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Qué Es El Budismo - Jorge Luis Borges
Qué Es El Budismo - Jorge Luis Borges
Qué Es El Budismo - Jorge Luis Borges
QUE ES EL BUDISMO
(1976)
EL BUDA LEGENDARIO
EL BUDDHA HISTORICO
EL SANKHYAM
EL VEDANTA
En un texto del Vedanta se lee: «Como el hombre que sueña crea muchas
formas pero no deja de ser uno; como los dioses y hechiceros proyectan, sin
modificar su naturaleza, caballos y elefantes; así el mundo sale de Brahman y
no lo modifica». Ilustración espléndida de lo anterior son estos versos del
panteísta persa del siglo XIII Jalal-Uddin Rumi: «Soy el que tiende la red,
soy el pájaro, soy la imagen, el espejo, el grito y el eco». Schopenhauer
escribe análogamente: «Uno son el torturador y el torturado. El torturador se
equivoca, porque cree no participar en el sufrimiento; el torturado se
equivoca, porque cree no participar en la culpa». El poema Brahma de
Emerson empieza así:
Y después:
COSMOLOGIA BUDISTA
LA TRANSMIGRACION
El budismo, que ahora es una religión, una teología, una mitología, una
tradición pictórica y literaria, una metafísica o, mejor dicho, una serie de
sistemas metafísicos que se excluyen, fue al principio una disciplina de
salvación, una suerte de yoga (la palabra yoga es afín a la palabra latina
iugum, «yugo»). El mismo Buddha se negó siempre a discusiones abstractas
que le parecieron inútiles y formuló la famosa parábola del hombre herido
por una flecha y que no se la deja arrancar antes de saber la casta, el nombre,
los padres y el país de quien lo hirió. «Proceder así, dijo el Buddha, es correr
peligro de muerte; yo enseño a quitar la flecha.» Con esta parábola respondió
a quienes le preguntaban si el universo es infinito o finito, si es eterno o si ha
sido creado.
Otra parábola refiere el caso de un grupo de ciegos de nacimiento que
deseaban saber cómo era un elefante. Uno le tocó la cabeza y dijo que era
como una tinaja; otro, la trompa y dijo que el elefante era como una
serpiente; otro, las defensas y dijo que eran como rejas de arado; otro, el lomo
y dijo que era como un granero; otro, la pata y dijo que era como un pilar.
Análogo es el error de quienes pretenden saber qué es el universo.
De igual manera que la doctrina de Jesús presupone el Antiguo Testamento,
la del Buddha presupone el hinduismo, del que ya era parte esencial la
creencia en la transmigración. Esta creencia, que a primera vista puede
parecer una fantasía, ha sido profesada por muy diversos pueblos en
distintas épocas.
Entre los griegos, la doctrina se vincula a Pitágoras. Este, según Diógenes
Laercio, dijo haber recibido de Hermes el don de recordar sus vidas pasadas;
después de ser Euforbo fue Hermótimo y reconoció en un templo el escudo
que aquél usó en la guerra de Troya. También los órficos enseñaron que el
cuerpo es sepultura y cárcel del alma. Un fragmento de Empédocles de
Agrigento dice: «He sido mancebo, doncella, arbusto, pájaro y mudo pez que
surge del mar», También habló de su congoja y su llanto cuando vio la tierra
y comprendió que iba a nacer en ese lugar. Platón, en el décimo libro de la
República, narra la visión de un soldado herido que recorre los cielos y el
Tártaro; allí ve el alma de Orfeo, que elige renacer en un cisne; la de
Agamenón, que prefiere un águila, y la de Ulises, que alguna vez se llamó
Nadie y ahora quiere ser un hombre modesto y oscuro. Según Platón, el ciclo
de las reencarnaciones dura mil años, módica reducción griega de los kalpas
o días de Brahma, que duran doce millones de años. Plotino, filósofo y
místico, dice: «Las sucesivas reencarnaciones son como un sueño después de
otro, o como dormir en camas distintas».
César atribuye la creencia en la transmigración a los druidas de Bretaña y de
Galia. Un poema galés del siglo VI incluye esta enumeración heterogénea,
que aprovecha las posibilidades literarias de tal doctrina:
He sido la hoja de una espada,
He sido una gota en el río,
He sido una estrella luciente
He sido una palabra en un libro,
He sido un libro en el principio,
He sido una luz en una linterna,
He sido un puente que atraviesa sesenta ríos,
He viajado como un águila,
He sido una barca en el mar,
He sido un capitán en la batalla,
He sido una espada en la mano,
He sido un escudo en la guerra,
He sido la cuerda de un arpa,
Durante un año estuve hechizado en la espuma del agua.
DOCTRINAS BUDISTAS
LA RUEDA DE LA LEY
Afirmar que la fascinación ejercida por el budismo sobre las mentes y las
imaginaciones occidentales procede de la palabra nirvana es una exageración
evidente que encierra una partícula de verdad. Parece imposible, en efecto,
que esa palabra tan sonora y tan enigmática no incluya algo precioso. Los
literatos europeos y americanos la han prodigado, raras veces en la acepción
originaria; bástenos recordar a Lugones, que la usa para significar la apatía o
la confusión:
EL GRAN VEHICULO
Radhakrishnan traduce:
EL LAMAISMO
EL BUDISMO EN LA CHINA
La historia del budismo en el Celeste Imperio es harto compleja. Hasta es
incierta la fecha de su introducción. Una leyenda la atribuye al primer siglo
de la era cristiana: el emperador Ming-Ti habría soñado con un luminoso
hombre de oro en quien creyó reconocer al Buddha; envió emisarios a la
India para traer monjes que predicaran su fe. Según otras versiones, la
doctrina del Buddha ya era conocida en la China tres siglos antes y había
llegado del norte de la India a través del Asia Central.
En la China, el budismo tuvo que enfrentarse con una cultura secular
firmemente arraigada en los libros canónicos de Confucio y con el taoísmo
fundado por su contemporáneo Lao Tse. Ambos corresponden al siglo VI
antes de nuestra era. El confucianismo es menos una religión que un sistema
ético y social; el taoísmo enseña, como el budismo, la irrealidad del universo.
Es famosa la parábola de Chuang-Tzu, otro de sus maestros: «Chuang Tzu
soñó que era una mariposa y no sabía, al despertar, si era un hombre que
había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un
hombre».
Pese a tantos obstáculos, la fe del Buddha llegó a su auge en el siglo VI de la
era cristiana; los textos palis del Tripitaka fueron traducidos y muchos
misioneros llegaron del Indostán. Cuando en el año 526 el patriarca
Bodhidharma arribó a la China, el emperador se jactó de los numerosos
monasterios que había fundado y de la cantidad creciente de monjes;
Bodhidharma le dijo que tales cosas pertenecían al mundo de las apariencias
y que no había ganado ningún mérito. Luego, se retiró a meditar. Según una
leyenda, pasó nueve años en silencio ante un muro donde quedó impresa su
imagen. Fundó la secta de la meditación (Ch'an) que daría origen en el Japón
al budismo Zen.
El budismo chino tuvo que condescender al culto de los antepasados y a la
mitología en que había degenerado el taoísmo. Los chinos han exaltado
siempre el concepto de la familia y no podía atraerlos el carácter monacal del
budismo; para el común de la gente los monjes eran «los zánganos de la
colmena, menos útiles que el gusano de seda». Estos insectos, sin embargo,
eran los únicos intermediarios entre el vulgo y los temidos dioses, y sus
buenos oficios no fueron gratuitos.
Los monjes eran, por lo regular, gente ignorante reclutada entre los
campesinos y tampoco recibían una instrucción general en el monasterio. A
veces, las personas muy pobres vendían a sus hijos de corta edad como
futuros novicios. En un país donde la cultura clásica fue un requisito
indispensable para abrirse camino en la vida, el budismo no pudo gozar de
prestigio entre las clases ilustradas. Asimismo lo perjudicaron su origen
extranjero y la imposibilidad de fundirlo con la tradición china. Sin
embargo, influyó en las costumbres, en la literatura y en las artes plásticas.
Hubo sectas que veneraron las diversas formas del Buddha; uno de los
hechos más raros es la transformación de Avalokitésvara en la diosa de la
misericordia, Kuan Yin, cuya imagen es muy frecuente en la iconografía.
En el Oriente, una religión no es incompatible con otras; algunas de las
sectas, según se ha dicho, incorporaron elementos del taoísmo y del
confucianismo. La mente china es hospitalaria; se construyeron templos que
albergaban imparcialmente a las tres religiones.
Una de las novelas budistas chinas más populares, llamada Viaje al Oeste,
refiere las fantásticas aventuras de un mono, de un caballo y de un cerdo que
peregrinan a la India en busca de libros sagrados. La fecha de su
composición es incierta, pero podemos atribuirla al siglo XVI. El mono
simboliza la inteligencia; el caballo, el espíritu, y el cerdo, lo sensual. A su
vuelta, descubren que los textos están en blanco, ya porque les han hecho
una trampa, ya porque la Verdad es incomunicable y no puede ser fijada en
palabras.
Abreviamos un episodio de la versión inglesa de Waley, titulada Monkey:
El Buddha le dijo al Mono: «Hagamos una apuesta. Si de un salto puedes
salir de la palma de mi mano, te daré el trono que ahora ocupa el emperador
de Jade».
El Mono dio un gran salto y se perdió de vista. Llegó a un lugar en el que
había cinco pilares rosados y pensó haber alcanzado el confín del mundo. Se
arrancó un pelo, lo convirtió en un pincel y escribió al pie del pilar central: El
gran Sabio, Aquel cuya sabiduría es igual al Cielo, llegó a este sitio.
De otro salto volvió al punto de partida y le dijo al Buddha: «He ido y he
vuelto; ya puedes darme el trono».
El Buddha contestó: «No has salido de la palma de mi mano. Mírala bien».
El Mono miró hacia abajo y leyó, en la base del dedo medio, las palabras:
El Gran Sabio, Aquél cuya sabiduría es igual al Cielo, llegó a este sitio.
EL BUDISMO TANTRICO
EL BUDISMO Y LA ETICA
Hace dos mil quinientos años que la prédica de un príncipe menor del Nepal
ha influido en incontables generaciones del Oriente; no se ha hecho culpable
de una guerra y ha enseñado a los hombres la serenidad y la tolerancia.
Citemos algunos textos de los libros canónicos:
«El odio no puede nunca detener el odio; sólo el amor puede detener el odio;
esta ley es antigua».
Sona, discípulo del Buddha, se cansó de los rigores del ascetismo y resolvió
volver a una vida de placeres. El Buddha le dijo:
«¿No fuiste alguna vez diestro en el arte del laúd?»
«Sí, Señor», dijo Sona.
«Si las cuerdas están demasiado tensas, ¿dará el laúd el tono justo?»
«No, Señor».
«Si están demasiado flojas, ¿dará el laúd el tono justo?»
«No, Señor».
«Si no están demasiado tensas ni demasiado flojas, ¿estarán prontas para ser
tocadas?»
«Así es, Señor».
«De igual modo, Sona, las fuerzas del alma demasiado tensas caen en el
exceso, y demasiado flojas, en la molicie. Así pues, oh, Sona, haz que tu
espíritu sea un laúd bien templado».
Un río separaba dos reinos; los agricultores lo utilizaban para regar sus
campos, pero un año sobrevino una sequía y el agua no alcanzó para todos.
Primero se pelearon a golpes y luego los reyes enviaron ejércitos para
proteger a sus súbditos. La guerra era inminente; el Buddha se encaminó a la
frontera donde acampaban ambos ejércitos.
«Decidme», dijo, dirigiéndose a los reyes: «¿qué vale más, el agua del río o la
sangre de vuestros pueblos?»
«No hay duda», contestaron los reyes, «la sangre de estos hombres vale más
que el agua del río».
«¡Oh, reyes insensatos», dijo el Buddha, «derramar lo más precioso por
obtener aquello que vale mucho menos! Si emprendéis esta batalla,
derramaréis la sangre de vuestra gente y no habréis aumentado el caudal del
río en una sola gota».
Los reyes, avergonzados, resolvieron ponerse de acuerdo de manera pacífica
y repartir el agua. Poco después llegaron las lluvias y hubo riego para todos.
***
[1] La busca de esta fuente es uno de los temas centrales del Kim de Kipling.
[2] La obra mencionada, «Victor Hugo narrado por un testigo de su vida», fue
en realidad escrita por su esposa, Adela Hugo. L.H.A.
[9] Tratados filosóficos y teológicos basados en los Vedas, que los interpretan
y comentan.
[13] Recordemos los versos de Blake: To see a World in a grain of sand / and a
Heaven in a wild flower, / hold Infinity in the palm of your hand / and
Eternity in an hour. (En un grano de arena ver un Mundo / y en cada flor
silvestre el Paraíso, / vivir la Eternidad en una hora, / sostener en la palma el
Infinito.)