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Tesis Mujer Rural
Tesis Mujer Rural
Tesis Mujer Rural
TÍTULO:
LABRANDO CAMINOS DE ESPERANZA: MUJERES RURALES COMO SUJETAS
POLÍTICAS, ESTADO DEL ARTE.
AUTORA:
NICOLE ALEJANDRA MUÑOZ JAIMES
TUTOR:
HENRY SALGADO RUIZ
BOGOTÁ
2021
En la metáfora de los muchos nacimientos que vivimos, hemos descubierto que nuestra
cuna fue construida por manos de mujeres del pueblo, trabajadoras.
Manos de mujeres mestizas, indígenas, negras.
Manos que siembran, cocinan, martillan, cultivan, escriben, tamborilean, acarician,
pintan, bordan, alivian dolores, sostienen.
En la metáfora de los muchos nacimientos, nuestros pies pisan sobre las huellas dibujadas
en la tierra por nuestras ancestras, y otras veces inventan atajos.
Sentimos por momentos que nuestros pies no caminan... Bailan.
Bailamos las muchas revoluciones ganadas, perdidas, imaginadas, realizadas,
reinventadas.
Revoluciones que se crean y recrean desde el deseo, el placer la lucha codo a codo con
otras, otres, otros. Revoluciones que en sus rotaciones descolonizan, despatriacalizan,
desmercantilizan nuestras danzas y andanzas…
Claudia Korol
2
Tabla de contenidos
Introducción…………………………………………………………………………….. 4
Objetivos……………………………………………………………………………….. 10
General………………………………………………………………………….. 10
Específicos…………………………………………………………………….... 10
Diseño metodológico………………………………………………………………….... 10
Estado del arte…………………………………………………………………... 11
Instrumentos metodológicos…………………………………………………..... 12
Capítulo 1- Mujer rural en relación a la producción agrícola…………….....……... 14
La lucha de las mujeres rurales como sujetas productivas…………………..... 15
Mujeres rurales entre narrativas de progreso y desarrollo…………………….. 20
Las mujeres rurales en el enfoque de la Nueva Ruralidad……………………... 23
Capítulo 2- Mujeres rurales en el conflicto armado ………………………………. 27
Caracterización general sobre relaciones de género presentes en el conflicto
armado……………………………………………………………………….... 28
La mujer rural y el acceso y uso de la tierra………………………………….. 34
Mujeres rurales y sus estrategias de resistencia en el conflicto armado……… 41
Capítulo 3- Mujeres rurales como protagonistas de sus trayectorias políticas. Nuevas
agendas y narrativas feministas. ……………………………………………….…...... 49
Las mujeres rurales y su participación en políticas públicas y procesos locales...51
Mujeres rurales y medio ambiente, nuevas agendas ecofeministas……………. 54
Conclusiones…………………………………………………………………………… 65
En torno a las narrativas sobre sujeta productiva ...…………………...……….. 67
¿Nueva Ruralidad?............................................................................................... 70
En torno a narrativas de las mujeres rurales en el conflicto armado…………… 71
En torno a mujeres rurales en las nuevas agendas, trayectorias políticas y
feministas……………………………………………………………………….. 73
Referencias bibliográficas…………………………………………………………….. 74
3
Introducción
Sin embargo, los estudios sobre mujer campesina son muy recientes y se han
generado a partir de la necesidad de entender las dinámicas de habitar el campo siendo mujer;
pues son parte de contextos de incertidumbre a razón del poco apoyo estatal y social, también
por las difíciles condiciones de desigualdad, exclusión, discriminación; pero además la
estructura de la cultural patriarcal donde se ven inmersas en escenarios profundamente
violentos de los que se hablará más adelante.
Las mujeres rurales aunque han estado presentes en esos contextos de movilización
política, han sido invisibilizadas a razón de las representaciones de género existentes. Una de
ellas tiene que ver con la división sexual del trabajo, generada por las dinámicas de
acumulación y producción, y con la separación de la esfera pública y la esfera privada. La
primera se asocia con lo masculino, donde es propio lo político, el trabajo, la inteligencia, la
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fuerza; y lo segundo, relacionado con lo femenino, donde es propio el cuidado, la
responsabilidad de la crianza, lo doméstico, la docilidad, la sumisión. También tiene que ver
con la diferenciación entre familia (ámbito privado) y el mercado y el Estado (ámbito
público).
Esta división posiciona a los sujetos en función de su género y del rol que deben
asumir en los trabajos de reproducción y producción. Donde los primeros, al no ser
generadores de capital y por no estar asociados a un salario, son desvalorizados, convirtiendo
a las mujeres en dependientes económicamente, pero además desde un rol pasivo, de
obediencia, y de sacrificio. Estas formas de poder:
“Se ejercen sobre la vida cotidiana clasificando a los individuos en categorías, los
designa por su propia individualidad, los ata a su propia identidad, les impone una ley de
verdad que deben reconocer y que los otros deben reconocer en ellos. Son formas de poder
que transforma a los individuos en sujetos, por sometimiento de otro a través del control y
dependencia, o como sujeto atado a su propia identidad por la conciencia o el conocimiento
de sí mismo” (Foucault, 1988, pg. 7).
El “sujeto” es el lugar para analizar las relaciones de poder, por medio de las formas
de resistencia y los intentos para disociar estas relaciones. Ante la dominación, el sujeto
asume lugares de lucha, que según Foucault (1988), son las que se oponen a las formas de
dominación (étnica, social, entre otras), y las que denuncian formas de explotación que
separan a los individuos de lo que producen.
Para efectos de este trabajo de grado la categoría de “sujeto” se amplía, por el lugar de
las luchas políticas que las mujeres rurales han ejercido hacia aquellos mandatos de género,
pues han sido generadoras de transformaciones profundas y radicales. No sólo porque se han
posicionado en procesos locales, en organizaciones sociales, por lograr participar en el diseño
y ejecución de políticas públicas; sino porque los cambios que han generado han revertido las
estructuras culturales de distintas formas:
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1.1. Las mujeres rurales están presentes en todos los eslabones de la cadena
agroalimentaria y la lucha por ese reconocimiento las ha llevado a generar diversas
estrategias y modos de proceder.
1.2. Han posicionado los asuntos privados y de familia, como algo político. Lo
personal, el mundo íntimo, el cuerpo es político al estar sujeto a presiones, elecciones,
opresiones y hacer de eso, del cuerpo, de las alianzas entre mujeres y del mundo
privado un camino poderoso para ir hacia lo público y por tanto, base a lo político.
(Kate Millett, 1995). Las mujeres a partir del encuentro con otras mujeres, se han
dado cuenta que uno de los lugares donde más se sufren violencias, ha sido en sus
familias.
1.3. Las mujeres rurales han posicionado las labores de reproducción, como un
trabajo. Han manifestado la importancia del cuidado para todos los seres humanos,
pues sin la crianza, la limpieza, la alimentación, el amor y el consuelo no podría
desenvolverse el mundo capitalista. Han exigido la importancia de la distribución de
estas labores, responsabilizando a las personas que pertenecen a su núcleo familiar.
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2.4. Las mujeres rurales han visto lo importante de reunirse entre mujeres,
pues es el espacio donde confluye la identificación a razón de su género y de
las vivencias comunes que las atraviesan. Es un lugar donde por medio de la
escucha, la empatía, el consuelo y la sororidad, se generan nuevos cambios
profundos en su cotidianidad; pero además la generación de agendas políticas.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, esta tesis pretende analizar las narrativas sobre la
mujer rural, que se encuentran en la literatura de las ciencias sociales y que la han constituido
como sujeta política. Esto porque las relaciones de género están presentes en las narrativas de
los textos, puesto que ha sido una de las formas donde ha estado presente el androcentrismo.
Muchas de las autoras que se expondrán a continuación, han elaborado análisis sobre la mujer
rural en función de darles visibilidad desde distintos puntos de vista.
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Dichas narrativas no son estáticas, sino que los sujetos van dotando de nuevos
significados según las formas de relación; de esa manera, la categoría de “sujetas políticas”
no es algo que esté precisamente en sus análisis, sino que a través de la inferencia se irá
viendo; las concepciones sobre mujer rural son algo que va cambiando en el tiempo y el
espacio, como se verá a lo largo de la investigación.
El estado del arte será una herramienta para ver las diversas rutas metodológicas y la
producción de investigación que se ha tejido; así revisar la situación actual de conocimiento y
evaluar esas formas discursivas que han permeado las formas de relacionamiento. Reconocer
las trayectorias políticas y sociales, y presentar algunos hallazgos será la forma de hacer
justicia epistemológica que es entendida por Santos (2016, pg. 243) como “parte de un
proyecto decolonial, o mejor, de descolonización, orientado a refundar el concepto de
justicia social como parte de un proyecto más amplio de reconocimiento de las diferencias y
justicia histórica”.
Por otra parte, el enfoque de género será un recurso y una postura epistemológica, que
sitúa a las relaciones de poder como eje central en la investigación. Scott (1986, pg. 42-44)
define el género como: “un elemento constitutivo de las relaciones sociales, basado en la
percepción de diferencias sexuales", que articula símbolos, conceptos normativos,
instituciones sociales y la construcción subjetiva de identidades; y también, como "una
manera primaria de dar significado a relaciones de poder". No se está “añadiendo”
simplemente a las mujeres al relato del campesinado; sino que se trata de analizar la
construcción de la feminidad en determinado contexto, y cómo las relaciones de
subordinación y dominación han estado enmarcadas por imaginarios y representaciones de
género, que resultan en las experiencias concretas de las mujeres campesinas.
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sociales, para que puedan responder de una mejor forma en su manera de proceder
metodológica y epistemológicamente con las mujeres rurales.
Se establece un estado del arte sobre la mujer rural colombiana, entendiendo que
desde el enfoque de género se pueden establecer análisis de las distintas definiciones de la
mujer, con los correspondientes atributos aceptados de la feminidad, las formas de
relacionarse, y las distintas opresiones o violencias generadas a sus cuerpos. Veremos
también, que desde su capacidad de agencia, resiliencia y resistencia han tejido caminos más
armónicos y pacíficos desde sus trayectorias políticas y sociales.
Cabe mencionar que, desde una visualización previa se han podido establecer tres
líneas temáticas, o tres formas de narrar a la mujer rural como sujeta política. 1. La
configuración de las mujeres rurales como “sujetas productivas”; es decir, como mujeres
trabajadoras que hacen parte de la cadena agroalimentaria. 2. Mujeres dentro del conflicto
armado: La literatura las muestra como víctimas del conflicto armado desde unas violencias
específicas a condición de ser “mujeres” y “rurales”; pero también como sujetas resilientes,
resistentes y constructoras de paz. 3. Algunos discursos que han trazado a la mujer rural
como protagonista de movimientos en defensa del territorio, de lo agroalimentario, opositoras
al extractivismo; y como generadoras de agendas ecofeministas.
9
opositoras al extractivismo, y al ecofeminismo como escenario de análisis para las prácticas
de las mujeres. También narrativas frente a la corporalidad como lugar de resistencia y
transición hacia economías no capitalistas.
Objetivo general
Analizar las narrativas sobre mujer rural, que se encuentran en la literatura de las ciencias
sociales, donde la han constituido como sujeta política.
Objetivos específicos
● Determinar las formas narrativas en las que se identifica a la mujer rural, como
“sujeta productiva”, partícipe en la acumulación de capital, y como sujeta que genera
desarrollo.
● Establecer las formas narrativas en las que la mujer rural ha estado presente dentro del
conflicto armado colombiano.
● Reconocer las formas narrativas en las que la mujer ha sido protagonista de las
trayectorias políticas y sociales de sus territorios; a su vez que la generación de
agenda feminista.
Diseño Metodológico
A su vez entender que, las investigaciones de las y los autores, al ser parte de un
contexto social e histórico determinado, están dotadas de representaciones sociales y de
género. Es una perspectiva construccionista, que comprende que el pensamiento social y el
conocimiento se genera a través de la interacción, de unos referentes simbólicos, unas pautas
culturales y convenciones, que están históricamente situados.
10
De acuerdo con Sañudo, (2015, Pg 34)
“El sujeto no existe como un ámbito al margen del objeto y viceversa, sino que se
constituye en el entrecruce de las dimensiones objetiva y subjetiva, en virtud de lo cual se
produce permanentemente la realidad, el abordaje de las representaciones nos permite
comprender cómo la imbricación de estos dos ámbitos, juega un esencial papel en la
producción de sentidos y significados sobre lo que los sujetos experimentan. Bajo estas
consideraciones las representaciones nos remiten paralelamente a mundos objetivados
(reglas, instituciones, normas, prácticas) y a mundos subjetivos (percepciones, visiones,
interpretaciones)”.
De acuerdo con Guevara (2016, pg 166), el objetivo del estado del arte es “revisar la
situación actual de conocimiento, de producción investigativa, hacer un balance de esta y
crear nuevos escenarios de formación e investigación en los respectivos campos de interés”.
Eso quiere decir que no se trata solo del ejercicio mecánico de recolección de textos,
sino que pretende evaluar y proponer un ejercicio formativo y cualitativo que esté al servicio
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del aprendizaje y al mejoramiento de las investigaciones. Hacer un balance de la producción
investigativa permite entender la problemática del objeto de estudio, a partir de la
interpretación de las investigaciones y la generación de nuevas alternativas de investigación,
generando reflexiones y comprensiones teóricas como aporte al desarrollo científico.
Instrumentos metodológicos
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inventariado y clasificación según las categorías. Luego, se hizo un ejercicio de clasificación
de acuerdo a las temáticas encontradas, y así poder comparar, identificar repeticiones, vacíos,
y la cualidad de la información sobre el objeto de estudio.
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Capítulo 1- Mujer rural como en relación a la producción agrícola
En primer lugar, la lucha de las mujeres rurales como sujetas productivas, narra las
estrategias que han tenido las mujeres, para que las reconozcan como sujetas productivas. En
segundo lugar, las mujeres rurales entre narrativas de progreso y desarrollo, es decir, la
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inserción de la mujer en el mundo laboral y su importancia en el desarrollo del capital y la
economía de Colombia. En tercer lugar, desde el enfoque “Nueva Ruralidad” que busca
describir y dar cuenta de las nuevas prácticas sociales y económicas que se han dado en el
campo, y que han incidido en el orden social de quienes lo habitan.
En este apartado, aparecen autoras como Dora Isabel Diaz Suaza, Maria Adelaida
Farah, Myriam Gutierrez, Cristobal Kay, Omar Felipe Giraldo, y Natalia Margarita Cediel
Becerra et al. Autores que dan relevancia a la mujer rural como sujeta que hace parte de la
producción agrícola y de otros bienes.
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un cálculo aproximado de su participación en la Cuentas Nacionales tratando de mostrar la
invisibilidad de muchas de sus actividades. También se empleó información secundaria y
entrevistas informales con algunas personas locales y con algunos gremios de productores.
También se refiere a la lucha que las mujeres han ejercido por la tenencia y uso de las
tierras, cuestión que se verá más adelante. Pero por lo pronto, mencionar los hallazgos que
Gutierrez presenta en su texto:
Por un lado, menciona que para ese entonces, de acuerdo a su metodología empleada,
estimaba que el 26% de la fuerza de trabajo en el sector de transformación de alimentos es
femenina, y el 48% de la comercialización (parte formal) de alimentos, está también en
manos de mujeres; también que casi la totalidad de la preparación hogareña de los alimentos,
tanto a través de empleadas domésticas, como por la actividad directa de las amas de casa, es
femenina.
Y por otro lado, menciona que si bien la participación de las mujeres es visible e
importante, se ve como dentro de cada subsector las mujeres se encuentran dentro de los
sectores más tradicionales y primitivos; es decir, su participación disminuye a medida que se
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incrementan los niveles de capital y tecnología, existen reducidas opciones para acceder a
cargos con aporte o responsabilidad tecnológica, o en limitadas oportunidades frente al
acceso a la asistencia técnica y la capacitación productiva avanzada que brindan las diversas
entidades, poco sensibilizadas todavía en términos de género (1995, pág 89).
Por otra parte, el texto de Dora Diaz (2002), Situación de la mujer rural en Colombia,
Perspectiva de género. De cuadernos Tierra y Justicia. Es un texto muy interesante, por
cuanto rastrea la participación de las mujeres en el ámbito público, visibilizando a la mujer
rural como una sujeta capaz de hacer parte de la producción agrícola, pero también dotando
de agencia a las mujeres, al rastrear su participación en los movimientos políticos.
17
invisibilización y de la problemática general de la vida de las mujeres del campo y la última
parte, presenta conceptos y las necesidades del movimiento social de mujeres.
A continuación, algunos hitos que demarca Diaz, necesarios para entender los
discursos de mujer rural como sujeta productiva.
Estas demandas, aunque justas, estaban lejos de favorecer a las mujeres rurales,
puesto que las cuestiones agrarias entre ellas, la productividad, economía y posesión de la
tierra han sido una de las mayores tensiones del país. Históricamente ha estado sujeta a
voluntades políticas idiosincráticas, intereses económicos latifundistas, por encima del
bienestar del campesinado (Fajardo, 2014) (Legrand, 1988). Bueno, pues en ese contexto las
mujeres rurales no reclamaban el acceso a la ciudadanía, sino que pasaba por cuestiones de
subsistencia y dignidad, ya que el acceso a tierra hace que puedan producir sus alimentos, la
tierra es el medio económico y social de existencia.
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por el voluntariado, tuvo antecedentes en 1958 con el establecimiento del programa de
Mejoramiento del Hogar Rural; a partir de este programa se formaron los Clubes de Amas
de Casa. En 1963, el gobierno creó la Asociación de Amas de Casa Rurales de Colombia,
con el objetivo de promover proyectos productivos” (2002, pg 9).
En los años 90 por influencia y con apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la
infancia Unicef, el Estado genera políticas dirigidas a las mujeres del campo, que buscan
valorar el papel de la mujer en el desarrollo agropecuario. De esa forma, Diaz (Pg 11)
menciona que la preocupación de las organizaciones antagónicas, es la autonomía
alcanzada que les impide la manipulación que han querido hacer hacía ellas.
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Diaz, nos sitúa en su crítica, en el interés desarrollista de las instituciones nacionales e
internacionales, que se basa en la adaptabilidad de las mujeres rurales al sistema patriarcal y
androcéntrico, donde de manera utilitaria, se implementan estrategias que refuerza los roles
de las mujeres como cuidadoras y amas de casa. A su vez, prepara la agenda para los
hombres campesinos, como productores de capital, y el desarrollo de las organizaciones, se
convierte en algo gremial, antes que tener un propósito de revertir la desigualdad económica
y social del campo.
La conclusión de Diaz (2002), es que el panorama de luchas de las mujeres alienta las
posibilidades de una situación digna y justa para colombianos y colombianas. Ellas han
trascendido las fronteras del espacio doméstico, del rural y del nacional y se han obtenido
logros de distintos órdenes y en distintas magnitudes.
Este apartado consta de narrativas que suscriben a las mujeres rurales como
trabajadoras, y como desde el mercado laboral se asocian con otras, crean empresa, trazan
lazos de solidaridad y adquieren dinero para sí mismas y su familia. A la vez, que
contribuyen con el desarrollo del país, a cumplir con estrategias como los Objetivos del
Desarrollo Sostenible, que son agendas programáticas que los Estados han adoptado en
función de “poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas
gocen de paz y prosperidad para 2030 (PNUD).
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En primer lugar, el texto de Giraldo (2010), Campesinas construyendo la utopía:
mujeres, organizaciones y agroindustrias rurales, tiene como objetivo “analizar los factores
de éxito de organizaciones agroindustriales de mujeres rurales a través de la indagación
empírica de nueve pequeñas agrupaciones ubicadas en el departamento de Cundinamarca en
Colombia” (pg 2). De acuerdo con Giraldo, el éxito de la acción colectiva es la activación de
redes sociales en el territorio, lo que a su vez posibilita oportunidades políticas y construcción
de solidaridad.
El éxito de las organizaciones, para el autor, se define como “no solo como un medio
para alcanzar progreso económico, sino como una manera integral de "estar bien" en el
"aquí y el ahora", lo que incluye consideraciones individuales, familiares, sociales y
culturales más complejas” (Pág 2). Es decir, que los asuntos empresariales y la organización
productiva trasciende lo economicista, porque se generan lazos de solidaridad. También
basados en compartir identidad de género, territorio y de pertenecer a una situación
socioeconómica similar.
Aunque, el autor se refiere a las mujeres como “socias”, lo que infiere una relación
laboral; su interés es la concepción de las mujeres como sujetas económicas, y desde la
21
generación de capital, poder acceder a un bienestar mejor para ellas y sus familias. Con ellos
deviene la amistad y solidaridad.
Las mujeres acceden a ingresos económicos propios, salen de la rutina del hogar y
trabajan conjuntamente para acceder a beneficios. Así pues, el éxito significa la
autoorganización y la posibilidad de construir un negocio que les garantice ingresos a sus
socias. Destaca además la estandarización de los procesos productivos, la diversificación y la
innovación (Giraldo, 2010).
Entonces, para el autor, la auto organización puede ser algo gerencial, en donde los
lazos sociales y otros elementos técnicos son marcos más solidarios para generar empresa y
cumplir el objetivo de crear ingresos, así “se forjan otras formas de convivencia más
solidarios, y se re piensa otras formas de forjar bienestar para las mujeres rurales” (2010,
pg. 15).
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en la comunidad, medido por la membresía en grupos sociales o económicos y en la
seguridad para hablar en público. 5. Tiempo: se refiere a la distribución del tiempo
en tareas productivas y domésticas, y a la satisfacción obtenida a través de
actividades de recreación.
23
La Nueva Ruralidad intenta explicar los cambios que se han producido en el medio
rural, en cuanto a las labores que realizan por género, como la agricultura, la pesca, la
minería, la ganadería, el comercio, el turismo y extracción de recursos naturales, etc. Para
Farah, la nueva ruralidad consta de “las actividades productivas, reproductivas y
comunitarias, los nuevos roles que han ejercido hombres y mujeres en la propiedad y toma de
decisiones en cuanto a la tierra, los animales, y en los cambios en las condiciones de vida
rurales. (Farah, 2004, pg 138).
A su vez, Farah menciona que el enfoque surge gracias a los años 90, período hito en
la globalización del mundo y del país. En ese contexto, la situación de las mujeres rurales se
modifica, y se observa una mayor participación en las actividades productivas y una mayor
injerencia en temas como qué cultivar, qué vender y cómo destinar los ingresos.
Para Kay, la década de los 90 merece un nuevo enfoque que analice, en el marco de la
globalización, la “inserción de las mujeres al mercado laboral, ya que se han convertido en
un elemento clave en las exportaciones agrícolas, son ahora más visibles ya que ocupan un
papel central en la economía” (2009).
Para ambos autores, es importante ver el giro a actividades rurales fuera de la granja,
La pluriactividad y multifuncionalidad son conceptos claves en este enfoque, y se refieren a
la amplia gama de actividades económicas de los hogares rurales para alcanzar ingresos
viables, que van desde actividades agrícolas y no agrícolas, tanto mercados rurales como
urbanos.
Entonces, la Nueva Ruralidad intenta estudiar cuáles son las nuevas actividades que
corresponden al medio rural, y tipificarlo como un lugar donde se desdibujan las fronteras
con lo urbano, pero además la creación de nuevos mercados y nuevas fuentes de ingreso.
24
El medio rural para Farah (2004), es una entidad socioeconómica y un espacio
geográfico compuesto por un territorio, una población, un conjunto de asentamientos y un
conjunto de instituciones públicas y privadas. Espacio en el cual hay espacios naturales y
cultivados, en donde hay diversidad de actividades como la agricultura, la industria pequeña
y mediana, comercio, servicios, pesca, ganadería, minería, etc.
En ese sentido, las mujeres están en el ámbito privado y público, pues siguen siendo
las que principalmente se ocupan de las labores reproductivas. Pero a su vez, participan del
ámbito público, en las actividades productivas y comunitarias.
25
agricultura. Y también menciona que, en sectores agroindustriales, los patrones prefieren
contratar a las mujeres, porque están más dispuestas a actividades temporales y a menores
pagos que los hombres, y además realizan mejor el trabajo por ser más cuidadosas.
Sin embargo, menciona que las mujeres valoran ser parte del mercado laboral, ya que
les ofrece una oportunidad de negociar una mejor relación con sus parejas o sus padres, lo
que genera mayor independencia y reduce el dominio patriarcal. Aunque, la violencia contra
las mujeres incremente en algunos sectores, cuando los hombres reaccionan violenctamente
ante los nuevos deseos y actividades de las mujeres.
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Capítulo 2- Mujeres rurales en el conflicto armado
Este capítulo comprende las reflexiones que se han hecho en los textos, sobre la
relación entre el conflicto armado y la mujer rural. Las relaciones sociales que se generan en
el conflicto armado son complejas, por cuanto las dinámicas de relacionamiento y de la
violencia son contextuales, de acuerdo al espacio geográfico, y a rasgos identitarios como
pertenencia étnica, y a razón de género; es decir, los tipos de violencia ejercida, y los roles
que asumen los individuos: como víctimas, victimarios, como individuos que resisten, como
individuos que se incorporan a los grupos armados, etc., poseen unas características
específicas, que los académicos han estudiado históricamente.
27
Las narrativas sobre mujeres rurales en el conflicto armado, han estado demarcadas
por: La lucha por el acceso a tierras, donde describen estrategias que las mujeres han llevado
a cabo para tener acceso y uso del suelo; y una visión crítica de las leyes colombianas que
dificultan o garantizan el acceso a tierras. También, narrativas que dan a conocer las
violencias basadas en género y sexualidad en el marco del conflicto, que resultan en
violencias específicas, como estrategias de guerra o como demostración de odio y misoginia.
Y textos que se refieren al componente organizativo y de resistencia, que las mujeres han
llevado a cabo desde la construcción de paz y de posicionarse como sujetas políticas.
En este capítulo encontramos autoras como, Donny Meertens, Flor Edilma Osorio,
Sonia Fiscó, Dejusticia, Gloria Zuluaga et al., El Centro Nacional de Memoria Histórica,
María Rocio Cifuentes, Mariana Tafur, y la Organización Sisma Mujer.
El primer texto, es un estado del arte donde se reflexiona acerca de la forma en que
los textos sobre el conflicto armado abordan la relación género- conflicto. El texto es
Investigación de género y conflicto armado de la autora María Rocío Cifuentes (2009).
En primer lugar, nombra que las representaciones de género en los textos se mueven
entre dos tendencias básicas: Una, la dominante, construye imágenes opuestas de hombres y
mujeres; dibuja lo femenino con afinidad a la bondad, abnegación, capacidad de sacrificio
28
por los otros y victimización; y lo masculino, con afinidad a lo público, lo político, lo bélico,
la capacidad de someter y victimizar. Dos, asume posiciones críticas frente a la tendencia a
caer en las atribuciones tradicionales de género, y amplía la mirada a diversas posibilidades
de impactos de mujeres y hombres en el conflicto armado (2009).
A su vez, menciona que la dimensión del género puede develar las estructuras y
lógicas del conflicto armado, en relación a la vinculación de hombres y mujeres al conflicto
armado, los impactos que ellos reciben; el tipo de atención que brinda el Estado, los
organismos internacionales de cooperación, las organizaciones sociales, la sociedad civil; las
posibilidades de reconstrucción individual, familiar, comunitaria; las formas de resistencia
que se generan en los territorios ante el conflicto armado, en fin… Todo el espectro de las
relaciones que se pueden generar y las necesidades de los distintos géneros.
Entonces, las relaciones sociales, los saberes, discursos, prácticas sociales, el poder, la
posibilidad de cambio y la ubicación en contextos determinados abren un amplio panorama y
de complejidad en las relaciones de género. Supera el binarismo -hombre- mujer/ público-
privado- . Las relaciones de género en contextos de conflicto se encuentran en intrincados
juegos de poder y órdenes determinantes, para la autora (2006, pg. 140) estos son:
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En segundo lugar, analiza la vinculación de las mujeres en el conflicto armado, ya que
afirma que no siempre puede ser vista desde el lugar de victimización. La vinculación puede
ser voluntaria, puede ser por motivos económicos, familiares, emocionales. A veces en
búsqueda de emancipación de las condiciones de sometimiento por parte de las familias u
otros grupos armados. Allí buscan relaciones de respeto y la posibilidad de desplegar roles
diferentes a los afectivos o domésticos, que no siempre ocurre.
También menciona que las expectativas son distintas a la realidad, puesto que llegan a
encontrarse en lugares de subordinación política; se agudizan las violencias sociales y
familiares; no hay derecho al amor porque se encuentra regulado por los grupos armados; se
presenta como falaces proyectos de realización a través de la vida militar, que se genera ante
la falta de posibilidades en sus contextos; exponen a los habitantes de territorios a acciones
bélicas en tanto espectadores involuntarios de ellas y por tanto implicados; los grupos
armados no sólo regulan las estructuras militares sino la totalidad de la vida cotidiana de las
poblaciones, donde cualquier desafío al poder armado encuentra castigo; se genera afectación
emocional por el miedo, la desconfianza, y vergüenza por las amenazas y vulneraciones a los
que han sido sometidos o que presencian hacia amigos, vecinos, familiares.
“Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda
tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así
como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto
si se producen en la vida pública como en la vida privada.” (ONU, 1993: 2).
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• Enfermedades de transmisión sexual.
• Infección por VIH.
• Embarazos forzados.
• Abortos forzados.
• Esterilización o anticoncepción forzada.
• Prostitución forzada
Esto quiere decir que, los impactos del conflicto armado son mayores para los mujeres
y población LGBTI, puesto que no sólo están expuestas a las mismas violencias que los
hombres; por ejemplo, de recibir una bala -por su consideración dentro del espacio público-.
Sino que también las presiones y violencias se multiplican. Además de la persecución e
intimidación sistemática a las que son sometidas cuando deciden asumir un papel de
resistencia, principalmente las mujeres campesinas, indígenas y afrocolombianas.
31
El informe establece que el conflicto armado ha significado una agudización de las
violencias en contra de las mujeres y de grupos históricamente excluidos, como las personas
de los sectores sociales LGBTI, comunidades afro, grupos indígenas, niñas y niños, personas
con discapacidad, entre otras. Todos los actores armados emplearon violencia sexual: las
guerrillas, los paramilitares, la fuerza pública y los Grupos Armados Post Desmovilizados.
Se ha sostenido que la violencia sexual no es una violencia fortuita, sino que por el
contrario, ha hecho parte de un conjunto de estrategias bélicas y políticas que han apalancado
los intereses de los actores armados en el contexto de sus campañas de expansión,
dominación y control de los territorios. Son estrategias de guerra por cuanto, genera estigmas
hacia las víctimas, sentimientos de culpa, vergüenza; de esa manera rompe el tejido social,
amedrenta las poblaciones, y se convierte en herramienta de desplazamiento forzado y de
despojo.
Es así como, el texto destaca la valentía de las víctimas de violencia sexual al retar
precisamente esa lógica de verguenza y estigma, pues muchas manifiestan profunda soledad
y falta de acompañamiento para reparar sus vidas. Entonces, visibilizar la violencia sexual,y
el ejercicio de escuchar a las víctimas, manifiestan ellas: resta el sentimiento de culpa y de
32
verguenza, ante lo sucedido. Además constituye una acción de reclamo al Estado y a los
actores armados, para que se responsabilicen, reconozcan el daño, y ejerzan acciones de
reparación, de no repetición y justicia. La memoria es un ejercicio político de las mujeres
víctimas, y está expuesto en el informe.
Por medio de cartografía social y entrevistas, las mujeres iban contando sus rutinas
diarias, lugares de encuentro comunitarios, la relación con la coca, su experiencia familiar, su
definición del Estado y la relación con los actores armados. También se evidenciaron los
repertorios de violencia, pobreza, abandono estatal y desigualdad que han recaído de
múltiples formas sobre las mujeres y sus familias, así como oportunidades de movilidad
social y bienestar económico facilitadas por la coca en sus territorios. Las mujeres
cultivadoras de coca provenían de los departamentos de Putumayo, Nariño, Cauca y Caquetá
y fue un Encuentro Regional de Mujeres Cocaleras en Puerto Asís, Putumayo.
33
importantes en el mundo rural. Pero además la estigmatización como guerrilleras o
narcotraficantes las pone en mayor desventaja.
Los temas agrarios y rurales en Colombia constituyen una de las tensiones más
relevantes en el país. Todo lo relacionado a los temas de acceso y uso de la tierra,
productividad, economía y posesión del territorio, han sido eje de confrontaciones por
distintos actores y sectores de la sociedad. Desde distintas perspectivas académicas (Donny
Meertens, Catherin Legrand, Dario Fajardo, Albert Berry) se ha evidenciado la imposición de
los intereses de los latifundistas sobre las y los campesinos en los intentos de reforma agraria
y sus respectivas legislaciones.
34
El sector campesino ha tenido contiendas históricas por acceder a tierras, por defender
el territorio al cual hacen parte, de diversas maneras. Las mujeres han estado presentes en
dichas luchas, pero ha estado oculta su trayectoria organizativa y política.
Los textos que a continuación se van a exponer, visibilizan a la mujer rural como
sujeta que ha tenido una lucha histórica para poder acceder a la tierra. Donny Meertens desde
dos perspectivas, Ensayos sobre tierra, violencia y género (2000), y, Tierra, derechos y
género, leyes políticas y prácticas en contextos de guerra y paz (2006). También, Flor Edilma
Osorio, escribe Uno en el campo tiene esperanza, mujeres y tierra en tiempos de guerra
(2011). Y Tierra y género. Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política
de tierras de Maria Fernanda Sañudo (2015).
A su vez, usa dos categorías de análisis para entender la historia política de Colombia
y la cuestión agraria: La tierra, lo utiliza como metáfora para indicar los elementos que se
refieren a la cuestión agraria, como “las formas de propiedad y los sistemas de explotación
de la tierra; los debates políticos y la legislación de Reforma Agraria; las luchas campesinas
por el derecho a la tierra y las formas de organización de la rebelión y de la resistencia
35
campesinas” (Meertens, 200, pg. 31). Y, la violencia dentro de un marco de relaciones de
poder, ya que ha sido el recurso para el acaparamiento de tierras, y la violencia hacia las
mujeres como recurso de poder sobre sus cuerpos y su autonomía.
En primer lugar, afirma que la participación laboral de las mujeres campesinas ha sido
muy amplia, han participado en las labores agropecuarias, en las parcelas y mercados, pero ha
estado relacionada y combinada con tareas domésticas y sujeta a la vigilancia masculina.
Además, su frecuente estatus de ayudante ha llevado a una subestimación sistemática de su
trabajo en los censos y estadísticas oficiales.
Por otra parte, en el texto Tierra, derechos y género, leyes políticas y prácticas en
contextos de guerra y paz (2006). Meertens visibiliza las dificultades que persisten en las
leyes y en las políticas públicas a través de tres dimensiones:
36
En la primera enmarca el análisis de derechos vulnerados de las mujeres, no sólo en el
conflicto armado, sino en la larga historia de la cuestión agraria; es decir, existe una deuda
histórica con las mujeres en términos de desigualdad de género que ha acompañado los
procesos de exclusión de la población campesina, la inequidad en la distribución de la tierra y
de los fallidos intentos de reforma agraria.
El sujeto político acá se complejiza, pues las necesidades de las mujeres negras e
indígenas, son distintas, a partir de sus territorios, costumbres y pautas culturales: “el género
se entrelaza con otras categorías estructuradoras de las relaciones sociales, como la etnia, la
raza o la edad, confluyendo en el concepto de diversidad no sólo como categoría descriptiva
sino como situación deseable de convivencia en equidad (2006,Pg. 7).
37
socialmente reconocida que da legitimidad sobre el acceso a la tierra, sino que se trata de
reconocer sus modos de vida, sus creencias y sus pautas culturales. Para las mujeres el
derecho a la tierra también pasa por un proceso de empoderamiento, un aumento en su
bienestar y un paso más para la igualdad real.
38
cómo estas influyen en el acceso y derecho a tierras, y la incorporación de las medidas como
resultado de dicha negociación.
Tal y como los anteriores textos, Osorio menciona que las mujeres han estado
presentes siempre en la vida rural, pero es en la segunda mitad del siglo XX, que con el
aporte de los estudios sobre mujeres y con perspectiva de género, se hicieron visibles como
sujetas importantes en la actividad productiva y reproductiva del campo.
También menciona cómo la guerra reproduce la división sexual del trabajo, que deja a
las mujeres como sobrevivientes y responsables del grupo familiar. Además de las
condiciones de desprecio y violencias específicas que los actores armados ejercen hacia ellas,
que buscan intimidar, degradar y destruir su subjetividad. Sin embargo, las mujeres asumen
un papel activo y protagónico frente a la guerra reclamando sus derechos en tanto
desplazadas, o articuladas en movimientos de víctimas, en demandas de verdad, justicia y
reparación.
39
La novedad del análisis de Osorio, es que hace un estudio contextual de las mujeres
en Buga, y reconoce algunas generalidades en sus trayectorias tales como:
A través de las anteriores trayectorias enunciadas, presenta los relatos de las mujeres,
además de ver sus características, como su edad, la composición del grupo familiar, la
modalidad de acceso a la tierra: antes del desplazamiento, en situación de desplazamiento y
en la situación actual; las figuras de propiedad; es decir, si la tierra es de ellas o de sus
compañeros; la toma de decisiones en el uso de la tierra y las actividades que realiza aparte
del uso de la tierra.
Entonces, los lugares no tienen sentido por ellos mismos, sino por el significado que
construyen las personas que lo habitan. Así, el territorio es productor de identidad, y al dejar
de ser pobladores rurales, los priva de su recurso económico, pero los despoja de referentes
40
identitarios para dejar de pertenecer a una comunidad campesina; es decir, dejar de ser parte
de la construcción social e histórica.
La invitación que genera el texto, entre muchas otras cosas, es a tener disposición de
aprender y compartir experiencias. Las personas que siguen sufriendo los impactos del
destierro tienen muchas cosas por compartir y necesitan ser escuchados, reconocidos. A
través del tejido organizacional, las mujeres han podido posicionar cierta agenda para
encontrar reparación y no repetición. En muchos casos los escenarios de lucha continúan y es
deber de todos reconstruirnos como sociedad, y reconocer el papel vital de la tierra y el
territorio para las sociedades rurales, lo que exige justicia estructural que avance en el
establecimiento de relaciones más horizontales, respetuosas y sostenibles en las regiones. Se
requiere de un nuevo pacto social que pase por la redistribución de los recursos y el
reconocimiento de la dignidad de las poblaciones rurales (Osorio, 2010, pg. 68).
Ante todos los impactos que puede causar el conflicto armado en las vidas y cuerpos
de las mujeres campesinas, existen también ciertas estrategias de resistencia que han llevado
a cabo, como poner en evidencia los efectos del conflicto armado hacía ellas, sus familias y
comunidad; en incidir en el desmonte de la guerra; también, exigir derechos y garantías de
reparación y no repetición; por la búsqueda de seres queridos; por una vida digna y respeto; y
en poner su voz en favor de la paz. Algunas autoras que ponen de manifiesto lo anterior, son
la Organización Sisma Mujeres, Mariana Tafur, Gloria Zuluaga et al., y Adriana Fuentes.
41
Los textos que a continuación se expondrán, poseen narrativas donde abordan a la
mujer rural como sujeta política, en tanto han hecho labores en función de tramitar el trauma
y los impactos de la guerra; ellas a través de distintas estrategias de organización y
cooperación han puesto de manifiesto la memoria de sus pueblos, de sus vidas y de las
formas en que han sorteado el conflicto armado y sus vejaciones. Por eso es de especial
relevancia este apartado, pues han sido las formas de construir escenarios de paz, desde sus
propias vivencias, experiencias, modos de proceder, pautas culturales y saberes propios.
Constituye un ejercicio importante en un país, que en reiterados procesos de paz y después de
la firma de un acuerdo de paz con la guerrilla FARC, aún vive escenarios de conflictividad
armada y guerra.
42
ellas el conflicto armado. En su camino, algunas van incorporando en sus agendas demandas
feministas, de género y derechos de las mujeres. Otras, desde sus inicios se presentan
feministas. Aunque cabe aclarar que el movimiento de mujeres no es necesariamente
feminista, lo es en cuanto ellas desde sus consignas identitarias y políticas se enuncian así.
Las ideas de paz que soportan a las organizaciones según una cita que hace Sisma a
Curiel (2006, pg. 25), son:
“1. Encuentran a la guerra como una práctica y lógica patriarcal y
perteneciente al dominio masculino (aunque existen algunas que también ponen un
énfasis en las lógicas de clase.
2. Consideran que el origen del conflicto armado reside en las desigualdades
estructurales que atañen a lo económico, social y político, pero que en la actualidad
este ha estado mediado por intereses económicos.
3. Están plenamente convencidas de la específica y desproporcionada
afectación del conflicto armado en las mujeres colombianas.
El texto de Sisma reconoce que las mujeres asumen la mayor parte de los costos de la
violencia, la supervivencia, la reconstrucción del tejido social, y las formas y estrategias
desplegadas por las mujeres, corresponde también un lugar de resistencia. A su vez, temas
como educación, formación, diálogo, ampliación de la democracia, negociación,
movilización, articulación, alianzas e incidencia, son temas que hacen parte de sus repertorios
organizativos (Sisma, 2010). Para las organizaciones, son estas las acciones las que
constituyen escenarios de paz, por cuanto son hechos que contribuyen a la transformación de
condiciones de desigualdad y violencia estructural, y que van más allá de procesos de paz
comandados por el gobierno nacional.
43
“La violencia que se ejerce contra los pobres encuentra sus fundamentos en
las fuerzas históricas, muchas veces forjadas por procesos económicos. Estos
procesos y estas fuerzas constituyen la base de la ‘violencia estructural’, una
violencia de intensidad constante que puede tomar varias formas: racismo, sexismo,
violencia política, pobreza y otras desigualdades sociales. A través de la rutina, del
ritual o de las transcursos difíciles de la vida, esta violencia estructural pesa sobre la
capacidad de las personas para tomar decisiones sobre sus vidas”.
De hecho, conciben la paz desde dos miradas (Sisma, 2010): Primero, definen la paz
de una manera más abarcante que un proceso de paz; el análisis de la violencia generado por
la guerra ha sido incompleto porque deja de lado otro tipo de violencias estructurales, las
cuales tienen sustento en el patriarcado y el etnocentrismo. Y segundo, insisten en la urgencia
de superar los estereotipos de género sobre los cuales se ha visto a las mujeres como la
protegida en casa, o la que posee sentimientos nobles y maternales, mientras que el hombre
se encuentra en el campo de batalla y es guardián de la seguridad nacional y el Estado.
Pero la realidad resulta ser muy distinta, cuando se ve a la mujer víctima de acciones
bélicas y de la destrucción del tejido social. Además porque las mujeres también han hecho
parte de los grupos armados. Es así como estas organizaciones enuncian que, dichos
estereotipos de género sólo afianzan la división de roles de género en el ámbito público y
privado; pero además, invisibilizan los efectos de la guerra en las mujeres, y su participación
en los conflictos armados.
44
recuperación de tierras en el Cauca han permitido que las mujeres indígenas, y sus familias,
accedan a tierras concentradas en manos de propietarios y latifundistas de la región” (2010,
pg. 64).
También Mariana Tafur (2015) recoge la experiencia de las mujeres rurales, en este
caso de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia
ANMUCIC. La autora menciona que las mujeres rurales colombianas, además de
preocuparse por las luchas y reivindicaciones que competen a los países latinoamericanos,
como el acceso y propiedad de la tierra, el acceso a recursos productivos, la participación y la
incidencia política, también deben preocuparse por la guerra. En sus estrategias de
resistencia, se han posicionado frente a la paz, la justicia, la verdad, la construcción de
memoria, etc.
45
transcurría el tiempo fueron siendo conscientes de la subordinación histórica que como
mujeres han vivido y la importancia del reconocimiento como mujeres campesinas.
El texto menciona a los años 90, como un momento de furor de la organización, pues
fue un tiempo de fuerte participación e incidencia política, se encontraban en una posición de
empoderamiento importante, y estaba tomando mucha fuerza las acciones al interior de la
organización. Sin embargo, a finales de los años 90 y comienzos de los 2000, hubo mucha
crísis, derivado de la inseguridad generada por la guerra, ocurrieron muchos exilios,
asesinatos, violencia sexual, amenazas.
Las mujeres que lograron quedarse, acogieron nuevas demandas ante la crisis, como
la paz, los derechos humanos y postulados sobre el desarrollo humano, demandas tan
elementales como la sobrevivencia humana, el respeto a la vida.
46
Su proceso tiene que ver con mejorar las condiciones de vida de las mujeres, hacer
frente a las consecuencias del conflicto armado y cuidar el medio ambiente. Sus prácticas
agroecológicas, se basan en la producción de alimentos, y que ésta no deteriore los recursos
naturales, como por ejemplo el uso de abonos orgánicos, el cuidado del suelo; a su vez que
las parcelas estén cerca a las casas para que sean parte fundamental de la dieta alimenticia.
“La producción se hace en los predios de cada una de las familias, sin
agroquímicos, con semillas nativas, en sistemas de policultivos y con algunas
tecnologías apropiadas como secadores solares, estufas eficientes, biodigestores y
biopreparados, que buscan un uso y manejo óptimo y racional de los recursos.
Además, se hace énfasis en la protección ambiental, referida básicamente al manejo,
reciclaje, reutilización y disposición final de residuos, al cuidado de las fuentes de
agua, a la siembra de árboles para leña, a la recolección y almacenamiento de agua
lluvia, así como a la construcción y mantenimiento de terrazas para cultivos”
(Zuluaga, 2013, pg. 167).
A su vez, las autoras muestran la importancia de las acciones de las mujeres en sus
huertas, como el incremento de la variedad de plantas, animales y tecnologías y las formas
estratégicas de manejar los recursos. Esto da cuenta de la organización de las mujeres y de las
estrategias generadas para reducir la dependencia de actores externos. Las provee de una
dieta más balanceada direccionada a la soberanía alimentaria y a la adquisición de una mayor
autonomía. Además por la preocupación por la conservación y el conocimiento de las
distintas especies de plantas y animales.
Las autoras mencionan a James Scott (2007), para describir los procesos de
resistencia cotidiana y silenciosa, que son estrategias y prácticas de resistencia adaptativas a
47
contextos hostiles, no son de confrontación, sino que se refiere a falsa sumisión, ignorancia
fingida, calumnia, etc. Sin lugar a dudas, son estrategias que no pretenden derribar el sistema,
sino sobrevivir a estas. De esa manera, las mujeres de AMOY, han construido estrategias
alternativas, creativas y resilientes, que permiten que se construyan iniciativas conjuntas para
que la vida sea posible.
En relación a lo anterior, dicha construcción cultural sobre las mujeres, hace que el
cuidado del medio ambiente que suponen las prácticas agroecológicas aparece como una
extensión del rol de cuidadoras en el ámbito doméstico; de esa forma, las mujeres de AMOY
no han sido consideradas como una amenaza por parte de los diversos actores del conflicto
armado, esto las ha sustraído parcialmente de la arena de la confrontación política, y les ha
permitido resistir, sobrevivir y permanecer en el territorio.
Por consiguiente, llama la atención de todos los proyectos que adelantan estas
mujeres, y cómo se convierte en trabajo no remunerado, ya que el trabajo de mujeres de
producción y conservación, simplemente no se considera trabajo y menos como actividad
política.
“En consecuencia, este impacto en lo ecológico y económico no necesariamente es
conducente a una concepción más igualitaria del género ni a una mayor participación
política de las mujeres. Por el contrario, en la medida en que hay más trabajo y más
responsabilidades para ellas, se acentúan las desigualdades de género, lo que impacta de
forma negativa sus cuerpos y sus territorios” (Zuluaga y Arango, 2013, pg. 175).
Aun así, las mujeres ejercen espacios seguros para ellas, espacios de acción material y
simbólica, donde su vida, sus significaciones, sus costumbres y la creación de sistemas
alternativos puedan llevarse a cabo. Las mujeres de AMOY construyen autonomía y formas
de resistencia que trascienden al cuidado de sí mismas.
48
Capítulo 3- Mujeres rurales como protagonistas de sus trayectorias políticas.
Nuevas agendas y narrativas feministas.
En este último capítulo se expondrán las narrativas sobre las trayectorias políticas de
las mujeres rurales, comprendidas desde dimensiones subjetivas y comunitarias que
pretenden cuestionar órdenes establecidos y normativos; es decir, establecen un movimiento
y una ruptura con nociones culturales que parecían fijas. Por ejemplo, temáticas como la
mujer en la construcción de políticas públicas y participe de procesos sociopolíticos locales y
comunitarios. La mujer en relación a la conservación de lo ambiental, procesos
agroecológicos, ecofeminismo, resistencia a lógicas capitalistas. Y la narrativa en torno a la
49
vida cotidiana de las mujeres, como aporte al reconocimiento de su existencia y de todas las
acciones que llevan a cabo.
Estos textos ofrecen narrativas alternativas que han venido surgiendo a partir de los
mismos caminos que las mujeres rurales han emprendido: Se ha venido posicionando con
más fuerza sus formas de habitarse como mujeres y campesinas; han modelado y cambiado
sus comportamientos, su percepción, sus relaciones sociales, la sensibilidad, las relaciones
sexuales, los imaginarios sobre los géneros y sobre el campo; todo esto ante la imposibilidad
de aceptar el sistema establecido, que resulta violento e invisibilizador. De ese modo, sus
subjetividades, producto del trabajo organizativo con otras mujeres, ha dado como resultado
técnicas y estrategias para resistir a las lógicas que se les ha impuesto, como se ha descrito
con más profundidad en los anteriores capítulos.
Y por último, se expondrán los textos que entienden los escenarios de la vida
cotidiana de las mujeres rurales, como lugar político y de transformación. También, la
50
corporalidad y la asociación de mujeres como estrategias de resistencia ante el capitalismo.
Estos textos son Vida cotidiana y mujer rural: inclusión, equidad y desarrollo como
herramientas de transformación, de Lopez Gloria y Aristizabal María (2019). Y Escuela de
mujeres de Madrid: lugar; corporalidad y trabajo no capitalista de Lara Guisella, Veloza
Patricia y Flórez Juliana, del año 2015.
El informe del CINEP tiene el objetivo de presentar el estado actual de las mujeres
rurales, de esa forma, usa datos estadísticos del DANE, también menciona las leyes con las
que cuentan las mujeres, e informes emitidos por organizaciones como la Organización
Nacional Indígena de Colombia (ONIC), la Organización Mundial de la Salud, el Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Censo Nacional Agropecuario de 2014, y
otros documentos académicos.
Bien, el Censo descubre que, la población total es de 47.802.000, donde el 48,9% son
hombres y el 51.1% son mujeres; de esas mujeres el 3% son mujeres indígenas, el 10%
corresponde a mujeres afro, palenqueras y raizales. Además, el 23,4% es población rural,
donde las mujeres rurales son el 47,14%, mientras que los hombres corresponden al 52,86%.
51
solo hombres son 849.392, y las UPA con régimen de tenencia propia con responsables de la
producción mujeres y hombres que son 165.140. Y finalmente, las UPA de hombres
productores que recibieron asistencia técnica en 2013 fue de 216.861, y las UPA de mujeres
y hombres productores que recibieron asistencia técnica en 2013 fueron 59.704. (CINEP,
2018).
En segundo lugar, el texto menciona las leyes con las que las mujeres rurales cuentan:
52
como principio orientador, pues reconoce las afectaciones originadas o
acentuadas por pertenecer a un grupo étnico, por condición de género,
orientación sexual, edad o discapacidad. Con relación a las medidas de
restitución para las mujeres, el artículo 11 de esta ley ordena al Estado
garantizar especial protección en los trámites judiciales y administrativos,
“para ello la Unidad Administrativa Especial de Gestión de Restitución de
Tierras Despojadas dispondrá de un programa especial para garantizar el
acceso de las mujeres a los procedimientos contemplados para la restitución.
6. La ley 731 de 2002, Ley de Mujer rural, con el propósito de “mejorar la
calidad de vida de las mujeres rurales, priorizando las de bajos recursos y
consagrar medidas específicas encaminadas a acelerar la equidad entre el
hombre y la mujer rural”.
Con respecto a estas herramientas con las que cuenta la mujer rural, el texto resalta
que la creación de esta normativa tiene como trasfondo un fuerte trabajo de incidencia
política del movimiento de mujeres rurales que continúa exigiendo su implementación real.
La organización de mujeres, muy conscientes de las desigualdades históricas en las relaciones
de poder entre hombres y mujeres, además de las diversas violencias y producto de la
exclusión patriarcal, clasista y racista, han trabajado por largo tiempo en la movilización
social y en la incidencia política. Y eso es lo que las ha llevado a posicionar sus asuntos y
necesidades (CINEP, 2018).
Y en tercer lugar, el texto advierte sobre la diversidad cultural de las mujeres rurales
en Colombia, y sus experiencias en torno a la construcción de territorio y la defensa de sus
derechos. En esa diversidad se encuentran diversas relaciones con el territorio, la defensa de
la vida, la biodiversidad y las reivindicaciones propias de la experiencia de ser mujer rural
53
afro o indígena, como también las múltiples violencias por racialización, la condición de
género y clase.
Cabe señalar que existe una alta producción de normas y lineamientos políticos,
ajustado a mandatos internacionales de derechos humanos, pero no se implementan por la
falta de interés de funcionarios políticos en temas de género, y por la desarticulación de las
instituciones que ejecutan, por falta de voluntad política y destinación de recursos públicos en
lo nacional y regional. Sin embargo, se reconoce el trabajo de incidencia política de la
diversidad de mujeres en todos los niveles e instancias del poder político.
El libro Cuidado de la tierra: mujer, ambiente y cambio climático dirigido por Lina
Muñoz y Leonardo Güiza, del año 2016, presenta diversas temáticas, como la perspectiva
femenina para la gobernanza ambiental y desarrollo sostenible; diversas discusiones desde la
perspectiva de género de las mujeres rurales, campesinas y étnicas; y recoge una serie de
casos sobre la acción de mujeres para conservación del ambiente.
Para ampliar un poco, el primer eje de análisis que plantea la autora, tiene que ver con
la exclusión de las mujeres en las agendas ambientales, pues ha existido una visión universal
en el manejo de recursos naturales y una perspectiva donde la naturaleza y las mujeres son un
54
objeto a dominar. Y el segundo, hace referencia a la lógica ecofeminista que relaciona a la
dominación como herramienta de poder, de control y abuso de las mujeres y la naturaleza. La
explotación ha sido indiscriminada, poniendo en riesgo la salud, la subsistencia de
comunidades, a la vez que ha atentado contra el agua, los animales, los bosques, los cultivos,
la biodiversidad, etc.
No solo aboga por la participación de las mujeres en las luchas ambientalistas, sino
que reclama un espacio propio en la política que se entreteja junto con la organización social,
ya que se ha comprendido al mundo y a la naturaleza desde una perspectiva androcéntrica. El
patriarcado aparece como la forma social que organiza el pensamiento, las relaciones de
género, la cultura, las formas de relacionamiento con lo no humano. Y aunque no existe un
único ecofeminismo, pues son movimientos contextuales, territoriales y diversos, si se trata
de visibilizar los abusos que se han perpetrado frente a las mujeres y la naturaleza.
En relación al primer eje temático que construye la autora, menciona que es necesario
la construcción de la política desde una óptica femenina y que se construya a partir de saberes
propios, experiencias y conocimientos ancestrales de las mujeres agricultoras, conocedoras de
los ciclos de la naturaleza, de las semillas; saberes que han sido excluidos y marginados por
la cultura occidental, y por los actores transnacionales movidos por la acumulación de capital.
55
modo la ciencia ha creado una barrera que excluye los saberes “no especialistas”,
posicionándose en la esfera de lo no científico en un sistema jerárquico y excluyente.
La propuesta además es, desmitificar los ideales de la buena vida que predominan en
occidente, para ver otras formas de vida y de relacionamiento, ya que no es el ideal de vida de
todas las personas, así occidente lo quiera imponer. Entonces, se trata de crear una
56
perspectiva donde se incluyan las necesidades de las comunidades, revirtiendo las relaciones
de desigualdad y marginación.
Los ejes de análisis del texto son, la visión ecológica del género y conceptualización
de los problemas ambientales desde la realidad de las mujeres rurales, la participación de las
mujeres y su impacto en materia ambiental, las experiencias innovadoras donde se
transversaliza el enfoque de derechos humanos para proteger a las mujeres, y algunos
elementos que dan cuenta de la sostenibilidad de las organizaciones integradas por mujeres.
57
A partir del enfoque de género, las autoras identifican que a pesar de que existe un
reconocimiento del rol femenino en el cuidado del medio ambiente, las mujeres poseen
menos acceso a la tierra y a sus beneficios, lo que ocasiona un rezago en el reconocimiento
del papel de la mujer en materia ambiental y dificulta las oportunidades para encarar los
conflictos ambientales, pues las decisiones de las organizaciones locales y las políticas
públicas dejan a un lado las acciones y conocimientos del entorno que puedan tener las
mujeres rurales.
Además, el enfoque de género también permite entender las relaciones diferenciadas
entre hombres y mujeres con la naturaleza como socialmente construidas, determinadas por la
cultura y derivadas de los roles que existen en la sociedad. Las mujeres al estar asociadas a
las actividades de cuidado, han estado desde sus prácticas cotidianas y saberes, encargadas
del cuidado de las huertas, de los suelos, de los animales, pero se ha visto como secundario y
poco importante. “La perspectiva de género muestra que el rol exclusivamente doméstico que
se suele atribuir a las mujeres y el rol de proveedor que se asigna a los hombres, determinan
el lugar que ambos ocupan” (Mujer y Medio Ambiente, 2008, pg. 13).
Por otro lado, los relatos de las mujeres expresan mucha preocupación, muchas
manifiestan mucha tristeza al recordar sitios emblemáticos y ambientalmente importantes,
que se han deteriorado por la acción de las personas. La escasez de agua, la deforestación, la
exposición a compuestos químicos de los suelos, etc. También recalcan la importancia del
cuidado de su entorno, para las futuras generaciones, pues manifiestan que si no se hacen
acciones por el cuidado y mantenimiento, los futuros nietos no podrán gozar de ambientes
sanos.
58
estructura de la organización, lo cual es poco visible por la intolerancia y exclusión de
algunos procesos organizativos. En este caso se reconocen las diferencias de quienes hacen
parte de la organización, sus determinadas necesidades, pero ante todo la agencia y voluntad
con la que cuentan en materia ambiental, social y cultural.
Sin embargo, afirman las autoras que, las mujeres demandan mayor capacitación y
formación en temas de cuidado medioambiental, para ellas y las generaciones que vienen. A
su vez, insisten en el reconocimiento de sus propios saberes, pues también son herramientas
que deberían ser transmitidas generacionalmente. Desean también, romper con el paradigma
y tradición de liderazgos plenamente masculinos. Y exigen al Estado, proyectos y programas
con enfoque de género, para que involucre todas las voces posibles, y sean ellas también
actoras fundamentales en el cuidado medioambiental.
La cotidianidad para las autoras es algo que se construye y que construye a las
mujeres, pues afirman que con el paso del tiempo las personas se van haciendo, “nadie nace
hecho”, se van haciendo poco a poco, en la práctica social en que se forma parte. No se nace
marcado para ser alguien o algo, sino que se va siendo a medida que diferentes experiencias
forman parte de la vida cotidiana, y así van sucediendo las tramas de la vida cotidiana y
social (Aristizabal y López, 2019) . También de esa forma se van dando cambios en la vida
cotidiana, y las autoras mencionan que son cinco (2019, pg. 47):
59
2. Los vínculos con la familia y la pareja.
3. La gestión de intereses de género.
4. El empoderamiento en la comunidad. El reconocimiento por parte de la
institucionalidad pública.
Las autoras recalcan que, el compartir con otras mujeres y acercarse a ellas, genera
confianza y solidaridad de género. Al reunirse con otras mujeres y compartir sus experiencias
, y en sus procesos de formación de la escuela comunitaria, el entorno familiar y comunitario
cambia, porque hace que implementen nuevas formas de interactuar con ellas, con la tierra,
los cultivos, la pareja, los hijos y la comunidad (Aristizabal y López, 2019).
El tercer aprendizaje que nombran las autoras, es la forma en la que interactúan con la
tierra, ya que no sólo significa un elemento natural- material, un recurso a explotar, sino que
también es un fundamento simbólico de su ejercicio de empoderamiento, pues ya no son los
hombres los únicos dueños y decisores sobre la tierra. Además, en otras épocas esas tierras
eran monocultivo por decisión unilateral, desde la práctica patriarcal, mientras que en el
presente hay prácticas asociadas a la producción diversificada y planificada.
Entonces, las autoras tipifican a las mujeres rurales en un contexto determinado, con
actividades, procesos, creencias y prácticas determinadas, con características de la estructura
60
social, política, cultural y familiar de sus territorios. La mujer rural se asocia a actividades
agrícolas y ganaderas, y se relaciona directamente con la labor productiva.
Las autoras además de recalcar el papel productivo, mencionan que son un sujeto
histórico que la hegemonía patriarcal ha invisibilizado, porque se les ha dotado de
características de pasividad, sumisión, servicio. Pero sus trayectorias han mostrado que se
trata también de mujeres que construyen relaciones fraternas y solidarias, que han resistido a
violencias de género por sus parejas, familias, y organizaciones comunitarias. Entonces la
cotidianidad se convierte en emancipadora y transformadora, pues han luchado por vencer los
miedos, recuperar la voz, decidir sobre sus cuerpos y territorios, y construir relaciones
armónicas con el patrimonio ambiental.
61
locales. Entonces, las familias campesinas se han visto sumergidas en dinámicas de
proletarización y descomposición de su economía.
Las autoras citan cifras de la Alcaldía Municipal de Madrid, del año 2014, y del
DANE en el año 2009, para dar cuenta de que estas empresas han sido el referente laboral
para la gente local, ya que genera el 68% del empleo municipal. Dicen las cifras que emplea a
67.804 personas en los 28 municipios de la región, y al ser en su mayoría mujeres, se habla
de una feminización en el sector, una condición que es instrumentalizada por el gremio para
difundir su imagen como empleador de mujeres sin ofrecer, sin embargo, programas sensibles
al género (Lara, Velosa, Flórez, 2015).
Las autoras exploran las formas colectivas de estas mujeres en torno a los cultivos
orgánicos, como forma de transitar a caminos más justos para con ellas y sus corporalidades,
y como oportunidad para cuestionarse como trabajadoras capitalistas. En el desarrollo del
documento las mujeres poseen un papel activo, puesto que las conciben como parte de la
academia, desde otras formas de hacer epistemología. De esa forma, el texto pone en
evidencia sus formas organizativas frente a lo que van descubriendo y conociendo en sus
procesos formativos, como las formas en que sus cuerpos se han visto confinados por la
rutina laboral de la agroindustria de flores, como sus acciones colectivas en torno a la huerta
y otros procesos.
62
Con respecto a la corporalidad femenina enajenada, describe la jornada laboral de las
que eran partícipes las mujeres en el trabajo de las flores. Las mujeres manifiestan el
sentimiento de que era más importante los cuerpos de las flores, que el de ellas, ya que
muchas se enfrentan a graves situaciones de salud: el movimiento repetido y constante les
estaba afectando la columna vertebral, las rodillas, fuertes dolores de cintura, de hombros y
de manos; el cambio abrupto de temperaturas las afectaba en su ciclo menstrual y en la
gestación; el contacto con pesticidas hacía que adquirieran problemas respiratorios,
problemas en la visión y en la piel. Además el envenenamiento de los cuerpos no era algo de
lo que se ocuparan las empresas, pues sus acciones de prevención o cuidado eran paupérrimas
(Lara, Velosa, Flórez, 2015).
Nombran además que debido a las extensas labores de trabajo, y de los movimientos
constantes, las mujeres ni siquiera tenían tiempo para hablar y el dolor de sus cuerpos era
algo constante e inevitable, se daba por sentado para ellas y para las empresas. Es decir, en su
cuerpo se marca la supeditación del trabajo al capital (Lara, Velosa, Flórez, 2015, pg. 100).
Así mismo, como el cuerpo, el territorio se supedita a las dinámicas del capitalismo, porque
ve a la naturaleza como recurso explotable.
Ante ese escenario, van surgiendo escenarios donde las mujeres comenzaron a
reunirse, comenzó con Norma Inés Bernal, una religiosa crítica de la Iglesia que era
trabajadora social en una empresa de flores, y con ella realizaron talleres para las trabajadoras
en donde reflexionaban sobre su situación. Y a razón de los despidos masivos injustos, las
mujeres también lo acogieron como la apertura a otro tipo de deseos, y vieron la necesidad de
la apertura a espacios pedagógicos para las mujeres (Lara, Velosa, Flórez, 2015).
Por medio de radio comunitaria, afiches, redes sociales convocaron un segundo taller,
y llegaron mujeres con algún vínculo con la floricultura, formaron un equipo de trabajo que
fortaleciera al grupo política, metodológica y pedagógicamente. Es así como el 19 de febrero
del 2011 nace la Escuela de Mujeres de Madrid como proyecto central de la Asociación
Herrera.
63
2014). Entonces, mediante la educación popular, como corriente pedagógica emancipadora,
pues las mujeres son capaces de emprender procesos de emancipación individual y colectiva,
pueden ser educadoras- creadoras, capaces de transformar la realidad a medida que aprenden
e investigan.
Es decir, existe una relación entre la educación- trabajo- economía, como vías para
pensarse el cuerpo- territorio, más allá del capitalismo, porque “desean trabajar para vivir y
no vivir para trabajar”; o sea, el cuidado de sí mismas y el comunitario es fundamental, lo
cual se ve reflejado en el cuerpo, en el hogar, en el espacio público y el ambiente,porque las
mujeres han transformado sus acciones cotidianas adquiriendo autonomía. En las huertas, por
ejemplo, las mujeres intercambian conocimientos y técnicas, formas de cultivo y de cuidado,
que han aprendido de sus familias y de sus pueblos; así sienten que ellas como mujeres y
desde sus conocimientos son importantes para su proceso comunitario, se tejen redes gozosas
de trabajo y compañerismo y cuidan de sí mismas y de las otras.
Por otro lado, el lenguaje cambia, ya que sus cuerpos y voces no son acalladas, sino
que al construirse un lenguaje novedoso también se generan formas de repensar y actuar en el
mundo. Las autoras mencionan a Katherine Gibson y Julie Graham (1997, 2011), como
invitación a dislocar el lenguaje económico no capitalocéntrico, sino a buscar un lenguaje de
la diversidad económica. De ese modo las mujeres rastrean y aprenden de otros experimentos
comunitarios en torno a trabajos distintos del asalariado.
En todo caso, sus cuerpos han sido uno de los elementos que se han permitido
examinar y privilegiar por encima de las repercusiones para sí mismas. Su cuerpo es una vía
consciente y material del fortalecimiento de su identidad política como mujeres populares. El
cuidado, el placer también ha sido uno de los tránsitos. La asociación Herrera y la Escuela de
mujeres se convirtió un lugar de sueños individuales, familiares y comunitarios e incluso de
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situaciones inimaginadas; y aunque con muchos retos continúan en pie de lucha por caminos
alternativos y dignos para las mujeres rurales de estos territorios.
Conclusiones
- La literatura de las ciencias sociales sobre la mujer rural es muy reciente; sin embargo
ha adquirido importancia en los últimos años, y los recursos metodológicos y
epistemológicos se han diversificado. Esto a razón de la organización sociopolítica de
las mujeres que han logrado posicionar sus agendas en sus territorios, en las políticas
públicas y en la academia. También de ciertas académicas aliadas que han aportado
importantes análisis a la situación de la mujer campesina y a visibilizar sus luchas,
como por ejemplo Donny Meertens, Dora Díaz, Flor Osorio, Myriam Gutiérrez,
Maria Fernánda Sañudo, Guisella Lara, Patricia Velosa, Juliana Flórez, entre otras.
En segundo momento, a partir de los años 2000- 2014, los movimientos de mujeres se
debilitan, debido a las dinámicas de persecusión, amenaza, asesinato y violencias
basadas en género por parte de los actores armados. De esa manera se entretejen
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narrativas, sobre los impactos de la guerra, sobre acceso a tierras, también desde un
enfoque de memoria histórica dando relevancia a los relatos de las mujeres.
- De acuerdo a lo anterior, todos las narrativas sobre ellas, no se agotan, sino que
constituye unas construcciones específicas derivadas de sus contextos, que no tienden
al ejercicio histórico de la linealidad, sino más bien a la construcción de sujetas
políticas como algo que se ha configurado de manera distinta, de acuerdo a las
dinámicas nacionales y a las dinámicas territoriales en las que se han visto inmersas.
Es imposible hablar de una categoría general de mujer rural, pues como lo plantean
los textos, son mujeres diversas, enmarcadas por un territorio específico, unas pautas
culturales determinadas y una construcción histórica e identitaria de mujer rural.
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Línea del tiempo, elaboración propia.
Los textos en relación a este capítulo han visibilizado a las mujeres como partícipes
de la cadena agroalimentaria, pasando por todos los eslabones de producción,
comercialización y transporte. Han demostrado que siempre han estado presentes en el campo
en función de la producción y reproducción del hogar, pero que a razón de la representación
de género de mujeres cuidadoras por naturaleza, se ha extendido su labor de cuidado a las
actividades que realizan en su familia y comunidad. Lo que quiere decir que no han obtenido
un salario o algún reconocimiento como mujeres trabajadoras.
Las narrativas de estos textos describen un Estado Nacional con un orden social
dominante, en el que imperan lógicas economicistas: 1. Las relaciones de mercado por
encima de las injusticias y la no distribución del capital. 2. También las relaciones
androcéntricas, que continúan reproduciendo la división de los roles a razón de género, y la
desvalorización del trabajo de cuidado.
Con respecto al primer factor, las autoras marcan el hito de la Alianza para el
Progreso de los años 90, que promueve políticas públicas en relación al desarrollo de una
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economía capitalista, estableciendo principios como la competitividad e individualismo, los
sujetos son relevantes en tanto productores. La libertad se convierte en algo individual y sólo
económica, su razón se encuentra permeada por el mercado, y son libres cuando pueden
adquirir e intercambiar a favor del capital. Estos principios posicionan a las mujeres en una
falsa concepción de igualdad, pues no brinda condiciones reales para entrar en la esfera
pública, de producción y competencia.
Con respecto al segundo factor enunciado, las lógicas desarrollistas del Estado,
percibe a las mujeres en tanto emprendedoras, mujeres adaptables, flexibles, porque de otro
modo la no adaptabilidad y no leer las señales del mercado, las adjudicaría como culpables
de su condición de pobreza. No registra la diversidad de mujeres, sino que están sumergidas
en una homogeneización; es decir, todas deben adquirir los mismos principios y
características dignas para competir en las reglas del mercado. Estas políticas públicas no
cuestionan la asignación de roles por género, minimizan las tareas de reproducción, las
condicionan al ámbito privado y no conciben sus actividades como trabajo, mientras que los
hombres en la esfera pública se posicionan como poseedores de la tierra y como proveedores.
Por otro lado, cuando las mujeres hacían parte de organizaciones mixtas, las políticas
públicas que supuestamente apostaban al fortalecimiento de las organizaciones, caían en
lógicas de infantilización; en primer lugar por las prácticas enmarcadas en la desigualdad
social con mujeres pertenecientes a jerarquías mayores, pues las ponía en una situación de
“relación pedagógica”, en donde ayudaban a las mujeres campesinas a “alcanzar su propia
autonomía”. Y en segundo lugar, porque ofrecían un único camino posible para desarrollarse:
incorporarse a las lógicas del mercado. Entonces, dichas prácticas restan capacidad de
agencia, porque anulan las formas posibles de vida y subsistencia en el campo construidas
por ellas mismas, como también otras formas de organización que surgieran de las mujeres.
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víctimas, viudas, incapaces, pobres; las enmarca incluso en un estado de deshumanización,
como no ciudadanas, sin capacidad de agencia, y como mujeres que necesitaban ser salvadas
por agentes externos, encausando su conducta, sus deseos, su autonomía.
De esa manera, autoras como Gutierrez y Díaz son muy importantes, porque a partir
de las narraciones en relación a la productividad de la mujer rural, se devela que en la
academia y en las políticas públicas existen representaciones que no corresponde con sus
contextos reales y sus necesidades. Analizar las relaciones de poder, de desigualdad y
visibilizar las formas de organización de las mujeres, constituye un ejercicio ético.
¿Nueva Ruralidad?
¿Qué tan nueva es esa ruralidad?; es decir, ¿Las mujeres no han habitado el campo
tiempo atrás?, ¿A qué dedicaban su tiempo antes y en qué cambia en los tiempos actuales, o
por lo menos en los años de publicación de los textos?
Las mujeres han estado presentes en las labores del hogar y en las actividades
agrícolas, de hecho en todo el proceso de la cadena agroalimentaria, que también tiene que
ver con comercio y transporte. A razón de la apertura económica neoliberal de los años 90 en
América Latina y Colombia, se ha hecho más visible sus labores, por cuanto la categoría de
“trabajo” ha estado envuelta en los discursos de desarrollo de las políticas públicas, de
análisis sociológicos y demás ciencias sociales.
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Eso quiere decir que el enfoque de la Nueva Ruralidad, está suscrito al modelo
neoliberal que celebra que las sociedades rurales adopten imperativos de mercado a través de
la diversificación de la producción de bienes primarios y de otros bienes no agrícolas, a fin de
introducirse en nichos de mercado más flexibles. Sin contratos fijos, sin salarios dignos, sin
prestaciones sociales, sin salud y pensión.
La sociología rural debe preguntarse por enfoques teóricos y metodológicos que sean
útiles para analizar los contextos económicos, sociales y culturales. Pues teorizar la
complejidad de las transiciones debe hacerse de manera más rigurosa y satisfactoria que lo
dictaminado por un paradigma generalizador, como lo es la nueva ruralidad (Arias, 2006).
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La sociología puede analizar multidireccionalmente y complejamente fenómenos
como el campesinado. Lo que requiere también respuestas más sensibles y empáticas para
con las mujeres campesinas.
Debido a la premura del conflicto armado colombiano hay diversa bibliografía sobre
mujer rural en ese aspecto, las narrativas desde el desplazamiento forzado por la violencia es
el escenario donde de cierta manera confluyen los roles de víctima de la violencia (la viudez,
la jefatura femenina del hogar, el trauma, la extrema pobreza en la ciudad); y de protagonista,
si no del espacio público, por lo menos de su propio proyecto de vida (Meertens, 2000, pág
30); es decir el posicionamiento de la voz de las mujeres denunciando las circunstancias que
han vivido, como también la construcción de una agenda de justicia, reparación y no
repetición y de construcción de paz.
Por una parte, las representaciones de género se encuentran entre dos tendencias: 1.
construye imágenes opuestas de hombres y mujeres; dibuja lo femenino con afinidad a la
bondad, abnegación, capacidad de sacrificio por los otros; y lo masculino, con afinidad a lo
público, lo político, lo bélico, la capacidad de someter y victimizar. 2. Asume posiciones
críticas frente a las atribuciones tradicionales de género, y amplía la mirada a diversas
posibilidades de impactos de mujeres y hombres en el conflicto armado.
En efecto, las mujeres también han sido parte de la vinculación a los grupos armados,
por motivos económicos, familiares, emocionales, por búsqueda de emancipación, o por
abrirse a otras posibilidades diferentes de las que transitan. Aunque sus expectativas se vean
truncadas por condiciones de subordinación y violencia.
Sin lugar a dudas, el sector rural en este país vive las más duras condiciones de
pobreza e inequidad. La bibliografía expuesta demuestra que la distribución de la tierra es
inequitativa ya que está cooptada por intereses económicos de los terratenientes, de las
empresas y de pugnas políticas. Esto es un fenómeno que se extiende por toda América
Latina, pero lo que es propio del contexto colombiano, son las alianzas de grupos armados y
las empresas en aras de desplazar a comunidades enteras para apropiarse de sus tierras y sus
recursos.
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Ahora, desde la perspectiva de las mujeres ha sido mucho más difícil porque no las
reconocían como mujeres rurales, ni como sujetas sociopolíticas; y a medida que sus luchas
fueron visibilizadas han podido conquistar arenas políticas, legislativas, sociales y culturales.
De esa manera, la resistencia que han ejercido ha constituido escenarios de paz, desde
sus cuerpos, desde el trabajo conjunto, participativo, desde escenarios cotidianos y desde
saberes populares. Han demostrado que la paz, no es solo la ausencia de guerra, sino que
también se constituye en los entornos cotidianos, y que éstos sean libres de violencias.
Hay que reconocer las luchas históricas que han llevado a cabo las mujeres, por el
acceso a tierras, por el derecho a la educación, por los derechos sexuales y reproductivos, por
ambientes sanos en los entornos familiares, por la soberanía de sus territorios, por la
existencia y permanencia de sus comunidades, y por la pervivencia ecológica y ambiental.
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existencia como mujeres que habitan el campo que construyen y destruyen formas de
relacionamiento. Las mujeres en su caminar han cuestionado órdenes establecidos y
normativos, y han transitado caminos más justos para ellas, sus familias y sus comunidades.
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