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2 Ped Cultura Material Mundo Clásico
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EJERCICIO 1
cerámica y objetos personales, haciéndose cada vez más ricos a medida que se pasa de
los más antiguos a los más recientes de la facies cultural.
Urna cineraria Canopo realizada en cerámica sobre mediados del s. VII a. C. esta
tipología de urna cineraria es el resultado de la evolución de la urna bitroncocónica
villanoviana a partir del s. VII a. C.. La vasija se convierte en un ánfora redondeada y la
tapa pasa a ser sustituida por una cabeza humana de barro. Son características del área
de Chiusi a partir del Orientalizante dándose hasta mediados del s. VI a. C.. Las asas
han sido modeladas a mano, de forma grosera y esquemática representando los brazos
de la figura antropomorfa. El cinerario se apoya sobre una especie de trono circular que
podía ser de material cerámico o de bronce. Se pueden observar en la cabeza orificios
para la clavazón de una mascarilla de bronce que estaría unida por un hilo también de
bronce. También están modelados los grandes ojos, la hendidura de los labios y la nariz
prominente. En el caso de los cinerarios femeninos, se esbozaban los pechos en la vasija
y se le modelaban orejas, de las cuales se colgaban pendientes de metal. No se aprecia
por parte del artesano ningún deseo intencional de marcar rasgos fisonómicos ni de
establecer alusiones icónicas, consiguiendo una rigurosa y sistemática esquematización.
Su función era contener los restos de la cremación del difunto, para posteriormente ser
depositada en el pozo de enterramiento junto con diversos elementos de ajuar.
La cultura funeraria etrusca tiene sus antecedentes en la Cultura Villanoviana que tuvo
su desarrollo en el valle del Po, la Emilia Central y la Romagna Oriental. A lo largo de
todas estas zonas puede verificarse una gran heterogeneidad cultural, que habitualmente
se conoce con la designación de Villanoviano. Los límites cronológicos de esta fase se
sitúan entre los siglos X y VIII a. C., siendo una facies cultural contemporánea del
Geométrico Griego. Los etruscos se vieron muy influenciados por las culturas fenicia y
griega a partir del comercio que surgió entre ellos en el siglo VIII a. C., que fue
determinante para la sociedad etrusca y su enriquecimiento, antes muy pobre y
compuesta por pequeñas tribus que conformaban la Cultura Villanoviana. Aun así,
mantuvieron ciertas peculiaridades propias como sus ritos funerarios de culto a los
antepasados o su carácter pragmático, de los que se verá muy influenciada la Cultura
Romana. El comercio con los fenicios les llevo a un gusto extremo por el lujo y el
refinamiento oriental, recargando excesivamente su ajuares funerarios con objetos
procedentes de Oriente o imitándolos. Se desarrollará sobre todo en la Época
Orientalizante o Período de las Tumbas Principescas en el s. VII a. C..
Los etruscos asimilaron gran parte de la Cultura Griega imitando o adaptando gran parte
de su estética. Sin embargo, a pesar de que sus obras escultóricas tratan de copiar la
estética griega el pragmatismo etrusco jamás aceptó su obsesión por las proporciones y
su búsqueda de la armonía. Su idea consistía en representar al difunto al que se rendía
culto, no a estudiar su anatomía como se aprecia en la figura del Sarcófago de los
Esposos. Esta idea podría ser el origen del retrato que más tarde heredará Roma. Sus
inicios probablemente se encuentran en las urnas cinerarias bitroncocónicas de la
Cultura Villanoviana cubiertas a menudo por un casco que representaría al guerrero
muerto. Estas urnas tuvieron una particular evolución en la zona Chiusi durante los
siglos VII y VI a. C.: la vajilla se sustituye por un ánfora redondeada y el casco por una
cabeza de barro, formándose las famosas Urnas Canopes por su parecido con los vasos
canopes egipcios. Las urnas cinerarias con forma de cabaña que representan la cabaña
villanoviana serán el punto de partida, tanto de su arquitectura doméstica como de la
religiosa y funeraria a partir del s. VII a. C.. En lo referente a la evolución tipológica
hay que tener en cuenta que en principio los etruscos realizaban sus enterramientos en
simples fosas excavadas en el suelo, continuando así la práctica de la Cultura
Villanoviana que incineraba los cuerpos e introducía las cenizas en urnas enterradas en
tumbas de pozo, que a veces adoptaban la forma de choza o cabaña primitiva. La
posterior sustitución hacia el s. VIII a. C. de la incineración por la inhumación,
probablemente por la influencia de griegos y fenicios, dio paso a la utilización de
tumbas de fosa en vez de tumbas de pozo. Estas constituían únicamente una fosa
excavada en el suelo y cubierta con una piedra. Estas tumbas a partir del s. VII a. C.
adquirirán proporciones monumentales manteniendo la idea de espacio excavado,
aunque más amplio y cubierto por una falsa cúpula construida por capas horizontales de
piedra superpuestas escalonadamente, en lo que se interpreta como influencia de la
Cultura Griega. A veces estas cubiertas se reforzaban con un pilar de piedra ubicado en
el centro de la sala que recuerda la estructura original de la cabaña villanoviana.
También aparecerán en los inicios del s. VII a. C. las tumbas excavadas en la propia
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EJERCICIO 2
Pintura mural en pared preparada mediante tres capas: A) Mezcla de cal y arena con
todas sus impurezas para permitir la adherencia de la segunda capa, B) Capa de Opus
Tectorium, C) Capa de dos milímetros de grosor de cal pura (Opus Albarium). La
pintura está realizada con la técnica del fresco, consistente en aprisionar los pigmentos
de color en el mortero de la cal antes de que éste se haya secado. Una vez que la cal se
seca el color también lo hace, quedando encerrado en una finísima película cristalizada.
Fue hallado en Pompeya y representa un anfiteatro con gladiadores luchando en la
arena. También reproduce un enfrentamiento entre los espectadores de Pompeya y
Nucera datado en el 59 d. C..
memoria de sus difuntos ante su tumba y con este sentido fueron adoptadas en Roma, al
inicio, éstas luchas. En el siglo III a.C. los hijos de Junio Bruto Pera hicieron luchar en
el Forum Boarium a tres parejas de esclavos como parte de las honras fúnebres de su
padre. Era pues, un rito sagrado con un significado mágico en el marco de un combate a
muerte. Debido a ello, el espectáculo de gladiadores nunca fue designado con el nombre
de Ludus (juego) sino con el de Munus (obligación o regalo) porque representaba un
deber para con los muertos. Este contenido violento y emocional fue una de las
principales razones de que perdiera el valor de rito y se secularizara. También
contribuyó el juego de la vida política en Roma durante la República Tardía con la
búsqueda del voto ciudadano necesario para obtener la magistratura, convirtiendo los
combates de gladiadores en un instrumento de atracción de las masas y rivalizando los
políticos entre sí para lograr el favor del electorado promoviéndolos (Cesar ofreció un
Munus en el que enfrentó a trescientas parejas de gladiadores). Augusto reguló las
luchas de gladiadores, a cuya organización estaban obligados los pretores y cuestores
dos veces al año, multiplicando el número de combates y estableciendo un monopolio
de hecho que la familia imperial de los Flavios convertiría en uno de derecho. La
frecuencia de los combates precisaba de una gran oferta de gladiadores, siendo estos de
muy diversa extracción. En primer lugar, prisioneros de guerra, pero también criminales
condenados a morir en la arena (Noxii ad gladium ludi damnati), o a servir de
gladiadores durante un tiempo determinado. Éstos últimos, al término de su condena y
si sobrevivían, recibían la Rudis (espada de madera) que les liberaba del deber de
luchar. Sin embargo, la mayoría de los luchadores eran esclavos vendidos por sus
dueños a los tratantes (Lanistae). También había hombres libres que voluntariamente se
convertían en gladiadores alquilándose al tratante. Éstos, durante la duración de su
contrato se convertían en esclavos y pasaban a formar parte de la Familia Gladiatoria,
mantenida y gobernada por el tratante en escuelas de entrenamiento (Ludi Gladiatorii)
bajo una disciplina carcelaria. Más adelante, el estado se hizo empresario y organizó sus
propias escuelas, los Ludi Imperiales, haciendo desaparecer la profesión de tratante, la
cual, fue ejercida a través de funcionarios (Procuratores a Muneribus). Hubo tres
escuelas de gladiadores en Roma entre las que destacó el Ludus Magnus. En éstas
escuelas los instructores o Doctores adiestraban a los gladiadores en el arte y las
técnicas de la lucha con disciplina muy estricta mantenida con duros castigos. En la
escenificación de los juegos quedaba patente el sentido romano por el dramatismo. Se
comenzaba con duelos sin derramamiento de sangre (Lusorii) con armas embotadas.
Después se elegía por sorteo a las parejas de auténticos combatientes y el Editor debía
proceder al examen de las armas (Probatio Armorum) para cerciorarse de que estaban
correctamente afiladas. Para que la lucha no se falseara por acuerdo previo de los
combatientes, estaban cerca fustigadores (Lorarii), representados en el mosaico, que en
caso necesario les azotaban o aplicaban hierros candentes para obligarlos a combatir.
Cuando uno de los combatientes caía solicitaba clemencia, si podía hacerlo, levantando
tres dedos de la mano izquierda. Normalmente la suerte del vencido le correspondía al
vencedor, pero estando presente el emperador se le cedía a este el derecho de decisión.
Éste solía tener en cuenta la opinión del público, el cual, si el vencido había luchado con
valor levantaba el pulgar al grito de suéltalo (Mitte). El emperador repetía el gesto y el
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En el transcurso del tiempo en el que existieron los combates de gladiadores solo unas
pocas voces se levantaron en contra de un espectáculo que enfervorizaba a las masas, y
del que se extraía una gran rentabilidad política (Cicerón y Séneca). Bajo la influencia
del cristianismo, Constantino prohibió en el 326 d.C. las Damnatio ad Bestias , hacia
finales del siglo IV se cerraban las escuelas de gladiadores y en el año 404 d.C. Honorio
suprimiría definitivamente los combates de gladiadores.
La sociedad romana, al igual que la griega, sentía cierto desprecio por el trabajo manual,
y es en este ambiente en el que se potencia la vida ociosa como sinónimo de clase,
apareciendo la práctica de ciertas actividades que comportaban la diversión o el cultivo
del cuerpo sobre todo en las élites. A medida que Roma va completando la conquista
del mundo conocido se forma un estado inmenso, gobernable solo por la
mercantilización del placer, la manipulación política del tiempo libre y la
transformación del trabajo en ocio codificado. La rígida moral de los primeros tiempos
de la República no servía para mantener pacificados a los miles de ciudadanos y
peregrinos que invadían Roma. El espectáculo de las luchas en el anfiteatro funcionó
también como un mecanismo de control social y ejecuciones públicas, arrojando en el a
minorías religiosas como en el caso de los cristianos (Nerón) o criminales sin distinción
de penas (Calígula). Las autoridades romanas tenían la facultad de nombrar con el
apelativo de "enemigos de Roma" a cualquier grupo o individuo que les resultara
pernicioso o molesto, siendo ajusticiados en este tipo de espectáculos, lo cual explica la
pasión que sentían los ciudadanos romanos por este tipo de ejecuciones. Este tipo de
entretenimiento servía como mecanismo de disuasión para todos aquellos que atentaran,
de una u otra manera contra los intereses del poder político imperial. Toda la cantidad
de ocio existente entre la ciudadanía romana se canalizó a través de múltiples tipos de
espectáculos que eran celebradas en la gran variedad de festividades incluidas en el
calendario romano, más los extraordinarios que iban saliendo (inauguraciones, victorias,
aniversarios, etc.). Cada forma de espectáculo tenía su propio tipo de edificación: Las
Ludi scaenici el teatro; Los combates de gladiadores (Munera), las luchas de fieras
(Venationes) y los combates navales (Naumachiae) en el anfiteatro; Las carreras de
carro en los circos y las competiciones y los juegos atléticos (Agones) en el estadio.
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EJERCICIO 3
sus pautas de interacción entre ambas, así como el fenómeno orientalizante y los
mecanismos de interrelación entre las élites indígenas y los colonizadores fenicios.
Otra línea de investigación gira en torno a la categoría y función de las colonias, cuyo
análisis, según la autora, ha quedado reducido a una mera cuestión tipológica entre
colonias comerciales y colonias de poblamiento. También se ha abordado la cuestión
del territorio y el uso del suelo en el asentamiento del Cerro del Villar. Por último,
existe un debate sobre el origen privado y/o estatal de los establecimientos comerciales
fenicios que la autora considera probablemente inútil, debido a que en Oriente las
esferas privada e institucional no siempre actúan separadamente en el ámbito del
comercio internacional,
El área de ocupación de las colonias fenicias es bastante pequeño, abarcando desde dos
hectáreas, las más pequeñas (Abdera), hasta las diez hectáreas (Gadir), a diferencia de
las griegas (en la colonia del Cerro del Villar se estima una población de 200 hab.). Por
consiguiente se puede deducir que el origen, la función y el patrón de asentamiento son
muy distintos a estas. Al contrario que las griegas, los asentamientos fenicios no
buscaban la ocupación de tierras, sino la obtención de materias primas en lugares que
tuvieran buenos puertos naturales y que garantizaran, a la vez, una clientela indígena
para el intercambio de las mercancías. El contenido de las necrópolis fenicias confirma
la presencia de importantes grupos de élite entre los primeros colonos que se instalan en
el Sur peninsular (urnas cinerarias en alabastro con inscripciones de la Dinastía XXII
egipcia), así como la presencia de una población colonial relativamente reducida
durante los siglos IX al VII a. C.
b) Lugares de mercado: Tenían una calle principal delimitada por viviendas de grandes
proporciones con pequeñas estructuras porticadas abiertas a la calle destinadas a tiendas
de comercio (Cerro del Villar).
EJERCICIO 4
Escifo de cerámica vidriada y pie elevado procedente del taller de Tarso en el Sur de la
Península de Anatolia, pudiéndose datar en el siglo I d. C.. Está realizado a molde en
cerámica y recubierto por una clase de barniz especial llamado Vedrio. La técnica del
vidriado o Vedrio se caracteriza por la aplicación, sobre las paredes del vaso, de un
revestimiento compuesto principalmente por arenas cuarzosas con un fundente alcalino
o plúmbeo, según se trate de obtener uno u otro tipo de barniz. Esta cubierta se adhiere a
las paredes de la pieza mediante una segunda cocción a una temperatura de entre 800 a
1000 grados centígrados. En el caso de esta figura, el barniz utilizado ha sido plúmbeo.
Este barniz utiliza el plomo como fundente, siendo su comportamiento mucho más
enérgico que el de los alcalinos. Además, puede combinarse con sílice, dando lugar a un
sustrato que permite una mayor adherencia de la mezcla a la superficie de la pieza. Este
tipo de Vedrio proporciona una excelente impermeabilidad y brillantez al objeto, así
como una mayor estabilidad y prestancia del barniz. Mediante la intervención del
plomo, se obtiene un Vedrio transparente que, cuando se aplica solo, adquiere tonos
amarillentos debido a la reacción con la pasta del vaso. Sin embargo, lo usual, sobre
todo en época romana, era añadir al Vedrio un óxido metálico en la disolución para
obtener el color deseado. En el caso de la figura que comentamos, el tono verde se
conseguía mezclando el óxido de cobre con el barniz plúmbeo. En cuanto a su
decoración, se aprecian tres bandas horizontales desde el final del pie hasta la boca del
vaso, con motivos en forma de árbol o plantas (fitomorfas). La expansión del vidriado
de plomo comienza hacia el siglo I a. C., empezando a usarse en Oriente y
extendiéndose a partir de allí por los demás territorios del Imperio Romano. En cuanto a
la cronología de estos productos, podemos decir que comienzan probablemente hacia la
época de Tiberio, perdurando hasta el siglo II d. C.
Ánfora olearia bética del tipo Dressel-20, realizada en arcilla poco decantada y de
calidad grosera. Se distingue fácilmente de las demás producciones de ánforas hispanas
por el gran cuerpo globular de paredes gruesas, cuello corto y cilíndrico, pivote
diminuto y macizo, asas cortas y gruesas de sección circular con perfil arqueado y borde
con tendencia triangular. Las primeras ánforas de cuerpo globular, aparecen al final del
reinado de Tiberio como un modelo óptimo y estandarizado para el transporte de aceite,
fabricándose en la Bética durante un período de más de 200 años, con una asombrosa
uniformidad y obedeciendo a patrones de medida y morfología bastante precisos en sus
distintas etapas evolutivas. Por este motivo, la simple observación del perfil del borde o
del asa, son dos criterios seguros para extraer dataciones relativas si las ánforas se
encuentran fragmentadas. El proceso de fabricación de un ánfora Dressel-20 duraba
varias semanas, y se hacía en dos momentos distintos. En primer lugar se trabajaba el
gran cuerpo esférico en base a dos medidas estandarizadas, la altura de la panza y su
diámetro máximo, con las que se podía calcular la capacidad de aceite a embasar. La
gran panza esférica se modelaba en posición invertida con el puntal hacia arriba, en un
plato de torno. La base del ánfora se dejaba con su agujero de respiración en lo alto para
airear el interior de la pared y favorecer el secado del barro. Posteriormente se llevaba al
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secadero permaneciendo allí varias semanas, ya que el grosor de sus paredes obligaba a
un secado muy lento. La panza se devolvía al taller una vez seca con el agujero tapado
por un puntal. Se le daba la vuelta colocándola en posición vertical y sobre ella se
añadía la campana superior con el cuello y la boca. Las dos partes se unían y finalmente
se añadían las asas, se cerraban los poros y, ya terminada, volvía al secadero sostenida
en posición vertical dentro de un lebrillo. Antes de su cocción se le estampaba un sello
que identificaba el lugar de procedencia. Estaban diseñadas para el transporte fluvial y
marítimo y se colocaban en posición vertical, encajadas unas con otras por capas. Su
peso en vacío era de 30kg. y una vez llenas de aceite alcanzaban los 100kg.. El
transporte del aceite por tierra se hacía en odres de piel hasta los puertos de embarque,
donde existía una verdadera industria de ánforas hecha con la arcilla de los ríos Genil y
Guadalquivir. Estas ánforas eran envases de un solo uso y, una vez extraído el líquido
en destino eran destruidas. Prueba de ello es el Monte Testaccio en Roma, hecho casi
exclusivamente con restos de ánforas de aceite provenientes de Hispania (se estima que
en un 80%). Las ánforas llegaban al puerto de Roma (Ostia) donde se vaciaba su
contenido para continuación romperlas en pedazos. Estos eran depositados en el Monte
Testaccio donde se echaba cal sobre los restos para evitar malos olores, no siendo
rentable lavar los recipientes y enviarlos de vuelta a la Bética. El Monte Testaccio es
una colina artificial construida durante los siglos I a III d. C. en la ciudad de Roma,
cubre un área de 20000 metros cuadrados en su base y se alza hasta los 40 metros,
situándose dentro de la Muralla Aureliana. Las exportaciones de aceite bético a Roma,
cesaron entre los años 225 y 257 d. C. al pasar Hispania al dominio de los francos,
abasteciéndose la metrópolis desde entonces con aceite africano.