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El Mito de Cupido
El Mito de Cupido
El Mito de Cupido
EL MITO DE CUPIDO
Julio Eduardo Herrera García
CONTENIDO
1. Historia, Amor y Poesía, 2. Amor y Filosofía, 3. Amor y Psicoanálisis, 4. Las cartas
de Amor, 5. Amor y Lenguaje, 6. Lo Imaginario y Lo Simbólico, 7. Amor y
Angustia, 8. Amor y Mito, 9. La Pareja, 10. Celos Neuróticos, 11. Separación y
Duelo.
I. HISTORIA
Eros, el amor (Cupido entre los romanos) a quien los griegos han representado como un
jovenzuelo alado que porta arco y flechas y una antorcha con que inflamar los corazones,
nace de la oscuridad de la noche y del abismo del caos y se muestra como una de las
fuerzas fundamentales del universo.
Esta primera simbología, nos pone al tanto de Sócrates, le pregunta a Diotima que es una
anciana muy experimentada, que está por encima del bien y del mal y conoce secretos
que muchos no conocen. “¿Qué es el amor? Y ella comenta que en el nacimiento de
afrodita se realizó una fiesta. Forus (recurso y debilidad) se emborracha y Etnia (pobreza
e indigencia) se aprovecha. De dicho encuentro nace Eros, hijo producto de la debilidad y
la indigencia, de la saciedad y la satisfacción. Y cuando crece se le encarga la misión de
vigilar a los futuros amantes con un arco y flechas. Flechas de oro para que se enamoren
y flechas de plomo para que se rechacen.
su poder y del carácter opuesto, en todo al desorden y a las tinieblas. El amor se muestra
desde el principio de los tiempos, como un impulso generador y constructivo.
Venus la diosa romana de la naturaleza y la primavera, simboliza la vitalidad y la alegría
de la creación.
Las leyendas griegas y romanas han puesto un apasionado romance entre Venus y
Marte, el dios de la guerra, de la discordia y del odio. Quedan de ese modo encerrados
para siempre, estas dos caras en los más profundos sentimientos humanos, es decir, en
el corazón del hombre. En el mito de Platón, el mito andrógino, Aristófanes nos describe
unos seres esféricos, completos orgullosos e insolentes, frente a los dioses. Entonces, los
dioses deciden castigarlos al separarlos en dos mitades. A partir de ese momento, cada
mitad añora y busca sin sosiego el beatífico encuentro con la otra mitad. Así ha surgido el
amor del hombre por la mujer, en un intento de curar y restituir su primitiva naturaleza.
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Buen amor, loco amor, amor divino, amor humano, de poetas, de caballeros, carnal, filial,
paternal, ciego, propio, de claustro, cortés etc. Todos caven en la historia del ser humano,
que está zarandeado por sus sentimientos. Clérigos, filósofos, cortesanos y poetas, han
intentado dar su parecer en este asunto tan sublime, liviano y complejo, sin terminar de
decirlo todo.
Hablar del amor, es hablar de lo que engendra a la humanidad y puebla los mundos de
esa fuerza extraña que une para siempre a un par de desconocidos. En la historia
recordamos muchos episodios públicos de la Roma de Cesar y de Antonio, que reflejan
los vaivenes secretos del amor, por la piel morena y la cadencia felina de la reina
Cleopatra, de amores míticos e históricos está llena la tradición de hebreos y romanos, de
Francia y de Inglaterra, de la China y de Egipto. Recuérdese los devaneos y los éxtasis
del rey Salomón con la Reina de Saba, los amores escandalosos de Clodia con su
hermano Clodio, los cuales han conducido a la profanación de los misterios de la Boma
Dea, en la Roma de Julio Cesar. De amores y adulterios está tejida la historia de las
casas reales de Francia, de amores y de crímenes pasionales está llena la historia de
Inglaterra. De suerte que la historia de la humanidad esta cruzada por la abundancia de
pasiones tormentosas y amores difíciles, de adulterios, incestos y crímenes pasionales.
2. AMOR Y POESÍA
Dante Alighieri (poeta italiano 1265-1321) autor de la sublime y misteriosa “Divina
Comedia” (1304) antes de emprender el grandioso trabajo de verificar una concepción del
universo humano regido por el amor divino, se ha entregado con ardiente pasión a la
recreación poética de un amor cercano. Beatriz joven que desbordó los sentimientos del
poeta. La muerte de la hermosa dama a los veinticinco años y el amor no satisfecho se
refleja en la “vida amorosa” que constituye el poemario de la educación sentimental del
poeta. De esta leyenda se ha elaborado toda una iconografía del amor juvenil. Que
proponen una visión idílica, tierna y sentimental de esos primeros amores.
Se toma como seguro, que la muerte de Beatriz es soñada por Dante cuando este se ve
sometido al delirio por causa de una grave enfermedad. También se cuenta que el poeta
acude a la tumba de Beatriz, y allí compone entre lágrimas y lamentos de fidelidad sus
más apasionados versos de amor sublime. Pero en verdad la existencia real de esta
dama no ha sido probada. Beatriz es la trasfiguración lírica de sentimientos y reflexiones,
que van desde el amor divino al amor ideal. Nadie ignora que las tinieblas con gritos del
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infierno, los peñascos con música del infierno y las estrellas reidoras del paraíso son el
modo como Dante convierte en palabras, un amor perdido que es también infinito.
Otras jóvenes llamadas Laura (Petrarca) y Eloísa (Abelardo), deben su fama a versos
sublimes de poetas y cantores. En todos se reflejan como en Dante, leyendas de amores
no correspondidos o truncados por la temprana muerte de la amada. Historias propias del
Medioevo y el Renacimiento.
Francesco Petrarca (1304-1374); poeta y humanista italiano, su obra es
fundamentalmente poesía amorosa, la temática de sus sonetos, tiene como centro el
nombre de Laura, mujer amada, idealizada e inaccesible en quien se debate en la
desesperación entre la vida y la muerte. Para él, la belleza física de la mujer ejercía un
poder milagroso, inclinándolo a la esperanza, pero que también le sumía en el sufrimiento,
“el amor esa dulce pena, ese amargo placer”. En los sonetos a su amada Laura, la
posibilidad de la muerte y la contingencia del ser, revelan la fugacidad y la quimera del
amor. Tras la muerte de Laura, se ve a un Petrarca más apasionado, más frenético, más
obsesionado, donde vaga y divaga alrededor de la falta en ser, por eso sus poemas son
dirigidos a Dios.
“Señor que en esta cárcel me has cerrado, líbrame, a salvo del eterno daño, yo conozco
mi error y no lo disculpo” (Petrarca) La lejanía de la amada, su presencia ausente en la
vida del poeta se logra constatar, tanto en vida como en muerte, y es la final lejanía la que
lo lleva a idealizar a su amada.
“Ay amor iba por las calles con fantasmas y ángeles caídos, iba volando con las alas
rotas, sin sol, sin luz, sin sentido iba muriéndome. Apareciste y me curaste las heridas,
eres mi pan de cada día, nunca te vayas, tú eres la gloria de los dos hasta la muerte”
En las novelas de caballería, hay una descripción lírica del amor cortés, donde se
describe a un hombre valiente, virtuoso, generoso, obediente y fiel a ella. Emprende
hazañas para servir y honrar a su dama, a la vez que guarda el honor de ella. Los
amantes enamorados muestran los extremos, en la alegría que sienten cuando su amada
les sonríe o le dirige su palabra, y el sufrimiento que aguanta cuando le es indiferente o
cruel. Su enorme sufrimiento es una auténtica enfermedad física, una grave herida mortal,
que a fin de cuentas sólo se alivia con la muerte. La poesía del amor cortés omite
descripciones físicas del caballero, porque sus virtudes se basan en sus acciones y no en
su apariencia.
Las poesías del amor cortés ofrecen unos retratos del tormento que los amantes sufren,
donde la fuerza del amor les hace rendirse totalmente a la indiferencia de ella, obedece a
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su dama en todo, sus deseos son ordenes, aun cuando le mande mantenerse alejado de
ella, este sufrimiento que experimenta el amante revela la nobleza de su alma, ideal de la
época, sólo los nobles podían sentir tales emociones, sufrimiento que depura y mejora al
amante espiritualmente.
“¿Quién sufrirá tan áspera mudanza del bien al mal? ¡Oh, corazón cansado! Esfuerza
en la miseria de tu estado, que tras fortuna suele haber bonanza, yo mismo emprenderé a
fuerza de bazos, romper un monte que otro no rompiera” (Garcilaso de la Vega)
Friedrich schiller, (1759-1805) es una de las cumbres del romanticismo alemán junto a
Goethe. Guillermo Tell es un monumento a la libertad y a la dignidad del hombre, el
Werther supone una revolución en el campo del amor. El movimiento romántico es muy
complejo y, en ocasiones, contradictorio. La exaltación de la libertad individual y moral del
hombre es uno de sus pilares básicos. A partir de aquí todo cuanto nace en el corazón
humano se hace sagrado: el amor, la amistad, el dolor, la venganza, etc. El corazón del
hombre es único, poderoso, independiente y sublime. La tragedia romántica consiste en
reconocer que los sentimientos humanos son demasiado grandes para el cuerpo que los
contiene y demasiados hermosos para el mundo que los rodea. Mientras el corazón tiene
deseos, la imaginación conserva ilusiones.
Giacomo Leopardi (1789-1837) es considerado por los eruditos, más que un poeta
romántico. Su personalidad contradictoria y sometida a los vaivenes de la pasión o la
razón convierten su obra en una de las cimas de la poesía universal, su examen del amor
es, a un tiempo, fruto de una profunda reflexión, un conocimiento de sabio y al mismo
tiempo una arrebatadora pasión. Más tarde, la desesperanza lo lleva a escribir:
Charles Baudelaire (1821-1867) el poeta maldito autor de las “Flores del Mal”, es
considerado durante más de un siglo, un poeta indecente, inmoral, pornográfico,
degenerado. Los críticos del siglo XIX advierten en la prensa diaria contra aquellas flores
envenenadas, contra el fango, la podredumbre, inmundicia o la lascivia de Baudelaire.
Hasta los años cuarenta del siglo XX, Baudelaire es ignorado y silenciado como si jamás
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haya existido. Hoy el poeta francés es considerado en su justa medida y con todo su
mérito. Su idea del amor se desenvuelve en todos los términos, excepto en el sentimental:
el amor es hastío, carroña, mentira, vergüenza, sensualidad, lujuria, placer, decadencia o
muerte. Baudelaire concibe el amor como un mal deseado, como un veneno que se ansía
beber: “Amado veneno que preparan los ángeles, licor que me devora, oh... la vida y la
muerte de mi corazón”
Las mujeres en su calidad de princesas, reinas y señoras, con su hermosura
sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y
quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas. Sus cabellos son de oro,
su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus
labios corales, sus dientes perlas, su cuello de alabastro, su pecho de marfil y de
diamante, sus manos blancura de nieve- De este modo son alabadas las prendas
femeninas.
“El hombre que tiene lengua no es hombre, si no puede con ella conquistar a una mujer”
(William Shakespeare)
Los hombres de todos los tiempos dedican sus esfuerzos a cantar las maravillas de las
mujeres, especialmente si tratan de conquistarlas. No obstante, la mujer durante muchos
siglos es considerada no ser poseedora de alma. No por ello deja de utilizar su intelecto,
para burlarse de la proverbial estupidez masculina cuando se enamora y de aprovechar
sus ventajas cuando le es posible.
En la edad media la mujer es un objeto, una posesión, o un mal inevitable. Su labor se
reduce a trabajar en beneficio del hombre y su significado social es nulo. El poder
religioso la señala como causa de la perdición del hombre. Es sólo necesaria para los
trabajos más ingratos y para la reproducción. Ahora bien, este esquema no se ajusta
siempre a la realidad. Los relatos populares muestran a una mujer inteligente y astuta,
que intenta por todos los medios, eludir la presión masculina. Su actitud, desde luego, no
es revolucionaria, sino que procura engañar al hombre para lograr sus objetivos. Existen
numerosos ejemplos de los poetas de la época, que ilustran el modo de proceder
femenino
“La mujer es un manjar de los dioses, la cual es guisada a veces por el demonio” (William
Shakespeare)
3. EL AMOR EN LA FILOSOFÍA
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igual que los moribundos, porque ya no miran el mundo, ni se miran entre sí, y mucho
menos así mismos.
Ahora la posibilidad del morir era lo que frustraba, por así decirlo, el amor de los amantes
y el empeño de la vida en la unión de ellos. La vida no deja morir del todo a la muerte y
ésta no deja de intranquilizar a la vida. La cercanía de la muerte produce en el vencido,
una angustia de muerte, y por ello prefiere la esclavitud al morir. Así el vencedor deviene
Amo y el vencido cadáver viviente, deviene esclavo. En un principio todo sucede como si
por fin el Amo hubiese satisfecho su deseo de ser reconocido como amo por el esclavo,
pero más tarde, se ve en una encrucijada en un callejón sin salida, de la situación de
Amo. El Amo se reconoce así mismo como amo, pero no puede reconocer al otro en su
realidad y dignidad humana, sólo le es posible reconocerlo como esclavo, como cosa,
como objeto, lo que se le devuelve como reconocimiento de ser Amo de una cosa y no de
un ser humano, privándolo al mismo tiempo de una relación humanamente reciproca.
No obstante, quien tiene mayores posibilidades de liberarse de esta relación mortífera es
el esclavo, en la medida en que el esclavo se libere de su naturaleza de esclavo y que lo
ataba al Amo. Si el esclavo trasforma su mundo natural, haciendo profundas
modificaciones de sí mismo, mediante el riesgo de la vida, trasciende el amor, creando
con ello las condiciones para el reconocimiento al que había renunciado por miedo a la
soledad y a la muerte.
de su inspiración. Las cartas son un grito, un s.o.s. de aquel que sufre y padece el vacío
de la soledad y la falta en ser.
Las cartas de amor hacen existir, por la invocación escrita acerca de lo que nos falta.
Ellas hablan de más de una voluptuosidad del sufrir individual y solitario, que del objeto
amado. Para todos los hombres siempre ha sido un misterio saber que quiere la mujer. El
amor, es una ficción mediante la cual se puede imaginar que se alcanza la unidad
perdida. Se inscribe en una lógica, donde el goce se sitúa en una alegre e ingenua
desestructuración del otro.
La sexualidad más que seducción y ternura, es arrebato y despojo, expresivo y poético en
los hombres y muy sutil y sensual en las mujeres. La sexualidad callejera hace del mirar
un goce de órgano por excelencia. Fragmentado, parcializado, en el sentido en que se
desconoce la historia vivencial, que constituye al otro. Las cartas de amor son un fetiche.
Se habla de amor, se escribe de amor, porque no existe armonía en el amor.
Las mujeres dan su cuerpo, su sexo, a cambio de que las amen, aunque lo que existe es
un goce solitario y no un goce armónico con el otro. En el ser hablante sólo hay carencia y
sufrimiento. El amor es una compensación de la falta en ser. Para enlazar los cuerpos se
necesita la mirada y el tacto. Más para enlazar a los sujetos se necesitan las palabras y la
comunicación. Las almas gemelas no existen. Las cartas de amor trasmiten impotencia, al
tratar de alcanzar lo inalcanzable.
¿Por qué es tan placentero recibir cartas de amor? Porque uno es un desconocido para
sí mismo un ignaro de sí mismo. Las cartas y los versos de amor dan la ilusión de saber
algo de sí, a través de lo que yo soy para el otro. Como yo no sé quién soy, entonces si tú
me lo dices, me lo debes repetir, repetir y repetir.
Las cartas no logran hacer un llamado al otro, entonces lo convocan, lo invitan a participar
de una posibilidad viable mediante las palabras. Finalmente nos damos cuenta de que las
cartas y versos de amor, sólo pertenecen al destinatario con una realidad “suigeneris”
particular, los versos tienen sello propio, han sido escritos desde una falta sentida y desde
una ilusión de completud fallida. Las verdaderas cartas y versos de amor hacen existir al
otro. No basta la vía del bla, bla, sino que además se necesita la Letra, ya que el lenguaje
y las palabras no permiten, pues no todo se dice, no todo se habla.
Desde el albor de los tiempos, la literatura nos habla de un malentendido estructural, entre
hombre y mujer, de una disimetría profunda que se evidencia en la experiencia amorosa.
En los poetas hay un saber que los otros callan, desmienten, deliran. Un saber que no se
sabe, un saber que ellos dicen sin saberlo, un saber que detentan más no posee.
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Todas las historias de amor dan cuenta de un irremediable silencio, donde todo parece
ser dicha. Relatan aventuras amorosas que evocan extrañeza, por el camino trazado de
un cerco imposible. En toda aventura de conquista, quien realiza el avance está en el
lugar del que desea. El otro es su objeto, ahora si el deseado no está interesado en ello
no ocurre nada. Si responde pasa de ser objeto deseado a sujeto que desea. Movimiento
pendular que hace pensar que los dos miembros de la pareja oscilan en tiempos distintos.
Siempre hay uno en desventaja y su afecto es el sufrimiento. Sin embargo, se espera que
quien quiere atraer, resulte atraído, el que quiere encender, resulte encendido, y las
pasiones se avivan con los rechazos. El que quiere acariciar, va en busca de algo.
Pretende alcanzar algo, algo que está más allá de él... (El falo).
La carrera del deseo hacía un objeto que no existe. Donde la ausencia y la carencia se
simbolizan en los brillos y en altos relieves, que emite el objeto amado, como señuelo
engañoso que obnubila la mirada. Brillo que indica el artificio de aquello que se ubica en
el lugar de la falta. Es por ello que el falo no está tampoco completamente ausente allí
donde no está.
La ilusión se fractura cuando el brillo desaparece. Desvanece el encanto, ante el
encuentro con un real imposible. Surge el sufrimiento como un intruso insoportable. El
hombre tiende a caer preso de los caprichos de la mujer, no todo en ella está completo,
no toda es. En su carácter de infinitud, el goce femenino testimonia de un “más” de goce.
De un goce oceánico, que desconoce el límite del tiempo. De una invitación a que el
orgasmo pueda continuar. Es un más allá no simbolizable. Este enfrentarse con el cuerpo
femenino, se puede pensar de manera más radical y trascendente, como un
enfrentamiento con la muerte.
Los poetas lo dicen en sus palabras. Sustituyen lo que no se puede nombrar. Por eso
una mujer no se enamora más que del hombre que sabe cómo hablarle. Ella se agarra del
significante. Las mujeres ponen a hablar a los hombres. Que hablen de ellas, de lo que
sienten por ellas, de lo que aman en ellas, surgiendo en ellas las preguntas: “¿Que soy
para ti?, ¿Que sientes?, ¿Que te gusta?, las cartas y los versos de amor son un intento,
de hacer entrar en el significante, ese goce no localizable. Son un intento de subjetivación
de lo imposible del goce.
Si hay una desarmonía fundamental entre hombres y mujeres, ¿qué es entonces lo que
puede servirles de soporte? El objeto está irremisiblemente perdido. El objeto de amor es
el signo que intenta sustituir esa ausencia primordial. La pérdida no es más que un efecto
retroactivo del hallazgo. El objeto no tiene la función de colmar. Se ubica más bien como
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signo que inscribe al objeto y a la vez su ausencia. De allí que no haya adecuación sujeto-
objeto. El objeto que se ofrece es siempre inadecuado porque lo único que puede decirse
es que el objeto falta. No hay satisfacción posible. Hay hambre de signos, de palabras, de
significaciones, de bla, bla bla. Es la condena del ser humano en su intento de convocar
una presencia perdida por estructura.
“Si el Dios del mundo simbólico no viene en llamas de fuego, nos traga entonces la vagina
terrenal”
El amor humano precisa del lenguaje. Porque es en este donde se elaboran, sino los
sentimientos y los abrazos, al menos las aproximaciones. Se hallan en él las
coincidencias, la seducción, los ardientes comienzos y las alianzas perdurables. Las
generaciones contemporáneas parecen concederle mucha importancia al amor como
elemento significativo en la formación de comunidad. Si el lenguaje de la sociedad está
enfermo, la sociedad padece de grandes silencios que ahogan las posibilidades de
expresar con libertad los sentimientos de pertenecer al mismo horizonte cultural y
humanizante.
5. AMOR Y LENGUAJE
“El amor, síntoma que permite anudar el modo fijo de goce de un sujeto, un vínculo con
un semejante y cuyo efecto cumple una función civilizadora”
Para el psicoanálisis, el lenguaje es lo que determina la posibilidad de existencia del
sujeto. Es decir, el sujeto es un efecto del lenguaje. El mundo simbólico es propio del ser
humano. A su vez depende de él. Está sujetado a él. La existencia del lenguaje es lo que
permite a un mudo hablar y a un ciego ver.
Al nacer, lo que hay es un organismo. Este viene equipado con un sistema nervioso que
le sirve de base para recibir en él al lenguaje. Es con este último con el que el sujeto, una
vez producido, podrá organizar su percepción, su pensamiento y su acción. El organismo
como tal no tiene una representación de sí mismo. No sabe quién es, que sexo tiene, a
que familia pertenece, en qué lugar del mundo vive, etc. Todo esto le es trasmitido y lo
adquiere como saber gracias al lenguaje. Cuando un sujeto se hace una representación
de sí mismo y del mundo, se dice que se ha humanizado. Lo que es sólo posible con la
herramienta de lo simbólico. De manera que el medio natural del ser humano es el
lenguaje, y el sujeto es su producto. La tragedia del hombre comienza a inscribirse a
partir del momento, en que inicia su relación con las palabras e ingresa al mundo de lo
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simbólico, acontecimiento que ilustran con riqueza de imágenes, la literatura de los mitos
griegos.
¿Por qué los seres humanos amamos? Amamos porque somos el efecto y el producto
del lenguaje. Cuando nos preguntamos quien soy yo. Nos encontramos con la “falta en
ser”. Es la falta que se introduce por estar atravesados por el lenguaje. En el lenguaje no
hay nada que le asegure al sujeto lo que él es, no hay nada que le asegure su ser, esto
significa que para el psicoanálisis el sujeto es un ser en falta, por el hecho de hablar
habita el lugar del desconocimiento, el lugar del no-saber. Es aquí donde podemos
introducir esa pasión, ese afecto que llamamos amor. El amor se constituye en una de las
formas que tiene el sujeto para hacerse al ser, para agarrar el ser. Es decir, que para el
psicoanálisis el amor es una respuesta a la falta en ser. El amor surge como una de las
respuestas posibles a la falta en ser del sujeto. Existen desde luego otras como el
síntoma neurótico, la pulsión sexual, el fantasma fundamental, la maternidad. Ahora bien,
el amor es una de las tantas respuestas a las que el sujeto recurre. Sirve entonces para
taponar no sólo su falta sino también la del otro. A esto lo podemos llamar
románticamente, enamoramiento por conveniencia de ambos. De ahí el poder que tiene el
amor. Porque vela, tapona, obtura la carencia fundamental del ser.
amor conlleva una dosis de sufrimiento porque está sobre una base narcisista. Sobre
todo, cuando el otro es diferente, al tener su propia forma de pensar, de ver el mundo, sus
proyectos de vida distintos, sus diferentes gustos y deseos. Entran en escena entonces
las “pequeñas diferencias” entre los amados. Se llega al desamor, al vaivén de las
indiferencias, la danza de las hostilidades y al de las agresiones verbales y físicas.
El ideal romántico, del “morir por amor” en la versión moderna, se hace evidente en esos
sujetos que dan la vida por el amor a los ideales contemporáneos, a la anorexia, a la
bulimia, a las drogas psicoactivas, al sexo rápido (comidas rápidas), a los prepagos de las
tarjetas de crédito. Si bien con el amor se establece un lazo social, dicho lazo social se ha
de crear en función de una ética y no en función de unos ideales. Es una ética en relación
con el deseo y la verdad del sujeto. Se preocupa por interrogar la verdad del sufrimiento
de cada sujeto, porque un sujeto se hace a un sufrimiento y se sostiene en él. Esa verdad
que tiene cada sujeto de su forma particular de sufrir es un saber no sabido, un saber
inconsciente. Es una ética que le permite al sujeto llegar a ocupar el lugar donde se
satisfacía con el sufrimiento, una ética que hace responsable al sujeto de sus actos y de
sus palabras.
6. LO IMAGINARIO Y LO SIMBOLICO
El amor se inscribe en la unión entre lo simbólico y lo imaginario, Lacan elaboró esta
relación desde el modelo del estadio del espejo, donde revela las relaciones del sujeto
con su imagen en tanto unidad del yo, la hipótesis estructural consiste en que, a cada
punto dado en el plano real, le corresponde un punto en el plano imaginario.
La primera experiencia imaginaria por la cual el ser humano, ve otro de lo que él es, la
realiza en la fase del espejo, donde el yo se constituyó como otro en una relación dual
imaginaria, el niño ve su propia imagen en el espejo o en la imagen del semejante, una
forma completa de su cuerpo, que le falta por ser prematuro de nacimiento, dicha
experiencia imaginaria estructura sus identificaciones y sus relaciones de objeto. El amor
es enmarcado por la relación imaginaria primordial.
En este plano está referido al momento inaugural de la estructuración edipicas, que como
estadio del espejo funda una relación dual, especular, imaginaria, en la forma de la
dependencia, es una relación narcisista en una dupla madre-niño, donde la madre tiene el
falo y el niño es el falo de la madre. El niño es puesto como deseo del deseo de la madre,
él trata de identificarse con ese objeto de deseo de la madre, el falo, pero se encuentra
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con que en la madre hay un deseo que va más allá del niño, detrás de ella se perfila todo
un orden simbólico del que depende.
El niño encarna el falo de la madre, está en una relación de espejismo de sus deseos, lee
la satisfacción de sus deseos en los movimientos de la madre. En este plano imaginario,
se ubican cuatro términos: 1. El yo especular, 2. el otro u objeto imaginario, el semejante
primordialmente la madre, a este nivel estarían los dos cuerpos, 3. El Otro, discurso del
sistema de convenciones significantes que articulan el inconsciente y marcan la
determinación simbólica del sujeto. 4. el sujeto dividido por el significante.
Posterior al estadio del espejo, en la relación con el otro, se realiza la vinculación
simbólica. Y el amor se inscribe en la unión del registro imaginario y lo simbólico. Amor
pasión, fascinación imaginaria, en la que se sufre por el afán de capturar al otro se da en
el plano imaginario y el amor no ya como pasión, sino como don activo, apunta siempre
más allá del cautiverio imaginario, apunta al sujeto, a su particularidad. “Sin la palabra, en
tanto que ella afirma al ser, sólo hay fascinación imaginaria, pero no amor, hay amor
padecido, pero no don activo del amor” (Lacan).
Antes del lenguaje, el amor pasión, es alienado en la relación especular imaginaria, no ha
pasado por la mediación de la ley, es una relación intersubjetiva, mortal, en el cual se está
prisionero del otro, y sin otra salida que la destrucción del otro. Menos mal que estamos
en el mundo del símbolo, y el deseo pueda pasar por el reconocimiento del otro y de no
ser así, todas las relaciones humanas se agotarían en el anhelo indefinido de la
destrucción del otro. Por la mediación de la palabra, se entra en la relación de
reconocimiento recíproco, es decir, en una relación en que el sujeto amante, realiza y
nombra su amor en el objeto amado y por él.
7. AMOR Y ANGUSTIA
El hombre ha creado incansablemente múltiples formas para expresar la fuerza de los
impulsos de atracción erótica por la mujer, y en esa mezcla de pasión y angustia, oculta y
vela el temor de perderse y morir. La literatura lo ilustra una y otra vez en sus personajes,
como Ulises que debe rogar a sus marinos para que lo aten al mástil a fin de escapar de
la seducción y el peligro de las sirenas, Sansón que es despojado de su fuerza por Dalila,
Holofernes que es decapitado por Judith después de haberse entregado a él y Salomé
que exhibe sobre una bandeja la cabeza de Juan Bautista. En la versión moderna
Rosario tijeras, que cercena los genitales a sus violadores, luego de seducirlos, y los
asesina luego de besarlos.
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Los ejemplos son infinitos, siempre y en todas partes, el hombre lucha por liberarse de su
temor a la mujer. Este temor a la mujer se hace más visible ante las manifestaciones
sangrientas, la menstruación y la desfloración, el hombre teme ser debilitado por la mujer,
teme contagiarse, perder energías y luego ser incapaz de hazañas viriles.
El temor a la mujer se revela con bastante claridad en la homosexualidad masculina, que
tiene como base, junto con las demás perversiones, el deseo de huir del genital femenino
o de negar su existencia, angustia causada por el horror de la ausencia de pene en la
mujer, razón suficiente que aparta al hombre de su impulso libidinal hacia la mujer, temor
que se vuelve evidente, en la actitud de represalia que toda mujer asume frente a la
envidia del pene, de parte de ella, manifiesta en una amargura hostil, en tanto que se
siente lesionada por la naturaleza y hace que se resista a su complejo de castración, de
manera que la fantasía de cortar genitales está presente en la estructura fantasmática de
toda mujer, y con esta imagen el hombre las relaciona, Cortadoras, castradoras etc.
(algunas damas se desempeñan muy bien como peluqueras, jardineras, manicuristas,
modistas y buenas cocineras).
Desde la pubertad los hombres, comienzan a vivenciar angustia frente a la mujer,
reviviéndose los conflictos de la infancia, la madre fue la primera en prohibir las
actividades pulsionales y esto le hizo experimentar impulsos sádicos contra ella, por la ira
provocada por sus prohibiciones, sentimiento que deja tras sí, un residuo de angustia,
además, el destino específico de sus impulsos genitales hacia la madre le lleva a pensar
que su pene es demasiado pequeño para el órgano genital de ella y reacciona con el
temor a su propia insuficiencia a ser rechazado y ridiculizado.
El adolescente posee ya un conocimiento consciente de la vagina, pero lo que teme en
las mujeres es algo terrible, extraño y misterioso, tendrá que demostrar ante la mujer su
virilidad, tiene que hacer algo, a fin de encontrar su satisfacción, y hacía esto están
dirigidos todos los ideales sociales y culturales.
Existen otros tipos de miedos a la mujer, algunos hombres se proponen rebajar el objeto
de amor, no buscando mujer alguna o rechazando aquellas que considere iguales o
superiores a él. Prostitutas, mujeres fáciles, de menor valía, cultural, social y económica,
de las que no temerá, por no encontrar en ellas rechazo ni prohibición a cualquier acto
sexual, como si lo hizo su madre. Y al mismo tiempo sigue conservando en su fantasma,
a la madre fálica y virgen. Los misóginos menosprecian y subvaloran abiertamente a las
mujeres, señalando que son emocionalmente inmaduras e incapaces de independencia y
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incomunicación, de lo imposible, y por eso, están tan próximos. Los celos, la ansiedad, la
frustración, la agresividad latente no son impurezas del amor, sino elementos intrínsecos.
La dependencia genera celos y ansiedad. La idealización genera frustración. Y ansiedad y
frustración generan agresividad.
Nuestra estructura afectiva necesita de un diagnóstico serio, hacía una curación por la vía
de la superación de actitudes infantiles e inmaduras. Para que logremos establecer
relaciones amistosas, donde el sexo juegue su papel, más o menos importante, pero
nunca coercitivo. Donde el respeto por la autonomía propia y ajena, de lugar a un tipo de
relación extrapolada de buena amistad. Amor maduro significa unión a condición de
preservar la propia integridad.
9. LA PAREJA
El amor, lejos de una visión romántica e idealizada, hay que entenderle como una
experiencia que se halla a medio camino entre la sexualidad y el poder. Lo que se pone
en evidencia al interior de las relaciones íntimas son complicados intercambios de placer y
dominio interpersonal en nada exentos de las motivaciones económicas. Cuando se
habla de la crisis de la pareja se desconoce que esta forma de organización social
siempre ha estado en crisis. La pareja es un invento que no acaba todavía de terminarse.
La relación de pareja es como una microempresa en quiebra permanente. Como si fuera
poco, han de sacar de manera exitosa unos hijos, que sean brillantes, inteligentes,
eficaces, adaptables a la sociedad. Que se integren a las mil maravillas a las múltiples
exigencias de la sociedad de consumo. A pesar de compartir la misma estupidez afectiva,
debemos sobrellevar en soledad las funestas consecuencias del fracaso. Triunfadores
del mundo de la tecnología, seguimos siendo aprendices del mundo de los afectos. Así
paradójicamente el colmo de la soledad individual conduce al colmo del instinto gregario.
A la gran ilusión de la compañía ajena, se huye de la sala donde el hombre esta sólo con
sus espejos, sus voces y sus ecos.
La verdadera otredad está hecha de delicados contactos, de maravillosos ajustes, lo que
no puede cumplirse desde uno solo. A la mano tendida ha de responder otra mano
tendida, que esté dispuesta a dar lo mejor. A dar su alegría, su interés, su comprensión,
su conocimiento, su humor, sus tristezas. Al dar así, enriquece al otro, sin un carácter
mercantil. En la medida en que no considere una estafa, recibe en la misma medida. De
modo que sería dar lo mejor al otro de sí, es distinto a dar la vida por el otro.
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pérdida tiene por consecuencia, un trabajo interior con las inhibiciones e impresiones, con
algo enigmático porque no alcanza a ver qué es lo que lo absorbe profundamente.
Al melancólico el mundo se le vuelve oscuro y vacío. Se siente indigno y moralmente
despreciable. Espera y busca humillación y castigos. Se compadece de los demás, por
acercársele. El cuadro se completa con el insomnio, la falta de apetito. Se desfallece
lentamente frente a cualquier empresa de aferrarse a la vida.
El melancólico, nos acerca al conocimiento de la naturaleza humana. Pierde la vergüenza
y se complace en desnudarse con acuciante franqueza ante los demás. Cuenta con
detalle, todas las miserias de su vida. Ha perdido el respeto por sí mismo. Con la pérdida
del objeto de su deseo, pierde parte de su sentido de realidad. En el duelo hay que retirar
la libido, de los objetos perdidos. Encaminándola hacía otros objetos que lo sustituyan. La
libido se dirige al yo, sirviendo a una identificación con el objeto perdido. La sombra del
objeto cae sobre el yo. Este en lo sucesivo es tratado y juzgado como un objeto extraño.
El yo le dice al ello, aquí estoy como objeto. Para satisfacer las necesidades eróticas,
retornan por esa vía, a satisfacciones auto eróticas. De otro lado el superyó, juzga al yo
por su persistencia en la terquedad. El conflicto de la ambivalencia se presenta en los
duelos. De un modo que el odio reprimido contra el objeto amado se recupera por el
superyó. Entonces este acusa y hace sentir al yo, la pérdida del objeto. Le hace sentir
culpable, este enigma revela la inclinación al suicidio.
El síntoma melancólico, se comporta como una herida abierta. Atrae hacía sí, todas las
iniquidades y martirios. Generando en el yo un empobrecimiento psíquico. No todas las
melancolías tienen el mismo destino. Algunas caen en cierto tipo de manías. En las
cuales se presenta un triunfo pasajero, sin saber a ciencia cierta, lo que ha vencido. En el
duelo normal, pasado cierto tiempo, desaparece el duelo. Sin dejar demasiadas secuelas.
Se lleva su tiempo de realizar detalle por detalle el examen de la realidad.
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