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El Cielo

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EL CIELO

Como la misma palabra lo dice: El Cielo es algo hermoso,


al hablar corrientemente nos expresamos diciendo: “Esto es el
Cielo” a un lugar de paraíso, donde hay paz, amor, respeto, etc. Y
precisamente no es esto lo que vivimos corrientemente, donde
las luchas, los celos y las peleas están a la orden del día.

“El Cielo” es un lugar de felicidad sin fin, donde todos los


terrores y miedos que hemos experimentado aquí, no existirán.
La presencia de nuestro Padre Celestial, el Padre más
maravilloso que hemos podido tener, nos llenará de su amor y
compañía. El mismo enjugará las últimas lágrimas que nos
queden en los ojos por los sinsabores y dramas que hemos vivido
aquí.

“Y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios


toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron.” Apocalipsis 21: 3-4

El Cielo será mucho más que la suma inagotable de todos


los momentos más bellos que hemos podido vivir y soñar, la
felicidad sin fin que allí se gozará no se pueden explicar con las
palabras que disponemos en nuestros idiomas del mundo, así lo
dijo Pablo a quien Dios llevó allí por algunos momentos:

“Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo,


no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde
oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”
2ª Corintios 12: 3-4

¿Quién no ha soñado con el Cielo? Cuando los dramas, los


sobresaltos y los temores nos asaltan. Cuando las circunstancias
nos agobian y no vemos salida. Muchos “espirituales negros”
canciones que cantan de esta esperanza, fueron creadas y
cantadas por personas negras creyentes en la esclavitud
americana, uno de ellos dice así:

Tengo un hogar no lejos de aquí,


Donde con Cristo me he de encontrar,
allí no hay penas y podré ir,
cuando El me venga a buscar.

Cuando se fue, El prometió,


que prepararía un lugar,
para que los que El redimió,
puedan con El habitar.

Pronto podré contigo estar,


Y por fin tu gloria veré;
Tu rostro podré yo contemplar,
Y tu amor agradeceré.

Ven ya, Señor Jesús, llévame contigo a vivir.


Ven ya, Señor Jesús, llévame contigo a vivir.
El Cielo siempre será EL CIELO, nada lo podrá estropear,
pervertir, dañar o desmejorar. ¡Siempre será maravilloso! Allí no
existirá el miedo a que nos despertemos y sea ese día peor que el
anterior, no diremos: ¿Qué desgracia o problema me espera hoy?
¿De dónde sacaré las fuerzas para seguir adelante?

¿CÓMO PODEMOS LLEGAR AL CIELO?


Ahora es el momento de la gran pregunta: ¿Cómo se llega al
Cielo? ¿Cuál es el camino? Jesús que vino de allí nos lo dice:

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el


que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (El
Cielo) San Juan 3: 3

¡NACER DE NUEVO! Cuando recibimos a Cristo en


nuestro corazón El entra y nos da una nueva vida ¡nacemos de
nuevo! Con esta vida nueva ya podemos ver el Reino de Dios, el
Cielo. Jesús dijo estas palabras a un hombre sumamente religioso
y cumplidor de la Ley de Dios, pero también él tenía que nacer
de nuevo si quería ver el Cielo. Todos necesitamos esa nueva
vida para ir al cielo, el que no nace de nuevo no puede verlo. En
otras palabras: Todos somos pecadores y hemos perdido el
rumbo, no sabemos a dónde vamos, ni podemos ir a ninguna
parte. Pero Cristo pagó en la cruz nuestros pecados, desatinos y
locuras y nos ofrece un perdón completo a los que creemos en El
de corazón. ¡Nadie más pudo hacer algo semejante!

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre,


sino por mí.” San Juan 14: 6

Cuando Jesús dijo estas palabras estaba hablando del Cielo, les
estaba diciendo a sus discípulos que:

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay, voy pues a


preparar lugar para vosotros” San Juan 14: 2

El les dijo que no hay otro camino, ningún atajo, ninguna senda
por la cual lleguemos al Cielo, sino sólo por El.
¿ENTRARÉ ALLI CON MIS MISERIAS?
Yo he creído en Cristo como mi Salvador, según su
Palabra estaré con El en el Cielo, pero aun tengo orgullo,
soberbia y malos modos, ¿Entrará esto en el Cielo? No porque
entonces no sería el Cielo, habría peleas entre los habitantes de
ese hermoso lugar. La Palabra de Dios dice que estas cosas no
entrarán allí:

“No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace


abominación y mentira…” Apocalipsis 21: 27

Todas las cosas desagradables que hacen la convivencia


imposible en este triste mundo, no entrarán allí, aunque todavía
se manifiestan en nosotros los creyentes. A muchos de nosotros
nos ha pasado que al ir a entrar en un Banco la puerta no ha
funcionado y una voz de señorita enlatada nos ha dicho: “Por
favor, deje las cosas metálicas que lleva encima, en los buzones
de la derecha”. Así también nosotros tendremos que dejar fuera
todo lo que estropearía el ambiente celestial, para poder entrar
allí.

En un sentido muy real en el Cielo solo entrará Cristo, El


fue el único perfecto equipado para vivir allí, pero los creyentes
tenemos Su vida en nosotros como un sello, como la visa de los
pasaportes, ¡la entrada está garantizada! Pero también entrará
todo lo de nosotros que fue transformado a Su semejanza. Dios
está tratando con nosotros, sus hijos, para transformar nuestro
carácter a la semejanza de Su Hijo. Cuando leemos los
evangelios y vemos a la persona de Jesucristo tenemos que
reconocer que fue un hombre especial, completo, dispuesto,
ayudador, maduro. No se parece nada a esas estampas en las que
le pintan con cara de mujer. ¿Qué pasaría a este mundo si hubiera
muchos como El? ¡Qué cambio! ¡Que transformación! Cristo
hizo en este mundo una obra que perdura y perdurará por
siempre. ¡En el Cielo no habrá mojigatos ni santurrones! Sino
personas transformadas a la semejanza de Jesucristo, es decir:
Que han dejado a Cristo vivir su vida en ellos.

¿NOS CONOCEREMOS EN EL CIELO?


Muchas veces nos hemos hecho esta pregunta y la hemos
compartido con otros hermanos. ¿Hay evidencias en las
Escrituras que lo confirmen? Seguro que sí que las hay y aquí
voy a dar unas breves pinceladas.

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su


hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró
delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus
vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les
aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro
dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí;
si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para
Moisés, y otra para Elías” Mateo 17:1-4

En este episodio vemos a Jesús que se transfigura, también


vemos a Moisés y Elías que aparecieron en la escena. Jesús se
transfigura se transforma en la gloria que ahora tiene y los
discípulos le siguen reconociendo ¡Saben que es El! También
Moisés y Elías están allí, nunca les habían visto personalmente
¡Ni en fotos! Pero ellos supieron sin lugar a dudas que eran ellos.

“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de


lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando
voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a
Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque
mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama”
Lucas 16:23-24

En esta otra historia que conocemos por el relato completo


de Lucas 16:19-31 vemos el final, el desenlace de lo que el Señor
nos cuenta y vemos al hombre rico en el lugar de tormentos
desde donde ve a Lázaro en el lugar de consuelos y bendiciones
¡Y reconoce a Lázaro y también a Abraham!

Podía extenderme más en esta historia, pero creo que uno


de los tomentos más grandes será el haber despreciado la
salvación que Dios nos ofrece en Su Hijo amado. ¡Y ver el gozo
de los que creyeron!

Pero volviendo al tema de si nos reconoceremos en el Cielo,


vamos a tomar un ejemplo de un viaje que vamos a hacer a otra
ciudad donde tenemos conocidos o familiares y les avisamos de
nuestra llegada, ellos nos esperan en el aeropuerto y nos recogen,
todo es desconocido para nosotros, pero no para ellos, después
del descanso del viaje, nos llevan a conocer la ciudad, nos
presentan nuevos amigos y así, según pasa el tiempo todo va
siendo más y más conocido para nosotros los recién llegados.
Salvando las distancias del ejemplo, así será el Cielo.

En el cielo tendremos también un conocimiento más


profundo de las cosas, no solo será que conocemos o
reconocemos, sino que ¡Sabremos! Diremos: ¡tú eres fulanito!
¡Lo sé!

“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos


cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré
como fui conocido”. 1ª Corintios 13:12

Así que hermanos, si no nos vemos aquí seguro que nos


veremos en el Cielo ¡Y nos reconoceremos!

LA PROPAGANDA DEL INFIERNO


El infierno y su director el diablo tiene su sistema y
oficinas de propaganda en la tierra para llevar a los incautos. Se
hacen chistes acerca del Cielo, de lo aburrido que será porque
solo van los “santurrones” y que el infierno es más divertido
porque allí van los golfos y los juerguistas. ¡Pero qué desengaño!
El infierno es un lugar de tormento y sufrimiento sin fin. En el
evangelio de San Lucas 16:19-31, que ya hemos mencionado
arriba, Jesús nos abre una ventana para “ver” lo que pasa en el
“más allá” y sepamos lo que hacer mientras estamos en “el más
acá”.

Se nos cuenta de un hombre rico, muy rico que vestía con


ropas lujosas y hacía banquetes todos los días en su casa e
invitaba a sus amigos para que vieran todo lo que tenía. Y otro
hombre muy pobre llamado Lázaro se ponía a la puerta del rico
esperando que le dieran algo, era tan pobre que no podía curarse
las heridas que tenía por el cuerpo y que solo suspiraba por las
sobras que hubiera en esta casa.

Este hombre murió y los ángeles lo llevaron al paraíso.


Con el tiempo murió también el hombre rico y fue a parar a un
lugar de llamas y tormentos, desde allí vio a lo lejos a Abraham y
a Lázaro el mendigo que se ponía a su puerta.

Desde allí dio voces diciendo “Padre Abraham te ruego


que mandes a Lázaro a que refresque mi lengua con un poco da
agua, pues estoy atormentado en estas llamas”
Entra en un dialogo con Abraham que podemos leer en el
evangelio y que ya no le sirve de nada.

Cuatro veces se dice en esta corta historia que el infierno


es un lugar de tormento, mientras del Cielo (Llamado aquí seno
de Abraham) un lugar de consuelo. Otra cosa que vemos es que
la vida sigue después de la muerte y cada una va al lugar que
escogió aquí. Los despreocupados que sólo viven para ellos
mismos, a un lugar; y los que pusieron su esperanza en el Señor,
a otro. Dos destinos y “una gran sima” entre ambos sin
posibilidad de escapar. ¡No es cosa de bromas ni de chistes! ¡Es
dramático! Pero, claro, no es popular y si hablas de ello se ríen
de ti. Pero lo dice Jesús, el Hijo de Dios y ¡El tiene autoridad!
Sabe lo que dice.

Lo que no vio antes ni entendió el que está en sufrimientos,


lo ve ahora y piensa en sus hermanos que pueden ir a parar a este
mismo sitio de tormento, por eso pide a Abraham que mande a
Lázaro a la tierra para hablarles, pero esto ya no es posible. Hay
personas que dicen: “Nadie ha venido a contarnos que hay
después de la muerte, así que no creo que haya algo después”.
Abraham le dice que los que vivimos tenemos la Biblia, los
Evangelios, y que ellos nos hablan de estas cosas y que es
suficiente, que no hace falta que vengan los muertos a hablarnos.
Tampoco pueden venir, uno no podía salir de su tormento, el otro
era consolado en el lugar más maravilloso del Universo.

No debemos invocarles o pedirles ayuda, ¡no pueden


hacerlo! Debemos dejarles en las manos de Dios y confiar que El
sabe donde están.

Dios es suficiente para cuidar de su Creación para


cuidarnos a nosotros, los ángeles también están al servicio de los
creyentes, en Hebreos 1: 14 nos dice hablando ellos:

“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio


a favor de los que serán herederos de la salvación?”

¡Qué lecciones tan hermosas nos da la Palabra de Dios! En


medio de un mundo que no cree a Dios, que le desprecia y
desprecia su Palabra, pero que al mismo tiempo se sumerge en
todas las corrientes filosófica y seudo-espirituales, donde
proliferan los echadores de cartas, los de la bola de cristal y los
que hablan con los muertos, los que piden a “los santos”, a las
mil vírgenes, donde todo es resbaladizo y hay tanto engaño y
error, nosotros tenemos en la Palabra de Dios una lámpara en
medio de estas espesas tinieblas:

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual


hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra
en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la
mañana salga en vuestros corazones;” 2ª Pedro 1: 19

“Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera en mi camino”


Salmo 119: 105

Feliciano Briones

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