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Padres - Evaluación Infantil
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Padres - Evaluación Infantil
LOS PADRES EN LA
EVALUACION
PSICOLOGICA
INFANTIL
2020
Facultad de Psicología
1
ÍNDICE
RESUMEN………………………………………………………………………………….…………3
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………..……....4
REFLEXIONES FINALES……………………………………………………...………………….28
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS…………………………………………….…………..…...30
2
RESUMEN
Para esto se realizará un breve recorrido histórico sobre las diferentes concepciones de
la infancia hasta la actualidad. Teniendo en cuenta que el aparato psíquico del niño está en
construcción, se señalará la importancia de las figuras parentales en dicha función
estructurante.
A su vez, se plantearán las diferentes formas en que los padres pueden llegar a la
consulta, teniendo en cuenta que la decisión de consultar no es propia del niño, sino que la
realizan los padres cuando advierten que algo del vínculo con el niño no entienden y les
genera malestar. Para ello, se trabajarán aspectos tales como el discurso parental, el
desarrollo de la transferencia y diferentes expectativas que los padres pueden adoptar
respecto a la evaluación psicológica del niño.
Abordar este tema permitirá pensar el lugar de los padres en la clínica infantil. En esta
línea la escucha analítica del psicólogo apunta a propiciar un acercamiento con los padres
buscando facilitar la creación de condiciones nuevas para generar cambios en la
subjetividad del infante, diferenciado de lo repetido. Y al mismo tiempo propiciar la
generación de una alianza terapéutica con los padres que contribuya a resolver el
sufrimiento del niño.
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INTRODUCCIÓN
El trabajo con los padres implica hacer conscientes las determinaciones inconscientes
con el fin de posibilitar un vínculo diferente con su hijo. En este sentido, la transferencia
parental pensada en sentido de lo múltiple es fundamental para poder realizar
intervenciones adecuadas tanto con los padres como con el niño en pos de comprender y
aliviar el sufrimiento del niño.
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CAPÍTULO 1: LOS NIÑOS
Cabe destacar que los niños no siempre han ocupado el mismo lugar. Durante largos
periodos de la historia no fueron reconocidos y fueron víctimas de violencia, maltrato y
diferentes formas de rechazo, negligencia y desatención ante sus necesidades afectivas.
5
Dolto (citado por Guerra, 2000) plantea que durante el siglo XV y aún en el XVI el niño
disfrazado de adulto era una constante en la pintura. Los niños aparecían con ropas y
gestos de adultos o ancianos.
A partir de los siglos XV a XVII, surge el papel de infancia provocando uno de los
cambios más profundos de la sociedad occidental. La infancia deja de ocupar un lugar como
residuo de la vida comunitaria y desinteresado del mundo de los adultos. En el
Renacimiento, la Iglesia comenzó a dar lugar al reconocimiento del niño, alentando la
lactancia materna como un elemento importante para su sobrevivencia y la relación afectiva
entre madre e hijo. (Satriano, 2008, p.2).
Freud (citado por Levin, 1995) destacó el lugar de la niñez y la correspondencia de ésta
con la vida adulta. Reconoció una sexualidad específica para esta, un papel para el
narcisismo y la sentimentalidad de la vida futura. Por lo cual a partir de la infancia se da el
acceso a una estructuración de la vida psíquica que sería constitutiva y duraría a lo largo de
toda la vida del sujeto. (p. 619).
Este organismo es marcado por vivencias de satisfacción que dejan huellas, rastros que
de ahí en adelante movilizan el aparato psíquico. El cuerpo va siendo erotizado, se abren
caminos, zonas de placer. Las zonas erógenas funcionan en forma independiente una de
otras, el cuidado de la madre, las caricias motorizan y dejan huellas en estos primeros
movimientos psíquicos. (Janin, 2013, p.2).
Siguiendo el concepto de Janin (2013), esas huellas, rastros que quedan por la vivencia
de satisfacción, dejan inscripciones en el aparato psíquico del niño que van forjando
caminos. (p. 5).
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Como vemos la figura del niño tal como se concibe en la actualidad responde a procesos
y construcciones históricas de muchos siglos atrás. Según sostiene Ariès (citado por
Guerra, 2000) esto se debió principalmente a la escolarización sucesiva de la educación.
(“Aspectos históricos”, párr.10). La escuela y la familia como instituciones sociales paralelas
en la construcción del niño, pero que están entrelazadas por las relaciones que mantienen
entre sí.
Rojas (2005) se refiere al niño actual, como niño ”especial” ya que aparece a menudo
como tempranamente independiente, con poca necesidad de guía, de límites y orientación
de los padres, un niño casi autoabastecido. (pp. 44-45).
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Hoy, los niños acceden precozmente a medios digitales y tecnológicos que antes les
eran vedados. Narodowski (citado por Fabris et al., 2011) refiere a la infancia actual como
“crisis de la infancia moderna” donde indica que se está frente a la ruptura de sentimientos
que a lo largo de la Modernidad se le fue atribuyendo a los niños. Para mostrar este “declive
de la infancia moderna”, Narodowski (citado por Fabris et al., 2011) define dos infancias; la
“infancia hiperrealizada” y la “infancia desrealizada”.
Y por otro lado, la infancia desrealizada, que sería aquella infancia independiente,
autónoma, a la cual no se otorga protección ni pasión. Se trata de una infancia de las calles,
abandonada, que trabaja desde muy tempranamente. Fabris et al., (2011) entienden que
dichos conceptos se “encuentran en sobreposición”, implicadas una en la otra y aportan a
esta nueva configuración de la infancia un concepto sobre la cultura y los modos de
producción de los sujetos en la actualidad; el consumo. (p. 92).
Como señala Lora (2003) “un niño objeto atrapado cada vez más temprano en las redes
de consumo del mercado y anulado en su verdad subjetiva” (párr. 7).
Según Fernandez Blanco (2007), se está frente a una nueva categoría de infancia, que
es la infancia hipermoderna. Los hijos como bien escaso, son considerados en la familia,
valorados y el vínculo padre-hijo se organiza en función de las necesidades de los niños.
Pero sin embargo en esta sociedad hipermoderna, los padres tienen menos autoridad y
tienen dificultades para cumplir su rol como tales. La autoridad se encuentra quebrada por
la no diferencia entre el niño y el adulto. En esta situación, es que los padres se sienten
desconcertados y no saben cómo educar a sus hijos y recurren a profesionales. (p. 49).
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Esta posmodernidad tiene características propias que permean el discurso del que
devienen y en el que se inscriben los niños. Hoy, no se tienen grandes figuras ideales,
aparecen muchos ídolos efímeros y lo que importa es la imagen de los líderes y no sus
ideas. En una sociedad de consumo, no es la elección de consumir o no sino el consumir
como acción que da poder. Una sociedad con más medios de comunicación pero a su vez
menos comunicados. (Vergara, 2011, p. 3).
Hoy existe una caída y ausencia de referentes, lo cual lleva a la presencia de una
multitud de síntomas que son leídos como trastornos. Esta ausencia de referentes, falta de
autoridad de los padres conlleva a pensar en la existencia del síntoma en el niño, síntoma
que indica un sufrimiento subjetivo producto de la tensión psíquica. Afirmando un entramado
de los efectos de la posmodernidad, lo cual abre una serie de preguntas en torno al
quehacer familiar y escolar. Donde se debe tener en cuenta que el niño, “está sujeto a la
historia, al lenguaje y al referente que de Otro, ha construido” (Vergara, 2011, pp. 4-5).
Según señala Rojas (2005), en este contexto, los padres suelen proyectar en los hijos
sus propias aspiraciones idealizadas y se dan de tal modo en algunos casos formas
peculiares de desatención y abandono, lo que lleva a tomar prácticas de autonomía antes
de tiempo. (p.45).
Entonces, con estos cambios, con estas condiciones nuevas en las que los niños se
insertan hoy, una sociedad posmoderna, la búsqueda de “soluciones” por parte de los
padres para con sus hijos, se intensifica de algún modo. Soluciones que buscan de un
tercero -el analista- que les indique que debe de hacer como padre o madre para criar o
educar a su hijo.
Por lo tanto, la intervención clínica debe orientarse a darle un lugar simbólico al niño. Tal
estrategia permite no culpabilizar a los padres de las consecuencias en sus hijos, sino
ubicarlos en su función. (Satriano, 2008, p. 5).
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1.3 El niño y la familia, una mirada histórica.
A estos cambios que se han producido en relación al lugar de la infancia, y a cómo fue
transformándose la mirada sobre el niño, también se ha acompañado de cambios en
relación a los distintos roles que la familia ha ido adoptando en la vida del niño.
En los siglos XVI y XVII la familia asume una función moral y espiritual, y será quien
forme los cuerpos y las almas. Ya en el siglo XVIII, la familia se reorganizaba en torno al
niño y creaba entre ella y la sociedad un muro, el de la vida privada. La familia y la escuela
sacaron al niño del lugar de los adultos. La escuela se configuró como un régimen
disciplinario para los niños, donde la infancia quedó encerrada. El pedido de la familia, de la
Iglesia y de los moralistas privaron a los niños de la libertad que gozaban entre los adultos.
(Ariès, s.f, “Conclusión General”, párr. 7). En la familia está establecido el cuidado de los
niños y la necesidad de su presencia.
En esta época, la familia moderna sacó de la vida común a los niños y también eliminó
gran parte de la dedicación y de las preocupaciones de los adultos. La familia se reúne por
sus sentimientos, sus costumbres y la clase de vida que tienen, lo cual corresponde a una
necesidad de intimidad e identidad. (Ariès, s.f).
En esta misma línea, Jaramillo (2007) plantea que la familia es el primer agente
socializador de los niños a través del cual se los introduce en las relaciones personales e
íntimas, donde tienen sus primeras vivencias y experiencias, como la de ser tratados como
sujetos distintos. (p. 116).
La familia es donde el niño aprende a relacionarse con otros, de acuerdo a esto Queirolo
(2017) estar en familia implica pertenecer a un conjunto vincular que exige tratar con otros
semejantes que son diferentes, donde la familia opera como un dispositivo intermediario
entre el sujeto y la cultura como transmisora de “cadenas transgeneracionales” (p.95).
Estos cambios, para Lora (2003) delatan una crisis de la familia como institución, donde
hoy existen nuevos escenarios familiares, aumento de divorcios, reducción de la familia,
fecundaciones asistidas, y la integración de la mujer al trabajo, refleja una crisis social. Hoy,
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la familia es evaluada en función al desarrollo de la vida exitosa de un sujeto. Donde existen
aspiraciones como el bienestar económico y social que requieren un aprendizaje que a
veces las familias no pueden suplir y por ende surgen instituciones que ocupan ese lugar
familiar.
Esta infancia de exigencias pedagógicas (por ejemplo doble escolaridad), sociales, está
presentado en un cambio en el contexto familiar actual o de familia ideal, como indica Lora
(2003) esto trae aparejado una crisis de base estructural que se observa en separaciones,
abandonos, violencia, niños en las calles, fracasos escolares, etc. (párr. 6).
En relación al niño y su familia Rojas (1999) señala que el psiquismo infantil opera en la
transcripción de lo recibido y que permite pensar la formación de una “organización
fantasmática” única pero conectada, ligada a lo que conforma el discurso familiar. Es a partir
de estas seguridades iniciales que brinda la pertenencia familiar en que el niño hará propio
lo que recibió en ese discurso de origen.
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CAPÍTULO 2: LOS PADRES
Los padres han tenido un lugar desde que Freud (citado por Flesler, 2007) los colocará
en el origen de la neurosis, por lo que les otorgó un lugar de influencia en la constitución de
la estructura del sujeto. (p.44).
Los padres están atravesados por un ideal e imaginario social que define funciones,
expectativas e ilusiones en la conformación de “su majestad el bebe” (Guerra, 2000). Este
imaginario social que genera sentidos y actitudes específicas en su “ser padres”.
Para Rojas (1999) el lugar de los padres es un campo vincular integrado por los padres,
los hijos y otros integrantes del conjunto familiar (pp. 129-130).
Es así que a los padres, se les adjudica un lugar de saber, ellos son portadores de un
misterio que a su vez transfieren al analista. En el encuentro con ellos hay una “reedición”
de los primeros vínculos. (Sigal de Rosenberg, 1998).
En este sentido, Gómez (2006) señala que la relación entre los padres y el terapeuta, es
necesaria, compleja e inevitable, dado que no se puede eludir a los mismos porque ellos
son responsables del niño y algunas veces tienen posturas diferentes u opuestas tanto
frente al tratamiento como al motivo de consulta. En caso de padres separados y
enfrentados la situación se complejiza más, en estas situaciones, es conveniente reunirse
con ambos padres, si esto no fuera posible, intentar hacerlo con cada uno de forma
individual. (p.110).
Como ya se dijo, los padres son estructuradores del psiquismo del niño y en ese aspecto
se hace necesario “pensar al psiquismo como irrupción de otros e inmerso en una cultura”
(Janin, 2016, p. 22).
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Por esta incidencia de un Otro que la relación entre padres e hijos es valiosa para la
estructuración de la personalidad del niño. (Gómez, 2006, p.104).
Los padres son los primeros que tocan, besan, abrazan, acunan, son los primeros
erotizadores del niño, pero también son los primeros que abandonan, frustran o prohíben.
Por lo que los mismos, son el primer espejo de lo que el niño es y de lo que querrían que
fuese para ellos. El niño se ve en ellos, en lo que fueron, en lo que son, en lo que
desearían, y es así que se constituye marcado por otros una historia propia. (Janin, 2005,
pp. 15-16).
En relación a esto, Queirolo (2017) indica que los padres cumplen un rol central,
favoreciendo la instauración de un apoyo y sostén de las funciones preconscientes de los
niños. (p. 99). Por lo que en esta etapa de la infancia el lugar y participación de los padres
es decisiva.
Para Rojas (2005) el lazo parental es vital ya que forma anclajes al comienzo de la vida
del niño que constituyen puntos de referencia para un psiquismo en constitución, donde
favorezca el acceso a los vínculos creativos que enfaticen la simetría y mutualidad. (p.44).
Por otra parte, Winnicott (citado por Kahane, 2017) señaló la necesidad de contar con
padres confiables y sensibles y que depositen su confianza en el terapeuta facilitando así la
tarea del psicoanalista. (p. 60).
Desde sus inicios, el Psicoanálisis trato al niño como síntoma de sus padres, por lo tanto
en la consulta psicológica es importante tener en cuenta el discurso familiar, la escucha
tanto a los padres como a los niños, ya que nos permitirá conocer la dinámica familiar a
través de las entrevistas y a su vez, los padres nos relataran lo que le sucede al niño y a
ellos mismos. (Kahane, 2017).
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Al trabajar con los padres surgen resistencias, las cuales son comprensibles. Los padres
pueden llegar a desconfiar de lo que se le pueda decir, pueden sentir angustia porque no
entienden lo que le sucede a su hijo, un sentimiento de haber fallado en su rol como padres,
esa herida narcisista que les provoca la necesidad de pedir ayuda. Esto plantea un desafío
que se trata de darle espacio y tiempo a los padres, superar las resistencias logrando
formar un equipo. Por lo que es fundamental poder formar una alianza con los padres
porque de ella dependerá la posibilidad de hacer un proceso terapéutico con el hijo. Esta
alianza se trabaja en las entrevistas iniciales, partiendo de la escucha de la demanda, y
escuchando tanto al niño como a los padres, facilitando la reformulación de la demanda
inicial. (Kahane, 2017, p.58).
Por lo que la relación con los padres es fundamental e imprescindible. (Gómez, 2006, p.
103).
Podemos decir que los hijos parten del deseo de los padres, estos últimos depositan en
el niño diferentes emociones, sentimientos que les son propios.
En relación al deseo de los padres, Lacan (citado por Flesler, 2007) recolocó por la vía
de la escritura tanto el sitio real que les corresponde en la producción de la estructura como
la importancia que para un sujeto reviste el hecho de haber sido deseado por los padres.(p.
45).
Surgen variantes, de este deseo hacia un hijo, que difieren según se trate de la madre o
del padre. En la madre el deseo de tener un hijo no surge sólo de una falta que promueve el
deseo de tenerlo, sino que es de una ilusión de obtener a ese hijo. Es por eso que Flesler
(2007) dice: “Ella anticipará para él un lugar anudado, preexistente y necesario para el
hecho mismo de engendrarlo. Tal operación de anticipación impulsará el recubrimiento
narcisista de su cuerpo y la llevará también a buscarle un nombre” (p. 46).
Antes de nacer, el hijo tiene un lugar, tanto en la familia como en los padres. En la madre
el deseo de tenerlo antes de tenerlo. Y es así, que Rojas y Lora (2008) indican que el niño
tiene su lugar, un lugar en los fantasmas de los padres, en lo que imaginan, en sus sueños,
en los proyectos que hacen en torno a su llegada. (p. 238).
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Lo han instalado en su subjetividad como objeto de deseo, se trata del deseo de ese
Otro primordial, el bebé tiene la posibilidad de ser gracias al deseo del Otro y éste está
enlazado a la trama imaginaria del inconsciente materno. (Rojas y Lora, 2008, p. 236).
En relación al padre, Lacan (citado por Flesler, 2007) propuso fijar una especificidad
nombrada como función nominante de padre. Un sujeto es padre por ser nombrado como
tal, solo con el hecho de nombrar al hijo como hijo, hace que su deseo pierda el anonimato
e introduce con ello al niño en la identificación y direcciona la prohibición del incesto.
(Flesler, 2007, p.49).
El trabajo con padres ha evolucionado, cabe recordar que la primera vez que Freud
(citado por Aznar, 2009) interviene con un niño es en el caso de Juanito para tratar la fobia y
utilizó al padre del niño como intermediario. (p. 292).
Podemos decir que es importante incluirlos, ya que como indica Gómez (2006) los
padres son los que informan sobre el niño, sobre su contexto y sobre esto el analista realiza
ideas de como es el niño, sobre la organización de su personalidad. Luego de esto, una vez
iniciado el trabajo con el niño, este pasa a ser el informante principal y los padres cambian
de lugar. (p.109).
Para Gómez (2006) cuando los padres se presentan en la consulta, con su actitud y el
motivo de consulta planteado, se puede reflejar su intencionalidad de ayudar al niño, a nivel
consciente. A su vez se podrá saber cómo es actualmente el ambiente emocional que
predomina en las relaciones familiares. Accediendo al panorama que presentan los padres
de lo que ha sido la relación con el niño. (p.110).
Sigal (2001) señala la inclusión de los padres como parte del tratamiento del niño, como
una forma de flexibilizar la represión y facilitar la creación de nuevas condiciones de
subjetividad. (p. 161).
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Favre (2005) afirma acerca de la importancia del tiempo de las entrevistas preliminares
(con el niño, con los padres), ya que este tiempo permitirá ubicar a qué responde el
sufrimiento del niño. Y por lo tanto resulta crucial la escucha analítica al discurso parental en
tanto ese niño es hijo y ocupa un lugar en la trama inconsciente de los padres. (p. 33). Sin
perder de vista de que el niño vive con sus padres, ellos son responsables del niño, y éste
hace un engranaje familiar que es necesario conocer. (Mesa de Uribe, 2012, p. 72).
Asimismo, es a través del vínculo con los padres y de la información que se obtiene de
ellos, junto a la información que se recibe del niño que posibilita encontrar un sentido a lo
que le sucede. (Gómez, 2006, p. 112).
Por lo que al incluirlos, como refiere Sigal de Rosenberg (1998) facilita el movimiento en
donde los mensajes “enigmáticos” se transformen en nuevos para así generar cambios de
los padres al niño y del niño a los padres. (“¿Entonces por que los padres?, párr. 4).
A través del trabajo con los padres que se abren nuevos caminos, donde se posibilita
cambios, en el desprendimiento de fijaciones pulsionales, la modificación de la constitución
narcisista de los padres, la inhibición de la repetición, logrando darle otro significado al
comportamiento y accionar de su hijo. (Janin, 2012, p. 52).
Cambios que generan que los padres con su palabra permiten al niño encontrar puntos
nuevos de anclaje, disparadores de asociaciones, generando a su vez una nueva versión de
sus propias historias.
Por lo tanto, es importante incluir a los padres en el trabajo con niños. El objetivo de
incluirlos es generar una alianza con los padres que procure tener su apoyo en pos de
ayudar a solucionar los conflictos del niño. Ya que de esta alianza dependerá la continuidad
del proceso.
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CAPÍTULO 3: CONSULTA, POSICIONAMIENTO, DEMANDA Y EXPECTATIVAS DE LOS
PADRES.
El niño siempre es traído por otros a la consulta y puede venir en forma espontánea o
derivado por otros. En este sentido podríamos preguntarnos ¿qué lleva a los padres a
consultar?.
Primero, decir que la consulta de los padres por su hijo sugiere un pedido de ayuda.
Mannoni (1979) expresa: “el psicoanalista es aquel a quien uno se dirige después de los
fracasos, de los sinsabores, de las ilusiones perdidas, aquel en quien uno quiere confiar
pero al que también se desea utilizar para atizar querellas personales” (p. 41).
Muchas veces los padres llegan a la consulta con el analista como última opción, Si
consultan es porque algo les incomoda. En este sentido Lora (2003) señala que el niño es
traído al análisis por un adulto cuando “su respuesta conmociona el mundo fantasmático de
los padres” e interroga el lugar que ocupa el niño en la economía del goce de la estructura
familiar. (párr. 20). Entonces, el adulto es quien realiza la consulta porque hay algo que le
genera alguna interrogante, repercusión, algo que en ocasiones incómoda. E interpretan
que el hecho de solicitar ayuda es un indicador de que algo no está bien. (Gómez, 2006,
107).
Cuando los padres consultan es porque algo buscan, algo los trae y necesitan saber. El
síntoma del hijo ha levantado una inquietud de saber que sucede, descifrar el enigma. En
estos casos los padres consultan, preguntan y buscan saber. (Flesler, 2007). Este deseo de
saber en torno a un enigma dará lugar a entrevistas preliminares, y es en estas entrevistas
donde se situará cual es la demanda y de quien. (Favre, 2005, p. 33).
Pero no todos los padres consultan. Pueden llegar a vernos sin consultar. En este caso,
no consultan pero demandan. El niño ha herido la imagen del narcisismo paterno, o bien
molesta por su falta de ajuste a lo esperado de él. En estos casos, los padres esperan que
se les brinde la respuesta deseada por ellos, que el niño se acomode a la demanda que
recae sobre él. Siguiendo a Flesler (2007) cuando los progenitores realizan la consulta,
quieren una respuesta que se adecue a lo que esperan, por ejemplo esperan que su hijo se
cure, ya que ellos entienden que un hijo sano no les debería ocasionar problemas a sus
padres, sino que por el contrario les debe traer alegrías. Los padres reclaman una
respuesta acorde a la demanda y en este caso que son ellos que consultan, no hay
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búsqueda de saber. Solo buscan una respuesta a lo inmediato, al motivo que los llevó
consultar pero no conocen el por qué, no preguntan. También están los padres que llegan
enviados por otros. En este caso la situación es más compleja dado que ellos no consultan,
no demandan, y en ocasiones están irritados porque ellos no hubieran consultado a un
terapeuta, y si lo hacen es porque algo los llevó hacia allí, por ejemplo un tercero. Esta
terceridad corresponde a otra persona que ha visibilizado “algo” que no causa ningún
malestar en los padres. En este caso son otros quienes ven lo que no ven los padres, son
otros quienes detectan lo ignorado, lo silenciado en ellos, y que genera bullicio en otros
ambientes, como ser la escuela, en la calle, en la consulta médica. En este caso, donde los
padres ven que un tercero se ha entrometido en este vínculo padres-hijos, cuando
consultan, llegan enfadados porque alguien interrumpió el bienestar o placer que ellos
tenían y no les molestaba. (pp.143-144).
Padres que como señala Janin (2012) tienden a sostener la negación a lo que sucede,
desmienten. Y por ende la aceptación de esta indicación de consulta por su hijo se convierte
en algo insostenible para ellos. (p. 51).
Cuando los padres realizan la consulta hablan por el niño, desde su posición subjetiva
revelaran qué lugar ocupa el niño en el deseo de los padres. (Kahane, 2017, p.61). Y esto
se verá en el discurso que realizarán.
Nos encontramos frente a un discurso-tanto cuando se trata de los padres como del
hijo- al que cabe calificar como alienado, en el sentido etimológico de la palabra- al
que cabe calificar como mentiroso, como se puede sentir la tentación de decir- ya
que no se trata del discurso de sujeto, sino de los otros, o de la opinión. (p. 123).
Un discurso transmitido por los padres, que hablan por el niño, pero a su vez hablan de
ellos. Y como señala Kahansky, Rodriguez y Silver (2005), en las entrevistas con los
padres, se ve un discurso que en ocasiones produce confusiones, como si fuera solo
racional. Pero en paralelo, se despliegan historias que van produciendo cambios con el
mismo hablar, reorganizaciones psíquicas en los padres. (p.52).
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Esto provoca un replanteo en los padres, un retroceder y rememorar que es lo que
hicieron o cómo actuaron para con el niño ya que muchas veces se sienten culpables. Es a
través de los relatos realizados por y a través de los padres, su significancia, ver el lugar
que le han otorgado a su hijo, por lo tanto se podría decir que la finalidad terapéutica va
dirigida a la función como padres.
En relación al relato de los padres, Mannoni (1979) indica que más allá del objeto que
traen, el analista debe de esclarecer el sentido del sufrimiento del niño, en la historia de los
dos padres. (p. 128).
Es a través de ellos, su relato, su historia, que se develará el sufrimiento del propio hijo.
Si bien son los padres que consultan también son ellos quienes deciden finalizar el análisis.
En relación a esto Janin (2016) plantea que los padres suelen ser los que ponen fin al
análisis, señalando diferentes cuestiones, por ejemplo que disminuyeron los síntomas o que
ya no los tiene, o que no puede seguir con el tratamiento. Esto muestra la necesidad de
trabajar con ellos para poder elaborar las cuestiones planteadas. (p. 22).
Y es por eso, que es necesario incluir a los padres en la consulta psicológica, cuando se
consulta por un niño.
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pareja, y esto incide en el tratamiento de acuerdo a la relación que tenga el niño con el
padre que es afectado. (p. 111).
Sin embargo, si bien pueden darse las situaciones anteriormente nombradas, también
hay padres respetuosos, que colaboran con el tratamiento de su hijo en pos de ayudarlo.
Del posicionamiento de los padres frente al tratamiento del niño dependerá la posibilidad
del terapeuta de establecer una posible alianza a favor de dicho tratamiento, por lo que será
fundamental no quedar atrapado en competencias, rivalidades o en alianzas con los padres
que obstaculicen la relación con el niño. Por esto es necesario e imprescindible abrir
espacios para poder pensar con ellos, en lo que está ocurriendo y de esta manera manejar
la doble transferencia en beneficio del proceso y no en contra de él. (Gómez, 2006, p. 112).
Por lo que serán importantes las entrevistas preliminares porque van a servir de insumo
para conocer la demanda y diferenciar lo que es del niño y lo que es de los padres. Esta
noción de “entrevistas preliminares”, es introducida por Lacan (citado por Mesa de Uribe,
2012) y es definida como el tiempo sin el cual no hay acceso posible en el dispositivo
analítico.
Sin embargo, Freud (citado por Mesa de Uribe, 2012) llama a dichas entrevistas como
“tratamiento de ensayo” que tenía como meta hacer una indagación, con el fin de tener
una idea del caso y decidir si era apropiado hacer psicoanálisis o no. (p. 69).
Para conocer la demanda, son necesarias estas primeras entrevistas que por lo general
son con los padres. Como indica Mesa de Uribe (2012), con ellas se busca especificar si el
sujeto que consulta presenta un síntoma que implique un sufrimiento. Esto es importante
dado que muchas veces el sujeto plantea una queja que no es una demanda o presentar
demandas que no sea una demanda de análisis. La demanda que hacen los padres, a
20
veces, es posible que no sea la misma demanda que la del niño. En estos casos puede
suceder que la demanda que presentan los padres sea producto de su propio deseo. En
ocasiones los padres plantean problemas o pedidos que luego no coinciden con los del
niño. (pp.70-71).
En este sentido, Sigal de Rosenberg (1998) señala que muchas veces no es el niño
quien demanda análisis, porque el interés está en el adulto que solicita ayuda para que se
realicen o logren cambios en la conducta del niño, en los aspectos que les resulta
indeseables a ellos y no necesariamente esto responde al deseo del niño.
Por lo que conocer cuál podría ser el deseo de los padres en relación a la demanda de
atención ya que al originarse la consulta, la demanda del adulto puede no coincidir con la
demanda del niño.
Cuando los padres realizan la consulta por el niño, genera expectativas en ellos. Primero
es importante conocer cuál puede ser el deseo de los padres en relación a la demanda de
atención y la demanda del niño (Rivera Nogales, 2011, p. 108). Esto se plantea en las
primeras entrevista con los padres, donde se conoce el motivo de consulta, la demanda y
expectativas de los mismos.
Expectativas, son lo que los padres esperan sobre la consulta realizada inicialmente,
expectativas ante qué tipo de ayuda necesitan y que es lo que esperan de la misma.
En relación a las expectativas, si bien se plantean más de una, Bruno (2014) señala que
para ciertos padres las mismas se centran en la ayuda que esperan para su hijo, por
ejemplo saber que siente, como apoyarlo pero también esperan la modificación en lo
sintomático, y que se revierta la conducta. Otro tema importante es cuando los padres se
ven cuestionados en su función como tales por no entender qué es lo que le pasa, ni saber
cómo actuar ante las conductas de su hijo. Las expectativas tienen que ver con la idea que
tienen los padres del problema, todo dependerá si consideran que son ellos que necesitan
ayuda o se enfocan en la dificultad de su hijo, o si solo si solo responden a la instrucción de
un tercero. (pp. 91-92).
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Las expectativas que plantean los padres frente a una evaluación pueden ser variadas y
varias a la vez, por lo general, de acuerdo al motivo de consulta, plantean que necesitan
ayuda ya que no saben lo que le sucede a su hijo. Muchas veces necesitan ser orientados
en su función como padres.
La transferencia en niños, fue por muchos años cuestionada, pero hoy se conoce que la
misma es fundamental para el proceso terapéutico.
La palabra transferencia:
Por su parte, Peusner (2006) propone que la transferencia en la clínica con niños no se
puede leer como una relación de una persona con otra persona, sino que son posiciones
enunciativas las que se deben articular en forma dialéctica. (pp. 183-184).
La transferencia es la introducción del Otro lo cual permite llegar al síntoma, por la vía
del Otro y mediante la transferencia se puede interpretar. En la clínica con niños, a través
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de la transferencia se puede interpretar un lenguaje que es combinado, porque puede estar
compuesto por palabras, por dibujos, juegos, modelados, situaciones, textos varios de
diversos autores. (Peusner, 2006, pp. 170-171).
El análisis de los niños siempre comienza con la transferencia que los padres establecen
con el analista. (Sigal, 2001, p. 155). Y es la transferencia una cuestión fundamental para el
psicoanálisis infantil, donde el objeto de la misma son los padres. (Flesler, 2007).
Esta cumple otro rol en el análisis de un niño dado que los padres reales siguen
presentes, esto referido a que siguen presentes pero “como padres del fantasma.” La
presencia de los padres en la infancia es fundamental, es de estructura. (Flesler, 2007, p.
137).
Por lo que resulta fundamental que el analista establezca las condiciones necesarias
para que se produzca la transferencia de los padres con él que posibilite el desarrollo de la
intervención con el niño, sin ser interrumpida. (Mesa de Uribe, 2012, p.72).
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En el ámbito analítico los mensajes secretos o misteriosos se ponen en circulación,
posibilitando el trabajo con el inconsciente. Trabajar con padres como forma de incluir los
“restos transferenciales” que podrían propiciar la interrupción de una consulta o tratamiento
psicológico. Para esto, es necesario intervenir junto a los padres y la forma de hacerlo es
aclarando, entendiendo elementos inconscientes de ellos mismos para facilitar la
continuidad en el proceso terapéutico, porque son ellos los que hacen el síntoma que actúa
en la transferencia. (Sigal de Rosenberg, 1998).
En relación a esto, en el momento de la consulta, previos al inicio del trabajo con el hijo,
Kahansky et al. (2005) señalan que los padres se sienten escuchados y se da lugar a la
formación de un vínculo con el analista por lo tanto pueden conectarse con lo que les pasa,
con el dolor que sienten. De esta manera podrán escuchar y se irá entramando la
transferencia que los llevará a lo vivido a lo largo de la historia de cada uno de ellos. (p. 54).
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Es por eso que desde el lugar transferencial es por donde se puede intentar pensar
vínculos nuevos o creativos, que se diferencien de lo repetido hasta el momento de la
consulta. (Kahansky et al. 2005).
La teoría Lacaniana (citado por Favre, 2005) ubica al niño como objeto " a" en relación al
fantasma de la madre. Esa letra referida a objeto- causa. Esto significa que cuando los
padres consultan por su hijo, algo de la estructura se mueve, estructura que pone de
manifiesto el lugar que ocupa el niño en el fantasma materno. (Favre, 2005, p. 34). Por lo
que reconstruir una nueva imagen del niño lejos de sus fantasmas puede ser clave.
Siguiendo a Favre (2005) los padres transfieren en el lugar del niño, y es función del
analista del niño ser soporte en la transferencia de "eso" que ha quedado sin resolver en los
padres. Por lo general lo que los padres traen como síntoma a la consulta no aparece así en
el discurso del niño cuando pueden formular una demanda. El análisis comienza con la
formulación de una demanda, algo que lleva a los padres a consultar, algo que tiene que ver
con el deseo de estos y que se da a través de la palabra.
En esta misma línea, cuando los padres realizan la consulta, en ocasiones no le explican
al niño a dónde y para qué lo llevan, lo cual genera confusiones y miedos en el niño que
perjudica una comunicación favorable, y esto puede ser analizado a través de lo que le han
dicho al niño para ser llevado a la consulta. (Ferreira, 2000, p.157)
Es por esto que es muy importante informar al niño de porqué y para qué está siendo
evaluado, explicándole acorde a su edad y desarrollo.
El trabajo psicológico con niños tiene su complejidad, ya que presenta desafíos y surgen
nuevas preguntas en el quehacer del psicólogo. Uno de estos es el de las intervenciones
del analista y las metas clínicas.
Para Janin (2012) la especificidad del psicoanálisis infantil reside en dos factores, uno de
ellos es la inclusión de los padres en el análisis del niño, lo que conlleva la intervención con
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ellos y otro es el que las intervenciones con el niño pueden ser estructurantes, en el sentido
de que pueden ayudar a la transformación estructurante.
La escucha debe ser desprejuiciada. No es sólo que nos posicionamos como no-
jueces, sino que efectivamente nos ubicamos como aquellos que están dispuestos a
escuchar sin emitir juicios de valor, sin suponernos poseedores de un saber sobre el
modo en que “se debe” criar a un niño. (p. 20).
Posicionarse como psicólogo con los padres implica escuchar todo un discurso sin
disponer beneficios por adelantado, se debe intentar conocer la historia infantil
remitiéndolos a sus propias vivencias, pensamientos y afectos.
Flesler (2011) por su parte, señala que el analista debe colocar el objeto al que se dirige
y apuntar al acto analítico. Y se refiere a que el sujeto es sujeto de la estructura “Real,
Simbólico e Imaginario anudados” (p. 31). Este encuentro con el lazo o nudo produce
resistencias al bienestar alcanzado por el punto de vista imaginario. (Flesler, 2011).
El analista del niño propone un dispositivo sometido a las reglas analíticas y a la vez
demarcado en su productividad por los roles que cada uno de los participantes detenta, en
tanto “padre”, “madre”, “analista del hijo/a”. (Rojas, 2005, p.42).
Las intervenciones que realiza el analista no son directivas, su tarea radica en impulsar
el desarrollo de estrategias y recursos en el niño para así poder modificar lo que le sucede.
(Gómez, 2006, p. 110).
Según señala Janin (2012) para lograr las transformaciones se tendrá que trabajar las
capacidades creativas en los padres y en el niño.
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El lugar dado al analista del niño por parte de los padres permite pensar el lugar que se
le ha otorgado al niño y el espacio psíquico que él ocupa. Como ya se ha dicho, a veces los
padres llegan a la consulta inseguros, o luego de haber consultado, es por eso que el
analista del hijo puede brindarles un espacio de contención que les posibilite reconocerse
como padres, con sus dudas y contradicciones.
En relación al trabajo con los padres y con el niño, Janin (2012) plantea que al trabajar
con los padres, se habla de ellos y las referencias que se hace al hijo en función de sus
conflictos que se entrecruzan con los del niño, pero a su vez cuando se trabaja con el niño
se tendrá en cuenta que es lo que hace el niño con lo que percibe de la realidad psíquica
materna-paterna y con la apreciación que conlleva.
Las posibles intervenciones como señala Janin (2012) serían ir cambiando poco a poco
el juego repetitivo que tiene el niño, seguir un ritmo y armar un diálogo con sonidos,
nombrar afectos, partes del cuerpo, marcar espacios, diferenciando el cuerpo propio con el
cuerpo del niño, favorecer el despliegue recreativo, lúdico. Por lo que es a través de las
interpretaciones, de las construcciones, señalamientos, las palabras del analista que se irán
produciendo movimientos, modificación en las fijaciones, en lo traumático del niño. Es por
eso que el trabajo con padres y el niño es fundamental para ir deconstruyendo y
construyendo las formas de funcionamiento en los que aparece el sufrimiento por otras
formas más agradables y placenteras.
Aznar (2009) plantea cuatro objetivos en la intervención con padres en la clínica infantil,
el primero es favorecer el vínculo terapeuta-padres trabajando los obstáculos en el
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desempeño de su papel como padres, de forma tal que éstos se vean valorados en sus
capacidades y entendidos en las dificultades en el desempeño de su rol. En segundo lugar,
la necesidad de establecer una alianza con los padres que promueva cambios en la relación
con la familia de origen y a su vez en la “estructuración triangular” de la familia actual.
Tercero, posibilitar la comprensión de las dificultades del niño como integrante de una
estructura familiar cuyos cambios ayudará también el cambio en el propio niño. Y por último,
aumentar la capacidad reflexiva de los padres, lo cual es un propósito que abarca a los
demás. (p.295).
Ya que para poder curar, a veces, será necesario, crear e instaurar diferencias, enlazar
lo que no se puede nombrar, lo cual implicará adoptar caminos imprevisibles que pongan en
movimiento un proceso que rearme lo que está atascado.(Janin, 2012).
REFLEXIONES FINALES
De acuerdo al recorrido bibliográfico realizado en este trabajo, los padres son un pilar
fundamental en la estructuración psíquica del niño, por lo que su presencia a lo largo del
proceso de evaluación psicológica es fundamental ya que cuando realizan la consulta
psicológica, son ellos quienes hablan del niño, y a través de su discurso se conoce el lugar
que ocupa el niño en la relación parental y familiar.
Pero no solamente los padres son fundamentales, sino además de conocer a través de
ellos el contexto e historia del niño, la familia juega un rol importante, ya que para conocer y
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comprender el sufrimiento del niño, es necesario conocer el funcionamiento familiar, el
entorno del niño.
Es primordial reconocer el rol que los padres juegan cuando se trabaja en la clínica
infantil, teniendo en cuenta las problemáticas por las que consultan y el modo en cómo
llegan a la consulta también.
A su vez, la escucha analítica es crucial, escuchar tanto a los padres como al niño, ya
que muchas veces lo que manifiestan los padres no es lo que dice el niño. Escuchar a los
padres como consultantes para poder conocer deseos, identificaciones, angustias,
repeticiones, etc.
Siguiendo a Janin (2005) los padres suelen aparecer como el mayor obstáculo en el
tratamiento de un niño pero también como la garantía de que éste se desarrolle. (p. 17).
Escuchar a los padres en lo que plantean, su dolor por lo que le sucede al hijo, en su
herida narcisista, pensando en la transferencia entre analista-padres-niño para poder así
crear nuevas interpretaciones en relación a lo que le sucede al hijo. Todo esto sin olvidar
que los padres son los que consultan por el niño, y el niño es el paciente.
A su vez, cuando los padres son incluidos en los procesos terapéuticos, estos se
perciben más conscientes y con menos culpa, asumiendo cada vez más que son parte del
problema y de la solución. (Aznar, 2009).
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