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Sombra Con Aires de Penumbra

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Sombra con aires de penumbra.

Desde que descubrieron el fuego el ser humano quiere estar cerca de él en las noches ¿nos
calienta? No, nos ilumina.

No podemos juzgar a nadie por creer en Buda, ni por creer en Jesús o en Judas.

Podría escuchar jazz todo el día, mientras el mundo se cae en pedazos.

Entonces despedacé mi cuerpo por voluntad propia antes de que me corten la cabeza y me
pongan una corbata.

Antes de convertirme en otra máquina, y no de escribir,

lastimosamente.

La solución para enfrentar el miedo

es provocártelo.

Y luego

rascarte las pelotas.

Cuidate de los poetas,

Hacen el amor con la luna.


A veces uno quiere ser nada.

Caminar con las luces apagadas

En este mundo que no duerme.

Miras a tanta gente,

sientes diferente.

Gritas por parques, plazas,

Museos y terrazas.

Solamente somos una coordenada,

en este plano cartesiano.


Solsticio

Caminé de frente hacia tu fuego.

Se formó un arcoíris entre mis brazos,

Y eras tú.

La noche se tornó quieta

Y todas las luciérnagas del mundo

Arribaron a tu sexo.

A las tres de la madrugada vi el amanecer

Y el rocío se escurrió entre la comisura de tus labios.

Descubrí entonces al pasado tocando una serenata de suicidio.

Luego, ya sin edad,

Te entregué mi futuro.
Una hoja en blanco es un universo sin explorar,

Un microverso.

Mentiras o verdades,

Embriaguez de luciérnagas mentales.

Lúgubre manto de muerte y sed.

Un folio es una virgen esperando a su amado,

Una mariposa revoloteando sobre la noche,

Buscando polen nocturno,

recolectando néctar de ebrios extasiados.

Una hoja manchada es poder, es indignación.

Las palabras caen como lluvia, que empoza la vida,

Que llama lascivia, que sugiere perdón.

Un retiro apartado para leer el viento,

No es más que contemplar el fino manjar de la noche.

Una hoja en blanco es el ser humano, que siempre ha sido negro,

Porque cree que es a imagen y semejanza de algún dios.


Quiero que te vayas como si nunca hubieses llegado.

Quiero que te vayas como si nunca hubieses llegado,

Quiero que desenredes tus cabellos de mi cuerpo.

No puedo cargar con el peso de tus labios.

Futuro en penumbras, triste armadura sin Quijote.

Quiero que te vayas como si nunca hubieses llegado,

Y exprimas mis orgasmos de tu cuerpo.

Arrójame a la soledad,

Y a la abulia que me carcome entre el tedio.

Quiero que te vayas como si nunca hubieses llegado.

Con tu estela hurgando en los recovecos de mi memoria,

Déjame así, herido y sangrante de palabras.

No dudes en dejarme así,

con esta herida que me llega hasta el alma.


Calla, cierra los ojos. La vida está entre tus pestañas.

Minúsculos latidos, casi sin vida.

El sonido del rio, el lago,

La lluvia escurriéndose entre tus manos.

Disfruta de las abejas, de la miel.

Con epicentro entre tus dedos

Puedes derribar muros.

No dudes, escribe.

La letanía inocua no cumple promesas,

Por eso vuela, desata las cadenas

Huye, sé estrella, mar.

Sé besos en aeropuertos.

Sé corazones infartados entre sabanas sudorosas.

Siente las pesadillas, murmura maldiciones.

Y vive, vive como si ayer fuese el último día de tu vida

y hoy es un regalo.
Vive con la alegría de una mosca que zumba en la noche.

Vive con el riesgo de morir joven.

Asusta a tu corazón, miente a tu mente.


El vuelo

Los pájaros dormidos en la noche sueñan en el vuelo,

No hay otra forma de vivir si no es volando.

Los hombres tristes son pájaros soñadores,

Se gastan la noche saltando al vacío

Trepando edificios solo para entregarse a la gravedad.

Tal vez hay hombres que salten en bondi, que se boten de puentes

Amarrados a una soga de realidad.

Esos hombres no son pájaros, nunca van a tener alas.

Los hombres pájaro sueñan con alas,

Sueñan con el viento en la cara y las plumas ardiendo.

Los hombres pájaro rompen esa pequeña soga que les ata a este mundo

Los picos abiertos

La frente altiva en el frio tejado.

Luego,

un sonido atroz,

un impacto corpóreo,

terrenal.

Y un alma que se eleva entre las nubes, para saludar a Dios


Fantasmas

Nunca más vuelvas a un lugar en el que no sabes estar,

nunca resistas a la soledad cuando anida entre tu ombligo.

No estás solo, siempre hay ruido en la ciudad.

No finjas,

cede siempre ante la locura de escuchar tus pensamientos

vuela entre los susurros del viento.

Solamente vive y respira, mañana será otro día

Otra rutina,

¿Escuchas? la casa nunca estará vacía.


Crucifico el lápiz y escondo los versos,

Ya ha muerto el poeta.

Ha renacido la sociedad de la pelea de gallos,

De trabajo para comer y de ropa fina para vestir.

Pago coimas de masturbación y corrupción interior.

Y vivo feliz.
Escribir

No mientas,

no te mientas ni inventes otra ruta de escape.

Es hora de romper los extintores,

se ha formado el fuego,

ha consumido tus manos.


Pacha

Las caricias del viento agitan al árbol de la vida

se marchitan las hojas,

y cantan la última plegaria.

Se alzan entonces, convertidas en polvo hacia el sol.

Las raíces sienten la tristeza del astro

Y se levantan, para velar la orfandad.

Ningún dios –con minúscula– expía la culpa.

Angustiada madre tierra,

madre golpeada.

Sociedad femicida.

Al ver la tristeza de la madre, se ha esterilizado el polen

Las abejas se han cortado las alas.

Ya no se abren las raíces al falo maldito, semen negro.

Semen de explotación.

Revolotean los pájaros escupiendo las lombrices.

Ya no hay comida, ni futuro.

El duelo de la Pacha inunda los ríos, busca culpables.


El óvulo de polvo de estrellas, sangra.

Ya no hay futuro.
Cuenka con k.

La luna enciende la noche, para que las prostitutas comiencen su juego.

Mi bella ciudad adolorida de religión

Fuentes y flores se han consumido en el asfalto siempre deformante.

Ciudad smog,

ciudad tranvía,

ciudad melancolía.

La mujer que nació entre tus soledades de ciudad antigua

Tiene esos ojos tristes y la mirada alegre.

Mirada de llanto encerrado,

silencio bendecido por curas y pastores.

Putas de closet, maricas llenos de hombría.

Así son los días entre tus oscuridades,

entre tus vascularidades

Santa Ana,

Santa analogía entre lo visceral y lo respetable.


Arde

No tengo nada más que poemas incorregibles.

Resplandores en mi habitación.

No tengo nada más que cenizas de gente muerta sobre mi alma,

que también es de tierra.

Estoy cansado del hastío que corroe mis dedos,

mis letras.

Estoy realmente harto de los suspiros que engordan promesas rotas,

de esta perennidad ruinosa de letras sin realidad

por la cual he dejado mi vida.

El fénix está cansado de renacer,

de convertirse en llama y volver al inicio de la vida.

Por qué no arder para siempre como el vientre de un volcán.

Mi inquilina tristeza somete al hombre que en mi habita.

No tengo nada más que a mi sombra.

Mi pluma que me desangra noche tras noche.

Que el incendio de poesía consuma mis manos.

Ya no hay extintores,

oh fénix,
ya eres libre de morir.
Yo

Si me embriago de soledades entre las oscuras avenidas,

y camino descalzo hacia las catedrales a reclamar los delitos de la sotana,

como voy a poder encajar entre la multitud.

Como voy a poder dormir si no comparto mis sombras,

si no doy a luz a las penumbras que inundan mi mente.

Porque yo soy el abismo del que me lanzo y del que resurjo

transformado en palabra,

en infinito.

La luz que busco fuera, la he perdido en mi prisión de costillas y carne,

soy solo una noema,

una brisa,

un rocío que nace entre la noche y que muere en el alba.

Llevo una calma constante y una duda acelerada.

Siempre quise encontrar alivio en los puñales,

en el indulto propio hacia el infinito.

Pero hay una fuerza que dirige mis pasos,

un futuro,

un resplandor que calma mi vórtice


y una perennidad de poesía que dictan mis ladridos.

Atravieso sin tregua el mar de las angustias hecha ciudad,

huyo de los eufemismos que desaceleran los latidos.

Aquí no es mi nido.

Tu noche es mi día y en el amanecer,

casi siempre,

encuentro mi muerte.
Me dejo marchar,

me permito un momento de lucidez,

de ira y de temor.

Es normal tocar una guitarra sin cuerdas

si suena una orquesta en la cabeza.

Ya no hay dudas, es mi momento.

Soy el mar sin marineros,

el triángulo de las Bermudas,

el campeón de los últimos lugares.

En mi puerto no hay sol,

y el viento sopla traiciones.

Demasiados bares para esperar la muerte.

Me escondo en mi reflejo,

me quedé a medio sonreír,

a media felicidad.

Caí, y caí millones de veces con la misma piedra,

con la misma intensidad.

No le tengo miedo a la gravedad,


puedo flotar, puedo volar.
Maga.

Somos iguales.

Nos olvidamos de junio.

Eres espejo, reflejo.

El mar de la luna,

el cielo de las aves.

Repaso tu cuerpo por mis pupilas,

demasiada imaginación y ningún riesgo.

Soy un fantasma cansado de esperar (te).

Tus pasos se perciben en el final del mar,

ahí estás,

te escondes entre los abandonos.

Me miras y te miro, sombra mía,

reflejo mío.

Soy vagabundo de mi pasado.

Soy el triste ahora,

soy el que nunca esperé ser.

Brindo por los daños y los años,

por la vida y por las guerras.


Por el moribundo mundo,

por ti,

por mí.

Brindo solo.
Otra vez surgen los mismos versos.

Ya estoy cansado de hablar del mismo amor,

de criticar al mismo dios.

Rásgate los ojos mirando la felicidad inalcanzable,

no vivas tu vida.

No sueñes,

No cambies el mundo.

De muerto vas a convertirte en una caja de madera,

y nunca florecerás.
Viento/Fuego

Entre mis venas corre sangre nueva.

La tristeza se ha marchado de mi tejado,

ya no hay nostalgias con que alimentar mi soledad.

Mis éxodos culminan siempre en el principio de otro cuento.

Solitario,

el nuevo yo renace en algún lugar.

Se apaga una estrella,

mi luz se renueva,

el viento, del que soy hijo,

busca el fuego para incendiar el mundo.

Así ilumino mi futuro.

II

Me encanta el viento,

me despeina y se lleva entre sus silbidos sordos

algunas tristezas.

El otoño es mi hogar,

las hojas desahuciadas caen felices, abrazadas por el respiro del mundo.

Es una nueva época.

Ya no hay espacio para las soledades.


III

He renacido entre tu fuego.

Hija de Saturno,

las tristezas arden en tu cuerpo.

El último hálito de melancolía

se escabulle entre mi sombra y se esconde.

Siempre mantengo una chispa de dolor

para encender mi fuego,

siempre seré un ser triste

en un mundo de peces con manos.

IV

Lleva mis cenizas hacia donde cayeron mis lágrimas,

hacia donde callaron mis palabras.

Llévame hacia donde nunca esperé llegar.

Sujeta mis raíces, y mueve mi tierra.

Quema todo,

acaba con todo,

que mi viento avive tus llamas

para incendiar mi mundo.

V
Ahora es tiempo del Fénix,

de arder y no morir.

El renacimiento se esconde en miles de palabras no escritas.

Me has consumido las manos,

los huesos,

y mi alma deambula entre páginas en blanco.


Voy a bailar con las palabras

la tonada triste que escucho todas las noches.

Voy a bailar con todos los libros de poemas

que no se venden,

y con los poetas que purgan

tres metros bajo tierra.

Siento el llamado,

los pasos se acercan como segunderos

siempre constantes,

entre las sombras.

Me dice:

Adivina quién soy

y te regalo una luciérnaga.

Digo:

¿Qué es mi la soledad?

¿Cuánto dura el llanto?

¿De qué color es la felicidad?

Solamente habla el silencio.


Entonces escribo,

escribo para soportar la vida

para compartir el llanto,

Y para buscar si alguna vez todas estas palabras se alinean

Y encuentro mi inmortalidad.
Maga II

He perdido tantos poemas Durante este escape continuo,


qué vago por la realidad e intentó dedicar un solo sueño a la felicidad.
Sólo pesadillas de realidad me envuelven
el miedo me espía a través de mi cortina
me mira y se excita sólo,
viendo comiendo devorándome.

Quiero que vuelvan esos vuelos de poeta


esos vuelos de soñador,
esas a las que están podridas y se esconden
en lo más profundo de mi, de ti y de nosotros.
Porque dejamos de ser nosotros y me convertí en nada
deje de ser yo
dejé la magia
y los duendes.

Me río de mí, por ser quien nunca debí ser


por parar, por el miedo a la soledad
por escapar.
Amanece sin sol en esta eterna oscuridad
soy un lobo alimentado por la luna eterna,
muerto entre aullidos,
entre poemas y manos lastimadas.

Sigo solo, he estado solo desde que te fuiste


desde que ya nunca más apareciste
de golpe
así, sin pensarlo, a lo Maga por mi vida
por algo que ya nunca seré.
Maga llegas para alborotar mis letras,
mi tranquilidad de mentira,
mi imaginación agobiada.
Llegas a maltratar mi risa falsa
y a derrumbar esta casa de papel con tu respiración.

El mundo sigue siendo perenne entre tu abrazo, Maga.


Qué hago si no soy Oliverio,
si no soy Cortázar.
Si no escribo,
ni cuento,
ni vivo,
ni respiro.

Tengo la culpa de ser,


tengo la culpa de no ser.
Tengo miedo de sacarte de mi pecho,
miedo de perder la mínima humanidad
de olvidar el dolor y ya no sentir nada.
De olvidar mis dedos caminando por tu espalda
y olvidar el aire
olvidar el suspiro

Dime Maga,
por qué llegas si nunca te has ido
por qué vuelves si nunca has partido.
Por qué me abrazas y todo sigue negro.
Ya no eres maga,
ya no soy
ni somos.
Te dejo en este segundo,
en este efímero presente.
Te abandonó Maga
y me abandono.
El hombre que escribía sobre tristeza

Sorbe de su cerveza fría, esta solo


escondido en el fondo del bar.  
Tiene un saco gris más antiguo que el sol,
unos lentes de su abuelo
y una mirada atrapada por la tristeza.
Una canción Rock and Roll quemando sus células.
Presentable para la vida,
presentable para la muerte.

Lleva sus manos ensangrentadas


con letras de poemas suicidas,
con aplausos ante la vida,
con escupitajos en medio del rostro de la muerte.
Nunca ama dos veces la misma flor,
Tiene siempre el contraproducente deseo de convertirse en río,
en devenir,
en ser siempre el mismo hombre, pero nunca el mismo dolor.

El hombre que escribe sobre tristeza es un hombre feliz,


aunque no se abre el telón de su sonrisa,
su alma aplaude.
Se alimenta de tristeza,
se alimenta de llanto,
de olvido.
El hombre camina solo en un estado pensativo,
como si contara sus pasos
y cada uno de ellos lo acercará a su destino.

De vez en cuando esboza una sonrisa


que todos confunden con locura,
la cuerda locura de esperar el dulce encuentro con la oscuridad.

Entonces
en las entrañas de la noche
cuando los vampiros van a dormir con la barriga llena
y el corazón muerto,
él,
con los únicos ojos encendidos de la cuadra
muere entre poesía.
Un día de estos

Se sintió con ganas de dejarlo todo por ella, por ver sus ojos o por sentir su cuerpo.
Se entregó sin miedo, sin temores y con toda clase de excesos. Ella por su parte vivía en el
pasado, en amores pasados, camas pasadas. Cuantas veces la vio llorar lágrimas pasadas
que se escurrían negras sobre sus mejillas. Tenía temor, miedo, pánico de entregarse, de
desprenderse, de salir de ese caparazón formado por promesas no cumplidas. Fue por eso
que él lo dio todo, todo su amor y el amor que ella debió entregarle.

Fueron tantas noches pisoteando sus sentimientos que a ella le acabaron por doler
los pies, y a él por rompérsele el alma. Pero el amor seguía, insensible ante el dolor, ante las
lágrimas. Al final se alimentaba de sufrimiento, se nutría con las noches de insomnio que
ella le provocaba, por los días que pasaba ebrio queriendo olvidarla.

Él siguió su camino, pudo avanzar. Cambiarse de ciudad, buscar un nuevo empleo.


Ella continuó su vida. Me contaron que por casualidades del destino volvieron a
encontrarse. Ella y él. Tomaron un café, rieron. Volvieron a encontrarse muchas veces,
tomaron muchos cafés. Él ya nunca se volvió a entregar por completo, ella, más madura,
sabía que él no debía entregarse nunca por completo. Hubo más cafés, muchas tardes,
mañanas, noches. Tal vez algún día vuelvan a quererse, tal vez ella se entregue, tal vez él se
entregue. Tal vez, un día de estos.
Miedo

Estos escupitajos de poesía


no me van a llevar al cielo,
no necesitamos de más poesía para arreglar el mundo.
De qué sirve escribir
si nadie quiere leer.
Desde qué momento cagar se confundió con
vaciar el espíritu.

Son tres años estancado en el mismo sueño


tres años soplando velas
y cazando estrellas fugaces.
Pero el miedo,
el dulce miedo vale más que la derrota.
El miedo vale más que las soledades.
El miedo alimenta mi carne
y vacía mi alma.
El miedo no me deja mirar a los ojos
al mundo.

Pero no más, me desvisto de corporeidad.


Ya no soy yo,
ni seré,
ni volveré a ser.
Me disfrazo de sueño
y comienzo a dormir entre piedras.
Me disfrazo de árbol
y sigo mis raíces en el mundo.

Problemas entre mis manos


Oscuridad sobre mi espalda
Encuentros con mis lobos
Trozos de mi carne marcando el camino
Antipoeta aunque las primeras letras digan lo contrario.

Dónde se esconde mi miedo,


qué construcción social limita
mi esqueleto.
Ahora que soy palabra
ya no hay voz.
Ahora que duerme mi sangre
sólo queda poesía.
Maggy

Llevas tu tierra escondida entre tus uñas sucias

tus ríos navegan entre tus lágrimas.

la discriminación es tu himno.

Tu nación son las miradas de odio,

ya no piensas, ni vives.

¿Existen personas buenas?

Tal vez debajo de las piedras,

donde habitas

entre las hormigas de ciudad

que mueven el mundo.

Tu sexo convertido en souvenir

decora las calles.

Propones un pacto contra el odio,

le muestras tu sonrisa.

Pero tu cuerpo sigue siendo la mina

donde se adentran y te desprenden

a orgasmos

pedazos de tu alma.

Los gusanos lamen tu cuello


extinguen tu sonrisa.

La muerte está rondando tu mente.

¿Estás bien?

¿Existes?

¿Cómo te llamas?

No recuerdo como me llamo

Pero me dicen

Maggy.

La Habana, abril 2017.


La palabra ya no se transforma, ya no muta, ya no es poema.

Es un pájaro sangrante de alas rotas,

desastrosamente terrestre,

un poco humano.

Así he perdido mis palabras,

mis llantos,

mis manos-alas.

Mis poemas reposan en el fondo de mi mar

y ya solo me quedan piernas

para caminar.

Ya no soy noema.

Muerto el hombre,

muerto el poema.

He perdido más de lo que he aprendido,

es bueno cobijarme con mis fracasos,

tomar mis lágrimas

y escupir fuego desde mis raíces.

He sido fuego,

he aprendido a arder.
He perdido las palabras y la voz,

ya no me quedan armas

para mi continuo suicidio.

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