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Los Tipos Ideales en La Práctica
Los Tipos Ideales en La Práctica
Los Tipos Ideales en La Práctica
Recibido: 12.12.2004
Aceptado: 18.09.2005
«En nuestro ámbito existen, para emplear una expresión de F.T. Vischer,
“buscadores de materiales” y “buscadores de sentido”. El inextinguible apeti-
to de hechos de los primeros sólo puede saciarse con documentos, con tablas
estadísticas y encuestas, pero son insensibles al refinamiento del nuevo pen-
samiento. La gula de los segundos echa a perder el gusto por los hechos a tra-
vés de siempre nuevos destilados conceptuales... la auténtica capacidad artís-
tica... suele manifestarse en la sabiduría para crear algo nuevo mediante la
relación de hechos conocidos con puntos de vista también conocidos.»
(Weber, 1982 (1922): 100-101)
1. INTRODUCCIÓN
La cita con la que encabezamos este artículo hace referencia a las cualidades
de los tipos ideales y evoca el quehacer de muchos economistas y sociólogos de
nuestros días. A veces, nos obsesionamos con encontrar algo que introducir en el
SPSS u otro software estadístico similar para poder publicar en las revistas que
sólo valoran datos, ecuaciones, curvas, etc. En ocasiones nos empeñamos en de-
finir conceptos cuya utilidad es, al menos, dudosa. Pensemos, por ejemplo, en el
del centón coevolucionario («coevolutionary patchwork quilt») de Richard Nor-
gaard (1994), que en un español mas descriptivo y exacto se traduciría como
«manta hecha de un gran número de piececitas de paño o tela de diversos colo-
res coevolucionaria». Esta noción pretende decirnos por dónde debe transcurrir
el devenir histórico de las sociedades agrarias. Cada una de estas sociedades jun-
to con su agroecosistema, con el cual evoluciona a la par, es una de las piececi-
tas que componen la manta multicolor, que a la postre, sería el planeta tierra y su
habitantes. El concepto no deja de ser una bonita utopía. Situaciones como la an-
terior, sin embargo, no son más criticables que aquellas dedicadas a la elabora-
ción de un verdadero «centón», tal como se define este término en el Dicciona-
rio de la Real Academia de la Lengua Española en su tercera acepción, es decir,
como una «obra literaria en verso o prosa, compuesta enteramente, o en la mayor
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Puede que la comparación con los conceptos de género que realiza Weber
nos diga algo más sobre la esencia de un tipo ideal. El sociólogo alemán com-
para sus tipos ideales con esos conceptos que según expresa «... se limitan a la
mera reunión de lo común a los fenómenos empíricos...» (1982: 90). El autor es
muy crítico con respecto a esta clase de conceptos. Especialmente con los «con-
ceptos colectivos tomados del lenguaje cotidiano», como el de intereses econó-
micos agrarios que utiliza para ilustrar su crítica. Después de un análisis de los
conflictos de intereses individuales que podemos encontrar en la agricultura,
simplemente considerando el precio de la tierra, Weber señala una serie de
ideas absolutamente vigentes en el debate intelectual agrario actual. Ideas que
plasman la complejidad del tema que trata y que un concepto de género por su
carácter simplificador obvia. Creemos que es interesante reproducir íntegra-
mente sus palabras: «… cuando hablamos de “intereses de la economía agraria”
por regla general no pensamos sólo en aquellos valores materiales e ideales a los
cuales los agricultores mismos refieren sus “intereses”, sino también en las ide-
as de valor, en parte totalmente heterogéneas, a las cuales podemos referir la eco-
nomía agraria. Por ejemplo: intereses relativos a la producción, derivados del in-
terés de una alimentación razonable y —lo que no en todos los casos coincide
con ello— cualitativamente mejor de la población; en este respecto, los intereses
de la ciudad y del campo pueden contraponerse de las más diversas maneras, y el
interés de la generación presente no tiene por qué ser idéntico con el interés pro-
bable de las generaciones futuras. Intereses relativos a la población, en particu-
lar a una población agraria más numerosa, derivados de intereses “del Estado”,
de política interna o externa, o de otros intereses ideales de diversos tipos, por
ejemplo, relativos a la esperada influencia que una población agraria numerosa
tiene sobre la originalidad cultural de un país. Estos intereses relativos a la po-
blación pueden contraponerse a los de los sectores de la población agraria»
(1982: 97-98).
ii) Max Weber no estaba del todo seguro de la validez de su propuesta que
debería ser demostrada a través del éxito en la tarea para la cuál fue diseñada. En
este sentido, expresa: «... es imposible decidir a priori si se trata de un puro jue-
go conceptual o de una formación de conceptos científicamente fructífera; tam-
bién aquí existe un único criterio: el de su éxito para el conocimiento de fenó-
menos culturales concretos en su conexión, su condicionamiento causal y su
significación. » (1982: 81).
En palabras de Freund, «Weber tenía plena conciencia de los defectos de su
teoría de la que sólo trazó las grandes líneas, sin entrar en todos los detalles de
las implicaciones metodológicas...». Debemos señalar, no obstante, que esas
dudas de Weber no impedían que le plantara cara a sus detractores antes de que
estos lo criticaran. Según Freund, «… respondió por adelantado a sus eventuales
censores invitándolos a meditar en sus proposiciones “mientras que no estén ca-
pacitados para sustituirlas por algo mejor”» (Freund, 1986: 65, citando a Weber
como *Wissenschaftslehre, pág. 196). En efecto, Weber llega a afirmar que: «Si
el historiador... rechaza un intento de formular un tipo ideal... sea consciente o
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Por ultimo, diremos que Weber planteó la utilidad de los tipos ideales para
la formulación de hipótesis o, más bien, para «señalar una orientación a la for-
mación de hipótesis», aunque no nos dejó ningún ejemplo de este aspecto.
«Respecto de la investigación, el concepto típico-ideal pretende guiar el juicio de
imputación: no es una “hipótesis”, pero quiere señalar una orientación a la for-
mación de hipótesis» (1982: 79). En el apartado 4 de nuestro artículo intentare-
mos desarrollar este punto.
iii) Weber estaba especialmente preocupado con el uso de tipologías ideales
como la de los modos de producción de Marx, los cuales están «elaborados en la
forma de una clasificación genética». Nuestro autor pensaba, y el tiempo le dio
la razón, que: «En interés de la demostración intuitiva del tipo ideal o del desa-
rrollo típico-ideal se procurará ilustrarlo mediante material de intuición extraído
de la realidad empírico-histórica. El peligro de este procedimiento en sí total-
mente legítimo reside en que el saber histórico aparece aquí como servidor de la
teoría y no a la inversa. Hay la tentación, para el teórico, de considerar esta re-
lación como normal o, lo que es peor, de trocar los papeles de teoría e historia,
confundiéndolas de este modo». Cuando definimos una tipología ideal genética,
asumimos dos riesgos, según Weber. El primero es que: «La serie de los tipos,
que resulta de las características conceptuales escogidas, aparece entonces como
una secuencia histórica legalmente necesaria». El segundo es que: «El ordena-
miento lógico de los conceptos, por un lado, y la disposición empírica de lo con-
ceptuado en el espacio, el tiempo y el encadenamiento causal, por el otro, pare-
cen ligados tan estrechamente que la tentación de violentar la realidad para
justificar la validez real de la construcción se vuelve casi irresistible» (1982: 91-
92).
Autores como Nicholas Abercrombie han establecido que: «Marx mismo, a
lo largo de El Capital, incluye análisis de la sociedad inglesa. Pero estos análisis
no han de verse como verificaciones de su teoría, sino como ilustraciones de la
misma» (Abercrombie, 1982: 154). El problema es que los marxistas ortodoxos
no entendieron este punto o no lo quisieron entender cayendo en todos los erro-
res posibles en la interpretación de una tipología ideal genéticamente elaborada
advertidos por Weber.
iv) Para Weber, la presencia de tipos ideales en una disciplina como la so-
ciología es deseable en todos sus estados. Los tipos ideales no son un síntoma de
la juventud científica de aquella, tal como sus colegas contemporáneos de la dis-
ciplina histórica señalaban. La presencia de éstos —según Weber— es el resul-
tado lógico de una ciencia que está condicionada por la circunstancia de que «el
flujo en eterno progreso de la cultura plantea problemas siempre nuevos». Esto
implica que los tipos ideales deben ser re-elaborados y remplazados por otros
nuevos desde el momento en que la realidad social se encuentra en continua
evolución. En relación con las disciplinas históricas, que, según nuestro autor, se
caracterizan por una eterna juventud, afirma: «Pertenece a la esencia de su tarea
superar todas las construcciones típico-ideales, pero también construir, inevita-
blemente, otras nuevas» (1982: 93 y 94).
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como el que poseía Max Weber, hay que dedicar una gran cantidad de tiempo al
estudio de las formas reales que ha tomado el concepto en cuestión en diferentes
partes del mundo y durante distintos períodos de la historia.
La tercera forma de elaborar tipologías ideales es la de razonar un concepto
de forma dialéctica. Quizás sea el procedimiento más común. Existen numerosos
ejemplos del resultado de aplicar una lógica dialéctica para formular tipos idea-
les. La mayoría de ellos giran en torno a las ideas de lo tradicional y lo moder-
no o, dicho de otro modo, la asunción de que un concepto se puede tipificar ide-
almente para dos momentos históricos como el pasado y el presente o el presente
y el futuro. Véanse las dicotomías clave en la obra de los clásicos de la sociolo-
gía (Giner, 2001: 274). Si se nos pidiera un ejemplo basado en la oposición del
presente y el pasado respecto a un concepto confrontaríamos la sociedad cor-
porativa de Giner y Pérez Yruela (1979) con la sociedad de clases según el es-
quema marxista. Pero, también podemos encontrar otras tipologías dialécticas
que no atienden al tiempo como la que elaboraron Sorokin y Zimmermann
(1929) para establecer las diferencias sociales entre el campo y la ciudad, o sea,
sus conceptos de lo rural y lo urbano tal como se definen en los “Principios de
sociología rural-urbana”. La cuarta manera de construir un tipo ideal que vamos
a considerar es la de proyectar hacia el futuro un concepto a partir de una ten-
dencia social. La burocracia weberiana es un ejemplo del resultado de seguir
este procedimiento. La tendencia en este caso es la racionalización de la socie-
dad. Esta forma de hacer nos lleva a una tipología simple.
Existen dos fases comunes a todas las formas de proceder explicitadas en el
párrafo anterior. Nos referimos a la penúltima y última de las operaciones que
debemos llevar a cabo. Vamos a comenzar por ellas para luego entrar en las fases
previas distintivas de cada uno de los cuatro procedimientos a los que nos esta-
mos refiriendo. La que hemos denominado penúltima fase en la construcción de
tipos ideales es aquella en la que debemos seleccionar las variables o macrova-
riables (para nosotros, indicadores típicos) que van a dar forma a nuestros tipos
ideales. De acuerdo con Combessie (2000: 99), «A una variable se le da el
nombre de indicador si se considera que constituye un resumen satisfactorio de
una noción más abstracta y más amplia; el indicador propone una medida de di-
cha noción a través del modo en que se distribuyen sus valores o caracteres… Se
pueden asociar varios indicadores a un mismo concepto… Uno de los objetivos
de la investigación es precisamente reunir indicadores variados y pertinentes con
relación al tema que se desea estudiar. ». El criterio para la selección de los in-
dicadores típicos estará condicionado por el objetivo de nuestra investigación y
no agota otras posibilidades futuras. Puede que de momento sólo nos interesen
aspectos económicos de un concepto, o que precisemos centrarnos en factores
sociales, políticos, ideológicos, espirituales, etc. Por ejemplo, Max Weber, en su
elaboración del tipo ideal capitalismo realizada en la “Ética Protestante” sólo
está interesado, en ese momento como dejó claro (1993a: 261-262), en aspectos
espirituales, mientras que Marx, al definir su tipo ideal de sociedad denominado
igualmente capitalismo se basó en factores económicos. Por supuesto los resul-
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tados fueron muy distintos, pero ambos tipos resultaron y resultan útiles. El pri-
mero para explicar los orígenes de la sociedad resultante de la revolución in-
dustrial en sus aspectos económicos y sociales. El segundo, para analizar la di-
námica interna de ese mismo tipo de sociedad.
La última fase en la elaboración de tipos ideales consiste en dar lo que va-
mos a denominar valores típicos a los indicadores seleccionados. Recordemos
que se trata de acentuar unilateralmente determinadas características de un con-
cepto. Esta fase final es aquella en la que tenemos que recurrir al método de in-
tuición comprehensiva propuesto por Weber, según el cuál debemos elegir va-
lores típicos con el criterio de que éstos estén relacionados entre sí para que el
tipo ideal resultante tenga coherencia interna respecto a dichos valores o, dicho
de otro modo, para que la relación entre los valores típicos definidos sea lógica.
Dicho de un modo simple, la intuición comprehensiva consiste en tener en
mente las diferentes características del concepto a tipificar (indicadores típicos
y sus posibles valores) y mediante un esfuerzo de análisis y síntesis e interrela-
ción múltiple construir un todo abstracto pero coherente.
Veamos ahora cuales son las fases previas en la formulación de tipos ideales
para cada procedimiento de los que estamos considerando. Respecto al primero,
hay poco que decir. Si acaso que nuestra orientación de valor, tal como explici-
tó Weber, pesará a la hora de elegir el concepto a tipificar. Probablemente, el jo-
ven Marx, mucho más filosófico que el maduro y el tardío, estaba muy preocu-
pado con la anomia y alienación que observó producían los trabajos en las
factorías de mediados del siglo diecinueve y es por ello por lo que dio más im-
portancia al trabajo y sus aspectos filosóficos que a la propiedad y sus implica-
ciones económicas al definir el concepto de trabajo enajenado. En relación
con el segundo procedimiento, ya hemos adelantado que comenzaremos con una
revisión de las formas que adopta la parte de la realidad social que queremos ti-
pificar en distintas regiones o países y en diferentes momentos históricos. Esta
primera fase tendrá un carácter descriptivo.
Un excelente ejemplo de tipología ideal a partir de una revisión histórica,
aunque su autor no la explicite como tal, son los tipos de reforma agraria for-
mulados por Manuel Pérez Yruela (1997: 884-886). A partir de una revisión ex-
haustiva de las reformas agrarias llevadas a cabo en distintas partes del mundo y
momentos históricos, Pérez Yruela selecciona tres indicadores típicos (sistema
político, estructura agraria y estructura social) a partir de los cuales define cua-
tro tipos ideales de reforma agraria: revolucionaria, liberal-democrática o tra-
dicional, técnica e integral.
En cuanto a la naturaleza de las fases iniciales del tercer procedimiento, el
dialéctico, ésta dependerá de que nuestro referente de base para la construcción
de tipos ideales sea concreto o abstracto. Si este fuera concreto deberemos par-
tir de realidades al igual que en el segundo procedimiento. Una ilustración de
este caso es la tipología dialéctica de economías presentada por Max Weber
como «noción previa» al inicio de su “Historia económica general”. Nos referi-
mos a las «en sus puras formas conceptualmente antagónicas» economías con-
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Cuadro 1
Procedimientos para elaborar tipologías ideales
Una diagonal que pasa desde el punto cero del cruce de abscisas y ordenadas
donde sitúa los tipos ideales dialécticos, “tradicionales” y “modernos”, hasta la
parte más alta del esquema con él que representa sus ideas. Dentro del cuadro
conceptual donde sitúa los tipos ideales, que toma de los clásicos, elabora otros
de su propio cuño. Es una forma de explicar conceptos sociológicos complejos a
personas sin una formación en nuestra disciplina. Mi colega y amigo Alfonso
Ortí está convencido de que la sociedad sigue una tendencia social que la lleva a
la Modernización o lo que él llama de forma despectiva y en broma “curva de la
mier…” (coincido con él totalmente en este punto), teniendo en cuenta que
esta evolución nos lleva a algo peor de donde nos encontrábamos, a la insolida-
ridad, a la falta de ayuda mutua, al individualismo, al materialismo, etc. Esa es la
pauta que sigue en todos sus esquemas. Ortí, al que muchos de sus discípulos le
debemos mucho, ha aportado gran cantidad de ideas a la sociología desde su for-
mación filosófica, economista, sociológica y humana. Me refiero no sólo a sus
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Max Weber ya estableció las tres utilidades de una tipología ideal de las que
vamos a ocuparnos, pero, como ya hemos señalado, apenas desarrolló sus indi-
caciones, ni dio ejemplos de ellas. Un tipo ideal o un conjunto de ellos sirven, en
primer lugar, para entendernos a la hora de hablar o escribir sobre un concepto.
En segundo lugar, una tipología ideal nos permite compararla con la realidad
para obtener conclusiones. Por último, los tipos ideales son útiles para la for-
mulación de hipótesis. Veamos con detalle y acudiendo a algunos ejemplos
cada una de las aplicaciones que hemos enumerado.
Julián Freund en su análisis de la sociología weberiana señala que: «Puede
parecer pedante transformar en ideal-tipos la mayoría de las nociones vulgares
empleadas por el historiador y el sociólogo. Sin embargo, sólo con esta condi-
ción se llega al rigor conceptual y se evita la retórica vacía, las confusiones ló-
gicas, los equívocos y los errores perniciosos» (Freund, 1986: 60). Es común que
los intelectuales que trabajan en un mismo campo de estudio, cuando se reúnen,
no se pongan de acuerdo ni siquiera en la definición del terreno en el que van a
moverse. Esta es nuestra experiencia en el campo de la Extensión Agraria como
parcela de la Sociología Rural. La mayoría de las reuniones científicas comien-
zan con una discusión interminable sobre qué entendemos por Extensión Agra-
ria. Y es que existen muchas concepciones de ese objeto de estudio. Una forma
de solventar esta confusión podría ser establecer una clasificación como aquella
que plantea que existen dos formas de extensión agraria: “de arriba abajo” y “de
abajo a arriba”, según el sentido del flujo de información y considerando que el
experto se sitúa metafóricamente arriba mientras que el agricultor permanece
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abajo estableciendo de este modo que existe una relación de subordinación del
segundo por el primero. Esa tipología no cubre en absoluto la diversidad de las
formas de hacer extensión, probablemente, por utilizar una sola característica, es
decir, no evita la «retórica vacía» de la que habla Freund.
La segunda aplicación de los tipos ideales señalada por Weber es la de
comparar la realidad con ellos (Giner, 2001: 273 y ss.). En nuestra opinión, no es
aconsejable ilustrar los tipos ideales con «material de intuición extraído de la re-
alidad empírico-histórica» como plantéa Weber (1982: 91), ya que ello los des-
virtúa frente al lector u oyente. El receptor de esta información ilustrativa pierde
de vista las características del tipo ideal que le presentamos para centrarse en el
caso real que le es más cercano y fácil de aprehender. Lo que sí podemos hacer
es analizar el material empírico en relación con los tipos ideales. Podemos, por
ejemplo, ver en qué medida una realidad se acerca a uno o varios tipos ideales,
lo cuál nos informará, entre otras cosas, sobre el grado de coherencia lógica de
aquella, quizás explicándonos las causas de algún error en su funcionamiento.
Tal como Weber reconoció, los modos de producción definidos por Marx
eran tipos ideales y esta convicción no dependía del grado de acuerdo que él pu-
diera tener con un conjunto de conceptos que ponían la economía en el centro de
las relaciones causales. Para Weber, así como para los neo-marxistas de los que
vamos a ocuparnos, las relaciones causales son múltiples. El utilizó el espiri-
tualismo como la causa central del capitalismo en la “Ética Protestante”, pero lo
hizo como aproximación preliminar: «... nuestra intención no es… sustituir una
concepción unilateralmente “materialista” de la cultura y de la historia por una
concepción contraria de unilateral causalismo espiritualista. Materialismo y es-
piritualismo son interpretaciones igualmente posibles, pero como trabajo preli-
minar; si, por el contrario, pretenden constituir el término de la investigación,
ambas son igualmente inadecuadas para servir la verdad histórica» (Weber,
1993a: 261-262).
Algunos teóricos marxistas o, mejor, marxianos han intentado ir más allá que
el propio Marx en la conceptualización de los modos de producción y su apli-
cación al análisis de sociedades reales. Nos referimos al trabajo de Althusser y
Balibar (1969). Estos autores distinguen entre modo de producción y formación
social, entendida como una realidad en la que pueden coexistir varios modos de
producción. Esta coexistencia les lleva a hablar de la dominación o de la arti-
culación entre modos de producción dependiendo de que nos encontremos con
una situación de subsunción real o formal, respectivamante. Podemos argüir que
Althusser y Balibar están tratando con una serie de conceptos que han sido de-
finidos para comparar realidades con ellos y no para analizar su presencia indi-
vidual o colectiva en dichas realidades. Sin embargo, sus ideas podrían ser útiles
para nuestro propósito en este apartado si consideramos que han llegado a un
punto que Weber no consideró: que en una realidad más compleja que un indi-
viduo o una institución podemos encontrar no sólo una combinación de las ca-
racterísticas de varios tipos ideales, sino, también, partes de dicha realidad cer-
canas cada una de ellas a un tipo ideal diferente.
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5. A MODO DE CONCLUSIÓN
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BIBLIOGRAFÍA
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RESUMEN
PALABRAS CLAVE
ABSTRACT
Max Weber’s concept of ideal type has been used both in implicit and ex-
plicit ways by numerous authors, before and after it was proposed and developed
by him from the beginning of the 20th century. However, there is not much
written neither about how an ideal typology can be built nor the way it can be
used. In this article these questions are approached. After referring to Weber in
order to know the essence of the concept and its implications as they appear in
his work, there are two sections in which four possible procedures to elaborate
ideal types are presented, which can be called, in short, simple abstraction, his-
torical revision, logical dialectics and social trend, as well as three different
kinds of practical applications: that of common understanding when approaching
to a concept, that of comparing a reality to one or several ideal types for obtai-
ning conclusions and that of formulating hypothesis. We consider three options
from the last one: formulating hypothesis about one type and its features internal
relations, about the relationship between two ideal types and, finally, about the
evolution of an ideal type from a social trend.
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KEY WORDS
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