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Barricadas 1868

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X I * •

A°m
ft O TZ-T-d^Z.

EDICION ECONOMICA.

• U S B A R R I C A D A S D E C A D I Z .

CRÓNICA DETALLADA

D E L 0 S A C O N
TECIMIENTOS OCURR,DOS

EN DICHA CIUDAD,

DESDE EL DIA 5 DE DICIEMBRE DE ,868,

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CADIZ.
' M P R E N T A DE A R J O

Torre, núm. 27.

1869.
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i
INTRODUCCION.

Escribimos aun bajo la impresión dolorosa


de los tristes acontecimientos que van á ser-
vir de argumento á nuestra historia.
Aun fortifican nuestras calles las barricadas.
Aun resuena en nuestros oidos el silvido de
Jos proyectiles lanzados por una mauo torpe
á un pueblo digno por su historia, por su cor-
dura, por su civilización, por sus gloriosos t i m -
bres, de ser respetado por quien hoy sin razón
le combate.
Aun oimos el alerta que la simpática voz
del ciudadano honrado hace vibrar en los aires»
para demostrar, no ya al pueblo de Cádiz, no
ya á la nación española, sino al mundo entero,
que el pueblo libre, cuna tantas veces de las
libertades pátrias, vela por su honra, por sus
derechos, que cree arrebatados en un momento
de irreflexión, en un momento de ofuscación
injustificada.
Aun humea la sangre inocente de tantas
víctimas sacrificadas en una lucha fratricida y
sanguinaria: sangre del hermano vertida por el
hermano, del ciudadano por el ciudadano, del
español por el español: sangre del inofensivo
4

pueblo qae, horas antes yacía, eu amigable con-


sorcio con su ahora encarnizado euemigo, dedi-
cado tranquilamente á sus habituales faenas,
sin poder imaginarse que un momento después
habia de bañar las calles de la ciudad querida,
donde abriera los ojos a la primera luz, s a n -
g r e preciada del veterano soldado español, siem- *
pre heróico, siempre subordinado.
¡Cuánta s a n g r e derramada para conquistar
las libertades pátrias y nunca las libertades
pátrias consolidadas!
¡Baldón eterno á los especuladores de nues-
t r a política: política de medro personal: política
de los hombres para los hombres: nunca de la
idea para la idea!
¡Pobre España!
¡Desgraciada España! '
No queromos sin embargo que la historia
que vamos á escribir sea una historia política:
vamos á consagrarnos ó ser sucintos narradores
de los acontecimientos que el pueblo de Cádiz
comenzó á presenciar el dia 5 de Diciembre de
1868, y que á la hora en que trazamos estas
mal combinadas líueas, no sabemos cuando t e r -
minarán: no sabemos cual será su conclusion.
Pero u r g e el relato de estos sucesos: los he-
chos se desfiguran despues; decimos mal, ya
se vienen desfigurando, y es necesario que "la
verdad resplandezca, es necesario hacer la luz,
pero hacerla con imparcialidad, sin pasiones'
5
sin exageraciones, sin saña: ser mas bien ri-
guroso con el vencedor, é indulgente con el
vencido.
No negaremos sin embargo nuestras sim-
patías hácia una de las partes beligerantes.
Nacimos del pueblo y amamos al pueblo; y
como le amamos y de él nacimos, para él lo
queremos todo.
Para el pueblo queremos la libertad, pero
no la libertad enmascarada, sino la libertad
verdad, la libertad razón, la libertad justicia.
La libertad con orden.
Pensando así nacimos, pensando así vivimos,
pensando así moriremos.
Pero aunque la causa que amamos, la causa
que defendemos, la causa porque lucharemos
siempre es la causa del pueblo, seremos im-
parciales al narrar los sucesos que nos ocupan,
y no vacilará nuestra pluma si en su relato
tiene que acusar alguna vez al pueblo, como
no vacilará si tiene que encomiar á su enemi-
go el ejército; decimos mal, á su hermano el
soldado.
Ha llegado el momento de la regeneración
de nuestra querida pátria y en el torbellino de
las ideas que se desarrollan, el equilibrio es
difícil.
El motor de la revolución impulsa con de-
masiada fuerza y el descarrilamiento á veces es
imprescindible: porque este motor por desgra-
6

cia se llama falsamente patriotismo: debiera


llamarse hombre.
Esto es lo que hoy lamenta Cádiz: un des-
carrilamiento necesario por la violencia áe una
locomotora fuerte, que no ha sabido contener
el ímpetu de su velocidad; y como esta loco-
motora se llamaba hombre, ha sido impulsada
por el pensamiento fijo en una idea: no en ol
triunfo de la revolución española; sino eu el
triunfo del propósito de unos contra la volun-
tad de los mas.
Por eso en Cádiz se han precipitado los a -
contecimientos: por eso h^y Cádiz en sus tor-
res, en sus edificios, en sus barricadas, verda-
deras fortalezas, ondea el pabellón tricolor, s í m -
bolo de la idea republicana; no porque el pue-
blo de Cádiz quiera imponer la república al pue-
blo español, sino porque Cádiz ha creido ver
la tendencia de querérsele imponer por la f u e r -
za la ides monárquica.
He aquí el verdadero móvil, el origen do la
revolución de Cádiz, teñida con la saugre g e -
nerosa de sus hijos: de sus hijos que sirempre
han sacrificado sus ambiciones, sus rencores,
hasta susvidas, en aras del respeto, d é l a adhe-
sion que prestan á lo constituido.
No han concluido, tenemos que repetirlo,
los acontecimientos, cuando escribimos estas
líneas; una tregua pacificadora, aunque breve,
hu sucedido á tres dias mortales de un horro-
7
roso fueg->, 110 interrumpido un solo instante;
de una sanguinaria lucha, que acaso mañana,'
dentro de una hora, de uñ minuto, volverá á
empeñarse con mayor encarnizamiento, y v e -
mos cruzar nuestras calles al pueblo, hasta aho-
ra vencedor, abrazado á su hermano el venci-
do; y le custodia para que no sea atropellado,
, P a r a <iUe so le respete; y le facilita con em-
peño medios de subsistencia de que carecía
durante la lucha: y un pueblo generoso que
de tal modo considera á su enemigo, ¿merece
ser tiranizadu?
Mil veces no! *
Por eso irreflexivo derramó ayer su sangre,
por eso la derramará mañana si fuese preciso!
¡Ojalá no lo sea! Ojalá no concluyamos estas in-
dispensables reflexiones, sin que las campanas
de los templos vengan á herir nuestros oidos
con el alegre timbre que nos diga:
Nos hemos equivocado.
Cádiz es indigna de ver atacadas sus garan-
tías individuales.
Cádiz merece empuñar las armas que la pa-
tria le entregara para su defensa.
Cádiz tiene honra.
Cádiz prefiere á perderla, derramar la ú l -
tima gota de la sangre preciosa del último de
sus hijos.
Perdonemos sus ímpetus guerreros, hijos
de su amor á la libertad.
8
Cádiz ostenta una vez mas el timbre impe-
recedero de siempre heróica.
¡Viva Cádiz!
No escribimos solamente para esta, hace m u -
cho tiempo desgraciada ciudad, sus h a b i t a n t e s
.han presenciado hecho por hecho los aconteci-
mientos; todos sus vecinos sin distinción de c o -
lores políticos, reconocen la verdad de la causa
que el pueblo ha defendido.
Escribimos para la nación entera, para las
demás naciones, á quienes los enemigos de la
libertad, disfrazando esos mismos acontecimien-
tos, pueden presentarlos, si no los presentan ya,
como una consecuencia de la revolución, que
ellos como vencidos condenan, como un padrón
de ignominia para esa revolución.
Se engañan. La revolución sigue su c u r -
so natural.
. Cádiz la impulsa, porque Cádiz ha creído
ver la reacción á sus puertas.
Se habrá equivocado, pero ha creído verla,
y como lo ha creído, ha creído deberla combatir.
He aquí pues, á continuación, la verdadera
relación de los sucesos en todos sus detalles,
garantizada por una historia política sin man-
cha, aunque humilde y desnuda de todo m é -
rito, pero constante y exenta de ambiciones.
LAS BARRICADAS DE CADIZ.
— — — — — » — —

- Cádiz registra en sus anales muchos hechos


gloriosos, no pocos de heroísmo, todos memo-
rables.
La Constitución de 1812 la conquistó el jus-
tísimo renombre de cuna de la libertad.
La reacción caminando con pasos lentos,
cediendo al impulso liberal el año de 1854,
pero reponiéndose el 56, merced á la bastarda
influencia de un mal llamado partido político,
sin otras doctrinas que la ambición de mando;
marchando despues agigantadamente, trajo so-
bre la ciudad leal el 18 de Setiembre del pre-
sente, el grito de los libres, que apenas reso-
nara en su bahia, fué secundado por sus habi-
tantes, é impregnándose como una chispa eléc-
2
10 LAS BARllICA DAS
trica en el corazon de todos los buenos españo-
les, cuando el grito de Cádiz retumbó en el e s -
pacio, sacudiero%n en un momento, y todos como
un solo hombre, el >ugo de la tiránica hueste
reaccionaria y el horripilante baldón que una
m a l aconsejada madre venia estampando sobre
la inmaculada frente de sus tiernos y bonda-
dosos hijos.
Cayó para no volver á levantarse nunca la
dinastía borbónica; y cayó, porque Cádiz habia
abierto los ojos á la luz y sacudido sus p l a -
teadas alas sobre la espuma de sus azulados
mares.
¡Brillante historia la de Cádiz, que la pos-
teridad grabará con indelebles caracteres de
oro!
¿A qué ocuparnos en hacer la crónica de un
pueblo que, de un polo á otro polo, por el orbe
entero es saludado con himnos armoniosos de
inmarcesible gloria?
¿A qué ocuparnos de la cara pátria, donde
todas las naciones descienden reverentes á co-
locar ante sus colosales muros una corona de
laurel ó siemprevivas?
¡Dichosos los que como nosotros nacimos en
tu suelo!
¡Dichosos los que con tanto orgullo pueden
llamarse t u s hijos, blanca paloma arrullada por
el murmullo del orgulloso Océano!
¿Quién osará empañar t u brillo, que no r e -
DE CADIZ. II

ciba el condigno" castigo de tan punible culpa?

Hemos llegado al 5 do1 Diciembre de 1868.


Como el 10 de Marzo de 1820, dia memora-
ble, de horror y luto, qué pérfida traición su-
miera en llanto á la ciudad acariciada por las
olas, lo mismo un sol primaveral hacia olvidar
los rigores de la fria estación.
Como aquel dia, los habitantes de Cádiz ben-
decían los risueños encantos de la naturaleza.
Y si aquel dia el pacífico vecindario se pre-
paraba á disfrutar tranquilamente de una, que
bien podemos llamar gira.de campo, .éste, con
mas confianza aun, con mas espansion, con mas
tranquilidad de espíritu, sa dedicaba laborioso
a sus habituales faenas.
Ante un porvenir do flores, el gozo del es-
píritu encuentra placeres hasta en el trabajo.
A la sombra de un gobierno que propala
y practica, dicho sea en justicia, las libertades
pátrias, el horizonte de un pueblo libre es tran-
quilizador y placentero.
Cuando se juega el porvenir, los destinos
de la madre pátria, entre la confianza y la paz
que proporciona el buen criterio de un pueblo
Hoble y culto, la confianza y la paz fructifica
en el corazon del hombre; aleja de él todo te-
mor y nada le altera. Espera con calma el
porvenir, porque el porvenir es suyo.
12 LAS BARRICADAS

Así amaneció el pueblo de Cádiz el 5 de Di-


ciembre de 1868.
Tranquilo en sus diferentes fases.
Feliz, risueño con la idea de su porvenir.
El comercio reconquistando paso á paso la
animación por tanto tiempo perdida.
El obrero en su taller regalando á los aires
el eco dulce de las melodías tán simpáticas y
por escelencia chispeantes en que tanto se d i s -
t i n g u e n los privilegiados hijos del privilegia-
do suelo de Andalucía.
Como nada le inquietaba, era dichoso.
Ni una sola sospecha de su desgracia.
Ni el mas leve síntoma de su esterminio; y
sin embargo, su esterminio estaba decretado.
¡Mísera ilusión!
El pueblo cuando es grande no sucumbe.
Vagamente, habíase hablado de descontento
en el vecino Puerto de Santa Maria.
Pero si en dicha ciudad existia ese descon-
tento, si estaba decretado por la mano sábia y
poderosa del que todo lo puede, que aquel t a m -
bien privilegiado suelo habia de ser teatro en
este dia de desagradables acontecimientos en
Cádiz ni aun se presumían.
Contra la maléfica costumbre de abultar los
hechos, esta vez no llegaban á nuestros oido*
con importancia.
Que unos pocos jornaleros solicitaban t r a -
bajo que el A y u n t a m i e n t o se veia obligado á
1
DE CADIZ. ]3
escatimarle por falta de recursos; esto era todo
lo que en Cádiz se circulaba; pero cuyo rumor
acaso no se había propagado en la clase labo-
riosa de artesanos, que en número mayor son
los que forman parte en los batallones de vo-
luntarios de la libertad.
Entre estos nada habia tramado de ante-
1náétoftn¿ el no xrionivoiq e! 1> obxrfitn J,» icr
Bajo ningún concepto reinaba la descon-
fianza. ,
Si los sucesos del Puerto de Santa Maria to-
maron otras proporciones, ó si se les aplicó un
valor inmerecido, no es á nosotros á quienes
toca calificarlo.
Nosotros somos meros cronistas de lo acon-
tecido en Cádiz y nos limitamos antes de dar
principio á nuestra tarea, á esplicar con since-
ridad algunos antecedentes con que se ha tra-
tado de justificar lo que, por mas esfuerzos que
se pongan en juego, tiene que ser injustifi-
cable.
La verdad es, y verdad reconocida por ami-
gos y enemigos, que Cádiz el citado dia gozaba
de una tranquilidad pocas veces conocida. Te-
nemos que repetirlo una y mil veces y repe-
tirlo muy alto.
El Gobernador civil de la provincia el Sr. D.
Gregorio Alcalá Zamora, decidió pasar al Puerto
en cumplimiento de sus deberes que le llama-
ban á aquel punto, é interinamente entregó el
14 LAS BARllICA DAS

mandoea manos de D. José Gonzalez de la Vega,


actual vice-presidente de la Diputación Pro-
vincial.
Habia de suceder en Cádiz un conflicto e s -
tando al frente de la capital y su provincia el
Sr. Gonzalez de la Vega.
¿Qué causas impulsaron á este señor á resig-
nar el mando de la provincia en la autoridad
militar?
No lo sabemos.
Quisiéramos saberlo.
Y aun si estas causas existían; ¿eran bas-
t a n t e poderosas y atendibles para proceder así?
El hecho es, que el Sr. Gonzales de la Vega
j u z g ó pesada la carga y declinó su autoridad,
parodiando fatalmente, y acaso sin malicia, á
situaciones que tres meses antes derrocó la r e -
1 volucion por imperiosas y arbitrarias.
El Sr. Gonzalez de la Vega, en su larga car-
rera política, no ha aprendido aun, que para
el pueblo, tiene mas poderosa influencia la voz
de la razón, que el alarde de la f u e r z a .
Olvidó que era m u y usual en los tiempos
pasados de odiosa dominación y de tristísimos
recuerdos, cuando un gobernador necesitaba
tiranizar al pueblo para conseguir el logro de
a l g u n a mira política, pretestar desórdenes for-
jados allá en el recóndito vacio de su corazon
cobarde, y bajo este antifaz ominoso, disculpar
el estado de sitio que la autoridad militar, la
1
DE CADIZ. ]15

autoridad del sable, no vacilaba en decretar in


continents, aterrando á los timoratos y senten-
ciando en contra de los mas fuertes, no ya las
deportaciones, sino hasta fusilamientos que, sin
temor de exageraciones, pueden calificarse de
asesinatos.
Esto pasaba entonces; y esto se parodiaba
en Cádiz el dia 5 de Diciembre, siendo minis-
tro de la gobernación el consecuente progre-
sista D. Práxedes Mateo Sagasta.
La situación podría ser grave, pero el pue-
blo de Cádiz la ignoraba.
Por eso el alarde de la fuerza que se le h a -
cia al resignar el Sr. Gonzalez de la Vega el
mando, hizo ver á muchos el fantasma de un
golpe de estado que la reacción viene preconi-
zando y difundiendo entre las filas de los hom-
bres libres, para hacer vacilar el perfecto equi-
librio en que se mecen los partidos liberales,
esperando con la calma de los buenos el fallo
que asegure y cimente bajo sólidas bases el
porvenir de todos.
La confusion era inevitable.
La autoridad militar reasumía en sí todos ios
poderes, todas las facultades.
La situación de Cádiz so consideraba como
escepcional. .
El pueblo sin embargo, ni aun lo sospe-
chaba.
16 LAS BARllICA DAS

.aoijJííh
oJao cdjiaca oiaTH

II.

Serian las dos de la tarde.


A tambor batiente, ó mejor diremos, á los
guerreros acordes de la banda militar del r e -
gimiento de Artillería, marchaba un peloton
de soldados de este arma, transitando libre-
mente por sus calles, pero no sin llamar la
atención de los tranquilos transeúntes.
Al llegar á aquellos parajes de mas notable
afluencia, el piquete hacia alto.
Una voz sonora, aunque ifnponente, recitaba
las palabras escritas en un lando, que el p r e -
gonero repetía y cuyos ejemplares fijaba en
cada una de las esquinas.
El tenor de aquel bando era el siguiente:
1
DE CADIZ. ]17

Don Joaquin de Peralta, mariscal de campo, go-


bernador militar de esta plaza y su provin-
cia, etc. etc.
Cumpliendo las órdenes del Excino. Sr. ca-
pí tan general, y en uso do mis facultades como •
gobernador responsable de esta plaza
ORDKNO Y MANDO:
Artículo 1.° Queda declarada esta plaza y
provincia en estado de guerra con arreglo á la
ley de 17.de Abril de 1821.
Art. 2.° En el término improrogable de tres
horas, á partir de la publicación de este bando,
serán entregadas en el parque de la plaza todas
las armas de guerra, escopetas, rewolvers, pis-
tolas y demás que existan así en poder de la
fuerza ciudadana como de los particulares que
no pertenezcan á dicha institución.
Art. 3.° Terminado este plazo se llevarán
al cabo visitas domiciliarias, y las personas en
cuyas casas se hallen armas, serán sometidas á
la comision militar.
Art. 4.° Todo grupo que esceda de cinco
personas ó que altere el órden, será disuelto por
la fuerza pública y sometidos los aprehendidos
á la comision militar que tengo nombrada.
Art. 5.° Quedan suspensas todas las ga-
rantías individuales hasta que restablecido el
órden vuelva á entrar en su curso ordinario la
ciudad y se pueda organizar la fuerza ciudadana
con arreglo al decreto del gobierno provisional.
LAS BARRICADAS
Art. 6.° Se suspende la publicación y ven-
ta de todo periódico, hoja ó impreso de cual-
quier carácter que sea. .. > . . n
Art. T.° Los contraventores del presente
bando serán tratados como perturbadores del
orden y juzgados por la comision militar con
todo el rigor de la ley.
v Cádiz 5 de Diciembre de 1868.—El gober-
&
nador militar, Joaquin de Per alta i >i

GADITANOS:
Encargado del mando* en las difíciles cir-
cunstancias que atravesamos, cumplo el deber
de manifestaros mis propósitos. Conservar el
órden y la tranquilidad á todo trance, hacer
obedecer las órdenes del gobierno provisional,
né ahí mi deber y lo cumpliré.
Una sucesión de alarmas injustificadas, una
s é n e de hechos que no tienen mas explicación
plausible que la mala intención de unos pocos
la demencia de muchos y el fructífero trabajo
de la reacción, ha venido á crear un estado de
eosasque nos lleva á la disolución de la socie-
dad, y por lo tanto al despotismo. '
Mi misión es por convicción y por oblio-a-
cion salvar la libertad e n ' e l territorio de °mi
mando, y á pesar de los ilusos y alborotadores
de oncio, la salvaré.
El gobierno provisional, la nación entéra á
quien respondo de mis acto?, dictarán el fallo,
1
DE CADIZ. ]19
y á él me someto con limpia conciencia y co-
razón sereno, con la tranquilidad del hombre
honrado que cumple un penoso pero ineludible
deber. . ,...; jfr , r , ,-. ti « . .
Espero que no me sea preciso aplicar las me-
didas de rigor que acabo de dictar; inflexible
como juez severo, las llevaré á cabo, y los aman-
tes de la libertad bien entendida y los hombres
¡ robos de todos ios paitidos me harán justieia
dando la responsabilidad de los sucesos á los
que, seducidos por los enemigos de la libertad
contra la que conspiran á sabienda, provocan
la necesidad de apelar á recursos extremos.
Los pacíficos y honrados habitantes pueden
descansar en la seguridad de que sabré sostener
el derecho que tienen á vivir tranquilos.
Cádiz 5 de Diciembre de 1868.—El goberna-
dor militar, Joaquin de Peralta.

Nosotros, como cuantos pasaban por los pa-


rajes en que se fijaba el bando, parábamos núes-
tra atención, y recorríamos con nuestra vista
aquellas líneas, cuyo contenido nos era sor-
prendente.
Muchas reflexiones se nos ocurrieron.
.¡ Costumbre ha sido siempre en análogos ca-
sos valerse de la imprenta para la extension y
multiplicación de esta clase de documentos.
El presente sin embargo estaba manuscrito.
El número de ejemplares, no obstante, era
20 LAS BARllICA DAS

abundantísimo, según pudimos observar,


¿Qué significaba esto?
¿Era un acto premeditado?
¿Se había querido evitar la publicidad hasta
en los operarios de la imprenta oficial?
¡Cuántos comentários!
;
El hecho era t a n grande! f '
•El piquete que, precedido de Ja banda de
tambores y cornetas del regimiento de Artillería,
constituía la publicación del documento, se
componía de do3 grandes mitades, con sus
respectivos gefes á la cabeza.
¿Para qué tanto alarde ce fuerza?
Tampoco lo sabemos y los comentarios en
esto serian aventurados y creemos que hasta
peligrosos.
Algunos g r u p 'S se condensaban por las
calles.
Penetremos en ellos.
Ya se hablaba de los acontecimientos del
Puerto de Santa Maria.
Se les imprimía un caractor tal de gravedad
que hacian presagiar funestos resultados.
Se propalaba que en aquel mismo momento
varias fuerzas de Artilleria con dos piezas mon-
tadas se ponían en movimiento, disponiéndose
á salir para dicha ciudad.
Estas, sobre las que y a con otras piezas ha-
bían salido para el mismo punto m u y de ma-
ñana.
1
DE CADIZ. ]21
¿Era tan grande el conflicto del Puerto de
Santa Maria?
Los partes oficiales, que á su tiempo publica-
remos, lo esplicarán á nuestros lectores.
Pero no dejaremos de hacer una observación.
Todos los moradores de Cádiz, y cuantos ha-
yan visitado su recinto, conocen la posicion to-
pográfica que ocupan los cuarteles, pabellones
y parque de Artillería.
Desde ellos, hasta la Puerta de Mar ó la de
Tierra, únicas salidas, hay una corta distan-
cia de fácil tránsito y espédito camino por la
ronda de la ciudad.
La generalidad de lasvcalles de la poblacion
son estrechas y difícil al paso de caballerías y •
carruages.
¿Por qué pues la fuerza de Artillería con dos
piezas montadas, lejos de tomar el franco ca-
mino de la ronda, alargaba su tránsito, pene-
trando por las calles, remontándose hasta el cen-
tro de la ciudad y hasta el popular barrio de
S.Lorenzo?
Detalle es este que á primera vista se hacía
sospechoso.
¿Era un nuevo alarde de fuerza hecho al ros.
tro de la fuerza ciudadana armada, en los momen-
tos en que una órden apremiante de la autoridad
militar, le mandaba entregar las armas en el
preciso término de tres horas?
¿Era un reto hecho al tranquilo pueblo, á
34 LAS BARllICA DAS
quien en un momento se le privaba de Jas g a -
rantías individuales?
¿Quién puede p e n e t r a r e n el sagrado recin-
to délas intenciones?
¿Pero quién puede oponerse tampoco al i m -
petuoso torrente de la imaginación del hombre?
Los comentarios entre el pueblo se multipli-
caban.
El descontento era general en los semblau-
tcs hasta de los mas indiferentes.
El malestar se difundía por do quiera. ^
Un murmullo sordo, el murmullo del terror
de los apocados de espíritu, resonaba empero
lúgubre y aterrador.
La atmósfera se condensaba.
El aire hervía.
Crecía la esfervesoencia.
El horizonte, hasta ahora azulado, se tenia-
de pardas nubes. '
Divagaba la muchedumbre en su tranquilo
paso.
La tormenta se hallaba cercana.
El huracan arreciaba.
Iba á estallar el temporal.
Estalló al fin. > . - _
DE CADIZ. 23
¡¿wuj. .«yjfiléis

III.

Pocoá minutos habían transcurrido y ya el


aspecto de la poblacion, antes risueño y t r a n -
quilo, aparecia lúgubre é imponente.
Algunos voluntarios armados salían de sus
casas, pero, inciertos e» su marcha, no sabían
ú donde dirigirse.
El penetrante sonido de una corneta de
guerra que circundaba los aires por los apar-
tados barrios de la ciudad, demostraba que los
voluntarios Sé U libertad er^a llamados repenti-
namente.
Que debían reunirse en algún punto.
Pero todos ignoraban cual era aquel punto.
Quién dictaba aquella órden: para qué?
El pueblo abandonando sus faenas, dejaba
24 LAS BARllICA DAS
desiertos los talleres. Las obras de construcción
quedaban paralizadas. Los establecimientos de
comercio empezaban á cerrar sus puertas y los
vecinos alarmados se reconcentraban en sus
moradas.
Todo era confusion. Todo desasosiego. To-
do incertidutnbre.
¿Cual era el verdadero origen de este e s t a -
do de cosas?
No h a y que vacilar para responder á esta
pregunta.
El contenido del lando.
Cádiz, que el dia 18 de Setiembre, dia recien-
te por cierto, habia dado el grito de libertad
sacando á la madre patria del caos político á
que gobernantes tan ambiciosos como ilusos la
tenían condenada: Cádiz, que generosamente ha-
bía abierto sus puertas y recibido en sus bra-
zos á los Generales de la revolución, á, quienes
confiara llena de fé y entusiasmo los destinos
del porvenir en cambio de una lisongera prome-
sa de libertad: Cádiz, siempre elocuente á la
voz de los libres, siempre bizarra para la d e -
fensa de las garantías del hombre, do li) a u t o -
nomía del pueblo, veia arrebatársele en un m o -
mento y sin poderse esplicar el porqué, la g r a n
conquista de aquello que todos llaman y l l a m a -
rán con justicia gloriosa revolución.
Esta es una verdad i n n e g a b l e . ¡¡
Suspender las garantías individuales con tan-
6
DE CADIZ. 25
ta sangre conquistadas en Alcolea, privar á la
imprenta de su libérrimo derecho, arrebatar al
pueblo las armas que la patria le confiara co-
mo garantía del ciudadano, declarar el estado
de sitio, era retroceder rápidamenteá los tiem-
pos pasados, á los tiempos de terror y de luto,
en que por todas partes asomaba el patíbulo, las
bayonetas de los déspostas y de los tiranos.
¡Como pérmanecer impasibles!
¡Cómo reflexionar!
No somos nosotros hombres, lo confesamos
sinceramente, que creemos que la razón debe
dilucidarse por medio de la fuerza.
Interin veamos siquiera remotamente, pero
con alguna probabilidad, otros medios de pro-
testa y defensa, creemos que deben emplearse
sin jugar en un combate temerario y dudoso ei
éxito de una razón que se ventila,, de un dere-
cho apoyado por la ley, por la justicia de una
buena causa. r
Creemos que el püebld^de Cádiz, al ver a r -
rebatársele aquellos sacrosantos derechos, debie-
ra obedecer protestando: pedir por todos los
medio» posibles la reparación de aquel ultrage,
si ultrage habia en la violenta medida de la
autoridad militar representada por el Sr. Peralta.
Pero: acaso, porque nosotros reflexivos por
temperamento, por la esperiencia de los años,
pensemos así podemos obligar á los demás á
pensar de igual manera?

«
26 LAS BARllICA D A S
¿Acaso la j u v e n t u d , menos esperta que no-
sotros, puede pensar con el tacto y la mesura
que reclaman situaciones difíciles y escepcio-
nales? r
Y por otra parte: ¿cuando ya en diferentes
épocas de libertad la patria ha puesto un
fusil en manos de sus hijos, la reacción al c a -
bo, con sus maquiavélicos manejos, con sus d e -
testables intrigas, no ha sabido sobreponerse
á los acontecimientos, arrebatando ese fusil al
entusiasta defensor de las libertades?
Como este ejemplo se ha operado impunemen-
t e en diferentes épocas, como la reacción nunca
se ha presentado desenmascarada, no puede
estrañarse que el pueblo de Cádiz y sus volun-
tarios de la libertad la viesen asomar victo-
riosa cubierta con la careta del bando del Señor
Peralta.
Aun pensando nosotros con el critério de la
esperiencia, también creimos verla internarse
en nuestras filas, tatuando al pueblo de Cádiz
como campo de su primera conquista.
Todos los hechos lo demostraban, y los acon-
tecimientos que se fueron sucediendo .paso á
paso y con una rapidez indescriptible, lo corro-
boraban mas y mas.
^ Porque mientras se publicaba el bando, y
mientras la Artillería, sopretesto de encami-
narse al Puerto de Santa Maria, paseaba las c a -
lles de la ciudad, algunos voluntarios de la li-
DE CADIZ . 27

bertad, mas jóvenes y menos reflexivos que


otros, se presentaban en actitud hostil en algu-
nos parajes públicos, el primer comandante del
segundo batallón de la fuerza ciudadana Sr.
Junco, con el segundo comandante y un capi-
tan del mismo acudian al Gobernador Sr. Peral-
ta á pedir esplicaciones pacíficas de la medida
fuerte que dictara y á salvar la responsabilidad
del eminente conflicto que veian abocado.
¿Y qué efecto produjo esta prudente conducta?
La detención de dichos señores en el local
de la Casa Aduana que. ocupaba la autoridad
militar y que un momento despues habia de
ser centro de las operaciones belicosas.
Una razón mas para creer, auuque fuese
equivocadamente, que el Sr. Peralta represen-
tando á la reacción, trataba de dar en Cádiz el
golpe de gracia á la libertad.
¿Ni como creer que dicho señorabrigase el te.
mor de perturbaciones por parte del pueblo ar-
mad o que no contaba con Éuiliciones, ni con ele-
mentos militares para sostener un combate
cuerpo á cuerpo?
Por otra parte: ¿qué juicio habia formado el
Sr. Peralta de los voluntarios de la libertad, es-
carmentados ya por otras épocas de desarme,
para arrostrar las consecuencias de su medida,
contando solo con uua corta guarnición, pues
podemos asegurar que reunidas todas las fuer-
zas militares existentes en la plaza, acaso no
28 LAS BARllICA DAS
formarían un número de dos mil hombres?
Si nos tomaran parecer sobre este punto,
quizás no aventuraríamos nada en suponer que
el Sr. Peralta fué mal aconsejado por h o m -
bres sin duda que, queriendo abrogarse el so-
brenombre de eco de loá partidos, son sin e m -
bargo elemento perpétuo en ellos de disturbios
y descontentos.
Y aquí debemos consignar, porque lo cree-
mos m u y del caso, para cuando los acontecimien-
tos de-Cádiz se juzguen con la mesura y reflec-
tion que ellos requieren, algunos antecedentes
del estado político de esta ciudad.
Nos proponemos con ello, no disculpar el
hecho de la sublevación ocurrida, eso nunca, la
creemos criminal: lejos de nosotros la i d e a ' d e
justificarla; pero sí diremos que para los hom-
bres sensatos para los hombres pensadores, para
los pacíficos que miran la política bajo el prisma
del desinterés, no era un misterio que tarde ó
temprano había de ¿fcontecer en Cádiz una ca-
tástrofe como la pasada.
Desde épocas lejanas vienen luchando-en es-
ta poblacion en el campo de la política g r a n -
des elementos de perturbación y desconcierto.
En el terreno de la ideas luchaban los aquí
mal llamados partidos políticos.
Componíanse estos en su mayoría de los tres
elementos fuertes que han venido en España
hace tiempo disputándose la dirección de la ad-
1
DE CADIZ. ]29
ministracion del Estado. El partido Conserva-
dor, ahora llamado Reaccionario ó Neo, el de
Union liberal y el Progresista. Aquí se desco-
nocía por completo el Democrático, que nunca
estuvo representado, ni en los comicios, ni en la
prensa. Si demócratas existían en Cádiz, esta-
ij. ban en completa desorganización y en insig-
ficante minoría.
Componíase el primero de personas de la
mayor sensatez, justo es decirlo, que de libe-
rales es hacer justicia hasta á sus enemigos.
Luchaban por la idea teniendo por su órgano
\r un antiquísimo y acreditado periódico llamado
El Comercio.
El segundo, formado como en todas partes
de tránfugas y desertores de los partidos radi-
cales, no por eso dejaba de contener en su seno
personas dignísimas propensas al órden y á en-
noblecer la causa ilusoria de sus hetereogéneos
principios.
Pero el partido Progresista, modelo en to-
das partes de cordura y discreción, de abnega-
ción y patriotismo, era en Cádiz un elemento
de inmoralidad y prostitución política: una es-
pecie de Banco ó Sociedad comanditaria de am-
biciosos y descreídos, que servían á todas las
situaciones, siempre que sus servicios encon-
trasen la recompensa en el opíparo banquete
del presupuesto.
De aquí que muchos hombres respetables de
30 LAS BARllICA D A S

él, apostrofando con dureza á sus desacredita-


dos colegas, repudiándolos con ímpetu de su
seno, formaban un g r u p o , si no mas numeroso
que el de aquellos mas compacto en doctrinas
y e n conducta, y apoyado en una fuerza moral
indestructible.
No obstante, el grupo de los especuladores.
mal Mamadamente progresistas, y á quienes en
la localidad se conoce bajo un epíteto especial,
que no creemos del caso consignar aquí, entro-
metiéndose siempre en los destinos de la loca-
lidad, gobernasen conservadores ó unionistas,
traían el descrédito y el descontento sobre to-
dos los hombres amantes de la libertad.
Vino la revolución de Setiembre, y esos hom-
bres impopulares, aprovechándose de la con-
fusion de los primeros momentos, en que la
fuerza de la osadía ocupaba eu las localidades
la mas inmensa altura del poder, pugnaron por
apoderarse del mando, poniéndose en lucha
abierta y desesperada con los hombres que s i m -
bolizaban aquel g r a n elemento liberal, y cons-
t i t u y e n d o una Junta Provincial, no proclama-
da por medio del sufragio, sino por su sola y
libérrima voluntad.
De aquí nació el retraimiento de la J u n t a
local revolucionaria, y de aquí nació el que,
dueños absolutos del poder, repartiesen el tur-
ron á manos llenas entre sus paniaguados y
sectarios, y de aquí el nombramiento de un Mu~
1
DE CADIZ. ]31
nicipio, que, aunque en su mayoría compuesto
r
de personas apreciables, no gozaba de la popu-
laridad con que la noble política liberal desea
investir á todos sus funcionarios.
La agitación, pues, era general.
Los mas ofuscados y menos cautos no des-
perdiciaban ocasion de demostrar publicamente
su reprobación á aquellos hombres; y los p r u -
dentes callaban, dándose lugar, para daño del
Gobierno constituido, que tan decidido campeón
se muestra de la idea monárquica, á que en
Cádiz se engrosasen de una manera formida-
ble las filas del partido republicano, que casi
no existia: dándose; lugar, áque, donde quie-
ra que aquellos hombres se presentasen, f u e -
sen anatematizados por el pueblo: dándose l u -
gar, por último, á que esos hombres tratasen de
reunirse una noche en el Teatro Principal y
fuesen recibidos á silvidos por las masas popu-
lares.
¡Qué espectáculo!
Pero no era un espectáculo de desprestijio
para el partido progresista; los progresistas de
principios, de órden y moralidad, estaban en
sus puestos.
Hemos dicho, y lo repetirémos ahora, que
el partido republicano engrosaba.
Prueba palpable es el paso dado por el Sr.
D. Juan Junco, comandante, según ya hemos
indicado del segundo batallón de voluntarios de
32 L A S BARllICA D A S

la libertad y de toda la oficialidad que le estaba


subordinada.
El Sr. Junco y estos Sres. oficiales habían
militado constantemente en las filas del p r o g r e -
sismo. Pero: era decoroso en Cádiz seguir en
ellas? ¿Podían llamarse en Cádiz progresistas
los h o n o r e s subordinados á la camarilla r e i -
nante?
No.
Y por otra parte: ¿podían contener el impulso
del torrente?
La palabra República habia encontrado g r a -
to eco en las filas de los voluntarios de la li-
bertad, pertenecientes al segundo batallón. Es-
te eco se habia propalado; la idea republicana
difundido, y en las filas de los voluntarios siem-
pre que se presentaba una ocasion propicia, ya
no resonaba mas que una voz:
jViva la República! ,
El Sr. Junco y los oficiales de su batallón
fueron arrastrados á la nueva idea por la f u e r t e
influencia de los mas y en una manifestación
impresa que circuló profusamente por la lo-
calidad y que autorizaba las firmas de todos, de-
claraban solemnemente abandonar al partido
progresista y formar en las filas del bando Re-
publicano.
Decíase en Cádiz: si los hombres del m o n a r -
quismo son los especuladores, los que viven d é l a
política, los que hacen de ella un comercio'bas-
1
DE CADIZ. ]33
tardo, los que ejercen coaccion en las eleccio-
nes, los que se constituyen en mandarines sin
que nadie los nombre y si el monarquismo ha de
venir á España para que estos hombres lo mo-
nopolicen, la salvación de España está en la
República: seamos republicanos.»
Y ya en Cádiz habia cluls donde se ilustraba
al pueblo y se le entrañaban las doctrinas re-
^ publicanas, que en teoría tienen tal atractivo
como atractivo tienen las doctrinas del crucifi-
cado.
Y se organizaba un comité directivo; y mas
tarde comités de distrito, que celebraban reu-
niones casi diarias.
Y se leian con avidez y preferencia los pe-
riódicos que representaban aquellas doctrinas:
U La Solevanta Nacional y La República Federal'
si el primero escrito con moderación y tem-
planza, el segundo con veneno.
Y se llevaba á efeto una gran manifestación,
en un dia borrascoso, compuesta de mns de ocho
mil almas, que el Gobernador militar de la pía- *
za saludaba afectuoso desde los balcones de la
Comandancia general.
Ya habia, en fin, en Cádiz, un gran partido
republicano constituido por la inmensa mayoría -
del pueblo, en cuyas filas formaban todas las
clases sin distinción, desde la encumbrada á la
humilde, desde el grande hasta el pequeño.
bi el Gobierno provisional de la nación, que
34 LAS BARllICA DAS
desde sus primeros actos no vaciló en decla-
rarse sinceramente partidario de la Monarquía
demúcratica, tiene a l g ú n dia que lamentarse
de que Cádiz no secunde ingenuamente su p e n -
samiento, no culpe al pueblo de Cádiz, culpe á
los hombres que llamándose monárquicos y d e -
biendo ser la egida de este pueblo, t a n mal. le
h a n servido: á los hombres que, solo i m p u l s a -
dos por un interés mezquino, han sido una r e -
mora para llevar á cima aquel alto propósito:
que con sus impopulares actos han estraviado
la opinion.
El ser en Cádiz republicano era para los hom-
bres honrados una cuestión de honra. Mas que
de una cuestión política se t r a t a b a de una c u e s -
tión local, que habia d e t e n e r su desenlace t a r -
de ó temprano en un g r a v e conflicto.
¡Y el conflicto vino al fin!
iBaldon eterno para los culpables!
1
DE CADIZ. ]35

IV.

Nos hemos separado un momento de nues-


tro relato.
Era forzoso.
Continuemos pues.
Mientras los Sres. Junco, y otros dos señores
jefes de los voluntarios, eran detenidos en la Ca-
sa Aduana, el piquete de artilleros, de que ya
nos hemos ocupado, y que constaría en su to-
talidad de unos ochenta hombres, por mas que
en algunas reseñas hayamos visto aumentado ó
disminuido este número, en cumplimiento de
las órdenes á que estaba sujeto, continuaba su
marcha aguerrida por las calles y plazas, lle-
vando á cabo la publicación del bando funesto.
Al llegar á la de La Vireina, un grupo de
36 LAS BARllICA DAS

hombres armados ^ue desembocaba por la de


Alonso el Sabio se interpuso á su paso.
Muchas versiones se han hecho sobre este
encuentro origen del sanguinario acontecimien-
to que hoy lamenta el pueblo gaditano.
Los amigos de la situación atribuyen la c u l -
pabilidad del atentado á la fuerza popular.
Los defensores del republicanismo, á nom-
bre de cuya idea peleó el pueblo armado en los
tres memorables dias, acusan de agresión á la
militar, y en'todos los que hasta ahora hau des-
crito estos t a n desastrosos sucesos, e n c o n t r a -
mos g r a n disencion en el relato.
Nosotros no fuimos testigos presenciales,
pero hemos tratado de inquirir, tomando las
noticias de aquellas personas mas imparciales,
y la version que encontramos mas autorizada
es la* hecha por la Soberanía nacional, periódico
de buen criterio y cuyos redactores nos mere-
cen entera fé, tanto por su larga práctica en el
periodismo, cuanto por la gravedad, mesura,'
verdad é ilustración de sus escritos.
En la crónica que publicó en su número del
dia 11 de Diciembre, se esplicaba del modo si-
guiente:
«No se hizo esperar mucho la decision de los
voluntarios de la libertad, pues al llegar á la
calle de D. Alonso el Sabio el piquete de a r -
tilleria que iba publicando al son de música el
bando de la autoridad militar, el jefe de dicha
1
DE CADIZ. ]37

fuerza, que vió en actitud hostil á uu corto


número de paisanos armados, dió la voz de
preparen, y antes que pudiera continuar m a n -
dando, dió la voz de fuego uno de los paisanos,
haciendo estos acto continuo una descarga
contra el piquete. Desde entonces empezó una
lucha á muerte, que ha durado sin interrup-
ción por espacio de tres dias, y que ha causado
gran número de víctimas así al ejército como
al pueblo.»
Antes de continuar esta breve reseña his-
tórica, haremos observar que el periódico La
Palma ha incurrido en una equivocación, efec-
to sin duda de la precipitación con que habrá
recogido algunos de sus apuntes. El princi-
pio de la lucha fué tal como nosotros lo hemos
descrito. El piquete de artillería se dispuso á
disparar alpaisanage, y el paisanage, sin darle
lugar á ello y como medio de propia defensa, fué
cuando rompió el fuego. Está, pues,equivoca-
da la version do la Palma al asegurar que sin
hacer ningún ademan hostil el piquete de ar-
tillería, un reducido número de paisanos hizo
una descarga contra el piquete al grito de ¡vi-
va la República!
Pero sea cual fuere la verdad, este acto de
agresión por una ú otra parte fué la voz del
combate: acto que no vacilamos en calificar de
injustificada lijereza y en el que vemos des-
tacarse á primera vista, ó la impericia é irre-
LAS BARRICADAS
flexion del pueblo armado, ó el orgulloso a l a r -
de militar rebajado ¿n su amor propio por la
para el acaso despreciable agresión del Fpai-
sanage.
De cualquier manera, en cualquier caso, co-
mo quiera que se pinte, como qniera que se
disfrace, culpabilidad y grande exsite en el
agresor.
En todo el relato de esta obra hemos de ser
severos y justos en nuestras apreciaciones.
Habíase pues vertido sangre, s a n g r e precio-
sa, porque era española: sangre preciosa sacri-
. en aras de injustificada causa: san-
g r e inocente, porque es sangre inocente la del
soldado que se sacrifica en holocausto de los
sagrados aunque terribles deberes que le impo-
ne, a que le condena la ordenanza m i l i t a d y
la sangre inocente reclamaba venganza '
El soldado ofendido hizo fuego también, y á
Ja sangre del soldado vertida, sucedió la san-
gre vertida del hijo del pueblo
Trabada pues la lucha cuerpo á cuerpo el
desenlace tenia que ser funesto.
La efervescencia creciente le hacia impetuo-
so: el so dado que se lanzaba al fiero combate,
era el soldado español, fuerte siempre, a g u e r -
rido siempre: el pueblo que comenzaba á l u -
char, era el pueblo de Cádiz, siempre valeroso
H
siempre heroico. valeroso, ^
El torrente se habia desbordado: el ímpetu
1
DE CADIZ. ]39

del torrente era terrible, asolador.


Algunos muertos y heridos resultaron de
este encuentro funesto. No podemos fijar el
número, porque en estos primeros, aunque de-
cisivos momentos, todo fué confusion.
El piquete de artilleria puesto en disper-
sion por el paisanage se replegó hacia la plaza
de San Juan de Dios, donde ya se encontraba
la fuerza de igual arma que se habia dicho mar-
chaba al Puerto de Santa Maria y que, dada
la señal de la pelea, tomó posicion en el fren-
te que forma la Puerta del mar, ocupando esta
en su interior y esterior, estendiéndose por la
muralla hasta la Casa Aduana y ocupando al-
gunos edificios de particulares que desde esta
calle hacen frente á la citada plaza y comuni-
can con la calle Nueva, así como algunas ca-
sas de la misma plaza que forman rinconada
con la muralla y Puerta del mar.
Los voluntarios de la libertad que ya en
mayor número habían acudido á aquellos sitios
y algunos paisanos armados de escopetas y '
rewolvers, ocuparon no solo la Casa Ayunta-
miento, baluarte inespugnable durante la con-
tienda, sino otras varias que hacían frente á
las que poseía la fuerza militar, desde cuyas
posiciones, ambos contendientes trabaron la
encarnizada lucha, que no se interrumpió un
' solo instante desde las tres y media de la tarde
del dia cinco de Diciembre, hasta las once de la I
. LAS B A R R I C A D A S
mañana del ocho del misino mes.
Colocadas las fuerzas de artillería y las del
pueblo armado en esta actitud, ¿podia aun r e -
mediarse la continuación de la terrible c a t á s -
trofe que habia de e n s a n g r e n t a r nuestras c a -
lles durante sesenta y ocho /loras y media?
No nos atrevemos á asegurarlo.
Y sin embargo nos permitiremos p r e g u n t a r
¿Qué medida adoptaba el Ayuntamiento po-
pular, cuyas oficinas habían sido invadidas?
¿Cuales la Diputación provincial con su vice-
presidente Sr. Gonzalez de la Vega, entónces
, Gobernador civil interino, cuyos poderes resig-
nara momentos antes?
Lo ignoramos.
Las únicas medidas que conocemos, porque
sus resultados aparecieron palpables, fueron las
dictadas por el Sr. Peralta, gefe a la vez m i -
litar y civil del pueblo de Cádiz.
Creemos que los individuos de la corpora-
cion popular se encerraron en sus casas: que el
Sr. Gonzalez de la Vega permaneció en la Casa
Aduana, siendo mero espectador de Jos s u c e -
sos, hasta h a l l a r la ocasion de embarcarse para
San Fernando, donde tiene su casa habitación
y desde allí dirigir al Gobierno superior provi-
sional, los telégramasque han publicado los p e -
riódicos oficiales y que á su tiempo comentare-
mos dándolos á luz.
Eu cuanto á Jas determinaciones tomadas por
DE C A D I Z . 41

el Exorno. Sr. Comandante general, no fueron


otras que las de reconcentrar todas las fuerzas
de la guarnición en el único punto no invadido
por el pueblo armado, que en gruesas masas iba
acudiendo al teatro de la lucha: así es que vi-
mos prontamente coronarse la muralla y calle
de la Aduana de la fuerza de carabineros que
guarnecía todo el recinto, de alguna del regi-
miento de Gerona, acuartelada hasta entonces
en el de Santa Elena, de la Guardia civil
que ocupaba las azoteas de la Casa Aduana,
quedando el resto de Gerona guarneciendo su
cuartel y custodiando la Puerta de tierra, cuy o
tránsito estuvo interceptado desde este momen-
to para el público, alguna de artillería ocupan-
do los cuarteles y parque de su arma, cuartel de
Candelaria y residencia d é l a Comandancia ge-
neral, la guardia del Presidio, algunos otros
puntos de poca importancia; y por último, lossoZ-
dadosdela bandera de ultramar en bastante n ú -
mero que ocupaban, amalgamados con losdemás
cuerpos, algunos de los citados edificios, aunque
el grueso de ellos acuartelados en el castillo de
Santa Catalina.
Esta era la distribución de las tropas desde
los primeros momentos del combate, aunque
durante la primera noche el fuego solo se sos-
tuvo por las fuerzas aglomeradas desde la Ca-
sa Aduana, hasta la Puerta del Mar.
6
42 LAS BARllICA DAS

V.

No queremos pasar adelante sin describir


las escenas de horror de que fueron víctimas
muchos pacíficos habitantes durante las prime-
ras horas en que el atropello y confunsion era
la norma que presidía á todas los falanges
combatientes.
Las calles circunvecinas al lugar de la con-
tienda no podían ser transitadas. Cada cual
tema que renunciar á albergarse en su casa, si
desgraciadamente no se hallaba eu ella.
Si algunos mas osados ó menos precavidos
atropellando por todo, se lanzaban al peligro, pa-
gaban cara su temeraria obstinación ú "osadía.
Las indefensas mujeres y los niños corrían
divagando siendo algunas de ellas desgraciadas
1
DE CADIZ. ]43

víctimas del mortífero plomo que, roto en pro-


yectiles sin cuento, se cruzaba por los aires
sin respetar para herir sexo, clase ni categoria.
Una pobre mujer, rezagando sobre su seno
ú una inocente criatura de pocos meses, corría
despavorida á buscar un punto de salvación que
le pusiera á cubierto de aquella agresión san-
grienta.
Aunque con incierto y vacilante paso, habia
logrado ganar la calle Nueva para internarse en
la deS. Fernando: apenas hubo doblado la es-
quina, una bala mortífera rompió el tierno crá-
neo del inocente niño.
¡Dos veces desventurada madre, que al der-
ramar desesperada de horror y sentimiento, la
primera lágrima de su congoja, perdió el há-
lito vital, pues otra bala atravesó su lacerado
pecho!
Aun vemos humeantes dos charcos de san-
gre en un espacio estrecho de terreno: sangre
de aquellas dos inocentes é indefensas víctimas!
La pluma se nos cae de la mano. No te-
nemos corazón para recordar estas escenas.
Los vecinos, cuyas casas habían sido alla-
nadas por los irritados soldados, eran atropella-
dos, sinó en sus personas, en sus intereses, en
el moviliario de sus habitaciones. La solda-
desca, temerosa acaso de traición indigna, los
desalojaban de sus moradas, y de más de un
balcón veiánsc desprender los hombres, las mu-
56 LAS B A R l l I C A DAS

je res y los nifios, ayudados á veces por los mis-


mos soldados que, al tomar por asalto el edifi-
cio, habíanse cuidado m u y bien de atrancar
y barricar las puertas para no ser sorprendidos.
Cada cual se refujiaba donde humanamente
qucrian recibirle, y tras los hombres, mujeres
y niños desprendidos por los balcones, veíanse
arrojar muebles, colchones y cuantos utensilios
so consideraban de aprovechamiento para f o r -
mar un g r a n parapeto ó barricada en la parte es-
terior y entre las dos puertas que forman la del
Afar: parapeto ó trinchera que llegó á h a c e r -
se casi inespugnable y desde donde la fuerza
militar podía herir y matar sin ser herida ó
muerta.
Hablase aun de atropellos, de exesos come-
tidos por el ejército en algunas casas de la c a -
lle de la Aduana. Nosotros los ponemos en du-
de. El soldado español no ha sido nunca c r i -
minal, ni aun batiéndose con enemigos e x t r a n -
geros. No podia serlo ahora que peleaba con-
tra sus hermanos.
Hemos visto sin embargo muchas p u e r t a s
de calles, en la ya nombrada, hechas pedazos,
todos los cristales de lgs cierros y vidrieras r o -
tos. Algunos establecimientos de donde desa-
parecieron los efectos á la venta, las canillas
de las botas de las tabernas abiertas y los r a s -
tros en la calle, de una gruesa corriente de
tinos.
1
DE CADIZ. ]45

¡Cu a lita tribulación!


En medio de este trastorno dcsolador, he-
mos también sido testigos de muchos hechos
heroicos.
Aun suenan de boca en boca otros no mo-
nos notables. Todos cuantos presenciamos, to-
dos cuantos han llegado á nuestros oídos, los
iremos consignando.
Como en los primeros momentos la confu-
sion era grande, mientras las tropas tomaban
posiciones, así como los voluntarios y el pueblo
armado, el choque de unos con otros en a l g u -
nos puntos era inevitable, y no pocos rasgos de
valor tuvieron lugar cuerpo á cuerpo.
Pero siempre se distinguían como españoles,
porque españoles eran todos por sus rasgos hu-
manitarios.
Los heridos y muertos eran al instante a r -
rastrados fuera del sitio de la pelea y recojidos
en las casas mas cercanas ó conducidos á los
hospitales.
Cuando los primeros disparos lanzados e n -
tre el grupo de voluntarios y el piquete que
publicaba el histórico lando, algunos muertos y
heridos tuvo que lamentar el ejército: dos sol-
dados pudieron ganar el laguan de una de las ca-
sas de la calle de Alonso el Salió y de allí f u e -
ron amparados, quitados de la presencia de sus
enemigos, curados, alimentados, sin que nadie
pudiera apercibirse de ello hasta despues de
LAS BARRICADAS

la contieuda que los misinos voluntarios de la


libertad los conducian al hospital militar
Un ayudante del comandante general Sr
Peralta, corría á caballo seguido de un lance-
ro también montado, por la calle Nueva, sin
duda á comunicar órdenes para el combate, dic-
tadas por su ge fe, y como las balas se cruza-
, ? o r t o d a s l a s calles transversales á aque-"
Has, los paisanos gritaban desenfrenadamente-
—benor oficial, no pase u?ted.
^ r n E 1 n 7 U d a n t e o b e d e d e * d ° * su consigna,
«Uropelló por todo, no sin devolver algunas pa-
labras de reconocimiento á aquel noble pueblo
que se interesaba por su vida, pero al cruzar
la calle de Flamencos fué herida su cabalgadura
que cayo á tierra, causando en el ginete el
Mentid o f 0 ^ 0 ™ 0 qUG Je
P"VÓ d c l
El lancero que le seguia continuó su rápida
marcha: las balas silvaban horrorosamente y .
ia vida del a y u d a n t e era imposible de salvar
>• ¿Quien osaba aproximarse á aquel sitio «in
grave n e s g o de la existencia?
El joven oficial iba á perecer.
Dé repente un voluntarios armado, que ape-
nas contaría diez y seis años, con la velocidad
del rayo, con el ímpetu del g i g a n t e , desafiando
aque. inminente peligro, corre sobre el oficial le
«ubre con su cuerpo y en ademan suplicante
decidido y enérgico, grita con voz de trueno que
DE
ua vCADIZ.
o " -
41

retumba «1 «"H»"'0 " '

• " i C i ' t W " «u •

- « S I S T F Í S * - - — Í

sido víctima del mortífero fuego, sin el


h u b i e r a

axilio eficaz y denodado de aquel v.UeBte y

°enQvfisiéramos*poder citar nombres '


H-,v hechos que deben escribirse con tinta
i u d e l e L Ír°o u'n deber imperioso detiene nues-
t r a
£ 2 escribimos estas líneas, están r e -
Cient s los acontecimientos. Un consejo «fe
Z e r r a fnnciona activamente en avenguacion
a ? los culpables; se hacen prisiones todos los
dí-, podriamos 'ser imprudentes y causar un
mal'que nos proponemos evitar en cuanto esté

'los nombres, porque ni aun

el ¿obierno liberal de la nación, venga o en u


L de una vez las lágrimas de muchas famihas
n L aun i n o r a n qué será de la suerte de sus
que aun JdI I hprmanos, los unos
hijos, de sus padres, de sus hermauu ,
4 8
TAS- B A R R I C A D A S
fuego siempre creciente no cesaba
Pero no era y a solamente la detonación de
las carabinas la que beria nuestros oidos
Como á la media tarde, algunos disparos de
eaSon h i e r e n mas desesperado el combate
Dos piezas de artillería habían sido coloca.
das por el ejército, la primera bajo los arcos d ¡
a J/ar
ddee 2los7 dos
: fde que ' e n t r e se
aquella
UD0
y ot- y
compone, X

P O R , A P A R T E
R
El propósito de] ejercito estaba visto
No era otro que el de destruir el edificio Avun~
ta,mentó, donde los voluntarios y el pueblo "
mado se hallaban parapetados/y de'sde d 0 n d ¡
tan certeramente hacian sus disparos, que no
pocas^ bajas causaban 4 los s o l d a d o s ' d T a ™

Algunos individuos del Comité Republicano*


habían acudido ya á las ¿ W Consütorto™*
ocupando C on abnegación y entusiasmo e ^ t í '
roso puesto que en la hora del peligro h aWa'
sido abandonado por la Corporlio^nunicZ
pal interina, nombrada ad-koc por la J u n t a Z ¥
vincial revolucionaria. " j u n t a pro-
b a d o s los primeros instantes do confusa
^ d e c i s i o n , pudo observarse que las operac ones
milita, es, por parte de los voluntarios déla h-
es o u f ' 72 ^ T " ^ 3 y W ¡ d a s . A
es que, á pesar de luchar con armas desiguales .
1
DE CADIZ. ]49

puesto que el ejército multiplicaba sus dispa-


ros de artillería, ni un solo paso habian retro-
cedido. Por el contrario, los esfuerzos de los
militares eran desesperados y la ventaja no
ciertamente estaba de su parte.
Se dejaba notar alguna mas regularidad en
la lucha, debida sin duda á la directiva voz de
un gefe entendido y obedecido ciegamente.
Era así en efecto.
El segundo comandante del primer bata-
llón de voluntarios, el joven D. Fermín Salvo-
chea, habia acudido al sitio de la refriega y co-
locado en el puesto de mayor peligro, dirigía
todas Jas operaciones.
Justo es que nos ocupemos de este señor,
objeto de la atención pública en estos momen-
tos y de quien la prensa se ha ocupado deteni-
damente.
LAS BARRICADAS

VI.

El Señor Sahockea no es militar. No lo ha


sidonunca.
Nacido en Cádiz, hijo de una familia res-
petabilisima, aunque solo de regular fortuna *
apenas en su j u v e n t u d ha abandonado el suelo
donde vió la primera luz.
En esta ciudad recibió su educación y c u a n -
do escribimos estas líneas, solo cuenta veinte
y ocho años de edad.
Desde que en Cádiz empezó á agitarse la idea
democrática, el joven Salvochea, obedeciendo al
instinto que arrastra al hombre por el sendero
de los adelantos del siglo, sintió latir en su
pecho un corazon libre, afecto por la convic-
ción y firmeza que dá la j u v e n t u d á la defensa
1
DE CADIZ. ]51
de ese derecho divino que se llama libertad,
H Nuestra pluma tiene que ser imparcial deC^N^,
todo punto al hacer la apologia del novel d e -
mócrata.
No nos honramos con su amistad, por mas
ue como hijos del mismo suelo y observado-
res de las cosas y de los hombres de esta loca-
lidad, conozcamos hasta los mas ligeros acciden-
tes de su vida, tanto pública como privada.
De la segunda no le es lícito -ocuparse al
escritor público, por mas que la prensa tanto
española, como extrangera, se halle bastardea-
da desgraciadamente, hasta el extremo de ver
no pocas veces, en medio de las contiendas
políticas, que casi siempre descienden hasta la
recíproca odiosidad de! hombre con el hombre
libelos infamantes para la honra del ciudadano,'
que sin embargo es muy digno como hombre
público de ser respetado.
Nosotros protestamos contra toda clase de
personalidades, por lo que respecta á la vida
privada del individuo.
Dé cada cual de la suya cuenta á su con-
ciencia.
Pero aceptando el principio de que el hom-
bre publico está sujeto al fallo y á l a s califica-

Carac
terizan al ^ o f s T T ^ - "
0 C h e a h é r 0 e e l m a s seDa1
do de 1 0S (Je
deoW, ' »"
T r P'trables acontecimientos que nar-
5 2 LA
S BARRICADAS
ramos.COD la imparcialidad debida
El Señor Salvochea, á la fecha do * 4.
8
cesos no era nna gran figura A j * " *
De caracter franco y ristiPfír»

no revelaba en su apatía general ni en sus ae-


Clones, un genio decidido ni arrojado para a r -
r o s t r a r una g r a n e m p r e s a
Creemos mas: creemos que si Salvochea fi-
g u r a b a como individuo del comité d e m o c r á t i -
co, llamado republicano desde la revolución de
Setiembre, no se le debia á sus reconocidos e s -
fuerzos por el fomento y desarrollo de la g r a n
idea liberal. E r a hijo tal vez de simpatías
personales, ó estrechas amistadas con los h o m -
bres mas pronunciados en Cádiz en pró de los
principios democráticos.
N i n g ú n servicio señalado, n i n g ú n acto e j e -
cutado, n a d a , en fin, podía anunciarnos que el
nombre de Salvochea pudiera hacer eco en C á -
diz, ni objeto de la atención pública en E s p a -
ña, ni m u c h o menos una figura en fastos
de la revolución española.
La historia no obstante hablará de la revo-
lución de Setiembre, hablará de los aconteci-
mientos de Cádiz y tendrá que hablar de Sal-
vochea.
Y, ¿qué puesto le reservará en sus p ' j i ñ a s ?
¿Hará un ataque á la personalidad privada, co-
mo m e n g u a d a m e n t e hicieron a H ? u n o s P ei 'ió-
1
DE CADIZ. ]53

dicos, entro ellos la engañosa, la falsaria, la


camalcona Correspondencia de España?
No.
La historia podrá decir quo Salvochea fué
rebelde á un Gobierno constituido por sus v o -
tos propios, no por los votos de la nación
ni deJ pueblo su único soberano; pero cuando
le llame rebelde, rebelde le habrá llamado tam-
bién á ese mismo Gobierno que tres meses a n -
tes se pronunció contra otro poder aun mas
legítimo.
La historia podrá decir que Salvochea alen-
tó con el empuje de su voluntad de hierro una
insurrección que trajo el luto y la desolación a j
seno de inumerables familias, pero justa en
sus apreciaciones, esplicará las causas de esa
insurrección y descargará el terrible golpe de
P
su fallo sobre los culpables.
La historia, p o r último, respetará como
nosotros, la sentencia de un
t e n e m o s eI d e
que vivam ^ h o , por mas
tiemp
°s de caiifi-
,a h i s t
de a S - - i a « « t o r á Salvochea
No.'

\Ue fué el
Í0S Í C 0 D t e
dmiento, de C ^ " * '
con un arrojo 4 toda prue.
\

54 LAS BARRICADAS

ba, con una decision admirable.


Que fué severo, pero digno en la lucha.
Que no fué vengativo. \
Que fué un buen gefe, un entendido mili-
tar, un ciudadano honrado, un amigo generoso
del vencido, un padre caritativo de los hijos
del pueblo, un gaditano ilustre, un valiente-
Desde nuestro humilde bufete vemos colo-
rearse algunas m e j i l l a s con el sonrojado carmín
del despecho y del rencor.
Almas serán envidiosas: si son de gaditanos,
de gaditanos bastardos; pero aunque nuestras
palabras sonrojen mejillas, nuestro corazon Re
ensancha al hacer estas calificaciones, n u e s -
tros labios sonríen con la sonrisa de nuestra
conciencia tranquila, porque nuestra pluma se
inspira en el recto principio de la verdad y la
justicia.
Salvochea, dentro de su propio critério, ha
sido el héroe mas notable de las barricadas de
Cádiz.
Su nombre será siempre escuchado con o r -
gullo por los hijos de esta querida ciudad.
Enemigos intransigentes somos del g r a n
Napoleon, del capitan del siglo.
El t r a j o á nuestra querida pátria una hues-
te tiránica extrangera, para despojarnos por
la fuerza de las bayonetas de nuestro i » a s co-
diciados derechos é imponernos una o^osa mo-
narquía napoleónica. España s a n d i o aquei
1
DE CADIZ. ]55
odioso yugo y en España se estrelló el inmen-
so poderlo, la terrible pujanza de su Imperio.
Pero ¿podremos decir que no fué un gran Ca-
pitana
Hombre odioso y anatematizado es el invic-
to Duque de la Victoria, el pacificador de Es-
paña, para los bandos reaccionarios de la n a -
ción: hoy mismo cuando una mano imperiosa y
prepotente le designa un altísimo puesto, so
agitan en pos de su alta fama venenosas plu-
mas inspiradas sin duda por el egoísmo ciego
de mas bastardas ambiciones. Pero: ¿habrá
quien se atreva á consignar sin ser anatemati-
zado por la Europa entera, que el invicto Es-
partero, el honrado solitario de Logroño, no es
un gran general?
Esto acontecerá con Salvochea. .
Su conducta en los acontecimientos de Cá-
diz podrá ser calificada con mas ó menos se-
veridad, con mas ó menos justicia, con mas ó
menos imparcialidad, con mas ó menos saña por
sus amigos y adversarios. ¿Pero habrá quien
pueda negarle el renombre de heroico caudillo
de las barricadas de Cádiz?
Negar esto, sería negar la luz.
I 56 LAS BARRICADAS

VII.

Declaraos, que desde el momento en que S a l -


vochea dirigía con sus acertadas voces de man-
do el combate empeñado, por parte de los t?o-
luntarios y del pueblo armado, se notaba una
g r a n regularidad en las operaciones.
Ya era una lucha organizada: ya era un
combate, una g r a n batalla entre fuerzas r e g u - „
lares.
El fuego, sin embargo de no sentirse i n t e r -
rumpido por un solo momento durante aquella
noche, no era tan nutrido como en los p r i m e -
ros momentos, y la causa de este fenómeno se
esplica fácilmente.
En primer lugar, las fuerzas del ejército no
podiau suponer t a n denodado al pueblo de Cá-
1
DE CADIZ. ]57
diz, que el sostuviese con ímpetu una lucha
encarnizada que habia de durar tres dias: así
es que se limitaba á conservar sus posiciones
sin atreverse á tomar una urdida decisiva'
tanto por no contar para ello con grandes ele-
mentos de fuerzas, cuanto por ignorar cuantos
y cuales eran los que animaban á los voluntarios.
Estos por su parte tampoco demostraban te-
ner un plan combinado: prueba mas palpable
de que en Cádiz nadie habia pensado en una
insurrección, y que sin el bando del señor Pe-
ralta y su alarde militar, el conflicto que la-
mentamos no hubiera tenido lugar.
Ni los voluntarios contaban con pólvora y
proyectiles mas que para disparar cada cual
media docena de veces sus armas, ni sabían á
aquella fecha si el resto de sus compañeros so
aprestarían á la lucha y sin estos refuerzos, unos
doscientos hombres que serian los primeros que
entraron en fuego, poco ó nada podían adelantar.
Asi es que la noche se pasó en una conti-
nua escaramuza: los combatientes se dirigían
disparos recíprocos, pero inciertos, como quien
dice al acaso.
Habia llegado la noche y la oscuridad era
densa.
Las farolas del alumbrado público no habían
podido ser encedidas; ni quizás, á poderse cru-
zar por las calles que eran teatro de aquella
lucha, los combatientes lo hubieran consen-
8
I 58 LAS BARRICADAS

tido. La oscuridad por el pronto evitaba el


derramamiento de sangre.
Todo hacia creer que por aquella noche n i n -
g ú n hecho decisivo por una ni por otra parte
vendría á resolver tan mortal y angustio-
sa crisis.
. Entretanto el estupor de los pacíficos veci-
nos de la ciudad era grande, la ansiedad i n -
mensa, el cuadro que representaban a l g u n a s
familias desconsolador.
Madres que echaban de menos á sus hijos,
mujeres á sus esposos, hijos á sus padres. Era
de suponer que aquellos seres queridos que f a l -
taban del lado de las madres, de las m u j e r e s y
de los hijos, se hallaban en el sitio del peligro.
Apartémonos por un momento del lugar del
combate y recorramos el resto de la ciudad.
Desde las primeros momentos, al sonar los
primeros disparos, la poblacion, como era c o n -
siguiente, empezó á presentarse á nuestros ojos
en un estado anormal.
Todos los establecimientos, hasta los de pri-
mera necesidad, cerraron sus puertas r á p i d a -
mente.
Los mas pusilánimes corrían á encerrarse en
** sus respectivas casas, así como los animosos se
lanzaban á las calles y corrían de aquí para
allá, preguntándose unos á otros la causa de
aquellos repentinos sucesos.
Para todos los conocedores del espíritu pa-
DB CADIZ. ¡22
cífico de esta localidad, aquello que acontecía
era un hecho sin consecuencias.
El caracter festivo andaluz, que de todo sa-
ca partido, hasta de las cosas mas graves, no
podia avenirse sériamente con prestar á los he-
chos la gravedad,que ellos en sí tenían.
Al hablarse en Cádiz antes de este dia do
milicianos nacionales, como se llamaban antes
del 18 de Setiembre, la sonrisa maliciosa del
desprecio se asomaba en mas de un lábio.
Cuando se les veía pulular por las calles a r -
mados, ó bien guarnecían algún punto, ó ya
que desempeñaban algún acto del servicio, no
dejaban de oírse algunos epítetos burlescos,
lanzados por los menos formales, y hasta las
mujeres los miraban con la prevención de una
indiferencia pirarezca.
No parecía sino que en Cádiz la palabra
miliciano, era sinónimo de cobarde.
Y casi puede decirse que los hechos así lo
tenían justificado.
Para nosotros la milicia ciudadana no me-
recía tan dura calificación. La historia nos re-
cuerda los hechos del Trocadero y otros que
prueban lo contrario.
Pero ello es que así acontecía.
Nadie podia suponer que en Cádiz llegase
un momento en que las armas de la pátria, sir-
viesen para defender con denuedo la libertad.
Así es que muchos vecinos oian los dispa-
I 60 LAS BARRICADAS
ros y reian, si es pasible reir cuando se escu-
chan tan nutridos y sin interrupción.
En poco tiempo se difundió el motivo ori-
gen de aquel estado alarmante y belicoso.
Todos hablaban del bando del señor Peralta,
y la verdad es que todos, hasta los mas indife-
rentes al hablar del bando, lo hacían -con in-
dignación.
Los voluntarios continuaban armándose y
lanzándose á las calles y, según que iba a v a n -
zando el tiempo, el pueblo armado reforzaba
sus huestes.
Comoálasoraciones, empezaron á levantarse
barricadas en todos los barrios, pero á pesar de
esta actitud del pueblo, todabia era dudoso el
caracter grave de aquel acontecimiento.
Nosotros vimos quizá levantar la primera y
no pudimos menos de sonreír.
Media docena de chiquillos eran los inge-
nieros.
En otras las mujeres funcionaban en medio
de la bulla y algazara peculiar en el bello sexo
en todos los accidentes de su vida.
¿Qué iba á pasar?
Curiosos nosotros, y descreído^ á la vez, nos
propusimos recorrer todos los puntos, y la alar-
ma que iba cundiendo, y , e l espíritu amenaza-
dor y decidido que manifestaba el pueblo, nos
hicieron reflexionar sériamente sobre el incre-
mento que ya presagiabamos de aquel inespe-
DB CADIZ. ¡22
rado accidente. Quisimos atravesar algunas
calles que daban salida á la muralla per el lado
de la Aduana y nos fué imposible. Los solda-
dos repartidos por dicho sitio no respetaban
nada, ni aun á los pacíficos transeúntes: tira-
ban al bulto.
Al llegar al extremo ó loca calles, un mozo
de tienda tuvo la humanitaria precaución de
anunciarnos el peligro que nos amenazaba si
osabamos atravesar. No habíamos aun escu-
chado su voz, ya casi estabamos atravesando
y una lluvia de balas se estrelló en la portada
de un establecimiento que no distaba un metro
de nuestras personas.
Desistimos de tal propósito y retrocedien-
do prudentemente, comprendiendo ya la gra-
vedad de las cosas, tratamos de retirarnos
pero gruesas masas de voluntarios arma-
dos iban ocupando varios puntos de la pobla-
ción y aunque á nadie absolutamente atropella-
ban, daban la voz de alerta á los transeúntes
y les impedían el paso, Ínterin el reconocimien-
to que practicaban, 110 les hacia conocer que
no eran enemigos.
Por último, las barricadas se multiplicaban
por todas partes, y á las doce de aquella noche
el aspecto de Cádiz, era el de un campamento
militar.
Todo hacia ya traslucir que iba á correr por
sus calles mucha sangre española.
I 62 LAS BARRICADAS
¡Triste espectáculo!
Pero por mas que los hechos se presentaran
graves, nosotros creemos y con nosotros lo
creían muchas personas, que tanto en los pri-
meros momentos, como durante aquella t e r r i -
ble noche, se pudieron tomar medidas que evi-
- tasen la prosecución de aquella lucha.
Autoridades populares tenia Cádiz obliga-
das á velar por sus intereses, por su t r a n q u i -
lidad.
Nada se intentó.
El mismo Sr. Peralta pudo, asociado ó las
autoridades civiles buscar algún medio, r e -
parador en parte de los daños hasta entónces
causados y que pusiera término, siquiera h u -
biese sido por el momento, á aquel horroroso
conflicto.
Nada se intentó, repetimos.
Es indudable que se quiso traer á Cádiz, á
la liberal Cádiz á aquel estado de desolación y
de ruina.
De aquí la aseveración fundada de muchos
y justificada hasta cierto punto por el t r a s -
curso de los hechos, que tras del bando del
Sr. Peralta, se encubría un propósito de t r a s -
cendental consecuencia.
Pero, decimos á la vez nosotros: ¿conqué'ele-
mentos contaba el Sr. Peralta para dar un g o l -
pe de mano? ¿con una reducida guarnición?
Verdad es que de los gaditanos no se esperaba
1
DE CADIZ. ]63
ni por Jas autoridades, ni por los asesores y con-
sejeros de ella una actitud tan digna y tan re-
suelta.
Si pudiera penetrarse en el sagrado recinto
del pensamiento, quizás no fuera difícil adi-
vinar cual era la tendencia que envolvía en
su entraña el contenido del bando del Sr. Pe-
ralta y sus poco premeditadas medidas desde
los primeros momentos de la lucha.
No se trató de pacificar á Cádiz: no hubo el
menor síntoma tranquilizador y conciliatorio: se
trató solamente de vencer con la fuerza á un
pueblo digno, valiente, sensato y pundonoroso:
se trató de ametrallar á los gaditanos.
A medida que la noche avanzaba, la ansie-
dad iba siendo mas grande para todos.
Los voluntarios de la libertad hacían un
alarde de valor desconocido.
Veíaseles animados de un ardor belicoso tal
que causaba asombro.
Pero en medio de este, valor que sus gefes
necesitaban alentar una vez empeñado el com-
bate, estos, mas precavidos que aquellos, no
dejaban de inquietarse por lo dudoso del resul-
tado y las consecuencias que arrastraban.
Las armas eran desiguales.
El ejército contaba con soldados aguerridos
que tenían en su favor la disciplina y por apén-
dice una ordenanza á quien obedecer ciegamente
y la cual dice al soldado sin andarse en otras
I 64 LAS BARRICADAS

contemplaciones: «Pelea y muere.»


Estos contaban congefes al parecer e n t e n d i -
dos que los dirigieran y alentaran.
Contaban con pólvora y municiones sufi-
cientes para sostener muchas horas de fuego.
Con piezas de artillería manejables, que s a -
cudían á discreción la metralla sobre los edi-
ficios, causando su demolición á poco esfuerzo;
Con el telégrafo á su disposición para pedir
los refuerzos necesarios, como así se verificó
inmediatamente.
Con las puertas de la ciudad para comuni-
carse sin tropiezo alguno con las poblaciones
vecinas.
Y por último, con una retaguardia marítima
compuesta de varios buques de guerra, entre
los que se contaba la fragata acorazada Tetuan,
la goleta Edetana y otros mas. t"
Puestos en absoluta comunicación con los
pueblos, no podían carecer tampoco de provi<
ciones.
Y entretanto los voluntarios de la liber-
tad, tenían pocos gefes y noveles, poco arma-
mento, g r a n escasez de pólvora y municiones v,
hasta esta fecha, un corto número de hombres
resueltos.
¿Que iba á suceder al día siguiente?
Esto se preguntaban los hombres que, unos
por el acaso, otros por sus compromisos, otros
por convicción y otros por temeridad, se encon-
1
DE CADIZ. ]65

traban al frente del pueblo gaditano armado.


»¿Y cual era la suerte que les prometía una.
rendición?
Empeñada la lucha, fueran ó no justificadas
las causas, sobre lo cual ya hemos-dejado tras-
lucir nuestras opiniones, retroceder hubiera sido
cobarde y es seguro que los mas comprometi-
dos no hubieran escapado al rigor de las leyes
administradas en circunstancias escepcionales
por un consejo de guerra, mandado organizar
por el brigadier Don Joaquín Peralta, coman-
dante general de la Provincia de Cádiz, siendo
vice-presidente de la Diputación provincial y
gobernador interino de la misma el ex-'progre-
ústz no abstinente de antaño Gonzalez de la Vega.
No tenían otro remedio que concluir de un
modo digno la obra ya comenzada: pelear con
bravura hasta vencer, ó morir con honra.
En tal propósito, se acordaran algunas me-
didas prudentes, sobre todo la de difundir en-
tre los voluntarios y pueblo armado el mayor
respeto y la inviolabilidad del domicilio, hasta
para los que se creyesen enemigos; castigo se-
vero á los contraventores y pena de muerte al
ladrón.
Siempre que se apela al patriotismo de los
pueblos honrados, estos saben corresponder dig-
namente al llamamiento que se les hace.
Al pueblo honrado de Cádiz apelaron los ge-
nerales de la revolución el 18 de Setiembre, para
I 66 LAS BARRICADAS
salvar á la España de la deshonra en que se la
veia sucumbir por momentos; y el pueblo .de
Cádiz no fué sordo á t a n justificados clamores.
La honra de Cádiz se ventilaba para el pue-
blo en esta ocasion, y el pueblo tenia que j u s -
tificar su patriotismo.
Y no eran solo los voluntarios armados los
que se aprestaban á la defensa. Ya lo hemos
dicho; hombres, mujeres, niños, todos, en fin,
se ocupaban en construir las barricadas que al
lucir el nuevo sol, habían de fortificar los pun-
tos mas principales de la ciudad.
En medio del conflicto, todo era animación,
todo entusiasmo.
No parecía que el pueblo gaditano se apres-
taba á una lucha fratricida, todo convidaba á
creer que aquellos preparativos eran los prepa-
rativos de a l g u n a fiesta popular.
Solo el corazon lloraba: la frente se osten-
taba erguida y severa.
Aunque la noche avanzaba, el ruido f r a g o -
roso de los disparos de fusil y el estampido del
cañón no dejaban de retumbar en nuestros oidos.
De momento en momento el áire hacia c i r -
cundar por el espacio la alarmante voz de los
voluntarios de la libertad, que no hacían un
disparo sin esclamar con febril entusiasmo un
«¡Viva la República!»
1
DE CADIZ. ]67

VIII.

.Y así amaneció el dia seis de Diciembre.


Dia aun mas triste que el anterior para los
hijos de esta aflijida ciudad.
Cádiz, la bella Cádiz, la blanca paloma ba-
ñada por la espumosa orilla del anchuroso mar,
no presentaba como otras veces el risueño as-
pecto de aquella plateada matrona que se en-
señorea sobre las ruinas de la antigua Gades.
La reina del Océano, la sirena de los ma-
res, la perla entre las ciudades europeas, no
tendía esta vez como siempre sus juguetonas
alas sobre ese piélago inmenso que cruza el
navegante, para luchar con el poderoso ele-
mento, apartado del querido puerto donde y a -
cen acaso sumidos en llanto ios objetos queri-
I 68 LAS BARRICADAS

dos de su corazon.
El sol tendiendo sus primeros rayos no daba
la dulce entonación de ffeos mágicos colores que
e n t i n t a n el espácio, sin nubes que lo circun-
den. Y no obstante, el horizonte despejado y
sereno, los rayos del sol dorados siempre, pero
helados en la estación qué atravesamos, este
dia herían con sus abrasadores destellos.
Era que hasta el g i g a n t e planeta del dia se
agitaba esfervesciente y calenturiento á la v i s -
ta de un espectáculo aterrador que llenaba de
consternación, de luto, de ruina y de miserias,
al pueblo mas favorecido p > r l a s galas de la
naturaleza de cuantos tienen asiento en el e s -
pacioso vergel, rico de encantos y maravilla,
que se llama Andalucía.
Era que los rayos del a r r o g a n t e Febo, siem-
pre altaneros y penetrantes, siempre poderosos
para herir con su f u e g o é inundar con su f u l -
m i n a n t e luz el espacio contenían su vivificador
impulso á la vista de un cuadro t a n repugnan-
te, cuyas tintas de un carmín espumoso, l u -
chaban por pugnarle y contrariar su benéfico
impulso.
Porque cuando la tierra se estremece, los
elementos descompuestos secundan su estre-
mecimiento.
Porque cuando la ira de los hombres se des*-
enfrena, el rayo del cielo se desprende, la m a -
no de Dios reprobadora se deja sentir i m p e t u o -
DE CADIZ. 69

sa, en señal de su justa indignación.


No parecía una mañana de invierno. Tibios
vapores confortaban la*atmósfera y los rayos
del sol herían con fiereza el rostro de las cria-
turas.
Un impetuoso y aterrador huracau, una
tempestad furiosa, hubiera acaso influido para
aplacar la cólera de los hombres y decaer su
espíritu sanguinario y encarnizado. Hubiera
hecho si nó del todo imposible, al menos de fútil
éxito la lucha, hubiera enfriado los ánimos y
dado tiempo á pensar, lo que era imp osible pen-
sar en el calor de la pelea.
Pero Dios siempre es justo. J-
Dios quiere que en el mundo destellen con
el mas vivo relieve las injusticias de los hom-
bres; porque los hombres á la vista de las injus-
ticias, aprenden el camino de la rectitud y de
la verdad; porque las ideas no se desarrollan
sin un fuerte impulso que se oponga á su des-
arrollo; porque el hombre para ver la luz, ne-
cesita buscarla en el caos.
£a idea salvadora de nuestra nación queri-
da, que es la República, nació de la revolución de
Setiembre; se amamantó en el desconcierto, en
las amt-ieiones de los hom bres mal llamados re-
volucionarios; creció en las continuas declara-
ciones de los que todo lo sacrifican en aras de
un poder que ambicionan á cualquier precio, y
se consolidó en Cádiz al impulso aterrador de

i
I 70 LAS BARRICADAS
la metralla y de las bayonetas realistas, c o n -
firmándose de una vez y á poco en Málaga, al
gemido del asesinado y al bramido del asesino-
¿Córno conoceríamos lo detestable del m a r t i -
rio sin ser martirizados? ¿Cómo condenaríamos
con nuestra odiosidad la monarquía, sin.cono-
cer á los monarcas?
Todas las ideas en teoría son muy buenas, si-
quiera se las presente por el hombre con los
fascinadores rasgos del sofisma. Pero como en
la práctica los hombres las hacen palpables, des-
córrese el ilusorio velo que las encubría y apa-
recen á nuestros ojos con el vivo colorido de
la verdad desnuda.
Los gaditanos hemos tenido ocasion de apre-
ciar, aunque por poco tiempo, desgraciadamen-
te, el benéfico influjo de la idea republicana
llevado á la práctica en un momento decisivo
de la mas terrible crisis.
El sistema republicano se apoya mas que
en ninguna base en la honrada sensatez de ese
pueblo que la monarquía siempre desprecia y
tiraniza, y como el pueblo español es nt>ble,
honrado y sensato á la vez, se basta por sí solo
para gobernarse, sin otra presión que su m i s -
ma honradez, su misma cordura y sus h u m a -
nitarios instintos.
Cádiz e n t r e g a d o á sí mismo, gobernado por
si mismo, siu mas dique que sus propios i n s -
tintos, sin otro apoyo que el suyo propio, sin
1
DE CADIZ. ]83
otra autoridad mas que su soberanía, sin otra
barrera mas que su sensatez, su cordura, su
honradez y sus generosos sentimientos ha rea-
lizado, con gran admiración del país entero, de
la Europa, del mundo, el sistema republicano.
¡Fatal ejemplo para los que combaten este
sistema, fundados en la falta de educación que
atribuyen á las masas populares!
Cádiz al amanecer del dia 6 de Diciem-
bre, despues de entregado a sf mismo durante
una mortal agonía, en medio del desconcierto á
que una lucha fratricida le condenaba, conser-
vaba sin embargo ilesa toda su sensatez, toda
su honra, toda su generosidad.
No tenia autoridades, porque estas sin duda
poco conformes en la defensa de sus intereses,
le habia abandonado: impopulares hasta lo su'
mo, como emanadas de un poder, que solo era
poder por su autoridad propia, que no por la
autoridad legítima del pueblo, comprendía su
ridículo, el ridículo la hacia cobarde, y, rubori-
zad??, se escondía de la vista cíe los honrados ga-
ditanos, que no hubieran tenido par^ ella mas
que el sarcástico desden que se tributa siempre
d lo que para nada sirve; á lo que nada es, por-
que nada debe ser.
Faltaba á Cádiz esa plaga de polizontes,
llamados malamente agentes de seguridad, por-
que por punto general lo único que aseguran
es el háber que perciben mensual y que sale
I 72 LAS BARRICADAS

de la entraña del desgraciado pueblo, que p a -


g a á sus a g e n t e s para que le tiranice y á v e -
ces apalee sinjusticia.
< N i la' guardia Municipal, ni la de Serenos
cupabau sus puestos. Desde el primer momen-»
to del fuego, desde la tarde anterior, cada uno
de los individuos que las componen, habia teni-
do la precaución de ocultarse, y la seguridad
individual y la del domicilio habían quedado
en manos del pueblo.
No tiene Cádiz porque arrepentirse de este
abandono. Por él contrario, ha demostrado de
una manera palmaria, que los servicios de esa
plaga son completamente inútiles, cuando el
pueblo comprendiendo cuales son sus v e r d a d e -
ros deberes, no tiene cortapisas para dedicarse
á cumplirlos.
Si la g u a r d i a Municipal hubiese acudido en
aquellos momentos: ¿qué hubiera hecho? ¿ H u -
biera defendido los intereses del pueblo que le
paga? ¿No se hubiera visto obligada por el
prisma de sus propios intereses, á secundar los
propósitos de los que, erigidos en gobernantes
en m a l hora, habian consentido que las a u t o -
ridades militares decretasen y llevasen á cabo
la demolición de este desgraciado pueblo y
el ametrallamiento de sus honrados y libera-
les vecinos?
¡Bien haya la hora en que no se presentó!
Hijos del pueblo también, hubieran tenido que
1
DE CADIZ. ]73
hacer armas contra el pueblo su amo.
Pues bien: Cádiz entregado á su alvedrio,
ni un solo hecho habia tenido que lamentar
que deshonrase á sus hijos en momefftos tan
supremos.
El domicilio respetado hasta lo fabuluso;
porque nadie desconocía que dentro de Cádiz
habitaban enemigos del pueblo, muchos ami-
gos y afectos de los que en aquellos momentos
lo tiranizaban; muchos desafectos á las liber-
tades que el pueblo con tesón proclama: y ¿quien
en un arranque de desbordamiento puede con-
tener el ímpetu de la corriente?
. Dentro de un alvedrio tan absoluto y supre-
mo, reinaba la mayor seguridad. Dentro de una
borrasca tan impetuosa, se destacaba la mas
bonancible y consoladora calma.
Así es qué á pesar del inminente riesgo, esta
mañana, fuera del lugar á donde se hallaban
concentradas las fuerzas que combatían, por
todas las calles de la ciudad transitaba la gen-
te con la mayor tranquilidad, sí tranquilidad es
posible en momentos de tanto temor é incerti-
dumbre. Los hombres, y hasta lasmugeres,
atravesaban de un lado para otro, atendiendo
así á sus mas urgentes necesidades; si bien t o -
dos alarmados por la actitud tomada por las
tropas, fcpero seguros y confiador en la decision,
arrojo y espíritu de los hijos del pueblo, que
ya sostenían con el empuje de su brazo, no so-
74 LAS BARRICADAS
«
lo la honra ultrajada, sino el domicilio y la s e -
guridad individual de los hijos de Cádiz.
Muchas barricadas se habían levantando
durante-la noche; pero al amanecer del n u e -
vo dia, visto el incremento que tomara el com-
bate, cada vecino procuraba en su morada poner
una valla que en el caso desgraciado de una
invasion militar, fuese cuando menos un p u n -
to de segura defensa para los voluntarios de la
libertad, cuyo número iba en aumento, pues
como hemos consignado otra vez, los sucesos
de Cádiz tenían por motivó una causa local y
las banderas políticas significaban CQSÍ nada
para aprestarse á la defensa. .?
Fortificábanse las calles y las casas de una
manera rápida y asombrosa: unos arrancaban
hasta con solo las manos piedras y adoquines,
de que en su mayor parte se componían las bar-
ricadas; otros formaban montones de arenas, de
que llenaban sacos para colocarlos en aquellas;
pero lo que mas llamaba nuestra atención, era
ver ú las mugeres, á los niños y á los ancianos h a -
cer acopio de piedras, adoquines y otras m a t e -
rias sólidas y ofensibles de que coronaban las
azoteas, pretiles y balcones, como disponiéndo-
se cada uno, y todos con relación á sus fuerzas, á
hacer una resistencia ofensiva y formidable por
cuantos medios sugiere la imaginación h u m a n a .
Porque era m u y de notar que nadie tenia
miedo; que todos sin distinción, todos, lo repe-
1
DE CADIZ. ]75
timos ton la mas solemne protesta de nuestro
corazon, deseaban con creciente fervor el triun-
fo del pueblo.
A medida que aumentaban las barricadas,
se veian agruparse á ellas á los voluntarios é in-
dividuos armados que durante la noche ante-
rior no habían tenido decisiou bastante para
lanzarse al peligro, pero que ahora no podían
vacilar, con conocimiento de causa, en llenar
el mas imprescindible de los deberes: la defensa
de la humanidad atacada en una de sus mas
sacrosantas garantías; en la de la libertad.
En todos los puntos fortificados y guarne-
cidos, carteles fijados por los voluntarios, deja-
ban leer en gruesos car^ctéres esta sentencio-
sas palabras:
«Pena de muerte al ladronH
Otro impreso habia circulado y apareció
también en las esquinas llamando al pueblo á
las armas.
Quisiéramos insértalo en este lugar para
conocimiento de nuestros lectores, pero es el
único documento que nos falta para el comple-
mento de la historia de estos sucesos. Inten-
tamos copiarlo y no se nos permitió. Respeta-
mos las causas. Acudimos á solicitar su ad-
quisición al centro de donde debíamos suponer
emanaba, y tampoco obtuvimos* resultado. Era
lógico en aquellos momentos el negarla inicia-
tiva, porque cualquiera de estos detalles podía
I 78 LAS BARRICADAS
de el Hospicio á la Plaza de toros, Cárcel y Casa
de matanza.
Parte del regimiento de Gerona, acuartelado
en Santa Elena, también tomaba puesto entre
los combatientes del ejército, y el resto ocu-
paba las afueras de la Puerta de tierra que
tenían incomunicada para el pueblo, que se ha-
llaba reducido á un espácio rodeado de m u -
rallas, resguardado por un constante fuego de
fusilería y artillería.
Las fuerzas de la Bandera d e ü l t r a m a r que se
J hallaban de estación en esta esperando su e m -
barque para la Isla de Cuba, habían tomado pose-
ciondel castillo de Santa Catalina, desde cuyas
troneras atisbaban á los que descuidadamente
osaban ponerse á su vista, para dispararles sus
carabinas.
Esta actitud tomada por el ejército al nacer
el nuevo sol del dia seis, no aminoró un átomo
el espíritu popular. Por el contrario, mientras
mas acrecía la energía, bravura y desenfreno
de las tropas, mas y mas resaltaba el denuedo,
la bizarría y heroicidad de los voluntarios y pai-
sanos.
Con alma grande y corazon tranquilo, al
f r e n t e de su enemigo y recibiendo con v a -
lor los disparos que se le hacían, lanzaban cban-
zonetasy burlescos epítetos á su adversario, y á
su vista, á corta distancia, levantaban n u e -
vas barricadas, que momento despues habia
1
DE CADIZ. ]79

de serviles de fuertes baluartes para su defensa


JNo nos cansaremos de enaltecer la bravura
del pueblo do Cádiz.
< ^ f t r o s lectores de fuera de esta querida
y maltratada ciudad, podrían tomar á fábula
nuestro relato, sien apoyo de él no se hubiera
levantado en el acto la opinion pública.
No tienen número los rasgos de heroicidad
hechos en estos dias por jóvenes, en su mayo-
ría, sin el critério indispensable para sostener
con la constancia y energía propia un hecho de
armas que hoy admiramos todos y que los si-
glos conservarán en su memoria.
¡Loor eterno á la juventud gaditana!
¡Mentís el mas solemne á los que u n dia an-
tes os miraban con desden y desprecio!
El aspecto de la poblacion en este segun-
do periodo de creciente agonía y sobresalto era
aun mas aterrador que en la pasada noche
A pesar de la festividad del dia todos los
templos permanecían cerrados. Y aquí debe-
mos consignar con dolor, no ya el desamparo
hecho á la poblacion por las autoridades y fun-
cionarios públicos de todas clases, sino lo que es
auu mas lamentable, por todos los individuos
pertenecientes á la Iglesia.
¿De qué servia al pueblo de Cádiz en mo-
mentos tan terribles, tan decisivos y solemnes
el profesar las religion Católica, Apostólica
Romana? '
80 LAS BARRICADAS

¿A donde estaban sus ministros?


¿A donde apelaban los moribundos para ob-
tener los necesarios auxilios espirituales?
¿A donde para buscar en su última agonía,
en el último suspiro de su vida, el perdón de
sus culpas?
¡Triste es confesarlo!
Los ministros de la Iglesia permanecieron
mudos á la voz de la humanidad que perecía
en medio de las calles, de las plazas, revolcada
en el humeante charco de su sangre!
Ni uno solo, ni u n solo caso, ni un solo r a s -
go humanitario y religioso en los tres m o r t a -
les dias.
La humanidad solo se reflejaba en los hijos
del pueblo. Ellos solamente se prestaban sus
recíprocos auxilios.
¡Ni aun el consuelo de la religion para el
pueblo que exalaba su último gemido!
¡Terrible ejemplo! ¡Cruento desengaño!

Decíamos que los templos se hallaban c e r -


rados. En cambio todas las casas estaban a b i e r -
tas, de todas emanaban auxilios para los héroes
de Cádiz, en todas habia preparativos para su
defensa.
También prestaban sus mas interesantes s e r -
vicios los establecimientos de primera necesi-
dad. No solo surtían al público, sino que bas-
taba la firma de un oficial de los voluntarios,
1
DE CADIZ. ]1

de un ge fe de barricada, para facilitarse por los


dueños de dichos establecimientos toda clase
de raciones y víveres para el sustento de los
- c l u d a d a n o s , que se batian los unos, velando los
otros por la seguridad del vecindario.
Justo es consignar este espontáneo despren-
dimiento, que, no dudamos, pagará el pueblo de
uadiz en un dia quizás cercano.
Ya hemos dicho que las fuerzas populares
contaban con escasos medios de defensa; y esto
aunque no debilitaba por completo l l áni-
mo de los voluntarios, hacia meditar sériamen-
te a los gefes, mas directamente conocedores del
peligro.
Pero entretanto que estos deliberaban sobre
a gravedad del caso, para el que no encentra-
ban solucion, aquellos, que por todas partes y
en todos sus actos iban dejando un honroso ras-
tro de su heroísmo y decision, se ocupaban del
mismo asunto con la resolución del que todo
lo vé perdido y lo arriesga todo por salvarse.
Como á las nueve de la mañana, un convoy
conducido por fuerzas militares y compuesto de 1
tres carros cargados de algunas provisiones y \
gran cantidad de paquetes de cartuchos para 1
carabina atravesaba con las mayores precau- '
ciones por la Alameda de Apodaca.
Desde el Parque de Artillería habia tomado
dirección hácia l a Aduana para prestar este
resfuerzo indispensable á las fuerzas acantona-
11
I 82 LAS BARRICADAS

das en dicho edificio, pues las que ocupaban el


muelle, la muralla, barricada de la plaza de
San Juan de Dios y casas ocupadas por la trom-
pa en dicha plaza, recibían las municiones de
los buques de guerra surtos en nuestra bahia.
No llegaría al número de veinte voluntarios
los que, apercibidos de la conducción de aquel
convoy, le salieron al encuentro, y despues de
un combate poco reñido, pues las fuerzas que
lo custodiaban, conociendo la decision de aque-
llos, comprendieron que era inútil la lucha,
sopeña de perder la vida hasta el último de
los soldados, abandonaron dos de los carros en
poder de los voluntarios, que coronaron con este
nuevo triunfo el logro de su propósito, casi r e -
ducido á fracasar en aquellos momentos, sin la
preciosa adquisición que acababan de hacer.
Poco tardó en difundirse por la poblacion este
nuevo hecho de armas, y volviendo á r e a n i -
marse el espíritu ya decaído de muchos por la
falta de municiones que cada momento se iba
haciendo mas ostensible, los ánimos r e a n i m a -
dos, recobrando su entusiasmo, redoblaron con
mas ardor el esfuerzo, y el combate tomó un
aspecto mas enérgico por parte del pueblo.
Ya cada cual no se contentaba con formar
en las filas de los combatientes. Cada uno q u e -
ría distinguirse por un nuevo hecho notable que
lo pusiera de relieve y ensalzara á la vista de
sus compañeros y de sus gefes.
1
DE CADIZ. ]83
Este entusiasmo, este belicoso ardor, no era
sin embargo fundamento bastante para dejar
de pensar gravemente sobre el desenlace de
aquellos terribles acontecimientos.
Aun siendo segura la victoria en las calles
de Cádiz; ¿el resultado sería favorable á lacausa
del pueblo?
Vencidas las tropas de la guarnición, la vic-
toria seria momentánea.
No se trataba de una sublevación nacional
que, partiendo de Cádiz, tuviese eco en otras ca-
pitales importantes y se hiciera general y es-
tensiva en toda la nación para proclamar una
idea, una nueva era de Gobierno, una nueva
forma. No era una revolución: era un hecho
aislado y local, provocado por un ataque á la
honra de la localidad y que, en un momento de
irreflexión, se habia puesto en tela de juicio
con las armas en las manos.
Forzoso se hacia reflexionar sobre el desenla-
ce, sin dejar ya el camino emprendido por temor
á la implacable venganza de los vencedores.
Obtenida la victoria sobre la guarnición,
sería, no hay que dudarlo, una victoria efímera.'
Fuerzas poderosas habrían de caer sobre Cá-
diz, imposible de resistir, y entónces la lucha
convertida en una temeridad mal entendida:
porque la lucha sin probabilidades de triunfo
es una ignorancia indisculpable.
Pensando de este modo cuerdamente los g e -
I 84 LAS BARRICADAS
fes del pueblo armado y el Comité republica-
^ no que, como dejamo dicho, se habia erigido en
autoridad, y deliberaba reunidoen la Casa Ayun-
tamiento, la tendencia de sus discusiones se en-
caminaba á concluir de una manera decorosa
con aquella situación, evitando en cuanto le
fuese posible el derramamiento de sangre, de
que ya habia que lamentarse, tanto de los hi-
jos del pueblo, como de los soldados sus h e r -
manos, que hermanos son suyos, é hijos del
pueblo son t a m b i é n .
Para aplacar en lo posible la cólera de e s -
tos, para hacerles comprender lo injustificado
del ensañamiento, acordose fijar en un progra-
ma, cuales eran las tendencias populares, sus
intenciones con respecto á la tropa, y en un gran
Y lienzo que cubria mucha parte del edificio Ca-
sa Ayuntamiento, punto á donde se dirigia el
mas formidable ataque por el ejército, se e s -
tampararon con gruesos caracteres, visibles á
la mas.larga distancia, las siguientes inscrip-
ciones, en esta forma:
VIVA
I FX EJER
1
CITO
LICENCIA
ABSOLUTA !
TODOS
HERMANOS
1
DE CADIZ. ]85
Tai era la conducta que se trazaba el pue-
blo con los soldados.
El Comité republicano es indudable que tra-
bajaba por llevar á un buen fin los tristes acon-
tecimientos que describimos.
Pero ¿como ponerse al habla con los gefes
del ejército? Estos no lo hubieran permitido
sin duras condiciones, porque el brigadier Sr.
Peralta, autor del bando origen de esta discor-
dia, era el que hasta entónces dirigía las ope-
raciones, y estaba plenamente probado su de-
signio.
Sentada al mismo tiempo la hipótesis de que
lo que acontecía en Cádiz debia considerarse
como una insurrección contra las autoridades
constituidas, pues así ellas cuando menos lo ha-
bían de afirmar, no era tampoco probable una
transacion.
El Sr. Peralta no hubiera consentido en re-
tirar el bando, y con el bando en todo su vigor
no habia para los voluntarios mas que un cami-
no: la rendición, y con la rendición la 'entrega
de armas.
Dado el primer paso de desobediencia al
mandato de la autoridad militar, considerado
este mandato como un ataque á las libertades
proclamadas por la revolución de Setiembre, no
habia medio legal para el pueblo de retroceder
sin deshonra. Así lo comprendían los hombres '
que se hallaban al frente del movimiento; y el
I 86 LAS BARRICADAS

pueblo español, cuando se t r a t a de su honra,


no retrocede nunca; prefiere morir mil veces.
Podrá ser generoso, pero j a m á s cobarde.
Tal era la situación de los gaditanos armados.
La voz conciliadora de las autoridades l l a -
madas á terminar el conflicto, tampoco se h a -
bia dejado oir.
Y en este caos de confuso laberinto, de tan
encontrados sentimientos, no era dudoso el ca-
mino. La prosecución del conflicto era eviden-
te, aunque nadie se prometía del resultado v e n -
tajas notables.
Entretanto se desconocía el espíritu del Go-
bierno que, indudablemente, á esta fecha, de-
bía tener conocimiento de los sucesos.
¿Podia un Gobierno liberal revolucionario
aprobar la conducta del Sr. Peralta?
¿El pueblo español permanecería mudo al gri-
to de indignación lanzado en Cádiz? ¿Cono-
cería los sucesos y la verdad de su origen?
Lógico era que si el país, penetrado de la
razón de los voluntarios de la libertad de Cá-
diz, hubiese protestado de las medidas de su
gobernador militar, el Gobierno habría d i c t a -
do sus órdenes conciliatorias, para remediar un
tanto el desastre acontecido. Esto parecía lo
justo.
Pero por v e n t u r a ¿al Gobierno se le decia la
verdad? Por ventura ¿al pueblo español no se
le e s t r a v i a b a e n su criterio?
' DE CADIZ,
Y por otra parte, ¿no era también de pre-
sumir que las órdenes dictadas en Cádiz por
Peralta, emanasen de ese mismo Gobierno?
Todo era posible.
Y si esto sucedía, habia casi un fundamen-
to para creer que el alzamiento de Cádiz ini-
ciado y llevado á cabo por consecuencia del lan-
do Sr. Peralta, podía ser secundado por otras
capitales, y entónces, no se trataba de una re-
volución contra un Gobierno que, matando las
libertades que el mismo habia proclamado, se
haciá acreedor á que los pueblos procediesen
con él, según él habia procedido pocos meses
antes contra un poder tenido hasta entónces
por lejitimo.
Divagando entre estos encontrados parece-
res, la actitud de los voluntarios de la libertad
y la de los paisanos armados, una vez organi-
zado aquel sanguinario combate, obedecía, no
solo al instinto de su propia defensa: obedecía
a una bandera de partido, y esta ban4era era
la del partido republicano.
Muchos creían ver en el alzamiento de Cádiz
la proclamación déla República Ibérica.
Y ¿qué mas natural y.posible que la pro-
clamación de una forma de gobierno iniciada
en una ciudad que, dos meses antes, puestos á
su cabeza los hombres que ahora ocupaban el
poder, habia hecho pedazos, pisoteado, embar-
necido, el trono de los fatales Borbones, para
So LAS BARRICADAS
entrar en una era de regeneración política Jy
social?
Pero no nos detengamos aquí en estas re -
flexiones, ya que nos es forzoso hacerlo para
dar á conocer á los lectores de tan mal t r a z a -
da reseña, la opinion formada por el país en los
primeros momentos de la fratricida lucha; y
como esta opinion no tenia otro punto de apoyo
que el d é l a s noticias que sobre los sucesos e m a -
naban de las autoridades, porque el pueblo g a -
ditano incomunicado no podia prolongar "sus
ecos mas allá de su estrecho reeinto, vamos á
trascribir en el siguiente capítulo las noticias
que de estos acontecimientos se hacian llegar
al Gobierno provisional, y que este poder, hoy
único supremo en la nación, trasmitía al pue-
blo español, t a n t a s veces fascinado tantas veces
estraviado en su recto y severo critério.

i
1
DE CADIZ.
]89

X.

Como que las autoridades de esta Provincia


fian manifestado ver el origen de lo aconteci-
do en Cádiz, en los sucesos habidos anterior-
mente en el Puerto de Santa Maria, forzoso es
dar á conocer los partes que aquellas hicieron
llegar al Gobierno, desde los primeros síntomas
de trastorno en dicha ciudad.
He aquí los que el dia cuatro, es decir, el
anterior al de la publicación del lando del Sr
Peralta, dirigía el Sr. Alcalá Zamora, Gober-
nador civil de esta Provincia, al Excmo. Sr
Ministro de la Gobernación:
«Cádiz á las cuatro y cinco minutos de la
mañana. •
El Gobernador al Ministro de la Gobernación
12
I 90 LAS BARRICADAS

El alcalde quinto del Puerto, hoy en funciones de


primero, en telegrama que acabo de recibir, me
dice lo siguiente:—Antes de encargarme de e s -
t a Alcadía venían gastándose 11,000 rs. en j o r -
nales á las clases trabajadoras. Por falta de r e -
cursos para continuar así, acordó hoy el A y u n -
tamiento emplear cada dia cien hombres á seisrs.
alternando. Convencidos en ello los jornaleros
se han presentado, sin embargo, esta noche t u -
multuosamente á e x i g i r mayor jornal, y diario,
para todos. Según confidencias se proponen m a -
ñana atacar por fuerza al Ayuntamiento. La
situación la t e n g o por grave.—Lo que t r a s l a -
do á V. E. para su conocimiento, debiendo m a -
nifestarle que inmediatamente he telegrafiado
al alcalde para que con la fuerza de carabine-
ros, Ínterin por la mañana van del ejército, que
he reclamado á este Gobierno militar, sosten-
g a el órden á todo trance y con la mayor e n e r -
gía, entregando á los revoltosos á los t r i b u -
nales de justicia.»
«Cádiz 4, á las dos y once minutos de la
tarde.
«El Gobernador al Ministro de la Goberna-
ción—No creo necesario marchar al Puerto,
en cuyo punto tengo setenta carabineros y dada
órden para que vaya el batallón cazadores de Ma-
d r i ^ q u e se halla en Jerez. El alcalde quinto,
que está hecho cargo de la jurisdicción, ejecu-
ta mis órdenes con puntualidad, y como me h a -
1
DE CADIZ. ]91

ya dicho que la fuerza ciudadana no Je inspira


confianza y que aunque sin armas está mezcla-
da con los alborotadores, le he ordenado pro-
ceda al desarme de los perturbadores, y espero
constestacion. Hasta las once y cuarenta de
esta manana los grupos de revoltosos no habían
hecho uso de las armas, pero persistían en su ac-
titud hostil y exigían que el alcalde entregase
el mando. De todo le daré aviso, y esté firme-
mente persuadido de que tanto en el Puerto co-
mo en cualquiera otra parte en que el órden
sea alterado lo restableceré pronta y enérgica-
v
mente.» °
«Cádiz 4, á lascinco y cinco minutos déla tarde.
«El Gobernador al Ministrode la Gobernación.
He dado órden ai alcalde del Puerto para que
proceda al desarme de la milicia de dicha ciu-
dad, y si no fuese obedecido iria yo en perso-
na á ejecutarlo. Al alcalde de San Fernando
he vuelto á oficiar hoy preguntándole si está
desarmada la que desobedeció sus órdenes, y si
no estuviesen cumplidas loserá enérgicamente.»
«íJádiz 4, á las ocho de la noche.
«El Gobernador al Ministro de la Goberna-
ción—Salgo esta noche en el tren para el Puer-
to de Santa Maria, donde se hace.necesaria mi
presencia para el completo restablecimiento del
órden y desarme de la Milicia sublevada.»
«Puerto 4, á las once y cincuenta y cinco
minutos de la noche.
I 92 LAS BARRICADAS
«El Gobernador al Ministro de la Gobernación.
He llegado á esta ciudad. A estas horas, las
once de la noche, la ciudad parece t r a n q u i l a .
También lo ha hecho el batallón cazadores de
Madrid, procedente de Jerez. El alcalde quin-
to, Sr. Vinthuysen, ha ejecutado enérgicamente
cuanto se ha ordenado y ha sido posible hacer,
sin tener otra fuerza que le apoyara que sesenta y
cinco carabineros. Se procede sin levantar mano
y activamente á la formacion de causa. Los re-
voltosos han estado todo el dia en actitud a m e -
nazante y provocadora, pero la actitud r e s u e l -
ta del Sr. alcalde y de D. Angel de Bara, j e f e
de la pequeña fuerza de carabineros, han e v i -
tadoelchoque. He publicado un bando e n é r g i -
co, del que por el correo acompaño un ejemplar.»
Veamos a h o r a los dirigidos el dia cinco por
la misma autori lad:
«Puerto 5 á las doce y treinta y cinco m i -
nutos de la mañana.
«El Gobernador al Ministro de la Goberna-
ción.—«Anoche llegué á esta ciudad; esta m a -
ñana se ha publicando el bando p ira la e n t r e -
ga de armas; fué arrancado, y estando en s e -
sión con el Ayuntamiento supe hacian barrica-
das. El alcalde con el jefe de cazadores de Ma-
drid y fuerza de su cuerpo, marcharon á donde
estaban, arengándolos para que depusieran las
armas y obedecieran; contestaron con una des-
carga; empeñóse la lucha, y los revoltosos f u e -
1
DE CADIZ. ]93
ron desalojados con algunas pérdidas: un c a -
zador herido. Se reconcentran hácia el camino
de Jerez, de donde esperan refuerzos. Yo los he
pedido á Sevilla y Cádiz, y en cuanto el bata-
llón coma serán de nuevo batidos.»
«Puerto 5, á las cuatro y cuarenta y dos mi-
nutos de la tarde. ^
<*E1 Gobernador álos Ministros de la Goberna-
ción y Guerra.—La poblacion tranquila ahora:
en la lucha de las calles han resultado seis pai-
sanos heridos, cuatro de ellos de gravedad; un
sargento y un soldado de cazadores de Madrid
también heridos. Al primero de estos se le ha
amputado una pierna. Los revoltosos que no
han podido esconderse se retiraron á los pina-
res y marismas. Puede decirse que todo ha
concluido, puesto que llegando los refuerzos
que espero, se dispondrá una batida general,
quedando fuerzas para defender la ciudad ca-
so necesario.
Se han recogido 114 fusiles, y espero se se-
guirán entregando.»
Como se desprende de los documentos ante-
riores, la insurrección del Puerto de Santa Ma-
ría en nada teuia relación con los acontecimien-
tos que mas tarde sobrevinieron en Cádiz.
En la tarde del cinco se consideraba venci-
da por la autoridad: durante aquel dia, en su
mañana, el órden nose habia alterado en Cá-
diz, y sin embargo, el brigadier don Joaquín Pe-
I 104 LAS BARRICADAS
ralta, ocupado, según se deja concebir por los
anteriores telegramas, en mandar parte de la
fuerza militar de su mando á reforzar las exis-
tentes en el Puerto de Santa Maria, quedando
por consiguiente en la capital una m u y reducida
guarnición, á las tres de la tarde de dicho dia,
mandaba, por medio de un bando, publicado á
tambor batiente, desarmar á los voluntarios de
lalilertad que, hasta entóncés, n i n g u n a actitud
hostil habían demostrado.
La imprevisión, cuando menos, no puede es-
tar mas patente.
Solo una mal aconsejada autoridad, que des-
conoce la índole del pueblo que le está s u b o r -
dinado, procede con tan injustificada ligereza.
Puede el pueblo gaditano vivir eternamente
reconocido á los consejeros del Sr. Peralta.
La Gaceta de Madrid, entretanto, daba á co-
nocer al pueblo español, en su parte no oficial,'
estos acontecimientos del modo siguiente:
«En la tarde del dia 4 del corriente, ha sido
alterado el órden público en el Puerto de San-
ta Maria: varios g r u p o s de trabajadores a r m a -
dos se presentaron t u m u l t u á r i a m e n t e al alcalde
pidiendo trabajo, y exigiendo que resignase el
mando en uno de los tenientes. La autoridad
municipal, accediendo á lo primero, y resis-
tiendo, como debia, la segunda exigencia, dió
cuenta al Gobernador de la Provincia, quien se
presentó con fuerzas para imponer el órden, die-
1
DE CADIZ. ]95
tando las medidas que juzgó covenientes, y
publicando un bando para que entregasen las
armas los que hacían de ellas uso tan contra-
rio á la ley. Ni el bando ni las demás disposi-
ciones de la autoridad fueron atendidos, y por
el contrario, los pertubadores, trataron de ha-
cerse fuertes al dia siguiente construyendo
barricadas y poniéndose en actitud de resis-
tencia;
«El alcalde, acompañado del comandante de
matrículas y del segundo jefe de la fuerza mi-
litar,'trató de amonestar á los amotinados pero
fueron recibidos á tiros, teniendo que apelar á
la fuerza que los acompañaba y que sufrió una
descarga, de la cual fueron heridos un sargen-
to y un soldado del batallón cazadores de Madrid.
Cargados los insurrectos por la tropa, abando-
naron las b a r r i e r a s , dejando seis heridos en
el choque y poniéndose en fuga hacia las ma-
rismas y los pinares, dejando en poder de la
tropa 200 fusiles.
«Despues de este suceso, el órden fué resta-
blecido en el Puerto de Santa Maria, pero sin
trascurrir mastiempoque el necesario para que
la noticia de estos hechos fuese trasmitida; la al-
teración del órden se reprodujo en Cádiz, sien-
do cortada la comunicación telegráfica y la vía
férrea entre aquella plaza y San Fernando.
«Durante toda la noche el Gobierno ha reci-
bido partes que se le han dirigido por las auto-
I 96 LAS BARRICADAS
ridades de la provincia y por algunos funciona-
rios del Puerto de Santa Maria, manifestando
que se oia un nutrido fuego dentro de la c i u -
dad de Cádiz. Se carece de detalles, porque no
h a y parte oficial aun ni del general g o b e r n a -
dor de la plaza, ni de la autoridad civil de la
provincia, que regresaba ála capital con la fuer-
za que habia salido de la misma para sofocar la
insurrección del Puerto de Santa Maria; pero
por noticias de referencia se supone que la in-
surrección quedaba dominada.»
A continuación insertaba los telegramas si -
guientes:
«Puerto 5, á las seis y cuarenta y cinco mi-
nutos de la tarde.
El Gobernador al Capitan general de Andalucía
y á los Ministros de la Gobernación y Guerra.—
Dos patrones de barco que llegan de Cádiz, d i -
cen que entre tres y cuatro de esta tarde se ha
roto el fuego en dicha ciudad entre el ejérci*-
to y pueblo, oyéndose un m u y nutrido f u e g o de
fusilería y artillería. En este momento resigno
el mando por la gravedad de las circunstancias.»
«Sevilla 5 , á las doce y treinta minutos déla
noche.
«El Capitan general al Ministro de la Guer-
ra.—Según las últimas noticias recibidas del
Puerto, aquel punto y Jerez tranquilos. En Cá-
diz segura la lucha, presumiéndose iba domi-
nando la tropa. El brigadier Pazos saldrá con
1
DE CADIZ. ]97

fuerzas, embarcando en el Puerto en la goleta <


Edetana.»
«San Fernando 6, á las nueve y treinta y
nueve minutos de la noche.
«El administrador al del correo central.—La
espedicion ascendente no ha salido por estar la
plaza incomunicada con esta á causa del fuego
que empezó ayer á las tres de la tarde y no ha
cesado. La vía de Cádiz rota. La descendente
del 4 ha llegado hasta la puerta de Tierra de
Cádiz en dos calesas, de donde fué rechazada
por fuerza armada, regresando á San Fernando.
Este administrador sale mañana en la ascen-
dente.»
«Sevilla 6, á las siete y ocho minutos de la
noche.
«El Gobernador al Ministro de la Goberna-
ción.—Según telegramas del comandante g e -
neral del Departamento, las noticias que tiene
de Cádiz son de estar rendidos los insurrectos.
Las comunicaciones interrumpidas por mar á
causa de la barra. Nos faltan, por tanto, por-
menores y noticias directas. Aquí, Jerez, San
Fernando y demás pueblos, tranquilos.»
Es decir, que el país tenia conocimiento de
haber ocurrido una insurrección en Cádiz, pero
desconociendo el origen hasta ahora, siendo el
espíritu natural de todos los buenos liberales
el sostenimiento del órden público, la acti-
tud del pueblo español -tenia que ser espectan-
13
I 98 LAS BARRICADAS

t e y mas bien indignada á condenar á los re-


voltosos de Cádiz, que tal calificación merecían
los que según el último de los anteriores t e l é -
g r a m a s en pocas horas de lucha habían de-
puesto las armas.
Pero no era así desgraciadamente, y deci-
mos desgraciadamente, porque sean cuales f u e -
ren las causas que lancen á un pueblo á una
lucha fratricida, nosotros, al ver correr la s a n -
g r e española, no podemos por menos de l a m e n -
tarnos con toda la espontaneidad de nuestro
corazon.
Reanudemos nuestra reseña del dia seis de
Diciembre.
1
DE CADIZ. ]99

XI.

Mientras las fuerzas combatientes vacilaban


un tanto ante la perspectiva de la reiterada y
cada vez mas prepotente resistencia de los vo-
luntarios de la libertad, estos no perdonaban oca-
sion de redoblar los medios de defensa.
Al violento empuje de la artillería enemi-
ga, necesario les era oponer así mismo armas
de igual índole, y el baluarte de San Sebastian
les facilitó la manera de llevar á cima su pro-
pósito.
Mentira parecerá á nuestros lectores, como
nos lo parecía á nosotros que lo presenciába-
mos, que un punto tan importante como lo es
el castillo de. dicho nombre, en momentos tan
críticos estuviese desatendido por las fuerzas
I 100 LAS BARRICADAS
militares. Nada hay mas cierto.
Una masa de hombres del pueblo, entre los
cuales no se hallaban por cierto la mayor par-
te armados, como á las once de la mañana, cor-
r ia por el barrio de la Viña en dirección á la
playa llamada de la Caleta.
Nadie se- podia esplicar el intento de a q u e -
llos hombres á quienes todos observaban con
curiosidad, y no faltaban propaladores de noticias
inventadas, que asegurasen queaquelloshombres
iban á favorecer el desembarco de un peloton de
voluntarios de la libertad de la ciudad de Jerez de
l a F r o n t e r a , q u e a c u d i a á prestar sus auxilios á
los de esta ciudad. Semejante comentario, que
corria de boca en boca, atrajo á aquel sitio g r a n
número de curiosos que no retrocedían en su
camino, á pesar de los repetidos disparos que
. s e les hacia por los soldados de la bandera de
Ultramar parapetados tras las troneras del Cas-
tillo de Santa Catalina.
Tero tal suposición era un absurdo. En J e -
rez se ignoraba, como en toda España, el orí-
g e n de la sublevación de Cádiz y la causa que
defendían los héroes de este pueblo.
El propósito de aquella masa de hombres
era el de apoderarse de una ó mas piezas de
artillería de las existeutes en el mencionado
baluarte.
Para llevarlo á cabo con mas precision, s e -
guridad y menos violencia, se habían apode-
1
DE CADIZ. ]101

rado de los bagajes necesarios conque hacer la


conducción de dichos cañones.
No hemos presenciadojamás operacion mas
rápida: en menos de una hora el célebre cañón
Pizarro, tal es su nombre, del calibre de treinta
y seis, que hasta desmontado se hallaba, ha-
bia sido colocado con gran inteligencia sobre
su cureña, arrastrado con gran velocidad y a t r a -
vesando estrechas callejuelas, tortuosos labe-
rintos, cuestas casi intransitables, puesto á dis-
posición de los voluntarios, que, sin perder t e r -
reno, se batian en la Casa Ayuntamiento bajo
la dirección de su bravo gefe el comandante
Salvochea.
Para el pueblo decidido no hay escollos ni
barreras.
En circunstancias normales se hubiera t e -
nido por imposible la práctica de aquella peza-
da cuanto difícil operacion, esta vez ejecutada
con tanta prontitud é inteligencia.
Gran sorpresa debia causar á las huestes mi-
litares ver en poder de sus adversarios un arma
tan terrible contra sus intentos; pero aun m a -
yor debia ser, el observar que aquella arma mor-
tífera era manejada con la inteligencia y pe-
ricia de combatientes, aunque sin la debida ins-
trucción al efecto.
Los medios usados para poner en juego el
cañón Pizarro, no nos parece muy del caso es-
plicar. Lo que sí podemos asegurar es, que los
LAS BARRICADAS
voluntarios de la libertad contaban en su seno
á muchos artilleros, unos licenciados de esta a r -
ma y otros prisioneros de guerra, que no eran
pocos los que en este concepto, y no solo de ar-
tillería, sino de infantería y carabineros, exis-
tían á aquellas horas á buen recaudo en la Ca-
sa A y u n t a m i e n t o .
• Lo que de cierto h a y en todo ello, es que
el canon Pizarro empezó á funcionar con tanto
acierto, que desde sus primeros disparos, que
produjeron g r a n pánico en las filas del ejér-
cito, se empezó á notar alguna ventaja por
parte de los voluntarios.
Puede también atribuirse á a l g ú n desalien-
to entre los militares, ocurrido desde el m o m e n -
to en que una bala de carabina, hiriendo en
un pié al brigadier Sr. Peralta, dejó á este g e -
fe fuera de combate.
De cualquier modo, cuando el. batallón Ca-
zadores de Madrid, que se hallaba en el P u e r -
to de Santa Maria, llegó á reforzar el ejército
combatiente, la ventaja, sí ventaja podia consi-
derarse que obtenía una de las partes belige-
rantes, estaba por el pueblo armado.
No queremos pasar adelante, sin consignar
un hecho que también tuvo lugar en las pri-
meras horas de esta mañana y que merece n u e s -
tra mas severa censura.
s Nos hemos propuesto en todo el transcurso
de esta obra ser severos é imparciales, y no va-
DE CADIZ, ]03
cilaremos en reprobar cuando elcaso lo requiera,
aunque nuestra reprobación recaiga sobre los
hijos del pueblo querido entre quienes nacimos
y por los cuales gustosos derramaríamos la úl-
tima gota de nuestra sangre.
Simultáneamente y mientras el combate
tomaba grandes proporciones en los puntos cul-
minantes, que tales eran la renombrada plaza
de San Juan de Dios, y barricadas adyacentes á
la muralla desde dicha plaza á la Aduana, la
poblacion en general no dejaba por ninguno de
sus ámbitos de poner en práctica cuantas me-
didas ofensivas y defensivas estaban á su a l -
cance.
Una turba de hombres del pueblo armados y <
sin armar habia corrido hasta el edificio corree- l
cional, situado en el campo del Sur, y atrope- 0
liando la guardia que lo custodiaba, habia h e -
cho prisioneros al oficial y soldados de que se V
componía, se habia apoderado del armamento,
que todos se disputaban y repartían, contándo-
se este caso como una hazaña mas entre las mu-
chas llevadas á cabo por el pueblo gaditano.
Pero esta hazaña, si tal quiere llamársele
dejaba un terrible vacio en la buena marcha de
la conducta trazada por los voluntarios desde el
principio de su campaña.
Despojado el edificio del piquete ó guardia
encargado de su custodia, los penados allí exis- I
tentes, en número de mas de sesenta, quedaban \
I 104 LAS BARRICADAS

en completa libertad. No era dudosa la reso-


lución de estos en un momento para ellos de tan
suprema ventura. Victoreando á sus libertado-
res, emprendieron prontamente la f u g a , pero al
mismo tiempo, guiados por el instinto de su
reconocimiento, antes que poner en salvo sus
personas del rigor de las leyes que los conde-
n a r a n , cada cual corrió á ocupar un sitio de pe-
ligro en el l u g a r del combate, siendo en casi
su totalidad, durante los dias de lucha y los
que subcedieron á ella, modelos de honradez y
comedimiento.
Empero nosotros, q u e a n t e s que nada pro-
clamarémos siempre el respeto á las leyes, q u i -
siéramos que aquellos desgraciados presidiarios
hubieran sido conservados en su l u g a r , sin per-
juicio de impetrar clemencia para ellos, cuando
las circunstancias, mas favorables, lo hubieran
permitido. Lo demás era atropellar la ley, y
la ley nunca debe ser atropellada.
1
DE CADIZ.
]105

XII.

Hemos hecho notar en el capítulo anterior,


que el batallón Cazadores de Madrid que se ha-
llaba en el Puerto de Santa Maria, habia lle-
gado á Cádiz en auxilio de la guarnición que
combatía con el pueblo y que hasta erte momen-
to ningún golpe decisivo habia intentado.
Era en efecto, que los gefes que se hallaban
al frente de las tropas, no las creían suficiente-
• mente poderosas para arrostrar una gran em-
presa.
No pensó acaso lo mismo el batallón Cazado-
res de Madrid. Mas animoso que la guarni-
ción que hasta entónces se batia, no sabemos
sí por voluntad propia, ó quizás en mal hora
mandados por el gefe superior de todas las fuer-
14
I 106 LAS BARRICADAS

zas, ello es, que apenas desembarcó por el m u e -


lle de la P u e r t a de Sevilla, en aquella misma
mañana, se propuso un golpe definitivo.
Distribuido en varios puntos, los que acaso
se creían menos defendidos por los voluntarios
de la libertad, proyectó un ataque definitivo,
fijándose m u y particularmente en tomar al asal-
to la barricada construida en la calle de San
Francisco, cerrando la boca déla de Pedro Conde.
Imponente era ver la bravura y decision ma-
nifestada por este cuerpo del ejército, en m a l -
hora creado por el inolvidable Duque de T e -
t u a n , durante el bienio progresista; y decimos
en mal hora, porque es indudable que el suso-
dicho Duque, ó lo que es lo mismo, la funesta
Union liberal, que al subir al poder el año de
mil ochocientos cincuenta y cuatro, echándo-
se en brazos de los Cándidos progresistas, a d m i -
rando la bravura de los hijos del pueblo que
con t a n t o valor como abnegación se batieron
en las calles de la entónces coronada villa, c o m -
prendió la necesidad que tenia de luchar y ven-
cer á ese mismo pueblo, sí al cabo habia de tener
l u g a r la premeditada jugarreta del cincuenta y
seis. Esto no lo consideró posible sin grandes
y destructores elementos de guerra, y el g e -
neral O'Donell, g r a n general por cierto, por
mas que fuera el gefe de la Union liberal, ó
servil, como la llaman muchos, hizo crear e s -
tos cuerpos de cazadores, cuyos ejercicios g i m -
1
DE CADIZ. ] 7
násticos y táctica especial de guerra, dedicada
é combatir en las calles, los hacen muy supe-
riores á los demás del ejército.
Decíamos que era imponente la decidida ac*
titud manifestada por los Cazadores de Madrid.
Una gran masa de soldados víose desembo-
car por la ya citada calle de Pedro Conde al
grito de «Vivan los Cazadores de Madrid.»'
Aquella masa de hombres, según su furioso
ímpetu, debia arrollar cuanto se le opusiera á
su paso.
Internada en la calle, una lluvia de balas
se estrelló contra la barricada, solo defendida
por una veintena de voluntarios, que á pesar de
su escaso número y de la bravura de su encar-
nizado adversario, descargó sobre él un tan nu-
trido fuego, que los cazadores aterrados tuvie-
ron que retroceder y desistir de su empresa, de-
jando en la embestida la calle regada, diremos
mejor, anegada de un torrente de sangre y un
número considerable de cadáveres.
Simultáneamente dieron losCazadores de Ma-
drid en otros puntos un parecido espectáculo,
aunque en todos con los mismos resultados.
No dejaron de esperimentar también algu-
nas pérdidas los voluntarios de la libertad en es-
tos ataques resistidos de una manera casi pro-
digiosa, pues siendo pocos en cantidad, solo te-
nían en ventaja la posicion por su defensa con
las barricadas.
108 IfAS BARRICADAS

* Pero: ¿qué más? Vimos pelear á los padres


al lado de los hijos, aquellos alentando á estos;
estos dando infalibles pruebas de valor y arro-
jo para no desmentir la bravura de aquellos.
Y porque no se crea que exageramos, c i t a -
remos algún ejemplo.
Juan Corzo Rey, voluntario de la sesta com -
pañia del primer batallón, fué mortalmente h e -
rido en la calle Cruz de la Madera esquina á la
délos Doblones: apenas contaria diez y ocho años
de edad. Su padre le miraba combatir. Viole
caer en tierra, reconoció su cuerpo ya cadáver,
y como no estuviese armado, exalando un r u -
gido espantoso, brotando de sus ojos un r a u -
dal de lágrimas de dolor y desesperación, arrancó
de las manos del que fuera su hijo querido el a r -
ma que en un momento antes le sirviera de d e -
f e n s a ^ jurando venganza con voz aterradora,
púsose á cuerpo descubierto y en obstinada l u -
cha con las fuerzas entre quienes se encontra-
ba el brazo esterminador de aquel tan para él
idolatrado objeto.
¡Cuadro admirable de heroismo v amor p a -
ternal!
Su venganza sin embargo no podia verse
cumplida. Cuando el dolorido padre descarga-
ba su carabina, los Cazadores de Madrid empren-
dían la retirada. Al desventurado no le r e s t a -
ba ya sino el consuelo del llanto.
Muchos hechos pudiéramos consiguar aquí
1
DE CADIZ. ]109
ocurridos en el espresado dia seis, pero no que-
remos hacer pesada nuestra reseña.
Con la impaciencia, agitación é incertidum-
bre que las circunstancia requerían, continuó
la lucha durante todo aquel dia, sin que se no-
tara un solo momento de interrupción.
Ningún hecho decisivo por una ni por otra
parte de los combatientes vino á resolver el com-
bate trabado, y así permanecieron hasta las ocho
de aquella triste noche de agonía en que con harta
satisfacción de los intranquilos vecinos, se sus-
pendió el fuego, si nó por completo, solo de-
jándose oir algunos disparos de intérvalo á in-
térvalo, que aumentaron no poco á la salida de
la luna, pero sin otras consecuencias que el so-
bresalto natural que ocasionaban las detona-
ciones.
En todos los puntos ocupados por los com-
batientes la oscuridad era completa é imprimía á
aquellos lugares un sello de terror inesplica-
ble y solo concebible para el que por necesidad
tenia que transitar por ellos.
La lucha en este dia ocasionó muchas ba-
jas á los combatientes: á cuarenta se hace as-
cender el número de voluntarios entre muer-
tos y heridos. El ejército mas castigado, por
hallarse también á la descubierta en sus posi-
ciones, puede decirse que duplicó aquella can-
tidad.
Durante la noche continuaron los prepara-
I 110 LAS BARRICADAS

tivos de defensa por una y otra parte, ocupán-


dose m u y particularmente los paisano, como en
la noche anterior en la formación de nuevas
barricadas.
Los establecimientos con m u y cortas escep-
ciones se hallaban cerrados; era m u y escaso el
número de transeúntes por las calles y plazas, y
la poblacion aparecía en un tétrico y mortal si-
lencio, solo interrumpido deinstante en instante
por el alarmante pero aterrador alerta y el quien
vive de los centilenas.
Pero sí se consultaba de nuevo el e s p í r i t u
de los voluntarios de la libertad, mas que t e r -
ror y pánico, se descubría un fondo de verda-
dero ardimiento y entusiasmo que pasmaba á
los observadores y hacia decaer el ánimo de sus
adversarios que, aunque lejos del contacto de
aquellos, no desconocían la índole ya probada
del valiente pueblo gaditano que lo j u g a b a t o -
do por conseguir el triunfo en aquella empresa.
Pasó el dia seis y n i n g ú n atropello, ni una
sola imprudencia habia alterado la tranquilidad
en el centro de la poblacion. Tal era la con-
ducta intachable de los hijos de Cádiz.
Toda la prensa al ocuparse de la s a n g r i e n -
ta jornada de este dia no ha podido dejar de con-
signar un recuerdo de g r a t i t u d para tan d i g -
nos como honrados ciudadanos.
La Soberanía Nacional, periódico afecto á
los principios republicanos, al concluir su li-
DB CADIZ. ¡22
gera reseña de este dia se esplicaba así:
«No queremos terminar la narración de los
sucesos del dia 6 sin consagrar ála juventud el
recuerdo mas afectuoso por su heróico compor-
tamiento. En ese dia, lo mismo que en el an-
terior, vimos á jóvenes de diez y seis, de diez
y ocho, de veinte y de veintidós años, armados
de carabinas y revolwers, haciendo prodigios
de valor. ¡Gloria y honor á esa juventud bi-
zarra que tanto ha. contribuido á enaltecer el
nombre de la invicta Cádiz! ¡Reciban los pa-
dres de esos jóvenes héroes, delicias y orgullo
de la madre patria, nuestro mas sincero pa-
rabién!»
El Comercio, diario poco afecto á los prin-
cipios populares, como moderado recalcitrante,
aunque imparcial y de un privilegiado critério'
terminaba la suya de este modo:
«En medio de todo, hay seguridad para los
vecinos pacíficos y debe elogiarse la conducta
de los voluntarios que se abstienen de moles-
tar al vecindario y hacen su penosísimo servi-
cio con una constancia admirable y con una
completa subordinación.»
I 112 LAS BARRICADAS

XIII.

Híi! 4v . í^Jjiíyf)

Amaneció el dia siete.


Terrible dia habia de ser este para los ya
consternados gaditanos.
Nubes espesas cubrian la atmósfera.
No amenazaban por cierto una tempestad
h i j a de la naturaleza. La tempestad que pre-
sagiaban era mas temible, mas cruel. Era la
tempestad impulsada por el brazo del hombre.
Era el impetuoso huracan que brota de la h u m a -
nidad desenfrenada en un momento de ofus-
cación. La ofuscación del suicidio.
Cádiz defendiendo sus libertades, Cádiz en
su actitud heróica, en el ímpetu de su coraje
desenfrenado para la defensa de su honor, se
suicidaba.
1
DE CADIZ. ]123
¡Triste Cádiz!
Tras este dia fatal, ¡cuántos males'
A las cinco de la mañana el fuego por par-
te de las huestes combatientes era tan nutrido
que á pesar de la familiaridad que habíamos
contraído con el sil vido de las balas y el estam
pido del canon, nuestros cabellos se crispaban
y nuestra sangre congelada hacia difícil su cir-
culación.
Nunca hubiéramos creído el sostenimiento
de una empresa tan grande por parte de los h i -
jos de esta pacífica ciudad.
Los pueblos se desbordan: en el momento de
su desbordamiento acometen toda clase de l u -
chas, aparecen gigantes á la vista del Univer-
so, arrostran todos los peligros, vencen todos
ios inconvenientes, rompen toda clase de b a r -
reras, pero tras el ímpetu del gigante, viene la
calma de la razón: tras la bravura del león, viene
la razón de la conciencia.
Cádiz luchaba contra un ejército aguerrido
igual en número á sus huestes, llevaba dos dias
de lucha, no se habia entregado al descanso,
resistía una penosa campaña á que no estaba
acostumbrado. Parecía natural que el cansan-
cio, la reflexion y, por último, sus debilitadas*
fuerzas, se rindiesen al fin.
Por el contrario: el dia siete de Diciembre
de mil ochocientos sesenta y ocho, Cádiz, los
hijos de este lastimado pueblo, aparecían á n'ues-
15
I 14 LAS BARRICADAS
tros ojos, como el pueblo mas potente de E u -
ropa.
En medio de tanta tribulación, de t a n t a san -
gre derramada, de tanto luto en el seno de las
familias, una lágrima se desprendía por n u e s -
tros párpados de reconocimiento y admiración
á tan valientes conciudadanos.
Pueblo de Cádiz, la historia te hará j u s t i -
cia. La verdad siempre resplandece aunque se
le lance maliciosamente en la mas abominable
oscuridad.
El combate de este memorable dia presen-
taba ya, no un aspecto triste ó imponente, si-
no aterrador.
En el edificio Casa Aduana, ocupado como
tenemos dicho por el ejército, ondeaba este dia
bandera negra. Las fuerzas populares hacien-
do menos alarde de su encarnizamiento, se ha-
bían contentado con enarbolar en algunas t o r -
res y sitios públicos el pabellón tricolor, s í m -
bolo del partido republicano.
Las barricadas levantadas por los paisanos
habían aumentado en g r a n número y estos de-
fendían y a la Casa Ayuntamiento con dos pie-
zas de artillería de grueso calibre.
El tránsito por la mayor parte de.las calles
se habia hecho casi imposible. Ya no habia so-
lo que temer á las balas de los combatientes
que por doquiera se cruzaban, sino que f u r t i -
vamente y de una manera traidora, desde los
I»E CADIZ. JJ 5
balcones de algunas casas se disparaba por la
espalda sobre los voluntarios é indefenso pue-
blo. Este, á pesar de agresión tan infame, no
hizo armas contra ninguna de estas casas. So-
lo satisfizo su justa venganza haciendo regis-
trosqueen algunas no dieron resultados, aun-
que sorprendieron en otras á varios carabine-
ros disfrazados que, apadrinados por vecinos
indignos, se valían de este medio artero y vi-
llano para esterminará los que cara á cara no
podían vencer.
Uno de estos casos, quizás el mas grave, t u -
vo lugar en la calle de Cobos. Los voluntarios
que defendían las barricadas allí inmediatas se
vieron acometidos por la espalda sin .poder ati-
nar con sus invisibles enemigos. Puesta con
fijeza y constancia la atención sobre el punto
de donde se desprendían los disparos, todas las
sospechas recayeron en la casa, comercio de g é -
neros, de Don Pablo Tosso, situada en dicha ca-
lle. Para los voluntarios de la libertad, este
personage, muy iniciado on la política gaditana,
como uno de los campeones de esa fracción que
se disfraza con el dictado de progresista, tenia
que ser sospechoso, y no lesquedaba duda de que
en las azoteas de dicha casa habia algunos hom-
bres armados que disparaban sobre ellos.
Los que se veian acometidos no .'pudieron
contener el impulso natural de su indignación
y proponiéndose reconocer la casa para adqui-
I 116 LAS BARRICADAS

rir la evidencia de sus sospechas, acudieron á


la puerta, llamando con ímpetu. No fueron
por el pronto atendidas sus indicaciones, pero
como estas se repitieran con g r a n fuerza, pre-
sentóse abriendo la puerta, el dependiente prin-
cipal del citado establecimiento, Don Nemesio
Revuelta, joven de treinta y tres años de edad.
Intimado por los voluntarios para que permitie-
se un escrupuloso reconocimiento, hubo de ne-
garse á ello, de un modo tan hostil, y, según la
version mas autorizada, con revolwersen mano,
dando lugar su negativa y aptitud amenazado-
ra á que un voluntario disparase su carabina
sobre su cuerpo y le dejase exánime. Cara pa-
gó su obstinada resistencia que por otra parte
venia á comprobar en cierto modo la sospecha
que habia dado lugar á aquel desagradable ac-
cidente.
No queremos hacer comentarios sobre este
hecho y guardamos de él la misma reserva ob-
servada por toda la prensa, entre la que solo
La Soberanía Nacional ha hecho indicaciones
en los siguientes términos:
«Por no manchar la narración de los hechos
heroicos que han tenido l u g a r en Cádiz, no he-
mos querido mencionar el que tuvo efecto en la
casa de uno de los hombres que nos vienen do-
minando desde que se apoderaron de los cargos
públicos los individuos que todos sabemos. El
principal de dicha casa armó á s n s d e p e n d i e n -
D E CADIZ. ] JG
tes para que hiciesen fuego á los voluntarios
de cuyas resultas fué herido gravemente uuo
de estos; pero bien caro costó á dichos depen-
dientes tal atentado, pues uno de ellos pa^ó con
la vida.» °
Bien puede asegurarse que de los tres dias
que duró la lucha, el que describimos fué el
mas terrible.
Varios combates parciales tuvieron lugar
en diferentes puntos entre los soldados y el
pueblo.
En la Alameda de Apodaca un encuentro
entre un grupo de Cazadores de Madrid con otro
de voluntarios, causó á aquellos, que se vieron
obligados á retroceder, muchos muertos y he-
ridos, teniendo un herido solamente los se-
gundos.
Pero los hechos mas graves de este dia fue-
ron dos que debemos describir con algún dete-
nimiento.
El primero fué, el disparo hecho por algu-
nos buques de guerra sobre la ciudad, hecho que
no podemosesplicarnos, porque, en nuestro con-
cepto, se trata de una agresión fuera de los lí-
mites de toda regla de guerra legal, y un atro-
pello al derecho de gentes tan reprobado por
nuestras leyes.
Estos disparos es indudable que partieron
t de la goleta Edetana de nuestra marina de guer -
ra y de algún otro buque de menor porte. Lo
I 8 LAS BARRICADAS

cierto de ello es, lo que nosotros podemos ase- *


g u r a r porque lo vimos, es que gruesos proyec-
tiles de cañón penetraron en la ciudad por la
playa de la Caleta y otros sitios, y que a l g u -
nos de ellos causaron el destrozo consiguiente,
como lo demuestra la enorme brecha abierta
en la casa de la plaza de San Antonio esquina
á la calle Tetuan, cuyo rastro aun se conserva
para acusación de los que para combatirá un pue-
blo que en nada habia estraslimitado susmedios
legales de defensa, se le trataba de esterminar.
¡Cuanto desacierto! ¡Cuanta saña!
El segundo, y mas importanteacontecimieu-
to de esta sangrienta jornada, se refiere al ata-
que dado por las fuerzas militares para tomar
á viva f u é r z a l a Casa A y u n t a m i e n t o .
Todaidea que pudiéramos consignar en nues-
tra narración para describir el heroísmo del
pueblo gaditano seria incolora. Creemos mas
imparcial, para que n o s e nos pueda nunca ta-
char de apasionados, insertar aquí el parte ofi-
cial que ha publicado la Gaceta, sin que nos pri-
vemos por eso de hacer sobre todos los aconte-
cimientos en general los comentarios que n u e s -
tra conciencia nos dicte. Decía así:
«El capitan general de Andalucía, con f e -
cha 10 del actual, ha remitido al ministerio de
la Guerra el parte que le ha dirigido el gober-
nador militar de Cádiz sobre los acontecimien-
tos de aquella plaza, que dice asi:
DE CADIZ. ] JG

«Excmo. Sr.: En cumplimiento de las ins-


trucciones que de V. E. tenia recibidas, salí de
Sevilla el dia 6 del corriente en tren expres
a las dos de la tarde con dirección á esta pl a '
za de Cádiz, á cuya bahía llegué por el Tro
cadero á las siete de la misma: á mi paso por
la ciudad del Puerto de Santa Maria, me comu-
nicaron el alcalde y el comandante militar un
parte telegráfico puesto por el Excmo. Señor
Capitán General del Departamento, en que « e
. decía concluido el movimiento popular de Cá-
diz; en su consecuencia, telegrafié á V E v
dispuse quedara en el Puerto el batallón Caza-
dores de Barcelona, que ya no juzgué necesa-
rio me acompañara, y sí conveniente su perma-
nencia en el Puerto. Informes verbales que en
el Trocadero recogí, me hicieron saber que d u -
rante el día no habia cesado el fuego en Cá-
diz, y aun me pareció oír algún disparo: tomé
allí un bote que me condujo á la fragata deguer-
ra Teiuan, surta en bahía; en el trayecto per-
cibí claramente las detonaciones de la fusile-
ría; en la fragata supe que muy lejos de haber-
se concluido el movimiento, los insurrectos ocu-
paban casi toda la poblacion y mantenían i n -
cesante'combate con las tropas; que estas eran '
muy escasas con relación á las posiciones ocu-
padas por aquellos, y que eran urgentes los
refuerzos: en su consecuencia, ordené al co-
mandante á mis órdenes, D. José Villa, fuera al
I 120 LAS BARRICADAS

Puerto con la órden para el batallón Cazadores


de Barcelona de venir inmediatamente, y l u e -
go á Sevilla con la misión que al lado de V. E.
ha desempeñado: ordenó también al comandan-
te de infantería capitan de ingenieros, D. Mi-
guel Goicoechea fuera á tierra, se informara m i -
nuciosamente del estado de las cosas y combi-
nara con el comandante de marina, y si podia
también con el gobernador militar, el desem-
barco del batallón Cazadores de Barcelona; así
lo hizo, y de regreso á bordo supe que habia .
comunicado con el teniente coronel capitan de
Ingenieros, Cerero, de la dotacion de la plaza,
por los perfiles de la izquierda del frente de tier-
ra; que este jefe le habia dicho se e n c o n t r a -
ba la guarnición y el batallón Cazadores de Ma-
drid reconcentrados en su mayor parte en los
cuarteles del frente de tierra; queocupaban tam-
bién la Puerta de Mar, la Aduana, el Parque,
los cuarteles del Campo de las Delicias, los cas-
tillos de Santa Catalina y San Sebastian; que
el general Peralta preparaba un ataque para la
mañana del dia 7, y que el desembarco de los
Cazadores debía verificarse al lado de la e s t a -
ción marchando por el terreno que esta ocupa
hasta llegar á los glasis y penetrar en la plaza
por la Puerta de Tierra, operacion que se veri-
ficó á las seis de la mañana siguiente con f e -
licidad, quedando las cinco compañías de caza-
dores y yo con ellas, unidas al resto de las tro-
DB CADIZ. - ]2]
pas á las ocho en el patio del cuartel de San-
ta Elena.
«Este cuartel era el centro, base de operacio-
nes establecido por el general Peralta que á
pesar de hallarse herido de bala en un pié con-
tinuaba ocupándose de las importantes funcio-
nes de su c.irgo; en ellas cesó á mi llegada y
tomé el mando de la plaza y su guarnición
Las posiciones que con esta ocupaba, eran las
mismas deque yo tenia conocimiento la noche
anterior: comprendí que mi base de operaciones
debía ser tal, que me proporcionara constante
comunicación con la marina, y fuerte bastante
para nuestra seguridad: elegí el mismo frente
de tierra y la Aduana como su estremo, sin pres-
cindir por ello de la conservación de los demás
puntos importantes. Las posiciones de los in-
surrectoseran también lasmismas señaladas an-
teriormente; su frente de acción, el edificio
del Ayuntamiento, reten de uno de sus ba-
tallones, y cuya sólida construcción, situa-
ción frente á de la Puerta del Mar, enclava-
do entre estrechas callejas, rodeado de eleva-
dos y sólidos edificios, hacían de él una fuerte
posicion, que, ocupada por mí, juzgué domi-
naría muy en breve la insurrección; igual im-
portancia le daba el general Peralta, y su ata-
que de aquella mañana á él iba á dirigirse: to-
das estas razones me decidieron á elegirlo yo
para punto inmediato objetivo de mis escuerzos-
16
I 122 LAS BARRICADAS

en Santa Elena combiné mi plan de ataque:


envié la artillería, protegida por alguna fuerza
de carabineros, á buscar dos piezas rayadas lar-
gas, de ocho centímetros, y ordené que con ellas,
y otras dos de montaña de ocho centímetros cor-
tas, batieran de frente desde la puerta del Mar,
el edificio del Ayuntamiento, y con preferencia
su puerta; al efecto el coronel comandante de in-
genieros de la plaza se habia proporcionado ma-
teriales, y empleando soldados del regimiento
de Gerona y carabineros, construía una b a r r i -
cada bajo el fuego enemigo desde el á n g u l o de
la calle de la Aduana á la puerta del Mar; á
su llegada también contribuyó la artillería á
su construcción.
«Dividí en Santa Elena la fuerza disponible
en dos secciones; la primera la componía el b a -
tallón de Cazadores de Barcelona, la segunda el
de Madrid, y con ambas y a l g u n a fuerza de c a -
rabineros salí de este cuartel por su poterna
interior con ambas secciones sobre el b a l u a r t e
de Santiago; atravesé la cortina que lo une al
de los Negros y descendí á la calle de la Mura-
lla, que desemboca en la plaza de San J u a n de
Dios próxima á las bóvedas de la P u e r t a del Mar;
atravesé la plaza con los Cazadores de Barcelo-
na y los hice formar en columna en la calle de
la Aduana, á cubierto allí del fuego enemigo;
Cazadores de Madrid quedó en la calle de la Mu-
ralla; las fuerzas de Gerona, posesionadas de
DB CADIZ. J23 '
algunas de las casas de la de la Aduana desde
el día anterior, protegieron estas operaciones-
ya en la calle referida, ordené á la artillería
rompiera el fuego sobre el Ayuntamiento, ope-
racion ejecutada con suma bravura bajo el fue
go enemigo y casi á descubierto, porque la
barricada en construcción se servia á barbeta-
un cañón largo de ocho centímetros y un obús de
montana hice situar bajo los mismos arcos de la
I uerta del Mar, y completamente al descubier-
to batían al enemigo: la puerta del Ayuntamien-
to no se presenta de frente á las posiciones que
yo podía ocupar y queda oculta por los pilares
del pórtico de entrada; tras un fuerte cañoneo
en la imposibilidad de romper aquella puerta y'
de abrir brecha en el edificio por la solidez de
la fabrica, determiné asaltarlo, rompiendo con
hachas sus puertas; formé la columna de a t a -
que con los Cazadores de Barcelona, 100 cara-
bineros y los gastadores de Madrid armados de
hachas, en todo 300 hombres; hice pasará re
taguardia del sitio que ocupaba Barcelona á
Cazadores de Madrid, formando con él otra se
gunda columna destinada á secundarla prime-
ra y a proteger la artillería en caso de un mal
éxito: arengué á las tropas, cesó el fuego de
canon, y me lancé á la cabeza de los carabi-
neros y Cazadores de Barcelona sobre el edificio
del Ayuntamiento; atravesé la plaza de San Juan
de Dios, bajo un nutridísimo fuego que desde
124 LAS B A R R I C A D A S

los balcones, azoteas y barricadas d é l a s boca-


calles se me hacía, llegué hasta la puerta mis-
ma del Ayuntamiento; al pié de ella cayeron
muertos ó heridos la mayor parte do los que
hasta allí avanzamos, abrasados por el fuego
del enemigo y sobre todo por el que se nos h a -
cia de una barricada, que cerraba el estremo l a -
teral derecho del pórtico; á nuestros esfuerzos
saltaron pedazos de la puerta, y por un hueco
pude distinguir una verja de hierro; barricada
detrás: la puerta no cedia; mi situación era insos-
tenible, estrellándose mis esfuerzos contra aque-
lla masa inerte; decidí retirarme á mi position
anterior y lo verifiqué con órden, llevándome
el gran número de heridos que tenia.
«Debo aquí, Excmo.Sr., hacer mención á V .
E. del denuedo y bizarría que demostraron en
esta operacion cuantos en ella tomaron parte;
y no porque el éxito feliz haya dejado de coro-
nar aquel esfuerzo, puedo omitir yo el elogio
de cuantos la llevaron á cabo. Dos compañías
de Cazadores de Madrid apoyaron mi retirada,
y siguieron sosteniendo la Puerta del Mar y la
batería, á retaguardia; en la calle de la Adua-
na, reorganicé Jas tropas que habían formado la
columna de ataque, y ordené la retirada: desti-
né losCazadores de Barcelona á reforzar la g u a r -
nición de Santa Elena, y yo me replegué con
Cazadores de Madrid, los carabineros y la a r t i -
llería, y Gerona, al edificio de la Aduana.»
DE C A D I Z . ' 125

• «El ataque infructoso dado al Ayuntamiento,


las fuertes posiciones que constituyen las c a -
sas de esta poblacion por su solidez, el hallar-
se barricadas todas las calles y el no contar yo
sino con escasos800 hombres disponibles, es-
tenuados de fatigas, faltos de municiones y de
víveres, y con gran número de oficiales muer-
tos ó heridos, me obligaron á tomar la sensible
determinación de abandonar la ofensiva y re-
plegarme á las posiciones ya dichas.
«El enemigo situó dos cañones en las barri-
cadas contiguas al edificio del Ayuntamiento,
y con ellos emprendió el fuego; primero de ba-
la, de metralla luego, sobre nuestra barricada
y la Puerta del Mar: á él contestaban con sus
carabinas los Cazadores de Madrid; fuerzas de
este mismo batallón protegían la retirada á la
Aduana, de todas las demás fuerzas, quedando
también en las casas y boca-calles sosteniendo
mis comunicaciones con la Puerta del Mar: á
Jas dos de la tarde termiuó este movimiento, y
acto seguido ordené al comandante Goicoechea
marchara á Sevilla á poner en conocimiento de
V. E. cuanto habia ocurrido y otros estremos
que al lado de V. E. ha desempeñado.
«Desde el edificio del Ayuntamiento, casas y
barricadas próximas, continuó el fuego de fusil
y de cañón hasta la noche sobre nuestra barri-
cada y Puerta del Mar; cuya posicion juzgué
comprometida, no solo por lo difícil y sangrien-
LAS BARRICADAS
to de mantener espeditas las comunicaciones,
sino también por el servicio que hubieran esta-
do obligadas á prestar mis tropas en tan esten-
sa línea: la necesidad de dar descanso al sol-
dado despues de cuarenta horas de fuego cons-
tante y de veinte y cuatro los Cazadores de Ma-
drid, y las dificultades mencionadas, me obliga-
ron, como mas conveniente,á replegarla a v a n -
zada de la Puerta del Mar, reduciéndome á con-
servar la Aduana, el baluarte de San Antonio, el
muelle y puerta de Sevilla, para tener espeditas
mis comunicaciones marítimas, conservando
también las otras posiciones de frente de tierra,
los castillos, parque y cuarteles.
«Tal es, Excmo. Sr., la relación exacta de
los acontecimientos que han tenido lugar en
esta plaza d u r a n t e el dia 7 del actual; de los
que le precedieron, así como de cuantos han
sobrevenido hasta la fecha, tendré el honor de
dar á V. E. el oportuno aviso, no haciéndolo
ahora por la premura del tiempo de que puedo
disponer. Antes de dar fin á este escrito, debo
cumplir el deber de justicia de elevar a la con-
sideración de V. E., para que así lo haga pre-
sente al Excmo. Sr. Ministro de la Guerra, el
alto ejemplo de bravura, abnegación y sufri-
miento de las tropas de mi mando; de ello es
muestra palpable las posiciones tomadas y sos-
tenidas, y las numerosas y sensibles pérdidas
en todas las clases.»
D E CADIZ. ] JG
«Dios guarde á V. E. muchos anos. Cádiz
9 de Diciembre de 1868.—Excmo. Sr.—El Ge-
neral Gobernador, Manuel de la Serna.-Excmo.
Sr. Capitan General de este distrito.»
Como se vé por el anterior relato, el Gene-
ral Lacerna, que desde este dia y por conse-
cuencia de la herida del brigadier Peralta, se
habia encargado del mando militar de esta pla-
za, se daba tácitamente por vencido y empren-
día la retirada, reduciendo su acción á la defen-
siva en los puntos que le era dable consevar y
que indudablemente conservaba, porque losgo-
luntarios de la libertad y los paisanos armados
en toda su campaña no habian hecho otra cosa
que defenderse: ni habian acometido, ni conta-
ban con elementos para ello.
Otra prueba mas es el parte oficial que aca-
bamos de insertar de que desde el principio de
esta reñida batalla, si se hubiesen empleado
medios conciliatorios, se hubiera cuando menos
evitado el derramamiento de sangre.
El dia terminó sin ningún síntoma favora-
ble que demostrara la terminación de los acon-
tecimientos.
Pero al espirar este dia tan fatal, Cádiz, va-
liéndonos de una calificación vulgar, mas que
una ciudad hermosa favorecida por las galas
de la naturaleza, parecía un cementerio.
Se habia derramado este dia mucha sangre.
Las bajas habian sido considerables, particular-
I 128 LAS BARRICADAS

mente en las fuerzas del ejército que, d e s m a -


yado, necesitaba cuando menos descanso. E s -
taba estenuado por la f a t i g a y hasta por el
hambre que ya en sus filas se dejaba sentir, y
como d u r a n t e tres dias ninguna ventaja habia
logrado obtener, la desanimación era completa.
Pero, aunque los voluntarios de la libertad
y con ellas, su gefe, el infatigable Salvochea,
ocupaban una posicion ventajosísima con r e s -
pecto á sus adversarios, ni aquellos ni este la
podían apreciar.
Temían, y con razón, la llegada de nuevos
refuerzos, les quedaba m u y poca pólvora que
quemar y esto les alarmaba sobremanera.
No podían envanecerse con su triunfo, por-
que solo efímeramente lo conocían, y en este
estado de cosas, llegó la noche del siete de Di-
ciembre.
DE CADIZ,
J129

XIV

En mucho cuidado habia hecho entrar á


todos los vecinos de la poblacion los disparos
hechos por la marina en aquella mañana.
Parecía imposible que el bizarro cuerpo á
quien en gran parte se debía el buen éxito de
la revolución de Setiembre, se prestase á des-
truir al pueblo que primero que- ningún otro
habia secundado el grito de los libres dado por
el brigadier Topete abordo de la Zaragoza.
Parecía imposible que nuestros valientes ofi-
ciales de la Armada, que en mucho número son
hijos de esta abatida ciudad, cuyas familias h a -
bitan en su suelo, cuyos hijos se hallaban es-
clavos de la voluntad del pueblo de Cádiz, se
prestasen á mandar hacer fuego s< bre sus í i o -
17
I 130 LAS BARRICADAS

gares, sobro sus familias, sobre sus padres, s o -


bres sus hijos!
Nada era desgraciadamente mas cierto.
En medio de este inesplicable fenómeno, un
hecho extraordinario contrariaba * la mal espli-
cada deterta i nación de la marina.
La tripulación de la f r a g a t a Tetuan habia
hecho sérios conatos de sublevación contra la
disposición de s u s g e f e s : estos habian tenido que
luchar mucho, lucha moral, pero respetable
para llevar la calma al espíritu de aquellos
leales marineros, y la actitud en que estos se
manifestáran habia hecho temer mucho á aque-
llos y contener no poco su propósito e x t e r m i -
nador.
Loor á los marineros de la Tetuan, hijos al
fin del pueblo, esclavizados á la ordenanza por
esa ley tiránica que se llama quintas, que se
llama matriculas de mar.
¡Cuando desaparecerán de entre nosotros esos
aborrecibles tributos, en justo desagravio de la
humanidad lastimada y en holocausto de la
autonomía del hombre!
La situación de Cádiz, era cada vez mas
horripilante. En todos los sitios de la refriega
existían cadáveres insepultos. Era imposi-
ble recojerlos sin esponerse á una muerté se-
gura.
Los que habian sucumbido de enfermedades
y accidentes naturales desde las primeras seña-
DE CADIZ. ] JG
Ies de la lucha, se hallaban en las casas, sin
poder ser conducidos á su última morada. Al-
. gunos habían sido colocados en las azoteas, hu-
yéndose de lá fetidez que su putrefacción 'oca-
sionaba.
Muchos artículos de consumo, cc*o l a car-
ne, el pescado, la verdura, etc., faltaban, y'los
establecimientos de primera necesidad empe-
zaban á cerrar sus puertas por temor á ser
atropellados por no poder abastecer á los con-
sumidores.
La miseria empezaba á pronunciarse desen-
frenadamente entre las clases proletarias; el
hambre se presentaba con síntomas alarman-
tes; la consternación era general: entre las mu-
geres no se escuchaban masque sollozos y sus-
piros...
¡Qué situación! ¡Qué cuadro!
AI oscurecer se habia fijado en todas las
barricadas una órden prohibiendo el tránsito á
los vecinos y d isponieEdo un escrupuloso r e -
conocimiento de los que se atreviesen á tran-
sitar, por temor á una traición.
Era imponente la noche; por el esceso de
gravedad que tomaban los sucesos, por la os-
curidad que reinaba, por las precauciones que
se advertían, por el terror que infundía en to-
dos los corazones la llegada del dia siguiente.
Aunque el fuego de canon habia cesado des-
de aquella tarde, el de fusilería continuaba, si
/
I 132 LAS B A R R I C A D A S

bien no tan empeñado como d u r a n t e el dia.


En la plaza de Mendez Nuñez, donde d u r a n t e
aquella mañana la lucha habia sido tenaz, esta
noche no se escuchaban los disparos.
Hablábase de haberse tomado por el cuerpo
consular resolución de interponer su media-
ción, para poner un término á este tan deplo-
rable estado.
El país entretanto seguía ignorando la v e r -
dad de lo acontecido en Cádiz, ai Gobiernotam-
bien se le extraviaba con las equivocadas n o -
ticias que de sus delegados recibía y algunos
periódicos de Madrid mentían descaradamente
para presentar ante la vista de la nación al
pueblo de Cádiz degradado y envilecido.
Al Gobierno se le daban las siguientes no-
ticias telegráficas:
«Puerto 7, á las dos y treinta minutos de la
tarde.
«El Ayudante de Marina al Ministro del r a -
mo.—El Comandante de Marina de Cádiz dijo
anoche que los revoltosos ocupaban las mis-
mas posiciones del Ayuntamiento y mauzanas
contiguas y además el Parque de Artillería:
que este fué tomado á la bayoneta por los Ca-
zadores de Madrid, y que el general se prepa-
raba para atacarlos-simultáneamente. Hoy por
la mañana con referencia á uu patron pesca-
dor que viene de bahía, se sabe que daban el
ataque y entraban nuevas tropas, siu duda seis
D E CADIZ. ] JG

compañías de Barcelona que de esta se manda-


ron. El fuego vivísimocircunscrito solo en el
estremo oriental de la poblacion. Jerez tran-
quilo, y esta ciudad y San Fernando lo mismo.»
«Sevilla 7, á las cuatro y treinta y cinco mi-
nutos de la tarde.
«El Capitan General al Ministro de la Guer-
ra.—Las últimas noticias recibidas de Cádiz son
de las siete de esta mañana, trasmitidas á es-
te Gobernador Civil por el Alcalde de San Fer-
nando, y son que á la oracion del dia de ayer,
y despues de haber entrado en Cádiz algunas
fuerzas, cesaron de oírse los .disparos, y así ha
permanecido toda \% noche hasta el ser de dia
hoy, que ha vuelto á oirse muy frecuente, y así
seguía. Del Puerto dicen á la misma autoridad
en la propia hora, que las noticias recibidas de
Cádiz eran que el fuego continuaba y la tropa
estrechaba cada vez mas á los insurrectos. En
el resto del distrito sin novedad.»
«San Fernando 7 (recibido á las cuatro y
seis minutos de la tarde).
El Alcalde de San Fernando al de Medina.—
Seguu parte del vigía de Torre-Alta, los r e -
voltosos piden parlamento en Cádiz, y habien-
do algunas horas que no se oyen disparos, creo
que el órden se halla restablecido en dicha ciu-
dad. Aquí no ocurre novedad.»
Que los revoltosos pedían parlamento se le
hacia creer al Gubiomo en el parte auterior,
I 134 LAS B A R R I C A D A S

cuando n i h a b i a t a l e s revoltosos, porquenopuede


calificarse de este modo á un pueblo entero y
á un pueblo importante que pelea por salvar su
honra (así el pueblo de Cádiz lo creia).
Que pedían parlamento. Lo cual significa-
ba para el Gobierno que habia-tales revoltosos
y que se rendían á discreción.
Y continuaba recibiendo t e l é g r a m a s cuyo
contenido era tan falso como el de los tres que
insertamos á continuación:
«Sevilla 7, á las siete y once minutos de la
mañana.
«El Gobernador Civil y Capitan General á
los Ministros de la Guerra y Gobernación.—El
Alcalde de San Fernando, en telegrama de las
cuatro y veinte minutos dice: Por el vigía de
Torre-Alta me participan á las dos y media o b -
servar banderas blancas en los edificios ocupa-
dos por los revoltosos, y de haber atracado al
muelle dos falúas de buques estranjeros con la
misma señal. El fuego cesó á las doce y m e -
diado hoy; aunque no respondemos de la e x a c -
titud de esta noticia, nos apresuramos á po-
nerla en conocimiento de V. E.»
«Sevilla 7, á las cuatro y cuarenta minutos
de la tarde.
«El Capitan General al Ministro de la Guer-
ra.—El Gefe de Barcelona me dice desde el
Puerto de Santa Maria que el fuego intenso de
canon y fusilería que se ha oido de Cádiz desde
D E CADIZ. ] JG
las siete de la mañana, ha cesado casi por com-
pleto desde las doce, oyéndose únicamente al-
guno que otro disparo.»
«Sevilla 7, á las diez y diez y ocho m i n u -
tos de la noche.
«El Gobernador al Ministro de la Goberna-
ción.—El Alcalde de San Fernando en telégra-
ma de las siete y diez minutos, me dice: H a n -
se recibido uoticias de Cádiz por mar: se sabe
que hay todavia algunos de los revoltosos e n -
castillados en algunas de las casas de la parte
de Sudoeste, y dice el señor Gobernador que
pronto queda todo terminado. Me apresuro á
. trasmitirlo, como haré con los demás que reci-
ba. Sevilla está y estará tranquila.»
Hé aquí ahora lo que, con referencia al perió-
dico La Revolution Española, publicaba La Cor-
respondencia de España.
He aquí como se estraviaba la opinion p ú -
blica:
«Las noticias que circularon anteanoche en
Madrid y que recibió el mismo Gobierno de es-
tar terminado el alboroto de Cádiz, las vemos
hoy confirmadas por el despacho y noticias de
última hora que con el epígrafe de importantísi-
mo, publica la Revolución Española de ayer
único periódico de Sevilla que recibimos hoy!
Despues ya saben nuestros lectores que ha con-
tinuado la resistencia, aunque se cree que no
haya pasado de la noche última, pero debemos
I 136 LAS BARRICADAS

trascribir l o q u e dice el periódico sevillano.


«Puerto 6 á las cinco y cincuenta y cinco
minutos.
«El General Segundo Cabo al Capitan Gene-
ral de Andalucía.
«Llegado sin novedad: según telegrama del
Capitan General del Departamento, se ban ren-
dido los insurrectos de Cádiz. Teniendo en con-
sideración esto mismo y lo quo me dice el Sr.
Alcalde y el Comandante del Amo, dejo aquí
su batallón y yo sigo mi marcha por el Troca-
dero de Cádiz.
«Noticias oficiales que hemos podido adqui-
rir, con posterioridad al telégrama que acaban
de leer nuestros l e c t o r e s , lo confirman en todas
sus partes. A la hora avanzada en que escri-
bimos estas líneas solo podemos estractar el
contenido del boletín extraordinario dado á la
imprenta por este Gobierno de provincia, en las
últimas horas de la noche.
«El origen de la sublevación en Cádiz fué
debido á que u n a parte del pueblo quiso opo-
nerse a l a salida de a l g u n a s fuerzas de la guar-
nición que se dirigía al Puerto de Santa María,
para restablecer el óriten allí alterado.
«No habiendo conseguido su objeto los amo-
tinados se posesionaron de las Casas Consisto-
riales, hospital de San Juan de Dios, así como
de las casas que d o m i n á b a n l a s calles inmedia-
tas, hostilizando desde los balcones cá las t r o -
DE CADIZ. ] JG
pas que trataban de reducirlos á la obediencia.
La lucha fué encarnizada, siendo preciso en
vista de su tenaz resistencia, hacer uso de la
artillería, que desde la muralla de la puerta del
mar, batía los edificios ocupados'por los insur-
rectos, mientras que la fragata Tetuan desde la
bahia, bombardeaba los sitios de que se ha-
bían apoderado. Esta lucha se prolongó has-
ta que á las dos del dia de ayer, el brigadier
Pazos penetró en la mencionada plaza al fren-
te de la brigada, que desde esta ciudad habia
salido para reforzar aquella guarnición. Poco
despues, los sublevados en su mayor parte, de-
ponían las armas, entregándose á discreción,
menos algunos pocos que huyeron por el cami-
no de la Isla, hostilizados en su fuga por los
fuegos de las lanchas de la Tetuan.
«Ayer al anochecer, el general Laserna, se-
gundo cabo de esta Capitanía general, llegó á
Cádiz al frente de nuevas fuerzas.
«Hasta aquí el resúmen de las noticias ofi-
ciales. Una vez mas la victoria ha quedado por
los defensores del órden, pero una vez mas tam-
bién tenemos que lamentar dolorosas escenas.
Hondamente afectados, nos abstenemos hoy de
comentar esos lamentables sucesos. Unica-
mente recomendaremos una y mil veces á los
hombres verdaderamente liberales, que pesen
las tristes consecuencias que trae la demasiada
credulidad de hermanos nuestros, que, dejándose
I 138 LAS BARRICADAS

engañar por agentes do la pérfida reacción, no


reflexionan que al obrar así, forjan los p r i m e -
ros eslabones de las nuevas cadenas que en bre-
ve oprimirán nuestras libertades, si en vez de
apoyar al gobierno, tratan, por el contrario, de
crearle cada dia nuevos conflictos, impidiendo
así que lleve á cabo la gloriosa obra de nuestra
regeneración política y social.»
No puede darse una manera mas descarada
de mentir; pero lo que causa nuestra total i n -
dignación es que se llamase al pueblo de Cá-
diz, al pueblo que peleaba al grito de: ¡Viva la
libertad! «¡Viva la República!» partidario de
la dinastía destronada por la revolución. Y sin
embargo el Centinela del Puello, periódico de la
Córte, así lo aseguraba.
«Los partidarios de la dinastía espulsada de
España por la nación (decía), que han sido los
promovedores de los desórdenes ocurridos en
Cádiz y el Puerto de Santa Maria, se han e n -
tregado á discreción á las autoridades de a q u e -
llas poblaciones, y sus gefes principales serán
castigados severamente, según nuestras noti-
cias, destinándolos á los presidios de Fernando
Poó é islas Marianas.»
Y entretanto la oficiosa y falsaria Corres-
pondencia añadía de su esteril cosecha:
«A las tres de la tarde se habian refugiado
los revoltosos de Cádiz en la catedral de aque-
lla poblacion, donde permanecían cercados por
D E CADIZ. ] JG
las tropas del ejército y por los voluntarios de
la libertad. El gefe de las fuerzas no habia
querido atacarlos para evitar efusión de sangre,
esperando que se rindieran ante de terminar eí
dia. En el resto de la poblacion Teina la mayor
tranquilidad.»
Y mientras se hacia circular este cúmulo de
inesactas noticias, el Gobierno Provisional que
desconocía por completo, ó afectaba desconocer,
las verdaderas causas-de los sucesos, obsequia-
ba pueblo gaditano con el siguiente nombra-
miento que en forma de decreto publicaba La
Gaceta:
«Atendiendo á los servicios y circunstancias
del teniente general D. Antonio Caballero y Fer-
nandez de Rodas, el Gobierno Provisional ha
tenido á hien nombrarle General en Gefe del
ejército de Andalucía.»
Entretanto el pueblo de Cádiz permanecía
firme en su puesto de honor, no vencido por
el ejército como se quería hacer creer á la na-
ción, no revuelto como se le suponía y hacia
aparecer, sino firme, sereno, tranquilo; no co-
mo el reo que espera contristado el fallo de su
severo juez, sino como el juez severo y recto
que hace imperar su justicia sobre la cabeza
del homicida.
I 140 LAS B A R R I C A D A S

XV.

Pero toda esta arrogancia, todo este c o n a -


to de triunfo que se reflejaba en la frente de
los gaditanos contrastaba de una manera triste
con la sumisión que rendian á la incontrasta-
ble razón dé la fuerza, al poderoso influjo de la
necesidad. ^
Crítica era la posicion de los voluntarios de
la libertad en esta noche.
Al amanecer del nuevo dia se iba á decidir
de su suerte. Era improrogable ya el térmi-
no de los sucesos.
El fallo terrible iba á fulminarse y este f a -
llo según lo hacían preveer las circunstancias
era poco favorable.
El Sr. Salvoctoa incansable en la lucha, i n -
DE C A D I Z . ' 141

quebrantable en su proposito, apelaba al con-


curso de los hombres mas autorizados que en
torno suyo se agrupaban.
Todos buscaban una solucion, pero la que
preveían era poco satisfactoria.
El primer rayo del sol que alumbrara al
pueblo de Cádiz el dia ocho de Diciembre, habia
de ser, al entender de todos, el rayo extermi-
nador.
Los recursos estaban agotados.
Aunque los combatientes del pueblo se maní- •
festaban impetuosos, no podia desconocerse que
en su mayoría se hallaban estenuados por las
fatigas y el cansancio de tres dias constantes de
una lucha no interrumpida.
Ninguno habia abandonado su puesto, que
habia sabido defender con un heroísmo á toda
prueba, pero aquel puesto de honor era ya in-
sostenible al dia siguiente.
El fusil de la pátria habia ensordecido y su
fragoroso eco no podría retumbar de nuevo por '
falta de combustible.
La situación era desesperada.
El ejército sabe luchar y vencer cuerpo á
cuerpo al poderoso empuje de la relumbrante
y aguda bayoneta. El pueblo solo sabe con-
servar sus posiciones: defenderlas esponiendo su
pecho al proyectil del enemigo, á quien hace
retroceder su firmeza y sus acertados disparos.
En resumen: se habia concluido la pólvora.
I 142 LAS BARRICADAS

Apenas se quemasen los últimos cartuchos en


número m u y escaso, los voluntarios no podrían
disparar un solo fusil y se verian obligados á
rendirse á discreción.
Se apelaba á todos los recursos, á todos los
medios para proveerse de los proyectiles que
faltaban, y todas las tentativas eran inútiles.
No quedaban pues recursos.
Pero este conflicto que contristaba el corazon
de los gefes, no era bastante á apagar el ani-
moso espíritu de los subordinados.
Ninguna de las anteriores noches, como la
presente, las barricadas se hallaban mas vigila-
das, ni el alerta y el quien vive de los centine-
las se habia dejado oir con mas fuerza.
No dormía él pueblo á pesar de la prolonga-
ción de la lucha. Velaba y estaba dispuesto
á pelear de nuevo.
La situación empeoraba por momentos.
La catástrofe estaba próxima.
Pero esta situación tan crítica para los vo-
luntarios de la libertad era desconocida por las
fuerzas del ejércitos.
Si en el altivo orgullo militar hubiera sido
posible abandonar el campo, al amanecer del dia
ocho, el ejército que combatía en Cádiz se h u -
biera dado por vencido desapareciendo de sus
puestos.
La llegada d é l o s refuerzos se prolongaba y
según la opinion de los gefes militares la p r o -
DE CADIZ. ' 143

secucion de la lucha era infructuosa, sin espo-


nerse á un resultado vergonzoso y fatal.
Para evitar estos males no quedaba mas que
un camino.
Triste para el ejército.
Transigir.
¡Pero transigir con el pueblo!
¡Cómo hacerlo sin deshonra!
Hemos dicho ya, que el Cuerpo consular tra-
taba de imponer su mediación, y el gefe militar
que mandaba la plaza encontró en dicho cuer-
po el pretesto honroso que necesitara para ob-
tener una suspension de hostilidades.
Durante aquella noche de terrible agonía los
Sres. Cónsules extrangeros, tuvieron una larga
entrevista con dicho gefe militar, que dió por
resultado el que mas adelante verán nuestros
lectores.
I144 LAS BARRICADAS

llr O'Otria Ir
XVI.
g CD9 • • i r ¿riaít rn

Y los primeros rayos del sol vinieron á alum-


brar el dia ocho de Diciembre, uno de los que
el pueblo español celebra en el año con mas
fausto.
Antes de llegar este dia, todos presentían
que en él habíamos de presenciar un nuevo es-
pectáculo de terror:
No podia nadie suponer que despues de un
tan empeñado combate, el iris de paz viniera
ni por un momento á tranquilizar los corazones
por t a n t o tiempo oprimidos con el dolor y la
incertidumbre.
Pero nada era mas cierto.
Como la reflexion se sobrepone las mas v e -
ces á la cólera: como el amor propio cede casi
D E CADIZ. ] JG

siempre al poderoso influjo de la razón, el ejér-


cito que ya se consideraba impotente para ven-
cer tomó la iniciativa, y en el edificio de la
Aduane, donde todo el dia anterior habia es-
tado enclavada la bandera-negra que anuncia-
ba la destrucción y la guerra, en este dia ha-
bia sido sustituida por otra blanca que pronto
demostró al pueblo de Cádiz la suspension de
las hostilidades.
¡Con cuanto júbilo recibieron todos esta señal!
Era la manera mas elocuente de consignar
ante la España entera que los voluntarios de la
libertad, el pueblo armado de Cádiz, añadía en
su corona de gloria una vez mas el laurel de
les héroes.
Nosotros tenemos la mas firme convicción de
que si el ejército hubiese contado con la menor
probabilidad, no ya diremos de triunfo, si no
de defensa, no hubiese tomado la iniciativa pa-
ra solicitar, siquiera fuese por un breve plazo,
la suspension del combate.
Aseguróse despues que esta petición fué de-
bida á l^s gestiones hechas por los Sres. Cón-
sules.
Pero lo cierto, lo seguro es, sin que nos ten-
gamos que fijar mucho en las causas que lo mo-
tiváran, es que las huestes militares pedían
parlamento al pueblo, y que el pueblo que no
habia abandonado ninguna de sus posiciones,
que continuaba como en el dia anterior, como
19
I 146 LAS BARRICADAS

en los primeros momentos en los puestos del


peligro, podia y debia llamarse vencedor.
Porque el ejército además, les habia aban-
donado el punto principal de su defensa y ataque.
La Puerta del mar y la muralla que la coro-
na se encontraban á disposición de los volunta-
rios, cuyo adversario habia emprendido la r e -
tirada, replegándose á la Casa Aduana y con-
servando solamente este edificio, los cuarteles,
parque de artillería y castillos.
Estas noticias que desde las primeras horas
de la mañana corrió de boca en boca,, fué para
los gaditanos un verdadero acontecimiento de
alegría; y si á ello se agrega el que el fuego
habia cesado casi por completo en todos los pun-
tos, débese comprender que si el dia ocho de
Diciembre, dia de la Inmaculada Concepción,
Patrona de España, es en el año uno de los que
mas celebran los hijos de este libre pais, en el
presente año, Cádiz, todos sus hijos sin distin-
ción de clases ni matices políticos, debían s a -
ludarlo con toda la efusión de su alma.
La bandera blanca, ó sea de parlamento, que
ondeaba en la torre de la Aduana era m u y elo-
\ cuente.
Ella decia á la nación entera, á todos los
pueblos libres, que al grito de la libertad l a n -
zado.por la humanidad, las bayonetas de la t i -
ranía se estrellan en la coraza de los valientes
y honrados liberales.
D E CADIZ. ' 147

Ella decia con voz elocuente que contra la


razón se estrella la fuerza.
Ella decia por último, que el impremedita-
do y poco' elocuente bando del Sr. Peralta ha-
bia sido hecho pedazos. 11
Hecho pedazos quedarán siempre en España
todos los alardes de fuerza que se empleen pa-
ra destruir la libertad proclamada en Setiembre
y sellada con la sangre española en los campos
de Alcolea.
Pero ¿el pueblo gaditano con sus volunta-
rios de la libertad, se hallaban en el caso de
aceptar la paz iniciada por el ejército contrario?
Si tenemos en cuenta las leyes de la guer-
ra, no vacilaremos en contestar afirmativamen-
te. Deber es de todo adversario leal.
Pero se nos ocurre una pregunta: ¿á ser los
voluntarios los que abrumados bajo el peso de
una lucha para ellos insostenible, .los que h u -
biesen solicitado la suspension, á su llamamien-
to se hubiera contestado generosamente por el
ejército?
Los voluntarios de la libertad, y por ellos el
Sr. Salvochea, aceptaron el parlamento.
Señal espresiva de este generoso comporta-
miento fué el repique general de campanas que
atronaba el espácio con sus alegres cuanto
bulliciosos ecos á las nueve de la mañaaa de
dicho dia.
El terror se habia trocado en tranquilidad,
I 148 LAS BARRICADAS

la tormenta en calma.
La alegría, siquiera fuese efímera y pasage
ra, se habia infiltrado en todos los corazones.
Solo lloraban las madres que habian perdi
sus hijos: los hijos que habian perdido á s
padres, la esposa que habia perdido á su espo
so; todos los que en fin, echaban de menos á
su lado algún objeto querido, víctima del d e -
sastrozo drama ocurrido en los tres dias memo-
rables.
Todavía esta mañana tuvimos que lamen-
tar algunas desgracias.
Una inocente joven fué inmolada en la calle
del Hércules al rigor de un proyectil enemigo.
Apenas la desgraciada contaba diez y seis años,
cuando impunemente é indefensa el plomo de
la g u e r r a le arrebatara la vida.
La voz general circulaba por todas partes,
en todos los sitios la tranquilizadora especie
de que entre las partes beligerantes, y por la
mediación de los Cónsules, se contratabaun a r -
misticio, con seguridad probable de un lisonge-
ro resultado.
El vecindario en masa se lanzó a las calles,
ávido de noticias, no t a n t o del pasado, como
para el porvenir.
En medio de esta natural alegría, el aspec-
to de.la ciudad era horrible. Su estado deplo-
rable.
Veamos.
DE CADIZ, J149

Lo primero que se presentaba á nuestra vis-


ta era un número considerable de camillas que
recorrían las calles para conducir los heridos y
muertos que en el último dia y aunen el ante-
rior habían tenido que permauecer tendidos so-
bre el pavimento, espuestos á la intemperie, al
rigor de los abrasadores rayos del sol y hasta
á la befa de los desalmados.
Instantáneamente los hospitales se llenaron
de heridos, que asistían con un interés y pro-
ligidad esmerada, los tres profesores de los es-
tablecimientos y aun muchos que voluntaria-
mente se habían agregado con el fin de prestar
sus eficaces y bienhechores auxilios á la hu-
manidad doliente.
También se recojian los cadáveres que en
¿nuchas casas permanecían insepultos y de que
ya hicimos mención anteriormente.
El cuadro no podia ser mas elocuente.
¡Cuántas .escenas de horror!
A pesar del natural espanto que causaba es-
te desolador espectáculo, no sabemos si este
era el mas horripilante que se presentaba á
nuestra vista, ó el desastrozo aspecto de mu-
chos edificios.
Saltando barricadas, transitando por multi-
tud de calles, donde nuestros pies interrumpían
su natural marcha para salvar los escombros,
vivos fragmentos de la demolición, llegamos á
la plaza de San Juan de Dios.
150 LAS BARRICADAS

jQué panorama!
Los que tenemos la g a l a , que tal debe l l a -
marse y ahora mas que nunca, de haber visto
la primera luz en esta ciudad, hoy t a n m a l -
tratada, al llegar á la plaza aotes nombrada, iro
podíamos por menos, al contemplarla, que dejar
rodar por nuestras mejillas una lágrima de
tristeza y desconsuelo.
Quien conozca la alegría de este precioso s i -
tio, siempre animado por la m u l t i t u d que de
continuo se a g r u p a en estos lugares, siempre
risueño, por el risueño aspecto que le imprimen
sus blanqueados edificios de una elevación g i -
g a n t e y le contemplara en este dia, no podría
por menos de retroceder espantado de terror y
conmovido de sentimiento, al observar el aso-
lador estado en que todo se hallaba.
Charcos de sangre por doquier.
Una atmósfera fétida, espesa, condensada por
los humeantes despojos de los efectos combus-
tibles que a n t e s sirvieran de barricada al e j é r -
cito.
Fétida y r e p u g n a n t e , porque á j u z g a r por
los efectos que producía en nuestro olfato, por la
calentura que f a t i g a b a nuestra imaginación,
entre aquellos restos que ardían sin piedad, y
de cuyo alrededor retrocedían aterrados todos
los transeúntes, parecíanos ver arder los d e s -
pojos de a l g ú n humano cuerpo sacrificado al ri-
gor de las llamas para ocultarlo mas l i g e r a m e u -
DE CADIZ. ] JG
te á la vista del espectador: parecíanos percibir
el nauseabundo hedor de la carne quemada, de
los huesos caldeados: parecíanos en nuestra ilu-
soria óptica ver un monton de cadáveres consu-
midos por las llamas.
Los árboles que adornáran la mayor parte de
la alegre plaza, habian sido talados por los pro-
yectiles del combate, y yacían tendidos en tier-
ra, como mudos testigos de las horrorosas esce-
nas que pocas horas antes habian tenido lugar
en aquel sitio.
Las fachadas de todas las easas se encontra-
ban agujereadas en forma virolenta: todos los
cristales de'los balcones y ventanas rotos.
Los puestos del pequeño mercado que cir-
cundan la renombrada plaza, arruinados y des-
truidos.
Todas las paredes, antes blancas y relucien-
tes cual el alabastro, ahora ennegrecidas por el
humo salitrozode la pólvora quemada.
Nada sin embargo era comparable al esta-
do en que se hallaba el precioso edificio que cons-
tituye el llamado Ayuntamiento, la Casa del
pueblo, donde principalmente se habia ensañado
la cólera de las fuerzas militares, como pun-
to mejor y mas fuertemente defendido por los
voluntarios de la libertad.
La fachada conservaba su forma, pero ha-
bia perdido su aspecto. Cada espacio era la
hendidura de una bala. De trecho en trecho,
152 LAS BARRICADAS

pero á m u y corta distancia, se notaban los ras-


tros de la metralla en el destrozo de las pare»
des, comizas, columnas y balaustradas. De es-
tas, la que forma el gran balcón, se encontraba
completamente destruida. El trasparente reloj
que conserva el edificio en la cúpula, también
habia padecido detrimento y por consiguiente,
toda la losa, minutero y horario completamen-
te inutilizados. La puerta principal se h a l l a -
ba agujereada por algún casco de metralla ó
bala raza y aun por algunos hachazos que en
el dia'anterior habia recibido en el ataque d a -
do por las h u e s t e s militares y que hemos des-
crito anteriormente.
Pero el estado de este edificio no impedia
sin embargo que en su torre mas alta ondeara
flamante y como orgullosa de su altura y del
triunfo que simbolizaba la bandera republicana.
Isrual bandera habia sido colocada en la m u -
ralla, frente al muelle, desde el momento en
que los voluntarios de la libertad se habian po-
sesionado de este punto importante, por la re-
tirada de las fuerzas militares.
El mismo aspecto de la Casa A y u n t a m i e n t o
presentaba la fachada del Hospital de San Juan
de Dios.
Por mas que sobre sus azoteas habia sido
colocada desde los primeros momentos de la lu-
cha la bandera de paz y caridad, según se acos-
t u m b r a en casos de guerra, el edificio no ha-
DE CADIZ. 153
bia sido respetado.
Pero si las fuerzas militares le habían lanzado
sus proyectiles demoledores, sin respeto á la
clase de moradores que en él se albergaban, los
voluntarios de la libertad, en desagravio, se
aprovechaban de los primeros momentos de sus-
pension de hostilidades, para estampar en la pa-
red mas desembarazada de balcones y lumbre-
ras, una significativa inscripción que decia:
Plaza de la República.
Necesitaríamos un espácio con que no con-
tamos, porque no queremos salimos de los lí-
mites de una ligera reseña, para pintar con to-
dos sus detalles y coloridos, edificio por edifi-
cio, casa por casa de los ametrallados y lasti-
mados por consecuencia de estos sucesos.
Baste decir que todo, era escombros, crista-
les rotos, puertas sacadas de quicio y calles en-
sangrentadas.
Este era el aspecto que presentaba la famo-
sa Cádiz, al suspenderse las hostilidades el dia
ocho de Diciembre.

20
I 134 LAS BARRICADAS

XVII.

Si al visitar la ciudad en aquellos momen-


tos, llamaba nuestra atención de una manera
ostensible el deplorable estado que presentaban
los edificios, aun mas nos conmovía al asomar-
nos á la plaza de San Juan de Dios y al visi-
t a r el muelle, la aglomeración de gente que con
una precipitación, en nuestro concepto mal j u s -
tificaba, acudía á aquellos sitios, buscando asien-
to en cualesquiera de los buques anclados en la
bahia ó que se bailaban próximos á darse á la
vela para los puertos y poblaciones inmediatas.
Este tropel de personas se componía en su
totalidad de todas las clases, edades y séxos
de nuestro vecindario.
A j u z g a r por aquellos síntomas de una emi-
DE CADIZ. ] JG

gracion tail exagerada, Cádiz, despues de al-


gunas horas, solo seria comparable á un desier-
to del Africa.
Y decimos que llamaba nuestra atención,
porque no podemos esplicarnos el móvil que
impulsaba á aquel-la muchedumbre á abandonar
la poblacion despues de haber cesado las esce-
nas de horror, que todas las probabilidades h a -
cían presentir que no se repetirían de nuevo.
Tal era el criterio de los hombres mas pen-
sadores, y tal debia ser.
Hay cosas en la vida que no pueden repetir-
se y los acontecimientos de Cádiz se hallan en
"este caso.
Por eso no nos esplicarnos esta emigración.
Pero todos corrían á embarcarse, y entre
tanto se hacían circular algunas absurdas es-
pecies que eran las que alarmaban al vecin-
dario.
Decíase principalmente que el armisticio que
se proyectaba era solo un ardid para dar tiem-
po á la llegada de gruesos refuerzos militares,
para combinar un ataque simultáneo por mar
y tierra que, despedazando la ciudad, diese de-
finitivamente el triunfo á los sostenedores del
bando del Sr. Peralta.
Y que algo habia de ello es innegable, por
que es innegable que las hostilidades no se hu-
biesen suspendido á haber llegado esos refuerzos
que mas tarde entraron en esta ciudad.
I 156 LAS BARRICADAS
Pero de todo ello lo cierto es, que la pobla-
cion empezó á quedarse desierta, lo cual era un
nuevo conflicto para los voluntarios de la liber-
tad, y un absurdo autorizado por estos, que, so-
lo se esplica, si se tiene en cuenta la nobleza
de un pueblo, que cuando se lanza al combate,
solo se inspira en la generosidad de su cora-
zon y su entusiasmo por la causa que d e f i e ^ -
Entretanto que la poblacion amenguab
-t su vecindario, el Sr. Salvochea con otros i
*-viduos de la Milicia y del comité republicano,
á invitación de los Sres. Cónsules, conferencia-
ban con el Sr. Laserna, Comandante general de
la Provincia, y otros gefes militares.
También en el Casino de la Plaza de San
Antonio se reunían g r a n número de vecinos,
invitados al efecto por algunos Sres. Sócios,
discutiéndose y acordándose el nombramiento
de una comision, que, pasando á conferenciar
con los gefes de ambas partes beligerantes, pi-
diese la terminación de los sucesos, cooperando
para que las bases de este término fuesen tan
conciliatorias como honrosas para todos..
No cesaban empero los preparativos de
guerra.
Durante el dia se fortificaban mas las bar-
ricadas y se construían otras nuevas por los vo-
luntarios y el pueblo; el ejército se atrincheraba
y preparaba con mas seguridades en sus puestos
y todo demostraba que en el caso de un nuevo
D E CADIZ. ] JG

combate, este seria mas sanguinario y terrible '


que el anterior.
Entretanto que los acontecimientos de este
dia seguían su curso, veamos los partes que el
mismo dia las autoridades hacían llegar al Go-
bierno, en su incesante afan (así lo parece), de
extraviar la opinion y que el país acusara á los
gaditanos indevidamente.
«Sevilla, 8 de Diciembre, á las cuatro y quin-
ce minutos de la mañana.
«El Gobernador Civil al Ministro de la Go-
bernación.—El Alcalde de San Fernando, en
telégrama de la una y cuatro minutos, me di-
ce: Nada nuevo ocurre desde mi último par-
te. Cádiz, á lo que se vé y oye, parece estar
tranquilo. Gonzalez de la Vega está encarga-
do del Gobierno Civil. Avisaré cuando se res-
tablezca la línea. Por mi parte añado, que
Sevilla continúa tranquila, merced á los es-
fuerzos y patriótica cooperacion de todos los
partidos, incluso el republicano.»
En el anterior parte nada encontramos de
notable.
Lo único que llama nuestra atención es la
noticia de que el Sr. Gonzalez de la Vega se
hallaba encargado del mando de la Provincia:
parecía como que con esto se trataba de tran-
quilizar al Gobierno.
¡La Provincia de Cádiz mandada por Gonza-
lez de la Vega, se habia salvado!
I 158 LAS BARRICADAS
«San Fernando 8, á las dos y treinta m i n u -
tos de la t a r d e .
«El Alcalde al Ministro de la Gobernación.—
Se cree que el movimiento sea reaccionario con
el nombre y elemento republicano, á j u z g a r
por el dinero que corre.»
¡No puede darse mayor descaro!
El Alcalde de San Fernando, con cuya amis-
tad por cierto nos honramos, suponía que el
movimiento de Cádiz era reaccionario, que el
oro se derramaba á manos llenas; y esto lo ase-
guraba á las dos y t r e i n t a minutos de la tarde
del dia ocho, en cuyo dia, desde las primeras
horas, no habia obstáculo para penetrar en Cá-
diz é informarse de la verdad de lo ocurrido,
verdad que se hallaba palpable para todos y que
estaba muy lejos de eulazarse con la reacción,
á quien los aduladores del monarquismo echan
ahora la culpa de todos sus desaciertos.
El Alcalde de San Fernando, que es una per-
sona m u y sensata, debia haber meditado mas
sus palabras para no esponerse á nuestra seve-
ra cuanto sensible censura.
Nosotros á fuer de imparciales, no podemos*
por menos de decirle que con el parte anterior
engañaba, aunque no aseguraremos que m a l i -
ciosamente, al Gobierno y al pais.
«Puerto 8,' á las cuatro y diez minutos de
la tarde.
«El primer jefe del segundo batallón del pri-
DE CADIZ. ' 159
mero de línea al Presidente del Consejo de Mi-
nistros y Ministro de la Guerra.—Se compone
la vía. El Gobernador acaba de marchar con
el coronel Pavía al Trocadero. Se transita li-
bremente por el muelle y Puerta del Mar: los
insurrectos circunscriptos en las posiciones del
Ayuntamiento y casas contiguas, con barrica-
das en la plaza. Incendio en la casilla de cara-
bineros del muelle. Se opina que el parlamen-
to será para intimar la rendición á los suble-
vados. Estos parece recurrieron ayer á soltar
Jos presos. Continúa en estos contornos la
tranquilidad.»
Equivocada era también la version de este
parte, como puede verse por el relato de nues-
tra obra, pero mas equivocada, maliciosa y
ofensiva para los gaditanos era la última hora
publicada en La Iberia, periódico ministerial.
Decia así:
«La insurrección está agotando sus últimos
recursos, y apela á toda clase de medidas.
«Habian pedido un armisticio los insurrec-
tos, (1) por lo cual en todo el dia de ayer no
hubo fuego. La poblacion estabamuy amedran-
tada ante el hecho criminoso de haber dado li-
bertad á todos los presos de la cárcel y los con-

(1) El armisticio no habia sido pedido por los llamados


insurrectos. La bandera de parlamento apareció como deja-
mos dicho en el edificio de la Aduana que ocupaban las tropas.
I 160 LAS BARRICADAS
~t finados en aquel presidio. (1) Figuran también
entre los sublevados una parte de los que f o r -
maban la guardia rural, (2) que se habia d i -
suelto.
«Se presume con mucho fundamento, así por
los antecedentes de algunos sublevados, como
por el mucho dinero que allí circula, que todo es
obra de la reacción, valiéndose del elemento
llamado republicano (3).
Según las últimas noticias, 0 está al frente de
la sublevación un sastre llamado Junco, (4) y los
amotinados continúan circunscriptos al Ayunta-;
miento y casas contiguas que forman la plaza
á que dá entrada la p u e r t a del Mar, y que cons-
t i t u y e n una posicion de difícil acceso, dada la
topografía de Cádiz. Cuanto mas pensamos en
lo que ha sucedido, nuestra indignación es m a -
yor. Dícese que principió la lucha haciéndose x
una descarga por la espalda, (5) sin que prece-
diera aviso alguno, y de la cual resultaron bas-

(1) Es inesacto: loa confinados, justo es decirlo, no dieron


con sus actos motivo alguno para amedrentar ai vecindario.
(2) Ni uno solo.
(3) Ya hemos consignado anteriormente que la reacción
no figuraba para nada en los sucesos de esta ciudad. Los ga-
ditanos peleaban en defensa de la libertad que habian visto ar-
rebatársele en el bando del Sr. Peralta.
(4) El Sr. Junco desde los primeros momentos se hallaba
detenido por la fuerza militar.
(o) Esta suposición es tan calumniosa que indignará, de
seguro, á cuantos la leyeren. El pueblo español ni es cobarde,
ni traisionero.
DE CADIZ. 161

tantes muertos y heridos.


«Casi de la propia manera fué herido el gene-
ral Peralta, que paseaba las calles con algunos
ginetes antes de que se rompieran las hostili-
dades. (1)
«No alcanzan á mas las noticias que hemos
podido recoger, y la hora es avanzadísima: son
las tres de la noche.»
La verdad de lo acontecido es cuanto va-
mos consignando, y como la verdad es una so-
la, quizás antes de dará luz estas líneas, ya se
hallará justificada por hechos tan palpables que
no quede género de duda.
Toda aquella mañana fué invertida en las
conferencias que dejamos indicadas, que tuvie-
ron feliz término á las seis y media de la tarde,
dando por resultado un armisticio de cuarenta
y ocho horas, contado desde aquella, para dar-
se lugar entretanto á un arreglo honroso que
diese por terminados los acontecimientos.
Las precauciones continuaron por aquella
noche: muchos curiosos transitaban por las
calles visitando las barricadas y ningún acci-
dente desagradable vino á turbar en todo aquel
dia la calma, que, siquiera fuese aparente, ha-
bia venido á pacificar al vecindario.

(1) También es inesacto. Peralta no paseaLa las callea


cuando fué herido. Las tropas no pudieron pasear las calles un
solo momento.
20
I 162 LAS BARRICADAS

XVIII.

Nosotros también hacíamos nuestras inves-


tigaciones, tomábamos nuestros apuntes y p u -
dimos notar que el dia ocho, el número de bar-
ricadas era mayor: que se bábian colocado en
algunas, nuevas piezas de artillería, y q u e r i e n -
do dar una idea exacta del aspecto de la c i u -
dad, en su actitud guerrera, vamos á proceder
á la relación de todo ello.

N ú m e r o de b a r r i c a d a s y c a l l e s e n que s e
encontraban.
1 Calle de Santo Domingo.
4 « Botica.
1 « Mirador.
2 « Público.
DE CADIZ, J63
1 Calle de la Higuera.
4 « Sopranis.
5 « San Marcos.
5 « Merced.
2 « Calle de San Juan de Dios.
3 « Plaza de id. id. (Una del ejército, des-
truida.)
3 « Espaldas del Ayuntamiento. '
2 « Calle del Sagrario.
1 « Salazar.
2 « Flamencos.
1 « Alonso el Sábio.
8 « San Francisco y laterales.
1 « Flores.
1 « Cristóbal Colon.
5 « Rosario y plaza de San Agustiu.
4 « Marina.
1 « Puerto.
1 « Norte.
I « Gamonales.
1 « Ahumada.
1 « Isabel la Católica.
1 « Calvario.
2 « Linares.
1 « San Juan.
1 « Escuelas.
3 « Puerto Chico.
2 « Garaicoechea.
3 « Compañía.
2 « Empedrador.
164 LAS BARRICADAS

1 Calle (le la Cruz.


3 « Pasquín, con foso.
2 « San Vicente.
2 « Capuchinos, con foso.
7 « Amargura.
2 « Carmen.
1 « Bulas.
1 « Herrador.
2 « Ancha.
3 « Zanja.
6 « Rosa.
3 « San José.
2 « Puerto.
5 « Torre.
2 « Encarnación.
2 « Virgili.
2 « Aire.
2 « Marzal.
2 « Bomba.
4 « Oleo.
1 « Cruz de la Verdad.
3 « Enrique de las Marinas.
3 « Molino.
2 « Bendición de l)ios.
3 « Veedor.
1 Plata.
1 « Viudas.
5 « Zanja.
2 Hospital.
3 « Consolacion.
DB CADIZ. ' 165
1 Calle de San Rafael.
3 « Sacramento.
1 « Patrocinio.
2 « Trinidad.
1 « Belen.
2 « Santa Elena.
3 « Angel .(Viña).
3 « Jesus, Maria y José.
3 « San Félix.
2 « San Francisco do Paula.
2 a Caridad.
2 « San Joaquin.
Forman un total de ciento ochenta y cinco;
sin que hayamos anotado algunas poco impor-
tantes.

Piezas de artillería y barricadas en que


fueron colocadas.
4 « Plaza de San Juan de Dios, dos á de-
recha y dos á izquierda del Ayunta-
miento, dando frente á la Puerta del
Mar.
1 « Calle de Santo Domingo, dándolo á
la muralla.
1 « Calle de Santa Maria, con frente al
cuartel de Santa Elena.
) « Calle del Sagrario, su frente al cam-
po del Sur.
1 « Puerto Chico, frente al mismo campo
y muralla.
166 LAS BARRICADAS

1 Cuatro esquinas de las calles de la Bom-


ba y Navas, dando frente al Parque de
Artillería.
Todas de grueso calibre, montadas sobre
cureñas de hierro y con cuantos accesorios
marca el arma de Artillería para emprender
una campaña.
DE CADIZ,
J67

XIX.

EI armisticio pactado y al que se dió de


plazo cuarenta y ocho horas contadas des-
de las seis de la tarde del dia ocho, tenia por
objeto dar lugar á las conferencias necesa-
rias, con la detención debida, para tratar de un
arreglo conciliatorio entre las partes beligeran-
tes, que pusiese término á aquella situación
anómala y desesperada.
Los voluntarios de la libertad veian en las ta-
les conferencias el triunfo de sus aspiraciones,
aspiraciones por cierto limitadas en lo que ca-
be para los que, tácitamente hasta ahora, eran
dueños de la victoria, y estaban en el caso, no
de aceptar, sino de imponer condiciones.
Mas reflexivos nosotros y menos apasiona-
I 168 LAS BARRICADAS

dos, no mirábamos el asunto bajo las mismas


fases. Sería desconfianza la que abrigábamos
en aquellos momentos, pero los hechos vinie-
ron mas tarde á convertir aquella desconfianza
en realidad.
No era concebible que el ejército transigie-
se con el pueblo, y aquella tregua no tenia otro
objeto por parte de la fuerza militar que dar
tiempo á reponerse de su derrota y esperar la
llegada de Caballero de Rodas, general que se
ha hecho tristemente notable desde los acon-
tecimientos de Cádiz, que ya se aproximaba á
esta capital con un ejército de mas de diez mil
hombres y un tren de batir con ocho piezas de
artillería.
Ni como habia de tener lugar una t r a n s a -
cion.
El Gobierno provisional que, por su parte,
ó ignoraba, ó pretestaba ignorar el verdadero
origen de lo acaecido, que tenia los aconteci-
mientos de Cádiz por una colision armada con-
tra el principio de autoridad y hasta contra
las instituciones liberales aceptadas por la r e -
volución, por mas que en su conciencia pensa-
se de otro modo, no podia tolerar ningún a r -
reglo que no fuese otro que la rendición incon-
dicional de los que él llamaba sublevados de
Cádiz.
Pero los voluntarios, y con ellos su gefe Sal-
vochea, que pensaban dentro de la verdad y de
DE CADIZ. ] JG
la justicia alimentaban la efímera ilusión de
que un convenio honroso dejaría en su lugar al
pueblo de Cádiz, en cuyo nombre solo pedia vol-
viesen las cosas al ser y estado en que se h a -
llaban antes de la publicación del bando del
Sr. Peralta.
No era mucho exigir, dada la actitud favo-
rable del pueblo respecto á la palpable derro-
ta del ejército.
Las conferencias habian de tener efecto al
siguiente dia nueve, dedicando la noche del
ocho para el descanso de militares y volunta-
rios, que natural y preciso era ya que descan-
sasen los que por espacio de tres días no habian
hecho otra cosa que batirse.
Entretanto, se habia dejado libertad para
transitar por las calles, algunos establecimien-
tos habian abiertos sus puertas y la poblacion
empezaba á tomar un aspecto menos imponen-
te que el que hasta aquí habia tenido.
Solo quedaron en las barricadas los retenes
necesarios para su vigilancia, y aquella noche
pasó sin incidente alguno digno de reseñar.
Ya el dia habia dado ocasion á los obser-
vadores para averiguar punto por punto todos
los accidentes ocurridos durante los tres días
del fuego, y aunque los datos publicados y par-
tes oficiales dejan mucha duda respecto ála ver-
dad de las bajas ocurridas, tanto en el ejército
como en las fuerzas populares, nosotros que vi-
I 170 LAS BARRICADAS

sitamos los hospitales, y hasta el cementerio


de Extramuros, podemos consignar sin temor de
equivocarnos que pasaban de trescientas c i n -
cuenta las de la clase de tropa, y de ciento cin-
cuenta las de los paisanos, calculándose en la
tercera parte el número de muertos en uno y
otro bando relativamente. •
Hay quien supone que se hicieron enterra-
mientos y hasta se sacrificaron á las llamas al-
gunos cadáveres, que el ejército como incomu-
nicado con el cementerio rural no pudo darles
e n . é l sepultura, pero esta especie que corrió
m u y autorizada, nosotros nos limitamos sola-
mente á consignarla, sin comentario alguno.
El dia nueve tuvieron efecto las conferen-
cias anunciadas, que dieron por resultado el que
ya nos anticipamos á enunciar al principio de
este capítulo. Se reducían á dejar sin efecto el
histórico bando, continuando la organización de
• la milicia ciudadana bajo las bases estipuladas
en el decreto v i g e n t e , conviniéndose además,
pero sin que esto fuera condicion del tratado,
que la guarnición de la plaza, fuese relevada,
con el plausible fin de amortiguar los ódios.
Las bases del arreglo, autorizadas con las fir-
mas del Sr. Laserna, comandante general de la
Provincia, por el Sr. Salvochea, gefe de los v o -
luntarios de la libertad, algunos otros Sres. G e -
fes militares é individuos del Comité Republi-
cano, y por último, por algunos Sres. Cónsules,
DE CADIZ. ] JG
fueron remitidas inmediatamente á la aproba-
ción del Excmo. Sr.Capitan General del distrito. '
Al mismo tiempo se acordó que una comi-
sión del vecindario de Cádiz pasase inmediata-
mente á la corte á conferenciar con el Gobierno,
con el fin de que éste, informado con veracidad
de todas las ocurrencias y su origen, cooperase
con su benéfico poder á una solucion concilia-
dora y pacífica.
Para esta coinision fueron nombrados los
Sres. D. Eduardo Benot, individuo del Comité
Republicano, y D. Pedro Rudolpcb, cónsulde01-
demburgo, cuyos Sres. aceptaron tau delica-
do encargo y se dispusieron á desempeñarlo sin
pérdida de momento. +-
Los directores de los periódicos también con-
sultaron y se pusieron de acuerdo con la a u -
toridad militar sobre sí les seria lícita la pu-
blicación de los suyos respectivos, prohibida
en el bando de Peralta, y obteniendo una re-
solución satisfactoria, se aprestaron á contiuuar
sus respectivas publicaciones, como en efecto
tuvo lugaral dia siguiente.
El Sr. Laserna, al consentir en este acto, para \
nosotros de justicia, no hacia otra cosa que de- ,9
rogar en una de sus partes mas importantes el
odioso bando de su antecesor.
El Sr. Peralta moral, tácitamente en todo, y
espresa en la parte relativa á la prensa, había
sido vencido, derrotado.

*
I 172 LAS BARRICADAS

Pero en tanto que la autoridad militar de


Cádiz comprendía la razón del pueblo y lo con-
signaba así por medio de sus actos, otras a u -
toridades, el Gobierno mismo y la prensa de
Madrid y provincias, equivocada y fascinada en
sus apreciaciones, seguía lanzando sus dardos
contra el heróico pueblo, siempre sostenedor de
las libertades pátrias, y esta vez á costa de su
sangre y hasta de haber sido apostrofado como
rebelde y hasta como traidor.
Ofrecen g r a n curiosidad las noticias equivo-
cadas que publicaba la prensa de Madrid, y por
eso vamos á consignar las del dia nueve, en que
se vé que, hasta algunos de los periódicos, mas
tardes partidarios decididos de los voluntarios
y el pueblo de Cádiz, estaban equivocados en
sus apreciaciones. Hé aquí las de mayor i n -
terés:
«Hemos sabido que la insurrección empezó
á los gritos de viva la república, y ahora pare-
ce que se roba en Cárdenas, se rompen losalam-
bres del telégrafo y las vías férreas, dando v i -
vas á Isabel ti.»— Iberia.
«Las cartas de Andalucía suponen que los
insurrectos, aumentados con 700 presidiarios,
ascienden á unos 2000 y pico de hombres. N a -
da se sabe con exactitud de la bandera que
han levantado, pero se cree que además de
Junco debe estar al frente de la rebelión algún
militar inteligente, pues así se deduce de la
DE C A D I Z . ] JG

defensa.»—Epoca.
«¡Imponer á tiros una forma dada de go-
bierno cuando están espéditos todos los caminos
para hacerla triunfar, si es la mejor, por medio
de la opinion pública! Esto no se ha visto en
ningún país del inundo. Semejante espectá-
culo no le dió la Grecia en sus épocas mas tur-
bulentas, ni le dieron las repúblicas italianas
de la Edad Media, ni le dieron los concejos re-
publicanos de la Flaudes, ni le ha dado ningún
país democrático en el último ni en el presen-
te siglo. ¡Oh, qué demencia! ¡Oh, qué ingra-
titud! ¡Oh, qué dias de gloria para la reacción
y qué dias de luto para la libertad! Somos
republicanos: pero si habíais de proporcionar-
nos así vuestra república, nos saldríamos de
ella mas apresuradamente que de un estado so-
metido á la tiranía de un Nabis, de un Olive-
roto de Fermo, de un Rosas ó de un emperador
Soulouque.»—Pucllo.
«Criticábase anoche que el Gobierno provi-
sional hubiese accedido á las proposiciones de
armisticio en Cádiz, y á la verdad que quienes
esto sostienen, desconocen por completo las
costumbres y las reglas del derecho público
europeo.
«Sensible es, en efecto, que se deje descan-
sar cuarenta y ocho horas á unos insurrectos
que no merecen consideración alguna; pero no
es posible otra cosa sise ha de guardar para
184
LAS BARRICADAS
con las naciones estranjeras las deferencias y
justicia que en caso análogo hubiéramos d e -
mandado para nosotros. Hoy por hoy, es nece-
sario para batir á los insurrectos, caso de que
estos no ceseD en su demanda, como anoche se
indicaba, ejecutar operaciones en g r a n d e esca-
la, y estas podrían producir en súbditos e s t r a n -
jeros ó en sus intereses, perjuicios que no es
equitativo tanto los r e p e -
timos, ha Smu mcuma nucida y plenamente
justificada la concesion de un armisticio, que
no supone ni debilidad ni falta de medios para
hacer t r i u n f a r la causa de la libertad, que hoy
es la del Gobierno provisional.»—Reforma.
«Allí se sospecha y aun casi se tiene por
cosa cierta que manda uno de los generales de
aquella desatentada ex-reina que llamó al país
á la guerra civil antes que humillarse ante la
sentencia providencial á que su pueblo la con-
denara. Aprovechándose de la ligereza de al-
gunos republicanos, y habiendo distraído la
guarnición con motines provocados en la pro-
vincia, cuando ésta habia quedado reducida á
m u y escaso número de hombres, la lanzó á la
insurrección, tenieudo por auxiliares á un e x -
jefe de la guardia rural, pariente del duque de
Valencia.» —Nación.
«Al frente de ésta se halla un tal Junco,
sastre de profesion, ayer progresista, hoy re-
publicano, que ha dado la voz de viva la r e p ú -
i
DE CADIZ. ]75
blicay hécbose proclamar presidente de ella.
En una proclama que circula en Cádiz se dice
que Pierrad, Orense y Castelar son unos pobres
hombres, transigentes, débiles é incapaces de
ponerse al frente de la república-federal-ibérica
y que por eso se ha aclamado para la presiden-
cia al ciudadano Junco.»—Política.
«No es ya un secreto para nadie que los re-
voltosos de Andalucía han sido pagados por
uno de los principales banqueros de Bayona á
favor del cual las gentes del pabellón Roh'an
habían librado gruesas sumas. Tampoco se
ignora que militares afectos á la situación cai-
Ua, apoyándose en el elemento republicano, han
preparado el movimiento de los perturbadores,
organizándolos v distribuyéndolos en diversos
puntos, con instrucciones detalladas y preci-
• sus.»—Diario Español.
«Los elementos Borbónicos que existían en
Cádiz y que el Gobierno ha dejado intactos
algunas fuerzas procedentes del ejército de No-
valiches y otras destinadas á Ultramar envuel-
tas en la conspiración Isabelina, creyeron favo-
rable esta circunstancia y se lanzaron á la pe-
lea tratando de arrastrar al partido republi-
cano, gritando en los primeros momentos vi-
va la república. El partido republicano, sin em-
bargo, sorprendido por tan inesperado suceso
y comprendiendo el lazo que se le tendía, lo ha
evitado permaneciendo tranquilo, aparte de la
I 176 LAS BARRICADAS
n a t u r a l alarma que hechos de este género pro-
ducen siempre. Los Isabelinos, al ver frustra-
do sus planes, se han decidido á arrojar la m á s -
cara y á enarbolar su propia bandera.»—Dis-
cusión.
«Hoy podemos dar mas detalles acerca de
los acontecimientos de Cádiz y el Puerto:
«Parece ser que hace ya muchos dias se r o -
t a b a n en Cádiz y en Sevilla algunos personajes
poco ó nada conocidos, pero que manejaban di-
nero: notábase también mucha moneda france-
sa y que los expresados forasteros se mezcla-
ban entre los trabajadores, y al par que les h a -
blaban de república federal, les hacían algunas
esplicacioues eminentemente socialistas: no se
habia hecho caso de esto, pero al saberse lo
ocurrido en Cádiz y en el Puerto, cuando el par-
tido republicano en masa y sus hombres i m -
portantes, así de Madrid como de las provin-
cias, se han esforzado por predicar y sostener
el órden convencidos de que sin él no hay l i -
bertad posible, se ha comprendido que el mo-
vimiento no es republicano, sino reaccionario
de Cárlos ó de Isabel.
«Corroboran este aserto, según nos dicen por
una parte, el que los que conozcan al pueblo de
Cádiz, m u y liberal, sí, pero también m u y i l u s -
trado y sensato, no promovería hoy dificulta-
des al Gobierno que habian de convertirse en
daño del partido avanzado; por otra, que el es-
DE CADIZ. 177
caso número de personas que en Cádiz tomarían
las armas y la falta de .dirección que por p u n -
to general se notan siempre en los movimientos
populares, no puede acordarse con la tenaz d e -
fensa que viene haciéndose en Cádiz; añade, en
fin, que pronto se sabrá quien es la persona que
dirige el movimiento, así como su bandera, que
no es republicana, por mas que se hayan dado
algunos gritos á la república.
«Por esto los republicanos de Sevilla y los de
toda España se aprestan á auxiliar al Gobierno
y a las autoridades para que sofoquen el movi-
miento retrógrado, que se ha iniciado por gen-
tes que ni son gaditanos ni merecen el nombre
de españoles.»— Impartial.
Como la verdad de lo ocurrido es cuanto lle-
vamos consignado en esta reseña, escusamos
toda clase de comentarios respecto á las a n t e -
riores versiones.

20
I 178 LAS BARRICADAS

x i

El dia diez todo continuaba en el mismo es-


tado.
A las seis de la tarde debia terminar el a r -
misticio, pero no habiéndose aun recibido de la
Capitanía general la aprobación á las bases del
arreglo, la tregua fué prorogada por veinte y
cuatro horas, de acuerdo en ello las partes be-
ligerantes.
Y sin embargo, aunque en Cádiz se abriga-
ban lisongeras esperanzas, favorables para la
causa defendida en las barricadas, el general
Caballero de Rodas, en cuyas manos habia depo-
sitado el Gobierno provisional los destinos de to-
dos los pueblos de Andalucía: el Sr. Caballero
de Rodas, dueño de vidas y haciendas de los
DE CADIZ. ] JG
verdaderos hombres libres de Cádiz, habia f u l -
minado su terrible fallo. Así lo significa el si-
guiente telegrama que dirigía desde Jerez, don-
de ya se encontraba, al Gobierno supremo de la
Nación:
«Jerez 10, á las tres y cuarenta y tres mi-
nutos de la tarde.
«El general en jefe al presidente del Con-
sejo de Ministros.—Las proposiciones de los in-
surrectos de Cádiz, son de tal naturaleza que
no puede ni discutirse sobre ellas. No son los
cónsules los que han tomado la iniciativa, si-
noque se limitaron á trasmitir los deseos ma-
nifestados por un grupo de ciudadanos para
evitar la efusión de sangre.»
En Cádiz no obstante continuaba el espíri-
tu belicoso. No habia decaído el ánimo del
pueblo armado que estaba dispuesto á luchar
de nuevo, aunque fuera para sucumbir.
Así lo demuestran las proclamas insertas en
el periódico La República Federal, órgano el mas
autorizado entónces del partido republicano:
proclamas que en Ja tarde del dia diez apare-
cieron fijadas con profusion en todas las es-
quinas.
Decían así:
«Republicanos de España, republicanos de
Europa, republicanos del mundo entero, derra-
mad una lágrima sobre la tumba de un cen-
tenar de nuestros hermanos, de un centenar
I 180 LAS BARRICADAS
de mártires de la idea republicana, que la fe-
rocidad del sable, digno agente de la tiranía,
acaba de inmolar en estas tierras de Cádiz, que
siempre fueron la cuna de las libertades espa-
ñolas.
«Os pedimos una lágrima para ellos; pero
también os la pedimos para otro doble número
de víctimas inocentes, soldados, mujeres y n i -
ños inmolados en aras de la tiranía de algunos
miserables que no tienen de hombres mas que
la figura. Bajo una forma humana suele a l -
g u n a s veces ocultarse un corazón de tigre, y
esas fieras deshonran á la humanidad con sus
actos.
«Odiemos siempre á los infames, que no v a -
cilan en asesinar vil y cobardemente á sus s e -
mejantes con este ó el otro pretesto, pero siem-
pre en aras de su ambición.
«Perdonemos áesos desgraciados ignorantes,
míseros esclavos, que hacen el oficio de puñal,
que la traidora mano de un ambicioso, de un
Cain, clava en el corazon d e s ú s hermanos.
«No caiga nunca la responsabilidad de suce-
sos tan tristes como los que lamentamos, sobre
esos hombres que la bárbara ordenanza militar
convierte en máquinas, dispuestas siempre al
esterminio, cuando son impulsadas por esos ma-
quinistas que el buen instinto del pueblo recha-
za y que se llaman generales.
«Republicanos, perdonemos á los que a r r a n -
DE CADIZ J8i
cados por la fuerza del seno de sus familias,
convierte la pestilencia del cuartel y el despo-
tismo militar en verdugos.de sus mismas f a -
milias, perdonémoslos, porque el embruteci-
miento que prodúcela disciplina les impide com-
prender lo que hacen.
«Perdonémoslo todo, nada de venganza, por-
que la venganza deshonra al que se venga, pe-
ro pidamos justicia; sí, justicia para esa sangre
que aun vemos humear; justicia para esas re-
movidas tumbas; justicia contra tamaña infa-
mia, contratan bárbaro proceder; justicia con-
tra esos caníbales que así acuchillan á un pue-
blo, que así deshonran á la raza humana, y
desdicen de Ja civilización de un pueblo como
el nuestro.
«Republicanos de España, republicanos de
Europa, republicanos del mundo entero, levan-
temos un altar en nuestro pecho á los herma-
nos que no vacilaron un momento en sacrifi-
carse por la libertad del hombre, á losquehau
dado su sangre por no permitir que la tiranía
ciña con las cadenas de la esclavitud al noble
pueblo de España, á los que no consintieron
que la bandera de la república, símbolo de la
libertad y lábaro del progreso, fuera mancillada
por los esbirros del despotismo.
«La sangre de nuestros hermanos no pide
vengaza, pide solo justicia, y la justicia se
hará.
I 182 LAS BARRICADAS

«Hermanos, roguemos hoy por nuestros her-


manos los mártires de nuestra santa causa, r o -
g u e m o s también por los inocentes soldados sa-
crificados; lloremos por todos, porque todos son
hijos del pueblo.
La Redacción.» .

GLORIA A CADIZ.
GADITANOS:
«Sois dignos de ser libres!
«La lucha que habéis sostenido d u r a n t e mas
de sesenta horas, lo ha demostrado de una m a -
nera harto elocuente.
«Esa lucha h a cesado, por mediación de los
cónsules extranjeros; pero estáis dispuestos á
renovarla con el mismo ardor, si los hombres
que han tenido la c u l p a de que se vierta s a n g r e
inocente, no acaban de comprender de que Cá-
diz está dispuesto A TODO antes de rendirse.
«Nosotros hemos predicado la fraternidad y
la union entre el ejército y el pueblo: nosotros
estamos encausados de órden del Sr. Goberna-
dor militar por esta causa: el ejército no h a
querido oír la voz d e s ú s hermanos: pues bien;
nosotros no seremos los responsables de lo que
suceda!
«Gaditanos:
«Si el fuego vuelve á romperse, si las n e g o -
ciaciones son inútiles, es necesario concluir la
%
obra que con tanto heroísmo habéis principiado.
DE CADIZ. ] JG

«Es necesario morir antes que humillar nues-


tra bandera!
«Es necesario caer entre las llamas, como ca-
yeron Sagunto y Numancia!
«Es necesario que la defensa de Cádiz figure
al lado de las de Zaragoza y Gerona!
«Es necesario que la República Federal Es-
pañola se funde sobre nuestros cadáveres!
«Nunca predicaremos el esterminio: nuestra
mano temblaba cuando hacíamos fuego á los
inocentes instrumentos de los verdugos, de los
asesinos del pueblo: pero si esos verdugos quie-
ren esterminio, sangre y fuego, es necesario
darles gusto!
«Si es necesario que el pueblo de Cádiz mue-
ra entre las llamas, entre las llamas morirá
gustoso! »
SI ES NECESARIO QUE CADIZ ARDA ARDERÁ
«Ya lo saben los delegados del Gobierno pro-
visional.
«Ciudadanos:
«En último caso, si las hostilidades vuel-
ven á romperse, cuando ya no haya otro re-
curso, que nuestras familias se refugien á las
iglesias, y si es necesario caer caigamos con
honra.
«Caigamos como siempre han caido los pue-
blos quo prefieren la muerte ó la esclavitud.
«De los escombros de Cádiz, surgirá ¡no lo
dudéis! La República Federal Española.
184 LAS BARRICADAS
«A esos soldados que han estado batiéndose
contra sus hermanos y que son los i n s t r u m e n -
tos de que se valen los que quieren conquistar
grados y honores con su sangre, solo nos r e s -
ta decirles que, sus hermanos los recibirán con
los brazos abiertos: que á nuestro lado encon-
trarán la licencia absoluta los que las quieran,
y un puesto de honor en el ejército voluntario-
Ios que prefieran seguir en el ejercicio militar.
«A sus oficiales,:que si luchan por el honor,
que solo hay honor donde h a y justicia, y la
justicia está donde tremola la bandera de un
pueblo que quiere ser libre.
«Obreros de Cádiz: \
«Os dirige su voz un obrero que ha estado
con vosotros en las horas de peligro: que ha
admirado de cerca vuestro valor en la lucha y
vuestra generosidad con los vencidos: por lo
que mas améis en el mundo, por esos hermanos
nuestros que yacen en los hospitales, por la
sangre inocente que hemos derramado nos atre-
vemos á dirigiros una súplica.
«Habéis vencido, habéis demostrado al mun-
do de lo que es capaz el pueblo de Cádiz: h a -
béis merecido bien de la patria!
«Que ni el mas leve desórden empañe el
brillo de vuestra victoria!
«Continuad firmes en vuestros puestos dando
ejemplo de valor y de honradez.
«La poblacion entera, la tranquilidad de las
DE CADIZ. ' 85
familias, la propiedad que tanto respetamos,
hasta la vida de muchos de nuestros enemigos'
debeis seguir defendiendo con el mismo he-
roísmos que habéis defendido vuestra gloriosa
bandera.
«Grandes habéis sido en la lucha: sed mas
grandes aún despues de la victoria!
«Voluntarios, obreros, trabajadores todos, her-
manos nuestros:
«De vuestra actitud depende el triunfo defi-
nitivo.
«De vuestra actitud depende el que la m a -
tanza cese!
«Honradez y juicio.
«Nada de embriaguez!
«Nada de venganzas indignas de los nobles
hijos de Cádiz! C.
«Arma al brazo y aguardemos sin provocar
pero sin temer á nadie!
«La República es la virtud, es la honradez,
es la dignidaddelpueblo.
«No profanéis su sacrosanto nombre!
«Voluntarios, obreros, trabajadores, todos:
«Viva la República Federal Española!
«Viva el noble pueblo de Cádiz!
«Viva la fraternidad delejércitoydel pueblo!
«Basta de sangre inocente!
La Redacción.»
Entretanto y como aseveración de que el
armisticio pactado no era mas que un ardid
24
I 186 LAS BARRICADAS
por parte del ejército para ganar tiempo y r e -
ponerse, véanse los partes publicados por la
Correspondencia del mismo dia diez.
«Puerto de Santa Maria, 10.
«El brigadier Pazos ha salido sobre Cádiz
con fuerza del ejército.
«Jerez, 10.
El General en jefe del ejército de Andalucía
Sr. Caballero de Rodas, ha llegado esta tarde
á las tres é inmediatamente marchará sobre Cá-
diz al frente de algunos batallones.
«Cartajena, 10.
«Esta mañana han salido de este puerto con
dirección á las aguas de Cádiz las-, fragatas
Villa de Madrid y Zaragoza, al mando del b r i -
gadier Sr. Antequera.»
La misma Correspondencia de dicho dia, tam-
bién insertaba la siguiente noticia:
«Cartas recibidas hoy de Cádiz por el correo
que salió de la plaza el 9 por la mañana, e m -
barcado en una lancha por el muelle inmedia-
to á Ja Aduana, confirman las noticias que han
podido ver nuestros lectores en otro lugar, d i -
ciendo que entre los tumultuarios de Cádiz se
encuentran unos cuatrocientos catalenes de co-
nocidas ideas carlistas.
«Las banderas levantadas en dicha ciudad
son la de la República Federal, la de Cárlos
VII y la de Isabel II, á cuyas aclamaciones se
batían aquellos, asociados á los presidiarios de
DB CADIZ. JG7
aquel establecimiento penal.»
Y la prensa madrileña de este dia continua-
ba en sus equívocos conceptos, siempre incli-
nándose á desacreditar el objeto de los aconte-
cimientos é inclinar la opinion del país en con-
tra de la justicia que á los hijos de Cádiz asistía
188 LAS B A R B I C A N A S

XXI.

En tal estado las cosas, y en la esperanza de


un lisonjero desenlace, llegó el dia once de Di-
ciembre.
Si hemos de ser verídicos en el relato de
nuestra historia, forzoso es confesar que ya en
este dia el espíritu de los voluntarios de la li-
bertad no era t a n animoso.
Y esto era n a t u r a l .
Obraba en ellos á esta fecha la convicción
de que el armisticio, acordado primero por c u a -
renta y ocho horas y despues prorogado por vein-
te y cuatro mas, era un ardid para dar lugar á
la llegada de las tropas á cuyo frente se halla-
ba el general Caballero de Rodas.
Ya en este dia se encontraba cerca de los
DE CADIZ. ] JG

muros de Cádiz: decíase también que el Sr. Sal-


vochea ó algunas personas de importancia ha-
bian conferenciado con dicho general, y que
de estas conferencias se deducía que no se h a -
llaba dispuesto á transigir en nada con el pueblo.
Esto era también lógico.
En los primeros momentos del armisticio el
pueblo se encontraba vencedor y entonces el
ejército, impotente para entablar de nuevo el
combate, hubiera transigido en cualesquiera tér-
minos.
Ahora potente por los numerosos refuerzos
que habia podido recibir, merced á la buena fé
de los gefes del pueblo, encontraba la ocasion de
humillar, siquiera fuese por la poderosa razón
de la fuerza, al que tres días antes y por espa-
cio de dichos tres dias habia sido su vencedor.
Se habia fijado en muchos puntos guarneci-
dos por los voluntarios la siguiente alocucion:
«GADITANOS: Los que quieran llevar siem-
pre con orgullo el nombre de tales, nombre que
la reciente lucha ha puesto á tanta altura, que
no permitan á sus corazones otro sentimiento
que el del amor patrio.
«Rendid unas armas que vais á depositar
cubiertos de laureles en manos de un Gobierno
que no puede desconocer ni vuestro valor ni
vuestras virtudes, y que al reclamarlas obede-
ce á la necesidad y á la conservación de un
prestigio, del cual «sentiríais los primeros verlo
I 190 LAS B A R R I C A D A S

desposeído. Gaditanos: Amemos á Cádiz y sal-


vémosle de mayor ruina.
GADITANOS: Sed cuerdos despues de ser
valientes.»
Ya no era un secreto para nadie la llegada
de las numerosas tropas y aunque, puede c o n -
fesarse con orgullo, los gaditanos hubieran
vuelto á batirse con la misma decision y b r a -
vura que anteriormente, el éxito hubiera sido
una completa derrota.
Por otra parte, obraba en todos la reflexion
y ninguno dejaba de comprender los grandes
males que acarreaban á Cádiz con la prosecu-
ción de una lucha que no habia sido s e c u n d a -
da en ninguna parte y de la cual nada habia
ya que esperar.
Así es que pasó el dia sin ningún accidente
digno de mención hasta que el doce apareció
fijado en muchas esquinas laalocucion s i g u i e n -
te del General en gefe del ejército de Andalucía:
«GADITANOS: Una rebelión promovida y
alentada por enemigos ocultos, ha e n s a n g r e n -
tado ya las calles de vuestra hermosa ciudad.
Sin eco en parte alguna de la Península, v e n g o
á sofocarla con la fuerza que el Gobierno ha
puesto á mi disposición.
«Entregar las armas y salvar las vidas, que
les garantizo en nombre del Gobierno provi-
sional, cuya clemencia podrán impetrar en su
dia, es el único medio que (fueda á los i n s u r -
D E CADIZ. ] JG
rectos de evitar que sean tratados coa inflexible '
rigor. A
«Hasta las doce del dia de mañana 13 del
corriente, doy el término para que puedan sa-
lir de la ciudad los ancianos, mugeres, niños y
ciudadanos pacíficos.
«GADITANOS: No será mía la culpa ni de
los medios de ataque que la imperiosa ley de
la necesidad me obligue á emplear si sobrevie-
nen para Cádiz dias de luto y de ruina. Lo sen-
tirá en lo mas profundo de su corazon, pero
cumplirá con su deber.
«El General en gefe del ejército de Andalu-
cía, Antonio-Caballero de Rodas.»
No era dudoso el partido que debia seguirse
por los voluntarios de la libertad.
Impotentes ya para luchar contra un ejér-
cito numeroso por tierra y una escuadra por
mar, puesto que además de los buques de guer-
ra existentes en bahia, habian llegado en este
dia las fragatas Zaragoza y Villa de Madrid,
no les quedaba otro término honroso que de-
poner las armas, si no querían empañar mas
tarde con una rendición deshonrosa el relucien-
* te laurel adquirido en las jornadas de los dias
cinco, seis y siete, dias memorables, y que r e -
cordarán siempre con orgullo los gaditanos.
Obrando ya en mucho, como dejamos dicho,
la reflexion y siendo la opinion general favo-
rable á la entrega de armas, los voluntarios sin
I 192 LAS BARRICADAS

resistencia alguna y con el orgullo del vence-


dor, pues vencedores eran, empezaron por d e -
cidirse á ejecutarlo así.
Muchos vecinos notables y pacíficos se l a n -
zaron á las calles y recorriendo las barricadas,
aconsejaban con sentidas palabras de admira-
ción por el espíritu fuerte de los voluntarios y
de elocuencia para llevar hasta ellos la c o n -
vicción, que así procedieran, evitando á esta
desventurada ciudad la indisputable ruina á que
iban á condenar Ja plaza, si no unian este n u e -
vo rasgo de abnegación y patriotismo á los m u -
chos que tenían dados.
Este hecho, en efecto, que coronaba con la
prudencia el heroísmo de los gaditanos, es tan
elocuente, tan digno de u n pueblo culto á la
vez que valiente y liberal, que mereciendo los
elogios de amigos y adversarios, coronaba de
inmarcesible gloria la terrible hecatombe que
el pueblo gaditano acababa de presenciar.
Hasta los enemigos de la libertad del p u e -
blo lo aplaudían. Prueba palpable, la manera
con que lo consignaba en sus columnas El Co-
mercio periódico moderado recalcitrante.
Decia así:
«La resistencia por parte de la milicia h u -
biera sido un acto de temeridad, sin mas r e -
sultado posible que cosumar la ruina de Cádiz.
«Tan unánime era la convicción de que una
nueva lucha habría sido desastrosa para Cádiz
DE CADIZ. 203
y desastrosa, sobre todo para los que la acep-
tasen, que los vecinos pacíficos, obedeciendo por
instinto á un alto sentimiento de patriotismo y
a los impulsos del interés de la propia conser-
vación, salieron á las callesy se convirtieron es-
pontáneamente en oradores del pueblo armado,
para aconsejarle que no prolongase por mas
tiempo una resistencia inútil y cjue, sometién-
dose al poder de las circunstancias, ahorrase á
la parte del vecindario que no ha huido de la
ciudad nuevas escenas de sangre y esterminio
nuevos dias de luto y consternación.
«La opinion pública se pronunció enérgica-
mente en este sentido: no se hablaba con una
persona que no pidiese á voz en grito la paz, y
la opinion se impuso al fin, apoderándose de
todos Jos ánimos, penetrando en las filas de la
milicia y generalizando entre los voluntarios el
convencimiento de que era, no solo necesario,
sino honroso y patriótico ceder.
«A las dos se reunieron en la casa capitular
los gefes y oficiales de la milicia y convinieron
también en la necesidad de deponer las armas
renunciando á toda idea de resistencia.
«Es lo cierto que por la tarde no se veian
mas que voluntarios con sus armas para hacer
entrega de ellas, unos en la casa de algún cón-
sul estranjero, otros en la del capitan de la res-
pectiva compañía, otros en el Ayuntamien-
to, etc., etc.
20
194 LAS BARRICADAS

«Las barricadas quedaron de hecho abando -


nadas y las tropas hubieran podido penetrar y a
en la poblacion.»
Asiera en efecto: todo habia terminado..
Al dia siguiente el general Caballero de Ro-
das, á la cabeza de u n numeroso ejército e n -
traba en Cádiz.
Nadie salivó á recibirlo. •
Ni un victor escuchó d u r a n t e su permanen-
cia en esta ciudad.
¡Qué elocuente es el silencio! • »
DE CADIZ. ' 195

XXII.

La alocucion del general en gefe del ejérci-


to de Andalucía, era la contestación que se da-
ba del convenio celebrado por el Sr. Laserna,
á nombre de las tfropas y el Sr. Salvochea al
del pueblo.
Y sin embargo de esta solucion, el pueblo
habia sido el vencedor; el pueblo que nunca
fué faccioso, que esta vez con la fuerte elo-
cuencia de su brazo heróico habia defendido la
libertad y los principios salvadores proclama-
dos por la revolución.
Pero Cádiz lloraba; Cádiz, la víctima de erro-
res que hoy en vano se quieren legalizar por
los hombres á quienes ha tocado el Gobierno de
un pueblo libre, de un pueblo que en un mo-
I 196 LAS BARRICADAS

mentó, despertando de un letargo horroroso, ha


sacudido el yugo de muchos años.
Amigos y enemigos harán justicia á Cádiz.
Amigos y enemigos no tendrán para los hi-
jos de este precioso pueblo, hoy tan maltratado
por la fortuna, mas que palabras de admira-
ción y de respeto.
Porque el pueblo que se lanza á las calles
con las armas en la mano, cuando vé arreba-
tarse sus legítimos derechos y libertades, mere-
ce bien de la p á t r i a .
Porque el pueblo que ensoberbecido en una
lucha sangrienta por espácio de muchas horas,
respeta á los indefensos, á la propiedad, aun á
los mismos que reconoce como enemigos de sus
aspiraciones, merece bien de la pátria.
Porque el pueblo que sabe batirse, aun á
riesgo m u y posible de ser vencido, maltratado
y pisoteado y se bate con el heroísmo que Cádiz
en los tres dias memorables, merece bien de la
pátria.
El país, que en los primeros momentos, in-
terpretando mal los liberales sentimientos de
los hijos de Cádiz, pudo dudar de su lealtad y
de sus altas dotes patrióticas, ya les ha hecho
justicia.
La historia les hará justicia también.
La historia lanzará un anatema sobre los
verdaderos hombres culpables del conflicto de
Cádiz, que para nosotros no son otros que aque-
DE C A D I Z , J97

líos quo en mal hora hicieron entender al Sr.


Peralta que los voluntarios de la siempre he-
róica cuna de la libertad, se desarmaban sin
razón, con solo una saliva.
Estos hombres, que no pueden ser otros que
los ambiciosos especuladores de la política, que
por desgracia hay muchos en esta localidad,
están ya anatematizados por la opinion pública.
Están ya conocidos.
Se les vé venir.
El pueblo de Cádiz está siempre preparado
para resistirlos, para escupirles en la frente el
baldón que ellos no vacilan en querer lanzar
sobre el rostro de ios gaditanos.
Baldón eterno para ellos.
Gloria siempre para Cádiz.
Gloria siempre para el querido suelo donde
vió la primera luz, el autor de esta reseña.

Pocas palabras para concluir.


Han trascurrido mas de tres meses desde los
acontecimientos de Cádiz.
El país conoce la verdad y hace justicia á
los gaditanos.
El Gobierno, no ya provisional, sino poder
ejecutivo, sigue negándole la justicia.
Las Córtes Constituyentes, elegidas por su-
fragio universal, ó al menos seguida la formu-
198 BARRICADAS

la del sufrajio para la elección, se halla» r e u -


nidas.
La minoría republicana ha pedido se abra
una información sobre dichos acontecimientos.
La mayoría de las Cortes se ha negado á
ello.
Entretanto en Málaga han tenidolugar acon-
tecimientos análogos, aun mas sanguinarios.
Pero en Málaga ha podido penetrar Caballe-
ro de Rodas, con su numeroso ejército, y el pue-
blo-ha sido aottohiWado y-vencide.
Caballero de Rodas y muchos gefes del e j é r -
cito ametrallador de las dos heróicas ciudades
han sido premiados por el Gobierno con grados
y condecoraciones.
Fermín Salvochea, el gefe de los voluntarios
de Cádiz, se halla preso en el Castillo de Santa
Catalina.
La minoría republicana pide en las Córtes
amnistía para los delitos políticos.
La mayoría, y con ella el Gobierno, la niega.
Pero e n t r e t a n t o el pueblo de Cádiz es c o n -
vocado para elegir un municipio; y el munici-
+ pió nombrado es republicano.
Entretanto Cádiz es convocado para elegir
diputados para las Constituyentes; y Cádiz eii-
j e diputados republicanos.
Elije á Salvochea.
Nada hay mas elocuente que la voz del
pueblo.
DE CADIZ. 199
Por mas que la quieran ahogar, siempre sus
F
JOS son soberanos, porque el pueblo es el solo
soberano de las naciones. •
Y ¡hay quien todavía le niega sus derechos
con la hipócrita inventiva de su falta de civili-
zación!

í i •

FIN.
JUUM* f J

ii
— S Ki K s
- At<J
- C A D

I
jfcji-
*

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