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Pages From No Me Llames Loca
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estado crítico. Al traerla acá era obvio que sería difícil darle
seguimiento. Recuerdo que ya llevaba dos semanas sedada y
dije: «es suficiente».
Me ofrecí a hacerme cargo del caso, yo era joven y tenía todas
las ganas de sacar a quien fuera adelante, era solo una niña de
13 años ¿Cuánta más vida iba a perder estando dormida en ese
lugar?
¿Cómo iba a permitir que su segunda oportunidad de vivir se
volviera otro encierro? Pedí que le quitaran los sedantes, con
temor las enfermeras lo hicieron. La observaba por la
ventanilla, le sonreía, quería que se acostumbrara a ver mi
rostro antes de abrir la puerta. Le dibujaba paisajes y se los
pegaba al cristal, le ponía música y ella la amaba. Después de
varias semanas, tras esa barrera, ella me regaló la primera
sonrisa, allí supe que ya era momento. Decidí entrar a su
habitación, se asustó. Lucía más pequeña de lo que era, muy
frágil, se le resaltaban los huesos de la piel. Todos afuera
conspiraban pensando en tratamientos muy invasivos, pero
nadie pensó en que por diez años no tuvo la energía más
importante...
amor.
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Vi a Marck levantar una hoja debajo del almendro y volteó a
verme, cuando vi su intención de acercarse, retrocedí. «No
vengas»
Lauren me tomó de la mano —Vámonos, no puedes estar aquí
hoy.
—No pierdas clase por mí, regresa, anda.
—¡No! vámonos, al carajo con todos —dijo en voz alta.
Fuimos a su coche, comenzamos a dar vueltas por la ciudad.
—Llora, Danny, no te aguantes —me dijo.
—Quisiera, de verdad.
La ciudad estaba fría, con neblina. Hamlëin tenía esa clase de
filtro frío y azul, el cielo estaba nublado, y apenas y se apreciaba
que había montañas.
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Capítulo cuarenta y ocho
—¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste? ¿Por qué, Dannia, por qué? Van
a descubrirnos, nos encerraran, tenemos que huir
¡Vámonos, vámonos!
—Detente estúpida, estoy haciendo la justicia que todos
piden —Dijo Dannia, enfurecida.
—No, no, no, esto no, Lauren aún no está muerta, ella puede
vivir.
—Morirá.
—¡No! ¡No morirá!
—No seas idiota, viste la sangre, demasiados litros, no llegó
a tiempo, ella va a morir sino es que ya…
—¡No lo digas! —grité —salí de la bañera, me sequé, me puse
una bata, no sabía a dónde ir, qué hacer, con quién hablar,
no podía controlarla, era más fuerte, todos tenían más
fuerza.
—Danny, detente.
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