Administrador, Abrir Mundo
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Abrir mundo
Resistencia,
d visualidad y producción artística
Autor: Ricardo Toledo Castellanos
ISBN: 978-958-651-647-1
Escuela de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades ECSAH
©Editorial
Sello Editorial UNAD
Universidad Nacional Abierta y a Distancia
Calle 14 Sur No. 14-23
Bogotá D.C.
Diciembre de 2018.
El programa de Artes Visuales de la Universidad Nacional Abierta y
A Distancia agradece a la Universidad del Rosario y la Maestría en
Filosofía por facilitar los derechos sobre la publicación del manuscrito.
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons - Atribución – No comercial – Sin
Derivar 4.0 internacional. https://co.creativecommons.org/?page_id=13.
Ricardo Toledo Castellanos
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
1. Acumulación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
2. Producción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
3. Uso/Consumo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
4. La multitud trabajadora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
5. Heterogeneidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Prólogo
Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo.
Morada al sur,
Aurelio Arturo.
E
l arte está aquí. Está en el barrio, en la vereda, en la ciudad, en
Latinoamérica, en el sur. En la tradición de la enseñanza de la historia
del arte en países como Colombia, es común la aceptación de que
el arte ocurrió y ocurre en lugares diferentes al espacio que se habita. Esta
afirmación se traduce en Europa, Occidente, las bienales internacionales, los
salones y las ferias de arte. Una de las ideas que permea el libro de Ricardo
Toledo Castellanos es enfatizar que arte también está aquí, en el sur. Así
mismo, que las prácticas artísticas no son ajenas a la vida y por tanto son una
forma de ampliar la presencia y la comprensión del lugar en donde transcurre
la existencia.
Cuando los artistas asumen que el arte no solamente está allá (centros de
poder) el asunto de la práctica se torna político. Desde el siglo XX comienzan
procesos de creación en Latinoamérica, que amplían, no sólo las nociones de lo
que tradicionalmente se acepta como arte, sino también la necesidad de poner
en crisis los valores y las narrativas del “pensamiento colonial”. En el presente
libro se pueden establecer relaciones entre el “espíritu” de movimientos, como
el que denominó Luis Camnitzer, conceptualismo latinoamericano, y acciones
del pensamiento visual post y decolonial, que reivindican la sociología de la
imagen propuesta por Silvia Rivera Cusicanqui. A través de obras procesuales
como “La fe mueve montañas” de Francis Alÿs, pero también prácticas de
contexto de artistas como Alfredo Jaar, María Teresa Hincapié o María Galindo
y el colectivo “Mujeres Creando”, que operan desde la acción artística como
acción política. Estas prácticas de contexto promueven crítica y apertura de
la dimensión sensible sobre aspectos de carácter estructural en la sociedad.
Generan acciones y preguntas que movilizan el cambio social.
Un importante número de artistas y obras que se realizan desde el sur, ponen
en juego elementos no solamente políticos sino de resistencia. En el texto se
revisan experiencias que evidencian las tensiones contrahegemónicas que
expanden las categorías tradicionales del arte y sus circuitos. El autor plantea
que más allá de reemplazar un dogma por otro, estas obras (acciones) de
resistencia, amplían los espacios de lo sensible. Hacen visibles las fuerzas. Así
como lo propone el autor con la referencia del filósofo Gilles Deleuze, cuando
advierte acerca de “la vía propiamente revolucionaria del arte: el esfuerzo de
toda creación artística consiste en captar fuerzas, hacer visibles - audibles,
legibles- fuerzas que no lo son”.
A lo largo del libro se presenta un trabajo que aborda intersticios del
pensamiento artístico y la teoría, en donde se revisan ideas como acumulación,
producción, trabajo o heterogeneidad, desde una expansión de la mirada.
Dicha perspectiva se presenta toda vez que la relación que establece entre arte
y filosofía no se esboza como obras de arte que “ilustran” ideas sino más bien
un experimento de frontera, como lo llama el autor, que permite identificar
los mecanismos de sistemas dominantes y hegemónicos, así como estrategias
de resistencia, en donde las categorías tradicionales y las convenciones del
arte se afectan al abordar las acciones como práctica de movilización social
y detonante del pensamiento que permite “acontecimientos”. No solamente
habitar el mundo sino inventar mundos nuevos.
Para finalizar señalo un hecho que va más allá de este texto y es que Ricardo,
el artista que escribe este libro, construyó (¿construye?) su casa junto a su
familia. Es un auto constructor que, como se comprenderá en el tercer capítulo,
“abre un claro en el bosque y despeja la zona que albergará la construcción y
ensanchará las condiciones espacio-temporales de la existencia”. Expande el
territorio con una operación de la imaginación. Abre mundo.
A
lo largo de las últimas tres décadas ha tomado auge la producción de
grandes eventos exhibitivos que reúnen obras del arte contemporáneo
internacional. La proliferación de bienales de arte es un síntoma
del crecimiento de la producción artística, favorecido por las facilidades de
circulación de la información y el auge de la economía de mercado que ha
alcanzado prácticamente todas las esferas de producción. En Latinoamérica
sobresalen por su capacidad de convocatoria internacional las bienales de Sao
Paulo, en Brasil, y la de La Habana, en Cuba. Ambas se han hecho lugares de
constatación o diagnóstico de las tendencias emergentes en las expresiones
artísticas del mundo y de Latinoamérica, sin embargo, las condiciones políticas
de sus países han marcado sesgos divergentes.
La bienal de Sao Paulo ha mantenido desde su fundación (1951) una
marca internacionalista, que la ha hecho foco de quienes quieren revisar las
tendencias en boga en las galerías importantes del mundo, en confrontación
con los representantes de los países latinoamericanos convocados. Algo de
este tipo de arte ha llegado a la bienal de La Habana, sin embargo, desde su
fundación ha buscado convocar con especial atención artistas de países del
tercer mundo o artistas críticos del statu quo de países ricos. La diferencia más
marcada la han tenido los apoyos económicos, la de Sao Paulo ha mantenido
un creciente patrocinio de parte de grandes corporaciones internacionales
y brasileñas, mientras la de La Habana ha visto retirar el apoyo de algunas
organizaciones europeas, como medida de presión para un cambio en la
política cubana, llevando a crecer la participación del Estado en su auspicio.
La octava bienal de La Habana, celebrada en 2003, declaró una intención
temática para reflexionar, explícita en su título, “El arte con la vida”, la
novena (2006) se llamó “Dinámicas de la cultura urbana”, la décima (2009)
“Integración y resistencia en la era global”. Paralelamente los títulos de las
bienales de Sao Paulo fueron “Territorio libre” (Bienal 26, 2004), “Cómo vivir
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juntos” (Bienal 27, 2006), “En vivo contacto” (Bienal 28, 2008) y “Hay siempre
un vaso de agua para navegar” (Bienal 29, 2010). Las temáticas propuestas por
los títulos de las dos bienales hacen evidentes las diferencias entre una visión
predominantemente subjetivista en la de Sao Paulo, frente al carácter político
de la de La Habana, mostrando dos polos de acción, que hacen carrera desde
los años sesenta, en el arte contemporáneo de América Latina: la obra puesta en
la exposición para el goce y la contemplación estética del espectador, y la obra
como crítica sobre la realidad. En ese contexto, una visión activa y crítica de
la realidad viene con una crítica del papel del arte como satélite de la industria
de la cultura y del entretenimiento. El arte contemporáneo de Latinoamérica
se ha desarrollado en medio de intentos de circunscribirlo en matrices del arte
internacional desarrollado en los centros económicos y culturales, y desde una
realidad política compleja, llena de contradicciones y vacíos que afectan las
posibilidades de su alcance o su fe en sí mismo. La capacidad de presión del
mercado sigue alterando los flujos de la vida, del trabajo, del pensamiento, con
matices variables en la mayor parte de los países latinoamericanos. El carácter
del arte, cualquiera sea la posición que se tome al respecto de estas condiciones,
como lo ha resaltado Luis Camnitzer, termina siendo político y, dada la
intensidad de la carga política que tiene la vida cotidiana en Latinoamérica,
termina reflejando sus tensiones y sobrepasando los intereses implícitos en las
definiciones tradicionales del arte. (Camnitzer, 2008: 33)
Las definiciones de lo que es arte no han salido inmunes al potencial expresivo
y político de la vida cotidiana que los artistas de América Latina han insertado
en sus exhibiciones, colecciones, museos. El impacto de las ofertas de múltiples
puntos de vista, de maneras de estar en el espacio y de elaborar la información,
señala cruces de intereses entre las resistencias culturales y el devenir del arte
contemporáneo, como regiones de la cultura que, al pluralizarlos, subvierten
los modelos de normalización, prescripciones de usos y vectores de valor,
económicos, morales o estéticos. Tanto las marchas y protestas que reclaman
ajustes radicales en las políticas sociales y económicas o las disidencias más
sutiles y cotidianas que impugnan las prescripciones de uso y comportamiento,
como las propuestas artísticas que se consolidan a partir de la conciencia de
contexto desde la realidad latinoamericana, denuncian cómo los espacios y
las oportunidades de ser en el mundo se cierran cada vez más para la mayoría,
mientras se extienden progresivamente para unas minorías privilegiadas y, a la
vez, reclaman que hay que abrir espacios del mundo para todos.
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La filosofía, en tanto elabora preguntas sobre el mundo, planteando espacios
de pensamiento para poner en problema la constitución de la realidad, ha sido
una actividad articuladora entre los esfuerzos comprensivos y las técnicas
transformadoras y poéticas del ser humano. Esto se hace central en el caso
del arte de América Latina, donde variados problemas que ha trabajado la
filosofía han sido pensados en imágenes que ponen en acción el pensamiento.
Este carácter sugiere una metodología de investigación que reconozca
vínculos entre la filosofía, el arte y la resistencia; una teoría del arte que, desde
Latinoamérica, propone las preguntas: ¿cómo el arte, que se expresa desde
la vida de América Latina, presenta problemas, ya abordados por la filosofía,
desde el ámbito de lo sensible?, ¿qué gana la filosofía?, ¿qué gana el arte?,
¿qué gana la vida?
Varias obras del artista Chileno Alfredo Jaar nos permitirán analizar los
modos en que criterios filosóficos en diálogo con técnicas y procedimientos
del arte, logran que los conceptos, al tomar cuerpo, sean orientados a regiones
concretas de la existencia para ayudar a desenmascarar prácticas de dominación
y colonización, contribuyendo a la vez en la búsqueda de fuerzas de cambio e
invención de nuevas fórmulas de resistencia.
Jaar planteó en 2010 la instalación Marx lounge, cuya pieza central es una
mesa con diversas ediciones y traducciones de libros como El capital y El
manifiesto de partido comunista, en diálogo con una abundante producción
bibliográfica de pensamiento derivado, influido o que hace comentarios de Karl
Marx, con autores canónicos dentro del marxismo, pero también desarrollos
heterodoxos. Hay en la mesa libros de Antonio Gramsci, Walter Benjamin,
Slavoj Žižek, Stuart Hall, Judith Butler, Ernesto Laclau, Chantal Mouffe,
Fredric Jameson, Pierre Bourdieu, Frantz Fanon, Alain Badiou, Jacques
Rancière, Juan Benet, Susan George, Eduardo Galeano, entre muchos otros.
El espacio de la obra contaba con una sala de lectura de paredes, piso y techo
rojos, dotada con sillas cómodas y lámparas para facilitar la lectura.
A nivel de contenido temático, el artista ha dicho que la obra responde al
renovado interés que cobra el pensamiento de Marx, a propósito de la actual
crisis financiera, que el filósofo encontraba contenida en el desarrollo del
capitalismo. Las ideas seminales de Marx, según Jaar, saliendo de ámbito
ideológico-discursivo, sugieren procedimientos específicos para pensar y
construir el mundo. Sobre la pertinencia actual del legado de Marx declara Jaar:
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Creo que en los últimos 30 años se ha hablado de la muerte de la izquierda. El
capitalismo ha triunfado. La ideología de la derecha es la ideología del mundo.
[…] Hay una derecha económica que hizo lo que quiso durante 30 años y una
izquierda débil a la que lo único que se le ocurrió hacer fue acercarse al centro
tratando de encontrar una audiencia, un público. El pensamiento de izquierda
no tiene compás en el mundo contemporáneo. Sin embargo, si lees a Marx
y a Gramsci y a todos los pensadores contemporáneos, descubrirás que hay
una verdadera revolución cultural, política y filosófica que ha tenido lugar en
estos últimos 30 años. Está todo en la mesa. Es una cantidad extraordinaria de
información. Son modelos muy creativos de pensar el mundo. Y sin embargo,
me parece que hay una brecha gigantesca entre lo que hay aquí, en la mesa, y
la realidad social. (Jaar, 2011)
El pensamiento de Marx ha brindado desde su postulación una estructura
crítica para abordar la realidad política y económica en el seno de los procesos
de explotación y acumulación del capitalismo. Si bien la complejidad de las
condiciones vitales tiende a desbordar el alcance explicativo de los conceptos, la
estructura fue un paso adelantado en la puesta en evidencia de los fundamentos
de la injusticia social, y sus implicaciones saltan a la vista cuando son activados
en situaciones y espacios concretos. La instalación propone la activación del
pensamiento a partir de la puesta en espacio de los conceptos, la invitación a la
manipulación por parte del público al momento de establecer relaciones entre
los títulos (cercanías, contrastes, réplicas, contradicciones), abrir los libros para
leerlos, cambiarlos de posición, establecer relaciones entre sus propias versiones
de los acontecimientos o sus preocupaciones sociales o éticas y aseveraciones
encontradas en las exposiciones conceptuales contenidas en los libros.
Una obra de arte no es un contexto típico para la formulación ni la discusión
de conceptos, los lugares propios de la enunciación proposicional son los
libros, las conferencias, los discursos. En la obra (no sólo en esta, en toda obra
de arte) la información, dirigida inicialmente al entender, está presentada en
un conjunto dirigido al percibir y al sentir. Theodor Adorno dijo que es posible
que el límite entre el arte y otras formas de conocer sea “que éstos pueden
pensar más allá de sí mismos sin renunciar, pero el arte no produce nada
importante que él mismo no llene de sí mismo, desde el lugar histórico en que
se encuentra.” (1983 (1970): 338). La puesta en espacio de las exposiciones
conceptuales les reclama situarse, ‘hablar desde’ el lugar histórico donde
acontece su lectura y activación. En ese sentido “llenar de arte” no consiste en
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Alfredo Jaar (Santiago de Chile, 1956): Marx Lounge, Bienal de Arte de Liverpool, 2010.
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1. Acumulación
Contra-información y resistencia
El proyecto artístico Serra Pelada (Alfredo Jaar)
Imagen 1. Alfredo Jaar: Serra Pelada, Introduction to a distant world, 1985, video 8 min.
Imagen 3. Alfredo Jaar: Serra Pelada, Gold in the morning, 1986, Bienal de Venecia.
El montaje espacial era disonante, las fotos estaban muy arriba o muy abajo
del horizonte normal de visión de las exposiciones, pero estaban en cajas
de luz enmarcadas en metal dorado, reclamando ser miradas. Cuatro de las
cinco cajas de luz tenían láminas doradas adosadas perpendicularmente que
brillaban un poco (y recordaban el oro), en el piso había un amontonamiento
rectangular de clavos pintados de negro en cuyo centro estaba ubicado un
marco dorado con ornamentación barroca y clavos dorados en su interior.
Para activar la obra el público debe recurrir a una visión dinámica en varias
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dimensiones comenzando en el nivel perceptual, desplazando su mirada de
abajo a arriba, hacia los rincones, buscando las imágenes; debe desplazar
su cuerpo de acuerdo a las pautas espaciales sugeridas por los elementos
emplazados; realizar interpretaciones de significados entre las imágenes de los
mineros, la luz, los colores dorado, negro, los materiales (metal, luz, vidrio);
establecer asociaciones entre significados, aportar también significaciones
afectivas propias; establecer también aportes significantes del contexto,
momento histórico, residuos de memoria, residuos significantes del edificio,
del evento, de la ciudad, del país. El montaje de Jaar implica la visión, al
saltar las distancias de varias maneras. La contaminación artística de las
imágenes, en el proyecto de Jaar, busca que éstas cobren aptitud para poner
en juego nuevamente el valor de las vidas comprometidas en él, y esto sólo se
logra si el artista, tomando en serio sus existencias, contamina también al arte
con el contenido ético de las imágenes, contaminando a la vez a su público,
implicándolo a través de su mirada hasta el punto en que deja de preguntar
¿cuáles fueron las razones del artista? Y se pregunta ¿cuáles son mis razones?
Otra fase del proyecto fue el montaje Frame of Mind, realizado para una
galería universitaria, en cuyo contexto el artista exploró recursos estructurales
de mayor complejidad. La pieza central del montaje fue un gran telón dorado
que colgaba desde el techo y recorría parte del piso cerca de una de las paredes
laterales. En contrapunto con este elemento había de nuevo fotografías en
cajas de luz, pero esta vez estaban desmontadas y volteadas contra las paredes,
frente a espejos en marcos de ornamentación barroca.
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Tomando en cuenta el contexto de sentido del lugar de exhibición, la
obra exigía un esfuerzo perceptual mayor que los anteriores montajes,
había que buscar las imágenes de los garimpeiros detrás del resplandor de
los orificios de ventilación de las cajas de luz, en el reflejo de los espejos
montados en las paredes, desplazarse a lado y lado para reconstruir una visión
completa de las fotos y asumir su real orientación. La dificultad de visión
se hiso aquí altamente protagónica y significativa como elemento relevante
para la constitución de significados. La imagen debía ser construida por el
público en un alto porcentaje, llenándola con sus expectativas, aptitudes de
construcción y en su nivel más estructural armar sentido a partir de los vacíos
y las invisibilidades -invisibilidades constituyentes del trabajador implicado
en procesos de explotación, de los territorios colonizados y devastados en
periferias geográficas de producción- que exigían la apertura de una aptitud
de visibilidad que debe seguir operando luego, fuera de la galería, en la vida
y la política. Dado el carácter invisible que tienen las fuerzas resistentes de
la vida, cuyo poder emancipatorio se gesta y fortalece a la sombra, cobra
pertinencia la relación que formulara Deleuze: No hay obra de arte que no
apele a un pueblo que aún no existe.
Las imágenes que expresan la resistencia, y aquí hablamos de todas las
modalidades de resistencia territorial, logran hacer pasar sentidos y pensamientos
a través de los filtros de censura y olvido, y a la vez preservan saberes y
expresiones populares, ancestrales o disidentes de las voces dominantes, abren
espacios de resistencia al borramiento o al achatamiento semántico, y exigen
de nosotros la apertura de una mirada apta para estallar las distancias e implicar
largo tiempo las existencias, captar las resistencias invisibles y anticipar mundos
nuevos. Porque, como lo dijo el investigador uruguayo Raúl Zibechi, el gran
peligro lo representa la invisibilidad de las intenciones que buscan someter las
voluntades de organización y resistencia de las comunidades, por eso una parte
decisiva de la lucha de clases se produce en la sorda resistencia cotidiana fuera
de la visibilidad de las instituciones y de la sociedad (2008: 217). Lo que estalla
de modo invisible en la obra de arte es algo también invisible: la distancia
creada entre los seres y la mirada capaz de percibirla.
Hay otros componentes implicados en la estructura de la obra de arte: el
público visitante, las analogías históricas de las imágenes y los contextos de
exhibición. Aunque en primera instancia el proyecto porta información sobre
la problemática social y económica de los mineros, mucha de esta ya había sido
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difundida por reportajes, informes económicos, procesos judiciales, al parecer
sin gran efecto. La comunicación nos trae las imágenes del sufrimiento sin
vínculos con su vivencia espacio-temporal, como un sufrimiento ajeno cuyo
espacio termina siendo el del medio representativo, por eso dijo Susan Sontag
que “El problema no es que la gente recuerde por medio de fotografías, sino
que solo recuerda las fotografías.” (2010: 78). Ya nos hemos acostumbrado
a encontrar ampliaciones de muy buena calidad de fotografías del tema
solemne que es la pobreza, en paredes de boutiques, restaurantes y otros
locales de comercio suntuario, para acompañar las compras o las comidas, se
han producido libros en ediciones lujosas que terminan muchas veces siendo
parte del decorado en salas de estar. Ha sido especialmente ejemplar el uso de
imágenes de reportajes de Lewis Hine, cuyas fotos denunciaron las condiciones
de explotación infantil en el régimen fabril y minero de inicios del siglo XX,
o Walker Evans, en cuyas fotos vemos las condiciones de degradación de los
mineros estadounidenses de los años 1930. Así ha pasado con muchas obras
de arte también (Vincent van Gogh, Frida Kahlo, por ejemplo).
Imagen 5.LewisWickesHine: Niños mineros de carbón, 1908. Walker Evans: Cuarto de estar de la casa
de un minero, 1935.
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2. Producción
Relaciones arte-vida-política
Mesas (Víctor Grippo) y tareas de la vida (Kcho)
L
a mirada dirigida a la obra de arte y, desde ella, a las vidas implicadas
en procesos de explotación, si bien puede ser capturada como dato de
consumo o mercancía, es activa en su sentido originario cuando se
constituye en acto de resistencia. La obra de arte, como producto del trabajo,
oscila entre un orden valorativo que la hace circular como mercancía, y un
orden de significación social en el que produce algo diferencial que obliga
a su público a involucrarse con sus contenidos, pensándola. En su origen,
como producción de un artista, la obra es una emanación de las intenciones
investigativas y vitales, y si bien su circulación como mercancía cambia la
mayor parte de las veces su sentido, el sentido originario de la obra se mantiene
incólume. La mercantilización del arte atañe al funcionamiento del campo de
acción institucional y comercial del arte, y no altera la intención del artista, ya
que dicha intención y significación inicial pueden ser activadas muchas veces
más cuando despiertan posibilidades nuevas de resistencia. Según Walter
Benjamin el espíritu del fascismo fundó la producción artística en conceptos
de la tradición moderna como “creación y genialidad, perennidad y misterio”
(1973: 18), que por su parte el mercado burgués vinculó estrechamente
cualidades excepcionales de la personalidad del artista, transferibles a sus
producciones en los rasgos de estilo y calidad formal. A medida que se ha
consolidado el orden productivo capitalista, también ha desarrollado un
orden valorativo de la significación social de la producción artística. Dado
que la producción de una obra de arte, a lo largo de la historia, ha exigido
el consumo de materiales costosos, el gasto de cantidades importantes de
riqueza y el esfuerzo de personas altamente preparadas, su posesión, disfrute y
comprensión han sido señales y privilegios de rango social. Este fenómeno ha
sido constante a lo largo de la historia del arte occidental, desde sus iniciales
denominaciones como esfera de producción autónoma separada de la técnica,
y se hizo especialmente dominante con la consolidación de la modernidad.
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Como contraparte de estos principios, Benjamin planteó un conjunto de
tesis acerca de las tendencias evolutivas del arte en estrecha relación con
las condiciones de producción, que fueran “utilizables para la formación de
exigencias revolucionarias en la política artística” (Ídem: 18).Al hacer entrar en
relación con las formas históricas, las preocupaciones sociales y las condiciones
de producción, el estilo y la calidad formal de las obras resultan condicionados
por tendencias políticas. La interconexión entre calidad y tendencia abre así
la cuestión de la autonomía del arte en tanto campo de la producción, a lo
cual responde Adorno en la formulación “El arte es para sí y no lo es, pierde
su autonomía si pierde lo que le es heterogéneo” (Adorno, 1983 (1970):
16). Es decir, que el arte encuentra la autonomía que le es propia al verse
interpelado por el contenido no artístico presente en las acciones de la vida y
logra interpelarla con los procedimientos que le son propios. A continuación
se busca mostrar influencia del arte en espacios de la vida cotidiana, haciendo
a lado la voz enunciativa del artista para poner sus técnicas y procedimientos
en función de preocupaciones de las comunidades.
Diversos autores1 han mostrado cómo, a partir de la consolidación
del capitalismo de sobreproducción a finales de la década de 1960, con el
comienzo del auge del culto a las estrellas de cine y televisión, la creciente
oferta publicitaria de bienes y servicios, el valor de uso de los bienes cedía
cada vez más terreno ante los goces secundarios del prestigio, la moda o el
entretenimiento. En medio del auge de la oferta de consumo suntuario el arte
circuló como una manifestación narcisista más en el mismo rango de las joyas
y el entretenimiento. A comienzos de la década de 1980 diversos sectores
de la opinión mundial (circuitos artísticos, culturales, políticos, económicos,
del mundo de la moda y la farándula) fueron estremecidos por la noticia del
extraordinario valor de 85 millones de dólares estadounidenses, alcanzado
en una subasta por la pintura Jarrón con doce girasoles de Vincent van
Gogh. Desde ese entonces esa suma ha sido rebasada con relativa frecuencia.
En 2004 la obra Niño con pipa (1904) de Pablo Picasso, fue subastada en
104.1 millones de dólares. La cifra más alta de venta la alcanzó en 2011 Los
jugadores de cartas (1892-93), última versión de este motivo, típico de la
madurez del pintor Paul Cézanne, adquirida en una transacción privada por la
familia real de Catar, por el valor de 250 millones de dólares. La lista de estos
1 El texto se referirá directamente a argumentos de Theodor Adorno, Pierre Bourdieu y Hans Heinz Holz, en lo que respecta a la
inclusión de la obra de arte en los bienes de consumo de sobreproducción.
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precios es larga e incluye, además de otras obras de Picasso y Van Gogh, obras
de artistas como Jackson Pollock (Número 5, 1948, 140 millones), Wilhelm
de Kooning (Mujer III, 1952-53, 137,5 millones), Gustav Klimt (Retrato de
Adele Bloch-Bauer, 1907, 135 millones), Andy Warhol (Ocho Elvises, 1963,
100 millones), Peter Paul Rubens (La masacre de los inocentes, 1611-12,
76.7 millones), Tiziano (Retrato de Alfonso d’Avalos, 1533, 70 millones).
Las calidades particulares derivadas de la autonomía, del talento o de la
capacidad de propuesta experimental que pueden sustentar el valor histórico
de las obras, no explican del todo las razones de su extraordinario valor de
mercado, aunque sí contribuyen a promoverlo en las transacciones. Al interior
del mercado, “los clientes de la cultura se rebelan contra la autonomía de la
obra de arte porque la convierte en algo mejor de lo que ellos creen que es”
(Adorno, 1983 (1970):31) y la mejor forma de derrotar la pretendida autonomía
siempre será apropiársela, Adorno anunciaba ya cómo la autonomía entraría
a ser así a lo sumo un argumento más del mercado, un plus de venta. Hans
Heinz Holz, por su parte, hace patente que el mercado equipara la obra de arte
a las joyas o las antigüedades, como cosas que permiten adquirir con ellas
una información teórica, algo que en un momento dado representaban o una
función original que cumplían, y que siguen declarando en el modo y manera
en que se constituyeron como tales, pero ahora en la forma de emblema para
el rango de su propietario. (1979: 14-15)
Adorno hizo evidente en su Teoría estética que la inclusión del arte entre
los bienes de la sociedad de consumo se basa en la visión subjetivista del arte,
consolidada a partir de su delimitación como tema de los estudios estéticos
del siglo XIX. La concepción estética, según éste, arrancó al arte de su esencia
creadora, cuya base más originaria es la vida del artista, con sus intereses
y opiniones, para instaurar el sentido en la receptividad del espectador. En
esa condición el arte pierde su origen y esencia, y los ejes de sentido que le
quedan es convertirse en una cosa más entre las cosas y servir como “vehículo
de la psicología de quien la contempla” (Adorno, 1983 (1970):31). En tanto
cosas producidas para la recepción, las obras de arte ingresan al mercado
como índices del refinamiento y las aptitudes sensibles de sus poseedores y
ya no pueden producir más sentido que la sustitución del sujeto por el deseo
estereotipado de sí mismo que cree percibir en ellas.
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Según Pierre Bourdieu, el fenómeno sociológico de la recepción del arte
permite constatar que artista y consumidor objetivan su aptitud excepcional de
encaminar las ‘buenas’ elecciones en materia de arte en los dos extremos del
intercambio y, ya que ambos reconocen y expresan en público sus aptitudes
sensibles para reconocer el valor de ese objeto extraordinario (uno mediante
la exposición de su obra y otro en su admiración pública a la obra y al artista),
sus valoraciones pueden ser constatadas o desautorizadas por un consenso de
legitimidad en asuntos de gusto (aquí cabe todo el esnobismo posible). Este
consenso de legitimidad, es el “espacio de producción de producción”, en tanto
produce las condiciones de posibilidad del artista como “productor de objetos
sagrados, de fetiches, o, lo que viene a ser lo mismo, la obra de arte como objeto
de creencia, de amor y de placer estético”. (Bourdieu, 1990 (1984): 168)
Al entrar al mercado suntuario, las obras de arte se presentan rubricadas
como emblemas de posesión exclusivas, también como objetos únicos e
irrepetibles, productos de una fuente limitada cuya garantía es la firma del
artista (y certificaciones de autenticidad), y los terrenos de su producción
quedan disociados. Bourdieu registra el hecho de que el nombre del maestro
efectivamente es un fetiche (el mercado ofrece Picassos, Monets, Van Goghs
como ofrece vidriería Lalique o Tiffani’s, joyería Fabergé, o automóviles
Rolls Royce, trajes Yves Saint Laurent o perfumes Channel). Se trata de
nombres asociados al consenso de calidad entre un conjunto de “agentes
que tienen intereses en el arte, a quienes interesa el arte y su existencia, que
viven del arte por el arte, como productores de obras consideradas artísticas,
críticos, coleccionistas, intermediarios, conservadores, historiadores del arte”,
especialistas, académicos y público cultivado en cuestiones de gusto (Bourdieu,
1990 (1984): 169). Este conjunto, llamado por Bourdieu Campo del arte, cierra
el círculo de la recepción como verdadero productor del valor del mercado.
Estas condiciones nos llevan a la conclusión de que la objetivación que se
realiza desde el punto de vista del consenso de aceptación social del arte, como
producto de la división social del trabajo, es la fuente de su fetichización. Por
eso la relación del arte con la sociedad no hay que buscarla en el ámbito de
la aceptación de las obras de arte sino en el ámbito previo de su producción
misma (Adorno, 1983 (1970): 299), esto significa trasladar la búsqueda del
sentido de las obras, del desinterés del espectador a los intereses del artista
(con los posibles matices, que pueden ir desde el afán de gloria hasta las tomas
de posición sobre lo justo, pasando por las dudas y creencias metafísicas).
- 41 -
Un aspecto determinante del rumbo que ha tomado gran parte del arte
contemporáneo tiene que ver con este retorno del interés, que el filósofo
Giorgio Agamben caracteriza retomando el planteamiento nietzscheano,
según el cual la figura mítica de Pigmalión representa el anuncio del interés
vital que el artista ha puesto de nuevo en juego en la producción de la obra:
Pigmalión, el escultor que se exalta debido a su propia creación, hasta el
punto de desear que no pertenezca más al arte sino a la vida, es el símbolo
de esa rotación que va desde la idea de belleza desinteresada como
denominador del arte, hasta la felicidad, es decir, a la idea de un ilimitado
acrecentamiento y potenciación de los valores vitales, mientras que el eje
de la reflexión sobre el arte se desplaza del espectador desinteresado al
artista interesado. (1998 (1970): 11)
Se trata del interés implicado en el tipo de experiencias que derivan de la
vida ordinaria, con sus luchas y esperanzas, los afanes que en el arte buscan
la obra, y en la vida concentran esfuerzo en el trabajo. El arte se levanta
como intensificación del valor sensible de la vida y consciencia renovada
del poder transformador de la producción, que resiste al orden valorativo y
clasificatorio, insertando nuevos objetos y, con ellos, nuevas espacialidades
en el mundo. Si bien el tiempo del arte está poblado por los afanes relativos a
la realización de una obra, gran parte del tiempo de la vida está ocupado por
la búsqueda del sustento mediante el trabajo. Una obra de arte es algo que no
se identifica ipso facto con los resultados normales de un proceso de trabajo,
sin embargo, como lo expresó Guy Debord, en una obra “aquello que cambia
nuestro modo de ver las calles es más importante que lo que cambia nuestro
modo de ver la pintura” (Citado en Camnitzer, 2008: 318). Como realización
del interés el contenido vital de la obra, al no concluir en un producto, termina
siendo algo que no se puede comprar o usar. Esa faceta del arte nos dice algo
fundamental sobre el interés vital del trabajo mismo.
El interés que el artista tiene en el mundo, en su condición de ciudadano
y existente, ayuda a tejer la cercanía entre vida y arte, pasar de una al otro
convirtiendo a la creación artística en un tipo de investigación fundamental
cuyos hallazgos tienen directa aplicación en la vida. La filósofa colombiana
Consuelo Pabón planteó una concepción de la relación arte/vida, según la
cual el acontecimiento artístico es un tipo de experiencia que da un nuevo
sentido a la existencia, “El artista se sumerge en el caos de su época, pero
en vez de quedarse en la crítica social o en el espectáculo de la catástrofe,
- 42 -
selecciona el acontecimiento que brilla dentro del caos y lo transforma en
arte y vida” (2000: 77-78). El artista y teórico uruguayo Luis Camnitzer hace
evidente que la relación arte-vida, al implicar la toma de posición por parte
del artista, incluye las tensiones y roces con los polos de poder, y por eso “el
problema quizás se debiera formular entonces más certeramente como Arte/
Vida/Política”. (2008: 36)
Este cruce de intereses que atraviesa al arte contemporáneo, sugiere
preguntas como ¿Qué es lo que el arte puede ayudar para alumbrar los aspectos
de la vida no alcanzados por las formas institucionalizadas de la investigación
hasta ahora dominantes? Las posibles respuestas que procederían de la estética
son desbordadas por aquellas planteadas a partir de la acción sobre el mundo,
donde se entretejen relaciones de sentido entre arte, vida y política.
Desde la segunda mitad del siglo veinte se ha hecho visiblemente
recurrente que espacios tradicionalmente destinados a la exhibición, venta o
consolidación pública de productos artísticos sean intervenidos por objetos,
eventos o estructuras que rebasan o interfieren los contenidos y expectativas
de una contemplación ‘puramente artística’−entendiendo por ésta aquella
que permite a un público realizar valoraciones subjetivas, juicios de gusto,
observaciones de calidad formal y localizaciones estilísticas e históricas
a las obras−. Ya sean llevadas por artistas o por otro tipo de participantes
de los foros del arte, de la opinión, del mercado, de lo social o la política
(acciones de boicot o protestas interpelantes ante el aburguesamiento o
el vaciamiento de sentido vital de los eventos del campo del arte). Estas
manifestaciones revelan la urgente necesidad de que el arte intervenga en las
discusiones y movilizaciones que expresan preocupaciones éticas, políticas
o económicas, para contaminarlas de creatividad, intensificación sensible,
voluntad experimental. No se trata realmente de una redefinición sino de un
llamado al origen constitutivo de todo pensamiento artístico que ya Theodor
Adorno había reconocido: “El arte es para sí y no lo es, pierde su autonomía
si pierde lo que le es heterogéneo” (1983 (1970): 16). Es decir, que el arte
pierde la autonomía que le es propia si no se ve interpelado por el contenido
no artístico de la vida y a la vez no logra la aptitud para interpelarla con
su contenido propiamente artístico; porque los puentes que trazan vínculos
entre los espacios del arte y la vida, trazan a la vez vínculos que implican en
espacios vitales a las personas.
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El arte contemporáneo de América Latina se ha desarrollado en medio de
intentos de circunscribirlo en matrices del arte internacional inscrito en los
centros económicos y culturales, y desde una realidad política compleja, llena
de contradicciones y vacíos que afectan las posibilidades de su alcance o su fe
en sí mismo. La capacidad de presión del mercado internacional sigue alterando
los flujos de la vida, del trabajo, del pensamiento (incluido el arte), con matices
variables, en la mayor parte de los países latinoamericanos. Un número
creciente de artistas abandona los circuitos consolidados de las galerías, los
museos, los dealers en busca de espacios de actuación menos colonizados por
el mercado, menos estandarizados por el flujo de estereotipos de las industrias
del entretenimiento y de la cultura, menos capturados por los dispositivos
de formalización del pensamiento creativo. Estos movimientos manifiestan
el interés de los artistas en intervenir de modos activos en discusiones y
movilizaciones sociales, con intenciones políticas. Este matiz político del arte,
como lo define Luis Camnitzer, se propone de modo consciente
…intervenir (y no simplemente reflexionar acerca de) las relaciones de
poder, y esto necesariamente implica las relaciones de poder en las cuales
existe. Y hay otra condición: Esta intervención debe ser el principio or-
ganizador de la obra en todos sus aspectos, no sólo en su forma y en su
contenido, sino también en su modo de producción y circulación. (2008:
332-333)
La producción artística que resulta de esta actitud, al no recibir -en su
momento- aval de circulación por institución ni mercado alguno, corre el
riesgo de no cristalizar en fama ni riqueza para sus productores pero gana en
sentido y aplicabilidad vital. El logro de las obras no reside en la elección,
ni siquiera en la construcción de sus formas, sino en la apertura de ámbitos
posibles en el mundo ya existente, donde se logre abrir el sentido del actuar de
la vida humana, y no sólo la del arte.
Sobre esta relación, a propósito de la celebración de la octava Bienal de
arte de La Habana, titulada “El arte con la vida”, en medio de las dificultades
derivadas de un boicot recrudecido del gobierno estadounidense y varios de la
Comunidad europea, denunciaba Hilda María Rodríguez:
Frente al canibalismo espiritual, la esquizofrenia política, la disfunción
de las políticas culturales, es comprensible la relocalización de las prácticas
desplazadas. Muchos han coincidido en que la producción de cultura significa
producción de vida cotidiana. Pensemos entonces en la viabilidad de fórmulas
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de influencia del arte en los espacios de la vida, incluso a través de viejos
patrones que puedan encontrar su sentido en el nivel social. (2003: 24)
- 45 -
Gran parte de la potencia expresiva de la obra reside en lo común y gastado
de la mesa, y la poca pretensión formal y técnica del artista, otra parte reside
en el carácter cotidiano de la escritura y las pocas pretensiones formales del
texto. Mucha de la fuerza de la obra reside fuera de sí, a donde la conduce el
artista: la obra ya no se ocupa de sus técnicas, de sus procedimientos, de sus
materiales sino de los de la vida. La obra rompe el ámbito del predominio del
objeto artístico, al renunciar a una visión estética o formalista, el arte se corre a
un lado para dejar que aparezcan procedimientos y preocupaciones de la vida.
Derivada de esta obra, Grippo realizó un montaje llamado Mesas de trabajo
y reflexión para la quinta bienal de La Habana, en 1994, que consistió en la
instalación de un grupo de mesas viejas y usadas, con textos escritos y algunos
objetos y materiales sobre ellas, en un espacio de la Quinta del Morro. Según
los testigos, Grippo “llegó a La Habana con las manos vacías”, ya que había
pedido que las mesas fueran conseguidas allí, “Mesas ya usadas (cuanto más
usadas mejor, las más simples y menos decorativas que podamos obtener)”
(Llanes, 2004: 43). Ese era un año difícil para la economía cubana, y aún
más para la bienal, cuya celebración se había tenido que posponer un año por
dificultades económicas, unas mesas fueron encontradas por el mismo Grippo
en una escuela vecina del centro Wilfredo Lam (sede de la bienal), eran mesas
averiadas y algunos pupitres, también averiados; otras al parecer procedían de
un restaurante que las había desechado. Dice Lilian Llanes presidenta en ese
entonces del centro Wilfredo Lam: “con todas esas mesas gastadas por su uso,
un poco de tierra, un pedazo de tela, un cuchillo, un espejo, algunos granos,
una gran poesía y mucho de humanidad, comenzó Víctor Grippo su obra de la
quinta Bienal de La Habana”. (2004: 44)
Consciente y solidario de las dificultades de la bienal, Grippo construyó
finalmente un ambiente acogedor alrededor de las mesas, que hacía sentido
alrededor de las preocupaciones de muchos habitantes de Cuba, Latinoamérica
y el Tercer mundo. Los textos y objetos sobre las mesas agrupaban en el
mismo espacio diferentes niveles del conocimiento que emana del trabajo. El
trabajo del poeta, el sismólogo, el herrero, el ingeniero, el pensador, juntos
en la obra del artista, eran el trabajo del hombre, el conocimiento y trabajo
colectivo cuya obra es el mundo.
La obra hizo patente que el mundo, condición que el hombre ha dado a su
existencia, ha sido construido por la reflexión y el trabajo del hombre, y por
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tanto podría ser cambiado por la acción de éstos. Igual, ponía en primer plano
el hecho que el mundo en que hemos nacido ya estaba formado. Dada la carga
histórica que antecede al mundo, la existencia emerge con carácter fáctico para
hacer comparecer lo descubierto en él. Luego de nacer a la vida nos espera nacer
al mundo, aprender todo lo necesario para actuar en él, para vivir como hombres
dentro de él. Por eso Arendt subraya el hecho de que el mundo mantiene su
estabilidad mediante el trabajo que produce las cosas y, con ellas, el sentido
de la realidad: “La realidad y confiabilidad del mundo humano descansan
principalmente en el hecho de que estamos rodeados de cosas más permanentes
que la actividad que las produce, y potencialmente incluso más permanentes
que las vidas de sus autores.”(1993 (1958): 109). El mundo puede constituirse
así en un ámbito cerrado en el cual nuestra existencia tiene un lugar prefijado
desde antes de nacer, como la jarra, el zapato o la mesa. La obra de Grippo va
un poco más allá, en el ámbito de la obra el mundo experimenta una apertura.
Grippo ya había planteado la cercanía entre arte y trabajo en una obra
anterior como ‘Construcción de un horno popular para hacer pan’, obra
realizada en conjunto con el artista Jorge Gamarra y el trabajador campesino
A. Rossi para un evento a aire libre23. El artista planteaba la importancia de
la recuperación del trabajo colectivo, y hacía alusión al desplazamiento del
campo a las ciudades de su país, Argentina.
Imagen 8. Victor Grippo (1936-2002): Construccion de un horno popular para hacer pan,(con la
colaboración de Jorge Gamarra y A. Rossi), Arte e Ideología –CAYC al aire libre –Arte de sistemas II,
plaza Roberto Arlt, Buenos Aires, 1972.
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el intercambio de información con todos aquellos que pasaban, en el cual se
buscaba un resultado pedagógico (Camnitzer, 2008: 36). Según el artista y
escritor uruguayo Luis Camnitzer la obra de Grippo ponía en acción estrategias
unificadoras de agitación y construcción. Tres días después de la inauguración,
la exposición fue clausurada por la policía, al determinar que varias de las obras
contenían sentidos políticos indeseables para el Estado. Durante las décadas de
los sesentas y setentas una gran cantidad de obras de arte fueron censuradas o
clausuradas porque, a los ojos de los agentes del Estado, promovían ideas de
carácter subversivo. Y era claro que al salir de la burbuja estética para intervenir
en discusiones éticas y políticas el arte pasaba a la esfera de la resistencia, muy
cerca de la movilización social.
En palabras de Luis Camnitzer “en el contexto latinoamericano, no
importaba qué posición uno tomaba, siempre significaba coquetear con la
subversión” (Camnitzer: 2008: 22). Realizar un horno en lugar de una obra
de arte coqueteaba con la subversión porque hacía ver que el artista es ante
todo un existente que construye e inventa espacios del mundo y no solamante
ocupa los ya disponibles (en la vida y en el arte). Con el horno y el pan se
abre el mundo en el sentido de que reclama la ampliación y mejora de las
condiciones para pensar y vivir la vida. Contemplada como obra de arte, en
la calle y no en la panadería, la cosa que es un horno permite aparecer al
existente que necesita el pan, al panadero que trabaja, al albañil que hace
hornos y al artista como miembros de la misma comunidad de trabajo que,
juntos, luchan por liberar espacios para la vida tal como se está viviendo en el
momento, en su condición histórica.
Hannah Arendt, anotaba cómo tanto el desprecio del trabajo en la
concepción antigua de Occidente, como su glorificación en la teoría moderna,
“proceden de la actitud subjetiva o actividad del trabajador, desconfiando de
su penoso esfuerzo o elogiando su productividad”. El mismo Marx olvida que
“la diferencia entre un pan, cuya <expectativa de vida> en el mundo es apenas
de más de un día, y una mesa, que fácilmente puede sobrevivir a generaciones
de hombres, es mucho más clara y decisiva que la distinción entre un panadero
y un carpintero” (Arendt, 1993 (1958): 107). Porque el trabajo del artista,
del panadero, del carpintero son expresiones de una misma lucha de la vida:
esfuerzo que tiene sentido si de él derivan las mejores posibilidades de llevar
el sustento al hogar.
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Si bien los teóricos y los economistas que han fijado su atención en el
problema de la producción (Marx incluido) desestiman la importancia al
destino final del producto, la obra de Grippo plantea problemas concretos
con el pan y la mesa: se necesitan panes en las mesas de los carpinteros,
y mesas en los hogares de los panaderos, el valor del pan y la mesa reside
en el sentido que cobran en uso vital y cotidiano, cuando no faltan. Pero
es claro también que se necesitan panes y mesas en la vida del artista, lo
que queda abierto ahora es la cuestión ¿se necesita arte en las vidas de
panaderos, carpinteros, obreros?
En el año 2006, en la IX Bienal de La Habana, el artista cubano Alexis
Leyva Machado, conocido en el medio artístico como Kcho instaló en la
Plaza Vieja la obra Vive y deja vivir. La obra era una pila de cerca de 13
mil piezas de ladrillos de barro con la formas de barcos, realizados por
artesanos de su pueblo en La isla de la Juventud. Los ladrillos podían
ser tomados por la gente para llevárselos, en la cantidad que quisiera. El
día de la instalación una gran cantidad de gente se acercó a llevarse los
ladrillos, algunos llevaron de a uno, otros usaron bolsas y carretillas para
llevar más cantidades, Kcho firmó muchos de esos ladrillos a quienes lo
pidieron. Varios ladrillos fueron a parar a lugares de exhibición en las casas
de coleccionistas o amantes del arte pero la mayoría fueron destinados por
las personas a realizar reparaciones en sus casas o a edificar algún tramo de
un muro en el hogar. Kcho contempló esas modalidades de relación con la
obra: “Si te obsequio uno de estos ladrillos y llegas a tu casa y lo colocas
sobre una mesa, tendrás un objeto de apreciación; pero si logras llevarte
dos mil, hasta podrías fabricar un cuarto de cuatro por cuatro” (Arte al dia,
2006). La instalación artística fue desinstalada para convertirla en espacios
para vivir, esa fue la intención de Kcho desde el comienzo.
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Imagen 9. Kcho: Vive y deja vivir, Plaza vieja, IX Bienal de arte de La Habana, 2006.
Imagen 10. Kcho: Brigada Martha Machado, Foso del morro, X Bienal de arte de La Habana, 2008.
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Las tiendas de la bienal estaban dedicadas a labores de intendencia,
dormitorio, sala de video, galería y talleres de arte. La brigada viajó por
distintos lugares de Cuba afectados por la destrucción, teniendo por meta
central acompañar a las personas en su drama, quedándose con ellas y
viviendo con ellas su situación. Dos años después, tras el terremoto de enero
de 2010 que destruyó parte del territorio de Haití, la brigada llegó junto a
otras brigadas de ayuda médica y logística enviadas por Cuba e instauró
un campamento durante 40 días. La permanencia de la brigada junto a las
víctimas de los desastres se diferenció de otras brigadas de ayuda en que los
artistas compartieron tiempo no profesional con ellas, más allá de la ayuda
caritativa o la beneficencia, con sus consignas de “arrancar sonrisas” y “curar
las heridas del alma” acompañaron sus existencias, cocinaron y comieron la
misma comida, convivieron con ellos como amigos.
Las arduas jornadas tuvieron un objetivo declarado: arrancar muchas
sonrisas para sanar las heridas del alma. Acróbatas, magos, payasos, músicos,
bailarines, artistas visuales trabajaron en campamentos, refugios, hospitales
de campaña, el arte estaba muy lejos del nicho del desinterés estético, Kcho
completamente interesado en las personas decía: “¿cuál es el papel de un artista?
¿Cuál es la función nuestra? Crear ¿crear qué? Crear bienestar, crear sueños,
pero sueños reales para el hombre, crear luces, colores, que son caminos en la
búsqueda de la felicidad del hombre” (Kcho, 2008).
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Porque el sentido de la existencia es más dinámico que el de las cosas,
y puesto que el mundo es obra del trabajo sumado de todos los hombres, es
completamente legítimo esperar que ese mundo, que ha abierto una realidad
confiable, ofrezca las condiciones para desarrollar en él la mejor vida posible
para todos los hombres o, de no poderlas ofrecer, permita subvertir su orden
para buscarlas.
Obras como la de Grippo y Kcho alteran la percepción del orden instituido,
cargando la realidad de contenidos dinámicos que alientan la transformación
de la vida. El carácter dinámico que imprime a la percepción del mundo
constituye la base del acontecimiento del arte, al abrir espacios. Como lo
ha resaltado Camnitzer, “dada la intensidad de la carga política que tiene la
vida cotidiana en Latinoamérica, no sorprende que mucho del arte refleje
esta tensión, y que a veces sobrepase los intereses concretos que uno espera
de las definiciones tradicionales del arte” (2008: 33). Las definiciones de lo
que es arte no han salido inmunes al potencial expresivo y político que las
geografías periféricas han insertado en sus exhibiciones, colecciones, museos
y termina tomando matices políticos. Estos ejemplos plantean sentidos de
la libertad creativa en tanto vivencia concreta, cercana al arte, a partir de
una búsqueda de casos en que vida y arte se contaminan recíprocamente en
el arte contemporáneo de Latinoamérica. El arte emerge como conjunto de
técnicas y procedimientos que ayuda a la vida a descubrir incongruencias en
el mundo, denunciar prácticas de dominación y colonización, y también a
inventar formas de acción e invención para cambiarlo.
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3. Uso/Consumo
El mundo a la mano
Una cosa es una cosa (María T. Hincapié),
Brinco (Judi Werthein)
L
a interrupción de la habitualidad de los entes que conforman el entorno
familiar (confiable) para poner en percepción las estructuras fundamentales
que permiten producir su sentido sigue un movimiento cognitivo llamado
por Martin Heidegger “desocultación”. La desocultación, propia del arte y las
acciones creativas, constituye un acontecimiento que suspende la solidez del
orden (social, ético, técnico, científico, filosófico) aceptado y desata cambios
en los modos de vida mantenidos hasta entonces. Al ser tema del pensamiento
los fundamentos del sentido pierden su carácter de presupuestos, se hacen
susceptibles de impugnación, lo que quiere decir que desde el momento en que
son enunciados explícitamente son elegibles y, si bien perdemos en certeza,
ganamos la libertad de aceptarlos, rechazarlos o cambiarlos por otros. Pero hay
una condición para que los principios fundamentales puedan ser enunciados:
debe ser posible percibirlos, reconocerlos, y esto sólo es posible mediante la
intervención previa de la acción artística desocultadora, que interrumpe la
habitualidad, y con ella la confianza, del contexto. La desocultación constituye
un “salto previo” propio del arte, anterior a la posibilidad de racionalización,
teorización y enunciación de la conformación estructural del mundo.
Martin Heidegger percibió por la ruta de la determinación espacial de la
existencia, la respeccionalidad (las cosas poseen un valor respecto de nuestros
fines y nuestra vida) y circunspección (de las cosas en las diferentes zonas de
la existencia), el camino hacia la cuestión fundamental de la pregunta por el
ser. El componente inicial de la investigación heideggeriana es la estructura
espacial de la existencia del hombre, en la cual su vida tiene sentido. El hombre
es un ser que hace preguntas, que pregunta por el ser, esa es su ‘manera de ser’.
La pregunta por el ser del hombre, tal como lo propone Heidegger, requiere
una formulación óntico-ontológica: el hombre, un ente que pregunta por
el ser (ontológico), participa al mismo tiempo del atributo ‘ser’ (óntico), y
también es el ente que existe preguntándose por lo que hace del ser el modo
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de su existencia (óntico-ontológico). Según Heidegger la existencia es la
estructura originaria que permite desplegar el habitar, en la forma de ser/estar-
ahí (da-sein) en-el-mundo. Sólo nos es posible preguntar por el sentido de la
existencia desde la experiencia misma de existir, originaria y a la vez oculta
al pensamiento. En nuestra posición, óntico-ontológica, el preguntar mismo es
un acto de la existencia, que se constituye en pregunta: ¿Qué es la vida?, ¿qué
propósito tiene la existencia?, ¿para qué esforzarse?
Estas preguntas se afincan en una pregunta que parece imposible siquiera
de formular: la pregunta por el ser. La situación es angustiosa, problematizar
la existencia nos hace perder la inicial familiaridad con el mundo. La angustia
de la separación hace del hombre un ser ‘arrojado en el mundo’ que pregunta
¿quién soy?, ¿qué soy?, pero no tiene los elementos para siquiera formular la
pregunta del ser (para preguntar ¿qué es el ser? tendríamos que poseer un saber
previo sobre el ser que el ser es). La angustia puede conducirnos a la parálisis.
Se fuga entonces el sentido que aliente el esfuerzo o la persistencia, y da lo
mismo hacer las cosas que no hacerlas, no hay razones claras para despertar,
madrugar o levantarse del lecho, para hacer planes, la vida no tiene sentido.
Salir de la caída requiere que el sentido retorne, no porque las preguntas se
resuelvan sino porque dejan de paralizarnos. Ese ser arrojado debe hallar
de nuevo la familiaridad que dote de sentido su entorno y las operaciones
ejercidas en éste. El Da-sein, expuesto a la infinitud y la falta de sentido, ha de
concentrarse en las estructuras que su actividad alcanza a afectar, ocupándose
de su mundo circundante. La operación clave para el retorno del sentido es el
cuidado que al ocupar al existente, dota de sentido, provee metas, a su vida.
El término ‘mundo’ es usado por Heidegger en su sentido más ordinario,
el que hace referencia a la estructura espacial asociada a nuestras prácticas
(el espacio del arte, el espacio de la vida cotidiana, con sus acciones y sus
desplazamientos), y no al espacio físico-técnico (Galileo, Newton, según el cual
el mundo comprende el dominio último y absoluto que contiene la totalidad de
las cosas). Se trata del mundo a la mano, el que se recorre habitualmente, que
nos ocupa, que cuidamos, el que solemos llamar cotidianidad. El mundo, en
ese sentido, está constituido por el acontecer ordinario, es decir el conjunto de
actividades que nos ocupan mientras resolvemos algún asunto de nuestra vida,
y también por el conjunto de cosas involucradas en la estructura espacial que
nos es familiar y en cuyo interior esta vida se desenvuelve.
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La cotidianidad conforma el sentido del orden que nos orienta en el mundo,
cada vez que queremos saber dónde está -o dónde debería estar- cada cosa.
Las ocupaciones de nuestro mundo habitual requieren la ayuda de útiles,
cosas que sirven para algo, alguna ‘función’ para la cual están ahí, a la mano,
en una zona destinada para ellos, donde se espera encontrarlos cuando se
necesitan. La condición de lo familiar es que no sea tema del pensamiento, es
decir que se mantenga insignificante, para Heidegger la zona está a la mano
más originariamente que las cosas que la ocupan, en esto reside el carácter
de lo familiar, que no llama la atención (2006 (1927): 136). Cuando los útiles
no están averiados, están bien fabricados y se encuentran en su sitio y a la
mano (en su zona), nos ocupamos sin preguntar. Lo familiar de la zona sólo es
visible cuando, por deficiencias en el uso, nos vemos obligados a interrumpir
las ocupaciones, “Cuando no se encuentra algo en su lugar propio, la zona se
vuelve, con frecuencia por primera vez, explícitamente accesible en cuanto
tal” (2006 (1927): 129). Puede pasar que los útiles pierdan su insignificancia,
que pensemos y preguntemos sobre ellos: ¿quién cerró la puerta?, ¿por qué se
regó el agua?, ¿dónde está el martillo?, ¿Por qué no funciona el teléfono?, ¿Por
qué la silla es tan incómoda? Y entonces ya no son confiables.
La tranquila habitualidad que permite al ser humano, en cualquier época y
lugar, dedicarse a sus asuntos cotidianos está fundada en el aplazamiento de
una acción fundamental de la existencia: preguntarse por el sentido de las cosas
que hace. La determinación de cosa tiene su origen en una interpretación del
ser-utensilio del utensilio, en el proceso de utilización encontramos su carácter,
su familiaridad, cuando ni siquiera las miramos ni las sentimos. Eso es lo
importante de un buen par de botas de trabajo, un “par de botas de campesino”,
por ejemplo, como las pintadas por Vincent van Gogh. ¿Qué puede verse allí
en el cuadro de Van Gogh?, pregunta Heidegger. Todo el mundo sabe en qué
consiste un zapato, un tipo de utensilio que sirve para calzar los pies, en el caso
de las botas, con el fin de trabajar en el campo, donde son precisamente lo que
son, pero “lo son más cuanto menos piensa la labradora en sus botas durante el
trabajo, cuando ni siquiera las mira ni las siente”. (2005 (1935-36): 23)
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Imagen 12. Vincent van Gogh (1853-1890): Un par de zapatos, Museo Van Gogh, Holanda, 1886.
Las botas de Van Gogh son menos de lo que son cuanto más nos hacen
pensar. No están ahí, listas para el uso, están pintadas en una obra de arte. No
hay alternativa, sólo podemos mirar las botas y pensar en ellas, no son botas
de confianza. Y sin embargo la pintura de Van Gogh lo es en la medida en
que nos hace pensar. Lo que ocurre con las botas del cuadro de Van Gogh es
que desde el comienzo no se esperaba que fueran confiables, insignificantes,
todo lo contrario. Las botas fueron puestas en el cuadro para ser tema para el
pensamiento:
En la oscura boca del gastado interior del zapato está grabada la fatiga
de los pasos de la faena. En la ruda y robusta pesadez de las botas ha
quedado apresada la obstinación del lento avanzar a lo largo de los
extendidos y monótonos surcos del campo mientras sopla un viento
helado. En el cuero está estampada la humedad y el barro del suelo. Bajo
las suelas se despliega toda la soledad del camino del campo cuando
cae la tarde. En el zapato tiembla la callada llamada de la tierra, su
silencioso regalo del trigo maduro, su enigmática renuncia de sí misma
en el yermo barbecho del campo invernal. A través de este utensilio
pasa todo el callado temor por tener seguro el pan, toda la silenciosa
alegría por haber vuelto a vencer la miseria, toda la angustia ante el
nacimiento próximo y el escalofrío ante la amenaza de la muerte. Este
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utensilio pertenece a la tierra y su refugio es el mundo de la labradora.
(2005 (1935-36): 23-24)
El existente con sus preocupaciones y esperanzas, el mundo que recorre a
diario y la tierra que lo alberga, lo llama y renuncia a sí misma en el regalo del
trigo, se establecen en los bordes cerrados de la obra de arte. La interrupción
artística de las estructuras que nos son habituales saca a la luz tipos de estructuras
y registros sociales que normalmente confundimos con determinaciones y
presupuestos incuestionables de la naturaleza. Si la habitualidad se funda en
la ocultación de la problematicidad de las cosas, lo que se produce en la obra
de arte es un ‘estado de no ocultación’ que Heidegger presenta con el término
griego ‘Aletheia’: “Verdad significa esencia de lo verdadero. Pensamos la
verdad recordando la palabra que usaban los griegos. ‘Aletheia’ significa
el desocultamiento de lo ente” (2005 (1935-36):36). La desocultación del
problema de la verdad es el acontecimiento artístico por excelencia. La verdad
acontece en la obra de arte al ‘instalarse’ en ella la lucha entre la ‘ocultación’
de la potencia de vivir que resiste en su interior en la forma de naturaleza, y el
‘alumbramiento’ de la mundanidad abierta por el hombre.
Heidegger instaló la pregunta por el origen de la obra de arte en su
carácter inicial de cosa. Hubo de traspasar la artisticidad de la pintura para
que apareciera en ella el asunto mismo de las botas representadas, su cosidad.
La interrupción de la familiaridad, la confianza tanto en la cosa como en la
cosa-obra es lo que permitió la aparición del mundo. En la apertura de un
mundo surgen otro tipo de preguntas que también comienzan por los útiles,
preguntas que no son habituales como: ¿por qué hay quien no tiene zapatos?
¿Por qué el agua tiene precio? ¿Por qué hay disponibles tantas armas y tan
pocos alimentos en el mundo? ¿En qué consiste el ser martillo de un martillo?
Estas son preguntas que apuntan al origen del sistema dentro del cual, por
ejemplo, labrar la parcela, hacer una silla, sentarse, golpear una puntilla con
un martillo, reunir ladrillos para hacer una casa, pedir agua en un vaso, tienen
sentido. La obra abre mundo al instalar los rasgos de una abstención, que da
forma a la decisión histórica de un pueblo.
Para conocer el ser obra (artisticidad) del cuadro de Van Gogh hubo que
buscar su carácter más originario, su cosidad, en la cosidad de las botas. El
ser cosa (cosidad) de las botas estaba ya interrumpido en la obra de arte, por
eso salió de lo oculto, a nuestra percepción, el carácter de ‘ser de confianza’,
- 57 -
su familiaridad, y con ella la zona del mundo recorrida cotidianamente por la
campesina. Por eso dijo Heidegger que la plástica es “una corporeización de
lugares que, al abrir una comarca y preservarla, mantienen reunido en torno
a sí un ámbito libre que confiere a las cosas una permanencia y procura a los
hombres un habitar en medio de las cosas” (2009 (1969): 29).
Imagen 13. María Teresa Hincapié (1954-2008): Una cosa es una cosa, Salón nacional de artistas, IV
Bienal de La Habana, Galería Alcuadrado, Museo Iglesia Santa Clara, 1990/1998/2005.
‘Brincar’ la frontera
En agosto de 2005, en la exhibición de arte transfronterizo in Site, la artista
argentina, inmigrante legal en Nueva York, Judi Werthein presentó la obra
llamada Brinco. El proyecto es una intervención en la frontera entre México
y Estados Unidos, que consiste en unas botas, diseñadas para ser portadas por
los inmigrantes ilegales cuando cruzan de Tijuana a San Diego, equipadas con
aditamentos como brújula, linterna, analgésicos, un mapa impreso en la suela
desmontable, con las rutas ilegales más transitadas de Tijuana a San Diego,
y símbolos como el águila mexicana y el águila gringa. Un bolsillo en la
lengüeta para guardar dinero, medicinas u otras cosas que se necesiten durante
el viaje, y en la parte posterior la imagen de San Toribio Romo, patrón de
los emigrantes (muchos inmigrantes van a rezar a la Iglesia de Santo Toribio
Romo, su patrono, antes de brincar).
Imagen 14. Judi Werthein: Brinco, Intervención, In Site, Tijuana-San Diego, 2006.
Las botas Brinco al tiempo que son una obra de arte, sirven a los inmigrantes
ilegales para cumplir una meta de la vida, su uso hace parte de la obra. Las
botas son buenos útiles para realizar las tareas de brincar el muro, huir de
los guardias fronterizos y los granjeros estadounidenses que les disparan,
orientarse, curarse de las heridas, es decir son de confianza para el migrante
ilegal, cuya existencia es tomada en serio por la artista: “Si van a través de la
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sierra, caminan ocho horas. Sus pies se lastiman. Hay muchas piedras y hay
serpientes y tarántulas. Por eso son pequeñas botas”(Werthein, 2006).Con el
objetivo de preparar la obra y determinar sus componentes, la artista recorrió
el duro camino que hacen los inmigrantes ilegales, en condiciones muy
favorables: acompañada de la patrulla mexicana y de día. De ese modo pudo
conocer las características del terreno que recorren de noche y clandestinamente
los ilegales: rocoso, lleno de acantilados, poblado de serpientes venenosas.
Como lo resalta Werthein, tal vez el mayor peligro lo representa la Minuteman,
asociación de ciudadanos de Estados Unidos que patrulla la frontera de noche,
con sus rifles a esperar y tiran a matar.
Para producir las botas Werthein creó una compañía ficticia llamada
‘Brinco’, que funcionó con el modelo de otras, contratando, a costos muy bajos,
una empresa productora de China. Con la intención de que la obra fuera activa
en ambos lados de la frontera, quinientos pares de botas fueron distribuidos de
manera gratuita entre personas que tenían planes de atravesar la frontera, en
Tijuana, y los otros fueron puestos en venta en una tienda de calzado deportivo
en San Diego, por un precio de 215 dólares más impuestos. El sentido de las
botas osciló entre útiles confiables para una acción de la existencia para los
ilegales de Tijuana, y mercancía suntuaria para ser consumida por compradores
de clase media y alta en San Diego.
En Tijuana, las botas hablaban del mundo del ‘ilegal’. De modo análogo a la
obra de Van Gogh analizada por Heidegger, podríamos decir de las botas: “en
la oscura boca…” de las botas está grabada la fatiga y el miedo de los pasos
veloces del inmigrante, en el ágil y liviano diseño de las botas está prometido
el alivio del rápido avanzar mientras ladran los perros de los guardias y la
‘Minuteman’ a lo largo de los escarpados acantilados. En el hule se estampará la
dureza y sequedad del polvo y las rocas del camino a San Diego. En los zapatos
tiembla la futura promesa de sustento, el regalo de un trabajo conseguido. A
través de este utensilio pasa todo el callado temor por tener seguro el pan, toda
la silenciosa esperanza de vencer la miseria, toda la angustia ante el nacimiento
próximo y el escalofrío ante la amenaza de la muerte. Este utensilio pertenece
a la tierra y su refugio será un mundo prometido al inmigrante.
Las botas en los pies de los inmigrantes tenían valor de uso, al contrario,
en San Diego, las botas, constituidas en mercancía, borran las huellas del
trabajo contratado a bajo costo, las condiciones desfavorables de la vida de los
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trabajadores que las fabricaron. Si bien una obra de arte es un objeto especial, su
carácter originario de cosa permite que sea usada como tal. Según Hans Heinz
Holz, la obra, aunque despojada de su magia, puede ser considerada y tratada
como una cosa que representa algo, que declara algo, en el modo y manera
que representa, sobre lo representado, “Es más, a causa de su función original
es un emblema para el rango de su propietario y sigue siéndolo incluso en el
caso de que su función original desaparezca en la forma secularizada de una
joya…”(Holz, 1972-1979: 14-15).Son botas de 215 dólares más impuestos,
mercancías fetiches que, al ser parte de una obra de arte, transfieren un prestigio
narcisista a su comprador de San Diego. Sin embargo el comprador lleva las
botas junto con una etiqueta que expone con claridad el grado de explotación
contenido en la mercancía-botas (42 dólares al mes por una jornada de doce
horas diarias de trabajo, la semana completa). Lo recaudado en la venta de las
botas se destinó a la Casa del Migrante, un lugar que se dedica a recibirlos
cuando llegan a Tijuana, darles un lugar para comer y dormir por hasta 15 días.
Unas botas, vueltas problemáticas por la intervención artística, conforman
un paso de una investigación sobre el mundo, señalan zonas de frontera
geográficas, económicas, raciales, que separan existencias. Las botas nos
muestran cómo la apertura de mundo a un lado de la frontera, para unos
existentes, significa el cerramiento de mundo para existentes al otro lado.
Sobre la relación con el espacio había dicho Heidegger que la plástica consiste
en “un poner-en-obra que corporeiza lugares y que, con éstos, permite que se
abran las comarcas de un posible habitar humano y las comarcas de un posible
permanecer las cosas que circundan y atañen a los hombres” (Heidegger,
2009 (1969): 33). Las botas abren mundo, allí donde está cerrado, por eso
eran confiables para los inmigrantes, y probablemente para algunos de sus
compradores de San Diego, pero resultaron dignas de desconfianza para los
guardias, los funcionarios y muchos ciudadanos de ambos países, en general
para todo aquel convencido y partidario de la forma como funciona la política
y el mundo actual. La obra planteó un aspecto funcional que produjo una
oscilación particular entre el arte y la vida. Trazando una clara diferencia entre
el uso simple y a-problemático de una mercancía disponible en el mercado y el
uso extendido de un objeto con aptitud transformadora de la existencia.
En su condición de obra de arte, Brinco absorbió como partes todos los
aspectos de la vida que entraron en juego en el evento, interrumpiendo sus
distintas condiciones de familiaridad. El desfase que el carácter del evento
- 65 -
aportaba a las botas era un detonante de sentido, propio de la estructura de
cualquier obra, según Adorno “La separación de la realidad empírica que el
arte posibilita por su necesidad de modelar la relación del todo y las partes
es la que convierte a la obra de arte en ser al cuadrado” (1983 (1970): 14),
liberando lo vivo de aquello en lo que lo encierra la experiencia exterior y
“cosista”. La vida que se desarrolla en el mundo recibe una invitación de
éste a mejorarlo, siempre y cuando los presupuestos que lo sostienen no
queden ocultos al existente. De ahí la importancia que tiene el acontecimiento
de la desocultación. “El desocultamiento de lo ente no es nunca un estado
simplemente dado, sino un acontecimiento. El desocultamiento (la verdad) no
es ni una propiedad de las cosas en el sentido de lo ente ni una propiedad de
las proposiciones”. (Heidegger, 2005 (1935-36): 39)
La obra subvertía un orden espacio-temporal asignado a las vidas, que
distribuye diferencialmente derechos y privilegios, vigilado y conservado por
las instituciones y las corporaciones. Se trata de un sistema de marcas sensibles
que descubre la existencia de un común, al tiempo con las delimitaciones que
definen los lugares y las partes respectivas, que Jacques Rancière ha llamado
‘División de lo sensible’: “Este reparto de partes y lugares se basa en una
división de los espacios, los tiempos y las formas de actividad que determina
la manera misma en que un común se presta a participación a unos y otros
participan en esa división.” (Ranciere, 2002: 3)
Con las botas se pone en problema el sistema de sentido dentro del cual
unas botas visibilizan las diferencias de derechos de acuerdo al registro del
status social de los usuarios-consumidores, un paso tortuoso y peligroso que
hay que recorrer a pie cuando se es pobre, el uso legitimado institucionalmente
de la amenaza de muerte a quien tome la opción de cruzar sin pasar antes por el
examen de admisión −económico, racial, cultural, político− de las embajadas.
Pasado un borde espacial el existente es un extraño, un invasor, un extranjero. Se
pasa de un mundo a otro mundo, sin cambiar de época, y las posibilidades de ser,
pensar y actuar cambian. Esa es la condición del extranjero, máxime cuando es
indeseable. Para el inmigrante indeseable el mundo abierto, circunscrito dentro
de bordes espaciales, se cierra. Si la patria del inmigrante ilegal no ofrece las
condiciones de vida suficientes, esto se debe entonces a que allí se cierra el
mundo, las cosas, lugares, saberes y acciones no corresponden con sus zonas
por insuficientes, por averiadas, por inexistentes.
- 66 -
La calidez del hogar y el sentimiento de nación existen antes de la
construcción de una casa y la fundación de un país. Con ese sentido se
abre un claro en el bosque o en la selva, se despeja la zona que albergará la
construcción. En esto consiste la noción de ‘abrir mundo’. Se abre mundo
cuando las condiciones espacio-temporales de sentido y acción de la existencia
se fundan o se ensanchan. “Sólo si somos capaces de habitar podemos
construir” dice Heidegger. Para éste el dejar habitar es la esencia del construir
que, a la vez, se completa con el erigir de lugares “por medio del ensamble
de sus espacios” (Heidegger, 2001:118). Al interior del mundo que ha creado
el trabajo del hombre hay zonas demarcadas, destinadas para actividades
y ocupadas por cosas específicas. El actuar del hombre se circunscribe en
un mundo con fronteras espacio-temporales. El hogar está limitado por las
paredes y las puertas, la parcela por cercados, los estados por fronteras. La
historicidad de la existencia exige que esta no se conforme con articularse en
la apertura ya abierta, es necesario que el acontecimiento de ser se construya
también en los hechos que cambian el mundo, en el ámbito de las decisiones y
las acciones. La existencia se desplaza en tiempo y espacio, su búsqueda, que
imagina y construye nuevas posibilidades de ser, abre el mundo.
- 67 -
4. La multitud trabajadora
El objeto de la producción
Cuando la fe mueve montañas (Francis Allÿs)
E
n la base de la teoría económica, las razones para el esfuerzo, están
en relación con las acciones tendientes a solventar la necesidad. El
esfuerzo se justifica si está inserto en un proceso de trabajo del que
deriven los bienes necesarios para la supervivencia, es decir cosas útiles. La
relación esfuerzo-utilidad se establece bajo la doble condición de que un bien
sea necesario y a la vez escaso. El esfuerzo requerido para la obtención de un
bien determina otra clase de valor, el valor de cambio. Desde la primera teoría
económica había sido determinado, como lo enunció David Ricardo, que si
bien la utilidad es absolutamente esencial, la medida del valor de cambio
proviene de su escasez y la cantidad de trabajo requerida para su obtención.
Este valor quedará estrechamente vinculado con el concepto de fuerza de
trabajo, tal como fue enunciado por Karl Marx:
…el trabajo es un proceso entre hombres y naturaleza, un proceso en el que,
mediante su acción, el hombre regula y controla su intercambio de materias con
la naturaleza. Se enfrenta a la materia de la naturaleza como un poder natural.
Pone en movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad,
brazos y piernas, manos y cabeza, para apropiarse de los materiales de la
naturaleza en una forma útil para su vida (2000 (1867): 241).
Esta definición determina que sólo el tipo de esfuerzo conducente a la
consecución de bienes necesarios que son escasos puede ser considerado como
trabajo. El trabajo, visto así, es esfuerzo que se justifica porque de él resultan
cosas útiles, es decir valores. Pero en el seno del capitalismo, “las fuerzas
productivas aparecen como completamente independientes y arrancadas del
individuo, como un mundo propio ajeno a los individuos” (Marx & Engels,
1970), esto se debe a que el capitalista, en calidad de comprador del tiempo
y fuerza de trabajo del obrero, “procura extraer la mayor utilidad del valor de
uso de su mercancía”(Marx, 2000 (1867): 312). Al interior de la lógica de la
ganancia, durante el tiempo comprado al trabajador, el capitalista consume
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su fuerza de trabajo, pero el tiempo que el obrero consume para vivir debe
robárselo al capitalista.
No obstante, la actividad laboral, al margen de las circunstancias históricas
o sociales, de la durabilidad de sus productos, posee una ‘productividad’ suya,
y dicha productividad, afirmó Hannah Arendt, “no se basa en los productos
de la labor, sino en el ‘poder’ humano, cuya fuerza no queda agotada cuando
ha producido los medios para su propia subsistencia y supervivencia, que es
capaz de producir un ‘superhábit’, es decir, más de lo necesario para su propia
‘reproducción’” (Arendt, 1993 (1958): 103). Aquí se expresa un principio
central de la crítica a la concentración de la riqueza: que el consumo de fuerzas
requeridas por el trabajo debe compensarse con la obtención de un superhábit
que sea transferiblea la vida del trabajador, es decir, que nuestro trabajo
produzca más de lo que consumimos para realizarlo. El plustrabajo construye
bases para la mejora de las condiciones de vida del trabajador, el sustento de
su familia y la articulación solidaria de la comunidad. La comunidad es ante
todo el producto más logrado del trabajo, en tanto es el soporte del inicio y
final de la vida de los hombres. La noción ‘obra del hombre’, principio central
del pensamiento político y ético de los griegos antiguos, ha recorrido una larga
tradición en el pensamiento occidental. Según la argumentación aristotélica,
la finalidad de cada trabajo específico es un bien que le es propio, consistente
en el producto de dicho obrar, así el producto del obrar colectivo del género
humano debe consistir en un bien supremo, y este es la felicidad. La virtud
que puede ser practicada por un individuo, sólo realiza su potencia plena en la
medida en que expresa la multitud4.
Las formas contemporáneas de trabajo, según Paolo Virno típicas de la
era posfordista, no permiten mantener más la tradicional distinción entre
esferas de la acción humana como son trabajo, actividad intelectual y acción
política. El filósofo caracteriza la fusión de esferas, que“constituye un rasgo
fisionómico de la multitud contemporánea” (2003: 43), por medio de dos
rasgos típicos del virtuosismo (en el sentido que suele tener en el arte: una
interpretación de piano, una actuación teatral): primero, en tanto “actividad
que se cumple (que tiene el propio fin) en sí misma, sin objetivarse en una obra
perdurable, sin depositarse en un <<producto terminado>>, o sea un objeto
que sobrevive a la interpretación”, y segundo, como “una actividad que exige
4 El concepto de ‘obra del hombre’, en su sentido más general, se mantiene como fundamento del concepto de trabajo en
Karl Marx.
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la presencia de los otros, que existe sólo a condición de que haya un público”
(2003: 45). “La hibridación entre las diversas esferas (pensamiento puro,
vida política y trabajo) comienza justamente cuando el intelecto, en tanto
que principal fuerza productiva, deviene público” (2003:63), y “el intelecto
deviene público cuando se une al trabajo” (2003:67). La unión entre intelecto
y trabajo (asalariado) es absorbida en el aparato administrativo y reducida a
cooperación laboral en la jerarquía del sistema productivo capitalista. De ese
modo el virtuosismo se muestra como “trabajo servil universal” (2003:69).
Aquí también cabe la advertencia de Negri, que el capital siempre reaccionará
ante los valores que escapan de él en la producción e intentará someterlos en
la distribución.
El “acto creativo”, tanto en el arte como en el trabajo, rompe las
prisiones que lo intentan capturar como valor de mercado, al manifestarse
como “fuerza actual”(Negri, Carta a Massimo, sobre lo bello, 2000: 54).
La cuestión que plantea Virno es si es posible separar la facultad de pensar
(general intellect) y el trabajo asalariado, y reunir, en cambio, intelecto y
acción política. Ese cambio de relación reclama la superación del control
administrativo por parte de una burocracia intelectual para producir una
multitud llena de matices diferenciales de proyectos singulares, que toma
las riendas de su propia existencia en un trasfondo común compartido,
armado de fuerzas heterogéneas en contrapunto que construyen y negocian
sus propias cadencias.Según Toni Negri “el fruto que brota del conjunto del
trabajo humano acumulado, que determina valores y excedencias”, es un
hecho creativo, cuyo valor más construído y universal, al tiempo que el más
singular es el arte, comunidad (multitudo5) en el acto” (Carta a Massimo,
sobre lo bello, 2000: 52). El arte se distingue de otros modos de producción
(de plusvalía), constata Negri, en la medida en que es trabajo liberado, y “el
valor producido es por tanto una excedencia de ser producida libremente”
(Carta a Massimo, sobre lo bello, 2000: 53-54). El artista obra a partir de la
colectividad, se beneficia del producto y el conocimiento de la comunidad,
por eso su producción adquiere sentido si se revierte a las necesidades y las
preocupaciones de los demás hombres.
5 El editor del texto incluye la aclaración de Negri sobre el término ‘Multitudo’, que evita el carácter despectivo que ha
tomado ‘Multitud’ y busca denotar el sentido más spinozista, según el cual la democracia es la acentuación máxima de la
actividad creativa de una “multitud rica”.
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La producción sin objeto
El 11 de abril de 2002, cerca de Lima (Perú), más de quinientas personas
se reunieron, convocadas por el artista Belga-mexicano Francis Allÿs (con
la colaboración de Rafael Ortega y Cuauhtémoc Medina), para correr una
montaña usando palas. Al cabo de tres horas, la montaña (una duna) había
sido corrida en una distancia de dos milímetros, resultado imperceptible pero
que por medio de un proceso natural hubiera tardado posiblemente cientos de
años y, lo más importante, no tuvo otra utilidad práctica que el hecho de lograr
la reunión y la colaboración de tal cantidad de gente. Se trató de una acción
artística llamada ‘Cuando la fe mueve montañas’, planteada dentro del marco
de la ‘Bienal de arte de Lima’.
Imagen 15. Francis Allÿs: Cuando la fe mueve montañas, registro fotográfico y en video de la acción
artística, Lima, octubre 2000- 11 abril 2002.
Imagen 16. Francis Allÿs: Cuando la fe mueve montañas, fotogramas de registro en video de la acción
artística, Lima, octubre 2000 - 11 abril 2002.
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La obra presentaba todos los rasgos formales del trabajo de los labradores
con sus parcelas, o de los obreros que abren caminos o allanan terrenos para
construir en ellos. El cambio perseguido y posteriormente operado en la
montaña no fue más allá de un desplazamiento de dos milímetros, que por otra
parte se hubiera logrado con muy poco esfuerzo, tomando una manotada de
tierra de uno de sus extremos para regarla en el otro. Si un proceso de trabajo
inicia determinando su objeto (un valor) y se extingue en él, la obra de Francis
Allÿs presenta todo el carácter formal de ‘trabajo’ en el sentido de Marx6, pero
no corresponde con éste en cuanto a su resultado. Al decir Marx que el trabajo
se confunde con su objeto, ya que el trabajo se objetiva en el objeto elaborado,
se asienta en un fundamento de la tradición ética y política de Occidente.En su
sentido más general, durante el proceso el trabajo “cambia constantemente de
la forma dinámica a la del ser, de la de movimiento a la de objetividad.” (Marx,
2000 (1867):256). Este cambio de naturaleza arrastra consigo:
1. Al esfuerzo y la actividad humana, que se convierten en trabajo, obra del
hombre conducente a la concreción de la potencia natural en bienes que
sirven a la vida humana. El hombre, en tanto trabajador,“se convierte en
fuerza de trabajo en acción, en obrero, lo que antes sólo era en potencia.”
Marx, 2000 (1867): 241)
2. Al hombre mismo, al arrancarlo de su condición de animal que sobrevive y
conducirlo a animal que labora. Esta diferenciación está condicionada tanto
por su forma como por la finalidad. Porque el proceso del trabajo exige el
esfuerzo del pensamiento, el aprendizaje de habilidades, la determinación
de metas y la anticipación del resultado mediante un proyecto.
3. A la materia elaborada por el trabajo, que ingresa a la modalidad de
producto con valor (de uso y de cambio) para la vida humana. El valor
que el trabajo comunica a su objeto queda depositado en éste. Porque
el valor de los productos no es consumido todo de forma inmediata se
hace posible, primero, intercambiarlos como mercancía, por otros bienes
con valor equivalente, y segundo, ponerlos a disposición de necesidades
futuras, almacenándolos. El trabajo convierte a la naturaleza en fuente de
emancipación, de la premura de la escasez, para la vida humana. Al final
del trabajo, “lo que en el trabajador era dinamismo, se presenta ahora en el
6 Para Marx, tanto el esfuerzo como el producto son nombrados con el término ‘Trabajo’: “El uso de la fuerza de trabajo es el
propio trabajo”.
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producto como quietud, en la forma del ser.” (Marx, 2000 (1867):245). Así,
el trabajo, como paso de potencia a dinamismo, termina en la producción
del ser libre en el producto que permite el descanso.
4. A la vida humana, cuya finalidad es arrancada de la sóla conservación y
se convierte en vida libre. La quietud final, que en el producto obtiene su
ser, no impica para Marx la inactividad sino la actividad liberada de la
necesidad. El proceso del trabajo, y sólo él, produce libertad.
El trabajo, según esto, es la potencia específica que al pasar a la acción
ha producido una mutación escencial en el hombre, lo ha separado de todas
las otras especies, para constituirlo en el (único) animal que trabaja. En la
argumentación marxista está implícito, aunque no resaltado de modo central,
que el resultado fundamental del trabajo, visto en tanto proceso global,
independiente de los productos específicos, es la posibilidad de la vida libre
como vida auténticamente humana. La fuerza de trabajo del hombre, que
cambia la forma de la naturaleza adaptando el material a las necesidades de
su vida, tiene como producto más originario la constitución de sí mismo como
miembro de una comunidad libre.
La convocatoria con que Allÿs buscó reunir el grupo de colaboradores
para mover la montaña tenía como consigna “máximo esfuerzo, mínimo
resultado”, en ella ya estaba implícito que el proceso tendría una relevancia
enorme frente a la nimiedad del resultado. Se trataba de un proceso que para
desarrollarse exigía mucho esfuerzo de un grupo numeroso de colaboradores,
y cuyo resultado sería el grupo mismo y su actividad. Cada uno de los
participantes era así ‘el hombre que mueve montañas con su fe’. Mover la
montaña sirvió para descubrir la fe necesaria para hacerlo, una fe colectiva,
la fe del hombre. Luego de la faena, la potencia de hacer, mediante el proceso
dinámico, pasaba al ser, en la forma de comunidad cuya fe puede mover
montañas. Si el resultado del trabajo es un componente fundamental de la
teoría económica del valor, el proceso lo es de la constitución ontológica del
hombre. Algo como esto anuncia Negri al decir que “el artista es el conducto
entre la acción colectiva que construye ser nuevo, nuevo significado, y el
acontecimiento de liberación que fija esta nueva palabra en la lógica de
la construcción del ser”(Negri, Carta a Silvano, sobre el acontecimiento,
2000: 70). El cambio ontológico operado en el paso de la escasez a la forma
dinámica y de ésta a la de ser libre, ayuda a establecer el sentido más fuerte
presente en la obra sin objeto, la constitución de la ontología del hombre
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mismo como miembro de una comunidad con fe en sí misma, una comunidad
cuya fe le hace capaz de mover montañas si es preciso.
Gran parte de las obras de Francis Allÿs, dejan como producto su registro,
rumores que circulan, y huellas del proyecto mismo. Planteando la futilidad
del esfuerzo productivo y económico (afán de generar valor de cambio),
recupera al tiempo la mirada hacia la esperanza o la desesperanza del modo
de vida actual. En la obra ‘Paradoja de la praxis’ Allÿs presenta un registro en
video de su recorrido por Ciudad de México, empujando con bastante esfuerzo
un bloque de hielo que paulatinamente va derritiéndose hasta desaparecer,
acompañando con su acción el transcurrir de un día cualquiera de la ciudad,
y cruzándose esporádicamente con la mirada curiosa o la indiferencia de los
transeúntes ocupados de sus asuntos.
Imagen 17. Francis Allÿs: Paradoja de la praxis, Algunas veces hacer algo no lleva a nada, Acción
registrada en video, México D.F. 1997.
Imagen 18. Alfredo Jaar: Camera Lúcida, Registro de proceso,Museo del oeste de Caracas,1996.
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De acuerdo con la noción de ‘Cámara lúcida’ de Roland Barthes, el artista
hacía a un lado su modo de mirar para suscitar la autorepresentación de la
comunidad. La opción tomada por Jaar fue distribuir mil cámaras fotográficas
desechables entre los habitantes del sector, siguiendo redes sociales no
institucionales y de carácter local como centros comunitarios, clubes o
vendedores callejeros. Las cámaras llevaban con ellas papeletas con la
explicación del proyecto, las intenciones e intereses del artista e instrucciones
de tomar las fotos que quisieran para luego depositarlas en centros de recepción,
con los nombres de sus autores, para revelar y ampliar las fotos. Luego cada
persona podía pasar a recoger sus fotografías y seleccionar una para exponer
en el evento, firmando un formato de autorización. El carácter procesual y
documental de esta obra ponía así en discusión tópicos como la autoría del
arte, la posición de la comunidad como objeto o sujeto de la representación,
y la legitimidad y efectividad de las redes centrales-institucionales frente al
poder de las informales-locales.
Imagen 19. Alfredo Jaar: Camera Lúcida, Montaje con fotografías,Museo del oeste de Caracas,1996.
Imagen 20. Alfredo Jaar: Camera Lúcida, Montaje con fotografías, Museo del oeste de Caracas, 1996.
7 La mayor parte de los datos sobre la obra han sido extractados de la reseña hecha por la autora en el libro Alfredo Jaar, Es
difícil, dirigido por el artista con la colaboración de Ramón Pratt y textos de Patricia Phillips.
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Imagen 21. Alfredo Jaar: Camera Lúcida, Montaje con fotografías, Museo del oeste de Caracas, 1996.
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5. Heterogeneidad
Mundo al revés.
Una crónica (Poma de Ayala) y una exposición
(Principio Potosí)
E
n tiempos de la expansión modernidad-colonialidad (cerca de 1615)
fue escrito en América un documento que propuso una perspectiva
diferencial de las estructuras y el orden espacio-temporal tanto de los
modos de vida de los indios como del implantado por la colonia europea.
Se trata de La Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno(sic), una carta de
mil ciento ochenta páginas escritas y trescientos noventa dibujos a tinta,
dirigida al Rey de España (Felipe II), por un cronista peruano llamado Felipe
Guamán Poma de Ayala. La carta fue hallada en 1908, en Dinamarca (Det
Kongelige Bibliotek), y se ha prestado a numerosos estudios, especulaciones,
consideraciones históricas, lingüísticas, artísticas, científicas, e impugnaciones
sobre su autenticidad o la existencia de su autor (la existencia de dicho
documento fue ignorada durante los años subsiguientes al desarrollo de la
colonia, el renacimiento y la ilustración).
En dicha carta se hace reiterado uso del término “mundo al revés”, con
que el autor denuncia al rey las atrocidades cometidas durante la conquista,
y también presenta a éste descripciones de un orden que hace sentido como
contraste del disparate de la esclavitud, la reducción a la miseria y la humillación
a que han sido reducidos muchos en las colonias. Cerca del comienzo de
la carta, luego de explicar su versión del origen judío-cristiano del mundo
y la sucesión del pontificado a partir de San Pedro (muy posiblemente para
tranquilizar al rey mostrando su conocimiento y aceptación de los dogmas
que sustentan el sistema de valores morales y políticos de España), el cronista
ubica el descubrimiento de las “indias del Perú” en tiempos del pontificado
de Urbano VI: “y hubo nueva en toda Castilla y Roma y Turquía, y así fue
llamado tierra en el día, India, tierra de riqueza de oro y plata”(Poma de Ayala,
1980 (¿1615?): 35). Poma de Ayala asume que el significado del término India
es “tierra en el día”, y enuncia con éste la existencia de una riqueza originaria
determinada por una fuente divina y astrológica. La abundancia originaria
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fue, según Guamán Poma, naturalmente sabida y asumida por las formas de
gobierno y espiritualidad prehispánicas:
...los filósofos, astrólogos, poetas, lo sabían, la tierra y la altura y la riqueza
del mundo, que no hay otro en el mundo que haya criado Dios de tanta
riqueza, porque está en más alto grado del sol, y así significa por la astro-
logía que quiso llamarse hijo del sol y llamarle padre al sol, y así con razón
puede alabarse al rey de decir que es muy rico… (1980 (¿1615?):35)
Imagen 22. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Corónica y buen gobierno. Pontifical mundo
/ Las indias del Perú en lo alto de España / Castilla en lo abajo de las indias.
Imagen 23. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Corónica y buen gobierno. Mapamundi del
reino de las indias / un reino llamado Antisuyu hacia el derecho del mar del norte / otro reino llamado
Collasuyo, sale el sol / otro reino llamado Codesuyo, hacia el mar del sur llal [incompleto] /otro reino
llamado Chinchaysuyo, poniente del sol.
- 84 -
Si bien la carta no llegó a manos del rey (probablemente fue llevada por
el embajador de Dinamarca, quien nunca la entregó), cumplió un cometido
involuntario: preservó en el tiempo la expresión de un punto de vista diferente
del dominante sobre la situación colonial. La carta sirvió a fines de resistencia
en la medida en que permitió conservar en el tiempo información bloqueada
por los filtros de censura, desdén e invisibilización con que los circuitos y
estructuras de representación dominantes capturan las instancias sensibles de
la vida de los dominados y normalizan la servidumbre.
El semiólogo argentino Walter Mignolo sostiene la tesis de que en el
mismo momento fundacional de la reorganización modernidad/colonialidad
emergieron en el pensamiento indígena y afro-caribeño de América, para
continuar con matices particulares en Asia y África, formas de un pensamiento
de contrapartida llamado Pensamiento decolonial(2007: 27). Tanto las
resistencias (abiertas o soterradas) de tiempos de la primera expansión
colonial europea, como los actuales movimientos de resistencia territorial a la
colonialidad global manifiestan “la apertura y la libertad de un pensamiento-
otro” capaz de imaginar y luchar en pro de un mundo en donde quepan muchos
mundos (como lo expresan los zapatistas)”. (2007: 31)
El total desconocimiento y silenciamiento (deliberado o no) por parte de
los contemporáneos de la crónica de Poma de Ayala pudo deberse a que,
dado que la escritura está poblada de términos y giros del habla oral en
quechua, de canciones y jayllis en aymara (Rivera Cusicanqui, Sociología
de la imagen. Una visión desde la historia colonial andina, 2010: 21),
considerados como errores de escritura y faltas de sentido expositivo, ningún
europeo estaba en disposición ni condiciones de comprender ni percibir
aquello de lo que trataba. Por otra parte, “como sujeto colonial, Waman
Poma fue una subjetividad de frontera, subjetividad que no pudo forjar
ninguno de los castellanos (Mignolo, 2007: 34-35), pero tal vez la razón más
fuerte, señala Mignolo, sea el desprecio del capitalismo del siglo XVII por
las vidas desechables de indios y negros, arrancados o expropiados de sus
tierras y sometidos a la explotación, y el afán de los europeos en concentrar
los esfuerzos en la producción. La teoría de Guamán Poma de Ayala, y el
modelo del Tawantinsuyu que desarrolla, va en contravía de los intereses
triunfantes de las monarquías de Europa con su sistema-mundo capitalista-
mercantil. El contenido de la carta fue relegado “al mundo de las fantasías
de un indio desorientado e inculto: caso ejemplar de la colonización del ser
- 85 -
mediante la colonización del saber, a la cual responde Waman Poma con un
fundamental proyecto de pensamiento decolonial” (sic). (Mignolo, 2007: 39)
La crónica comienza con la exposición de diversos tipos de órdenes: el
orden de las edades, el orden de las calles o distribuciones espaciales en
los centros poblados, y el calendario ritual. A pesar de estar imbuido por el
calendario gregoriano, muestra el orden de las relaciones entre los humanos
y el mundo sagrado inca, que acompaña tanto las labores productivas como
la convivencia comunal y los rituales estatales. Luego de haber detallado los
daños de la conquista, los abusos del corregidor y las brutales usurpaciones
y daños perpetrados por la ambición del oro y de la plata, vuelve al tema del
calendario, pero esta vez despojado de la ritualidad pagana. “La última sección
de la Nueva Crónica, extensa, está dedicada a la descripción de “los trabajos
y los días” en el Tawantinsuyu. El ritmo de las estaciones, la convivencia en y
con el mundo natural: sol, luna, tierra, fertilidad, agua, runas (seres vivientes
que en occidente se describen como “seres humanos”) conviven en la armonía
del “buen vivir”. (Mignolo2007: 38)
El interés por la crónica es reciente, y en gran medida se debe al surgimiento
y consolidación de movimientos sociales, académicos, intelectuales y políticos
que impugnan el colonialismo global en sus fundamentos epistémicos,
étnicos y estéticos. No obstante el interés mostrado por Mignolo a Guamán
Poma de Ayala, Silvia Rivera Cusicanqui reprocha el completo desdén de sus
estudios del pensamiento colonial por las dinámicas internas y la autonomía
epistémica de los sujetos y las comunidades. El academicismo discursivo,
según Rivera Cusicanqui, a fin de cuentas termina capturando la energía y
la disponibilidad de intelectuales indígenas y tentándolos a reproducir la
conceptualización que los aleja de sus raíces y de sus diálogos con las masas
movilizadas y poniéndolos al servicio de nuevas formas de colonialismo.
Según la investigadora en el colonialismo las palabras no designan sino
encubren, herencia de la época republicana, “las palabras se convirtieron en
un registro ficcional, plagado de eufemismos que velan la realidad en lugar
de designarla”. (2010: 19)
En busca de un acercamiento al pensamiento y el sentir legado de la
tradición antigua y el expresado en las luchas y movilizaciones sociales
populares, Rivera Cusicanqui ha propuesto desarrollar, tanto en la academia
como en la política una disciplina que ella llama “Sociología de la imagen”.
- 86 -
El acercamiento de Rivera Cusicanqui a la Primer Nueva Crónica y Buen
Gobierno de Guamán Poma de Ayala nos permite distinguir dos pautas de
su sociología de la imagen: la primera dice que “las imágenes nos ofrecen
interpretaciones y narrativas sociales, que desde siglos precoloniales
iluminan este trasfondo social y nos ofrecen perspectivas de comprensión
crítica de la realidad” (2010: 22), y la segunda que el tránsito entre imagen y
palabra permite cerrar brechas entre el castellano standard-culto y los modos
coloquiales de habla, y descubrir sentidos no censurados por la lengua oficial.
La investigadora invita a prestar atención a los dibujos, más que al texto, donde
ella ve desplegar las ideas propias sobre la sociedad indígena, sus valores y
conceptos del tiempo-espacio, y sobre los significados de la colonización,
subordinación, de la población y el territorio. (2010: 21)
Los estudios de Rivera llaman la atención sobre el término “Mundo al
Revés”, con el que, según ella, Poma de Ayala aborda el orden estructural
derivado de “la experiencia cataclísmica de la conquista y de la colonización”,
y para expresa “su teorización visual del sistema colonial” (2010: 22). EL
análisis de los dibujos que exponen el orden de las labores de acuerdo al
calendario hace evidente la centralidad del trabajo agrícola y la producción
de alimento, junto al orden de repartición de tierras derivado del poder del
Inka, que no dejaba a nadie en condiciones de mendigar por comida. En la
crónica, este es un argumento contundente contra la usurpación de tierras y la
explotación laboral. Es así que resalta la centralidad de la comida y de la labor
productiva de los agricultores en el orden cósmico indígena, representado
por los astros, las montañas y los elementos, como argumento contra la
enajenación territorial y la explotación.
Para convencer al rey de que debe poner orden y buen gobierno en sus
colonias, exclama: “Con la comida se sirve a Dios y a su Majestad. Y adoramos
a Dios con ella. Sin la comida no hay hombre ni fuerza”. La exposición del
Calendario agrícola tiene pues un fin pedagógico: “Se le ha de ver y considerar
de los pobres indios deste reino, mirando estos dichos meses todo los que
coméis a costa de los pobres indios deste reino del Perú”. (Sic) (2010: 23)
- 87 -
Imagen 24. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno. INDIOS /
ASTRÓLOGO POETA QUE SABE del ruedo del sol y de la luna y eclipse y de estrellas y cometas, ora,
domingo y mes y año y de los quatro vientos del mundo para sembrar la comida. Desde antiguo. (Sic)
- 91 -
Imagen 27. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno. CORREGIMIENTO
/QUE EL CORREGIDOR CONBIDA en su mesa a comer a gente vaja, indio mitayo, a mestizo, mulato y le
honrra / mestizo / mulato / yndio tributario /corregidor / Brindis… señor curaca / apo, muy señor, noca
ciruiscayqui” (Señor, muy señor, yo te voy a servir) / Provincias. (Sic)
- 92 -
Aunque en varias enunciaciones textuales expresa cierta internalización
del discurso racial español, las imágenes de la crónica de Guamán Poma,
según Rivera Cusicanqui, presentan orden prehispánico entendido como
más legítimo que el colonial. La imagen del indio empequeñecido ante otros
personajes –indios y blancos- de baja ralea hace visible “la condición de
pequeñez social, y la actitud de “abajar el lomo” que resumen el trasfondo
emocional y moral de la dominación y la penuria colonial. (2010: 27)
El aspecto que según Rivera hace de Guamán un teórico de la condición
colonial es haber sido capaz de captar, más que las penas físicas, el despojo
de la dignidad y la internalización de los valores de los opresores. La lámina
presenta rasgos que en un juicio de corrección podrían ser tomados como
defectos de representación o fallas en la composición, pero son los que
precisamente despiertan inquietudes al observador cuidadoso, en tanto la
indignidad, experiencia y sentimiento que no tiene como ser dicho en el
lenguaje autóctono, se hace visible en estas inconsistencias. La marcada
diferencia de proporción de la figura del indio con respecto a las otras,
su desplazamiento a la parte baja de la lámina, la rigidez de su gesto, la
ausencia de cualquier atributo de rango en su atuendo y el gran tamaño de sus
manos en contraste con el aminoramiento de su cabeza (que puede expresar
la condición del obrero, como en las obras de Diego Rivera o Candinho
Portinari, Oswaldo Guayasamín y muchos otros), son rasgos visibles que
captan más allá del lenguaje la ya analizada expresión de empequeñecimiento,
desplazamiento social, invisibilización, instrumentalización.
Un arte otro
Entre los años 2010 y 2011, se realizaron varias exposiciones artísticas
(Museo Reina Sofía; Haus der Kulturen der Welt de Berlín y Museo Nacional
de Arte y Museo Nacional de Etnografía y Folklore de La Paz), producto de
un proyecto curatorial de Alice Creischer, Max Jorge Hinderer y Andreas
Siekmann llamado Principio Potosí. ¿Cómo podemos cantar el canto
del señor en tierra ajena? La intención era indagar en los fundamentos,
transformaciones y continuidades del principio de acumulación como
elemento determinante para la comprensión de relaciones de dominación y
- 93 -
resistencia, y analizar el concepto de la modernidad y su expansión universal
que tuvo lugar desde la colonización de América Latina. Siguiendo algunos
postulados afines a los debates post y decoloniales, los organizadores del
proyecto curatorial ponen en juego la tesis de que la modernidad no tiene
su origen y fundamento en el racionalismo y las promesas de libertad de
la Ilustración, sino en el proceso de expansión y explotación iniciado en el
siglo XVI con el descubrimiento de riqueza bruta en territorio colonial.
La ciudad de Potosí, ubicada en la falda del Cerro Rico en Bolivia marca
un paradigma del avance de la acumulación y la explotación capitalistas
en época de la Colonia. En el siglo XVII las minas allí ubicadas llegaron
a generar la más alta producción de plata del mundo, impulsando el auge
económico del Virreinato del Perú. Potosí llegó a tener más habitantes que
las capitales europeas. La riqueza de las minas propició que aumentara la
demanda de imágenes, inicialmente traídas de Europa y a finales del siglo
XVI empezaron a hacerse en talleres de Potosí, Quito y Cusco. La alta
demanda artística de los talleres de estas ciudades se debió ante todo a que
permitieron implantar el nuevo imaginario religioso del catolicismo y a la
vez establecer conexiones simbólicas con las divinidades de los indígenas,
contribuyendo al adoctrinamiento que permitió también reclutar mano de
obra servil y sumisa en las capillas aledañas a las minas y otros sitios de
producción. Por otra parte las imágenes coloniales consolidaron una base
para el dominio simbólico y espacial de la realidad en los nuevos territorios
mediante estrategias descriptivas y valorativas de la condición de perfección,
imperfección, relevancia o ausencia de los sujetos, paisajes y escenas.
Las exposiciones exhibieron cerca de 20 obras de arte del periodo
colonial procedentes de museos de América Latina y España, interpeladas
por obras de artistas contemporáneos de países latinoamericanos, asiáticos
y europeos. Los curadores buscaban indagar así la función de la cultura
como legitimadora del poder, para desenmascarar posibles continuidades
ideológicas entre la función del arte colonial y la del arte actual, como
índices de legitimidad y prestigio de las élites de entonces y ahora.
- 94 -
Imagen 28. Gaspar Miguel de Berrío: Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí, 1758, óleo,
museo colonial de Charcas Universidad Francisco Xavier de Chuquisaca (Sucre).
- 95 -
Imagen 29. María Galindo y Mujeres creando: Ave María llena eres de rebeldía, 2010 instalación /
Anónimo (Escuela de Potosí): Las novicias, siglo XVII óleo.
Esta pintura fue interpelada de varias maneras por artistas durante las
exposiciones. Detrás de la pintura, el colectivo de artistas Mujeres Creando
ubicó un grafiti que dice: “Tú me quieres, virgen, tú me quieres santa, tú me
quieres colonizada y, por eso, tú me tienes harta”. Frente a ella María Galindo
instaló unos auriculares en los que la artista enuncia en su voz una explicación
problemática de la escena representada, que en unos apartes dice:
La monja adulta es la extirpadora de preguntas, la extirpadora de
pensamientos, la extirpadora de rebeldías, es la intermediaria eficiente
del poder religioso. Contempla la escena complacida de ver que la
rueda continúa. Ayer fue ella, hoy son estas niñas (…) Las niñas
muñecas tienen en sus manos un único poder que ejercer y es el
de condenar a su propio destino a dos jóvenes indígenas sirvientas
que correrán la misma suerte de clausura para servirlas dentro del
convento. Ellas ni siquiera aparecen, porque no solo son invisibles,
sino que permanecen en una especie de no-lugar, están omitidas. Son
las indias sirvientas atadas al destino de sus patronas. (…) no están las
esposas, no están las abadesas, ni las putas, ni las amantes. No están las
- 96 -
hijas mestizas, ni las indias herejes perseguidas por la extirpación de
idolatrías e inclusive las sirvientas, aunque cumplen el mismo destino,
están omitidas de la escena. Su ausencia es de muchas maneras otra
forma de presencia omitida, escondida o escurridiza y eso convierte a
la monja-intermediaria y a las niñas-muñeca en figuras contenedoras
de una compleja trama de personajes femeninos contenidos uno dentro
del otro… (Galindo, 2010-2011)
Salta a la vista en las intervenciones la intención de dar relieve a la expansión
del ciclo de explotación con la enajenación y colonización del territorio íntimo
del ser para ponerlo al servicio de estructuras productivas complementarias,
y cómo en estos otros ámbitos que son la autoridad, el sexo, la subjetividad,
también “están presentes todas las formas históricamente conocidas, bajo la
primacía general de sus formas llamadas modernas: el “Estado-nación”, “la
familia burguesa”, la “racionalidad moderna” (Quijano, 2007: 98). La pasiva
normalidad de la escena se ve trastocada por estas lecturas polémicas que
además sacan a la luz el papel de las presencias-ausencias en el ejercicio
normalizador del dominio de estos ámbitos de la vida.
Imagen 30. Anónimo (Escuela de Potosí): Virgen del cerro de Potosí, siglo XVIII, óleo. Anónimo (Escuela
de Potosí): Virgen del Cerro anónimo s XVIII, óleo, Museo de la Casa de Moneda en Potosí.
- 97 -
El orden clasificatorio de la colonialidad y su operatividad social y
cotidiana al que hace referencia Quijano se hacen visibles en un grupo de
piezas bastante significativo de representaciones de la Virgen del Cerro Rico
con su silueta conformada por la forma del cerro, que en tiempos prehispánicos
estuvo asociado al culto a la diosa madre. Los curadores de Principio Potosí
subrayan que estas imágenes funcionaron como instrumentos de doctrina
porque hacían que los indios percibieran continuidad entre sus propias
creencias, la nueva religión y la servidumbre minera. En estas imágenes es
llamativa la estructuración de tamaños de acuerdo al rango religioso y social
de las figuras. La jerarquía de tamaño típica del motivo de la Virgen del
cerro privilegia los personajes de la trinidad, luego la realeza y la jerarquía
religiosa, le siguen en rango los fieles blancos y el menor tamaño es asignado
a los personajes indios. En un amplio espacio que cruzaba frente a una de
estas pinturas la artista Inés Doujak instaló su obra Brujas, una serie de
imágenes de mujeres, algunas en situaciones de suplicio, otras en poses
sugerentes o provocadoras y otras más ambiguas y complejas, varias de
ellas sobre fondos transparentes y todas enmarcadas en rosetones dorados.
La obra de Doujak hacía interferencia al recorrido y la contemplación de
otras obras, propiciando cambios de dirección en algunos recorridos por la
exposición, y planteando posibles coincidencias entre sus imágenes y otros
elementos presentes en la exposición.
- 98 -
Uno de los aportes más experimentales fue el libro Principio Potosí Reverso,
producto de la investigación llevada a cabo por un equipo coordinado por la
socióloga e investigadora boliviana Silvia Rivera Cusicanqui. El libro reunió
una amplitud de documentos fotográficos, crónicas sociales, culturales y
espirituales y materiales experimentales provenientes de la región andina, con
contenidos e intereses referentes a preocupaciones y temas universales. Sobre
los alcances e intereses del proyecto dijo Rivera Cusicanqui: “Hemos partido
de un territorio que está localizado en el sur, y el sur de algún modo es el
reverso de mundo hegemónico (…) el sur es un lugar donde otras estrellas nos
miran, donde el agua corre con otra energía y circula de otra manera y donde
hay un magnetismo diferente de la tierra (…) Hay una lógica incorporada del
reverso en nuestra cotidianidad, que simplemente la hemos hecho explícita”,
la intención era expresar una diferencia articuladora, múltiple y no “ese
purismo de museo antropológico” chato y sin su densidad semiótica. (Otras
epistemologías de la imagen: el reverso de un proyecto expositivo. Principio
Potosí Reverso, 2010)
Imagen 32. Principio Potosí. Vista parcial, Museo Reina Sofía, 2010.
- 99 -
El conflicto entre espacialidades que suscitaron las intervenciones
matizaba y aportaba complejidad a las intenciones iniciales de los
curadores. Los curadores declararon que una manera de establecer debate
y reflexión sobre la violencia generada por la hegemonía se estableció
desde la investigación, con la conformación de los equipos de curadurías
regionales que contribuyeran a construir multidimensionalidad, para no
enfrentar simplemente un dogma con otro y caer en debates dicotómicos
que no les interesaban. El criterio de montaje general de las exposiciones
propuso recorridos imprevistos con escaleras, plataformas y rampas que,
sumadas a las intervenciones artísticas, invitaban al público a dinamizar sus
puntos de vista de la exposición, realizar asociaciones múltiples o inventar
correspondencias entre obras. La exposición en su conjunto constituyó así
una oferta de múltiples puntos de vista, de maneras de estar en el espacio y
de elaborar la información.
El evento siguió pautas abiertas por el cruce de intereses entre las
resistencias territoriales y el devenir del arte contemporáneo, como regiones
de la cultura que al pluralizarlos, subvierten los modelos de normalización,
determinaciones espaciales y vectores de valor promovidos por instancias
dominantes y arraigados en la costumbre. Determinaciones y valoraciones
del dominio como el empequeñecimiento, el desplazamiento social, la
invisibilización y la instrumentalización fueron establecidos de modo
activo y conflictivo por Alfredo Jaar en un nuevo montaje del proyecto
Serra Pelada, llamado Out of balance, de 1989.
- 100 -
Imagen 33. Alfredo Jaar: Serra Pelada, Out of Balance, galería Lelong Nueva York, fotografías colección
del artista, 1989.
- 102 -
Epílogo
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Imagen 22. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Corónica y buen
gobierno. Pontifical mundo / Las indias del Perú en lo alto de
España / Castilla en lo abajo de las indias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Imagen 23. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Corónica y buen
gobierno. Mapamundi del reino de las indias / un reino llamado
Antisuyu hacia el derecho del mar del norte / otro reino llamado
Collasuyo, sale el sol / otro reino llamado Codesuyo, hacia el
mar del sur llal [incompleto] /otro reino llamado Chinchaysuyo,
poniente del sol. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 79
Imagen 24. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Crónica y Buen
Gobierno. INDIOS / ASTRÓLOGO POETA QUE SABE del
ruedo del sol y de la luna y eclipse y de estrellas y cometas, ora,
domingo y mes y año y de los quatro vientos del mundo para
sembrar la comida. Desde antiguo. (Sic) . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 82
Imagen 25. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Crónica y Buen
Gobierno. CONQUISTA. GUAINA CAPAC INGA. CANDIA,
ESPAÑOL. Cay coritachumicunqui (¿Este oro comes?) / Este oro
comemos / En el Cusco (p. 343).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Imagen 26. Grafiti anónimo, Costa Rica 2010. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 84
Imagen 27. Felipe Guamán Poma de Ayala: Primer Nueva Corónica y Buen
Gobierno. CORREGIMIENTO /QUE EL CORREGIDOR
CONBIDA en su mesa a comer a gente vaja, indio mitayo, a
mestizo, mulato y le honrra / mestizo / mulato / yndio tributario
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/corregidor / Brindis… señor curaca / apo, muy señor, noca
ciruiscayqui” (Señor, muy señor, yo te voy a servir) / Provincias.
(Sic) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
Imagen 28. Gaspar Miguel de Berrío: Descripción del Cerro Rico e Imperial
Villa de Potosí, 1758, óleo, museo colonial de Charcas Universidad
Francisco Xavier de Chuquisaca (Sucre).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Imagen 29. María Galindo y Mujeres creando: Ave María llena eres de rebeldía,
2010 instalación / Anónimo (Escuela de Potosí): Las novicias,
siglo XVII óleo.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Imagen 30. Anónimo (Escuela de Potosí): Virgen del cerro de Potosí, siglo
XVIII, óleo. Anónimo (Escuela de Potosí): Virgen del Cerro
anónimo s XVIII, óleo, Museo de la Casa de Moneda en Potosí..91
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York, fotografías colección del artista, 1989.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
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