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La Doctrina de La Salvación

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LA DOCTRINA DE LA SALVACIÓN

Lewis Sperry Chafer

El significado de la salvacion
La revelación divina en cuanto a la salvación debería ser dominada por cada hijo de Dios: 1)
puesto que la salvación personal depende de ello, 2) es el mensaje que Dios ha comisionado al
creyente a proclamar al mundo, y 3) descubre la completa medida del amor de Dios.
De acuerdo a su amplio significado como se usa en la Escritura, la palabra «salvación»
representa la obra total de Dios por medjo de la cual Él rescata al hombre de la ruina eterna y la
sentencia del pecado y le confiere las riquezas de su gracia, incluyendo la vida eterna ahora y en
la gloria eternal en los cielos. «La salvación es de Jehová» (Jon. 2:9). Por lo tanto, en cada
aspecto es una obra de Dios en favor del hombre, y no es en ningún sentido una obra del hombre
a favor de Dios.
Ciertos detalles de esta empresa divina han variado de edad en edad. Estamos seguros de que,
comenzando con Adán y continuando con Cristo, aquellos individuos quienes ponen su confianza
en Dios han sido renacidos espiritualmente y hechos herederos de la gloria en los cielos. De igual
manera,la nación de Israel renacerá espiritualmente de una vez» en el tiempo de la venida del
Señor (Is. 66:8).
También se dice que las multitudes tanto de judíos como de gentiles que vivan en la tierra
durante el reino venidero conocerán al Señor desde el más pequeño hasta el más grande (Jer.
31:34). Sin embargo, la salvación ofrecida a los hombres en la edad presente no solamente está
revelada más completamente en la Biblia en cuanto a sus detalles, sino que también excede
grandemente cualquier otra obra salva-dora de Dios en las maravillas que lleva a cabo, puesto que
la salvación que se ofrece en la edad presente incluye cada una de las fases de la obra de gracia de
Dios tal como el morar, el sellar y el bautismo del Espíritu.
B. La salvacion como el remedio de Dios para el pecado
Aun cuando se hacen ciertas distinciones en la doctrina bíblica del pecado, hay dos hechos
universales que deben considerarse en primer lugar:
1. El pecado es siempre condenable, ya sea que lo cometa el salvaje o el civilizado, el no
regenerado o el regenerado. Aunque puede haber diferentes grados de castigo para el pecador (Lc.
12:47-48), todo pecado es invariablemente «pecaminoso» en sí mismo, porque constituye una
ofensa contra la santidad de Dios.
2. El único remedio para el pecado está en la sangre derramada del Hijo de Dios. Esto es tan
cierto cuando se trata de los que por medio de sacrificios de animales anticiparon la muerte de
Cristo en la cruz, como lo es de aquellos que por fe miran ahora retrospectivamente hacia el
sacrificio del Cordero de Dios.
Si la pena del pecado puede ser remitida es porque hubo otro que en su carácter de sustituto
satisfizo todas las demandas que la justicia divina tenía contra el pecador. En el antiguo orden, el
pecador no era perdonado sino hasta que el sacerdote había presentado el sacrificio cruento para
expiación, el cual anticipaba la muerte de Cristo en la cruz (Lv. 4:20, 26, 31, 35; 5:10, 13, 16, 18;
6:7; 19:22; Nm. 15:25-26, 28). Y después que el sacrificio del Hijo de Dios se ha consumado,
prevalece la misma verdad tocante a que su sangre derramada en el Calvario es la base del perdón
para todo pecador. Este es el testimonio de la Palabra de Dios:«En quien tenemos redención por
su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Col. 1:14; Ef. 1:7).
La muerte vicaria de Cristo es infinitamente perfecta en su eficacia redentora, y, por lo tanto, el
pecador que confía en Él es no solamente perdonado, sino también justificado para siempre (Ro.
3:24). Dios nunca ha tratado el pecado con lenidad. Al pecador no se le impone ninguna carga por
el perdón; pero si es perdonado se debe tan sólo a que el castigo divino por el pecado cayó con
todo su rigor sobre el Cordero de Dios (1 P.2:24; 3:18).
C. El pecado antes de la cruz y despues de la cruz
1. Se dice que el método divino de tratar con el pecado antes de La cruz fue la expiación. Según
su uso bíblico, la palabra «expiación» significa sencillamente «cubrir». «La sangre de los toros y
de los machos cabríos no puede quitar los pecados» (He. 10:4). La sangre del sacrificio indicaba
de parte del que lo ofrecía su reconocimiento de la justa pena de muerte impuesta sobre el
pecador (Lv. 1:4); y de parte de Dios era una anticipación de la sangre eficaz que Cristo
derramara en la cruz. Por el hecho de simbolizar la sangre derramada de Cristo, la sangre de la
expiación servía para cubrir el pecado como en un pacto de promesa hasta el día cuando Cristo
viniera a tratar en forma definitiva con el pecado del mundo.
Hay en el Nuevo Testamento dos pasajes que arrojan luz sobre el significado de la palabra
antiguo testamentaria expiación.
a) En Romanos 3:25 la palabra «remisión» tiene el significado de «pasar por alto», y es en
relación con este significado que se declara que Cristo demostró en su muerte que Dios había sido
justo en pasar por alto los pecados cometidos antes de la cruz y por los cuales la sangre de los
sacrificios se había vertido. Dios había prometido enviar al Cordero que sería capaz de quitar el
pecado del mundo, y en base de esta gran promesa había perdonado el pecado antes de la cruz.
Por consiguiente, por medio de la muerte de Cristo quedó plenamente demostrado que Dios ha
sido justo en todo lo que Él ha prometido.
b) En Hechos 17:30 se afirma que Dios «pasó par alto» los tiempos de esta ignorancia.
2. En Romanos 3:26 se declara cuál ha sido el método divino de tratar con el pecado después de
la cruz. Cristo ha muerto. El valor de su sacrilegio no es ya un asunto de expectación que debe
tomarse coma un pacto de promesa y simbolizarse par la sangre de las animales ofrecidos en el
altar; la sangre de Cristo ha sida derramada, y ahora lo único que se demanda de toda persona, sin
tomar en cuenta cual sea su grada de culpabilidad, es que crea en la que la gracia infinita ha
consumado para salvación del pecador. El versículo que tenemos delante revela que los juicios
que pesaban sobre cada pecador Cristo los llevó completamente en la cruz, a fin de que Dios
pudiera permanecer justo, a sea inalterable en su santidad. Aparte de todo castigo, Él justificará al
pecador que tan sólo crea en Jesús.
Como antes se ha dicho, la palabra expiación, la cual aparece sólo en el Antiguo Testamento,
significa.<pasar sobre», «pasar par alto» y (<cubrir» el pecado; pera cuando Cristo trató con el
pecado en la cruz, Él no solamente lo pasó por alto o lo cubrió. De su sacrificio infinitamente
eficaz se ha dicho: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jun. 1:29; Cal.
2:14; He. 10:4; 1 Jn. 3:5). «Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero»
(1 P.2:24). Cristo no contemporizó con el pecado, ni lo trató parcialmente en la cruz. El gran
problema existente entre Dios y el hombre fue allí solucionado en tal forma que aun la santidad
de Dios quedó plenamente satisfecha, y la única pregunta que aun permanece en pie es si el
hombre está satisfecho con lo que satisface a Dios. Aceptar la obra que Cristo realizó en el
Calvario por nosotros es creer en Él para salvación del alma.
D. Los tres tiempos de la salvacion
1. El tiempo pasado de la salvación está revelado en ciertos pasajes los cuales, cuando hablan
de la salvación, se refieren a ella siendo completamente en el pasado, o completada para el que ha
creído (Lc. 7:50; 1 Co. 1:18; 2 Co. 2:15; Ef. 2:5, 8). Tan perfecta es esta obra divina que del
salvado se dice que está salvado para siempre (Jn. 5:24; 10:28, 29; Ro. 8:1).
2. El tiempo presente de la salvación, el cual será el tema del próxirno capítulo, tiene que ver
con la salvación presente del poder del pecado (Ro. 6:14; 8:2; 2 Co. 3:18; Ga. 2:19-20; Fil. 1:19;
2:12-13; 2 Ts. 2:13).
3. El tiempo futuro de la salvación contempla que el creyente será aún salvo dentro de total
conformidad con Cristo (Ro. 8:29; 13:11; 1 P.1:5; 1 Jn. 3:2). El hecho de que algunos aspectos de
la salvación están aún por ser cumplidos para el que cree no implica que hay terreno de duda en
cuanto a su cumplimiento final; pues en ninguna parte se enseña que ningún rasgo de la salvación
depende sobre la fidelidad del hombre. Dios es fiel y, habiendo comenzado una buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6).
E. La salvacion como la obra terminada de Cristo
Cuando se contempla la obra de Dios para los hombres perdidos, es importante distinguir entre
la obra acabada de Cristo por todos, la cual está completa en una perfección infinita, y la obra
salvadora de Dios, la cual es aplicada para y en el individuo en el momento en que el cree en
Cristo.
«Consumado es» es la última frase registrada de Cristo antes de su muerte (Jn. 19:30). Es
evidente que Él no se estaba refiriendo a su propia vida, su servicio o su sufrimiento; sino más
bien a una obra especial la cual su Padre le había dado para hacer, la cual ni aun había comenzado
hasta que Él estuvo en la cruz y que fue completada cuando murió.
Esto era definidamente una obra para todo el mundo (Jn. 3:1ó; He. 2:9), y proveyó redención (1
Ti. 2:6), reconciliación (2 Co. 5:19) y propiciación (1 Jn. 2:2) para cada hombre.
El hecho de que Cristo haya muerto no salva a los hombres, pero provee una base suficiente
sobre la cual Dios, en completa armonía con su santidad, es libre para salvar aún al peor de los
pecadores. Estas son las buenas nuevas las cuales el cristiano está comisionado a proclamar a
todo el mundo. La sangre del Unigénito y amado Hijo de Dios fue lo más precioso delante de sus
ojos; sin embargo, fue el pago para el rescate del pecador. La ofensa del pecado había separado al
pecador de Dios, pero Dios proveyó a su propio Cordero para quitar el pecado para siempre. Los
santos juicios de Dios estaban contra el pecador a causa de su pecado; no obstante, Cristo fue la
propiciación para el pecado de todo el mundo.
El hecho de que todo esto esté ya terminado constituye un mensaje el cual se pide al pecador
que crea como el testimonio de Dios. Uno apenas puede creer que alguien que haya oído este
mensaje no haya experimentado un sentido de alivio de que el problema del pecado ha sido
solucionado de esta manera, y que haya respondido en un sentido de gratitud a Dios por esta
bendición gratuita.
F. La salvacion como obra salvadora de Dios
La obra salvadora de Dios, la cual se cumple en el momento en que uno cree, incluye varias
fases de la obra de Dios en la gracia: redención, reconciliación, propiciación, perdón,
regeneración, imputación, justificación, santificación, perfección, glorificación. Por medio de ella
somos hechos capaces de ser participes de la herencia de los santos (Col. 1:12), hechos aceptos en
el Amado (Ef. 1:6), hechos hijos de Dios (Jn. 1:12), hechos ciudadanos de los cielos (Fil. 3:20),
hechos una nueva creación (2 Co. 5:17), hechos miembros de la familia de Dios (Ef. 2:19; 3:15),
hechos justicia de Dios (2 Co. 5:21), hechos cercanos a Dios (Ef. 2:13) y hechos completos en
Cristo (Col. 2:10). El hijo de Dios ha sido liberado del poder de las tinieblas y trasladado al reino
del amado Hijo de Dios (Col. 1:13), y ahora posee toda bendición espiritual (Ef. 1:3).
Entre las maravillosas obras de Dios mencionadas recientemente, la culpa y la pena del pecado
han sido quitadas; puesto que se dice del que es salvo que es perdonado de todas sus
transgresiones y justificado para siempre. Dios no podría perdonar y justificar aparte de la cruz de
Cristo, pero puesto que Cristo ha muerto, Dios es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que
vienen a Él por medio de Cristo Jesús.
G. La salvacion en relacion al pecado del salvo
1. El perdón de los pecados se cumple para el pecador cuando él cree en Cristo y es una parte
de su salvación. Muchas cosas que constituyen la salvación son forjadas por Dios en el momento
que uno cree; pero el perdón nunca se recibe por parte del no salvo aparte de la obra completa de
la gracia salvadora sobre la base de creer en Cristo como Salvador.
2. En el trato divino con tos pecados del cristiano, es sólo la cuestión del pecado lo que se tiene
en vista, y el pecado del cristiano es perdonado, no sobre la base del creer para salvación, sino
sobre la base de la confesión del pecado (1 Jn. 1:9).
El efecto del pecado del cristiano, entre otras cosas, es Ia perdida de la comunión con el Padre
y con el Hijo y el contristar al Espíritu que mora en el. El hijo de Dios que ha pecado será
restaurado a la comunión, gozo, bendición y poder cuando confiese su pecado.
Mientras que el efecto del pecado sobre el creyente es la perdida de bendición, la cual puede
ser renovada por medio de la confesión, el efecto del pecado creyente sobre Dios es un asunto
mucho más seno. Pero Si no fuera por el valor de la sangre de Cristo derramada y de la presente
abogacía de Cristo en los cielos (Ro. 8:34; He. 9:24; 1 Jn. 3:1-2), el pecado separaría a los
cristianos de Dios para siempre. Sin embargo, se nos asegura que la sangre es eficáz (1 Jn. 2:2) y
la causa del Abogado es justa (1 Jn. 2:1). El santo que peca no se pierde por su pecado, puesto
que, aun cuando ha estado en el momento del pecado, el tiene un Abogado con el Padre. Esta
verdad, la cual forma únicamente las bases en las cuales cualquier cristiano siempre ha sido
mantenido salvo, lejos de animar a los cristianos a que pequen, Se presenta en la Escritura con el
fin de que el cristiano «no peque» 0 «no permanezca en pecado» (1 Jn. 2:1). La gratitud al
Salvador abogado por nosotros en los cielos debe encauzarnos a dudar seriamente antes de
rendirnos a la tentación.
H. La salvacion esta condicionada solamente por la fe
En unos 115 pasajes del Nuevo Testamento se declara que la salvación del pecador depende
sólo de creer, y en aproximadamente 35 pasajes se dice que depende de la fe, lo cual es un
sinónimo de creer. Creyendo, un individuo ejerce el deseo de confiar en Cristo. Es un acto del
hombre en su totalidad, no solamente de su intelecto o su emoción. Mientras que el asentimiento
intelectual no proviene de la fe real, y es meramente una motivación de las emociones, por lo
tanto escasa en fe, el creer es un acto definido en el cual el individuo desea recibir a Cristo por la
fe.
En todas partes la Escritura armoniza con esta abrumadora verdad. Sólo Dios puede salvar un
alma, y Dios sólo puede salvar a través del sacrificio de su Hijo. El hombre no puede sostener
ninguna otra relación para la salvación que creer en el mensaje de Dios hasta el grado de volverse
de sus propias obras para depender solamente en la obra de Dios a través de Cristo. Creer es lo
opuesto a hacer cualquler cosa; es, en lugar de ello, confiar en otro. Por lo tanto, se viola la
Escritura y toda la doctrina de la gracia se confunde cuando la salvación se hace depender de
cualquier otra cosa que no sea creer. El mensaje divino no es «cree y ora», «cree y confiesa
pecado», «cree y confiesa a Cristo», «cree y sé bautizado», «cree y arrepiéntete» o «cree y haz
restitución». Estos seis puntos añadidos se mencionan en la Escritura, y allí tienen su total
significado propuesto; pero si fueran tan esenciales para la salvación como creer, nunca hubieran
sido omitidos de ningún pasaje donde se declara la manera para ser salvo (notar Jn. 1:12; 3:16,
36; 5:24; 6:29; 20:31; Hch. 16:31; Ro. 1:1ó; 3:22; 4:5, 24; 5:1; 10:4; Ga. 3:22). La salvación es
sólo a través de Cristo y, por lo tanto, los hombres son salvos cuando le reciben como su
Salvador.
PREGUNTAS
1. ¿Por qué un hijo de Dios debe dominar la doctrina de la salvación?
2. ¿Qué se incluye en la salvación en su más amplia dimensión?
3. ¿Hasta qué grado la salvación es la misma en cada edad, y hasta qué grado es más completa en
la edad presente?
4. ¿Qué dos hechos universales se muestran en la Escritura concerniente a la relación de la
salvación del pecado?
5. ¿Cómo trataba Dios con el pecado en relación con la salvación en el Antiguo Testamento?
ó. ¿Cómo difiere el trato de Dios con el pecado después de la cruz del método del Antiguo
Testamento?
7. ¿Qué se muestra en los pasajes que tratan con la salvación en el pasado?
8. ¿Cómo se revela la salvación como una obra presente de Dios?
9. ¿Qué se contempla cuando la salvación se ve como futura?
10. Distinguir entre la obra terminada de Cristo y la obra salvadora de Dios aplicada al individuo
cuando este cree.
11. ¿Por qué es verdad que el hecho de que Cristo haya muerto no salva a todos los hombres?
12. ¿Qué debe de esperarse como una respuesta de parte del creyente cuando es salvo?
13. Nombrar algunas de las fases importantes de la obra de gracia de Dios en salvar a los hombres
que están incluidas en palabras doctrinales importantes.
14. ¿Cuáles son algunos de los aspectos de la obra de Dios cumplida cuando un individuo es
salvo?
15. ¿Cómo se relaciona la salvación con el perdón de los pecados?
1ó. En el trato con los pecados del cristiano, qué está incluido en su perdón?
17. Si un cristiano no confiesa su pecado,¿qué es lo que pierde?
18. ¿Por qué la doctrina de que Cristo es nuestro abogado en el cielo puede llevar al cristiano a
vivir una vida de pecado?
19. Exponga la base escritural que demuestra que la salvación es sólo por la fe.
20. ¿Por qué el convencimiento intelectual no es evidencia suficiente de una fe real?
21. ¿Por qué la respuesta emocional es insuficiente para la salvación?
22. ¿Por qué la fe es un acto del hombre en su integridad, intelecto, sentimientos y voluntad?
23. ¿Por qué es un error adjuntar ciertas obras al acto de creer?
24. Explicar el hecho de que las obras son un resultado de creer en la salvación y no una
condición para obtener la salvación.
25. Explicar lo que el hombre debe hacer para ser salvo.
Salvación Del Poder Del Pecado
A. LIBERACION DEL PECADO UNICAMENTE PARA LOS CRISTIANOS.
Puesto que la salvación del poder del pecado es una provisión de la gracia de Dios para los que
ya son salvos de la culpa y de la pena del pecado, la doctrina que en este capítulo consideramos
se limita en su aplicación solamente a los regenerados. Aunque ya están salvos y seguros en
Cristo, los cristianos tienen todavía la disposición a pecar y cometer pecados. De esto tenemos
pruebas abundantes en las Escrituras y en la experiencia humana. Basándose en el hecho de que
los cristianos pecan, el Nuevo Testamento procede a explicar cuál es el camino divinamente
trazado para que el hijo de Dios se libere del poder del pecado.
Por suponer que el cristiano no debiera pecar ni tener la inclinación al pecado, muchos
creyentes que no han alcanzado la madurez espiritual se alarman y confunden —y aun dudan de
su salvación— cuando descubren en su vida el poder dominante del pecado. Es una actitud
positiva que se preocupen del pecado, debido a la ofensa que éste ocasiona a la santidad de Dios;
pero en lugar de poner en duda su salvación o entregarse a la práctica del pecado, debieran
escudriñar lo que Dios en su gracia ha provisto para que los suyos puedan liberarse del dominio
del pecado.
Con excepción del plan de salvación no hay otro tema más importante que demande un
conocimiento cabal por la mente humana que el plan divino por el cual un cristiano puede vivir
para la gloria de Dios. La ignorancia y el error pueden resultar en un trágico error espiritual. En la
predicación del evangelio existe una gran necesidad de claridad en la exposición de la doctrina
bíblica de la salvación del poder del pecado.
B. EL PROBLEMA DEL PECADO EN LA VIDA DE UN CRISTIANO.
Habiendo recibido la naturaleza divina (2 P. 1:4), pero reteniendo todavía la naturaleza antigua,
cada hijo de Dios posee dos naturalezas; la una es incapaz de pecar, y la otra es incapaz de
practicar la santidad. La antigua naturaleza, algunas veces llamada «pecado» (significando la
fuente del pecado) y «viejo hombre», es una parte de la carne; porque, según el uso de la
Escritura, el término carne, cuando se usa en su sentido’ moral, se refiere al espíritu y al alma,
como también al cuerpo, especialmente en el caso del hombre no regenerado. Por esto es que el
apóstol declara: «Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien» (Ro. 7:18). Por otra
parte, teniendo en vista la naturaleza divina que es impartida al creyente, el apóstol Juan dice:
«Todo aquel que es nacido de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios»
(1 Jn. 3:9). Este versículo enseña que todo cristiano que ha nacido de Dios no practica el pecado
(el verbo en. el tiempo presente implica una acción continua). Sin embargo, debe observarse que
es en esta misma epístola donde se advierte a cada hijo de Dios que no pretenda no poseer una
naturaleza pecaminosa (1:8) o que no ha cometido pecado (1:10).
Estas dos Fuentes de actividad que el cristiano tiene en sí mismo se consideran también en
Gálatas 5:17, donde tanto el Espíritu Santo y la carne están activos en incesante y mutuo
conflicto: «Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y
éstos se oponen el uno al otro.» El apóstol no se está refiriendo en estas palabras al cristiano
carnal, sino al que es más espiritual, y aun al que no está satisfaciendo la concupiscencia de la
carne (Gá. 5:16). Este conflicto existe ciertamente en el cristiano espiritual, y si él se ve libre de
los efectos y concupiscencias de la carne, es porque está caminando bajo la dirección del Espíritu.
C. La ley como una norma de vida.
Para comprender el programa de Dios para la liberación del poder del pecado, es importante
distinguir entre la ley y la gracia como reglas de vida. La palabra «ley» se usa en la Escritura con
muchos sentidos diferentes. Algunas veces se usa como regla de vida. Cuando se usa en este
sentido, la palabra tiene varios significados.
1. Los Diez Mandamientos; escritos por el dedo de Dios sobre tablas de piedra (Ex. 31:18).
2. Todo el sistema de gobierno de Israel que incluía los mandamientos (Ex. 20:1-26), las leyes
(Ex. 21:1 - 24:11) y las ordenanzas (Ex. 24:12 - 31:18).
3. Los principios de gobierno del aun futuro reino del Mesías sobre la tierra, los cuales están
contenidos en la Ley y los profetas (MT. 5:1 - 7:29; Cf. 5:17, 18; 7:12).
4. Algunos aspectos de la voluntad revelada de Dios a los hombres (Ro. 7:22, 25; 8:4).
5. Algunas reglas de conducta establecidas por los hombres para su propio gobierno (Mt. 20:15;
Lc. 20:22; 2 Ti. 2:5). La palabra «ley» es usada también algunas veces como una fuerza en
operación (Ro. 7:21; 8:2).
6. En el Antiguo Testamento especialmente, la ley es presentada también como un pacto de
obras. Bajo este concepto de ley, su alcance se extiende más allá de los escritos del sistema
mosaico, e incluye toda acción humana intentada (en conformidad a la enseñanza de la Escritura
o no) con el objeto de conseguir el favor de Dios. La fórmula de la ley es:
«Si hacéis el bien, yo os bendeciré.» Así, el ideal supremo de una buena conducta —si se
emprende con el propósito de conseguir el favor de Dios en lugar de ser una manifestación de la
seguridad del favor por medio de Cristo— se convierte en algo puramente legal en su carácter.
7. La ley se presenta también como un principio de dependencia sobre la carne. La ley no
provee capacidad para su observancia. No se esperaba más de sus mandamientos de lo que el
hombre natural podía hacer. Sin embargo, todo lo que es acometido en la carne, es legal en su
naturaleza: los mandamientos contenidos en la ley, las exhortaciones de la gracia, o cualquier
actividad espiritual.
D. La gracia como regla de vida.
Para el hijo de Dios bajo la gracia, cada aspecto de la ley ha sido eliminado (Jn. 1:16, 17; Ro.
6:14; 7:1-6; 2 Co. 3:1-18; Gá. 3:19-25; Ef. 2:15; Col. 2:14).
1. Las ordenanzas legales del sistema mosaico y los mandamientos instituidos para el gobierno
del reino no son ahora las guías principales del cristiano. Han sido reemplazados por una regla de
conducta nueva y de gracia que incluye en sí misma todo lo que es vital en la ley, aunque la
reafirma bajo el orden y el carácter de la gracia.
2. El hijo de Dios bajo la gracia ha sido liberado del peso de un pacto de obras. Ahora él no
lucha para ser aceptado, sino que es libre como uno que es aceptado en Cristo (Ef. 1:6).
3. El hijo de Dios no está llamado ahora a vivir por la energía de su propia carne. El ha sido
liberado de este rasgo de la ley y puede vivir en el poder del Espíritu. Desde que la ley escrita fue
dada a Israel, ella pudo liberarse de los mandamientos escritos de Moisés solamente por la muerte
de Cristo. Sin embargo, tanto el judío como el gentil fueron liberados por esa muerte del
desesperado principio del mérito humano y del vano esfuerzo de la carne.
4. En contraste con la ley, la palabra «gracia» se refiere al favor inmerecido que representa el
método divino de tratamiento con el hombre que fue introducido con Adán. Bajo la gracia, Dios
no trata a los hombres como ellos se lo merecen, sino que con una misericordia y gracia infinitas,
sin hacer referencia• a lo que realmente merecen. Esto es libre de hacerlo sobre la base de que el
justo castigo por el pecado, que de otro modo su santidad podría imponer sobre los pecadores
como retribución a sus hechos, fue satisfecho por el Hijo de Dios.
Aunque el pueblo de Israel experimentó la gracia de muchas maneras, como regla de vida ellos
pasaron de una relación de gracia con Dios a una relación legal con Dios. Cuando aceptaron la
ley, como se aprecia en Éxodo 19:3-25, ellos neciamente presumieron que podrían guardar la ley
de Dios completamente ignorando su necesidad de la gracia como la única base posible de ser
aceptado delante de Dios. La experiencia de Israel bajo la ley, por consiguiente, demuestra a
todos los hombres la imposibilidad de ser liberado del poder del pecado por medio de la ley como
principio.
5. En contraste con la ley, la gracia es revelada en tres aspectos diferentes: a) salvación por
gracia, b) seguridad por medio de la gracia, y c) la gracia como una regla de vida para el salvado.
a) Dios salva a los pecadores por gracia, y no hay otro camino de salvación ofrecido a los
hombres (Hch. 4:12). La gracia salvadora es el amor sin límites y libre de Dios por el perdido en
conformidad con las exactas e invariables demandas de su propia justicia a través del sacrificio
sustitutorio de Cristo. La gracia es más que el amor; es amor que libera y hace al cristiano
triunfante sobre el justo juicio de Dios contra el pecador.
Cuando El salva a un pecador por gracia, es necesario que Dios termine con cada pecado, porque
de otro modo éstos demandarían un juicio y así dificultarían su gracia. Esto es lo que El ha hecho
en la muerte de su Hijo. También es necesario que cada obligación sea satisfecha, con este objeto
la salvación ha sido efectuada como un absoluto regalo de Dios (Jn. 10:28; Ro. 6:23; Ef. 2:8).
Además, es necesario que todo mérito humano sea eliminado, para que ninguna cosa que Dios
realice esté basada en ningún modo en los méritos de los hombres y no en su gracia soberana
solamente (Ro. 3:9; 11:32; Gá. 3:22). Ya que todo elemento humano está excluido, el evangelio
de la gracia es la proclamación de la gracia poderosa, redentora y transformadora de Dios, la cual
ofrece vida y gloria eternas a todo aquel que cree.
b) El programa divino de la seguridad por medio de la gracia demuestra que únicamente por
medio de la gracia Dios guarda a aquellos que son salvos. Habiendo provisto un camino por el
cual El puede actuar libre de sus propias demandas de justicia contra el pecado; habiendo
dispuesto la retribución de cada acción humana, y habiendo puesto a un lado eternamente todo
mérito humano, Dios ha de continuar el ejercicio de su gracia hacia el salvado para darle la
seguridad de su protección eterna. Esto es lo que El hace y al hijo de Dios se le dice que está en la
gracia (Ro. 5:2;1 P. 5:12).
c) Dios también provee una regla de vida para el salvado basada únicamente en el principio de la
gracia. Dios enseña a aquellos que están salvados y seguros la manera cómo deben vivir en la
gracia y cómo vivir para su eterna gloria. Del mismo modo como la ley ha provisto una completa
regla de conducta para Israel, así Dios ha provisto una completa regla de conducta para el
cristiano. Puesto que todas las reglas de vida que están presentadas en la Biblia son completas en
sí mismas, no es necesario que sean combinadas. Por lo tanto, el hijo de Dios no está bajo la ley
como una regla de vida, sino bajo los consejos de la gracia. Lo que él hace bajo la gracia no tiene
como objetivo conseguir el favor de Dios, sino porque él ya ha sido aceptado en el Amado. El no
está confiando en la energía de la carne, sino en la manifestación del poder del Espíritu. Es una
vida que se vive sobre el principio de fe: «Mas el justo por su fe vivirá.» Estos principios están
declarados en los evangelios y en las epístolas.
E. EL UNICO CAMINO DE VICTORIA.
Se han sugerido varias enseñanzas que pretender señalar el camino por el cual el cristiano
puede liberarse del poder del pecado.
1. Se ha dicho que el cristiano será impulsado a vivir para la gloria de Dios si observa
suficientes reglas de conducta. Este principio legalista está condenado al fracaso porque hace que
la victoria dependa de la misma carne de la cual se busca la liberación (Ro. 6:14).
2. Se ha afirmado muchas veces que el cristiano debe buscar la erradicación de la vieja
naturaleza, para así quedar permanentemente libre del poder del pecado. Pero esta teoría tiene sus
objeciones:
a) No hay base bíblica para la enseñanza de que la naturaleza adámica pueda erradicarse.
b) La vieja naturaleza es una parte de la carne, y es claro que ella debe tratarse en la misma forma
en que Dios trata a la carne. La carne es uno de los tres poderosos enemigos del cristiano: el
mundo, la carne y el Diablo. Dios no erradica el mundo, o la carne, o el Diablo; pero provee la
victoria sobre estos enemigos, por medio del Espíritu (Gá. 5:16; 1 Jn. 4:4; 5:4). De manera
semejante, El da la victoria sobre la vieja naturaleza, por medio del Espíritu (Ro. 6:14; 8:2).
c) Ninguna experiencia humana actual confirma la teoría de la erradicación, y si esta teoría fuera
verdadera, los padres en este estado engendrarían hijos no afectados por la caída.
d) Cuando se acepta la teoría de la erradicación no hay lugar ni significado alguno para el
ministerio del Espíritu que mora en cada hijo de Dios. Muy por el contrario, los cristianos más
espirituales son advertidos de la necesidad de andar en el Espíritu, rindiéndose a la voluntad de
Dios, impidiendo que el pecado reine en sus cuerpos mortales, mortificando las obras de la carne
y permaneciendo en el Señor.
3. Algunos cristianos suponen que, aparte del Espíritu y simplemente por el hecho de que ya
son salvos, podrán vivir para la gloria de Dios. En Romanos 7:15 - 8:4 el apóstol testifica de su
propia experiencia con esta teoría. El afirma que conocía lo que era el bien, pero él no sabía cómo
llevar a cabo lo que conocía (7:18). Por lo tanto, llegó a las siguientes conclusiones:
a) Que aun cuando él procuraba hacer lo mejor, era siempre derrotado por una ley que aún estaba
presente en sus miembros, rebelándose contra la ley de su espíritu (7:23);
b) que su estado era espiritualmente miserable (7:24); c) que, aun cuando ya era salvo, lo que le
dio la libertad fue la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, y no sus propias obras (8:2);
d) que la completa voluntad de Dios se cumple en el creyente, pero nunca por el creyente(8:4).
En Romanos 7:25 se declara que la libertad del poder del pecado viene por medio de Jesucristo
nuestro Señor. Puesto que se trata de un problema que atañe a la santidad de Dios, la liberación
del poder del pecado puede venir solamente por medio de Jesucristo. El Espíritu Santo no podría
ejercer dominio sobre una naturaleza caída que todavía no estuviese juzgada; pero en Romanos
6:1-10 se afirma que la naturaleza caída del creyente fue ya juzgada al ser crucificada, muerta y
sepultada con Cristo, lo que hizo posible para el Espíritu dar la victoria. Debido a esta provisión
de la gracia de Dios, el creyente puede caminar en el poder de un nuevo principio de vida que
consiste en dependen solamente del Espíritu, reconociéndose a sí mismo muerto en verdad al
pecado (6:4, 11). Por lo tanto, la liberación del poder del pecado es por el Espíritu y por medio de
Cristo.
F. Victoria por el Espíritu Santo.
Como se ha dicho en los estudios anteriores sobre la doctrina del Espíritu Santo, un creyente
puede ser liberado del poder del pecado por el Espíritu Santo.
«Si estáis caminando por medio del Espíritu, no satisfaréis los deseos de la carne» (Gá. 5:16,
lit.). La salvación del poder del pecado, al igual que la salvación de la pena del pecado, es de Dios
y, desde un punto de vista humano, depende de una actitud de fe, así como la salvación de la pena
del pecado depende de un acto de fe. El que ha sido justificado vivirá por fe —fe que depende del
poder de otro— y la persona justificada no conocerá una época en esta vida cuando necesite
depender menos del Espíritu.
Existen tres razones para una vida de dependencia del Espíritu.
1. Bajo las enseñanzas de la gracia el creyente se encuentra ante una norma de vida que
humanamente es imposible alcanzar. Siendo un ciudadano de los cielos (Fil. 3:20, un miembro
del cuerpo de Cristo (Ef. 5:30) y un miembro de la familia de Dios (Ef. 2:19; 3:15), el cristiano es
llamado a vivir de acuerdo a su elevada posición celestial. Puesto que este modo de vida es
sobrehumano (Jn. 13:34; 2 Co. 10:5; Ef. 4:1-3, 30; 5:20; 1 Ts. 5:16-17; 1 P. 2:9), el hijo de Dios
debe depender completamente del Espíritu que mora en su corazón (Ro. 8:4).
2. El cristiano se enfrenta a Satanás, el príncipe de este mundo. A causa de esto, debe
fortalecerse en «el Señor y en el poder de su fuerza» (Ef. 6:10-12; 1 Jn. 4:4; Jud. 9).
3. El cristiano posee la vieja naturaleza, la cual le es incapaz de controlar.
La Escritura revela que no solamente Dios nos salva de la culpa del pecado, sino que también
nos libera del poder del pecado. Finalmente, cuando el cristiano se encuentre en el cielo, será
liberado de la presencia del pecado.
PREGUNTAS
1. ¿Por qué la liberación del pecado es para los cristianos únicamente?
2. ¿Hasta qué punto el pecado es un problema para los cristianos?
3. ¿Qué evidencia se da en la Escritura de que el cristiano tiene dos naturalezas?
4. ¿De qué manera se relaciona el Espíritu Santo con la vieja naturaleza?
5. ¿Cuáles son algunos de los sentidos en que la palabra «ley» es usada en la Biblia?
6. ¿Hasta qué punto falla la ley en proporcionar capacidad para su observancia?
7. ¿Por qué el cristiano no está bajo el sistema de la ley mosaica?
8. ¿Por qué un cristiano no lucha para ser aceptado por Dios?
9. ¿Por qué un hijo de Dios no debe intentar vivir por medio de la energía de su propia carne?
10. Comparar las relaciones de Israel con la gracia como regla de vida con la relación de la
iglesia con la gracia como regla de vida.
11. ¿Hasta qué punto se revela la gracia en la «salvación por gracia», y cuál es la parte de Dios?
12. ¿Cómo se relaciona la gracia con la seguridad de un creyente?
13. ¿De qué manera es la gracia una regla completa de vida?
14. ¿Por qué es la ley un principio destinado al fracaso?
15. ¿Qué objeciones pueden hacerse ante la teoría de que la antigua naturaleza puede ser
erradicada?
16. ¿Por qué es erróneo el planteamiento de que solamente porque uno es salvo puede llevar
una vida cristiana fácil?
17. ¿A través de qué medios es posible la liberación del poder del pecado y cómo está
relacionada a Jesucristo y al Espíritu Santo?
18. ¿De qué manera la salvación del poder del pecado depende de la fe?
19. ¿De qué forma las inalcanzables normas de vida para un creyente hacen necesaria una vida
de dependencia del Espíritu que mora en el creyente?
20. ¿De qué forma el poder de Satanás se relaciona con la liberación del creyente?
21. ¿Por qué se necesita la liberación del poder de la antigua naturaleza?
22. Contrastar el alcance presente de la liberación del pecado con el que existirá en el cielo.
30. Cuatro Aspectos De La Justicia por Lewis Sperry Chafer
Una diferencia vital entre Dios y el hombre que la Escritura enfatiza es que Dios es justo (1 Jn.
1:5), mientras que, según Romanos 3:10, el cargo fundamental hecho a los seres humanos es que
<<no hay justo, ni aun uno>>. De la misma manera, una de las glorias de la gracia divina es el
hecho de que una justicia perfecta, semejante a la blanca e inmaculada vestidura de una novia, ha
sido provista en Cristo y es gratuitamente concedida a todos los que creen en Él (Ro. 3:22).
Las Escrituras distinguen cuatro aspectos de la justicia.
A. DIOS ES JUSTO
Esta justicia de Dios es invariable e inmutable (Ro. 3:25, 26). Él es infinitamente justo en su
propio Ser e infinitamente justo en todos sus caminos.
Dios es justo en su Ser. Es imposible que Él se desvíe de su propia justicia, ni siquiera como
por una <<sombra de variación>> (Stg. 1:17). Él no puede mirar el pecado con el más mínimo
grado de tolerancia. Por consiguiente, puesto que todos los hombres son pecadores, tanto por
naturaleza como por práctica, el juicio divino ha venido sobre todos ellos para condenación. La
aceptación de esta verdad es vital para llegar a un correcto entendimiento del evangelio de la
gracia divina.
Dios es justo en sus caminos. Debe también reconocerse que Dios es incapaz de considerar con
ligereza o con ánimo superficial el pecado, o de perdonarlo en un acto de laxitud o debilidad
moral. El triunfo del evangelio no radica en que Dios haya tratado con lenidad o blandura el
pecado; sino más bien en el hecho de que todos los juicios que la infinita justicia tenía
necesariamente que imponer sobre el culpable, el Cordero de Dios los sufrió en nuestro lugar, y
que este plan que procede de la mente del mismo Dios es, de acuerdo a las normas de su justicia,
suficiente para la salvación de todo el que cree en Él. Por medio de este plan Dios puede
satisfacer su amor salvando al pecador sin menoscabo de su justicia inmutable; y el pecador, que
en sí mismo está sin ninguna esperanza, puede verse libre de toda condenación (Jn. 3:18; 5:24;
Ro. 8:1; 1 Co. 11:32).
No es raro que los hombres conceptúen a Dios como un Ser justo; pero donde fallan a menudo
es en reconocer que cuando Él efectúa la salvación del hombre pecador, la justicia de Dios no es
ni puede ser atenuada.
B. LA AUTOJUSTICIA DEL HOMBRE
En completa armonía con la revelación de que Dios es justo tenemos la correspondiente
declaración de que ante la mirada de Dios la justicia del hombre (Ro. 10:3) es como <<trapo de
inmundicia>> (Is. 64:6). Aunque el estado pecaminoso del hombre se revela constantemente a
través de las Escrituras, no hay descripción más completa y final que la que se encuentra en
Romanos 3:9-18; y debe notarse que, como en el caso de otras evaluaciones bíblicas del pecado,
tenemos aquí una descripción del pecado como Dios lo ve. Los hombres han establecido normas
para la familia, la sociedad y el estado; pero ellas no son parte de la base sobre la cual él ha de ser
juzgado delante de Dios. En su relación con Dios los hombres no son sabios comparándose
consigo mismos (2 Co. 10:12). Porque no están perdidos solamente aquellos que la sociedad
condena, sino los que están condenados por la inalterable justicia de Dios (Ro. 3:23). Por lo tanto,
no hay esperanza alguna fuera de la gracia divina; porque nadie puede entrar en la gloria del cielo
si no es aceptado por Dios como lo es Cristo. Para esta necesidad del hombre Dios ha hecho una
provisión abundante.
C. LA JUSTICIA IMPUTADA DE DIOS
Como se ha recalcado en las discusiones previas en cuanto a la doctrina de la imputación, la
importante revelación de la imputación de la justicia de Dios (Ro. 3:22) es esencial que la
comprendamos tanto sobre los principios sobre los cuales Dios condena al pecador como sobre
los principios sobre los cuales Dios salva al cristiano. Aunque la doctrina es difícil de entender, es
importante comprenderla como uno de los mayores aspectos de la revelación de Dios.
1. El hecho de la imputación es subrayado en la imputación del pecado de Adán a la raza
humana con el efecto de que todos los hombres son considerados pecadores por Dios (Ro. 5:12-
21). Esto se desarrolla más aún en el hecho de que el pecado del hombre fue imputado a Cristo
cuando Él se ofreció coma ofrenda por el pecado del mundo (2 Co. 5:14, 21; He. 2:9; 1 Jn. 2:2).
Así también la justicia de Dios es imputada a todos los que creen, para que ellos puedan
permanecer delante de Dios en toda la perfección de Cristo. Por causa de esta provisión se puede
decir de todos los que son salvos en Cristo que ellos son hechos justicia de Dios en Él (1 Co.
1:30; 2 Co. 5:21). Siendo que esta justicia es de Dios y no del hombre y que, según lo afirma la
Escritura, ella existe aparte de toda obra u observancia de algún precepto legal (Ro. 3:21), es
obvio que esta justicia imputada no es algo que el hombre pueda efectuar. Siendo la justicia de
Dios, ella no puede ser aumentada por la piedad de aquel a quien le es imputada, ni tampoco
disminuir por causa de su maldad.
2. Los resultados de la imputación se ven en que la justicia de Dios es imputada al creyente
sobre la base de que el creyente está en Cristo por medio del bautismo del Espíritu. A través de
esa unión vital con Cristo por el Espíritu el creyente queda unido a Cristo como un miembro de
su cuerpo (1 Co. 12:13), y como un pámpano a la Vid verdadera (Jn. 15:1, 5). Por causa de la
realidad de esta unión Dios ve al creyente como una parte viviente de su propio Hijo. Por lo tanto,
Él ama al creyente como ama a su propio Hijo (Ef. 1:6; 1 P. 2:5), y considera que él es lo que su
propio Hijo es: la justicia de Dios (Ro. 3:22; 1 Co. 1:30; 2 Co. 5:21). Cristo es la justicia de Dios;
por consiguiente, aquellos que son salvos son hechos justicia de Dios por estar en Él (2 Co. 5:21).
Ellos están completos en Él (Co. 2:10) y perfeccionados en Él para siempre (He. 10:10, 14).
3. En las Escrituras se nos dan muchas ilustraciones de la imputación. Dios proveyó túnicas de
pieles para Adán y Eva y para obtenerlas fue necesario el derramar sangre (Gn. 3:21). A Abraham
le fue imputada justicia por haber creído a Dios (Gn. 15:6; Ro. 4:9-22; Stg. 2:23), y como los
sacerdotes del tiempo antiguo se vestían de justicia (Sal. 132:9), así el creyente es cubierto con el
manto de la justicia de Dios y será con esa vestidura que estará en la gloria (Ap. 19:8).
La actitud del apóstol Pablo hacia Flemón es una ilustración tanto del mérito como del
demérito imputado. Refiriéndose al esclavo Onésimo, dice el apóstol: <<Así que, si me tienes por
compañero, recíbele como a mí mismo (imputación de mérito). Y si en algo te dañó, o te debe,
ponlo a mi cuenta (la imputación de demérito)>> (Flm. 17, 18; cf. también Job 29:14; Is. 11:5;
59:17; 61:10).
4. La imputación afecta la posición y no el estado. Existe, por lo tanto, una justicia de Dios, que
nada tiene que ver con las obras humanas, que está en y sobre aquel que cree (Ro. 3:22). Esta es
la posición eterna de todos los que son salvos. En su vida diaria, o estado, ellos se hallan muy
lejos de ser perfectos, y es en este aspecto de su relación con Dios que deben <<crecer en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo>> (2 P. 3:18).
5. La justicia imputada es la base de la justificación. De acuerdo a su uso en el Nuevo
Testamento, las palabras <<justicia>> y <<justificar>> vienen de la misma raíz. Dios declara
justificado para siempre a aquel que Él ve en Cristo. Este es un decreto equitativo, ya que la
persona justificada está vestida de la justicia de Dios. La justificación no es una ficción o un
estado emotivo; sino más bien una consideración inmutable en la mente de Dios. Al igual que la
justicia imputada, la justificación es por fe (Ro. 5:1), por medio de la gracia (Tit. 3:4-7), y se hace
posible a través de la muerte y resurrección de Cristo (Ro. 3:24; 4:25). Es permanente e
inmutable, pues descansa solamente en los méritos del eterno Hijo de Dios.
La justificación es más que el perdón, porque el perdón es la cancelación de la deuda del
pecado, mientras que la justificación es la imputación de justicia. El perdón es negativo
(supresión de la condenación), en tanto que la justificación es positiva (otorgamiento del mérito y
posición de Cristo).
Al escribir de una justificación por medio de obras, Santiago se refería a la posición del
creyente delante de los hombres (Stg. 2:14-26); Pablo, escribiendo de la justificación por la fe
(Ro. 5:1), tenía en mente la posición del creyente delante de Dios. Abraham fue justificado
delante de los hombres demostrando su fe por medio de sus obras (Stg. 2:21); asimismo, él fue
justificado por fe delante de Dios por la justicia que le fue imputada (Stg. 2:23).
D. LA JUSTICIA IMPARTIDA POR EL ESPIRITU
Lleno del Espíritu, el hijo de Dios producirá las obras de justicia (Ro. 8:4) del «fruto del
Espíritu» (Ga. 5:22-23) y manifestará los dones para el servicio que le han sido dados pon el
Espíritu (1 Co. 12:7). Se establece claramente que estos resultados se deben a la obra que el
Espíritu realiza en y a través del creyente. Se hace referencia, por tanto, a un modo de vida que en
un sentido es producido por el creyente; mejor dicho, es un modo de vida producido a través de él
por el Espíritu. Para aquellos que <<no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu>>,
la justicia de la ley, la cual en este caso significa nada menos que la realización de toda la
voluntad de Dios para el creyente, se cumple en ellos.
Esto nunca podría sen cumplido por ellos. Cuando es realizada por el Espíritu, ella no es otra
cosa sino la vida que es la justicia impartida por Dios.
PREGUNTAS
1. Con relación a la justicia, ¿qué diferencia hay entre Dios y el hombre?
2. ¿Cuáles son los cuatro aspectos de la justicia revelados en las Escrituras?
3. ¿En qué sentidos Dios es completamente justo?
4. ¿Hasta qué punto llega el hombre en su auto justicia y por qué ésta es insuficiente?
5. ¿Por qué es necesaria para el hombre la justicia imputada de Dios?
6. ¿Cuáles son los resultados de la imputación de justicia en el hombre?
7. Proporcionar algunas ilustraciones bíblicas de la imputación.
8. ¿De qué manera afecta la imputación la posición y el estado ante Dios?
9. ¿Cómo se relaciona la justicia imputada con la justificación?
10. Contrastar la justificación y el perdón.
11. ¿Cuál es la diferencia entre la justificación por las obras y la justificación por la fe?
12. ¿Hasta qué punto se extiende la justicia impartida por el Espíritu?

Santificación
A. La importancia de una interpretacion correcta
La doctrina de la santificación adolece de malos entendidos a pesar del hecho de que la Biblia
provee de una revelación extensa acerca de este importante tema. A la luz de la historia de la
doctrina es importante observar tres leyes de interpretación.
1. El entendimiento correcto de la doctrina de la santificación depende de todo lo que la
Escritura contenga con relación a este tema. La presentación escritural de esta doctrina es mucho
más extensiva de lo que parece a aquel que únicamente lee el texto español; pues la misma
palabra original, griega o hebrea, que se traduce «santificar», en sus diferentes formas, se traduce
también «santo», ya sea en forma de sustantivo o de adjetivo. Por lo tanto, si vamos a contemplar
esta doctrina de las Escrituras en todo su alcance, tenemos que examinar no solo los pasajes
donde aparece la palabra «santificar», sino también aquellos donde se emplea la palabra «santo»
en sus distintas formas.
Levítico 21:8 ilustra la similitud de significado entre las palabras «santo» y «santificar» según
el uso de la Biblia.
Hablando de los sacerdotes, Dios dice: «Le santificarás, por tanto, pues el pan de tu Dios
ofrece; santo será para ti, porque santo soy yo Jehová que os santifico.» La misma palabra
original, usada cuatro veces en este texto, se traduce en tres formas diferentes: «santificarás»,
«santifico» y «santo».
2. La doctrina de la santificación no puede interpretarse por la experiencia. Solamente uno de
los tres aspectos de la santificación se relaciona con los problemas de la experiencia humana en la
vida diana. Por lo tanto, Ia enseñanza de la Palabra de Dios no debe sustituirse por un análisis de
alguna experiencia personal. Aun en el caso de que la santificación estuviese limitada a la esfera
de la experiencia humana, no habría experiencia que pudiera presentarse en forma indiscutible
como ejemplo perfecto, ni habría una explicación humana de esa experiencia que fuera capaz de
describir en su plenitud esa divina realidad. Es la función de la Biblia interpretar la experiencia,
antes que ésta pretenda interpretar la Biblia. Toda experiencia que viene por obra de Dios debe
estar de acuerdo a las Escrituras.
3. La doctrina de la santificación debe encuadrarse en el contexto de Ia doctrina bíblica. El dar
un énfasis desproporcionado a cierta doctrina, o el hábito de buscar toda la verdad siguiendo
solamente una línea de enseñanza bíblica, conduce a serios errores. La doctrina de la
santificación, al igual que cualquier otra doctrina de las Escrituras, representa y define un campo
exacto dentro del propósito de Dios, y puesto que ella tiende a fines bien determinados, sufre
tanto cuando es exagerada como cuando es presentada en forma incompleta.
B. El significado de las palabras que se relacionan con la santicación
1. «Santificar», en sus varias formas, es usada 106 veces en el Antiguo Testamento v 31 veces
en el Nuevo Testamento y significa «poner aparte», o el estado de separación. Tiene que ver con
posición y relación. La base de la clasificación es que la persona o cosa ha sido puesta aparte, o
separada de los demás en posición y relación delante de Dios, de lo que no es santo. Este es el
significado general de la palabra.
2. «Santo», en sus varias formas, es usado airededor de 400 veces en el Antiguo Testamento y
12 veces en el Nuevo Testamento, con relación a los creyentes y dando a entender el estado de
separación o ser puesto aparte, o ser separado de aquello que no es santo. Cristo fue «santo,
inocente, sin mancha, apartado de los pecadores». Por consiguiente, Él estaba santificado. Pero
hay también algunas cosas que las palabras «santo» y «santificar», en su uso bíblico, no implican.
a) No implican necesariamente Ia impecabilidad, pues leemos de «gente santa>>, «sacerdotes
santos>>, «profetas santos>>, «apóstoles santos>>, «hombres santos>>, «mujeres santas>>,
hermanos santos>>, «monte santo» y <templo santo>>. Ninguno de ellos estaba sin pecado
delante de Dios. Eran santos de acuerdo a alguna norma que constituya la base de su separación
de otros. Aun los cristianos de Corinto, quienes estaban cometiendo una gran falta, fueron
llamados santos. Muchas cosas inanimadas fueron santificadas, y éstas no podían estar
relacionadas con el problema del pecado.
b) La palabra «santo» no implica necesariamente finalidad. Todas las personas que
mencionamos en el punto anterior fueron llamadas repetidamente a unos niveles más altos de
santidad. Ellas fueron apartadas una y otra vez. Las personas o cosas llegaban a ser santas cuando
eran apartadas para un propósito santo. Así fueron ellas santificadas.
3. «Santo» se usa con relación a Israel cerca de cincuenta veces y con relación a los creyentes
alrededor de sesenta y dos veces; se aplica solo a personas y tiene que ver con su posición ante
Dios. En este caso, la palabra no se asocia con la clase de vida de los creyentes. Ellos son santos
porque han sido particularmente separados en el plan y propósito de Dios. Son santos porque han
sido santificados.
En varias epístolas (Ro. 1:7; 1 Co. 1:2) los creyentes son identificados como aquellos que son
«llamados a ser santos». Esto es muy engañoso; las palabras «llamados a ser» deberían omitirse.
Los cristianos son santos mediante el llamado de Dios. Los pasajes antes citados no están
anticipando un tiempo cuando los hijos de Dios llegarán a ser santos. Ellos ya están santificados,
apartados y, por consiguiente, ya son santos.
La santidad no es algo progresivo. Cada persona nacida de nuevo es tan santa en el instante de
su salvación como lo será en el tiempo futuro y en la eternidad. La iglesia, la cual es el cuerpo de
Cristo. ha sido llamada a apartarse, a formar un pueblo separado; ellos son los santos de esta
dispensación. De acuerdo al uso de estas palabras, todos ellos están santificados. Todos ellos son
santos. Debido a que ignoran la posición que tienen en Cristo, muchos cristianos no creen que
ellos son santos. Entre los títulos que el Espíritu da a los hijos de Dios, solo hay uno que se usa
más que el de santos. Los creyentes son llamados «hermanos» 184 veces, «santos» 62 veces y
«cristianos» solamente 3 veces.
C. Los medios de santificación
1. Por causa de su infinita santidad Dios mismo —Padre, Hijo y Espíritu—es eternamente
santificado. Él está puesto aparte y separado de todo pecado. Él es santo. El Espíritu es llamado
Espíritu Santo. Él es santificado (Lv. 21:8; Jn. 17:19).
2. Dios —-Padre, Hijo y Espíritu— santifica a otras personas.
a) El Padre santifica (1 Ts. 5:23).
b) El Hijo santifica (Ef. 5:26; He. 2:11; 9:12, 14; 13:12).
c) El Espíritu santifica (Ro. 15:16; 2 Ts. 2:13).
d) Dios el Padre santificó al Hijo (Jn. 10:36).
e) Dios santifico a los sacerdotes y al pueblo de Israel (Ex. 29:44; 31:13).
f) La voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts. 4:3).
g) Nuestra santificación de parte de Dios se efectúa: por medio de nuestra unión con Cristo (1 Co.
1:2, 30); por la Palabra de Dios (Jn. 17:17; cf. 1 Ti. 4:5); por la sangre de Cristo (He. 9:13;
13:12); por el cuerpo de Cristo (He. 10:10); por el Espíritu (1 P. 1:2); por nuestra propia elección
(He. 12:14; 2 Ti. 2:21, 22); por la fe (Hch. 26:18).
3. Dios santifica días, lugares y cosas (Gn. 2:3; Ex. 29:43).
4. El hombre puede santificar a Dios. Esto puede hacerlo al poner a Dios aparte en el
pensamiento como un Ser santo. Santificado sea tu nombre> (Mt. 6:9). Sino santificad a Dios el
Señor en vuestros corazones (1 P. 3:15).
5. El hombre puede santificarse a sí mismo. Muchas veces Dios llamó a los israelitas a que se
santificaran a sí mismos. Él nos exhorta: «Sed santos porque yo soy santo.» También: «Así que, si
alguno se limpia de estas cosas [vasos de deshonra e iniquidad], será instrumento para honra,
santificado, útil al Señor» (2 Ti. 2:21). La auto santificación se puede realizar solamente por los
medios divinamente provistos. Los cristianos son exhortados a presentar sus cuerpos como un
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Ro. 12:1). Se les exhorta a salir de en medio de los
hombres y apartarse de ellos (2 Co. 6:17). Teniendo estas promesas, ellos deben limpiarse «de
toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios> (2
Co. 7:1). «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Ga. 5:16).
6. El hombre puede santificar a personas y cosas. «Porque el marido incrédulo es santificado en
la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serian inmundos,
mientras que ahora son santos (santificados» (1 Co. 7:14). Moisés santificó al pueblo (Ex. 19:14).
«Y santificaron la casa de Jehová» (2 Cr. 29:17).
7. Una cosa puede santificar a otra. «Porque ¿Cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al
oro?» «¿Cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?» (Mt. 23:17, 19).
En esta limitada consideración de las Escrituras sobre el tema de la santificación y la santidad
se hace evidente que el significado de la palabra es separar con un propósito santo. Lo que es
puesto aparte no siempre es purificado. A veces, lo que es separado puede participar del carácter
de santidad, y en otras ocasiones esto es imposible, como cuando se trata de cosas inanimadas.
Sin embargo, una cosa que en sí misma no puede ser santa ni tampoco no santa, es tan santificada
cuando Dios la separa como lo es una persona cuyo carácter moral puede ser transformado.
También es evidente que, cuando estas cualidades morales existen, la limpieza y purificación son
requeridas, aunque no siempre (1 Co.7:14).
D. Los tres aspectos principales de la santificación
Aunque el Antiguo Testamento contiene una extensa revelación de la doctrina de la
santificación, especialmente relacionada con la ley de Moisés e Israel, el Nuevo Testamento
proporciona una clara visión de los principales aspectos de la santificación. El Nuevo Testamento
considera tres divisiones de la doctrina: 1) santificación posiciónal, 2) santificación experimental,
3) santificación final.
1. La santificación posicional es una santificación y una santidad que se efectúa por Dios a
través del cuerpo y la sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo. Los creyentes han sido
redimidos y purificados en su preciosa sangre; se nos han perdonado todos nuestros pecados y
hemos llegado a ser justos por medio de nuestra identificación con Él; justificados y purificados.
Ellos son los hijos de Dios. Y todo esto indica una separación y clasificación profunda y eterna,
por medio de la gracia salvadora de Cristo. Esta basada sobre los hechos de una posición que son
una verdad para cada cristiano. De ahí que se dice que cada cristiano esta posicionalmente
santificado y es un santo delante de Dios. Esta posición no tiene otra relación con la vida diana
del creyente que la de poder inspirarle a vivir santamente. De acuerdo a las Escrituras, la posición
del cristiano en Cristo es el incentivo más poderoso para una vida de santidad.
Las grandes epístolas doctrinales observan este orden. Declaran primero las maravillas de la
gracia salvadora, y entonces concluyen con una exhortación a los creyentes para que vivan de
acuerdo a la nueva posición que Dios les ha concedido (cf. Ro. 12:1; Ef. 4:1; Col. 3:1). No hemos
sido aceptos en nuestros propios méritos; somos aceptados en el Amado. No somos justos en
nosotros mismos: Él ha sido hecho nuestra justicia. No somos redimidos en nosotros mismos,
sino que Cristo ha venido a ser nuestra redención. No somos santificados posicionalmente por la
clase de vida que diariamente estamos viviendo; sino que Él nos ha sido hecho nuestra
santificación. La santificación posicional es tan perfecta como Él es perfecto. Del mismo modo
como Él ha sido puesto aparte, nosotros, los que estamos en Él, hemos sido puestos aparte.
La santificación posicional es tan completa para el más débil como para el más fuerte de los
santos. Depende solamente de su unión y posición en Cristo. Todos los creyentes son
considerados como « dos santos». Y también como «los santificados» (nótese Hch. 20:32; 1 Co.
1:2; 6:11; He. 10:10, 14; Jud. 1). La prueba de que, a pesar de su imperfección, los creyentes
están santificados y son, como consecuencia, santos, se encuentra en 1 Corintios. Los cristianos
de Corinto vivían una vida no santa (1 Co. 5:1-2; 6:1-8), y, sin embargo, dos veces se dice que
ellos habían sido santificados (1 Co.1:2; 6:11).
Por su posición, entonces, los cristianos son correctamente llamados «los santos hermanos», y
«santos». Ellos han sido «santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez
(He. 10:10), y son «nuevos hombres» creados «conforme a Dios en justicia y en santidad de
verdad» (Ef. 4:24). La santificación posicional y la santidad posicional son santificación y
santidad «verdaderas». En su posición en Cristo, el cristiano es justo y acepto delante de Dios
para siempre. Comparado con esto, ningún otro aspecto de esta verdad puede tener igual
importancia. Sin embargo, no debe concluirse que una persona es santa o santificada solo porque
se diga que está en una posición santa o de santificación.
Aunque todos los creyentes están posicionalmente santificados, no hay referencias en las
Escrituras a su vida diaria. El aspecto de la santificación y la santidad de la vida diaria se
encuentra en un conjunto muy diferente de porciones de la Escritura que pueden asociarse bajo el
tema de la santificación experimental.
2. La santificación experimental es el segundo aspecto de la doctrina en el Nuevo Testamento y
tiene que ver con la santificación como una experiencia para el creyente. Así como la
santificación posicional está absolutamente desligada de la vida diaria, así la santificación
experimental está absolutamente desligada de la posición en Cristo. La santificación experimental
puede depender: a) del grado de rendición del creyente a Dios, b) del grado de separación del
pecado, c) del grado del crecimiento espiritual.
a) La santificación experimental es el resultado de la rendición a Dios. La completa dedicación
de nosotros mismos a Dios es nuestro culto racional: «Así que, hermanos, os ruego pon las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio viva, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional» (Ro. 12:1). Hacienda esto, el cristiano es puesto aparte pan su
propia elección. Esta es una voluntaria separación para Dios y es un aspecto importante de la
santificación experimental. «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación» (Ro. 6:22).
Lo mismo que en el caso de la justificación y del perdón, la santificación no se puede
experimentar como sentimiento o emoción. Una persona puede disfrutar de paz y tener plenitud
de gozo por creer que él está puesto aparte para Dios. Así también, par el hecho de rendirse a
Dios, se hace posible una nueva plenitud del Espíritu, que produce bendiciones antes no
conocidas. Esto puede suceder gradual a súbitamente. Peno en todo caso no es la santificación lo
que se experimenta; es la bendición del Espíritu realizada a través de la santificación o de una
separación para Dios.
b) La santificación experimental es el resultado de la liberación del pecado. La Biblia toma en
cuenta los pecados de los cristianos de una manera completa. No enseña solamente que los que no
tienen pecado son salvos; pon el contrario, existe una exacta consideración de ellos y una
abundante provisión pana los pecados de los santos. Esta provisión puede sen preventiva y
curativa.
Hay tres provisiones divinas para la prevención del pecado en el cristiano: 1) La Palabra de
Dios con sus claras instrucciones (Sal. 119:11); 2) el ministerio actual de intercesión que Cristo
realiza desde el cielo (Ro. 8:34; He. 7:25; cf. Lc. 22:31-32; Jn. 17:1-26); y 3) el poder capacitador
del Espíritu que mona en el creyente (Ga. 5:16; Ro. 8:4). Sin embargo, si el cristiano cae en
pecado, hay un remedio provisto por Dios, y es el oficio de abogado defensor que Cristo realiza
desde el cielo en virtud de su muerte expiatoria. Solamente por este medio pueden ser guardados
con seguridad los imperfectos creyentes.
Es imperativo que Dios prevenga el pecado en el caso de cada hijo suyo, por cuanto mientras el
creyente esté en el cuerpo, conservará su naturaleza caída y será vulnerable al pecado (Ro. 7:21; 2
Co. 4:7; 1 Jn. 1:8). Las Escrituras no prometen la erradicación de esta naturaleza; en cambio,
promete una victoria permanente, momento a momento, por el poder del Espíritu (Ga. 5:16-23).
Esta victoria será realizada cuando se la reclame por fe y se cumplan las condiciones necesarias
para una vida llena del Espíritu.
Jamás se dice que la naturaleza pecaminosa misma haya muerto. Fue crucificada, muerta y
sepultada con Cristo; pero puesto que esto sucedió hace dos mil años y aún la vemos en acción, la
expresión se refiere a un juicio divino contra la naturaleza pecaminosa que fue ejecutado en
Cristo cuando Él «murió al pecado». No existe una enseñanza bíblica en el sentido de que
algunos cristianos han muerto al pecado y otros no. Los pasajes incluyen a todos los que son
salvos (Ga. 5:24; Cal. 3:3). En la muerte de Cristo todos los creyentes han muerto al pecado; pero
no todos los creyentes han tomado posesión de las riquezas provistas en aquella muerte. No se
nos pide que muramos experimentalmente, o que pongamos en práctica su muerte; se nos pide
que nos «consideremos» muertos al pecado. Esta es responsabilidad humana (Ro. 6:1-14).
Toda victoria sobre el pecado es en sí misma una separación hacia Dios y, por lo tanto, es una
santificación. Esa victoria debiera ir en aumento a medida que el creyente se va dando cuenta de
su incapacidad y comienza a maravillarse en el poder divino.
c) La experiencia de la santificación está relacionada con el crecimiento cristiano. A los
cristianos les falta madurez en la sabiduría, el conocimiento, la experiencia y la gracia. Se les dice
que deben crecer en todas estas cosas, y ese crecimiento debe sen manifiesto. Deben crecer €en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 P. 3:18). Al contemplan la
gloria del Señor como en un espeja, «omos transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
coma par el Espíritu del Señor» (2 Co. 3:18). Esta transformación tendrá el efecto de ponerlos
cada vez más lejos del pecado. En ese sentido serán más santificados.
El cristiano puede ser «irreprensible», aunque no se puede decir que no tiene faltas. El niño que
con mucho trabajo hace sus primeras letras en un cuaderno es irreprensible en la tarea realizada,
pero su trabajo no es perfecto. Podemos caminar en la medida completa de nuestro entendimiento
actual; sin embargo, sabemos que no vivimos a la altura de la mayor luz y experiencia que
tendremos mañana. Hay perfección dentro de la imperfección. Nosotros, siendo tan imperfectos,
tan faltos de madurez, tan dadas al pecada, podemos «permanecen en Él»
3. Santificación definitiva es aquel aspecto relacionado con nuestra perfección final, y la
poseeremos en La gloria. Por su gracia y par su poder transformador, Él nos habrá transformada
de tal modo —espíritu, alma y cuerpo— que seremos coma él es, seremos «cnformadas a su
imagen» Entonces nos hará entrar «prfectos»en la presencia de su gloria. Su esposa estará libre de
toda «mncha y arruga» Par lo tanto, es propia que nos «abstengamos de toda apariencia de mal. Y
el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Ts. 5:22-23).

PREGUNTAS
1. ¿Por qué es necesario tener una comprensión correcta de la doctrina de la santificación?
2. ¿Cuál es el sentido básico de la santificación en las Escrituras y qué palabras se usan para
expresarla?
3. ¿Cuáles son los peligros de interpretar la doctrina de la santificación por la experiencia?
4. ¿Cómo se puede relacionar adecuadamente la doctrina de la santificación con otras doctrinas
bíblicas?
5. ¿Hasta qué punto se menciona en la Biblia la santificación en sus diversas formas?
6. ¿Implica la santificación una perfección total en relación al pecado, a una decisión de llegar
a la santidad?
7. ¿Hasta qué punto está relacionada la santificación con la calidad de nuestra vida cotidiana?
8. ¿Por qué la santidad no está sujeta a progresos?
9. ¿En qué sentido se dice que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo santifican a las personas?
10. ¿En qué sentido santifica Dios los días, lugares y cosas?
11. ¿En qué sentido puede un hombre santificar a Dios?
12. ¿En qué sentido puede un hombre santificarse a si misma?
13. ¿.Es posible que un hombre santifique personas y cosas?
14. ¿Cómo puede una cosa santificar a otra cosa?
15. ¿Cómo se relaciona la santificación a la purificación de un objeto, en sus diversos usos?
16. ¿Cuáles son los tres aspectos importantes de la santificación?
17. ¿Cómo se efectúa la santificación posicional?
18. ¿Cuál es la relación entre santificación posicional y vida santa en las epístolas doctrinales?
19. ¿Hasta qué punto está la santificación posicional inmediatamente completa para cada hijo
de Dios?
20. ¿Cuál es la diferencia entre santificación experimental y santificación posicianal?
21. ¿De qué factores depende la santificación experimental?
22. ¿Qué relación han entre Ia rendición a Dios y la santificación experimental?
23. ¿Qué relación hay entre la santificación experimental y las emociones?
24. ¿Cuál es la relación entre la santificación experimental y la liberación del pecado?
25. ¿Cuales son las tres provisiones de Dios para que el cristiano pueda prevenir el pecado?
26. Hacer un contraste entre el método divino pana la liberación del pecado con el método
sugerido de la erradicación de la naturaleza pecaminosa del hombre.
27. ¿Es verdadero afirmar que algunos cristianos han muerto al pecado y otras no?
28. ¿Que significa el mandamiento de que nos «consideremos» muertos al pecado?
29. ¿En qué forma está relacionada la santificación experimental con el crecimiento cristiano?
30. ¿Cuál es la diferencia entre afirmar que un cristiano es «irreprensible» y afirmar que es
perfecto?
31. Hacer un contraste entre nuestra experiencia actual de santificación y nuestra santificación
definitiva en los cielos.
32. Hacer un contraste entre la posición y estado espiritual actual del creyente y su posición y
estado en el cielo.

La Seguridad Presente De La Salvación


A. LA IMPORTANCIA DE LA SEGURIDAD
En la experiencia cristiana, la seguridad de que uno es salvo por la fe en Cristo es esencial
para el cumplimiento de todo el programa de crecimiento en la gracia y el conocimiento de
Cristo. La seguridad es asunto de experiencia y se relaciona con la confianza personal en la
salvación presente. No se debe confundir con la doctrina de la seguridad eterna del creyente, que
discutiremos en el próximo capíulo. La seguridad eterna es una cuestión de doctrina, mientras la
seguridad presente es un asunto de lo que la persona cree en un momento dado acerca de su
salvación personal.
La seguridad presente depende de tres aspectos importantes de la experiencia: 1) comprensión
de que la salvación provista en Cristo Jesús es completa; 2) el testimonio confirmatorio de la
experiencia cristiana; 3) aceptación por fe de las promesas bíblicas de la salvación.
B. Comprensión de la naturaleza de la salvación
Para tener una verdadera seguridad de salvación es esencial tener una clara comprensión de lo
que Cristo obtuvo por medio de su muerte en la cruz. La salvación no es una obra del hombre
para agradar a Dios, sino una obra de Dios en favor del hombre. Depende completamente de la
gracia divina, sin tener en consideración ningún mérito humano. La persona que comprende que
Cristo murió en su favor y proveyó una salvación completa que se ofrece a cualquiera que cree
sinceramente en Cristo, puede tener la seguridad de su salvación en cuanto cumple la condición
de confiar en Cristo como Salvador. En muchos casos la falta de seguridad se debe a una
comprensión incompleta de la naturaleza de la salvación. Una vez que se ha comprendido que la
salvación es un obsequio que no puede obtenerse por esfuerzos humanos, que no puede
merecerse y que está disponible como un don de Dios para todo aquel que la reciba por fe, se ha
echado una base adecuada para la seguridad de la salvación, y la cuestión se resuelve por si sola
en la respuesta a la pregunta de si uno ha creído realmente en Cristo. Esta pregunta puede ser
respondida por las confirmaciones que se encuentran en la experiencia cristiana de una persona
que ha recibido la salvación.
Entre las diversas realizaciones divinas que en conjunto constituyen la salvación de un alma,
la Biblia da un énfasis supremo a la recepción de una nueva vida de parte de Dios. Más de 85
pasajes del Nuevo Testamento confirman este rasgo de la gracia salvadora. La consideración de
estos pasajes deja ver el hecho de que esta vida impartida es don de Dios para todo aquel que
cree en Cristo (Jn. 10:28; Ro. 6:23); es de Cristo (Jn. 14:6); es Cristo que mora en el creyente en
el sentido de que la vida eterna es inseparable de El (Col. 1:27; 1 Jn. 5:11, 12) y, por lo tanto, es
eterna como El es eterno.
C. Testimonio confirmatorio de la experiencia cristiana
Basado en el hecho de que Cristo mora en él, el creyente debe probarse a sí mismo si está en
fe (2 Co. 13:5); porque es razonable esperar que el corazón en que Cristo mora, en condiciones
normales, esté consciente de su maravillosa presencia. Sin embargo, el cristiano no es dejado a
merced de sus sentimientos e imaginaciones equívocos en cuanto a la forma precisa en que se
manifestará Cristo en su vida interior, y esto queda claramente definido en las Escrituras. Esta
revelación particular tiene un propósito doble para el cristiano que está sujeto a la Palabra de
Dios: lo protege contra la suposición de que el emocionalismo carnal es de Dios—creencia que
ha encontrado muchos seguidores en la actualidad— y establece una norma de realidad
espiritual, para alcanzar la cual deben esforzarse constantemente los cristianos.
Es obvio que una persona inconversa, aunque sea fiel en su conformidad exterior a la práctica
religiosa, jamás manifestará la vida que es Cristo. De igual manera, el cristiano carnal es
anormal en el sentido de que no tiene modo de probar por la experiencia que tiene la salvación.
Aunque la vida eterna en sí es ilimitada, toda experiencia cristiana normal es limitada por lo
carnal (1 Co. 3:1-4).
El cristiano carnal está tan perfectamente salvado como el cristiano espiritual, porque ninguna
experiencia, mérito o servicio forman parte de la base de la salvación. Aunque aún sea un bebé,
está en Cristo (1 Co. 3:1). Su obligación hacia Dios no es ejercer la fe salvadora, sino someterse
al propósito y voluntad de Dios. Es de importancia fundamental comprender que una experiencia
cristiana normal solo pueden tenerla quienes están llenos del Espíritu.
La nueva vida en Cristo que viene como resultado de ser salvo por la fe produce ciertas
manifestaciones importantes.
1. El conocimiento de que Dios es nuestro Padre Celestial es una de las preciosas experiencias
que pertenecen a quien ha puesto su confianza en Cristo. En Mateo 11:27 se declara que ninguno
conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo lo quiera revelar. Una cosa es saber algo
acerca de Dios, experiencia posible en una persona no regenerada, pero es algo muy distinto
conocer a Dios, lo que solo puede ser realizado en la medida que el Hijo lo revele, y <esta es la
vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado>
(Jn. 17:3). La comunión con el Padre y con el Hijo es algo conocido solamente por quienes
«andan en luz» (1 Jn. 1:7). Por lo tanto, una experiencia cristiana normal incluye una apreciación
personal de la paternidad de Dios.
2. Una realidad nueva en Ia oración es otra experiencia confirmatoria que conduce a la
seguridad presente. La oración asume un lugar muy importante en la experiencia del cristiano
espiritual. Se convierte gradualmente en su recurso más vital. Por medio de la acción interior del
Espíritu que mora en él, el creyente ofrece alabanzas y acciones de gracias (Ef. 5:18-19), y par
obra del Espíritu es capacitado para orar en conformidad con la voluntad de Dios (Ro. 8:26-27;
Jud. 20). Además, es razonable creer que, puesto que el ministerio de Cristo en la tierra y en el
cielo ha sido y es en gran parte un ministerio de oración, la persona en Ia cual El mora será
guiada a Ia oración en forma normal.
3. Una nueva capacidad para comprender las Escrituras es otra importante experiencia
relacionada con la salvación. Según la promesa de Cristo, el hijo de Dios entenderá por obra del
Espíritu las cosas de Cristo, las cosas del Padre y las cosas venideras (Jn. 16:12-15). En el
camino de Emaüs, Cristo abrió las Escrituras a los que lo oían (Lc. 24:32) y abrió los corazones
de ellos a las Escrituras al mismo tiempo0 (Lc. 24:45). Semejante experiencia, a pesar de ser tan
maravillosa, no es solamente para ciertos cristianos que gozan de un favor especial de Dios; es la
experiencia normal de todos los que están a cuentas con Dios (1 Jn. 2:27), puesto que es una
manifestación natural de Cristo que mora en el creyente.
4. Un nuevo sentido de Ia pecaminosidad del pecado es una experiencia normal de la persona
que es salva. Así corno el agua quita todo lo que es ajeno e inmundo (Ez. 36:25; Jn. 3:5; Tit. 3:5,
6; 1 P. 3:21; 1 Jn. 5:6-8), la Palabra de Dios desplaza todas las concepciones humanas e implanta
los ideales de Dios (Sal. 119:11), y por la acción de la Palabra de Dios aplicada por el Espíritu, la
manera divina de estimar el pecado desplaza la estimación humana. Es imposible que Cristo, que
no tuvo pecado y sudó gotas de sangre al ser ofrecido como ofrenda por el pecado, no produzca
una nueva percepción de la naturaleza corrompida del pecado en la persona en la cual mora,
cuando tiene libertad para manifestar su presencia.
5. Se recibe un nuevo amor por los inconversos. El hecho de que Cristo rnurió por todos los
hombres (2 Co. 5:14-15, 19) es la base que permite a Pablo decir: «De aquí en adelante a nadie
conocemos según la carne» (2 Co. 5:16). Dejando a un lado todas las distinciones terrenales, él
consideraba a los hombres, a través de sus ojos espirituales, como almas por las cuales Cristo
murió. Por la misma razón, Pablo no cesaba de orar por los perdidos (Ro. 10:1) y de esforzarse
por alcanzarlos (Ro. 15:20), y por amor a ellos estaba dispuesto a «anatema, separado de Cristo»
(Ro. 9:1-3). Esta compasión divina debiera ser experimentada por cada creyente lleno del
Espíritu, como resultado de la presencia divina en su corazón (Ro. 5:5; Ga. 5:22).
6. Se experimenta también un nuevo amor por los salvados. En 1 Juan 3:14 se presenta el
amor por los hermanos como una prueba absoluta de la salvación personal. Esto es razonable, ya
que por la obra regeneradora del Espíritu Santo el creyente es introducido a un nuevo parentesco
con la casa y familia de Dios. Solo en ella existe la paternidad verdadera de Dios y la verdadera
hermandad entre los hombres. El hecho de que la misma presencia divina esté en el interior de
dos individuos los relaciona en una forma vital y les otorga un lazo correspondiente de devoción.
El amor de un cristiano por otro es, de este modo, la insignia del verdadero discipulado (Jn.
13:34-35), y este afecto es la experiencia normal de todos los que son nacidos de Dios.
7. Una base suprema para la seguridad de la salvación es la manifestación del carácter de
Cristo en el creyente. Las experiencias subjetivas resultantes debidas a la Presencia divina no
estorbada en el corazón se señalan con nueve palabras: «Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza, (Ga. 5:22-23), y cada palabra representa un mar de
realidad en el plano del carácter ilimitado de Dios.
Esta es la vida que Cristo vivió (Jn. 13:34; 14:27; 15:11), es la vida de semejanza con Cristo
(Fil. 2:5-7) y es la vida que es Cristo (Fil. 1:21). Debido a que estas gracias son producidas par el
Espíritu que mora en cada creyente, esta experiencia ha sido provista para todos.
8. Las experiencias combinadas de la vida cristiana producen una conciencia de salvación por
fe en Cristo. La fe salvadora en Cristo es una experiencia bien clara. El apóstol Pablo decía
acerca de Si: «Yo sé a quién he creído» (2 Ti.
1:12). La confianza personal en el Salvador es un acto tan definido de la voluntad y una
actitud tan clara de la mente, que difícilmente podría uno engañarse al respecto. Pero Dios tiene
el propósito de que el cristiano normal esté seguro en su propio corazón de que ha sido aceptado
por Dios. El cristiano espiritual recibe el testimonio del Espíritu de que es hijo de Dios (Ro.
8:16). En forma similar, habiendo aceptado a Cristo, el creyente no tendrá más conciencia de
condenación a causa del pecado (Jn. 3:18; 5:24; Ro. 8:1; He. 10:2). Esto no implica que el
cristiano no estará consciente del pecado que comete; se trata más bien de que está consciente de
haber sido aceptado eternamente por Dios por media de la obra de Cristo (Ef. 1:6; Col. 2:13),
que es la porción de todo aquel que cree.
Al concluir la enumeración de los elementos esenciales de una verdadera experiencia cristiana,
debemos dejar claramente establecido que en todo ello queda excluido el emocionalismo
puramente carnal, y que la experiencia del creyente será normal solamente cuando anda en la luz
(1 Jn. 1:7).
D. Aceptacion de la veracidad de las promesas de la Biblia
1. La confianza en la veracidad de la Biblia y en el cumplimiento cierto de sus promesas de
salvación es esencial para tener la seguridad de la salvación. Por sobre toda experiencia y aparte
de cualquier experiencia que el cristiano pueda tener —experiencia que a menudo es muy
indefinida a causa de la carnalidad—, se ha dado la evidencia permanente de la infalible Palabra
de Dios. El apóstol Juan se dirige a los creyentes en los siguientes términos:«Estas cosas as he
escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna» (1 Jn. 5:13). Por medio de este pasaje se da seguridad a todo creyente, carnal o espiritual
por igual, para que sepan que tienen vida eterna. Esta seguridad se hace descansar, no en
experiencias cambiantes, sino sobre las cosas que están escritas en la inmutable Palabra de Dios
(Sal. 119:89, 160; Mt. 5:18; 24:35; 1 P. 1:23, 25).
Las promesas escritas de Dios son como un título de dominio (Jn. 3:16, 36; 5:24; 6:37; Hch.
16:31; Ro. 1:16; 3:22, 26;10:13), y así exigen confianza. Estas promesas de salvación forman el
pacto incondicional de Dios baja la gracia, sin exigencia de méritos humanos, sin necesidad de
experiencias humanas que prueben su verdad. Estas poderosas realidades deben sen consideradas
como cumplidas sobre la única base de la veracidad de Dios.
2. Dudar si uno realmente ha puesto su fe en Cristo y las promesas de Dios es destructivo de la
fe cristiana. Hay multitudes que no tienen ninguna certeza de haber hecho una transacción
personal con Cristo acerca de su salvación. Aunque no es esencial que uno sepa el día y la hora
de su decisión, es imperativo que sepa que ahora está confiando en Cristo sin referencia al
tiempo en que comenzó a confiar. El apóstol Pablo afirma que está «seguro que [Dios] es
poderoso para guardar mí deposito», esto es, lo que él había entregado a Dios para que se lo
guardara (2 Ti. 1:12).
Obviamente, la cura para la incertidumbre acerca de si se ha recibido a Cristo es recibir a
Cristo ahora, teniendo en cuenta que ningún mérito personal ni obra religiosa tiene valor: sólo
Cristo puede salvar. La persona que no está segura de haberse entregado a Dios pan fe para
recibir la salvación que solo Dios puede dan, puede remediar esta falta dando un paso definitivo
de fe. Este es un acto de la voluntad, aunque podría estar acompañado de la emoción y exige
necesariamente la comprensión de la doctrina de la salvación. A muchos ha ayudado el decir en
oración:«Señor, si nunca he puesto mi confianza en ti antes, ahora lo hago.» No se puede
experimentar una verdadera seguridad de salvación si no hay un acto específico de recibir por fe
a Cristo como Salvador.
3. Dudar de la fidelidad de Dios es también fatal para cualquier experiencia verdadera de
seguridad. Algunos no están seguros de su salvación porque no están seguros de que Dios los
haya recibido y salvado. Este estado mental normalmente es provocado par la búsqueda de un
cambio en los sentimientos en lugar de ponen la mirada en la fidelidad de Cristo. Los
sentimientos y las experiencias tienen su lugar, pero, coma se dijo antes, la evidencia definitiva
de la salvación personal es la veracidad de Dios. La que El ha dicho, hará, y no es piadoso ni
digno de elogio el que una persona desconfíe de su salvación después de haberse entregado en
forma definida a Cristo.
4. La seguridad de salvación, consecuente-mente, depende de la comprensión de la naturaleza
de la salvación completa de Dios para quienes ponen su con fianza en Cristo. En parte, puede
hallarse una confirmación en la experiencia cristiana, y normalmente hay un cambio de vida en
la persona que ha confiada en Cristo coma su Salvador. Es esencial que comprenda que la
seguridad de salvación depende de la certeza de las promesas de Dios y de la seguridad de que el
individuo se ha entregado a Cristo pon fe confiando en que El cumplirá estas promesas. La
persona que se ha entregado de este modo puede descansan en que la fidelidad de Dios, que no
puede mentir, cumplirá su promesa de salvar al creyente par su divino poder y gracia.

PREGUNTAS
1. ¿Cómo puede usted distinguir la doctrina de la seguridad pnesente de la doctrina de la
seguridad eterna?
2. ¿Por qué es importante la seguridad de la salvación?
3. ¿Cómo se relaciona la seguridad de la salvación con el significada de la muerte de Cristo?
4. ¿En qué forma se relaciona la seguridad con el conocimiento de que la salvación es un dan?
5. ¿En qué forma se relaciona la seguridad con el conocimiento de que la salvación es por gracia
solamente?
6. ¿Es razonable suponer que un cristiano sabrá que es salvo?
7. ¿Hasta qué punto estará sujeto a la pérdida de su seguridad de salvación un cristiano carnal?
8. ¿En qué forma se relaciona la seguridad con el conocimiento de que Dios es nuestro Padre
Celestial?
9. ¿En qué sentido constituye la realidad de la oración una experiencia confirmatoria de la
salvación?
10. Relacionan la capacidad de entender las Escrituras con la seguridad de la salvación.
11. ¿En qué sentido se relaciona la percepción de la pecaminosidad del pecado con la seguridad
de la salvación?
12. ¿En qué forma constituye una base para la segunidad la salvación el amar par los perdidos?
13. ¿Por qué da seguridad de salvación el amor por otro cristiano?
14. Relacionan el fruto del Espíritu con la seguridad de salvación.
15. ¿En qué forma ayuda a la seguridad de la salvación el poner la fe en Cristo en un acto
definido?
16. ¿En qué forma se relaciona la aceptación de las promesas de salvación en la Biblia con la
seguridad de salvación?
17. ¿Es necesario saber el momento exacto en que el creyente confió en Cristo?
18. ¿Es importante saber que ahora uno confía en Cristo coma su Salvador?
19. ¿Qué debe hacen una persona si no tiene la seguridad de la salvación?
20. ¿Qué relación hay entre Ia seguridad de la salvación y la fidelidad de Dios?

La Seguridad Eterna De La Salvación


Aunque la mayoría de los creyentes en Cristo acepta la doctrina de que pueden tener la
seguridad de su salvación en determinado momento en su experiencia, muchas veces se hace la
pregunta: « ¿Puede perderse una persona que ha sido salva?» Puesto que el temor de perder la
salvación podría afectar seriamente la paz mental de un creyente, y por cuanto su futuro es tan
vital, esta pregunta constituye un aspecto importantísimo de la doctrina de la salvación.
La afirmación de que una persona salvada puede perderse nuevamente está basada sobre
ciertos pasajes bíblicos que parecen ofrecer dudas acerca de la continuidad de la salvación. En la
historia de la iglesia ha habido sistemas opuestos de interpretación conocidos como Calvinismo,
en apoyo de la seguridad eterna, y Arminianismo, en oposición a la seguridad eterna (cada uno
denominado según el nombre de su apologista más célebre, Juan Calvino y Jacobo Arminio).
A. Punto de vista Arminiano de la seguridad.
Los que sustentan el punto de vista Arminiano dan una lista de unos ochenta y cinco pasajes
que sustentan la seguridad condicional. Entre éstos los más importantes son: Mt. 5:13; 6:23;
7:16-19; 13:1-8; 18:23-35; 24:4-5, 11-13, 23-26; 25:1-13;Lc. 8:11-15; 11:24-28; 12:42-46; Jn.
6:66-71; 8:31, 32, 51; 13:8;15:1-6; Hch. 5:32; 11:21-23; 13:43; 14:21-22; Ro. 6:11-23; 8:12-17;
11:20-22; 14:15-23; 1 Co. 9:23-27; 10:1-21; 11:29-32; 15:1-2;2 Co. 1:24; 11:2-4; 12:21-13:5;
Ga. 2:12-16; 3:4-4:1; 5:1-4;6:7-9; Col. 1:21-23; 2:4-8, 18-19; 1 Ts. 3:5; 1 Ti. 1:3-7, 18-20;2:11-
15; 4:1-16; 5:5-15; 6:9-12, 17-21; 2 Ti. 2:11-18, 22-26; 3:13-15; He. 2:1-3; 3:6-19; 4:1-16; 5:8-
9; 6:4-20; 10:19-39; 11:13-16; 12:1-17, 25-29; 13:7-17; Stg. 1:12-26; 2:14-26; 4:4-10; 5:19-20;
1 P. 5:9, 13; 2 P. 1:5-11; 2:1-22; 3:16-17; 1 Jn. 1:5 - 3:11;5:4-16; 2 Jn. 6-9; Jud. 5-12, 20-21; Ap.
2:7, 10-11, 17-26; 3:4-5, 8-22; 12:11; 17:14; 21:7-8; 22:18-19.
El estudio de estos pasajes requiere la consideración de una cierta cantidad de preguntas.
1. Probablemente la cuestión más importante que enfrenta el intérprete de la Biblia tocante a
este tema es la de poder saber quién es un creyente verdadero. Muchos de los que se oponen a la
doctrina de la seguridad eterna lo hacen sobre la base de que es posible que una persona tenga
una fe intelectual sin haber llegado realmente a la salvación. Los que se adhieren a la doctrina de
la seguridad eterna están de acuerdo en que una persona puede tener una conversión superficial,
o sufrir un cambio de vida solamente exterior, de pasos externos como aceptar a Cristo, unirse a
la iglesia o bautizarse, y aun llegue a experimentar un cierto cambio en su patrón de vida, pero
sin que haya alcanzado la salvación en Cristo.
Aunque es imposible establecer normas acerca de como distinguir a una persona salvada de
una no salva, obviamente no hay dudas al respecto en la mente de Dios. El creyente individual
debe asegurarse en primer lugar de que ha recibido realmente a Cristo como su Salvador. En esto
es de ayuda comprender que recibir a Cristo es un acto de la voluntad que puede necesitar algún
conocimiento del camino de salvación y podría, hasta cierto punto, tener una expresión
emocional, pero la cuestión fundamental es ésta: « ¿He recibido realmente a Jesucristo como mi
Salvador personal?» Mientras no se haya enfrentado honestamente esta pregunta no puede haber,
por supuesto, una base para la seguridad eterna, ni una verdadera seguridad presente de la
salvación. Muchos que niegan la seguridad eterna solo quieren decir que la fe superficial no es
suficiente para salvar. Los que sostienen la seguridad eterna están de acuerdo con este punto. La
forma correcta de plantear el problema es si una persona que actualmente es salvo y que ha
recibido la vida eterna puede perder lo que Dios ha hecho al salvarlo del pecado.
2. Muchos de los pasajes citados por los que se oponen a la seguridad eterna se refieren a las
obras humanas o la evidencia de la salvación. El que es verdaderamente salvo debiera manifestar
su nueva vida en Cristo por medio de su carácter y sus obras. Sin embargo, puede ser engañoso
juzgar a una persona por las obras. Hay quienes no son cristianos y pueden conformarse
relativamente a la moralidad de la vida cristiana, mientras hay cristianos genuinos que pueden
caer, a veces, en la carnalidad y el pecado en un grado tal que no se les puede distinguir de los
inconversos. Todos están de acuerdo en que la sola reforma moral mencionada en Lucas 11:24-
26 no es una salvación genuina, y el regreso al estado de vida anterior no es perder la salvación.
Varios pasajes presentan el importante hecho de que la profesión cristiana es justificada por
sus frutos. Bajo condiciones normales, la salvación que es de Dios se probará por los frutos que
produce (Jn. 8:31; 15:6; 1 Co. 15:1-2; He. 3:6-14; Stg. 2:14-26; 2 P. 1:10; 1 Jn. 3:10). Sin
embargo, no todos los cristianos en todos los tiempos manifiestan los frutos de la salvación. En
consecuencia, los pasajes que tratan las obras como evidencias de la salvación no afectan
necesariamente la doctrina de la seguridad eterna del creyente, ya que la pregunta decisiva es si
Dios mismo considera que una persona es salva.
3. Muchos pasajes citados para apoyar la inseguridad de los creyentes son advertencias contra
una creencia superficial en Cristo. En el Nuevo Testamento se advierte a los judíos que, puesto
que los sacrificios han cesado, deben volverse a Cristo o perderse (He. 10:26). De igual manera,
los judíos no salvados, al igual que los gentiles, reciben la advertencia de no «caer» de la obra
iluminadora y regeneradora del Espíritu (He. 6:4-9). Se advierte a los judíos no espirituales que
ellos no serán recibidos en el reino venidero (Mt. 25:1-13). Se advierte a los gentiles, grupo
opuesto a Israel como grupo, del peligro de perder por su incredulidad el lugar de bendición que
tienen en la era actual (Ro. 11:21).
4. Algunos pasajes hablan de recompensas y no de la salvación. Una persona que es salva y
que está segura en Cristo puede perder su recompensa (1 Co. 3:15; Col. 1:21-23) y recibir una
reprobación en cuanto al servicio a Cristo (1 Co.9:27).
5. Un cristiano genuino también puede perder su comunión con Dios a causa del pecado (1 Jn.
1:6) y ser privado de alguno de los beneficios presentes del creyente, tales como el de tener el
fruto del Espíritu (Ga. 5:22-23) y el de disfrutar de la satisfacción de un servicio cristiano
efectivo.
6. A causa de su descarrío, un creyente verdadero puede ser castigado o disciplinado así como
un niño es disciplinado por su padre (Jn. 15:2; 1 Co. 11:29-32; 1 Jn. 5:16), y podría llegar al
punto de quitarle la vida física. Sin embargo, este castigo no es evidencia de falta de salvación,
antes al contrario, es evidencia de que es hijo de Dios que está siendo tratado como tal por su
Padre Celestial.
7. Según las Escrituras, también es posible que un creyente esté «caído de la gracia» (Ga. 5:1-
4). Debidamente interpretado, esto no se refiere a que un cristiano pierda la salvación, sino a la
caída de una situación de gracia en la vida y Ia pérdida de la verdadera libertad que tiene en
Cristo por haber regresado a la esclavitud del legalismo. Esta caída es de un nivel de vida, no de
la obra de la salvación.
8. Muchas de las dificultades tienen relación con pasajes tomados fuera de su contexto,
especialmente en pasajes que se relacionan con otra dispensación. El Antiguo Testamento no da
una clara visión de la seguridad eterna, aunque puede suponerse sobre Ia base de la enseñanza
del Nuevo Testamento que un santo del Antiguo Testamento que era verdaderamente nacido de
nuevo estaba tan seguro como un creyente de la era actual. Sin embargo, los pasajes que se
refieren a una dispensación pasada o futura deben ser interpretados en su contexto, tal como
Ezequiel 33:7-8, y pasajes de gran importancia como Deuteronomio 28, que tratan de las
bendiciones y maldiciones que vendrán a Israel por Ia obediencia o desobediencia de la ley.
Otros pasajes se refieren a maestros falsos y no regenerados de los últimos días
(1 Ti. 4:1-2; 2 P. 2:1-22; Jud. 17-19), que son personas que aunque han hecho una profesión de
ser cristianos, jamás han llegado a tener la salvación.
9. Un cierto número de pasajes presentados en apoyo de la inseguridad han sido sencillamente
mal interpretados, como Mateo 24:13: «El que persevere hasta el fin, éste será salvo.» Esto se
refiere no a la salvación de la culpa y el poder del pecado, sino a la liberación de los enemigos y
de la persecución. Este versículo se refiere a los que sobreviven de la tribulación y son
rescatados por Jesucristo en su segunda venida. La Escritura enseña claramente que muchos
creyentes verdaderos morirán como mártires antes de la venida de Cristo y no permanecerán, o
sobrevivirán hasta que Cristo vuelva (Ap. 7:14). Este pasaje ilustra cómo puede dársele
aplicaciones equivocadas a un versículo en relación con la cuestión de la seguridad e
inseguridad.
10. La respuesta final a la cuestión de la seguridad o inseguridad del creyente está en la
respuesta a la pregunta «¿quién realiza la obra de salvación?». El concepto de que el creyente
una vez salvado es siempre salvo está basado sobre el principio de que la salvación es obra de
Dios y no descansa en mérito alguno del creyente y no se conserva por ningún esfuerzo del
creyente. Si el hombre fuera el autor de la salvación, ésta sería insegura. Pero siendo la obra de
Dios, es segura.
La sólida base bíblica para creer que una persona salvada es siempre salva está apoyada por lo
menos por doce argumentos importantes. Cuatro se refieren a la obra del Padre, cuatro a la del
Hijo y cuatro a la del Espíritu Santo.
B. La Obra Del Padre En La Salvación
1. La Escritura revela la soberana promesa de Dios, que es incondicional y promete salvación
eterna a todo aquel que cree en Cristo (Jn. 3:16; 5:24; 6:37). Obviamente Dios puede cumplir lo
que promete, y su voluntad inmutable se revela en Ro. 8:29-30.
2. El poder infinito de Dios puede salvar y guardar eternamente (Jn. 10:29; Ro. 4:21; 8:31, 38-
39; 14:4; Ef. 1:19-21; 3:20; Fil. 3:21; 2 Ti. 1:12; He. 7:25; Jud. 24). Es claro que Dios no
solamente tiene fidelidad para el cumplimiento de sus promesas, sino el poder de realizar todo lo
que se propone hacer. Las Escrituras revelan que Él quiere la salvación de los que creen en
Cristo.
3. El amor infinito de Dios no solamente explica el propósito eterno de Dios, sino que asegura
que su propósito se cumplirá (Jn. 3:16; Ro. 5:7-10; Ef. 1:4). En Romanos 5:8-11 se dice que el
amor de Dios por los salvados es mayor que su amor por los no salvos, y esto asegura su
seguridad eterna. El argumento es sencillo: si amó tanto a los hombres que dio a su Hijo y lo
entregó a la muerte por ellos cuando eran «pecadores» y «enemigos», los amará mucho más
cuando por su gracia redentora sean justificados delante de sus ojos y sean reconciliados con Él.
El sobreabundante amor de Dios por los que ha redimido a un costo infinito es suficiente
garantía de que no permitirá jamás que sean arrebatados de su mano sin que todos los recursos
de su poder infinito se hayan agotado (Jn. 10: 28-29); y, por descontado, el infinito poder de
Dios jamás puede agotarse. La promesa del Padre, el infinito poder del Padre y el amor infinito
del Padre hacen imposible que una persona que se haya entregado a Dios el Padre por la fe en
Jesucristo pierda la salvación que Dios opero en su vida.
4. La justicia de Dios también garantiza Ia seguridad eterna de quienes han con fiado en Cristo
porque las demandas de la justicia divina han sido completamente satisfechas por la muerte de
Cristo, porque El murió por los pecados de todo el mundo (1 Jn. 2:2). Al perdonar el pecado y
prometer la salvación eterna, Dios esta actuando sobre una base perfectamente justa. Al salvar al
pecador, Dios no lo hace sobre la base de la lenidad y es perfectamente justo al perdonar no
solamente a los del Antiguo Testamento que vivieron antes de la cruz de Cristo, sino a todos los
que vivan después de la cruz de Cristo (Ro. 3:25-26). Consecuentemente, no se puede dudar de
la seguridad eterna del creyente sin poner en tela de juicio la justicia de Dios. Así tenemos que se
combinan su fidelidad a sus promesas, su poder infinito, su amor infinito y su justicia infinita,
para dar al creyente la absoluta seguridad de su salvación.
C. La Obra Del Hijo
1. La muerte vicaria de Jesucristo en la cruz es garantía absoluta de la seguridad del creyente.
La muerte de Cristo es la respuesta suficiente al poder condenatorio del pecado (Ro 8:34).
Cuando se alega que el salvado puede perderse nuevamente, generalmente se hace sobre la base
de algún posible pecado. Esta suposición necesariamente procede del supuesto de que Cristo no
llevo todos los pecados que el creyente cometa, y que Dios, habiendo salvado un alma, puede
verse sorprendido y desengañado por un pecado inesperado cometido después de la salvación.
Por el contrario, la omnisciencia de Dios es perfecta. El conoce de antemano todo pecado o
pensamiento secreto que pueda oscurecer la vida de un hijo suyo, y la sangre expiatoria y
suficiente de Cristo fue derramada por aquellos pecados y Dios ha sido propiciado por la sangre
(1 Jn. 2:2).
Gracias a la sangre, que alcanza para los pecados de los salvados y no salvados, Dios está en
libertad de continuar su gracia salvadora hacia los que no tienen méritos. El los guarda para
siempre, no por amor a ellos solamente, sino para satisfacer su propio amor y manifestar su
propia gracia (Ro. 5:8; Ef. 2:7-10). Toda condenación es quitada para siempre por el hecho de
que la salvación y la preservación dependen solamente del sacrificio y los méritos del Hijo de
Dios (Jn.3:18; 5:24; Ro. 8:1; 1 Co. 11:31-32).
2. La resurrección de Cristo, cono sello de Dios sobre la muerte de Cristo, garantiza la
resurrección y la vida de los creyentes (Jn. 3:16; 10:28; Ef. 2:6). Dos hechos vitales conectados
con la resurrección de Cristo hacen que la seguridad eterna del creyente sea cierta. El don de
Dios es vida eterna (Ro. 6:23), y esta vida es la vida de Cristo resucitado (Col. 2:12; 3:1). Esta
vida es eterna como Cristo es eterno y no se puede disolver ni destruir así como Cristo no puede
disolverse ni destruirse. El hijo de Dios también es hecho parte de la nueva creación en la
resurrección de Cristo por el bautismo del Espíritu y la recepción de la vida eterna. Como objeto
soberano de la obra creativa de Dios, la criatura no puede hacer que el proceso de creación
vuelva atrás, y por cuanto está en Cristo como el último Adán, no puede caer, porque Cristo no
puede caer. Aunque son evidentes los fracasos en la vida y experiencia cristiana, éstos no afectan
la posición del creyente en Cristo que es santo merced a la gracia de Dios y a la muerte y
resurrección de Cristo.
3. La obra de Cristo como nuestro abogado en los cielos también garantiza nuestra seguridad
eterna (Ro. 8:34; He. 9:24; 1 Jn. 2:1). En su obra de abogado o representante legal del creyente,
Cristo invoca la suficiencia de su obra en la cruz como base para la propiciación, o satisfacción
de todas las demandas de Dios al pecador, y así efectuar la reconciliación del pecador con Dios
por medio de Jesucristo. Dado que la obra de Cristo es perfecta, el creyente verdadero puede
descansar en la seguridad de la perfección de la obra de Cristo presentada por El mismo como
representante del creyente en el cielo.
4. La obra de Cristo como nuestro intercesor suplementa y confirma su obra como abogado
nuestro (Jn. 17:1-26; Ro. 8:34; He. 7:23-25). El ministerio actual de Cristo en la gloria tiene que
ver con la seguridad eterna de los que en la tierra son salvos. Cristo, al mismo tiempo, intercede
y es nuestro abogado. Como intercesor, tiene en cuenta la debilidad, la ignorancia y la inmadurez
del creyente, cosas acerca de las cuales no hay culpa. En este ministerio Cristo no solamente ora
por los suyos que están en el mundo y por todas sus necesidades (Lc. 22:31-32; Jn. 17:9, 15, 20;
Ro. 8:34), sino que, sobre la base de su propia suficiencia en su sacerdocio inmutable, garantiza
que serán conservados salvos para siempre (Jn. 14:19; Ro. 5:10; He. 7:25).
Tomada como un todo, la obra de Cristo en su muerte, resurrección, abogacía e intercesión
proporciona una seguridad absoluta para quien está de este modo representado por Cristo en la
cruz y en el cielo. Si la salvación es una obra de Dios para el hombre y no una obra del hombre
para Dios, su resultado es cierto y seguro y se cumplirá la promesa de Juan 5:24 de que el
creyente no <<vendrá a condenación’.
D. Obra Del Espíritu Santo
1. La obra de regeneración o nuevo nacimiento en que el creyente es hecho participe de la
naturaleza divina es un proceso irreversible y obra de Dios (Jn. 1:13; 3:3-6; Tit. 3: 4-6; 1 P. 1:23;
2 P. 1:4; 1 Jn. 3:9). Así como no hay reversión para el proceso de creación, no puede haber
reversión para el proceso del nuevo nacimiento. Por cuanto es una obra de Dios y no del hombre,
y se realiza completamente sobre el principio de la gracia, no hay una base justa o razón por la
que no deba continuar para siempre.
2. La presencia interior del Espíritu en el creyente es una posesión permanente del creyente
durante La edad presente (Jn. 7:37-39; Ro. 5:5; 8:9; 1 Co. 2:12; 6:19; 1 Jn. 2:27). En las épocas
anteriores a Pentecostés no todos los creyentes poseían el Espíritu en su interior aun cuando
estaban seguros de su salvación; sin embargo, en la era actual el hecho de que el cuerpo del
creyente, aunque sea pecador y corrupto, es templo de Dios, se constituye en otra evidencia
confirmatoria del inmutable propósito de Dios de acabar lo que comenzó al salvar al creyente.
Aunque el Espíritu pueda ser contristado por pecados no confesados (Ef. 4:30) y pueda ser
apagado en el sentido de ser resistido (1 Ts. 5:19), jamás se insinúa que estos actos causen la
pérdida de la salvación en el creyente. Antes bien, ocurre que el mismo hecho de la salvación y
de la presencia continua del Espíritu Santo en el corazón se constituye en la base para el llamado
a volver a caminar en comunión y conformidad con la voluntad de Dios.
3. La obra del Espíritu en el bautismo, por La cual el creyente es unido a Cristo y al cuerpo de
Cristo eternamente, es otra evidencia de la seguridad. Por el ministerio bautismal del Espiritu, el
creyente es unido al cuerpo del cual Cristo es la Cabeza (1 Co. 6:17; 12:13; Ga. 3:27) y, por lo
tanto, se dice que está en Cristo. Estar en Cristo constituye una unión que es a la vez vital y
permanente. En aquella unión las cosas viejas —posición y relaciones que eran base de la
condenación— pasaron, y todas las posiciones y relaciones se han hecho nuevas y son de Dios
(2 Co. 5:17, 18). Al ser aceptado para siempre en el amado, el hijo de Dios está tan seguro como
aquél en quien está, y en quien permanece.
5. La presencia del Espíritu Santo en el creyente se dice que es el sello de Dios que durará
hasta el día de la redención, el día de La traslación o resurrección del creyente (2 Co. 1:22; Ef.
1:13-14; 4:30). El sello del Espíritu Santo es obra de Dios y representa la salvación y seguridad
de la persona así sellada hasta que Dios complete su propósito de presentar al creyente perfecto
en el cielo; por lo tanto, es otra evidencia de que una vez salvado el creyente es siempre salvo.
Tomada como un todo, la seguridad eterna del creyente descansa sobre la naturaleza de la
salvación. Es obra de Dios, no. obra de hombres. Descansa en el poder y la fidelidad de Dios, no
en la fortaleza y fidelidad del hombre. Si la salvación fuera por obras, o si la salvación fuera una
recompensa por la fe como una buena obra, seria comprensible que se pusiera en dudas la
seguridad del hombre. Pero, puesto que descansa sobre la gracia, y las promesas de Dios, el
creyente puede estar confiado en su seguridad y, con Pablo, estar «persuadido de esto, que el que
comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1:6).
Entonces se puede concluir, de este gran cuerpo de verdad, que el propósito eterno de Dios,
que es para preservación de los suyos, no podrá jamás ser derrotado. Con este fin ha previsto
cualquier obstáculo posible. El pecado, que podría producir, separación, ha sido llevado por un
sustituto que, con el fin de que el creyente sea guardado, invoca la eficacia de su muerte ante el
trono de Dios. La voluntad del creyente queda bajo el control divino (Fil. 2:13), y toda prueba o
tentación es templada por la infinita gracia y sabiduría de Dios (1 Co. 10:13).
No se puede enfatizar con suficiente fuerza que, aunque en este capítulo se han tratado la
salvación y la preservación en la salvación como empresas divinas separadas, como una
adaptación a la forma usual de hablar, la Biblia no hace tal distinción. Según las Escrituras, no
hay salvación propuesta, ofrecida a emprendida baja la gracia, que no sea infinitamente perfecta
y permanezca para siempre.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué es importante para el creyente la cuestión de la seguridad eterna?
2. ¿Cuáles son las posiciones opuestas del calvinismo y el arminianismo en la cuestión de la
seguridad eterna?
3. Aproximadamente, ¿cuántos pasajes presentan los arminianos diciendo que enseñan la
doctrina de la seguridad condicional?
4. ¿Al estudiar estos pasajes, ¿cuál es la pregunta más importante?
5. ¿En qué están de acuerdo todas las partes en la cuestión de la seguridad?
6. ¿Hay dudas en la mente de Dios acerca de quiénes son salvos?
7. ¿Es cierto que la fe superficial no basta para salvarse?
8. ¿Como evalúa los diversos pasajes citados en oposición a la seguridad eterna y que presentan
las obras humanas coma evidencia de la salvación?
9. ¿Deben considerarse las advertencias contra una fe superficial como advertencias contra la
posibilidad de perder la salvación?
10. ¿Es posible que un cristiano pierda su recompensa en el cielo y aún sea salvo?
11. ¿Es posible que un cristiano genuino pierda la comunión con Dios y todavía sea salvo?
12. ¿Es posible que un creyente verdadero sea castigado a disciplinado y todavía sea salvo?
13. ¿Como explica usted la expresión «caer de la gracia» en relación con la salvación cristiana?
14. ¿Por qué hay dificultad en pasajes del Antiguo Testamento en la cuestión de la seguridad
eterna?
15. ¿Cómo explica usted Mateo 24:13?
16. ¿Por qué la seguridad a inseguridad dependen de la pregunta «¿Quién realiza la obra de
salvación?»
17. ¿Cuáles son las cuatro obras del Padre que apoyan la seguridad eterna?
18. ¿Por qué las obras de Dios Padre en la salvación por sí solas garantizan la seguridad eterna?
19. ¿Cuáles son las cuatro obras de Dios el Hijo que apoyan la doctrina de la seguridad eterna?
20. ¿Cómo se relaciona la muerte de Cristo con Ia seguridad eterna?
21. ¿Cómo se relaciona la resurrección de Cristo con la seguridad eterna?
22. ¿Cómo se relacionan las obras de Cristo coma intercesor y abogado con la seguridad eterna?
23. ¿Cuáles son las cuatro obras del Espíritu Santo en relación con la seguridad eterna?
24. ¿Es el nuevo nacimiento un proceso reversible?
25. ¿Existe el caso de alguien que haya nacido de nuevo más de una vez en las Escrituras?
26. ¿Como se relaciona la presencia interior permanente del Espíritu con la seguridad eterna?
27. ¿Puede perder el Espíritu un creyente de la era actual?
28. ¿Qué se consigue por obra del Espíritu en el bautismo en relación con la seguridad?
29. ¿En qué forma es una promesa de seguridad la promesa del Espíritu como sello hasta el día
de la redención?
30. ¿Resumir las razones par que la seguridad eterna descansa sobre la naturaleza de la salvación
coma obra de Dios?
31. ¿En qué forma incluye el aspecto de la seguridad del creyente la naturaleza de la salvación?

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