11 Organización - Escolar - Cuaderno-4
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organización escolar
Richard F. Elmore
Penelope L. Peterson
Sarah J. McCarthey
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Richard F. Elmore
Penelope F. Peterson
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Título original: Restructuring in the Classroom. Teaching, Learning, and School Organization,
San Francisco, California, Jossey-Bass, 1996. Este cuaderno consta de la
traducción del capítulo 14 y se realizó con fines académicos, no de lucro.
Coordinación editorial
Esteban Manteca Aguirre
Cuidado de la edición
Rubén Fischer
Formación electrónica
Lourdes Salas Alexander
Traducción
Carolina Alvarado Graef
ISBN 968-5710-13-9
Impreso en México
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qué tenemos tan poca evidencia de que los cambios de organización conducen
directamente a cambios en la enseñanza y en la práctica y, finalmente, a cambios
en el aprendizaje de los estudiantes?
En este capítulo analizaremos este problema de organización escolar y prác-
ticas de enseñanza a través de la experiencia de tres escuelas en nuestro estu-
dio. Nuestro análisis se ordenó en cuatro categorías principales. En primer lugar
se discuten las similitudes y diferencias entre las tres escuelas que participaron
en el estudio y cómo esto se relaciona con las explicaciones convencionales
sobre cómo cambian las escuelas. En segundo, se discuten las experiencias de
estos planteles con la reforma estructural. En tercero, se discute cómo los maes-
tros, en su papel de practicantes individuales, se adaptaron a las expectativas de
que cambiaran sus prácticas de enseñanza. Y en cuarto, se llega a ciertas con-
clusiones sobre cómo se debe pensar la reforma estructural y la práctica de la
enseñanza en el futuro, tanto en el diseño de la investigación como en la tarea
práctica de cambiar las escuelas.
Estructura organizativa
Cada una de las escuelas que estudiamos realizó cambios significativos en su
estructura organizativa. La primera escuela, Lakeview, cambió la estructura del día
escolar y lo dividió en dos partes, con estrategias de agrupamiento y contenido
diferentes en cada parte. Se crearon grupos de estudiantes de diferentes edades
y equipos de maestros para proporcionar instrucción en lectura y matemáticas.
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Visión
De la misma manera, cada una de las escuelas ha pasado por una experiencia de
grupo donde se compromete a una visión común con base en un concepto más
ambicioso del aprendizaje del estudiante. Los maestros de Lakeview y su directo-
ra, Laurel Daniels, diseñaron su nueva estructura durante un taller de verano. A
partir de ese momento, se reunieron de manera regular durante el año escolar
y en los veranos para renovar y refinar sus ideas sobre cómo debería organizarse
su plantel. Su visión se basó en el precepto de que todos los niños podían aprender
en altos niveles y que los estudiantes no deberían clasificarse como individuos
con poco aprovechamiento por la manera en la que se agrupaban o en que se
organizaba la escuela. Los maestros de Webster y su directora, Cheryl Billings,
hicieron algo similar y se reunieron en un retiro durante el verano para diseñar
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Liderazgo
Cada escuela tenía como directora a una líder de carácter fuerte y dinámico,
aunque estas directoras presentaban considerables diferencias en sus estilos
de liderazgo. Laurel Daniels, de Lakeview, tenía mucha práctica en el inconfor-
mismo creativo y utilizó sus instintos educativos y su creciente conocimiento del
entorno para construir un nicho organizativo y político para la escuela y para
obtener recursos federales, estatales y de donadores privados. Cheryl Billings,
de Webster era más un producto de su entorno; aprovechó los recursos considera-
bles del distrito, su apoyo y entusiasmo para desarrollar sus propias capacidades
y explotar las oportunidades para que los maestros de su escuela aprendieran y
desarrollaran sus propios talentos. Diane Mandel fue contratada para abrir la es-
cuela de Northeastern debido a su experiencia previa en escuelas alternativas.
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El distrito
Otra fuente importante de diferencias entre las escuelas en nuestro estudio fue el
distrito dentro del cual operaban. Lakeview y Laurel Daniels se enfrentaron a una
administración que en el mejor de los casos era indiferente, y en el peor abierta-
mente hostil, ante su agenda de reforma. En el distrito se percibía la actitud de
Daniels como la de una renegada. Era admirada por los padres de familia, los
creadores de políticas estatales y federales y por los miembros de la comunidad
gracias a su pasión y dedicación al cambio de las formas tradicionales de ense-
ñanza. Tenía grandes habilidades empresariales y generaba recursos y apoyo
político para sus ideas reformistas. Sin embargo, esta visibilidad en la comunidad
y fuera del distrito fue algo negativo de muchas maneras para su posición dentro
del mismo. Los administradores del distrito le proporcionaron tan sólo un apoyo
simbólico y reaccionaron de manera cautelosa ante los partidarios de Daniels
pero sin entusiasmo a sus metas sustantivas para Lakeview. Cuando Daniels se
frustró y salió, el distrito respondió colocando a una persona que consideraban
más confiable y menos visible en la dirección de Lakeview. La sucesora de Daniels
también percibió al distrito como poco favorable en lo que respecta a la agenda
de su escuela.
Por otra parte, Webster operaba en un entorno de distrito diseñado explícita-
mente para proporcionar apoyo y reforzar lo que se estaba haciendo. En términos
sencillos, la agenda de la escuela era la misma que la del distrito. Se consideraba
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pesar de que sus conexiones con redes de expertos podrían haber resultado de
utilidad para los maestros en Webster.
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Las tres escuelas demuestran lo diverso que pueden resultar los efectos de los
sistemas administrativos distritales en las escuelas que tienen una agenda de
reforma. Lakeview luchó contra un distrito a veces indiferente y en ocasiones
activamente hostil, que hizo poco por apoyar la agenda de la escuela. Webster
operó en un ambiente distrital que proporcionaba apoyo activo, aunque la estrategia
del distrito introdujo la división entre el proceso y el contenido, lo cual no pareció
funcionar muy bien para Webster. Northeastern operó en un entorno más libre,
en el cual el distrito proporcionaba el apoyo a la autonomía de la escuela pero no
mucha dirección en términos de la estrategia distrital general sobre enseñanza y
aprendizaje.
Las tres escuelas estaban comprometidas a alcanzar reformas estructurales
que pensaban llevarían a diferentes maneras de enseñar y manifestaron el compro-
miso común con las actividades diseñadas para galvanizar una visión común
sobre la educación. Las tres tuvieron líderes fuertes y comprometidas, que estaban
dispuestas a tomar el control de las funciones claves de la organización, en par-
ticular el reclutamiento y contratación de maestros. Tuvieron notorias diferencias
en su experiencia con la reestructuración a pesar de que todas tenían suficiente
experiencia para descubrir las dificultades principales que aparecerían al cam-
biar estructuras y prácticas bien establecidas: diferencias bien ilustradas por los
entornos distritales, que iban desde uno hostil hasta uno de total apoyo.
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compartidas sobre la importancia de que todos los niños aprendieran a altos ni-
veles. Por otra parte, estas creencias se compartían ampliamente y estaban bien
representadas en las estructuras desarrolladas por las escuelas. Estaban dis-
puestas a realizar cambios significativos en la estructura convencional de mane-
ra que reflejara sus creencias sobre la enseñanza y el aprendizaje. Cada escuela
modificó de forma importante la manera en que se agrupaban los estudiantes,
cómo se relacionaban los maestros entre si, cómo se distribuía el tiempo en las
materias académicas y cómo se tomaban decisiones sobre asuntos organizati-
vos. En otras palabras, cada escuela estaba involucrada activamente en el cam-
bio de las estructuras y procesos convencionales de educación. En este sentido,
estaban activamente reestructurándose.
Sin embargo, por debajo de estos niveles organizativos de proceso y estruc-
tura se encontró un panorama diferente. La práctica de la enseñanza en dos de
las tres escuelas (Lakeview y Webster) era, en el mejor de los casos, muy varia-
ble. Algunos maestros en estas escuelas buscaron de manera entusiasta nue-
vas formas de enseñar, pero demostraron una falta de conocimiento sobre cómo
llevar a cabo de manera exitosa estas nuevas prácticas con los estudiantes;
otros maestros pensaban que estaban enseñando de maneras muy novedosas
cuando de hecho parecían estar utilizando ligeras modificaciones sobre lo que
decían haber hecho anteriormente y otros no tenían un completo control sobre el
contenido que enseñaban, lo cual minaba sus intentos por poner en práctica
nuevos métodos.
En la tercera escuela, Northeastern, encontramos una situación bastante dife-
rente. Observamos a los maestros y a los estudiantes en un proceso ambicioso
de enseñanza y aprendizaje con mucho mayor consistencia que en las otras dos
escuelas. También se observó variabilidad en Northeastern, pero se restringía en
su mayor parte a los maestros que estaban aprendiendo a dominar, en un nivel
relativamente alto de conocimiento, algunos de los dilemas fundamentales de la
enseñanza constructivista. En su mayoría, lo que se pudo ver en Northeastern
fue a un grupo de maestros con un fuerte conjunto de normas comunes sobre lo
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nos salían de estos dos ejercicios con puntos de vista radicalmente diferentes
sobre el propósito de la actividad, a pesar de que ninguna maestra dio suficiente
tiempo para escuchar y discutir lo que los estudiantes habían aprendido. En con-
traste con esto, tenemos el enfoque de Dan Rollins en Northeastern, que cuidado-
samente guiaba a sus estudiantes en una discusión sobre los huevos de las mantis
religiosas: en primer lugar estableció el marco general de los ciclos de vida; des-
pués dejó que los alumnos estudiaran los diferentes tipos de huevo; y finalmente
escuchó a los estudiantes hablar y hacer preguntas sobre lo que observaban en
el caso particular de los huevos de la mantis religiosa. Su práctica fue tanto espon-
tánea como fluida, tenía una fuerte influencia de una planeación cuidadosa, previ-
sión y curiosidad sobre los modos de pensamiento de los estudiantes.
Se pueden observar diferencias similares sobre cómo los maestros ayudaron a
los estudiantes a tratar con el texto a través de la lectura y la escritura. Peg Ernst,
de Lakeview estaba tan preocupada por cómo se sentían sus estudiantes con
lo que estaban haciendo, estaba tan decidida a que cada estudiante debía recibir
algún refuerzo positivo a partir de la experiencia de aprendizaje que había creado,
que no prestó atención exactamente a lo que debían aprender los estudiantes.
Su colega, Lynn Horn, por otra parte, entró a los poemas que estaban creando
sus estudiantes, introdujo sus propias palabras y sugirió ediciones, aparente-
mente sin consideración de si los estudiantes entendían lo que hacía o por qué.
En contraste con estos enfoques se encuentra el de Julie Brandt, de Webster,
que guiaba a los alumnos a la selección de un tema a partir de una lista que había
creado y después a través de preguntas los hacía expresar sus ideas sobre el
tema. De manera similar, Brian Kramer y Alexis Brezinski, de Northeastern, encon-
traron maneras para que los estudiantes no sólo escribieran, sino para crear un
entorno en el que pudieran ayudarse entre sí a resolver los problemas rutinarios
que aparecen en el proceso de la expresión escrita. Mucha de la conversación en
los salones de clase de Kramer se daba entre los estudiantes que trabajaban
juntos en los textos y la narrativa y compartían un lenguaje común para construir
el texto de manera que tuviera sentido para el escritor y para el lector. Kramer
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salón de clases. Los enfoques que parecían más prometedores eran el cuidado-
so trabajo de Jay Ross con Julie Brandt, una relación en la que Ross funcionaba
como consultor y mentor con un rol activo en el salón de Brandt, y la estrategia de
Northeastern de seleccionar a maestros que ya estuvieran comprometidos y rela-
tivamente bien educados en una nueva forma de enseñanza y colocarlos en un
entorno donde la discusión y observación de la enseñanza fuera una parte nor-
mal del trabajo cotidiano. En el primer caso, Brandt pudo observar a alguien ense-
ñando en un entorno que ella podía entender: su propio salón de clases. En el
segundo, los maestros pensaban en sí mismos como practicantes de un enfoque
común a la enseñanza y utilizaban las experiencias de sus compañeros como
guías para su propio aprendizaje y descubrimiento.
Los enfoques para aumentar el conocimiento de los maestros que parecieron
menos efectivos fueron los que se basaban en la exposición única a programas
de desarrollo de personal o lecciones en materiales preparados. La escuela
Lakeview tenía muchísimos planes de desarrollo de personal. La lista de distintas
actividades de desarrollo para los maestros de Lakeview en un año era de 12 o
más. Los maestros agradecían y se agotaban con los intentos de Laurel Daniels
por traer conocimiento exterior a la escuela. Pero la forma en que llegaba este
conocimiento no promovía que los maestros trabajaran seriamente en la trans-
formación de su práctica. Los maestros aprobaban de manera colectiva una lista
de temas sobre los cuales se necesitaba trabajar y Daniels buscaba expertos en
esos temas para que hablaran con los maestros. También adquirían unidades de
programa de expertos externos –las unidades de las hormigas y los caracoles
de las clases de Turner y Garrett fueron proporcionadas por un consultor de una
universidad local. Pero nadie trabajó a través del complejo proceso de llevar estas
ideas a la práctica en el salón de clases con los maestros de Lakeview. Se supo-
nía que si los maestros tenían acceso a una buena idea, sabrían la manera de
ponerla en práctica.
Considérese que el distrito de Fairchild estaba promoviendo una de las estra-
tegias más sofisticadas del país para el desarrollo de personal, a lo largo de todo
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La paradoja constructivista
Todos los maestros de nuestro estudio luchaban con el problema fundamental
implícito en la nueva y ambiciosa enseñanza que se suponía debían poner en
práctica. En el caso de estudio de Northeastern, llamamos a este problema el
“dilema constructivista”. Si lo ponemos en forma de pregunta, se podría expresar
el dilema de la siguiente manera: ¿Cuál es el rol del maestro en un modelo de
aprendizaje centrado en el estudiante? De manera alterna, si el objeto de la en-
señanza es lograr que los estudiantes desarrollen su propio conocimiento sobre
la materia, ¿qué tan activamente debe intervenir el maestro para establecer las
condiciones del aprendizaje del estudiante?
Los practicantes con mayor experiencia en este tipo de enseñanza en nuestro
estudio se preocupaban con frecuencia por lo establecido en el dilema, de mane-
ra explícita y persistente. Alexis Brezinski se debatía entre exigir o no a sus alum-
nos de cuarto y quinto año que leyeran selecciones de la Iliada como parte de la
unidad que estaba enseñando sobre la Grecia antigua. Su pasión era la Grecia
antigua, su conocimiento sobre el tema era profundo y sus convicciones sobre lo
que los estudiantes debían saber para entender esa cultura estaban bien funda-
mentados. Pero estas influencias se contraponían con sus puntos de vista sobre
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cómo aprenden los niños. Al exigirles que leyeran la Iliada, sentía que estaba
creando una situación en la que los estudiantes leerían porque era lo que se espe-
raba de ellos y no porque fueran atraídos por una necesidad o deseo de saber algo
que fuera útil para aumentar su propio conocimiento. De cierta forma, ya había
contestado su propia pregunta al establecer los parámetros del proyecto sobre
Grecia. Al utilizar su propia pasión por el tema como la fuente principal de motiva-
ción de los estudiantes, los hacía estudiar algo que probablemente no hubieran
estudiado de otra forma. A final de cuentas los estudiantes sí leyeron la Iliada,
probablemente con la convicción de que lo estaban haciendo porque habían des-
cubierto por ellos mismos que era importante.
Una ilustración un poco menos exitosa de una maestra que luchaba interior-
mente con la paradoja constructivista es el de Dede Patterson, de Northeastern.
Se valió del aprendizaje activo y del descubrimiento en su intento por enseñar
el concepto de densidad con líquidos de diferentes colores. En sus propias pala-
bras estaba “haciendo preguntas y dejando que ellos [los estudiantes] hicieran
el trabajo”. Sin embargo, tuvo muchas dificultades para llevar a cabo su idea. Ella
misma sonaba un poco confundida en varios momentos durante la lección sobre
si lo importante era el color o la densidad del líquido y los estudiantes se percata-
ron de la confusión. Cuando finalmente llegó al tema de la densidad, ya no tenía
suficiente tiempo para que los estudiantes participaran en una discusión exhaus-
tiva de lo que significaba. Al final, lo que la distinguió de otros practicantes menos
exitosos de la enseñanza ambiciosa fue su capacidad de reflexionar sobre lo que
había hecho mal. Ella misma dijo que había encontrado difícil conseguir que los
estudiantes prestaran atención y que no había “internalizado lo que debía suce-
der durante la demostración”. En otras palabras, Patterson no había previsto su
propio rol en aclarar el conocimiento que se encontraba en la experiencia de
aprendizaje que había acercado a los estudiantes y en pensar lo que debía com-
prender el aprendizaje de calidad.
Por otra parte, el colega de Patterson en Northeastern, Dan Rollins, condujo
a los estudiantes a través de una detallada discusión sobre sus observaciones
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de los huevos de las mantis religiosa y proporcionó con habilidad los términos
científicos para muchas de las cosas que los estudiantes observaban, pero per-
mitió que las observaciones de los mismos condujeran el proceso de descubri-
miento. Estableció el tema de los ciclos vitales para que se integrara el aprendizaje,
pero les proporcionó múltiples opciones para hacer cosas específicas en las que
estuvieran interesados dentro del tema general. En este proceso, alcanzó su ob-
jetivo de impartir “motivación y emoción sobre el mundo natural” a través de ense-
ñar a los estudiantes cómo hacer preguntas productivas.
Lo que marcó a muchos de los otros maestros en nuestro estudio fue su falta
de curiosidad, conciencia o incluso interés sobre los problemas planteados por el
dilema constructivista. Turner, en Lakeview, era un torbellino de actividad en su
lección sobre las hormigas, pero aparentemente no se molestaba particularmente
por el hecho de que los estudiantes hubieran experimentado algo cuya impor-
tancia no podían explicar. Su colega, Trudy Garrett, utilizó vestigios de Distar
(una pedagogía de instrucción directa) para conducir a los estudiantes a través
del ejercicio, recitando las respuestas en el camino, sin una evidencia de que
apreciara la ironía de la tensión entre su pedagogía y la naturaleza de la tarea
que les pedía a los estudiantes que realizaran. De la misma manera, Joanna
Benton se enfrascó tercamente en el problema de valor posicional utilizando nú-
meros romanos sin mucha preocupación sobre si su propia noción del contenido
era una limitación a su capacidad de crear entornos donde los estudiantes enten-
dieran mejor el contenido.
En otras palabras, algunos maestros estaban utilizando una pedagogía sin real-
mente entender el grueso de las cuestiones intelectuales y prácticas del tema en
que se habían metido. No estaban haciendo un buen trabajo en la implantación del
tipo de enseñanza que aspiraban tener ni reflejaban adecuadamente las dimensio-
nes de su fracaso. Con todas sus limitaciones, Patterson estaba consciente de que
se había metido en un problema más grande de lo que podía manejar, y estaba en
una organización que podía haberle prestado ayuda si la solicitara.
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mismos habían planteado, en muchas ocasiones para evitar que los estudiantes
se apenaran por no saber la “respuesta correcta”. Pero en el proceso establecían
la expectativa de que el objeto del discurso en el salón de clases es adivinar lo que
está pensando el maestro. Y los maestros con frecuencia se ponen en la posición
de ser la fuente del aprendizaje de los estudiantes y proporcionan datos y
algoritmos para ellos, y en ocasiones hasta las mismas palabras para la escritura
de los estudiantes, en vez de crear situaciones en las que los estudiantes se
vean obligados a construir su propio conocimiento. Estas prácticas están genera-
lizadas en los salones de clases de los Estados Unidos y permean el conocimien-
to profesional y el pasado de los maestros de casi todas las aulas de este país. Si
los maestros desean cambiar estas prácticas, entonces nuestro estudio sugiere
que se les debe poner en presencia de influencias más poderosas que las que se
encuentran al menos en dos de las tres escuelas de nuestro estudio.
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Nuestro estudio nos lleva a algunas conclusiones tentativas sobre este enfo-
que para cambiar la enseñanza y el aprendizaje.
La primera conclusión que obtenemos provisionalmente a partir de estos ejem-
plos es que la relación entre los cambios en la estructura formal y los cambios en
la práctica de la enseñanza es necesariamente débil, problemática e indirecta; la
atención al cambio estructural con frecuencia distrae del problema más fundamen-
tal de cambiar la práctica de la enseñanza. La idea de que el cambio en la estruc-
tura de las escuelas conduce a los maestros a enseñar de manera diferente nos
parece incluso menos probable después de analizar nuestros casos que lo que
ya nos parecía al analizar la literatura sobre la relación entre la estructura escolar y
el aprendizaje de los estudiantes.
Los reformistas se centran en cambiar las estructuras porque estos cam-
bios tienen un impacto visible en las escuelas. Las personas dentro de las
escuelas pueden ver los cambios en estructura y sienten el impacto de éstos
en sus vidas laborales cotidianas. Los niños se acercan a los maestros en dife-
rentes tipos de grupos, los maestros se ven en diferentes entornos y para distin-
tos propósitos y las rutinas diarias de organización establecen de forma diferente
quién hace las cosas y cuándo se realizan.
Desde la perspectiva de alguien externo –los administradores, padres de fami-
lia y creadores de políticas– las escuelas que participan en un cambio estructural
parecen estar “haciendo algo”. Es decir, están involucradas en actividades visibles
que parecen responder a las exigencias de personas externas involucradas. Por
esta razón, el cambio estructural es seductivo y revitalizante, tanto para la gente
que participa en él como para quienes lo observan.
Comparados con los cambios estructurales, los cambios en la práctica de la
enseñanza son considerablemente más difíciles de alcanzar y de percibir. Como
hemos comentado, estos cambios también son bastante sensibles a los conoci-
mientos y habilidades de las personas que intentan llevarlos a cabo.
No debería sorprendernos, entonces, que la gente dentro y fuera de las escue-
las encuentre el cambio de estructura más interesante y atractivo, más motivante
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cias suponían que los maestros sabían cómo llevar las ideas a su propia práctica y
que lo único que necesitaban era acceso a nuevas ideas sobre qué hacer.
Webster es una historia un poco más complicada. El Distrito Escolar de Fairchild
tenía una estrategia que, si se hubiera implantado en una mayor escala, podría
haber solucionado el problema de cómo transformar la práctica de enseñanza
individual de forma más directa: la estrategia de utilizar maestros colaboradores
que trabajaran en las escuelas con maestros individuales de la forma en que Jay
Ross trabajó con Julie Brandt. Sin embargo, pocos maestros tuvieron acceso a
este tipo de apoyo y el efecto en Webster fue que para la mayoría de los maes-
tros el apoyo fue débil y no tuvo efectos notorios.
Northeastern resolvió el problema del conocimiento y la habilidad a través del
cuidadoso reclutamiento y de un rico conjunto de normas organizativas que alen-
taban a los maestros a hacer consultas regulares sobre los problemas de la prác-
tica. En la ausencia de atención a este problema básico, donde los maestros
deben conseguir apoyo para el desarrollo de su conocimiento y sus habilidades,
los cambios organizativos probablemente no tengan mucho efecto.
En algunos casos, los maestros simplemente no conocían su materia lo su-
ficientemente bien como para hacer la transición a una forma más ambiciosa de
enseñanza. En otros, se comportaban de manera inconsistente con lo que ha-
bían profesado creer sobre la forma en que debe darse la enseñanza y utilizaban
estrategias de enseñanza que eran adaptaciones poco exitosas sobre la manera
en que enseñaban antes. En todos los casos, su práctica tenía pocas probabili-
dades de cambiar sin que se les expusiera a cómo se ve la enseñanza cuando de
verdad se está haciendo de manera diferente, y ser expuestos a alguien que les
pudiera ayudar a entender la diferencia entre lo que están haciendo y lo que
aspiran a hacer. Este tipo de problema debe resolverse en primer lugar en el nivel
individual antes de que se pueda resolver en el organizativo. De hecho, aumen-
tar la convivencia profesional a través de cambios en la estructura de las escue-
las pero sin prestar atención al cambio en el nivel individual podría simplemente
resultar en que los maestros reforzaran sus prácticas dudosas a través de la
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Recomendaciones
Si le fuéramos a dar consejos a los practicantes educativos con base en nuestro
limitado estudio sobre estos temas, sugeriríamos que la atención al problema de
proporcionar acceso al nuevo conocimiento y habilidades para los maestros
deberá ser más importante que la atención al problema de cómo reestructurar
las escuelas.
Los problemas estructurales surgen cuando los maestros son conscientes de
las exigencias que implican las nuevas formas de enseñanza. No queda duda
de que las estructuras deben cambiarse para cubrir estas exigencias. Pero la
energía invertida para cambiar en primer lugar las estructuras no parece tener
éxito en términos de cambios en gran escala en la práctica de la enseñanza.
También es importante reconocer que los maestros mismos no necesariamente
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escuelas– más que hacia adelante a partir de cambios estructurales en las escue-
las que lleven a cambios en la práctica de la enseñanza.
Nuevamente, nuestro estudio afirma lo extraordinariamente complejo y exi-
gente de la labor de enseñar y lo poco que sabemos sobre cómo crear una buena
enseñanza a gran escala. Creemos que hemos contribuido a una apreciación
primero de lo importante que es centrarse en una buena práctica de enseñanza
y las condiciones que la permiten como el punto central de la reforma educativa y
segundo, la importancia de colocar a la reforma estructural en una relación más
productiva con la práctica de la enseñanza.
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