El Derecho de Matar Cuentos Revolucionarios Magda Portal
El Derecho de Matar Cuentos Revolucionarios Magda Portal
El Derecho de Matar Cuentos Revolucionarios Magda Portal
..
- .
.. .
· p e I í g ·r o 8 o !
para
...
.
íos burgueses de la literatura .
....... ........
. . ..
~ •.
•
,. .
1
,. • •
es prqpied~d , de los·• • «
ji' •
.,
. .
...... -
' .
. '
copyright by ~'agitacion" .
/
""· .- . - ·"-
. a .·
/
· henry .barbusse
•
~ 1 ªJ
"las tres tragedias del lamparero alucinado"
de
sif¡mon remeyi'ck
56657
"vidrios de amOr"
magda portal
"]os espejos envenenados" ·
· ·. . ". . sercifir: ~el
;.
mar.
. . ~ ~, ~· 1 :f. ~. ...:., • e_ r.S .• . i . . ~~ ..
,..:. • .J -~ ;' • '· »ii~ ' 1 • ::' ~- h:<;~ ·~
•
.. ,
EJ super cosmopolitismo de
. .
m1 am.lgo
I •
' 1
• 1 1
f • '
voceaban los más importantes diarios, sus ojos eran el ecran ele los rá-
pidos y llegó con l_a s puertas abiertas de su alma al Perú
Del"echo 3
EJ. viento
.. Era el siglo XX.
Los aeroplanos, los automóviles, los rayos X, el radio, la ·adivina-
eión del pensamiento, desconcertando -el sentido de la Vida, creaban •
una nueva lógica, sobre la ilógica. Surgían Einstein, Spengler Cu-..
i·ie, Voronoff
Cristo. miraba desde HU retiro espiritual. Y a no los papiros del
viejo Egipto, socababan los buzos de sus ojos. Estos pigmeos de los
hombres, sabían más que Prometeo el ladrón del luminoso secreto
Revolvía la bola del mundo entre sus dedos de misántropo ce-
- leste, como otra vez la conciencia de los hombres-niños, para amasar
í la primera revolución de amo1·.- Y se le tostaban las manos con la
guerra t\urGpea
De repente, en la mancha blanca de Rusia, chorreaban ríos de
lágrimas, como para deshacer la Siberia. Y. de todo el globo se eleva·-
han los vahos de h angustia, produciéndole el vértigo de los abismos
Ül'isto se hizo nif1o y bajó
Pero bajó en el vienfre de una bella bm·guesa que no conocía
sino los deberes de la mujer-la obedienéia y la reprvducción de la es-
pecie-y cuyo marido cargaba los distintivos de l~s asesinos impunes:
los galones ~mi1ifa1·es. Y bajó sin memoria. Grande virtud de los
creadores
Fué niño hermoso, bien cuidado, y hastá ayudó a su padre
a eseupir en la cara después de haber pisoteado la dignidaii
de un hombre del pueblo. Pel'O de pronto en los ojos del hombre ~e
incendiaron dos hojas de puüal para gritar: militares! ya caerán
Y en el corazón de Cristo de ocho años se despertó SACHA
YEG-ULEV.
•
\
d.erecJ1() de n1atar
Derecho 5
•
. ..
...
I
•.
Circulos vio]eta
¡ :
.,
/ # Le miró largo i;ato recostada en {m árbol
Después envolvió a la niña en su amplio abrigo·,
y sencillamente, la arrojó .
' lll
El río se :tbríó en un punto para dejar pasar a la huésped-y ~0
volvió a cer}:ar
Solo un instante se quebraron las estrellas en sus ondas revueltas
La MADRE tomó el regreso a su posada- · bañada de iudiferencia-
. .
Se insinuaba la aurora-como en los ojos de la niña ·
Todos los pájaros lloraban
EJ pirata sideral
Era este como todos los hombres ... ? N ó-Tenía en su faz el
misterio de sus miradas, tenía el misterio de poseer alma de pirata, eu
cuyo8 labios danzaba la vida, tenía · el misterio sal va}· de su hm aña
·amistad. , .
Era silencioso cqmo las aves en presencia dd hombre; pero sus
ojos revoluGionarios querían dominar el universo con lós puentes q.ue
8e están levantando para unir los Continentes
A Yeces era ruiseñor que cantaba su trova pai·a.lela h~sta que-
nn día aprendió a llorar en los labios de una mujer .y desde entonces
por la ruta perdida se alarga como una sombra llevando la constelación
apagada en su pedazo de carne, donde han bebido su eanto todos los
hu..hos que muerden los diálogos subterráneos encaramados sobre los
pe1:1sativos muros- .
1 Era un cazador de estrellas sobre el pano'ram_a de su pensamien-
fo, masticando el tiempo falso sobre las ciudades levantadas en la pal-
fna de sns manos -- con el único gran sentido del hombre: La COM.,
PRENSION~pero daba alaridos horribles por falta de alegría hasta
que la gente huyó de éL
Solo. · , •
En las ciudades de sus ojos fumaban Jos marinos toda ln músi ..
'-'ª del Univeeso con las redes tendidas a la VIDA.
1 .
La sonrisa de Cristo
. \.
. I •
Amarl ... ¿A qué entonces mis luchas?... La Humanidad está sola co-
mo rebaño en el yermo arenado y traidor. Yo soy su guía... Y ya no
tengo corazón ... Yo disequé la carne ...
<< Deliras. .. Te ~ngañas y te pierden tus temores... Si el mun-
do se salva, olvidará tu nqmbre y nada te dará en pago de tu inmola-
ción ... »
«No ilnportá! Yo vine a eso: sacrificarlo todo porque los hom- ,
bres creyeran en una luz, porque se reconocieran hermano~ y cesaran
sus odios mortales. Porque tuvieran esperanza, puerta abierta hacia
a Dios... Y después, nada he sacrificado porque nada quería para
mí. .. Todo es. perecedero ba.jo el sol. ..Mi credo hará una religión de
amor y de fé, y como antorcha luminosa e ideal, alumbrará la ruta, y
la humanidad caminará confiada.. . Quiero cumplir! ...
E irguióse el Fuerte.
Sobre el picacho altivo le envolvió la última llamarada de sol y
su túnica blanca se iluminó en un tr.ágico inc~ndio. Empezaba la no-
che, sin aves ya, en misterioso silencio. Y Cristo, tendidas las manos
hacia el pequeño mundo que tenía a sus pies, alta la frente aureolada,
cerró los párpados y sonrióse. Sonrióse largamente.
En el aire flotaban las vestes albas cual si fueran dos alas pre-
parándose al vuelo ...
La multitud imantada le seguía.
Suave su decir, como reguero de estrellas en el sereno azul, co-
mo remanso de agua fresca, como blando pan: ponía lágrimas en los
ojos ·y quietud inefable en los espíritus proste1nados de los hombres.
La pregunta de hacía siglos halló respuesca. No más congojas
ni temores. El hombre iluminado les hablaba, y todos los ojos mira- .
ban la ruta ideal que conduce hacia la bienaventuranza.
Derecho 8
«Yo soy el Buen Pastor que amo a mis ovejas y las defiendo de
todos los peligros ... '»
«Venid a mí los faltos, los enfermos de pena. Yo os diré pala-
bras de consuelo y surgirá una nu2va aurora para vuestro corazón.
Que no se hizo el pan para lo.s hartos, sino para los que han hambre ... »
y al conjuro ae su voz, ab3,11donaban su. lecho los enfermos, y
su tumba los muertos. Besaban los hombres el borde de su traje y
las mujeres le ungían los pies cori esencias.
«¡Hosanna! ... Bendito sea el que viene en nombre del Señor.
El eterno nos lo envía para nuestra salvación... He aquí que se m1m-
plen las profecías y llega el hijo del hombre ... » ·
Cristo tendida la mirada sobre el humano mar que rebullía a
s-µs pies se sonreía.
«En verdad, en verdad os digo que todo el que creyera en mí se
salvará. Porque vine de parte de mi Padre que está en los cielos, a
mostraros la verdadei·a senda de la luz y de la vida ».
/
' 1
·•
Navidad ·
Yo era siempre el mismo, con las miradas turbias de melanco . ... .
lía, sin saber donde poner en los días en blanco la muerte q ne tengo
en la espa.lda-Dnnzaban los 12 números del reloj en círculo roto para
disparar el peso de los insultos al azoramiento de mis débiles años-
8 tristes figuras que se pasaron.
En los días sin nombre, porque se habían olvidado en mi ca-
lendario, desfilaban las fiestas sin dejar huella, como un peregrino por
el camino. . ,
Los niños de la escuela, palpitantes de alegría llegaban como
pájaros a cantar bajo el sol de otoño, trayendo en las manos los clari-
nes del entusiasmo y los tamboriles de la danza infantil con los vesti-
dos color de mañana boreal donde yo no podía llegar con mi traje de
percala sin bolsillos, porque nunca tenía nada
Esto era en todas las fiestas-Y un día de diciembre ve ví
danzar a todos los niños bajo el olor de los ponches de almendr~ con
sus árboles de navidad SOL0 1YO NO TENIA-Por qué se olvida-
rían de mí?
NO!
Y o buscaba siempre -en los días las lágrimá.s de mi r:nadre que
corrieron por mis ojos, yo buscaba en las noches los suspiros para llevar
muy de madrugada al mercado donde nadie me quería comprar-Y
~quel día de Jesús yo salí gritando mi corazón, pero nadie me quería
comprar también ·
Y o vi danzar a los niños bajo el olor de los ponches de almen- --
dra con sus árboles de navidad
2
Mis hermanos menores se hacían llorar jugando con sus som-
bras en el patb donde llovía el sol, esperando con los ojos prendidos
en la puerta la llegad!1 de algún mensajero.
Mamá también esperaba, no la llegada del mensajero, sino mi
llegada
Cuando yo asomé a la puerta con mi cara de niño pobre ví a
mis hermanos que se rieron por primera vez en su vida, péro mamá se
puso a llorar y yo támbién sin saber por qué .
· En el cuarto se hacian señas las sombras y de la pared, el ancia-
no reloj con su voz gangosa nos lacraba el corazón con la angustia de
nuestras vidas miserables
3
EL SOL DE NAVIDAD QUEMABA LOS ÁRBOLES Y LAS
HOJAS CAIAN COMO P AJAROS
HERIDOS A PICOTEAR NUES-
TRO DOLOR-
' (
El MotiV6
« . . .... . .. Tenía hambre y quería pedir perdón. Pensais? Per-
dón. Por qué? .. .Yo no sabía, pero junto con la idea de mis mandíbulas
inactivas y de mi estómago espectante y vulgar, salía el vocablo amar-
gado, fácil: «Perdonadme »! No comprendía por qué - ·
,. Era la mañana bellamente nublada. Si no hubiera dejado de
comer tantos días, seguramente mis dedos no estarían morados, cris-
poso...s, sec()S. Y hubiera sentido un dulce goce artistico viendo diluirse
los contornos agudos de las <nsas en L:t bruma azula.da, Pero nó. Tenia
frio, y a la vez con mi vagoroso deseo de comer, salía la queja: «per-'
dón »1 Que? Es que Ciener hambre es pecado y hay que arrepentirse?
· La palabra me humillaba. Por qué subia asi bajita, medrosa, del cora-
zón a los l: bios? Y no es que yo tuviera envidia. Pasaban gentes ale-
gres, niños aiegres, gordos, satisfechos. Pasaban autos con choferes
robustos, cugos labios destilaban el delicioso humito tibio del _cigarro.
Y o no pensaba que ellos, todos, estaban eón los estómagos colmados.
Derecho 9
t. -.
Yo solo sabía que mí estómago estaba vacío ... .. _Y al pasar por los res~
taurnntes, me imaginaba que las viandas eran criminales de ofrecerse
. a mis ojo$ asi, teLtadoras, llamati v:is ... Y nuevamente pedía perdón ...
Fué antes de todo. Por la mañana. Por la noche ya, luego de una lar-
ga vagancia llena de presentimientos inútiles, al fin, la amarga e iróni-
ca palabra que carcomia mi corazón injustamente, se modeló, tomó re-
lieves. Y supe que mi perdón 'tenía causa. Era fatal. Se adelantaba.
Entonees fuí dei·echo y robé. Biscochos que se enfriaban en un mon-
toncito indefenso sin que llegaran compra.dores. Bizco-ehos que se
arrugaban con el frio y con la lhfvia. El chiquillo ha1aposo estaba de
espaldas. Llovía mucho y sus piernas desnudas y flacas. temblaban,
comó todo yo, como mi e~tómago vacío. Pero yo le robé el montón y
corrí, y lo engullí de yarios tragos famélicos.
, .A lo le~os hasta mi osc~rid~d, llegaron los" llantos del chiqui
llo que .se qneJaba doloroso: «ahora me pega mi mamá! ..... ,
, · Yo sen~. eía. Y de una vez, fuerte, me salió · la palabra, ya sin
que me temblaran los labios, ni se resistiese el -cor~zón: «Perd6nadme
' 1 • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • .. ' • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • f • • .. ' • .. .. • • • , · • ~ • .• • • ,¡ • • • '
. ' ..."
l ,
.-
- .... \
~
-.
TI
Las ciudádes atesfadas de gentes mjserablas-descomponfan el.
ambient..:; con sns ca1·as de angustia-Todas las colmenas del trabajo
, rnbosaban y el saldo de obreros sin o~upnr formaba enorme.s colunmm~
delante de las puert~.s cerradas-
Los burgueses, los capitalistas, y los dueños de fábrica~, agesta- .
han las caras.« se le'N pudiera aprovechar-ama::;arían mas dinero_- pero
no hay d()nde-hay que desaparecerlos ». " ·
:F.Jntonces uniéndose a los burócratas y . a los gobernantes, abrie-
l'On sus pomos de mias'nias y los regaron sobre la multitud ham,b reada
y febril-Y sonaron los clarines en las ciudades atestadas de misera-
L:es-
-La guerra--viva la guena!-
Los hombres sin trabajo, las mujeres con sus hijos en brazos,
h:Ú·Hi)ient<'.'s y sueios, 'tenían una expresión indefinible-Era conto si
se hubieran abierto las puertas de una ciudad sitiada~
El contagio C'Q.ndió rápidamente, y de todos los labios, como ·
• bahos de muerte, brotaba en aeoeidos: ,
- · La guerra-viva la guena.!-
r , Entonces todos fueron ocupados-Hombres 1á11guiclos, de ojot:
8a1tados por la rabia de la miseria-herencia de Di(JS-Ot'8fi1abmr por
]as calles vestidos de soldados sonriendo ~Sus mujeres y sus hijof::,
1
- '
te dejando sus niños envueltos en los dedos- del EXPLOT·_A_DOR ;- '
1
·: '· ~
Oh, si pudieran gritar todas las bocas trizadas y levantar los
'
'.
¡'.
•,
. \
N O C· h e
En su cara de indio, peluda e indiferente, relucían dos ojos co-
mo dos vidrios alelados-Su cabeza rapada y sucia tenía las protube~
i·ancias de la genialidad o del crímen-Estaba en un sótano-A donde
la luz se negaba a llegar - y fantásticamente, una cadena mascullaba su
acero en uno de los tobillos del hombre-
«Dos veces asesino »-dijo el alcaide a manera de dato y siguió-
Pero las lagunitas amarillas de sus ojos-pedazos diminutos de
Hol-estriadas de sangre, me miraron con fijeza-Se arrastró hasta las
rejas· con esa indolencia Jel que no hace nada-y ya bañado en la pie-
dad de la luz, pareció mas humano-- /~
Atras «-ordenó el alcaide, con los látigos .de su mirada-el pri~
so no se movió-
«Quiere dejarme unos minutos? » ~
Derecho 11
El alcaide sonríóse-
-,-Pero que le interesa?-es casi una hestia-aulla-gl'Íta-Es- ,,
tá medio loco-_¡Dos veces asesino! -pero si usted lo quiere vuelvo 4en-
tro de diez minutos.
una sola rnüjer que nos alegre - y las bayonetas de los gendarmes se
tr-' eimbran tantas veces sobre uuestras espaldas - y pareee que· síempre
fuera noche - Y todos relatan cien veces «su crímeru con angustiosa
alegria - y todos quisieran i10/ver a matar .. _. . . Allí me h/ce crimina/ -
_ Me faltaba muy poco para salir·_ Cuantos años? - No sé - Se me
perdió el tiempo entteº los dedos que no alcanzaron a contarlo - Como el
día era igual a la noche, llena de p..:esentimientos y temores -
'.renía miedo y ansiedad - Ser libre! - Cómo sería aquello? - Lo
había olvidado -
Cuando salí, el viento de la ciudad latigueó indiferente mi cara
de penitenciado - Nadie me miraba - Y yo en todas las caras buscaba
Jos dos ojos_del centinela - -Tomé un tren -y me marché a mi pueblo -
A.lli estaría mejor, y recordé sn sol y sus campos - Ellos me quitarían
este miedo - este miedo, señor, de ser libre - Pero el sol cayó sobre mis
espaldas corno las bayo-n etas de los soldados ,. La cárcel era fria - Y a
no podía amar el sol - V agué todo el día buscando a mis padres, a mi
mujer - no estaban - Realmente todos habían muerto - Mi pueblo mis-
mo había muerto - Sobre él, se levantaba otro pueblo donde nadie
me conocía porque jamás había estado - Yo caminaba como un
fantasma, perseguido por los ojos llenos de repulsión de las gentes -
Como los pei ros perseguidos, pasé toda la tarde acurrucado en una
choza derruida - Tambien me daban miedo las gentes y no po-
día soportarlas. - Lancinado de angustia, esperaba - Qué? - Qué al-
gui.en me reconociera? - Quién era yo? - Pensé con horror en loR
días que vendrían 1 los días de libertad - Y todo el frio de la sietm que ..
bramaba en el dolor del viento, se incrustó en mis ai·teria.s - Así, como
los perros r.lbiosos, escondido, debería vivir - Porque ito había nadie
que conociera y me llevara a su hogar -
Oscurecjó pr9fundamente - y yo sentí un ali vio - siquiera la no-
c-he no tenia la aplastante libertad del día - Yo entraba, en ella como en
la· celda de ht cárcel - Me bajé y besé la tierra como si fuera el .suelo de
·la celda - Musaraña de sus paredes infectadas, e~a noche / juré regresar
al~ cárcel - Allí .donde me 11'-~varon llorando, debía regresar alegre -
Al amparo de la noche que me envolvia, caminé - caminé largu
tiempo - Al alba me hallé en el campo - .Los trigales se mecian, romo
al compas del canto de los pájaros - Me estremecí§ uua semmción ex~
traña - Y e.reí qne yo estaba robando la alegría que brotaba del campo ·
.Mas lejos, sentí una tonada de mujer - Ü)JTÍ sjgiJosnmente, como se
corre en la cárcel - Cuando estuve cerca de ella, la miré con curiosi.dad-
Era bella,, easi niú.a., pnr ecia' un tallito, erguida sobre sus pies desnu-
dos - 'ruve rabia - A su lado, una canasta de panes y queso - Al mis-
mo tiempo de la cabeza hasta los pies, me sa<mdíó un temblor - E r a
u n a m u j e r ~ Qué me impo1·taha? - X reeordé las charlas de la
cárcel-cuando' llorábamos de angnstia-
J1Jlb cantaba como bu dándose de mí, mientras juntaba un hato
de gavillas - Su casa eRtaba lejos, entre eucaliptos que ennegrecia la
claridad del alba - U ri a m u j e r ! - Estabá jnnto a ella, agazapado
tm los trigales - De pronü~, ladró un perrillo minúsculo que tenía a su
lado ~ Di un salto "y le trjturé los huesos - Ella lauzó un ehillido y echó
ª. correi:, mie1Ítras yo ln. perseguía con to~a la rabia de mis veinte años
sm mnJer -
HABIA LLEGADO :YII HORA DE SER CRIMINAL -
..,.\ ,k
O.er~cho 12
'
H
y llegó ol hombre
1 E R R o
amasando una sola idea para prende1~ las mañanas en las paredes del
cielo a manera de reclamo -
~ Con gran escándalo! .
se reveló la luna contra la Via Lactea y los anarquistas aereolitos pre-
pararon la revolución de Astros -
.· 111111
020000 048572 02000
11
biblioteca z
nacional m
del Perú . U
•
.. c..
1111111111111111111111111 ~
0 000373228