Paola Pica TFG Final
Paola Pica TFG Final
Paola Pica TFG Final
Facultad de Psicología
Montevideo, Uruguay
Febrero, 2022
AGRADECIMIENTOS
Vaya mi gratitud, es decir, mi recuerdo agradecido, para aquellos que me han acompañado
y apoyado en el recorrido que este trabajo culmina; esperando que lo sigan haciendo en los
nuevos porvenires.
Para el abuelo Theo y Teresa, que me enseñaron el amor por los libros, y que nunca es
tarde para aprender y encenderse.
Para mis compañeros de la facultad, que han hecho aún más especial el camino.
Para Marisel, que me escucha, que me lee y, lo más importante, que me hace
reír.
¡Imagínate!
PÁGINA
INTRODUCCIÓN …..……………………………………………………………………………… 1
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE. (PESE A LO QUE SE DICE DE ELLAS, ESTA ES TAN BUENA COMO
LA PRIMERA).
APARTADO “A”
1) La “educación para la realidad”. ………….…………………………………………………. 32
2) La persecución al humor y el aplacamiento de su potencia subversiva. ……...……….. 33
APARTADO “B”
1) La utilidad de lo inútil. …………..…………………………………………………………..... 35
2) Los filósofos frente a lo (aparentemente) inútil. ………………………………..…………. 36
3) El humor: ¿un don que se brinda? …………………………………………………...…….. 37
A modo de cierre: lo valioso del humor. …………….………………………………………… 38
Bonus track. Un toque de humor. …………………..………………………………………….. 40
Referencias bibliográficas. ……………………………………………………………………… 41
INTRODUCCIÓN
Este trabajo, definido como un elogio, pretende realizar un ejercicio conceptual que
permita asir la idea o esencia del humor.
Para este fin, luego de una breve justificación de la elección del tema, presentaremos
un recorrido que revela lo humorístico desde distintas facetas. Dicho trayecto se inicia
proponiendo al humor como virtud, desde una óptica filosófica, y como acto creativo o
poiético, vinculado al arte. Señalaremos, también, el lugar que ocupa la ilusión en lo
humorístico, el vínculo que se establece con el deseo y el estatuto de la fantasía que
involucra.
En la segunda y última, nos abocaremos a reflexionar acerca de las nociones que nos
han parecido más pertinentes o destacables para un análisis concienzudo. Algunas de ellas
ya han sido esbozadas, incluso trabajadas, en el primer tramo de nuestro ensayo, otras,
son del orden de lo novedoso. A tales efectos, y para hacer una mejor exposición, se
establecerán dos apartados: A y B, respectivamente. Sobre el final, a modo de cierre,
concluiremos remarcando lo valioso del humor, a través de una reflexión integradora.
1
¿POR QUÉ EL HUMOR?
Elegir el tema del Trabajo Final de Grado resulta ser motivo de desvelo. Pensar una
temática interesante, hacer un buen trabajo, coronar el recorrido curricular con algo
productivo, importante, serio… y aparece en mi horizonte el humor.
Como me gustan las definiciones, porque las considero un ejercicio del pensamiento
que ayuda a no perderse en la vorágine de las palabras y las ideas, porque permiten
encontrar el camino propio, singular, pero que refiere a lo universal, busco en el diccionario:
humor - cualquiera de los líquidos del cuerpo del animal - genio, índole, especialmente
cuando se da a entender con una demostración exterior - jovialidad, agudeza. Hombre de
humor - buena disposición en que uno se haya para hacer una cosa. (Diccionario manual
e ilustrado de la lengua española, 1981, p. 842).
¿Y por qué no? ¿Por qué no arriesgarse en algo tan serio como es la tesis con algo de
humor, para que no triunfe siempre la sensatez?
G. K. Chesterton (1936/2010) decía que sus críticos pensaban que no era serio, sólo
divertido, porque creían que divertido era lo contrario de serio. Pero divertido es lo contrario
de aburrido y nada más. Uno puede decidir contar la verdad en frases largas o en chistes
cortos, y esto resulta similar a decidir contarlo en francés o en alemán. Las dos cualidades,
divertido y serio, no tienen absolutamente nada que ver entre sí.
Por lo tanto, humor mediante, me embarco en la cruzada y los invito al viaje. Al decir de
Mark Twain (1884/2011) en una de sus obras: ya es hora de irnos a aquellas tierras.
2
Demócrito o El geógrafo (1628/29) Óleo sobre lienzo, 101 x 81 cm. Ruán, Musée des Beaux-Arts et
de la Céramique.
Retratado de medio cuerpo, con semblante socarrón, un hombre nos mira buscando
cierta complicidad. Es Demócrito, riéndose del mundo, representado sobre la mesa en
forma de globo terráqueo. Demócrito fue un filósofo griego que vivió aproximadamente
entre el 470 y el 360 A.C., y enseñó a la humanidad que el camino para llegar a la felicidad
era la medida y el buen humor. En la pintura del Renacimiento y del Barroco se lo suele
representar en forma de filósofo sonriente, en contraposición a otros tipos de carácter,
como el cínico, el pesimista o el estoico. (Wolf, 2000/2013). Mientras Heráclito llora,
Demócrito ríe, frente a un aparente mismo mundo.
Ambos filósofos nos muestran dos posturas diferentes de cara a la realidad fáctica, dos
modos particulares de enfrentarla. Si entendemos la filosofía como arte de vivir, desde una
postura clásica, no cartesiana, concluiremos que, como parte del proceso de la búsqueda
filosófica, se produce una transformación en el sujeto. Transformación que le permitiría vivir
mejor. La filosofía, entonces, sería una actividad del pensamiento que daría lugar a una
vida más feliz, más libre, por tanto, más sabia. En esta transformación del sujeto se
pondrían en juego las virtudes, entendidas como fuerzas que actúan o pueden actuar, es
decir, como potencias. La virtud sería nuestra forma de ser y de actuar humanamente, por
3
ende, nuestra capacidad de actuar bien. En su Diccionario Filosófico, André Comte-
Sponville (2005a), al definir la virtud, aclara que no se trata de la aplicación de una regla
que preexiste, ni el respeto a un mandato de característica trascendente, sino que es la
realización de un individuo que se vuelve su propia regla, para sí mismo, al prohibirse
únicamente lo que juzga indigno de lo que es o quiere ser. Cita a Spinoza, quien entendía
lo mismo por virtud que por potencia: “la virtud en cuanto referida al hombre es la misma
esencia o naturaleza del hombre en cuanto que tiene la potestad de llevar a cabo ciertas
cosas que pueden entenderse a través de las solas leyes de su naturaleza”. (Spinoza citado
en Comte-Sponville, 2005a, p. 555). Virtud, sería entonces, potencia en sentido general, y
humana potencia en sentido particular. La virtud es un esfuerzo exitoso, es la potencia en
acto, en verdad y alegría. (Comte-Sponville, 2005a, p. 555). La potencia es una fuerza que
se ejerce o que puede ejercerse, y no existe otra cosa. Es el ser mismo en tanto que es
potencia de ser, conatus, fuerza, energía. (Comte-Sponville, 2005a, p. 415).
4
locura. Por eso el humor libera y también tiene un toque sublime y elevado, desmarcándose
de otras formas de comicidad y acercándose a la virtud.
Poiesis que hace que lo que no es, sea, gestando nuevos mundos a partir de la palabra.
Palabra que permite revelar la verdad del inconsciente, y que por lo tanto genera efectos
en el sujeto, avasallado y sometido por los mecanismos del lenguaje. Este es el
descubrimiento de Freud, quien revela en la Traumdeutung (interpretación de los sueños),
condensación y desplazamiento de por medio, que hay otra escena que habla en el sujeto
y que, paradójicamente, no le pertenece. Otra escena que lo hace tropezar, trastabillar, que
5
lo deja vacilante. Los efectos de la palabra en el sujeto ocupan así un lugar fundamental
en la obra del Psicoanálisis.
En ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, Freud (1926/1992) cita a Goethe en su Fausto
(Goethe, 1790/2014), quien en la Parte I, Escena 4, hace decir a Mefistófeles: “con palabras
se puede sostener una querella, con palabras aderezar algún sistema, en palabras se
puede creer admirablemente; en una palabra no puede eliminarse ni una iota”. (Goethe
citado por Freud, 1926, p.174).
No despreciemos la palabra. Sin duda es un poderoso instrumento, el medio por el cual nos
damos a conocer unos a otros nuestros sentimientos, el camino para cobrar influencia sobre el otro.
Las palabras pueden resultar indeciblemente benéficas y resultar terriblemente lesivas… en muchos
respectos fue un progreso cultural que la acción se atemperara en la palabra. Ahora bien, la palabra
fue originariamente, en efecto, un ensalmo, un acto mágico, y todavía conserva mucho de su antigua
virtud. (Freud, 1926/1992, pp.174-75).
Por su parte, Lacan considera que la experiencia freudiana demuestra que los sujetos
están determinados, en lo más íntimo, por las leyes estructurantes primordiales del
lenguaje. El inconsciente y la palabra se encuentran regidos por la ley del significante. Esta
ley es introducida en el dominio de la causa, en el lugar donde la hiancia se produce.
(Lacan, 1957-58/2010). Para el autor, el inconsciente es los efectos que ejerce la palabra
sobre el sujeto, por tanto, está estructurado como un lenguaje. Esta estructura del lenguaje
es lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente (Lacan, 1964/2017). El
discurso siempre dice más de lo que se quiere decir, rebasa al sujeto. Dice Lacan:
El discurso por el solo hecho de ser palabra (...) se basa en la existencia en alguna parte de
aquel término de referencia que es el plano de la verdad —de la verdad en cuanto distinta de la
realidad, lo cual hace entrar en juego el surgimiento posible de sentidos nuevos introducidos en el
mundo o la realidad. No son sentidos que ya estén sino sentidos que ella hace surgir, que
literalmente introduce. (Lacan, 1957-58/2010, p.20).
Por su parte, Lacan en el Seminario 3 Las psicosis (1955-56/2017), comenta que “lo
aportado por Freud de luminoso, de único, sobre el tema del Witz solo se concibe a partir
6
del material significante en juego”. (Lacan, 1955-56/2017, p.344). La originalidad de Freud
estaría dada por el recurso a la letra.1 También señala en su Seminario 5 Las formaciones
del inconsciente (1957-58/2010): “Es la forma [la del witz] más notoria en que Freud nos
indica las relaciones del inconsciente con el significante y sus técnicas”. (Lacan, 1957-
58/2010, p.12).
Por tanto, el chiste “que empieza como un juego para extraer placer del libre empleo de
palabras y pensamientos” (Freud, 1905/1992, p.131), termina revelando lo escondido, lo
oculto, por medio del lenguaje. Revela una verdad del sujeto.
Yo la verdad hablo: Soy pues para vosotros el enigma de aquella que se escabulle apenas
aparecida, hombres que sois tan duchos en disimularme bajo los oropeles de vuestras
conveniencias (…) yo os alcanzo en la equivocación contra la cual no tenéis refugio. Allí donde la
palabra más cautelosa muestra un ligero tropiezo, (...) pues la intención más inocente se
desconcierta de no poder ya callar que sus actos fallidos son los más logrados y que su fracaso
recompensa su voto más secreto (...) Yo vagabundeo en lo que vosotros consideráis como lo menos
verdadero por esencia: en el sueño, en el desafío al sentido de la agudeza más gongorina y el
nonsense del juego de palabras más grotesco. (Lacan, 1955/2009, pp. 385-87).
Retomando la idea que entiende al humor como poiético, como acto de creación de un
nuevo sentido en el mundo del lenguaje, consideramos oportuno destacar que en ello la
fantasía, la imaginación y la ilusión, tendrán un papel relevante. En esta última nos
centraremos a continuación.
1
Lacan indica: “llamo letra al soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje”. Sería el sustrato
material que apuntala el orden simbólico. La letra sería, entonces, la estructura esencialmente localizada del
significante. Dice Evans: “el significante persiste como una letra sin sentido que marca el destino del sujeto y que
él debe descifrar”. (Evans, 1996/2007, p.119).
7
Freud explica en El porvenir de una ilusión (1927/1992) que lo que caracteriza a la
misma, es que se deriva de los deseos humanos. Hacerse ilusiones es entonces tomar los
propios deseos por la realidad; expresándose como una subjetividad que desea.
La ilusión implica un juego, de hecho, la palabra ilusión viene del latín illusio-ionis:
“engaño”, nombre sacado de illusus, participio del verbo illúdere: “burlarse de, mofarse de”.
El verbo illúdere se formó con el prefijo in y con el verbo lúdere: “jugar”. Por tanto,
originalmente, illúdere en latín significaba “jugar contra, (in), hacer mofa de”.2
Ilusión que es extremadamente frágil (al fin y al cabo, es algo muy precario lo que
hacemos), pero que, no obstante, espera ser más real que el mundo con todo su peso, en
tanto que dice cosas más fieles sobre nosotros, nos refleja con más certidumbre y verdad
que esa realidad que está ahí afuera.
Como cuando jugamos un juego en el que existen reglas y hacemos como si nos
creyéramos esa escena; en eso consiste la ilusión. Con una particularidad, tiene que ser
compartida, eso es fundamental para que sea realmente una ilusión estética. Tal como un
juego al que invitamos a los otros a participar, es compartido.
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La ilusión sabe que es una ilusión, tiene claro que es un cuento, algo que se plantea en
esos términos. El que se deje seducir por la ilusión accede a modos de ser y de hacer, a
modos de relación con el mundo más ricos que aquellos que ya tiene. Se da una
composición dentro de la cual se desempeña una lógica determinada, una manera de
relacionarse con el entorno que no es necesariamente la que utilizamos en nuestro día a
día. Es una naturaleza que podemos permitirnos explorar y que enriquecerá nuestra vida y
podrá cambiarla, o que planteará al menos la exigencia de que cambiemos la realidad para
que esa lógica sea susceptible de ser desarrollada, de ser implementada.
Claramonte agrega que, entre lo que recogemos del mundo y lo que implementamos o
creamos nosotros -poiesis- con nuestra sensibilidad y singularidad, a partir de esa mezcla,
se produce la ilusión.4 Terreno fecundo, indudablemente, para el humor.
“No puedo llevar un registro de mi vida por mis acciones; la fortuna las puso demasiado abajo: lo
llevo por mis fantasías”. Montaigne.
Para seguir desarrollando nuestras ideas, las cuales definen al humor como acto
creativo en el que se enlazan ilusión, imaginación y fantasía, pensamos atinado referirnos
a un texto del año 1908 [1907], que resulta idóneo para profundizar en estos puntos. Se
trata de El creador literario y el fantaseo (1908[1907]/1992), obra de Sigmund Freud,
“filósofo alemán5 que sin preocuparse si éramos o no poetas, admitió que de locos todos
tenemos un poco. Se escribe Freu, se pronuncia Froid, el que a su vez se pronuncia Fruá.
Un tipo muy discutible, como se ve”. (Julio E. “Peloduro” Suárez, 1971, p.40).
4
Extraído de: https://canal.uned.es/video/5c1c8d6fb1111f21358b4567
5
Vale la aclaración de que este dato no es históricamente cierto, sino que lo tomamos considerando la licencia
poética del chiste del autor citado.
9
en Freud a la facultad imaginativa y a su producto, es decir, a la fantasía (Bauzá, s/f).
Resulta indiscutible que muchos de los elementos señalados recuerdan lo que sucede
con el humor; fundamentalmente esa actitud o creación frente a determinadas condiciones
reales, que no implican, por otra parte, desconocer la realidad concreta, lo que nos llevaría
al terreno de lo patológico.
Ese niño que crece y deja de jugar, asumiendo el papel serio de la edad adulta,
aparentemente renuncia a la ganancia de placer que la actividad lúdica le deparaba, “pero
quién conozca la vida anímica del hombre sabe que no hay cosa más difícil para él que la
renuncia a un placer que conoció”. (Freud, 1908[1907]/1992, p.128) Por tanto, lo que
perfilaba como una renuncia es en realidad una formación de sustituto o subrogado, puesto
que no podemos renunciar a nada. En lugar de jugar se fantasea y, podríamos agregar:
también se puede hacer humor.
El mismo padre del Psicoanálisis plantea en este artículo, una homologación entre el niño
-poeta- adulto, cuando menciona que este último puede equiparar la seriedad de las
actividades propias de su etapa vital actual, con la de sus juegos de antaño, y conquistar
así una elevada ganancia de placer, a través del humor.
Por otro lado, si bien una operación es continuación de la otra (juego-fantaseo), resulta
evidente que es difícil para el adulto comunicar sus ensoñaciones o sueños diurnos. Sería,
cuanto menos, vergonzoso hacerlo; pero creemos que esto puede obviarse en el terreno
del humor; por eso remarcamos su condición de liberador, elevado y sublime. El humor
10
implicaría a la fantasía, la pondría en juego de manera habilitante y compartible; es deseo
en acto creativo.
Resulta distante o extraña la idea de pensar que el humor pueda ser considerado como
creación artística. Nos preguntamos por qué. ¿Acaso le está vedado al hombre común o
vulgar ser hacedor con su cotidianeidad? ¿Por qué cuando pensamos en arte imaginamos
otras obras, otras producciones?
11
observateur”,6 a inicios del mes de junio de 1984, Foucault se preguntaba por qué un
hombre cualquiera no puede hacer de su vida una obra de arte. Le llamaba la atención que
el mismo, es decir, el arte, estuviera reservado a los artistas o expertos, y que fuera algo
que tuviera que ver con los objetos y no con los individuos o sus vidas. En definitiva, su
cuestionamiento pasaba por entender la vida, la existencia, como una obra de arte.
Algo de esto ilumina nuestra búsqueda, y vislumbramos que quizás el humor pueda ser
una vía para lograr dicha empresa.
En su libro Homo Sapiens (2006), Antonio Vélez Montoya plantea que se ha escrito
mucho sobre el humor, se ha revelado poco y menos aún se sabe sobre su origen. Las
explicaciones que se han propuesto hasta el momento son incompletas, por lo tanto, el
humor convive con nosotros siendo un gran misterio. Lo que sí sabemos es que, además
de ser un elemento de diversión, el humor mitiga el dolor y libera la tensión y, usado
correctamente, es un arma más poderosa que la ira.
Desentrañar el misterio del humor, sus raíces, es una tarea que ha sido emprendida por
muchos pensadores, pero con muy poca retribución. De todas formas, esto no ha generado
12
desánimo y se sigue buscando encontrar explicaciones. Quizás con el humor ocurra algo
similar como con la belleza, que la reconocemos, pero no podemos hacerla explícita; o
quizás las explicaciones existentes sobre el humor son tan elementales y escasas que
resultan patéticas.
El “ja-ja” es igual en todos los idiomas, lo que corrobora su carácter innato. Los niños
ciegos y sordos de nacimiento ríen de forma muy similar a la normal; las diferencias
observadas se deben a la falta de experiencia visual y auditiva. Otro dato que apoya la
tesis del innatismo es el hecho de que los mellizos idénticos ríen de manera muy parecida,
aunque sean criados por separado.
Vélez (2006) plantea que el espectro de la risa va desde la sonrisa, extremo de menor
energía, silenciosa, hasta la carcajada o extremo de máxima sonoridad y despliegue
energético. La sonrisa implica, de cierta forma, una aprobación, así como la carcajada
involucra un cierto rechazo, al tiempo que la risa participa de ambas cuestiones. La sonrisa
sería una forma silenciosa de risa, un leve gesto que requiere interacción visual. La risa no
la necesita porque incluye sonidos, es decir, es visual y auditiva. Está diseñada para llamar
la atención. La sonrisa es un mecanismo innato dotado de importantes funciones sociales;
sirve para apaciguar la agresión y permite crear lazos emocionales. En los bebés, la sonrisa
aparece de forma temprana, y podríamos pensar que se trata de una estrategia de la
naturaleza para evitar que las desamparadas crías sean abandonadas o sometidas a
maltrato. Se podría conjeturar que proviene de épocas remotas, cuando no existía el
lenguaje hablado. A lo largo de la vida desempeña un papel social valioso; abre puertas,
facilita la comunicación, reduce distancias, ayuda en el amor. Nada desdeñable, por cierto.
13
Meredith Small (2000) observó diferencias entre los sexos a la hora de reír, los que
hablan ríen más que los que escuchan (Provine 2000) y las mujeres lo hacen más que los
hombres, pero estos últimos son los que más hacen reír, quizás por eso haya más
comediantes y payasos varones que mujeres; o quizás todo se reduzca a que los hombres
son unos payasos. En fin, no profundizaremos ahora en estos temas.
Por tanto, puede haber risa sin humor, así como hay humor sin risas; en consecuencia,
estamos frente a dos fenómenos relacionados, pero distintos.
La risa y la sonrisa son atractivas, está última es parte esencial del coqueteo, y
demuestran, de alguna manera, una buena salud y buenos genes, en una suerte de cola
de pavo real.
Es importante advertir que en la ficción del humor resulta esencial la calidad del actor;
no debe faltar la gracia del humorista, que al igual que en el caso del arte o de la poesía,
no puede explicarse con palabras. El humor, por lo tanto, es cosa seria.
______________________________________________________________________
Finalizada nuestra presentación acerca del humor desde lo biológico, no podemos dejar
de señalar que la misma involucra una mirada a partir de la llamada Psicología Evolutiva o
Evolucionista. Esta pretende examinar y explicar la conducta del ser humano desde,
precisamente, un punto de vista evolutivo y predecible; en la línea de lo mecanicista u
organicista, remitiendo a un posicionamiento de índole positivista.
14
mientras que la segunda lo piensa como un efecto del lenguaje, de allí lo novedoso de su
planteo. Hay una especificidad del Psicoanálisis con respecto al humor, la cual remarca o
destaca su condición de efecto del funcionamiento del significante.
Podemos concluir, entonces, que estas dos posiciones derivan de enfoques o paradigmas
heterogéneos.
Sin pretender hacer un desarrollo íntegro o pormenorizado desde un punto de vista
epistemológico, haremos un pequeño repaso histórico para entender mejor este punto.
Sigmund Freud, para dar cuenta de sus producciones acerca de la vida pulsional y
elaborar su teoría, se basó en paradigmas y modelos científicos de su tiempo. Un claro
ejemplo de esta cuestión, es el modelo energético proveniente de la física de su época.
Igualmente, recurrió a otras disciplinas y saberes para la construcción de su cuerpo teórico.
Estudios de diversa índole (biológica, antropológica, sociológica y religiosa), iluminaron el
camino de su análisis. También los artistas, literatos y poetas (como hemos visto
anteriormente), fueron tomados como referentes para conocer los estados del alma. A este
médico neurólogo, científico e investigador, le resultó “estrecho” el marco de la ciencia
positiva para poder dar cuenta de la vida psíquica. A su vez, esa misma privación o apremio,
lo alentó a explorar otras formas de explicación de lo subjetivo.
15
en el marco de la racionalidad, fundamentalmente rechaza la objetivación del sujeto.
En este punto de nuestra argumentación, y retomando la idea de que el enfoque
biologicista y el psicoanalítico se enmarcan en posicionamientos heterogéneos,
consideramos importante referirnos al paradigma indiciario como modelo epistemológico.
El mismo surge a fines del siglo XIX y sus inicios se remontan al método de Morelli.
Giovanni Morelli fue un crítico de arte italiano que, para reconocer falsificaciones de cuadros,
les prestaba atención a los detalles menores, a las pistas ofrecidas por los elementos más
insignificantes, en lugar de focalizarse en los rasgos más obvios de las obras de arte. Del
mismo modo actuaba Sherlock Holmes, es decir, observando las pequeñas pistas, las
nimiedades, resolvía sus casos. Freud, por su parte, escudriñaba los síntomas y centraba su
atención en cuestiones aparentemente irrelevantes o superfluas, como un lapsus o un chiste.
De hecho, el propio padre del Psicoanálisis confirma que el chiste resulta relevante para ser
discernido psicológicamente.
Para reforzar las nociones que estamos planteando, citaremos a Carlo Ginzburg (1980-
1989), quien en su obra Morelli, Freud y Sherlock Holmes: Indicios y método científico,
propone que el paradigma indiciario contribuyó a la edificación del Psicoanálisis, en el sentido
de que considera detalles marginales o aparentemente faltos de importancia, como indicios
notables o sobresalientes.
Definiremos, por tanto, estos dos paradigmas: el primero antepone lo medible, lo repetible
y comunicable, buscando coincidencias y generalizaciones, el segundo, por su parte, se
centra en lo original y sorprendente, en lo irrepetible y singular. A su vez, cabe destacar que
el paradigma de la física galileana, responde a una lógica cuantitativa, mientras que el
indiciario, centra su atención en lo cualitativo. Estudia lo excepcional, a partir de la búsqueda
de lo singular o particular, no de lo típico. (Pulice et al., 2000). Por este motivo, se considera
al paradigma indiciario como característico de las ciencias conjeturales. (Pulice et al., 2000).
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de la palabra y el lenguaje, podría servirse del humor como recurso clínico.
Pasemos ahora, sin más dilaciones, a desarrollar en profundidad estos lineamientos.
Luego de una pausa de algo más de 20 años, Sigmund Freud retoma el tema examinado
en la última sección de su libro El chiste y su relación con lo inconsciente, del año 1905.
En dicho texto, Freud explica que la fuente del placer ganado por el humor proviene del
ahorro de un gasto de sentimiento. En El humor, se plantea que la actitud humorística,
independientemente de en qué consista la misma, se puede dirigir hacia la propia persona
o hacia alguien ajeno. Esto deviene en una ganancia de placer en quien lo hace y genera
en el espectador una suerte similar. (Freud, 1927/1992). La esencia del humor consistiría
en evitarse los afectos que se producirían merced a una determinada situación, y en
esquivar, mediante una broma, la existencia de dichas exteriorizaciones de sentimiento.
Por tanto, del gasto de sentimiento ahorrado, deriva el placer humorístico.
Freud enumera una serie de características del humor: dice que no solo tiene algo de
liberador, al igual que lo cómico y el chiste, sino que también tiene algo de grandioso y de
patético, elementos que no se hayan presentes en los otros dos tipos de ganancia de placer
surgidos de una actividad intelectual.
Lo grandioso tiene que ver con el triunfo del narcisismo: el Yo no acepta los ataques
que llegan desde la realidad, los traumas que provienen de ella no pueden alcanzarlo, no
se deja vencer por el sufrimiento y, más aún, ¡obtiene del mismo una ganancia de placer!
Por tanto, el humor es opositor, no resignado y no solo resulta victorioso el Yo, sino también
el principio de placer, que se impone con firmeza más allá de las reales circunstancias,
todo esto sin resignar la salud psíquica. (Freud, 1927/1992, pp. 158-59).
Sobre el fin del artículo del año 1927, Freud presenta por primera vez al Superyó desde
una faz amable. Recordemos que el mismo es el heredero de la instancia parental, y suele
mantener al Yo en un régimen de estricto vasallaje; tratándolo como antiguamente los
padres trataron al niño. Podemos deducir entonces que, “la persona del humorista debita
el acento psíquico de su Yo y lo traslada sobre su superyó”. (Freud, 1927/1992, p.160). Por
tanto, en cierta situación, la persona sobreinviste a su Superyó, alterando
consecuentemente las reacciones del Yo.
Esta conclusión a la que arriba Freud con respecto al humor, encuentra un paralelismo
en el cercano territorio del chiste, aunque marca algunas salvedades: en este último un
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pensamiento preconsciente se libera momentáneamente para su elaboración inconsciente,
siendo así el chiste una colaboración que lo inconsciente presta a lo cómico, mientras que
el humor sería la contribución a lo cómico por la mediación del superyó. (Freud, 1927/1992,
p.161).
Si bien el placer humorístico no tiene la fuerza que deriva de lo cómico o del chiste
resulta muy valioso, porque genera una sensación de enaltecimiento y de emancipación.
El Superyó, al producir la actitud humorística, rechaza la realidad y consuela al Yo, lo
protege del sufrimiento y permite esa ilusión que materializa la realización del propósito del
humor, sea en uno mismo o en el otro. El mundo no resulta así tan terrible o peligroso,
porque se puede bromear (¿jugar?) con él. Pero, como bien subraya Freud, entran en
escena las características de cada participante (como en todo juego, subrayamos
nosotros), ya que la actitud humorística “es un don precioso y raro”. (Freud, 1927/1992,
p.162).
Teniendo en cuenta el vínculo que existe entre este y el humor, consideramos relevante
para nuestro trabajo dedicar un apartado específico al mismo.
Como ya mencionamos, el tema del chiste fue tratado por Sigmund Freud en El chiste
y su relación con lo inconsciente, texto escrito en el año 1905. Es oportuno subrayar que,
si bien Freud constantemente revisaba su obra, esto no ocurre con el chiste, del cual no
hubo demasiadas revisiones ni agregados. Volvería a escribir sobre estos tópicos en el año
1927, a través de su trabajo anteriormente citado, El humor.
En esa misma etapa, Freud estaba realizando varios trabajos de forma simultánea,
como, por ejemplo, Tres ensayos de teoría sexual. Fue un momento de creación muy
fecundo, y no es menor la influencia de dichas producciones en la conceptualización del
chiste, en lo que hace al lugar dado a la sexualidad y al inconsciente.
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Freud parte de los estudios sobre el chiste realizados por los autores de la época
(Fischer, Bergson, Lipps, entre otros), quienes consideraban al humor como acto psíquico
del sujeto, denotaban el elemento lúdico presente, enlazado al lenguaje, y su carácter breve
y espontáneo. Dichos autores se centraron más en lo cómico. Freud tomará entonces la
definición manejada por ellos, no esbozando una propia.
Realizará una primera clasificación de los distintos tipos de chistes, según los elementos
empleados, buscando cuál es el nexo común, qué es lo que insiste, a través de una
determinada relación con el lenguaje. Se preguntará bajo qué punto de vista común se
podrían reunir las diversas fuentes de placer del chiste, es decir, la técnica y las tendencias
presentes en el mismo. En cuanto a la primera, Freud (1905/1992) afirma que los procesos
con formación sustitutiva y sin ella, de figuración por un contrasentido y por lo contrario, de
desplazamiento y de figuración indirecta, que se encuentran cooperando en la producción
del chiste, coinciden plenamente con los procesos del trabajo del sueño.
En la segunda parte del libro, llamada Sintética, hablará sobre el mecanismo de placer
y la psicogénesis del chiste. Plantea que el mismo está estructurado como formación del
inconsciente, es una “formación de compromiso”, donde surge algo de lo censurado o
reprimido, realizando el cumplimiento de deseo, trae aparejado el logro de placer y produce
regocijo al vencer obstáculos externos o internos; en estos últimos, la obtención de placer
responde a una economía de gasto psíquico, burlando la censura y venciendo la coerción.
Vinculado a este punto, y definiéndolo como algo propio del chiste, referido a su
formación en lo inconsciente, destaca la brevedad del mismo, como “expresión de
tendencia al ahorro” (Freud, 1905/1992, p.161), relacionado también con las
condensaciones que sufrió.
19
El chiste no se explica, y en ese procedimiento ahorrativo, hay también ganancia de
placer. Cancela la inhibición y es de allí que se ahorra el gasto psíquico que desemboca
en la ganancia de placer. Freud (1905/1992) señala que “el chiste no esquiva la inhibición,
sino que se empeña en conservar intacto el juego con la palabra”. (Freud, 1905/1992,
p.165). Pero aclara que limita su elección a los casos en que ese juego admite el doble
sentido o la polisemia de las mismas. (Freud, 1905/1992). El chiste tiene en su esencia esa
bilateralidad y duplicidad, insistiendo en el sentido de lo sin sentido. (Freud, 1905/1992).
Freud (1905/1992) reflexiona: “el pensamiento que a fines de la formación del chiste se
zambulle en lo inconsciente solo busca allí el viejo almácigo que antaño fue el solar del
juego con palabras”. (Freud, 1905/1992, p.163).
Otra peculiaridad que subraya el autor, es que los chistes se enmarcan dentro de un
código de lo social, desde un lugar histórico muy propio, y referido a una cultura en
particular. Los chistes hacen reír porque hay un código en común, hay algo que se
comparte que permite captar la verdad de los mismos.
Bergson (1900/2016), “filósofo francés que, a pesar del apellido, solo escribió en prosa”
(Julio E. “Peloduro” Suárez, 1971, p.16), decía que hay que ser de la misma parroquia para
poder captar el significado, y esto lleva a mostrar la inequívoca relación que establece el
chiste con el lenguaje, ya que lo que produce, es decir, el acto chistoso, tiene que ver con
el propio juego de palabras. Esto se ve claramente en lo dificultoso que puede ser traducir
un chiste de un idioma a otro y conservar el sentido original.
Dicha característica que hace a la faceta de proceso social del chiste, deja en evidencia
la singular articulación con el lenguaje: hay un hilo conductor que genera algo del orden de
un sentido diferente.
Uno no ríe a solas, no imagina un chiste, se lo cuenta a sí mismo y ríe, tiene que haber
un otro al cual dirigirse y en el que se quiere provocar la risa. Se le da lugar al otro en el
chiste, se propone un lugar para el tercero, espacio de código donde los implicados
20
interpretan un sentido, “hay una mediación de la tercera persona interpolada”. (Freud,
1905/1992, p.150).
La referencia que hace el autor al tercero, pone en evidencia a un otro como lugar
simbólico; es desde ese otro como depositario de un código que se puede dar el chiste,
gracias al lenguaje y su particular estructura.
Es por eso que se puede hablar de una dimensión simbólica, se produce “la otra escena”
(al igual que en el sueño); ese lugar en el que ambos reciben ese código que no es ni de
uno ni de otro, generando la apertura de un nuevo espacio, vinculado al inconsciente.
Lo cómico estaría más relacionado con lo subjetivo, el chiste con algo del orden de lo
simbólico, con un otro. Produce risa al hacer emerger una verdad, verdad que en un
principio está oculta y que provoca en los sujetos ese efecto risueño, a través de esa
particular dimensión abierta.
En la tercera y última parte del libro, la Teórica, se lee que la regresión de la ilación del
pensamiento hasta la percepción, no se da en el chiste (Freud, 1905/1992), pero concluye
más adelante que la formación del chiste implica que “un pensamiento preconsciente es
entregado por un momento a la elaboración inconsciente, y su resultado es aprehendido
enseguida por la percepción consciente”. (Freud, 1905/1992, p.159).
Sobre el final del capítulo VI, a modo de síntesis aclaradora, se agregan otras
diferencias importantes entre los dos procesos: “el sueño es un producto anímico
enteramente asocial, no tiene nada que comunicar a otro”. (Freud, 1905/1992, p.171),
mientras que el chiste “es la más social de todas las operaciones anímicas que tienen como
meta una ganancia de placer”. (Freud, 1905/1992, p.171). El chiste consiste en un juego
desarrollado, mientras que el sueño es un deseo que se ha vuelto irreconocible. (Freud,
1905/1992).
21
El sueño implica un ahorro de displacer, en tanto que hay una ganancia de placer en el
chiste, a su vez, el sueño responde a una necesidad, el dormir, pero el chiste “procura
extraer una pequeña ganancia de placer de la mera actividad de nuestro aparato anímico,
exenta de necesidades”. (Freud, 1905/1992, p.172).
Para Lacan, el inconsciente está estructurado como un lenguaje, y sería los efectos que
ejerce la palabra sobre el sujeto. (Lacan, 1964/2009, p.28). Ya en Función y campo de la
palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953/2009) enunciaba que el inconsciente es un
discurso, específicamente, una parte del discurso.
Lacan considera que el inconsciente se produce cuando el sujeto habla o es hablado.
Por tanto, es una construcción, una narrativa que irrumpe en el sujeto, adquiriendo así un
carácter discursivo.
Continuando con esta idea, en el Seminario 3 Las psicosis (1955-56/2017) Lacan
manifiesta que el inconsciente “siempre presenta la duplicidad esencial del significante y
del significado”. (Lacan, 1955-56/2017, p.237). Por tanto, está simbólicamente articulado.
En La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud (1957/2009)
establece que, merced a la experiencia psicoanalítica, puede descubrirse en el
inconsciente la estructura del lenguaje. (Lacan, 1957/2009, p.462). Ambos, inconsciente y
lenguaje, se hayan regidos por la ley del significante (Lacan, 1957-58/2010, p.51). El mismo
se define por tener una existencia dentro de una cadena articulada, que tiende a formas de
agrupamientos cerrados por una serie de anillos enganchados unos con otros para
elaborarla y, a su vez, se articulan con otras cadenas. Por intermedio de las funciones de
metáfora y metonimia, el enlace de los significantes cobra sentido. (Lacan, 1957-58/2010,
p.32).
Lacan habla de la agudeza para explicar la noción de significante y sus técnicas, siendo
esta la mejor entrada para abordar las formaciones del inconsciente, marca así la
importancia del significante en función de los mecanismos de la formación del mismo.
(Lacan, 1957-58/2010, p.12). Considera que la agudeza es la forma más clara en la que
Freud indica la relación del inconsciente con el significante y sus técnicas, de hecho, la
técnica del chiste que describe el padre del Psicoanálisis, es la del significante.
22
fórmulas generales presentes también en las otras formaciones del mismo, como el
síntoma, el sueño y los actos fallidos. (Lacan, 1957-58/2010, pp.51-52).
Las funciones de la metáfora y la metonimia son las ideas que utiliza Lacan para hacer
referencia a lo que Freud llamó condensación y desplazamiento, de forma respectiva. A
través de las mismas, el enlace de los significantes genera sentido (Lacan, 1957-58/2010,
pp.32-41), la primera implica la sustitución de un significante por otro en la cadena, creando
así un sentido, mientras que la segunda asocia elementos y se produce en la función que
toma un significante por estar en relación de continuidad con otro en la cadena.
La función de la tercera persona, planteada por Freud, es ubicada por Lacan en el Otro
como lugar simbólico. Para que haya agudeza es necesario que esté el Otro. (Lacan, 1957-
58/2010, p.27).
Al principio del chiste siempre se produce una llamada al Otro como lugar de
verificación, es el Otro quien da a la creación significante valor, diferenciando a la agudeza
del síntoma o del acto fallido. (Lacan, 1957-58/2010, pp.47-48).
Subrayamos, por tanto, el papel destacado que tiene este retoño del inconsciente en el
funcionamiento psíquico, cuestión marcada por ambos autores. Lugar para el tercero,
apertura de un espacio, juicio que juega, verdad que asoma, por todo esto pensamos que
quizá se debería tomar con más seriedad al chiste, el cual presenta características propias
bien definidas, sumadas a una potencialidad no del todo explorada o desarrollada.
Siguiendo en la línea de lo esbozado al final del párrafo anterior, señalamos que Lacan
plantea en el Seminario 2 El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954-
55/2008), que el amor es cómico, porque se trata de un malentendido. Luego, en el
Seminario 8 La transferencia (1960-61/2008), retoma la cuestión de la comedia y el amor
subrayando la ironía de que el amor grecolatino, presentado por medio de El banquete de
Platón, invoca a los dioses que, del amor, nada saben. En este seminario Lacan manifiesta
de forma explícita que el amor es un sentimiento cómico, y afirma que pertenece a la
verdadera naturaleza de la comedia en el sentido griego y latino del término. “Hay dos
cosas en mi discurso pasado que he observado a propósito del amor, y se las voy a
recordar”, dice Lacan en su Seminario de 1960-61 Le transfert dans sa disparité subjective,
sa prétendue situation, ses excursions techniques; “la primera es que el amor es un
sentimiento cómico… La segunda cosa que quería decir, algo con lo que nos
encontraremos constantemente y que nos servirá de guía, es que el amor es dar lo que
no se tiene”. (Lacan, 1960-61/2008, pp.44-45). En el trabajo que efectúa sobre la obra de
Platón, expresa que el amor es dar lo que no se tiene, es decir, la castración, la carencia,
23
a quien no es; de allí el malentendido irónico.
Ahora bien, a la luz de todo lo planteado, ¿por qué, entonces, el humor no es tomado
con más seriedad? ¿Por qué no se lo tiene más en cuenta o consideración? Coincidimos
con la tesitura de que actualmente es un discurso infravalorado, desechado, en cierto
aspecto. No se ha profundizado con rigurosidad en él; inclusive no existe un constructo
teórico uniforme sobre el mismo. A veces se lo confunde con lo risible y con lo cómico, no
siendo fácil ubicar las fronteras entre ellos.
Hay algo contradictorio, paradojal en juego. Esto queda registrado (y quizás nos ayude
a entender) en el estudio que efectúa Bajtin sobre la historia de la risa, que da cuenta de
la existencia de diferentes discursos a lo largo del tiempo, en cuanto a la categorización del
humor. Algunas posturas excluyen a la risa de la ideología “elevada”, de las ceremonias
estatales o de los cultos religiosos, como es el caso de los discursos que se producen
durante la Edad Media. En los siglos XVII y XVIII, lo risible se enmarcaba dentro de la órbita
de lo profano y de los vicios sociales, lo esencial no podía ser territorio de lo cómico. Sin
embargo, durante el Renacimiento, se le otorga a la risa un importante valor en la
concepción del mundo, se la considera como una de las formas elementales por las cuales
se expresa el hombre y la historia. También se subraya su relación con asuntos filosóficos
de carácter importante, y con los caminos que permiten el buen vivir y el buen morir. (Bajtin,
1988). Cuestiones, como vemos, nada triviales o intrascendentes.
24
Por tanto, el humor es caracterizado desde ópticas diferentes y contrapuestas a lo largo
de la historia. Por una parte se lo define como algo netamente humano, cuestión señalada
por Bergson al enunciar que, fuera de lo que es propiamente del hombre, no existe nada
cómico (Bergson, 1900/2016), que involucra cierta grandeza -“operación elevada”-, pero
por otra se lo relaciona con lo malo, lo grotesco o incluso lo satánico, sin olvidarnos de su
vínculo con la locura, magistralmente plasmado en la figura del ya mencionado Demócrito.
Es esta una dicotomía que provoca e invita a pensar.
En el capítulo I, Freud define a la cultura como “todo aquello en lo cual la vida humana
se ha elevado por encima de sus condiciones animales y se distingue de la vida animal”.
(Freud, 1927/1992, pp.5-6).
Una de las tesis centrales de la postura psicoanalítica es que somos seres pulsionales,
es nuestra naturaleza. Esta condición es inevitable; como también lo es el hecho de que la
cultura exija restricciones a lo pulsional. Por ende, siempre habrá una tensión entre cultura
y pulsión. Esta será otra arista emblemática del Psicoanálisis que lleva a Freud a enunciar
que “todo individuo es virtualmente un enemigo de la cultura, que, empero, está destinada
a ser un interés humano universal”. (Freud, 1927/1992, p.6).
Toda cultura se edificaría sobre una compulsión y sobre una renuncia pulsional, por ello
aparecen las tendencias destructivas, antisociales y anticulturales. A su vez, reiteramos
que no podríamos vivir sin estas regulaciones culturales. Como bien expresa Freud,
retomando la idea de Thomas Hobbes (1651/2018), si se eliminara la cultura, solo quedaría
un estado de naturaleza, que resultaría absolutamente insostenible.
25
La tarea fundamental de la cultura consiste en protegernos de la Naturaleza, la cual es
“fría, cruel y despiadada” (Freud, 1927/1992, p.15), y no deja de mostrarnos lo desvalidos
que somos, lo endeble de nuestro carácter. Este tema ya había sido mencionado por Freud
en un trabajo anterior de índole antropológica, Tótem y tabú (1913/1992), donde este rasgo
fue señalado como parte de la condición humana. El desvalimiento acompaña al hombre
durante toda su vida, no solo en su infancia, y con él su añoranza del padre y de los dioses:
“el desvalimiento y el desconcierto del género humano son irremediables”. (Freud,
1927/1992, p.18).
Freud señala que existen bienes “espirituales” de la cultura, como ser la ciencia, el arte,
los ideales de diversa índole, y la religión. Este capital anímico resulta relevante a la hora
de canalizar o restringir lo pulsional, en cuanto al papel que desarrolla al respecto. De esta
forma lo considera Freud, quien, sin restar importancia al apremio de la vida -ananké-,
destaca significativamente el papel de dichos elementos. Por otra parte, no podemos dejar
de señalar que la cultura no actúa únicamente de forma externa, a través de prohibiciones,
restricciones, entre otros medios, sino también de manera interna, con la formación e
instauración de una nueva instancia psíquica: el Superyó, heredero del Complejo de Edipo.
El sujeto no solo va a sentir a la cultura como algo externo que lo coacciona, sino que
también la interioriza, la vive como algo propio.
Ahora bien, los capitales anímicos de la cultura cumplen la función de regular los
vínculos entre los seres humanos, pero Freud infiere que la religión sería el más valioso de
todos ellos para los hombres, el más relevante y, a su vez, el que menos avanza o
evoluciona. Es por tanto que se cuestiona qué son esas representaciones a la luz de la
psicología, de dónde reciben su alta estima y cuál sería, en definitiva, su peso y anclaje
psíquico, que actúa eficazmente de forma independiente de la aceptación racional. Pronto
lo sabremos.
26
LAS ILUSIONES COMO CUMPLIMIENTO DE DESEO.
Llegado a este punto de sus reflexiones, Freud se plantea si así como el niño crece y
acepta la realidad, no podría darse en la humanidad un movimiento similar. Reconoce la
importante labor que la religión desempeña en la regulación de los vínculos sociales, pero
considera que no ha sido lo suficientemente eficaz. Si bien la mayoría de las personas
necesitan de la religión, “muchos están descontentos con la cultura y son desdichados con
ella”. (Freud, 1927/1992, p.37).
Por otro lado, la religión se alimenta mucho del pecado, quizás generaría un efecto
iatrogénico, como un funcionamiento “circular”, no desarrollando de la mejor manera su
función. El cuestionamiento de Freud pasa entonces por plantear una revisión radical del
vínculo entre cultura y religión. Apunta al progreso para “reconciliarse con la presión de la
cultura”. (Freud, 1927/1992, p.41).
(…) no importa cuán a menudo insistamos, y con derecho, en que el intelecto humano es
impotente en comparación con la vida pulsional. Hay algo notable en esa endeblez; la voz del
intelecto es leve, mas no descansa hasta ser escuchada. (Freud, 1927/1992, p.52).
27
Voz del intelecto que podría hacerse oír a través de una operación elevada, sublime,
grandiosa, emancipadora, liberadora. Una creación no resignada, opositora, donde triunfe
el Yo y el principio de placer, a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales; donde
el Superyó, increíblemente amable y bueno, proteja y apañe nuestro desvalimiento, tal
como lo hace un padre. Una ilusión, de esas que nos resultan tan necesarias, gratas y
satisfactorias.
¿No les suena familiar? ¿No hemos visto algo que responde a esta descripción a lo
largo de nuestro recorrido compartido hasta ahora? ¿Acaso no han prestado atención?
¿No se les ocurre algo así como el humor, tal vez?
Este puede formar parte de una “educación para la realidad”, colaborando con ese salto,
ese progreso que debe hacer la humanidad, para que esta vida sea más satisfactoria y
menos gravosa. Freud resulta muy claro y tajante al respecto cuando enuncia: “perdiendo
sus esperanzas en el más allá, y concentrando en la vida terrenal todas las fuerzas así
liberadas, logrará, probablemente, que la vida se vuelva soportable para todos y la cultura
no sofoque a nadie más”. (Freud, 1927/1992, p.49).
Freud concluyó El porvenir de una ilusión en el otoño de 1927, el mismo año en que
escribió El humor (1927/1992). Durante los dos años siguientes produjo muy poco,
probablemente debido a su enfermedad. En el verano de 1929 comenzó a escribir una
nueva obra de carácter sociológico, El malestar en la cultura (1929/1992). Vayamos a ella
para ver qué nos aporta con respecto a nuestro tema.
Freud remarca su postura de que la religión, fundamentalmente, tiene que ver con el
desvalimiento y la añoranza del padre, involucrando un vínculo ambivalente hacia este, el
cual es admirado y temido. Refuerza la idea de que en el psiquismo nada se extingue,
utilizando la metáfora de la ciudad de Roma. Por más que se evolucione, siempre quedan
28
restos de épocas anteriores, se superan etapas, pero el psiquismo contiene, asimila.
La vida, plantea Freud, resulta gravosa y dura, trae desengaños y dolores; para poder
soportarla debemos recurrir a “construcciones auxiliares”, que actúan como sedantes.
Recordemos que, según el autor, el fin de la vida humana o “bien supremo”, es la búsqueda
de la felicidad. Resulta evidente que no parece ser una tarea fácil lograr este objetivo, en
virtud de lo planteado. A su vez, no olvidemos incluir en esta constelación la necesaria
limitación pulsional que la cultura impone, generando así un malestar que es necesario
aliviar con calmantes. Con respecto a estos últimos, los hay de tres tipos: poderosas
distracciones, satisfacciones sustitutas y sustancias embriagadoras; cada una de ellas, en
mayor o menor medida, ayuda a los hombres a lidiar con sus miserias.
Las satisfacciones sustitutas, en las que podemos ubicar el arte, son “ilusiones respecto
de la realidad, mas no por ello menos efectivas psíquicamente, merced al papel que la
fantasía se ha conquistado en la vida anímica”. (Freud, 1929-30/1992, p.75). Es aquí donde
encontramos el terreno fértil para el humor. El sujeto rechaza el dolor que le ocasiona la
realidad, rehúsa dejarse vencer por el padecimiento. Con su defensa ante la posibilidad de
sufrimiento, el humor y sus asociados ocupan un lugar entre los métodos que Freud nombra
en El malestar en la cultura; artilugios que la vida anímica ha desplegado con el fin de evitar
el padecer.
Freud considera que existen tres fuentes desde donde puede acontecer la desdicha en
la vida humana: desde el cuerpo propio, desde el mundo exterior, con su devastadora y
despiadada fuerza (con sus virus, vale decir), y finalmente, los vínculos con otros seres
humanos. El sufrimiento que llega desde esta última fuente, lo sentimos más doloroso que
cualquier otro. Justamente, lo que depende en forma directa de las regulaciones existentes
para los vínculos recíprocos, la que deriva, en definitiva, de los propios seres humanos, es
la que menos se ajusta y la que más nos lastima. Imposible no pensar en la religión y en
su intento, a nuestro parecer fallido, para lograr la armonía entre los hombres.
Es por ello que reclamamos vivamente un lugar para el humor, cuyo efecto balsámico y
conciliador, entre otros, resulta incuestionable a la hora de hablar del relacionamiento
29
social, como hemos visto a lo largo de nuestro trabajo, presentado desde distintas
perspectivas (biológica, evolutiva, filosófica, artística y psíquica).
Permite una reconciliación con la cultura, al obtener placer y alcanzar la felicidad, que
no es permanente o constante, sino episódica (al igual que el primero). Qué mejor ejemplo
de esto último que esos chispazos que el humor nos ha sabido brindar a todos. ¿No es
acaso como dicen los poetas, que no recordamos los días, sino los momentos? ¿No es eso
la felicidad? ¿Tan solo instantes?
Instantes liberadores, que nos hacen más humanos, no dioses con prótesis. Creaciones
humorísticas que demuestran que “la libertad individual no es patrimonio de la cultura”,
(Freud, 1929-30/1992, p.94), sino que depende de nosotros, de nuestro ejercicio, de la
puesta en práctica de nuestra libertad. Y si estos mecanismos no entran en conflicto con
la cultura, ¿no resultan por demás idóneos? ¿No es acaso un triunfo del progreso, del
intelecto y también del narcisismo? ¿No habilitan un buen manejo de la agresividad, que
se encuentra en ese bloque invencible de la naturaleza psíquica? ¿”Retoño y principal
subrogado” (Freud, 1929-30/1992, p.118) de la pulsión de muerte, propio de la condición
humana y, por tanto, imposible de erradicar? Eros y Thanatos enlazados, mezcla y
desmezcla pulsional, tan necesarias para la vida.
Como señala Freud, la inclinación agresiva es una disposición autónoma del hombre y
en ella encuentra la cultura su obstáculo más poderoso, pero tramitada, atemperada por el
humor, puede resultar beneficiosa para todas las partes en cuestión.
30
Comte-Sponville (2005b/2018) recuerda a Pierre Desproges, humorista francés
conocido por su humor negro, quien decía que, frente a lo que el Señor nos ha pedido
(aquel precepto tan sencillo de ejecutar) que enuncia “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”, él se prefería a sí mismo. Dicho esto, sin ánimo de introducir sus opiniones
personales en juego, por supuesto.
Nosotros pensamos igual que Pierre, y en esa elección para preferirse y priorizarse
incluimos, sin dudas y sin culpas, al humor. A veces, este se refleja en una actitud de
tolerancia que debe empezar por uno mismo. Y en asumir que, como decía Miguel Delibes
(1948/2010), la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas.
A lo largo de nuestro recorrido, hemos visto al humor desde distintas facetas, lo que nos
ha permitido ir revelando su valor e importancia, a la vez que nos ha provocado
cuestionamientos e inquietudes.
Desde una perspectiva psíquica, podemos definir al humor como un acto creativo,
artístico, que pone en juego la fantasía, la imaginación y la ilusión, en articulación con el
deseo, mediatizado por la palabra y el lenguaje.
El humor resulta no solo liberador, como el chiste y lo cómico, sino que tiene también
algo de “grandioso y patético”. Lo primero está en relación al narcisismo y los vínculos que
este establece con los ideales del sujeto (Yo-ideal e Ideal del Yo). Lo segundo refiere a un
componente pasional, puesto que el humor, como ya mencionamos, no es resignado
sino opositor. También “refiere a lo que ese sujeto padece en ese tránsito donde la palabra
proferida desde el lugar del Otro lo introduce a un campo con ciertas legalidades
establecidas”. (Novas, 2015, p.115). El Yo rehúsa dejarse tomar por el sufrimiento y por la
realidad, se impone mediante la mediación del Superyó; constituyendo una posibilidad
31
subjetiva de regulación que no entra en el terreno de la patología.
El humor, entonces, se diferencia del chiste y de lo cómico, “tiene una dignidad propia”.
El primero es producto de un equívoco que ocurre a nivel del lenguaje, el chiste “se hace”.
En lo cómico, por su parte, se privilegia la escena, se descubre, es un efecto no buscado.
Desde la óptica psicoanalítica, vemos que el humor puede abordarse desde distintas
vertientes: como retoño del inconsciente, encarnado en el chiste, como recurso del
individuo frente al padecimiento, gestionando la angustia a través de la palabra (Novas,
2015), a través del análisis de la transferencia, ya que el amor es un sentimiento cómico, y
también como vía de trabajo con los ideales, desacralizándolos, a partir de la faz amable
que toma el Superyó.
Al iniciar este trabajo, destacábamos cuántas aristas nacían a partir de la definición del
humor. Muchas las hemos recorrido, y también han surgido otras nuevas. En este punto de
nuestra producción, nos abocaremos a reflexionar acerca de las que más han quedado
resonando y parecido pertinentes de análisis.
APARTADO A.
Cuando pensamos en el peso a nivel social que tiene la religión (siendo una ilusión
basada en deseos) y la influencia que ejerce a nivel de la formación y de la enseñanza de
los seres humanos, nos preguntamos si no podría darse, dentro de lo que Freud llamó la
“educación para la realidad”, una instrucción que aliente la promoción y el desarrollo de las
capacidades humorísticas. En un primer momento puede parecer algo alocado, pero a
veces es necesario cultivar unas cuantas locuras menores para que la realidad nos resulte
soportable, como decía Marcel Proust en A la sombra de las muchachas en flor
32
(1918/2021).
Así como se enseñan otras asignaturas, se podría impartir una dedicada a estimular las
artes humorísticas, que pueden tener mucho que decir sobre el “arte de vivir” y que
suponen, como hemos visto, unos ejercicios reveladores en tanto horadan, socavan y dejan
expuesta una verdad del sujeto, a través de la palabra. De alguna forma, habilitan el
derecho a buscar esa verdad, es decir, de ejercer la libertad. El humor propugna la
espontaneidad, la creatividad, por tanto, estimula la individualidad, en el sentido de la
potencia personal. La religión, por su parte, sofrena, reprime ese empuje. No es una
práctica liberadora, por el contrario, a través del miedo, de la culpa y del pecado mantiene
sujetado al ser humano, logrando un control más efectivo de las masas.
Quizás por esto mismo es que, si bien se enlaza a la ilusión y al deseo (al igual que la
religión), el humor no ha tenido demasiado andamiento en la contemporaneidad, no siendo
tomado en serio (nunca mejor dicho), ocupando el lugar de un discurso o quehacer
ignorado e infravalorado.
En esta novela, un monje franciscano llega a una abadía y se ve en medio de una serie
de crímenes que está empeñado en resolver. En un pasaje de dicho libro, el mencionado
monje, llamado Guillermo de Baskerville, entra en una sala donde los religiosos transcriben
e ilustran libros. Un ratón pasa por delante de uno de estos hombres, asustándolo y
provocando las risas de los demás, hasta que un anciano aparece en escena
recriminándoles su comportamiento; este último es Jorge de Burgos. Entonces, Guillermo
le pregunta qué tiene en contra de la risa, a lo que este responde que la risa es un viento
diabólico que deforma las facciones y hace que los hombres parezcan monos. Añade que
la risa es un atributo humano, como el pecado; y que Cristo nunca rio, en ningún momento
de las Escrituras dice que riera.
33
concluye que ha sido Jorge de Burgos, el monje anciano enemigo de la risa, el que ha
matado a los demás religiosos de la orden, haciéndoles leer un libro de Aristóteles con las
páginas envenenadas. Se trata del desaparecido segundo libro de Poética del filósofo,
dedicado a la comedia. Jorge, al ser descubierto, consigue escapar a través de la
biblioteca. Para encontrarlo, Guillermo empieza a hacerle preguntas sobre el por qué de su
odio a ese libro y, mientras se acerca a su escondite, Jorge de Burgos le dice que la risa
mata al miedo y sin miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo, ya no hay
necesidad de Dios. Señala que, si podemos reírnos de Dios, el mundo desembocaría en
caos. (Eco, 1980/2006).
Al reflexionar sobre lo citado, inferimos que el hallazgo de este libro de Aristóteles, sobre
el cual se ha especulado mucho (que nunca se escribió, que se extravió durante la Edad
Media) habría hecho temblar los cimientos de la Iglesia Católica, y sería una clara evidencia
del humor como medio de liberación anímica, destacando su condición de instrumento para
alcanzar la verdad.
Eco hace decir a Jorge de Burgos que, si se difundieran las ideas de Aristóteles, un
nuevo orden se establecería, “este libro podría enseñar que liberarse del miedo al diablo
es un acto de sabiduría”, la risa se transformaría en “operación del intelecto”, y el hecho de
que “sea propia del hombre es signo de nuestra limitación como pecadores”. Agrega que
“de este libro podría surgir la nueva y destructiva aspiración a destruir la muerte a través
de la emancipación del miedo”, para concluir afirmando que “si la risa es la distracción de
la plebe, la licencia de la plebe debe ser refrenada y humillada y atemorizada mediante la
severidad”. (Eco, 1980/2006, pp.467-468).
Probablemente, por estos motivos el humor era y, creemos, es, perseguido e ignorado,
ya que por su mediación se produce una emancipación y realización, ocupando, de algún
modo, un papel subversivo y reaccionario.
El escritor Julio Cortázar decía que la intención del humor es casi siempre desacralizar,
tirar abajo cierta importancia de algo que tiene algún grado de prestigio, que está puesto
en un pedestal. El humor siempre está pasando la guadaña por debajo de los pedestales
y de todas las pedanterías.7
El buen talante y la risa liberan, hacen a las personas menos miserables, y eso no
siempre favorece a determinados intereses, que hallan en los infelices y angustiados a sus
principales seguidores, clientes o consumidores. A propósito de esto último, hablaremos
en el próximo apartado.
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APARTADO B.
1) LA UTILIDAD DE LO INÚTIL.
Simon Leys, en su Breviario de saberes inútiles (2021) contaba que, cuando era un
joven estudiante, tuvo la suerte de concurrir a una particular escuela en Hong Kong. Uno
de sus compañeros la bautizó como “Escuela de la inutilidad”. Leys recuerda haber pasado
en ella unos años gozosos e intensos, donde aprender y vivir eran sinónimos. Años más
tarde descubriría el escritor belga que, puesto que el saber más ocioso constituye el
fundamento de los valores esenciales de nuestra humanidad, a esos años debía lo más
decisivo de su formación.
En esta línea van nuestros planteamientos, en cuanto al lugar que podría tener el humor
en la organización sociocultural y educativa. Pero vemos ciertas resistencias,
profundicemos en ellas.
Es una operación elevada apta para todo público, puesto que no implica (más allá de
las características personales, que siempre influyen), tener un don especial para ejecutarla.
Esto sí suele suceder con otras artes, como la música, la pintura, la literatura, entre otras.
El humor resulta así accesible a todos, en términos generales.
El humor, por tanto, no resulta ser un tributo a los fines utilitarios del mercado, de hecho,
se muestra ajeno a cualquier asunto de esa índole. Podríamos afirmar que nutre el espíritu,
no las billeteras. Rescata nuestras almas de la fatalidad espiritual que crean la política, la
economía y la ideología que las sostiene.
Eugène Ionesco, uno de los principales dramaturgos del Teatro del Absurdo, decía que,
si era absolutamente necesario que el arte sirviera para alguna cosa, debía ser para
enseñarle a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que, por otra parte, es
indispensable que las haya. (Ionesco, 1965).
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prisionero de la necesidad. No puede comprender que algo pueda no ser útil, como
tampoco comprende que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil y agobiante. Si no se
comprende la utilidad de lo inútil y, al mismo tiempo, la inutilidad de lo útil, no se comprende
el arte. Un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un
país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, por tanto, un país que no tiene
espíritu. Donde no hay humorismo ni hay risa, solo encontraremos odio y cólera. (Ionesco,
1965). Y rinocerontes, agregamos nosotros.
Pierre Hadot (1983/2006) plantea que, al parecer, es tarea de la Filosofía revelar a los
hombres la utilidad de lo inútil. Por tanto, nombraremos a algunos pensadores que
repararon en esta cuestión.
Voltaire (1736/2003) hablaba de lo superfluo como cosa muy necesaria, remarcando que
nada es más necesario que lo sobrante o inútil. Heidegger, por su parte, también se detiene
en la utilidad de lo inútil, expresando que lo más útil es lo inútil, pero sentir la experiencia
de lo inútil es lo más difícil para el ser humano actual. En ello se entendería lo “útil” como
lo usable prácticamente, es decir, para fines técnicos, para lo que consigue algún efecto
con el cual yo pueda hacer negocios y producir. Contrariamente, uno debería ver lo útil en
el sentido de lo “curativo”, que es lo que llevaría al ser humano a “sí mismo”. En síntesis,
el filósofo alemán busca liberar la noción de utilidad de una exclusiva finalidad técnica y
comercial, y remarca que, para el hombre actual, cada vez es más arduo sentir interés por
cualquier cosa que no implique un uso práctico e inmediato para fines técnicos. (Heidegger,
1959-69/2007).
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significado más humano a la vida. (Bataille, 1917-62/2005).
Es menester señalar que Bataille toma esta idea del don de la obra de Marcel Mauss,
Ensayo sobre el don. Forma y razón del intercambio en las sociedades arcaicas
(1925/2009), presentando la “noción de gasto”. (Bataille, 1929-39/2003, p.110). En dicho
trabajo, Mauss habla de la manera en que el intercambio de objetos entre los grupos
articula y construye las relaciones entre ellos. Sostiene que donar o dar un objeto (don)
hace grande al donante y crea una obligación inherente en el receptor, quien tiene que
devolver el regalo. La serie resultante de los intercambios que se dan entre los individuos
de un grupo, y también entre otros grupos distintos, establece una de las primeras formas
de economía y solidaridad social implementadas por los seres humanos.
Analizando las características del don, resulta lineal conectar con el ámbito del humor y
sus derivados. Recordemos que, a lo largo de nuestro ensayo, hemos considerado al
mismo como acto creativo de carácter artístico, así como una actividad elevada que
humaniza y afirma al sujeto. Este, mediatizado por lo simbólico y lo intersubjetivo, ejerce
su libertad y gana, a su vez, un reconocimiento por parte del otro. Surgen así,
indudablemente, muchos puntos en común con el don, entre los que destacan la gratuidad
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y la implicación en el vínculo, a la vez que se refuerza la emancipación o autonomía.
Retomando la idea del humor como obra de arte, consideramos que se trata de un don,
no de una mercancía. La cuestión sería cómo proteger ese don de la creatividad en un
mundo dominado por la lógica mercantil, donde prevalece la medida en monedas. Al decir
de Oscar Wilde (1892/1999), en una época en la que se conoce el precio de todo y el valor
de nada, defender la candidez del gesto creador del humor sería salvaguardar nuestra
dignidad, nuestro espíritu, entendido como vínculo colectivo y no como ego.
Si bien este es un tema que resulta apasionante, dejamos abiertas a futuras incursiones
las reflexiones en profundidad acerca de la relación entre el don y el humor, ya que escapan
a las posibilidades de este trabajo.
Por tanto, podemos concluir que lo realmente útil sería solo lo que puede mejorar al
hombre, elevarlo, en un sentido filosófico. Aquello que exalta la ilusión y alcanza a dar más
sentido a la vida, a través de la pasión por los ideales, incluso a través de la derrota, como
nos muestra Don Quijote. ¿Acaso nos atrevemos a decir que su aventura “por caminos sin
camino” fue inútil? O el gesto de un muchacho chino desarmado que en la Plaza Tiananmen
de Pekín, en 1989, se paró frente a los tanques y los enfrentó, desafiándolos (imagen que
dio la vuelta al mundo, señalada en 1998 por la revista Time como una de las “empresas”
que tuvo más influencia en el siglo XX); ¿podríamos afirmar que no fue útil, que no sirvió
de nada?
Si no nutrimos ese grano de “cuerda locura” que todos llevamos dentro, sería
imprudente vivir. Y muy aburrido, también. Se trata, entonces, de reavivar rescoldos de
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libertad en el ejercicio lúdico del humor. De aprovechar, hasta en los gestos más simples o
cotidianos, la ocasión para volvernos más humanos. Simplicidad motivada tan solo por un
auténtico gozo y ajena a cualquier aspiración al beneficio, para que no predomine el amor
a lo “materialmente” útil sobre el amor a lo bello, puesto que, al decir de Montaigne en sus
Ensayos (1580-1595/2007), es el gozar y no el poseer, lo que nos hace felices.
Y vaya si en esto tendrá que ver el humor, con su particular dialéctica entre realidad y
deseo, que constituye una forma de resistencia a las omnipresentes leyes del mercado, a
la mercantilización de nuestras vidas y al temible y alienante pensamiento único.
A su vez, es válido destacar que, como ya hemos develado con anterioridad, el humor y
la teoría psicoanalítica también comparten un lugar marginal y hasta subversivo. Esto se debe
no solo a lo que implican y representan, sino también al sitial que han ocupado en el crisol de
discursos y saberes. Podríamos decir que el carácter de revolucionarios que comparten, los
hermana y fortalece. Son compañeros de trincheras.
En el trabajo con la palabra puede aparecer el humor, siendo un material sustancial que
posibilita la gestión de la misma, dando cuenta, a su vez, del particular ensamblado que une
humor y malestar. Cabe recordar que la relación entre palabras engendra sentidos, y la forma
en que el sujeto es albergado u hospedado por el lenguaje, no será sin consecuencias.
El Psicoanálisis permite abordar el humor desde diferentes lugares: a través del chiste,
entendido como retoño del inconsciente, como insumo del sujeto frente a su padecer,
permitiéndole tramitar la angustia por medio de la palabra, mediante el análisis de la
transferencia, ya que el amor es un sentimiento cómico, y, finalmente, como vía de trabajo
con los ideales, puesto que un Superyó amable permite desacralizarlos. Todas estas formas,
posibilitan gestionar el malestar que aparece unido a lo humorístico.
Por ello, concluimos nuestro recorrido subrayando que el humor, puesto en juego dentro
del método psicoanalítico, resulta ser una opción firme y valiosa frente al padecer.
Será nuestra tarea como analistas saber reconocer y estimar este precioso recurso, el cual
puede hallarse en la palabra y el lenguaje de aquel que nos dirige una demanda, durante el
encuentro analítico.
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BONUS TRACK. UN TOQUE DE HUMOR.
Fue así que Freud consiguió emigrar a Inglaterra. En esa transacción, la Gestapo le
exigió además que firmara un documento, declarando que había sido bien tratado por las
nuevas autoridades. Y, aunque Freud firmó ese papel, también agregó una frase
manuscrita: “Ich kann die Gestapo jedermann auf das beste empfehlen, o sea, “puedo
recomendar sinceramente la Gestapo a todos”.8
¡Touché!
8Diario El País de los domingos. Suplemento cultural. Domingo 17 de septiembre de 1989. Homero Alsina
Thevenet.
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