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Cuentos de Rodolfo El Reno

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Cuento de Rodolfo el reno.

Rodolfo era un pequeño reno que vivía con su familia y muchos otros renos como él.
Bueno, como él exactamente, no.

El reno Rodolfo había nacido con la nariz roja, muy roja, tanto, como un tomate. Y el
resto de renos se reían de él. Así que el pobre Rodolfo, tuvo que aguantar muchas
burlas desde bien pequeño.

Rodolfo creció, y cada vez estaba más triste, porque el resto de renos no paraban de
burlarse de su nariz. Así que un día le dijo a sus padres:

– Creo que será mejor que me vaya de aquí y busque un lugar más acogedor, donde
me valoren y nadie se ría de mi aspecto.

Los padres de Rodolfo estaban desolados. Sentían mucha pena por su hijo, y no
querían que se fuera, pero sabían que era lo mejor para él.

Rodolfo se va en busca de un lugar mejor

El reno Rodolfo se fue de su casa, y estuvo probando suerte en otros muchos


lugares, pero en todos lados le pasaba lo mismo:

 ¡Ja, ja, ja!- reían los otros ciervos al verle llegar– ¡Mirad su nariz! Parece que le
pegaron un pimiento rojo…

Y el resto de animales reían también.

El pobre Rodolfo no sabía qué hacer, y terminó viviendo solo, en una zona de la
montaña en donde no había apenas animales. Decidió que allí, en medio de la nada,
es donde mejor estaría, lejos de las burlas de los demás. Aunque en el fondo, allí
tampoco era feliz. Él lo que quería era poder vivir con más ciervos.

Rodolfo y Santa Claus se conocen.

Era 24 de diciembre, y Santa Claus preparaba su trineo con mucha alegría. ¡Al fin
había llegado el día tan esperado! ¡Por fin podría repartir sus regalos a todos los
niños del mundo!  Santa Claus miró al cielo:

– Ho, ho, ho!- dijo Santa Claus con su gran vozarrón-. Bueno, parece que en principio
va a ser una buena noche. ¡Se ven las estrellas! Vamos, amigos, surquemos el cielo
con nuestro trineo mágico.

Así que Santa Claus, seguro de que se avecinaba una noche maravillosa y
despejada, se subió a su trineo tirado por ocho renos, y comenzó a volar cargado con
un enorme saco lleno de regalos.
Pero unas horas después, justo cuando Santa Claus sobrevolaba una altísima
montaña, el cielo se llenó de nubes, y éstas eran tan espesas, que no podía ver nada.

Sus ocho renos estaban desorientados, y no sabían por dónde debían ir.

– ¡Oh, no!- dijo Santa Claus- ¡No se ve nada! ¿Y ahora cómo veré las chimeneas de
las casas? Pero… esperad, ¿y eso rojo de allá abajo? ¿Lo veis vosotros, mis
queridos renos? ¿Qué será eso?

Sí, Santa Claus acababa de ver un punto rojo en medio de la espesa niebla, y decidió
bajar con el trineo para comprobar de qué se trataba. Al aterrizar sobre la nieve, bajó
del trineo y se acercó hacia aquel punto rojo. ¿Imagináis de quién se trataba?
¡Rodolfo!

– ¡Un reno!- dijo en voz alta Santa Claus- ¡Un reno con la nariz roja!

De cómo Rodolfo formaría parte del trineo de Santa Claus.

Rodolfo se asustó un poco. No podía creer lo que veía. Sus padres le habían contado
la historia de aquel hombre bonachón que repartía regalos a los niños en Navidad,
sobre un trineo mágico tirado por renos. Pero él pensaba que era una leyenda…

– No te asustes, pequeño- dijo Santa Claus al notar el miedo de Rodolfo- ¡Tienes un


don maravilloso! ¡Me encanta tu nariz! Y eres justo el reno que necesito en mi trineo.
¿Te gustaría formar parte de este fantástico equipo de renos?- dijo Santa Claus
señalando al resto de renos, que esperaban pacientes junto al trineo.

¿De verdad le estaba pidiendo Santa Claus a él, a Rodolfo, el reno de la nariz roja,
que fuera el reno protagonista en su trineo? El pequeño Rodolfo no podía estar más
contento:

– ¡Sí! ¡Sí!- dijo entusiasmado.

– Pues no se hable más, ven conmigo. Tu nariz será para nosotros como un faro–
Y Santa Claus le echó a Rodolfo unos polvitos mágicos para que pudiera volar y de
pronto su nariz se iluminó. Y el color era tan intenso, que los renos pudieron ver a
pesar de las nubes.

Desde entonces, el reno Rodolfo es el reno favorito de Santa Claus, ya que sin él no
podría trabajar en muchas zonas en donde la niebla impide ver las viviendas. Y
Rodolfo, por su parte, encontró una familia, una familia que de verdad le quería tal
cual era, con su graciosa nariz roja. Y por fin, fue feliz.
Rodolfo era un reno diferente que el resto de pequeños renos de su pueblo. Había
nacido con una gran nariz roja y brillante. ¡Era fabulosa! Aunque tanto a Rodolfo como
al propio reno le encantaba esa nariz tan peculiar, sus amigos del colegio de renos se
reían de él.

- ¡Vaya nariz tienes, Rodolfo! ¡Qué fea! - le decían sus compañeros en el recreo - ¡Me
estás deslumbrando con esa luz que viene de tu nariz! ¡Pareces un payaso!

Rodolfo se sentía terriblemente triste (y a veces muy enfadado) cuando alguno de sus


compañeros renos le hacían un comentario en el que se burlaban de su nariz. No
conseguía entender por qué no les gustaba su nariz roja.

Cansado de escuchar burlas, decidió marcharse del pueblo para buscar a otros renos


que sí supieran valorar su brillante nariz roja. Viajó hacia el norte, pasando por lagos,
montañas y bosques...

Mientras tanto, Papá Noel estaba en el Polo Norte entrenando junto a sus renos y
preparando los regalos de Navidad para todos los niños del mundo. ¡Esa noche era
Nochebuena y tenía que tenerlo todo listo!

De repente, se levantó una terrible niebla; tan densa era que no se podía ver más
lejos de un metro. Papá Noel estaba muy preocupado, ¿cómo iba a viajar de casa en
casa con su trineo si no veía nada? Estaba tratando de buscar una solución con sus
renos cuando a lo lejos vio una brillante luz roja. ¿Qué era eso?

Santa Claus fue hacia esa luz roja y descubrió que provenía de la luz de un simpático
reno. ¡Efectivamente! ¡Era la nariz de Rodolfo! Papá Noel por fin había encontrado
la solución a sus problemas.

- Amigo Rodolfo, ¿querrías acompañarnos en nuestro viaje para llevar los regalos


de Navidad a todos los niños del mundo? La luz de tu nariz nos irá guiando el
camino.

Rodolfo no lo dudó ni un momento y, a partir de entonces, acompañaba


cada Navidad a Papá Noel en la entrega de los regalos a los niños. Gracias a su
esfuerzo y colaboración, los pequeños de todo el mundo podían disfrutar de sus
obsequios navideños.

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