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Carlos Fuentes

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Carlos Fuentes Macías. (Panamá, 11 de noviembre de 1928 - México D.F., 15 de mayo de 2012).

Escritor mexicano.

Su infancia transcurre en un ambiente cosmopolita entre Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos y
otros países iberoamericanos. Estudia Derecho en México y en Suiza y trabaja en diversos
organismos oficiales hasta 1958. Paralelamente, funda y dirige junto a Emmanuel Carballo la
Revista Mexicana de Literatura y colabora en Siempre; en 1960 funda también El Espectador.

A los veintiséis años se da a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días
enmascarados (1954), que recibe una buena acogida por parte de crítica y público. Tras obras
como La región más transparente (1958) o Las buenas conciencias (1959) llega La muerte de
Artemio Cruz (1962), con la que se consolida como escritor reconocido.

Posteriormente escribe el relato Aura (1962), de corte fantástico, los cuentos de Cantar de ciego
(1966) y la novela corta Zona sagrada (1967). Por Cambio de piel (1967), prohibida por la censura
franquista, obtiene el Premio Biblioteca Breve y por su extensa novela Terra nostra (1975), que le
lleva seis años escribir y con la que se da a conocer en el mundo entero, recibe el Premio Rómulo
Gallegos de 1977.

En 1982 aparece su obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna, que se estrena en Harvard y
critica la política exterior de EEUU. Dos años después recibe el Premio Nacional de Literatura de
México y finaliza su novela Gringo Viejo, que había comenzado en 1948.

Recibe el Premio Miguel de Cervantes en 1987 y ese mismo año es elegido miembro del Consejo
de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York. En 1990 publica Valiente mundo nuevo
y en los años posteriores es condecorado con la Legión de Honor francesa (1992), la Orden al
Mérito de Chile (1993) y el Premio Príncipe de Asturias (1994), entre otros numerosos honores.

Recibe el Premio Real Academia Española de Creación Literaria en 2004 y posteriormente publica
Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008) y Adán en Edén (2009). Sus
últimas obras aparecen en 2011, el ensayo La gran novela latinoamericana y el libro de cuentos
breves, Carolina Grau.

Además de su labor como literato destaca por sus ensayos sobre literatura y por su actividad
periodística paralela, escribiendo regularmente para el New York Times, Diario 16, El País y ABC.

Su intensa vida académica se resume con los títulos de catedrático en las universidades de
Harvard y Cambridge (Inglaterra), así como la larga lista de sus doctorados honoris causa por las
Universidades de Harvard, Cambridge, Essex, Miami y Chicago, entre otras.

El escritor fallece en 2012 a los 83 años en la capital mexicana.

Carlos Fuentes
(Ciudad de Panamá, 1928 - México, 2012) Narrador y ensayista mexicano, uno de los escritores
más importantes de la historia literaria de su país. Figura fundamental del llamado boom de la
novela hispanoamericana de los años 60, el núcleo más importante de su narrativa se situó del
lado más experimentalista de los autores del grupo y recogió los recursos vanguardistas
inaugurados por James Joyce y William Faulkner (pluralidad de puntos de vista, fragmentación
cronológica, elipsis, monólogo interior), apoyándose a la vez en un estilo audaz y novedoso que
exhibe tanto su perfecto dominio de la más refinada prosa literaria como su profundo conocimiento
de los variadísimos registros del habla común.
Carlos Fuentes

En lo temático, la narrativa de Carlos Fuentes es fundamentalmente una indagación sobre la


historia y la identidad mexicana. Su examen del México reciente se centró en las ruinosas
consecuencias sociales y morales de la traicionada Revolución de 1910, con especial énfasis en
la crítica a la burguesía; su búsqueda de lo mexicano se sumergió en el inconsciente personal y
colectivo y lo llevaría, retrocediendo aún más en la historia, al intrincado mundo del mestizaje
cultural iniciado con la conquista española.

Biografía

Hijo de un diplomático de carrera, tuvo una infancia cosmopolita y estuvo inmerso en un ambiente
de intensa actividad intelectual. Licenciado en leyes por la Universidad Nacional Autónoma de
México, se doctoró en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza. Su vida estuvo
marcada por constantes viajes y estancias en el extranjero, sin perder nunca la base y plataforma
cultural mexicanas. En la década de los sesenta participó en diversas publicaciones literarias.
Junto con Emmanuel Carballo fundó la Revista Mexicana de Literatura, foro abierto de expresión
para los jóvenes creadores.

A lo largo de su vida ejerció la docencia como profesor de literatura en diversas universidades


mexicanas y extranjeras, y se desempeñó también como diplomático. Impartió conferencias,
colaboró en numerosas publicaciones y, junto a la narrativa, cultivó también el ensayo, el teatro y
el guión cinematográfico. Algunos de sus ensayos de tema literario fueron recopilados en libros,
como La nueva novela hispanoamericana (1969) o el dedicado a Miguel de Cervantes, Cervantes
o la crítica de la lectura (1976).

A los veintiséis años se dio a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días
enmascarados (1954), que fue bien recibido por la crítica y el público. Se advertía ya en ese texto
el germen de sus preocupaciones: la exploración del pasado prehispánico y de los sutiles límites
entre realidad y ficción, así como la descripción del ambiente ameno y relajado de una joven
generación confrontada con un sistema de valores sociales y morales en decadencia.

Carlos Fuentes

Su éxito se inició con dos novelas temáticamente complementarias que trazaban el crítico balance
de cincuenta años de "revolución" mexicana: La región más transparente (1958), cuyo
emplazamiento urbano supuso un cambio de orientación dentro de una novela que, como la
mexicana de los cincuenta, era eminentemente realista y rural; y La muerte de Artemio Cruz
(1962), brillante prospección de la vida de un antiguo revolucionario y ahora poderoso prohombre
en su agonía. Ambas obras manejan una panoplia de técnicas de corte experimental
(simultaneísmo, fragmentación, monólogo interior) como vehículo para captar y reflejar una visión
compleja del mundo.

La región más transparente (1958)

Las promesas de originalidad y vigor que ya se vislumbraban en Los días enmascarados se


cumplieron plenamente con La región más transparente (1958), un dinámico fresco sobre el
México de la época que integra en un flujo de voces los pensamientos, anhelos y vicios de
diversas capas sociales. La primera novela de Fuentes supuso una ruptura con la narrativa
mexicana, estancada en un discurso costumbrista y en la crónica revolucionaria testimonial desde
una óptica oficialista. Con esta extensa obra acreditó el autor su vasta cultura, su sentido crítico y
su pericia y audacia como prosista, rasgos que muy pronto lo convertirían en uno de los escritores
latinoamericanos con más proyección internacional.
Al modo de John Dos Passos en Manhattan Transfer respecto a Nueva York, o de Alfred Döblin en
Berlin Alexanderplatz con la capital alemana, La región más transparente es el gran mosaico de
Ciudad de México, el retrato a la vez atomizado y gigantesco de todas sus clases sociales a través
del aproximadamente centenar de personajes que constituyen su "protagonista colectivo", siendo
el verdadero protagonista la propia ciudad; así lo delata su mismo título, que procede de una frase
con la que Alexander von Humboldt describió el valle de México.

La disección y crítica de la masa social del país (en la medida en que la ciudad incluye al campo al
absorber las migraciones de campesinos depauperados) es la propuesta programática de la obra,
y abarca desde los desheredados hasta los nuevos burgueses "que no saben qué cosa hacer con
su dinero", desprovistos de cualquier inquietud cultural y sin otra clase que se les oponga. El
dominio que muestra Fuentes de los distintos registros lingüísticos de cada clase social
proporciona verismo a su retrato y convierte la novela en una magistral obra polifónica.

Los continuos saltos temporales (dentro de un dilatado periodo que abarca desde los años previos
a la Revolución mexicana hasta el presente) y la irregularidad con que aparecen los personajes,
con frecuencia a través del monólogo interior, dan a la narración una apariencia desordenada y
anárquica; externamente, la novela está dividida en tres partes desproporcionadas que engloban
capítulos distribuidos sin simetría. Sin embargo, en ningún momento se pierde el hilo de la
narración, lo que demuestra el especial cuidado que pone el autor en la estructura.

La primera secuencia es la presentación de sí mismo que hace Ixca Cienfuegos, e inicia la novela
con estas palabras: "Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en México, D.F." Su voz, la
primera en aparecer, se dirige a sus iguales y a la ciudad. El hálito poético de su palabra dignifica
su amargura y su resignación ante el destino que los mexicanos como él están condenados a
padecer. La insistencia de frases como "qué le vamos a hacer" refuerza el fatalismo que
caracteriza a la mentalidad indígena y crea lazos discursivos entre otros personajes marginados
dentro de la misma novela. Su parlamento finaliza con las siguientes frases: "Aquí nos tocó. Qué
le vamos a hacer. En la región más transparente del aire".

Carlos Fuentes

La estructura de la novela está presidida por la circularidad: se abre con estas palabras de Ixca
Cienfuegos y se cierra con "La región más transparente del aire". Este concepto circular, tan
ligado al de la repetición, se observa en varios niveles de la novela y es básico para la tarea de
enhebrar los numerosos elementos de esta obra y para sostener su simbolismo. Así, sobresale el
que aglutina la muerte de varios personajes (el final de sus ciclos vitales).

Otro factor siempre presente en la obra es que el sacrificio ritual, como la Revolución, cuyos
ideales yacen ya enterrados en el olvido, sacrificó no a todos sino a los de siempre, para mantener
o encumbrar en su sitio a los mismos. En ausencia de cualquier valor, los personajes son
figurantes de un teatro vacío; los pobres, los macehuales, están fatalmente destinados a
permanecer enclavados en la región más transparente del aire: dentro de la miseria, sin porvenir,
fuera de la historia, sin nombre.

La muerte de Artemio Cruz (1962)

La denuncia del fracaso de la Revolución se halla en la base de diversas obras de Carlos Fuentes,
y muy especialmente en La muerte de Artemio Cruz (1962), una de las mayores novelas de las
letras mexicanas. Sus páginas detienen por un instante, con una prosa compleja de identidades
fragmentadas, el flujo de conciencia de un viejo militar de la Revolución de 1910 que se encuentra
a punto de morir, e indagan también en el sentido de la condición humana. El magisterio de James
Joyce (autor le que impresionó profundamente) es patente en el uso del monólogo interior como
técnica narrativa fundamental; en el manejo del monólogo, Fuentes superó en esta obra en
complejidad (y acaso en riqueza) al mismo maestro.

Alegóricamente, la historia de Artemio Cruz es la del nacimiento, implantación y muerte de la


Revolución mexicana; el antiguo revolucionario refleja el modo en que se prostituyeron sus
valores, subrayando que tal traición fue libre decisión de su soberana voluntad y no de presiones
históricas, aunque sí quizá de una inquietante atmósfera común o de una huidiza naturaleza
humana: el egoísmo, la ambición, la sed de poder y riqueza lo movieron lo mismo que a tantas
personas de su entorno, carentes de todo escrúpulo.

Pero el relato, en el que destacan un amor juvenil de Artemio que coincide con los días
entusiastas de la revolución, su posterior matrimonio por interés y sin amor en tiempos de la
institucionalización y un amor clandestino de la madurez con el que intenta rehabilitarse
espiritualmente, perdería gran parte de su autoridad de no ser por la forma con que Fuentes ha
sabido arroparlo.

Carlos Fuentes en una imagen de 1995

Viejo, rico y poderoso en la hora de su muerte, Fuentes relata la larga agonía de Artemio Cruz y
los episodios en ella evocados mediante el empleo riguroso y sistemático del "yo", del "tú" y el "él".
A través del "yo" nos ofrece, en tiempo presente (la obra se sitúa en el año 1959), el monólogo
interior del antiguo revolucionario agonizante, mientras que el "tú" corresponde a su
subconsciente, que instruye al moribundo acerca del futuro de sus elucubraciones mentales, y con
el "él" recuerda, por el contrario, la historia pasada de Artemio y de quienes le rodearon o bien se
rodeó en los distintos momentos de su vida.

Estas narraciones o intervenciones en primera, segunda y tercera persona forman una especie de
tríadas que se van repitiendo a lo largo de las páginas del libro hasta doce veces, tantas como las
horas que dura la agonía de su protagonista. A lo largo de la misma se nos ofrecen otras tantas
revisiones de su pasado, que no se producen cronológicamente, sino a la manera de William
Faulkner, de acuerdo con los desordenados y caprichosos saltos mentales a los cuales se entrega
el moribundo.

El último de todos ellos, que se remonta a 1889, cuando Artemio vino al mundo, no es fruto de su
pensamiento ni forma parte de la película de su vida que presencia mientras agoniza, sino obra
del autor. Una última tríada, a la cual correspondería el fatídico número trece, queda truncada de
repente por la muerte de Artemio tras la sola intervención del "yo" y el "tú". Así termina sus días el
viejo caudillo mexicano; su historia simboliza la historia colectiva de su país, en cuyo intento de
transformación revolucionaria participó, al que luego (como hicieron muchos otros)
inevitablemente traicionó, y al que también corresponde buena parte de responsabilidad en sus
destinos.

Obra posterior

Las novelas reseñadas otorgaron a Carlos Fuentes un puesto central en el llamado boom de la
literatura hispanoamericana. Dentro de aquel fenómeno editorial de los años 60 que, desde
España, daría a conocer al mundo la inmensa talla de los nuevos (y a veces anteriores)
narradores del continente, Carlos Fuentes fue reconocido como autor de la misma relevancia que
el colombiano Gabriel García Márquez, los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Julio
Cortázar, los cubanos José Lezama Lima y Guillermo Cabrera Infante, el peruano Mario Vargas
Llosa o los uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti.

Entre las dos novelas mencionadas, sin embargo, se sitúa una obra de andadura realista y
tradicional: Las buenas conciencias (1959), que cuenta la historia de una familia burguesa de
Guanajuato. Esas obras iniciales cimentaron un ciclo denominado por el autor "La edad del
tiempo", obra en constante progreso a la que se fueron sumando diversos volúmenes. Espíritu
versátil y brillante, Fuentes tendió a abordar en obras ambiciosas y extensas (a veces incluso
monumentales) una temática de hondo calado histórico y cultural; la novela es concebida
entonces con máxima amplitud, como un sistema permeable capaz de integrar elementos en
apariencia dispersos pero dotados de poder evocativo o reconstructor.

Son de destacar, en este sentido, Cambio de piel (1967), con las abundantes divagaciones a que
se abandonan cuatro personajes ante el espectáculo de una pirámide de Cholula. Zona sagrada
(1967) retrata la difícil relación entre una diva del cine nacional y su hijo. Terra Nostra (1975),
novela muy extensa que muchos consideraron inabordable, es probablemente su obra más
ambiciosa y compleja; en ella llevó al límite la exploración de los orígenes del ser nacional y de la
huella española (el ejercicio del poder absoluto por parte de Felipe II) en las colonias de América.

En Cristóbal Nonato (1987), inspirada en Tristram Shandy de Laurence Sterne, narró el


Apocalipsis nacional empleando la voz de un niño que se está gestando; este sorprendente
monólogo de un personaje no nacido se sitúa en 1992 (año del quinto centenario del
descubrimiento de América) y constituye una celebración paródica en un México corrupto y
destrozado.

A esta selección se agrega la novela corta Aura (1962), historia mágica, fantasmal y extraña en la
mejor tradición de la literatura fantástica. Diverso carácter posee La cabeza de la hidra (1978),
que, bajo la modalidad de una novela de espionaje, trata sobre la corrupción de la vida política
mexicana; la "hidra" del título es el petróleo mexicano, una riqueza natural que no genera
prosperidad, sino dinero, corrupción y esclavitud. Al igual que Gringo viejo (1985), novela sobre la
estancia y desaparición del periodista norteamericano Ambrose Bierce en el México
revolucionario, fue llevada al cine.

Su experimentalismo narrativo fue menguando con el curso de los años, como se hizo perceptible
en Diana o la cazadora solitaria (1994), breve novela que recontaba su tormentosa relación con la
actriz Jean Seberg. A pesar de ello agregó a su obra títulos interesantes como Constancia y otras
novelas para vírgenes (1990), El naranjo o los círculos del tiempo (1993) y La frontera de cristal
(1995), conjunto de historias centradas en la línea divisoria que separa a México de Estados
Unidos.

Posteriormente publicó Los años con Laura Díaz (1999), Instinto de Inez (2001), La silla del águila
(2003), Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008) y Adán en Edén (2009).
Ensayista, editorialista de prestigiosos periódicos y crítico literario, escribió también obras de
teatro, como El tuerto es rey (1970) y Orquídeas a la luz de la luna (1982). Una inteligencia atenta
al presente y sus inquietudes, el profundo conocimiento de la psicología del mexicano y una
cultura de alcance universal hacen de su obra un punto de referencia indispensable para el
entendimiento de su país. En 1987 fue galardonado con el Premio Cervantes, en 1994 con el
Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y en 2008 recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la
Católica.

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