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Dieta y Evolución - Seldes

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Verónica Seldes

Dieta y
evolución
Seldes, Verónica
Dieta y evolución / Verónica Seldes ; prólogo de Francsico Raúl Carnese. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : El Zócalo,
2020.
Libro digital, EPUB - (Intercátedras / Hernán Cardinale, )
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-4061-24-9
1. Evolución Humana. 2. Nutrición. 3. Antropología Física. I. Carnese, Francsico Raúl , prolog. II. Título.
CDD 613.2
© 2015, Verónica Seldes
© 2015, Ediciones El Zócalo
Colección Intercátedras: Cord. Hernán Cardinale
Cooperativa El Zócalo
Río de Janeiro 668 • Ciudad de Buenos Aires • Argentina
e-mail: elzocalo@cooperativaelzocalo.com.ar
web: www.cooperativaelzocalo.com.ar
Edición grá ca: Cooperativa El Zócalo
Arte de tapa: Coop. el Zócalo sobre la ilustración de Zdenček Burian
2da. reimpresión, abril de 2017
ISBN: 978-987-45868-2-7
Hecho el depósito que establece la Ley 11.723
Impreso en Argentina
Todos los derechos reservados.
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por
cualquier otro medio,
ya sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético, por fotocopia u otros,
sin el permiso previo o por escrito de los titulares del copyright.
Verónica Seldes

Se licenció en Ciencias Antropológicas y se doctoró en Arqueología en la


Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Actualmente se desempeña como Investigadora del Consejo Nacional de
Investigaciones Cientí cas y Técnicas (CONICET), y como docente de
Antropología Biológica y Paleoantropología en la Facultad de Filosofía y
Letras (UBA) y de Socioantropología en la Facultad de Medicina (UBA).
Con 44 años de edad, lleva realizadas diversas publicaciones, entre las que
cabe destacar su participación en revistas cientí cas, libros y la elaboración
de textos para manuales de educación media.
Prólogo
La autora divide el libro en diecisiete capítulos comenzando con las
clasi caciones jerárquicas de Linneo, Bu on y Blumembach que ubican al
Homo sapiens dentro del orden de los primates. Detalla las características
principales de nuestra especie y su parentesco con los monos antropomorfos.
Analiza las causas que determinaron las diferencias con sus antepasados más
cercanos los chimpancés y del rol que jugaron los factores ambientales en el
proceso de hominización. El eje principal de su trabajo, aunque no el único, se
re ere al papel que jugó la alimentación durante el proceso evolutivo de los
homínidos. Para ello describe las características morfológicas, particularmente
dentarias, que permiten identi car el rol de esa variable en la evolución del
género Homo y sus antecesores.
De ne y explica los mecanismos microevolutivos: mutación, selección
natural, deriva genética y ujo génico que, en forma conjunta o aislada,
actuaron durante todo el proceso evolutivo de los homínidos y describe al
Australopithecus ramidus como el primer homínido que adoptó la postura
erecta hace, aproximadamente, 4.500.000 años. Sin embargo, discute que
recientes evidencias paleoantropológicas anteriores al surgimiento del
ramidus, también, parecen haber adoptado el bipedismo. Señala que esta
característica propia de los homínidos les permitió adaptarse a un ambiente de
sabanas y bosques en galería y fue una de las variantes morfológicas que junto
con el desarrollo del cerebro posibilitaron el proceso de hominización.
En el capítulo 6 del libro, menciona que los Australopithecus están
representados por cinco especies: anamensis, afarensis, bahrelgazhali,
africanus y garhi, pero, les advierte a los lectores que no hará una descripción
de todas, sino que va a circunscribirse a solo dos de ellas: afarensis y africanus
porque de éstas se recuperaron
una gran cantidad de restos fósiles y por consiguiente presentan una mayor
información sobre las características morfológicas de ese género. La autora
mantiene esa conducta durante toda su exposición, con la nalidad de no
agobiar al lector con descripciones exhaustivas que di cultarían la lectura del
texto.
Del afarensis comenta que se descubrió un esqueleto casi completo que
presentaba características propias de los antropomorfos como el tamaño
cerebral de 400 cm³, pero difería de aquellos porque presentaba una postura
erecta que determinaba un andar similar al nuestro, era una verdadera
evolución en mosaico, mientras que, el africanus tenía una mayor capacidad
craneana 500 cm³ y menor prognatismo que los afarensis, lo cual lo acercaba
más, en ese aspecto, al género Homo. Además, vincula las características de la
dentición con el tipo de alimentos que consumían.
El capítulo octavo lo dedica a la hipótesis del genotipo ahorrador de energía
sustentada por Neel en el año 1962 que, según el autor, le permitió a nuestros
antepasados, mediante la acumulación de grasa, sobrellevar hambrunas en un
ambiente de sabana. Señala los cuestionamientos que ciertos autores hacen
acerca de esa conjetura, aunque considera que esa discusión, aún, permanece
abierta, ya que polimor smos de nucleótidos únicos podrían ser los
responsables del genotipo ahorrador, dado que, parecen afectar a genes que
controlan el metabolismo energético y la ingestión de alimentos.
Otro género que describe son los Paranthropus, descendientes de los
Australopithecus, que vivieron en una época de grandes cambios climáticos
que condujeron a un marcado proceso de aridización y por consiguiente de los
tipos de recursos alimentarios. Consumían vegetales y granos duros lo que los
obligó a desarrollar un fuerte aparato masticatorio que les permitiera triturar
esos alimentos. Los Paranthropus convivieron con los primeros Homo y si bien
no están dentro de nuestro árbol logenético, compartieron un antepasado
común: los Australopithecus.
Con el surgimiento del Homo habilis aparecen los primeros instrumentos
líticos hace 2.500.000 años. Este género se especializó en el desarrollo del
sistema nervioso central, de tal modo que la capacidad craneana pasó de 400
cm³ en los Australopithecus y de 500 cm³ en los Paranthropus a un promedio
de 700 cm³ en el Homo habilis. La autora argumenta que la dieta jugó en este
aspecto también un rol importante, dado que el aumento del consumo de
proteínas de origen animal y la energía que este cambio generó favoreció la
expansión del cerebro en detrimento del aparato digestivo que, también, la
había requerido para el consumo de vegetales ricos en celulosa. Estas
modi caciones se desarrollaron en interacción con los cambios genéticos que se
produjeron durante todo ese proceso.
Observa que el aumento del tamaño cerebral va asociada a la producción
de artefactos de mayor complejidad tecnológica, es así, como se va pasando del
Modo 1 o Olduvaiense con la elaboración de los choppers o chopping tools por
parte del Homo habilis,
al Modo 2 o Achelense con la fabricación de hachas de mano producidas por el
Homo ergaster, que ya posee una capacidad craneana de 950 cm³. A su vez,
en esta etapa del proceso de hominización la caza de animales fue
reemplazando al carroñeo, el ergaster alcanzó a dominar el fuego y se
expandió por primera vez fuera de África, hace 1.500.000 años, ocupando
territorios en Asia Menor, Cercano Oriente y Sur de Europa.
En esta parte del libro la autora se pregunta qué especie ha sido la
antecesora de Homo sapiens. Menciona, a partir de la discusión que se da
entre los paleoantropólogos, que de Homo ergaster habría derivado el Homo
heidelbergensis que sería para algunos antecesor del Homo neanderthalensis
y para otros del Homo sapiens.
El Homo heidelbergensis habría vivido entre los 600.000 años hasta
aproximadamente 200.000 años, y había alcanzado una expansión cerebral de
1000 cm³ a 1300 cm³. Estos fósiles se encontraron
en Atapuerca, España y en África.
En la Sierra de Atapuerca, también, se halló el denominado Homo
antecessor que vivió hace 800.000 años y tenía una capacidad craneana de
1000 cm³ y una morfología moderna. Sin embargo, algunos paleoantropólogos
no consideran que sea una nueva especie sino un grupo perteneciente a los
heidelbergensis.
Aquí se sigue preguntando, en base a la discusión que se da entre los
paleoantropólogos, si Homo antecessor es el antepasado que está entre Homo
ergaster y Homo sapiens o si como sostienen otros autores sería el enlace entre
Homo ergaster y Homo heidelbergensis.
Una especie que siempre ha sido motivo de discusión son los
neanderthalensis descubierta en el año 1857. Esta especie surge hace 300.000
años y se extingue hacia los 30.000 años. Vivió en Europa y Cercano Oriente y
son los que produjeron el Modo 3
o Musteriense que se caracteriza por ser un trabajo sobre lascas extraídas de
núcleos previamente preparados. Su capacidad craneana era de 1.500 cm³.
Discute las causa del por qué esa capacidad es superior a la del hombre
moderno. Su principal alimento era la carne obtenida de la caza de grandes
animales adaptados al clima frio: gacelas, toros salvajes, ciervos, jabalíes, etc,
pero, su gran aparato masticatorio con grandes molares hace suponer que
también consumían alimentos duros como raíces y tallos.
Los neandertales no están en la línea evolutiva del Homo sapiens, aunque
comparten el mismo ancestro que los Homo sapiens, la discusión está
centrada en cual fue ese ancestro el Homo heidelbergensis o el Homo
antecessor. Sí se pudo demostrar por estudios comparativos de ambos genomas
que se mezclaron en el Medio Oriente, como lo prueba el hecho que los
europeos modernos son portadores del 1% al 4% del genoma neandertal.
La autora en esta etapa del desarrollo del texto plantea profundizar más
esta problemática, con la nalidad de lograr que el lector comprenda la
complejidad de este proceso y lo mucho que falta para que todas las piezas de
ese rompecabezas se vayan
engarzando de nitivamente.
Señala que esta cuestión se complica, aún, más porque apareció un nuevo
representante del género Homo los denisovanos que vivieron hace
aproximadamente 40.000 años y divergen tanto de neandertales como de
sapiens. Según datos de ADN mitocondrial se sostiene que los Homo que
vivieron en Sima de los Huesos, en Atapuerca, los antecessor están próximos a
los denisovanos.
Por último, se pregunta ¿dónde y cuándo surgió el Homo sapiens? Expone
las distintas hipótesis: la de Fuera de África, la Multirregional y el Modelo de
Asimilación. La más factible es la que sostiene que el Homo sapiens
evolucionó en Africa y que hace, aproximadamente, 70.000 años se expandió
por el resto de los continentes. Describe las características del sapiens
enfatizando el desarrollo de la capacidad craneana de 1350 cm³, la reducción
de la cara, la presencia de dientes más pequeños, el aumento y diversi cación
de la dieta, el desarrollo del lenguaje articulado, la capacidad de simbolizar y
el desarrollo de una nueva tecnología el Modo 4 o Auriñaciense, con
instrumentos de piedras más so sticados y la incorporación de otros
materiales como astas, mar l o huesos de animales
En la última parte del libro desarrolla aspectos vinculados con el
poblamiento americano, las primeras ocupaciones humanas en Argentina y la
dieta de sus pobladores y culmina en el capítulo 17 con la revolución neolítica
y los comienzos de la domesticación de animales y plantas.
Todos estos temas sumamente complejos son tratados con profundidad,
pero comprensible para un lector no informado sobre la evolución humana. Su
lectura es grati cante y accesible a estudiantes y a aquellos interesados en el
proceso evolutivo de los homínidos, porque está escrito sin tecnicismos que
di cultarían la comprensión de la temática que la autora ha desarrollado de
manera excelente.
Francisco Raúl Carnese,
Buenos Aires, agosto de 2015
Introducción

Este libro trata sobre la evolución humana y los cambios registrados en la


alimentación a lo largo de nuestra historia. Para esto comenzaremos el
recorrido en África hace aproximadamente 4 millones de años.
Un tema central es saber cuándo nos hicimos humanos, o mejor dicho
¿qué es lo que nos caracteriza como seres humanos, como Homo sapiens? La
cuestión de nuestros orígenes ha suscitado gran inquietud a lo largo de la
historia. Interrogantes como cuándo apareció el hombre en la tierra, dónde,
cómo era su anatomía, entre otras cosas, formaron parte de las preguntas
fundamentales sobre el origen de los seres humanos.
Estudiar épocas que se remontan muy atrás en el tiempo no es tarea fácil.
Según la época, la cultura y la cosmovisión de los diferentes grupos
humanos, se fueron delineando diversas explicaciones. Consideremos que
hasta el siglo XIX la ciencia no tenía los conocimientos su cientes para
poder explicar de dónde venimos, cuál es la antigüedad del Homo sapiens o
quienes fueron nuestros antepasados.
A su vez, reconstruir el árbol logenético es una ardua tarea ya que se
conservan pocos restos que den cuenta de cómo era la forma de vida de las
distintas especies. Por otra parte, los restos hallados y estudiados por los
paleoantropólogos, generalmente no están completos ni bien conservados; y
por si esto fuera poco, se suma que es difícil que haya acuerdo entre los
investigadores sobre cómo armar ese árbol.
Como verán a lo largo de este libro, investigar sobre los orígenes y
evolución del hombre requiere de grandes esfuerzos
y del trabajo multidisciplinario de ciencias como la paleoantropología, la
geología, la arqueología y los estudios moleculares, entre otros. A lo largo de
la hominización, es decir, los cambios que se fueron dando en la anatomía
de nuestros antepasados, una serie de procesos llevaron a la diferenciación
de ciertos grupos de primates hasta los Homo sapiens. Podemos decir
sintéticamente que la principal modi cación que ocurrió en algunos
primates fue la postura bípeda, lo cual implicó una gran cantidad de
cambios anatómicos, entre ellos la cabeza y la pelvis en línea con el tronco, el
dedo gordo del pie alineado al resto de los dedos, la planta del pie perdió
curvatura y capacidad prensil, las manos quedaron liberadas ya que no
tenían que apoyar los nudillos para caminar como lo hacen los chimpancés
y los gorilas, los dientes se fueron reduciendo y el cerebro comenzó a
aumentar de tamaño.
Sin embargo el proceso por el cual nos hicimos humanos incluye no sólo
las modi caciones a nivel del organismo sino aspectos del comportamiento
y el desarrollo sociocultural como ser la fabricación de herramientas, las
distintas expresiones culturales, estrategias de subsistencia y organización
social, por citar algunos ejemplos.
A esta altura se preguntarán qué tiene que ver todo con esto con la
alimentación. Recurro a las palabras de Patricia Aguirre quien expresa
claramente lo que esperamos que ustedes puedan incorporar:
“Desde el punto de vista temporal, hemos vivido millones de años como
cazadores recolectores, no más de diez mil años como agricultores y apenas
ciento cincuenta años produciendo industrialmente nuestra alimentación”
(Aguirre 2001, 97).
Con esta idea en mente y gracias al intercambio de experiencias con los
alumnos de la Cátedra de Socioantropología de la Escuela de Nutrición de la
Facultad de Medicina, de la Universidad de Buenos Aires, surgió la idea de
tratar de escribir la historia de nuestra especie para aquellos que no están
interiorizados con los pormenores de la paleoantropología.
El texto tiene numerosas referencias a fechas, medidas, lugares, nombres
de investigadores, todo lo cual podría convertirlo en un tedioso repertorio
de datos. Esperamos que no sea el caso. El objetivo es lograr una mirada a lo
largo de nuestra larga historia que nos permita comprender por qué ciertos
cambios, incluyendo en esto a los ambientales, los anatómicos y los
comportamentales (de los cuales la dieta no es un detalle menor), fueron
fundamentales. Sin esta parte del relato, la historia sería incomprensible y
difícil de aprehender en toda su dimensión.

Este libro no estaría circulando si no fuera por las largas conversaciones


con Gloria Sammartino y Pablo Burundarena, a ellos les agradezco
in nitamente. Lo mismo para los docentes de la materia Socioantropología
de la Escuela de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Buenos Aires, mis compañeros de cátedra: Silvia Benza, Rita Bocco, Pablo
Rubino, Verónica Castellano, Gloria Mancinelli, Luciana Pinotti, Ludmila
Quiroga, Andrea Solans y nuevamente Gloria Sammartino.
A Violeta Killian Galván le agradezco inmensamente haberse prestado a
leer el manuscrito; sus sugerencias fueron fundamentales para ajustar
algunas cuestiones. A Francisco Raúl Carnese agradezco la lectura
minuciosa del manuscrito y su apoyo y colaboración que incluyó escribir el
prólogo.
A Nadia, por la paciencia cada vez que trataba de explicarle por qué
ponía “esto” o sacaba “aquello” del libro y sus “si mamá, ya me dijiste que...”,
“si mamá, ya entendí”.
Finalmente, quiero mencionar a Hernán Cardinale y los chicos de la
cooperativa El Zócalo por haber con ado en mi y haberme acompañado en
el proceso de escribir este libro, el cual llevó unos cuantos meses de lectura,
escritura, correcciones y más correcciones. A ellos mil gracias por todo.
CAPÍTULO 1

Clasi caciones*1
“Las teorías son las especulaciones sometidas a prueba, y continúan siendo un signo vital de
la ciencia mientras se las presente como tales”.
(Willis 1992, 118)

A lo largo de la historia hubieron diversos intentos para dar cuenta de la


variedad que caracteriza al mundo que nos rodea, entre ellos el reino
animal. Esto implicó la elaboración de clasi caciones con el objeto de
explicar esa gran diversidad.
Sin embargo, durante muchos años la idea de inmutabilidad de las especies*
fue una fuerte barrera para la comprensión de esa variabilidad y con ella de
la idea de proceso y evolución.
Ya Aristóteles (384-322 aC.) propuso que todos los seres vivos podrían
ordenarse en una jerarquía a la que denominó scala naturae*. En esta escala
todos los organismos podían ser ordenados de manera lineal, continua y
progresiva, de lo simple a lo complejo siendo el hombre el último eslabón.
Esta idea de la superioridad del hombre frente a la naturaleza, irá tomando
forma y será una de las bases de la ciencia moderna (Singer 1995).
La ciencia se consolida hacia el siglo XVIII imbuida de un fuerte criterio
descriptivo y taxonomista. Ejemplo de esto son las clasi caciones de Linneo
(1707-1778), Bu ón (1707-1788)
y Blumembach (1752-1840), por citar algunos de los más conocidos.
Blumembach, por ejemplo, realizó una clasi cación de las razas humanas
que, de acuerdo a su consideración, habían sido moldeadas por el clima. Así
distinguió cinco grandes grupos: caucásicos o blancos, mongoloides o
amarillos, etíopes o negros, americanos o rojos y malayos o aceitunados.
Linneo por su parte propuso un sistema clasi catorio que aún hoy está
vigente. Ordenó a los seres vivos siguiendo un criterio jerárquico
comenzando por los conocidos tres reinos (animal, vegetal y mineral) a los
que subdividió en los, luego en clases, a estas en órdenes, a las órdenes en
familias, las familias en géneros y a estos en especies. Con algunos cambios y
agregados, es la misma clasi cación que continúa utilizándose en la
actualidad.
Linneo también puso a punto el sistema binomial* preexistente,
utilizando el género en primer lugar y en segundo a la especie, el mismo que
también usaremos en este libro por ser la forma consensuada para las
clasi caciones.
Hasta el siglo XIX, se tenía la idea de un universo estático e inmutable
desde su creación. La independencia de la ciencia del pensamiento religioso
permitió comenzar a cuestionar esta idea de una escala natural (scala
naturae) estática del mundo viviente (Reig 1984). Gracias a esto, algunos
pensadores revolucionaron la forma de concebir el mundo; entre ellos
Darwin (1809-1882), con su planteo de que el hombre era un miembro más
de las
especies animales.
A pesar del reconocimiento de nuestro estatus, aún sigue perdurando la
noción de la superioridad del hombre por sobre el resto del mundo animal.
Lo cierto es que aunque seamos únicos, cada especie lo es a su manera, sólo
que nosotros tenemos un cerebro lo su cientemente grande y complejo, y
una estructura anatómica especial para tener un lenguaje articulado, todo lo
cual permite pensar y expresar en palabras ese sentirnos únicos.
Como dice Willis (1992), hay que lograr romper las barreras conceptuales y
reconocer que somos parte de la naturaleza.

Nuestra historia evolu va


Ahora hagamos un rápido repaso por el inicio de la historia de nuestros
antepasados más remotos. Ustedes se preguntarán si es necesario. Yo creo
que sí porque conocer algunos hitos importantes de nuestra historia permite
clari car algunas grandes confusiones, entre ellas:
• Los dinosaurios y los hombres nunca convivieron. Entre los períodos
en los que vivió cada uno hay varios millones de años en el medio.
• Nosotros no venimos de los monos. Somos primates igual que ellos. Lo
que sí es cierto es que compartimos un antepasado en común.
Vayamos a lo que sabemos de los primeros mamíferos. Para eso tenemos
que remontarnos a la era mesozoica, hace aproximadamente 200 millones
de años que es el momento en el que las evidencias re eren a la existencia de
mamíferos. Se sabe que eran pequeños, tenían el tamaño de un ratón y
convivían con diferentes tipos de reptiles, incluidos los dinosaurios.
Hace ya 65 millones de años desaparecen los reptiles gigantes (los
dinosaurios) y comienzan a aparecer, a través de un fenómeno conocido
como radiación adaptativa*, una gran diversidad de mamíferos, entre ellos
alrededor de dos docenas de líneas diferentes de placentarios: los carnívoros,
los ungulados, nuevos roedores y los primates, entre otros (Curtis y Barnes
2011).
Ahí podemos detenernos nuevamente. Los Homo sapiens, somos
mamíferos placentarios, de nidos de esta manera por el sistema de crías
que, retenidas en el útero, se alimentan por la placenta.
Formamos parte del orden de los primates, igual que los monos,
los antropomorfos, los tarseros y los lémures.
A su vez, pertenecemos al suborden antropoides, a la familia hominidae y
al género Homo. Luego seguiremos desmenuzando las clasi caciones.

Clasi cación de los primates.

1* Con un asterisco señalamos aquellos términos que se desarrollan en el glosario al nal de este
libro.
CAPÍTULO 2

Herencia y mecanismos microevolu vos*

Antes de continuar con las clasi caciones, es necesario que hagamos un


repaso de las teorías de la herencia* y los mecanismos microevolutivos; esto
nos permitirá entender algunas cuestiones que iremos explicando a lo largo
de los capítulos.
Arranquemos en el siglo XIX, cuando la ciencia comenzó a postular que
la vida surgió de forma gradual y continua a partir de organismos que
fueron sufriendo modi caciones a lo largo del tiempo. Fue Darwin uno de
los que mayor impulso dio a este pensamiento gradualista con su libro
acerca del origen de las especies (1859) y su propuesta sobre la evolución,
conocida como la “teoría de la selección natural”* (Mayr 1978).
Pero previo a eso hubo pensadores que hicieron sus aportes y que
constituyeron la base sobre la cual la ciencia comenzó a pensar en los
mecanismos de la herencia y el cambio evolutivo.
Uno de ellos fue Lamarck (1744-1829), quien propuso, en 1809, que
continuamente aparecen formas de vida que progresan hacia otras de mayor
complejidad (Mayr 1978). También sugirió que la progresión o “evolución”,
se rige por lo que denominó “herencia de los caracteres adquiridos”*. Este
postulado, que hará famosas a las jirafas, dice que los órganos se hacen más
o menos fuertes, más o menos importantes por su uso o desuso. Esos
cambios se transmiten de los padres a la descendencia (Arsuaga y Martínez
1998).
Volvamos a las jirafas: de acuerdo a Lamarck esta especie evolucionó a
partir de sus antecesores quienes, a medida que el alimento estaba cada vez
más alto en las copas de los árboles, fueron estirando su cuello para alcanzar
las hojas que estaban muy arriba. Ese estiramiento se trans rió a la progenie
y así, por puro voluntarismo e intención, las jirafas modi caron su
morfología hasta adquirir la actual.
Ejemplo sobre el postulado de la herencia de los caracteres adquiridos.
Este sistema de pensamiento predominó durante mucho tiempo; tanto
que aún hoy es posible ver su pervivencia. No es raro escuchar este tipo de
argumentos cuando se habla del proceso de hominización, por ejemplo:
Lucy (la más conocida de los Australopithecus afarensis) bajó del árbol y
adoptó la postura bípeda para ir por la sabana tras su presa. O también: el
Homo habilis aumentó su cerebro para poder fabricar herramientas.
Volveremos a ver esto cuando nos toque explicar las características de estos
homínidos.
Fue gracias al redescubrimiento de los postulados de Mendel* (1822-
1884), quien propuso, en 1865, una explicación sobre los mecanismos de
transmisión de la información hereditaria (Mayr 1978), que la genética
moderna pudo comenzar
a conocer cómo se transmiten los genes* de una generación a otra. Así
pudieron establecerse, ya en el siglo XX, los mecanismos por los cuales las
especies fueron evolucionando, esto es, sufriendo cambios a lo largo del
tiempo y traspasando estas modi caciones a su descendencia.
Hoy sabemos que la evolución puede explicarse por la acción de lo que se
conoce como mecanismos microevolutivos: selección natural, mutación*,
deriva génica* y ujo génico*. Veamos cada uno de ellos.

Selección natural
La selección natural es un proceso que requiere que haya variabilidad
genética* para que pueda actuar. Esta variabilidad viene dada por
mutaciones en los genes (ya veremos enseguida este concepto) y por
recombinación (crossing over*) en el proceso de meiosis*, esto es, cuando se
producen los gametos* que permiten la reproducción sexual. Por
consiguiente es importante entender que la selección natural actúa sobre la
variabilidad preexistente. Cuando se habla de selección natural se re ere a
que en una población determinada, los individuos pueden ser portadores de
uno u otro alelo* o variante de un gen. Algunas de estas constituciones les
con eren a los individuos una ventaja porque les permite vivir más tiempo y
dejar más descendencia. En la generación siguiente, los portadores de esas
constituciones serán más frecuentes y con el tiempo esos alelos tenderán a
hacerse mayoritarios en esa población. Si esta sustitución de alelos afecta a
un gran número de genes, entonces la población terminará teniendo una
constitución genética diferente de la original; de esta forma nacerá una
nueva especie. De esto volveremos a hablar cuando comencemos a describir
las distintas especies y géneros que nos precedieron.
Un punto importante es que la selección natural constituye la principal
fuerza que desplaza las frecuencias alélicas* en poblaciones, y es por
consiguiente, uno de los factores principales
de cambio evolutivo.
La selección natural se mide a través de la e cacia biológica*, esto es,
aquellos individuos que presentan combinaciones
de caracteres más idóneos para hacer frente a ese ambiente (incluyendo
clima, recursos, competidores, enemigos), tienen mayor probabilidad de
sobrevivir, reproducirse y dejar descendencia, y que sus sucesores continúen
reproduciéndose y de esta manera se preserven esos caracteres ventajosos.
Hay que tener en cuenta que la evolución es oportunista, es decir,
favorece cualquier variación que con era al individuo una ventaja respecto a
los demás miembros de su población o grupo (Mayr 1978).
A modo de síntesis: la selección natural plantea que los organismos y
seres vivos, tienen que ir adaptándose a los cambios que se generan en su
medio ambiente. Los que logran sobrevivir y dejar descendencia, están
mejor adaptados a ese medio ambiente o nicho ecológico* en particular.
Pero ¿en qué consiste esa adaptación*?, en cambios en la anatomía y
funcionalidad de los órganos del cuerpo que se producen debido a diferentes
causas entre las que podemos mencionar la mutación.

Mutación
Antes de explicar qué son las mutaciones es importante que refresquemos
la memoria recordando que el ADN* está compuesto por nucleótidos
(Adenina, Citosina, Guanina y Timina), un azúcar (la desoxirribosa) y un
grupo fosfato. El gen es un segmento de ADN que está formado por varios
cientos de nucleótidos ubicados en un orden especial; ese orden es lo que
determina la función de un gen (Cavalli Sforza 1994).
Resulta que en el proceso de duplicación del ADN pueden producirse
errores; aquellos que se dan en las células germinales o sexuales nos
interesan especialmente porque son las que se transmiten a la descendencia
mientras las que ocurren en las células somáticas no se heredan (Curtis y
Barnes 2011).
Una mutación entonces es un cambio en la secuencia o en el número de
nucleótidos, producto de errores en el proceso de copia del ADN (Cavalli
Sforza 1994).
Como ya hemos dicho, las mutaciones junto con el crossing over
(recombinación en el proceso de meiosis) constituyen la materia prima de la
variación genética; sin embargo, el destino nal de los alelos surgidos por
mutación está determinado por la selección natural y la deriva génica ya que
perdurarán y aumentarán en la población cuando resultan ventajosas en un
ambiente determinado (Curtis y Barnes 2011).
La mutación es azarosa, no tiene una dirección pre jada de antemano. El
ambiente actúa como agente selectivo, con lo cual la mutación se jará si es
favorable en ese ambiente determinado.
Las mutaciones pueden no tener demasiadas consecuencias para la vida
del individuo, pero en ocasiones y dependiendo de la posición del
nucleótido mutado y de la naturaleza del cambio, puede generar grandes
modi caciones; de hecho hay mutaciones que resultan perjudiciales para el
individuo y probablemente sean desventajosas para su supervivencia.
Algunas mutaciones pueden mejorar el funcionamiento del organismo y
otorgarle ventajas en determinados ambientes.
En este proceso entra a jugar la selección natural porque los portadores de
esa mutación tienen mayores niveles de supervivencia y fecundidad y
entonces irán aumentando su presencia a lo largo de las generaciones
(Cavalli Sforza 1994). La historia del bipedismo, que luego desarrollaremos
con mayor profundidad, es un ejemplo de esto. Uno de los cambios
genéticos más importantes y asociado a su vez al bipedismo fue el aumento
del tamaño y complejidad del cerebro. También constituyó una ventaja
adaptativa la mutación que favoreció la tolerancia a la lactosa, cuestión que
retomaremos cuando hablemos de la revolución neolítica.
Por el momento quedémonos con la idea de que algunas mutaciones han
constituido una ventaja adaptativa a lo largo de la historia de nuestra especie
y la de nuestros antepasados.
Como una de las principales fuentes de generación de variabilidad, la
mutación proporciona la materia prima para la evolución. El destino de los
alelos (o variantes de un gen creados por mutación), está determinado por
otros mecanismos microevolutivos como ser la deriva génica (Klug et al.
2006).

Deriva génica
La deriva génica es un proceso que da lugar a cambios aleatorios en las
frecuencias alélicas de poblaciones y permite jar mutaciones en una
población (Curtis y Barnes 2011). Se genera cuando el número de
individuos que se reproducen en una población es pequeño y por
consiguiente no está garantizado que todos los alelos de esa generación
pasen a la siguiente (Klug et al. 2006). La deriva génica puede ocasionar que
alguno de los alelos termine desapareciendo si sus portadores no dejaron
descendencia.
Como consecuencia de la deriva génica, algunos caracteres pasan a ser
mayoritarios mientras que otros se reducen o desaparecen.
Veamos algún ejemplo: en el caso de poblaciones pequeñas, desastres
naturales o epidemias pueden generar alta mortalidad y que unos pocos
individuos sobrevivan (Klug et al. 2006); como consecuencia de esto,
algunos alelos pueden no haberse mantenido en la población que sobrevivió.
A este fenómeno se lo conoce como cuello de botella* (Curtis y Barnes
2011).
También puede darse el caso de un pequeño grupo que migre a otro
lugar, perdiendo contacto con la población de origen. Este grupo que se
desplazó a otro territorio, al igual que en el caso anterior, puede no portar en
sus genes todos los alelos de la población original. Si este fuera el caso
tendría un reservorio génico* diferente al grupo de proveniencia. Esto es
denominado efecto fundador* (Curtis y Barnes 2011). Retomaremos esto
cuando hablemos del poblamiento de América.

Flujo génico
Este mecanismo se vincula con la migración, entendida como el proceso
de desplazamiento de individuos entre poblaciones separadas
geográ camente. Ese ujo que generan los cruzamientos entre individuos de
las diferentes poblaciones, puede cambiar las frecuencias de los alelos ya
existentes; también puede introducir nuevos alelos si los migrantes portan
variaciones no existentes en la población receptora (Curtis y Barnes 2011).
Si uno mira este proceso desde el punto de vista estrictamente biológico,
las migraciones solo pueden originar cambios en las frecuencias génicas o
alélicas de una población, si la migración contiene ujo génico, esto es, el
intercambio de genes entre distintas poblaciones gracias a la reproducción
sexual. Se dice que para que su efecto sea observable requiere que esas dos
poblaciones tengan frecuencias alélicas diferentes y que la receptora no sea
numéricamente grande, sino la introducción de nuevos alelos no sería
signi cativa en el acervo génico de la población.
CAPÍTULO 3

Los primates

Ya dijimos que nosotros somos primates y que compartimos esa categoría


con otros mamíferos. Vayamos millones de años atrás en el tiempo al
momento en el que aparecen en el registro paleontológico los primeros
primates, hace aproximadamente
55 millones de años (Arsuaga y Martínez 1998).
Se trataba de pequeños animales que tenían vida arbórea y eran parecidos
a las actuales musarañas.

Imagen de una musaraña.


Al parecer muchas tendencias en la historia y evolución de los primates
resultan de adaptaciones a la vida en los árboles, aunque luego algunos la
hayan perdido (el gorila y nosotros, por ejemplo).
Veamos algunas de las principales características de los primates (Curtis
y Barnes 2011):
• Cerebro grande en relación al tamaño corporal.
• Pequeño número de crías por camada.
• Conducta exploratoria.
• Omóplatos ubicados en la espalda y no a los costados como otros
mamíferos. Si miran a los animales domésticos, como el perro, por poner de
ejemplo un animal que tenemos a mano, verán la diferencia.
• Libre movimiento del brazo en la articulación con el hombro, lo que se
conoce como braquiación, esto es, la capacidad de suspender el cuerpo
agarrándose de las ramas con las extremidades superiores para luego
balancearse entre un brazo y el otro, manteniendo el cuerpo en posición
vertical.
Braquiación.
• Capacidad de adoptar la postura erecta. En este sentido, es importante
reconocer que los primates no bípedos pueden caminar erguidos aunque no
es su forma habitual de desplazarse ni les resulta cómodo permanecer
mucho tiempo parados sin contar con el apoyo de los nudillos (piensen en el
chimpancé como ejemplo).
• Visión estereoscópica, esto es, el desplazamiento de los ojos hacia una
posición frontal en lugar de estar hacia los laterales (miren a su perro o gato
y lo entenderán), lo cual incrementa la agudeza visual y permite estimar
distancias con gran precisión.
• Pulgar oponible en manos y pies. Nosotros somos una excepción ya que
hemos perdido esa característica en el pie a lo largo de la evolución.

Dedos oponibles en el chimpancé.


• Los dedos de las manos y los pies tienen uñas en lugar de garras, lo cual
deja libre la super cie táctil del dedo e incrementa la sensibilidad en los
mismos.
• Poseen cuatro dientes incisivos en el maxilar y otros tantos en la
mandíbula.
Los primates se dividen en dos grandes grupos, por un lado están los
prosimios (loris, galagos, tarseros y lémures), que son arborícolas y tienen
hábitos nocturnos (Arsuaga y Martínez 1998; Curtis y Barnes 2011).
El otro grupo está conformado por los antropoides o primates superiores
(monos, antropomorfos y humanos). Vamos a concentrarnos en este último
grupo, partiendo de la idea que los antropomorfos y humanos constituyen la
superfamilia de los hominoideos.

Monos: para no aburrirnos vamos a seguir dividiendo los grupos, en este


caso en monos del nuevo mundo o platirrinos y monos del viejo mundo o
catarrinos; los primeros oriundos de América del sur y los segundos de
África. La historia nos cuenta que sus antepasados formaban un único
grupo que se dividió hace aproximadamente 30 millones de años y fueron
evolucionando de manera independiente, dando lugar a especies diferentes
cuando América y África se separaron (Curtis y Barnes 2011). Veamos esta
división con un ejemplo: los platirrinos (el mono tití, el mono aullador o el
capuchino) usan su cola como miembro prensil, mientras que la capacidad
prensil de este órgano está ausente entre los catarrinos. Por otra parte, los
platirrinos tienen hábitos arborícolas exclusivamente mientras que algunos
monos del viejo mundo tienen hábitos terrícolas (los macacos o los
babuinos por ejemplo).

Mono capuchino, cola prensil.

Antropomorfos: Los representantes más antiguos de este grupo se


denominan Proconsul. Se encontraron en las actuales Kenia y Uganda,
lugares que habitaron en el Mioceno, entre
14 y 22 millones de años AP1.2Vivían en regiones arboladas y eran
probablemente frugívoros (Arsuaga y Martínez 1998).
Reconstrucción del Proconsul.
Actualmente hay cuatro géneros de antropomorfos: Hylobates (gibones),
Pongo (orangután), Pan (chimpancé) y Gorilla (gorilas). Entre sus
características podemos mencionar que tienen brazos relativamente largos,
piernas cortas y pueden mantenerse en posición erecta aunque no sea la
postura más cómoda para ellos. Sólo los gibones conservan la capacidad de
braquiación. Esta suspensión vertical parece haber tenido un rol importante
en la transición hacia la postura erecta (Curtis y Barnes 2011).
Los antropomorfos constituyen nuestros parientes vivos más cercanos lo
cual implica decir que compartimos con ellos un antepasado común más
reciente que con ningún otro grupo de primates actuales. De todos ellos,
nuestro parecido con el chimpancé a nivel de proteínas y ADN es muy alto,
compartimos más del 90% de la información genética. Es el último de los
primates vivos con el que tenemos un antepasado común hace
aproximadamente 6 millones años (Arsuaga y Martínez 1998).
¿Cuál? Aún no lo sabemos. No perdamos las esperanzas, continuamente
se realizan hallazgos y quién sabe si en algún momento no encontraremos
ese antepasado.

Gibones, orangutanes, chimpancés y gorilas.

Humanos: para hablar de este grupo tenemos que remontarnos en el


tiempo y describir el proceso de hominización propiamente dicho. De esto
nos ocuparemos en lo que sigue del libro.
21 Antes del presente (AP). Nomenclatura de datación vinculada al método del Carbono 14 que ja
como referencia el año 1950 del calendario gregoriano.
CAPÍTULO 4

La geología y el valle del Ri

La historia de nuestro planeta se caracteriza por haber sufrido


movimientos de la corteza terrestre que fueron generando nuevos
ambientes. A la vez hubo a lo largo del tiempo cambios climáticos
caracterizados por alternar largos períodos glaciares con momentos más
cálidos conocidos como períodos interglaciares.
No vamos a profundizar en este tema, pero lo mencionamos porque en
unos de estos movimientos de placas y de cambio climático, se generó lo que
se conoce como el valle del Ri , ubicado en el actual continente africano.

Valle del Ri .
Los ri s, producto de la separación de las placas tectónicas, son áreas
donde la corteza sufrió divergencias y tensiones. De ellas
dan cuenta la presencia de grietas en el suelo.
El valle del Ri tiene una vasta super cie que atraviesa siete países. Su
historia se remonta hace aproximadamente 17 millones de años cuando se
crea una fractura en la corteza terrestre y la misma comienza un proceso de
separación entre sus lados Este y Oeste (Ramírez Rozzi 2000). Esta falla
provocó la erupción de volcanes que volvieron la vida de los mamíferos y de
las plantas, algo muy inestable. Recién cuando se asentó el suelo, se
generaron diversos valles y lagos.
¿Por qué esto es importante para el asunto que estamos tratando en este
libro? Justamente porque alrededor de este nuevo ambiente se registraron las
evidencias del complejo proceso denominado “hominización”.
La geología nos cuenta que antes de la falla, todo estaba cubierto de
bosques; luego comenzó un proceso de desertización y aridización de los
suelos hacia el Este del valle del Ri , hace aproximadamente 10 millones de
años (Ramírez Rozzi 2000). Los bosques y la selva ecuatorial sólo
perduraron en el Oeste y este fue el ambiente en el que evolucionaron los
chimpancés
y los gorilas.
La desaparición paulatina de los bosques y la selva dio lugar a un nuevo
ambiente. El Este pasó a ser un ambiente de bosques en galería combinados
con la sabana, un mosaico donde se extendía un gran ambiente desértico
atravesado por pequeños bosquecillos que servían de protección a unos
pequeños personajes que hicieron una gran historia.
Este nuevo ambiente fue propicio para un especial tipo de marcha: el
bipedismo. Se dice que la presión selectiva favoreció a este sistema de
locomoción que fue ventajoso en medios abiertos. Comenzaba a surgir una
nueva línea evolutiva: los homínidos.

Les dejo a continuación un mapa para que vean la importancia que


tuvieron los cambios geológicos que dieron lugar al Valle del Ri ; la
ubicación de la mayoría de los hallazgos hablan por sí solos.

Ubicación de los principales hallazgos de homínidos.


Australopithecus sp. re ere a restos óseos para los cuales se asignó el género pero no pudo
precisarse la especie.
CAPÍTULO 5

Antes de Lucy
“La hipótesis de trabajo es que ha sido precisamente la nutrición la que ha guiado los pasos
de la evolución del ser humano en su desarrollo desde la separación de los otros primates
hasta el momento actual”.
Ordovás Muñoz (2011, 77)

Comencemos por ubicarnos temporalmente en lo que se conoce como


período Paleolítico. El mismo forma parte de la época geológica
denominada Pleistoceno y constituye la etapa más larga en la historia de la
evolución humana: de hecho, abarca nada menos que el 99% del proceso de
hominización. Este período reúne a los primeros representantes de los
géneros Australopithecus y Homo, lo cual incluye la adopción de la postura
bípeda y el aumento de la capacidad craneana* (de 400 cm3 del primer
Australopithecus se llega a los aproximadamente 1.350 cm3 del Homo
sapiens).
Teniendo en cuenta los diferentes hallazgos, el Paleolítico fue dividido en
tres grandes etapas:
Paleolítico inferior: 4~5 millones de años a 200.000 años AP.
Paleolítico medio: 200.000 años a 40~30.000 años AP.
Paleolítico superior: hasta alrededor de 12.000 años AP.

Pero no es la idea que nos adentremos en esto sino que tratemos de


ubicarnos temporalmente. Vayamos entonces a comienzos del paleolítico
inferior para empezar a hablar de nuestro árbol logenético. Comencemos
con el Ardipithecus ramidus, el primer antepasado del cual se postula el
bipedismo.
Contamos para ello con el trabajo de los paleoantropólogos, quienes
estudian el registro fósil de los homínidos. Pero no seríamos justos si sólo le
atribuimos los logros a ellos. Se trata en realidad de un estudio
multidisciplinar del que participan muchos investigadores (biólogos,
geólogos, paleontropólogos, entre otros), realizando aportes al conocimiento
de la evolución humana (Rosas González 2006).
Ardipithecus ramidus reconstrucción y esqueleto.
El primer representante de esta especie fue encontrado por Tim White en
la actual Etiopía y se calcula que tiene una antigüedad de 4.500.000 años.
Es el primer homínido del cual hay evidencia de que habría tenido
postura bípeda, debido a que la base del cráneo estaba ubicada
en una posición similar a la nuestra. La columna vertebral habría tenido una
curvatura similar a la del Homo sapiens, más propia de seres bípedos que de
los primates que caminan apoyándose en sus nudillos (el chimpancé por
ejemplo), con la cadera ancha y el illium hacia arriba (siendo que los
primates no bípedos lo tienen hacia adelante). Sus dientes incisivos se
proyectan por delante de los caninos, aunque menos pronunciados que en
los antropomorfos (Arsuaga y Martínez 1998). Tengan en cuenta que los
nuestros están alineados con los caninos y eso genera una arcada dentaria
más parabólica.
Se postula que vivían en un ambiente boscoso o forestal, que medían no
más de 1,20 m de altura y que su cerebro no era mayor al de los chimpancés,
esto es, 400 cm3 (Rosas González 2006).

Dieta de los Ardipithecus ramidus


El esmalte no de los dientes permite inferir que tenía una dieta
esencialmente herbívora, basada en hidratos de carbono (Campillo Álvarez
2004b). Se alimentaba de tallos tiernos, hojas y frutos blandos (Arsuaga y
Martínez 1998). Seguramente el ambiente proveía su cientes recursos que
estos primates aprovechaban y convertían en alimento.
CAPÍTULO 6

Australopithecus

Ya vimos algunas características del Ardipithecus ramidus, el primer


primate que, de acuerdo a la evidencia disponible, tuvo postura erecta.
Algunos recientes hallazgos como el Orrorin tugenensis o el Sahelanthropus
tchadensis generan grandes controversias respecto a cuándo nuestros
antepasados comenzaron a adoptar la postura bípeda ya que serían
anteriores al ramidus. Para que vayan armando el escenario, hasta la
actualidad se han identi cado (no sin que exista debate al respecto) 6
géneros
y 16 especies de homínidos (Rosas González 2006).
Aunque los representantes del género Australopithecus son al menos
cinco, no se tiene el mismo grado de información de cada uno y el status
taxonómico aún se sigue discutiendo en algunos casos. Ellos son el
anamensis que vivió hace aproximadamente 4.200.000 años; el afarensis con
una antigüedad de 3.500.000 años; el bahrelgahazali de hace cerca de
3.500.000 años; el africanus de 3 millones de años, y el garhi de
aproximadamente 2 millones de años.
No se preocupen, no haremos una descripción de cada una de las
especies. Seleccionaremos solo las dos más conocidas, aquellas de las que se
recuperaron mayor cantidad de restos fósiles. Las restantes las mencionamos
sólo para dar una idea de la complejidad del estudio del proceso de
hominización. Vamos entonces a conocer a los afarensis y los africanus.
Árbol logené co: los Australopithecus.

Australopithecus afarensis
Los antepasados mejor conocidos hasta el momento constituyen el
género Australopithecus, siendo los Australopithecus afarensis los más
famosos entre ellos.
El primer conjunto de restos de esta especie fue descubierto por un
paleoantropólogo estadounidense Donald Johanson, en el año 1974, aunque
creo que estamos siendo injustos con aquellos que lo acompañaron en su
trabajo de campo. La mala costumbre hace que sólo se nombre al jefe o
director de un equipo de trabajo sin reconocer que el trabajo colectivo es lo
que hace posible la mayoría de las investigaciones. Entonces, siguiendo con
la historia, en uno de sus tantos trabajos de campo, encontraron el esqueleto
casi completo de un homínido. Cuenta la leyenda que en el momento del
hallazgo, su equipo de trabajo estaba escuchando “Lucy en el cielo con
diamantes” de Los Beatles A partir de ese momento el esqueleto hallado
pasó a llamarse “Lucy”, en alusión a la canción. Luego encontrarían a todo
un conjunto de homínidos en Afar, Etiopía. Esto permitió contar con mayor
corpus de información.

Australopithecus afarensis: cráneo y reconstrucción facial.


Las técnicas para fechar (paleomagnetismo, potasio-argón, por ejemplo),
permitieron inferir que los afarensis vivieron aproximadamente entre 3,5 y 3
millones de años AP, en el sur de África, en las actuales Etiopía y Tanzania.
Se cree que vivió en un ambiente de sabana con bosques en galería. No
era aún un medio completamente árido, sino que combinaba grupos de
árboles con grandes espacios abiertos (Arsuaga y Martínez 1998).
La estatura promedio de estos primates era de 1 a 1,20 m, mientras que su
peso podía variar de 30 a 50 kilos, dependiendo si se trataba de un hombre o
una mujer ya que tenían un marcado dimor smo sexual (esto es, las
diferencias en tamaño y robustez entre ambos sexos). Su capacidad craneana
era de 400 cm3, similar a la del chimpancé.
Respecto a la dentadura, los afarensis tenían los dientes caninos
reducidos, incisivos grandes, premolares y molares desarrollados. Los
molares eran de mayor tamaño que en el ramidus y el esmalte más grueso
(Arsuaga y Martínez 1998). Ya veremos qué alimentos podían consumir con
este aparato masticatorio, más potente que el de sus antepasados.
La mandíbula tenía forma de V, menos pronunciada que la de los
chimpancés. Si la comparamos con la nuestra veremos que nosotros
tenemos una mandíbula más redondeada.

Arcada dentaria. Comparación entre chimpancé,


Australopithecus afarensis y Homo sapiens.
Sabemos que los Australopithecus ya tenían postura bípeda, lo cual quedó
demostrado no solo a través de su anatomía, sino también gracias al
hallazgo realizado por Mary Leakey en Laetoli (Tanzania), de huellas de
pisadas dejadas por un grupo de afarensis que caminó por allí hace
alrededor de 3,5 millones de años. Estas se hicieron famosas como las
“Huellas de Laetoli”. Veámoslo en palabras de Curtis y Barnes:
“La erupción de un volcán en el valle del Ri esparció una capa de
cenizas [...] en lo que actualmente es Tanzania. Poco después cayó una
lluvia leve y, mientras la capa de ceniza aún estaba húmeda, unos veinte
tipos diferentes de animales corrieron y se resbalaron sobre ella,
estampando sus huellas sobre la super cie blanda. Entre ellos había liebres,
babuinos, un rinoceronte, dos tipos de jirafa, hienas, aves, un caballo de tres
dedos, un tigre de dientes de sable y tres homínidos. [...] Bajo el calor del sol
ecuatorial, la ceniza se secó y solidi có como cemento”. (Curtis 2011, 302).

Huellas de Laetoli.
Las huellas de Laetoli demostraron que el dedo gordo del pie estaba
alineado al resto, a diferencia de los primates no homínidos, el chimpancé
por ejemplo, cuyo dedo sigue siendo oponible.
Comparación planta del pie de chimpancé, humano y Lucy.

El cuerpo de los afarensis era parecido al nuestro pero no igual. Tenían la


cabeza similar a la de los chimpancés pero su andar era más parecido al del
Homo sapiens. Si bien habían adquirido la postura bípeda, conservaban aún
rasgos en los dedos de la mano y del pie que eran un poco curvados, lo que
indica que mantenían cierta capacidad para trepar (Arsuaga y Martínez
1998; Ramírez Rozzi 2000). Esto último podría constituir una ventaja, por
ejemplo, si permitía que las noches transcurrieran tranquilas sobre las ramas
de los árboles y no en el piso a expensas de los predadores.

Por otra parte sus piernas eran cortas en relación a los brazos y el tronco,
lo cual también abona la idea de una movilidad que combinaba la vida en
los árboles con el desplazamiento por el suelo en dos pies (Arsuaga y
Martínez 1998). Tenían la parrilla costal acampanada, preparada para un
aparato digestivo voluminoso. Volveremos sobre esto más adelante.

Australopithecus africanus
En el año 1924, hubo una explosión en una cantera en Taung, Sudáfrica.
Allí encontraron un fragmento de cráneo de un niño, el cual estudiado por
Raymond Dart, fue de nido como Australopithecus
(o sea, simio del sur). De acuerdo a los análisis realizados, Dart observó que
tenía muchos rasgos humanos pero su cerebro era pequeño. Se lo llamó el
niño de Taung (Arsuaga y Martínez 1998).
Esa no era una época en la cual la ciencia y el público en general
estuvieran preparados para aceptar que África había sido la “cuna de la
humanidad” (Curtis y Barnes 2011). Por consiguiente, el hallazgo no fue
tomado en consideración hasta muchos años después.
Las investigaciones realizadas, una vez superados los prejuicios, unas
cuantas décadas después del hallazgo, permitieron conocer algo sobre la
vida, antigüedad y características anatómicas de los africanus. Se postula que
vivieron entre 3 y 2 millones de años AP, en lo que hoy es Sudáfrica; tenían
un cerebro de 500 cm3, una estatura de aproximadamente 1,20 a 1,45 m y
pesaban entre 30 y 60 kg, dependiendo de si era hombre o mujer (Arsuaga y
Martínez 1998). Tenían menos prognatismo que los afarensis, esto es, la cara
menos proyectada hacia adelante en su parte inferior.
El hábitat en el que vivían era boscoso con espacios abiertos, algo así
como lo que hemos denominado bosques en galería.

Australopithecus africanus: cráneo parcialmente reconstruido


y reconstrucción facial.

Dieta de los Australopithecus


Como iremos viendo en los diferentes capítulos, a lo largo del paleolítico
nuestros antepasados fueron modi cando su dieta, debido a factores tales
como sus características anatómicas, los recursos disponibles, las tecnologías
que fueron desarrollando y las elecciones acerca de lo que consideraban
alimento o no.
Los Australopithecus, a diferencia de los Ardipithecus, no tenían a
disposición plantas de elevada calidad nutritiva, como frutas y brotes
tiernos, ya que su ambiente era un tanto más árido (Campillo Álvarez
2004b).
Una de las características que nos identi ca a lo largo de nuestra historia
evolutiva es el omnivorismo, o sea, la capacidad de ingerir diversos tipos de
alimentos y con esto tener una dieta variada que incluye vegetales,
gramíneas y proteínas animales, entre otros. En el caso de los
Australopithecus, como ya hemos visto, no se conoce que tuvieran
herramientas; por otra parte tampoco habían desarrollado las actividades de
caza, su cerebro poco desarrollado no estaba capacitado para eso. Sin
embargo, se dice que eran oportunistas, esto es, aprovechaban al máximo los
recursos que el medio ambiente ofrecía. Seguramente consumían la médula
o tuétano que estaba dentro de los huesos de los mamíferos, obteniéndolos
de los restos óseos que algún animal había abandonado luego de darse un
festín con su carne. Esto convierte a los Australopithecus en carroñeros. A
esto sumaban la ingesta de termitas, hormigas e insectos, con los que
potenciaban el consumo de proteína animal (Arsuaga 2002).
También incluían en su dieta algunos frutos, y la parte más tierna de los
vegetales (las yemas, las hojas jóvenes, los tallos). Consumían granos y
semillas duras, lo cual probablemente constituía una novedad respecto a los
primates anteriores, ya que contaban con mandíbulas preparadas y muelas
con un grueso esmalte que permitía masticar alimentos duros y brosos.
Probablemente, parte de la energía la obtenían de nueces que lograban
partir con ayuda de golpes dados con piedras sobre la cáscara de la nuez
(Arsuaga 2002).
CAPÍTULO 7

Bipedismo
“Los carnívoros corren, muerden y arañan. Mi gato podrá manipularme psicológicamente,
pero nunca jamás escribirá a máquina ni tocará el piano”.
(Gould 2006, 22)

Antes de seguir avanzando en la historia del proceso de hominización,


detengámonos un momento en una característica que fue novedosa entre
algunos primates, la cual fue fundamental por algunos de los cambios
anatómicos que generó y que llevaron a la conformación de nuestra especie
tal cual la conocemos hoy: el bipedismo.
Mientras que aquellos que continuaron viviendo en los bosques del oeste
del valle del Ri (como los que darán origen a los orangutanes, chimpancés
y gorilas), recorrían cortas distancias cada día en busca de alimentos ya que
estaban rodeados de ellos, en el Este había que recorrer grandes distancias
entre los aislados grupos de árboles, para conseguir alimento y protección
(del sol y de otros mamíferos que seguramente veían a estos pequeños
primates que se trasladaban en ambientes abiertos como una presa fácil).
El bipedismo fue un tipo de locomoción especial adquirida por los
primates a lo largo de su evolución, producto de mutaciones que resultaron
bene ciosas. Resultó ser la más útil, en el sentido de la supervivencia, para
aquellos primates que necesitaran desplazarse por grandes espacios abiertos
con algunos pocos grupos de árboles. En ese sentido se dice que constituyó
una
ventaja adaptativa.
Para comprender el bipedismo tenemos que mencionar algunos de los
cambios que se dieron en la anatomía de nuestros antepasados,
principalmente aquellos que se dieron en la base del craneo, la pelvis y las
extremidades inferiores. Vayamos por partes: la base de la cabeza,
denominada foramen magnum, está alineada con la columna vertebral y
sostiene la cabeza en posición recta. Si lo comparamos con los chimpancés
(los utilizaremos en toda la explicación sobre el bipedismo como elemento
de comparación), ellos tienen desplazado el foramen hacia atrás del cráneo.
Ubicación del foramen magnum en el chimpancé y el humano moderno.

En el caso de la pelvis humana, la misma se estabiliza al dar cada paso


gracias a los músculos abductores, en cambio en los chimpancés la pelvis
actúa como propulsora de los miembros y no como estabilizadora de la
cadera. Cuando el chimpancé camina en dos patas lo hace balanceando el
cuerpo de un lado a otro; en nuestro caso, cada hueso coxal soporta
alternativamente el peso del cuerpo en cada paso (Arsuaga y Martínez
1998). Sumado a esto nuestras extremidades inferiores se caracterizan por
tener fémures que se dirigen en forma oblicua desde las caderas a las
rodillas. A su vez las rodillas se pueden trabar en posición extendida lo cual
implica un menor gasto energético
en posición erguida.
Finalmente, los dedos del pie están alineados mientras que el chimpancé
tiene el dedo gordo oponible.

Comparación entre la locomoción del chimpancé y de l humano.

Es importante que recordemos algunas características del bipedismo


porque permitirán entender muchos de los cambios que se dieron a lo largo
del proceso de hominización (Arsuaga y Martínez 1998; Ramírez Rozzi
2000):
• La marcha bípeda se halla presente en todos los homínidos conocidos. Se
encuentra ausente en otros grupos de primates; aunque ellos puedan
pararse en dos patas no resulta la posición más cómoda para su
anatomía y no pueden sostenerla por mucho tiempo.
• Sólo los homínidos tienen la capacidad de caminar con pasos rmes sin
grandes movimientos del tronco, dando grandes pasos al andar.
• Tiene un bajo gasto de energía lo que otorga gran resistencia cuando se
trata de recorrer largas distancias, favoreciendo la marcha en ambientes
abiertos.
• Permite la regulación de la temperatura corporal al recibir menor
radiación solar ya que la postura bípeda expone menor super cie del
cuerpo al sol.

Con esta pequeña presentación del bipedismo podemos seguir


desarrollando otros temas relacionados con el proceso de hominización.
CAPÍTULO 8

El geno po ahorrador

Vivir en la sabana con la presencia de algunos bosquecillos no debe haber


sido sencillo para los Australopithecus. La disponibilidad de alimentos en
este tipo de ambientes es baja (sobre todo si se la compara con la de los
bosques). Probablemente la comida no estuviera fácilmente disponible y
nuestros antepasados podrían haber pasado largos períodos de hambrunas.
¿Cómo sobrevivieron a estos forzosos períodos de ayuno?
Algunos investigadores postulan que los Australopithecus habrían
desarrollado un método peculiar para almacenar reservas de energía en sus
cuerpos en forma de grasa; otros mamíferos como los osos también lo hacen
y les permite sobrevivir a los períodos de hibernación. Al parecer en la
historia de la evolución humana esto podría haber constituido una ventaja
adaptativa (Campillo Álvarez 2004b).
Todos los mamíferos tienen la capacidad de acumular grasa en el
organismo ya que la misma se acumula en el tejido adiposo. Pero gracias a
unas mutaciones (así es, de nuevo los mecanismos microevolutivos) en los
receptores de la insulina y en los sistemas enzimáticos, esta capacidad se vio
incrementada (Campillo Álvarez, 2004b).
O sea, los Australopithecus habían desarrollado por mutaciones lo que se
conoce como genotipo ahorrador de energía. Estos cambios habrían
resultado bene ciosos en un ambiente donde el recurso alimenticio era
escaso, esto es, se habría jado por efecto de la selección natural y se habría
expresado en un fenotipo* que favorecería la acumulación de grasa en
respuesta a una mayor necesidad de reserva de energía (Valenzuela 2007).
Esto habría conferido ventajas adaptativas a aquellos que fueran capaces de
acumular esta energía en forma de grasa para ser utilizada por el organismo
en períodos en los que no se lograba comer lo su ciente.
En palabras de Campillo Álvarez:
“Cada vez que encontraba comida abundante [el Australopithecus] su
metabolismo debería permitir reservar una porción de esa abundancia para
los momentos de escasez y eso sólo se puede hacer guardando el exceso de
nutrientes en forma de grasa, en el tejido adiposo. [...] El truco utilizado por
la selección natural, apoyada en una serie de ventajosas mutaciones
genéticas, fue el desarrollo de una peculiaridad metabólica que ha sido
denominada ‘sensiblidad diferencial a la acción de la insulina’.” (Campillo
Álvarez 2004a, 98)

Esta hipótesis del genotipo* ahorrador fue propuesta por Neel en 1962
como explicación para la diabetes mellitus y la obesidad en la actualidad; si
bien él la remonta hacia nuestros antepasados (King y Roglic 1999), no
especi ca claramente a qué especie ni qué antiguedad tendría. Toma como
base la presencia de insulino-resistencia en las células musculares así como
una gran sensibilidad a la insulina por parte de las células adiposas, lo cual
facilita que la glucosa excedente se derive hacia la síntesis de triglicéridos en
los adipocitos (Neel 1962).
A esto se le suma la leptino-resistencia de los receptores hipotalámicos de
esta hormona que genera una disminución de los mecanismos de saciedad,
esto es, el ponderostato no se activa rápidamente y seguimos comiendo a
pesar de no tener hambre (Campillo Álvarez 2004a).
Nuevamente recurrimos a las palabras de Campillo Álvarez:
“Su tejido acumularía grasa y teóricamente produciría leptina pero esta
hormona no ejercería el freno sobre el hambre a causa de su di cultad para
actuar sobre sus receptores (leptinoresistencia). Ello les proporcionaría una
ventaja
de supervivencia, ya que les permitiría comer mayor cantidad de alimentos,
llenar más sus depósitos de grasa antes de que actuara la señal supresora
del apetito de la leptina”. (Campillo Álvarez 2004a,103)

A lo largo del tiempo, diversos estudios lograron identi car algunas


SNPs* (single nucleotide polymorphisms) que podrían ser los responsables
del genotipo ahorrador. Se trata de SNPs que afectan a genes que controlan
el metabolismo energético así como la ingestión de alimentos (Campillo
Álvarez 2013).

Sin embargo no todos aceptan la hipótesis del genotipo ahorrador


(Graham 2009). Uno de los cuestionamientos es que los períodos de
hambruna que se supone atravesaron periódicamente nuestros antepasados,
no habrían sido tan comunes como lo creía Neel (Benyshek y Watson 2006;
Kuzawa et al. 2007). Esta crítica alerta sobre los peligros de extrapolar
fenómenos vistos más recientemente en la historia (como los períodos de
escasez) y creer que se dieron siempre de la misma manera y con la misma
intensidad.
De ser ciertos estos cuestionamientos, el genotipo ahorrador no habría
constituido una ventaja adaptativa, ya que los períodos de hambrunas no
habrían sido tan generalizados como se supuso.
No seremos nosotros los que dirimamos el dilema de si existió el
genotipo ahorrador y si otorgó realmente ventajas adaptativas. Simplemente
quise mencionarlo y desarrollarlo brevemente porque es un tema que genera
grandes expectativas y que ha sido utilizado para realizar inferencias sobre
uno de los orígenes de la obesidad en la actualidad. Sin embargo, hay que
considerar que no es un tema cerrado y que aún no es aceptada la evidencia
presentada.
CAPÍTULO 9

Los Paranthropus

Durante muchos años, los Paranthropus fueron considerados parte de la


especie Australopithecus; tal vez así lo encuentren citado en algunos textos.
Sin embargo, los diferentes hallazgos que se fueron realizando, permitieron
postular que en realidad se trata de un género diferente. Hasta el momento
se han identi cado tres especies dentro del género Paranthropus: aethiopicus,
boisei y robustus.

Arbol logené co: los Paranthropus.


Veamos primero cómo era el ambiente donde vivieron estos primates.
Resulta que hace 2,5 millones de años se dio un nuevo proceso de cambio
climático que generó una mayor aridización al este del valle del Ri . Los
bosques en galería se fueron reduciendo y el paisaje se hizo más abierto y
seco (Ramírez Rozzi 2000). Estos cambios en el ambiente ocasionaron
modi caciones en los nichos ecológicos y por consiguiente en los tipos de
recursos a disposición. Por ejemplo, las plantas propias de ambientes áridos
tienen hojas coriáceas que están cubiertas de cera y son de difícil digestión,
mientras otras tienen espinas en sus tallos. A su vez encontramos rizomas
(tallos subterráneos) y tubérculos.
Se cree que como respuesta a ese cambio ambiental, la selección natural
favoreció el desarrollo de dos grupos de primates adaptados a un nicho
ecológico propio de un medio ambiente abierto de tipo sabana: el género
Paranthropus y el Homo (Arsuaga y Martínez 1998). Comencemos con el
primero de ellos.
Un rasgo particular que caracteriza a los Paranthropus es que tenían un
aparato masticatorio muy desarrollado, con mandíbulas gruesas, altas y
anchas. Sus dientes se modi caron respecto a los de los Australopithecus: los
incisivos se redujeron y los molares y premolares se ensancharon creando
una gran super cie para triturar el alimento; contaban además con un
grueso esmalte dental que protegía la dentadura.
Su esplacnocráneo, la parte anterior del cráneo, era muy grande ya que
poseían potentes músculos en la cara y la cabeza. Los pómulos se
ensancharon para permitir que tras ellos pasaran unos robustos músculos
temporales que se insertaban en una cresta sagital muy desarrollada que
servía de soporte a ese poderoso aparato masticatorio. Se dice que eran
especialistas porque tenían un aparato masticatorio adaptado a una dieta
especí ca (Arsuaga y Martínez 1998; Ramírez Rozzi 2000).
Recordemos cómo se adquieren determinadas características:
probablemente alguna mutación favoreció, generando una ventaja
adaptativa, a aquellos que tuvieran un gran aparato masticador que les
permitiera consumir los recursos disponibles.

Paranthropus boisei: cráneo y reconstrucción facial.

Un punto importante es que los Paranthropus no fueron parte de nuestro


árbol logenético, o lo que es lo mismo, no fueron nuestros antepasados
directos. En cambio, nos une a ellos el haber compartido un antepasado en
común, los Australopithecus. Por consiguiente, se dice que constituyen una
línea para lética, esto es, un grupo que posee un antepasado común con los
Homo sapiens (por ejemplo) pero con algunas características diferentes, que
se denominan caracteres derivados, por lo cual no forman parte de nuestra
línea evolutiva directa (Arsuaga y Martínez 1998).

Las tres especies conocidas presentan diferentes grados de robusticidad,


comenzando por los menos robustos como el aethiopicus, seguido por el
robustus y luego el boisei. Veamos algunas características de cada uno
(Arsuaga y Martínez 1998):
Paranthropus boisei: vivieron en África meridional y oriental,
actualmente Tanzania y Kenia. Su antigüedad se remonta a 2,3 millones de
años, siendo que se han identi cado restos fósiles
de hace 1,4 millones de años. Tenían mayor tamaño que los
Australopithecus, su peso oscilaba entre 40 a 80 kilos (nuevamente aquí hay
que tener en cuenta el dimor smo sexual) y medían alrededor de 1,40 m. Su
capacidad craneana era ligeramente mayor que sus predecesores: 500 cm3.
Paranthropus robustus: vivieron en África meridional entre 2 y 1 millón
de años AP, y tenían una capacidad craneana de alrededor de 540 cm3.
Paranthropus aethiopicus: vivieron en África oriental hace
aproximadamente 2,5 millones de años. Son los menos conocidos porque se
han recuperado pocos restos óseos de su especie.

Dieta de los Paranthropus


Ya dijimos que, de acuerdo al prominente aparato masticador, eran
especializados. Esto es importante porque se vincula con el tipo de alimentos
que consumían: vegetales duros y granos que los obligaban a triturar con los
molares grandes cantidades de material vegetal broso.
Estas adaptaciones permitieron a los Paranthropus procesar los alimentos
que encontraban en su entorno: semillas y legumbres ricas en carbohidratos,
o sea, alimentos duros pero nutritivos. Los frutos con cáscara, las semillas
duras, los rizomas carnosos y las raíces de la vegetación adaptada a la aridez,
constituían parte de estos alimentos duros que requerían ser fuertemente
triturados para facilitar su digestión (Arsuaga y Martínez 1998).
CAPÍTULO 10

Los primeros Homo


“El aumento y mantenimiento del cerebro en los Homo sólo pudo ser posible gracias a
cambios sustanciales en los alimentos consumidos”.
(Ordováz Muñoz 2001, 78)

Hablamos anteriormente del género Paranthropus y mencionamos la


aparición de un segundo grupo de primates, luego del cambio climático de
hace aproximadamente 2.500.000 años.
Se trata de los primeros representantes del género Homo. Ellos convivieron
con los Paranthropus durante cerca de 1.500.000 años.
Vayamos entonces a conocerlos.
Alguna vez habrás escuchado que África es la cuna de la humanidad. Así
es, fue el lugar de origen de nuestros antepasados y donde se fabricaron las
primeras herramientas. La posibilidad de pensar en un instrumento,
experimentar con él y tener la capacidad de abstracción como para tomar
una piedra, darle forma y transformarla en una herramienta, requiere de
cierta complejidad cerebral. Para esto veremos que hizo falta que el cerebro
continuara expandiéndose en tamaño, desarrollando especializaciones de
algunas de sus regiones, como el lóbulo frontal, así como asimetrías en los
hemisferios cerebrales (Arsuaga y Martínez 1998).
Veamos esto con más detalle. Resulta que no todos nuestros órganos
requieren la misma cantidad de energía para su funcionamiento; entre ellos
hay dos que demandan mucha energía: el cerebro y el sistema digestivo. ¿Y
esto que tiene que ver con lo que estamos hablando? Precisamente, los
Australopithecus tenían un intestino muy largo lo cual implicaba un gran
gasto metabólico; debido
a este requerimiento la mayor parte de la energía que consumían se
destinaba al funcionamiento de nuestro aparato digestivo. Esto sucede en
especies que consumen muchos vegetales, principalmente aquellos ricos en
celulosa que requieren de un largo tubo digestivo para metabolizarlos
(Arsuaga y Martínez 1998).
Frente a esta gran demanda de energía del aparato digestivo, el cerebro no
podía incrementarse porque no había energía corporal que pudiese
mantener a ambos sistemas tan demandantes. En el curso de la evolución ya
hemos hecho referencia a que se dieron algunas mutaciones que provocaron
importantes cambios en los organismos. Esto es lo que sucedió con nuestros
antepasados: a través de mutaciones el intestino se fue achicando; al mismo
tiempo se dio un cambio en la dieta a través del incremento en el consumo
de proteínas animales, lo cual otorgaba más energía y requería menor costo
metabólico (Aiello y Wheeler 1995).
Estos cambios en el intestino acompañados de un mayor consumo de
proteínas animales favorecieron el crecimiento del cerebro.
Se habla en realidad de una retroalimentación entre dieta y expansión
cerebral, esto es, cerebros más grandes produjeron comportamientos más
complejos que favorecieron cambios en las formas de obtención de los
alimentos y por consiguiente, mejoras en la dieta, que a su vez fomentaron el
aumento del cerebro, favorecido por la incorporación de proteínas animales.
Todo esto constituyó una ventaja adaptativa para aquellos que portaban
la mutación y pudieron dejar descendencia. De esta manera, favorecidos por
la selección natural, se produjo un importante cambio en el proceso de
hominización; surge un nuevo género: el Homo.

A lo largo de la historia del género Homo, al igual que en el caso de los


Australopithecus y los Paranthropus, surgieron diversas especies. Algunas de
ellas coexistieron, de hecho los primeros Homo vivieron al mismo tiempo
que los Paranthropus y los Australopithecus. Todos ellos tuvieron un
antepasado en común pero tomaron líneas de evolución divergentes.
También la historia cuenta que muchas de ellas, sino la mayoría, se
extinguieron mientras que otras continuaron su curso de evolución y dieron
lugar al surgimiento del humano moderno (Homo sapiens).
El proceso de hominización es complejo y por consiguiente, los
investigadores no siempre acuerdan cuál es el árbol logenético que lleva
hacia nosotros. Pero hasta el momento pareciera que todos reconocen que el
primer representante del género Homo es el Homo habilis. Veamos algunas
de sus principales características.
Arbol logené co: Homo habilis.

Homo habilis
Su nombre deriva del hecho de haber sido el primero que fabricó
herramientas, de ahí el mote de “hombre habilidoso”.
Los Homo habilis vivieron aproximadamente entre 2,5 y 1,6 millones de
años AP. El primer descubrimiento de estos primates se realizó en 1964 en la
garganta de Olduvai, Tanzania. Posteriormente, se encontraron evidencias
en otros sitios como Omo en Etiopía y Koobi Fora en Kenya.
Los Homo habilis vivían en ambientes abiertos, recuerden que ya hicimos
mención al proceso de aridización que generó la pérdida de los espacios
boscosos a expensas de la sabana hace cerca de 2,5 millones de años.
Tenían una postura bípeda plena que implicó cambios anatómicos como
el aumento en el tamaño y longitud de las piernas así como otros en la forma
de los pies (menos curvatura) que le impedían trepar fácilmente a los
árboles como sí lo hacían Lucy y su grupo.

Homo habilis: cráneo y reconstrucción facial.


Comparado con Lucy, los habilis tenían un aparato masticador más
reducido, con caninos y molares más pequeños, lo que generaba un menor
prognatismo.
Uno de los grandes cambios que se dio en esta especie fue el incremento
en su capacidad craneana, ahora de 700 cm3 aproximadamente. La historia
evolutiva señala que probablemente ciertas regiones del ADN, habían
evolucionado muy lentamente antes de la aparición del género Homo.
Luego, en algún momento se produjeron mutaciones que generaron
profundas modi caciones. Una de ellas, la región HAR1* sufrió mutaciones
que fueron fundamentales para el desarrollo de nuestro cerebro ya que
intervienen en el patrón y disposición de la corteza cerebral durante el
desarrollo (Pollard 2009).
El aumento del tamaño del cerebro signi có entonces una mayor
complejización de su funcionamiento y el desarrollo de nuevas capacidades
cognitivas, como la de transformar elementos de la naturaleza.
Así, hacen su aparición en la historia del proceso de hominización las
primeras herramientas. Los Homo habilis aprendieron a tallar las piedras
para convertirlas en instrumentos conocidos con el nombre de Modo 1 u
Olduvaiense. Se trata de herramientas denominadas choppers, y chopping
tools, que requieren una secuencia de pocos golpes para su elaboración. Con
estos utensilios podían cortar la piel de los animales, acceder a su carne y
romper los huesos para extraer el tuétano (o médula).

Choppers (herramientas Modo 1 u Olduvaiense).

Los chimpancés, según ha demostrado Jane Godall en sus


investigaciones, son capaces de cazar termitas (muy ricas en proteínas) con
pequeñas varas que introducen en los hormigueros, dando cuenta de un
comportamiento recurrente. Son capaces de convertir un elemento en una
herramienta: pueden seleccionar una rama, sacarle las hojas y con esa vara
extraer termitas; pero se trata de instrumentos que ya están pre gurados en
la naturaleza, es decir, no es necesario que se representen mentalmente la
forma que quieren obtener y en base a eso trabajar un material determinado
para lograrlo (Arsuaga y Martínez 1998). Con esto, quiero hacer referencia a
que la fabricación de herramientas es un ejemplo de pensamiento abstracto.
Para elaborar un utensilio primero hay que tener una representación mental
de la forma que se quiere obtener. Claro que no es algo que se haga de un día
para otro; esto llevó años de experimentación y de ensayo y error hasta
lograr la herramienta deseada.
La capacidad de fabricar herramientas fue una de las claves que les
permitió a nuestros antepasados adaptarse a nuevos nichos ecológicos y a la
vez la posibilidad de acceder a nuevos alimentos.

La dieta de los Homo habilis


El Homo habilis había ampliado su dieta respecto de los Australopithecus.
Se alimentaba de insectos, raíces, frutos, tubérculos que no necesitaban
cocción, tallos tiernos y huevos. Respondiendo probablemente a las
demandas de un cerebro que requería mayor cantidad de energía, uno de los
alimentos que comenzó a ingerir en mayor cantidad, fue la carne y con ella,
las proteínas animales.
Aún no había aprendido las técnicas de la caza y seguía dependiendo del
carroñeo para conseguir carne. Sin embargo las herramientas que había
desarrollado le permitían obtener mayor cantidad de alimento. Pero claro,
para esto hizo falta que el cerebro tuviera cierto tamaño y complejidad, lo
que a su vez exigía mayor energía para su mantenimiento. Este proceso de
retroalimentación entre tamaño cerebral y dieta es un punto muy
importante a lo largo de nuestra historia al que volveremos en otros
capítulos.
CAPÍTULO 11

Homo ergaster (ex erectus)


“El segundo empuje en el crecimiento cerebral vino probablemente de la “domesticación” del
fuego y su utilización para cocinar los alimentos y maximizar así la extracción de energía de
los mismos”.
(Ordováz Muñoz 2011, 79)

Las primeras evidencias de esta especie, de la cual el Turkana boy es el


más conocido, aparecieron en Turkana. Se estima que vivieron desde hace
1.800.000 hasta hace 200.000 años aproximadamente (Curtis y Barnes 2011).
Un aspecto muy importante fue que la capacidad craneana aumentó
considerablemente respecto del Homo habilis, pasando a ser de 950 cm3.
Estos homínidos también crecieron en altura, cerca de 1,60 a 1,80 m;
también lo hicieron en peso ya que los adultos oscilaban entre 54 y 60 kg.
Por otra parte, las proporciones entre las extremidades y el tronco ya eran
similares a las nuestras. Tenían menor prognatismo que sus predecesores y
molares relativamente más pequeños (Arsuaga y Martínez 1998).

Homo ergaster: cráneo y reconstrucción facial.


Tratemos de imaginar cómo era la vida para los Homo ergaster. La
población poco a poco iba creciendo; los recursos que hasta ese momento
adquirían a través de la recolección y el carroñeo se iban haciendo más
escasos; a su vez estos individuos consumían cada vez más carne ya que sus
cerebros requerían mayor cantidad de energía para su funcionamiento.
Para ilustrar esto volvamos al chimpancé (¡si supiera cuanto hablamos de
él! ...bueno, si lo supiera no estaríamos haciendo comparaciones ni
mencionando las similitudes entre su cerebro y el de un Australopithecus),
para decir que cerca del 10% de la energía que requiere mantener su
metabolismo estando en reposo, la consumen las células de su cerebro. Los
cerebros de los humanos modernos, en cambio, requieren casi el 25% de la
energía.
Las exigencias energéticas de los cerebros de los Australopithecus
y los Paranthropus eran similares a las de los chimpancés (siguiendo la regla
que a igual tamaño de un órgano, igual requerimiento energético), pero en
cambio en Homo habilis el cerebro había aumentado a cerca de un 15% de la
energía requerida para mantener el metabolismo estando en reposo.
Ahora bien, no se trata sólo de la cantidad de energía que tenemos que
obtener para mantener un órgano tan costoso como el cerebro, sino de la
calidad de los alimentos. Algunos de los ácidos grasos que necesita el
cerebro para sus funciones neuronales se encuentran en ciertos frutos secos,
como las nueces y, especialmente, en la grasa de origen animal.
Pensando en el cerebro de los Homo ergaster uno puede suponer que por
su tamaño tenía mayor demanda energética que el cerebro de los Homo
habilis, y que por tanto, aquellos, necesitaban consumir más cantidad de
proteína animal.
Se dice que los Homo ergaster pudieron sobrevivir gracias a estrategias
diferentes que implicaron largos procesos; nada se da de un día para otro.
Una de ellas fue el aprendizaje de la caza de animales. Ya no necesitaban
esperar que otro mamífero matara a su presa y luego la abandonara para
carroñear lo que quedaba. Ellos podían elegir una presa, matarla y tener
alimento de primera mano. Claro que para esto hacía falta un cerebro mayor
y más complejo que el del Homo habilis. La capacidad craneana de los Homo
ergaster posibilitó entonces los procesos de aprendizaje y práctica de la caza.
Como segunda estrategia, desarrollaron nuevas herramientas las cuales
les permitían cortar la carne, y quizás también preparar las pieles para ser
utilizadas como abrigo. A este nuevo tipo de tecnología se la conoce como
Modo 2 o Achelense. Se trata de hachas de mano en forma de lágrima con
largos los trabajados en ambas caras de una misma piedra, lo que se conoce
como talla bifacial; también hacían picos y otros instrumentos que requerían
una gran secuencia de golpes para su elaboración (Arsuaga y Martínez
1998).

Herramientas Modo 2 o Achelenses.


En tercer lugar, lograron dominar el fuego y encenderlo por sus propios
medios. Probablemente esto comenzó a partir de aprender a controlar los
fuegos que eran consecuencia de la acción de algún rayo que incendiaba
ramas, o por la combustión espontánea de materiales en un lugar seco y
caluroso. A partir de la observación de este fenómeno natural, el Homo
ergaster fue aprendiendo a producirlo él mismo frotando dos piedras para
producir chispas, o rotando un palo sobre un trozo de madera.
El fuego tiene diferentes usos: sirve para ahuyentar animales, para
calentarse en momentos de mucho frío, y posteriormente –quizá lo más
relevante para ver la relación entre dieta y evolución–, permitió comenzar a
cocinar algunos alimentos que de otra manera no podían ser consumidos.

Representación del Homo ergaster alrededor del fuego (Z. Burián).


Finalmente la cuarta estrategia fue que comenzaron a recorrer nuevos
territorios, probablemente producto de perseguir a los animales siguiendo
sus ciclos habituales de desplazamiento, para poder cazarlos. Se produjo
entonces un hecho inédito hasta el momento: comenzaron a explorar
nuevos nichos ecológicos. De esta manera, algunos grupos de Homo ergaster
hace 1,5 millones de años partieron de África y comenzaron a colonizar
territorios en los cuales no había, hasta el momento, representantes de
nuestro árbol logenético: Asia Menor, Cercano Oriente y
sur de Europa.
Dispersión del Homo ergaster.

La dieta del Homo ergaster


Resumamos lo que ya vimos: la posibilidad de cazar sus propios
alimentos, gracias a las nuevas tecnologías, hizo que estos Homo
aumentaran aún más el consumo de proteínas derivadas de los animales. Y
esto, que fue posible por el aumento exponencial del tamaño y complejidad
del cerebro fue a su vez lo que permitió, en un proceso de retroalimentación,
que el mismo continuara creciendo. El consumo de carne, de acuerdo a los
paleoantropólogos, fue fundamental en la evolución humana.
No hay que olvidar que habían logrado producir fuego. Este hecho
también fue muy importante para los Homo ergaster ya que podían cocinar
alimentos que de otra manera no habrían podido comer. De esta manera su
dieta se fue ampliando incorporando paulatinamente nuevos alimentos
cocidos.

¿Y el Homo erectus?
Si consultan en textos antiguos (bueno, en los recientes también hay que
decirlo), encontrarán numerosas referencias al Homo erectus y los logros que
nosotros hemos adjudicado a los Homo ergaster. La cuestión es que hasta
hace algunos años, los Homo ergaster eran denominados Homo erectus. ¡Si,
menuda confusión trae esto! En la actualidad se plantea que Homo erectus es
en realidad una especie derivada de los Homo ergaster que migró, hace
aproximadamente un millón de años, ocupando lo que hoy es Java (China)
hasta hace 100.000 años aproximadamente; en este proceso se aisló de sus
antepasados formando una nueva especie ya que no se volvieron a cruzar
con ellos.
Los Homo erectus serían entonces otro ejemplo de lo que constituye una
línea para lética.
Los erectus tenían una capacidad craneana entre 850 y
1.200 cm3; sus rasgos craneales eran más marcados que los de los ergaster;
esto se puede observar en los huesos nasales que están ensanchados, un
prognatismo mayor, la mandíbula robusta y los dientes estrechos (Arsuaga y
Martínez 1998).
Un punto interesante: estos erectus no se encontraron asociados a
instrumentos achelenses que, como vimos, son característicos de los Homo
ergaster. Lo que creen los arqueólogos y paleoantropólogos es que cuando
los primeros Homo ergaster salieron de África colonizando nuevos
territorios, aún no habían desarrollado la tecnología achelense (Tattersall
1997).
CAPÍTULO 12

Crecimiento y encefalización*

Es momento de reunir parte de la información que fuimos dando para


volver a centrarnos en un punto fundamental en la evolución humana: el
bipedismo.
Cuando mencionamos las evidencias de bipedismo en el Ardipithecus
ramidus y luego en los Australopithecus, dijimos que la postura erecta fue
acompañada de numerosos cambios anatómicos, entre ellos, la ubicación de
la cabeza alineada con el tronco. Hablamos también acerca del crecimiento
del cerebro a lo largo del proceso de hominización y describimos los
cambios en la anatomía de la pelvis acorde a la postura bípeda.

Espacio interpélvico: chimpancé, Australopithecus y Homo sapiens.


Ahora bien, resulta que el angostamiento de la pelvis implicó el
estrechamiento del canal de parto, con lo cual, tomando en consideración
que el cerebro continuaba creciendo de una especie a otra, cada vez se hacía
más difícil atravesar el canal de parto en el momento del nacimiento.
Llegamos a lo que se conoce como dilema obstétrico, el inconveniente de
tener un cerebro grande que puede complicar su paso por una pelvis
estrecha.
¿Cómo se resolvió este dilema? Al parecer la selección natural favoreció
el nacimiento de criaturas poco desarrolladas, con cerebros pequeños que
terminan de formarse luego del nacimiento. Si miran a un bebé entenderán
de qué estamos hablando. Podemos resumir esto diciendo que nacemos
prematuros y que seguimos creciendo, sobre todo en los primeros años de
vida, fuera del útero. Ya volveremos sobre esto pero primero nos
detendremos en lo que se denomina ontogenia.
De acuerdo con Bogin y Smith (2000), hay etapas de crecimiento que son
exclusivas de nuestra especie y adquiridas durante la evolución homínida.
Nuestro patrón de crecimiento y desarrollo no fue siempre el mismo a lo
largo del proceso de hominización sino que, en algún momento, comenzó a
ralentizarse, esto es, se hizo más lento, si lo comparamos con nuestros
antecesores y más aún, si lo vemos en relación a la ontogenia de nuestros
parientes primates más cercanos como son los chimpancés. Esto forma parte
de lo que se denominan tendencias evolutivas y fue producto de un largo
proceso que incluyó cambios que con rieron algún tipo de ventaja
adaptativa y por lo tanto se jaron por selección natural, igual que el resto de
las características que fuimos desarrollando a lo largo de los capítulos.
Veamos entonces brevemente las etapas de crecimiento.
El Homo sapiens tiene una primera etapa denominada infancia,
caracterizada por una rápida velocidad de crecimiento del cerebro,
lo que posibilita el desarrollo cognitivo. Nacemos prematuros y dependemos
durante mucho tiempo del cuidado de los mayores.
Tomando como referencia lo que se conoce sobre los grupos cazadores-
recolectores, Bogin propone que esta etapa llega hasta el destete,
aproximadamente a los 36 meses. Sabemos que hoy, en nuestra sociedad, el
amamantamiento suele culminar bastante antes, pero lo tomamos como
referencia para pensar la historia de nuestra especie en la larga duración
(Bogin y Smith 2000).
A esta etapa le sigue la niñez, un período caracterizado por un moderado
crecimiento del cuerpo y la nalización del crecimiento del cerebro hacia los
6 años aproximadamente. En este período el niño continúa dependiendo de
los mayores para su alimentación y protección.
A partir de ese momento, los individuos viven lo que se denomina la
etapa de la juventud que se extiende hasta los 10 años en las mujeres y hasta
los 12 años en los varones. Los individuos prepuberales ya no dependen de
sus mayores para sobrevivir pues supuestamente adquirieron las habilidades
que le permiten alimentarse y protegerse (aunque siendo sinceros, es difícil
imaginar su independencia hoy en día).
Luego alcanzamos la maduración sexual en la adolescencia (ahorremos
los comentarios sobre si alguna vez maduramos), lo cual es muy variable
pero podemos poner los 12 años en las mujeres como promedio y en los
varones un poco más (tampoco haremos comentarios maliciosos al
respecto).
La cuestión es que la niñez y la adolescencia resultan ser etapas exclusivas
de los humanos, ya que la mayoría de los mamíferos pasan por tres etapas a
lo largo de su vida; los chimpancés por ejemplo, pasan por la infancia,
juventud y luego la adultez.
Concentrémonos ahora en la niñez; la aparición de la adolescencia es
sumamente interesante pero sería desviarnos un poco del tema que nos
convoca.
De acuerdo a los estudios realizados (Bermúdez de Castro 2008), la niñez
habría aparecido en los Homo ergaster; las criaturas nacían poco
desarrolladas y continuaban su crecimiento después,
del cerebro por ejemplo, que incrementaba su velocidad de desarrollo
principalmente durante los primeros 12 meses de vida extrauterina (Rosas
González 2006). ¿Y por qué? Acá volvemos al principio del capítulo, se
trataría de una forma de resolver la tendencia evolutiva hacia el incremento
de la encefalización.
Se habla de dilema obstétrico porque nacer con un cerebro más
desarrollado implica mayor tamaño de la cabeza, y a la vez adaptarse a la
postura bípeda implica el angostamiento de la pelvis (Rosas González 2006).
Habría habido un con icto en nuestra evolución entre la selección del
incremento del tamaño cerebral
y con esto de la capacidad y complejidad del mismo por un lado y, por otro,
de la selección a favor de la disminución del ancho total de la pelvis para
mejorar la e ciencia locomotora.
El nacimiento en nuestra especie no es sencillo porque el bebé tiene que
hacer un recorrido tortuoso por el canal de parto, primero aparece la parte
posterior de la cabeza y luego debe hacer un giro para poder atravesarlo.
Esto es diferente en los primates no humanos porque el bebé aparece de cara
y la madre puede ayudar a nacer a su cría, cosa que nosotros no podemos
hacer sin ayuda de otros (Arsuaga y Martínez 1998).
Observemos que los niños humanos nacen con las suturas craneanas
abiertas, las que les permiten tener una cabeza maleable y exible (hasta
cierto punto) para atravesar el canal de parto. Estas suturas se iran cerrando
a lo largo de la vida hasta nalizar el crecimiento total del cerebro.
No es casualidad entonces que la niñez haya aparecido en el Homo
ergaster asociada a un incremento del volumen encefálico y que esta
necesidad de mayor consumo de proteínas se haya dado en los primeros
Homo que comenzaron las actividades de caza sin depender de la carroña
(Rosas González 2006).
En síntesis, nosotros nacemos precoces. Comparados con otros
mamíferos somos crías indefensas y poco desarrolladas. Esto habría sido
entonces una adquisición en el proceso de evolución de nuestra especie, por
lo menos a partir del Homo ergaster.
CAPÍTULO 13

Homo heidelbergensis - Homo antecessor

Volvamos al árbol logenético, cada vez con más ramas; con esto vamos
aproximándonos en el tiempo a nuestros días. A medida que nos acercamos
al Homo sapiens, las discusiones sobre quiénes son nuestros antepasados,
con quiénes alguna vez nos hibridamos (nos cruzamos), o quiénes
constituyen una línea para lética, son objeto de arduos debates. No
mencionaremos a todos porque sería hacer un libro especí co sobre este
tema, pero sí tomaremos algunos de ellos como ejemplo, ya que sin tratar
ciertos puntos con ictivos, no podríamos terminar de entender la historia
de los homínidos, es decir, nuestra historia.
Es momento de presentar a algunas de las especies más cercanas en el
tiempo como el Homo heidelbergensis y el Homo antecessor.

Árbol logené co: surgimiento del hombre moderno.


Homo heidelbergensis: los restos fósiles y materiales de esta especie se
encontraron en África y diversos lugares de Europa como Sima de los
Huesos, Atapuerca (España).
Habría vivido desde 600.000 hasta aproximadamente años AP. Tenían el
cráneo redondeado con una capacidad craneana de entre 1000 y 1300 cm3
(Arsuaga y Martínez 1998).

Homo heidelbergensis: cráneo y reconstrucción facial.


De acuerdo a los paleoantropólogos, el Homo heidelbergensis habría
derivado del Homo ergaster y tendría una posición intermedia entre estos y...
¿quiénes? Bien, acá empiezan los problemas. Para algunos es antecesor del
Homo neanderthalensis para otros de los Homo sapiens (Rosas González
2006). Luego retomaremos este punto.

Cráneo de Homo antecessor.

Homo antecessor: en sitios como Gran Dolina, ubicado en la sierra de


Atapuerca, España, se hallaron restos de un grupo de homínidos que
vivieron hace 800.000 años aproximadamente. Tenían una capacidad
craneana de 1000 cm3 y una morfología craneal moderna.

Hasta acá todos de acuerdo, pero comenzaron a surgir desacuerdos


cuando el grupo de paleoantropólogos que trabajaban en la región postuló
que se trataba de una nueva especie a la que denominaron Homo antecessor.
Sin embargo, para otros investigadores se trataría de un grupo de
heidelbergensis y no aceptan estar en presencia de una nueva especie. Este es
uno de los desacuerdos alrededor de los restos de Gran Dolina. Otro punto
con ictivo es que mientras para algunos sería el antepasado que está entre
los Homo ergaster y los Homo sapiens, para otros sería el enlace entre Homo
ergaster y Homo heidelbergensis. Por supuesto, al igual que los otros dilemas,
no seremos nosotros quienes lo resolvamos. Los dejo entonces con estas
inquietudes para seguir avanzando en la historia del surgimiento del Homo
sapiens.
Gran Dolina: excavación arqueológica.
CAPÍTULO 14

Homo neandertalhensis

La especie que iremos describiendo en este capítulo, fue descubierta en el


año 1857, cuando tan poco se sabía acerca de la evolución humana. Lleva su
nombre en honor al lugar donde se realizaron estos primeros hallazgos: la
cueva de Neander, en Alemania. Posteriores excavaciones permitieron
conocer que vivió en parte de la actual Europa y también en Cercano
Oriente, desde hace aproximadamente 300.000 hasta hace unos
30.000 años (Curtis y Barnes 2011).
Los paleoantropólogos, ayudados por geólogos, han determinado que
estos representantes del género Homo vivieron en un clima muy frío, en un
período caracterizado por glaciaciones que impusieron condiciones duras
para la vida, con extensas super cies cubiertas de hielo y poca vegetación.
Los neandertalhensis tenían el cuerpo preparado para soportar bajas
temperaturas; de eso dan cuenta sus grandes masas musculares, las anchas
fosas nasales con gran cantidad de capilares y mucosas preparadas para la
circulación de aire frío (Arsuaga y Martínez 1998).
Eran altos en comparación con sus antepasados, los hombres medían 1,70
m aproximadamente mientras que las mujeres no pasaban de 1,60 m. Sus
cuerpos eran robustos ya que pesaban cerca de 70 kg promediando el peso
de hombres y mujeres. Tenían prognatismo asociado a un fuerte desarrollo
del aparato masticatorio, con incisivos, molares y premolares más grandes
que los del Homo sapiens (Arsuaga y Martínez 1998).
Su cerebro de 1.500 cm3 era superior al nuestro (1.350 cm3
aproximadamente). Sin embargo, tengan en cuenta que el tamaño
del cerebro se mide en función del tamaño corporal, sino las ballenas serían
las más encefalizadas de todos los mamíferos. Atendiendo la relación entre
el tamaño del cerebro y el peso corporal, nosotros, los Homo sapiens somos
los más encefalizados (Arsuaga y Martínez 1998). En síntesis, el tamaño
encefálico no hay que considerarlo una medida absoluta sino que se mide en
relación al tamaño corporal. A esto se lo llama índice de encefalización.
Homo neandertalhensis: cráneo y reconstrucción facial.

Los neandertalhensis habían diseñado nuevos tipos de herramientas


conocidas con el nombre de Modo 3 o Musteriense. Las mismas se
caracterizan por ser núcleos que se preparan previamente para luego extraer
a partir de ellos fragmentos o lascas que son trabajadas y a ladas.

Herramientas Modo 3 o Musterienses.

Estos representantes del género Homo aprovechaban las pieles de los


grandes animales que cazaban para abrigarse, y con los tendones elaboraban
cuerdas. Vivían en cuevas y abrigos rocosos, generalmente en grupos
reducidos de no más de 8 miembros (National Geographic 2012).
Algo novedoso en la historia del proceso de hominización fue el hallazgo
de entierros que parecen haber sido cuidadosamente preparados. Por
ejemplo, en el Chappelle Aux Saints se encontraron restos de
neandertalhensis enterrados de manera individual, junto a instrumentos,
todo rodeado de círculos de piedras (Gordon Childe 1954). Esto ha sido
interpretado como rituales celebrados para enterrar a los difuntos, lo cual da
una idea de que tenían conciencia de la muerte.
Un punto interesante lo constituye el hecho de haber vivido en el mismo
momento y en las mismas regiones (al menos en Europa y Asia) con los
Homo sapiens, hasta que dejaron de existir como especie. Las causas de su
extinción generaron arduos debates que aún hoy se mantienen. Algunos
piensan que hubo un gran cambio climático que produjo modi caciones en
los nichos ecológicos y con esto en los recursos disponibles; los neandertales
que tenían un aparato masticador especializado y necesitaban grandes
cantidades de proteínas para sostener el cuerpo que tenían, no pudieron
adaptarse a esos cambios, por ejemplo, modi cando su dieta.
Otra hipótesis sobre la extinción de los neandertales es que
paulatinamente fueron siendo acorralados por los Homo sapiens que iban
creciendo en número y colonizando nuevos territorios. La superioridad
tecnológica y de organización social, hizo que los neandertales perdieran
progresivamente el acceso a nichos ecológicos donde conseguir alimentos.
Una pregunta que cada vez encuentra más respuestas es si los sapiens y
los neandertales alguna vez se entrecruzaron.
Retomaremos esto cuando hablemos de los Homo sapiens, mientras
podemos ir adelantando que los estudios genéticos demostraron que ambas
especies efectivamente tuvieron algún tipo de mezcla o hibridación
(Hammer 2013).

La dieta de los neandertalhensis


Los neandertalhensis eran expertos cazadores; sus presas favoritas eran
grandes animales adaptados al clima frío: gacelas, toros salvajes, ciervos,
jabalíes, por ejemplo. Esto les permitía consumir las importantes cantidades
de proteínas animales necesarias para mantener el gran cuerpo que tenían y
adquirir la su ciente energía para un cerebro que había crecido bastante en
comparación con los ergaster.
Si bien la carne era su principal fuente de alimento y energía (National
Geographic 2012), recordemos que el gran aparato masticador, con grandes
molares y fuertes músculos para la trituración de los alimentos, señalan que
también consumían alimentos duros como raíces y tallos.
CAPÍTULO 15

Homo sapiens

Durante mucho tiempo se creyó que los neandertales habían dado origen
a los Homo sapiens. Si miran antiguos árboles logenéticos, observarán que
las echas hacia los sapiens se derivan de ellos.
Actualmente hay acuerdo entre los paleoantropólogos respecto a que esta
relación no estaba correctamente establecida ya que el registro fósil y los
estudios moleculares indican que en realidad ambos tienen un ancestro en
común. Hasta acá, todos de acuerdo. Ahora bien ¿Cuál es ese ancestro?
Nuevamente tenemos que decir que este punto ha generado grandes
controversias. Como ya vimos, para la mayoría, ese antepasado sería el
Homo heidelbergensis, para otros sin embargo, sería el
Homo antecessor.
Y para complicar aún más la cosa, apareció un nuevo representante del
género Homo en el sur de Siberia. Conocidos como denisovanos, vivieron
aproximadamente hace 40.000 años y divergen tanto de sapiens como de
neanderthalensis. Para peor, los estudios de ADN mt [mitocondrial] dicen
que los Homo que vivieron en Sima de los Huesos (los antecessor) están
próximos genéticamente a los denisovanos (Hammer 2013). Pero esto es
algo que aún está en proceso de análisis por parte de la comunidad
académica, así que volvamos al tema del origen de
nuestra especie.
¿Dónde y cuándo surgió el Homo sapiens? Tratar de responder esto verán
que no es tarea sencilla, y me disculparán por meterlos en medio de las
peleas entre los paleoantropólogos, pero no hay manera que logremos
entender este proceso si no nos convertimos un poco en espectadores de
estos acalorados debates.

Out of Africa
Este modelo fue propuesto inicialmente por Stringer (1991), basándose
en los datos aportados por la genética, especí camente, los análisis de ADN
realizados a diferentes restos fósiles. El ADN mitocondrial se transmite por
vía materna a sus hijos y no recombina en el proceso de meiosis; su análisis
permitió rastrear la historia del Homo sapiens, estimando a partir de la
cantidad de mutaciones, que la primer mujer sapiens habría vivido en África
hace aproximadamente 200.000 años.
Denominado Out of Africa, este modelo sostiene entonces que los
humanos modernos descienden de una única población de Homo sapiens
que evolucionó en África. Allí habrían vivido hasta hace 70.000 años cuando
comenzaron un proceso de expansión y dispersión por Asia y Europa,
reemplazando a las poblaciones preexistentes (los ergaster y los
neandertalhensis).
Esto signi ca que Homo neanderthalensis y Homo sapiens son dos
especies que divergieron a partir de un antepasado común hace 200 mil
años. Mientras que los neandertales evolucionaron en Europa, los sapiens lo
hicieron en África.

Mul regional
Este modelo, contrapuesto al anterior, fue propuesto por orne y
Wolpo ( orne y Wolpo 1992). En este caso tomaron como base el
registro paleoantropológico, es decir, los restos fósiles de los diferentes
representantes del género Homo, para proponer que los antecedentes del
Homo sapiens hay que buscarlos en los grupos de Homo ergaster que
salieron de África.
Es decir, los humanos modernos aparecieron no sólo en África sino
contemporáneamente también en Europa y Asia. Estas poblaciones que se
dispersaron por diversas regiones, evolucionaron en forma independiente
entre sí hacia el Homo sapiens, en diferentes lugares al mismo tiempo. Estos
grupos, por acción
de los mecanismos microevolutivos como selección natural, dieron lugar a
las poblaciones modernas con sus particulares características: conformación
física, color de la piel, del pelo y los ojos, entre otros rasgos. Ahora bien, al
no haber estado del todo aisladas, el ujo génico hizo que no se
establecieran diferentes especies, sino que por las migraciones entre los
diferentes grupos, siempre estuvieran conectadas entre sí.
En el caso de los neandertalhensis, los defensores del modelo
multiregional postulan que esta especie evolucionó hacia los humanos
modernos.
Modelo de asimilación
Hay una tercera posición respecto al origen de los humanos modernos
denominada modelo de asimilación. El mismo acepta el origen africano de
los humanos modernos, de acuerdo con la propuesta de Out of Africa, pero
rechaza la idea de un reemplazo como factor principal para la aparición del
Homo sapiens. En cambio hace hincapié en el ujo génico y las presiones
selectivas que llevaron al cambio morfológico que dio origen a nuestra
especie.

Lo cierto es que los estudios moleculares han dado cuenta de que algunas
personas tienen en la actualidad en su ADN algunas secuencias que
proceden de neandertales y de otros humanos arcaicos. Esto signi ca que los
primeros sapiens se cruzaron con otras especies del género Homo, dejaron
descendencia, y de esta manera se fueron transmitiendo sus genes a lo largo
de miles de generaciones (Hammer 2013).
No nos detengamos en esta discusión, porque además no es sencillo saber
quién tiene razón. Mejor nos concentramos en algunos de los cambios
anatómicos y en las innovaciones tecnológico-culturales que se dieron con el
Homo sapiens.
Sabemos que somos los más encefalizados de todos los mamíferos.
Tenemos una capacidad craneana de aproximadamente 1350 cm3 y mayor
complejidad en el cerebro que nuestros predecesores (léase y para que nadie
se ensañe con los parientes más próximos, que nos referimos a otros
representantes de los género Australopithecus y Homo).
Respecto al aparato masticador, los dientes se hicieron más pequeños, la
cara se fue reduciendo (el maxilar superior principalmente), generando
menor prognatismo alveolar.
El Homo sapiens fue quien desarrolló el lenguaje articulado, gracias a
algunos cambios anatómicos como los ocurridos en el cerebro y en el tracto
vocal (laringe, faringe, cavidad nasal y oral). Ya en el Homo ergaster aparece
el área de Brocca, la cual controla los músculos de los labios, la lengua, el
maxilar y las cuerdas vocales, y produce la capacidad verbal; pero es el área
de Wernicke la que le da comprensión y sentido al habla (Arsuaga y
Martínez 1998). Esta la tenemos sólo nosotros, al menos hasta el momento
no se ha encontrado en otros primates vivos o extintos.
Solo con imaginar las nuevas posibilidades en la comunicación,
transmisión del conocimiento y en los propios vínculos que facilitó el
lenguaje, nos damos una idea de la importancia que esto tuvo en nuestra
historia evolutiva.
Sumemos a esto el surgimiento de una nueva tecnología conocida como
Modo 4 o Auriñaciense, que incluye nuevas y más so sticadas clases de
herramientas; así como también la incorporación de instrumentos
fabricados en materiales como astas, mar l o huesos de animales (Arsuaga y
Martínez 1998).
Las nuevas herramientas tales como lanzas, echas, arcos, hondas, lazos y
trampas, facilitaron las actividades de caza incorporando la posibilidad de
atrapar presas de gran tamaño y la caza a larga distancia, por citar algunas
innovaciones.
Herramientas Modo 4 o Auriñacienses.

El arte rupestre (pinturas y grabados) también fue invención del Homo


sapiens. Realizados en aleros y cuevas, cuentan con representaciones de
animales como bisontes y ciervos. También fueron los autores de estatuillas,
siendo de las más conocidas las venus de Willendorf.

Venus de Willendorf.

Vamos a resumir un poco lo que vimos hasta ahora. El Homo sapiens es el


único que sobrevivió de todas las especies conocidas. El mismo se
caracteriza por:
• Alto nivel de generalización en su aparato masticatorio.
• Elevada capacidad craneana y complejidad cerebral que le permitió
entre otras cosas tener un gran desarrollo neuromotriz. Esto permitió la
fabricación de herramientas cada vez más complejas.
• Desarrollo de un lenguaje articulado.
• Capacidad de simbolizar.

¿Por qué el Homo sapiens fue la única especie que sobrevivió? Una
posible explicación es que todas estas características que fuimos
mencionando, le otorgaron ventajas adaptativas que le permitieron tener
mayor e cacia reproductiva.

La dieta de los Homo sapiens en el Paleolí co


Con el tiempo, aquellos que vivían cerca de recursos acuíferos fueron
incorporando nuevas formas de obtener el alimento a través de la pesca y la
recolección de recursos provenientes del agua, como los mariscos. De esta
manera fueron incluyendo novedades en su dieta y aumentando la
diversidad de alimentos a consumir.
La dieta se fue ampliando también gracias al desarrollo de técnicas de
conservación como la desecación y deshidratación de la carne, el ahumado,
la preparación de mezclas de carne y sangre, o la fermentación de algunos
recursos.
Ya mencionamos el desarrollo tecnológico que introdujo herramientas
como lanzas, arpones, arcos y echas. Esto les permitía cazar, entre otros,
animales de gran porte como jabalíes, ciervos, bisontes, esos mismos que
también estaban representados en el arte rupestre.
En síntesis, con un aparato masticatorio no especializado, el Homo
sapiens podía elegir entre una amplia variedad de recursos que se convertían
en alimento. Su omnivorismo se lo permitía.
CAPÍTULO 16

Poblamiento de América

Habrán visto a lo largo de este libro que siempre para introducir un tema
empezamos haciendo referencia a otros que a simple vista cuesta
encontrarles la relación. Ya es una costumbre de mi forma de escribir y no
vamos a abandonarla ahora que falta tan poco para terminar el libro.
Bien, habiendo hecho este comentario, ya encuentro una justi cación
para volver a irme por las ramas, aunque espero que hayan entendido que
siempre son ramas que nos conducen a algún punto importante en la
historia de la evolución humana y los cambios en la alimentación que fueron
parte fundamental de la misma.
¿Y por qué el poblamiento de América es importante para los temas que
se tratan en este libro? Saber sobre las primeras ocupaciones en nuestro
continente, quiénes eran, cómo vivían, cuál era la base de su alimentación,
entre otras cosas, es importante para conocer nuestra historia y la del
territorio en el que actualmente vivimos.
¿Cuántos a rmarían que América está poblada por nuestra especie desde
hace no más de 20.000 años? ¿Antes del Homo sapiens hubo otros
homínidos en el continente? A esta altura y si estuvieron prestando atención
a los diferentes capítulos sabrán que no. Mi experiencia de años de dar clase
dice que no es un tema muy conocido.
Volvamos al Homo sapiens entonces. A lo largo del tiempo, estos
homínidos (los únicos sobrevivientes del proceso de hominización) fueron
explorando y colonizando nuevos territorios, seguramente en búsqueda de
alimentos, ya que la población fue aumentando demográ camente y los
recursos comenzaban a escasear en las áreas ocupadas.
En este proceso, hace aproximadamente 20.000 años, algunos grupos
llegaron desde Asia a América del norte, a una región denominada Beringia.
Claro que para esto fue preciso que se pudiera cruzar por el océano Pací co.
¿Cómo lo lograron? Resulta que para esa época los glaciares, que venían en
pleno avance, generaron la reducción del nivel de los océanos lo cual
permitió que hubiera un corredor o un camino libre de hielo entre Siberia y
el norte de América (Pena y Santos 2000).
América fue poblada entonces por primera vez por grupos de Homo
sapiens que llegaron desde Siberia. Estos grupos permanecieron un tiempo
en Beringia (no se sabe cuánto, o bien podríamos decir que no se han puesto
de acuerdo todavía los especialistas en las fechas), ya que las rutas o accesos
al resto del continente estaban cubiertas de hielo. Imaginen que en Beringia
el ambiente era similar al de tundra esteparia, un ambiente frío y seco con
grandes estepas abiertas (Politis et al. 2009), similar al que había en los
territorios que recién abandonaban.
Cuando en algún momento bajó el nivel de hielo (Schurr y Sherry 2004),
algunos grupos comenzaron a descender por la costa del Pací co desde hace
20.000 años hasta hace 15.000 años (Politis et al. 2009). No podían ingresar
al interior de América del Norte porque los pasos estaban cubiertos de hielo.
Por eso eligieron lo que se conoce como el corredor costero. Rápidamente
iniciaron un descenso (Goebel et al. 2008) que los llevó a explorar nuevos
territorios hasta llegar a América del Sur, a la actual Patagonia argentina
(Schurr y Sherry 2004).
Hace aproximadamente 15.000 años se abrió el corredor interno de
América del Norte, se liberó de hielo y algunos grupos pudieron comenzar a
explorar y colonizar esa parte del territorio (Schurr y Sherry 2004). Ahí se
instalaron grupos que desarrollaron lo que se conoce como cultura Clovis.

Al parecer otro grupo ingresó por Beringia en forma posterior a estas


primeras oleadas, se habría dirigido hacia el norte al área circumártica y
habría dado lugar a los Esquimales y los Na-Dene.
Sabemos que los primeros grupos que ingresaron a América eran
cazadores, recolectores y pescadores. Pero no hay que creer que todos los
grupos eran iguales, tener un mismo patrón de subsistencia no hace que
sean similares en cuanto a su organización social, económica, sus sistemas
de creencias y lógicas culturales. Habiendo hecho esta salvedad, podemos
tratar de hacer una caracterización a grandes rasgos sobre cómo sería su
forma de vida (y con esto la de todos los grupos cazadores-recolectores del
continente), pero siempre teniendo en cuenta que se trata de una
generalización, y que como tal, deja muchas particularidades en el camino.
En general se trataba de grupos denominados igualitarios, esto es, no
había grandes diferencias socioeconómicas, ni cargos hereditarios. Estaban
agrupados de acuerdo a relaciones de parentesco y formaban unidades de
no más de 12 personas aproximadamente.
Vivían en amplios territorios y eran nómadas, realizaban
desplazamientos por un circuito territorial circunscripto y determinado, lo
cual estaba relacionado con el acceso a determinados
recursos que eran obtenidos a través de la caza, la pesca y la recolección.
Estos desplazamientos no eran elegidos al azar sino que formaban parte de
circuitos que los pueblos realizaban de acuerdo a variables como el clima, la
presencia de otros grupos y las posibilidades de conseguir recursos en
determinada época del año. Para esto era necesario que conocieran muy
bien los territorios donde se movían de acuerdo a la estación del año.
Vamos ahora a la cuestión de la subsistencia y la alimentación. Sabemos
que, como todos los grupos de esa época, parte de su modo de subsistencia
se basaba en la caza de lo que se denomina megafauna: mamuts y bisontes,
por ejemplo. También recolectaban semillas y vegetales silvestres, entre
otros. Habían incorporado la pesca y a medida que se desplazaban hacia
América del Sur fueron variando su dieta de acuerdo a los recursos
disponibles en cada ambiente y a lo que ellos consideraban alimento de esa
nueva diversidad que los rodeaba.
Quiero hacer hincapié en la idea de que los recursos pueden estar
disponibles, pero son los grupos con sus particulares lógicas culturales los
que eligen qué consumir (Seldes 2009), dando cuenta con esto de la
diversidad de opciones alimenticias y la importancia de las elecciones que
los diferentes grupos fueron realizando a lo largo del tiempo.

Las primeras ocupaciones en Argen na


Los primeros grupos cazadores-recolectores llegaron a lo que
actualmente es Argentina hace aproximadamente 12.000 años
(Politis et al. 2009). Las evidencias de estas ocupaciones provienen de la
Patagonia, la Pampa y el Noroeste argentino. Esto no quiere decir que no
hayan vivido en el Noreste, por ejemplo, sino que las condiciones
ambientales (la humedad por nombrar una de sus características) complica
bastante la preservación de restos arqueológicos.
Veamos algunos detalles: en el territorio que hoy es Argen-tina se
encontraron campamentos residenciales, esto es, lugares de residencia
permanente donde se reunía la totalidad del grupo. En ambientes abiertos
construían viviendas con distintos materiales (pieles, madera, paja) y en
regiones más escarpadas como las sierras o las quebradas, aprovechaban
aleros rocosos y cuevas. Ejemplo de esto último es la Cueva 3 de Los Toldos
en la Patagonia mientras que de lo primero podemos mencionar Arroyo
Seco 2 en la llanura pampeana (Flegenheimer et al. 2006).
En otros momentos del año recorrían sus territorios realizando
campamentos temporarios, en busca de recursos especí cos de los
ambientes por los que se movilizaban. Allí se quedaban por períodos cortos
y podían realizar tareas especí cas como procesar la carne que habían
cazado para trozarla y llevarla al campamento residencial. Quebrada Seca 3
en la Puna y Paso Otero 5 en la Pampa serían un ejemplo de este tipo de
asentamientos (Flegenheimer et al. 2006).

La dieta de los primeros pobladores del actual


territorio argen no
Es importante remarcar que hay muchas diferencias en los ambientes
(selvas, llanuras, bosques) y por ende en los recursos disponibles. Sabemos
que cuando era posible cazaban gliptodontes y megaterios, lo que se conoce
como megafauna local.
Hace aproximadamente 10.000 años la megafauna se extinguió y los
grupos tuvieron que modi car sus hábitos alimenticios. De esta manera
comenzaron con la caza de animales más pequeños. En regiones como la
Patagonia, la Pampa y el sur de Cuyo,
el guanaco pasó a constituir la base de la dieta.
En el Noroeste las proteínas animales provenían principalmente de
vicuñas y chinchillas.
Reconstrucción del megaterio.
No tenemos que olvidar que recolectaban plantas silvestres en diferentes
regiones: plantas arbustivas, hierbas, gramíneas que constituían una parte
importante de la dieta de los primeros grupos que habitaron lo que hoy es
Argentina.
CAPÍTULO 17

La revolución neolí ca
“(...) las poblaciones humanas tienen una fauna extraordinariamente amplia de alimentos
posibles, dadas sus capacidades omnívoras y sus pautas exibles (controladas culturalmente)
de selección de alimentos. Los grupos humanos raras veces explotan todos los recursos que
tienen a su disposición. El consumo efectivo se determina por opciones culturales, que a su
vez se basan en diversos factores: preferencias alimentarias, necesidades de nutrición,
prestigio, costos del trabajo y actividades preferidas”.
(Cohen 1981, 62)

Hablar de los comienzos de la domesticación de plantas y animales no es


tarea fácil; tendremos que sintetizar mucha información y abreviar muchas
discusiones para poder presentar el tema de forma clara y más o menos
ordenada. Podemos comenzar diciendo que hace ya largo tiempo en la
historia de la evolución humana, diferentes grupos recolectaban gramíneas
que se encontraban de modo silvestre en algunos ambientes (recordemos
que hemos dicho que nuestros antepasados eran recolectores).
Resulta que en algún momento, hace aproximadamente 10.000 años,
algunos grupos, luego de años de observación de los ciclos de las plantas y
de cierta experimentación, comenzaron a recolectar granos de manera
selectiva, guardando algunas semillas para volverlas a sembrar; de esta
manera comenzaron a producir ellos mismos su propio alimento, lo cual
constituyó un cambio importante para la subsistencia del grupo.
Respecto a los animales también hay que pensarlo como un proceso de
experimentación sobre muchas de las especies que conocieron en sus
actividades de caza, hasta llegar a domesticar algunas de ellas. Aprender los
movimientos de los animales, luego poder controlarlos, encerrarlos
formando corrales, tener carne disponible cuando lo necesitaran e
incorporar la leche como alimento, constituyeron grandes cambios para los
patrones de subsistencia.

Esto, que tan sintéticamente descripto, fueron los inicios de las


actividades agrícolas y de la domesticación de animales, en conjunto se
denominó revolución neolítica y generó nuevas formas de vida y de
organización social, como luego veremos.
Pero cuidado que la palabra revolución no expresa claramente lo que
ocurrió. Seguimos diciendo revolución neolítica, aunque se trata en realidad
de un largo proceso (Cohen 1981).
La idea de proceso y no de cambio abrupto es más adecuado a lo que se
encuentra en el registro arqueológico: las investigaciones permitieron hallar
casos de grupos con recolección intensiva y otros con producción incipiente
conviviendo en el tiempo y en áreas vecinas; a su vez, hubo pueblos
agricultores que no se hicieron sedentarios, por mencionar algunos casos de
la amplia variabilidad de modos de vida.
La gran diversidad de estrategias de subsistencia fue la base del desarrollo
agrícola y ganadero, aunque no implicó a todos los pueblos ya que muchos
siguieron siendo cazadores-recolectores. En palabras de Gordon Childe:
“No debemos imaginarnos que en un momento dado de la historia del
mundo, resonó la trompeta en el cielo y todos los cazadores, desde China
hasta Perú, arrojaron al punto sus armas y comenzaron a cultivar trigo,
arroz, maíz y a criar cerdos, ovejas y pavos”. (Gordon Childe 1954, 58)

Las primeras experiencias en la domesticación de plantas y animales se


dieron en distintos lugares casi simultáneamente, siendo Próximo Oriente el
más conocido, en la zona denominada creciente fértil, que comprendía a los
pueblos asentados en Egipto, Siria, Asiria y la Mesopotamia.

Creciente fér l.

Una característica de las regiones donde se comenzó a cultivar es que


eran biomas con lluvias su cientes, con cubiertas herbáceas y bosques
dispersos, donde las especies vegetales y animales se encontraban en estado
silvestre (lo que se conoce como agriotipos). En regiones como Zarzi
(Kurdistán iraquí) y Kebara (Palestina), por citar dos ejemplos, estaban
todas esas condiciones dadas.
Entre los cereales que comenzaron a domesticarse podemos mencionar la
cebada y el trigo. También se cultivaron arvejas y lentejas desde comienzos
del Neolítico, aunque en menor medida. El cultivo del arroz se inició un
poco más tarde, cerca del 7.500 AP en el Este de la actual Tailandia.
Un punto interesante es que, en unos pocos miles de años, la agricultura
y la ganadería fueron adoptadas por diferentes pueblos
de Asia y Europa.

Respecto a los animales, en Mesopotamia la primer especie en ser


domesticada fue el perro, hacia el 13.000 AP. A partir del 10.500 AP se
domesticaron a cabras y ovejas, que constituyeron la base de la ganadería de
algunos pueblos. Luego irían incorporando a los bueyes y los cerdos en un
proceso que fue abarcando otras regiones de Asia y Europa.
Un punto interesante es que en América se dio el mismo proceso de
manera independiente en dos áreas diferentes: Mesoamérica y los Andes,
hacia el 8.500 AP aproximadamente. Lo que se comenzó a cultivar fueron
plantas y tubérculos como maíz, papa, qiwicha (amaranto) y quinoa en el
área andina, y maíz, frijoles, calabaza, tomate y pimientos en Mesoamérica
(Cohen 1981). La llama y la alpaca fueron los animales que se domesticaron
en América aunque no se abandonó la caza de guanacos, vicuñas, ciervos,
aves y pequeños mamíferos (roedores).

Producción agrícola en los Andes según Huamán Poma (1615).


¿Quiénes fueron los pueblos que comenzaron con este proceso? Ni más
ni menos que algunos grupos cazadores-recolectores que cambiaron su
forma de vincularse con la naturaleza luego de años de observación de los
ciclos de las plantas y los animales. Mucho se discutió acerca de la razón por
la cual algunos pueblos cambiaron su forma de vida. Hoy hay cierto
consenso
sobre las causas.
De acuerdo a las investigaciones realizadas, hace aproximadamente
13.000 años, en la etapa geológica conocida como Holoceno, se dio un
proceso de cambio climático por el cual la temperatura y la humedad
comenzaron a aumentar en todo el continente a la par que retrocedieron los
glaciares.
Este proceso, por el cual los bosques fueron disminuyendo a expensas de
las llanuras cubiertas de hierba, llevó probablemente a que los grandes
mamíferos, adaptados a los climas fríos, se extinguieran (algunos
investigadores proponen que la caza ejercida por el Homo sapiens habría
ayudado a su desaparición). Esto tuvo como consecuencia varios cambios
sobre las estrategias
de subsistencia.
Comenzar a cazar mamíferos pequeños fue una de ellas, y la
domesticación de animales, fue quizás la más importante de todas. No
estamos queriendo decir que esta fue la única causa del comienzo de la
ganadería sino una de las puntas del iceberg.
Un punto fundamental lo constituyó el hecho de que la población iba
experimentando un paulatino y sostenido crecimiento demográ co. Esto
complicaba las posibilidades de alimentarse si la megafauna iba
desapareciendo y comenzaban a escasear los recursos. Siguiendo en este
razonamiento a Cohen (1981),
podemos decir que la presión demográ ca sobre los recursos fue uno de los
factores clave que dieron lugar a la agricultura y la ganadería como
estrategias de subsistencia.
No todos están de acuerdo en la importancia que tuvo el cambio
climático o la fuerza de la presión demográ ca para
explicar el surgimiento de la agricultura y la ganadería. No seremos nosotros
los que resolvamos estos debates como tampoco es momento de adentrarnos
en ellos. Solo me interesa que conozcan algunos de los posibles disparadores
de lo que fue un punto de in exión en la historia de la alimentación y de los
modos de vida de nuestros antepasados.
Resumiendo, en algún momento se produjo un desequilibrio entre
población y recursos (Harris 1977) que promovió el desarrollo de nuevas
estrategias económicas. El conocimiento de los hábitos de los animales y de
los ciclos de las plantas ya existía, producto de las actividades de caza y
recolección de los distintos pueblos. Esto fue formando parte de una
tradición colectiva que se transmitía de generación en generación (Gordon
Childe 1954). Esos conocimientos, por consiguiente, estuvieron a
disposición de los grupos humanos por mucho tiempo; recurrieron a él
cuando se hizo necesario repensar las estrategias de subsistencia.

Repercusiones
La revolución neolítica trajo aparejada toda una serie de cambios que no
podemos tratar en profundidad ya que sería escribir otro libro, pero es
interesante mencionar algunos de ellos, que tuvieron importantes
consecuencias para nuestra historia:
• La actividad agrícola requirió de nuevas herramientas para trabajar
la tierra y para obtener alimentos de los animales ahora encerrados en
corrales.
• Los cereales comenzaron a ser almacenados, y si se guardaban en
condiciones adecuadas, podían conservarse por largo tiempo sin perder
sus cualidades nutritivas. Para esto se necesitaban recipientes donde
colocar lo que se cosechaba. Si bien ya existían algunos tipos de vasijas
realizados en piedra (basalto por ejemplo) y pieles, a partir de la
revolución neolítica se inicia la producción de vasijas cerámicas
realizadas con arcilla. Es en este momento cuando la utilización de vajilla
comienza a hacerse cotidiana.
• Otro punto interesante es que pasar mucho tiempo en un mismo
lugar trabajando diariamente un campo
de cultivo o cuidando de ganado, coincidió en la mayoría de los casos con
la sedentarización de las poblaciones. Esto traería numerosos cambios
en los modos de vida que incluyeron comenzar a vivir en conglomerados,
estos dieron lugar posteriormente a la formación de las aldeas. La ciudad
propiamente dicha, si consideramos como tal a un conjunto urbano,
recién podemos situarla hacia el 6000 AP en Mesopotamia y Egipto.
• También hay que pensar que la producción de alimentos permitió
acumular el sobrante o excedente porque el mismo no tiene que ser
consumido necesariamente en el momento en que se lo cosecha; los
granos pueden conservarse y de hecho una proporción de los mismos
puede ser guardada para ser sembrarse en el futuro. Cultivar más de lo
que habría de consumirse permitió la acumulación (Gordon Childe
1954), la cual favoreció el poder contar con alimentos en caso de malas
cosechas, posibilitando una reserva de alimentos a disposición. No es
difícil imaginar que la producción excedentaria facilitó a su vez el
crecimiento demográ co, como también permitió la acumulación de
recursos en manos de unos pocos en algunas ocasiones (tal vez
demasiadas pensándolo bien).

Sintéticamente, la revolución neolítica, trajo una serie de cambios que


incluyeron la sedentarización, la acumulación
de excedentes y el surgimiento de aldeas. Este mismo proceso que derivó en
la ampliación de niveles domésticos de la economía, fue el germen del
surgimiento de los primeros Estados, aproximadamente en el 5.000 AP
(Gordon Childe 1954), producto
de la formación de sociedades urbanas que luego pudieron soportar
estructuras políticas imperiales en Mesopotamia, Egipto y Asia Menor, por
ejemplo. En Mesoamérica y los Andes se dió un proceso similar.
Esta violenta simpli cación sobre el surgimiento de los Estados evita
introducirnos en las teorías y discusiones sobre complejisimos procesos que
nos obligarían a largos debates entre posturas muy diversas, alejándonos del
objetivo de este libro. Pero no dejemos de apreciar que los cambios que se
dieron en la historia tuvieron su germen en el proceso de domesticación de
plantas y animales y el cambio que implicó en la dieta, asunto que nos
convoca desde un principio.

Sigamos viendo los cambios que se dieron a partir de la revolución


neolítica. Entre ellos no podemos dejar de mencionar los que fueron
producto del sedentarismo y la aglomeración de población: las malas
condiciones higiénicas y el hacinamiento dieron lugar a la aparición de
enfermedades parasitarias o infecciosas que se propagaban rápidamente en
la población (Cohen 1981).
Por otra parte el desarrollo de la agricultura trajo aparejado un
incremento de enfermedades y patologías relacionadas con actividades
como sembrar, cosechar o moler que implicaban un sobresfuerzo físico, lo
cual se vio re ejado en casos de artrosis en vértebras cervicales, lumbares y
rodillas, por ejemplo.
También se ha planteado que la introducción del trabajo agrícola implicó
un incremento de la cantidad de horas de trabajo per cápita, es decir, un
aumento en la cantidad del trabajo diario.
Finalmente, en este proceso las poblaciones se fueron haciendo
dependientes de los productos de sus cosechas y eso implicó una restricción
de la variedad de alimentos que consumían, derivando en una reducción del
aporte de vitaminas, minerales y proteínas si se lo compara con algunos
grupos cazadores-recolectores.
Veamos qué aportan las investigaciones realizadas en un grupo de
cazadores-recolectores respecto a la variedad de su dieta:
“Richard Lee (1968,1969), que pasó 15 meses entre octubre de 1963 y
enero de 1965, viviendo entre los bosquimanos ¡Kung del desierto de
Kalahari, en Sudáfrica, e hizo un estudio detallado de las costumbres de
trabajo y dietéticas de un grupo en un período de 4 semanas. Lee descubrió
que en esa época, que no era ni la más rica ni la más pobre del año, el
consumo de calorías del grupo era, por término medio, de 2.140 calorías
por persona y día, muy superior al consumo diario recomendado (1.975
calorías por persona y por día) para personas de estatura y actividades
comparables (...) Lee descubrió, por añadidura, que, en lugar de verse
obligados a comer lo que pudieran encontrar, de hecho los bosquimanos
eran bastante selectivos, pues el 90% aproximadamente de su dieta vegetal
procedía de sólo 23 de las 85 especies de plantas comestibles disponibles, y
que sólo consentían en consumir 54 de las 223 especies locales de animales
que conocían, y la mayor parte de los animales que comían procedía de sólo
17 de ellas”. (Cohen 1981,41)

Y si trajo tantos inconvenientes ¿por qué la adoptaron tantos pueblos a lo


largo de la historia? Si seguimos a Cohen (1981), era inevitable el proceso de
producción de alimentos frente a una población que aumentaba y generaba
presión demográ ca sobre los recursos disponibles. La actividad agrícola
agro-pastoril
generaba mayor productividad en menores espacios y era una ventaja si lo
que se requería era mayor cantidad de alimentos.

Revolución neolí ca
y mecanismos microevolu vos
Llegó el momento de retomar el tema de los mecanismos
microevolutivos, ¿creían que ya no volveríamos a hablar de ellos? Hay un
ejemplo que resulta muy ilustrativo:
La lactosa es el azúcar de la leche y constituye una parte importante de la
alimentación que la madre le aporta a su hijo en la lactancia. La lactosa se
asimila gracias a la lactasa, una enzima que permite digerirla y asimilarla.
Resulta que después del destete los mamíferos, nuestros antepasados
incluidos, dejan de producir lactasa (Pollard 2009) y, por consiguiente, no
continúan consumiendo leche porque les produciría algunos problemitas en
la digestión (los efectos los dejo librado a su imaginación, seguramente se
acerquen bastante a la realidad).
Ahora bien, en algún momento de la historia de nuestra especie se
produjeron mutaciones y algunos individuos continuaron produciendo
lactasa aún después de ser destetados. De esta manera pudieron continuar
incorporando leche a su dieta, ya que podían asimilar la lactosa (Harris
1999).
La historia cuenta que el consumo de leche no materna fue incorporado a
la dieta de los humanos luego de haber logrado domesticar a los animales y
de haber podido criar ganado (Cavalli Sforza 1994).
Entonces es posible pensar que, con los animales domesticados y a
disposición, aquellos individuos que tuvieron la mutación referida, fueron
quienes pudieron incorporar la leche como parte de su alimentación, lo cual
constituyó una ventaja porque ampliaron su dieta pudiendo absorber
mayores proporciones de calcio (Cavalli Sforza 1994, Contrera Hernández y
Gracia Arnaiz 2005).
La capacidad de los adultos de asimilar la lactosa es un ejemplo de una
mutación que con rió a aquellos que tenían esa variación, una ventaja
adaptativa. Pero por acción de la selección natural y en honor a ella,
debemos decir que sólo se convirtió en una ventaja para aquellos que la
poseían, en un momento y lugar determinado, justamente donde
comenzaron a domesticarse los animales y a lograr extraer su leche para
consumirla. De nada servía a los pueblos del paleolítico esa mutación si no
tenían la posibilidad de ingerir leche luego del destete.
Conclusiones

Llegó el momento de despedirnos, así es, pero no sin antes hacer un


breve repaso de lo que hemos visto en este libro. Podemos comenzar
tomando como base los cambios que se dieron a lo largo de nuestra historia
evolutiva, incluyendo a los géneros Australopithecus, Paranthropus y Homo.
A modo de síntesis mencionaremos 7 ejes que nos parecen sumamente
relevantes:
• Bipedismo: de acuerdo a las evidencias paleoantropológicas
conocidas hasta el momento, serían los Ardipithecus ramidus los primeros
en haber tenido postura bípeda, hace aproximadamente 4,5 millones de
años. Recuerden los cambios en la anatomía de la pelvis, el tronco, el pie
y la ubicación del foramen magnum. A lo largo de los diferentes capítulos
nos fuimos re riendo a la asociación entre
bipedismo y encefalización.
• Encefalización: el cerebro comenzó a aumentar en tamaño y
complejidad a partir del Homo habilis, siendo de 400 cm3 en los
Australopithecus y de 700 cm3 en los Homo habilis. A partir de ahí tuvo un
incremento exponencial hasta llegar a los 1.350 cm3 del Homo sapiens.
Esto dijimos que tuvo importantes consecuencias en muchas esferas,
tomemos como ejemplo la posibilidad de representar mentalmente algo y
luego poder producirlo. También mencionamos la relación entre la
encefalización y el consumo de proteínas animales.
• Morfología dental: la tendencia a lo largo de la evolución se dio
hacia la reducción de los caninos e incisivos
y el aumento de los molares. Estos facilitó cambios en la dieta hacia el
consumo de plantas de elevada calidad nutritiva (frutas y brotes tiernos).
En este proceso hubo algunos géneros y especies (los Paranthropus y los
Homo neardentalhensis) que tuvieron además un fuerte desarrollo de su
aparato masticatorio y que constituyen una línea para lética; esa
especialización les permitió adaptarse al ambiente en el que vivían,
aunque cuando el mismo comenzó a cambiar, no lograron sobrevivir.
• Herramientas: las primeras evidencias arqueológicas de
instrumentos aparecen asociadas a los Homo habilis. Mencionamos en
diferentes capítulos cuántos cambios se dieron en cuanto a subsistencia y
dieta a partir de la elaboración y manipulación de diferentes tipos de
instrumentos, los cuales se fueron complejizando con los diferentes
Homo que siguieron al habilis en el árbol logenético.
• Fuego: un gran momento fue cuando los Homo ergaster lograron
producir y dominar el fuego. Esto tuvo muchas implicancias para la vida
de estos homínidos ya que el fuego puede ser utilizado para diferentes
actividades: protegerse de animales que los veían como presas, calentarse
en momentos de mucho frío y nalmente cocinar alimentos, lo que
implicó un aumento en la variedad de su dieta.
• Caza: también fueron los Homo ergaster quienes comenzaron a
cazar. Esta nueva actividad produjo grandes cambios, puesto que tenían
la posibilidad de obtener sus propios alimentos, y no dependían de que
otros mamíferos abandonaran a sus presas para carroñearlas. Los Homo
ergaster se vovieron cazadores y aumentaron el consumo de proteínas
animales. Un punto llamativo es que la caza fue posible gracias al
aumento del tamaño y la complejidad del cerebro que, en un proceso de
retroalimentación, fue lo que favoreció que el cerebro fuera aumentando
aún más.
• Lenguaje articulado: Los homínidos al igual que todos los
mamíferos, han tenido algún tipo de sistema de comunicación, pero
fueron los Homo sapiens los que, gracias a algunos cambios anatómicos
ocurridos en el cerebro y el tracto vocal, pudieron desarrollar un lenguaje
articulado. Mencionamos la importancia de esto que facilitó la
comunicación, la transmisión del conocimiento y el a anzamiento de los
vínculos, entre otras cosas.

Finalmente dijimos que es fundamental retener la idea de que no todas


estas características se desarrollaron simultáneamente. Por esto se dice que
nuestra evolución se dio en mosaico, esto es, las innovaciones fueron
surgiendo en distintos momentos y presentan diferentes tasas de evolución:
mientras algunas fueron cambiando, otras permanecieron estables (Ramirez
Rozzi 2000).
Ya para ir cerrando les dejo algunas re exiones. En primer lugar espero
que a lo largo de este libro hayan aprehendido cual fue el papel que tuvieron
los requerimientos alimentarios y los cambios que se produjeron en la dieta
en el proceso de hominización, desde una perspectiva que pondera la
importancia de los factores biológicos y culturales.
Haciendo un recorrido por la historia, pudimos ver que en algún
momento los hábitos alimentarios de nuestros antepasados comenzaron a
divergir de los del resto de los primates y pasaron de ser herbívoros a ser
omnivoros. Incorporaron a la dieta proteínas animales primero obtenidas
por carroñeo y luego, cuando el Homo ergaster comenzó a cazar, se
incrementó la ingesta de carne. El dominio del fuego implicó también un
aumento en la variedad y calidad de alimentos consumidos. Ni hablar
cuando el Homo sapiens colonizó todos los continentes y fabricó nuevas
herramientas, la dieta de los distintos grupos da cuenta de una gran
diversidad de patrones alimentarios.
En este sentido, la revolución neolítica, que no tuvo nada de cambio
abrupto pero sí mucho de un largo proceso, fue un punto de in exión para
la dieta y para la vida en general de muchos pueblos que incorporaron
cereales y productos lácteos, sumado a la disponibilidad permanente de
carne.
También mencionamos a vuelo de pájaro toda una serie de cambios que
se dieron en los modos de vida a partir del surgimiento de la agricultura y la
ganadería, como ser: la sedentarización, el agrupamiento en aldeas, la
acumulación de excedentes, el surgimiento de desigualdades sociales que se
fueron institucionalizando, la aparición de los primeros Estados, etc.
Hasta acá llegamos en este libro, si se mira en perspectiva histórica, más
de 4 millones de años que recorrimos hasta llegar a la actualidad, la historia
de la industrialización de los alimentos resulta una innovación sumamente
reciente y si no hicimos mención a ella antes, tampoco nos pondremos a
hablar de esto ahora. Simplemente la nombramos para pararnos en la
actualidad y poder registrar el largo camino que atravesaron nuestros
antepasados. Un camino que de entrada no conducía a ninguna parte,
porque la evolución no funciona teleológicamente, no hay ningún lugar al
que llegar que estuviera predeterminado o jado de antemano, porque como
canta Serrat
“se hace camino al andar”.
ANEXO

Términos gené cos

Adaptación: es el proceso biológico por el cual los individuos, una


población o una especie se acomodan genética y feno-
típicamente al ambiente y a los cambios que en él se generan.

ADN: abreviatura de ácido desoxirribinucleico, es una macromolécula


que forma parte de todas las células. Cada molécula de ADN está compuesta
por una secuencia de nucleótidos que están formados por una base
nitrogenada (adenina, timina, citosina y guanina), un azúcar y un grupo
fosfato. Un gen está formado por una secuencia especí ca de bases
nitrogenadas.

Alelo: un alelo se de ne como cada una de las formas alternativas que


puede tener un mismo gen. Estas variantes pueden manifestarse como
modi caciones concretas de la función de ese gen, por ejemplo, el color de
ojos. Como organismos diploides que somos, para cada gen tenemos dos
alelos, uno procedente del padre y el otro de la madre. Cada par de alelos se
ubica en igual locus o lugar del cromosoma. La interacción entre ambos será
determinante en qué se manifestará en el fenotipo (ver de nición) del
individuo, que será homocigoto o heterocigoto en su genotipo. En algunos
casos hay alelos dominantes y otros recesivos.

Capacidad craneana: se trata de la medida del volumen interior del


cráneo. Se expresa en centímetros cúbicos y puede obtenerse a partir de dos
métodos diferentes: rellenar el cráneo con algún material sólido o bien por
la realización de cálculos matemáticos.

Clasi caciones: acción o efecto de ordenar o disponer por grupos. Toda


clasi cación es de por sí arbitraria, los intentos de ordenar responden a una
manera de ver el mundo en base a lo cual se clasi ca por diferentes tipos de
categorías construidas ad hoc.

Crossing over: forma parte de la meiosis. Se trata del proceso por el cual
las cromátidas de cromosomas homólogos se aparean; en ese apareamiento,
intercambian fragmentos de su ADN. El resultado de este proceso es el
intercambio de genes.

Cuello de botella: cuando una población o especie sufre una importante


reducción en el número de miembros, puede perder parte de su acervo
génico. A este fenómeno se lo denomina cuello de botella: al disminuir el
tamaño de la población la deriva génica puede tener un efecto más
pronunciado.

Deriva génica: consiste el cambio azaroso de la frecuencia de algunos


alelos que genera modi caciones en la frecuencia de genes de una
generación a otra. La deriva actúa fuertemente en poblaciones pequeñas a
partir de dos procesos diferentes: cuellos de botella y efecto fundador (ver
de niciones).

Efecto fundador: cuando una parte pequeña de una población mayor


pierde contacto con el grupo original, su acervo génico puede ser diferente
de la población de la que deriva; puede presentar modi caciones como por
ejemplo que la mayoría de alelos que originalmente eran minoritarios
aumente de frecuencia hasta convertirse en el más representado. La
consecuencia de esto es la generación de una nueva.

E cacia biológica: denominado también éxito reproductivo o tness, se


de ne como la contribución de genes que un organismo o individuo realiza
a las siguientes generaciones.
Encefalización: se trata del proceso de cambio y desarrollo evolutivo del
cerebro; hace referencia tanto a su tamaño como a su complejidad interna.

Fenotipo: es cualquier característica o rasgo observable de un organismo,


resulta de la interacción entre el genotipo, el ambiente y el ruido de
desarrollo (efectos del azar a distintas escalas del desarrollo).

Flujo génico: es uno de los mecanismos microevolutivos. Actúa cuando


hay intercambio de genes entre poblaciones que están diferenciadas
genéticamente. Esto puede producir cambios en las frecuencias del acervo
genético de la población resultante.

Frecuencias alélicas: es la proporción que se observa de un alelo


determinado en relación al conjunto de alelos que pueden ocupar un locus
determinado. Se mide a nivel poblacional, evaluando como se da la
frecuencia alélica en diferentes generaciones.

Gametos: se denomina gametos a las células sexuales originadas por


meiosis (proceso de división celular de las células sexuales). En organismos
diploides como el nuestro (que tienen en sus células información derivada
de ambos progenitores), estas células están compuestas por un solo juego de
cromosomas (denominados haploides); en la fecundación se fusionarán con
otro gameto del sexo opuesto para formar el cigoto.

Gen: es una secuencia de bases nitrogenadas o segmento de ADN que


puede ser transcrito en forma de fragmento de ARN.
La mayoría de estos segmentos determinan la secuencia de aminoácidos de
una proteína especí ca, mientras que otros conformarán formas de ARN
ribosomal, o de transferencia, que participan en la síntesis de proteínas de
un modo inespecí co. Se disponen de una manera determinada en los
cromosomas.
El conjunto de genes de una especie se denomina genoma.
Genotipo: se re ere a las secuencias especí cas de ADN en los genes que
posee un organismo. El genotipo, junto con factores ambientales y
variaciones aleatorias van a determinar las características del organismo, es
decir, su fenotipo.

Herencia de los caracteres adquiridos: re ere a los postulados de


Lamarck (1744-1829) sobre la evolución. Para él la evolución era resultado
de características adquiridas en la vida de los organismos que se transmitían
a su descendencia, sumando sus efectos a lo largo de las generaciones.

Inmutabilidad de las especies: signi ca que una especie no sufre


cambios a lo largo del tiempo. Fue la teoría jista la que sostuvo la idea de
que las especies han permanecido básicamente invariables desde la
“Creación divina”. Las especies serían, por tanto, inmutables, tal y como
fueron creadas.

Mecanismos microevolutivos: se denomina microevolución a los


cambios que se dan a pequeña escala en las frecuencias alélicas de una
población, a lo largo de unas pocas generaciones. Se conocen cuatro
mecanismos microevolutivos: selección natural, mutación, deriva génica y
ujo génico.

Meiosis: se denomina meiosis a la reproducción celular de las células


sexuales. Es un proceso de división según la cual una célula diploide pasa
por dos divisiones sucesivas, generando la producción de cuatro células
haploides.

Mutación: es un cambio en la secuencia de nucleótidos del ADN, esto es


modi caciones en la información genética que puede producir cambios en
las características de un organismo.
Nicho ecológico: se trata del hábitat compartido por varias especies.
Incluye todos los recursos que están presentes en ese ambiente. También se
re ere a cómo actúa una especie en unas condiciones medioambientales
determinadas.

Postulados de Mendel: los postulados o leyes de Mendel (1822-1884) son


el conjunto de reglas que este monje austríaco estableció sobre los
mecanismos de transmisión de las características biológicas de los padres a
sus hijos. Mendel las publicó en 1865 y murió sin que su trabajo haya sido
reconocido por la ciencia. Recién en 1900 fueron recuperadas y formaron
parte de la base del desarrollo de la genética moderna.
Se basó en una experimentación rigurosa y sistemática sobre los tipos de
cruces que se daban entre la especie Pisum sativum (guisante).
Veamos qué son las leyes de Mendel:
1° Ley: de la segregación de los caracteres. Establece que para cada
característica, un organismo hereda dos alelos, uno de cada progenitor. Esto
signi ca que en las células somáticas tenemos dos alelos, uno proviene de la
madre y otro del padre. Durante la formación de los gametos (células
sexuales, ver de nición), cada alelo de un par se separa del otro miembro,
cada gameto va a contener un solo alelo para cada gen. En el cigoto, luego de
la fecundación, se unirá con el par que proviene del otro progenitor, es decir,
un alelo materno y otro paterno se unen en el descendiente. De esta manera
se determina la constitución genética de la descendencia. Para un rasgo
determinado, cada padre recibe un alelo de su padre y otro de su madre,
solo uno de ellos será el que se trans era a sus descendientes, pero como no
sabemos cuál es, armamos una tabla que expresa los posibles resultados del
cruzamiento entre dos guisantes en el caso de los experimentos de Mendel.
Esto se representa en lo que se denomina tablero de Punnett.
Mendel obtuvo esta ley al cruzar diferentes variedades de individuos
heterocigotos (dos variantes alélicas del mismo gen: Aa, los homocigotos
tienen una sola variante y se representan como AA, la A mayúscula expresa
el gen dominante y la minúscula la recesiva), y pudo observar en sus
experimentos que obtenía muchos guisantes con características de piel
amarilla y otros (menos) con características de piel verde; con esto
comprobó que la proporción que se obtenía en los posibles descendientes
eran de 3:4 de color amarilla y 1:4 de color verde (3:1). Aa + Aa = AA, Aa,
Aa, aa.

2° Ley: de la independencia de los caracteres hereditarios. Esta ley establece


que los diferentes rasgos son heredados independientemente unos de otros y
que por consiguiente el patrón de herencia de un rasgo (siguiendo la
primera ley) no afectará al patrón de herencia de otro. Pero esta ley sólo se
cumple en aquellos genes que no están ligados entre sí, o sea, que están en
diferentes cromosomas o en regiones muy separadas del mismo cromosoma.
En este caso como hablamos de dos rasgos, cada progenitor tiene dos
características que heredó de sus padres: AALL y aall (suponiendo que uno
es homocigoto dominante y el otro homocigoto recesivo). En el
entrecruzamiento que Mendel realizó sobre razas puras (homocigotas)
aplicada a dos rasgos, resultarían los siguientes gametos: AL + al =AL, Al,
aL, al, que expresados en el tablero de Punnett sería:

Al intercambiar entre estos cuatro gametos, se obtiene la proporción


AALL, AALl, AAlL, AAll, AaLL, AaLl, AalL, Aall, aALL, aALl, aAlL, aAll,
aaLL, aaLl, aalL, aall. Como conclusión tenemos: 9 con “A” y “L” dominantes,
3 con “a” y “L”, 3 con “A” y “l” y 1 con genes recesivos “aall”.

Radiación adaptativa: se denomina radiación adaptativa al proceso


evolutivo que deriva en la generación de diversas especies a partir de una
ancestral. Suele darse cuando una especie coloniza un nuevo ambiente o
cuando se produce un cambio climático, en ambos casos el nuevo nicho
ecológico es diferente al original.
Región HAR1: hace referencia a ‘Human accelerated region 1’
o “Región humana acelerada”. Se trata de una región del genoma humano
que muestra grandes diferencias con respecto al genoma de nuestras
especies más cercanas y que está asociada a genes que participan del
desarrollo nervioso.

Reservorio génico: es el conjunto de alelos presentes en los individuos de


una población determinada.

Scala Naturae: o “escala natural”, remite a una idea muy recurrente en la


historia de la biología, principalmente en el siglo XVIII, según la cual, todos
los organismos pueden ser ordenados de manera lineal y progresiva, desde
el más simple hasta alcanzar el más complejo, que normalmente se
identi caba con el hombre.

Selección Natural: se trata de un fenómeno de la evolución que se de ne


como la reproducción diferencial de los genotipos de una población. Fue
Darwin (1809-1882) quien la propuso para explicar la evolución biológica, si
bien en su época era poco lo que se sabía acerca de los mecanismos de la
herencia. Estableció como punto de partida la necesidad de la existencia de
variabilidad en una población en la cual las condiciones de un determinado
medio ambiente favorecen o di cultan diferencialmente la reproducción de
los organismos. Aquellos favorecidos serán los que mejor se adapten a ese
medio ambiente y dejarán mayor descendencia, siendo, por ende,
seleccionados. La selección natural se mide por la e cacia biológica (ver
de nición). A partir de los aportes de la Teoría Sintética de la Evolución a
principios del siglo XX
(la integración de la teoría de la evolución darwiniana, la sistemática, la
botánica y la paleontología), se pudieron conocer los mecanismos de
transmisión de la herencia biológica.

Sistema binomial: se trata de la forma por la cual se clasi can y


denominan las diferentes especies de organismos, tanto vivos como extintos.
Esta denominación se conforma por la combinación
de dos palabras, una para el género y otra para la especie. La clasi cación
binomial es el nombre cientí co que facilita la identi cación de una especie
y su ordenamiento en el sistema clasi catorio mayor.

SNPs (SIngle nucleotide polimorphisms): se trata de cambios en las


secuencias de unos pocos nucleótidos, o de inserciones y deleciones de pares
de bases. Estas variaciones tienen que darse en por lo menos un 1% de la
población para ser considerada como un SNP, sino se considera una
mutación puntual. Estas variaciones en la secuencia del ADN pueden afectar
a la respuesta de los individuos frente a bacterias, virus y también productos
químicos.

Teorías de la herencia: hubo a lo largo de la historia diversas teorías para


explicar la herencia biológica. De esto hay registro desde las ideas de
Aristóteles referido a que siendo que la procreación era consecuencia del
acto sexual, el semen era el vehículo de la herencia.

Variabilidad genética: hace referencia a la variación que hay en el


material genético de una población. Se dice que para que la selección natural
pueda actuar sobre un carácter determinado, debe haber una base sobre la
que seleccionar, es decir, diversos alelos para los genes que participan en la
expresión de ese carácter.
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