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Sobre Orientalismo

de Edward Said.
El presente trabajo, es relativo a la lectura de la introducción de Orienta-
lismo de Edward Said. El trabajo está estructurado en tres partes, la primera
de ella trata de las influencias de estudiosos y pensadores sobre la produc-
ción académica y literaria, en especial en la historiográfica durante su for-
mación a lo largo del siglo XIX, cerrando con el ejemplo de dos obras desti-
nadas al gran público donde estas influencias están presentes. A continua-
ción, describiré las principales ideas contenidas en la introducción de la obra
de Said, donde se detalla el fondo y principio del conjunto de su trabajo, y
finalizaré con la importancia que Orientalismo ha supuesto en los estudios
académicos, en la historia cultural y en el poscolonialismo en particular.

Alfonso Segura. Grado en Historia.


Anaclet Pons. Història de les societats d’Àsia i d’Àfrica en la
Edat Contemporània.
La formación de la historia como disciplina académica se fundamentó sobre la idea, propia
del siglo XIX, de un progreso continuo, de esta forma, la construcción histórica obedeció a la idea de
diacronía lineal de progreso bajo la influencia de los pensadores del momento. Principal en esta idea
fue Hegel, que aplica un modelo de comprensión para llegar a la verdad que va de lo abstracto a lo
concreto en paralelo a la historia universal, comprendiendo la verdad a través del recorrido histórico;
en Hegel, esta razón universal tiene un proceso de globalización donde occidente, siendo Europa su
máximo exponente, es el presente evolucionado frente a los pueblos sin historia. El discurso de Marx,
cuya influencia en la historiografía es incuestionable, también está impregnado de la idea de progreso;
en sus obras, centradas principalmente en la economía política y el análisis de las relaciones sociales,
explica la historia del mundo a partir de la lucha de clases, un modelo creado en la experiencia
occidental que lo extrapola a lo universal; el marxismo también cree en un progreso lineal, pero este,
a diferencia que en el capitalismo, está por llegar de la mano del socialismo. Otro pensador coetáneo
e influyente alrededor de estas ideas será Darwin, que enfatizará esta idea del espíritu positivista. Así
pues, la historiografía se gesta en este periodo finisecular, recogiendo estas ideas e incorporándolas a
la historia universal. Es por ello, que Europa construyó su historia ocupando el centro del mundo, lo
que se tradujo en el triunfo de la modernidad y de los valores propios europeos, devenidos en un
modelo cultural universal y un enfoque universalista de la historia que ha perdurado hasta la
actualidad, sirviendo para crear su alteridad, así como la representación y visión del “otro”.

Dos ideas principales impregnan el mundo académico y su producción desde sus inicios, la
idea de progreso y la representación del “otro”. Así, en una perfecta simbiosis entre los exploradores
del XIX y la ocupación física de los distintos territorios, junto al academicismo positivista, se crea la
idea de unas sociedades tradicionales e inmóviles desde el punto de vista político y social. Como el
mismo Said indica, durante todo el siglo XIX “Oriente fue un lugar de peregrinación (…) es la idea
romántica de una reconstrucción restauradora” (Said, E., 1979, p. 232). Se construye de esta forma,
un discurso que devino en concepto ideológico, la idea de hegemonía de Gramsci adquiere aquí todo
su sentido ya que “cualquier concepto ideológico de apariencia o alcance universal puede ser
hegemonizado por un contenido específico que acaba "ocupando" esa universalidad y sosteniendo
su eficacia” (Zizek, S., 2010, p. 13). Así el contenido específico, facilitó una clasificación
totalizadora1 por parte de las potencias ocupantes, que han reducido a estos pueblos a una idea y una
representación construida exclusivamente en occidente.

1
Anderson, B. (1983). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de
cultura económica, México, D. F. (p. 228 ss). Anderson llama instituciones del poder, al censo, el mapa y el museo. A
través de estas tres instituciones los Estados coloniales imaginaron sus dominios; siendo estas instituciones de poder las
que sirvieron de base a una clasificación totalizadora.
1
Progreso y representación operan entre bambalinas pareciendo que pasan inadvertidos en la
producción académica, pero con la suficiente presencia como para constituir el enfoque universalista
de la historia y el discurso hegemónico cultural. Un autor consciente de ello fue sin duda Benjamin
Walter, en su breve texto de 1940 Tesis de filosofía de la historia, donde la historia constituye el hilo
conductor de su pensamiento, plantea la crítica a la concepción histórica consistente en interpretarla
como un progreso continuo y lineal, abriendo de esta forma la puerta a la reflexión del discurso
histórico. Así Benjamín Walter, en su novena tesis imaginó al ángel de la historia con la mirada vuelta
al pasado, mientras un huracán “le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda. Ese
huracán es lo que nosotros llamamos progreso” (Walter, B). Quisiera señalar, a modo de ejemplo,
dos novelas ambientadas en África donde el discurso hegemónico cultural europeo está presente, con
representaciones de contenido específico que trasciende el mundo académico para llegar al gran
público, extendiendo así la imagen de sociedades tradicionales e inmóviles donde se enfatiza lo
salvaje, siendo en este tipo de contextos donde entra en función la labor civilizadora. Este relato es
funcional para que la historia de la gesta heroica de los exploradores funcione.

La primera de ella es el corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, publicada en 1899, novela
inspirada en la propia experiencia del autor a su paso por el continente africano. Sin pretender entrar
en valoraciones morales que excederían las intenciones de este trabajo ni analizar las pretensiones del
autor, es innegable que en el relato, la imagen que se trasmite del continente es la de un lugar indómito
en el extremo, donde la selva y el rio son el escenario a través del cual y a medida que se va adentrando
en él, corrompe cualquier atisbo de civilización y se es invadido por un primitivismo brutal. La
segunda obra, es la célebre novela de Edgar Rice Borroughs Tarzán de los monos, publicada en 1912;
en ella, alegóricamente Tarzán, hombre blanco de origen occidental, acaba dominando una naturaleza
salvaje consiguiendo de esta forma reconciliarnos con ella, algo que no hace con los nativos, que
cuando aparecen son representados como salvajes primitivos que atacan el entorno del protagonista.
Estos son dos buenos ejemplos, de la representación que se tenía tanto del continente como de sus
habitantes, dos novelas, que si pecan de algo, es de ser fruto de su tiempo, pero que indudablemente
contribuyeron a extender una representación exclusivamente occidental, y dado el éxito de las obras
hasta la actualidad, esta imagen perdura en el imaginario colectivo hasta nuestros días.

En la obra que nos ocupa, orientalismo de Edward Said, el autor da cuenta de esta doble
perspectiva que esconde la producción académica. Así para Said, orientalismo es un modo de
relacionarse Occidente con Oriente en base a su experiencia, estableciendo una distinción básica entre
ambos territorios dando lugar a una elaborada producción académica y literaria, donde tienen cabida
teorías y descripciones así como informes políticos, relacionados con Oriente, que pretende dominar,
reestructurar y tener autoridad sobre él (Said, E., p. 21). El orientalismo, apunta, es un estilo que hay
2
que examinar como un discurso, a través del cual la cultura europea ha sido capaz de manipular e
incluso dirigir Oriente desde un punto de vista político, ideológico, científico e imaginario (p. 22);
manteniendo así una aposición de autoridad que impide pensar Oriente al margen de su poderosa
influencia. Define por tanto, la relación entre Oriente y Occidente, como una relación de poder y de
complicada dominación donde Oriente fue orientalizado (p. 25.); esto es influencia directa de las
ideas de poder y del discurso de Foucault, como el mismo Said cita, así como del concepto de
hegemonía de Gramsci desarrollado más arriba, siendo la hegemonía cultural la que ha dado
durabilidad, fuerza y solidez al orientalismo en palabras del propio autor, reflejando con ello el poder
de las ideas de superioridad europeas sobre un Oriente más “atrasado”.

Said, después de definir que es el orientalismo, en la misma introducción, describe los


aspectos que han influenciado su obra. El primero de ellos es una distinción entre conocimiento puro
y conocimiento político, concluyendo que todo el conocimiento y producción académica sobre
Oriente está matizada, condicionada y violada por la densa realidad política (p. 33), existe por tanto
una simbiosis entre la política y la cultura dando lugar a un orientalismo que tiene más que ver con
el mundo occidental que con el propio Oriente. El segundo aspecto trata la cuestión metodológica;
uno de los elementos destacados del orientalismo, es su autoridad intelectual sobre Oriente dentro
de la cultura occidental (p. 43), será esta autoridad la encargada de difundir y reproducir las
representaciones sobre Oriente y que Said pretende analizar. Es por ello que el orientalismo como
constructo es posible rastrearlo a lo largo de la producción académica y literaria, constituyendo esto
el objeto de su obra; por tanto, la metodología empleada pasa por la localización estratégica, esto es,
la posición del autor respecto al material sobre el que escribe, y la formación estratégica, el análisis
entre los textos y la forma que acaban adquiriendo posteriormente como autoridades intelectuales
dentro de la cultura (p. 43). Asimismo, apunta otro elemento del discurso cultural del orientalismo,
la exterioridad, afirmando que ese discurso no es más que una representación, aquí Said vuelve a la
importancia del lenguaje. Con todo ello, el autor, pretende resaltar la fuerza de un discurso cultural
occidental, que califica de erróneo y superestructural, advirtiendo de los peligros que de ello se
derivan ante la tentación de emplear esta estructura sobre las mismas sociedades del llamado tercer
mundo (p. 50).

La importancia de Orientalismo radica en el hecho de que la cultura, a través de los discursos


y de la idea de poder junto a la de hegemonía cultural, deja de ser meramente un marco estructural
para pasar a formar parte tanto de las prácticas como del mundo de las ideas y en relación con lo
político; “ella misma [la cultura] como una forma de práctica material [es] capaz de producir
representaciones y lenguajes que se plasman en formas activas de poder y es constitutiva del orden

3
social”2, como apunta el historiador Geoff Eley, “ningún trabajo tuvo más impacto a la hora de
ayudar a consolidar esta conciencia que orientalismo de Edward Said” (Eley, G., 2005, p. 214). Esta
concepción de lo cultural como eje central en los estudios, contribuyó al cambio que a nivel
historiográfico se llamó nueva historia cultural surgida a lo largo de los años ochenta del siglo XX.
Sin duda, la obra de Said contribuyó a enriquecer este cambio, que supuso, en palabras del historiador
alemán Lutz Raphael, “un desplazamiento de fondo en la forma en que los historiadores participantes
miran al pasado” (Raphael, L., 2012, p. 250); en esencia se estaba cuestionando, como apunta
Raphael, “las tradicionales interpretaciones de la evolución de la razón y la filosofía occidentales
como la historia de un éxito (…) y de escepticismo ante el progreso, dirigido contra los modelos
evolutivos marxistas o los de la teoría de la modernización” (p. 253 ss). La importancia señalada más
arriba en la obra de Said, sirvió también de estímulo para los estudios postcoloniales. Como apunta
Eley, la toma de conciencia de lo racial y del colonialismo cristalizó en los historiadores junto al
procesamiento de las ideas de Said, en unos años donde la política del multiculturalismo y los inicios
de la globalización introducían debates sobre el intercambio multicultural y la coexistencia (Eley, G.,
p. 218). Como bien señala Sandro Mezzadra, Orientalismo, es el origen de la centralidad que
adquieren los estudios postcoloniales durante los años ochenta en el mundo anglosajón en diversas
disciplinas académicas (Mezzadra, S., 2008, p. 15). Siguiendo a este último autor, los estudios
postcoloniales “deben considerarse como uno de los archivos fundamentales de los que nutrirse para
una comprensión crítica de nuestro presente” (p.16), contribuyendo a renovar la mirada de la
modernidad ya que rompe con la tradicional construcción eurocéntrica de la historia. Así se pone en
valor el contacto de los dos mundos, a través del colonialismo, en el proceso constitutivo de la
experiencia global de la modernidad. Por último, quisiera finalizar con una lógica circular que me
transporta de nuevo a la idea con la que he abierto este trabajo, esto es, la importancia de la concepción
hegeliana como motor de la historia universal. El poscolonialismo, precisamente critica la narración
lineal y de progreso donde los países no occidentales estarían abocados a repetir la trayectoria
evolutiva que se impuso en Europa (Mezzadra, S., p. 18), desafiando así el método y la perspectiva
de la historia, donde Europa es el centro y modelo de la construcción historiográfica. Todo esto tiene
como base a Hegel, el máximo representante de la visión de Europa como centro y fin del mundo. El
poscolonialismo, por tanto, cuestiona todo esto y la idea de las fases progresivas en la historia.

2
Benita Parry, citado por Geoff Eley (p. 214).
4
BIBLIOGRAFÍA.

AA.VV., Estudios Poscoloniales. Ensayos Fundamentales. Madrid, Traficantes de Sueños, 2008.

ANDERSON, B. (1983): Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del

nacionalismo. Fondo de cultura económica, México, D. F. 2013.

BENJAMÍN, W. (1940): Tesis de la filosofía de la historia. Revolta global. www. revoltaglobal. net

ELLEY, G. (2005): Una Línea torcida. De la historia cultural a la historia de la sociedad. PUV.

Valencia.

RAPHAEL, L. (2012): La ciencia histórica en la era de los extremos: teorías, métodos y tendencias

desde 1900 hasta la actualidad. Zaragoza, Institución Fernando el Católico.

SAID, E. (1978): Orientalismo. Barcelona, De bolsillo, 2008.

ZIZEK, S. (2010): En defensa de la intolerancia. Ediciones Sequitur.

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