Sinanthropus.
Alemania: Los yacimientos de Leipzig son los más im¡,ortantes de toda Ale- Industrias de Fenho: yacimientos del valle del Fen (1953): Ting-Ts'un,
mania. Los útiles provienen de las graveras rissienses de la terraza del Pleisse, Li Ts'un (Shansi meridional) y Cheng-Chia-Chuang [309).
afluente del Elster, en las proximidades de Markkleeberg, de Crobem y Zehmen. En Japón,_ el yacimiento de Gongenyama, en Isezaki (a unos 80 km de
Descubiertos en 1895, fueron estudiados en 1914 por J. Friesen y C. Gabert; Tokio), excavado por Aizawa y descrito por Maringer (1956-1957) [310].
posteriormente, en 1942-1944, por R. Grahmann [132]. India: Los principales yacimientos se localizan en Cachemira, en la región
- clactoniense reciente, levalloisiense antiguo, achelense medio o superior; limitada por el valle del Indo (estación de Gariala), el valle del Soan (yaci-
- clactoniense medio, achelense antiguo o medio: Mindel-Riss. mientos de Chauntra, Adial, Balawal, Gila Kalan), y el valle del Jhelum (estación
Destaquemos las graveras rissitmses del Leine, al sur de Hannover ; las de de Chaomukh). Los primeros hallazgos se realizaron en 1928 (D. N. Wadia);
Hundisberg, al norte de Magdeburgo, y las de Holtemme. después, C. y J. Hawkes y H. de Terra (1934); el padre Teilhard de Chardin
y T. T. Paterson descubrieron las nuevas industr~as: Pre-Soan Industry; Early
Soan (abbevillense-achelense); Late Soan (achelense reciente) [283, 286, 288].
U.R.S.S. Sureste de Asia: El yacimiento de Kata Tampan (valle del Perak), al noroeste
de Malaca, fue excavado por H. D. Collings (1938) y posteriormente por O. D. Wal-
En Armenia, el yac1m1ento más importante es el de Satani-Dar, en la orilla ker y A. Sieveking (1958) [311]. El tampaniense resulta anterior al «Pre-Soan
caucásica del mar Negro (alt. + 1642 m). Descubrimiento y excavaciones por Industry».
S. N. Zamiatnin, en los años 1934-1938, continuadas en 1946 con la colaboraci6n En Birmania, los yacimientos del valle del lrawady se escalonan a lo largo
de S. N. Panichkina: chelense final en superficie y achelense superior (in situ de unos 300 a 400 km, desde Singu a Magwe. H. de Terra, el padre Teilhard
y en superficie) [168]. Citemos, en el valle del Dniéper [160], el yacimiento de de Chardin, el señor y la señora Movius hallaron in situ, en formaciones fechadas
Luka-Vrublevetskaia (P. I. Boriskovskii y S. N. Bibikov, 1946) : chelense y ache- geológicamente, tres series de industrias: anyatiense 1-3 [316].
lense antiguo ; el yacimiento de Kruglik, cerca de Federovka (V. N. Danilenko: En 1936: G. H. R. von Koenigswald y M. W. F. Tweedie descubrieron un
1946). yacimiento de cantos con toscos r etoques, en el lecho del río Baksoka junto a
En el Turquestán, la cueva de Aman-Tukan, a 43 km al sur de Samarcanda, Patjitan (costa sur de Java). Destaquemos las estaciones de Gombong 'y Soeka-
excavada por D. N. Lev (1947): utillaje comparable con el tayaciense de la boemi (Java), Sembiran (Bali) y Kikim (Sumatra) [312].
Europa occidental [275).
África

Asia Maghreb: Hallazgos en Marruecos de cantos toscamente labrados en las gra-


veras de_l villafranquiense medio (Tardiguet El Rahla: bosque de Mamora) y
Próximo Oriente: En Israel, la cueva de Et Tabun, situada en Wadi el de salet1ense (Suk El Arba du Rharb). Las canteras de Sidi Abderrahman
Mughara, uno de los valles del monte Carmelo, fue excavada por un equipo de (Casablanca) fueron estudiadas por R. Neuville y A. Ruhymann, quienes definie-
investigadores dirigido por D. A. E. Garrod (1929-1934) [254]. En la base, el ron el llamado «clactoabbevillense»; P. Biberson lo denominó «achelense an-
tayaciense, después el achelense superior (micoquiense); finalmente el mustero- tiguo» y amplió las excavaciones a otros yacimientos (cantera del Stic). [322).
levalloisiense. La cueva de Umm Qatafa, situada al sur de los montes de los En Argelia, la estación de Ain Hanech, cerca de Saint-Amaud, ha proporcio-

262 263
nado a C. Arambouru una fauna villafranquiense y bolas poliédricas (318] • thiense I a III: yacimientos del valle del Vaal y de Fauresmith, en el estado
El yacimiento de T ernifine (Mascara) fue descubierto en 1870 : Pomel estudió la de Orange (B. D. Malan) [351).
fauna· excavaciones de Pallary (1925) y de C. Arambourg (1931, 1954-1956),
quien' descubrió el Atlanthropus mauritanicus; L. Balout estudió la ind~s- En 1925, A. R. Dart descubrió en Taungs (Colonia de El Cabo) el primer resto
tria (321] . Recordemos Champlain, Clairfontaine, lago Karar y El Ma El Abwd del Australopithecus africanus Dart . En 1936, R. ·Broom descubrió en Sterkfontein
[320] . (Johannesburgo) el Plesianthropus transvaalensis [356]. Finalmente, se efec-
En Tunicia se encuentra el achelense reciente en Gafsa y Sidi Zin (327]. tuaron los hallazgos del Paranthropus en Kromdraai (1938) y Swartkrans (1949) ;
Sáhara : H. Alimen y J. Chavaillon descubrieron in situ, en los valles de de un nuevo australopitécido en Makapansgat (1947-1955) [346); más tarde,
Guir y del Saoura, la Pebble Culture (cultura de los guijarros) (~azeri_en- en 1959, los esposos Leakey [350) descubrieron el cráneo del Zinjanthropus
se I-III) el achelense medio y final (ugartiense I-VI) ( 325]. En el Erg Tihodaine, boisei en el «Bed I» del barranco de Olduvai, asociado a guijarros con señales
fauna e~tudiada por C. Arambourg e industria achelense: L. Balout y J. Tixier de uso, olduvaienses. En 1961, los mismos prehistoriadores descubrían en un nivel
(319] . inferior los restos de un individuo joven, conocido, desde 1964, por el nombre
África oriental: El hallazgo, en 1911, del yacimiento de Olduvai por Kattwin- de Homo habilis. Destaquemos asimismo los hallazgos, en las orillas del lago
kel, fue aprovechado luego por una misión alemana dirigida por H. Reck U?~3); Natrón, de una mandíbula de Z. boisei con una fauna parecida a la del «Bed II»
se recogieron abundantes restos de mamíferos. En 1931-1932 se establec10 en de Olduvai (1964) y, al sur del Tibesti (Chad), de un individuo asociado a restos
Olduvai el profesor L. S. B. Leakey con un equipo de especialistas, entre ellos de fauna villafranquiense, por G. Coppens (1961) .
H. Reck; a esta misión siguieron numerosas campañas de excavación y desde 1954
se han sucedido los hallazgos de restos humanos asociados a fauna e industria. J. c.
En una sedimentación lacustre, probablemente eólica, en capas horizontales se
presentan muestras de erupciones volcánicas y movimientos tectónicos (348, B) Paleolítico medio y superior
350]:
Desde luego, esta distinción entre paleolítico medio y superior sólo presenta
E xcavación de los barrancos actuales; «capsiense» de Kenia. inconvenientes desde el punto de vista de clasificación de los yacimientos. De una
- «Bed V»: sedimentación eólica. parte, el interés de las estaciones presentadas se basa en la sucesión de las dife-
- Tectónica: excavación del primer valle. rentes etapas; de otra parte, para Europa, si bien la distinción entre las tradi-
«Bed IV» : cienos lacustres; «achelense». ciones mustero-levalloisienses y las del leptolítico tienen cierto valor, para el resto
«Bed III» : tierras rojas-etapa árida; «achelense». del Viejo Mundo sólo r epresentan una fuente de comparaciones arbitrarias.
«Bed II»: margas lacustres ; «chelense»; H. habilis y Z. boisei.
«Bed I »: villafranquiense: arcillas lacustres y tobas volcánicas deposita<las
en un lago ; olduvaiense; Z. boisei y H. habilis. Francia
Norte, centro y este: Los loes y los aluviones del Somme y de la cuenca del
Recordemos, en Kenia, los yacimientos achelenses ·de Olorgesailie, Lewa y
Sena ofrecen múltiples secuencias que enlazan el achelense con el conjunto
Kariandusi [349]. mustero-levalloisiense ; el paleolítico superior, aunque representado, está mal
En Uganda: valle del Kaguera (región de Nsongezi): distintas terrazas han
definido. El conjunto de cuevas de Arcy-sur-Cure (Yonne ) [48, 49, 50] consti-
proporcionado útiles de la P ebble Culture (cuatro estadios) y del achelense (tres
tuyen el yacimiento con una sucesión estratigráfica más completa:
estadios: E. J. Wayland y C. Van Riet Lowe [354, 357).
En Tanzania, en las fringa Highlands ( Isimila) : campañas de excavaciones I:Magdaleniense reciente (cueva de Trilobite y abrigo de Lagopede ) .
en 1957-1959 bajo la dirección de C. y B. A. Howell, G. H. Cole y M. R. Klein- II:Magdaleniense medio (cueva de Trilobite).
dienst [347], quien es estudiaron sus industrias: siete niveles en el achelense III: Protosolutrense (cueva de Trilobite).
reciente. Asimismo el achelense reciente está bien representado en el sureste del IV: Gravetiense (cuevas de Trilobite y del R enne, capas V-VI) .
lago Tanganica: Kalambo Falls (excavaciones de J. D. Clark) [342) ; en Katanga: V: Auriñaciense (cueva del Renne, capa VII).
Kamoa y Luena (excavaciones de F. Cabu) y río Pupa (mesetas del Biano: exca• VI: Chatelperroniense (cueva del Reune, capas VIII, IX, X) .
vaciones Dom. Anciaux de Faveaux) [338]. VII: Posmusteriense y musteriense con denticulados (cuevas del Renne, de
África del Sur: Prestellenbosch o preabbevillense. Areneros de Lochard, cuenca l'Hyene y del Bisan, capas XI a XV).
del Zambeze reo-ión de Salisbury (N. Janes; G. Bond). Chelense-achelense I a V: VIII: Musteriense (cuevas del Renne, de l'Hyene y del Bison, capas XVI
yacimiento de Stellenbosch (a 50 km al este de Ciudad de El Cabo); terrazas a XXVIII) .
del Vaal; playas de El Cabo (A. J. H. Goodwin y C. Van Riet Lowe); Alto IX: Industrias sobre lascas y cantos del paleolítico antiguo (capas XXIX
Zambeze (J. G. D. Clark) [343, 344]; Basutolandia (Ellenberger). Fauresmi• y XXX).

264 265
Diversos yacimientos de los regiones de Dijon y Macon poseen industrias del - para las primeras etapas del paleolítico superior: Combe-Capelle [63], abri
paleolítico medio (Genay, Vergisson). El~ paleolítico superior está representado Cellier (Dordoña), Brassempouy (Landes);
por secuencias más o menos importantes en la región de Fontainebleau (Beaure- - para el período comprendido entre el gravetiense y el magdaleniense medio:
gard, Pincevent), el magdaleniense se presenta en diversos puntos del Jura Badegoule [35], Le Fourneau-du-Diable [65], Le Ruth [69], Laussel [46],
( Arlay, Dampierre), del Haute-Mame (Farincourt), del Ain (La Colombiere abri Pataud [57] (Dordoña);
[58], Les Hotteaux), del Loire (Saut du Perron [47]). El yacimiento de So• para el magdaleniense: Angles-sur-l'Anglin (Vienne), Saint-Marcel (Indre):
lutré [36] (Saone-et-Loire) ha proporcionado una interesante sucesión que com• Laugerie Basse [71], La Madeleine [34], Limeuil [32 ], Teyjat (33], Vill'--
0

prende auriñaciense, gravetiense, solutrense. pin [62] (Dordoña), Arudy (Basses-Pyrénées), Marsoulas [56] (Haute-Garon-
Suroeste: Abundan los yacimientos en la Vienne, Charente, Dordoña y Pi- ne), Mas d'Azil (Ariege) .[60] . .
rineos: se localizan aquí la mayor parte de los yacimientos epónimos del paleo•
Entre las secuencias estratigráficas más completas hay que señalar los yaci-
lítico medio y superior: La Micoque (25, 66] (tayaciense, micoquiense), Le Mous-
mien~os de Laussel (Dordoña) : musteriense de tradición achelense-solutrense,
tier [23, 67] (musteriense), Aurignac [ 41] (auriñaciense ), La Gravette [ 45]
lsturitz [72) (Basses-Pyrénées): musteriense-magdaleniense final.
(gravetiense), La Madeleine [34] (magdaleniense) . Tres de los yacimientos ubi-
Sureste: En el bajo valle del Ródano y Pro venza se localizan gran número de
cados en Les Eyzies, La Micoque, La Ferrassie (64] y Laugerie-Haute [24, 70], yacimientos del paleolítico medio y superior. Para los períodos antiguos se
nos ofrecen el desarrollo completo de los períodos o divisiones estructurales en pueden señalar La Baume-des-Peyrards [ 51] (Drome), La Baume-Bonne [ 54]
que se basa la prehistoria. (Basses-Alpes). Para la parte media del paleolítico superior, La Baume-d'Oulen
[ 448], (Gard), La Salpétriere [39) (Gard), para los estadios sincrónicos con el
Laugerie-Haute :
magdaleniense : l'aven d'Orgnac [448] (Ardeche), l'abri Chinchan (Vaucluse) ,
I: Magdaleniense reciente (magd. V), capa l. la cueva de l'Adaouste (Bouches-<lu-Rhone). La secuencia estratigráfica más
11: Magdaleniense medio (magd. 111), capa I'". completa nos la ofrecen las distintas cuevas de Mónaco: principios del paleolítico-
111: Magdaleniense antiguo (protomag<l. Cheynier o badeguliense), ca- romanelliense.
pas I", I'.
IV: Solutrense, capas I', H", H"'. España
V: Protosolutrense, capa G.
VI: Auriñaciense V, capa D. El noroeste, desde los Pirineos a Portu gal, ha proporcionado numerosos yaci -
VII: Protomagdaleniense (Peyrony), capa F. mientos en cueva, en los que varios aseguran secuencias extensas, como El P endo
VIII: Gravetiense (perigordiense 111), capa B. (Santander), que presenta una serie escalonada del musteriense hasta el meso-
lítico, o la cueva de Morín [104] (Santander), que presenta los horizontes:
La Ferrassie: I: Aziliense.
II: Magdaleniense.
I: Gravetiense (perigordiense V), capas J, K, L.
III : Solutrense.
11: Auriñaciense I, II, III, IV, capas F, H, H', H".
IV : Gravetiense con puntas de Font-Robert.
III : Chatelperroniense (perigordiense I, 11), capas E, E'.
V: Auriñaciense.
IV: Musteriense, capas C, D.
VI: Musteriense con bifaces y azuelas.
V: Musteriense de tradición achelense, capa A.
Cue~o de la Mina [103) (Asturias) y Bolinkoba [92] (Vi~caya), presentan
la Micoque: secuencias muy completas del auriñaciense o del gravetiense al ma(Ydaleniense
I: Micoquiense, capa N. final, particularmente ricas para el solutrense. Altamira [93] y Ca;tillo (San-
II: Tayaciense, capa J. tander), no publicadas todavía en su totalidad, son útiles como referencia en
relación con el arte parietal.
III: Musteriense clásico, capa H.
IV: Tayaciense, capa F , E, C, A. El este Y el sur han proporcionado yacimientos importantes del paleolítico
medio, especialmente Gibraltar [96], [105] y la Cova Negra de Bellús, Játiva
De entre los yacimientos importantes que comprenden una secuencia extensa [97] (Valencia):
o con horizontes bien definidos, podemos recordar los siguientes :
I: Musteriense de influencia au riñaciense.
- para el paleolítico medio y primeras etapas del paleolítico superior: La Quina II: Musteriense evolucionado.
[42, 55] (Charente), Combe-Grenal, Pech-de-l'Aré [22], La Rochette (Dor- III: Musteriense típico.
<loña), abri Olha (Basses-Pyrénées ); IV: Tayaciense.

266 267
Son asimismo importantes la cueva de la Carigüela, en Piñar (Granada) , cou Grecia
rica secuencia desde el musteriense al neolítico. En el noreste peninsular, des•
taca el hallazgo fortuito de la mandíbula neandertaloide de Bañolas (Gerona) . Los depósitos aluviales del Peneo (Tesalia) han proporcionado varios niveles
La cueva de Parpalló [100], en Gandía (Valencia), con numerosos niveles que verosímilmente parecen corresponder al paleolítico superior. En el Epiro
que van de un gravetiense al solutrense (en sus niveles superiores con puntas y en la Élida [123] se han descubierto horizontes de facies mustero-levalloisiense.
de aletas y pedúnculo) y al magdaleniense inferior y medio, con un cráneo de El yacimiento de Kastron [121] (Élida, Killini) ofrece dos niveles del paleolítico
tipo Cro-Magnon. medio y dos horizontes probablemente del paleolítico reciente y epipaleolítico.
Rica colección de losetas de piedra pintadas o grabadas. Sant Gregori [95],
Falset (Tarragona) tiene dos capas interesantes por su afinidad con el romane-
lliense de la Provenza y de Italia. Lumentxa y otros yacimientos en la vertiente Norte y noreste de Europa
cantábrica han de aportar numerosos datos. Destaca finalmente los hallazgos
musterienses en las terrazas del Manzanares (Madrid). Gran Bretaña: Independientemente de numerosos yacimientos al aire libre con
testimonios mustero-levalloisienses, está comprobado el magdaleniense evolucionado
(cresswelliense) en diversas cuevas de Derby (R obín H odds cave), de Somerset
Italia (Gough's cave, Aveline's hole) y de Devon (K ent's cavem) [83].
Dinamarca y Países Bajos: Las fases finales del paleolítico superior están
Aunque en número bastante r educido, los yacmuentos italianos aportan una representadas por varios yacimientos («Federmesser Kultur») [89] .
serie estratigráfica geográficamente bien distribuida. En Liguria, las cuevas de Bélgica: Las cuevas del valle del Mosa, de Lieja a Namur y Dinant, destaca n
Grimaldi [119] (Balzi Rossi) nos ofrecen un amplio conjunto a partir del pa- por la presencia de secuencias comparables a las de las cuevas francesas, mus-
leolítico medio. Arene Candide [108], [118], cerca de Finale Ligure, ha propor- teTiense de diferentes estadios al conjunto de los horizontes aurmaciense, grave•
cionado una interesante serie del romanelliense y del epipaleolítico. tiense, magdaleniense (Engis, Spy [82], Goyet, Chaleux, Trou-Magrite, Fur-
En Venecia debemos destacar varios yacimientos que ofrecen la sucesión fooz [90]).
estratigráfica del rnusteriense al romanelliense : Quinzano (Verona), Colli Berici S uiza: El paleolítico medio está representado por diversas cuevas en las que
[112] (Vicenza). San B emardino [113] (Vicenza) ha proporcionado una in- una industria de aspecto musteriense (musteriense alpino) aparece asociada gene-
dustria musteriense con denticulados que se encuentra también en otros yaci- ralmente con r estos del oso de las cavernas (Cotencher [126], Drachenloch,
mientos de la región. La cueva de Broion (Vicenza) da la siguiente sucesión Wildkirchli).
estratigráfica: La serie estratigráfica, aparentemente interrump ida, se restablece en una
serie de depósitos de cuevas del magdaleniense r ecien te y final (K esslerloch,
I : Romanelliense (epigravetiense). Schweizerbild [130], Moosbühl [124] ).
11: Gravetiense. Alemania: Las condiciones paleogeográficas parecen haber sido poco favorables
111: Musteriense. para la conservación de numerosos yacimientos. El paleolítico medio está compro-
bado especialmente en Ehringsdorf (cerca de Weimar) y en M arkkleeberg [132]
El Lacio tiene por centro más importante el conjunto de cuevas del monte (próximo a Leipzig ). Una industria posiblemente relacion ada con el szeletiense
Circeo (grotta Guattari [116], grotta delle Capre, grotta del Fossellone [1061 ). ha sido descubierta en llsenhohle (jun to a Ranis, Turingia). La cueva de K lause
Esta última ofrece: (Baviera) ha proporcionado una serie que comprende el solutrense. El hambur-
I : Gravetiense. guiense, conocido en diversos puntos de la llanura septentrional, tiene su principal
11: Auriñaciense de tipo Circeo. yacimiento en Meiendorf (cer ca de H ambu rgo ) .
III: Pontiniense denticulado (micromusteriense sobre cantos). El magdaleniense recien te está abundantemente representado por las yaci•
IV: Pontiniense. mientos de la «F edermesser Kultur» (Peterfels [134] , Probstfels, Kniegrotte
En el sur se localizan diversos yacimientos im~ortantes en la cueva Roma- [135]). Bhillenhohle [136] (Jura suabo) nos proporciona tres horizontes magda-
nelli [107] (Apulia, Lecce): lenienses, el último de los cuales corresponde a la «Federmesser Kultur». El mag-
daleniense de la «Federmesser Kultur» está representado en Andernach. La serie
I, 11 y 111: Romanelliense (fauna fría). de las cuevas de Mauern [131] (Baviera) es la más extensa: mesolítico-magdale-
IV : Paleolítico atípico reuniendo las características del paleolítico niense-altmühliense (paleolítico antiguo )-musteriense.
medio y superior (fauna caliente). Austria: La estación más importante es Willendorf [151], que comprende un
nivel anterior al auriñaciense, dos niveles de aspecto auriñaciense (3 y 4), cinco
La cueva de San Teodoro [111] (Mesina) ha proporcionado un romanelliense niveles del gravetiense o estratos correspondient es quizás al solutrense occidental
de grandes piezas (facies. San T eodoro). (5 al 9). En este último nivel se halló la famosa «venus».

268 269
Europa oriental petrovsk, Voronej (Gagarino, Kostienki [161, 169, 170), Tel'man [165], Borchevo
[164]). Al norte de Moscú se halla el yacimiento de Sungir [159], y en la
Polonia: La mayor parte de los yacimientos corresponden a la región de Cra• cuenca del Pechora, próxima al océano Ártico, cierto número de yacimientos
covia. Está comprobada la existencia del paleolítico medio (cueva Ciemna y paleolíticos, aunque no se ha establecido exactamente su posición dentro de la
Okiennik). Existe una industria de aspecto auriñaciense, en especial la de Gora cronología general. Entre los numerosos yacimientos, varios ofrecen secuencias
Pulawska. El szeletiense se halla en Krakow-Zwierrzyniec (141) y Dzierzyslaw estratigráficas, en especial Siuren' [173] (paleolítico superior-epipaleolítico),
(147]. En Dzadowa Skala [142] y Nietoperzowa figuran los estratos correspon• Molodovo [171] (musteriense-paleolítico superior-mesolítico, en once niveles),
dientes al szelitiense, gravetiense y protosolutrense. El magdaleniense está re• Kostienki I [163] (paleolítico de tradición musteriense-auriñaciense-gravetiense-
presentado por los depósitos de la cueva de Maszyska [149). Es abundante el epigravetiense).
magdaleniense final, que por el swideriense enlaza con el mesolítico (Swidry,
Novy Mlyn).
Checoslo11aquia: Aparte los hallazgos dispersos, casi todos los yacimientos Asia
importantes están agrupados en Moravia. Los elementos de tradición musteriense
subsisten en el paleolítico superior antiguo de Podstranska o Ctvrte [152] ; el Próximo Oriente: Los yacimientos del paleolítico medio y superior, casi
szeletiense aparece en Orechov JI [153] y Dlha. La serie mejor representada todos en cuevas, se distribuyen por Siria ( Amrit, Yabrud), Líbano (Ras el Kelb,
corresponde a los depósitos de loes con industrias de aspecto gravetiense o proto• Ksar Akil, Ras Beyruth), Israel (Tabun [254], W ad, Skhul, Athlit, Kebarah
solutrense: Moravany-Podkovica, Petrkovice, Dolni-Vestonice [139], Pavlov [145]. [252]), Iraq (Shanidar [266, 267], Zarzi). El conjunto mustero-levalloisiense está
La cueva de Pekarna [140] ha proporcionado un horizonte de aspecto gravetiense muy bien representado, en parte interestratificado con industrias de hojas de
y otro del magdaleniense reciente. factura auriñaciense. Tabun da nombre al tabuniense (industria sobre lascas con
Hungría: El paleolítico medio, de factura mustero-levalloisiense, se encuentra buriles y raspadores)-achelense superior-micoquiense-levalloisiénse-musteriense. En
especialmente en las cuevas de Subalyuk, Porgolhegyer, Szelim, Tata, Kiskevely Yabrud, el yabrudiense, de aspecto musteriense, alterna con horizontes con hojas,
[156]. El szeletiense aparece en la cueva epónima de Szeleta, y también en los raspadores y buriles. En El Wad los caracteres chatelperronienses, auriñacienses
yacimientos de Pilisszantoer JI, Jankovich y Bivak [155]. El auriñaciense propia- y gravetienses enlazan en la sucesión de varios niveles del paleolítico superior.
mente dicho está presente en lstallosko [157]. Las industrias de facies grave• En Iraq la sucesión de industrias sobre lascas y otras sobre hojas se presentan
tiense y epigravetiense parecen empalmar con el mesolítico: Pilisszantoer, en las mismas condiciones generales.
Felsnische, Pétényi, Hont y Szodliget. Asia central: Son todavía escasos los hallazgos de series estratigráficas. En
Rumania: Son relativamente abundantes las industrias del paleolítico medio: Kazajstán _existe una industria con elementos leptolíticos comparables al paleolítico
Boinesti, Bordu Mare, La lzvor, Cheia, cap Midia. El szeletiense se encuentra en superior (Aul-Kanai) [269]. En Uzbequistán, el yacimiento de Techik-Tach [274]
Visag y Saligny; el auriñaciense en Boinesti, Suharu, Ceahlau. Las industrias de ha proporcionado una serie de cinco niveles de industrias sobre lascas ; el nivel
aspecto gravetiense se localizan en Buzaul Ardalean, Craciunesti, Ceahlau y superior contiene un enterramiento neandertaloide.
Mitoc [154]. Siberia: Los hallazgos dispersos efectuados en las cuencas del Oh, Yenisei,
Yugoslavia: Existen pocas estaciones de referencia. Para el paleolítico medio Lena y en la· Siberia oriental permiten establecer la existencia del paleolítico,
se pueden citar las cuevas de Gradac y Krapina; para el paleolítico superior, pero sin que pueda establecerse con seguridad secuencia alguna. La región mejor
Potocka, Mokriska y Lokve. estudiada es la del lago Baikal, donde el paleolítico superior está presente en
Bulgaria: La cueva de Malkata ha proporcionado una secuencia completa, con varios yacimientos, en especial en Mal'ta [270].
dos niveles musterienses y cuatro del paleolítico superior, el último de ellos con Asia oriental: La densidad de los yacimientos que se han explorado es muy
afinidades auriñacienses. Para el paleolítico medio se pueden citar Baca kiro débil; las secuencias son todavía escasas y el paralelismo con el Mundo Antiguo
[144] y Mirizlivka; para el szeletiense, Samuilica JI ; para el paleolítico re• occidental se limita a líneas muy generales. En Mongolia y la China septentrional
ciente, Pest [154]. se conocen las industrias sobre lascas de factura musteroide en el Ordos (Sara-
URSS eurorea: Paleolítico medio: son numerosos los yacimientos con indus- Osso-Gol [309]), Chansi (complejo de Fen [292, 294)) y en Hopeh (Chu-Ku-
tria mustero-lev•.lloisiense en torno del mar Negro: cuenca del Dniéster ( ll'inka, Tien 15 [296] ). Los estadios más recientes están representados en estas regiones
Vyhvatnitzy ), Crimea (Kiik-Koba, Clwkurcha, Staroselie), Cáucaso ( Achirabad, por industrias de carácter más leptolítico (Sara-Osso-Gol, Chuei-tong Keou,
Ochemchiri, ll'skaia), cuencas del Dniéper [162], del Don (Krasnyi lar) [161]. Cha-yuan, Chu-Ku-Tien superior). En Japón, el yacimiento de Nyu, Kyushu [315],
Entre el Dniéper y el Volga alcanzan una línea al norte que va de Chernigov prefectura de Oita, debe incluirse verosímilmente en el paleolítico medio.
a Volgogrado (Berdyj, Orehovyi log, Chibnov, Suhaia mechetka). La India proporciona numerosos testimonios del paleolítico. El noroeste (valle
Paleolítico superior: Ucrania y Rusia proporcionan cinco centros princi• del Soan, Penjab [309, 283]) ha aportado una sucesión aluvial que define el
pales, en Crimea [173] (Siuren' /), y en las regiones de Chernovtsi (Molodovo, soaniense, en el que los estadios «reciente A y B» son comparables a un paleo-
V oronovitsa), Cherginov ( M ezin, Puchkari L, Suponevo, Timonovka), Dniepro• lítico medio7 el estadio «evolucionado» a un paleolítico reciente o a un epipa•

270 271
leolitíco. La India central (región de Damoh, Madhya Pradesh [281]), por en- nizadas [317, 345, 354, 357). Somalía ha proporcionado una serie correspon-
cima de las industrias de bifaces y azuelas ofrece conjuntos de lascas. diente · al stillbayense (Hargeisa). Etiopía muestra igualmente el stillbayense
Sureste asiático: Birmania proporciona una sucesión de industrias de lascas, inferior, medio y superior, prolongándose hasta la aparición del magosiense ya
reciente (abrigo de Gorgora) .
el anyatiense, en las terrazas del Irawady [316]. Se puede citar también la
industria señalada en Java (Ngandong (314]). En Kenia, el yacimiento de Navaisha nos ofrece el eslabón entre el mustero-
En Borneo, un yacimiento en cueva (Niah [313]) ofrece una larga secuencia levalloisiense evolucionado, el protostillbayense y el stillbayense de hojas de
de industrias de lascas, de aspecto soaniense para los estratos inferiores, y que laurel. En Gamble's cave, el capsiense inferior de Kenia (sin relación cronológica
se prolonga con los caracteres más evolucionados hasta los períodos r ecientes. con el capsiense del Maghreb) siguen dos niveles del capsiense superior y final de
Kenia, el stillbayense y el estadio reciente del elmenteitiense.
La serie sangoense cubre en parte Kenia y Uganda. En la región de Yala-Alego
África varios horizontes del sangoense aparecen dominados por el magosiense. En Nson-
gezi _(Uganda) el protosangoense se prolonga en dos horizontes sangoenses.
Maghreb: Independientemente de los yacimientos del paleolítico antiguo que A frica del Sur: Rhodesia y el África del Sur se alinean en las mismas series
enlazan el levalloisiense con el paleolítico medio, cierto número de secuencias que el África oriental. Angola y el Congo se alejan sensiblemente en las etapas
estratigráficas aseguran las diferentes articulaciones del mustero-levalloisiense al recientes. Después del paleolítico antiguo con bifaces de factura achelense se
mesolítico. En Marruecos, Mugharet el Aliya [329], en Tánger, ha proporcionado sitúa el sangoense o el fauresmithiense (Fauresmith, estado de Orange). En Rho-
cinco niveles del paleolítico medio, de carácter musteriense, con hojas bifaciales desia, el sangoense está dominado por el protostillbayense y el stillbayense
y puntas pedunculadas. Djeóel lrhud ofrece un conjunto mustero-levalloisiense. (Bambata cave, Rodesia). Sigue luego el magosiense [343].
La cueva de Taforalt [332], en el Marruecos oriental, contiene una serie impor- En el África del Sur, después del sangoense, es establecen diversas facies
tante con 1111 nivel mustero-levalloisiense en la base, enci ma del cual hay el ate- regionales (Stillbay, Moissel bar, Pietersburg, Alexandersfontein) que conducen
riense y un conjunto ibero-mauritano. al magosiense.
El ateriense está ampliamente representado en Argelia (Bir el Ater, Oued En Angola y· en el Congo [353) la continuación del sangoense se divide en
Djouf el Djemel, Bérard) y aparece debajo del ibero-mauritano en cap Ténes. dos secciones estratigráficas. El lupembiense, en el bosque húmedo evoluciona
El ibero-mauritano ofrece una progresión hacia formas próximas a las del neolítico sobre varios niveles hasta el lupembochitoliense, mientras que las r~giones más
en Columnata y Champlain. secas desarrollan en series paralelas el sofwiense (Sofwe, Upemba). En las dos
En Tunicia, el ateriense aparece con anterioridad al capsiense en Ain Me- ramas la serie acaba con el chitoliense, contemporáneo del magosiense.
terchem (336]. Al musteriense se sobrepone el ibero-mauritano en Oued el Akarit.
Para el capsiense de la r egión epónima de Gafsa pueden citarse los yacimientos A. L.-G.
de El Mekta [328] y Lalla.
Sáhara : El paleolítico medio y reciente está constituido por numerosos yaci- C) Epipaleolítico y mesolítico
mientos aterienses de superficie (Tiuririn [319] ), quizás en relación estratigráfica
Europa occidental
con los depósitos del paleolítico antiguo (Zauia el Kebira (326]). Cirenaica
ha proporcionado, en grutas o en terrazas, una secuencia muy completa [331]. En Europa~parece necesario distinguir las culturas sin microlitos, represen-
El mustero-levalloisiense está presente en dos estadios climáticos (l.ª fase Hajj . tadas en Espana por el asturiense [91) y las culturas con microlitos, que perte-
Creiem, 2.ª fase Wadi Derna). El ateriense abunda en Wadi Can. La cueva de necen a tres fases (v. pág. 69) y presentan además facies particulares, de los
Haua Fteah ha proporcionado una serie exte_n sa que comporta el mustero-levalloi- bosques y de las costas.
siense, indicios de ateriense, dos niveles de la cultura de Dabba y tres de la Francia: Las tres fases están presentes en "cuzoul-de-Gramat [ 44] (sauvete-
cultura de Hagfet et Tera. Estos dos últimos yacimientos parecen asegurar un rriense, tardenoisiense, tardenoisiense III o neolítico de tradición tardenoisiense)
enlace progresivo con los estadios recientes. Y e? Sauv_eterre-la-Lémance, Lot-et-Garonne (abrigo de Martinet) [37]. Éste es un
Egipto y Sudán ofrecen numerosas estaciones de superficie, algunas todavía abrigo baJo roca, en el borde del río Lémance, excavado por Coulonges a partir
localizadas en las terrazas [331]. La secuencia del paleolítico inferior concluye de 1923. Comprende seis capas que abarcan desde la edad del hierro al mag•
con una serie mustero-levalloisiense, seguida del sebiliense (Kom Ombo [337]). daleniense.
La serie más extensa es la de la depresión del Kharga (324], que se inicia en
el paleolítico inferior, siguen luego dos etapas levalloisienses y el levallois-khar• I: Capa potente con numerosos objetos de la edad del hierro y galorro•
manos.
guíense, kharguiense, ateriense, un epilevalloisiense, un estadio microlítico y,
finalmente, el neolítico. II: Tardenoisiense III. Varios fondos de cabaña delante del yacimiento.
África oriental: La cronología está establecida por numerosos trabajos geoló, Utillaje del mismo tipo pero más voluminoso que en t. I y t. II. Flechas
neolíticas, cerámica.
gicos y las industrias de Kenia, Tanzania y Uganda están sensiblemente sincro-

272 273
10. A. LEROI: La Prehistoria.
III: Tardeuoisiense 11. Muy prox1mo al t. I, pero un número superior de (hachas y azuelas, empuñaduras, agujas, anzuelos, arpones), dientes perforados.
puntas. Ausencia de triángulos. Aparición de auténticos trapecios, de Varios ejemplos de huesos decorados. Colgantes de ámbar. Los materiales se
flechas con corte transversal y pedúnculo con retoques. hallan en el Museo de Copenhague [79].
IV: Tardenoisiense l. La capa consiste en un fondo de cabaña de unos seis Noruega: Los yacimientos de Fosna y de Komsa son estaciones epónimas carac-
metros de diámetro y un espesor de 15 cm. La industria lítica es de talla terísticas de las culturas de microlitos de la fase I [74, 76].
menos reducida que en el sauveterriense: hojas truncadas, numerosos mi-
Bélgica: La fase 1 está comprobada en Rémouchamps, Chaleux, Montaigle
croburiles, puntas, ausencia de triángulos, ·así como núcleos utilizados
(cultura de Rémouchamps [88] y las fases II y 111 en Zonhoven (tardenoisiense
como raspadores, hojas y raspadores. Industria del hueso rudimentaria
y tardenoisiense reciente).
con talla de astas de ciervo y colmillos de jabalí. Fauna posglacial.
V. Sobre los escombros se asienta una capa sauveterriense. La industria Alemania: La fase I está representada por la cultura de Ahrensburg-Lavenstedt
lítica se caracteriza por la disminución de la talla (triángulos minúsculos, (Stellmoor, Hohlen-Stein), en tanto que se encuentra tardenoisiense en Ensdorf,
pequeñas hojas de dorso rebajado) y por la aparición de tipos nuevos
Federsee, Tannstock (fase 11) y Ensdorf (fases II y 111).
(medias lunas, microburiles). Raspadores grandes de tipos diversos. Úni-
camente un punzón de hueso. Ausencia de arte, aunque hay cantos con
manchas de color que posiblemente sean de tradición aziliense. Ciervo, Europa oriental
castor, jabalí, gato salvaje. buey, y gran abundancia de caracoles.
VI: En la base, capa poco potente de magdaleniense V con buriles pico de ·E n Polonia, el swideriense o chlabowiciense (Swidry, Chlabowice) pertenecen
flauta, hojas de dorso rebajado, algunos microlitos. No hay arpones pero a la fase I, un tardenoisiense representa la fase 11. En Estonia, en Kunda, se
sí agujas, azagayas de doble bisel, punzones, alisadores. Reno. Este mag- encuentra una facies de los bosques de la fase 11 (cultura de Kunda). El tarde-
daleniense se sitúa antes de la oscilación cálida de Allerod, hacia el noisiense está comprobado en Crimea, en Murzak Koba, así como en Shan Koba.
10 000 a. de J. C. Hacia el fin del magdaleniense V se derrumba la visera Este grupo contiene seis niveles que van desde el neolítico hasta el principio del
del abrigo y se abandona éste, probablemente durante el magdaleniense VI epipaleolítico [239].
y el aziliense.
I: La capa superior contiene un utillaje microlítico con puntas de flecha
y algunos tiestos de cerámica primitiva.
El aziliense (Le M as-d'Azil [60], Rochereil [ 43]) puede ser llevado a la fase I,
A la fase II pertenece la estación epónima de La Fere-en-Tardenois [38]. Se II: En las dos capas siguientes el utillaje predominante es microlítico, con
conoce el tarden-0isiense costero (fase II) en Téviec [61] y en Hoedic [59]. numerosos trapezoides, hojas y hojitas con truncado retocado.
Las facies de los bosques son atribuibles al campiñiense (Campigny, fase II [87]), 111: En las dos capas siguientes persiste un utillaje lítico aún próximo al del
que se desarrolla en el neolítico de tradición campiñiense (fase 111) o al montmo- paleolítico superior, pero se inicia un gran desarrollo de las formas geo-
renciense (Piscop, fase II). métricas (triángulos y trapezoides).
Península ibérica: culturas con microlitos: aziliense de Santímamiñe y Valle IV: La capa más antigua, que ha dado nombre al período, contiene una in-
(fase I). La Cocina comporta epigravetiense (fase I) y tardenoisiense o gravetocap- dustria muy próxima a la del paleolítico superior (hojas grandes y anchas,
siense (fase 11) [91]. Las culturas costeras están testimoniadas durante la fase U buriles oblicuos, puntas de borde retocado convexo) y puntas con pe-
con el tardenoisiense de Muge (Portugal) [102]. dúnculo.

Asia
Norte de Europa
Asia central y oriental: Se encuentran culturas de microlitos no geométricos
En Gran Bretaña (fase II), el tardenoisiense está representado en Farnham, en Siberia: culturas de los valles de Angara, Khina, Chasyte [277), en la China
Peacok's Farm, en tanto que la estación de Broxbourne (maglemosiense) es un septentrional : cu_lturas del Ordos [293], y en Japón.
ejemplo de la facies de bosques [78]. India y sureste asiático: Se han distinguido culturas con microlitos geométricos
Dinamarca: Culturas costeras de Ertebolle (ertebolliense de las fases II y III), en Khandivli, al norte de Bombay [280]. Es el único yacimiento con estratigrafía,
culturas de los bosques de Lingby y maglemosiense (de magle mose = gran tur• en la India, donde los microlitos están asociados a industrias más antiguas.
bera), de Mullerup y Svaedborg (fase II). En esta última estación, excavada por Descubierto en 1959 por Todd, comprende una industria del paleolítico inferior,
Fries-Johansen en 1918-1919 y Broholm en 1926-1931, se ha hallado, sin estrati- luego una industria sobre hojas y lascas, después una industria de hojas y bu-
grafía, una industria microlítica (microlitos, mir.ro buriles), macrolítica (hachas riles y, finalmente, una industria microlítica que presenta los mismos tipos (hojas
y azuelas talladas), raspadores, cuchillos y buriles. Industria en asta dt> ciervo de dorso rebajado, medias lunas, etc.) que las numerosas industrias microlíticas
muy desarrollada (hachas y azuelas perforadas). Industria de hueso abundante de superficie con o sin fragmentos de cerámica. La misma cultura se encuentra

274 275
en la cueva de Panganreang Tudea [304), Célebes del Sur, que ha proporcionado depósitos de 7 m de espesor; ha sido explorado en gran parte. Las habitaciones
tres niveles arqueológicos que comprenden:
de planta rectangular, de tierra apisonada, permiten establecer 16 fases de re-
1: Toaliense reciente con utillaje de hueso, puntas de flecha con dientes construcción; la cerámica sólo aparece en los cinco niveles superiores. La indus-
aserrados, tiestos. tria lítica es de hojas y microlitos, en piedra dura las hachas, azuelas y molinos.
II: Toaliense medio con microlitos (hojitas, medias lunas). Se cultivan el trigo y la cebada, están domesticados la cabra y el carnero. Tene-
III: Toaliense antiguo, en el que predominan las lascas. mos dos series de dataciones por el método del carbono 14, las primeras en verdad
demasiado bajas, las segundas alrededor del 6700 a. de J. C. El yacimiento tipo
Se distinguen igualmente las culturas de piedra pulida en Indochina con el del neolítico es el tell Hassuna [250), también en Iraq ; se trata igualmente de
bacsoniense y el hoabiniense y, en Borneo, P.n la cueva de Niah. un poblado con viviendas rectangulares de adobe, con numerosas etapas de recons-
Próximo Oriente: El mesolítico está comprobado en Palestina, en W ady en trucción. La cerámica de Hassuna, pintada o con incisiones, es única en los cinco
Natuf [263], en Monte Carmelo, Jericó (natufiense). (v. p. 00); en Iraq," en niveles de base; la de Samarra y la de Halaf aparecen en los dos niveles supe-
Zawi Chemi Shanidar . [266, 267), Karim Shadir (Karim Shahirien) y en Irán, riores (calcolítico antiguo). El nivel con cerámica de Samarra se fecha en el
en Tepe Asiab, en la cueva Belt (249]. 5080 a. de J. C. El desarrollo del calcolítico, con o sin neolítico en la base, se
puede seguir a través de las espesas capas de los numerosos tells de Iraq, Irán
y el Turkmenistán meridional, donde la exploración solamente ha sido parcial:
África Arpachiyah, Chagar Bazar, T epe Gawra en Iraq ; Sialk, T epe Giyan, Tepe
Mussian, Djaffarabad, Chechmeh Ali, Tal-i-Bakun en Irán ; Anau y Namazga
Maghreb: Las culturas de microlitos [33] están representadas en el norte de T epe en Turkmenistán.
África por el capsiense (se divide en capsiense típico, en otros tiempos getuliense,
capsiense superior y neolítico de tradición capsiense ), en Argelia y en Marruecos Próximo Oriente
por el ibero-mauritano (que se divide en ibero-mauritano I, 11 y III), siendo
La Mouillah (Orán) la estación tipo (320). Se trata de una estación al aire libre En el Próximo Oriente mediterráneo, el yacimiento de Jericó, en Jordania,
si_tuada a unos 5 km al norte de Marnia, en la frontera argelino-marroquí, descu- ha adquirido merecida fama; es un tell de 21 m de altura, excavado en diversas
bierta en 1899 por Pallary y excavada en 1907 y 1910 por Barbin. La industria, ocasiones, siendo las campañas más importantes las de Garstang en 1930-1936
muy abundante y sin estratigrafía, comprende hojitas y lascas toscas, gran can- y las de la señorita Kenyon en 1952-1958 [258, 259]. Ha dado la siguiente estra-
tidad de hojas con el dorso rebajado (50 % del utillaje obtenido) o cueva tigrafía, de arriba abajo:
des Pigeons (Marruecos) es interesante por las fechas del carbono i4 que ha
dado, con tres capas de ibero-mauritano en las que la cronología se escalona del - Fase protourbana, bronce final, medio y antiguo.
10 000 al 8550 antes de J esucristo. . - Neolítico de cerámica B (Jericó VIII de Garstang): ceram1ca incisa.
África oriental: Las culturas con microlitos se encuentran asimismo en Gam- - Neolítico de cerámica A (Jericó IX de Garstang): cerámica pintada.
ble's cave (capsiense de Kenia) y en Egipto, en Sebil (sebiliense) (337). - Protoneolítico (o neolítico precerámico) B: casas rectangulares de adobes,
industria lítica tahuniense. Cráneos remodelados. Cabra domesticada. Fe-
A. E. chas del carbono 14: 6250 y 5850 antes de Jesucristo.
Protoneolítico (o neolítico precerámico) A: casas de plan ta circular de
adobes, industria lítica de tradición natufiense, muro en torno al poblado,
D) Neolítico con torre. Preagricultura, posible cría de ganado. F echa del carbono 14:
6850 antes de Jesucristo.
Oriente Medio Mesolítico : industria lítica natufiense, hoces, arpones de ·hueso. Santuario.
Fecha del carbono 14: 7800 antes de J esucristo.
~os n~merosos t:lls (árabe) o tepés (iranio) · distribuidos por el Próximo y
Med10 Oriente constituyen la fuente esencial de nuestra documentación sobre el Asimismo en Jordania, el yacimiento de Seyl Aqlat, cerca de P etra, ha propor-
neolítico y el calcolítico de estas regiones. Aunque pocos de ellos han sido total- cionado a D. Kirkbride cuatro poblados precerámicos superpuestos, el más an-
men:e excavados, a~undan los sondeos y proporcionan la estructura estratigráfica ; ti guo fechado por el carbono 14 en el 6830 antes de J esucristo.
el numero de estaciones no violadas es aún muy elevado. Insistiremos poco aquí En I srael, la estación de Nahal Oren, excavada por Stekelis y Yizraeli, ha
sobre los yacimientos de Iraq e Irán, ya que a ellos se dedica otro volumen de dado en estratigrafía un nivel precerámico con una gran obra en piedra, un po-
esta colección. El yacimiento clásico (y el primero conocido) del neolítico pre- blado precerámico más antiguo con habitaciones de planta circular o elíptica,
ceram1co es el pequeño tell de Qalat ]armo, en el noreste de Iraq (248). Exca- de piedra, e industria lítica de tradición natufiense, natufiense con edificaciones
vado por Braidwood en 1948 [248), tiene dimensiones de 140 X 90 m, con en piedra y necrópolis, y restos del paleolítico superior .

276 277
En la Siria meridional, Contenson y Van Liere estudiaron en 1963, 1,n Tell En Cilicia, el tell de M ersin, excavado por Garstang [255]. mid~ 25 m. de
Ramad, un pequeño tell (5 m de depósitos) con el siguiente resultado, de arriba espesor y 200 m de diámetro. Las capas más profundas, ~itu_adas baJo _~l ni~e~
abajo: hidrostático, no han podido ser excavadas. Han dado la s1gmente estrat1graf1a .
- Neolítico medio con cerámica espatulada y decoración incisa de peine.
- Neolítico antiguo con casas rectangulares de ángulos romos, recipientes - XII-XIV: calcolítico final: cerámica g~is, cerámica pintada de tradición de
de cal molida, puntas con pedúnculo. El Obeid, cerámica negra con brillo y decoración pintada en blanco.
- Neolítico precerámico con afinidades del Jericó precerámico B: casas con - XVI: calcolítico reciente: cerámica pintada con afinidades Halaf Y
el suelo revocado, hoces, flechas con muescas basales. El Obeid.
- XVII-XIX: calcolítico medio: desarrollo de la cerámica pintada.
En el Líbano, el tell de Biblos, excavado desde 1950 por Dunand, es uno de _ XX-XXIV: calcolítico antiguo: cerámica pintada con decoración lineal.
los yacimientos excavados con más intensidad. El neolítico ha sido dividido en - XXV-XXVI: neolítico reciente, aparición de la cerámica pintada.
tres etapas; después de los niveles del período histórico y de la edad del bronce _ XXVII-XXXIII: neolítico antiguo: bellas puntas de lanza de obsidiana,
se ha hallado : cerámica con decoración impresa. Fecha del carbono 14: 5990 antes de
Jesucristo.
- Eneolítico con una necrópolis de sepultura en jarras y la aparición del
metal (puñales de cobre, adornos en oro y plata). En la Anatolia meridional, la estructura cronológica nos la proporci_onan las
- Neolítico final, con cerámicas toscas en forma de tiestos. excavaciones de J. Mellaart en Hacilar [262) y Chatal Hüyük Est [261]. Tam-
- Neolítico medio, decadencia de la arquitectura y aparición de vasijas de bién l~s de S. Lloyd en Beycesultan [260]. Hacilar, excavado en 1958-1960,
fondo plano. presenta la siguiente sucesión:
- Neolítico antiguo, con casas rectangulares con el suelo enyesado, puñales
y flechas pedunculadas, cerámica de fondo curvado y decoración impresa - Calcolítico antiguo (niveles I-V). Fechas del carbono 14: 5097 Y 5219
o incisa, cantos con figuras antropomorfas. Fechas del carbono 14: 5043 antes de Jesucristo.
y 4592 antes de Jesucristo. - Neolítico reciente (niveles VI-IX), con arquitectura bien desarrollada,
cerámica pintada, figuras antropomorfas y zoomorfas. Fechas del carbo-
En el norte de Siria, el tell de Ras Shamra ofrece una nueva estratigrafía no 14: 5487 y 5590 aptes de Jesucristo.
extensa, de 20 m de espesor. Ha sido excavado desde 1934 por Schaeffer, con la - Neolítico precerámico (siete niveles).
colaboración de Courtois y Contenson. Ha dado la siguiente estratigrafía:
Chata! Hüyük Este, excavado desde 1961, es un vasto tell de 500 X 300 m
- Niveles I y II: períodos históricos y bronce medio. de diámetro y 17,50 m de altura. Los niveles superiores, únicos excavados,
- Nivel III a: bronce antiguo. muestran un magnífico neolítico medio, con casas bien distribuidas, santuarios,
- Nivel III by c: calcolítico final, con cerámica pintada del tipo de El Obeid. frescos murales, figuras de arcilla y de piedra, etc. .
El n:ivel III c se ha fechado en el 4582 antes de Jesucristo. Beycesultan muestra en sus 40 niveles toda la secuencia del bronce antiguo
- Nivel IV: calcolítico antiguo, en relación simultánea con el calcolítico y del calcolítico reciente. El calcolítico reciente se fecha en el 3163 y en el 2881
iraquí (cerámica del tipo de Halaf) y con el neolítico libanés y de Pa- antes de Jesucristo.
lestina.
- Nivel V a: neolítico final: cerámica negra con brillo, aparición de la ce-
ránica pintada. Datación del carbono 14: 5528 antei; de J esucristo. P enínsula balcánica
- - Nivel V b: neolítico medio·, casas con suelo enyesado, cerámica con brillo,
vasos de cal molida. Datación del carbono 14: 6052 antes de Jesucristo. En una importante zona de la península balcánica las fuentes de documen-
- Nivel V c: neolítico precerámico; casas cuadradas de ladrillos y cimientos tación fundamentales son tells muy parecidos a los que hemos visto en el Próximo
de piedra, glacis en muro de circunvalación; molinos y boles de piedra, Oriente: tales son, en especial, en Tesalia y Bulgaria. En Tesalia, las excavaciones
moldeados en tierra sin cocer, cabra, buey y cerdo domesticados. Fechas antiguas de Tsountas, Wace y Thompson [224] han proporcionado las líneas
del carbono 14: 7292 a. de J. C., 6757 a. de J. C., 6526 antes de Jesucristo. generales de una cronología precisada posteriormente por las excavaciones de
Milojcic [218] y de Théocharis. Sesklo, excavado en 1901-1902 por Tsountas!, Y
Otros numerosos tells del norte de Siria han proporcionado largas estratigra- Rakhmani excavado por Wace y Thompson en 1910 [224], presentan la suces10n
fías; así llama, T ell-Judeideh y otros tells de la región de Antioquía, que han de materiales de la edad del bronce, de un calcolítico (Ráchmani), de un
permitido a Braidwood elaborar una estratigrafía compuesta centrada en la neolítico reciente (Dimini), de un neolítico antiguo (Sesklo). En 1956, Théocharis
llanura de Amuq [247]. añadió, al mismo Sesklo, un neolítico precerámico. Argissa-Magoula [218, 219],

278 279
cerca de Larissa, tell de 11 m de altura, proporcionó en 1954-1958 a Milojcié - Nivel B (6-8 m): civilización de Vinca, fase antigua (Vinca-Tordos, neo-
una cronología más perfecta, de arriba abajo: lítico medio). . .. ,
-- Nivel A: civilización de Starcevo y fase antigua de la de Vmi;.a (trans1c1 on
- vestigios de bronce antiguo; del neolítico antiguo al medio).
- Bronce antiguo, medio y reciente.
Bubanj presenta la siguiente sucesión:
- Neolítico reciente.
- Proto-Sesklo con aparición de la cerámica pintada.
IV: Bronce antiguo.
- Neolítico antiguo con cerámica sin decorar. III: Edad del cobre reciente, civilización de Cotsofeni-Kostolac.
- Neolítico precerámico, con cabañas de ramaje, industria de hojas de obsi-
II: Edad del cobre antiguo, civilización de Bubanj-Hum.
diana, discos de oreja, domesticación de la cabra y del carnero, y agri-
I: Neolítico antiguo, civilización de Stare,:evo.
cultura.
- Algunas piezas mesolíticas y paleolíticas. En el oeste de los Balcanes, las mejores estratigrafías han sido obtenidas por
Benac en 1955. En el abrigo de Crvena Stijena [230] (Abrigo rojo), en Monte-
Otzaki-Magoula [218) proporciona los eslabones que faltan en esta estra- negro, en el que hay la siguiente estratigrafía :
tigrafía:
I: Bronce final.
- vestigios de bronce antiguo; II: N eolítico medio: fauna salvaj e y doméstica, industria lítica de hojas,
- vesti gios de Bronce anti guo ; cerámica incisa de la cultura de Danilo.
- fosas calcolíticas (Larissa-Rakhmani) ; III: Neolítico antiguo : fauna salvaje, industria lítica de hojas, cerámica im-
- cuatro niveles de neolítico reciente ;
presa y cardial.
- tres niveles típicos Sesklo;
IV: Mesolítico.
- un nivel «Pre-Sesklo», con cerámica impresa afín a la Starcevo;
V: Epi paleolítico.
- un nivel Proto-Sesklo.
En el abrigo de Zelena Pecina (Abrigo verde ) [228], en Herzegovina, se han
De entre los numerosos tells búlgaros, Karanovo (250 X 150 ·m de diámetro
observado:
y 12,40 m de altura) ha sido explorado con mucha intensidad (excavaciones de
Mikov y Georgiev, 1936-1957 (180)). Se han distinguido siete niveles: I : Edad del cobre: cerámica de la civilización de Vucedol.
11: Neolítico reciente: cerámica incisa y pintada de la civilización de Hvar-
- VII (superficie-2,50 m): bronce antiguo (e n terminología surbalcánica) . Lisic ici.
- VI-V (2,50-8,20 m) : calcolítico; casas rectangulares de dos habitaciones, 111: Neolítico antiguo: cerámica con impresiones digitales y ungulares.
cerámica policroma, estatuillas planas, hachas-martillo.
- IV (8,20-870 m): neolítico final, con afinidades Boian. Antes de abandonar los Balcanes, hay que señalar las importantes excavaciones
- 111 (8,70-9,60 m): neolítico reciente: vasos polípodos y asas de botón. en los poblados calcolíticos (civilización de Cucuteni-Tripolyé) efectuadas en
- 11 (9,60-11,30 m): neolítico medio; desaparición de la cerámica pintada, Rumania ; las estaciones de Habasesti (44 casas) y de Trusesti (98 casas) han
decoración de acanalados. sido exploradas en su totalidad. Asimismo en Ucrania, el poblado de K olo-
- I (11,30-12,40 m): neolítico antiguo; casas cuadradas de madera, escasa rniscina / (39 casas), pertenece a la misma civilización.
industria lítica, con hoces y hachas pulidas. Cerámica pintada e incisa,
figurillas femeninas.
Europa central
En el norte de los Balcanes las estaciones de Vinca y Bubanj [238), en Servia,
desempeñan una función fundamental de referencia, tanto por su prolongada Desaparecen los tells y son más escasas las estratigrafías directas. La estación
ocupación como por su posición central. El iell de Vinca, excavado por Vasic de Vucedo!, en Hungría, presenta no obstante 4 m de depósitos, con la siguiente
a principios de siglo, presenta una estratigrafía escalonada en 8 m : estratigrafía :

- Nivel F (0,60-1,50 m): edad del bronce. 4: La Time y Edad Media.


- Nivel E (1,50-2,50 m): civilización de Baden (edad del cobre) . 3: Edad del cobre reciente : civilización de Vucedol.
Nivel D y C (2,50-6 m) : civilización de Vinca, fase reciente (Vinca-Ploi:nik, 2: Edad del cobre medio: civilización de Baden, con dos niveles de hábitat.
neolítico r eciente). 1: Neolítico antiguo: civilizac.ión de Starcevo-Koriis.

280 281
Asimismo en Hungría, la estac10n de Szekely presenta la suces1on de las bono 14 en el 3500 a. de J. C.) constituyen una valiosa fuente de noticias
civilizaciones de la edad del cobre: 3, Baden; 2, Brodrogkeresztur ; 1, Tiszapolgar. para el neolítico chipriota.. , . .
En Checoslovaquia, el poblado de Bylany, en Bohemia, que comprende 22 ha, En Creta, el único yacimiento neolítico importante esta estratificado baJo
está en curso de t xcavación bajo la dirección de B. Soudsky. Presenta un mínimo los palacios de Cnossos, y la estratigrafía ha sido precisada por Evans en 1963:
de once reocupaciones sucesivas en el curso del neolítico antiguo (Rubané lineal) .
Los materiales, estudiados con fichas perforadas, permite seguir de manera clara - Edad del bronce : palacios minoicos.
la evolución interna de una nlisma civilización. La estación ha sido reocupada - Neolítico reciente.
aunque de modo más reducido durante el neolítico medio (civilización de _ Neolítico medio: construcciones cuadradas con muros de piedra, cerámica
Lengyel). incisa.
En la Alemania meridional, en Wurtemberg, el yacimiento de Lauterach, _ Neolítico antiguo (con dos horizontes) : edificios rectangulares de ladrillos
simple abrigo bajo rocas utilizado como estación de caza, proporcionó no obs• con cimientos de piedra, cerámica con decoración plástica y puntillada ;
tante, en 1963, a Tau te, una extensa estratigrafía: fecha del carbono 14 para la parte superior: 5050 antes de Jesucristo.
_ Neolítico precerámico (o sin cerámica): fosas excavadas en el suelo, fauna
- Nivel A: bronce medio (cultura de túmulos). doméstica y cereales cultivados, útiles en obsidiana, espátulas de hueso,
- Nivel B: neolítico reciente (Schussenried). estatuillas de piedra, nada de cerámica. Fecha del carbono 14: 6100 antes
- Nivel C: neolítico medio (Aichbühl).
de Jesucristo.
- Nivel D: neolítico antiguo (Rubané).
-- Nivel E: mesolítico tardío. En Italia, el Castello de Lípari proporcionó a L. Bernabó Brea y M. Cavalier,
en el período 1950-1960, una estratigrafía sumamente extensa [211) :
Asimismo en Wurtemberg, el hábitat de Goldberg, excavado por G. Bersu,
presenta tres fases de ocupación:
9: Edad del hierro. - 8 : Bronce final. - 7: Bronce medio. - 6: BroncP.
III: Neolítico final: facies lateral de la civilización de Rivnac-J evisovice.
antiguo.
11: Neolítico reciente: civilización de Michelsberg, con cerámica importada 5: Calcolítico reciente, con cerámica del tipo de Piano Quartara.
del tipo de Schussenried. 4: Calcolítico antiguo, con cerámica de estilo de Piano Conte.
I : Neolítico medio : civilización de Roessen, con cerámica importada del 3: Neolítico reciente, con cerámica de estilo de Di~a, con escorias de cobre.
tipo de Aichbühl; numerosas casas rectangulares de dos compartimientos. 2: Neolítico medio, con cerámica del tipo de Serra d'Alto.
1: Neolítico medio, con cerámica del tipo. de Capri.
En el valle del Rin, el hábitat de Lindenthal, excavado íntegramente en
1929-1930 por Buttler y Haberey, ha permitido observar igualmente todo el En el norte de Italia, la cueva de Arene Candide proporcionó al mismo Ber•
desarrollo del neolítico antiguo con cerámica de bandas aunque ele manera menos nabó Brea, de 1939 a 1950, una importante estratigrafía [210):
precisa que en Bylany, puesto que sólo se han distinguido cuatro fases de
ocupación. 1: Romano. - 2: Edad del hierro. - 3: Edad del bronce.
4: Neolítico reciente con cerámica del tipo Chassey-Lagoz7.a, flechas.
E uropa septentrional .5: Neolítico medio con vasos de boca cuadrada y tetralobulada, decorados en
el e~tilo de Chassey-Matera, flechas, sepulturas en cista.
Son escasas las estratigrafías, pero las excavaciones en las turberas han permi- 6: Neolítico antiguo con cerámica cardial y con impresiones.
tido obtener interesantes observaciones. En el Schleswig, Schwabedissen pudo 7 : Epipaleolítico.
comprobar, después de numerosas observaciones en el Satru.per Moor, la sucesión 8: Paleolítico superior.
civilización de vasos en forma de embudo (neolítico antiguo, con dos fases re-
presentadas)-ertebi:illiense (mesolítico tardío o protoneolítico). Las fechas del En las cuevas y abrigos de la Francia meridional abundan las estratigrafías
carbono 14 se sitúan entre el 3000 y 2800 para el neolítico antiguo y 4000 y 3400 extensas y han dado lugar a varias e interesantes excavaciones. Citemos a
para el ertebi:illiense. Cháteauneuf-les-Martigues (Bouches-du-Rhone) , metódicamente excavado por
Escalon de Fonton [192), después de los primeros trabajos de Repelin el
Europa mediterránea año 1900: 17 capas muestran superpuestos el neolítico reciente, el neolítico
antiguo con cerámica cardial, el mesolítico tardío (tardenoisiense), hacia el final
. En la Europa mediterránea las excavaciones realizadas por Dikaios en los del cual aparece un carnero probablemente ya domesticado. La cueva de Font-
poblados neolíticos de Kirokitia (protoneolítico y neolítico antiguo, datado por el bregoua (Salernes, Var), excavada por A. Taxi!, presenta la superposición del
catbono 14 en el 5675 a. de J. C.) ·y Sotira (neolítico reciente, fechado por el car- chassense :reciente (neolítico reciente) , del chassense antiguo (neolítico medio),

282 283
cardial reciente y antiguo (neolítico antiguo). La dolina de Roucadour (Thémines, E) Australia, Oceanía
Lot), presentó a A. Niederlender, en 1951-1952, la siguiente sucesión:
Australia
- Capa A 2: Edad del bronce,
- Capa A 1: Neolítico reciente con cerámica tosca de tipo original, flechas, Estaciones antiguas: Keilor, cerca de Melbourne. En 1940 se halló un cráneo
cortantes y perforantes, fundas de hacha en asta de ciervo. humano comparable al cráneo de Wadjak y mucho más primitivo que el. de los
- Capa B: Neolítico medio, con cerámica chassensé, con seis hogares divi- australianos actuales. Las recientes excavaciones realizadas por Gill hacen pensar
didos en dos conjuntos arqueológicos. Flechas de carbono 14: 3229 antes que el hallazgo se efectuó entre dos niveles sin industria, aunque con huesos
de J. C. en la hase y 2319 a. de J. C. en la cumbre. carbonizados, que se fechan respectivamente en el 28 000 ± 500 y en el 15 000
Capa C: Neolítico antiguo con cerámica impresa, pequeñas flechas cor- ± 500. Se sitúa entre el - 16 000 y el - 13 000.
tantes, fauna esencialmente salvaje. Fecha del carbono 14: 3980 antes de Fulham cerca de Adelaida, ha proporcionado una industria de cantos Y de
Jesucristo.
chopping-t~ols situados sobre arenas eólic~s y por debajo de arenas fluviales, con
La cueva de la Grande-Baume (Géménos, Bouches-du-Rhóne) proporcionó a arcillas lacustres y arenas del estuario. El nivel arqueológico antiguo está situado
Lagrand, Courtin y Palun la siguiente secuencia: a una profundidad de 3 m del nivel actual del mar. Encima de las arcillas la-
custres se han hallado puntas «pirri». En la isla Tartanga, en el Murray, a corta
- Edad del bronce y edad del hierro. distancia de Devon Downs, existe un abrigo con 4 m de depósitos que presenta
- Calcolítico con cerámica campaniforme, flechas perforantes y dientes nueve niveles agrupados en dos series: A-E, F-I. La capa C tiene una antigüedad
de hoz. de 6030 años ± 120 años, es decir, hacia el - 4000.
- Neolítico reciente con cerámica chassense, flechas cortantes y perforantes. La isla del Canguro, en la desembocadura del Murray, excavada por Tindale
- Neolítico antiguo con· cerámica cardial y flechas cortantes. y Macgraith, proporcionó una industria de cantos y de chopping-tools.
Cape Martin (Australia del Sur) es la estación más antigua fechada por el
En la : Francia septentrional son poco numerosas las estratigrafías; las esta-
carbono 14: 8700 ± 180 años, es decir, -6700. Hallett Cove, al sur de Adelaida,
ciones litorales del Jura y de Suiza, por el contrario, presentan la sucesión calco-
ha dado una industria de cantos y de chopping-tools, así como grandes lascas,
lítico, neoH~ico reciente (civilización de Horgen), neolítico antiguo (civilización
de Cortaillod), habiendo dado la secuencia completa la estación de Auvemier materiales todos ellos hallados en tierras labradas, sin estratigrafía. En Talgai,
en las Darlings Dows (Queensland) , se descubrió ·en 1884 un cráneo a unos 2,50 m
tras los trabajos de P. Vouga. Las tumbas colectivas de la cuenca de París so~
de profundidad.
especialmente ricas y demostrativas para los ritos de enterramiento, habiéndose
obtenido notables noticias de la excavación del hipogeo de Moumouards 2 (Mesnil- Estaciones medias y recientes: Fromm's Landing, a unos 15 km de Devon
Downs: las capas 10 a 4 han sido fechadas por el carbono 14 en 4850 ± 100
sur-Oger, Mame), trabajos r ealizados en 1960 por A. Leroi-Gourhan, G. Bailloud
y lVI. Brézillon (196). a 3240 ± 80, es decir, del -2800 al -1240. En ellas se hallan puntas «pirri»,
microlitos e industrias más modernas. Devon Downs, en el curso inferior del
Europa oriental y Asia Murray, excavado en 1929 por Hale y Tindale, presenta 7 m de· depósitos con
estratigrafía, habiéndose recogido en ellos 125 útiles de piedra y 90 de hueso
. Excepto en Ucrania, la Europa oriental y Asia ofrecen escasas estratigrafías que abarcan desde las culturas medias a las recientes. Glen Davis, en el Ca-
importantes o excavaciones completas para el neolítico. El hábitat de Mikhailovka pertee River, a unos doscientos cincuenta kiJq¡netros al oeste de Sidney, ha
en la Rusia meridional, ha permitido sin embargo seguir cuatro etapas evolutiva: dado unos depósitos estratificados de 2,50 m de espesor (excavado por Mac Carthy
de la cultura de los sepulcros de fosa, cubriendo la mayor parte del neolítico. a partir de 1958), con microlitos, puntas bondi, y cuatro fragmentos de puntas
En China, es necesario citar la excavación completa del poblado de Pan P'o Ts'un pulimentadas [410, 411].
· rico en noticias sobre la civilización de Yang Chao (neolítico antiguo). '
Oceanía

África De entre los centenares de estaciones inventariadas o excavadas son muy


escasas las que han dado estratigrafías interesantes. Por ello citaremos sólo las
En el África septentrional, las cuevas de Achakar en Marruecos excavadas principales zonas que han sido objeto de prospecciones arqueológicas [ 409].
sucesivamente por Buchet, Koehler y Jodin, son las ú;icas cuyo interíor ha dado Las principales fechas obtenidas por el carbono 14 son las siguientes (enero
una. e~tratigrafía del neolítico. En el Sáhara, más que los hábitat, no excavados de 1962) :
metod1camente,_son las pinturas y los grabados rupestres las fuentes fundamen-
tales. En el África oriental y meridional, el neolítico es mal conocido O falta. 1500: I slas Marianas (Micronesia).
500: Nueva Caledonia (Melanesia).
G.B. 125 : Islas Marquesas (Polinesia).

2134
285
50: Fiji (Melanesia). América del Norte
O: Samoa (Polinesia).
+ 125: Hawai (Polinesia). Alaska: Cape Denbigh. La costa norte del estrecho de Bering está bordeada
+ 400: Isla de Pascua (Polinesia). de un centenar de antiguas terrazas, las más altas de las cuales están situada$ a
-1- 1000: Nueva Zelanda (Polinesia). unos ciento cincuenta metros. Las más bajas corresponden a las culturas esqui-
+ 1200: Tahití (Polinesia). males; las playas 6 a 19 corresponden al Denbigh Flint Complex; encima se
M elanesia: Es mal conocida. Se pueden citar especialmente las excavaciones halla una industria muy tosca y alterada, sin fechar. El Denbigh Flint Complex
de Gifford . a partir del año 1947, ya en las Fiji (Navatu, Vunda, etc.), ya en ofrece un carácter de transición entre el Antiguo y el Nuevo Mundo (buriles,
Nueva Caledonia (diversas estaciones) [ 410]. núcleos poliédricos, industria de pequeñas lascas y de hojas que evocan el paleo-
Micronesia: Las principales estaciones son Yap, excavada por Gifford en 1954; lítico superior eurasiático, y puntas típicamente americanas).
las islas Palaos, excavadas por Osborne en 1954 (156 estaciones en 24 islas); Estados Unidos: En Tejas, Lewisville aportó, en un hogar que contenía fauna
y especialmente las Marianas, excavadas por Spoehr en 1957 (islas de Saipan, extinguida (elefantes, bisontes, camélidos), un fragmento de madera carboniza,da
Tinina y Rota). En la costa occidental de Saipan, Chalan Piao es una estación y una punta Clovis. El carbono 14 dio a la madera unos 37 000 años de anti-
con arenas y concheros hien estratificados: güedad. Es muy improbable su contemporaneidad con la punta Clovis. La marca
de pobreza arqueológica lo posee el yacimiento de Lubbock, que ofreció seis
I: arriba, capa de arenas oscuras con mariscos y otros restos;
útiles de piedra después de quinientos veintinueve días de trabajo, pero había
11: arenas calizas de color claro con numerosos tiestos; cuatro puntas Folsom típicas, a las que el carbono 14 fechó hacia el 8000 antes
111: a 1,22 m, capa de arenas concrecionadas que separa claramente los niveles de nuestra era. En Plainview, de un total de 27 útiles asociados a un centenar
inferiores de los superiores;
de bisontes de una especie extinguida, había 18 puntas Plainview. El carbono 14
IV: a 1,68 m, nivel arqueológico con tiestos.
ha permitido datarlas hacia el 7000-5000 antes de nuestra era.
Polinesia: Skinner preparó en 1920 una campaña de excavaciones sistemá• Sandie cave (Nuevo México) [369] dio tres capas de ocupación:
ticas en Nueva Zelanda. En principio fue realizada por Duff, después por GoJson.
De las numerosas estaciones, todas recientes, son conocidas Wairau, Taima, etc. I: un nivel correspondiente a la cultura Pueblo;
Tairua está situada en la costa de la península de Coromandel, en la isla norte 11: un nivel de puntas Folsom en el que falta el mastondonte;
de Nueva Zelanda. El yacimiento está ocupado por las dunas. Ha sido excavado 111: un nivel de puntas Sandía con mamut, mastodonte, bisonte, etc.
en 1958 y 1959 por Smart y Creen. Ha proporcionado nueve niveles, tres de ellos
arqueoJógicos. En los niveles más antiguos se han identificado seis especies de
Blackwater núm. I (N.M.) es el yacimiento con una mejor estratigrafía para
Moa, extinguidas en la actualidad [ 412].
las puntas Clovis, con cuatro capas bien distinguidas:
La isla de Pascua ha sido objeto de numerosas misiones científicas, entre las
que destacan las de Métraux, la de Heyerdahl (1955-1956), y la misión germano-
chilena de 1957. Pitcairn fue visitado por Ht:yerdahl en 1955-1956. Emory excavó I: con útiles atípicos;
Hawai en 1950 ; Golson en 1957 y Birks en 1959 excavaron l,as islas Tonga, 11: con puntas Portales, muy próximas a las Plainview;
y en las islas Marquesas excavaron Linton en 1920, Heyerdahl en 1956, Shapiro III : con puntas Folsom;
y Suggs en 1957. En las Marquesas la estación de Nakuhiva presenta dos niveles. IV: con puntas Clovis e industria del hueso.
El primero se caracteriza por las viviendas enlosadas, la cerámica y por dos
tipos de azuelas, una de sección oval y la otra planoconvexa. El segundo nivel El yacimiento Folsom consiste en un nivel único, junto a la orilla de un ria•
se caracteriza por las casas en terrazas, los megalitos, las estatuas (las más an- chuelo. Se han hallado 19 puntas Folsom asociadas a 23 bisontes de una especie
tiguas se fechan hacia el 1300), la ausencia de cerámica y las azuelas de sección desaparecida. Lucy site (N.M. ) es una estación erosionada en la que se ha hallado
cuadrangular y con reborde. mamut, bisonte, y puntas Sandia, Clovis y Folsom en un solo nivel. La impor-
A. E. tancia de la estación radica en la presencia de puntas intermedias entre Sandia
y Folsom que presentan a la vez un espaldón y uno o dos acanahdos.
F) América Lindenmeier (Colorado) apor tó fauna extinguida, algunos útiles de hueso y
Los DEPREDADORES
varios millares de útiles de piedra, que permitieron reconstruir la evolución desde
las puntas con acanalados (Folsom) hasta un tipo sin acanalados con retoques
Se citan aquí los yacimientos más representativos de las culturas de caza- paralelos del tipo llamado Yuma en los niveles superiores. Vestigios de un taller
dores, pescadores, recolectores, agrupados por grandes regiones geográficas; ha:n permitido reconstruir cuatro estadios esenciales de la talla de estas puntas.
asimismo, las principales estaciones epónimas, aunque sean arqueológicamente Ventana Cave (Arizona) [367], gran abrigo con estratigrafía, uno de los ya-
poco importantes. cimientos más importantes del suroeste de los Estados Unidos:

286 287
I: nivel superior con algunas puntas foliáceas, pero especialmente puntas México
con pedúnculo y una piedra moledora (III o II milenio a. de J. C.);
II: capa medía fechada en el altitermal con puntas foliáceas y una punta Tepexpán es famoso por el descubrimiento, en 1947, de un esqueleto humano
con pedúnculo; muy fosilizado a 1,07 de profundidad [385]. Santa Isabel lztapán, a 2 km de
III: capa inferior, probablemente contemporánea del último máximum del Tepexpán, dio una industria lítica asociada a 2 mamutes [381] .
Wisconsín con fauna extinguida e industria de basalto (cuchillos, choppers,
raspadores, y una especie de cepillo de carpintero), una piedra moledora,
una punta parecida al tipo Folsom, pero sin acanalado, y una punta América central y del Sur
foliforme.
Ecuador: El Inga, yacimiento cerca de Quito, que dio abundante industria
lítica, con buriles, puntas con acanalados, puntas foliformes y puntas con pe•
Gypsum Cave (Nevada) [366), gran cueva en la que se conservan muy bien los
dúnculo.
vestigios orgánicos. Presenta tres horizontes cronológicos:
Perú: Numerosos concheros [396].
Venezuela: El ] obo, al sur de la península de Panaragua, agrupa un conjunto
I: en la superficie se encuentran sucesivamente vestigios de indios recientes, de 45 estaciones que corresponde probablemente a la más antigua ocupación de
indios pueblos y de los cesteros (Basketmakers); Venezuela. Industria de cuarcitas con cuchillos, raspadores y puntas [406].
II : capa de estiércol de perezoso con algunos instrumentos líticos, objetos Brasil: Numerosos concheros y sambaquis. El sambaqui de llha das Rosas
de madera, huesos de perezoso, camello, caballo (superficie de esta capa (Paraná), en parte sumergido, corresponde a un nivel de aguas más bajo que el
fechada en el 6500 a. de J. C.); · actual (inédito) . ]ose Viera (Paraná) [402) proporcionó niveles precerámicos
III: puntas triangulares con espiga corta y ancha con base ligeramente con- que se fechan en el v milenio a. de J. C., inferiores a niveles con cerámica fe-
vexa (Gypsum Cave points), azagayas de madera, cestería, huesos de chable en el siglo vn de nuestra era. Lagoa Santa es un conjunto de estaciones
perezoso. de la provincia de Minas Gerais, con restos humanos asociados a fauna extin-
guida. Es la estación más antigua de las que se conocen en Brasil: IX milenio
Danger Cave (Utah) [370] dio unos 2500 útiles de piedra tallada y un millar antes de J. C. (excavaciones de Castro Faria y Hurt, inéditas, cf. [399]).
de piedras moledoras, en los 4,50 m de depósitos estratificados: Chile: Numerosos concheros [393]. Ta/tal, con hachas de basalto muchas veces
consideradas del paleolítico inferior.
Patagonia austral: La cueva de Fell [395] , en la frontera chileno-argentina,
I: parte superior de un nivel con cenizas de 3,50 m, en el que dominan
proporcionó:
las puntas lanceoladas (2000 a. de J. C.);
II: parte media de cenizas con puntas con muescas y puntas sin pedúnculo. I: niveles modernos con puntas con pedúnculo, pequeños raspadores de
Algunas formas lanceoladas; cuarzo y fauna actual ;
III: base del nivel con puntas con muescas y puntas sin pedúnculo, moledoras II: varios niveles intermedios con puntas foliáceas o triangulares;
y restos de cestos (8000 a 7000 a. de J. C.); III: cu chillos y grandes raspadores de basalto, puntas con acanalados de la
IV: nivel inferior (9000 a. de J. C.) que contiene algunos útiles toscos y serie de la América del Norte, perezoso, caballo (IX milenio a. de J. C.).
cuatro hogares.
Englefield (mar de Otway) : concheros en una terraza de 27 m, con arpones,
huesos decorados, abundante industria de obsidiana y puntas foliformes o trian-
Scottsbluff (Nebraska) proporcionó puntas relativamente anchas, con tendencia gulares sin pedúnculo (vm milenio a. de J. C.).
triangular, pedúnculo iniciado ligeramente y sección oval gruesa. y retoques para- Argentina: Ayampitín ha dado nombre a las puntas foliáceas o triangulares
lelos, horizontales u oblicuos. Los yacimientos con puntas Scottsbluff fueron fechadas en el vn-vr milenio a. de J . C. lntihuasi, al norte de Córdoba [4-qll:
fechados en el 7500 a. de J. C. (Limecreek) y 5000 a. de J. C. (Cody). Eden
(Wyoming) aportó puntas (puntas Eden) muy parecidas a las Scottsbluff, pero I: puntas triangulares sin pedúnculo, predominio de pequeñas puntas trian-
son más estrechas y tienen el pedúnculo menos evidenciado. Una estación se ha gulares de base cóncava, raspadores diversos, manos y piedras de molino
fechado en el 5000 a. de J . C. Silver Springs (Florida central) es una de las pocas muy abundantes;
estaciones del este con estratigrafía clara: 11: puntas triangulares sin pedúnculo con algunas puntas lanceoladas, pe-
queños raspadores, fragmentos de propulsores, cuchillos de esquisto;
I: varios niveles con cerámica; III: capa intermedia;
II: nivel con puntas con pedúnculo ; IV: puntas bifaces lanceoladas con raspadores de cuarzo, manos y piedras de
III: nivel con puntas Clovis. molino, fechable en el vn-v1 milenio antes de Jesucristo.

288 289
Los PRODUCTORES América central

América del Norte México: En el árido valle de Tehuacán (estado de Puebla), Mac Neish y sus
colaboradores [387) realizaron cuatro campañas consecutivas; gracias al recono-
Estados Unidos: Hopewell (Ohio): la estación que ha dado nombre a la cimiento de más de doscientas e;taciones y a la excavación de una veintena de
cultura Hopewell (100 a. de J. C. - 500 d. de J. C.) comprende un paralelogramo ellas, se ha podido reconstruir la historia del valle desde el VIII milenio hasta
de 93 m de longitud por 60 de ancho, limitado por un muro construido con la conquista española. El yacimiento de Chiapa de Corzo, así como algunos otros
cantos y arcilla (100 a 150 cm de altura y 10 m de anchura en la base), y de un de la depresión de Chiapas, han sido excavados estos últimos años por la New
foso. En Poverty Point (Luisiana), seis anchos taludes concéntricos, de forma World Archaeological Foundation. En una secuencia larga de más de tres mil
octogonal, rodeaban una superficie de más de un kilómetro de diámetro. Sobre años (del 1400 a. de J. C. a la conquista), las variaciones observadas en la
estos taludes se alineaban las cabaiías que albergaban una población que se arquitectura y en la cerámica han permitido distinguir varias etapas o fases.
estima en ·v arios millares de individuos (800 a 600 a. de J. C.). Los muertos eran Gu.atemala: En la costa pacífica, La Victoria [384] proporcionó la siguiente
incinerados y recubiertos con un montículo cónico de tierra, construido en di- sucesión:
versas fases. El inventario tecnológico comprende, en esencia, hachas o azadas
de piedra toscamente trabajadas, pipas tubulares de arcilla o piedra, vasos de I : fase Marcos : el yacimiento es ocupado en el período clásico tardío
esteatita, pectorales, pesos de propulsor, puntas, diversos objetos de cobre, figu- (600-900) ;
rillas en terracota, etc. 11: después de un período de abandono, fase crucero: se trata de una breve
Shabik'eshchee (tradición Anasazi, Chaco Canyon, Nuevo México) es una ocupación del período formativo tardío (primeros siglos de nuestra era);
estación característica del período Basket-Maker III (400 a 700 d. de J. C.). III: fase Conchas (1000-300 a. de J. C.): el poblado, que agrupa a un cen-
Las construcciones de este poblado no parecen haber seguido ningún plano ; se tenar de individuos, se compone de habitaciones dispuestas sin un plano
cuentan una veintena de habitaciones, un patio, un kiva y numerosos fosos con preestablecido (sin urbanismo) . Economía muy parecida a la de la fase
provisiones. Pueblo Bonito (tradición Anasazi, Chaco Canyon, Nuevo México) siguiente. Se amplían las relaciones comerciales y se mantienen los
es el pueblo más grande de la variedad regional Chaco Canyon (Pueblo III : 1050- contactos con el Ecuador. Las figurillas, con frecuencia femeninas, aportan
1300). Comprende: 1) un gran conjunto en forma de D, compuesto por un algunas noticias sobre el vestido y los adornos. No lejos de esta estación,
millar de piezas contiguas construidas en mampostería y que se elevan quizá se encuentra una plataforma de arcilla de unos 8 m de longitud por unos
tres o cuatro pisos; 2) varios kivas, uno de ellos muy importante. 60 cm de altura, a la que se da un probable uso ceremonial;
Tularosa Cave (tradición Mogollon, Nuevo México) [372] ofrece una se- IV : fase Ocos (1500-1000 a. de J. C.): la economía se basa en la agricultura,
cuencia que abarca casi mil años: la caza y la pesca. Las gentes viven en cabañas, se fabrican recipientes
y figurillas de terracota, y conocen el trenzado y la técnica textil. Se
I: fase Georgetown (500 a 700), que se distingue esencialmente de la fase desarrolla el arte de la navegación, como nos testimonian los paralelos
posterior por la decoración de la cerámica; observados con la cerámica de la costa ecuatoriana.
11: fase Pine Lawn (150 a. de J. C. - 500 d. de J. C.), en la que aparece
una cerámica sencilla, sin decoración; las habitaciones semisubterráneas
se construyen en cuevas; América del Sur
III: fase precerámica (estimada en el 500 o 300 a 150 a. de J. C.), durante
la cual los habitantes de la cueva se alimentaban de los productos de la Cofombia: En el valle del Sinu, en Momil [405], se ha excavado un depósito
caza y de la recolección, cultivaban maíz, judías, calabazas y algodón. de 3 m de espesor; Reichel Dolmatoff ha distinguido dos períodos:

Snaketown (Arizona) [364) es el yacimiento más importante del grupo 1: momil II (del O al 500 a. de J. C.): cerámica con numerosas analogías
Hohokam. Se han distinguido varias fases correspondientes al período pionero con la mesoamericana. Por otra parte, la presencia de metates y de manos
(0-600 d. de J. C.), colonial (600-900), sedentario (900-1000), clásico (1100-1400) anuncia el cultivo del maíz;
e histórico (a partir de 1400). Se han excavado numerosas habitaciones semi- 11: momil I (del 500 al 1000 a. de J. C.): se trata de restos de una población
subterráneas, campos del juego de la pelota, necrópolis, en las que los cuerpos sedentaria, que vive de la caza y de la pesca, y que cultiva la mandioca,
incinerados aparecían acompañados de ricas ofrendas, testimonio del elevado nivel como testimonian los grandes platos de cerámica para cocer la cassava.
técnico de Hohokam. Se han encontrado asimismo restos de importantes canales
de irrigación. Perú: Durante varias campañas, los arqueólogos del lnstitute for Andean Re-
search han trabajado en el valle de Viru (lado norte), en el que han podido re-
construir detalladamente la historia. La secuencia se divide en seis fases :

290 291
I: Tomaval (perío<lo tiahuanaco costero) (1300-1000 de nuestra era);
II: Huancano (período mochica) (1000-800 de nuestra era) ;
III: Gallinazo (800 al cambio de era) : se ha calculado que en este período
9800 ha de tierra estaban cultivadas, gracias a importantes canales de
irrigación, con lo que se podían alimentar unos 25 000 individuos. Se
construyen pirámides de adobe y algunos grandes edificios con los ci-
mientos de piedrá'. El <<Castillo» es una fortaleza que consiste en una
pirámide de adobe de unos 35 m de altura, situada sobre la cumbre de
una colina y rodeada de una muralla;
IV: Puerto Moorin (0-400 a. de J. C.): los poblados consisten en un con-
junto de habitaciones contiguas, rodeadas de un muro de perímetro rec-
tangular. Los montículos en forma de pirámide truncada, construidos de
Bibliografía
piedra o de adobe, corresponden al mismo período. Los poblados se
concentran en el alto valle, donde se procede a los primeros ensayos de
irrigación. Ciertos poblados se asientan en la cumbre de las colinas Revistas, series, congresos, abreviaturas
y se fortifican;
V: Guanape (400-1200 a. de J. C.): esta fase ve el nacimiento y el desarrollo
de la cerámica, seguida de la introducción del maíz y de la llama.
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(443] NARR (K. J.), Approaches to the social life of earliest man, Anthropos, En primer lugar, se presentan las revistas, actas de congresos, simposiums
57, 1962, págs. 604-620. y otras series que de manera p eriódica vienen aportando nuevos datos. Algunas
(444] NARR (K. J .), Kulturgeschichtliche Erwiigungen zu frühen Haustier-
vorkommen, Zeilschri/1 für Tierzüchtung und Züchlungsbiologie, 76, n. 0 1, de las revistas seleccionadas están ya interrumpidas, pero su contenido biblio-
1961, págs. 43-48. gráfico continúa vigente y, en muchos casos, constituyen la única fuente de
(445] PouLAIN-JosIEN (Th.), Les animaux domestiques et sauvages en France investigación para un p eríodo concreto.
du Néolithique au Gallo-romain. Élude d'ethnozoologie a partir de uestiges
osseux. Équidés,' suidés, bouidés, París, 1964 (tesis multigrafiada). En segundo t érmino, presentamos un repertorio bibliográfico de obras
generales y volúmenes monográficos, así como artículos publicados en revis-.
tas y que constituyen una ampliación de los temas hispánicos estudiados
ARTE
en es te volumen. La selección ha sido hecha con un criterio análogo al que nos
[446] BANDI (H. G.), MARINGER (J.), L 'art préhistorique, París, 1955. ha guiado en el apartado de revistas, p ero hemos suprimido la mayoría de
(447] BnEUIL (H.), Quatre cents siecles d'art pariétal, Montignac, 1952. aquellos títulos, incluso considerados clá.sicos, cuyo contenido estaba ya su-
[448] CoMBIER (J.), DnouoT (E.), H ucHARD (P.), Les grottes solutréennes a perado por trabajos posteriores concebidos con un m étodo más moderno y
gravures pariétales du canyon inférieur de l'Ardech e, M émoires de la
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[449] GnAzrosr (P.), L'arce dell' antica eta della pietra, Florencia, 1956. sólo es un complemento bibliográfico en un r epertorio exhaustivo que resultara
[450] LAMING-EMPERAIRE (A.), La signification de l'art rupestre paléolithique, más pedante que práctico. I:Iemos seleccionado, pues, aquellos tít ulos que nos
París, 1962. han parecido que m ejor podrían ampliar los temas tratados en el libro y que,
[451] LEnor-GounHAN (A.), Documenis pour l'art comparé d'Eurasie septen -
trionale, París, 1943. además, ofrecían al lector nuevos apéndices bibliográficos que permitían dis-
(452] LEROI-GouRHAN (A.), 'Préhisloire de l'arc occidental, París, 1965. poner de la información necesaria para estudiar cada uno de los temas con
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particularmente desarrollado.

320 321
AUVERNIER, 284. BoRCHEVO, 60, 271.
AVELINE'S HOLE, 269. BORDU MARE, 270. CIRCE. Ver CAPRE, GuATTARI, FossEL- CHAOMUKH , 263.
AYAMPITÍN, 289. Bos DEL SER, 204.
LONE. Chassense, 107, 110, 283, 284.
Aziliense, 69, 71, 198-201, 267, 274. Bovidiense, 197. Circense, 268. Chasseo-robenhausiense. 197.
BRASSEMPOUY, 196-199, 203, 267.
Clactoabbevillense, 262, 263. CHASTYE, 76, 275.
BABSOKA, 13. BRILLENHOHLE, 269.
Clactoniense, 17, 19, 22, 201, 202, 203, CHATAL HüYÜK, 88, 279.
BACO-KIRO, 270. BRODROGKERESZTUR, 97, 282.
204, 233, 262. CHATEAUNEUF•LES-MARTIGUES, 283.
Bacsoniense, 77, 116, 276. CLACTON-ON-SEA, 18, 262. CHATELPERRON, 195, 203-206.
BROION, 268.
BADEGOULE, 44, 60, 266. BROXBOURNE, 274. CLAIRFONTAJNE, 264. Chatelperroniense, 41, 44, 45, 47, 205,
Badeguliense, 44, 60, 206, 266. BUBANJ, 280, 281. CLOVIS, 133, 286-289. 265, 266, 270.
BADEN, 97, 280, 281. CNossos, 105, 106, 283. CHAUNTRA, 15, 234.
BUBANJ-HUM, 96, 281.
BAHÍA, 144. Buc-DNIESTR, 112. COATEPEC, 137. CHAVÍN, 145.
BALAWAL, 263. BuzAuL ARDALEAN, 270. COCINA, 274. CHAVÍN DE HuÁNTAR, 145.
BAur Rossr. Ver GRIMALDI. BYLANY, 98, 282.
COCHISE, 127, 136, 139. CHA-YUAN, 271.
BAMBATA CA VE, 273. CoDY, 288. CHEIA, 270.
BANDAS (cerámica de) , 97, 98. Cabalwaniense, 13. CocuL, 236. Chelense, 6, 7, 16, 197, 198, 199, 262,
BAÑOLAS, 268. CALAPATÁ, 236. COLOMBIERE, 266. 264.
BAoussE RoussE. Ver GRIMALDI. Calcéutico, 197. COLUMNATA, 272. Chelense-achelense, 6, 7, 264.
Baradostiense, 47. Campaniforme, 101, 108, 111, 284. CoLLI BER1c1, 268. CHELFORD, 218.
BARNFIELD Prr, 18. CAMPIGNY, 274. CoMBE-CAPELLE, 267. CHENG-CHIA-CHUANG, 10, 263.
Barylítico, 197. Combe-capelliense, 202, 203. CHIAPA DE CORZO, 138, 291.
Campiñiense, 69, 73, 110, 197, 199, 274.
BASILICADO, 22. CoMBE-GRENAL, 266. CHIBCHA, 142.
CAMPUS, 127.
Basket-Makers, 139, 288, 290. CONCHAS, 138, 291. CHIBNOV, 270.
CANGURO (isla del), 124, 285.
BASUTOLANDIA, 264. CORTAILLOD, 110, 284. CHICANEL, 138.
CAN RASAN, 91.
BAT CAVE, 136, 139. COTENCHER, 269. CHIFUBWA, 239.
Cantaliense, 199.
BAUME-BONNE, 267. CoTSOFENI-KOSTOLAC, 281. CHIMÚ, 146.
CAPE DENBIGH, 287.
BAUME-DES-PEYRARDS, 218. CoTTE DE SAINT-BRELADE, 226. CHINCHON, 267.
CAPE MARTlN, 124, 285.
BAUME D'ÜULEN, 267. CovA NEGRA, 267. CHIOZZA, 107.
CAPRE, 268.
BEAUREGARD, 266. CoxcATLÁN, 127, 137. CHLABOWICE, 275.
CAPRI, 22, 107.
BEGO, 241. CRACIUNESTI, 270. Chlabowiciense, 275.
Capsiense, 61, 75, 79, 238, 264, 273, Cresswelliense, 60, 269. CHOKURCHA, 270.
BELT, 79, 276.
276. C ROBERN, 262. CHORRERA, 144.
BÉRARD, 272.
Cardial (cerámica), UJS, 108, 281, 283, CRUCERO, 291. CHUEI-TONG KEOU, 271.
BERDYJ, 270.
284. CRVENA STIJENA, 281. CHu-Ku-TIEN, 10-12, 64, 263, 271.
Bernardiense, 47.
CARIGÜELA (cueva de ), 268. CTURTE. Ver PoDSTRANSKA. Chukutiense, 10, 11.
BEYCESULTAN, 91, 279.
BrANO, 7, 264.
Carmelo, 276. Ver también ATHLIT, CucUTENI-TROPOLYE, 96, 281.
B rBLOS, 91, 278. KEBARAH, SKHÜL, ET TABUN, Mu- Cuerdas (cerámica de), 99, 101, 104, DABBA. Ver DEBBA.
Brn EL ATER, 272. GHARET EL W AD. 284. DAMOH, 272.
BISE, 195. Carnacense, 197, 199. CUETO DE LA MINA, 267. DAMPIERRE, 266.
BrsoN (cueva del), 265. CASABLANCA, 9. Cu1cuLco, 138. DANGER CAvE, 288.
BrvAK, 270. CASTELLO, 283. CuzouL-DE-GRAMAT, 273. DANILO-KAJANK, 96, 281.
BLACKWATER, 287. CASTILLO, 267. Danubiano, 102, ll0.
BocKSTEINSCHNEIDE, 18. Catacumbas, 113. CHAGAR BAZAR, 277. DEBBA, 61, 272.
BOGOTÁ, 219. CEAHLAU, 270. CHALAIN, 221. DEVON DoWNs, 124.
BoIAN, 96. CELLIER, 267. CHALAN PrAO, 286. DIMINI, 95, 96.
BorNESTI, 270. CERRO PRIETO, 292. CHALEUX, 196, 269, 275. DJAFFARABAD, 277.
BoLINKOBA, 267. Cervidiense, 197, 198. Chaleuxiense, 199. DJARI, 89.
Bondeiense, 124. CIEMNA, 270. Chalossiense, 19, 203. DJEBEL lRHOUD, 272.
CHAMPLAIN, 264, 272. DJEITUN, 89.

322
323
DLHA, 270. fARNHAM, 274. GouRDAN, 197, 198, 203. Ibero-mauritano, 61, 75, 79, 272, 276.
DoLNI VESTONICE, 55, 270. fATYANOVO, 113. Gourdaniense, 198, 204. IurA DA RosAs, 135, 289.
DONG-SON, 116. fAURESMITH, 265, 273. GoYET, 196, 269. IL'INKA, 270.
DRACHENLOCH, 269. Fauresmithiense, 6, 36, 264, 273. Goyetiense, 199. ILSENH<ÍHLE, 269.
DuoowA SKALA, 270. Federmesser Kultur, 269. GRADAC, 280. IL'SKAIA, 270.
DzIERZYSLAW, 270. fEDERSEE, 275. Grande-Baume (La), 284. Impresa (cerámica), 281, 283, 284.
fELSNISCHE, 270. GRAND-PRESSIGNY (Le), 243. INDO, 117.
Eburnense, 197, 198, 20.1, 204. FELL, 127, 134, 135, 289. GRAVETTE (La), 204, ·220, 266. I NGA, 127, 134, 289.
EDEN, 288. FEN, 10, 12, 37, 64, 271. Gravetiense, 41, 44, 49, 52, 55, 205, INTIHUASI, 127, 289.
EL ABIOD, 264. FENHO, 10. 265-268, 269, 271. IRAWADY, 12, 263, 272.
Elafiense, 198. fi:RE-EN-TARDENOIS, 274. Gravetocapsiense, 272. ISHANGO, 118.
Elafo-tarandiense, 198. FERRASSIE (La), 203, 204, 266. GRIMALDI, 268. IsrMILA, 6, 264.
ELATEA, 93. Flenusiense, 199. GUADALQUIVIR, 109. ISTALLOSKO, 270,
EL CABO, 7, 264, "265. FoLSoM, 127, 133, 287, 288. GUANAPE, 292. ISTURITZ, 220, 267.
Elefantiense, 198. FoNTBOui'ssE, 111. GUARANÍ, 144. lwAJUKU, 12.
EL KHIAM, 49, 88. fONTECHEVADE, 261. GuATTARI, 268.
EL MA, 264. FoNT-ROBERT, 204. Gurn, 234, 264. ]AMBELLI, 144.
EL MEKTA, 61, 272. Forestiense, 199. GUMELNITSA, 96. ] ANKOVICH, 270.
Elmenteitiense, 273. FosNA, 69, 240, 275. GYPSUM CAVE, 127, 288. ]ARMO. Ver QALAT ]ARMO.
EL ÜBEID, 91. foSSELLONE, 268. ]ARTUM, 118.
ELUERIENSE, 124. FouRENEAU-DU-DIABLE (Le), 267. HABASESTI, 281. ] ERAMA, 21.
EL WAD, 49, 271. FROMM'S LANDING, 124, 285. HACILAR, 87, 88, 91, 279. JERICÓ, 87-89, 91, 277.
ELLERBEK, 101. FULHAM, 124, 285. HACFET ET TERA, 272. JERSEY, 218.
ENGIS, 269. FuRFooz, 196, 269. HALLET CoVE, 124, 285. JISR BANAT YAQUB, 15.
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ENSDORF, 275. GAFSA, 264, 272. Hamburguiense, 60, 69, 269. JoMON, 113.
Eolitos, 195, 199. GAGARINO, 271. HARCEISA, 273. ]oRDANSMÜHL, 99.
Epigravetiense, 69, 71, 268, 270, 271, GALLINAZO, 292. HASSUNA, 89, 277. JosÉ VIERA, 135, 289.
274. Gambieriense, 124. HASTIERE, 196.
Epilevalloisiense, 272. GAMBLE'S CAVE, 61, 273, 276.
HAUA FTEAH, 61, 272.
KAFILA, 7.
Epimagdaleniense, 44. GANGES, 117.
HAWAI, 286.
Kafuense, 7.
Epipaleolítico, 67, 236, 269, 271, 275, GANOVCE, 218. KAGUERA, 264.
HIGH LODGE, 19.
281, 293. GARENNE (La), 19. KAISO, 7.
Hippiquiense, 197, 198.
Equidiense, 197, 198. GARIALA, 263. KALAMBO F ALLS, 6, 264.
Hoabiniense, 86, 116, 276.
ERHINGSDORF, 218. GENAY, 266. KALINA, 7.
Hofo1c, 274.
ERIMI, 105. GEORGETOWN, 290. KAMIMALJUYÚ, 138.
HOHLEN-STEIN, 275.
ERTEBOLLE, 274. Geórgico, 197. KAMOA, 7, 264.
HoaoKAM, 139, 290.
Ertebolliense, 69, 73, 74, 101, 274, 282. Getuliense, 276. KARANOVO, 96, 280.
Escandinaviense, 199. HoLTEMME, 262. 264.
Ghassuliense, 91. KARAR,
EsH SHAHEINAB, 118. HoNT, 270. KARIANDUSI, 264.
GIBRALTAR, 267.
ESMERALDAS, 144. GILA KALAN, 263. HOPEWELL, 140, 141, 290. KARIM SHAHIR, 276.
Espienniense, 199. GOLDBERG, · 282. HoRGEN, 111, 284. Karim Sha,hiriense, 276.
ESQUISTO, 240. GOMBONG, 263. HoTTEAux, 266. Kartiense, 124.
ET TABUN, 15, 16, 262, 271. GoNGENYAMA, 12, 263. HUACA · PRIETA, 145. KAsTRON, 269.
GORA PULAWSKA, 270. HUANCACO, . 292. KATA TAMPAM, 263.
Fagniense, 199. GoRGE o'ENFER, 195, 198. HUNDISBERG,262. KEBARAH, 271.
Falitiense, 55. GoRGORA, 273. 96, 281.
HvAR-Lrs1c1cr, Kebariense, 55, 60.
fARINCOURT, 266. GoucH's CAVE, 269. HYENE (cueva de l'), 265. KEILOR, 124, 285.

324 325
KELTEMINAR, 112. Levalloisiense, 16, 17, 19, 21, 24-27, 32, MARKKLEEBERC, 17, 262, 269. Mou1LLAH, 276.
Ke11tiense, 199. . 200-203, 233, 261, 262, 272. MARQUESAS, 286. MouRNOUARDS, 284.
KENTS' CAVERN, 269. Levallois-kharguiense, 272. MARSOULAS, 267. MousTIER, 24, 266.
KESSLERLOCH, 269. LEVALLOIS-PERRET, 24. MARTINET (Le), 273. Mudukiense, 124.
KHANDIVLI, 77, 275. LEWA, 264. MAs-n'Az1L, 197, 198, 203, 267, 274. MucE, 73, 274.
KHARCA, 272. LEWISVILLE, 131, 287. MAssAT, 195. MUCHARET EL ALIYA, 272.
Kharguiense, 272. LIMECREEK, 288. MAszvsKA, 270. MUCHARET EL WAD. Ver EL WAD.
KHINA; 76, 275. LIMEUIL, 267. MAUERN, 220, 269. Muluyense, 9.
KIIK-KOBA, 270. LINDENMEIER, 127, 133, 287. Mazzeriense, 264. MULLERUP, 274.
KIKIM, 263. LINDENTHAL, 282. MEIENDORF, 269. MuR7..AK KoBA, 275.
K1u GuL MoHAMMED, 117. LINCBY, 69, 274. MELKA KONTOURÉ, 7. Musteriense, 24-26, 32, 34, 42, 47, 199,
KILWA, 239. L1 Ts'uN, 263. MENTON. Ver GRIMALDI. 201, 202, 203, 220, 262, 265-273.
KIROKITIA, 105, 282. LOOPSTEDT, 218. MERSIN, 88, 91, 270, 279. Musteriense cálido, 200, 201.
KISKEVELY, 270. LORTHET, 197. Mesviniense, 18, 199, 201, 202. Ver Musteriense frío, 200.
KLAUSE, 269. Lorthetiense, 198, 204. también Clactoniense. Mustero-levalloisiense, 25, 27, 32-34, 44,
KNIE GROTTE, 269. LOURDES, 197. MEZINE, 60, 270. 45, 262, 269, 270-273.
KoioM1sc1NA, 281. LOVKE, 270. M1COQUE (La), 16, 261, 266. Mustieriense, 196.
KoM-ÜMBO, 61, 272. LUBBOCK, 133, 287. Micoquiense, 19, 34, 201, 203, 263,
KoMSA, 69, 275. Lucv SITE, 127, 133, 134, 287. 266, 271. NABAL ÜREN, 87, 277.
KoRos, 96. 281. LUENA, 7, 264. MICHELSBERC, 99, 282. NAKUHIVA, 125, 286.
KOSTIENKI, 47, 55, 271. LUKA•VRUBLEVETSKAIA, 17, 262. MrnIA, 270. NALCHIK, 112.
KOTOSH, 145. LUMENTXA, 268. MIKHAILOVKA, 284. NAMAZCA TEPE, 277.
KRAKOW-ZWIERRZYNIEC, 270. LUNC-SHAN, 115. MILLARES, 243. NARMADA, 37.
KRAPINA, 270. Lupembiense, 36, 61, 273. MINATEDA, 236. NATRON, 265.
KRASNYI lAR, 270. Lupembochitoliense, 273. MIRAFLORES, 138. Natufiense, 79, 87, 88, 275, 277.
KROMDRAAI, 3, 265. MACHALILLA, 144. MIRIZLIVKA, 270. NAVAISHA, 273.
KRONACH, 18. MADELEINE (La), 195, 266, 267. MISSISSIPPI, 141. NAVATU, 286.
KRUCLIK, 262. MADRÁS, 13. MITOC, 270. NAZCA, 146.
KSAR AKIL, 271. Magdaleniense, 55, 60, 69, 196, 197, 199, MLYN, 270. NEA NIKOMEDIA, 88, 93, 95.
KuLLI, 117. 201, 204, 206, 267, 269. MocHICA, 146. NCANDONG, 272.
KuNDA, 69, 73, 275. Magdaleniense antiguo, 44. Ver tam- MocoLLoN, 139, 290. NIAH, 37, 63, 77, 125, 272.
KwAI No1, 12. bién Badeguliense. MoKRISKA, 270. NIENASITETZ, 17.
Magdaleniense medio, 44, 265-267. MoLFETTA, 96, 105. NIENTOPERZOWA, 210.
LACOA SANTA, 289. Magdaleniense reciente, 44, 60, 201, MoLonovo, 270. Novv, 270.
LACOPEDE (Le), 265. 265-270, 274. MoMIL, 142, 291. Nvu, 271.
LAHONTAN, 130. Maglemosiense, 69, 74, 274. MÓNACO, 267.
LA IZVOR, 270. Magosiense, 61, 239, 273. MONACRILLO, 142. ÜBERFELLABRÜN, 219.
LALLA, 272. MACOULA. Ver ARc1ssA-MACOULA, ÜT- Montadiense, 206. Ocos, 138, 291.
Languedociense, 202, 203. ZAKI-MAGOULA, SOUFLT-MAGOULA. MONTAIGLE, 196, 199, 275. ÜKIENNIK, 270.
LASCAUX, 221. Magritiense, 199. Montaigliense, 197. Old Copper Culture, 140.
Laugerie-Basse, 195, 267. MAKAPANSCAT, 3, 2q5. MoNTIERES, 261. ÜLDUVAI GORCE, 5-7, 9, 217, 234, 264,
Laugerie-Haute, 195, 196, 204, 206, 266. MALKATA, 270. Montmorenciense, 69, 274. 265.
LAUSSEL, 267. MAL'TA, 64, 271. Montserratina. Ver CARDIAL. Olduvaiense, 5, 7, 265.
LAUTERACH, 282. MALLARA, 275. MooBÜHL, 269. ÜLHA, 266.
LEINE, 262. MANZANARES, 21, 261, 268. MORAVANY-PODKOVICA, 270. ÜLORGESAILIE, 264.
LEIPZIC, 17. MARAJOARA, 143. MoRIN (cueva de), 267. Omaliense, 199.
LENCYEL, 96, 98, 282. MARCOS, 291. MossEL BAY, 273. ÜRECHOV, 270.
Leptolítico, 197. MARIUPOL, 112. M osteriense, 197. ÜREHOVYI L0C, 270.

326 327
ÜRGNAC, 267. Pontiniense, 27, 268. Reuteliense, 199, 201. ScHUSSENRIED, 99, 282.
ÜRROROO, 124. PORGOLHEGYER. 270. RIEGO, 136. SCHWEIZERRILD, 269.
ÜTCHEMMTCHIRI, 270. Postmusteriense, 265. fuNYO-CLACTON, 111. ScoTTSBLUff, 288.
ÜTZAKI-MAGOULA, 280. PoTOCKA, 270. Río CoRREccmo, 22, 262. SÉBIL, 276.
ÜUED DJOUF EL DJEMEL, 272. PovERTY PornT, 141, 290. fuPOLI, 96, 107. Sebiliense, 36, 61, 75, 79, 272, 276.
ÜUED EL AKARIT, 272. Prechelense, 199, 200, 203. RrvNAC-JEVJS0VlCE, 282. SEMBIRAN, 263.
PRÉLÉTANG, 218. Robenhausiense, 196, 197, 199. SENA-ÜISE-MARNE, 111.
PADUL, 221. PremustPriense, 16, 17. RoBIN HooDs CAVE, 269. SERRA o'ALTO, 107.
PAIR-NON-PAIR, 203. Pre-Sesk, :1, 93, 280. Roc-oE-MARSAL, 220. SESKLO, 93, 95, 280.
PALAOS, 286. Pre-Soan, 13, 14, 263. RocHEREIL, 274. SEYL AQLAT, 87, 277.
PALIKAO. Ver TERNIFINE. Pre-solutrense, 203, 204. RocHETTE, 266. SHABIK'ESHCHEE, 290.
PALO BLANCO, 138. Pre-Stellenbosch, 7, 264. RooEBAEK, 218. SHALAB0LINSK, 145.
PANGANREANG TUDEA, 276. Pre-tupí guaraní, 144. RoESSEN, 99, 110, 282. SHANIDAR. Ver ZAWI CHEMl SHANIDAR.
P AN P'o Ts' uN, 284. PROBSTFELS, 269. RoMANELLI, 269. SHAN-KOBA, 29, 69, 71, 79.
Papaliense, 198. Proto-Jomon, 112. Romanelliense, 41, 55, 266-268. SIALK, 89, 91, 277.
PARPALLÓ, 268. Protomagdaleniense (Cheynier), 206. RosE-COTTAGE, 239. SIDI ABDERRAHMAN, 9·, 263.
PASCUA, 125, 286. Ver también Badeguliense, Saint- ROTA, 286. Srnr ZIN, 264.
PATAUD, 206, 267. germiense. RoucADOUR, 109, 284. SrLVER SPRINGS, 288.
PATJITAN, 263. Protomagdaleniense (Peyrony), 206, 266. RUTH, 282. SINZING, 18.
Patjitaniense, 13. Protoneolítico, 68, 69, 80, 109, 277, 282. RWINDI, 7. SISKINO, 24-0.
PAVLOV, 55, 270. Proto-sangoense, 273. SIUREN, 270.
Pavloviense, 55. Proto-Sesklo, 93, 280. SAINT-ACHEUL, 19, 195, 261. SKHÜL, 271.
PEACoK's FARM, 274. Protosidérico, 197. Saint-germiense, 206. Smithfieldense, 239.
PEBBLE CULTURE, 3, 5, 264. Ver Oldu- Protosolutrense, 44, 49, 52, 55, 206, SAINT-MARCEL, 267. SNAKETOWN, 290.
viense. 265, 266, 270. SAINT-PREST, 195. SoAN, 13, 15, 37, 271.
PECH-DE-L'AzÉ, 261, 266. Protostillbayense, 34, 36, 61, 273. Saint-prestiense, 199. Soaniense, 24, 271.
PíKARNA, 60, 270. PucHKARI, 270. SAIPAN, 286. Soaniense antiguo, 13, 63, 263.
PENDO (El), 267. PUEBLO, 287, 290. SALIGNY, 270. Soaniense reciente, 13, 15, 37, 263.
PERAK, 12. PUEBLO BONITO, 290. SALPETRIERE, 60, 267. SOEKABOEMI, 263.
Perigordiense, 204-205, 266. PUERTO MooRIN, 292. SAMUILICA, 270. SOFWE, 273.
PEST, 270. Puntillada (cerámica), 99, 283. SAN AGUSTÍN, 142. Sofwiense, 273.
PETENYI, 270. PuPA. Ver BrANO. SAN BERNARDINO, 47, 268. SoLUTRÉ, 196, 203, 266.
PETERBOROUGH, 111. PURRON, 137. SANDÍA, 127, 131, 132, 287. Solutrense, 34, 41, 43, 52, 55, 195,
PETERFELS, 269. Sangoense, 36, 273. 199-201, 206, 266-270.
PETRKOVICE, 270. QALAT ] ARMO, 87, 88, 276. SAN TEODORO, 268. SoMME, 19, 196.
PEu-RrcHARD, 111. QUETTA, 117. SANTA ISABEL lZTAPÁN, 127, 289. SoTIRA, 105.
PIETERSIIURG, 273. QUIMBAYA, 142. SANTA ROSA, 131. SouFLI-MAcouLA, 93.
PIGEONS. Ver TAFORALT. QUINA, 266. SANT GREGORI, 268. SouK EL ARBA ou RHARB, 9.
PILISSZANTOER, 270. QUINZANO, 262, 268. SA.t"ITIMAMIÑE, 274. SPY, 269.
PINCEVENT, 266. SARA-Osso-GoL, 271. STARCEVO, 95, 96, 281.
PINE LAWN, 290. R.AKHMANI, 95, 279. SASSO-FtoRANO, 107. STAROSELI, 270.
Pirriense, 124. RANCHO PELUDO, 142. SATANI-DAR, 16, 262. STELLENBOSCH, 7, 264.
PrscoP, 274. Rangiferiense, 197. SATRUPER MooR, 282. STELLMOOR, 275.
PITCAIRN, 286. R.As BEYROUTH, 271. SAURA, .7. STENTINELLO, 107.
PLACARD (Le), 206. RAS EL KELB, 271. SAUT-DU-PERRON, 266. STERKFONTEIN, 3, 265.
PLAINWIEW, 287. R.As SHAMRA, 87-91, 278. SAUVETERRE-LA-LEMANCE. Ver MARTINE1 STIC, 263.
PoDSTRANSKA. 270. RÉMOUCHAMPS, 69, 7], 275. (Le). Sti.lbayense, 34, 36, 61, 273.
PoNT-Á-LESSE, 196, 199. RENNE (cueva d e l), 265. Sauveterriense, 69, 274. STILLBAY, 273.

328 329
WADI GAN, 272.
Strepiense, 199. TÉNES, 272. V AAL, 7, 264.
WADY EN NATUF, 276.
SUBALYUK, 270. TEOTIHUACÁN, 138. V AL CAMONICA, 241.
WA!RAU, 286.
Subneolítico, 74, 83, .112, 113, 117, 118. TEPE ÁSIAB, 88, 276. V•ALDIVIA, 144.
WAPANUCKET, 140.
SUHAIA METCHETKA, 270. TEPE GAWRA, 277. VALLE, 274.
W ARREN HILL, 19.
SUHARU, 270. 277. VALLE GruM ENTINA, 22, 262.
TEPE GIYAN, W!LDKIRCHLI, 269.
Sulistriense, 197. TEPE MoussrAN, 277. V allinfernaliense, 198, 204. Wiltoniense, 239.
SuNGIR, 271. TEPEXPÁN, 127, 289. VALLONNET, 19. WILLENDORF,55, 161, 269.
SUPONEVO, 270. TERA, 61. VASOS DE BOCA CUADRADA (cultura de WINDMlLL-HILL,110.
SüREN. Ver SIUREN. TERNIFINE, 9, 264. 107, 283.
los), WLADlMIROVKA, 97.
SVAEDBORG, 274. VENTA, 138, 145.
TEVIEC, 73, 274.
.SWARTKRANS, 3, 265. VENTANA CAVE, 287. YABRUD, 16, 263, 271.
TEYJAT, 267.
Swideriense, 69, 270, 275. VENTA SALADA, 138. Y abrudiense, 16, 271.
THENAY, 195.
SwmRY, 270, 275. VERGISSON, 266. YALA-ALEGO, 273.
THULÉ SPRINGS, 131.
SZEKELY, 281. VERRIERES-LE-BUISSON, 261. YANG-CHAO, ll5, 284.
TIAHUANACO-WARI, 146, 291.
SzELETA, 270. VERTESSZOLLOS, 18. YAP, 286.
TIHODAINE, 7, 264.
Szeletiense, 35, 47, 269-271. Yarmukiense, 91.
TILLET, 261. VICTORIA, 138, 291.
SzELIM, 270.
TIMONOVKA, 270. VrLA NovA DE SAN PEDRO, 107. ZAMBEZE, 7, 264.
SzoDLIGET, 270.
TiNG Ts'uN, 10, 263. VILLEPIN, 267. ZARZI, 271.
Tabuniense, 271. TININA, 286. VINCA, 96, 281. Zarziense, 55, 60, 79.
T!SZAPOLGAR, 97, 282. Vmu, 291. ZAUIA EL KEBIRA, 272.
TAFORALT, 61, 272, 276.
TIURIRJNE, 272. VISAG, 270 .. ZAWI CHEMI SHANIDAR, 79, 87, 276.
Tahuniense, 277.
TLAPACOYA, 138. VoRONOVITSA, 270. Z EHMEN, 262.
TAIRONA, 143.
Toaliense, 276. VucEDOL, 97, 281. ZELENA PECINA, 281.
TAIRUA, 286.
TOMAVAL, 292. VUNDA, 286. ZHOB, 117.
TAJO, 21, 109.
TALGAI, 124, 285. TONGA, 286. VYHVATNITZY, 270. ZONHOVEN, 275.
TALTAL, 289. TORRALBA, 21, 261.
T ÁMESIS, 262. TORRE IN PIETRA, 22, 261.
Tampaniense, 12, 263. TRILOBITE (cueva del), 203, 206, 265.
T ANNSTOCK, 71, 275. Taou-MAGRITE, 199, 269.
Tarandiense, 197, 198, 201. TRULLI, 105.
Tardenoisiense, 69, 71, 73, 79, 105, 197, TRUSESTI, 97, 281.
199, 201, 273-275, 283. Tshitoliense, 61.
TARDJGUET EL RAHLA, 9, 263. TUGUEGARAO, 13.
TARTANGA, 124, 285.
TU LAROSA CA VE, 136, 296.
Tartangiense, 124.
TUMBAS LABRADAS, 113.
TATA, 270.
TUMBAS DE FOSO O DE POZO, 112, 284.
TAUNGS, 3, 265.
TÚMULOS (cultura d e los ), 282.
Tayaciense, 14, 16, 21, 27, 32,· 202, 203,
TUPÍ GUARANÍ, H,4.
233, 261, 262, 266-268.
TCHECHMEH ALI, 277.
Turasiense, 197.
TECHIK-TACH, 271.
TEHUACÁN, 127, 134-138, 291. DAD! DJERAT, 238.
TEL'MAN, 271. UAXACTUN, 138.
TELL HALAF, 91. UBEIDYEH, 15.
TELL-J UDEIDEH, 278. Ugartiense, 264.
TELL RAMAD, 278. UM QATAFA, 15, 16.
T enereense, 119. UNETICE, 242.

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