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Proyecto
Proyecto
Proyecto
Nuestro Señor Jesucristo es la luz del mundo (Jn 8, 12) y se revela a los hombres para
iluminarnos. Su luz nos envuelve, nos distingue, nos calienta, nos impregna. Por Él, el fiel
también se vuelve luminoso una vez que se ha dejado envolver por la luz divina (Ex, 34,
33-35) y es convocado a transmitirla a los hombres (Mt 5, 14-16).
El Señor nos ha creado para estar con Él y vivir a su lado en la nueva Jerusalén, donde
“Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el
Señor Dios los alumbrará…” (Ap 22,5) y nuestro corazón inquieto hasta que descanse en
Él, nos impulsa a apuntar siempre alto, a nunca desanimarnos en esa búsqueda de la luz.
Es en este encuentro con Cristo y a través de su gracia que nos ilumina y nos hace
partícipes de la vida de la Trinidad, la comunión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; que
somos capaces de llevar esa vida de gracia a nuestros hogares, a nuestra familia, a
nuestros lugares de trabajo, transformándonos en luz del mundo, cumpliendo su mandato
y convirtiéndonos en comunidades vivas que “recibimos el misterio que nosotros mismos
somos” (S. Agustín, sermón 272) y cuyo Amen se expresa en llevar esa luz consigo para los
demás.
Es así que ante la responsabilidad que implica ser portadores de la luz y la gracia que
hemos recibido y la imperiosa necesidad de fortalecer el vínculo con la presencia real de
Cristo en nuestras comunidades, surge la iniciativa llamada “Que Tu luz brille en el
mundo” con los siguientes propósitos
● Dar gracias al Señor de quien hemos recibido todo bien, para que ilumine con la
luz del Espíritu nuestras comunidades parroquiales y las preserve en su gracia ante
los retos que nos presenta la realidad actual.
● Poner a sus pies nuestra oración por las víctimas de esta pandemia para que en su
infinita misericordia las acoja y permanezcamos fieles con la esperanza de gozar un
día de la luz de su presencia.
● Revalorar la presencia real de Jesús nuestro Señor, promoviendo el acercamiento a
la Eucaristía en adoración y en la celebración de la Santa Misa para que seamos
fortalecidos y como cuerpo místico de Cristo seamos testimonio de su revelación
en nosotros ante el mundo, siendo signo de Amor y comunión en la Fe que se
celebra.
“La Eucaristía es una medicina eficaz contra estas cerrazones. El Pan de Vida, de hecho, cura las
rigideces y las transforma en docilidad. La Eucaristía sana porque nos une a Jesús: nos hace
asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse y entregarse a los hermanos, de responder al
mal con el bien”.
“Nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los
demás. Como hace Dios con nosotros”
S.S. Francisco
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