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Cuaderno de Comentarios de Texto Resueltos
Cuaderno de Comentarios de Texto Resueltos
Cuaderno de Comentarios de Texto Resueltos
RIOS
RESUELTOS
Antología de
textos no
literarios 4º
ESO
1
ÍNDICE
“Veneno” de Manuel Vicent pág. 3
“Leer con luz de luna” de Arturo Pérez Reverte pág. 7
“Antes aquí no había nada” de Íñigo Domínguez pág. 13
“Palabrera” de Marta Sanz pág. 20
“Letrinas de Internet” de Juan Manuel de Prada. pág. 27
“Tremendos 16” de Luz Sánchez Mellado pág. 32
“Atontados” de Eduardo Álvarez pág. 39
“Salvamento” de Manuel Vicent pág. 46
“Contra la pared” de Lara Moreno pág. 51
“La ortografía es el termómetro” de Álex Grijelmo pág. 57
“Porno duro” de Luz Sánchez Mellado pág. 64
“Dilema” de Fernando Savater pág. 71
“Parad el mundo, que nosotros nos subimos” de Nuria pág. 77
Labari
2
Veneno
La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión
alguna, ni siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro.
Las neuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como
5 les llega la trasladan al conocimiento sin que se produzca
fisiológicamente ningún control ni rechazo. La contaminación del aire
congestiona los pulmones e irrita la garganta e incluso puede provocar
cáncer; en cambio, el veneno moral e ideológico que uno respira penetra
10 en la raíz de la conciencia sin que el cerebro reaccione ante un ataque
tan rudo y persistente. Hay que imaginar qué sucedería si las ideas y
creencias con que se nutre el cerebro cambiaran de sustancia y fueran a
parar al estómago en forma de alimento que se adquiere en un colmado.
15
Muchas noticias del telediario te harían vomitar durante el almuerzo y
después de tragarte un debate histérico e inconsistente, de oír el
comentario crispado de un político idiota, de leer un artículo sectario,
una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto de baño. El
nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad gansa de la
cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne de
perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha,
¿por qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La
denominación de origen y el control de calidad que rigen en la
alimentación, no atañen a los productos destinados al cerebro, aunque
estén llenos de bacterias. Nuestra conciencia largamente intoxicada
acepta con normalidad el veneno diario que recibe en lo que uno lee,
oye, contempla, huele y respira, de forma que el ciudadano se comporta
con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano y libre, sin saber que
está envenenado.
Manuel Vicent: El País (22 de febrero de 2015)
5
continua comparación o símil que establece entre la información
tóxica y sus efectos y los productos del colmado y sus
consecuencias. Por la adjetivación que utiliza, podría señalarse
incluso que su actitud llega a ser combativa o incendiaria, como
cuando califica el ataque al cerebro de “rudo y persistente” (l. 6) o
caracteriza nuestra conciencia como “largamente intoxicada” (l. 16 y
s.), adjetivos aquellos –junto con otros como “idiota” (l. 10), por
ejemplo– y adverbio este que, además, son valorativos y sirven
también para justificar la subjetividad anteriormente mencionada.
6
Leer con luz de luna
Hace tiempo que me preguntan por el libro electrónico. Qué opino
y cómo veo el futuro, la desaparición del papel, los formatos clásicos y
demás. Siempre respondo lo mismo: me da igual, porque yo escribo lo
5 que va dentro. Mi trabajo es ocuparme del contenido: contar historias y
que la gente las lea. Del soporte se ocupan otros. Editores y gente así. Y,
por supuesto, los lectores que recurren al medio que estiman
conveniente. Al hablar de libro de papel y libro electrónico, lo usual es
10 oponerlos. Obligarte a elegir, como siempre. O conmigo o contra mí. Y
no es esa la cuestión. Creo. El libro electrónico es práctico y divertido.
Hace posible viajar con cientos de libros encima, trabajar consultándolos
con facilidad, aumentar el cuerpo de letra o leer sin otra luz que la
15
propia pantalla. Incluso los hay con ruido de pasar páginas cuando se
va de una a otra, «lo que no deja de ser una simpática gilipollez».
Además, mientras lees puedes zapear a tu correo electrónico,
20 escuchar música, ver imágenes y cosas así. Pero leer no tiene nada que
ver con eso. Me refiero a leer de verdad, en comunión estrecha con algo
que educa tu espíritu, que te hace mejor y consciente de ti mismo. Que
aporta lucidez, multiplica vidas, consuela del dolor, la soledad y el
25 desamparo, aclara la compleja y turbia condición humana. Leer así
requiere tiempo, serenidad concentrada, ritual. Cuando estás en ello, ni
siquiera las bombas son capaces de romper el vínculo mágico. Y si se
funden los plomos, o como se diga ahora, el verdadero lector es capaz
30 de seguir haciéndolo a la luz de una vela, de un encendedor, o a la luz
de la luna llena reflejada en la arena de un desierto. Puestos a setas o a
Rolex, aún hay más. He dicho que libro de papel y libro electrónico
deberían ser complementarios; pero si me obligan a elegir, diré alto y
claro que no hay color. Y que, llegado a ese extremo, la pantalla portátil
me la refanfinfla.
Estoy harto de toparme con pantallas en todas partes, hasta en el
bolsillo, y me niego a transformar mi biblioteca en un cibercafé. Con un
libro electrónico, sea El Gatopardo o El perro de los Baskerville, no
puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso,
hacerlo envejecer a mi lado y entre mis manos, al ritmo de mi propia
vida. Nada decora como un buen y viejo libro una casa, o una vida. Y
déjenme añadir algo. Si los libros de papel, bolsillo incluido, han de
acabar siendo patrimonio exclusivo de una casta lectora mal vista por
elitista y bibliófila, reivindico sin complejos el privilegio de pertenecer a
ella. Que se mueran los feos. Y los tontos. Tengo casi treinta mil libros
en casa; suficientes para resistir hasta la última bala. Quien crea que esa
7
trinchera extraordinaria, su confortable compañía, la felicidad inmensa
de acariciar lomos de piel o cartoné y hojear páginas de papel, pueden
sustituirse por un chisme de plástico con un millón de libros
electrónicos dentro, no tiene ni puta idea. Ni de qué es un lector, ni de
qué es un libro.
Arturo Pérez Reverte: XL Semanal (15 de octubre de 2010), adaptación
9
“[trinchera] extraordinaria” (l. 29), por ejemplo, aunque quizá
resulten más significativos aquellos asociados a exabruptos o
palabras malsonantes, no menos subjetivas, claro, como “simpática
[gilipollez]” (l. 10), o “puta [idea]” (l. 31), a partir de los cuales se
puede achacar que, asimismo, la actitud del autor es soez e incluso
despreciativa hacia el lector en formatos digitales. Este mismo
desprecio se puede observar en el uso de la voz “chisme” (l. 30),
cargada de connotaciones peyorativas. En este mismo sentido, en
relación aún con los términos valorativos, también cabe destacar
“verdadero [lector]” (l. 17), cargado de connotación, pues Pérez
Reverte da a entender que existe una categoría de lectores de verdad
a la vez que una falsa. Por último, los recursos estilísticos también
contribuyen a justificar la existencia de subjetividad en este texto: las
metáforas como “vínculo mágico” (l. 16) para referirse al acto de leer
o “trinchera extraordinaria” (l. 29) para aludir a su biblioteca; las
hipérboles como “ni siquiera las bombas son capaces de romper el
vínculo mágico” (l. 15 y s.) o “suficientes para resistir la última bala”
(l. 28), o incluso la ironía que destila en casi todo el texto. También
cabe señalar que, inexplicablemente, el autor presenta una actitud
contradictoria al expresar dos opiniones contrarias en el artículo (al
principio y al final).
10
Valoración personal
12
Antes aquí no había nada
Un estudio de la Universidad de Huxley trabaja con la hipótesis de
que la masificación turística y el desparrame urbanístico pueden
contribuir a desarrollar las capacidades cognitivas, porque en muchos
5 sitios se requiere una gran capacidad de abstracción para no ver la gente
que hay o lo que han construido. Seguro que este verano habrán tenido
que hacer esta gimnasia mental. Es difícil imaginar cómo es el mundo
que no conocimos, hasta que estás en una playa, en un pueblecito, y un
10 anciano, o alguien no tan mayor, dice esta frase: “Antes aquí no había
nada”.
En verano, cuando nos paramos a mirar y a pensar en el mundo, y
no en nuestras cosas, suele haber algún momento en que nos ponemos
15
apocalípticos, como en esta columna. Notas que algo va mal. Durante
un tiempo pensé que si bien el mundo antiguo había desaparecido —
mares llenos de peces, bosques rebosantes de animales—, se quedaría
20 más o menos así. Nunca creí llegar a sentirme como uno de esos
ancianos, ver un cambio a peor en mi generación. Una de las mayores
impresiones de mi vida fue regresar el verano pasado a un glaciar de los
Alpes que había visto hace 20 años. Era la mitad, como si lo hubieran
25 borrado con efectos especiales. Esta primavera en Roma no hubo
golondrinas. ¿Se les ocurre una señal de alarma más poética? Pues
esperen que les cuente la siguiente: como no llegaron en mayo, por el
frío insólito, en junio hubo una invasión de mariposas. Que en un año
30 normal se habrían comido antes las golondrinas.
Lo curioso es que en la ciudad oyes la frase contraria: “Antes aquí
había de todo”. Una carnicería, una panadería… Ahora, el centro de una
ciudad suele ser un lugar sin sentido. Por eso uno revaloriza las
ciudades feas, sin turismo, con bares normales. Acabaremos viviendo
todos en lugares anodinos mientras viajamos a los bonitos, que solo
serán visitables, no habitables. En verano esa sensación se agudiza, las
ciudades se vacían aún más de sus vecinos, solo hay turistas
desubicados.
Además, la tecnología acude en nuestra ayuda para abstraernos
bien: cuando la gente está en los sitios ya es como si no estuviera. Una
de las cosas más raras que este verano he visto hacer a alguien con el
móvil es un tipo hablando por teléfono mientras cogía moras.
¡Cogiendo moras!
¿Puede haber algo de una disipación más pura, un placer menos
maquinal, que coger moras? Yo creo mucho en esta combinación como
solución de futuro: cuando lo que había ya no esté, tampoco estaremos
13
allí para verlo, porque estaremos siempre con el móvil. O habrán sacado
ya unas gafas de realidad virtual para ver el paisaje como era, como una
visita en 3D a unas ruinas griegas. Y hasta veremos las ciudades con
gente corriente haciendo la compra y niños jugando en la calle, como
asegurarán los ancianos que eran.
Íñigo Domínguez: El País (18 de agosto de 2019), adaptación
Valoración personal
¿Qué duda cabe de que el turismo es una de las causas de los efectos
señalados por Íñigo Domínguez? La depredación de los recursos
naturales necesarios para sostener un sector económico en auge
como este resulta cada vez mayor, sin olvidar que incluso, en
ocasiones, empresarios despiadados yerguen monumentales
edificios en primera línea de playa contraviniendo la ley de costas o
en espacios medioambientales protegidos. Sin embargo, como bien
hace el autor, conviene denunciar que sus efectos no se limitan a
impactar sobre una emergente crisis climática, ya de por sí
suficientemente crítica: sus efectos también se sienten en las
ciudades, en las que la habitabilidad de sus vecinos resulta cada vez
más crítica. La aparición de nichos de mercado cada vez más
rentables, por ejemplo, en relación con los pisos turísticos, causados
por especuladores sin escrúpulos, o que solo se preocupan “por la
pela”, alentados o auspiciados por empresas digitales como Airbnb,
así como el aumento indiscriminado de los precios del alquiler que
provocan en ocasiones los fondos buitre que adquieren edificios
enteros “a precio de saldo”, provoca lo que se conoce técnicamente
como gentrificación, es decir, el abandono de los centros urbanos
históricos o neurálgicos por parte de sus anteriores inquilinos, que
se ven abocados a instalarse en barrios del extrarradio, en favor de
nuevas formas
18
de negocio con las que los anteriores pueden enriquecerse más. Esta
y otras situaciones similares son las que han movido a muchos
grupos ciudadanos a rebelarse contra el turismo, como en Barcelona,
donde han aparecido múltiples pintadas en que podía leerse
“tourists, go home”. Sin embargo, ¿es deseable que se marchen
realmente? No parece esta una postura muy inteligente cuando el
turismo es uno de los sectores económicos que más dividendos
ofrece, y que más puestos de trabajo directos e indirectos genera.
Quizá resulte interesante por fin adoptar las fórmulas de las que la
clase política lleva años hablando, consistentes en reducir el número
de visitantes, pero aumentar su calidad (en resumidas cuentas,
menos personas, más dinero).
19
Palabrera
Deconstrucción no es una palabra pomposa, sino necesaria. Abogo
por aumentar el número de entradas de nuestros lexicones y no
avergonzarnos de usar términos como lexicones, saponificación o
5 tergiversar, un verbo que se trasgiversa mucho. Con palabras se nombra
la realidad y se comprende. Nos hace falta designar emociones, partes
del cuerpo y árboles. Aprender palabras ensancha el campo visual, y
ensanchar el campo visual enriquece el acervo léxico. Construimos
10 realidad y pensamiento. Limpiamos la casa y a la vez emborronamos
sus límites: esos son los peligros de nombres, verbos, metáforas y
silogismos. Alpendre, escorrentía, epanadiplosis, flebitis, música...
Reivindico la lexicografía, el Scrabble y la acción pública de empollar.
15
Lo cierto es que la gente redicha es ignífuga y resistente: no se puede
andar por la vida con una mochila —como dicen ahora— de 1.200
palabras. Por eso, quiero hablar del profesor Andreu Navarra, que ha
20 publicado Devaluación continua, libro en el que aprendemos qué es el
ciberproletariado. Me encanta. En el ámbito de las ciencias humanas, dar
con la combinación de términos o con el compuesto o derivado
iluminadores es fundamental: fin de la historia, sociedad líquida,
25 literatura caníbal… Luego discutimos sobre la pertinencia ideológica de
los constructos. Con su neologismo, Navarra alude a una generación
que se está quedando sin léxico y, lo que resulta paradójico, sin datos:
quizá por el exceso de estímulos, el descrédito de la memoria y por una
30 falta de concentración que se vincula con nuevos soportes, nuevos
modos de lectura, la hegemonía audiovisual, pero también con la
desnutrición. Con la confusión entre el perfil pedagógico y el
psicoterapéutico, y la necesidad de satisfacer instantáneamente el
35 placer. La entrevista que le concedió a Berna González Harbour plantea
una inquietud que comparto: la de que cultura y educación hayan
dejado de ser ascensores sociales. Donde esté un buen culo, una lengua
bífida o una metralleta, que se quite todo lo demás. Intento no ser
apocalíptica, pero sentirme integrada atenta contra mi esencial
optimismo transformador.
La segunda palabrería es más confortable. La Caja de las Letras del
Instituto Cervantes acoge una exposición sobre palabras perdidas. El
futuro aparentemente se acelera y las academias hacen el pino puente
para adaptarse a laptops y whatsapps, mientras otras palabras se
arrumban, y en ese arrumbamiento, más allá de melancolías, hay una
pérdida de realidad y sentido. María Sánchez lo cuenta en Tierra de
mujeres colocando el foco sobre trabajadoras del medio rural, sus
20
espacios, herramientas, cuidados. Los dueños de las palabras siempre
han sido los otros —modelos de virtud humana y profesional—, y quizá
en el rescate de ciertos vocablos descubramos lo poco que han
importado las cosas de mujeres. La exposición de las palabras perdidas
nace de la artista zaragozana Marta P. Campo, que recoge cuñadez,
cocadriz (femenino de cocodrilo) o bajotraer (abatimiento, humillación).
La muestra se cierra el 29 de septiembre. Yo, que me siento un poco
bajotraída, saldré de mis dormisqueos y me amalaré la noema. Porque,
además, de incorporar novedades anglas y jugar con las piezas del
museo, quienes usamos el lenguaje —¿alguien se ha quedado fuera? —
tenemos derecho a mostrar lo mucho que nos importa, inventariándolo,
aprendiéndolo, acumulándolo e inventándonoslo, con mayor o menor
fortuna, para hablar de sexo, iluminar lo no dicho, hacer política o,
incluso, circensemente, circunvalar la verdad.
Marta Sanz: El País (23 de septiembre de 2019)
21
La estructura del texto comprende tres partes:
22
artículo, podemos concluir que la tipología a la que este se adscribe
es de tipo circular o de encuadre.
Actitud e intencionalidad de la autora (justificación a partir de
elementos lingüísticos relevantes del texto)
Valoración personal
26
Letrinas de Internet
[…] Siempre me ha llamado la atención la ingente cantidad de pasiones
putrescentes que se desaguan en Internet. Algunos amigos que mantienen blog me
confiesan que con frecuencia se ven tentados a abandonarlo, ante la avalancha de
5 comentarios ofensivos o desquiciados que un puñado de sórdidos trolls dejan a sus
entradas. Yo mismo, cuando consulto las ediciones electrónicas de los periódicos,
me quedo estupefacto ante la retahíla de obscenidades, improperios y calumnias
que, en mogollón informe y bilioso, se suceden a las noticias. Y me pregunto si los
responsables de tales ediciones electrónicas serán conscientes del daño que tal
10 acumulación de cochambre hace a la credibilidad y prestigio de sus respectivos
medios; y, si lo son, por qué permiten su entrada y sedimentación. Algún director
de un medio digital especialmente infestado por estos gargajos del odio me ha
llegado a confesar –no sé si hipócritamente– que no hay manera de contener la
15 avalancha de inmundicia... salvo que se impida la participación de los usuarios, que
es tanto como renunciar a las potencialidades de Internet.
Resulta bastante llamativo que la Red cada vez está más invadida de
comentarios altamente agresivos por parte de los internautas. Cabe
preguntarse por qué no se intenta poner freno a estos exabruptos,
que están cobrando un cariz irrefrenable, mientras resulta
sospechoso que se persigan otras acciones, más inofensivas, en
27
cambio. Quizá se esté utilizando Internet para desviar el odio de sus
usuarios, en estos tiempos de crisis, de los auténticos causantes de
sus problemas.
Valoración personal
31
Tremendos 16
A diario, ni te enteras. Bastante tienes con llegar viva a tu propia
meta. Vuelves a casa para la cena después de haberla llamado mil veces
sin respuesta y haber rezado para que todo esté en orden, por muy caótico
5 que sea. Compruebas que está entera. Confirmas que parece o muy
contenta o muy de morros, como suele. Verificas, sobre todo, que no está
más triste de lo ordinario, alarma de alarmas, y das gracias a los dioses por
haber superado la prueba hasta mañana. En cuanto pasas más tiempo
10 cerca te topas, sin embargo, con una extraña en casa. Tu propia hija
adolescente. La que se hace un ovillo para que ni le hables ni la mires
mientras tú le bramas que qué le pasa y ella te ladra que no le pasa nada,
“mamá, chaval, pesada”. La que se te cuelga del cuello deshecha en llanto
15
porque sus amigas han intimado de más en Snapchat y ella se ha sentido
“lo puto peor, mamá, chico”. La que te confiesa que igual tiene ganas de
llorar que de reír y que no se aguanta del pavo que tiene encima, “te lo
20 juro, mamá, tío”.
Lo de toda la vida, pero distinto, porque su mundo y el nuestro ya no
es el mismo. Me río yo de los expertos que nos sermonean sobre cómo
supervisar a nuestros hijos. Nos contentamos con saber, presuntamente,
con quién andan y con quien wasapean. No tenemos ni idea. No
imaginamos la angustia de sentirse patito feo viendo continuamente
cisnes en las redes. No sentimos el escrutinio del grupo al segundo en el
móvil. No sufrimos —no recordamos— el vértigo de estar lleno de
inseguridades mientras los demás te restriegan sus soberbias. Triunfa
ahora la serie 13 Reasons Why, en la que una adolescente cuenta los
motivos de su suicidio en 13 capítulos. Este puente, mi pava y sus íntimos
se los han bebido a morro en mi casa mientras una les contemplaba
muerta de amor y de miedo. ¿Dulces? Tremendos 16. Quién los pillara. Y
qué descanso haberlos ya pasado.
Luz Sánchez Mellado: El País (4 de mayo de 2017)
(a) La primera parte, que abarca desde la línea 1 hasta la línea 17,
recoge –como se ha dicho ya– la causa (se analiza la adolescencia
desde la experiencia personal de su hija), pero este apartado, a su
vez, se podría dividir en otros apartados menores:
34
párrafo aparecen otras marcas de la función expresiva del lenguaje:
un adjetivo valorativo, como “tremendos” (repetido en el título y en
la l. 20); una pregunta retórica (“¿dulces?”), con la que la autora
comienza a manifestar su opinión, más claramente expresada a
través de los dos enunciados exclamativos siguientes (“quién los
pillara” y “qué descanso haberlos ya pasado”), que encierran una
paradoja, de lo que se podría deducir que la actitud de la autora
también es ambigua o contradictoria.
35
Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con elementos
lingüísticos relevantes
36
Sin embargo, a propósito del modo de elocución también es necesario indicar la
aparición una serie de secuencias narrativo descriptivas. (a) Las primeras, las
narrativas, predominan en la primera parte del primer párrafo, pero también en
la segunda del segundo (“este puente mi pava...”, l. 18 y ss.). Es posible
observarlo en que, para transmitir una sucesión de acciones, la autora emplea
oraciones con verbos predicativos (“vuelves a casa para la cena después de...”, l.
2 y s.) y abundan, asimismo, las expresiones temporales (“después de
haberla...”, l. 2; “en cuanto pasas...”, l. 5; “este puente”, l. 18; “mientras una...”, l.
19). (b) Las secuencias descriptivas, por su parte, aparecen exclusivamente en la
segunda parte del primer párrafo, en las que predominan los elementos
nominales sobre los verbales (se observan varias frases nominales: “tu propia
hija adolescente”, l. 6 y las tres que, acto seguido, comienzan por el pronombre
relativo “la que”). Por último, también contiene pequeñas secuencias
dialógicas, cuando la autora reproduce en estilo directo, en el primer párrafo,
las frases tí picas de su hija, enunciados en los que aparecen elementos de la
función apelativa, tales como los vocativos “mamá” (l. 8, 9 y 11) o la segunda
persona gramatical (“te lo juro”, l. 11).
Valoración personal
37
Atontados
Poca repercusión ha tenido un estudio de Italia tan inquietante como quizá
revelador para comprender lo que les pasa a nuestros vecinos transalpinos y
también lo que nos ocurre por estos lares. Estamos atontados por culpa de algunas
5 cadenas de televisión. Y por eso votamos lo que votamos. Tirando del hilo
llegaríamos a que el desgobierno es cosa de Vasile. Bueno, no tanto, pero casi.
Han concluido tres economistas italianos que Mediaset, el rentabilísimo
emporio mediático que tantos identifican con la telebasura, tuvo una
influencia enorme en la elección de Berlusconi como primer ministro italiano,
10 así como en el más reciente éxito electoral de fuerzas populistas como las que hoy
cogobiernan. El estudio es demoledor. Concluye que la gente que pasa horas y horas
consumiendo los programas de este canal sobre todo ancianos y jóvenes presenta un
impacto negativo en sus habilidades cognitivas y bajos niveles de compromiso civil.
15 Y establece que, con la cabeza embotada de tanto ver programas de mamachichos y
versiones similares a nuestro Mujeres, hombres y viceversa, tienen dificultades para
procesar cuestiones sobre democracia con alguna mínima complejidad, por lo que
en ellos calan muy bien los eslóganes y las simplezas de los dirigentes que han
20 convertido la política en espectáculo. Rivera haría su agosto en Roma.
Que sepamos, nadie está investigando aún los efectos que pueda tener en los
españolitos la programación que vomitan algunas de nuestras cadenas. Pero no hay
que ser linces para presuponer que algo tendrá que ver con el arraigo aquí del
populismo de izquierda y derecha, o con el hecho de que hoy para liderar cualquier
25 partido sea más importante contar con el tipín de Pedro Sánchez que una cabeza
amueblada. Hoy tener el Estado en el cerebro como antes se les atribuía a gentes
como Fraga o Rubalcaba seguro que penaliza en las urnas.
Con todo, lo más preocupante es que, mientras se sitúan al frente de la agenda
política cuestiones como la erradicación del sexismo o el machismo, la lucha contra
la cosificación de la mujer, la promoción de la igualdad, etcétera, cada día millones
de jóvenes consumen programas como el mencionado o el engendro recién
estrenado por Jesús Vázquez que contribuyen a enquistar los peores estereotipos
sociales en los cerebelos de la generación de la que saldrá el futuro inquilino de La
Moncloa. Igual Carmen Calvo que este verano estará desocupada debiera leerse el
informe italiano. O a lo peor es que nuestros políticos nos quieren cada vez más
tontos. No es descartable.
39
parece interesar a la clase política.
Valoración personal
La ‘caja tonta’ ‘atonta’. ¡Qué novedad! Nada nuevo bajo el sol, nada
que no supiéramos ya. Esta es una de las conclusiones que alcanza el
sociólogo francés Pierre Bourdieu en su ensayo Sobre la televisión:
entre otras, este autor recoge la idea de que la calidad de las
informaciones que vuelca este medio de comunicación de masas ha
decrecido notablemente, entre otras razones, por el sometimiento a
los índices de audiencia, es decir, se han democratizado los
contenidos de la televisión... pero a la baja; como dijo Lope de Vega
a propósito de su arte nacional, “como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto”. Esta situación, generalizada
entre los distintos canales y que afecta también, lamentablemente, a
los propios espacios informativos, de los que se espera un contenido
más crítico y contrastado, alejado de las noticias de sucesos, las
43
cuales poseen un impacto mayor sobre la sociedad y, por ende,
sobre los índices de audiencia, resulta sin embargo notablemente
más cruda en la parrilla de la programación de Mediaset: su
programación adolece de una falta evidente de cultura, de rigor, de
ética incluso, con escasas aunque honrosas excepciones; más bien,
sus espacios ofrecen la versión más chusca y barriobajera de nuestra
cultura popular, con sus reality shows y sus programas de variedades
cuyos tertulianos mantienen un debate pobre en argumentos pero
rico en gritos o improperios, lleno de lugares comunes. ¿Qué puede
esperarse del nivel cultural o de la implicación política de una
sociedad que ha ‘ascendido al poder’, que ha designado ‘princesa
del pueblo’ a un personaje televisivo como Belén Esteban, cuya
biografía se reduce a haber mantenido un affaire con un torero y que
muestra un comportamiento irreverente en la pantalla? Como las
paga el vulgo, se le habla en necio, en efecto. Mientras no se
visibilice en televisión a sectores de la sociedad informados, a
intelectuales (científicos, literatos, etc.); mientras no se emplee la
‘caja tonta’ como medio informativo de primer orden,
democratizador, sino como instrumento administrador de estulticia
‘a cascoporro’, atontados, sí, y muy atontados, y a mucha honra.
44
Salvamento
En cualquier calle de cualquier ciudad de Europa se puede
observar cada día con más frecuencia la imagen de ancianas
amarillentas en silla de ruedas y de viejos jadeantes con muletas, que
5 apenas pueden con su alma, acompañados y asistidos por jóvenes
inmigrantes negros o hispanos. Son imágenes premonitorias de la
Europa que heredarán nuestros descendientes si la convulsa biología
planetaria no acude al rescate. En un futuro no tan lejano España va
10 necesitar cinco millones de gente joven que venga a trabajar, a
integrarse, a reproducirse y a pagar impuestos. Europa va a necesitar 50
millones de extranjeros jóvenes de cualquier color, que aporten savia
nueva que la libre de su inexorable decrepitud. Ante la angustiosa
15
visión de la continua llegada de pateras a nuestras costas hay que
preguntarse quién salva a quién. El terrible espectáculo de los
inmigrantes huidos del hambre y de la guerra, que son rescatados en el
Mediterráneo, de hecho, supone una operación contraria de salvamento.
Son ellos quienes vienen a salvarnos. Ahora estos náufragos limpian el
cúmulo de basura que dejan nuestros adorables adolescentes después
de los conciertos y los botellones, piden limosna en la puerta de los
rebosantes supermercados, realizan los trabajos más duros que nadie
quiere, contemplan con las manos en los bolsillos el paso de la historia
por las esquinas. Cuando en el futuro los descendientes de estos
esclavos sean tan señores como usted, a ellos deberá Europa agradecer
el no haberse extinguido como una vieja caduca, egoísta y achacosa.
Puede que algún patriota racista o xenófobo, a quien uno de estos
inmigrantes tal vez le está limpiando hoy la mierda del retrete, crea que
este pronóstico es el ridículo ensueño de un alma blanca. Pero por
mucho que le duela lo cierto es que un día toda la humanidad será de
color chocolate.
Manuel Vicent: El País (21 de octubre de 2018)
49
Contra la pared
El domingo por la noche vi un capítulo de Los Soprano. Junior
Soprano, tío y mentor de Tony, está en un hotel con su amante, Bobbi
5 secuencia descriptiva. En la cama, Bobbi, cariñosa y seductora, lo felicita
por lo bien que practica el sexo oral. Lo festeja: es una suerte que ella
tiene, algo insólito que él le regala. Junior está serio. Es un señor mayor
y respetable; un mafioso de Nueva Jersey. Le advierte: no le gusta que
10 ella hable de eso, es algo que absolutamente nadie tiene que saber. Por
supuesto, ya es tarde. La mujer ha compartido su alegría con otras
mujeres, y la delicada información llega a oídos de Tony, su bravo
15 sobrino, que en aras de la compleja relación que tiene con su tío, acabará
burlándose de él durante una sesión de golf. Por comer felpudos. La
escena siguiente es dura e incómoda. Junior va a buscar a Bobbi a la
oficina. Le grita, la insulta, la empuja contra la pared, la inmoviliza y, en
20
vez de pegarle en la cara, de hecho, para no hacerlo, le refriega una tarta
que había sobre la mesa, con fuerza, con rabia. La despide. Se va. Y ella
llora, con el merengue y el bizcocho bajándole por el rostro: “Corrado,
25 no me dejes, por favor, no me dejes”. Este capítulo se emitió por
primera vez en 1999.
El martes por la tarde vi un capítulo de Euphoria. Es la serie sobre
adolescentes, pero no solo para adolescentes que estrenó HBO este
verano. Deberían verla todas las madres y los padres, a pesar del
pánico, precisamente por él. Maddy es la novia de Nate, el macho alfa
del instituto, alto y guapo. Durante una feria, Maddy va vestida de
forma sexy, Nate intenta obligarla a que se cambie; no quiere que sus
padres la vean así. Ella se rebela ante su familia, lo provoca, lo
ridiculiza. Él va decidido tras ella y, en la oscuridad de un callejón, la
coge del cuello y la embiste contra un camión. Ella lo perdona. Es 2019.
Veinte años no es nada. La ficción televisiva, una sofisticada
manera de retratar la burda realidad. Me pregunto entre cuántos
hombres (la cifra exacta de los hombres de la Tierra) ya está bien visto
practicar el sexo oral a las mujeres. Me pregunto también cuántos
hombres siguen cogiendo a mujeres del cuello y aplastándolas contra la
pared. La cifra exacta de los hombres de la Tierra. Las paredes son para
los besos, y la distancia entre Junior Soprano y Nate Jacobs es un simple
lunes de septiembre, cargado de secretos.
Lara Moreno: El País (5 de septiembre de 2019)
54
La ortografía es el termómetro
Quien tiene un problema de ortografía no sufre solamente ese
problema. Los errores con la puntuación o las letras van siempre
5 asociados a una deficiente expresión sintáctica y a un vocabulario
pobre. La ortografía es el mercurio que sirve para señalar la fiebre. Se
podrán abolir las haches y las tildes, como propuso García Márquez,
pero no por romper el termómetro bajará la temperatura.
10 Las personas acostumbradas a leer buenos libros y buenos
periódicos no suelen cometer faltas cuando escriben, porque su
memoria inconsciente ha ido almacenando las palabras exactas y ha
15 deducido las relaciones gramaticales que mantienen entre sí. Y cuando
las necesiten para expresar una idea, brotarán casi sin esfuerzo.
Frente a eso, las faltas involuntarias afloran en quienes no
quisieron o no pudieron recibir una enseñanza de calidad y no han
20
enriquecido luego su pensamiento con las cuidadas lecturas que
conducen siempre a cuidadas reflexiones.
Hoy en día salimos a la plaza pública más con la palabra escrita
que con la expresión oral. Redactamos mensajes de WhatsApp, de
correo, escribimos en Twitter… Y paseamos por esa calle de multitudes
vestidos solamente con nuestra ortografía y nuestra sintaxis. Así nos
mostramos a los demás, que se formarán una opinión al respecto del
mismo modo que se establece una impresión general ante quien lleva
siempre lamparones en el traje.
En definitiva, la ortografía es sobre todo un indicio.
Se supone que quien escribe con corrección ha leído y ha
incorporado a su pensamiento una estructura gramatical que le permite
ordenar mejor las ideas y analizar con más competencia tanto lo que oye
como lo que piensa. La buena ortografía ayuda además a relacionar
unos vocablos con otros (y también a distinguir unos conceptos de
otros).
Por el contrario, cabe suponer que quien comete faltas de ortografía
no dispone de esas herramientas; que tal vez disfrute así de menor
capacidad para la argumentación y la seducción, y que probablemente
sea, por todo ello, una persona más manipulable.
Álex Grijelmo: El País (7 de noviembre de 2018)
55
Resumen del texto
56
(b.1) En el primero, que coincide con los dos primeros párrafos,
se indica la incidencia que la lectura y la instrucción tienen
sobre estas dificultades expresivas. Nuevamente se podría
subdividir en dos: (i) personas que leen y que no tienen ese
problema (l. 58) y (ii) personas que no leen y que han
recibido una educación escasa (l. 911).
(b.2) En el segundo, que se extiende, en este caso, desde la l. 12
a la 17, es decir, se corresponde con los dos últimos
párrafos del apartado, se señala que, además, la ortografía
es un indicio de la estructura de nuestro pensamiento que
permite a los demás formarse una idea sobre nosotros,
pues son múltiples las circunstancias o contextos en que,
hoy, nos valemos de la palabra escrita para comunicarnos
con nuestros semejantes.
61
Porno duro
De cría rebuscaba en la basura. No por hambre del buche, sino del
espíritu. Con un solo sueldo y cuatro bocas en casa, para mis padres
5 todo lo que no fuera comida y libros era capricho. Así que, para la
lectora omnívora que fui antes de que las pantallas me arrasaran las
neuronas, las revistas y tebeos que tiraban otros eran pura ambrosía. Un
día, tendría 12 o 13 años, me explotó entre el botín una bomba atómica.
10 Era un folleto para adultos, o sea, un imán para mis ojos. Pero no un
Interviú, ni un Lib, ni un Playboy, con el surtido de pubis, tetas y culos
que tenía tan vistos. Era una revista X con fotos hiperrealistas de penes,
15 ortos y vulvas interaccionando en primerísimo plano que me
provocaron arcadas y me dejaron trastornada varios días con sus
noches. Una era niña, no tonta. Antes de eso, la lectura de alguna novela
de las del salón, a las que nos dejaban barra libre, me había provocado
20
turbación y deseo. Pero aquellas imágenes ofendieron mi inocencia y
pervirtieron mi idea del sexo más que un millón de palabras. No sé si
me explico.
Aquí y ahora, uno de cada cuatro menores de 13 años ve porno y lo
tiene como referencia para iniciarse en el sexo. Lo que ven y lo que
hacen a solas lo imagino. Nada nuevo bajo la capa de ozono. Lo peor es
que no hayamos aprendido nada. En mi familia no se hablaba de cintura
para abajo, hasta el punto de que tuve que aprender a ponerme
tampones a escondidas. Nadie, tampoco, ni en casa ni en el cole, me
habló de la ternura, el goce y el misterio del sexo. Pero eso fue el siglo
pasado. Algo hacemos mal o no hacemos en este para tener tamañas
bombas en el móvil de los críos y no poner contrapesos en la familia ni
en la escuela. Por eso me repugna tanto el pataleo de esos políticos que
acusan a quienes intentan educar sexualmente a los niños de
adoctrinarles, pervertirles y animarlos a masturbarse. Algo que jamás
hizo falta, por cierto.
Luz Sánchez Mellado: El País (13 de junio de 2019)
Resumen del texto
(a) El primer apartado, que abarca desde la línea 1 hasta la línea 18,
67
Dilema
En la lógica clásica era temido el dilema o argumento bicornuto (sí,
con dos cuernos) que equivalía a un callejón sin salida. Vamos, que
5 sostuvieras esto o lo otro siempre te pillaba el toro. En política no son
raros, todo lo contrario, y el populismo consiste en saltar por encima de
ellos como si no existieran. Son populistas quienes no torean ni bien ni
mal, sino que niegan que haya toro... El bicornuto más peligroso que
10 hoy tiene Europa (a la que en la mitología raptó un toro) es el dilema
que plantea la inmigración. Por un lado, si no rescatamos del mar, la
guerra y la miseria a los desdichados semejantes que quieren refugiarse
15 a nuestro lado (en muchos casos, mujeres y niños), cometemos el peor
pecado contra la humanidad que compartimos y contra su mejor timbre
de excelencia, la hospitalidad; por otro, si auxiliamos a cuantos tratan de
forzar nuestras fronteras incluso arriesgando sus vidas, favorecemos el
negocio de las mafias que se aprovechan de su desesperada esperanza,
además de comprometer por saturación nuestros servicios públicos.
Los populistas lo tienen claro: ¡abramos las fronteras, que pasen
todos, al fondo hay sitio, Dios proveerá! Los de la acera opuesta: ¡nada
de manga ancha, con el contrato laboral en la boca o a la calle, los que se
ahoguen que hubieran aprendido a nadar! Con tanto antitorero suicida,
es difícil componer una figura airosa para lidiar al bicornuto. Quienes lo
intenten deben empezar por recordar que el primer derecho de los
emigrantes es a no tener que abandonar por falta de oportunidades o
sobra de amenazas su país de origen. No es nuestra luz lo que les atrae,
sino sus sombras las que les empujan. Ahí, en el oscuro origen, debe
iniciarse nuestra lidia.
Fernando Savater: El País (23 de junio de 2018)
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que se aborda en cada uno de ellos:
72
en el texto: “te pillaba el toro” (l. 2), “no torean” y “niegan que haya
toro” (l. 4), “antitorero suicida” (l. 14), “lidiar [al bicornuto]” (l. 15) o
“lidia” (l. 18).
73
Parad el mundo, que nosotros nos subimos
Cada día buscamos en el periódico cómo de malo será lo que nos espera.
Tratamos de descifrar curvas y datos para entender de una vez cuál va a ser
la magnitud de este desastre y cuál será su duración. Sin embargo, algo está
5 pasando al mismo tiempo que este horror. Un cambio en la conciencia que no
sabemos medir ni mostrar en un gráfico y que, sin embargo, se asoma cada
tarde a los balcones. Y grita y aplaude. Un cambio que es bueno. […]
Reconozco que me había acostumbrado a aplaudir y gritar siempre
10 contra otros. Por eso es tan emocionante cuando retumban las calles vacías,
llenas de aplausos cada noche. Cuando sentimos que la solidaridad ha de ser
de todos con todos, que no queda otra, ni con el virus ni con los demás.
El Covid19 ha venido cargado de tristeza. Pero también ha llegado para
15 despertarnos una nueva conciencia. Y creo, además, que estábamos deseando
que este cambio llegara. Llevábamos demasiado tiempo anestesiados,
formando parte de un sistema que se equivoca demasiado a menudo en lo
fundamental. Teníamos ganas de formar parte de una sociedad capaz de
20 reaccionar ante la adversidad y de anteponer, si es preciso, la fragilidad al
dinero, los cuidados a la producción. […]
Muchos trabajadores nos hemos encerrado en casa para proteger a
nuestros mayores y cuidar de esos niños a quienes estamos llenando de
25 tiempo y de sentido. En la era millenial nos hemos con vertido en ciudadanos
capaces de sacrificarnos por quienes antes lo hicieran por nosotros. Así, en
esta triste parada del mundo, estamos tomando conciencia de que no
viajábamos solos. España está en estado de alarma porque creemos que el
ritmo de una sociedad no lo marca solo el que más corre, también el más
débil, el más frágil, el que ni siquiera puede correr.
Aunque no todo se ha parado. Muchos y muchas están redoblando
esfuerzos ahí fuera, los que ni siquiera pueden permitirse el lujo de quedarse
en casa, de hacer lo posible por no contagiarse.
Gracias a ellos, el Covid19 ha hecho una excelente distinción entre el
valor y el precio de las cosas. Los más valiosos vuelven a ser los que cuidan y
los que educan, si es que debemos distinguir entre ambas cosas. Sanitarios y
cuidadores primero; pero también camioneros, tenderos, basureros,
periodistas… Una selección de profesiones a las que casi habíamos perdido el
respeto y de las que recordamos ahora su valor.
Es imposible medir el sacrificio inmenso que está haciendo este país.
Aún así, es posible que vengan tiempos peores. Recuerden al menos que nos
van a pillar siendo mejores.
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NOSOTROS NOS SUBIMOS” DE NURIA LABARI
Valoración personal
80
texto. La redacción del mismo favorece que sea fácilmente
comprendido por un público relativamente amplio, sor prendiendo
la inclusión de coloquialismos (ya comentados en el apartado de la
actitud). También sorprende el uso políticamente correcto del
lenguaje inclusivo en la línea 20 (“muchos y muchas”) que, sin
embargo, no es secundado en otros momentos de la columna (por
ejemplo, “muchos trabajadores nos hemos encerrado…”, l. 14, o “los
más valiosos”, l. 23, y la enumeración de profesionales que aparece a
continuación). Finalmente, resulta especialmente inteligente o
interesante la referencia en el título a la archiconocida viñeta de
Mafalda “paren el mundo, que me quiero bajar”2; teniendo en
cuenta que este personaje de Quino pretendía denunciar
fundamentalmente las carencias de la vida en sociedad, la inversión
de esta célebre frase puede bastar, por sí sola, para justificar la
postura de la autora.
Ahora que han pasado casi cuatro meses desde la redacción de este
texto por parte de Nuria Labari, la sola constatación de los últimos
acontecimientos vividos a propósito de la crisis sanitaria permiten
suponer que la postura de la autora es de una extrema ingenuidad.
¿Realmente una crisis de este tipo nos ha con vertido en mejores
personas, en una sociedad mejor? Dejando al margen que las
experiencias de esta clase, en las que el ciudadano común ve
peligrar su modo de vida, su sustento, su estabilidad, su
seguridad…, lo hacen converger hacia peligrosas posturas
individualistas, egoístas, de rechazo a “el otro” (ejemplos de este
comportamiento ha habido en muchas ocasiones a lo largo de la
historia, como, por ejemplo, cuando perdida la I.ª Guerra Mundial
Alemania abrazó el régimen nazi para superar, entre otras razones,
la crisis económica en que su derrota la dejó sumida), hoy es posible
aducir muchas otras situaciones que no respaldan la tesis de Labari:
comportamientos incívicos por parte de amplios sectores de la
sociedad que han incumplido el confinamiento o que no emplean la
mascarilla, poniéndose a sí mismos en riesgo, pero también al resto
y despreciando el esfuerzo desarrollado por nuestros sanitarios;
manifestaciones en favor de la libertad a lo largo del ancho mundo,
desde Estados Unidos hasta Europa, despreciando también ellos
este esfuerzo colectivo del que habla la autora, este deseo de
proteger a los más frágiles; respuestas inverosímiles por parte de
negacionistas (no solo “conspiranoicos”, sino también líderes
mundiales), que no solo han restado credibilidad desde sus tribunas
a las evidencias empíricas proporcionadas por los científicos, sino
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que han sugerido medidas o soluciones altamente peligrosas o
cuestionables, alimentando, por otra parte, el peligroso discurso de
los “antivacunas”, por ejemplo; actitudes poco responsables por
parte de la clase política, que ha seguido cómodamente parapetada
en la confrontación sin trabajar conjuntamente para superar la crisis.
Esta ristra de esperpentos de la vida en común, de espantajos de la
civilización occidental, no niegan, sin embargo, que esta crisis ha
representado un “aldabonazo” para otro importante sector de
nuestra sociedad, uno que “ha despertado de la anestesia” y ha
cobrado conciencia de la importancia de la comunidad y de la
necesidad de unos sólidos servicios públicos para garantizar su
cohesión y estabilidad. Ahora bien, ¿será esto suficiente para creer
en el advenimiento de un mundo mejor?
¿Nos hará más fuertes esta experiencia, saldremos fortalecidos de la
misma o, por el contrario, ha destapado nuestras vergüenzas y nos
enfrentará a unos y otros para mantener nuestro estatus, nuestra
seguridad, nuestro bienestar?
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