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Paola Pica TFG Final

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Universidad de la República

Facultad de Psicología

Trabajo Final de Grado


Modalidad: ensayo académico.

Elogio del humor.


Paola María Pica Thieulent
C.I.: 2.023.664-9

Tutor: Prof. As. Mag. Marcelo Novas

Revisor: Prof. As. Mag. Gonzalo Grau

Montevideo, Uruguay

Febrero, 2022
AGRADECIMIENTOS

Vaya mi gratitud, es decir, mi recuerdo agradecido, para aquellos que me han acompañado
y apoyado en el recorrido que este trabajo culmina; esperando que lo sigan haciendo en los
nuevos porvenires.

Para mi familia, tan única y mía. Y tan ellos, viéndome ser.

Para mis viejos, bajo la madreselva.

Para mis hermanos, entrañables, en el encuentro y el desencuentro.

Para el abuelo Theo y Teresa, que me enseñaron el amor por los libros, y que nunca es
tarde para aprender y encenderse.

Para mi otra familia, la que no es de sangre, mis amigas; siempre acompañando, en la


comedia y en la tragedia humana.

Para mis compañeros de la facultad, que han hecho aún más especial el camino.

Para Marisel, que me escucha, que me lee y, lo más importante, que me hace

reír.
¡Imagínate!

Para María Paula, que me encuentra en la escalera.

Para la maestra Isabel, que en tercero de escuela me miró diferente.

Para los docentes que inspiran y mueven a seguir, apasionadamente, buscando.

Para Marcelo y Gonzalo, que los encarnan.

Para la nena que no podía aprender a leer y a escribir, y padecía la escuela.

Para la mujer que estoy siendo. Inconclusa, para mi suerte.


ÍNDICE

PÁGINA

INTRODUCCIÓN …..……………………………………………………………………………… 1

PRIMERA PARTE

¿Por qué el humor? ………………………………………………………………………………. 2


Filosofía y humor. El humor como virtud. ………………………………………………………. 3
El humor como acto creativo. …………..……………...……………...………………………… 5
La poiesis del humor a través de la palabra. …………………………………………………... 5
El lugar de la ilusión en el humor. ..……..………………………………………………………. 7
La ilusión como juego deseante. ……….…………….……………………………………….... 8
Creación y fantasía. El humorista devenido poeta. ………………………………………….... 9
La vida, ¿una obra de arte? …………....……………………………………………………….. 11
El humor desde lo biológico. ……………………………………….……….…………………... 12
Los asociados del humor: sonrisas, risas y carcajadas. …………………...………………… 13
El humor desde el Psicoanálisis. ………………….…………….……………………………… 17
Un invitado especial: el chiste. ………….…………………………………….………………... 18
El chiste como producción social y su articulación con el lenguaje.
………………………………………………………………………………………………………. 20
Chistes y sueños: algunas divergencias a destacar. ………………………………….……… 21
El planteo de Lacan y su relacionamiento con la postura freudiana. ……………………….. 22
El discurso humorístico: ¿apreciado o denostado? Las contradicciones a lo largo de la
historia. …………………………………………………………………………………………….. 24
Ilusiones y cultura. Los caminos del deseo. …………………………………………………… 25
Las ilusiones como cumplimiento de deseo. …………….…………………………………….. 27
Malestares y bálsamos. El humor: remedio infalible. ………………….……………………… 28
Breve síntesis de lo expuesto hasta aquí. ……………..………………………………………. 31

SEGUNDA PARTE. (PESE A LO QUE SE DICE DE ELLAS, ESTA ES TAN BUENA COMO
LA PRIMERA).

APARTADO “A”
1) La “educación para la realidad”. ………….…………………………………………………. 32
2) La persecución al humor y el aplacamiento de su potencia subversiva. ……...……….. 33
APARTADO “B”
1) La utilidad de lo inútil. …………..…………………………………………………………..... 35
2) Los filósofos frente a lo (aparentemente) inútil. ………………………………..…………. 36
3) El humor: ¿un don que se brinda? …………………………………………………...…….. 37
A modo de cierre: lo valioso del humor. …………….………………………………………… 38
Bonus track. Un toque de humor. …………………..………………………………………….. 40
Referencias bibliográficas. ……………………………………………………………………… 41
INTRODUCCIÓN

Este trabajo, definido como un elogio, pretende realizar un ejercicio conceptual que
permita asir la idea o esencia del humor.

Para este fin, luego de una breve justificación de la elección del tema, presentaremos
un recorrido que revela lo humorístico desde distintas facetas. Dicho trayecto se inicia
proponiendo al humor como virtud, desde una óptica filosófica, y como acto creativo o
poiético, vinculado al arte. Señalaremos, también, el lugar que ocupa la ilusión en lo
humorístico, el vínculo que se establece con el deseo y el estatuto de la fantasía que
involucra.

Asimismo, ahondaremos en una visión desde lo biológico y, fundamentalmente, desde


el Psicoanálisis, a partir de los desarrollos presentados por Sigmund Freud y Jacques
Lacan. Subrayaremos el relacionamiento entre ambas posturas, así como las
particularidades de cada una. Con base en este material, se evaluará la significación que
ha tenido el discurso humorístico a lo largo de la historia, las contradicciones existentes y
su status quo en la actualidad. Dicha producción se desarrollará en la primera parte del
trabajo.

En la segunda y última, nos abocaremos a reflexionar acerca de las nociones que nos
han parecido más pertinentes o destacables para un análisis concienzudo. Algunas de ellas
ya han sido esbozadas, incluso trabajadas, en el primer tramo de nuestro ensayo, otras,
son del orden de lo novedoso. A tales efectos, y para hacer una mejor exposición, se
establecerán dos apartados: A y B, respectivamente. Sobre el final, a modo de cierre,
concluiremos remarcando lo valioso del humor, a través de una reflexión integradora.

1
¿POR QUÉ EL HUMOR?

Elegir el tema del Trabajo Final de Grado resulta ser motivo de desvelo. Pensar una
temática interesante, hacer un buen trabajo, coronar el recorrido curricular con algo
productivo, importante, serio… y aparece en mi horizonte el humor.

Como me gustan las definiciones, porque las considero un ejercicio del pensamiento
que ayuda a no perderse en la vorágine de las palabras y las ideas, porque permiten
encontrar el camino propio, singular, pero que refiere a lo universal, busco en el diccionario:
humor - cualquiera de los líquidos del cuerpo del animal - genio, índole, especialmente
cuando se da a entender con una demostración exterior - jovialidad, agudeza. Hombre de
humor - buena disposición en que uno se haya para hacer una cosa. (Diccionario manual
e ilustrado de la lengua española, 1981, p. 842).

Líquido, fluido, algo fluye. Demostración exterior, mostrarse, involucrar al otro.


Disposición, actitud, constitución de la persona. Cuánto se me ocurre en función de lo leído,
cuántas aristas para enlazar. Pero sigo pensando que no es un tema serio, que hay tanto
en qué profundizar, ¿por qué no rumbeo para otro lado? Pero eso insiste, late. Pienso, me
pienso. En mi vida, en mi análisis, ¡surge tanto el humor! En momentos buenos y en otros
no tanto, risa y llanto mezclados, mezcla y desmezcla. Humor creativo, poiético, liberador,
maníaco, humor como juego, como refugio, como presentación, seductor y cautivante,
también. Una expectativa que se resuelve en nada, esencia del humor, para Immanuel
Kant.

¿Y por qué no? ¿Por qué no arriesgarse en algo tan serio como es la tesis con algo de
humor, para que no triunfe siempre la sensatez?

G. K. Chesterton (1936/2010) decía que sus críticos pensaban que no era serio, sólo
divertido, porque creían que divertido era lo contrario de serio. Pero divertido es lo contrario
de aburrido y nada más. Uno puede decidir contar la verdad en frases largas o en chistes
cortos, y esto resulta similar a decidir contarlo en francés o en alemán. Las dos cualidades,
divertido y serio, no tienen absolutamente nada que ver entre sí.

Por lo tanto, humor mediante, me embarco en la cruzada y los invito al viaje. Al decir de
Mark Twain (1884/2011) en una de sus obras: ya es hora de irnos a aquellas tierras.

2
Demócrito o El geógrafo (1628/29) Óleo sobre lienzo, 101 x 81 cm. Ruán, Musée des Beaux-Arts et
de la Céramique.

Retratado de medio cuerpo, con semblante socarrón, un hombre nos mira buscando
cierta complicidad. Es Demócrito, riéndose del mundo, representado sobre la mesa en
forma de globo terráqueo. Demócrito fue un filósofo griego que vivió aproximadamente
entre el 470 y el 360 A.C., y enseñó a la humanidad que el camino para llegar a la felicidad
era la medida y el buen humor. En la pintura del Renacimiento y del Barroco se lo suele
representar en forma de filósofo sonriente, en contraposición a otros tipos de carácter,
como el cínico, el pesimista o el estoico. (Wolf, 2000/2013). Mientras Heráclito llora,
Demócrito ríe, frente a un aparente mismo mundo.

FILOSOFÍA Y HUMOR. EL HUMOR COMO VIRTUD.

Ambos filósofos nos muestran dos posturas diferentes de cara a la realidad fáctica, dos
modos particulares de enfrentarla. Si entendemos la filosofía como arte de vivir, desde una
postura clásica, no cartesiana, concluiremos que, como parte del proceso de la búsqueda
filosófica, se produce una transformación en el sujeto. Transformación que le permitiría vivir
mejor. La filosofía, entonces, sería una actividad del pensamiento que daría lugar a una
vida más feliz, más libre, por tanto, más sabia. En esta transformación del sujeto se
pondrían en juego las virtudes, entendidas como fuerzas que actúan o pueden actuar, es
decir, como potencias. La virtud sería nuestra forma de ser y de actuar humanamente, por

3
ende, nuestra capacidad de actuar bien. En su Diccionario Filosófico, André Comte-
Sponville (2005a), al definir la virtud, aclara que no se trata de la aplicación de una regla
que preexiste, ni el respeto a un mandato de característica trascendente, sino que es la
realización de un individuo que se vuelve su propia regla, para sí mismo, al prohibirse
únicamente lo que juzga indigno de lo que es o quiere ser. Cita a Spinoza, quien entendía
lo mismo por virtud que por potencia: “la virtud en cuanto referida al hombre es la misma
esencia o naturaleza del hombre en cuanto que tiene la potestad de llevar a cabo ciertas
cosas que pueden entenderse a través de las solas leyes de su naturaleza”. (Spinoza citado
en Comte-Sponville, 2005a, p. 555). Virtud, sería entonces, potencia en sentido general, y
humana potencia en sentido particular. La virtud es un esfuerzo exitoso, es la potencia en
acto, en verdad y alegría. (Comte-Sponville, 2005a, p. 555). La potencia es una fuerza que
se ejerce o que puede ejercerse, y no existe otra cosa. Es el ser mismo en tanto que es
potencia de ser, conatus, fuerza, energía. (Comte-Sponville, 2005a, p. 415).

En su Pequeño tratado de las grandes virtudes, Comte-Sponville (2005b/2018), define


al humor como una virtud ligera, no esencial, una virtud anexa y rara, porque se burla de la
moral. Carecer de humor es, de alguna forma, carecer de humildad, de lucidez, de
generosidad. El humor nos enseña que, si bien la situación puede ser desesperada, no es
tan grave. Montaigne (citado en Comte-Sponville, 2005b/2018), se centra en la ya citada
oposición entre Demócrito y Heráclito, quienes frente a la ridícula condición humana, uno
se muestra risueño y el otro, triste y afligido. De cara a la realidad que nos constituye, unos
se inclinan más al llanto y otros a la risa. La propia condición humana es, para el filósofo
francés, tan ridícula como risible, entonces ¿para qué lamentarse por tan poco? ¿Para qué
odiarse si alcanza con reír? El humor implicaría, por ende, cierta reflexividad. Se ríe de sí
mismo, o del otro como de sí mismo y, de alguna forma, se incluye en el sinsentido que
establece. El humor cura, ayuda a vivir, libera, es misericordioso y humilde. Tiene valor en
sí mismo, puesto que troca la tristeza en alegría, la desilusión en comicidad, la
desesperación en felicidad, dejando inactiva la seriedad. Freud (1927/1992), afirma que lo
grandioso del humor reside en el triunfo del narcisismo, en la “inatacabilidad del yo
triunfantemente aseverada”. (Freud, 1927/1992, p.158). El Yo rechaza los agravios que le
ocasiona la realidad, rehúsa dejarse sujetar por el sufrimiento, e incluso muestra que dichas
situaciones son para él, ocasión de ganancia de placer. (Freud, 1927/1992). Este rasgo es
“esencialísimo para el humor”. (Freud, 1927/1992, p.158). Triunfa el principio de placer,
pero bajo la condición de aceptar la realidad tal como es y, a su vez, ¡riéndose de ella!
Nada es tan terrible, no es un mundo tan peligroso, es como si fuera un juego de niños,
nada mejor que reír, por tanto. Renegamos de la realidad, la tomamos a broma, y en esa
operación la reconocemos, porque de lo contrario ya no habría humor, sino extravío o

4
locura. Por eso el humor libera y también tiene un toque sublime y elevado, desmarcándose
de otras formas de comicidad y acercándose a la virtud.

Se instala así en el intervalo entre sentido y sinsentido, se expresa de esta forma la


angustia, a través de un modo absurdo “y entonces es exorcizada o vista desde la
distancia”. (Comte-Sponville, 2005b/2018, p.228).

El humor es una desilusión alegre, es la inteligencia burlándose de lo que ama o estima.


Freud, en su carta a Marie Bonaparte el 13 de agosto de 1937, poco antes de morir, decía:
“cuando nos preguntamos por el sentido y el valor de la vida nos ponemos enfermos,
porque ni el uno ni el otro existen objetivamente”. (A. de Mijola, Les mots de Freud,
Hachette, 1982, p.236 citado en Comte-Sponville, 2005b/2018). El humor remarca este
punto, y ríe, en lugar de llorar.

EL HUMOR COMO ACTO CREATIVO.

Reflexionando a partir de lo planteado, resulta imposible no ver al humor como un acto


de creación, entendiendo a la misma como producción que aparece de forma nueva y
singular, sin precedente, sin modelo o sin igual. (Comte-Sponville, 2005a). Supone un
trabajo, una elaboración. Es por tanto un arte, es decir, los procedimientos y las obras que
tienen la marca de una personalidad, un talento y una técnica particulares. Un arte que
tiene la emoción o la expresión como finalidad. Pero para que esto tenga sentido, para que
sea realmente artístico, debe mediar una verdad subjetiva, una poesía, en el sentido que
lo plantea René Char: “poesía y verdad, lo sabemos, son sinónimos”. (Char citado en
Comte-Sponville, 2005a, p.66). La poesía es la unidad indisociable, en un determinado
discurso, del sentido, de lo verdadero y de la música, dando lugar a la emoción. Es por
tanto “una verdad que canta, y que conmueve”. (Comte-Sponville, 2005a, p.409). Una obra
de arte es igual de insustituible como el individuo que la crea, y es por dicha condición que
se la reconoce. (Comte-Sponville, 2005a). Creación que se establece en el hecho de que
se propone un resultado exterior que le brinda, a su vez, sentido y valor. Es la obra quien
justifica y juzga al artista. (Comte-Sponville, 2005a).

LA POIESIS DEL HUMOR A TRAVÉS DE LA PALABRA.

Poiesis que hace que lo que no es, sea, gestando nuevos mundos a partir de la palabra.
Palabra que permite revelar la verdad del inconsciente, y que por lo tanto genera efectos
en el sujeto, avasallado y sometido por los mecanismos del lenguaje. Este es el
descubrimiento de Freud, quien revela en la Traumdeutung (interpretación de los sueños),
condensación y desplazamiento de por medio, que hay otra escena que habla en el sujeto
y que, paradójicamente, no le pertenece. Otra escena que lo hace tropezar, trastabillar, que

5
lo deja vacilante. Los efectos de la palabra en el sujeto ocupan así un lugar fundamental
en la obra del Psicoanálisis.

En ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, Freud (1926/1992) cita a Goethe en su Fausto
(Goethe, 1790/2014), quien en la Parte I, Escena 4, hace decir a Mefistófeles: “con palabras
se puede sostener una querella, con palabras aderezar algún sistema, en palabras se
puede creer admirablemente; en una palabra no puede eliminarse ni una iota”. (Goethe
citado por Freud, 1926, p.174).

Posteriormente, agrega Freud:

No despreciemos la palabra. Sin duda es un poderoso instrumento, el medio por el cual nos
damos a conocer unos a otros nuestros sentimientos, el camino para cobrar influencia sobre el otro.
Las palabras pueden resultar indeciblemente benéficas y resultar terriblemente lesivas… en muchos
respectos fue un progreso cultural que la acción se atemperara en la palabra. Ahora bien, la palabra
fue originariamente, en efecto, un ensalmo, un acto mágico, y todavía conserva mucho de su antigua
virtud. (Freud, 1926/1992, pp.174-75).

Por su parte, Lacan considera que la experiencia freudiana demuestra que los sujetos
están determinados, en lo más íntimo, por las leyes estructurantes primordiales del
lenguaje. El inconsciente y la palabra se encuentran regidos por la ley del significante. Esta
ley es introducida en el dominio de la causa, en el lugar donde la hiancia se produce.
(Lacan, 1957-58/2010). Para el autor, el inconsciente es los efectos que ejerce la palabra
sobre el sujeto, por tanto, está estructurado como un lenguaje. Esta estructura del lenguaje
es lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente (Lacan, 1964/2017). El
discurso siempre dice más de lo que se quiere decir, rebasa al sujeto. Dice Lacan:

El discurso por el solo hecho de ser palabra (...) se basa en la existencia en alguna parte de
aquel término de referencia que es el plano de la verdad —de la verdad en cuanto distinta de la
realidad, lo cual hace entrar en juego el surgimiento posible de sentidos nuevos introducidos en el
mundo o la realidad. No son sentidos que ya estén sino sentidos que ella hace surgir, que
literalmente introduce. (Lacan, 1957-58/2010, p.20).

En el chiste, terreno cercano al humor, apreciamos claramente cómo la palabra opera


en el sujeto. En el Witz (agudeza) no falta la condensación (palabra mixta), la condensación
con modificación leve, la acepción doble de una palabra, retruécano y desplazamiento del
acento psíquico. (Freud, 1905/1992).

Por su parte, Lacan en el Seminario 3 Las psicosis (1955-56/2017), comenta que “lo
aportado por Freud de luminoso, de único, sobre el tema del Witz solo se concibe a partir

6
del material significante en juego”. (Lacan, 1955-56/2017, p.344). La originalidad de Freud
estaría dada por el recurso a la letra.1 También señala en su Seminario 5 Las formaciones
del inconsciente (1957-58/2010): “Es la forma [la del witz] más notoria en que Freud nos
indica las relaciones del inconsciente con el significante y sus técnicas”. (Lacan, 1957-
58/2010, p.12).

Por tanto, el chiste “que empieza como un juego para extraer placer del libre empleo de
palabras y pensamientos” (Freud, 1905/1992, p.131), termina revelando lo escondido, lo
oculto, por medio del lenguaje. Revela una verdad del sujeto.

A propósito de lo expuesto en el anterior párrafo, Lacan, en su escrito La cosa freudiana,


o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis (1955/2009), enuncia con respecto a la
verdad de la que habla el Psicoanálisis:

Yo la verdad hablo: Soy pues para vosotros el enigma de aquella que se escabulle apenas
aparecida, hombres que sois tan duchos en disimularme bajo los oropeles de vuestras
conveniencias (…) yo os alcanzo en la equivocación contra la cual no tenéis refugio. Allí donde la
palabra más cautelosa muestra un ligero tropiezo, (...) pues la intención más inocente se
desconcierta de no poder ya callar que sus actos fallidos son los más logrados y que su fracaso
recompensa su voto más secreto (...) Yo vagabundeo en lo que vosotros consideráis como lo menos
verdadero por esencia: en el sueño, en el desafío al sentido de la agudeza más gongorina y el
nonsense del juego de palabras más grotesco. (Lacan, 1955/2009, pp. 385-87).

EL LUGAR DE LA ILUSIÓN EN EL HUMOR.

Retomando la idea que entiende al humor como poiético, como acto de creación de un
nuevo sentido en el mundo del lenguaje, consideramos oportuno destacar que en ello la
fantasía, la imaginación y la ilusión, tendrán un papel relevante. En esta última nos
centraremos a continuación.

Entendemos por ilusión a la “representación cautiva en su punto de vista, que resiste


incluso al conocimiento de su propia falsedad”. (Comte-Sponville, 2005a, p.271). Según
Kant, es aquella ofuscación que continúa aun sabiendo que el supuesto objeto no es real
(Kant citado en Comte-Sponville, 2005a). Hay una positividad en la ilusión, un exceso de
creencia, de subjetividad o de imaginación: “es un pensamiento que se explica menos por
lo real que conozco, que por lo real que soy” (Comte-Sponville, 2005a, p.271).

1
Lacan indica: “llamo letra al soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje”. Sería el sustrato
material que apuntala el orden simbólico. La letra sería, entonces, la estructura esencialmente localizada del
significante. Dice Evans: “el significante persiste como una letra sin sentido que marca el destino del sujeto y que
él debe descifrar”. (Evans, 1996/2007, p.119).

7
Freud explica en El porvenir de una ilusión (1927/1992) que lo que caracteriza a la
misma, es que se deriva de los deseos humanos. Hacerse ilusiones es entonces tomar los
propios deseos por la realidad; expresándose como una subjetividad que desea.

La ilusión puede ser falsa, pero no es un error, es un determinado tipo de creencia.


Nuevamente Freud nos ilumina al señalar que “llamamos ilusión a una creencia cuando en
su motivación esfuerza sobre todo el cumplimiento de deseo; y en esto prescindimos de su
nexo con la realidad efectiva, tal como la ilusión misma renuncia a sus testimonios”. (Freud,
1927/1992, p.31). Sería, por tanto, una creencia deseante.

La condición del deseo es inherente, constitutiva del ser humano; no podemos


concebirlo sin ella. Del mismo modo, no podemos concebir a la humanidad sin ilusiones.

LA ILUSIÓN COMO JUEGO DESEANTE.

La ilusión implica un juego, de hecho, la palabra ilusión viene del latín illusio-ionis:
“engaño”, nombre sacado de illusus, participio del verbo illúdere: “burlarse de, mofarse de”.
El verbo illúdere se formó con el prefijo in y con el verbo lúdere: “jugar”. Por tanto,
originalmente, illúdere en latín significaba “jugar contra, (in), hacer mofa de”.2

El Doctor en Filosofía Jordi Claramonte, se plantea en contra de qué o de quién juega


la ilusión.3 Juega en contra de la creencia en el mundo, en lo dado. Juega en contra de
aquello de que lo que hay es lo que es y no puede ser de otra manera. La ilusión estética
siempre es una impugnación, siempre es un burlarse de la excesiva soberbia del mundo
tal como es, para sugerir que habría otras maneras de estar y de ser, de vivir nuestra propia
vida. De hecho, toda obra de arte es una especie de faro que nos marcamos; es la ocasión
que se da el artista para tomar y condensar una tensión especial y generar así esa ilusión.

Ilusión que es extremadamente frágil (al fin y al cabo, es algo muy precario lo que
hacemos), pero que, no obstante, espera ser más real que el mundo con todo su peso, en
tanto que dice cosas más fieles sobre nosotros, nos refleja con más certidumbre y verdad
que esa realidad que está ahí afuera.

Como cuando jugamos un juego en el que existen reglas y hacemos como si nos
creyéramos esa escena; en eso consiste la ilusión. Con una particularidad, tiene que ser
compartida, eso es fundamental para que sea realmente una ilusión estética. Tal como un
juego al que invitamos a los otros a participar, es compartido.

2 Extraído de: http://etimologias.dechile.net/?ilusio.n

3 Extraído de: https://www.youtube.com/watch?v=tphr8tzBVB4

8
La ilusión sabe que es una ilusión, tiene claro que es un cuento, algo que se plantea en
esos términos. El que se deje seducir por la ilusión accede a modos de ser y de hacer, a
modos de relación con el mundo más ricos que aquellos que ya tiene. Se da una
composición dentro de la cual se desempeña una lógica determinada, una manera de
relacionarse con el entorno que no es necesariamente la que utilizamos en nuestro día a
día. Es una naturaleza que podemos permitirnos explorar y que enriquecerá nuestra vida y
podrá cambiarla, o que planteará al menos la exigencia de que cambiemos la realidad para
que esa lógica sea susceptible de ser desarrollada, de ser implementada.

Claramonte agrega que, entre lo que recogemos del mundo y lo que implementamos o
creamos nosotros -poiesis- con nuestra sensibilidad y singularidad, a partir de esa mezcla,
se produce la ilusión.4 Terreno fecundo, indudablemente, para el humor.

CREACIÓN Y FANTASÍA. EL HUMORISTA DEVENIDO POETA.

“No puedo llevar un registro de mi vida por mis acciones; la fortuna las puso demasiado abajo: lo
llevo por mis fantasías”. Montaigne.

Para seguir desarrollando nuestras ideas, las cuales definen al humor como acto
creativo en el que se enlazan ilusión, imaginación y fantasía, pensamos atinado referirnos
a un texto del año 1908 [1907], que resulta idóneo para profundizar en estos puntos. Se
trata de El creador literario y el fantaseo (1908[1907]/1992), obra de Sigmund Freud,
“filósofo alemán5 que sin preocuparse si éramos o no poetas, admitió que de locos todos
tenemos un poco. Se escribe Freu, se pronuncia Froid, el que a su vez se pronuncia Fruá.
Un tipo muy discutible, como se ve”. (Julio E. “Peloduro” Suárez, 1971, p.40).

En este trabajo, El creador literario y el fantaseo (1908[1907]/1992), el centro del interés


recae en el examen de las fantasías, de hecho, este texto marca un progreso en relación
a la cuestión de la fantasía en Psicoanálisis, en lo que tiene que ver con el deseo y la
realidad. El dichter (poeta) es un productor de relatos o escritos (dichtungen), más
específicamente el autor literario o el escritor de cualquier género. Phantasieren (fantasear)
sería la producción de la fantasía, en otras palabras, la puesta en acto de la imaginación.
Como señala Juan Bauzá (s/f) en su traducción del artículo de Freud, el último catalogará
a este trabajo como un aperitivo o manifiesto inicial del Psicoanálisis en su relación con la
creación literaria. Señala también que el término alemán phantasie (imaginación), implica

4
Extraído de: https://canal.uned.es/video/5c1c8d6fb1111f21358b4567
5
Vale la aclaración de que este dato no es históricamente cierto, sino que lo tomamos considerando la licencia
poética del chiste del autor citado.

9
en Freud a la facultad imaginativa y a su producto, es decir, a la fantasía (Bauzá, s/f).

Freud (1908[1907]/1992) se interroga acerca de cómo logra conmovernos el poeta y


generar en nosotros excitaciones que ni siquiera sospechábamos. Frente a esto, el creador
responde “que en todo hombre se esconde un poeta, y que el último poeta solo
desaparecerá con el último de los hombres”. (Freud, 1908[1907]/1992, p.71). Freud
propone rastrear en el niño y en su juego las primeras huellas del quehacer poético,
encontrando semejanzas entre ambos, es decir, todo niño que juega se comporta como un
poeta, puesto que se crea su mundo propio, crea un nuevo orden que le agrada,
tomándoselo muy en serio y empleando grandes montos de afecto. Frente a la realidad
efectiva, aparece el juego. El poeta, por su parte, hace lo mismo que el niño; toma muy en
serio ese mundo de fantasía que crea, coloca en él importantes cantidades de afecto,
mientras que marca una clara separación entre esa realidad y la efectiva. En esta particular
articulación, muchas situaciones que de ser reales no brindarían goce, o que en sí mismas
son penosas, en el juego de la fantasía se permutan en fuentes de placer para el poeta y
su auditorio. (Freud, 1908[1907]/1992).

Resulta indiscutible que muchos de los elementos señalados recuerdan lo que sucede
con el humor; fundamentalmente esa actitud o creación frente a determinadas condiciones
reales, que no implican, por otra parte, desconocer la realidad concreta, lo que nos llevaría
al terreno de lo patológico.

Ese niño que crece y deja de jugar, asumiendo el papel serio de la edad adulta,
aparentemente renuncia a la ganancia de placer que la actividad lúdica le deparaba, “pero
quién conozca la vida anímica del hombre sabe que no hay cosa más difícil para él que la
renuncia a un placer que conoció”. (Freud, 1908[1907]/1992, p.128) Por tanto, lo que
perfilaba como una renuncia es en realidad una formación de sustituto o subrogado, puesto
que no podemos renunciar a nada. En lugar de jugar se fantasea y, podríamos agregar:
también se puede hacer humor.

El mismo padre del Psicoanálisis plantea en este artículo, una homologación entre el niño
-poeta- adulto, cuando menciona que este último puede equiparar la seriedad de las
actividades propias de su etapa vital actual, con la de sus juegos de antaño, y conquistar
así una elevada ganancia de placer, a través del humor.

Por otro lado, si bien una operación es continuación de la otra (juego-fantaseo), resulta
evidente que es difícil para el adulto comunicar sus ensoñaciones o sueños diurnos. Sería,
cuanto menos, vergonzoso hacerlo; pero creemos que esto puede obviarse en el terreno
del humor; por eso remarcamos su condición de liberador, elevado y sublime. El humor

10
implicaría a la fantasía, la pondría en juego de manera habilitante y compartible; es deseo
en acto creativo.

Emulando a Freud en su escrito, pasemos ahora al sujeto devenido humorista,


¿podemos compararlo con un poeta? Creemos que sí, reconocemos en ese héroe
invulnerable que aparece en la historia o narración de los poetas propiamente dichos al Yo,
“Su Majestad el Yo” (Freud, 1908[1907]/1992, p.132) que logra afirmarse de forma victoriosa.
¿No es “el triunfo del narcisismo” (Freud, 1927/1992, p.158) y del principio de placer,
mediatizado por el humor? ¿No hemos sido niños que jugamos en épocas pretéritas y, por
tanto, tenemos la potencia del desarrollo de la fantasía en esa vertiente? Y quizás, en el
recurso de la misma utilizado en el humor, ¿no somos aquellos niños que nos parábamos
frente al adulto, amado y temido, puesto ahora en la figura del Superyó, benévolo y protector,
que nos muestra que nada es tan terrible? ¿No entraría claramente en juego la estructura
de los tres tiempos de la fantasía, engarzados por el deseo, en la que una vivencia actual
intensa despierta en el poeta (ya no es necesario, creemos, marcar cuál) el recuerdo de otra
anterior, probablemente ubicada en la niñez, en la cual encontramos el motor del deseo,
buscando su cumplimiento en la creación poética -humorística-, como antes se vehiculizaba
en el juego? ¿No abreva acaso el humor en “el viejo almácigo que antaño fue el solar del
juego con palabras”? (Freud, 1905/1992, p.163). Creemos que sí.

Como veremos más adelante, al profundizar en El humor (1927/1992), Freud concluye


su texto remarcando que se trata de un don precioso y raro, idea que retoma de manera
análoga al cerrar el trabajo del creador literario, señalando que el mismo ha de tener un ars
poética que le permita conmover a los otros, logrando así determinados efectos y, por qué
no decirlo, también afectos. Coincidimos plenamente en esta idea, hay algo propio en cada
sujeto que favorece o no estos despliegues, con mayor o menor gracia y acierto. Y ya que
hablamos de humor, poesía y creación, imposible no recordar (con una sonrisa), la frase
que se atribuye a Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), que reza así: “Todos los hombres
tienen el alma de un poeta, solo que la mayoría de ellos son pésimos”.

LA VIDA, ¿UNA OBRA DE ARTE?

Antes de continuar, una acotación; no tan al margen.

Resulta distante o extraña la idea de pensar que el humor pueda ser considerado como
creación artística. Nos preguntamos por qué. ¿Acaso le está vedado al hombre común o
vulgar ser hacedor con su cotidianeidad? ¿Por qué cuando pensamos en arte imaginamos
otras obras, otras producciones?

En la que sería su última entrevista, publicada en el semanario francés “Le nouvel

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observateur”,6 a inicios del mes de junio de 1984, Foucault se preguntaba por qué un
hombre cualquiera no puede hacer de su vida una obra de arte. Le llamaba la atención que
el mismo, es decir, el arte, estuviera reservado a los artistas o expertos, y que fuera algo
que tuviera que ver con los objetos y no con los individuos o sus vidas. En definitiva, su
cuestionamiento pasaba por entender la vida, la existencia, como una obra de arte.

Algo de esto ilumina nuestra búsqueda, y vislumbramos que quizás el humor pueda ser
una vía para lograr dicha empresa.

Pero, sin más distracciones, continuamos nuestro recorrido.

EL HUMOR DESDE LO BIOLÓGICO.

En su libro Homo Sapiens (2006), Antonio Vélez Montoya plantea que se ha escrito
mucho sobre el humor, se ha revelado poco y menos aún se sabe sobre su origen. Las
explicaciones que se han propuesto hasta el momento son incompletas, por lo tanto, el
humor convive con nosotros siendo un gran misterio. Lo que sí sabemos es que, además
de ser un elemento de diversión, el humor mitiga el dolor y libera la tensión y, usado
correctamente, es un arma más poderosa que la ira.

Todo parece indicar que el humor es manejado principalmente por el hemisferio


derecho, con participación del lóbulo frontal, la amígdala y el hipocampo. (Kraft, 2004).
Estas estructuras se activan al interpretar caricaturas, al descubrir la ironía y al revelar el
doble sentido. (Heller, 1990). Asimismo, se sabe que ciertos daños en el hemisferio
izquierdo inhabilitan al sujeto para descubrir el factor sorpresa, esencia de muchos chistes,
y hacen que se mantenga serio como una momia frente al mejor despliegue humorístico.
También existen personas muy poco sensibles a las situaciones jocosas, pueden distinguir
un chiste bueno de uno malo, pero no obtienen la recompensa emocional. Adolf Hitler,
“famoso cabo alemán que dio vuelta los términos de la historia de su patria, llevando a
Alemania, en vez de, al fin y al cabo, primero al cabo y después al fin; tuvo su merecido:
murió de guerra” (Julio E. “Peloduro” Suárez, 1971, p.46) por ejemplo, era insensible al
humor, indicando que el hecho de llegar al poder hace a los individuos serios, elimina sus
risas. (Provine, 2000).

Desentrañar el misterio del humor, sus raíces, es una tarea que ha sido emprendida por
muchos pensadores, pero con muy poca retribución. De todas formas, esto no ha generado

6Extraído de: https://pijamasurf.com/2016/06/por-que-la-vida-no-podria-ser-una-obra-de-arte-la-ultima-


entrevista-a-michel-foucault/

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desánimo y se sigue buscando encontrar explicaciones. Quizás con el humor ocurra algo
similar como con la belleza, que la reconocemos, pero no podemos hacerla explícita; o
quizás las explicaciones existentes sobre el humor son tan elementales y escasas que
resultan patéticas.

LOS ASOCIADOS DEL HUMOR: SONRISAS, RISAS Y CARCAJADAS.

Vélez (2006) propone que la risa es un fenómeno íntimamente relacionado con el


humor, pero diferente. Digamos que son complementos directos, pero no idénticos. La risa
es un comportamiento instintivo programado en los genes, es una respuesta que no puede
ser evocada arbitrariamente, por tanto, no podemos reír a voluntad.

El “ja-ja” es igual en todos los idiomas, lo que corrobora su carácter innato. Los niños
ciegos y sordos de nacimiento ríen de forma muy similar a la normal; las diferencias
observadas se deben a la falta de experiencia visual y auditiva. Otro dato que apoya la
tesis del innatismo es el hecho de que los mellizos idénticos ríen de manera muy parecida,
aunque sean criados por separado.

Vélez (2006) plantea que el espectro de la risa va desde la sonrisa, extremo de menor
energía, silenciosa, hasta la carcajada o extremo de máxima sonoridad y despliegue
energético. La sonrisa implica, de cierta forma, una aprobación, así como la carcajada
involucra un cierto rechazo, al tiempo que la risa participa de ambas cuestiones. La sonrisa
sería una forma silenciosa de risa, un leve gesto que requiere interacción visual. La risa no
la necesita porque incluye sonidos, es decir, es visual y auditiva. Está diseñada para llamar
la atención. La sonrisa es un mecanismo innato dotado de importantes funciones sociales;
sirve para apaciguar la agresión y permite crear lazos emocionales. En los bebés, la sonrisa
aparece de forma temprana, y podríamos pensar que se trata de una estrategia de la
naturaleza para evitar que las desamparadas crías sean abandonadas o sometidas a
maltrato. Se podría conjeturar que proviene de épocas remotas, cuando no existía el
lenguaje hablado. A lo largo de la vida desempeña un papel social valioso; abre puertas,
facilita la comunicación, reduce distancias, ayuda en el amor. Nada desdeñable, por cierto.

La risa exterioriza bienestar, alegría, regocijo y, fundamentalmente, disposición


amistosa. Reímos al llegar a un lugar, y a diferencia de los animales sociales, también al
despedirnos.

Curiosamente, los investigadores de la risa (Provine, 2000) observaron risas que se


producían alejadas del humor. Solo entre el 10 y el 20 por ciento del tiempo en que la gente
ríe, es debido al mismo.

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Meredith Small (2000) observó diferencias entre los sexos a la hora de reír, los que
hablan ríen más que los que escuchan (Provine 2000) y las mujeres lo hacen más que los
hombres, pero estos últimos son los que más hacen reír, quizás por eso haya más
comediantes y payasos varones que mujeres; o quizás todo se reduzca a que los hombres
son unos payasos. En fin, no profundizaremos ahora en estos temas.

Por tanto, puede haber risa sin humor, así como hay humor sin risas; en consecuencia,
estamos frente a dos fenómenos relacionados, pero distintos.

La risa es infecciosa, uno al ver reír copia internamente el estado de ánimo


correspondiente y genera una risa auténtica (Llinás, 2000), se secretan opiáceos (Liebertz,
2005) que suprimen el dolor y aumentan la producción de células inmunitarias.

La risa y la sonrisa son atractivas, está última es parte esencial del coqueteo, y
demuestran, de alguna manera, una buena salud y buenos genes, en una suerte de cola
de pavo real.

Podríamos conjeturar que la risa y el humor recibieron un impulso evolutivo a través de


la selección natural, algo similar a lo que ocurre con la belleza física, la inteligencia o la
capacidad artística. El hacer reír es una estrategia que nos vuelve más atractivos,
aumentando así nuestra eficacia reproductiva. Como marca Hellen Fisher (2004), las
mujeres en estado fértil se sentirán más atraídas por hombres que tengan un buen sentido
del humor, porque el ingenio se asocia con una inteligencia, en términos generales,
superior.

Es importante advertir que en la ficción del humor resulta esencial la calidad del actor;
no debe faltar la gracia del humorista, que al igual que en el caso del arte o de la poesía,
no puede explicarse con palabras. El humor, por lo tanto, es cosa seria.
______________________________________________________________________

Finalizada nuestra presentación acerca del humor desde lo biológico, no podemos dejar
de señalar que la misma involucra una mirada a partir de la llamada Psicología Evolutiva o
Evolucionista. Esta pretende examinar y explicar la conducta del ser humano desde,
precisamente, un punto de vista evolutivo y predecible; en la línea de lo mecanicista u
organicista, remitiendo a un posicionamiento de índole positivista.

El apartado que prosigue en nuestro recorrido, expone al humor desde el Psicoanálisis,


implicando una mirada muy diferente a la anteriormente mencionada.
La concepción evolutiva del humor, es radicalmente opuesta a la psicoanalítica, puesto
que la primera lo considera como algo del orden de lo instintivo, de lo codificado o cifrado;

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mientras que la segunda lo piensa como un efecto del lenguaje, de allí lo novedoso de su
planteo. Hay una especificidad del Psicoanálisis con respecto al humor, la cual remarca o
destaca su condición de efecto del funcionamiento del significante.
Podemos concluir, entonces, que estas dos posiciones derivan de enfoques o paradigmas
heterogéneos.
Sin pretender hacer un desarrollo íntegro o pormenorizado desde un punto de vista
epistemológico, haremos un pequeño repaso histórico para entender mejor este punto.

Sigmund Freud, para dar cuenta de sus producciones acerca de la vida pulsional y
elaborar su teoría, se basó en paradigmas y modelos científicos de su tiempo. Un claro
ejemplo de esta cuestión, es el modelo energético proveniente de la física de su época.
Igualmente, recurrió a otras disciplinas y saberes para la construcción de su cuerpo teórico.
Estudios de diversa índole (biológica, antropológica, sociológica y religiosa), iluminaron el
camino de su análisis. También los artistas, literatos y poetas (como hemos visto
anteriormente), fueron tomados como referentes para conocer los estados del alma. A este
médico neurólogo, científico e investigador, le resultó “estrecho” el marco de la ciencia
positiva para poder dar cuenta de la vida psíquica. A su vez, esa misma privación o apremio,
lo alentó a explorar otras formas de explicación de lo subjetivo.

Es entonces que se establece en la obra freudiana un “pasaje” de lo biológico a lo


simbólico, que pretende dar cuenta de lo complejo del psiquismo humano. En estas
cuestiones, el lenguaje tendrá un lugar por demás relevante.
Lacan, por su parte, promoviendo un retorno a Freud, redobla la apuesta al plantear que
el inconsciente es efecto del lenguaje y resulta constitutivo del sujeto. De esta manera, fuerza
hasta las últimas instancias la relación formulada por Freud entre las formaciones del
inconsciente y el lenguaje.

Junto con el planteamiento de la lógica significante, el psicoanalista francés presentará su


ternario Real, Simbólico e Imaginario (RSI), que refiere a los registros propios de la
experiencia humana, siendo quienes organizan la realidad psíquica.

Lacan también se nutrirá de conceptos provenientes de diversas disciplinas para gestar


sus elaboraciones. A partir de elementos de la lingüística, la filosofía, la sociología, la
antropología, la biología, la literatura, el arte y la religión, conjugados, a su vez, con aportes
del álgebra, de la matemática, la topología y la física, Lacan acercará el Psicoanálisis a la
ciencia. Pero su idea no es amalgamarlo con ella, sino presentarlo como un interlocutor
válido, marcando así su diferencia y especificidad. Subraya, de este modo, el papel marginal
y hasta subversivo de la teoría psicoanalítica, puesto que si bien es un saber que se inscribe

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en el marco de la racionalidad, fundamentalmente rechaza la objetivación del sujeto.
En este punto de nuestra argumentación, y retomando la idea de que el enfoque
biologicista y el psicoanalítico se enmarcan en posicionamientos heterogéneos,
consideramos importante referirnos al paradigma indiciario como modelo epistemológico.
El mismo surge a fines del siglo XIX y sus inicios se remontan al método de Morelli.
Giovanni Morelli fue un crítico de arte italiano que, para reconocer falsificaciones de cuadros,
les prestaba atención a los detalles menores, a las pistas ofrecidas por los elementos más
insignificantes, en lugar de focalizarse en los rasgos más obvios de las obras de arte. Del
mismo modo actuaba Sherlock Holmes, es decir, observando las pequeñas pistas, las
nimiedades, resolvía sus casos. Freud, por su parte, escudriñaba los síntomas y centraba su
atención en cuestiones aparentemente irrelevantes o superfluas, como un lapsus o un chiste.
De hecho, el propio padre del Psicoanálisis confirma que el chiste resulta relevante para ser
discernido psicológicamente.

Para reforzar las nociones que estamos planteando, citaremos a Carlo Ginzburg (1980-
1989), quien en su obra Morelli, Freud y Sherlock Holmes: Indicios y método científico,
propone que el paradigma indiciario contribuyó a la edificación del Psicoanálisis, en el sentido
de que considera detalles marginales o aparentemente faltos de importancia, como indicios
notables o sobresalientes.

En dicho trabajo, el historiador italiano presenta la oposición de paradigmas de


investigación, enfrentando el modelo de la física galileana al indiciario; cuestión que puede
resultar aclaradora para nuestros planteos.

Definiremos, por tanto, estos dos paradigmas: el primero antepone lo medible, lo repetible
y comunicable, buscando coincidencias y generalizaciones, el segundo, por su parte, se
centra en lo original y sorprendente, en lo irrepetible y singular. A su vez, cabe destacar que
el paradigma de la física galileana, responde a una lógica cuantitativa, mientras que el
indiciario, centra su atención en lo cualitativo. Estudia lo excepcional, a partir de la búsqueda
de lo singular o particular, no de lo típico. (Pulice et al., 2000). Por este motivo, se considera
al paradigma indiciario como característico de las ciencias conjeturales. (Pulice et al., 2000).

Cerrando este preámbulo al apartado que, como ya anunciáramos, presenta el humor


desde el Psicoanálisis (donde se lo tratará de forma exhaustiva y detallada, por el lugar
destacado que le damos), quisiéramos manifestar nuestra postura: al igual que Freud y
Lacan, subrayamos y defendemos lo irreductible del sujeto. Consideramos que las
producciones lenguajeras del humor, dan cuenta de esa singularidad o particularidad. El
Psicoanálisis, desde su peculiar posicionamiento paradigmático, resultaría, a través de su
método y su técnica, idóneo para revelarlas. Creemos que, siendo un abordaje que se vale

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de la palabra y el lenguaje, podría servirse del humor como recurso clínico.
Pasemos ahora, sin más dilaciones, a desarrollar en profundidad estos lineamientos.

EL HUMOR DESDE EL PSICOANÁLISIS.

Luego de una pausa de algo más de 20 años, Sigmund Freud retoma el tema examinado
en la última sección de su libro El chiste y su relación con lo inconsciente, del año 1905.
En dicho texto, Freud explica que la fuente del placer ganado por el humor proviene del
ahorro de un gasto de sentimiento. En El humor, se plantea que la actitud humorística,
independientemente de en qué consista la misma, se puede dirigir hacia la propia persona
o hacia alguien ajeno. Esto deviene en una ganancia de placer en quien lo hace y genera
en el espectador una suerte similar. (Freud, 1927/1992). La esencia del humor consistiría
en evitarse los afectos que se producirían merced a una determinada situación, y en
esquivar, mediante una broma, la existencia de dichas exteriorizaciones de sentimiento.
Por tanto, del gasto de sentimiento ahorrado, deriva el placer humorístico.

Freud enumera una serie de características del humor: dice que no solo tiene algo de
liberador, al igual que lo cómico y el chiste, sino que también tiene algo de grandioso y de
patético, elementos que no se hayan presentes en los otros dos tipos de ganancia de placer
surgidos de una actividad intelectual.

Lo grandioso tiene que ver con el triunfo del narcisismo: el Yo no acepta los ataques
que llegan desde la realidad, los traumas que provienen de ella no pueden alcanzarlo, no
se deja vencer por el sufrimiento y, más aún, ¡obtiene del mismo una ganancia de placer!
Por tanto, el humor es opositor, no resignado y no solo resulta victorioso el Yo, sino también
el principio de placer, que se impone con firmeza más allá de las reales circunstancias,
todo esto sin resignar la salud psíquica. (Freud, 1927/1992, pp. 158-59).

Sobre el fin del artículo del año 1927, Freud presenta por primera vez al Superyó desde
una faz amable. Recordemos que el mismo es el heredero de la instancia parental, y suele
mantener al Yo en un régimen de estricto vasallaje; tratándolo como antiguamente los
padres trataron al niño. Podemos deducir entonces que, “la persona del humorista debita
el acento psíquico de su Yo y lo traslada sobre su superyó”. (Freud, 1927/1992, p.160). Por
tanto, en cierta situación, la persona sobreinviste a su Superyó, alterando
consecuentemente las reacciones del Yo.

Esta conclusión a la que arriba Freud con respecto al humor, encuentra un paralelismo
en el cercano territorio del chiste, aunque marca algunas salvedades: en este último un

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pensamiento preconsciente se libera momentáneamente para su elaboración inconsciente,
siendo así el chiste una colaboración que lo inconsciente presta a lo cómico, mientras que
el humor sería la contribución a lo cómico por la mediación del superyó. (Freud, 1927/1992,
p.161).

Si bien el placer humorístico no tiene la fuerza que deriva de lo cómico o del chiste
resulta muy valioso, porque genera una sensación de enaltecimiento y de emancipación.
El Superyó, al producir la actitud humorística, rechaza la realidad y consuela al Yo, lo
protege del sufrimiento y permite esa ilusión que materializa la realización del propósito del
humor, sea en uno mismo o en el otro. El mundo no resulta así tan terrible o peligroso,
porque se puede bromear (¿jugar?) con él. Pero, como bien subraya Freud, entran en
escena las características de cada participante (como en todo juego, subrayamos
nosotros), ya que la actitud humorística “es un don precioso y raro”. (Freud, 1927/1992,
p.162).

UN INVITADO ESPECIAL: EL CHISTE.

Teniendo en cuenta el vínculo que existe entre este y el humor, consideramos relevante
para nuestro trabajo dedicar un apartado específico al mismo.

Recordemos que el humor es definido por Julio E. “Peloduro” Suárez (1971), en su


distinguidísimo Diccionario del disparate, “como cualquiera de los líquidos del cuerpo del
animal donde se moja la pluma para escribir un chiste”. Por tanto, es justo el destacado.
Nobleza obliga.

Como ya mencionamos, el tema del chiste fue tratado por Sigmund Freud en El chiste
y su relación con lo inconsciente, texto escrito en el año 1905. Es oportuno subrayar que,
si bien Freud constantemente revisaba su obra, esto no ocurre con el chiste, del cual no
hubo demasiadas revisiones ni agregados. Volvería a escribir sobre estos tópicos en el año
1927, a través de su trabajo anteriormente citado, El humor.

En la obra de 1905, dividida en tres partes, analítica, sintética y teórica, se hace un


exhaustivo trabajo de análisis del chiste, formulando los mecanismos que se presentan en
el mismo, sus características y su relacionamiento con la economía libidinal.

En esa misma etapa, Freud estaba realizando varios trabajos de forma simultánea,
como, por ejemplo, Tres ensayos de teoría sexual. Fue un momento de creación muy
fecundo, y no es menor la influencia de dichas producciones en la conceptualización del
chiste, en lo que hace al lugar dado a la sexualidad y al inconsciente.

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Freud parte de los estudios sobre el chiste realizados por los autores de la época
(Fischer, Bergson, Lipps, entre otros), quienes consideraban al humor como acto psíquico
del sujeto, denotaban el elemento lúdico presente, enlazado al lenguaje, y su carácter breve
y espontáneo. Dichos autores se centraron más en lo cómico. Freud tomará entonces la
definición manejada por ellos, no esbozando una propia.

Realizará una primera clasificación de los distintos tipos de chistes, según los elementos
empleados, buscando cuál es el nexo común, qué es lo que insiste, a través de una
determinada relación con el lenguaje. Se preguntará bajo qué punto de vista común se
podrían reunir las diversas fuentes de placer del chiste, es decir, la técnica y las tendencias
presentes en el mismo. En cuanto a la primera, Freud (1905/1992) afirma que los procesos
con formación sustitutiva y sin ella, de figuración por un contrasentido y por lo contrario, de
desplazamiento y de figuración indirecta, que se encuentran cooperando en la producción
del chiste, coinciden plenamente con los procesos del trabajo del sueño.

Ve entonces que aparecen estructuras similares en ambos, como la condensación, o


“esfuerzo de juntura” y el desplazamiento, o descentramiento, fenómenos también
presentes, por ejemplo, en los síntomas y actos fallidos.

Se nutre de todo lo estudiado y planteado en La interpretación de los sueños como


punto de partida para conceptualizar y describir el chiste, situando entonces el trabajo que
se da en el mismo en el sistema de lo inconsciente.

En la segunda parte del libro, llamada Sintética, hablará sobre el mecanismo de placer
y la psicogénesis del chiste. Plantea que el mismo está estructurado como formación del
inconsciente, es una “formación de compromiso”, donde surge algo de lo censurado o
reprimido, realizando el cumplimiento de deseo, trae aparejado el logro de placer y produce
regocijo al vencer obstáculos externos o internos; en estos últimos, la obtención de placer
responde a una economía de gasto psíquico, burlando la censura y venciendo la coerción.

El chiste permite, a través de la risa, a través de esa ganancia de placer, traer lo


reprimido en forma rápida. Cuando se sanciona un chiste y se ríe se da también el
consecuente ahorro de energía, hay un “alivio de gasto psíquico”. (Freud, 1905/1992,
p.123). Se elude el veto de la crítica que cancelaría ese placer.

Vinculado a este punto, y definiéndolo como algo propio del chiste, referido a su
formación en lo inconsciente, destaca la brevedad del mismo, como “expresión de
tendencia al ahorro” (Freud, 1905/1992, p.161), relacionado también con las
condensaciones que sufrió.

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El chiste no se explica, y en ese procedimiento ahorrativo, hay también ganancia de
placer. Cancela la inhibición y es de allí que se ahorra el gasto psíquico que desemboca
en la ganancia de placer. Freud (1905/1992) señala que “el chiste no esquiva la inhibición,
sino que se empeña en conservar intacto el juego con la palabra”. (Freud, 1905/1992,
p.165). Pero aclara que limita su elección a los casos en que ese juego admite el doble
sentido o la polisemia de las mismas. (Freud, 1905/1992). El chiste tiene en su esencia esa
bilateralidad y duplicidad, insistiendo en el sentido de lo sin sentido. (Freud, 1905/1992).

Otro punto a señalar es el carácter evolutivo del chiste, su psicogénesis, que va en


relación a las distintas edades del individuo y tendría sus raíces en el juego infantil con
palabras, en el juego del niño con el lenguaje y la chanza. Lo infantil sería la fuente de lo
inconsciente, todos los procesos del pensamiento inconsciente son los que se
establecieron en forma exclusiva y única en la primera infancia.

Freud (1905/1992) reflexiona: “el pensamiento que a fines de la formación del chiste se
zambulle en lo inconsciente solo busca allí el viejo almácigo que antaño fue el solar del
juego con palabras”. (Freud, 1905/1992, p.163).

EL CHISTE COMO PRODUCCIÓN SOCIAL Y SU ARTICULACIÓN CON EL LENGUAJE.

Otra peculiaridad que subraya el autor, es que los chistes se enmarcan dentro de un
código de lo social, desde un lugar histórico muy propio, y referido a una cultura en
particular. Los chistes hacen reír porque hay un código en común, hay algo que se
comparte que permite captar la verdad de los mismos.

Bergson (1900/2016), “filósofo francés que, a pesar del apellido, solo escribió en prosa”

(Julio E. “Peloduro” Suárez, 1971, p.16), decía que hay que ser de la misma parroquia para
poder captar el significado, y esto lleva a mostrar la inequívoca relación que establece el
chiste con el lenguaje, ya que lo que produce, es decir, el acto chistoso, tiene que ver con
el propio juego de palabras. Esto se ve claramente en lo dificultoso que puede ser traducir
un chiste de un idioma a otro y conservar el sentido original.

Dicha característica que hace a la faceta de proceso social del chiste, deja en evidencia
la singular articulación con el lenguaje: hay un hilo conductor que genera algo del orden de
un sentido diferente.

Uno no ríe a solas, no imagina un chiste, se lo cuenta a sí mismo y ríe, tiene que haber
un otro al cual dirigirse y en el que se quiere provocar la risa. Se le da lugar al otro en el
chiste, se propone un lugar para el tercero, espacio de código donde los implicados

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interpretan un sentido, “hay una mediación de la tercera persona interpolada”. (Freud,
1905/1992, p.150).

La referencia que hace el autor al tercero, pone en evidencia a un otro como lugar
simbólico; es desde ese otro como depositario de un código que se puede dar el chiste,
gracias al lenguaje y su particular estructura.

Es por eso que se puede hablar de una dimensión simbólica, se produce “la otra escena”
(al igual que en el sueño); ese lugar en el que ambos reciben ese código que no es ni de
uno ni de otro, generando la apertura de un nuevo espacio, vinculado al inconsciente.

Lo cómico estaría más relacionado con lo subjetivo, el chiste con algo del orden de lo
simbólico, con un otro. Produce risa al hacer emerger una verdad, verdad que en un
principio está oculta y que provoca en los sujetos ese efecto risueño, a través de esa
particular dimensión abierta.

CHISTES Y SUEÑOS: ALGUNAS DIVERGENCIAS A DESTACAR.

Se mencionó anteriormente en nuestra exposición, que Freud utilizó los conocimientos


sobre los sueños para develar características del chiste, pero también marcó diferencias al
comparar ambas formaciones.

En la tercera y última parte del libro, la Teórica, se lee que la regresión de la ilación del
pensamiento hasta la percepción, no se da en el chiste (Freud, 1905/1992), pero concluye
más adelante que la formación del chiste implica que “un pensamiento preconsciente es
entregado por un momento a la elaboración inconsciente, y su resultado es aprehendido
enseguida por la percepción consciente”. (Freud, 1905/1992, p.159).

El chiste tendría el carácter de una “ocurrencia involuntaria” (Freud, 1905/1992, p.160),


y subraya que cuando se forma, se abandona momentáneamente una ilación del
pensamiento, que aflorará repentinamente como chiste desde lo inconsciente. (Freud,
1905/1992).

Sobre el final del capítulo VI, a modo de síntesis aclaradora, se agregan otras
diferencias importantes entre los dos procesos: “el sueño es un producto anímico
enteramente asocial, no tiene nada que comunicar a otro”. (Freud, 1905/1992, p.171),
mientras que el chiste “es la más social de todas las operaciones anímicas que tienen como
meta una ganancia de placer”. (Freud, 1905/1992, p.171). El chiste consiste en un juego
desarrollado, mientras que el sueño es un deseo que se ha vuelto irreconocible. (Freud,
1905/1992).

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El sueño implica un ahorro de displacer, en tanto que hay una ganancia de placer en el
chiste, a su vez, el sueño responde a una necesidad, el dormir, pero el chiste “procura
extraer una pequeña ganancia de placer de la mera actividad de nuestro aparato anímico,
exenta de necesidades”. (Freud, 1905/1992, p.172).

EL PLANTEO DE LACAN Y SU RELACIONAMIENTO CON LA POSTURA FREUDIANA.

Para Lacan, el inconsciente está estructurado como un lenguaje, y sería los efectos que
ejerce la palabra sobre el sujeto. (Lacan, 1964/2009, p.28). Ya en Función y campo de la
palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953/2009) enunciaba que el inconsciente es un
discurso, específicamente, una parte del discurso.
Lacan considera que el inconsciente se produce cuando el sujeto habla o es hablado.
Por tanto, es una construcción, una narrativa que irrumpe en el sujeto, adquiriendo así un
carácter discursivo.
Continuando con esta idea, en el Seminario 3 Las psicosis (1955-56/2017) Lacan
manifiesta que el inconsciente “siempre presenta la duplicidad esencial del significante y
del significado”. (Lacan, 1955-56/2017, p.237). Por tanto, está simbólicamente articulado.
En La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud (1957/2009)
establece que, merced a la experiencia psicoanalítica, puede descubrirse en el
inconsciente la estructura del lenguaje. (Lacan, 1957/2009, p.462). Ambos, inconsciente y
lenguaje, se hayan regidos por la ley del significante (Lacan, 1957-58/2010, p.51). El mismo
se define por tener una existencia dentro de una cadena articulada, que tiende a formas de
agrupamientos cerrados por una serie de anillos enganchados unos con otros para
elaborarla y, a su vez, se articulan con otras cadenas. Por intermedio de las funciones de
metáfora y metonimia, el enlace de los significantes cobra sentido. (Lacan, 1957-58/2010,
p.32).

Lacan habla de la agudeza para explicar la noción de significante y sus técnicas, siendo
esta la mejor entrada para abordar las formaciones del inconsciente, marca así la
importancia del significante en función de los mecanismos de la formación del mismo.
(Lacan, 1957-58/2010, p.12). Considera que la agudeza es la forma más clara en la que
Freud indica la relación del inconsciente con el significante y sus técnicas, de hecho, la
técnica del chiste que describe el padre del Psicoanálisis, es la del significante.

La agudeza es la formación del inconsciente a la cual Lacan le dedica más tiempo en


su Seminario 5 Las formaciones del inconsciente. Él considera que Freud muestra al chiste
teniendo dos caras: la primera se relaciona con el ejercicio del significante y la ambigüedad
fundamental del lenguaje, mostrando el carácter primitivo del significante con relación a la
arbitrariedad del sentido. La segunda es la del inconsciente, donde se encuentran las

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fórmulas generales presentes también en las otras formaciones del mismo, como el
síntoma, el sueño y los actos fallidos. (Lacan, 1957-58/2010, pp.51-52).

Las funciones de la metáfora y la metonimia son las ideas que utiliza Lacan para hacer
referencia a lo que Freud llamó condensación y desplazamiento, de forma respectiva. A
través de las mismas, el enlace de los significantes genera sentido (Lacan, 1957-58/2010,
pp.32-41), la primera implica la sustitución de un significante por otro en la cadena, creando
así un sentido, mientras que la segunda asocia elementos y se produce en la función que
toma un significante por estar en relación de continuidad con otro en la cadena.

La función de la tercera persona, planteada por Freud, es ubicada por Lacan en el Otro
como lugar simbólico. Para que haya agudeza es necesario que esté el Otro. (Lacan, 1957-
58/2010, p.27).

Al principio del chiste siempre se produce una llamada al Otro como lugar de
verificación, es el Otro quien da a la creación significante valor, diferenciando a la agudeza
del síntoma o del acto fallido. (Lacan, 1957-58/2010, pp.47-48).

Subrayamos, por tanto, el papel destacado que tiene este retoño del inconsciente en el
funcionamiento psíquico, cuestión marcada por ambos autores. Lugar para el tercero,
apertura de un espacio, juicio que juega, verdad que asoma, por todo esto pensamos que
quizá se debería tomar con más seriedad al chiste, el cual presenta características propias
bien definidas, sumadas a una potencialidad no del todo explorada o desarrollada.

Siguiendo en la línea de lo esbozado al final del párrafo anterior, señalamos que Lacan
plantea en el Seminario 2 El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954-
55/2008), que el amor es cómico, porque se trata de un malentendido. Luego, en el
Seminario 8 La transferencia (1960-61/2008), retoma la cuestión de la comedia y el amor
subrayando la ironía de que el amor grecolatino, presentado por medio de El banquete de
Platón, invoca a los dioses que, del amor, nada saben. En este seminario Lacan manifiesta
de forma explícita que el amor es un sentimiento cómico, y afirma que pertenece a la
verdadera naturaleza de la comedia en el sentido griego y latino del término. “Hay dos
cosas en mi discurso pasado que he observado a propósito del amor, y se las voy a
recordar”, dice Lacan en su Seminario de 1960-61 Le transfert dans sa disparité subjective,
sa prétendue situation, ses excursions techniques; “la primera es que el amor es un
sentimiento cómico… La segunda cosa que quería decir, algo con lo que nos
encontraremos constantemente y que nos servirá de guía, es que el amor es dar lo que
no se tiene”. (Lacan, 1960-61/2008, pp.44-45). En el trabajo que efectúa sobre la obra de
Platón, expresa que el amor es dar lo que no se tiene, es decir, la castración, la carencia,

23
a quien no es; de allí el malentendido irónico.

Lacan postula, a través del análisis de la ironía socrática, la respuesta a la demanda


que un analista debe soportar de su analizante, mediatizada por esa transferencia particular
que se da en el análisis; y que Freud enunciara como “amor de transferencia”.

Podríamos pensar, entonces, que se instaura un nuevo escenario en el que abordar la


transferencia a partir del humor sería posible, desde una postura habilitante y creadora. En
este punto, y para destacar su relevancia, es importante subrayar que investigaciones
recientes en el terreno psicoanalítico han resaltado el papel de la angustia como motivo de
consulta y cómo, frente a la misma, surge el humor como posibilidad de respuesta.
Teniendo en cuenta que el Psicoanálisis pretende enfrentar el sufrimiento psíquico a través
del lenguaje y la palabra, las producciones lenguajeras surgidas a partir del humor dentro
del método psicoanalítico, se postulan como un recurso clínico válido y eficaz. (Novas,
2015).

EL DISCURSO HUMORÍSTICO: ¿APRECIADO O DENOSTADO? LAS


CONTRADICCIONES A LO LARGO DE LA HISTORIA.

Ahora bien, a la luz de todo lo planteado, ¿por qué, entonces, el humor no es tomado
con más seriedad? ¿Por qué no se lo tiene más en cuenta o consideración? Coincidimos
con la tesitura de que actualmente es un discurso infravalorado, desechado, en cierto
aspecto. No se ha profundizado con rigurosidad en él; inclusive no existe un constructo
teórico uniforme sobre el mismo. A veces se lo confunde con lo risible y con lo cómico, no
siendo fácil ubicar las fronteras entre ellos.

Hay algo contradictorio, paradojal en juego. Esto queda registrado (y quizás nos ayude
a entender) en el estudio que efectúa Bajtin sobre la historia de la risa, que da cuenta de
la existencia de diferentes discursos a lo largo del tiempo, en cuanto a la categorización del
humor. Algunas posturas excluyen a la risa de la ideología “elevada”, de las ceremonias
estatales o de los cultos religiosos, como es el caso de los discursos que se producen
durante la Edad Media. En los siglos XVII y XVIII, lo risible se enmarcaba dentro de la órbita
de lo profano y de los vicios sociales, lo esencial no podía ser territorio de lo cómico. Sin
embargo, durante el Renacimiento, se le otorga a la risa un importante valor en la
concepción del mundo, se la considera como una de las formas elementales por las cuales
se expresa el hombre y la historia. También se subraya su relación con asuntos filosóficos
de carácter importante, y con los caminos que permiten el buen vivir y el buen morir. (Bajtin,
1988). Cuestiones, como vemos, nada triviales o intrascendentes.

24
Por tanto, el humor es caracterizado desde ópticas diferentes y contrapuestas a lo largo
de la historia. Por una parte se lo define como algo netamente humano, cuestión señalada
por Bergson al enunciar que, fuera de lo que es propiamente del hombre, no existe nada
cómico (Bergson, 1900/2016), que involucra cierta grandeza -“operación elevada”-, pero
por otra se lo relaciona con lo malo, lo grotesco o incluso lo satánico, sin olvidarnos de su
vínculo con la locura, magistralmente plasmado en la figura del ya mencionado Demócrito.
Es esta una dicotomía que provoca e invita a pensar.

ILUSIONES Y CULTURA. LOS CAMINOS DEL DESEO.

En nuestro abordaje, hemos conceptualizado al humor enlazado a la ilusión. Señalamos


que no se puede hablar de lo humano sin tener presente a la misma. Si de ilusiones se
trata, no dejaremos fuera una obra que lleva nuevamente a Freud al encuentro con los
problemas culturales que lo cautivaron desde joven, texto que ya hemos mencionado
anteriormente, El porvenir de una ilusión (1927/1992), trabajo que versa sobre la génesis
psíquica de las representaciones religiosas. Creemos que su análisis nos ayudará a seguir
reflexionando.

En el capítulo I, Freud define a la cultura como “todo aquello en lo cual la vida humana
se ha elevado por encima de sus condiciones animales y se distingue de la vida animal”.
(Freud, 1927/1992, pp.5-6).

La cultura surge para permitir la supervivencia (cuestiones de orden material, vinculadas


a las pulsiones de autoconservación), y para regular las relaciones entre los hombres, es
decir, el vínculo recíproco con el otro (cuestiones de orden social). Sin estas regulaciones
sería imposible la convivencia, la vida en sociedad.

Una de las tesis centrales de la postura psicoanalítica es que somos seres pulsionales,
es nuestra naturaleza. Esta condición es inevitable; como también lo es el hecho de que la
cultura exija restricciones a lo pulsional. Por ende, siempre habrá una tensión entre cultura
y pulsión. Esta será otra arista emblemática del Psicoanálisis que lleva a Freud a enunciar
que “todo individuo es virtualmente un enemigo de la cultura, que, empero, está destinada
a ser un interés humano universal”. (Freud, 1927/1992, p.6).

Toda cultura se edificaría sobre una compulsión y sobre una renuncia pulsional, por ello
aparecen las tendencias destructivas, antisociales y anticulturales. A su vez, reiteramos
que no podríamos vivir sin estas regulaciones culturales. Como bien expresa Freud,
retomando la idea de Thomas Hobbes (1651/2018), si se eliminara la cultura, solo quedaría
un estado de naturaleza, que resultaría absolutamente insostenible.

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La tarea fundamental de la cultura consiste en protegernos de la Naturaleza, la cual es
“fría, cruel y despiadada” (Freud, 1927/1992, p.15), y no deja de mostrarnos lo desvalidos
que somos, lo endeble de nuestro carácter. Este tema ya había sido mencionado por Freud
en un trabajo anterior de índole antropológica, Tótem y tabú (1913/1992), donde este rasgo
fue señalado como parte de la condición humana. El desvalimiento acompaña al hombre
durante toda su vida, no solo en su infancia, y con él su añoranza del padre y de los dioses:
“el desvalimiento y el desconcierto del género humano son irremediables”. (Freud,
1927/1992, p.18).

Freud señala que existen bienes “espirituales” de la cultura, como ser la ciencia, el arte,
los ideales de diversa índole, y la religión. Este capital anímico resulta relevante a la hora
de canalizar o restringir lo pulsional, en cuanto al papel que desarrolla al respecto. De esta
forma lo considera Freud, quien, sin restar importancia al apremio de la vida -ananké-,
destaca significativamente el papel de dichos elementos. Por otra parte, no podemos dejar
de señalar que la cultura no actúa únicamente de forma externa, a través de prohibiciones,
restricciones, entre otros medios, sino también de manera interna, con la formación e
instauración de una nueva instancia psíquica: el Superyó, heredero del Complejo de Edipo.
El sujeto no solo va a sentir a la cultura como algo externo que lo coacciona, sino que
también la interioriza, la vive como algo propio.

Recordemos que como animales somos seres muy desamparados, y frente a lo


despiadado y cruel de la vida, a los poderes hiperpotentes de la naturaleza, aceptamos
limitar nuestra libertad para poder sobrevivir. Esto resulta grávido en consecuencias, tiene
repercusiones psíquicas importantes; sumado al hecho de que, según Freud, adhiriendo
nuevamente a las ideas de Hobbes (1651/2018), no somos seres sociales per se como
planteaba Aristóteles; sino que hicimos un pacto o contrato social para organizarnos y
ganar seguridad, perdiendo poderío individual.

Ahora bien, los capitales anímicos de la cultura cumplen la función de regular los
vínculos entre los seres humanos, pero Freud infiere que la religión sería el más valioso de
todos ellos para los hombres, el más relevante y, a su vez, el que menos avanza o
evoluciona. Es por tanto que se cuestiona qué son esas representaciones a la luz de la
psicología, de dónde reciben su alta estima y cuál sería, en definitiva, su peso y anclaje
psíquico, que actúa eficazmente de forma independiente de la aceptación racional. Pronto
lo sabremos.

26
LAS ILUSIONES COMO CUMPLIMIENTO DE DESEO.

En el capítulo VI de El porvenir de una ilusión (1927/1992), Freud revela la génesis


psíquica de las representaciones religiosas, y subraya que, pese a proclamarse como
enseñanzas, no son resultados finales del pensamiento ni provenientes de la experiencia,
sino que “son ilusiones, cumplimientos de los deseos más antiguos, más intensos, más
urgentes de la humanidad; el secreto de su fuerza es la fuerza de estos deseos”. (Freud,
1927/1992, p.30).

En síntesis: las doctrinas religiosas son ilusiones y su fundamento último es el


cumplimiento de deseos. ¿Por qué necesitamos ilusiones los seres humanos? Porque
tenemos deseos, porque somos seres deseantes, pulsionales, por definición. Esta
característica, unida a las ya mencionadas fuerzas poderosas de la naturaleza, al
desvalimiento y a la añoranza del padre, es decir, a la necesidad de protección, genera el
terreno idóneo para el establecimiento y permanencia de la religión.

Llegado a este punto de sus reflexiones, Freud se plantea si así como el niño crece y
acepta la realidad, no podría darse en la humanidad un movimiento similar. Reconoce la
importante labor que la religión desempeña en la regulación de los vínculos sociales, pero
considera que no ha sido lo suficientemente eficaz. Si bien la mayoría de las personas
necesitan de la religión, “muchos están descontentos con la cultura y son desdichados con
ella”. (Freud, 1927/1992, p.37).

Por otro lado, la religión se alimenta mucho del pecado, quizás generaría un efecto
iatrogénico, como un funcionamiento “circular”, no desarrollando de la mejor manera su
función. El cuestionamiento de Freud pasa entonces por plantear una revisión radical del
vínculo entre cultura y religión. Apunta al progreso para “reconciliarse con la presión de la
cultura”. (Freud, 1927/1992, p.41).

Propone retirar a las doctrinas religiosas de su papel de motivación de los preceptos


culturales, para así lograr la reconciliación anteriormente nombrada de los seres humanos
con la cultura. Sugiere dejar en paz a Dios y aceptar el origen humano de los preceptos y
normas culturales; buscando una salida que no sea tan opresiva, que no sofoque tan
vivamente lo pulsional, donde prime lo racional, es decir, el intelecto. Y agrega, para
reforzar esta idea:

(…) no importa cuán a menudo insistamos, y con derecho, en que el intelecto humano es
impotente en comparación con la vida pulsional. Hay algo notable en esa endeblez; la voz del
intelecto es leve, mas no descansa hasta ser escuchada. (Freud, 1927/1992, p.52).

27
Voz del intelecto que podría hacerse oír a través de una operación elevada, sublime,
grandiosa, emancipadora, liberadora. Una creación no resignada, opositora, donde triunfe
el Yo y el principio de placer, a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales; donde
el Superyó, increíblemente amable y bueno, proteja y apañe nuestro desvalimiento, tal
como lo hace un padre. Una ilusión, de esas que nos resultan tan necesarias, gratas y
satisfactorias.

¿No les suena familiar? ¿No hemos visto algo que responde a esta descripción a lo
largo de nuestro recorrido compartido hasta ahora? ¿Acaso no han prestado atención?
¿No se les ocurre algo así como el humor, tal vez?

Este puede formar parte de una “educación para la realidad”, colaborando con ese salto,
ese progreso que debe hacer la humanidad, para que esta vida sea más satisfactoria y
menos gravosa. Freud resulta muy claro y tajante al respecto cuando enuncia: “perdiendo
sus esperanzas en el más allá, y concentrando en la vida terrenal todas las fuerzas así
liberadas, logrará, probablemente, que la vida se vuelva soportable para todos y la cultura
no sofoque a nadie más”. (Freud, 1927/1992, p.49).

A propósito de todo esto, citaremos a Irvine Welsh, en su novela Trainspotting


(1993/2006), pasaje que nos gusta mucho y consideramos se ajusta perfectamente: “por
definición tienes que vivir hasta morir, es mejor hacer de la vida una experiencia lo más
completa y agradable posible, en caso de que la muerte sea una mierda, que sospecho
que lo será”.

No dudamos que el humor ayudará en el viaje, o al menos tenemos la ilusión, que no


es poco. Y nos preguntamos: ¿qué quedaría de la religión si los fieles tuvieran sentido del
humor?

MALESTARES Y BÁLSAMOS. EL HUMOR: REMEDIO INFALIBLE.

Freud concluyó El porvenir de una ilusión en el otoño de 1927, el mismo año en que
escribió El humor (1927/1992). Durante los dos años siguientes produjo muy poco,
probablemente debido a su enfermedad. En el verano de 1929 comenzó a escribir una
nueva obra de carácter sociológico, El malestar en la cultura (1929/1992). Vayamos a ella
para ver qué nos aporta con respecto a nuestro tema.

Freud remarca su postura de que la religión, fundamentalmente, tiene que ver con el
desvalimiento y la añoranza del padre, involucrando un vínculo ambivalente hacia este, el
cual es admirado y temido. Refuerza la idea de que en el psiquismo nada se extingue,
utilizando la metáfora de la ciudad de Roma. Por más que se evolucione, siempre quedan

28
restos de épocas anteriores, se superan etapas, pero el psiquismo contiene, asimila.

No podemos dejar de recordar cuando, al hablar sobre el creador literario, Freud


señalaba que no se puede renunciar a nada, solo cambiamos una cosa por otra, puesto
que es imposible renunciar a un placer que se conoció. Así el hombre podía “arrojar la
carga demasiado pesada que le impone la vida y conquistarse la elevada ganancia de
placer que le procura el humor”, (Freud, 1927/1992, p.128), emulando cuando era un niño
que jugaba.

La vida, plantea Freud, resulta gravosa y dura, trae desengaños y dolores; para poder
soportarla debemos recurrir a “construcciones auxiliares”, que actúan como sedantes.
Recordemos que, según el autor, el fin de la vida humana o “bien supremo”, es la búsqueda
de la felicidad. Resulta evidente que no parece ser una tarea fácil lograr este objetivo, en
virtud de lo planteado. A su vez, no olvidemos incluir en esta constelación la necesaria
limitación pulsional que la cultura impone, generando así un malestar que es necesario
aliviar con calmantes. Con respecto a estos últimos, los hay de tres tipos: poderosas
distracciones, satisfacciones sustitutas y sustancias embriagadoras; cada una de ellas, en
mayor o menor medida, ayuda a los hombres a lidiar con sus miserias.

Las satisfacciones sustitutas, en las que podemos ubicar el arte, son “ilusiones respecto
de la realidad, mas no por ello menos efectivas psíquicamente, merced al papel que la
fantasía se ha conquistado en la vida anímica”. (Freud, 1929-30/1992, p.75). Es aquí donde
encontramos el terreno fértil para el humor. El sujeto rechaza el dolor que le ocasiona la
realidad, rehúsa dejarse vencer por el padecimiento. Con su defensa ante la posibilidad de
sufrimiento, el humor y sus asociados ocupan un lugar entre los métodos que Freud nombra
en El malestar en la cultura; artilugios que la vida anímica ha desplegado con el fin de evitar
el padecer.

Freud considera que existen tres fuentes desde donde puede acontecer la desdicha en
la vida humana: desde el cuerpo propio, desde el mundo exterior, con su devastadora y
despiadada fuerza (con sus virus, vale decir), y finalmente, los vínculos con otros seres
humanos. El sufrimiento que llega desde esta última fuente, lo sentimos más doloroso que
cualquier otro. Justamente, lo que depende en forma directa de las regulaciones existentes
para los vínculos recíprocos, la que deriva, en definitiva, de los propios seres humanos, es
la que menos se ajusta y la que más nos lastima. Imposible no pensar en la religión y en
su intento, a nuestro parecer fallido, para lograr la armonía entre los hombres.

Es por ello que reclamamos vivamente un lugar para el humor, cuyo efecto balsámico y
conciliador, entre otros, resulta incuestionable a la hora de hablar del relacionamiento

29
social, como hemos visto a lo largo de nuestro trabajo, presentado desde distintas
perspectivas (biológica, evolutiva, filosófica, artística y psíquica).

El humor implica creación y elección, no involucra el amedrentamiento de la inteligencia,


como sí lo hace la religión, ni estimula una fijación a un infantilismo psíquico para conseguir
dicha y protegerse del sufrimiento. No anestesia a los pueblos para que no se rebelen, por
el contrario, es opositor. Recordemos su condición de operación elevada, liberadora y
afirmativa.

Permite una reconciliación con la cultura, al obtener placer y alcanzar la felicidad, que
no es permanente o constante, sino episódica (al igual que el primero). Qué mejor ejemplo
de esto último que esos chispazos que el humor nos ha sabido brindar a todos. ¿No es
acaso como dicen los poetas, que no recordamos los días, sino los momentos? ¿No es eso
la felicidad? ¿Tan solo instantes?

Instantes liberadores, que nos hacen más humanos, no dioses con prótesis. Creaciones
humorísticas que demuestran que “la libertad individual no es patrimonio de la cultura”,
(Freud, 1929-30/1992, p.94), sino que depende de nosotros, de nuestro ejercicio, de la
puesta en práctica de nuestra libertad. Y si estos mecanismos no entran en conflicto con
la cultura, ¿no resultan por demás idóneos? ¿No es acaso un triunfo del progreso, del
intelecto y también del narcisismo? ¿No habilitan un buen manejo de la agresividad, que
se encuentra en ese bloque invencible de la naturaleza psíquica? ¿”Retoño y principal
subrogado” (Freud, 1929-30/1992, p.118) de la pulsión de muerte, propio de la condición
humana y, por tanto, imposible de erradicar? Eros y Thanatos enlazados, mezcla y
desmezcla pulsional, tan necesarias para la vida.

Como señala Freud, la inclinación agresiva es una disposición autónoma del hombre y
en ella encuentra la cultura su obstáculo más poderoso, pero tramitada, atemperada por el
humor, puede resultar beneficiosa para todas las partes en cuestión.

No olvidemos que el Superyó es un gran logro de la cultura, porque la misma es


incorporada, la prohibición se internaliza, con la consecuente introyección de la
agresividad. Lo que se hubiera puesto fuera, queda en el individuo. El Superyó, por tanto,
es una suerte de “vía regia” que tiene la cultura para neutralizar o atemperar la agresividad.

A su vez, tampoco debemos olvidar la particular manera en que se comporta la instancia


superyoica en el terreno del humor, mostrando una faz amable y protectora, siendo
permisivo y habilitante, dejando que ese Yo, generalmente maltratado y censurado, pueda
hacer travesuras y piruetas, ganando la partida; con algo de ayuda y con un guiño cómplice.

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Comte-Sponville (2005b/2018) recuerda a Pierre Desproges, humorista francés
conocido por su humor negro, quien decía que, frente a lo que el Señor nos ha pedido
(aquel precepto tan sencillo de ejecutar) que enuncia “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”, él se prefería a sí mismo. Dicho esto, sin ánimo de introducir sus opiniones
personales en juego, por supuesto.

Nosotros pensamos igual que Pierre, y en esa elección para preferirse y priorizarse
incluimos, sin dudas y sin culpas, al humor. A veces, este se refleja en una actitud de
tolerancia que debe empezar por uno mismo. Y en asumir que, como decía Miguel Delibes
(1948/2010), la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas.

BREVE SÍNTESIS DE LO EXPUESTO HASTA AQUÍ.

A lo largo de nuestro recorrido, hemos visto al humor desde distintas facetas, lo que nos
ha permitido ir revelando su valor e importancia, a la vez que nos ha provocado
cuestionamientos e inquietudes.

En síntesis, desde un punto de vista biológico y evolutivo, el humor es un elemento que


resulta relevante y digno de consideración, siendo una característica típicamente humana
y cultural.

Desde una perspectiva psíquica, podemos definir al humor como un acto creativo,
artístico, que pone en juego la fantasía, la imaginación y la ilusión, en articulación con el
deseo, mediatizado por la palabra y el lenguaje.

El humor es creación (poiesis), por tanto, es afirmativo, emancipador, enaltecedor y


puede resultar opositor. Se trata de una “operación elevada” que implica una actitud o
posición subjetiva frente al sufrir, es el triunfo del principio de placer de cara a situaciones
penosas, procura una ganancia de placer que proviene del ahorro de un gasto de
sufrimiento, desarrollando una función defensiva, frenando al padecimiento, a la pulsión de
muerte, al goce, pudiendo entenderlo como una sublimación.

El humor resulta no solo liberador, como el chiste y lo cómico, sino que tiene también
algo de “grandioso y patético”. Lo primero está en relación al narcisismo y los vínculos que
este establece con los ideales del sujeto (Yo-ideal e Ideal del Yo). Lo segundo refiere a un
componente pasional, puesto que el humor, como ya mencionamos, no es resignado
sino opositor. También “refiere a lo que ese sujeto padece en ese tránsito donde la palabra
proferida desde el lugar del Otro lo introduce a un campo con ciertas legalidades
establecidas”. (Novas, 2015, p.115). El Yo rehúsa dejarse tomar por el sufrimiento y por la
realidad, se impone mediante la mediación del Superyó; constituyendo una posibilidad

31
subjetiva de regulación que no entra en el terreno de la patología.

El humor, entonces, se diferencia del chiste y de lo cómico, “tiene una dignidad propia”.
El primero es producto de un equívoco que ocurre a nivel del lenguaje, el chiste “se hace”.
En lo cómico, por su parte, se privilegia la escena, se descubre, es un efecto no buscado.

Desde la óptica psicoanalítica, vemos que el humor puede abordarse desde distintas
vertientes: como retoño del inconsciente, encarnado en el chiste, como recurso del
individuo frente al padecimiento, gestionando la angustia a través de la palabra (Novas,
2015), a través del análisis de la transferencia, ya que el amor es un sentimiento cómico, y
también como vía de trabajo con los ideales, desacralizándolos, a partir de la faz amable
que toma el Superyó.

Podemos concluir que es un recurso por demás válido, que consideramos


desaprovechado, puesto que guarda un lugar marginal o secundario dentro del campo del
conocimiento. (Novas, 2017).

SEGUNDA PARTE. (PESE A LO QUE SE DICE DE ELLAS, ESTA ES TAN BUENA


COMO LA PRIMERA).

Al iniciar este trabajo, destacábamos cuántas aristas nacían a partir de la definición del
humor. Muchas las hemos recorrido, y también han surgido otras nuevas. En este punto de
nuestra producción, nos abocaremos a reflexionar acerca de las que más han quedado
resonando y parecido pertinentes de análisis.

A los efectos de hacer más ordenada la exposición, presentaremos nuestras


consideraciones en dos vertientes: una, que profundiza aspectos ya mencionados en la
primera parte, y otra, que rescata y subraya aquellas cuestiones que son más del orden de
lo novedoso, identificados como apartados A y B, respectivamente.

APARTADO A.

1) LA “EDUCACIÓN PARA LA REALIDAD”.

Cuando pensamos en el peso a nivel social que tiene la religión (siendo una ilusión
basada en deseos) y la influencia que ejerce a nivel de la formación y de la enseñanza de
los seres humanos, nos preguntamos si no podría darse, dentro de lo que Freud llamó la
“educación para la realidad”, una instrucción que aliente la promoción y el desarrollo de las
capacidades humorísticas. En un primer momento puede parecer algo alocado, pero a
veces es necesario cultivar unas cuantas locuras menores para que la realidad nos resulte
soportable, como decía Marcel Proust en A la sombra de las muchachas en flor

32
(1918/2021).

Así como se enseñan otras asignaturas, se podría impartir una dedicada a estimular las
artes humorísticas, que pueden tener mucho que decir sobre el “arte de vivir” y que
suponen, como hemos visto, unos ejercicios reveladores en tanto horadan, socavan y dejan
expuesta una verdad del sujeto, a través de la palabra. De alguna forma, habilitan el
derecho a buscar esa verdad, es decir, de ejercer la libertad. El humor propugna la
espontaneidad, la creatividad, por tanto, estimula la individualidad, en el sentido de la
potencia personal. La religión, por su parte, sofrena, reprime ese empuje. No es una
práctica liberadora, por el contrario, a través del miedo, de la culpa y del pecado mantiene
sujetado al ser humano, logrando un control más efectivo de las masas.

Quizás por esto mismo es que, si bien se enlaza a la ilusión y al deseo (al igual que la
religión), el humor no ha tenido demasiado andamiento en la contemporaneidad, no siendo
tomado en serio (nunca mejor dicho), ocupando el lugar de un discurso o quehacer
ignorado e infravalorado.

2) LA PERSECUCIÓN AL HUMOR Y EL APLACAMIENTO DE SU POTENCIA


SUBVERSIVA.

Anteriormente, en el desarrollo del trabajo, hemos expuesto cómo se veía al humor


durante la Edad Media. Recordemos que el mismo se encontraba relegado y excluido de
la ideología elevada, siendo la risa desvalorizada. Asociando este punto con lo que venimos
exponiendo, en lo que hace al dominio de los hombres, resulta inevitable traer a colación
la obra El nombre de la rosa (1980/2006), de Umberto Eco, donde esta situación queda
evidenciada de forma manifiesta.

En esta novela, un monje franciscano llega a una abadía y se ve en medio de una serie
de crímenes que está empeñado en resolver. En un pasaje de dicho libro, el mencionado
monje, llamado Guillermo de Baskerville, entra en una sala donde los religiosos transcriben
e ilustran libros. Un ratón pasa por delante de uno de estos hombres, asustándolo y
provocando las risas de los demás, hasta que un anciano aparece en escena
recriminándoles su comportamiento; este último es Jorge de Burgos. Entonces, Guillermo
le pregunta qué tiene en contra de la risa, a lo que este responde que la risa es un viento
diabólico que deforma las facciones y hace que los hombres parezcan monos. Añade que
la risa es un atributo humano, como el pecado; y que Cristo nunca rio, en ningún momento
de las Escrituras dice que riera.

Cuando Guillermo de Baskerville descubre la verdad sobre los asesinatos en la abadía,

33
concluye que ha sido Jorge de Burgos, el monje anciano enemigo de la risa, el que ha
matado a los demás religiosos de la orden, haciéndoles leer un libro de Aristóteles con las
páginas envenenadas. Se trata del desaparecido segundo libro de Poética del filósofo,
dedicado a la comedia. Jorge, al ser descubierto, consigue escapar a través de la
biblioteca. Para encontrarlo, Guillermo empieza a hacerle preguntas sobre el por qué de su
odio a ese libro y, mientras se acerca a su escondite, Jorge de Burgos le dice que la risa
mata al miedo y sin miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo, ya no hay
necesidad de Dios. Señala que, si podemos reírnos de Dios, el mundo desembocaría en
caos. (Eco, 1980/2006).

Al reflexionar sobre lo citado, inferimos que el hallazgo de este libro de Aristóteles, sobre
el cual se ha especulado mucho (que nunca se escribió, que se extravió durante la Edad
Media) habría hecho temblar los cimientos de la Iglesia Católica, y sería una clara evidencia
del humor como medio de liberación anímica, destacando su condición de instrumento para
alcanzar la verdad.

Eco hace decir a Jorge de Burgos que, si se difundieran las ideas de Aristóteles, un
nuevo orden se establecería, “este libro podría enseñar que liberarse del miedo al diablo
es un acto de sabiduría”, la risa se transformaría en “operación del intelecto”, y el hecho de
que “sea propia del hombre es signo de nuestra limitación como pecadores”. Agrega que
“de este libro podría surgir la nueva y destructiva aspiración a destruir la muerte a través
de la emancipación del miedo”, para concluir afirmando que “si la risa es la distracción de
la plebe, la licencia de la plebe debe ser refrenada y humillada y atemorizada mediante la
severidad”. (Eco, 1980/2006, pp.467-468).

Probablemente, por estos motivos el humor era y, creemos, es, perseguido e ignorado,
ya que por su mediación se produce una emancipación y realización, ocupando, de algún
modo, un papel subversivo y reaccionario.

El escritor Julio Cortázar decía que la intención del humor es casi siempre desacralizar,
tirar abajo cierta importancia de algo que tiene algún grado de prestigio, que está puesto
en un pedestal. El humor siempre está pasando la guadaña por debajo de los pedestales
y de todas las pedanterías.7

El buen talante y la risa liberan, hacen a las personas menos miserables, y eso no
siempre favorece a determinados intereses, que hallan en los infelices y angustiados a sus
principales seguidores, clientes o consumidores. A propósito de esto último, hablaremos
en el próximo apartado.

7 Extraído de: http://www.geocities.ws/juliocortazar_arg/jclector.htm

34
APARTADO B.

1) LA UTILIDAD DE LO INÚTIL.

Simon Leys, en su Breviario de saberes inútiles (2021) contaba que, cuando era un
joven estudiante, tuvo la suerte de concurrir a una particular escuela en Hong Kong. Uno
de sus compañeros la bautizó como “Escuela de la inutilidad”. Leys recuerda haber pasado
en ella unos años gozosos e intensos, donde aprender y vivir eran sinónimos. Años más
tarde descubriría el escritor belga que, puesto que el saber más ocioso constituye el
fundamento de los valores esenciales de nuestra humanidad, a esos años debía lo más
decisivo de su formación.

En esta línea van nuestros planteamientos, en cuanto al lugar que podría tener el humor
en la organización sociocultural y educativa. Pero vemos ciertas resistencias,
profundicemos en ellas.

Es una operación elevada apta para todo público, puesto que no implica (más allá de
las características personales, que siempre influyen), tener un don especial para ejecutarla.
Esto sí suele suceder con otras artes, como la música, la pintura, la literatura, entre otras.
El humor resulta así accesible a todos, en términos generales.

Pero presenta un problema insalvable en el mundo de hoy: no es rentable desde un


punto de vista económico, no produce ni funciona desde una lógica capitalista, y entraría
en el terreno de los saberes o habilidades “inútiles” para nuestra sociedad consumista, que
actúa en función de un brutal utilitarismo que se pregunta “para qué sirve”.

El humor, por tanto, no resulta ser un tributo a los fines utilitarios del mercado, de hecho,
se muestra ajeno a cualquier asunto de esa índole. Podríamos afirmar que nutre el espíritu,
no las billeteras. Rescata nuestras almas de la fatalidad espiritual que crean la política, la
economía y la ideología que las sostiene.

Nuccio Ordine en su libro La utilidad de lo inútil (2013/2019), subraya que la utilidad


dominante mata la fantasía, el arte y el pensamiento crítico. Limitarse a perseguir lo útil
reseca el espíritu, mientras que cultivar lo inútil nos ayuda a dar un sentido profundo y noble
a la vida, en un intento de resistir a la dictadura del utilitarismo y del lucro.

Eugène Ionesco, uno de los principales dramaturgos del Teatro del Absurdo, decía que,
si era absolutamente necesario que el arte sirviera para alguna cosa, debía ser para
enseñarle a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que, por otra parte, es
indispensable que las haya. (Ionesco, 1965).

Ionesco expresa que el hombre moderno es el hombre apurado, no tiene tiempo, es

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prisionero de la necesidad. No puede comprender que algo pueda no ser útil, como
tampoco comprende que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil y agobiante. Si no se
comprende la utilidad de lo inútil y, al mismo tiempo, la inutilidad de lo útil, no se comprende
el arte. Un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un
país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, por tanto, un país que no tiene
espíritu. Donde no hay humorismo ni hay risa, solo encontraremos odio y cólera. (Ionesco,
1965). Y rinocerontes, agregamos nosotros.

2) LOS FILÓSOFOS FRENTE A LO (APARENTEMENTE) INÚTIL.

Pierre Hadot (1983/2006) plantea que, al parecer, es tarea de la Filosofía revelar a los
hombres la utilidad de lo inútil. Por tanto, nombraremos a algunos pensadores que
repararon en esta cuestión.

Voltaire (1736/2003) hablaba de lo superfluo como cosa muy necesaria, remarcando que
nada es más necesario que lo sobrante o inútil. Heidegger, por su parte, también se detiene
en la utilidad de lo inútil, expresando que lo más útil es lo inútil, pero sentir la experiencia
de lo inútil es lo más difícil para el ser humano actual. En ello se entendería lo “útil” como
lo usable prácticamente, es decir, para fines técnicos, para lo que consigue algún efecto
con el cual yo pueda hacer negocios y producir. Contrariamente, uno debería ver lo útil en
el sentido de lo “curativo”, que es lo que llevaría al ser humano a “sí mismo”. En síntesis,
el filósofo alemán busca liberar la noción de utilidad de una exclusiva finalidad técnica y
comercial, y remarca que, para el hombre actual, cada vez es más arduo sentir interés por
cualquier cosa que no implique un uso práctico e inmediato para fines técnicos. (Heidegger,
1959-69/2007).

Finalmente presentaremos la postura de George Bataille, a quien no nombramos como


filósofo porque se enojaría, quien postula en El límite de lo útil (s./f. 2005), un fuerte análisis
de la economía en clave anti utilitarista. En sus reflexiones se enfrentan dos visiones
contrarias del mundo: una que se funda en la idea obsesiva de lo útil, y otra que se centra
en el don sin perspectiva de beneficio. Dos posturas radicalmente opuestas de la vida: por
una parte, una existencia sacrificada dentro de una economía restringida, en la que solo
existe lo que puede aplicarse a la producción y el crecimiento y, por la otra, una vida en
función de un universo que se caracteriza por el dispendio de energías; en el cual entra
todo aquello que se consideraría “improductivo”. Lamentablemente, la lógica de lo superfluo
se encamina al fracaso cuando el capitalismo exige la renuncia del hombre al despilfarro
de las fiestas y de gastos similares, para evitar de esa forma, que se pierdan energías que
podrían ser útiles para desarrollar la producción y la acumulación. Perdiendo este “exceso”,
se pierde también la oportunidad de que lo gratuito y el don contribuyan a conceder un

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significado más humano a la vida. (Bataille, 1917-62/2005).

3) EL HUMOR: ¿UN DON QUE SE BRINDA?

Es menester señalar que Bataille toma esta idea del don de la obra de Marcel Mauss,
Ensayo sobre el don. Forma y razón del intercambio en las sociedades arcaicas
(1925/2009), presentando la “noción de gasto”. (Bataille, 1929-39/2003, p.110). En dicho
trabajo, Mauss habla de la manera en que el intercambio de objetos entre los grupos
articula y construye las relaciones entre ellos. Sostiene que donar o dar un objeto (don)
hace grande al donante y crea una obligación inherente en el receptor, quien tiene que
devolver el regalo. La serie resultante de los intercambios que se dan entre los individuos
de un grupo, y también entre otros grupos distintos, establece una de las primeras formas
de economía y solidaridad social implementadas por los seres humanos.

El don es esencial en la sociedad humana, establece fuertes relaciones de


correspondencia, hospitalidad, protección y asistencia mutuas. Mauss señala que el don
es agonista, puesto que el vínculo no mercantil (cambios no remunerados ni
inmediatamente correspondidos), a la vez que crea un vínculo social, “obliga” a quien lo
recibe, que solo se puede liberar por medio de un “contra- don”.

El don altera y cuestiona relaciones humanas objetivadas, formalizadas y rutinarias.


Impide que el orden de los objetos sea comprendido al margen del ámbito de los sujetos.
A su vez, la categoría del don no incluye únicamente al orden de la “cosa” u “objeto”
donado, sino también al de la relación. Aun pudiendo ser un objeto (sometido a la
dimensión de las cosas que se usan, producen y compran/venden), el ser del don no es el
de ser un objeto. No resulta irrelevante la identidad de los sujetos en el intercambio, no se
produce solamente un cambio de objetos equivalentes (don/contra-don), sino también de
relaciones y vínculos. Hay una dimensión simbólica, interpersonal y narrativa, del orden del
ser y crecer, no del tener o poseer. El don genera un espacio de humanización y
personalización que implica la libertad, a través de la afirmación de sí que se produce en
el reconocimiento del otro, en la que no se confunde precio con valor, puesto que este
último no se considera desde una perspectiva de la utilidad mercantilista.

Analizando las características del don, resulta lineal conectar con el ámbito del humor y
sus derivados. Recordemos que, a lo largo de nuestro ensayo, hemos considerado al
mismo como acto creativo de carácter artístico, así como una actividad elevada que
humaniza y afirma al sujeto. Este, mediatizado por lo simbólico y lo intersubjetivo, ejerce
su libertad y gana, a su vez, un reconocimiento por parte del otro. Surgen así,
indudablemente, muchos puntos en común con el don, entre los que destacan la gratuidad

37
y la implicación en el vínculo, a la vez que se refuerza la emancipación o autonomía.

Retomando la idea del humor como obra de arte, consideramos que se trata de un don,
no de una mercancía. La cuestión sería cómo proteger ese don de la creatividad en un
mundo dominado por la lógica mercantil, donde prevalece la medida en monedas. Al decir
de Oscar Wilde (1892/1999), en una época en la que se conoce el precio de todo y el valor
de nada, defender la candidez del gesto creador del humor sería salvaguardar nuestra
dignidad, nuestro espíritu, entendido como vínculo colectivo y no como ego.

Si bien este es un tema que resulta apasionante, dejamos abiertas a futuras incursiones
las reflexiones en profundidad acerca de la relación entre el don y el humor, ya que escapan
a las posibilidades de este trabajo.

A MODO DE CIERRE: LO VALIOSO DEL HUMOR.

El utilitarismo se asocia, a nuestro entender, con una falsa idea de progreso,


condenando al hombre a convertirse en esclavo del beneficio y en mercancía de cambio,
no dejando lugar para lo gratuito, aquello que es sin fines de lucro. En esta lógica
mercantilista, ¿puede haber algo más superfluo, gratuito o inútil que el humor? Claramente,
es esta una pregunta capciosa.

Como destaca Ordine (2013/2019), contrariamente a lo que quieren enseñarnos las


leyes dominantes del mercado y del comercio, la esencia de la cultura se funda
exclusivamente en la gratuidad, cuestión ejemplificada a través de la gran tradición de las
academias europeas y antiguas instituciones, que nos recuerdan que el estudio es, en
primer lugar, adquisición de conocimientos que, sin ningún tipo de vínculo utilitarista, le
permiten al ser humano desarrollarse y ser autónomo.

Por tanto, podemos concluir que lo realmente útil sería solo lo que puede mejorar al
hombre, elevarlo, en un sentido filosófico. Aquello que exalta la ilusión y alcanza a dar más
sentido a la vida, a través de la pasión por los ideales, incluso a través de la derrota, como
nos muestra Don Quijote. ¿Acaso nos atrevemos a decir que su aventura “por caminos sin
camino” fue inútil? O el gesto de un muchacho chino desarmado que en la Plaza Tiananmen
de Pekín, en 1989, se paró frente a los tanques y los enfrentó, desafiándolos (imagen que
dio la vuelta al mundo, señalada en 1998 por la revista Time como una de las “empresas”
que tuvo más influencia en el siglo XX); ¿podríamos afirmar que no fue útil, que no sirvió
de nada?

Si no nutrimos ese grano de “cuerda locura” que todos llevamos dentro, sería
imprudente vivir. Y muy aburrido, también. Se trata, entonces, de reavivar rescoldos de

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libertad en el ejercicio lúdico del humor. De aprovechar, hasta en los gestos más simples o
cotidianos, la ocasión para volvernos más humanos. Simplicidad motivada tan solo por un
auténtico gozo y ajena a cualquier aspiración al beneficio, para que no predomine el amor
a lo “materialmente” útil sobre el amor a lo bello, puesto que, al decir de Montaigne en sus
Ensayos (1580-1595/2007), es el gozar y no el poseer, lo que nos hace felices.

Y vaya si en esto tendrá que ver el humor, con su particular dialéctica entre realidad y
deseo, que constituye una forma de resistencia a las omnipresentes leyes del mercado, a
la mercantilización de nuestras vidas y al temible y alienante pensamiento único.

Al momento de finalizar nuestro ensayo, quisiéramos reiterar que el Psicoanálisis aborda


el padecer y la angustia a través del lenguaje y la palabra. Así, busca dar lugar a la más
absoluta particularidad del sujeto. Pensamos que, con el humor, ocurre algo similar.

A su vez, es válido destacar que, como ya hemos develado con anterioridad, el humor y
la teoría psicoanalítica también comparten un lugar marginal y hasta subversivo. Esto se debe
no solo a lo que implican y representan, sino también al sitial que han ocupado en el crisol de
discursos y saberes. Podríamos decir que el carácter de revolucionarios que comparten, los
hermana y fortalece. Son compañeros de trincheras.
En el trabajo con la palabra puede aparecer el humor, siendo un material sustancial que
posibilita la gestión de la misma, dando cuenta, a su vez, del particular ensamblado que une
humor y malestar. Cabe recordar que la relación entre palabras engendra sentidos, y la forma
en que el sujeto es albergado u hospedado por el lenguaje, no será sin consecuencias.
El Psicoanálisis permite abordar el humor desde diferentes lugares: a través del chiste,
entendido como retoño del inconsciente, como insumo del sujeto frente a su padecer,
permitiéndole tramitar la angustia por medio de la palabra, mediante el análisis de la
transferencia, ya que el amor es un sentimiento cómico, y, finalmente, como vía de trabajo
con los ideales, puesto que un Superyó amable permite desacralizarlos. Todas estas formas,
posibilitan gestionar el malestar que aparece unido a lo humorístico.
Por ello, concluimos nuestro recorrido subrayando que el humor, puesto en juego dentro
del método psicoanalítico, resulta ser una opción firme y valiosa frente al padecer.
Será nuestra tarea como analistas saber reconocer y estimar este precioso recurso, el cual
puede hallarse en la palabra y el lenguaje de aquel que nos dirige una demanda, durante el
encuentro analítico.

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BONUS TRACK. UN TOQUE DE HUMOR.

En 1938 los nazis se apoderaron de Austria, en un famoso episodio rotulado anschluss.


Era seguro que Freud estaría entre las primeras víctimas de esa medida política, pero fue
salvado por la presión de algunas personalidades internacionales, más un rescate de
250.000 schillings austríacos.

Fue así que Freud consiguió emigrar a Inglaterra. En esa transacción, la Gestapo le
exigió además que firmara un documento, declarando que había sido bien tratado por las
nuevas autoridades. Y, aunque Freud firmó ese papel, también agregó una frase
manuscrita: “Ich kann die Gestapo jedermann auf das beste empfehlen, o sea, “puedo
recomendar sinceramente la Gestapo a todos”.8

¡Touché!

8Diario El País de los domingos. Suplemento cultural. Domingo 17 de septiembre de 1989. Homero Alsina
Thevenet.

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