#1 A Solas Contigo
#1 A Solas Contigo
#1 A Solas Contigo
Urdaneta
Capítulo 12
Lo tomo del rostro y lo atraigo a mí por un beso. Le rozo los
labios y le succiono el inferior propiciando un beso apasionado.
Nuestras lenguas se encuentran y danzan entre ellas, codiciosas,
queriendo más cada vez. Cruzo mis piernas alrededor de sus
caderas y me muevo debajo de él, haciéndole saber lo que quiero.
Me pide un momento para tomar otro preservativo y le digo que lo
olvide, que estoy en control prenatal y que confío en que está limpio.
Asiente con la mirada encendida. Entrelaza nuestros dedos y sube
mis manos por encima de mi cabeza. Y dejando caer parte de su
peso encima de mí, me penetra de súbito, carne con carne, sin la
molestia del látex limitándonos. Nunca me gustó usar preservativo.
Los dos nos movemos rítmicamente, él empuja y yo respondo,
sincronizados.
—Pertenezco a ti, todo mi ser es tuyo desde hoy y por siempre,
Evelyn —pronuncia con la respiración agitada. Sus embates son
cada vez más rápidos, mueve las caderas como si bailara dentro de
mí, un baile erótico y lleno de lujuria. Y yo le sigo el paso al ritmo
que él me toca. La música proviene de mis gemidos y de sus
gruñidos, que se intensifican cuando nos dejamos ir juntos,
coincidiendo una vez más.
Cuando nuestras voces se apagan, Nathan se tumba a mi lado,
me atrae a su pecho y me besa en la cima de mi cabeza. Apoyo mi
cara en su pecho y envuelvo una de mis piernas entre las suyas
sintiéndome muy a gusto junto a él. Me acaricia la espalda y me
besa en la sien.
—¿Quieres ducharte o tomar un baño?
—¿Contigo? —pregunto nerviosa, lo que es ridículo después de
lo que acabamos de hacer.
—Como quieras, mia bella. Tú pones las reglas —responde
pacífico, manteniendo la caricia en mi espalda.
—Me gustaría una ducha, pero aún no, quiero estar aquí contigo
un poco más.
—Quédate todo lo que quieras.
Lo miro y veo que sonríe. Lo beso en los labios y suspiro entre
sus brazos, feliz y aliviada de que resultara tan bien. Me preocupaba
que no pudiera estar con Nathan, que me invadiera el pánico o las
dudas, pero no ha sido así y me siento orgullosa.
Permanezco un buen rato en la cama con él, pero me vienen
ganas de hacer pis y le digo que ya quiero tomar esa ducha. Nathan
asiente y se levanta de la cama para buscarme una toalla, desnudo
en toda su gloria. Y se me alborotan las hormonas. Es tan sexy que
es imposible no calentarse. Y más después de comprobar lo buen
amante que es. Se nota que es experimentado, eso que hizo con su
lengua entre mis labios fue… sublime. Y esos movimientos de
cadera…
¡Ay!, mejor dejo de recordarlo o lo traeré de vuelta a la cama por
otra ronda de increíble sexo.
Cuando está de regreso, veo que se ha puesto un boxer y que ha
traído un albornoz para mí. Me lo entrega y recoge mi ropa del suelo
mientras yo me cubro con la bata.
—¿Te quedarás conmigo esta noche? —Me pregunta con una
mirada expectante. Y el corazón se me acelera. Le digo que sí y la
sonrisa que aparece en su cara se roba un trozo de mi corazón.
Estoy cayendo muy profundo por él. Tan mal—. Ven, te mostraré
donde está el baño.
Lo sigo viendo hipnotizada su contorneado trasero ajustado a la
tela de algodón del boxer. Quiero llevar mis manos a sus glúteos y
apretarlos. Deseo más también. Apenas tuve una probada de él, no
he cumplido ni la mitad de mis fantasías, pero lo nuestro apenas
comienza, ya tendré oportunidad de hacerlas realidad.
Nathan me abre la puerta del baño y me señala que el armario
queda al fondo del pasillo, que puedo elegir lo que quiera para
dormir. Pondero si decirle que es bienvenido a venir conmigo, pero
al final no digo nada y solo entro. Cierro la puerta detrás de mí y veo
con buen agrado el precioso baño, amplio y lujoso, de pisos en
tonos arenas y azulejos oscuros. A la izquierda se encuentra una
lujosa y enorme tina. Y a la derecha la ducha rodeada de una
mampara transparente. Me quito el albornoz y lo cuelgo en el
toallero. Calibro los grifos y el agua comienza a caer como lluvia
sobre mí, tibia y deliciosa. Me enjabono y me lavo hasta sentirme
aseada. Ya duchada, me seco el cuerpo y el pelo usando otra toalla.
Las cuelgo en el toallero y me envuelvo con el albornoz para ir al
armario. Salgo y me dirijo al final del pasillo abriendo la puerta de un
armario impresionante, que huele a él, a su perfume. Hay tantas
puertas y cajones que no sé por cuál iniciar.
—Las camisetas están a la derecha, tercera puerta —dice detrás
de mí. Y ahogo un grito, no lo escuché venir—. Lo siento, no quería
asustarte.
—No pasa nada —murmuro sonriéndole. Abro la puerta que me
indicó y veo al menos treinta camisetas colgadas en perchas,
organizadas por color, de oscuro a claro, del mismo modo que Jake
lo hacía. Pero es lo normal, no debo hacer esa comparación ni
ninguna otra. Escojo una gris claro y me quito el albornoz para
ponerme la camiseta sabiendo que él me está mirando. Es
excitante. Me doy la vuelta y camino hacia él viendo en sus ojos el
deseo que le he despertado.
—Eres una pequeña traviesa —sonríe.
—¿Y te gusta que lo sea? —ronroneo juguetona rodeándole el
cuello.
Él me toma de la cintura haciéndose sentir. Está duro otra vez.
—¿Tú que piensas?
—Que sí. —Deslizo mis manos sobre su pecho y lo acaricio
sintiendo su piel en mis palmas. Le beso los labios con un toque
suave, luego la barbilla, el hombro, y voy repartiendo besos por todo
su pecho, un pectoral, el otro. Le recorro el abdomen con lamidas,
probándolo, y termino de rodillas a sus pies. Le bajo el boxer y
envuelvo su miembro con mi boca dándole placer como él me lo dio
a mí. Lo chupo como a una piruleta animada con los gruñidos que
salen de sus labios. Le acaricio el escroto y siento como se pone
más duro.
—Evelyn, estoy cerca —advierte para que me aparte, pero no me
detengo, no paro hasta que se derrama en mi boca clamando mi
nombre—. Esa boca tuya. —Me ayuda a levantar y me besa sin
importarle probarse en mis labios—. Podemos hacer esto toda la
noche sin que tenga suficiente —dice alzándome en vilo.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y arqueo una ceja.
—¿Otra vez?
—¡Joder, sí! —Me empuja contra la pared y me folla duro,
poseído por la lujuria, insaciable, intenso… Su pasión es
demoledora, me rompe en mil pedazos y me vuelve a unir. Vez tras
vez. No quiero que acabe y al mismo tiempo lo deseo. Viajo en el
bucle de una gran ola, que crece segundo a segundo, haciéndose
imparable—. Sei la mia vita[14]. —Lo escucho decir antes de dejarse
ir dentro de mí.
Salimos del armario y pasamos al baño. Nathan prepara la tina y
nos metemos juntos cuando está llena. Recargo mi espalda contra
su pecho y disfruto del agua cálida que consigue relajar cada
músculo de mi cuerpo. Y ahí permanecemos hasta que cubro un
bostezo con mi mano y Nathan decide llevarme a la cama. Se
levanta y sale de la tina. Toma una toalla, se seca el cuerpo y la
cuelga en sus caderas.
¡Qué espectáculo de hombre! ¡Es divino!
Se acerca con una toalla para mí y me envuelve con ella cuando
me pone en pie. Me alza en sus brazos y me ayuda a secar cuando
estoy fuera. Después va por su camiseta, la que dejé en el armario,
me ayuda a ponérmela y me lleva a la cama.
—Descansa, principessa —susurra dejando un beso en mis
labios.
—¿A dónde vas? —Le pregunto cuando veo que se aleja.
—Por agua.
—No tardes —murmuro somnolienta y me dejo vencer por el
sueño, pero noto cuando Nathan vuelve y me acurruco a su lado
volviendo a dormirme.
Cuando despierto en la mañana, me encuentro sola en la cama,
la habitación está oscura, pero ya debe ser de día, siento que dormí
muchísimo. Me levanto y lo primero que hago es ir al baño. Sonrío al
ver la notita que me dejó en el espejo: «¡Te espero en la cocina,
bellisima!».
Orino y me aseo los dientes con un cepillo nuevo que me dejó
junto al lavabo antes de reunirme con él en la cocina.
—Buenos días, mia bella. —Me saluda volteándose a mirarme
cuando me siente llegar. Usa pantalones sueltos oscuros y una
camiseta blanca sin mangas. El cabello se le ve desordenado de
una manera sexy. Todo él es sexy. El recuerdo de lo que hicimos
anoche está tan fresco en mi mente que entro en calor, pero trato de
disimular, Nathan va a pensar que soy adicta al sexo… ¡Aunque
podría serlo!
—Buenos días —respondo sonriéndole. Y me siento en un
taburete detrás de la isla, no quiero distraerlo acercándome a él—.
¿Qué hora es?
—Mediodía, no quise despertarte antes.
—¡Dios, dormí muchísimo! ¿Y no tenías una reunión hoy?
—La cancelé, no era tan importante. —Apaga la estufa y sirve el
desayuno, que consiste en salchichas, pan, huevos y queso.
Además de cereal, café y zumo de naranja. Pone todo delante de mí
y se sienta a mi lado cuando se sirve él.
—Está rico, cocinas muy bien. —Lo halago encantada. Es bueno
que uno de los dos cocine, a mí no se me da muy bien y tampoco
me gusta.
—Soy el paquete completo. —Me muestra un guiño.
Es verdad, él tiene todo lo que una mujer puede desear.
—¡Qué afortunada soy! —Uso un tono satírico, pero lo digo en
serio. Encontrarlo ha sido una bendición.
—Mare te estuvo llamando, se comunicó conmigo porque no le
respondías.
—¿Pasó algo? ¿Está todo bien?
—No pasó nada, solo quería hablar contigo.
—¡Ah!, seguro quería cotillear. ¿Y qué le dijiste?
—Que estabas dormida —responde con una sonrisa que no
amerita explicación.
—Dime que no te interrogó. —La pregunta es necia, sé que lo
hizo.
—Le dije que tú la llamarías.
¡Ya la veo! Va a estar insoportable queriendo detalles, pero tendrá
que usar su imaginación porque no pienso decirle mucho.
—La llamaré después. Me disculpo por ella, sé lo impertinente
que puede ser mi cuñada. —Señalo poniendo los ojos en blanco.
—No le des importancia, no me ha molestado. Ahora come,
necesitas alimentarte después de anoche. —La sonrisa en su cara
es de pura picardía.
¡Me encanta!
Intento terminar todo lo que ha puesto en mi plato, pero es mucho
y dejo un poco de cada cosa. Cuando le digo que no puedo más,
recoge los platos y los lleva al lavavajillas. Parece bastante
ordenado, como él.
Odio cuando los comparo, no quiero hacerlo, ni pretendo que
Nathan se le parezca.
Un minuto después, viene hacia mí trayendo en la mano crema
batida en aerosol que sacó de la alacena, la deja en la isla y me
toma de la cintura pegándome a él.
—Hora del postre. —Sus labios capturan los míos y me besa
como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez. Mi
cuerpo se enciende como si fuera pólvora y él fuego. Le rodeo el
cuello y me adhiero a él, sintiéndolo duro entre mis muslos. Sus
manos viajan hasta el dobladillo de su camiseta y me la quita,
desnudándome. Nathan toma la crema batida y la agita mirándome
lascivamente, cubre mis pezones con ella y los lame uno a uno,
causando que el fuego en mi sexo se avive más. Me muerdo el labio
cuando traza una línea descendente de crema hacia el sur. Con la
lengua, se come cada gramo, la desliza a través de mis piernas y
cubre mi pubis con la crema. Me sostengo de sus hombros cuando,
de rodillas en el suelo, me devora los labios hasta que no queda
nada, elevándome tres metros sobre el cielo.
—Voltéate y recuéstate sobre la isla. —Me pide con voz
encendida. Lo hago sin cuestionarlo, sé lo que quiere. Y mentiría si
dijera que yo no lo quiero—. Eres hermosa, Evelyn. Y tan perfecta…
—susurra deslizando sus manos en mi espalda con detenimiento,
grabando mi silueta en sus manos. Acaricia mis glúteos con
movimientos circulares y, con un dedo, me explora el ano—. Tan
apretado —dice excitado. Y se me para el corazón por un instante.
En eso no era lo que pensaba cuando dije que sabía lo que quería
—. No será hoy, no estás preparada —explica como si supiera que
debía hacerlo. Y me siento aliviada, nunca he tenido sexo por esa
parte, y no sé si lo quiera—. Joder, Evelyn. Se siente tan bien —
suscita cuando me embiste un segundo después, uniéndose a mí.
Le doy la razón, se siente bien, muuuuuuuy bien.
Me aferro a la isla mientras él me penetra llegando a lo más
profundo de mis entrañas, inundándome de placer. No recuerdo que
fuera así de intenso. Sus movimientos se hacen más consistentes
cerca del final, sus dedos están clavados en mis caderas mientras
se hunde tan hondo en mí que me deja sin aire. Una, otra, y otra
vez, hasta que ya no lo resisto. Su nombre se hace presente en mi
boca y me entrego a la abrumadora sensación que me regala el
orgasmo, mientras él sigue empujando dentro y fuera de mí sin
detenerse hasta que consigue su propio final.
Cuando todo ha acabado, se retira de mí y me abraza por la
espalda. Me besa el cuello y murmura con voz vibrante: «siempre a
solas contigo», una frase con gran significado, una declaración.
Capítulo 13
Nathan tuvo que salir de la ciudad esa misma noche por un
asunto de la empresa de su padre, han pasado ya dos días desde
que nos despedimos y lo extraño horrores, sus constantes viajes
son lo más duro de nuestra relación. Hablamos por teléfono, pero no
es igual que a tenerlo conmigo. Cuento las horas para verlo otra
vez. En su ausencia, me he sumergido en trabajo. Le dedico la
mañana a la galería y las tardes al bar que inauguraremos en un
mes. Mare fue conmigo a conocerlo y quedó encantada, el lugar es
hermoso y muy especial. Como también estuvo encantada con
saber que «¡Por fin!» tuvimos relaciones.
—Brandon está sufriendo mucho por ti, pero tú y Nathan estaban
destinados a ser. Se ven tan atractivos juntos, hacen una pareja
explosiva —comenta Mare mientras miramos lencería en una tienda.
Insistió tanto con que debía comprar ropa interior que me convenció.
Y tiene razón, la necesito ahora que mi relación con Nathan ha
escalado de nivel.
—Dios, tienes unas ocurrencias —digo riendo.
—No te hagas la tonta, que te vi la cara cuando me contaste que
te acostaste con él. Sé que fue super hot. No tienes de qué
avergonzarte, disfrutar del sexo es lo más normal de este mundo. Lo
anormal es no hacerlo. Yo me moriría si no tuviera orgasmos.
—¡Shh! Baja la voz. —Le riño apenada, entiendo que para ella
sea natural hablar de sexo, pero yo soy más discreta.
—Bueno. —Pone los ojos en blanco—. ¿Cuándo vuelve Nathan?
—Mañana, eso me dijo cuando hablamos hace un rato.
—Perfecto, entonces iremos los seis a la inauguración del pub de
mi amiga Caroline. Keira y Sebastian ya han confirmado. Y no me
vayas a salir con que no quieres ir, ya no tienes excusa.
—Sabes que no me gusta bailar.
—A ti no, pero tal vez a Nathan sí. Además, no tienes que bailar
si no quieres, se trata de salir y pasar un rato agradable con
nosotros.
—Está bien, le preguntaré esta noche cuando hablemos.
—Genial, seguro dirá que sí. Ahora enfoquémonos en la lencería,
y no me salgas con recatos que tienes un cuerpo precioso y debes
explotarlo. Este bodysuit se te verá muy bien, es super sexy. ¿Lo
llevas en negro o en rojo?
Veo la prenda e imagino a Nathan mirándome con ella puesta. Sé
que le gustará. Es muy reveladora, apenas hay tela en ese conjunto.
Está hecho de encaje con transparencias, solo cubre el busto y la
zona del pubis. Deja muy poco a la imaginación.
—Negro.
—Perfecto. ¿Y este? En blanco me parece ideal. —Me enseña un
conjunto de baby doll de encaje muy bonito.
—También lo llevo. —Y así pasamos un buen rato eligiendo
lencería sexy. Terminamos con ocho prendas para mí y cuatro para
Mare. Nunca había gastado tanto dinero en ropa interior, pero
merece la pena.
Al salir de la tienda, vamos por algo de comer y después Elliot me
deja en Inspiration, debo reunirme con uno de los candidatos a
encargado, el segundo que entrevistaré. El primero tenía
conocimiento mas no experiencia. Guardo las bolsas en la oficina y
espero en una de las mesas mientras llega. Quedamos a las tres,
son las dos cuarenta y cinco. Le escribo un mensaje a Nathan
diciéndole que ya estoy en el bar, pero sé que quizá no me
responda hasta la noche, pasa casi todo el día ocupado.
Gunther llega cinco minutos antes de la cita, viste casual, es bajo,
de piel tostada, ojos oscuros y lleva el cabello rapado, estilo militar.
Se presenta diciendo su nombre y me extiende la mano. Se la
estrecho y lo invito a sentarse. Y de inmediato comenzamos a
hablar del tema que nos concierne. Leí su curriculum y llamó mi
atención que fue encargado de un bar importante en Frankfurt, el
motivo de su renuncia fue personal. Le formulo algunas preguntas
que él responde a mi satisfacción. Y luego lo pongo al tanto de la
razón de ser de Inspiration, de cuáles son nuestras metas y
objetivos. Y él se muestra entusiasmado con ser parte del equipo
que le dará vida a la idea. Le comento de cuánta sería la paga y las
responsabilidades que debe asumir. Y él está de acuerdo con todo.
—Felicidades, Gunther. Has conseguido el puesto. —Le digo tras
terminar la entrevista. Me ha agradado mucho y creo que es ideal
para el trabajo.
—Muchas gracias por la oportunidad, señorita Decker. Sabré
apreciarla.
—Por favor, solo Evelyn.
—Está bien —sonríe.
—Me gustaría que iniciaras esta misma semana, hay mucho que
organizar antes de la apertura. ¿Te parece bien?
—Sí.
—Quiero que te encargues de todo y que me llames si necesitas
tomar alguna decisión importante. Vendré mañana para darte una
copia de la llave del local, a partir de ahí, estás a cargo.
—Perfecto.
Nos despedimos y quedamos en vernos mañana a la misma
hora. Lo veo salir y pido un taxi, que llega pronto y me lleva a casa.
Cuando me bajo del auto, escucho la voz de alguien que conozco
diciendo mi nombre.
Elise.
No quiero hablar con ella, pero es tiempo de hacerle frente, lo he
postergado durante mucho tiempo. Doy media vuelta y me
encuentro con el rostro severo de mi progenitora. Está de pie junto a
su Mercedes negro. Viste de forma elegante, como siempre. Blazer
rosa pálido, una falda lápiz del mismo tono y zapatos de tacón bajo
color piel. Su cabello está perfectamente recogido en un moño
elaborado y lleva maquillaje, suave pero notable.
Su mirada es desaprobatoria. Ya me observó de los pies a la
cabeza y está inconforme con mi apariencia. Para ella el exterior es
lo único que importa, siempre ha sido así y sé que nunca cambiará.
Dejé de esperar ese milagro hace mucho, mucho tiempo.
Respira, Eve.
Tomo una gran bocanada de aire y la libero lentamente antes de
reunirme con ella después de tanto tiempo. Nuestro último
encuentro fue una trampa y, en ese momento, no la dejé pronunciar
más de tres palabras.
—Tienes cinco minutos, no los desperdicies —digo plantándome
delante de ella.
—Evelyn Decker. —Su tono es de regaño—. Te guste o no, soy tu
madre y me debes respeto.
—¡No te debo nada! —Le grito altanera. Harold su chofer, con
quien sé que mantiene una aventura que inició mucho antes de que
mi padre muriese, se encuentra a su lado y mira la escena con
tristeza. No es la primera vez que presencia una discusión entre las
dos, pero él es muy reservado y nunca se entromete—. Mejor habla
antes de que me arrepienta de darte la oportunidad de escucharte.
—¿No piensas invitarme a pasar?
—No. —Cruzo mis brazos sobre mi pecho de forma protectora.
—Maximiliam no era tu padre —dice con frialdad, sin mostrar
ninguna emoción.
—¿¡Qué!? —exclamo sintiendo mis pulmones cerrarse. Él no fue
el mejor padre, pero lo quería y me duele escucharle decir eso con
tanta crueldad.
—No seas dramática. Sé que lo odiabas, igual que me odias a
mí. —No titubea al decir, su mirada es vil, su postura tan altiva como
siempre.
—No lo odiaba, lo quería, lloré por él cuando murió. ¡Tú me viste
hacerlo! —Lágrimas se agrupan en mis ojos, pero me niego a
dejarlas ir—. Y a ti tampoco te odio, aunque es lo que mereces.
—No me importa si lo haces —murmura con su mirada clavada
en mí—. Ya no conservo esperanzas de que seas la hija que quise
tener, estás dañada —argumenta sin ninguna pizca de
remordimiento.
—¡Elise! —interviene Harold por primera vez.
—Silencio. —Le ordena levantando el dedo índice—. Espérame
en el auto.
—No —contradice él.
—¿No? —Alza la voz. El disgusto es visible en su postura y en el
gesto de su rostro—. No olvides a quién le estás hablando.
—No lo hago, pero no voy a permitir que la trates así.
Mi cabeza rebota entre Harold y Elise, están teniendo un
enfrentamiento que en un principio me desconcierta. Pero que luego
me lleva a la comprensión.
—¡Dios mío! —Doy un paso atrás y niego con la cabeza—. ¿Tú?
¿Tú eres… mi padre?
Le pregunto a él mirándolo a los ojos, mi voz entrecortada,
nerviosa... Y busco similitudes entre nosotros, pero no encuentro
ninguna. Aunque yo soy igual a ella, eso no tendría que significar
algo.
—¿Lo soy? —Le pregunta Harold. Sus ojos se ven suplicantes,
sus manos cerradas en puños, su aliento contenido en sus
pulmones…
Los labios de Elise se unen en una línea dura. Se toma su tiempo
para responder y mi corazón se impacienta. Estoy por exigirle que
conteste cuando responde.
—No, no lo eres, Harold. No eres un hombre con el que hubiera
tenido un hijo.
¡Ouch! Eso dolió. Pude escuchar su corazón partiéndose.
—¿Y quién sí? ¿Decker? ¿El que no era capaz de complacerte?
—Le reprocha.
Y el rostro de ella se vuelve rojo.
—¡Calla ahora, Harold, y espérame en el auto!
—Haré algo mejor. —Rodea el Mercedes, se sube en él y lo
enciende.
¿Va a dejarla aquí?
Veo con sorpresa que retrocede para marcharse sin ella.
—¡Harold! ¡Detente ahora! —grita como nunca la escuché
hacerlo, pero su rabieta no rinde ningún fruto.
—Es una pena, Elise, ahora tendrás que volver a casa en taxi. —
Le digo en tono burlón, riéndome de ella a sus espaldas.
—No lo necesito. —Se alisa las arrugas inexistentes de su falda y
me enfrenta—. Cometí un error al hablar delante de él, Harold tiene
un corazón muy blando, siempre me decía que fuera menos dura
contigo porque en el fondo pensaba que eras suya. —Sus labios
forman una sonrisa breve y luego confiesa—. Eres una Decker, pero
no por Maximilian.
—¿Qué? —Mi corazón deja de latir por unos segundos. Si mi
padre biológico es un Decker, significa que le fue infiel con uno de
sus hermanos. ¿Con cuál?
—Pero eso no tiene importancia ahora, lo que me trajo hasta aquí
es tu parte de la herencia, la que no has querido reclamar.
—¿La quieres? —La miro estupefacta—. Pero si él te dejó una
gran fortuna además de las acciones que sigues manteniendo en la
empresa. ¿Para qué necesitas más?
—¡No lo necesito! ¡Lo merezco! Tú no sabes lo que fue estar
casada con alguien que detestabas, con alguien que te causaba
repulsión… ¡Yo me gané eso!
—¡Jesús! Estás enferma. No tienes corazón ni compasión.
¿Vienes a decirme que el hombre que creí era mi padre no lo es,
solo porque quieres tomar el dinero que me heredó? —Escupo las
palabras con asco, sintiendo la bilis subiendo por mi garganta—.
¿Sabes qué? La voy a tomar, no te daré la oportunidad de poner un
dedo en ese dinero.
—¡Pero no te pertenece! ¡No eres su hija! —Me echa en cara sin
evidencia de arrepentimiento. No le importa lo que yo pueda sentir,
solo le interesa el puto dinero. ¡Siempre el dinero!
—¡Él pensaba que lo era!
—¡No! ¡Él lo sabía! ¡Lo sabía porque ya no dormía con él! ¡Lo
sabía y por eso nunca te quiso!
Sus palabras no deberían sorprenderme, pero lo hacen, y no
puedo contener las palabras que hacen eco en mi mente.
—Dime que no me tuviste en tu vientre, dime que no soy tu hija
tampoco, me harías tan, tan feliz… —Ya ha demostrado lo
venenosa que es, y no solo conmigo, también con Sebastian. El
único de los tres que no ha tenido una dosis de maldad de su parte
ha sido Simon. Él le creía todos sus dramas, y hasta la defendía,
pero ya no lo hace, ya no se compra su papel de mártir.
—No porque quisiera… Iba a hacerme un aborto, pero Maximilian
no me dejó, te quería como una prueba viviente de mi infidelidad,
para recordármelo cada vez que quisiera.
—¡Oh, guao! Ojalá estuviera vivo para agradecerle entonces. —
Esbozo una sonrisa hipócrita y luego le doy la espalda para
marcharme. No quiero verla ni escucharla más.
—¡Evelyn! ¿Vas a dejarme aquí?
No le respondo. Entro al edificio y me apresuro a los ascensores,
pero ella me sigue.
—Vete. —Le digo sin mirarla.
—No, no voy a quedarme en la calle mientras espero a Simon.
—Espéralo aquí, a mi apartamento no vas a entrar.
Decido tomar las escaleras porque no pienso arriesgarme a que
se suba conmigo en el ascensor. Cuando llego a mi piso, entro a mi
apartamento y me encierro deseando retroceder el tiempo para no
pasar por un momento tan amargo. Sin poder evitarlo, las lágrimas
se hacen presentes y me dejo ir hasta el suelo contra la puerta. Mi
madre no me ama, no sabe cómo amar a alguien. El que creí mi
padre no pudo amarme porque no era suya. Y mis hermanos, los
únicos que me aman, no están tan unidos a mí como creía. De todo,
eso es lo que más me duele. Sé que ellos no harán ninguna
diferencia, pero no puedo evitar sentirme triste.
Capítulo 14
Tras un rato llorando, Simon me llama y me pregunta qué ha
pasado. Y un gemido se escapa de mis labios. No sé si pueda
hablar con él ahora mismo, no sé si pueda decirle lo que Elise
reveló. Termino la llamada y apago el teléfono. Permanezco en el
suelo durante mucho tiempo abrazando mis rodillas y sintiendo las
lágrimas secándose en mis mejillas. Y estando ahí, rememoro mi
niñez y no encuentro ningún recuerdo de Maximilian alzándome en
brazos, sentándome en su regazo o diciéndome te quiero. Pero
tampoco lo hacía con los chicos. No tuvimos la fortuna de tener
padres afectivos, padres que se amaran, que nos amaran. Estaban
tan amargados con sus vidas que nos dejaron de lado.
¿Para qué tuvieron hijos si no los querían?
—Evelyn… ¿Estás bien? —Escucho a Simon preguntar desde el
pasillo.
—Es una malcriada, déjala sola —dice Elise.
¡No! Lo siguió aquí.
—Evelyn… —insiste él ignorando su comentario.
—Estoy bien. —Trato de no mostrar ninguna emoción en mi voz,
pero sale entrecortada.
—¿Qué pasó, mamá? ¿Cuál fue su discusión esta vez? —Se
escucha cansado, no le gusta ser intermediario en nuestros
conflictos y Elise siempre lo arrastra hacia ellos. Solo él la soporta,
no sé ni cómo. Es el único que la visita y habla regularmente con
ella, pero creo que está llegando a su límite.
—Ya te dije, cariño, tu hermana es la reina del drama —suspira
de forma audible—. Por favor, llévame a casa que estoy cansada de
estar de pie. Evelyn no tuvo ninguna consideración conmigo y no me
invitó a entrar.
—¿Dónde está Harold, mamá? ¿Cómo llegaste aquí? —interroga
sin darle descanso. Sospecha que algo más pasó, no es tonto. Sabe
que ella va a todos lados con él.
—Lo mandé a irse, esperaba que Evelyn se comportara como
una mujer madura y me invitara a pasar. Pero ya ves, tu hermana
sigue siendo la misma malcriada de siempre.
—¡Mentira! —grito golpeando la puerta con mis puños—. Ella
miente. Dile la verdad, Elise. Dile lo que viniste a hacer realmente.
—¿La escuchas? Es una histérica, creo que deberían internarla
en una clínica mental. Tu hermana tiene problemas serios, está
dañada.
¡Oh, Dios mío! No puedo creer que esté diciendo eso.
—Basta, madre. ¡Evelyn no está dañada! —Le grita él
defendiéndome. No esperaba menos de mi hermano. Y aunque
estoy dolida por lo que acaba de decir, sonrío.
—No me alces la voz, soy tu madre —grita.
Hablando de histérica…
—Vamos, te llevaré a tu casa. —Le ordena autoritario—. Ya
hablaremos, Eve. —Me dice en tono condescendiente antes de
marcharse.
Libero el aire que estaba conteniendo y me aparto de la puerta
cuando todo queda en silencio. Todo menos mi cabeza. Las
palabras de Elise retumban en mi memoria a mansalva. Fueron
duras, crueles y maliciosas. Ella es perversa, eso ya lo sabía, pero
nunca se me cruzó por la cabeza que tuviera un secreto tan bien
guardado como este. Siento una fuerte opresión en mi pecho, un
dolor crudo y cortante que me deja sin aliento.
Aún no he logrado recomponerme cuando mi teléfono residencial
timbra. Puede ser Nathan, solo por eso decido responder.
—Hola —contesto en tono neutro, esforzándome por sonar
normal.
—¡Eve! ¡Te he estado llamando a tu móvil! Simon me contó que
Elise fue a verte. ¿Qué pasó?
—Ahora no, Mare. No… puedo… —murmuro ahogada por mis
emociones.
—¡Voy para allá!
—No tienes que venir.
—Sí, sí tengo —asegura antes de colgar.
***
Cuando Mare llega y me ve, sabe que se trata de algo
importante. Y sin hacerme ninguna pregunta, me abraza y rompo a
llorar entre sus brazos, lloro todo lo que necesito hasta que me
quedo sin lágrimas y el dolor se vuelve soportable.
—Gracias por estar aquí. —Le digo separándome de ella.
—¿Cómo que gracias? Soy tu mejor amiga en el mundo, ¿o no?
—Sí, lo eres.
—Bueno, no debes agradecerme. Pero me gustaría saber qué te
ha dicho Elise para que estés así.
—Lo siento, Mare, pero no estoy lista para hablar de ello —digo
con un suspiro y camino hasta la sala. Me siento en un sillón, ella en
el sofá.
—Está bien, no tienes que contármelo si no quieres. Pero no
pienso dejarte sola mientras estés así —enfatiza.
—No tienes que quedarte, estaré bien. Solo estoy triste, pero he
sobrevivido a cosas peores. —Frunzo los labios.
—Sí, eres una sobreviviente, pero no tienes que hacerlo sola, me
tienes a mí, a Simon, a Sebastian… Y ahora a Nathan.
—Lo sé y me siento muy agradecida de tenerlos, de no ser por
ustedes hubiera estado perdida —expreso con un nudo en mi
garganta.
—Todos te queremos, Eve, y nos preocupamos por ti. Simon
quería que supieras que está de tu lado, que no importa lo que haya
pasado entre Elise y tú, que él te apoya.
—Lo sé, él me defendió de ella cuando… cuando dijo que estaba
dañada. —Se me llenan los ojos de lágrimas al recordarlo.
¿Cómo puede alguien ser tan cruel?
—Que maldita mujer —desdeña disgustada—. Lo siento, no
debería hablar así de tu madre.
—No te disculpes, ese título le queda muy grande a ella —digo
enfureciéndome—. Mejor cambiemos de tema, no quiero pensar
más en ese asunto.
—¿Sabes? He estado hablando con Simon de tomar unas
vacaciones en el Caribe, sería genial si fuéramos todos. Sé que
amas ir a la playa y a todos nos sentaría bien.
—Me gusta la idea, pero necesito preguntarle a Nathan si puede
tomarse unos días, trabaja mucho y tiene que viajar con frecuencia
a Milán.
—Ojalá pueda ir.
—Sí. —Intento sonar animada, pero no me siento con ganas de
nada.
—¿Sabes lo que necesitas? Alcohol, mucho alcohol. Voy a
hacernos unas margaritas y beberemos hasta que olvidemos
nuestros nombres.
—Creo que a Simon no le gustará que lo hagas.
—No te preocupes por él, que a tu hermano lo controlo yo. —Se
va a la cocina y se dispone a preparar las bebidas. Antes de
mudarme, ella se encargó de comprar suficiente alcohol y
guardarlos en mi alacena, también añadió una coctelera a mis
utensilios de cocina. Dijo que había que estar lista para cualquier
ocasión. No me pareció importante en aquel momento, ahora lo
agradezco.
Me quedo en el sillón y trato de mantener mi mente en blanco
mientras Mare vuelve, pero es difícil no recordar las palabras de
Elise, lo que lleva a preguntarme quién es mi padre. Si es un
Decker, solo hay dos opciones: August y German, los hermanos de
Maximilian. August es el mayor de todos, su aspecto es muy similar
al de Maximilian, aunque él es más bajo y usa barba; tiene un hijo
de la edad de Sebastian y vive en Dresde con su esposa Renata.
Ella es muy dulce, recuerdo que una Navidad me regaló unas
golosinas a escondidas porque mis padres no me permitían
comerlas. Fue mi cómplice en esa ocasión, siempre que la veía le
sonreía recordando nuestra travesura. German es el menor, tiene el
cabello cenizo, ojos almendrados y facciones asimétricas. Es alto,
atlético y carismático, siempre sonríe y bromea. No lo imagino
teniendo una aventura con Elise, debía ser muy joven en esa época.
Se casó recientemente con una bella pelirroja varios años menor
que él. Antes de establecerse, era un donjuán, eso sí, pero no tengo
certeza de si las mujeres mayores formaron parte de sus
conquistas. La idea de que mantuviera relaciones con ella me
provoca arcadas. Tendría qué… ¡¿diecinueve años?!
Tal vez lo mejor es que no indague en ello, qué caso tiene decirlo
ahora, solo causaría daño a todos y no creo que haga alguna
diferencia. No sé, ya lo veré después, no es un buen momento para
tomar una decisión.
—Me han quedado bomba. Ten la tuya —dice Mare volviendo con
dos margaritas servidas en copas. Es de los pocos cocteles que me
gustan. La recibo y bebo un sorbo generoso—. ¿Qué tal?
—Me gusta.
—Obvio, soy la reina de las margaritas —comenta con orgullo y
se sienta en el sofá—. De algo sirvieron los meses que trabajé de
mesonera cuando estudiaba en la universidad —comenta riendo.
Varias rondas más tarde, las dos estamos bastante achispadas.
Nos hemos reído tanto que me duele el estómago. Ya ni sé de qué
nos reímos.
—¡¡¡Amor!!! Eve y yo la estamos pasando muy bien con nuestra
amiga margarita —dice contestando la llamada de Simon. Ella
escucha lo que él le dice y después responde—. No, no estoy ebria.
—Se cubre la boca sofocando una risa mientras él vuelve a hablar
—. Es una tarde de chicas, no se admiten hombres en la tarde de
chicas. —Lo pone en altavoz y me deja oír lo que dice.
—¡Joder, Mare! Me prometiste no beber de nuevo. Sé que estas
sufriendo, pero el alcohol no resuelve nada —Le riñe disgustado. No
tenía idea de que estaba teniendo problemas con la bebida.
Soy una pésima amiga.
—¿Qué sabes tú? La que tiene un útero hostil soy yo, es mi culpa
que lo perdiéramos —responde llorando.
Me llevo una mano a la boca.
—Deja de decir eso, no es tu culpa, no es culpa de nadie. En un
momento estaré contigo, ¿sí? Te llevaré a casa y…
—No vengas, no quiero verte. —Termina la llamada y arroja el
teléfono al sofá llorando y temblando. Voy con ella y la abrazo
intentando consolarla, pero sé que ninguna palabra que diga la
reconfortará. Creí que lo estaba llevando bien, pero me equivoqué.
¿Cómo no me di cuenta?
—Lo siento mucho, Eve. Se suponía que estaba aquí por ti. —Se
disculpa hipando.
—No, yo lo siento. No sabía que la estabas pasando tan mal.
—Es como vivir en una pesadilla. No sé cómo soportaste todo
ese dolor —murmura secándose las lágrimas.
—Fue duro, tuve pensamientos oscuros a veces, pero contar con
el apoyo de todos ustedes me traía a la luz. Nunca estuve sola. Y tú
no estás sola, tienes a Simon y me tienes a mí.
—Lo sé, pero él me abruma, me pregunta todo el tiempo cómo
estoy, siempre está encima de mí y siento que no puedo respirar.
Necesito espacio, necesito que me dé tiempo de superarlo. Pero no
me escucha, Eve —suspira de forma audible.
—¿Y qué quieres hacer? —Le pregunto temiendo lo que pueda
decir, odiaría ver sufrir a Simon, pero he estado en su lugar y sé lo
que se siente.
—Tal vez lo mejor sea que nos separemos por un tiempo, hasta
que sienta que vuelvo a ser yo —responde con una mirada tan triste
que me rompe el corazón. No sé qué decir, no puedo aconsejarle
que deje a Simon o apoyar algo así, ella es mi mejor amiga y la
amo, pero él es mi hermano y lo amo más—. No debí decírtelo, es
una posición muy incómoda para ti.
—Lamento mucho que estés pasando por un momento tan difícil.
Pero sé que podrás superarlo, o al menos, aprender a vivir con la
pérdida.
—Gracias, Eve. Confío que sea así, sabes que amo muchísimo a
Simon, pero en este momento no soy la mujer de la que él se
enamoró, solo finjo que lo soy, y necesito volver a encontrarme para
poder estar a su lado.
—Lo entiendo, créeme que sí —digo comprensiva.
Simon llega no mucho después y voy a abrirle. Me saluda con un
abrazo y un beso y después pasa. Cuando ve a Mare sentada en el
sofá, su mirada refleja una profunda preocupación.
Se me forma un nudo en el estómago. No va a ser fácil para él
cuando le diga lo que ha decidido.
—¡Hey, nena! Perdóname por haberme alterado, sabes que me
preocupo por ti. —Le dice sentándose a su lado.
—Lo sé, Simon. Pero necesitamos hablar —susurra con voz
contrita.
—Los dejaré solos. —Busco mi celular y me voy a mi habitación
para darles privacidad. Enciendo el móvil y llega un mensaje de
Nathan, me dice que me ha estado llamando, que me comunique
con él cuando pueda. Lo llamo y salta al buzón de mensajes.
Suspirando, me dejo caer en el colchón y pienso en cuanto me
gustaría que estuviera aquí.
—Va a dejarme —dice Simon entrando a mi habitación un rato
después, desesperado. Su mirada es de pánico puro—. No quiero
que me deje.
—Sé que no, pero ella siente que lo necesita y debes
permitírselo, de otro modo, la perderás.
—Joder, Evelyn. Esto es... Es malditamente doloroso. ¿Por qué
necesita alejarse? ¿Por qué no deja que la ayude? —Me pregunta
intranquilo.
—Porque no puedes, ella debe hacerlo por sí misma.
—Yo también lo perdí —susurra dolido—. Yo también lo amaba.
—Lo sé. —Camino hacia él y lo abrazo—. No estarás solo. Yo
estaré aquí.
Mi hermano llora sobre mí y mi corazón se quiebra. Me duele que
sufra así, desearía hacer algo, pero solo puedo estar para él.
—Me siento inútil —pronuncia suspirando.
—No imagino lo difícil que debe ser para ti. Pero creo que van a
superarlo. Solo debes ser paciente.
—Sabes que no lo soy —admite avergonzado.
—Pues debes esforzarte, ser lo que ella necesita.
Simon asiente y traga saliva.
—Respecto a mamá…
—Eso no importa ahora —lo interrumpo—, solo ha sido más de lo
mismo, lo nuestro no tiene arreglo.
—No me pareció más de lo mismo, Eve. Puedes decírmelo, estoy
para ti también.
—Después hablaremos Sebastian, tú y yo, ¿sí? Lo haremos
cuando me sienta lista. No te preocupes por mí, estoy bien.
—¿No lo dices solo porque Mare y yo tenemos problemas?
—No, te prometo que no.
—Te quiero, Eve. —Me abraza fuerte y me besa en la cima de la
cabeza.
—Y yo a ti.
Salimos de la habitación y nos encontramos con Mare en la sala,
está sentada en el sofá dándole vueltas al anillo en su dedo anular.
Cuando nos ve, se levanta y toma su bolso del sillón. Me da un
abrazo como despedida, camina hacia la puerta, la abre y sale.
Simon la sigue y cierra tras cruzar. Espero que puedan hallar el
modo de resolver las cosas, sé cuánto se aman, merecen ser
felices.
Capítulo 15
Unos minutos más tarde, escucho que tocan la puerta y
pienso que son Mare y Simon que han olvidado algo. Pero cuando
abro, me llevo una gran sorpresa al ver a Nathan en el pasillo. Me
lanzo a sus brazos y lo beso contenta de que esté aquí.
—Me mentiste, dijiste que llegarías mañana.
—Quise sorprenderte —responde sonriendo.
—Gracias a Dios por eso. No sabes lo que ha sido este día.
Deseaba verte.
—Y yo a ti. —Me besa en los labios acunándome el rostro—.
Sabes a tequila. ¿Estabas bebiendo?
—Mare hizo margaritas. Larga historia —suspiro.
—¿Has dicho que fue un mal día? —Frunce el ceño.
—Sí, pero no tengo ganas de hablar. —Le rodeo el cuello—. Te
extrañé.
—Yo más. —Me toma por la cintura y me besa con pasión,
cerrando la puerta detrás de nosotros. La ropa comienza a volar por
todas partes y pronto estamos desnudos, en el sofá, él sobre mí.
Todo sucede rápido. Nos pudieron las ganas, el deseo reprimido por
la distancia.
Pasamos al baño y hacemos buen uso de la ducha. Primero él
me complace y luego yo, pero me frena antes de acabar en mi boca
y me toma contra los azulejos envolviendo mis piernas alrededor de
sus caderas haciendo que juntos alcancemos el nirvana.
Al salir de la ducha, Nathan busca nuestra ropa en la sala y se
viste en la habitación mientras yo voy a mi armario por un vestido
largo estilo bohemio. Cuando me reúno con él de nuevo, me sonríe
y me vuelan mariposas en el vientre. Adoro cuando su mirada me
hace sentir hermosa. Toda mujer merece que la vean como si no
existiera nadie más, y lo más importante, verse a ella misma
+hermosa.
Él solo se ha puesto los jeans y la camiseta, se ha quedado
descalzo, por lo que decido deshacerme de las zapatillas que me
había puesto. Me acerco y lo beso colgándome de su cuello como
tanto me gusta. Sus manos se adhieren a mi cintura y me acaricia
por encima de la ropa manteniéndome cerca. No podemos quitarnos
las manos de encima cuando estamos solos, nos atraemos el uno al
otro, las chispas saltan cuando nos tocamos. Pero deberíamos
parar, no podemos estar teniendo sexo a cada minuto.
—¿Pedimos una pizza? Estoy hambrienta. —Le digo
separándome de él y voy por mi teléfono móvil, lo dejé en la cama.
Nathan está de acuerdo y nos dirigimos a la sala. Nos sentamos en
el sofá y me recuesto a su lado mientras pido las pizzas, una italiana
tradicional para mí y una alemana con salchichas para él.
—¿Cómo ha ido el viaje? —Le pregunto mientras termino de
hacer la orden.
—Tuve que resolver algunos problemas, pero he dejado a alguien
a cargo para no tener que viajar tan a menudo, necesito enfocarme
en el trabajo aquí, y también quiero pasar más tiempo contigo. —Me
besa en la sien y me acaricia el hombro desnudo incitándome con
aquel toque tan sutil. Me he vuelto adicta a él. Mucho.
—Eso sería lindo, hemos pasado la mitad del último mes
separados.
—Y he odiado cada minuto. A veces pienso en renunciar, pero se
lo prometí a mi padre y no voy a faltar a mi palabra —dice con
nostalgia, sé que lo echa de menos, me doy cuenta cuando habla de
él—. ¿Y qué has hecho tú estos días?
—Trabajar más que nada. Contraté a alguien para que dirija
Inspiration, creo que lo hará muy bien, cumple con el perfil, está muy
preparado. Es Gunther. ¿Recuerdas que te hablé de él?
—Sí, lo recuerdo —murmura asintiendo.
—Lo veré mañana después de la comida para entregarle las
llaves y establecer todas las pautas. Él se hará cargo de contratar al
resto del personal, pienso que es mejor así.
—Estoy de acuerdo, despejaré mi agenda para ir contigo.
—¿Y así marcar tu territorio? —Enarco una ceja. Nathan hace un
gesto que lo pone en evidencia. ¿A caso cree que soy tonta? —
Tranquilo, él no es ninguna amenaza, se ha comportado como todo
un profesional.
—Seguro que sí, pero no me fío de ningún hombre alrededor de
ti, sé cómo piensan —dice con gesto adusto.
—¿Quiere decir que no puedo fiarme de ti cerca de una mujer?
—Mantengo la ceja enarcada, retándolo.
—No es eso lo que quise decir, pero entiendo tu punto. —Traga
saliva—. Y aunque lo hago, no puedo evitar sentir celos de
cualquiera que se acerque a ti. Eres preciosa, Evelyn. Todos te
notan cuando entras a un lugar, incluso si estás conmigo, y es difícil
no pensar en lo que intentan cuando estás sin mí.
—Me pasa igual contigo, las mujeres no te quitan los ojos de
encima, pero no puedo controlar lo que ellas hacen o lo que los
hombres puedan hacer respecto a mí, solo puedo controlar mis
acciones. Igual tú.
—¿Y cómo controlo las ganas de arrancarle los ojos a cualquiera
que te ve como si te desnudara con la mirada?
—Fácil, piensa que tú sí me has visto desnuda. —Le guiño el ojo
y él se ríe.
Llegan las pizzas y comemos alrededor de la mesa de centro de
la sala sentados sobre la alfombra. Nathan acompaña la suya con
cerveza y yo con vino. Al terminar, guardo los sobrantes en el
refrigerador y él se encarga de desechar las cajas y las latas vacías
en el bote de la basura. Me gusta que se sienta en confianza de
ayudar, al inicio parecía muy tenso, ahora actúa de manera
espontánea, relajado…
Cuando me reúno con él, cubro un bostezo con mi mano. Estoy
exhausta.
—Lo siento, ha sido un día largo. —Me disculpo mirándolo con
los párpados pesados. Lo invito a quedarse a dormir y la sonrisa
que aparece en su cara no necesita respuesta.
***
Continuará…
La segunda parte de esta bilogía llegará pronto a Amazon, únete
a mis redes para nuevas noticias.
Agradecimientos
Concluir esta novela me tomó más de lo que esperaba, luego de
escribir y reescribir por fin logré terminar el primer libro de lo que
ahora se ha convertido en una bilogía. Y en todo ese proceso tuve a
muchas personas dándome ánimo, diciéndome que no me rindiera,
que siguiera adelante. Y quiero agradecerles por estar ahí, por
tenerme paciencia y estar ahí siempre. Y ellas son mi mamá y mi
hermana Iris, no hubiera logrado esto sin ellas. Las amo. También
tengo mucho que agradecer a mi querida amiga Yenny, quien no
dudó en formar parte del proceso de creación de esta historia. Iris y
ella me acompañaron por el hermoso y a la vez angustiante viaje de
escritura. ¡Lo logramos juntas!
A mi amiga y colega Loli por su amistad y apoyo cuando más lo
necesitaba. Gracias por el tiempo que le dedicaste a la novela, por
estar dispuesta a leerla en tiempo récord.
A mi hermana Rossi por sacar tiempo para leerla y amarla. Te
quiero.
A Solimar por ser una de mis más fieles lectoras, por tu apoyo y
cariño constante.
A Kassandra por su cariño, amistad y apoyo incondicional.
También por la hermosa web que me creaste. ¡Estoy feliz!
A todas las chicas de mi grupo de WhatsApp y Telegram. Gracias
por seguir ahí a pesar de las ausencias.
A los grupos de Facebook e Instagram que me brindan la
oportunidad de promover mis historias y de sortear entre sus
seguidores mis novelas. Gracias infinitas.
A las grandes mujeres del CLTTR por hacerme el aguante. Las
quiero.
A ti que me estás leyendo, muchísimas gracias por llegar hasta
aquí. Espero con ansias saber qué te ha parecido esta primera parte
de la bilogía A Solas Contigo, leer los comentarios y mensajes que
me dejan las lectoras es una de mis cosas favoritas de escribir. ¡Un
enorme abrazo! Prometo no hacerlas esperar mucho.
Escríbeme a flormurdaneta @ gmail.com para suscribirte a la
lista para que recibas avances y noticias de la segunda parte de
esta bilogía.
Sobre la Autora
Flor M. Urdaneta es venezolana, nacida en la ciudad de
Maracaibo el 02 de abril, es comunicadora social de profesión,
egresada de la Universidad del Zulia en 2010.
Flor tiene dos hijos y reside en Venezuela, en el estado Zulia.
Para ella, contar con el apoyo de su familia ha sido esencial para
lograr sus metas.
En junio de 2015 dio inicio con la escritura en la red popular
Wattpad. De ahí, surgió la primera historia de la saga Cruel Amor,
Cruel y Divino Amor. Y a partir de entonces ha publicado más de
quince títulos en Amazon, entre ellos, la exitosa bilogía Mía, con sus
títulos Mía esta Noche y Mía Siempre, y varias antologías. En sus
libros, encontrarás drama, amor, romance y erotismo.
Encuentra sus libros en Amazon
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Página Web: www.flormurdaneta.com
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