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¿Amor A Los Enemigos? 19 FEB 23

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Título de la columna: Exsurge

Por: Noé Soto Valdez

¿Amor a los enemigos?

Cuando una persona es feliz, deja ser felices a los demás. El problema es cuando
interiormente el río anda revuelto y nos desquitamos incluso con aquellos que menos lo
merecen.

El problema de la violencia en México y el mundo es el problema de la insatisfacción


del espíritu humano. Queremos más, a costa de lo que sea y de quien sea. Nos mueve el
deseo del poder, del tener y del placer, mientras que nos cegamos ante la bondad, la
belleza y la verdad. En la balanza actual pesa más lo que quiero a lo que tengo, lo que
me falta a lo que poseo, y nos convertimos en feroces depredadores para conseguirlo a
costa de lo que sea. Por eso la violencia gana y la paz se ve cada vez más incierta. Y
aunque siempre son más los actos de amor y paz, siempre suenan más fuerte los
estruendos del odio y la violencia. Hace más ruido un balazo que una caricia.

El camino a la paz –que es una tarea de todos–, comienza desde los pequeños gestos de
«no venganza», «no violencia» y «amor a los enemigos». Son escalones de esa escala
que nos conduce a la cima de la paz, progresivos en cuanto aprendizaje, en forma de
espiral en cuanto a su aplicación. Me explico. Hay que iniciar nuestro ascenso con un
primer paso: no devolviendo el mal por mal. El antiguo adagio «ojo por ojo y diente por
diente» no hace sino encaminar a una repetición desmedida de afrentas. Por eso Gandhi
decía «ojo por ojo y el mundo quedará ciego». ¿A caso no podremos parar el círculo
vicioso de devolver el daño que me hicieron? A eso es lo que llamamos –segundo
peldaño– la «no violencia». En vez de hacer algo malo cuando recibí un daño, tengo que
transformarlo en un bien para los demás. Puedo ser lastimado, pero seguir siendo amable
con los demás. ¡Auténtica locura!, estarán pensando. Amor, dice Dios. Frente a devolver
el mal y castigar a todos los de mi alrededor por una situación adversa, siembro la
bondad y la belleza. «No podemos acabar con el mal sino a fuerza de bien», sostiene San
Pablo.

Pero no basta con eso. La exigencia es aún mayor. Jesús habla del «amor a los
enemigos», como el distintivo de los cristianos. ¿Es humanamente posible? Él mismo
nos ha enseñado el camino y lo han seguido una multitud de personas que así nos lo han
demostrado. Obviamente no se trata de un amor sentimentalista que se apega a los
cánones del amor comercial, ni de un amor que implique necesariamente una cercanía o
permanencia frente al enemigo. Se trata más bien de un amor en acción, es decir, de un
amor que permita potenciar a aquel que nos ha dañado, al enemigo, para que encuentre
su fin en esta vida, pueda llegar a ser feliz y nos deje vivir felices a nosotros. Y esto se
logra a través, en primer lugar, del perdón, que no justifica las acciones del victimario,
sino que libera a la víctima de las ataduras del rencor, el odio y la venganza; que hace
sanar las heridas internas sin que éstas se nos infecten y, por ende, puedan cicatrizar.
También, en segundo lugar, por la oración por ellos, para que Dios llene su corazón de
paz y nos dejen vivir en paz a nosotros.

Cuando Jesús estaba siendo crucificado, imploró «Padre, perdónalos porque no saben lo
que hacen». Esteban, el primer mártir de la cristiandad, suplicaba por los que lo estaban
lapidando diciendo: «Señor, no les tomes en cuenta este delito». San Antonio María
Claret perdonó a su agresor en Cuba, cuando le intentó clavar un cuchillo. San Juan
Pablo II perdonó a Alí Agca, cuando en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, le disparó
en cuatro ocasiones para acabar con su vida. Son ejemplos de amor incluso a los
enemigos. Quizás a diferente nivel, pero con el mismo sentido, nosotros podemos
aprender que «el amor todo lo puede» (San Pablo), porque «solo el amor es digno de fe»
(H. U. von Balthasar), porque en «el amor, la locura es lo sensato» (A. Machado).

No a la venganza, no a la violencia, sí al amor… incluso a los enemigos.

Twitter: @Noesov

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