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Mariano Dubin. Lenguas Indígenas, Políticas Educativas y Trabajo Docente
Mariano Dubin. Lenguas Indígenas, Políticas Educativas y Trabajo Docente
Mariano Dubin. Lenguas Indígenas, Políticas Educativas y Trabajo Docente
ENSEÑANZA DE LA LENGUA Y LA
LITERATURA, CULTURAS POPULARES Y POLÍTICAS EDUCATIVAS
Mariano Dubin
CUARTA PARTE. LENGUAS INDÍGENAS, POLÍTICAS EDUCATIVAS Y TRABAJO
DOCENTE
9. Lenguas indígenas y cotidiano escolar
9.1. “Zarpada de negros”: sedimentos civilizatorios y diferencias étnicas en el cotidiano
escolar
Los docentes suelen apelar a ejemplos de la vida cotidiana para explicar complejas realidades
sociales y culturales, para describir un concepto denso de una teoría o para señalar la vitalidad
contemporánea de una idea. Esto no significa, por cierto, un empobrecimiento de la enseñanza.
Por el contrario, muestra un acercamiento a los saberes teóricos no disociados de las experiencias
de los alumnos. Este recurso puede ayudarnos, ahora, a introducirnos a un tema complejo y
largamente discutido que aún no posee un modo consensuado de ser señalado: la diferencia
étnica de un sector importante de las clases populares argentinas. Ya nos hemos detenido en los
capítulos anteriores en esta cuestión al explicar que el mito de la inmigración europea ha sido
presentado como abordaje único y verdadero del poblamiento del actual territorio argentino y, en
consecuencia, de sus manifestaciones sociales y culturales.
Recuperemos, en principio, una recurrencia discursiva que los docentes han escuchado
una y otra vez en el aula: no seas negro; qué indio que sos; dale, negro, prestame esto; che
negro; qué negra esta piba. Tal como vemos, negro como insulto y negro como vocativo de
familiaridad -inclusive, repetido por el mismo interlocutor-. Iniciamos, por ende, un recorrido
donde lo “negro” -esa diferencia étnica ya señalada- asume las formas opuestas del insulto y la
familiaridad -de lo uno y de lo otro-; esta multiplicidad de usos y sentidos de lo negro nos
previene, de antemano, que su descripción y explicación exige sortear los lugares comunes y los
enunciados definitivos. Más adelante retomamos estas referencias de los alumnos. Ahora solo
señalamos que esta recurrencia insistente de la palabra negro nos alerta que en su repetición
emerge una serie de contradicciones y complejidades conceptuales.
Otro nivel donde esta diferencia étnica se presenta es en la misma enseñanza de literatura
tal como hoy la descubrimos en el sistema educativo argentino. ¿Qué problema teórico estamos
abordando, en efecto, en la exposición de un corpus de textos del siglo XIX y del siglo XX a
propósito del tópico civilización y barbarie? ¿Quiénes son aquellos gauchos, indios, mulatos,
cabecitas negras y obreros? Es en este sentido que se recurre habitualmente en el trabajo docente
a poner en diálogo, por ejemplo, la gauchesca decimonónica con la literatura del siglo XX,
digamos para nombrar sólo dos cuentos: “Cabecita negra” (1962) de Germán Rozenmacher o
“Historia del guerrero y de la cautiva” (1949) de Jorge Luis Borges. Estamos hablando, en
síntesis, de comparaciones históricas entre los gauchos, indios y mulatos del siglo XIX y los
cabecitas negras del siglo XX. Este encabalgamiento entre siglos y sujetos históricos no posee
un abordaje único: existen diversas valoraciones docentes sobre estos distintos sujetos y procesos
históricos. No obstante, este juego de correspondencias entre el siglo XIX y el XX es, hace
décadas, parte del canon escolar y el trabajo docente. En efecto, formulado o no en estos
términos, los docentes ya vienen tematizando en sus aulas lo que hemos llamado,
provisoriamente, diferencia étnica1.
Tal como hemos desarrollado a lo largo del libro, no sólo describimos el trabajo docente
en lo que concierne a lo sistematizado en nuestras investigaciones y trabajos de campo con otros
1 No sólo los docentes recurren a estas correspondencias literarias sino que reponen procesos históricos de larga
duración. En consecuencia, al presentar estos corpus se apela a otro tipo de explicaciones tales como el proceso de
colonización en el actual territorio argentino, de los pueblos indígenas que resistieron la colonización, los mestizajes
criollos que se dieron, las distintas concepciones sobre el “tema indígena” en José de San Martín o en Julio
Argentino Roca, etc. En suma, se recurre a los cruces entre historia / literatura para explicar aquel binomio
estructurante de la literatura y la cultura nacional -civilización y barbarie-.
maestros y profesores, sino que recurrimos a nuestras propias experiencias en el sistema
educativo de la provincia de Buenos Aires. Así, sobre el recurso anteriormente descrito, hemos
ejecutado una variación en el marco de la materia Literatura que dictamos en distintas escuelas
secundarias de las ciudades de Berisso y La Plata. Esta consiste en ampliar el reconocimiento de
estos tópicos a otras formas tales como las letras de cumbia villera. A saber, la figura de “mal
color” de la que habla el primer poeta gauchesco Bartolomé Hidalgo, a principios del siglo XIX,
la ponemos en serie con el motivo 100% negro cumbiero que instaura la cumbia villera en
enunciados como los utilizados por Meta Guacha en su “Negro del Plan”: “Tienes la piel más
clara / paseas en auto por la ciudad / yo vivo en barrio pobre / donde se aguanta a mate y pan”2.
Además del trabajo con corpus literarios, y de la reposición de marcos históricos, existe
otro nivel más donde se aborda la diferencia étnica en la enseñanza de la literatura en la escuela:
la ejemplificación cotidiana que permite introducir complejos entramados teóricos y diversos
sedimentos históricos recuperando las vivencias y concepciones de los alumnos. Otra vez,
recurrimos a nuestras propias clases. Pero primero describamos cómo se suele enseñar los dos
cuentos anteriormente nombrados: “Cabecita negra” de Germán Rozenmacher e “Historia del
guerrero y de la cautiva” de Jorge Luis Borges. Se suele tematizar así, en el repaso de estos
textos, a ese otro: en el caso de “Cabecita negra”, a “los negros” y en “Historia del guerrero y de
la cautiva”, a la inglesa cautiva que vive en las tolderías indígenas. Esta otredad se construye en
cuanto hay unos sujetos prototípicos que se referencian con “Europa” y con “el progreso”: en el
primer caso, el señor Lanari, un hijo de inmigrantes italianos que pudo “prosperar” logrando una
buena posición económica; en el segundo caso, la abuela inglesa de Borges que representa la
civilización frente a aquella cautiva. Por último, en ambos cuentos las descripciones de ese otro
se organizan en términos bestiales -ya cifrados en las imágenes fundacionales de El Facundo de
Sarmiento-. Así, el señor Lanari habla de “duros ojos salvajes, inyectados y malignos, bestiales,
con grandes bigotes de morsa”, “un animal”, “otro cabecita negra”. Mientras que en el narrador
de Borges encontramos que la cautiva se define en su sumisión al desierto: “a esa barbarie se
había rebajado una inglesa”. Ese desierto es el mundo indígena que se nombra como “vida feral”
2 Sobre las posibilidades de entender en conjunto la literatura gauchesca y la letrística de la cumbia villera es un
tema que ya hemos abordado en otro libro. Cf, Dubin, 2016.
que se caracteriza en “los festines de carne chamuscada o de vísceras crudas”, “el alarido y el
saqueo”, “jinetes desnudos”, “la hediondez”, etc.
No es nuestra intención agotar las revisiones críticas sobre estos textos. De hecho, como
ya lo hemos señalado reiteradamente, la enseñanza de la literatura no es una teoría literaria
aplicada. Sólo reconstruimos este marco de enseñanza referido al tópico de civilización y
barbarie para señalar el salto en el análisis que a continuación realizaremos. Hasta aquí
presentamos los textos tal como los docentes lo suelen hacer; ahora planteamos un
desplazamiento al no pensarlos ya sólo en una serie literaria. Es decir, si asumimos que los
tópicos literarios recurren, deliberadamente, a la diferencia étnica en Argentina es porque estos
sentidos no son privativos de los mismos; no son “temas” a “señalar” en una “serie de textos”.
Es así que en nuestras clases de literatura hemos recurrido a una pregunta que cifra en el
juego social contemporáneo lo que ya se ha observado en Sarmiento, Hidalgo, Hernández,
Borges o Rozenmacher. Nuestro trabajo docente se ha desarrollado, mayoritariamente, en
escuelas de las periferias urbanas. En este contexto, hemos formulado la siguiente pregunta: ¿qué
suponen que sucedería si un joven con rasgos de los que solemos nombrar como “morochos” -es
decir, las marcas étnicas indígenas o africanas que no se corresponden con el mito de la
inmigración europea- decidiera caminar por el centro de la ciudad o por un barrio de clase media
alta o clase alta?
Sin embargo, recuperar estos cruces entre la enseñanza de la literatura y las experiencias
de los alumnos nos posiciona frente un problema -la diferencia étnica de vastos sectores sociales
en Argentina- que no deja de estar atravesado por una compleja conflictividad ideológica. Y en
el aula, sobre todo, no vamos a encontrar evaluaciones críticas simples en donde las opiniones e
ideologías se corresponden de manera lineal como si estuviéramos completando una actividad
con flechas. En este sentido, la emergencia de las opiniones e interpretaciones de los alumnos se
suelen referenciar como una cuestión incómoda. No son sólo por aquellos discursos más
tipificados en sus inflexiones reaccionarias sino asimismo por otros que se presentan, en
principio, como lo opuesto ya que en el aula los alumnos no son el lugar de enunciación
deseable del progresismo institucional. Por el contrario, como señalamos al inicio del apartado,
en el aula indio y negro son algunos de los insultos más recurrentes -sin asumir, necesariamente,
estos insultos como posicionamientos ideológicos totales sino siempre entendiéndolos en su
contingencia y complejidad-. Por ende, en el aula estos temas no poseen el ambiente aséptico del
monólogo profesoral sino que cada idea o enunciado será tomado y discutido por los alumnos en
un tema que, aún hoy, perdura en toda su conflictividad ideológica.
Respecto a estos usos de los alumnos es que hemos nombrado al apartado como zarpado
de negros; un sintagma que pone de relieve la tensión entre un cotidiano escolar (y social) donde
emerge como recurrencia tópica lo que hasta ahora nombramos como diferencia étnica y unas
enunciaciones oficiales y dominantes que no logran cifrar estos fenómenos escolares (y sociales)
o simplemente no procuran hacerlo. “Zarpado” se desprende de recurso del vesre lunfardo
argentino, es decir, aquel que provoca una metátesis en las sílabas de una palabra; en este sentido
zarpado se origina en pasarse y suele significar pérdida de control, abundancia en algo,
extralimitación personal, etc3. Y “zarpado de negros” es, de hecho, una frase que escuchamos
dando clases en la primera escuela en que trabajamos por unas pocas semanas -ya que era en el
marco de una suplencia docente-.
Los alumnos solían escuchar música desde su celular a todo volumen. Percibiendo, de
inmediato, que no existían otros márgenes institucionales posibles, decidimos “aprovechar”
aquella música de fondo que nos acompañaba durante las clases. Les propusimos, entonces,
transcribir las letras de las canciones; comenzamos así un trabajo de alfabetización 4 y de
enseñanza de la poesía (rima, métrica, topos, etc.). Fue en una de estas clases que una alumna
nos comentó que no teníamos pinta de haber enseñado en una escuela así. “¿Cómo así”, le
preguntamos. “Así, zarpada de negros”, dijo produciendo la risa inmediata de todos sus
compañeros.
Para finalizar, quisiéramos detenernos en este zarpada de negros ya que nos permite
sintetizar algunas ideas que introdujimos en este apartado como una primera aproximación al
tema sobre las tensiones entre las diferencias étnicas y los blanqueamientos escolares. En
capítulos anteriores ya hemos estudiado en detalle la constitución histórica de las clases
populares argentinas priorizando el eje de las diversas migraciones desde las provincias del
interior a las periferias de la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Ya entonces
señalamos una matriz indígena y criolla estructurante de diversos fenómenos populares (relatos
sobre seres sobrenaturales, experiencias cosmológicas, religiosidades mestizas, lenguas
indígenas y variedades del español, etc.).
En los próximos apartados, como se verá, aanzamos en otro tema de suma relevancia en
el cotidiano escolar: las lenguas indígenas. Nos pareció importante subrayar, en principio, que la
diferencia étnica tal como aparece en el cotidiano escolar -sea, por ejemplo, en la propia
enseñanza de la literatura o en el recurrente negro de los alumnos- no desprende sentidos fáciles
de aprehender. Esta prevención metodológica, en efecto, no es casual: en los saberes
pedagógicos se suele sustancializar estos fenómenos relativos a las lenguas y las culturas
4 Señalamos la cuestión de la alfabetización porque es otro de los temas poco documentados en la escuela
secundaria. Hemos relevado un importante número de alumnos que ingresa a su primer año sin haber sido
alfabetizado en la escuela primaria. Sobre una revisión del rol de las políticas educativas, la psicogénesis y las
perspectivas dominantes sobre la alfabetización, cf., Cuesta, 2019.
indígenas. No negamos, por cierto, que existan los espacios comunitarios e indígenas donde las
identidades se formulan de modo más propositivo y manifiesto. Pero ni aún en dichas
comunidades se da en términos absolutos. Aún menos en comunidades migrantes, mestizas,
periféricas de las grandes ciudades. De hecho, nos diferenciamos de las concepciones
interculturales que conciben a las “culturas” como “hechos acabados” enmarcadas en
posicionamientos subjetivos totales5. Sólo para ilustrar un tema que más adelante estudiamos con
detenimiento: dos de las lenguas indígenas más habladas en Argentina, el quichua y el guaraní,
no son habladas por personas que se consideran a sí mismos “indígenas”. En suma, los
entramados entre “lenguas”, “culturas”, “identidades” no se manifiestan acorde a las
simplificaciones teóricas que las buscan describir.
Por último, proponemos un recorrido teórico que sortee dos tipos de abordajes
epistemológicos. Por un lado, aquel que sustancializa lo indígena al descubrirlo sólo en “formas
puras”, disociadas del resto del cuerpo social, siempre en procura de reponer una identidad
verdadera y perdida. Por otro lado, aquel que subsume todo proceso social y cultural al mito de
la inmigración europea, es decir, donde lo indígena y lo criollo es un eco pretérito del siglo XIX.
David Viñas en uno de sus libros más conocidos -Indios, ejército y frontera- define la
constitución del Estado nacional moderno, a fines del siglo XIX, como “una etapa superior de la
Conquista”, en donde se introduce un dispositivo ideológico mucho más eficiente en la
construcción de discursividades sobre la inferioridad de las “razas nativas”: la ciencia positiva.
Si bien el positivismo se establece como una teoría del modelo de señorío científico para legislar
sobre lo social (González en Viñas, 1982/2003: 6), y si bien esa teoría caduca parcialmente como
paradigma científico, sus nociones sobre las clases populares argentinas y latinoamericanas -en
cuanto también consolida representaciones sociales previas del mundo americano construidas
desde la Colonia- son de larga duración y perduran como representaciones sociales dominantes.
Fue así que en las apropiaciones de los sentidos metropolitanos, de acuerdo a este
paradigma de sociabilidad aristocrática, se constituyó una autoridad superior -“la cultura
europea”, “la civilización”, “los valores occidentales”, “el progreso”, etc.- que se extendieron
simbólicamente sobre las clases subalternas para explicar y justificar las luchas facciosas -y, más
aún, la matanza sistemática de poblaciones indígenas y criollas- como un proceso civilizatorio.
El surgimiento del Estado argentino se entrama, de esta manera, en unas representaciones
sociales sobre el mundo popular y americano signadas por “lo atávico”, “lo bárbaro”, “lo
anacrónico”, “lo salvaje”. Se establece un discurso sobre lo diferente y lo imposible de asimilar
para una cultura nacional moderna y eficiente -recordemos lo desarrollado en el apartado anterior
sobre la diferencia étnica-6.
Este proceso, que supuso la expansión del latifundio y el monocultivo en relación a las
necesidades de las metrópolis imperialistas, fue acompañado en muchos países, por el programa
de reemplazar la “población nativa” con “inmigrantes europeos”. Por eso, en el origen de
América Latina, y en particular en Argentina, asegura Viñas siguiendo a Robert Jaulin, existió un
etnocidio (Viñas, 1982/2003: 33). Las tres grandes matanzas de poblaciones criollas e indígenas
antes señaladas, que constituyen los genocidios desde los que emerge el Estado nacional,
consumados aproximadamente entre 1860 y 18907, son determinantes para la conformación de
los postulados civilizatorios sobre la nación. Explica Viñas:
Esa secuencia no solo ratifica el proyecto liberal-burgués de homogeneización del escenario político -
dentro del cual los guaraníes, montoneros y pampas ostentaban una imagen parecida de ‘hombres
desnudos, primitivos y racialmente ineptos’- sino de intenso fortalecimiento de poder centralizador
(Viñas, 1982/2003: 20).
Hubo una virtual unanimidad de que las razas sometidas debían ser gobernadas, que ellas eran de hecho
razas sometidas en tanto una raza merece y ha ganado de manera consistente el derecho de ser
6 Seguimos en esta argumentación a David Viñas quien, para arribar a estas conclusiones, dispone de un análisis
comparativo entre los distintos países del continente. Asegura que “los gobiernos de América Latina adscriptos a la
ciudad liberal tienen una obsesión: repiten de manera abrumadora el núcleo de indofobia característico del roquismo
argentino que, al articularse con el carácter autoritario del estado oligárquico, lo transforman en palanca fundamental
durante la primera fase de esa acumulación capitalista” (Viñas, 1982/2003: 29).
7 Algunos de estos casos, en realidad, deben repensarse en continuidad ininterrumpida hasta entrado el siglo XX tal
como es el caso del genocidio a los pueblos chaqueños, por ejemplo, los asesinatos cometidos por fuerzas policiales
y parapoliciales en lo que se ha nombrado como la Masacre de Napalpí en 1924, cf., Martínez Sarasola, 2005.
considerada la raza cuya principal misión es expandirse más allá de sus propios dominios (Said, 1994:
53)8.
Es en este sentido que Said afirma que “las elites gobernantes de Europa tuvieron la clara
necesidad de proyectar su poder hacia atrás en el tiempo, dándole una historia y una legitimidad
que sólo la tradición y la longevidad pueden impartir” (Said, 1994: 16). Es así que en las
periferias subordinadas a estas metrópolis imperialistas su propio “proceso civilizatorio” se
incorporó a tal tradición. No obstante, si el poder centralizador y violento fue eficaz en la
construcción del Estado nación, en el contexto de un nuevo orden global, no asumimos que fuera
homogéneo ni que lograra imponer completamente su objetivo.
Si coincidimos con David Viñas que con la generación del ochenta, en particular con la
ocupación total del actual territorio nacional, se cierra un ciclo abierto por la Conquista española
podemos también afirmar que son esos presupuestos coloniales los que el Estado Nacional va a
establecer como los verdaderos y únicos. Se asume que el Estado moderno y la sociedad
argentina son la prolongación inevitable de un ciclo de la cultura occidental y europea donde el
pasado indígena y mestizo posee poca o ninguna relevancia. Por el contrario, en las
intervenciones de los alumnos, descubrimos continuidades con un mundo cultural aparentemente
“desaparecido”. Son, entonces, los postulados civilizatorios y occidentales los que operan como
un “blanqueamiento” de la historia argentina, y omiten los fenómenos sociales y culturales que
no responden a este patrón y que son los que hemos venido analizando en el cotidiano escolar.
8 La traducción es nuestra.
“rémoras de un pasado salvaje” y “condenadas a la extinción” y se asume a la Argentina
finisecular como el fin del mundo indígena y mestizo argentino a través del recambio
poblacional que supuso la inmigración europea. Este mojón histórico que iniciaría una
“Argentina blanca”, “hija de inmigrantes europeos”, “que desciende de los barcos” no se
corresponde, sin embargo, con el conocimiento de cualquier maestro o profesor de una escuela
con concurrencia de niños y jóvenes de barrios de la periferia urbana quien sabe que entre sus
alumnos hay un elemento étnico insoslayable que se corresponde con una mayoría poblacional
que posee ascendencia indígena (Corach, 2012). Pero que, más allá de cualquier ascendencia
étnica, a priori no significa una identidad cultural.
En realidad, lo que se revela con sentido y valor para el trabajo docente es una serie de
fenómenos sociales y culturales en el cotidiano escolar que tensionan el mandato histórico que
configura la “identidad nacional” en relación a esta Argentina blanca, occidental y europea. Dar
relevancia, entonces, a este proceso de la constitución nacional contemporánea nos permite, por
un lado, entender la “naturalidad” con que se enuncian las premisas eurocéntricas, de clase y
civilizatorias que hemos observado como parte de los discursos educacionales, ya que actualizan
el rol pedagógico-estatal constitutivo del Estado argentino.
Domingo Faustino Sarmiento es una figura fundamental para entender este proceso que
venimos analizando, principalmente, por su rol en la organización de los primeros debates sobre
la educación pública en los cuales el autor fue taxativo respecto de sus intervenciones sobre la
incompatibilidad entre educación y clases populares de origen mestizo o indígena como sintetiza
en Educación popular alertando sobre la “fusión de las razas” que en países tales como la
Argentina conllevaría a “esta inevitable y peligrosa amalgama de razas incapaces e impropias
para la civilización” (Sarmiento, 1849/2011: 32). La permanencia de discursos racistas y
clasistas sobre niños y jóvenes de barrios de la periferia, migrantes ellos mismos o hijos y nietos
de migrantes internos, con marcas culturales mestizas e indígenas, se entrama, en parte, en una
red tópica de estos postulados civilizatorios. Y si bien no abordamos en profundidad este
problema en la historia escolar, que exigiría una serie de análisis particularizados y mediaciones
más complejas que las que efectuamos ahora, señalamos que este discurso civilizatorio, tanto en
el mismo Sarmiento como en las posteriores intervenciones intelectuales relativas a la Argentina
de fines del siglo XIX, se establece como condición de posibilidad de una “educación” que se
confunde, todo el tiempo, con “borrar identidades” o, para decirlo en los términos de David
Viñas, con “blanquear” a las clases populares.
Los historiadores liberales, sin embargo, interpretan este proceso como completamente
eficaz. Luis Alberto Romero, por ejemplo, afirma que el siglo XX la escuela “logró establecer en
el imaginario de los argentinos un conjunto de ideas, nociones, valores y actitudes hondamente
arraigados y naturalizados” (Romero, 2004: 24). Si bien podemos coincidir en la efectividad de
la construcción contemporánea de un proyecto de nación, y en la compleja estructuración de
formas políticas e ideológicas hasta hoy vigentes, también se encuentran argumentos que
cuestionan que este proceso haya sido total y acabado.
Las lenguas y las literaturas indígenas suelen ser estudiadas “desagregadas” del resto de los
temas de las ciencias sociales y humanas como si fueran campos autónomos y autosuficientes de
investigación y/o sus hablantes vivieran en circuitos sociales y culturales disociados de las
totalidades discursivas nacionales. Esto no sólo exotiza “lo indígena” en esquemas
sustancialistas, ahistóricos y homogéneos sino que no visibiliza que eso “indígena” es parte
consustancial de las totalidades discursivas nacionales -más allá de “lo identitario”, “lo
sustancial”, “lo originario”, etc.-. Este proceso, inevitablemente, se traduce en algunos de los
acercamientos dominantes al tema: estudios lingüísticos con fuertes repertorios críticos de
descripción formal de la lengua pero disociados de una visión global -y, por tanto, arrastrando
aún concepciones positivistas de las ciencias sociales-; estudios interculturales que a priori
definen identidades como “contenidos” a ser intercambiados en el aula; estudios históricos y
documentales rigurosos y complejos del mundo indígena pero generalmente pretéritos y
acabados.
9 Es todo un problema de investigación en sí mismo la cantidad de hablantes que posee una lengua indígena por los
diversos obstáculos metodológicos para la recolección de esta información. Esto provoca una variabilidad muy
amplia de lo que suelen ser considerados sus hablantes. A su vez, cuando hablamos de guaraní hablamos de distintas
variedades del guaraní que podrían ser consideradas lenguas distintas en sí mismas; la más hablada es el “jopará” o
“guaraní criollo” (ya su misma denominación conlleva otros debates teóricos). Cf., Arnoux y Bein, 2015;
Censabella, 2010; Golluscio y Ciccone, 2017; Gregores y Suárez, 1967; Martínez, 2009.
10 En la ciudad de La Plata hemos venido desarrollando distintos trabajos de campo, en el marco de una
investigación en curso, que nos ha permitido realizar unas primeras sistematizaciones para un mapeamiento de la
lengua. A señalar, existen distintos centros correntinos y paraguayos donde hay presencia institucional de la lengua,
por ejemplo, talleres como el que se dicta en el Centro de Residentes Correntinos. A su vez, en las distintas
En el caso de Argentina, se hablan tres variedades del guaraní: el ava guaraní en las
provincias de Salta y Jujuy; el mbya guaraní en la provincia de Misiones; y el guaraní criollo,
jopará o guarañol, entre otros nombres posibles -que señalan ya en su misma inestabilidad
nominativa tanto sus cruces con el español como su desestabilización de las premisas
concluyentes sobre las lenguas y las culturas. El jopará -vamos a optar, eventualmente, por esta
noción ya que es la utilizada por los hablantes de esta variedad del guaraní- es hablado en las
provincias del noreste del país y, asimismo, en Buenos Aires y Gran Buenos Aires a causa de dos
grandes movimientos migratorios: el primero hacia la década de 1930 realizado,
mayoritariamente, por correntinos; el segundo, en las últimas décadas, caracterizado por
migraciones paraguayas. A su vez dentro del jopará tenemos dos tipos el correntino y el
paraguayo -diferenciados, principalmente, por sus características fonéticas y selecciones léxicas-
y que no responden a las fronteras actuales de ambos países ya que el jopará hablado en
Formosa, por ejemplo, respondería a la variante paraguaya. No nos importa, sin embargo,
profundizar en esta instancia en las características formales de las variedades del guaraní -que
exigiría todo un apartado desagregado de la presente argumentación- sino, simplemente, reforzar
la vitalidad, extensión y heterogeneidad de esta lengua.
Sí nos interesa enfatizar que el guaraní no es una “lengua reciente” del cotidiano de
Buenos Aires (generalmente formulada como una lengua “recién venida” de “otros lados”). Ya
festividades públicas que se realizan, en particular de la comunidad paraguaya, los animadores hablan tanto en
guaraní como en español. Además de estas instituciones, encontramos varias radios FM donde la lengua
predominante es el guaraní. También, algunos oficios religiosos se realizan en este idioma como sucede una vez por
mes en la parroquia de Caacupé y una vez por año en la misa principal de la Catedral. Los testigos de Jehová
también hacen circular su revista religiosa en guaraní: Ñemañaha. Otras prácticas donde hemos registrado la lengua
son grupos musicales, revistas, obras de teatro, páginas web, memes, talleres de enseñanza de la lengua tanto en
instituciones privadas como en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (Universidad Nacional de La
Plata), actos y campañas políticas, etc. En este último espectro es interesante señalar que en la elección municipal en
el año 2019 los dos candidatos que polarizaron la elección -el intendente Julio Garro como su oponente Florencia
Saintout- realizaron campañas en guaraní; Garro, por ejemplo, viralizó un audio donde explicaba en guaraní -
evidentemente, leído- por qué merecía ser electo. Por último, y ya en lo concerniente al sistema educativo, hemos
encontrado hablantes de lengua guaraní en gran parte de las escuelas de la zona y en algunas de ellas donde se
presenta como lengua mayoritaria -no sólo hablada por los alumnos sino por algunas maestras-. Vale señalar, que
para avanzar en estas tareas ha sido fundamental el grupo que actualmente coordinamos de “Lenguas indígenas y
cotidiano escolares” formalizado en el Centro de Estudios e Investigaciones Lingüísticas (CEIL) del Instituto de
Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (Conicet / Universidad Nacional de La Plata). En particular,
resaltamos la participación de cuatro integrantes fundamentales en sus observaciones y comentarios: Daniel Rojas
Delgado, Verónica Gómez, Illiana Franco y Carmen Lezcano. Además de ser hablantes del guaraní, que los ubica en
un rol privilegiado para formular estos problemas, están avanzando en distintas instancias de docencia, traducción e
investigación de la lengua.
no sólo porque si tomáramos el registro de la migración ya sería una lengua con casi cien años de
presencia en la ciudad sino, como a continuación veremos, es una lengua que ha sido hablada en
la misma ciudad antes, inclusive, que existiera la Argentina como nación o proyecto de nación.
Es así que introducimos el segundo eje que proponemos que es la relevancia histórica del
guaraní. El guaraní además de ser una lengua preexistente a la conformación del Estado
nacional, es una lengua que ha sido parte de la constitución, primero colonial, y luego
republicana, del actual territorio argentino. Por caso, en la segunda fundación de Buenos Aires,
en 1580, Juan de Garay la realiza mayoritariamente con criollos e indios guaraníes y, por ende,
ya fue una hablada en ese poblamiento; pero Buenos Aires durante su período colonial continuó
relacionada al guaraní, sólo para dar un ejemplo, en las cartas escritas en guaraní que se recibían
de las autoridades políticas indígenas de casi todas las misiones jesuíticas del Paraguay, del
Paraná y del Uruguay (Boidin, 2016: 8). Nos importa señalar que si en su fundación se habló
guaraní, actualmente se habla guaraní y en distintos momentos de los últimos siglos hay registros
escritos u orales de la presencia del guaraní en la zona de Buenos Aires, el primer
desplazamiento que debemos hacer es no pensar la lengua guaraní como una lengua reciente sino
histórica y presente. En este sentido, esta “novedad” de escuchar hablar guaraní es la
actualización de una “sorpresa” de una lengua que se habló y se habla en Buenos Aires y Gran
Buenos Aires desde hace siglos.
Desde ya, existe un mundo social y cultural guaraní más amplio del actual territorio
argentino a señalar, tanto por ejemplo, la centralidad de la lengua guaraní en las misiones
jesuíticas; en la época revolucionaria la producción en guaraní de distintos documentos oficiales,
entre ellos, la Declaración de la Independencia; las cartas que escribió Manuel Belgrano para uso
oficial escritas en guaraní; es además, la lengua hablada por los “próceres” de las naciones
sudamericanas de Argentina, Paraguay y Uruguay: San Martín, Artigas y Solano López; también
se podría nombrar al primer gobernador de la provincia de Misiones, Andresito Guasurarí, indio
guaraní él mismo. Esta secuencia incompleta y, sobre todo, breve sólo procura señalar algunos
nombres y hechos centrales de la historia argentina y sudamericana donde el guaraní posee una
relevancia a considerar. Insistimos: corrernos, en efecto, de una idea de “novedad” o
“marginalidad” de la lengua guaraní en el actual territorio de Argentina.
No obstante, y a pesar de esta relevancia social y cultural del guaraní, es una lengua que
no sólo ha sido desplazada de sus usos oficiales, formales e institucionales sino que ha sido con
insistencia prohibida. No de una manera legal ya que no hay ninguna ley que habilite este tipo de
acción pero sí una serie de omisiones, sentidos comunes y persecuciones locales que sancionan
el uso del guaraní. Sin abordar en este momento su desplazamiento del cotidiano escolar -donde
sus hablantes no poseen el derecho de alfabetizarse en su lengua materna- ni diversas
prohibiciones de su uso en el transcurso del siglo XIX y XX, quisiéramos resaltar la prohibición
del guaraní con casos más inmediatos que ilustran este proceso en los últimos años -ya que, sino,
se suele pensar que su “persecución” es algo pretérito o el cambio regulatorio, por ejemplo, de la
última Ley de Educación Nacional (2006) hubiera operado inmediatamente en un cambio
efectivo en el tratamiento de la lengua-.
Sin embargo, y tal como lo veremos a continuación ya desde una perspectiva que
11 Lejos de representar casos aislados el simple sondeo a través de cualquier motor de búsqueda en internet
expondrá variadas situaciones semejantes. Los hechos citados fueron retomados de los portales de noticias Anred
(“Prohibido hablar en guaraní”, 25/11/2017) y ABC de Paraguay (“Prohíben a presas paraguayas hablar guarani en
cárcel de Argentina”, 13/12/2011) y del diario Página/12 (“El apartheid tiene su versión Nordelta”, (20/11/2018).
introduzca el cotidiano escolar, estas prohibiciones son posibles por unas representaciones e
imágenes dominantes sobre la lengua que corresponden a la pobreza, la incultura, lo salvaje, la
ignorancia, etc. Concepciones que no sólo se construyen “desde afuera” de la lengua sino que,
muchas veces, son los mismos hablantes los que reproducen estas ideas. De hecho, en diversos
trabajos de campo que realizamos -en distintas ciudades de Buenos Aires, Gran Buenos Aires,
Corrientes y Misiones, en Argentina; y en las ciudades de Caaguazú y Asunción, en Paraguay-
escuchamos decir a sus hablantes que el guaraní es cosa de mboriahu -o poriahu, en su
pronunciación correntina-, es decir, de “pobre”12.
Nuestra investigación sobre la lengua guaraní y las variedades del español en contacto en el
cotidiano escolar ha encontrado una situación doble que, en principio, se presenta como una
paradoja. Por un lado, los trabajos de recolección documental descubren una pluralidad de
situaciones relativas al guaraní: muchos alumnos lo hablan; en sus escritos escolares aparecen
marcas del contacto de lenguas; inclusive algunos de ellos han sido alfabetizados en esta lengua
en el Paraguay; los niños y jóvenes concurren a las clases, asimismo, con documentos, cartas,
folletos, publicaciones religiosas, Biblias para compartir con los docentes; participan de
actividades religiosas o comunitarias oficiadas en guaraní; más aún, la escuela, principalmente a
través del trabajo docente recupera el idioma, por ejemplo, realizando actos escolares donde se
invita a familiares a hablarlo. De hecho, algunos docentes también provienen de familias guaraní
12 Actualmente estamos avanzando en una reconstrucción documental e histórica de largo aliento sobre las
referencias a la lengua guaraní; más extensa y rigurosa que la desarrollada en este apartado. Señalemos sí que una de
las dominancias es su vinculación con el sintagma de atraso cultural junto a una serie de imágenes no menos
fantasmagóricas. Quisiéramos presentar dos registros, en efecto, muy distintos pero que puestos en común muestran
las recurrencias del guaraní en la totalidad discursiva de una época; ambos encabalgan los sentidos del atraso: por
un lado, una anécdota narrada por la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner en su libro
Sinceramente y un dictamen de Jorge Luis Borges sobre el futuro del guaraní (como cifra del destino nacional).
Fernández de Kirchner relata el encuentro, en el año 2015, del entonces ministro de transporte de Mauricio Macri,
Guillermo Dietrich, quien se había reunido por primera vez con el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán. El
ministro Dietrich, aparentemente, se habría sorprendido de que el gobernador de una provincia como Formosa fuera
blanco: “ah, pero usted tiene los ojos celestes”. A lo que Gildo Insfrán, entre otras cosas, le responde “tengo los ojos
celestes y hablo guaraní” (Fernández de Kirchner, 2019: 2013). No vamos a abundar en definiciones sobre este
intercambio pero sí resaltar el juego de correspondencias y contrastes entre Formosa / lo negro / el guaraní y Buenos
Aires / lo blanco / el español. Porque lo disruptivo de la respuesta de Insfrán, en todo caso, es poner de relieve lo
paradójico de alguien “blanco” y que ostenta el “poder político” y, a su vez, que hable en guaraní. Porque esta
lengua, como ya dijimos, funciona como metonimia de todo un mundo de barbarie como sintetizó Jorge Luis Borges
en el cuento “El otro” -parte de El libro de arena (1975)-: “Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más
provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera
reemplazada por la del guaraní (Borges, 1975/1996: 13). Los usos del guaraní en Borges, sin embargo, son también
más contradictorios que los aquí nombrado, cf., Dubin, 2021.
hablantes e intercambian en esta lengua con los alumnos.
Por tanto, es una lengua viva e importante en el cotidiano escolar. Pero, por otro lado, y
acá se conforma la paradoja, si por un lado es una lengua con una presencia evidente, sus
enunciaciones oficiales y públicas más recurrentes se dan en tono de “sorpresa” (porque se usa
una lengua indígena), de “rechazo” (no es una lengua que sea compatible con la enseñanza
escolar), de “nostalgia” (es una lengua que ya desapareció o está en vías de desaparecer). En
consecuencia, el guaraní convive (y como veremos, desde hace siglos) con una doble condición:
de lengua con fuerte presencia en el cotidiano y con invisibilidad (u otros modos de
subalternidad) en la enunciación oficial. Sin embargo, esta negación también es enunciada desde
la misma comunidad hablante del guaraní: padres que les prohíben a sus hijos hablar la lengua,
niños que la consideran “cosa de pobres”, o que no prefieren que no ingrese en la escuela ya que
“lo importante es aprender español”, etc.
En suma, esto que llamamos anteriormente una paradoja se vive (inclusive en el mismo
proceso de investigación) en una constante vacilación por precisar la verdadera relevancia de la
lengua. En efecto, en algunos momentos parece que al guaraní “no lo habla nadie”, “no existe”,
“no posee relevancia social”; que efectivamente es una “lengua en desaparición”, sin mayor
circulación en el espacio público; que es una “exageración” la importancia que quisiéramos
darle; por otra parte, cuando se inicia un trabajo de relevamiento etnográfico, el guaraní se
presenta en una multiplicidad de usos complejos, variados y vitales.
Es así que la “invisibilidad” del guaraní posee distintos niveles de análisis a ser considerados en
particular. A saber, en primer lugar, las mismas representaciones que formulan algunos hablantes
sobre su lengua al considerarla relativa a la pobreza y, por ende, aceptando que en algún
momento deberían “abandonar” para “progresar”13; en segundo lugar, la ausencia casi total de la
lengua guaraní como lengua oficial -o como parte de la conformación de un discurso público- en
el Estado nacional o en la provincia de Buenos Aires -distinta situación pero sin perder otros
tipos de invisibilización podríamos reconstruir en provincias como Misiones o Corrientes-; en
13 No asumimos, necesariamente, estas enunciaciones como posiciones absolutas, es decir, pueden ser expresadas
de este modo por múltiples razones, entre ellas, la necesidad de expresar algo que consideran que el otro espera
escuchar y, por tanto, son contingentes.
tercer lugar, la conformación de una serie de discursos hegemónicos que niegan o negativizan, y
en algunos casos penan (prohibiendo, persiguiendo, reprimiendo) a los hablantes de la lengua
sólo por ser hablantes; en cuarto lugar, la imagen dominante de la lengua en relación al atraso
cultural; por último, la inexistencia en el sistema educativo de una articulación concreta de la
lengua con su enseñanza y, de hecho, la ausencia de material didáctico, lineamientos
curriculares, diseños curriculares, políticas lingüísticas y educativas, y formación docente, para
abordar las lenguas indígenas y variedades del español en contacto como política pública y
educativa -exceptuando algunas producciones locales o líneas ministeriales sin continuidad o
desagregadas de las lógicas mayoritarias14-.
14 Encontramos, por ejemplo, la colección Con nuestra voz cantamos: escritos plurilinües de docentes, alumnos,
miembros de pueblos originarios y hablantes de lenguas indígenas del año 2015 publicado por el Ministerio de
Educación de la Nación en el marco de la Modalidad de Educación Intercultural Bilingüe. En sus distintos
volúmenes se incluyen lenguas como la tehuelche, mapuche, qom, quechua, mocoví, entre otras; en el volumen
dedicado al guaraní se introducen sus diversas variedades. Señalamos, sin embargo, tal como analizamos con
detenimiento en el próximo capítulo que esta producción bibliográfica, inclusive aquellas más rigurosas, no lograría
sus objetivos didácticos sin una articulación efectiva con el trabajo y formación docente.
9.4. Lenguas indígenas y cotidiano escolar: un estudio de caso
Frente a la argumentación que venimos llevando adelante sobre la invisibilización de las lenguas
indígenas -focalizando hasta aquí en el guaraní pero que, en adelante, extenderemos a otras
lenguas- se le podría objetar que en las últimas reformas educativas hubo un reconocimiento
formal de las mismas. No obstante, esto además de ser parcial -ya que no deja de estar
estructurado en una mirada exótica- reproduce, a su vez, el abordaje dominante sobre el sistema
escolar: una visión “desde arriba” y “desde afuera”. Más aún si analizamos el caso de la
provincia de Buenos Aires en tanto un territorio con múltiples lenguas indígenas -y más aún con
su presencia cotidiana en el sistema educativo- pero donde la política educativa y, en particular,
las perspectivas dominantes del área reproducen, como ya analizamos, concepciones
civilizatorias.
Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a
su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus
comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan […]
No obstante, este avance en el reconocimiento de los derechos de las poblaciones
indígenas en Argentina, en particular en relación al derecho del uso de la lengua materna en el
sistema escolar, tuvo en su implementación una serie de problemas a considerar. Incluso, un
informe reciente de la Universidad Pedagógica Nacional (González, 2019) ha precisado en cifras
su ausencia en la enseñanza escolar; dicho informe estima que al sistema escolar argentino
concurren 250.000 niños indígenas; sin embargo, el porcentaje de quienes reciben clases en sus
lenguas maternas es muchísimo menor.
15 Sobre el lugar que ocupan las lenguas indígenas en las distintas instrumentalizaciones efectivas de la Educación
Intercultural Bilingüe recomendamos escuchar a Mario Charole docente de lengua qom a quien le realizamos una
larga entrevista sobre su experiencia en la enseñanza del qom, cf., Dubin (2018).
no permite dar cuenta de esta situación concreta que se da en el aula. De hecho, cuando un
alumno en una escuela de la provincia de Buenos Aires -tal vez hijo de formoseños o
paraguayos- habla guaraní: ¿qué dispone el docente de su formación disciplinar en los Institutos
Superiores de Formación Docente16 que le haya aportado el suficiente material teórico y crítico
para conocer esta identidad criolla guaranítica; las complejidades propias de esta otra lengua con
su gramática, fonética y sintaxis; sus mundos narrativos y cosmológicos; las diversas
comunidades de hablantes; entre otros temas afines?
La Educación Intercultural Bilingüe es la modalidad del sistema educativo de los niveles de Educación
Inicial, Primaria y Secundaria que garantiza el derecho constitucional de los pueblos indígenas, conforme
al art. 75 inc. 17 de la Constitución Nacional, a recibir una educación que contribuya a preservar y
fortalecer sus pautas culturales, su lengua, su cosmovisión e identidad étnica […] Asimismo, la
Educación Intercultural Bilingüe promueve un diálogo mutuamente enriquecedor de conocimientos y
valores entre los pueblos indígenas y poblaciones étnica, lingüística y culturalmente diferentes, y propicia
el reconocimiento y el respeto hacia tales diferencias (2006: en línea).
16 Para una revisión detallada de las concepciones de lengua instrumentalizadas en los Profesorados en Educación
Primaria en los los Institutos Superiores de Formación Docente recomendamos la pormenorizada investigación de
María Inés Oviedo (2021). Recuperando a Sandra Sawaya, Oviedo define la visión dominante respecto a la lengua
ahora devenida “lectura” en referencia a las implicancias conceptuales e ideológicas de este movimiento en tanto
portador de “vaciamientos de sentidos históricos, culturales, de variedades lingüísticas en tanto son presentados
como capacidades abstractas, es decir, desterritorializadas, desideologizadas, desparticularizadas, propias de las
orientaciones de los organismos internacionales que proponen un saber hacer, unas competencias de carácter
individual” (2021: 153). A su vez, podríamos señalar que en sus Planes de Estudio la ausencia de algún tipo de
formación en lenguas indígenas -más adelante, retomamos este punto-. Al respecto, en una investigación reciente de
Irena Wolf (2020), se ha observado esta omisión en el caso del Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y
Literatura aprobado por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires en el año
2017. Wolf se detiene en dar cuenta de la poca correspondencia que existen entre la aparente preocupación legal del
reconocimiento de las lenguas indígenas y variedades del español y los contenidos del Plan de Estudio de la carrera.
Por ejemplo, con respecto al espacio curricular de “Historia de la Lengua Española” se indica el tema de las
“influencias y variedades del español”. Sin embargo, en los contenidos se encuentran el “portuñol” -una lengua que
no es hablada como lengua materna en provincia de Buenos Aires- y el “spanglish”. No aparecen lenguas que,
efectivamente, se hablan en la provincia de Buenos Aires y que influyen en las variedades del español hablado
localmente.
En relación a esta disposición, el último Censo Nacional en Argentina, del año 2010,
identificó a 955.032 personas -el 2,4% de la población total- que se reconocieron pertenecientes
o descendientes de un pueblo originario. Señalemos, sin embargo, que este porcentaje podría ser
mayor por el temor de las personas que se identifican como indígenas de asumirlo frente al
Estado. La Provincia de Buenos Aires, según el censo, alberga a casi una tercera parte de la
población indígena de la Argentina: el 31,3%.
17 Por último, este análisis de la política lingüística y educativa exige un trabajo comparativo con Paraguay, Brasil,
Bolivia y otros países de la región. Por ejemplo, Paraguay ha sido el más avanzado en términos institucionales ya
que su reforma constitucional de 1992 reconoce al guaraní como una de las dos lenguas del Estado junto al español
y esto efectivamente ha llevado a distintas medidas concretas en su implementación tal como la “Ley de Lenguas”
del año 2010. A su vez, en Bolivia, en la reforma constitucional del 2009, se les ha dado estatuto constitucional a las
distintas lenguas indígenas habladas en el país. No obstante, estos análisis de las políticas lingüísticas deben
acompañarse por estudios donde se analice, en concreto, sus implementaciones en las distintas instituciones
públicas, entre ellas las del sistema educativo. Por caso, en Argentina, tenemos el reconocimiento oficial de la
lengua guaraní en la provincia de Corrientes, a partir de la ley Nº 5598 del año 2004, donde es considerada “idioma
oficial alternativo de la provincia”, sin embargo este cambio de ley no implicó una transformación concreta del
tratamiento subalterno de la lengua y, principalmente, se mantuvo una enseñanza escolar que no acepta su uso en el
sistema escolar (Gandulfo, 2007).
como las relaciones que se establecen entre ellos, tanto temporal como permanentemente (2007: en línea).
Tal como ya lo hemos estudiado en detalle, en definitiva, el abordaje sobre las lenguas y
culturas indígenas se construye o bien a través de su arqueologización y sustancializacion -lo
indígena como lo “puro”, lo “verdadero” siempre amenazado por la modernidad donde, por ende,
su identidad se piensa como un contenido a reponer en sujetos que están vías de perder su
“esencia”- o bien a través de una visión civilizatoria que los coloca en un pretérito remoto de los
estadios evolutivos y cognitivos de la humanidad ya superados por la racionalidad, la civilización
europea y el progreso social. A su vez, estos pueblos indígenas -en ambas visiones dominantes-
son vistos como la otredad. Por el contrario, a lo largo del libro, y sin dejar de reconocer la
vitalidad de pueblos y naciones indígenas, no sólo hemos señalado lo difusas que en algunos
momentos son estas nociones que de modo tajante diferencian “lo uno” y “lo otro” en un país
donde la mayoría de sus habitantes poseen ascendencia indígena sino, sobre todo, porque hemos
relevado múltiples manifestaciones culturales donde “lo nacional” no puede sino explicarse a
través del influjo de lenguas, narraciones, experiencias, cosmologías, tópicos indígenas.
No obstante, los límites que se manifiestan en la política educativa para abordar las
lenguas indígenas, en particular en provincia de Buenos Aires -como ya señalamos,
anteriormente, en correspondencia a las nociones curriculares de lengua, cultura, narración,
leyenda, mito, etc.- se confronta a un cotidiano escolar donde no sólo estas lenguas se
manifiestan insistentemente sino, sobre todo, ya que los docentes sin una política educativa que
los encuadre -ni una formación disciplinar, en efecto, que les aporte herramientas críticas
específicas- están, de hecho, desarrollando de modo original propuestas didácticas sobre el tema.
Si bien aún de modo provisorio, hemos comenzado a sistematizar este trabajo docente en
todo el país focalizando, sin embargo, en diversas zonas del Gran Buenos Aires18. Para presentar
algunos de nuestros desarrollos sobre el tema introducimos un estudio de caso ejemplificando
ideas y conceptos que, en caso contrario, podrían perderse por demasiado amplios y generales.
Nos detendremos así a describir la experiencia del dictado de la materia “La perspectiva bilingüe
en la educación de jóvenes y adultos” en el marco de Postítulo de Educación Primaria de Adultos
en el transcurso del primer cuatrimestre del año 2019.
Esta experiencia docente nos permitió, como dijimos, establecer un intercambio directo y
fluido donde se realizaron distintos registros de clase y recolección de datos de las escuelas
(fotografías, videos, programas, secuencias didácticas, escritos de alumnos, etc.). En este marco,
pudimos realizar algunas observaciones críticas sobre la presencia de las lenguas indígenas en el
cotidiano escolar del Gran Buenos Aires, en particular, de escuelas del sur del Gran Buenos
Aires, principalmente en las ciudades de Berazategui, Quilmes, Bernal y Florencio Varela.
Destacamos tres ejes que vamos a analizar en detalle: 1) invisibilización de las lenguas
indígenas; 2) negativización de las lenguas indígenas; 3) lenguas indígenas y trabajo docente. A
señalar:
Pronto las maestras se desplazaron de una enunciación de que “eso en sus aulas no
sucedía” a contarnos cómo, efectivamente, ya estaban trabajando sobre el tema. Es decir, no
éramos nosotros como especialistas los que “explicarían” cómo enseñar -si bien, de hecho,
pudiéramos compartir recorridos bibliográficos y desarrollos críticos sobre el tema significativos
para la formación docente-; nos referimos que no es posible recorrer las cuestiones relativas a las
19 En el caso del quechua nos referenciamos en el Material de consulta para el docente en contextos de diversidad
lingüística. Estructuras contrastivas guaraní-español/quechua-español (2017).
lenguas indígenas sin centralizar el trabajo docente: emergen aquí las posibilidades de
profundizar un tratamiento efectivo que no se reduzca a un “reconocimiento formal”. En suma,
superar la invisibilización no se juega en las “legitimaciones enunciativas” de los especialistas
sino en su instrumentalización cotidiana en el sistema escolar.
Es así que en nuestro primer encuentro con las maestras la prioridad fue desplazarnos de
las referencias a las lenguas indígenas desde su exotismo -que no deja de ser otro modo de su
invisibilización-. El primer recurso que empleamos fue escribir en el pizarrón una lista de cien
palabras -de origen mapuche, quechua, aymara, guaraní, etc.- que usamos habitualmente en el
español: mate, guacho, caracú, yaguareté, chipa, sapucai, pucho, ñandu, Anahí, carpa, minga,
gualicho, choclo, yuyo, pichi, Nahuel, entre varias otras. Esta selección léxica, claro, indica un
nivel superficial de la lengua que complejizamos, en otras clases, con las influencias fonéticas y
sintácticas de las lenguas indígenas en las distintas variedades del español hablado en Argentina.
No obstante, este primer recurso fue sumamente útil para poner en evidencia su presencia no en
los otros sino en nosotros -suspender el exotismo de la otredad radical-; es decir, no se puede
descubrir “lo indígena” en el cotidiano escolar sino lo descubrimos, primero, en nosotros mismos
-con diferencias y particularidades que indican distintos sentidos de “lo indígena”-. Avanzamos
así en distintos fenómenos de nuestro cotidiano social y cultural tales como la práctica del mate,
las experiencias religiosas o los relatos sobre seres sobrenaturales que también se constituyen
como concepciones mestizas. Esto no busca, por cierto, subsumir las pluralidades indígenas en
un crisol de razas sino en no exotizar lo que se descubre en el cotidiano escolar del Gran Buenos
Aires.
Hay varios alumnos que pueden conversar en guaraní y se han ofrecido a enseñarle a sus compañeros y a
mí, esta lengua que fue transmitida a ellos, en su mayoría por sus papás. Los alumnos tienen muy presente
la impronta del país de sus ancestros, porque muchos tienen familiares cercanos (abuelos o tíos) en
Paraguay y hacen viajes allí. La escuela ha planteado este ciclo lectivo invitar a las familias a una
muestra que se realizará el día 14 de mayo en conmemoración de la Independencia de Paraguay. Para este
acontecimiento los alumnos prepararon distintas exposiciones para ofrecerles a la comunidad abarcando
diversos aspectos de la cultura del país vecino, desde su música, la variedad culinaria, su lengua entre
otros.
La misma maestra, unas clases después, trajo para compartir con nosotros, un video del
acto donde se observaba a los alumnos leyendo discursos escolares en guaraní. Otra vez la
paradoja que hablamos en el capítulo anterior sobre el guaraní: parece que “no existe”, “nadie lo
habla”, es un “hecho social marginal”; y luego encontramos que un acto público de una escuela
de provincia de Buenos Aires es realizado en guaraní.
20 No era sólo el exotismo en el “sustancialismo indígena” sino, en otra variación, la idea que las lenguas
indígenas eran un tema de “la inmigración”. Sorprendía a algunas maestras que no sólo sucedía con niños que ellas
caracterizaban como “inmigrantes” sino por “argentinos”. Hijos o nietos de correntinos formoseños o chaqueños con
la lengua guaraní o de santiagueños con el quichua. Se abría, ya fuera de la “invisibilización”, qué hacer con esta
presencia.
21 Sobre estas vacilaciones enunciativas de los hablantes de lenguas indígenas existe una cuantiosa bibliografía.
Recomendamos, en particular, el trabajo realizado por Carolina Gandulfo en la provincia de Corrientes que posee el
elocuente título: Entiendo pero no hablo. El guaraní "acorrentinado" en una escuela rural: usos y significaciones
(2007).
indígenas” parecían tan lejanas e improbables como la lengua mongol o nepalesa. Sin embargo,
se fueron haciendo cada vez más inmediatas y familiares; tres maestras del curso, en efecto, nos
contaron que en sus casas se hablaban lenguas indígenas. En un caso, la maestra nos contó que
sus padres, que eran migrantes bolivianos, le hablaban en aymara y quechua; su escolarización
en Argentina, según sus palabras, fue difícil porque algunos profesores la “hacían sentir mal” por
su “modo de decir”. Una maestra le dijo que “si vivía acá tenía que hablar correctamente y no
como si estuviera en mi país”. Otras dos maestras -una proveniente de familia formoseña y
paraguaya y otra, de familia chaqueña) nos comentaron que de niñas en su casas era “puro
guaraní”. Aquella de familia formoseña y paraguaya nos comentó que si bien su padre lo hablaba
todo el día prefería que ella no lo hable; por eso trajo para compartir con sus compañeras una cita
de Carmen Gladys Bernatto Joubert, directora de la regional Posadas del Ateneo de Lengua y
Cultura Guaraní, ya que encontraba que sintetizaba mucho de lo que ella vivió con la lengua:
“siempre se nos dijo que era cosa de guarangos; es cosa de gente de muy bajo nivel, sin
instrucción, y aparte asociado directamente con la pobreza la mayoría de la gente descendiente
de paraguayos no querían que sus hijos aprendan guaraní, porque no había necesidad”. Así
distintas maestras, con distinto grado de cercanía, nos comentaron sus relaciones cotidianas con
lenguas indígenas.
Tal como se había registrado en las escuelas, se repitió con las maestras: sólo
comenzaron a ingresar el tema luego de varios encuentros. Cuando presentamos el tema, en la
primera clase, prefirieron quedarse en silencio. Estos “silencios” o “respuestas incompletas” dan
cuenta de todo un sistema de prohibiciones familiares, que replican sistemas de prohibiciones
más amplios, y que modulan sus enunciaciones públicas y se presentan como una recurrencia
entre los hablantes de una lengua indígena en el marco de un contexto donde esa lengua está
fuertemente estigmatizada
No obstante, hay dos grandes ejes desde donde se podría repensar lo que llamamos
negativizaciones de las lenguas indígenas hacia dentro del sistema educativo. Por un lado, la
reflexión sistemática de las lenguas que se hablan en el cotidiano escolar y nos referimos, en
efecto, a sus ausencias en los Diseños Curriculares y otros documentos desagregados de las
políticas educativas; en los Planes de Estudio de los profesorados que forman a los maestros y
profesores; en la producción de manuales y otros materiales extracurriculares. Es decir el
formulismo “reconocer la diversidad lingüística” no ha sido acompañado por las implicancias
complejas e instrumentalizaciones materiales. Por otro lado, es el concepto de lengua en las
perspectivas dominantes que suponen un sujeto universal desde donde se desagrega una noción
de lengua, asimismo, abstracta; tal como ya hemos explicado, siguiendo a María Inés Oviedo
(2021), el lenguaje reducido a unas competencias individuales y, por ende,
“desterritorializadas”, “desideologizadas”, “desparticularizadas”. Es decir, nos enfrentamos a un
problema epistemológico no fácil de resolver que exige una revisión compleja de la noción de
lengua y, a su vez, no disociada de las implicancias que supone una “lengua enseñada” en el
sistema escolar.
3) Lenguas indígenas y trabajo docente. Las maestras, de modo expresivo de lo que sucede en la
provincia de Buenos Aires, más allá de no tener referencias teóricas ni metodológicas -a señalar,
los vacíos teóricos y metodológicos que se descubren en la política educativa, en la formación
docente, en en la producción curricular y extracurricular, en las perspectivas dominantes del
área-, han avanzado, en las últimas décadas, en formas autónomas y creativas tanto en la
alfabetización y en la enseñanza de la lengua introduciendo de distintas maneras las lenguas
indígenas.
En el trabajo con las maestras en el ISFDyT Nº24 registramos, por caso, armados de
diccionarios caseros bilingües, escrituras de recetas en quechua y guaraní, actos escolares donde
se invitaba a alguien de la comunidad a hablar en su lengua, etc. Es decir, las maestras
tematizaban e intentaban dar cuenta en sus clases de esta situación con lenguas más allá de las
faltas de orientaciones curriculares y extracurriculares. En este sentido, una investigación
didáctica de perspectiva etnográfica supone relevar y sistematizar este trabajo docente -que en
cada zona lingüítica, jurisdicción y escuela posee sus propias particularidades a considerar 22-. En
algunos casos sucede que uno de los docentes habla la lengua y vehiculiza, entonces, esta
articulación lengua materna / lengua escolar. Por ejemplo, la maestra Laura Osarán, en la
Escuela Primaria N° 65 de Bernal Oeste, describe que:
22 No estamos pensando este caso de una escuela primaria del sur del Gran Buenos Aires como modélica de las
múltiples situaciones lingüísticas en las escuelas de las distintas jurisdicciones provinciales. Estas relaciones exigen
un mapeo lingüístico escolar de mayor espectro al presentado. Sólo para señalar la heterogeneidad de situaciones: en
un trabajo de campo que realizamos en un paraje rural de Paso Sosa en la localidad de Villa Bermejito (Chacho),
acompañando al docente Mario Charole a la escuela donde alfabetiza en lengua qom, todos los alumnos poseían
como lengua materna el qom y había, por el contrario, distintos niveles de conocimiento del español. En el Gran
Buenos Aires, estamos hablando de una supremacía del uso del español con distintos niveles de presencias de otras
lenguas.
Uno de los alumnos, Abel ingresa en el 2017 a tercer grado, hablando guaraní prácticamente, sin entender
el idioma castellano, con una mínima escolaridad tanto inicial y primaria realizada en Paraguay, sin
alfabetizar tanto en castellano como en guaraní. Ingresa a tercer grado , en el cual la docente del curso
entiende el idioma, no lo habla, pero ayuda al alumno a hablar en forma gradual nuestro idioma.
Para finalizar, sólo quisiéramos señalar con mayor atención lo que las maestras ya, en
efecto, venían trabajando. En primer lugar, había un trabajo con “palabras sueltas”, según sus
palabras. Sin embargo, estas “palabras sueltas” se instrumentalizaban como palabra generadora
para realizar ejercicios correspondientes a la alfabetización; o en actividades relativas a las clases
de palabras, en particular, para enseñar “nombres” o “sustantivos”. En distintas ocasiones las
maestras retomaban los “nombres de animales” para confeccionar carteleras y cuadros. En el
caso del guaraní, es interesante porque gran parte del repertorio léxico español para referir a
animales proviene de esta lengua: piraña, chajá, yaguareté, yacaré, carayá, yarará, aguara guasú,
carpincho, entre otros. Y que, asimismo, se puede poner en diálogo con una literatura leída en el
canon escolar de la educación primaria donde estos animales aparecen con recurrencia como son
los casos de Horacio Quiroga o Gustavo Roldán.
En tercer lugar, las maestras inventaban distintas consignas para motorizar el trabajo
didáctico. Para señalar algunas: las confecciones de diccionarios caseros bilingües focalizando en
las palabras que los alumnos más usaban; las entrevistas que les hacían los alumnos a sus
familiares sobre sus lenguas; la confección de recetas con los nombres de los productos en sus
respectivas lenguas -por ejemplo, en guaraní: avati (maíz), y (agua), pakova (banana)- donde
también acá emergía la influencia del idioma en el español: “mandioca” proviene de mandi’o.
En cuarto lugar, encontramos trabajos con traducciones que podían ser a través de
poemas bilingües, traduciendo frases oralmente o construcciones de glosarios para usar de
afiches escolares. Esto introducía trabajos con la lengua al comparar sintaxis, gramáticas y
fonologías distintas. Este tipo de trabajo, también, lo encontramos en otros docentes de provincia
de Buenos Aires. Por ejemplo, en la ciudad de La Plata y Berisso, la profesora Valeria Castro en
distintas escuelas, en la asignatura “Prácticas del Lenguaje”, ha trabajado en la confección de
poemas mezclando español, guaraní, quechua y aymara con los saberes de esos alumnos de las
distintas lenguas (Castro, 2016).
Por último, toda esta serie de negaciones y negativizaciones sobre las lenguas indígenas,
exigen una revisión crítica de los diversos espacios que estas ocupan en las instituciones del país,
en particular interés, la escuela. No obstante, estas negaciones o negativizaciones son mediadas
por distintos sujetos, discursos, perspectivas, documentos, instituciones, etc., y por lo tanto
exigen análisis particularizados y complejos. En este sentido, no se puede soslayar a una de las
instituciones clave en la conformación de política curricular en relación al sistema educativo que
son las universidades y los espacios de formación docente, y en términos más específicos,
aquellos que abordan los problemas de lengua y literatura -en el próximo apartado avanzamos en
esto-. En estas carreras universitarias, el espacio de lenguas y culturas indígenas se presenta
como exiguo o nulo. Por tanto, las representaciones negativas sobre las variedades del español, y
las lenguas indígenas, no sólo se reproducen en el cotidiano escolar, la política educativa, y en
distintos discursos sociales, sino que es hacia dentro de la universidad, y la producción de
conocimiento sobre las disciplinas “lengua” y “literatura” donde encontramos esta misma
situación. En suma, una investigación académica preocupada en la producción institucional de
sus representaciones negativas debe además de analizar la escuela, el cotidiano escolar y el
trabajo docente, el rol de la producción académica en la política educativa.
En este último apartado sobre las lenguas indígenas y el cotidiano escolar analizaremos el
espacio marginalizado que ocupan en el mundo académico y operar así en una inversión del
tema: la universidad suele inquirir los niveles de reproducción ideológica de la escuela al omitir
ciertos tratamientos conceptuales, ahora podemos hacer el movimiento contrario, es decir,
preguntarnos desde la escuela qué lugar ocupa en la formación docente que brinda el sistema
universitario las lenguas indígenas.
Desde este caso, en un primer momento, analizamos el lugar que ocupan las lenguas
indígenas en dicha institución y, por ende, desagregamos un análisis sobre las concepciones
dominantes de las lenguas y la producción de conocimiento. En un segundo momento,
describimos lo que llamamos la matriz civilizatoria dominante en gran parte de las ciencias
sociales, en particular, en las disciplinas que trabajan con temas de lengua y literatura.
Intentamos, de este modo, formular una reflexión más general de las concepciones sociales y
culturales estructurantes de las sociedades latinoamericanas que explican, por un lado, el lugar
marginalizado de las lenguas indígenas.
El espacio que ocupan las lenguas y las culturas indígenas en el sistema universitario
argentino es, en términos generales, exiguo o nulo. Se corresponde, asimismo, a omisiones y
negaciones sociales más extensas desde la misma constitución moderna del Estado argentino. Se
ha construido desde entonces, como analizamos en detalle, imágenes de “lo indígena”
determinadas por su “condición de barbarie”. Preocupados por esta vacancia curricular, distintos
alumnos y docentes de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la
Universidad Nacional de La Plata (FaHCE-UNLP, en adelante) avanzamos en una serie de
actividades orientadas a la introducción de los problemas de la enseñanza de las lenguas y las
culturas indígenas.
Pero, sobre todo, hay un porqué específico en las mismas carreras de Letras, en
particular, del Profesorado en Letras. Esta carrera habilita mayoritariamente para dar clases en
escuelas secundarias de la región. De hecho, la mayoría de los recibidos de la carrera se
desempeñan como docentes en el dictado de las asignaturas relativas al área de lengua y
literatura. Y en este desempeño profesional dan clases en cursos donde hay alumnos que, por
caso, hablan lenguas indígenas o conocen repertorios narrativos criollos e indígenas como el del
Pomberito o el Lobison.
Además del grupo de estudio “Lenguas indígenas y cotidiano escolar” llevamos adelante
distintas actividades académicas. Hubo dos que encontramos como relevantes: la realización del
I Encuentro de Lengua y Cultura Guaraní y el dictado del curso “Historia, literatura y lengua
guaraní”25. A partir de estas dos actividades iniciamos una revisión crítica de las mismas que nos
llevó a seis niveles de análisis. Y si bien estas hipótesis no se introdujeron formalmente como
ejes de revisión curricular de la carrera nos permiten actualmente sistematizar algunos problemas
de esta experiencia.
En un primer lugar, hubo un pequeño grupo de docentes que presentaron sus dudas sobre
la pertinencia de estos temas en el Plan de Estudios o en otras actividades extracurriculares. En
este caso, se supone que las “lenguas clásicas”, es decir el griego y el latín, proporcionarían a los
sujetos una comprensión de la lengua y de la literatura en un “acto fundacional”. Por caso,
conocer la gramática latina permitiría “pensar”, “razonar”, “escribir”, “argumentar” -tal como
Jean-Paul Bronckart (2007) revisa las concepciones lingüísticas sobre las lenguas que postulan
unas supuestas lenguas que poseerían “gramática” y que permitirían “pensar”-. Desde otras
áreas, ligadas a las teorías y las críticas literarias, basadas en concepciones que reafirman el mito
de la Argentina inmigratoria o de la nación que “bajó de los barcos”, no encontrarían la
25 Nos referimos al “I Encuentro de Lengua y Cultura Guaraní” realizado el día 7 de noviembre del año 2017 y al
curso de extensión “Historia, literatura y lengua guaraní” dictado durante el segundo cuatrimestre del año 2018.
relevancia suficiente de “lo criollo” o “lo indígena” en la historia social y cultural del país. Por
tanto, se concibe en ambos esquemas unas culturas nacionales que ingresarían automáticamente
a los ciclos de la cultura occidental o europea.
En tercer lugar, esta relevancia anteriormente señalada no existe sólo “por fuera” de la
universidad. En la última década han ingresado a la FaHCE-UNLP, en un número mayor que
otros años, alumnos de sectores populares y muchos de ellos provenientes de familias donde se
hablan lenguas indígenas. En efecto, la misma conformación del grupo “Lenguas indígenas y
cotidiano escolar” mostró esta particularidad donde algunos de sus integrantes hablan el guaraní
como lengua materna.
En cuarto lugar, otro elemento a señalar es que gran parte de los inscriptos al curso
fueron docentes en actividad del sistema escolar de la ciudad de La Plata y la región. Interesados,
sobre todo, en obtener recursos didácticos y mayor información sobre el guaraní ya que se
enfrentan a contextos escolares con fuerte presencia de la lengua guaraní y según sus palabras:
“sin contar con las herramientas para intervenir en estos contextos”.
Por último, como ya dijimos, la revisión bibliográfica sobre el tema, el trabajo de campo
realizado en distintas escuelas y el comienzo de una producción teórica y crítica sobre el guaraní,
nos presentó con mayor evidencia la extensión social y la relevancia conceptual que poseía esta
lengua (entre otras lenguas indígenas habladas en la región). Y, a su vez, en términos de
contraste, cómo en el Plan de Estudios de las carreras en Letras de la FaHCE-UNLP no sólo
había una omisión del tema sino una fuerte idea de simplificar las culturas nacionales a un ciclo
civilizatorio occidental26.
26 Si bien la omisión de las lenguas y las culturas indígenas es generalizada no es, por cierto, absoluta. Distintos
docentes e investigadores han introducido en los últimos años algunos desarrollos afines. Entre otros, señalamos el
trabajo de Angelita Martínez en la materia Lingüística I donde ha fomentado el estudio sistemático de las influencias
Por ende, la profundización de los estudios relativos a “lo guaraní”, señalan su
posibilidad de no considerarlo como “algo distinto” o “por fuera” del área disciplinar de la
lengua y la literatura sino como un campo complementario. Sólo para dar dos ejemplos, las
posibilidades que permite esta lengua para reflexionar en su influjo sobre algunas de las
variedades del español que se hablan en Argentina o para complejizar la construcción estética de
algunos autores clave del canon literario rioplatense tal como el caso de Horacio Quiroga.
En primer lugar, como es sabido, el inglés se ha convertido en lengua franca del saber
científico global tal como se hace evidente en la conformación de la política curricular
universitaria. En las últimas décadas, con fuerza a partir de las reformas de la década de los
noventa, la política educativa ha profundización su coordinación con los organismos
internacionales y su dependencia directa a sus estándares y requerimientos. En este contexto, se
dieron fuertes reconfiguraciones disciplinares en el área de lengua y literatura donde “la lengua”
se reconvirtió en “capital” y “competencia” en el marco de los lineamientos neoliberales de las
nociones del “capital humano” y el “libre mercado” (Cuesta, 2019). De esta manera, el mismo
español se presenta como subalterno frente al inglés ya que poseería menos “capital” para
ingresar a los requerimientos del “mercado internacional”. En esta serie, entonces, las lenguas
indígenas se posicionan en un escalón aún más bajo y desfasadas de las necesidades de
producción de conocimiento global27.
Si bien el inglés hace décadas que es la lengua dominante en el mundo comercial, político
de las lenguas indígenas sobre distintas variedades del español. De modo más amplio, ha promovido estos estudios
desde sus funciones como directora del Centro de Estudios e Investigaciones Lingüísticas (CEIL) de la FaHCE-
UNLP y de su importante producción bibliográfica sobre el tema.
27 En los años noventa se da esta aparente paradoja: por un lado, un reconocimiento oficial de las lenguas indígenas
y por otro, la emergencia de una serie de reconfiguraciones disciplinares en el área de lengua que marginan aún más
su uso.
y cultural, en general se asume que hacia dentro de la lógica universitaria esta premisa es más
ajustada a las áreas ligadas a las disciplinas científicas que a las áreas sociales y humanas. En
parte este enunciado es evidente: la mayor parte de la producción científica se realiza en inglés y
es organizada por centros universitarios, científicos y tecnológicos de los países centrales. Sin
embargo, veremos que en el área humanística -con sus propias mediaciones y particularidades-
operan las relaciones de dependencia con la producción de conocimiento de los países centrales.
28 En el año 2009 se promulga la ley que introduce como obligatorio el portugués en la enseñanza escolar del nivel
medio en todo el país -en las provincias limítrofes se estipula su enseñanza desde nivel primario-. Existe, de hecho,
una ley similar en Brasil con la enseñanza del español. No obstante, no se ha instrumentalizado esta política
educativa tal como se comprueba en su lugar aún minorizado en el área de estudio universitario. No deja de ser
significativa esta omisión en relación a uno de los argumentos que desarrollamos en el trabajo: la enseñanza de las
lenguas no se organiza por las necesidades territoriales y locales de las distintas regiones sino por la aceptación de
políticas lingüísticas orientadas por los requerimientos de los organismos e instituciones internacionales.
lenguas indígenas.
Hay un tercer nivel de análisis en el que nos vamos a detener de manera más detallada y
compleja ya que explica las omisiones anteriores pero, a su vez, permite una revisión más
integral de la subalternidad de las lenguas indígenas en la producción de conocimiento
académico. Nos referimos a la visión eurocéntrica que organiza los programas de las carreras de
29 Repetimos, por si fuera necesario hacerlo, que no se están objetando estas áreas de estudio sino la falta de
complementariedad con otras tradiciones del saber social y humano.
Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de
La Plata -que no deja de armar sistema, con sus especificidades e historicidades, con las carreras
en Letras de la Universidad Nacional de Rosario, la Universidad de Buenos Aires y la
Universidad Nacional de Mar del Plata construyendo una zona de referencias críticas y teóricas
de un espacio ya no sólo geográfico sino político y económico identificable como las zonas
núcleos de Argentina30-. El Profesorado en Letras se presenta así como un caso no sólo
representativo sino, además, relevante. De hecho, es la carrera de formación más prestigiada en
toda la región de la ciudad La Plata que habilita a la enseñanza de las asignaturas relativas a la
lengua y literatura en la escuela secundaria del sistema escolar.
Revisemos, con mayor detenimiento, el actual Plan de Estudios del Profesorado en Letras
de la FaHCE-UNLP. Descubrimos, en principio, unas periodizaciones que responden al patrón
eurocéntrico. Por caso, como ya se señaló, el estudio sistemático del griego y el latín (con la
obligatoriedad de tres niveles y las opciones de otros niveles, seminarios y un área de estudio
altamente desarrollada) se corresponde con la ausencia curricular de lenguas indígenas que son
las que encontramos, efectivamente, en las aulas (el guaraní, el quechua y el aymara,
principalmente); la bibliografía y las citas de autoridad de las fundamentaciones de los
programas de las materias31 responden mayoritariamente a un canon europeo y a sus perspectivas
críticas y, en escala menor, norteamericanas y a sus recortes disciplinares y opciones
metodológicas y epistemológicas; el estudio de las literaturas europeas es agrupado por países y
no así las literaturas latinoamericanas32; la ausencia casi total de una formación que no sea
enciclopédica, ilustrada y especulativa del mundo social y, por tanto, que refuerza la división de
trabajo intelectual y manual que constituye el sistema de producción dominante; la investigación,
en tal sentido, está centrada mayoritariamente en recuperar, archivar, sistematizar o glosar
Asimismo, este Plan de Estudios -como, a su vez, en este punto de la mayoría de los
profesorados y licenciaturas en ciencias humanas y sociales del país- responde al esquema
histórico construido por la Europa colonialista -que explicamos, detenidamente, en el capítulo 3
del libro- . Así la “historia de la humanidad” se iniciaría en Grecia y Roma, continuaría en la
Europa cristiana medieval y culminaría en la Europa moderna. Los otros pueblos serían, en
conclusión, pueblos sin historia (Dussel, 2000); y las naciones latinoamericanas serían -en el
mejor de los casos- epifenómenos del flujo civilizatorio occidental. Una concepción estructurada
en una matriz civilizatoria de los pueblos, las naciones, las culturas, las lenguas, etc..
Pero sobre todo esta omisión opera en el cotidiano social en el que se emplaza la misma
Facultad de Humanidades y Ciencias de Educación y hacia la institución escolar a la que se
supone está orientada la formación del Profesorado en Letras. De hecho, se produce una
disociación estructural entre la formación teórica y la realidad social y cultural a la que debe
atender la carrera. Porque lo que encontramos en el aula son fenómenos sociales y culturales que
no pueden ser reducidos a esta historia eurocéntrica desde la que se forman los profesores: en el
aula encontraremos alumnos que hablan lenguas indígenas o variedades del español en contacto,
consumos relativos a la cultura de masas, manifestaciones de las religiosidades mestizas,
repertorios narrativos sobre seres sobrenaturales y otros relatos criollos e indígenas,
concepciones que no responden a los patrones dominantes de la secularización occidental, la
presencia del cotidiano barrial en el cotidiano escolar, etc. En suma, esta disociación estructural
predispone una perspectiva “desde arriba” y “desde afuera” del cotidiano escolar y, asimismo, la
reducción a compartimentos cerrados del saber enciclopédico y eurocéntrico a mundos sociales y
culturales complejos.
Una de las premisas del eurocentrismo es que la historia mundial se reduce a procesos
intraeuropeos -lo vimos, anteriormente, en la consideración individual de las literaturas europeas
en detrimento de las latinoamericanas o de la centralidad conceptual de las llamadas “lenguas
clásicas” frente a otras lenguas-. El Plan de Estudios de las carreras de Letras actualiza esta
teleología occidental tal como lo encontramos replicado hacia dentro de muchas de las materias
que constituyen el profesorado. Por caso, en el programa de la asignatura de Griego I leemos:
La lengua griega constituye el vehículo por medio del cual es posible acceder a los bienes culturales de
una sociedad que se forja en punto de partida de la tradición occidental. La cultura griega tanto como su
literatura y filosofía, así como las instituciones de la democracia ateniense, llegan hasta nosotros a través
de su lengua y sus producciones textuales. Por ello la propuesta programática de Griego I se fundamenta
en la necesidad de introducir a los alumnos de Letras, Filosofía, Historia y Lenguas Modernas en el
conocimiento de una lengua y un pensamiento fundacionales para sus estudios posteriores. Por lo tanto, el
dominio lingüístico y el análisis filológico-literario constituyen los puntos de partida esenciales para la
tarea docente que se realiza en la cátedra (2018:1).
No es, sin embargo, una concepción desagregada de esta área de estudio. Lo recurrente
en los distintos programas de la carrera es encontrar que “lo fundacional” de nuestras culturas
estaría dado de una vez y para siempre por la cultura griega a la que se considera “punto de
partida de la tradición occidental”33. Estas ideas se orientan al recorte de una “historia universal”
sobredeterminada por una historia ideal de Europa. No debe confundirse, por cierto, “lo europeo”
en sus diversos modos de inscribirse con “lo eurocéntrico” que es un dispositivo ideológico que
organiza de una manera específica tal historicidad. A su vez, esta supuesta “historia universal”
33 Esta red tópica se repite en la mayoría de los programas del Profesorado en Letras. No podemos entenderlos, en
este recorte conceptual, como programas disociados y específicos. Por ejemplo, en la materia Introducción a la
Literatura leemos: “El presente programa está dividido en 8 unidades. Se parte de las identificaciones iniciales, en la
Antigüedad clásica, de la literatura con la Poética y la Retórica y sus derivaciones actuales, tanto en las variantes del
formalismo y la narratología, como en la omnipresencia de los mensajes persuasivos” (2018:1). Nuevamente, la
historia unilineal y teleológica que estructura la cronología eurocéntrica, sus hitos conceptuales, su “origen clásico”,
sus “derivaciones modernas”.
omite sin explicación de su porqué todo lo que queda fuera de ella: ¿por qué reducir la historia de
un país latinoamericano, por ejemplo, a dicha tradición occidental?
[…] la producción de ideas no es un mero apéndice de las relaciones económicas, políticas y sociales [...]
¿qué impacto tiene la dependencia del “prestigio internacional” construido en los “centros de excelencia”
que inclina a muchos intelectuales periféricos a delinear sus carreras académicas publicando en revistas
mainstream y escribiendo en inglés? Pues ésta es, para nosotros, la especificidad de la “dependencia
académica” que las generalizaciones abstractas y los economicismos contribuyen a obturar. Se trata de
una situación histórico-concreta observable como relación de dominación simbólica de unas
instituciones, disciplinas y lenguas dotadas de “prestigio internacional” sobre otras, marginadas de la
“ciencia universal” (Beigel, 2016:9).
34 Edgardo Lander de forma similar explica que “la formación profesional [que ofrece la universidad], la
investigación, los textos que circulan, las revistas que se reciben, los lugares donde se realizan los posgrados, los
regímenes de evaluación y reconocimiento de su personal académico, todo apunta hacia la sistemática reproducción
de una mirada del mundo desde las perspectivas hegemónicas del Norte” (Lander, 2000:65).
35 No obstante, el desafío teórico más complejo es cómo organizar una institucionalización que pueda sortear, por
un lado, toda una serie de supuestos basados en concepciones eurocéntricas, actualmente fortalecidos por un modelo
conceptual sobre las lenguas como capital. En esta serie, cada vez más se hace presente la omnipresencia e
instrumentalización de la enseñanza del inglés de modo obligatorio en los distintos ámbitos y niveles educativos tal
como Martha Elizabeth Varón Páez sostiene en relación a “las exigencias de las políticas lingüísticas
contemporáneas en torno a la enseñanza del inglés” (2014:13).
teórica que más allá de sus revisiones críticas, dé cuenta de los inevitables órdenes propositivos
del mundo social.
A modo de conclusión hay una pregunta que no puede responderse desde el paradigma de
las competencias y del capital humano: ¿es importante producir conocimiento desde una lengua
local? Se ha intentado resolver este problema con este mismo modelo teórico al afirmar que un
hablante bilingüe aprendería más rápido que un hablante monolingüe y esta “ventaja” le daría
mayor “capital simbólico”.
El problema de esta lógica es que exige la aceptación de las reglas de un mercado global
que cada vez más multiplica las asimetrías sociales y las desigualdades económicas. Las lenguas,
en este contexto, sólo se introducen en términos de “rédito económico”: ¿qué lugar ocuparía una
lengua indígena, entonces, en un país donde se margina a sus hablantes? Estas perspectivas
dominantes proponen, por ende, la suscripción automática a los estándares y requerimientos de
los países centrales y, a su vez, a la formulación de políticas educativas orientadas por los
organismos internacionales.
Para concluir, demos un ejemplo de cómo un tema que se presenta como “imposible” o
“menor” en pocas décadas podría transformarse en algo vital y central (adentro y afuera del
mundo académico). Reproducimos una anécdota sobre el euskera, la lengua del pueblo vasco,
que retomamos de Kirmen Uribe (2018):
Tras la muerte del dictador Franco, la revista Paris Match entrevistó al recién nombrado presidente
español Adolfo Suárez. Entre otras muchas cuestiones el periodista Philippe Ganier-Raymond le
preguntó:
- Su pregunta -perdóneme- es idiota. Encuéntreme en primer lugar profesores que puedan enseñar
química nuclear en vascuence. Seamos serios (Uribe, 2018: 28).